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Acción colectiva, movilización y
resistencias en el siglo XXI.
Vol. 2: Genealogías
Prólogo de Pedro Ibarra
Introducción de Rubén Díez
Editado por:
Antonio Álvarez-Benavides
Francisco Fernández-Trujillo Moares
Ariel Sribman Mittelman
Andy Eric Castillo Patton
betiko
ACCIÓN COLECTIVA, MOVILIZACIÓN Y RESISTENCIAS
EN EL SIGLO XXI
VOLUMEN 2: GENEALOGÍAS
editado por
ANTONIO ÁLVAREZ-BENAVIDES
FRANCISCO FERNÁNDEZ-TRUJILLO MOARES
ARIEL SRIBMAN MITTELMAN
ANDY ERIC CASTILLO PATTON
ACCIÓN COLECTIVA, MOVILIZACIÓN Y
RESISTENCIAS EN EL SIGLO XXI
VOLUMEN 2: GENEALOGÍAS
Publicado por
F B
Mendiola 42 - 48220 Abadiño - Bizkaia
www.fundacionbetiko.org
: ----
: . -
: Ariel Sribman Mielman
: Nacho Fernández-Trujillo Moares (@nachooo)
: Romanyà-Valls
: octubre de 2020
Impreso en España – Printed in Spain
Dedicado a todos y todas las activistas
que con pequeños y grandes gestos, desde lugares no siempre reconocidos,
construyen espacios para impugnar las desavenencias de este mundo
Prólogo. Dicen que las cosas pueden cambiar
Pedro Ibarra .......................................................... 11
Introducción. Teoría social, cambio y conicto. ¿Algo nuevo bajo el sol?
Rubén Díez García. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
Presentación
Andy Eric Castillo Paon y Ariel Sribman Mielman .................... 31
Los «efectos del desplazamiento» y los «laboratorios» de los
movimientos sociales: el antimilitarismo pacista en España desde el
siglo hasta la Guerra Civil
Juli Antoni Aguado i Hernández, Susana Marín Traura y Juan Antonio
Rodríguez-del-Pino ................................................... 41
La evolución de la acción colectiva ecologista en Euskal Herria de
1988 a 2017
Alejandro Ciordia ..................................................... 69
Movimientos sociales, redes políticas y subculturas activistas: una
aproximación desde la historia particular de una corriente de la
izquierda canaria (1975-2017)
Juan Manuel Brito Díaz y Néstor García Lázaro ........................ 91
ÍNDICE
La historia de los centros sociales okupados y autogestionados en la Ciudad
de México (1978-2019). Estudios de caso en perspectiva comparada
Robert González García, Marco Antonio Rodríguez Gutiérrez y Diego de
Santiago Delfín ......................................................107
Algunas claves para el análisis del movimiento 15M desde una
perspectiva genealógica y feminista
Carmen Galdón Corbella .............................................119
Redes de movimientos sociales, procesos de difusión y legados
activistas. La inuencia de los movimientos sociales previos al 15M
Gomer Betancor Nuez ................................................135
¿Por qué quedarse si es tan complicado? Motivaciones y armonizaciones
de las esferas de vida en el activismo juvenil prolongado
Lía Durán Mogollón .................................................153
Creación y resonancia de los marcos de signicado de un movimiento
social: el caso de la
Oriol Barranco y Lluís Parcerisa ......................................165
«No vas a tener una casa en la puta vida». La experiencia del colectivo
juvenil V de Vivienda
Antonio Montañés y Lluís Parcerisa ...................................181
La justicación ética de la acción colectiva: el movimiento social de
personas con diversidad funcional y el cambio hacia una sociedad
universalmente accesible
Manuel Aparicio y Susana Rodríguez ..................................197
Los procesos participativos contra las normativas neoliberales: las
luchas de la Plataforma de Comerciantes Ambulantes de la Comunidad
de Madrid en defensa de los mercadillos municipales
Carmen Torralbo Novella ............................................207
Relación de autoría .................................................227
11
DICEN QUE LAS COSAS PUEDEN CAMBIAR
P I
Lo que sigue es un artículo no demasiado largo que pretende ser un prólogo.
Cuando editamos en la Fundación Betiko el conjunto de los artículos que
siguen no se había iniciado la pandemia de Covid-19, pero creemos que una
publicación sobre movimientos sociales que no haga referencia a este aconte-
cimiento va a resultar insuciente. Resulta muy probable que este fenómeno
mundial de la pandemia tenga, y ya lo está teniendo, consecuencias relevantes
sobre el futuro de los movimientos sociales. Por eso, pensamos que hay que
considerar esta transformación de los movimientos sociales futuros a partir de
la epidemia. Asimismo, a la hora de interpretar las referencias a los distintos
movimientos que ocupan los diversos tomos de este libro, se ha de tener en
cuenta que el futuro de los mismos también puede ser transformado a partir
de este acontecimiento global.
Por eso, nuestra reexión supone un prólogo introductorio que busca
enriquecer los análisis de actuales movimientos sociales y de los emergen-
tes… futuros.
Finalmente, debemos indicar que desde el punto de vista bibliográco
nos ha parecido adecuado hacer algunas muy recientes referencias sobre esta
relación entre pandemia y acción colectiva.
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Prólogo. Dicen que las cosas pueden cambiar
Se extienden las voces que dicen que la crisis de la pandemia ha generado
oportunidades de que movimientos y organizaciones sociales pongan en
marcha procesos de movilización dirigidos a lograr cambios sistémicos, con
la exigencia de que otras estructuras y organizaciones económicas, políticas y
sociales permitan e impulsen formas de vida más comunitarias, más solidarias,
más cercanas a la igualdad.
1. Para comprender hasta qué extremo se dan condiciones que permitan
dar credibilidad a estas armaciones de nuevas y distintas movilizaciones y
confrontaciones sociales tendríamos, en primer lugar, que ver si ya se han
producido movimientos previos a la pandemia con estas tendencias alter-
nativas. Y así mismo, hasta qué extremo, desde el mismo proceso de cri-
sis, están surgiendo acciones colectivas orientadas hacia esa dimensión de
desarrollo de lo común. Respecto a esos movimientos previos, sí conviene
resaltar, por ejemplo, que determinadas organizaciones sindicales ya desde
hace un tiempo están planteando, mas allá de sus reivindicaciones laborales,
transformaciones políticas que impliquen un decidido mayor protagonismo
de lo público frente a los intereses privados. También otros movimientos
sociales de carácter sectorial están ampliando reivindicaciones más allá de
sus demandas originales. Empiezan a exigir un conjunto de políticas públicas
dirigidas a acercar un escenario de cambio sistémico. Y parece evidente que
el movimiento feminista ya está en esta onda de transformación «global».
2. Hay datos de que algo ya se estaba moviendo en esta línea y, además,
determinados acontecimientos en la misma crisis pandémica marcan esta di-
rección. Aunque solo sea de forma embrionaria, de alguna forma los actos de
solidaridad y las protestas colectivas hechas desde balcones y ventanas están
proponiendo una solidaridad y al propio tiempo una defensa de lo común
que caracteriza esas exigencias de cambios más sustanciales. Asimismo, se
han construido redes solidarias de apoyo en temas de cuidado, en temas de
alimentos, etc., a lo que también se le puede otorgar esta orientación.
También resulta signicativa la aparición de maniestos de organizaciones
sociales que, aun siendo de origen muy distinto, plantean la necesidad de una
movilización en favor de ese horizonte alternativo.
13
Pedro Ibarra
La segunda cuestión, probablemente la más relevante a considerar, sería
la de ver en qué medida hay cambios en las visiones y actitudes de los ciu-
dadanos. Cambios culturales en la sociedad que podrían implicar, desde el
activismo, conguración de nuevas movilizaciones y que podrían suponer
el aumento de apoyo de sectores sociales, hasta lograr un cambio sostenido
en la opinión pública hacia esas movilizaciones con sus nuevos objetivos.
3. ¿Cuándo hay condiciones adecuadas para un cambio cultural que luego
pueda derivar hacia una movilización social? Las crisis generan estas respues-
tas de ruptura. Son coyunturas en las que el desprecio material, económico,
social y político del sistema frente a sus súbditos resulta ya insoportable. Las
políticas de austeridad suelen ser un escenario clásico y qué duda cabe de que
la miseria que se avecina a partir de la crisis pandémica va a incrementar esa
situación de insoportabilidad.
Sin embargo, estos escenarios no provocan un resultado universal: aquel
en el que todos cambian de conciencia, y desde un nueva conciencia solidaria
y comunitaria, todos quieren el cambio. Hay –habrá– respuestas de exigencia
de cambios sustanciales, pero las respuestas también pueden y suelen ser de
ordenada y razonable movilización en búsqueda de recuperar la normalidad.
Esto es, de establecer las condiciones de vida y el sistema de reparto de bienes
y rentas y de asignaciones de trabajo y de decisiones políticas hasta ahora
existente: el anterior a la crisis.
4. Parecería que esta aparición y/o reforzamiento de conciencia solida-
ria, y la consiguiente disposición favorable para asumir un compromiso de
movilización transformadora, resulta más probable que surjan en aquellos
que ya estaban fuera del sistema: parados, precarios, mujeres (en especial
cuidadoras), disidentes, migrantes, sectores juveniles, grupos marginales, etc.
Progresivamente han adquirido la conciencia de que no es posible entrar en
el espacio sistémico. Tienen razones para no jugar dentro del sistema, porque
saben que es operar en un escenario con unas condiciones, reglas y horizontes
que no están hechos para ellos. Juegan –se enfrentan– desde fuera, desde la
solidaridad dirigida a construir lo común alternativo.
En todo caso, esta posición de rechazo no es asumida por todo el conjunto
de «los de fuera». Muchos eligen la muy comprensible opción individualista,
14
Prólogo. Dicen que las cosas pueden cambiar
por otro lado dominante en la sociedad. Aquella de «Usted, Estado, me tiene
que dar a mí algo que me permita seguir sobreviviendo. Y punto».
Ese sector marginal de la población está afectado especial y desigualmente
por las consecuencias de la pandemia (la pandemia no es igual para todos).
Parecería que a muchos de ellos, su dramática vivencia les conduce a conocer
más a fondo las causas de su situación, a entender las raíces sistémicas de esa
desigual virulencia. A entender que la solución pasa por la eliminación de las
actuales raíces del sistema y su sustitución por otro sustancialmente distinto.
En ellos resulta más impactante la visibilización de la crisis y a través de
la misma, de la injusticia, la desigualdad y la insostenibilidad del sistema, al
tiempo de hacer aparecer como deseable –y también más comprensible– la
búsqueda de un horizonte distinto. Así, la pandemia les demuestra que la
crisis medioambiental está siendo provocada por el desarrollo energético e
industrial; que, a través del fracaso de la gestión pública de la salud, la vida
está siendo supeditada al interés privado. Les demuestra la desigualdad de
género existente y evidencia la miseria del mercantilismo como el eje en
torno al cual se articula la vida social, generando una medida de las cosas en
la que no encuentran lugar otras referencias y otros valores –que no sean los
del mercado– sobre los que sustentar la convivencia humana.
Aunque no siempre es así, vivirse más herido, marginado, vulnerado,
añade más fuerza a ese deseo –ahora también convicción– de transformar
el mundo.
5. La epidemia también ha demostrado a través de la aparición de diver-
sas redes de solidaridad que existe una cultura solidaria. La que proviene de
nuestra naturaleza empática y social, que no solo funciona a nivel militante
en organizaciones estables, sino que es capaz de ponerse en marcha tanto
en momentos de crisis como en momentos de confrontación generalizada.
Asimismo surge un cierto sentimiento intuitivo –más emotivo que ra-
cional– en muchos sectores y clases de la sociedad, del tipo «¿Qué es lo que
nos ha ocurrido? Lo que nos ha pasado tendría que hacernos pensar que
deberíamos vivir de forma distinta frente al consumo, frente a la naturaleza,
frente a la relación con los otros, frente a lo común, etc.». Son intuiciones
que hacen más comprensibles, más cercanas y aún más merecedoras de apoyo
las propuestas de movimiento o movimientos que formulan –ahora ya con
15
Pedro Ibarra
razones concretas– propuestas de cómo vivir en y desde lo común. Aunque
es cierto que la cultura dominante más presente entre los que están –o creen
estar– dentro del sistema es la individualista, habría que preguntarse si existe
esa cultura –en realidad memoria– solidaria… también dentro de los que
están dentro.
6. En síntesis, se puede armar que la crisis y sus consecuencias han gene-
rado en distintos grupos sociales una orientación o, al menos, un autocuestio-
namiento de su cultura anterior. Una distinta actitud frente al Otro, frente a
los otros, más solidaria, más compartida desde y hacia lo común. Sin duda, la
presencia de estos cambios y la intensidad de los mismos han variado depen-
diendo de los sectores / grupos / clases sociales correspondientes. En todo
caso, no conviene olvidar que un cambio cultural que implique estabilidad,
permanencia de esas nuevas actitudes y también valores, con sus prácticas
consiguientes de construir una sociedad a partir precisamente de esos nuevos
valores… exige un proceso de asentamiento. Habrá que ver hasta qué extremo
estos cambios surgidos en los actuales momentos de crisis van a poder seguir
alimentándose de condiciones y acciones que les lleven a esta estabilidad.
7. En esta línea hay que señalar que el proceso de asentamiento y extensión
de esa cultura solidaria es difícil porque tiene enfrente un poderoso enemigo.
Hoy, la cultura dominante en la sociedad está contaminada –infectada– por el
virus neoliberal. Su objetivo es conseguir que nuestra esencia social y empá-
tica se guíe por los principios que rigen la economía: la agresividad, la com-
petencia, la ley del más fuerte, por acción y por omisión. Este es el del
virus: colonizar la vida con la lógica del mercado y así reducir nuestra acción
a una mera individualidad aislada, guiada por los principios del gen egoísta.
Hijos o quizás hermanos de este virus son el miedo y la incertidumbre. Solo
es posible salir de la inseguridad e incertidumbre a través del poder, eligiendo
depender de él en todo. O sea, «Lo que usted diga, haga… y mande».
Sin embargo, también hay que destacar que en este terreno de la batalla
ideológica contra ese virus del miedo, de la incertidumbre y la insolidari-
dad están apareciendo distintos frentes –grupos, organizaciones, líderes
de opinión, conuencias profesionales y de organizaciones sociales, etc.–
planteando que lo ocurrido evidencia la absoluta necesidad de reorientar la
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Prólogo. Dicen que las cosas pueden cambiar
lucha, la movilización desde los valores y actitudes contrarias hacia nuevos
horizontes alternativos.
8. En cualquier caso, sí parece probable que a partir de estos antecedentes
y prácticas de movilización, de este aumento de la cultura y reforzamiento de
las propuestas ideológicas solidarias y de algunos acontecimientos motores,
se pongan en marcha nuevos movimientos sociales.
Para arrancar, resulta muy posible que en este escenario postcrisis se pro-
duzcan acontecimientos colectivos sociales que constituyan por sí mismos
un momento que cuestione el sistema. Es el acontecimiento por sí mismo, el
que expresa la exigencia de regeneración completa de la democracia. Con-
centraciones y movilizaciones en las que aparecen una armación simple y
contundente de denuncia del todo existente y exigencia de un todo radical-
mente distinto. El momento –luego movimiento– más conocido es el 15M,
pero sin duda hay otros que al menos tienen ese estilo –ese aire– de ser
acontecimientos que rompen. Los gillets jaunes podrían ser uno de ellos. Un
acontecimiento de estas características puede ser el momento naciente –un
factor detonante– de un proceso de confrontación totalizador. Asimismo,
puede ser autónomo o estar ligado –o dentro– de un preexistente o también
naciente movimiento social. En todo caso parece previsible que aparezcan
distintos procesos de movilización.
El probablemente mayoritario será la exigencia de recuperar las condicio-
nes de vida –trabajo y prestaciones económicas– anteriores a la crisis. Parece
que quien lidere esta movilización colectiva serán diversos movimientos sin-
dicales. Tendrían comprensión y apoyo también de mayorías sociales cuya
cultura está muy marcada por la combinación de los valores y, sobre todo, las
actitudes que conforman la opción por la seguridad individual.
En otro escenario de movilización aparecería la exigencia de lo público
y de lo común. Nos referimos a nuevos movimientos, o viejos movimientos
transformados, que, a partir del motor y aún la presencia directa de esos
acontecimientos –momentos– referenciados, exigen ya un conjunto de trans-
formaciones sistémicas que se expresen en un sustancial protagonismo del
interés público; en la extensión de la igualdad y defensa del bienestar común,
en la decisión y gestión de las cuestiones medioambientales, alimentarias,
etc., y, por supuesto, en todos los ejes/estructuras del sistema económico.
17
Pedro Ibarra
Son movimientos que podrían lograr respaldo de aquellos grupos sociales
que, a partir de esas intuiciones y experiencias comunitarias y solidarias pro-
venientes de la crisis, asumirían reivindicaciones tejidas con los valores de lo
solidario, lo común y lo público.
Finalmente, procesos de movilización a favor de la construcción de lo
común. Determinados grupos sociales ponen en marcha lo común y su común
gestión en diversas dimensiones: trabajo, enseñanza, ciudad, etc. Además,
presionan para que los poderes públicos impulsen el establecimiento de
experiencias de lo común en todos los espacios. Que el poder político, en
este nuevo horizonte, incremente sustancialmente lo público, asumiendo
la gestión de servicios públicos centrales como sanidad, educación, crédito,
etc., y también se convierta en un instrumento de impulso –pero no de re-
gulación– de acciones/organizaciones en todos los órdenes, basadas en la
construcción, defensa y gestión de lo común.
9. Aunque no es descartable que en el desarrollo del escenario postcrisis
conuyesen estas tres tendencias o movilizaciones en una plataforma, frente
o movimiento común, a la hora de perlar posibilidades de –al menos– asen-
tamientos de una u otra tendencia o de una eventual conuencia de todas
ellas, hay que tener en cuenta qué es lo que va a ocurrir al otro lado.
Desde los poderes constituidos se van a articular procesos, con muchos
más recursos de todo orden, dirigidos básicamente a operar en el escenario
de la vuelta a la normalidad. Se darán conuencias –en el terreno compartido
del conicto– de los poderes públicos con grupos o movimientos que operan
en la sociedad limitando sus reivindicaciones hasta el extremo de hacerlas
asumibles por el régimen político correspondiente. Entra dentro de lo más
probable que la movilización social en una primera y larga etapa concentre
toda su potencia en exigir la recuperación de lo perdido. Allí estarán presentes
las fuerzas en las que ese sea su objetivo principal, o casi el único, y aquellas
otras más alternativas que, sin embargo, entiendan que en esta primera etapa
sí debe priorizarse esta fase de recuperación. Esta dinámica plantea un reto
central a las movilizaciones altersistémicas: lograr que concentrarse en la rei-
vindicación por la normalidad no relegue para siempre las otras exigencias,
que, por otro lado, tienen hoy signicativas oportunidades para un plantea-
miento impactante. Evitar que esa potencial cultura solidaria surgida a partir
18
Prólogo. Dicen que las cosas pueden cambiar
de la crisis y proclive a las demandas de transformación, sea absorbida –des-
gastada– por la movilización dirigida hacia la recuperación… de lo de antes.
10. Nuevas y viejas movilizaciones y contramovilizaciones y nuevos viejos
recursos. En el escenario postcrisis, la movilización presencial, que no es el
único, pero sí uno de los recursos centrales de la acción colectiva, va a resultar
prácticamente imposible de ejercer. En ese sentido, otro de los retos que se
presenta tanto para los grupos motores –acontecimientos, momentos– como
movimientos y organizaciones más estables con nes alternativos va a ser
encontrar otros recursos (los hay) que sean capaces de asumir las funciones
de la movilización física presencial. La historia de los movimientos sociales
está llena de ejemplos y prácticas de formas de acción colectiva que no son
movilizaciones presenciales de conjuntos compactos. Así, por ejemplo, no
resulta difícil imaginar y luego construir actos de desobediencia individual
que sean presentados –y recibidos– como también una compacta red de im-
pactante desobediencia civil.
Bibliografía
Como indicábamos al principio, haremos referencia exclusiva a algunas publi-
caciones –en su mayoría de revistas online– sobre eventuales consecuencias
e impactos de esta pandemia sobre actuales y futuros movimientos sociales.
Destaco los artículos aparecidos los últimos meses en Open Movements:
Bringel, B. (2020). Mucho más que un cacerolazo: resistencias sociales en
tiempos de Covid-19. 3 de abril. Disponible en hps://www.opendemo-
cracy.net/es/mucho-m%C3%A1s-que-un-cacerolazo-resistencias-socia-
les-en-tiempos-de-covid-19
de Sousa Santos, B. (2020). Virus: All that is Solid Melts in the Air. 18 de
marzo. Disponible en hps://www.opendemocracy.net/en/openmove-
ments/virus-all-solid-melts-air
Della Porta, D. (2020). Social Movements in Times of Pandemic: Another
World Is Needed. 23 de marzo. Disponible en https://www.opende-
mocracy.net/en/can-europe-make-it/social-movements-times-pande-
mic-another-world-needed
19
Pedro Ibarra
Krinsky, J. y Caldwell, H. (2020). New York City’s Movement Networks:
Resilience, Reworking, and Resistance in a Time of Distancing and
Brutality. 28 de abril. Disponible en hps://www.opendemocracy.net/
en/democraciaabierta/new-york-citys-movement-networks-resilien-
ce-reworking-and-resistance-in-a-time-of-distancing-and-brutality
Zajak, S. (2020). Social Movements in Corona Times: New Constraints,
New Practices. 7 de abril. Disponible en hps://www.opendemocracy.
net/en/openmovements/social-movements-corona-times-new-constra-
ints-new-practices
Otra bibliografía destacada:
Apraiz, I. Hernandez Abaitua, R. y Etxeandia T. (2020). Tiempo para la au-
dacia: actuar por la vía del ecosocialismo-feminista. Viento Sur, 21 de abril.
Davies, M. (2020). Covid-19: El monstruo llama a la puerta. . 16 de
marzo. Disponible en hps://ctxt.es/es/20200302/Politica/31378/co-
ronavirus-globalizacion-capitalismo-farmaceuticas-sanidad-privada-Mi-
ke-Davis.htm
Della Porta, D. (2020) Movimientos sociales en tiempos de Covid-19:
otro mundo es necesario. Open Democracy . 26 de marzo. Disponible en
hps://www.opendemocracy.net/es/movimientos-sociales-en-tiem-
pos-de-covid-29-otro-mundo-es-necesario.
Ramonet, I. (2020). La pandemia y el sistema-mundo. Le Monde Diplo-
matique, 25 de abril. Disponible en hps://mondiplo.com/la-pande-
mia-y-el-sistema-mundo
.. (2020). ¿Qué nos estamos jugando en esta crisis? y Espacio
Público, 28 de marzo. Disponible en hps://ctxt.es/es/20200401/Fir-
mas/31998/Espacio-publico-coronavirus-pandemia-debate-reexiones.
htm
Zizek, S. (2020). La covid-19 estremece al mundo. Barcelona: Nuevos cuader-
nos Anagrama, 25.
21
I
TEORÍA SOCIAL, CAMBIO Y CONFLICTO.
ALGO NUEVO BAJO EL SOL?
R D G
Son numerosos los autores que han recurrido de forma implícita al desarrollo
de principios axiales en sus formulaciones teóricas. Tocqueville lo hace al
destacar el proceso de igualitarización como principio que explica la difu-
sión del sentimiento democrático en la sociedad americana del siglo ,
o Max Weber al enfatizar la centralidad del proceso de racionalización para
comprender la transformación de las sociedades tradicionales y el tránsito a
otras más modernas en Occidente. Igualmente, para Karl Marx el modo de
producción de mercancías sería el principio axial que explica el capitalismo y
las relaciones de producción, junto al conicto entre clases, los que explican
el cambio, el paso del Antiguo Régimen a la sociedad capitalista-burguesa, y
de esta a la etapa comunista (Bell, 1976, pp. 9-10).
En la teoría sociología contemporánea emergen, sin embargo, nuevas
interpretaciones respecto al conicto y el cambio. Estas interpretaciones
distan de los análisis clásicos sobre este asunto en las sociedades modernas
del siglo y principios del . Desde enfoques muy diferentes, autores
como Daniel Bell, Alain Touraine, Ralph Dahrendorf, Clauss Oe o Jürgen
Habermas informan sobre los cambios experimentados en la naturaleza del
conicto en las sociedades industriales avanzadas, cuyo eje de gravitación,
22
Introducción. Teoría social, cambio y conflicto
esto es, la esfera de la producción y la oposición capital-trabajo, se desplaza
y sufre cambios en sus dinámicas y desarrollo.
En particular, el análisis de Touraine sobre las nuevas y viejas clases so-
ciales rompe con la imagen marxista clásica sobre la sociedad de clases y el
papel de la clase trabajadora como sujeto histórico del cambio social. Este
autor, sin renunciar, no obstante, a determinados supuestos básicos de esa
misma tradición, advierte de la emergencia de nuevos grupos sociales a los
que otorga el estatus de clases dominantes: tecnócratas, gestores y profesio-
nales con muy alto nivel de conocimiento y de cualicación técnica situados
en la Administración, las corporaciones de negocios y los centros de toma de
decisiones. Si la propiedad era el criterio que vertebraba la pertenencia a la
antigua clase social dominante (la burguesía capitalista), la nueva clase domi-
nante se fundamenta en el conocimiento y un determinado nivel educativo y
de cualicación. En este orden de cosas, la nueva ideología tecnocrática bien
puede ser liberal o autoritaria, y en última instancia los conictos sociales
tienen sus raíces en la acumulación y la concentración del poder en las esferas
del conocimiento y de los procesos de toma de decisiones (1971, pp. 28-69).
En este mismo orden de cosas, también Dahrendorf (1959) llama la
atención sobre los cambios en las dinámicas del conicto social en las so-
ciedades industriales avanzadas. Este autor enfatizó el sesgo reduccionista
de la propuesta marxista sobre el conicto, ya que no se puede considerar
la clase como el único grupo de interés que actúa en la sociedad. De modo
que no es posible reducir todos los conictos sociales a meros conictos de
clase. Asimismo, puso de maniesto que el modelo clásico dominante omi-
tía diversos aspectos del cambio social de orden estructural, dado que para
dicho paradigma el cambio es resultado de la lucha entre clases y de procesos
revolucionarios. Dahrendorf sitúa la fuente estructural de los conictos en las
sociedades industriales avanzadas en la desigual distribución de la autoridad,
en línea con las propuestas de Touraine. Y llama la atención –como también lo
hicieran Bell o Habermas– sobre los cambios en la composición de los actores
tradicionales del conicto industrial, la institucionalización de los métodos de
negociación colectiva y la expansión de las clases medias, la movilidad social
y la terciarización de la economía en las sociedades industriales avanzadas.
Sin embargo, Touraine (1981, 1994) desarrolla una inuyente síntesis
entre las perspectivas del conicto y culturalista en el estudio de los mo-
23
Rubén Díez García
vimientos sociales como actores sociales de primera magnitud en la expli-
cación del cambio1. Él entiende la historia como un proceso de relaciones
conictuales de dominación, fuertemente ancladas en la esfera cultural y en
el control de los sistemas de conocimiento, y no tanto en cuestiones de índole
económica. Y enfatiza que en su intervención en tal proceso –la historicidad–
los movimientos sociales juegan un papel clave. Desde esta perspectiva, un
movimiento social puede adquirir el estatus conceptual de sujeto histórico
en el nivel más alto de la acción social, el de la historicidad de la sociedad,
al tiempo que es analizado como un actor social producto de procesos de
construcción de identidad y guiado por orientaciones culturales.
La historicidad es la forma en que la sociedad se conforma a sí misma, se
autoproduce a través de la acción. Allí, el «Sujeto como movimiento social»,
como oposición a la lógica del orden y de la dominación –la de su subordi-
nación a la idea de racionalización y la de la instrumentalización de su propia
identidad–, dene su identidad colectiva y la de su adversario y sus lógicas
dominantes, para de este modo ser capaz de producir trayectorias propias
y autónomas, y orientar la vida colectiva de la sociedad. Su práctica de una
metodológica de intervención sociológica fue la materialización clara de su
propuesta, que pone el acento en los procesos de subjetivación, en el deseo del
individuo de ser actor, y en la conformación del actor social como sujeto, del
Sujeto como movimiento social (1994, p. 231). Una síntesis, la de Touraine,
que desde una losofía de la historia de la sociedad moderna reelabora las
aproximaciones culturalista y del conicto para concebir los movimientos
sociales como potencial sujeto histórico que tiene la capacidad de conducir
a la sociedad en un sentido de progreso.
Por otro lado, Habermas (1971, 1981, 1987) enfatiza el potencial de los
movimientos sociales contemporáneos en la conformación de una esfera
pública y espacios de deliberación para una democracia saludable en torno
a los nuevos conictos que emergen en las sociedades postindustriales. Estos
nuevos conictos no son canalizados por partidos y organizaciones, y «no
emergen en la esfera de la reproducción material, sino en los campos de la
reproducción cultural, la integración social y la socialización. Estos se mani-
estan en formas de protesta subinstitucionales y extraparlamentarias, como
1 «Un movimiento social aspira siempre a la realización de valores culturales y, al
mismo tiempo, a obtener la victoria frente a un adversario social» (1994, p. 237).
24
Introducción. Teoría social, cambio y conflicto
reejo de la defensa y puesta en práctica de determinados modos y estilos
de vida que se ven amenazados por la colonización e instrumentalización
del mundo de la vida» –la reicación de la esfera de la acción comunicativa–.
Estos hechos y propuestas teóricas no implican que los conictos laborales
desaparezcan2, pero sí que otras dinámicas parecen cobrar mayor centralidad
y relevancia en la explicación del conicto tras la segunda mitad del siglo ,
así como respecto de las motivaciones que mueven a determinados grupos
sociales a la defensa de sus intereses, la expresión de demandas colectivas o la
búsqueda de identidades que doten a sus vidas de un sentido. En este orden
de cosas, los impulsos revolucionarios y las ideologías que fundamentaron
la base cognitiva de los movimientos sociales como sujeto histórico que guía
el camino para transformar la sociedad parecen perder peso y valor como
variable explicativa en el contexto de la sociedad postindustrial.
Incluso entre autores con una raigambre crítica o marxista como Herbert
Marcuse, André Gorz o Alain Touraine, cuyas aproximaciones siguen funda-
mentándose en una visión evolucionista, que entiende el cambio social como
proceso lineal, sin regresiones y acumulativo. Una concepción historicista y
organicista, «según la cual el crecimiento económico, la libertad política y la
felicidad personal avanzan al mismo tiempo en las sociedades industriales;
y todo problema social es en última instancia una lucha, entre el pasado y el
futuro» (Laraña, 2001, p. 221). Si bien, y aquí radica el interés de la propuesta
de Touraine, o de otros autores como Edward ompson (1966), adjudica al
análisis, estudio y comprensión de los actores sociales, y del sentido que ellos
mismos dotan a su acción, un papel de primer orden. Una cuestión clave en
la investigación de los movimientos sociales contemporáneos, de la que la
visión historicista del cambio había prescindido de la mano del materialismo
histórico como su principal corriente losóca.
Otras dinámicas y movimientos sociales, al margen del conicto industrial,
ya estaban presentes en los siglos y : verbi gratia, los abolicionistas
o antiesclavistas, los movimientos juveniles en Europa, contra el consumo
de alcohol en Estados Unidos, las sufragistas a ambos lados del Atlántico,
o determinados aspectos y elementos del movimiento obrero presentes en
2 Del mismo modo que la sociedad postindustrial no desplaza por completo al sector
industrial.
25
Rubén Díez García
utópicos como Charles Fourier o Robert Owen3. Algunos de estos movi-
mientos ya presentaban rasgos y características de los que posteriormente
vinieron a denominarse «nuevos movimientos sociales» (Calhoun, 1993,
2012), cuando en los años 60 y 70 del siglo aparecen formas de expresión
y movilización que desplazan al conicto industrial entre capital y trabajo
como variable explicativa central y única del conicto y del cambio.
La conictividad social, que desde los años 60 en Estados Unidos y Europa
experimentó un aumento notable, se desplazó hacia un nuevo eje en el que los
movimientos sociales no parecían estar tan fundamentados por la clase social,
los intereses de clase y los vínculos económicos, sino por otros cuya esencia es
cultural (Habermas, 1981; Touraine, 1981, 1994; Melucci, 1989, 1996). Un
contexto nuevo, en el que la conictividad social gravita no tanto en la esfera
del sistema económico-industrial, sino en la organización social (Díez García,
2019), de acuerdo al modelo multidimensional de estraticación propuesto
por Weber (2002) ya en el siglo , y en el que ya venían actuando diferentes
movimientos sociales4. Un modelo en el que el sociólogo alemán manejaba
tres ámbitos: el económico (las clases sociales), el social (el prestigio y los
grupos de estatus) y el político (los grupos políticos y la inuencia política),
y que, como he aludido anteriormente, sirvió de base e inspiración a Bell
para su ejercicio analítico de prognosis sobre el advenimiento de la sociedad
postindustrial y los cambios en las dinámicas y el desarrollo del conicto y
del cambio: «El hecho crucial es que la “cuestión laboral” en cuanto tal no
3 Así como los étnicos y nacionalistas, sin olvidar la importancia de las bases cultu-
rales de algunos movimientos religiosos, que, como magistralmente mostró Weber (1998),
han jugado un papel clave a lo largo de la historia (McAdam, 1994; Turner, 1994).
4 Algunos autores ven en los nuevos movimientos sociales surgidos en los años 60 el
potencial para catalizar un nuevo sujeto histórico que puede guiar el cambio, la transformación
de la sociedad y la emancipación. Un análisis que cae en el historicismo y la concepción mo-
derna sobre los movimientos sociales (Laraña, 1999, pp. 71-75). Así, por ejemplo, Marcuse
ve en la juventud educada que protagonizó buena parte de los conictos sociales en Estados
Unidos y Europa en la segunda mitad de los años 60 al nuevo sujeto histórico del cambio en
el capitalismo. Una alianza entre los jóvenes e intelectuales, los oprimidos, las minorías y los
excluidos (verbi gratia, los movimientos de liberación nacional del Tercer Mundo, la lucha por
los derechos civiles de los afroamericanos en Estados Unidos), sería la encargada de despertar
de su letargo a la clase social llamada a tal n: la clase trabajadora de las sociedades industriales
avanzadas (Marcuse, 1964, 1969).
26
Introducción. Teoría social, cambio y conflicto
es ya central, ni tiene la fuerza sociológica y cultural suciente para polarizar
todas las demás cuestiones en torno a su eje» (Bell, 1976, p. 195).
Los conictos y las controversias de orden moral, religioso o cultural des-
pertaron una atención menor, en sí mismas, y en sus implicaciones con las
cuestiones económicas y de clase hasta los movimientos y protestas que emer-
gieron a partir de la década de los 60. Cuando las controversias personales y
morales, y las diferencias culturales y de estilos de vida ocuparon el escenario
de la vida social y política norteamericana y de algunas naciones europeas,
y emergieron como cuestiones de profundo calado en su interdependencia
con las de orden político y económico (Guseld, 1972).
Joseph Guseld llamó la atención sobre dos tipos de dinámicas conic-
tuales diferentes, pero que presentan solapamientos, complementariedades
e inuencias mutuas. Por un lado, los conictos sociales fundamentados en
cuestiones de clase y en la división del trabajo. Por otro, aquellos que se fun-
damentan en cómo se distribuye el orden del estatus a razón del prestigio y
de las cualidades de los grupos sociales y el reconocimiento de estas entre
ellos. Mientras que los conceptos de conicto y de lucha de clases están bien
establecidos en el aparato analítico de las ciencias políticas, la historia o la
sociología, la idea de lucha o conicto de estatus, sin embargo, es menos clara
y requiere distinguir entre cuestiones «políticas de clase» (class politics) y
«políticas de estatus» o prestigio (status politics).
Siguiendo a Richard Hofstader y Seymour Lipset, Guseld señala que las
primeras remiten al conicto entre las diferentes metas materiales y aspira-
ciones de los grupos sociales, tal y como se puede interpretar, por ejemplo, a
partir de la distinción tradicional en política entre la derecha y la izquierda.
Sin embargo, los conictos que gravitan en torno a cuestiones políticas de
estatus irrumpen cuando existen movimientos políticos que despiertan
hostilidad al apelar a los sentimientos de animadversión y resentimiento de
aquellos individuos o grupos sociales que desean mantener o incrementar su
prestigio social. Según estos autores, los conictos políticos fundamentados
en la clase se acentuarían en periodos de crisis o recesión económica, mien-
tras que los conictos políticos de estatus lo harían en periodos de relativa
prosperidad (ibíd., p. 15-24).
Esta diferenciación conceptual, prosigue el autor, tiene valor en sí misma
más allá de su conceptualización teórica, dadas sus implicaciones en relación
27
Rubén Díez García
al modo en que el analista perciba la lucha política y los conictos sociales,
como cuestiones de clase o de prestigio. Una perspectiva que ponga el foco
en las segundas abrirá la comprensión de los conictos políticos y sociales a la
identicación de segmentos y actores no anclados en cuestiones económicas
(ibíd., p. 18). Desde este enfoque, «la vida política no es simplemente la arena
pública en la que los intereses de diferentes grupos sociales en conicto se
concretan en ganancias de orden material, sino el ámbito en el que las aspi-
raciones o frustraciones de reconocimiento y prestigio social son proyectadas»
(Hofstadter en Guseld, 1972, p.19).
Frente a los movimientos de clase, que están orientados por los intereses
de grupos particulares en el sistema económico de producción y distribu-
ción, los movimientos de estatus se proyectan hacia el aumento del prestigio
de grupos o comunidades de estatus que comparten un determinado estilo
de vida y mantienen cierto grado de denición y unidad. Mientras que los
primeros son movimientos de carácter instrumental y se presentan como la
solución al descontento y la insatisfacción que subyacen bajo su irrupción, los
segundos operan y se consuman en un plano más simbólico que instrumental
respecto a la consecución de sus metas, en tanto en cuanto el sentido y las
deniciones de los movimientos fundamentados en cuestiones de estatus no
se construyen tanto en el campo de las propiedades intrínsecas de la acción
como en el plano del comportamiento o de la conducta simbólica de la acción
ritualizada y formalizada, en la cual se obtienen, por encima de cualquier
otra fase o elemento del curso de la acción, el reconocimiento y el prestigio
social (ibíd., p. 21). Tal distinción entre tipos conceptuales no debe ocultar,
sin embargo, alerta el autor, las interconexiones existentes entre ambos tipos
en la realidad empírica.
Por tanto, en el estudio empírico de los movimientos sociales, la distinción
entre estos dos tipos o aproximaciones ideales da paso a su interdependencia,
entendiendo que en ambos tipos –y en numerosos movimientos sociales– los
sentimientos de injusticia e indignación que surgen entre un grupo impor-
tante de personas respecto de una situación dada son un elemento común
a su irrupción (Tuner y Killian, 1972; Turner, 1969, 1994). Y si bien parece
difícil comprender la naturaleza de dichos sentimientos y lo que se puede
considerar como una situación justa o injusta, dos aspectos se revelan clave
en el estudio de estos fenómenos: i) dichos sentimientos implican algún tipo
28
Introducción. Teoría social, cambio y conflicto
de comparación con un grupo de referencia, y ii) apelan a cuestiones de orden
moral (Tuner y Killian, (1972).
Ahora bien, a lo largo de la historia, señala Ralph Turner (1969), el sentido
dominante de injustica que subyace a los conictos y movimientos sociales
paradigmáticos de cada época ha variado. Siguiendo a Karl Mannheim, este
autor sugiere que en cada era existen una serie de preocupaciones o temas
que adquieren centralidad y una determinada idea dominante de injusticia
sobre la que se sustentan y subyace el sentido de la acción de los movimien-
tos sociales. Y aunque los temas más relevantes persisten y retienen parte
de su signicado en los movimientos sociales de épocas subsiguientes, solo
hasta cierto punto son incorporados y subordinados a la nueva concepción
dominante de injusticia para tal época.
Durante la era del liberal-humanismo, la nueva concepción de injusticia
que motivó las Revoluciones americana y francesa se sustentaba sobre
la armación y realización positiva de los derechos que asegurarían a los
ciudadanos la oportunidad de gobernarse a sí mismos. Así, por ejemplo, temas
como la libertad de expresión, de reunión o de prensa no eran simplemente
demandas que debían ser escuchadas, sino consustanciales al establecimiento
de un nuevo acuerdo político-institucional que asegurara a todas las personas
la oportunidad de gobernarse a sí mismos, de ser escuchadas y de participar
en el gobierno de forma tangible y able (ibíd.).
Posteriormente, los movimientos socialistas mantuvieron en su imaginario
las ideas de libertad y participación de la época anterior, pero subordinadas en
importancia a un nuevo sentido dominante de injusticia que adquirió mayor
centralidad: el derecho fundamental de las personas a demandar los recursos
materiales necesarios para la vida. El acceso a dichos recursos permitía eludir
la pobreza y las desigualdades económicas, cuestiones sociales que en la
época anterior no eran conceptualizadas como injusticias (ibíd.). Con el
advenimiento de la sociedad postindustrial emerge un nuevo concepto de
injusticia que conserva en su imaginario las cuestiones de mayor centralidad
en las épocas precedentes, pero en el que nuevos temas –característicos de
los movimientos sociales contemporáneos– adquieren protagonismo y
visibilidad.
29
Rubén Díez García
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31
PRESENTACIÓN
A E C P
A S M
Este segundo volumen de Acción colectiva, movilización y resistencias en el
siglo se centra en el análisis de las genealogías. Como continuación del
libro dedicado al estudio teórico de los movimientos sociales, los textos
aquí presentados se focalizan en estudiar cómo se han desarrollado, desde
el contrapoder y sus márgenes, diversos actores colectivos en diferentes
contextos y periodos. De este modo, se examina la genealogía desde una
perspectiva que observa la génesis, el desarrollo y los protagonistas de una
movilización, sobre todo interpelando a la deconstrucción de las fuerzas y
narrativas que componen un movimiento y sus «formaciones discursivas»
(Foucault, 1970). En este sentido, la conceptualización de los movimientos
sociales y su sentido discurre por cómo han generado una serie de preceptos
bien reformuladores, bien rompedores de un determinado espacio discursivo.
Este precepto comunicativo de toda acción colectiva organizada desde la base
pone en cuestión un determinado orden de los consensos prestablecidos,
o su inminente reconguración de acuerdo a otras fuerzas políticas. Así,
un movimiento social, en el sentido genealógico, es un disenso articulado
desde la informalidad, normalmente propositivo de una reorganización del
espacio social y político, atravesado de todas las pertinentes características
32
Presentación
económicas, culturales y simbólicas del contexto en el cual se produce. De
esta manera, se podría establecer que, con un enfoque complementario al del
estudio de las genealogías, los movimientos sociales son, en sí, productores y
creadores de sociedad (Touraine, 2006; Pleyers y Álvarez-Benavides, 2019).
Por tanto, el estudio de las genealogías movimentistas se adentra en un campo
de investigación de particulares «arqueologías» del saber y del contrapoder,
con todos los matices discursivos y particularidades identitarias que denen
actores políticos cuyo sentido nace de la unión de la necesidad y la creatividad
en un contexto que articula una contestación extrainstitucional.
Esta diversidad interpretativa, al igual que ocurre en los otros dos volú-
menes dedicados a teorías y estudios de caso, se reproduce en el presente
segundo libro. A continuación se podrán observar diferentes aproximaciones
a la reconstrucción del proceso por el que se constituyen y se reconforman
diversos movimientos sociales, varios de ellos conectados entre sí, dado el
diálogo que, inevitablemente, los movimientos sociales mantienen en su con-
dición polifónica, permeable y dinámica.
El primer capítulo, escrito por Juli Antoni Aguado i Hernàndez, Susana
Marín y Juan Antonio Rodríguez-del-Pino, analiza el desarrollo del antimili-
tarismo pacista en España desde el siglo hasta la Guerra Civil. Según los
autores, se puede conceptualizar a los movimientos sociales como «labora-
torios» políticos en los que se experimenta con interpelaciones discursivas
y repertorios de protesta que tratan de movilizar determinados marcos de
sentido. Este despliegue de «recursos cognitivos» para la causa del antimi-
litarismo, en el que se identican grupúsculos del incipiente movimiento fe-
minista de la primera ola y sus alianzas con diferentes actores del movimiento
obrero internacionalista y español, explicita cómo se articulan las deman-
das contra la guerra con los repertorios de la acción directa no violenta. De
acuerdo a los autores, el inicial despliegue de resistencia pasiva, meramente
opositiva a la conscripción de la clase trabajadora en guerras imperialistas,
se reacomoda en reformulaciones pacistas que dan lugar a un particular
«efecto de desplazamiento» de discursos liberales a entornos militantes de
base, reforzando principios democratizadores y desmilitarizando parte de
la retórica referida al conicto social. De este modo, según los autores, es
necesario vindicar un «pluralismo teórico» en el estudio de los movimientos
sociales y su legado, dado que se experimentan resonancias e intercambios
33
Andy Eric Castillo Paon y Ariel Sribman Mielman
de notorio calado. Por ejemplo, en base a este periodo de transformaciones e
intercambios discursivos y colectivos en contra de la guerra, se producen y se
desenvuelven los fundamentos del posterior movimiento por la derogación
del servicio militar obligatorio en España.
El siguiente capítulo, donde se pueden observar retazos del legado antimi-
litarista estudiado por Aguado i Hernàndez, Marín y Rodríguez-del-Pino, Ale-
jandro Ciordia analiza cuál ha sido la sido la evolución de la acción colectiva
ecologista en Euskal Herria, atendiendo al periodo de 1988 a 2017. Además
de observar los hitos referidos al volumen de la movilización ecologista vasca,
Ciordia examina el contenido y las interacciones de distintos actores impli-
cados en los identicados como principales conictos medioambientales del
País Vasco y Navarra. Ciordia indica que las vindicaciones ecologistas por sí
solas son débiles en la implicación de otros actores de la sociedad civil, dado
que la politización de la cuestión se da en clave nacionalista. Este fenómeno
queda resaltado en el clímax de la movilización medioambiental en la década
de 1990, con una alta implicación de la izquierda abertzale en la mayoría de
los conictos, algunos de ellos mediatizados por la ocasional participación
de . Al respecto, Ciordia comenta que, con todo, no se pueden establecer
diagnósticos claros en torno a la construcción de relevancia social de los
conictos medioambientales y los actores eminentemente ecologistas que
los problematizan y enuncian. El autor establece que, si bien la implicación
de otros actores es relevante para sensibilizar e implicar a la ciudadanía en
cuestiones consideradas de calado, se aprecia un hilo conductor entre las
distintas movilizaciones que hacen del ecologismo una identidad política
propia, pero con interpelaciones constantes a otros movimientos y actores
políticos. De este modo, los repertorios de acción perviven en el tiempo e
inuyen sobre otros actores, independientemente de que instrumentalicen
la cuestión para sus propios nes.
En el siguiente texto, Juan Manuel Brito y Néstor García analizan la con-
formación y las interacciones de diversos movimientos sociales y subculturas
activistas de la izquierda canaria desde el comienzo de la Transición hasta
2017. Observando las redes políticas de actores considerados como margi-
nales dentro de la disputa política electoral en las Islas Canarias –Partido de
Unicación Comunista de Canarias (), Movimiento de Izquierda Re-
volucionaria del Archipiélago Canario (), Unión de Nacionalistas de
34
Presentación
Izquierda (), Canarias Alternativa () y Acciónenred-Canarias (-Ca-
narias)–, los autores analizan cómo estas plataformas y partidos-movimiento
construyen «comunidades de acción colectiva crítica» en la periferia de las
arenas electorales. Así, estos actores partidistas extraparlamentarios y los
movimientos sociales que los acompañan, si bien irrelevantes en la política
institucional, son generadores de un multiactivismo transversal fundamental
para entender su condición «emprendedora» de la movilización emancipa-
dora canaria. Esto se sustenta en que, más allá de su autoconsideración de
espacios de participación democrática-popular, se sostiene una capacidad de
iniciativa que se comprende desde la campaña contra el ingreso de España
en la hasta el asentamiento de la transversalidad del feminismo en
las Islas Canarias. Por tanto, las redes políticas analizadas por Brito y Gar-
cía son interesantes para entender el establecimiento de ciertas retóricas de
tipo dialógico que unen al feminismo con el nacionalismo canario, así como
con el ecologismo u otros espacios militantes en continua reformulación y
redenición.
También desde la marginalidad creativa, Robert González, Marco An-
tonio Rodríguez y Diego de Santiago analizan la articulación de parte del
movimiento okupa en Ciudad de México (1978-2019). Sin afán exhaustivo,
la genealogía que se establece del examen de iniciativas como la Biblioteca
Social Reconstruir (), la Escuela de Cultura Popular Mártires del 68
(68), Okupa Che y Chanti Ollin revela cuán plural y diverso es el mo-
vimiento okupa mexicano, lejos de ser monista. Así, dentro de esta pluralidad
o polifonía autogestionaria se identican distintas experiencias que denen
espacios de encuentros y desencuentros entre diferentes movimientos socia-
les en la capital del Estado federal. Lo más relevante de esta distinción que
ahonda en la pluralidad es la forma por la cual cada una de estas espacialidades
autogestionarias se relacionan entre sí y con las instituciones del gobierno
representativo. Las mencionadas tensiones que se dan a este respecto son in-
teresantes de concebir en aras de comprender que la identidad de un espacio
se lo da las redes que lo atraviesan, además del tipo de correlaciones de poder
que se establece entre los propios activismos que lo legitiman, lo sostienen
o, por la contra, lo invalidan.
La siguiente lectura genealógica, también asentada en una visión disrup-
tiva, recreativa y atravesada de tensiones, es la que establece Carmen Gal-
35
Andy Eric Castillo Paon y Ariel Sribman Mielman
dón con el análisis que propone del 15M desde una perspectiva feminista.
El sentido reconstructivo y genealógico del movimiento de los indignados
interpela a observar cuán fuertemente estaba atravesado de tensiones en
torno a la aceptación de la igualdad de género y la despatriarcalización de
los modos de relacionarse de los y las integrantes de la acampada de Sol, en
Madrid. Esto lleva a Galdón a observar cómo más allá de las resistencias de
militantes varones, con incidentes como la retirada de la pancarta feminista
«La revolución será feminista o no será» en el epicentro del movimiento en
la capital del Estado español, se observa en el 15M un punto de encuentro
entre antiguas y nuevas activistas que, dentro del feminismo, comienzan a
tejer relevantes vínculos intergeneracionales. Así, se podría vislumbrar que en
las movilizaciones contra las violencias machistas del 7N de 2015 y el masivo
éxito de la Huelga Feminista del 8M de 2018 y 2019 existe una rearmación
de estas redes fortalecidas en un contexto de hostilidad e incomprensión.
Asimismo, Galdón identica que en el 15M se dan dos almas muy notorias
que sirven para explica los devenires de la movilización social tanto en Madrid
como en España, siendo el feminismo el efectivo vínculo potenciador de
dicha transformación, si bien rompiendo toda «lógica lineal causa-efecto»,
dado que toda movilización se concibe como un resultado dialogado y re-
troalimentado por las partes convocantes.
También en torno al 15M, concretamente su ex ante, Gomer Betancor
establece un análisis genealógico del legado que sentó las bases del «desborde
colectivo» (Villasante, 2014) generado en el año 2011, cuya permeabilidad se
vio generada por otros espacios políticos y redes de activistas. Así, se observa
un proceso de difusión de las prácticas y repertorios de la acción colectiva
altermundialista desarrollados en los primeros años del siglo . Betancor
identica unas «redes madrugadoras» que transportan legados y experien-
cias participativas a un espacio considerado como novísimo movimiento
social, articulador de una red de redes. Por tanto, el 15M implicaría una con-
vergencia de actores y de experiencias en las que el movimiento estudiantil
es la principal «red madrugadora», además de las movilizaciones antimili-
taristas contra la Guerra de Irak y otras «redes sumergidas» desarrolladas, y
siempre latentes, en los entornos de Centros Sociales Autogestionados (),
Centros Sociales Okupados Autogestionados () y plataformas trans-
versales organizadas en torno a eventos como Rompamos el Silencio ().
36
Presentación
De esta manera, se identica que el desarrollo de movilizaciones de tipo
efervescente, consideradas mediáticamente como espontáneas –tal y como
se conceptualizó el 15M–, responden a complejas interacciones y dicultades
denitorias del propósito de su acción, pero también a uidos intercambios a
través del tiempo entre diferentes movimientos con militancias duales.
Continuando con el examen de las complejidades denitorias del acti-
vismo, Lía Durán analiza las dicultades y costes sociales que implica cual-
quier espacio de movilización para la juventud contemporánea. En base a
un trabajo cualitativo, desarrollado mediante entrevistas en profundidad,
Durán recoge el testimonio de diversos jóvenes alemanes cuya participación
en diferentes espacios políticos y movimientos sociales supone una tensión
identitaria y/o personal a largo plazo. A esta relación compleja, incluso ad-
versa, Durán atribuye la activación de un «habitus secundario», entendiendo
que pertenecer a un partido, sindicato o movimiento implica desplegar una
serie de destrezas adscritas a un determinado capital social, cultural y sim-
bólico que permitan mantener un equilibrio entre el proyecto personal y el
proyecto colectivo. De esta manera, pertenecer a una red política exige no
solo una anidad entre los miembros del colectivo, sino una predisposición
para hacer del proceso de inclusión activista una parte fundamental de la
propia identidad.
En conexión con las experiencias adversas, Oriol Barranco y Lluís Parce-
risa analizan los modos por los que se producen los marcos interpretativos de
un movimiento social en base a una experiencia colectiva común. Escogiendo
el caso de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca () en España, se
analiza el fenómeno de la resonancia como elemento clave en la creación de
marcos interpretativos sólidos, pero maleables, en el tiempo, útiles para la
reproducción del movimiento social. Esta labor de enmarcamiento es fun-
damental para comprender cómo un movimiento social crece y se legitima
en el contexto de la sociedad de la información, dado que no deja de ser un
actor comunicativo en sí. En este sentido, el éxito de un movimiento social
está en la capacidad de difusión de sus marcos de signicado y la aceptación
de estos por parte de otros actores sociales que los refuercen y ampliquen
en la estructura social. Esto explica que el ejemplo de la sea un pode-
roso referente para entender cómo un movimiento social es capaz de generar
37
Andy Eric Castillo Paon y Ariel Sribman Mielman
nuevos marcos de sentido en base a una rearticulación cultural, en este caso
centrada en el derecho a la vivienda.
En conexión con las experiencias del activismo juvenil, los retos generacio-
nales y la creatividad colectiva, Antonio Montañés y Lluís Parcerisa analizan
los orígenes y repertorios del colectivo juvenil V de Vivienda. El interés por
investigar la trayectoria de este colectivo reside en observar cómo se articulan
dos vectores, el juvenil y el vindicativo del derecho a la vivienda, en una red
innovadora en sus repertorios y predecesora de otras movilizaciones como
la o el 15M en España. Si bien radicada en el espacio físico catalán, más
allá de la universalidad de la blogosfera, V de Vivienda representa un modelo
tanto de «laboratorio» como de «red madrugadora» de los comentados
espacios activistas de la y el 15M. Además del trasvase de activistas a
ambos espacios, el colectivo juvenil canaliza parte de las nuevas experien-
cias y repertorios que se aglutinan en el altermundialismo y su modelo de
confrontación fuertemente discursivo. Si bien todos los movimientos so-
ciales tienen un alto componente discursivo que les caracteriza e identica,
el especial énfasis que Montañés y Parcerisa le dedican a V de Vivienda es
entender cómo se puede hacer una arqueología de movimientos sociales que,
desde la periferia, contribuyen a la constitución de prácticas posteriormente
incorporadas y hegemonizadas por otros movimientos sociales.
El siguiente texto, de Manuel Aparicio y Susana Rodríguez, se vuelca en
entender los límites de la justicación ética de la acción colectiva y las am-
bivalencias en torno a la aceptación de cuerpos no normativos en el sentido
funcional. Así, el texto repasa la argumentación de las vindicaciones y dere-
chos que las personas con diversidad funcional confrontan en su condición
estigmatizada en una sociedad capacitista. Si bien generalista, la reexión
esbozada y la reconstrucción de una ética de la diversidad presenta una revi-
talización de los principios que guían las reivindicaciones del colectivo de las
identidades y corporalidades más diversas, mostrando las tensiones que se
establecen entre un modelo médico y un modelo social estandarizadores de
la diversidad. En este sentido, el texto ofrece un esclarecimiento conceptual
de los ítems que el movimiento anticapacitista formula desde su progresiva
constitución y devenir democratizador.
Por último, y en relación a la democratización de procesos en contextos
estandarizadores y monológicos, Carmen Torralbo presenta en su texto el
38
Presentación
desarrollo de la Plataforma de Comerciantes Ambulantes de la Comunidad
de Madrid. Escrito con un particular estilo, cercano al relato biográco, To-
rralbo narra los hitos y tensiones por los cuales la Plataforma de Comerciantes
Ambulantes de la Comunidad de Madrid se constituye en defensa de los
mercadillos municipales como espacios no solo de intercambio económico,
sino también depositarios de patrimonio cultural. El análisis y la narrativa que
se establece a este respecto es que los lugares itinerantes que se identican en
el espacio público están atravesados de diversas dimensiones que explicitan
diferentes conguraciones del poder y la legitimación de su actividad. Así, el
ejemplo de la Plataforma, en la periferia de toda movilización, se vuelve de
protagónico interés como podría ser el caso de la o cualquier otro colec-
tivo por las dinámicas, discursos y repertorios que, en tanto espacio colectivo,
presenta de acuerdo a un proceder contencioso con la institucionalidad.
Sin duda alguna, los textos aquí recogidos son de alto interés para vislum-
brar cómo el análisis de las genealogías propone una aproximación decons-
tructiva de las fuerzas que componen un movimiento social o un espacio
político. Aunque los actores sean diversos y diferentes entre sí, sus experien-
cias y testimonios presentan múltiples elementos en común que permiten
establecer una metodología deconstructiva del sentido de toda movilización.
Por poner varios ejemplos, las experiencias autogestionarias de Ciudad de
México, de V de Vivienda en Barcelona o el 15M en Madrid expresan aque-
llo que Georey Pleyers (2019) se reere como a los ensayos utópicos del
alteractivismo: arenas donde poner en práctica la cosmovisión de una realidad
alternativa, fundamentada en reglas constituidas colectivamente y al margen
de las lógicas de poder imperante. Estas experimentaciones o ensayos socioló-
gicos son más aprehensibles desde una visión de la genealogía, dado que per-
mite acomodar de forma más nítida la mirada que tiene el propio participante
de dicho espacio, sus dilemas, ambivalencias e intercambios, pudiendo así
entender de otra forma la construcción de sentido de la movilización social.
Bibliografía
Foucault, M. (1970). L'ordre du discours. París: Gallimard.
Pleyers, G. y Álvarez-Benavides, A. (2019). La producción de la sociedad
a través de los movimientos sociales. Revista Española de Sociología, 28,
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Touraine, A. (2005). Un nuevo paradigma para comprender el mundo de hoy.
Barcelona: Paidós.
Villasante, T. (2014). Redes de vida desbordantes. Fundamentos para el cambio
desde la vida cotidiana. Madrid: La Catarata.
41
LOS EFECTOS DE DESPLAZAMIENTO
Y LOS LABOTORIOS DE LOS
MOVIMIENTOS SOCIALES: EL
ANTIMILITARISMO PACIFISTA EN ESPAÑA
DESDE EL SIGLO XIX HASTA LA GUER
CIVIL
J A A H
S M T
J A R--P
Introducción
El antimilitarismo pacista es un movimiento social (Ibarra, 1992; Ajan-
giz, 1993; Sampedro, 1996; Agirre et al., 1998) de rechazo sistemático y
oposición a las guerras, a su naturaleza y a sus preparativos –su causa inme-
diata o directa–. Forma parte del pacismo, aunque insiste en el desafío al
monopolio del control de las formas de coerción en general, y del poder y
la legitimidad militar en particular, así como a las distintas expresiones del
militarismo –no solo a su faceta belicista–, practicando la no colaboración
con estas (Pastor, 1990; Gordillo, 1993; Agirre et al., 1998). Por lo tanto,
exige un cambio radical en el ámbito de las relaciones sociales, económicas,
militares y geopolíticas.
La historia de las resistencias civiles noviolentas como la que estudiamos
se ha tratado generalmente como un fenómeno marginal, infravalorado,
olvidado en los textos escolares y los discursos ociales (Semelin, 1994;
López-Martínez, 2018), al igual que el componente de pacismo y antimili-
tarismo existente durante la Guerra Civil española (Romeu y Rahona, 2017).
En España existe abundante literatura sobre la historia de este movimiento,
42
Los «efectos de desplazamiento» y los «laboratorios» de los movimientos sociales
elaborada sobre todo de los años noventa del siglo coincidiendo con la
campaña de insumisión al servicio militar obligatorio (), pero esta tiene
un carácter fragmentado o está basada en períodos especícos1.
Por este motivo, teniendo en cuenta la recomendación de Wright Mills
(1999) de formular los problemas de la ciencia social incluyendo el contexto,
las biografías y la realidad histórica, el presente trabajo pretende subsanar
parcialmente esta carencia y aportar una visión general de este movimiento
social. Esta labor se desarrolla desde la vinculación y la intersección entre
la historia y la sociología (Weber, 1978; Beltrán, 1993; Gil Andrés, 2000),
teniendo como método la compilación de las fuentes fragmentadas existentes
y testimonios recientes del antimilitarismo (Aguado, 2019).
Para ello, se ha estudiado la evolución de estas movilizaciones desde el
pacismo inicial, en el transcurso de los siglos al , hasta el nal de
la Guerra Civil, pasando por la irrupción del antimilitarismo organizado en
el siglo y en el cambio de este siglo al : la Primera Guerra Mundial, el
pacismo de posguerra y las esperanzas iniciales y el posterior desencanto
durante la República. Pero insertando esta evolución en el marco de los
conictos y los movimientos internacionales, con el n de mostrar el conjunto
de fuerzas que generan el fenómeno movilizador.
La base teórica para esta tarea ha sido, por una parte, la tesis de los «efectos
de desplazamiento» a nuevas áreas sociales del imaginario igualitario cons-
tituido en torno al discurso liberaldemocrático, así como la perspectiva que
considera que los movimientos son «laboratorios» de la sociedad civil que
proporcionan el terreno para el surgimiento de nuevas ideas, conocimientos
y prácticas.
Los efectos de desplazamiento y los movimientos como laboratorios
Las nuevas reivindicaciones o la radicalización de las existentes pueden enten-
derse desde los cambios del contexto y de las relaciones sociales, económicas
y políticas2 (Laclau y Moue, 1987; Gil Andrés, 2000). En este sentido, el
1 Puede consultarse un listado de diferentes estudios sobre la materia en Aguado
(2011, 2019).
2 A sí se entiende desde la «estructura de oportunidad política» de los movimientos
43
J. A. Aguado i Hernández, S. Marín Traura y J. A. Rodríguez-del-Pino
antimilitarismo y sus prácticas han ido transformándose según las circuns-
tancias políticas e históricas (Núñez, 1990), al igual que la historia de las
mujeres en la guerra (Ramírez, 2016).
Pero, según Laclau y Moue (1987) y Aguado (2011, 2019), estas movi-
lizaciones también se comprenden desde los «efectos de desplazamiento»
a nuevas áreas sociales del imaginario igualitario constituido en torno al
discurso liberaldemocrático3. Los términos «siervo», «esclavo», etc. no
designan por sí mismos posiciones antagónicas, simplemente establecen si-
tuaciones diferenciadas entre agentes sociales. La positividad distintiva de
esas categorías sólo puede ser cuestionada cuando una formación discursiva
discrepante, como «derechos inherentes a todo ser humano», se constituye
en un punto nodal en la construcción de lo político y transforma la percepción
de la «subordinación»4 en la de «opresión» o «injusticia». No hay relación
de «dominación» sin la presencia de una reexión «exterior» a partir de la
cual la narrativa del sometimiento pueda ser interrumpida.
Por ejemplo, a nales del siglo , coincidiendo con las revoluciones
francesa y norteamericana, emergen nuevas reexiones y conocimientos
que inuyen en el pacismo. Kant (2011) plantea en 1795 la condena de la
guerra y la abolición de los ejércitos permanentes por incongruentes con los
fundamentos de la Ilustración, en un texto recogido un siglo después por la
Conferencia Internacional de Ginebra (1867).
Este período coincide con la obra de Wollstonecra (2005) Vindication of
the Rights of Women, cuya inuencia determina el surgimiento del feminismo,
al trasladar el discurso democrático del terreno de la igualdad política entre
ciudadanos al de la igualdad entre sexos (Laclau y Moue, 1987). Igualmente,
la armación contemporánea «El cuerpo de una mujer es solo suyo», que
estructura el problema de una forma diferente a la anterior y sugiere toda una
estudiada por autores como: Diani, Kriesi, McAdam, Rucht, Tarrow o Tilly, que desarrolla
los contextos y las relaciones políticas.
3 Los aspectos y «recursos cognitivos» de los movimientos son estudiados, entre
otros, por Guseld, Laraña, Melucci, Mueller o Tejerina; y las teorías del «cambio cultural»
son desarrolladas, desde perspectivas diferentes, desde Marx o Sztompka hasta Inglehart.
4 La posición subalterna respecto al poder de quienes reclaman derechos sociales y
políticos (Gil Andrés, 2000).
44
Los «efectos de desplazamiento» y los «laboratorios» de los movimientos sociales
nueva política de actuación para las mujeres, solo surge en el marco de un dis-
curso cultural que resalta la autonomía individual y la igualdad (Zald, 1999)5.
Asimismo, en los siglos y , una limitada extensión de la política
electoralista en diferentes países europeos sirvió para que las prácticas no-
violentas y de «resistencia pasiva» –manifestaciones, peticiones, reuniones
públicas, etc.– se convirtiesen en aspectos aceptados de la cultura política y
facilitasen diferentes formas de acción colectiva, tales como movimientos
contra la esclavitud, por los derechos de los trabajadores, la participación
política, los derechos de las mujeres, etc. (Tilly et al., 1997; Randle, 1998;
Castañar, 2013). En el mismo sentido, los cambios en el sistema político
durante la Restauración en España –sufragio masculino universal, libertad
de asociación, etc.– facilitaron la expansión y generalización de nuevas orga-
nizaciones –partidos, sindicatos– y recursos culturales –identidad colectiva
obrera, socialismo, anarquismo, conservadurismo católico, etc.– y, con ello,
oportunidades para el desarrollo de acción colectiva (Gil Andrés, 2000).
Igualmente, la desobediencia civil utilizada por el movimiento estudiado
y otros se origina bajo los postulados del liberalismo. De hecho, la denición
del fenómeno de Bedau (1961) se ajusta a la doctrina liberal de la justicia
expuesta por Rawls (1978).
Igualmente, durante la Primera Guerra Mundial, la intelectualidad espa-
ñola fue conformadora y catalizadora, en denitiva «movilizadora» de la opi-
nión pública en torno a la contienda, mediante la construcción de discursos
y prácticas culturales fundamentales para las transformaciones políticas pos-
teriores (Fuentes, 2014). Asimismo, más allá de los pasquines y los escritos
enfocados a la praxis inmediata, las elaboraciones del antimilitarismo inte-
lectual –novela, ensayo o pieza teatral– han sido una herramienta tan potente
como las manifestaciones, huelgas o motines revolucionarios (Núñez, 1990).
No obstante, si los movimientos sociales son un producto de la Moderni-
dad y de su lógica de libertad, también son sus productores, pues extienden
la cultura política moderna al hacer prevalecer el protagonismo del sujeto a
la hora de decidir de forma libre por qué, cómo y cuándo han de organizarse
5 Sobre el movimiento estudiantil de los años sesenta del siglo , véase Tarrow
(1992); y para la perestroika y la glasnost a nales de los ochenta en la antigua y el Este
de Europa, Tarrow (1999).
45
J. A. Aguado i Hernández, S. Marín Traura y J. A. Rodríguez-del-Pino
para defender sus intereses colectivos (Alonso, 1998; Tejerina, 1998; Ibarra
y Tejerina, 1998).
No son solo una respuesta a los cambios –movimientos «negativos» de
protesta– sino también «laboratorios» de la sociedad civil que proporcionan
el terreno para el surgimiento de nuevas ideas, conocimientos y prácticas,
amplían el repertorio de formas de participación y pueden extender la con-
cepción prevaleciente del derecho y los espacios de democracia6 (Eyerman y
Jamison, 1991; Tejerina, 1998; Expósito, 2003). Por ejemplo, según Eyerman
y Jamison (1991, p. 82), los movimientos de las décadas de 1830 y 1840 –el
joven Engels o los profesores owenistas– fueron quienes abrieron un espacio
cognitivo que posibilitó el surgimiento de las ciencias sociales.
Resultados
Para desarrollar el trabajo se han recopilado diferentes textos y fuentes so-
bre el movimiento antimilitarista desde su irrupción en el siglo hasta su
crisis durante la Guerra Civil (Aguado, 2019), cuyos principales resultados
se presentan en el Cuadro 1.
Inuencias entre organizaciones
En primer lugar, al insertar esta acción colectiva en el contexto de los con-
ictos y los movimientos internacionales se observa cómo esta se entiende
desde el conjunto de fuerzas sociales que inuyen en su desafío. No es un
«hecho» sino un «proceso» resultado de una multiplicidad de interacciones
que generan el fenómeno movilizador (Melucci, 1987, 1994; Laraña, 1994;
Tejerina, 1999).
En concreto, el pacismo español tiene un escenario propio con ele-
mentos diferenciados a los de sus coetáneos europeos como la polémica ley
del de 1837 y las constantes injerencias militares en el Estado; las gue-
rras civiles carlistas; la conagración de Cuba (1895-1898); la neutralidad
6 Para el caso del movimiento estudiantil de los años sesenta véase Tarrow (1992);
y sobre el movimiento de las okupaciones, Martínez (2002).
46
Los «efectos de desplazamiento» y los «laboratorios» de los movimientos sociales
durante la Primera Guerra Mundial; la crisis en Marruecos (1909-1927),
cuya culminación es el Desastre de Annual (1923) –una de las principales
causas de la caída del régimen de la Restauración–; y una cruenta Guerra
Civil que se convierte en una «guerra total» y genera la primera gran crisis
en el antimilitarismo internacional después de la Gran Guerra. Todo ello
genera descontento entre las capas populares y un sentimiento antibelicista,
antimilitarista y/o pacista en los movimientos políticos y sindicales, que da
lugar a una tradición autóctona de oposición al Ejército, tanto espontánea
y «reactiva» como obrera organizada (Cardona, 1983; Leira, 2018). No
obstante estos factores singulares, se observan reiteradamente inuencias
de los movimientos foráneos en el antimilitarismo español durante todo el
período estudiado7.
En el siglo , el incipiente movimiento obrero autóctono comparte
el cuerpo ideológico de las corrientes internacionales, sobre todo por la
inuencia francesa. Asimismo, se recoge del antimilitarismo social europeo
el rechazo a la dinámica de enfrentamientos entre Estados (guerra franco-
prusiana), coloniales (Cuba, Marruecos) e internos (guerras carlistas,
golpes de Estado) y sus consecuencias. También la oposición al por la
ley de 1837. Las capas populares adquieren así una signicativa conciencia
de rechazo a las quintas a partir del Sexenio liberal (1868-1874), cuya
piedra de toque será la guerra de Cuba, y que dará lugar a las rebeliones
antimilitaristas de nales de siglo y a la semana trágica de 1909. Aunque
se trata de conictos aún «reactivos» (Tilly et al., 1997; Randle, 1998),
maniestan una coherencia apreciable y una lógica interna, pese a que muchas
veces estas no estén basadas en un cálculo racional (Gil Andrés, 2000).
En el transcurso del siglo al , el socialismo español, inuido por
el francés, propugna la huelga general ante la guerra. El anarquismo recoge,
además, el legado del sindicalismo revolucionario galo y de Tolstoi, tras la
fundación de la International Anti-Militarist Union, partidaria asimismo de
la objeción de conciencia y de la independencia de las colonias.
7 Sobre estas vinculaciones véase, asimismo, Núñez (1990), Pastor (1990), Tilly et
al. (1997), Randle (1998), Castañar (2013) y Vadillo (2016).
47
J. A. Aguado i Hernández, S. Marín Traura y J. A. Rodríguez-del-Pino
Cuadro 1. Evolución del antimilitarismo pacista desde nales siglo
hasta la Guerra Civil
Finales del siglo -siglo (1/6)
Contexto mundial
1765-1783: Revolución norteamericana
1789-1799: Revolución francesa
Proceso de racionalización de la guerra
1870: Guerra franco-prusiana
Florecimiento la acción colectiva en Europa
Contexto español
Guerras coloniales de independencia, carlistas, pronunciamientos y golpes de
estado
1837: Imposición del sistema de quintas
1868-1874: Sexenio liberal
Pacismo-antimi-
litarismo
Pacismo religioso y liberal: surge un pacismo «social» y antimilitarista
1815-1816: fundación de Peace Societies en Inglaterra y Estados Unidos
1830-1850: amplias movilizaciones
1843-1867: Pacismo Holista: demandaba la abolición de los ejércitos per-
manentes
Conferencias internacionales: Londres (1843), Bruselas (1848), París (1849),
Edimburgo (1853), Ginebra (1867)
1867: dos bloques de las Peace Societies: la Ligue Internationale et Permanente
de la Paix y la Ligue Internationale de la Paix et de la Liberté
Pacismo-anti-
militarismo en
España
Repulsa al Servicio mil itar obligatorio () por mecanismos arbitrarios de la
ley de 1837: redención / sustitución
Estrategias individuales: resistencia «integrada»
1830-1850: demócratas y republicanos: difusión pacismo militante a secto-
res obreros
1854-1856: bienio progresista: 5.000 rmas en contra
1868-1874: Sexenio liberal
Demócratas y republicanos: campañas por la abolición de quintas y supresión
de consumos
Revueltas organizadas contra el reclutamiento forzoso
1869: Partido republicano: 250.000 signaturas contra el
48
Los «efectos de desplazamiento» y los «laboratorios» de los movimientos sociales
Antimilitarismo
en el Movimiento
obrero
Socialismo utópico: condena de las guerras y disolución de la milicia
Cartismo: Carta de los Derechos de la Humanidad
Resistencias de Marx y seguidores al antimilitarismo pacista
La guerra: tema central
Libertarios, republicanos y socialistas asumen el pacismo y el antimilitarismo
Ejército burgués: dispositivo de violencia del Estado y de dominio de las elites
Cuestionamiento de los valores que deende el ejército
1870: Guerra franco-prusiana: tema central I Internacional
Antimilitarismo
en el Movimiento
obrero en España
Apoyo a la resistencia al
Crítica al patriotismo: origen de la guerra
Inuencia de anarquismo francés: insumisión y deserción
1870: Federación Regional Española (): primer maniesto contra guerra
franco-prusiana
1888: Congreso del : supresión de los ejércitos permanentes y sustitución
por el pueblo armado
Feminismo pacis-
ta en España
1870: Maniesto de mujeres españolas frente a la guerra franco-prusiana
1889: Sociedad Autónoma de Mujeres de Barcelona: campaña de rechazo a la
carrera armamentística, la guerra y los ejércitos permanentes
Cambio del siglo al ; la pérdida de Cuba y Filipinas (2/6)
Contexto mundial
«Brutalización» de los conictos modernos, industriales, totales o absolutos
Guerras hispano-norteamericana, argentino-chilena, chino-nipona y ruso-ja-
ponesa
1905: Estallido revolucionario en Rusia
Tiempos de «paz armada»
Contexto español
1895-1898: guerras de Filipinas y Cuba
1909-1927: empresa imperialista en Marruecos
1909: Semana Trágica en Barcelona
Pacismo-antimili-
tarismo
1891-1892: 130 Peace Societies de 26 países formaron el International Peace
Bureau ()
1899: Primera Conferencia de Paz de la Haya
Pacistas demócratas y liberales del
Corte Permanente de Arbitraje
49
J. A. Aguado i Hernández, S. Marín Traura y J. A. Rodríguez-del-Pino
Pacismo-antimi-
litarismo en España
Rechazo al militarismo y a un ejército represor
Campañas de insumisión y deserción emprendidas por movimientos cristia-
nos y anarquistas
Manifestación de madres de soldados de Zaragoza contra el envío de sus hijos
a Cuba (1896)
Interposición noviolenta de las madres de los soldados lanzándose a las vías
del tren
Antimilitarismo
obrero 1889: Segunda Internacional
Antimilitarismo
en el Movimiento
obrero en España
Socialismo (, ):
1888: el pueblo en armas frente a ejército permanente
1893; conicto de Melilla: oposición a la guerra, al colonialismo y al concepto
de patria
1895-1898: guerra de Cuba: coincide con su nacimiento
Oposición a ejército burgués: defensor de privilegios de la clase opresora
Crítica del ejército del país en concreto y la sangría económica para la nación.
1897: campaña ¡O todos, o ninguno! contra envío soldados se transformó en
internacionalismo y antibelicismo
Anarquismo:
1907: fundación de Solidaridad Obrera
1910: creación de CNT
Elogio a la «revolución espontánea» de Bakunin
Transformación de la guerra en guerra revolucionaria
Crítica antiautoritaria a la patria, al reclutamiento, al militarismo y al belicismo
«Guerra a la guerra de hermanos contra hermanos», «Paz entre los hombres
y guerra a las instituciones»
1895-1898: en segundo plano por dura represión
Llamadas a la deserción masiva de los trabajadores de las las militares
Táctica de la no-violencia
Feminismo paci-
sta 1905: Bertha von Suner (1843-1914): premio Nobel de la Paz
50
Los «efectos de desplazamiento» y los «laboratorios» de los movimientos sociales
La Primera Guerra Mundial: el dilema (3/6)
Contexto mundial 1914-1918: Primera Guerra Mundial
Contexto español Neutralidad y guiños pacistas y humanitarios
Pacismo-antimilitarismo
Agrupaciones francesas: Groupe de propagande antimili-
tariste, Ligue Antimilitariste
Miles de activistas (objetores alternativistas o legales y
absolutistas, insumisos o warresisters)
No Conscription Fellowship
Reconocimiento de la objeción en normas jurídicas con
rango de ley en muchos países
Antimilitarismo en el Movimien-
to obrero
Posicionamiento a favor o en contra de la contienda
Socialismo:
Mayoritariamente: inuencias nacionalistas y patrióticas
frente a revolución
Haase, Kautsky y Berstein comenzaron a reprobar la
guerra
En contra: el escocés Hardie y los franceses Vaillant y
Jaurès: huelga general contra la guerra
Partido Laborista Independiente británico
Alemanes: Liebknecht, Luxemburg y Zetking. Liga
Espartaquista: huelga general contra la guerra
Anarquismo: mayoritariamente mantienen posiciones
anterior en contra
División: alineamiento de Kropotkin y otros activistas
con Aliados
En contra: Malatesta, Guillaume o Goldman y la mayoría
de las organizaciones
Conferencias de la Internacional: Nieuwenhuis: huelga
general y la objeción de conciencia para transformar la
guerra en revolución
51
J. A. Aguado i Hernández, S. Marín Traura y J. A. Rodríguez-del-Pino
Antimilitarismo en el Movimien-
to obrero en España
Socialismo:
1909: Crisis colonial en Marruecos, vista como una
extensión de la atrocidad de Cuba y Filipinas
1909: movimiento insurreccional y la huelga general
Semana Trágica en Barcelona, reivindicaciones: el cese
de las hostilidades en Marruecos y que ningún trabajador
más embarcara
1914-1918: Mayoría de las agrupaciones: posición inter-
nacionalista contra la guerra
Inicio: postura pacista y de condena
Tras invasión de Bélgica y Francia: sentimiento aliadólo
Agrupaciones abiertamente pacistas: grupo Acción
Socialista, Juventud Socialista de Madrid
Anarquismo:
Se posiciona en bloque contra la Gran Guerra
Huelga general revolucionaria
CNT ilegalizada en el inicio de la contienda
1914-mayo: sociedades obreras de Barcelona: maniesto
contra el militarismo
1914-noviembre: sindicatos, agrupaciones anarquistas y
asociaciones de trabajadores maniesto contra la partici-
pación en la guerra: un millón de rmas
1915: Congreso Internacional de la Paz contra la guerra
para sentar las bases del pacismo anarquista
Organiza Ateneo Sindicalista de El Ferrol
Propuestas: Medios rápidos para acabar con la guerra
europea; Orientaciones futuras para evitar crímenes de
lesa humanidad y Desarme de los ejércitos
Primera medida: convocar huelga general internacional
revolucionaria
Boicoteado por el Gobierno y obstruido por el PSOE
52
Los «efectos de desplazamiento» y los «laboratorios» de los movimientos sociales
Feminismo pacista
Ruptura entre (trabajo de las mujeres en las fá-
bricas de armamento como emancipación) vs. relación
entre antimilitarismo y feminismo
1915: Anti Enlistment League ( Jessie Wallace): 3.500
rmas contra un reclutamiento en EEUU
1915: Congreso Internacional de Mujeres por la Paz de
la Haya
Delegadas de 12 países beligerantes y neutrales, 1.136
mujeres con voto y más de 300 visitantes y observadoras.
Construcción de estrategia de paz, protesta contra el
horror de la guerra y alentar la mediación de los países
neutrales
Creación : organización pacista y feminista de
mayor trayectoria y trascendencia
Importante papel de las mujeres en la objeción al ser
detenidos casi todos sus compañeros masculinos
La posguerra y el Desastre de Annual (4/6)
Contexto mundial Posguerra mundial
Contexto español
1921: Desastre de Annual
Más de 8.000 muertos (según Expediente Picasso 13.363 por 1.000 rifeños)
Equivale a Indochina y Argelia para Francia o Vietnam para EEUU
Redenición política colonial y cambio de régimen
Desencadenantes del golpe de estado del general Primo de Rivera (1923) y de
la caída de la Monarquía de Alfonso (1931)
1923: Primo de Rivera: resistencia al impulso democratizador
Pacismo-antimi-
litarismo
Amplio renacimiento de sentimientos y movimientos pacistas y antibelicistas
Aprobación de nuevas leyes sobre objeción de conciencia
1921: fundación de No more War Movement
1921: creación de War Resister’s International
1923: War Resisters League
Continua la denuncia del militarismo
1926: Maniesto Against Conscription and the Military System
1930: Maniesto Against Conscription and the Military Training of Youth
53
J. A. Aguado i Hernández, S. Marín Traura y J. A. Rodríguez-del-Pino
Antimilitarismo
en el Movimiento
obrero
Relaciones tensas con pacismo: inuencia de la política exterior de la URSS y
la amenaza del nazismo
Alianza con pacismo: Liga Antiimperialista, Congresos Antifascistas y Escri-
tores y Artistas en Defensa de la Cultura
Antimilitarismo
obrero en España Oposición de sindicalistas y anarquistas a propuestas noviolentas
Feminismo pa-
cista
Feminismo liberal (Bertha von Suner): condena la guerra desde un pacismo
ético
Movimientos pacistas radicales y sufragistas aprenden y se refuerzan juntos
1923: War Resisters League tras la unión grupos feministas-pacistas: Wo-
men’s Peace Union y Women’s Peace Society
La República: las esperanzas iniciales y el posterior desencanto (5/6)
Contexto mundial Amenaza de los fascismos - política exterior de la
Contexto español
República
1931: Constitución: España renuncia a la guerra
Medidas progresistas del primer período: legislación desmilitariza-
dora
Reforma militar de Azaña
1931: Estatut d’Autonomia de Catalunya: niega la obligación a
prestar un
1933: Masacre de Casas Viejas
Pacismo-antimilitarismo 1934: creación de la Peace Pledge Union: en contra de secundar la
guerra
54
Los «efectos de desplazamiento» y los «laboratorios» de los movimientos sociales
Pacismo-antimilitarismo
en España
Tradición autóctona de oposición al Ejército (espontánea y obrera
organizada), de los ecos pacistas de la posguerra mundial y de la
creación de la
Federación Provincial de Sindicatos, Partido Socialista de Almería,
Asociación de Idealistas Prácticos de Barcelona
Supresión del , negativa a la fabricación de armamentos y marcha
de Marruecos
Posturas similares a la izquierda, pero crítica al uso de medios violen-
tos por el movimiento obrero
1932: La Orden del Olivo, integrada en
Seminarios de estudios antimilitaristas, acciones públicas, espacios
radiofónicos, etc.
Comité obrero de acción antimilitarista en Barcelona
1936: Liga Española de Refractarios a la Guerra
Acogida en círculos anarquistas y en Barcelona y Madrid
Desobediencia civil al ejército: tema central
1934 Antecedentes de la insumisión: piloto de Correos Quirados J.
Gou contra bombardeos aéreos en Asturias
1935: Un centenar de jóvenes anarquistas catalanes se niegan públi-
camente a incorporarse al
Antimilitarismo en el
Movimiento obrero
Anarcosindicalismo: más cercano a reivindicaciones antimilitaristas,
pero sin renuncia a los medios violentos
Denuncia peligros del expansionismo colonialista y las críticas a la
Sociedad de Naciones por inútil
Feminismo pacista
1934: Peace Pledge Union
Campaña en contra de la guerra; en principio no mujeres para neu-
tralizar la idea de que solo estas formaban los movimientos pacistas
Feminismo pacista en
España
1936: Liga Española de Refractarios a la Guerra
Presidenta Dra. Amparo Poch (1902-1968) Mujeres Libres
55
J. A. Aguado i Hernández, S. Marín Traura y J. A. Rodríguez-del-Pino
La Guerra Civil y la crisis del antimilitarismo (6/6)
Contexto mundial «Brutalización» de la guerra moderna
Contexto español Guerra Civil
Pacismo-antimili-
tarismo
Primera crisis antimilitarismo noviolento después de la Gran Guerra:
Cisma entre socialistas, comunistas y radicales vs. pacistas
Apoyo armado al bando republicano (voluntarios para combatir en
España) vs. desobediencia, resistencia pasiva o boicot como oposición al
totalitarismo
Albert Eistein, Bertrand Russell vs. Aldous Huxley
: posición de consenso
Condena toda forma de violencia, pero pragmática: no la desaprueba por
preferible a la sumisión
Nosotros resistentes a la guerra aceptamos la lucha de clases, pero no acep-
tamos la guerra de clases
británica y la norteamericana: guerra de clases y revolución social,
no producto de las rivalidades capitalistas
Antimilitarismo en el
Movimiento obrero
Cisma entre socialistas, comunistas y radicales
Apoyo armado al bando republicano (voluntarios para combatir en
España) vs. desobediencia, resistencia pasiva o boicot como oposición al
totalitarismo
Antimilitarismo en el
Movimiento obrero
en España
: «enviamos comida únicamente, material médico en abundancia, pero
ni un fusil, ni una bomba, ni un avión…»
Fondo de asistencia para conseguir información sobre familiares y amigos
Hogar para niños refugiados
Almacenes en Madrid, Valencia y Barcelona, para la distribución de ropa y
comida
: José Brocca, Dra. Amparo Poch + : Margarida Comas
Evacuación de miles de niños a Gran Bretaña y México
Feminismo pacista 1937: neutralidad como una defensa de los valores democráticos
frente al fascismo, secunda al Gobierno legítimo
Feminismo pacista
en España
: Dra. Amparo Poch
: Margarida Comas
Fuente: elaboración propia.
56
Los «efectos de desplazamiento» y los «laboratorios» de los movimientos sociales
Inuencias entre organizaciones
En primer lugar, al insertar esta acción colectiva en el contexto de los con-
ictos y los movimientos internacionales se observa cómo esta se entiende
desde el conjunto de fuerzas sociales que inuyen en su desafío. No es un
«hecho» sino un «proceso» resultado de una multiplicidad de interacciones
que generan el fenómeno movilizador (Melucci, 1987, 1994; Laraña, 1994;
Tejerina, 1999).
En concreto, el pacismo español tiene un escenario propio con ele-
mentos diferenciados a los de sus coetáneos europeos como la polémica ley
del de 1837 y las constantes injerencias militares en el Estado; las gue-
rras civiles carlistas; la conagración de Cuba (1895-1898); la neutralidad
durante la Primera Guerra Mundial; la crisis en Marruecos (1909-1927),
cuya culminación es el Desastre de Annual (1923) –una de las principales
causas de la caída del régimen de la Restauración–; y una cruenta Guerra
Civil que se convierte en una «guerra total» y genera la primera gran crisis
en el antimilitarismo internacional después de la Gran Guerra. Todo ello
genera descontento entre las capas populares y un sentimiento antibelicista,
antimilitarista y/o pacista en los movimientos políticos y sindicales, que da
lugar a una tradición autóctona de oposición al Ejército, tanto espontánea
y «reactiva» como obrera organizada (Cardona, 1983; Leira, 2018). No
obstante estos factores singulares, se observan reiteradamente inuencias
de los movimientos foráneos en el antimilitarismo español durante todo el
período estudiado8.
En el siglo , el incipiente movimiento obrero autóctono comparte
el cuerpo ideológico de las corrientes internacionales, sobre todo por la
inuencia francesa. Asimismo, se recoge del antimilitarismo social europeo
el rechazo a la dinámica de enfrentamientos entre estados (guerra franco-
prusiana), coloniales (Cuba, Marruecos) e internos (guerras carlistas,
golpes de Estado) y sus consecuencias. También la oposición al por la
ley de 1837. Las capas populares adquieren así una signicativa conciencia
de rechazo a las quintas a partir del Sexenio Liberal (1868-1874), cuya
8 Sobre estas vinculaciones véase, asimismo, Núñez (1990), Pastor (1990), Tilly et
al. (1997), Randle (1998), Castañar (2013) y Vadillo (2016).
57
J. A. Aguado i Hernández, S. Marín Traura y J. A. Rodríguez-del-Pino
piedra de toque será la guerra de Cuba, y que dará lugar a las rebeliones
antimilitaristas de nales de siglo y a la semana trágica de 1909. Aunque
se trata de conictos aún «reactivos» (Tilly et al., 1997; Randle, 1998),
maniestan una coherencia apreciable y una lógica interna, pese a que muchas
veces estas no estén basadas en un cálculo racional (Gil Andrés, 2000).
En el transcurso del siglo al , el socialismo español, inuido por
el francés, propugna la huelga general ante la guerra. El anarquismo recoge,
además, el legado del sindicalismo revolucionario galo y de Tolstoi, tras la
fundación de la International Anti-Militarist Union, partidaria asimismo de
la objeción de conciencia y de la independencia de las colonias.
Durante la Gran Guerra, su posición no diere en exceso de la europea,
aunque por inuencia de la , el Groupe de propagande antimilitariste
o la Ligue Antimilitariste conservan en el debate internacional su posición
internacionalista contraria, apostando por la huelga general (Pastor, 1990;
Castañar, 2013; Vadillo, 2016).
Durante República, el antimilitarismo organizado, entre otros, en La
Orden del Olivo (1932), la Federación Provincial de Sindicatos, el Partido
Socialista de Almería o la Asociación de Idealistas Prácticos de Barcelona,
surge de los ecos pacistas de la posguerra mundial y de organizaciones como
la War Resisters’ International () (Agirre, 1996, 2002) o la Women’s In-
ternational League for Peace and Freedom () (Blasco, 2017). El anar-
cosindicalismo, al igual que en Europa, era más cercano a las reivindicaciones
antimilitaristas, sin que ello implicara una renuncia a los medios violentos de
acción política. De hecho, en enero de 1936, la inició una discusión en
torno a las propuestas de lucha noviolenta y decidió publicar las propuestas
del antimilitarista holandés Bart de Ligt (1989). Asimismo, desde la y
otras organizaciones se desarrolló una campaña de desobediencia al , y
las Juventudes Libertarias tenían previsto celebrar el 18 de julio en Barcelona
un Mitin Internacional, cancelado tras el golpe de Estado, en el cual estaba
anunciada la participación de la , rompiendo así la postura previa de poca
receptividad a las herramientas de desobediencia y lucha noviolenta.
Durante la Guerra Civil, la cuestión de los antimilitaristas se resolvió
desde tareas civiles auxiliares, apoyando la puesta en marcha de mecanismos
de ayuda humanitaria y solidaridad con la España republicana, siguiendo la
tesis de la : «enviamos comida únicamente, material médico en abun-
58
Los «efectos de desplazamiento» y los «laboratorios» de los movimientos sociales
dancia, pero ni un fusil, ni una bomba, ni un avión que prolongue la guerra
y extienda la devastación y la muerte» (Agirre, 2002, p. 36). Esta labor se
realizó por la Liga Española de Resistentes a la Guerra con el apoyo de la
y la Peace Pledge Union () británica, que constituyen un fondo de
asistencia para conseguir información sobre familiares y amigos atrapados
en el lado franquista, favorecer el intercambio de prisioneros, un hogar para
niños refugiados en Prats de Molló (Francia), distribución de ropa y comida,
y expediciones de menores exiliados a diferentes países (Agirre, 2002; Romeu
y Rahona, 2017). También desde otras organizaciones, como la , se
realizaron actuaciones en un sentido similar (Blasco, 2017).
Los movimientos como laboratorios
Por otra parte, se constata cómo el movimiento estudiado no es solo una
respuesta al belicismo y al militarismo, sino que también proporciona el es-
pacio para la emergencia, entre otros elementos, de formas de participación
no institucionales.
Desde mediados del siglo , el antimilitarismo, incluido el español, se
abre camino en el movimiento obrero, tanto socialista como anarquista, aun-
que con mayor incidencia en este último, con apelaciones a la huelga general
contra la guerra. Estos llamamientos se repiten en el tránsito al siglo en
el movimiento insurreccional y la huelga general de julio de 1909 (Semana
Trágica) y, especialmente, durante la Gran Guerra (Pastor, 1990; Gordillo,
1993; Castañar, 2013; Ramírez, 2016; Vadillo, 2016).
En el Sexenio Liberal, se convierten en aspectos aceptados de la cultura
política nuevos repertorios de participación, como la recolección de 250.000
rmas en dos meses en 1869 por parte de demócratas y republicanos por
la abolición de quintas, o el millón de signaturas recabado contra la parti-
cipación en la Gran Guerra. Se trata de una práctica ampliamente utilizada
también por la Anti Enlistment League norteamericana o la . Todo ello,
sin olvidar la obstrucción noviolenta a los trenes de las madres de los soldados
(Núñez, 1990; .., 1997; Castañar, 2013; Vadillo, 2016).
Lo mismo ocurre con las campañas de insumisión y deserción empren-
didas, a ejemplo sus coetáneos europeos, por movimientos cristianos y
59
J. A. Aguado i Hernández, S. Marín Traura y J. A. Rodríguez-del-Pino
anarquistas durante la guerra de Cuba y, en el siglo , en la contienda del
Rif (.., 1997; Castañar, 2013), siguiendo el modelo de los anarquistas
frances es dur ante la guer ra franco-prusiana (Núñez, 1990; Vadillo, 2016) o por
Liebknecht, Luxemburg y Zetkin en Alemania durante la Gran Guerra (Gordillo,
1993; Castañar, 2013; Ramírez, 2016; Vadillo, 2016).
En este marco, las «viejas» formas de reivindicación reactivas se solapan
con las «nuevas» demandas populares que se trasladan desde lo local al
ámbito nacional y de problemáticas propias de quienes protestan a temas
compartidos por la sociedad (Gil Andrés, 2000; Bermúdez, 2016). De hecho,
la desobediencia civil al ejército ya es un tema central para los antimilitaristas
durante la República, encontrándose claros antecedentes de la insumisión
(Agirre, 1996, 2002).
Los efectos desplazamiento
Si consideramos los efectos de desplazamiento del discurso liberaldemo-
crático a diferentes esferas sociales, se constata cómo las nuevas reexiones
y conocimientos elaborados por los intelectuales y los movimientos se han
transmitido por las interacciones entre organizaciones mostradas.
Coincidiendo con las revoluciones francesa y norteamericana, los plan-
teamientos de Kant de nales del siglo condenan la guerra y apuestan
por la abolición de los ejércitos permanentes, por incongruentes con los fun-
damentos de la Ilustración.
Asimismo, en la conguración del movimiento en el siglo no pueden
omitirse las aportaciones de oureau (1817-1862) sobre la revolución pací-
ca y la desobediencia frente a los actos injustos (oureau, 1976, 1994). For-
man parte de la base del antimilitarismo social que tiene su reejo en España
durante el Sexenio Liberal en multitud de motines, sabotajes de sorteos e,
incluso, revueltas organizadas contra el reclutamiento forzoso (.., 1997).
De forma paralela, en los inicios del movimiento obrero, las inuyentes
obras de Proudhon o de Marx y Engels9 muestran la guerra como uno de los
9 Como las obras Sistema de las contradicciones económicas o losofía de la miseria
(1846), ¿Qué es la propiedad? (1840) o La Guerra y la Paz (1861) de Proudhon, o el Maniesto
Comunista (1848) de Marx y Engels.
60
Los «efectos de desplazamiento» y los «laboratorios» de los movimientos sociales
instrumentos de la burguesía para apropiarse de la producción extranjera y
expandir su explotación sobre los trabajadores (Vadillo, 2016).
En el cambio del siglo al destacan las contribuciones de Tolstoi
(1828-1910), que asocia las ideas de oureau a una crítica anarquista pa-
cista del Estado y del , al rechazo de las relaciones de dominación y al
pacismo religioso, con clara vocación de incidencia social y política. Su eco
alcanzará al pacismo radical de entreguerras y al posterior (Tolstoi, 1995,
2005)10.
Pero es también la época de la actualización del concepto de «poder»
desde la sociología. Durkheim (1993, 1988) evidencia que la «coacción
interiorizada» es más ecaz en el logro y mantenimiento de la integración
social que la externa del Estado, mediante una doble acción, solo en aparien-
cia contradictoria, de «coerción» y «consentimiento». Asimismo, Weber
(1977) constata que el Estado nacional de la Modernidad requiere para sí el
monopolio de la violencia física en un territorio mediante una relación de
dominio basada en medios de coacción cuya «autoridad» ha de ser percibida
como legítima.
Esta nueva visión de la aquiescencia hacia las normas que exigen obedien-
cia o cooperación necesaria (Randle, 1998) evidencia que con la negativa a
acatarlas se puede incidir sobre su ejecución (Aguado, 2011), y permite a los
antimilitaristas hilvanar su teoría de la noviolencia (Castañar, 2013).
En España, en el marco de los sentimientos de rechazo al Ejército y al
militarismo y la rme posición antibelicista de las organizaciones obreras
y republicanas ante las guerras de Cuba y del Rif (Núñez, 2001; Iglesias,
2015), esta nueva perspectiva del consentimiento, junto con las críticas de
Tolstoi, posibilitan, por ejemplo, las movilizaciones de resistencia y campa-
ñas de insumisión promovidas por movimientos cristianos y libertarios que
suman al incremento del profuguismo y de la evasión de las quintas existentes
(.., 1997).
Durante la posguerra también existieron amplios debates e iniciativas
sobre ejércitos de paz (incruentos), servicios internacionales de volunta-
rios por la paz y protestas y maniestos como el Against Conscription and the
10 En esos años también escribieron contra la guerra y el militarismo L. Michel (1830-
1905), una de las principales guras de la Comuna de París; Ch. Malato (1857-1938); o B.
von Suner (1843-1914), la primera mujer que, en 1905, recibió el premio Nobel de la Paz.
61
J. A. Aguado i Hernández, S. Marín Traura y J. A. Rodríguez-del-Pino
Military System (1926) o el Against Conscription and the Military Training of
Youth (1930), rmados por inuyentes personalidades internacionales como
Unamuno, Einstein, Gandhi, Russell, Wells, Addams o Freud.
Asimismo, se amplían los horizontes interpretativos antibelicistas en nu-
merosos relatos, en los que se expresan las consecuencias de la guerra. Ade-
más de la novela y la poesía o la admiración por el movimiento de Gandhi,
destacan los textos de Käthe Kollwitz (1867-1945), Simone de Beauvoir
(1908-1986) y Emma Goldman (1869-1940) o, posteriormente, Virginia
Woolf (1882-1941) (Mendiola, 2014; Ramírez, 2016).
En España, pese a la censura imperante, se produjo un fenómeno similar
en diferentes obras contra la contienda marroquí, con un cariz más rege-
neracionista que antimilitarista, como las de los periodistas Eugenio Noel,
Manuel Ciges o Carmen de Burgos. También en la novela social con temática
antibelicista y un antimilitarismo pragmático (Iglesias, 2015). Destacan en
este ámbito las Cartas Marruecas de un soldado (1923) de Ernesto Giménez;
El blocao (1928) de José Díaz-Fernández; Uno de tantos (1930) de Salva-
dor Ferrer; o Imán (1930) de Ramón J. Sender, con gran éxito durante la
República.
En este marco pacista internacional, uno de los rasgos denitorios es-
pañoles es, por el contrario, el hecho bélico, tanto interno como colonial
(Núñez, 2001; González Calleja, 2017). Ante esta situación, las protestas
promovidas por republicanos y socialistas intensicaron el antimilitarismo
existente, que dejó de ser una actitud de organizaciones minoritarias (Núñez,
2001; Iglesias, 2015). De hecho, el desastre de Annual (1923) tuvo mucha
más repercusión a medio y largo plazo que el movimiento insurreccional y
la huelga general de 1909, convirtiéndose en una de las principales causas
de la caída del régimen de la Restauración (Gil Andrés, 2000; Iglesias, 2015;
Bermúdez, 2016).
Conclusiones: la necesidad del pluralismo teórico
Sobre la base de que para conocer los problemas de las ciencias sociales hay
que considerar las biografías, el contexto y la realidad histórica, se han anali-
zado las movilizaciones antimilitaristas españolas desde el siglo hasta la
62
Los «efectos de desplazamiento» y los «laboratorios» de los movimientos sociales
Guerra Civil atendiendo a las inuencias de los movimientos internacionales
entre sí, contempladas desde los cambios del contexto y de las relaciones
sociales y políticas, de forma análoga a los estudios de la «estructura de opor-
tunidad política» de los movimientos.
Esta revisión de la acción colectiva evidencia, por una parte, cómo el mo-
vimiento estudiado no es sólo una respuesta al belicismo y al militarismo, sino
que puede entenderse como un «laboratorio» que proporciona el espacio
para la emergencia de nuevas ideas y repertorios de participación no institu-
cionales (huelga general contra la guerra, recolección de rmas, interposición
noviolenta, insumisión y deserción).
Por otra parte, muestra cómo estas reivindicaciones se entienden desde
el conjunto de fuerzas sociales que inuyen en su desafío, resultado de una
multiplicidad de interacciones que generan el fenómeno movilizador.
Esta acción colectiva se ha contemplado, asimismo, desde los aspectos
y «recursos cognitivos» de los movimientos y del «cambio cultural»,
mediante la tesis de los «efectos de desplazamiento» a nuevas áreas sociales
del imaginario igualitario constituido en torno al discurso liberaldemocrático.
Considerando la influencia de las nuevas reflexiones y conocimientos
que surgen en las protestas, puede afirmarse que para que los discursos
sobre pacismo o en contra del y la militarización social puedan ser
movilizados, es preciso un contexto histórico en el que los signicados de
esas opciones –el exterior discursivo del principio democrático de libertad
e igualdad– se haya impuesto como nueva matriz del imaginario social,
constituyendo un punto nodal en la construcción del antagonismo político
al interrumpir la narrativa del sometimiento, cuestionando las relaciones de
«subordinación» y facilitando su percepción como «injusticia».
Todo lo indicado pone de maniesto la «complejidad» que plantea el
análisis de las movilizaciones sociales (Alonso, 1998) y la necesidad de es-
tudiarlas desde un pluralismo teórico basado en los supuestos comunes o
compatibles de las distintas perspectivas, que frecuentemente resultan com-
plementarias más que contradictorias (Pont, 1998; Laraña, 1999; Martínez,
2002). Convierte así la integración de perspectivas que se va congurando
los años ochenta11 en un requisito para comprender las trayectorias de los
11 A modo de ejemplo remitimos a Laraña y Guseld (1994) o McAdam et al. (1999).
63
J. A. Aguado i Hernández, S. Marín Traura y J. A. Rodríguez-del-Pino
movimientos, puesto que el pluralismo de enfoques teóricos es «el estado
cognoscitivo más apropiado para la sociología a largo plazo» (Merton, 1981,
p. i) y «una de las principales fuentes para el desarrollo del conocimiento
sistemático» (Blau, 1981, p. 1).
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69
LA EVOLUCIÓN DE LA ACCIÓN
COLECTIVA ECOLOGISTA EN
EUSL HERRIA DE 1988 A
A C
La acción colectiva en defensa del medio ambiente ha jugado, desde los tiem-
pos de la Transición hasta nuestros días, un papel particularmente prominente
en el ámbito de los movimientos sociales y la agenda política de Euskal He-
rria1. Si bien en un primer momento fue la lucha antinuclear, espoleada por
la masiva oposición a la construcción de la central nuclear de Lemoiz, la que
protagonizó el periodo inicial de movilización a nales de los años 70 y prin-
cipios de los 80, el movimiento ecologista vasco-navarro se ha diversicado
enormemente en cuanto a las temáticas abordadas, manteniendo no obstante
unos altos niveles de movilización. De hecho, estudios previos han destacado
que la región muestra un volumen de conictos socioambientales per cápita
1 Pese a que el ámbito territorial de la presente investigación no abarca la totalidad
de Euskal Herria, al dejar fuera el territorio de Iparralde (País Vasco francés o norte), se ha
considerado apropiado usar el término Euskal Herria para referirse al conjunto de Euskadi
y Navarra por encima de Hegoalde (País Vasco sur), una denominación que aun siendo más
precisa está mucho menos extendida fuera del ámbito vasco. Suscribo en este sentido los
argumentos de Beorlegui (2009, p. 162) para defender la conveniencia de este término, par-
ticularmente para el análisis del ecologismo.
70
La evolución de la acción colectiva ecologista en Euskal Herria
signicativamente más alto que en el resto de España, e incluso que en mu-
chas otras regiones europeas (Martínez Palacios y Bárcena, 2013, pp. 16-19).
A este primer rasgo de singularidad hay que añadir un panorama orga-
nizativo y dinámicas internas que históricamente dieren en gran medida
del contexto español: (a) la fuerte vinculación discursiva y organizativa de
gran parte del movimiento ecologista con la izquierda abertzale, (b) un papel
dominante de organizaciones ecologistas de ámbito local y nacional vasco
que relega a aquellas de ámbito estatal e internacional como Greenpeace
a un rol secundario, (c) un alto grado de interconexión de organizaciones
estrictamente ecologistas con algunos partidos políticos, sindicatos y otros
sectores de movimientos sociales, y (d) altos niveles de fragmentación in-
terna y proliferación de pequeños grupos locales. Por último, la intervención
armada de en varios de estos conictos (por ejemplo, Lemoiz, Leizarán,
Tren de Alta Velocidad) exacerbó las diferencias internas, introduciendo la
cuestión moral del uso de la lucha armada como un elemento adicional de
discordia interna, mientras que externamente incentivó la criminalización y
represión del movimiento por parte de las instituciones (Alonso, Barcena y
Gorostidi, 2014; Bárcena, Ibarra y Zubiaga, 1998).
Debido a todas estas particularidades, el estudio de diversos aspectos del
movimiento ecologista en Euskal Herria ha recibido una notable atención
desde los años 902. Especialmente relevante fue el trabajo realizado por Iñaki
Bárcena, Pedro Ibarra, Eunate Guarrotxena y Jon Torre (2003) hace casi dos
décadas en el marco del proyecto internacional (e Transformation
of Environmental Activism). Como parte del estudio comparado de la pro-
testa ecologista en hasta ocho países europeos diferentes (Rootes, 2003),
los autores compilaron una base de datos con cientos de eventos de protesta
ecologista ocurridos en Euskal Herria entre 1988 y 1997. El presente texto
tiene como objetivo reexaminar dichos datos, correspondientes al nal de
los años 80 y la práctica totalidad de los 90, y contrastarlos con otro reciente
catálogo elaborado por el presente autor, en este caso referido al periodo
2 En el ámbito académico, el lector interesado puede consultar, entre otros: Alonso
et al., 2014; Bárcena, 1994; Bárcena y Ajangiz, 2011; Bárcena e Ibarra, 2001; Barcena et al.,
2003; Bárcena, Ibarra y Zubiaga, 1995, 1997, 1998; Beorlegui, 2009; Fernández Sobrado y
Antolin, 2000; López Romo, 2008, 2012; López Romo y Lanero, 2011; Martínez Palacios y
Bárcena, 2012, 2013; Tejerina, 2010; Tejerina, Fernández Sobrado y Aierdi, 1995.
71
Alejandro Ciordia
2007-2017. Esta segunda base de datos forma parte de un proyecto de in-
vestigación doctoral más amplio que estudia la evolución temporal de los
patrones de colaboración entre actores sociales y políticos involucrados en el
campo de acción colectiva ecologista en Euskal Herria durante dicho periodo.
Tanto la base de datos correspondiente al proyecto (en adelante,
serie 1988-1997) como mi propio catálogo de eventos (serie 2007-2017)
son resultado de la aplicación de una metodología muy extendida dentro
de los estudios sobre acción colectiva y movimientos sociales: el análi-
sis de eventos de protesta (en adelante, , por sus siglas en inglés)3. La
metodología de puede definirse como «una técnica metodológica
empleada para mapear, analizar e interpretar la ocurrencia de protestas a lo
largo del tiempo y el espacio, y factores asociados con los mismos, a través
de análisis de contenido» (Portos, 2016, p. 161), utilizando en la mayoría
de ocasiones la prensa escrita como fuente. Si bien es cierto que el uso de
periódicos como fuente plantea diversos problemas, derivados sobre todo
del llamado sesgo de selección, conviene recordar que el valor del reside
no tanto en la obtención de un censo exacto de todos los eventos acaecidos,
sino en conseguir una muestra que permita estudiar tendencias temporales y
diferencias notables entre diferentes contextos geográcos y/o históricos, aun
siendo esta necesariamente aproximada y no perfectamente representativa.
Este objetivo puede alcanzarse a través de un proceso de codificación
sistemático que permita controlar –es decir, mantener constantes– los
sesgos inherentes de cada medio a lo largo del periodo examinado (Kriesi,
Koopmans, Duyvendak y Giugni, 1995, pp. 255-271).
Pese a que más de 15 años separan la realización de las dos bases de datos
examinadas y a que estas fueron realizadas por diferentes codicadores y con
objetivos distintos, sus similitudes en cuanto a las deniciones de la unidad
de análisis y a su delimitación territorial permiten su comparación. Respecto
a las respectivas unidades de análisis, si bien no son idénticas, sí son en gran
medida coincidentes, ya que ambos proyectos se centran en expresiones
públicas y de acción colectiva en las que se promocionan causas y/o se
3 Entre los múltiples textos que proporcionan una visión general de esta técnica
y repasan las principales investigaciones que han hecho uso de ella se recomiendan tres en
particular: Huer, 2014; Koopmans y Rucht, 2002; Rucht y Ohlemacher, 1992.
72
La evolución de la acción colectiva ecologista en Euskal Herria
formulan reivindicaciones relacionadas con el medio ambiente4. Respecto
al ámbito territorial, los datos de la serie 1988-1997 comprenden la totalidad
de Euskal Herria, mientras que los datos de 2007-2017 se circunscriben a
Hegoalde (País Vasco sur, ver nota 1). No obstante, puesto que los eventos
codicados en Iparralde en el periodo 1988-1997 no alcanzan tan siquiera el
3% del total, la distorsión introducida por los eventos ocurridos en territorio
vascofrancés es mínima para el ejercicio comparativo que se plantea.
En el resto del presente capítulo se procede a comparar de forma
resumida los principales resultados de ambas bases de datos. En particular,
se contrastarán las tendencias observadas en cuanto a volumen y ciclos de la
movilización, asuntos objeto de reivindicación, escala territorial de eventos
y demandas, formas de acción, y actores colectivos protagonistas. El ejercicio
eminentemente descriptivo que se propone aquí permite obtener una amplia
panorámica de las principales características de la movilización ecologista
vasco-navarra y su evolución, aunque sea discontinua, durante prácticamente
4 La serie 1988-1997 toma como unidad fundamental el evento de protesta ecologista
(), denido como «una acción colectiva y pública sobre asuntos en los que se expresan con
un rol principal preocupaciones concretas sobre el medio ambiente, organizada por promotores
no estatales con la intención explícita de mostrar crítica o disconformidad y de formular
reivindicaciones sociales y/o políticas» (Fillieule y Jiménez 2003, p. 273; Rucht 1999, p. 2).
En contraste, los datos 2007-2017 toman como unidad el evento de acción colectiva ecologista
() que, partiendo de la propuesta de Sampson, McAdam, MacIndoe y Weer-Elizondo
(2005) se dene como acciones públicas, colectivas y no rutinarias que se desarrollan fuera
de procedimientos institucionales y en el que la promoción de causas y/o formulación de
reivindicaciones relacionadas con el medio ambiente tiene un papel principal. Las pequeñas
diferencias entre ambas deniciones y, sobre todo, las reglas de operacionalización aplicadas
en cada proyecto, han provocado que algunos pocos tipos de eventos estén incluidos en
una base de datos pero no en otra. Por ejemplo, las acciones judiciales o intervenciones
parlamentarias no rutinarias de actores ecologistas son considerados como , pero sin
embargo quedan fuera de la definición de . Por el contrario, los datos 2007-2017
incluyen «eventos cívicos» como estas populares, eventos culturales o debates en los que
se trate una causa ecologista aún sin formular demandas concretas; por su parte, el manual de
codicación de los datos 1988-1997 requería que acciones cívicocomunitarias de este estilo
contuviesen reivindicaciones especícas para poder ser incluidas, es decir, que se tratase de
«eventos híbridos» (Sampson et al., 2005). No obstante, estas asimetrías se reeren a tipos de
eventos relativamente residuales desde un punto de vista cuantitativo, mientras que el núcleo
fundamental de acciones consideradas (manifestaciones, concentraciones, sentadas, parodias,
ruedas de prensa, recogidas de rmas…) coinciden en ambas bases de datos.
73
Alejandro Ciordia
treinta años. Esta disponibilidad de datos empíricos relativos a un mismo
objeto de estudio durante un periodo inusualmente largo abre la posibilidad
de identicar los cambios y continuidades más signicativas de la acción
colectiva ecologista vasca, conrmando o actualizando las conclusiones
extraídas en el proyecto (Bárcena e Ibarra, 2001; Bárcena et al., 2003) y
sugiriendo potenciales líneas de investigación futura.
Volumen, ciclos y perl temático de la movilización ecologista
Mirando al número total de eventos agregados anualmente, el Gráco 1
muestra unos niveles de movilización signicativamente menores en el se-
gundo periodo respecto al primero. Mientras que en la serie 1988-1997 se
identicaron un total de 887 eventos en los diez años examinados (media de
casi 89 eventos anuales), la serie 2007-2017 está compuesta por un total de
419 eventos repartidos en los seis años impares del periodo incluidos en la
muestra (70 eventos por año)5.
Más allá de la cantidad total de eventos, es interesante jarse en la uc-
tuación temporal de la movilización ecologista. Así, podemos distinguir al
menos tres olas diferentes de movilización con sus respectivos picos. La pri-
mera y más espectacular corresponde a los años 1990-1991, coincidiendo
con la intensicación del conicto relativo a la construcción de la autovía de
Leizarán que conecta Pamplona y San Sebastián. En concreto, el trazado ini-
cialmente proyectado por las autoridades de Navarra y Guipúzcoa a nales de
los años 80 generó una gran oposición por el importante impacto ambiental
que tendría sobre el valle de Leizarán, escasamente poblado y con un gran
valor natural. La ligera modicación del trazado inicialmente propuesto por
parte de las autoridades al trazado alternativo propuesto por la coordinadora
Lurraldea en 1992 dio lugar al nal de ese conicto, así como a una drástica
disminución general de la movilización, al menos hasta 1996. En ese año
5 En la serie 2007-2017 se optó por superar lo que Sidney Tarrow (1989) denominó
«fetichismo de la exhaustividad», imperante en muchas investigaciones PEA. Así, se aplicó
un muestreo temporal por el que se incluyeron únicamente los eventos celebrados en los
años 2007, 2009, 2011, 2013, 2015 y 2017. Este muestreo anual alterno permitió reducir de
forma muy signicativa el ya de por sí largo proceso de codicación, manteniendo intacta no
obstante la capacidad de observar tendencias temporales a lo largo del periodo de análisis.
74
La evolución de la acción colectiva ecologista en Euskal Herria
podemos observar el pico de una segunda ola de movilización, esta vez más
corta y contenida, impulsada por la escalada del conicto sobre la construc-
ción del embalse de Itoiz en Navarra. Finalmente, vemos también que la serie
2007-2017 comienza precisamente en lo alto de otra ola de movilización, en
este caso resultado en gran medida del conicto sobre la construcción del
(Tren de Alta Velocidad), cuyo punto álgido tuvo lugar entre los años 2006-
2008 (Bárcena y Larrínaga, 2010). Desde entonces, el movimiento ecologista
vasco parece encontrarse en una fase de relativa desmovilización o latencia,
aunque es de destacar que el suelo parece situarse en ambas series temporales
en torno a no menos de 50 eventos anuales, una cifra valle nada desdeñable
teniendo en cuenta el tamaño y población del territorio considerado.
Gráco 1. Volumen total de eventos ecologistas, 1988-1997 y 2007-2017
Fuente: elaboración propia.
Aunque ya se han mencionado brevemente tres de las más importantes cam-
pañas de estos años, que coincidieron con sendos picos de movilización, es
posible analizar con algo más de detalle los principales asuntos y demandas
detrás de estos eventos. Siguiendo la categorización realizada en el proyecto
, podemos desagregar los eventos anuales según el tipo de reivindicacio-
nes, distinguiendo seis grandes áreas temáticas: contaminación e impacto
de actividades urbanas e industriales, energía, transporte, conservación de
espacios naturales, fomento de formas alternativas de producción, y bienes-
75
Alejandro Ciordia
tar animal. El Gráco 2 muestra la evolución temporal de las cinco áreas de
reivindicación principales6.
Gráco 2. Evolución de eventos anuales según área temática
Fuente: elaboración propia.
Más allá de los picos relacionados con las tres campañas más destacadas de
cada ola de movilización, es interesante destacar el crecimiento de reivindi-
caciones ligadas a la producción energética en la serie 2007-2017 respecto
al periodo anterior, pasando la presencia de este tipo de reivindicaciones de
un 8 a un 24% de los eventos totales. Además, este incremento puede expli-
carse por dos factores especícos del nuevo siglo: por un lado, los últimos
coletazos del movimiento de oposición contra la central nuclear de Garoña
(la cual terminó cerrando denitivamente en otoño de 2017) y, por otro, la
creciente presencia en el debate público y la agenda ecologista del desarrollo
de fuentes renovables de energía y la ascendente preocupación por el calen-
tamiento global. También merece la pena destacar la mayor heterogeneidad
temática observable sobre todo a partir de 2011. Pese a que en estos últimos
años parece producirse un menor número de eventos, en estos se formula
un abanico de demandas ecologistas más amplio y equilibrado, sin una cam-
paña claramente predominante sobre el resto y con un notable incremento
de eventos multitemáticos, así como de la categoría residual «otros», que
pasa del 3% en la serie 1988-1997 al 8% en los años 2007-2017.
6 Para facilitar la interpretación, se excluyen los eventos animalistas (que apenas
suponen un 1% del total en ambas series) así como la categoría residual de «otros».
76
La evolución de la acción colectiva ecologista en Euskal Herria
La dimensión territorial: escalas de movilización, problemáticas y
demandas
Otro aspecto relevante del análisis se reere a la dimensión territorial. Por
ejemplo, resulta especialmente interesante analizar en qué ámbito geográco
actúan y se coordinan los actores colectivos, cuál es la escala de las problemá-
ticas que abordan, o a qué destinatarios dirigen sus reivindicaciones. En este
ámbito, la acción colectiva ecologista vasca ha mostrado tradicionalmente
una fuerte tensión no solo entre lo local y lo global, sino también entre estos
dos niveles y la escala nacional (Bárcena e Ibarra, 2001). El Gráco 3 resume
esta información.
Por un lado, los datos de la serie 1988-1997 muestran una fuerte tenden-
cia «localista», especialmente marcada hacia el nal del periodo (Bárcena
e Ibarra 2001; Bárcena et al., 2000, 2003). Se entiende por localismo el pre-
dominio de una acción colectiva desarrollada en el ámbito local, por actores
locales, y cuyos marcos discursivos y demandas se limitan también a una
escala próxima. Es de sobra conocido el lema ecologista que insta a «pen-
sar globalmente y actuar localmente». Pues bien, el localismo observado
por Bárcena, Ibarra y compañía resultaba no tanto de la poco sorprendente
constatación de que el ámbito de actuación de la mayoría de acciones se cir-
cunscribiese a una sola localidad o comarca, sino del hecho de que la escala
de las problemáticas abordadas y los destinatarios de las reivindicaciones
planteadas también tendiesen hacia lo local según avanzaba la década de los
90, proliferando las campañas de tipo 7. Esta tendencia de pensamiento
localista coincidió con una evolución similar del ecologismo en otras zonas
del sur de Europa (Kousis, 2001), si bien en Euskal Herria se contrapuso
con un periodo previo marcado por grandes luchas que habían adoptado un
marco nacional vasco (por ejemplo, Lemoiz, Leizarán). Como se puede ob-
servar en el Gráco 3, la gran mayoría de los eventos no sólo se desarrollaban
a nivel local o como mucho provincial, sino que apenas se trataban problemá-
7 Siglas referidas al lema anglosajón Not in my back yard (No en mi patio trasero),
que se utiliza para englobar, también fuera del ecologismo, a un tipo de campañas reactivas
de oposición local a la instalación de determinados proyectos o actividades en el entorno
inmediato de los opositores, que sin embargo a menudo no implican un cuestionamiento
general de la actividad en cuestión.
77
Alejandro Ciordia
ticas medioambientales de ámbito más amplio, y la responsabilidad ante las
demandas planteadas se hacía recaer principalmente sobre las diputaciones
provinciales y, en menor medida, sobre los ayuntamientos.
Gráco 3. Porcentaje de eventos según la escala geográca de las acciones
realizadas, de la problemática objeto de movilización y de los destinatarios
de las reivindicaciones
Fuente: elaboración propia.
Los datos de la serie 2007-2017 muestran, sin embargo, unos patrones bien
distintos. Aunque la movilización sigue desarrollándose fundamentalmente
78
La evolución de la acción colectiva ecologista en Euskal Herria
a nivel local, las problemáticas tratadas se enmarcan en su mayoría como
fenómenos que afectan a toda o gran parte de Euskal Herria (destacando la
construcción del y el acking), y se observa un crecimiento signicativo
de la atención a problemáticas globales (cambio climático, emisión de gases
de efecto invernadero, alimentos transgénicos, , etc.). Por otro lado, la
identicación de responsables y destinatarios de las demandas ecologistas
también parece haberse alejado de lo local en los últimos años, con la mayor
parte de las demandas dirigiéndose al Estado español y en menor medida a
las instituciones autonómicas de Euskadi y Navarra. Este proceso de «estata-
lización» de las demandas está enormemente vinculado con las competencias
legislativas y ejecutivas de dos de los grandes asuntos que se sitúan de forma
mantenida en la agenda ecologista vasca desde principios del nuevo siglo: el
y el cierre denitivo de la central nuclear de Garoña.
El repertorio de acción colectiva y su evolución
Los actores colectivos involucrados en cualquier conicto social tienen a su
disposición un amplio abanico de formas o tácticas de acción colectiva y de
protesta. La selección de una forma de acción sobre otra no es banal, sino que
responde a diversos criterios tanto de índole pragmático-estratégica como
ético-cultural. Es por ello que el estudio longitudinal de los repertorios de
acción de un determinado grupo de actores (en este caso actores involucrados
en luchas ecologistas) resulta especialmente interesante no solo para observar
innovaciones tácticas, sino también para ponerlas en relación con cambios
concurrentes de la estructura de oportunidad política o del contexto cultural
en el que la acción colectiva se desarrolla (Cruz, 2008; Tilly, 1995, 2006;
Traugo, 1995). El Gráco 4 presenta la incidencia de diferentes tipos de
tácticas en las dos décadas contrastadas.
Por un lado, las barras correspondientes a la serie 1988-1997 (en azul)
muestran cómo los actores ecologistas en esos años, al contrario de lo que
se pudiera pensar, recurrían predominantemente a protestas demostrativas
(manifestaciones, concentraciones, etc.), haciendo además un gran uso de
cauces convencionales e incluso institucionales (ruedas de prensa, peticiones
de rmas, charlas, acciones judiciales, etc.). De hecho, este predominio de
formas demostrativas y convencionales podría ser incluso mayor si se reco-
79
Alejandro Ciordia
dicasen los eventos de la categoría «Otros»8. No obstante, la comparación
con los datos de 2007-2017 (en rojo) indica que la hegemonía de formas de
acción moderadas y convencionales no ha hecho sino reforzarse.
Gráco 4. Porcentaje de eventos según la principal forma de acción
empleada
*Categoría residual «Otros», solo presente en la serie 1988-1997 (véase nota 8).
Fuente: elaboración propia.
Por el contrario, las tácticas más confrontativas (sentadas, cortes de carrete-
ras, ocupaciones) son ahora menos comunes respecto a hace dos décadas,
habiendo descendido su uso de un 8% a un 5% de los eventos. Más acusada
todavía es la disminución de acciones que implican un cierto nivel de vio-
8 Los eventos clasicados bajo la categoría supuestamente residual «Otros» se
corresponden en su mayor parte con eventos que muestran innovaciones tácticas, resultando
sin embargo una categoría heterogénea en cuanto al grado de confrontación de dichas tácticas.
Atendiendo a los ejemplos provistos por los propios autores (Bárcena et al., 2003, pp. 205-206)
se podría concluir que la mayor parte de estos «otros eventos» eran o bien demostrativos,
o se podrían encuadrar en lo que con posterioridad Sampson et al. (2005) conceptualizaron
como «eventos híbridos». Solo en contadas ocasiones se incluyen en esta categoría actos
de desobediencia civil que se pudieran catalogar como confrontativos. Por tanto, podemos
presumir que en caso de poder proceder a una recodicación de esta categoría, el porcentaje
de eventos demostrativos y convencionales de la serie 1988-1997 aumentaría aún más.
80
La evolución de la acción colectiva ecologista en Euskal Herria
lencia, más o menos intensa, contra objetos o personas9, pasando de 67 ob-
servaciones (la mayoría, sabotajes relacionados con el conicto de la autovía
de Leizarán) a tan solo 5.
En conclusión, a grandes rasgos se perciben mayores dosis de continuidad
que de cambio en cuanto a las tácticas empleadas. No obstante, también se
puede observar una tendencia hacia una acción colectiva con un carácter
todavía más moderado, cada vez más incluida en la política convencional,
pero a la vez con menor capacidad de disrupción. Dicha tendencia muestra
ciertos rasgos coherentes con la hipótesis sobre la creciente rutinización e
institucionalización de la protesta en las sociedades occidentales postindus-
triales (Meyer y Tarrow, 1998).
Nuevos y viejos actores
La codicación de actores colectivos participantes en cada uno de los eventos
incluidos en ambas bases de datos permite examinar cuáles han sido y son los
actores más implicados en la acción colectiva ecologista vasca y cuál ha sido
su grado de participación a lo largo del tiempo. Haciendo una panorámica
general podemos distinguir entre tres grandes tipos de actores colectivos
involucrados: (1) organizaciones ecologistas generalistas multitemáticas,
(2) colectivos y coordinadoras ad hoc que centran su actividad en una pro-
blemática concreta y presentan normalmente un ámbito de actuación local
o provincial, y (3) partidos y sindicatos que ocasionalmente deciden invo-
lucrarse en causas ecologistas10.
9 En la serie 1988-1997 se distinguió, siguiendo los criterios de codicación de Die-
ter Rucht (1999, 2010), entre dos niveles de violencia: de baja intensidad, caracterizada por
ataques menores a la propiedad (robos, daños limitados contra objetos y pequeños altercados)
y severa (ataques que generan daños materiales cuantiosos, heridos o incluso muertos). Dada
la limitadísima frecuencia de acciones violentas en el periodo 2007-2017, ambos niveles se
presentan agrupados para ambas series, generando una sola categoría que engloba violencia
de cualquier intensidad.
10 Además de estas tres categorías cabe mencionar también una cuarta, cuantita-
tivamente pequeña pero simbólicamente relevante: organizaciones cívicas pertenecientes
a otros sectores o «movimientos» que también se unen esporádicamente a determinadas
movilizaciones y campañas ecologistas.
81
Alejandro Ciordia
Dentro del primer grupo cabe destacar tres grandes organizaciones eco-
logistas de carácter general con presencia en los cuatro herrialdes: Eguzki,
Ekologistak Martxan (sucesora del espacio que en los años 90 ocupaba Eki)
y Greenpeace. El Gráco 5 muestra los niveles de movilización de cada una
de ellas a lo largo de los periodos analizados. Mientras que Eguzki (fundada
en 1987 y vinculada a la izquierda abertzale) gura como la principal de
las organizaciones en cuanto a número de eventos en la serie 1988-1997,
los datos más recientes parecen mostrar que este rol ha sido ocupado por
Ekologistak Martxan. Por último, los grupos locales de Greenpeace pare-
cen haber adquirido una mayor relevancia en el panorama ecologista vasco,
aunque continúan jugando un papel relativamente secundario respecto a las
dos organizaciones mencionadas. A pesar de este crecimiento, la observación
realizada hace ya dos décadas respecto a la escasa implantación y relevancia
de las principales organizaciones ecologistas internacionales en el ámbito
vasco (Bárcena, 2004; Bárcena et al., 2000) sigue teniendo vigor, ya que la
participación de otras destacadas organizaciones internacionales como -
Adena o -Birlife es anecdótica.
Gráco 5. Número de eventos anuales de las tres principales
organizaciones ecologistas de Euskal Herria
Fuente: elaboración propia.
La continuidad temporal de las tres grandes organizaciones examinadas es la
excepción a la norma, ya que la práctica totalidad de las organizaciones más
destacadas durante los años 90 desapareció en un breve periodo de tiempo
82
La evolución de la acción colectiva ecologista en Euskal Herria
y no llegó al periodo cubierto en la serie 2007-201711. En especial las coor-
dinadoras y grupos ad hoc que enfocan su actividad en el marco de un con-
icto o problemática especíca y actúan a nivel local suelen experimentar
altas tasas de mortalidad organizativa (Edwards y Marullo, 1995). Entre los
múltiples ejemplos de grupos y coordinadoras especializados en conictos
especícos, las Tablas 1 y 2 muestran una selección de colectivos destacados
en cada periodo, así como la relación del número de eventos anuales en los
que participan.
Tabla 1. Otros actores destacados en el periodo 1988-1997 y número de
eventos anuales
Año
88 89 90 91 92 93 94 95 96 97
Actores ecologistas
Coordinadora Lurraldea 11 23 54 59 17
Coordinadora de Itoiz 1 3 4 14 11 16 9 13 12 1
Coordinadora Aranguren 1 15 13 4 2
Solidari@s con Itoiz 13 13 3
UAB 79 12321
ERRE 5 1 3 10 1
Asamblea contra el TAV 4 1 4 5
Actores político-institu-
cionales
HB 1759522333
Fuente: elaboración propia.
Entre las organizaciones más destacadas en el periodo 1988-1997 sobresale
el papel de Herri Batasuna (), representante político-institucional de la
izquierda abertzale, que participó en una media de 4 eventos anuales. No
obstante, no era el único partido con relaciones de colaboración con el mo-
vimiento ecologista, y también la izquierda postcomunista representada por
11 Siendo la Asamblea contra el , activa entre 1993 y 2012, otra de las contadas
excepciones.
83
Alejandro Ciordia
Ezker Batua () gozaba de una uida relación con grupos ecologistas (Bár-
cena et al., 2000, p. 28); no en vano, concurrió en coalición con Berdeak
entre 1994 y 1999.
Tabla 2. Otros actores destacados en el periodo 2007-2017 y número de
eventos anuales
Año
07 09 11 13 15 17
Actores ecologistas
Gelditu! Elkarlana 64 42 21 7 12 6
Fracking Ez 1 16 14
Coord. Plataformas Antiincineración de
Gipuzkoa 432632
Sustrai Erakuntza 2 3 9 6
Araba sin Garoña 1 2 2 2 3 5
Zero Zabor 3 5 5
Px1-Gure energia 2 6 2
Asamblea contra el 6 2
Actores político-institucionales
Partidos/coaliciones izquierda abertzale
(Batasuna, , , Aralar, Bildu, Bil-
du)
11 9 10 4 9 10
Partidos/coaliciones izquierda postcomunis-
ta
(, Ezker Anitza, Irabazi, Elkarrekin Pode-
mos)
874277
.. 437236
934285
1077177
5 8 5 2 7 4
644256
Fuente: elaboración propia.
84
La evolución de la acción colectiva ecologista en Euskal Herria
Esta participación incipiente de actores políticos institucionalizados en mo-
vilizaciones ecologistas que se observaba en los años 90 no ha hecho más que
crecer desde entonces, pudiéndose observar en la serie 2007-2017 una cons-
tante participación de un número cada vez más amplio no solo de partidos
políticos sino también de sindicatos. En particular, cabe destacar la presencia
constante de los principales partidos de la izquierda abertzale y de la izquierda
postcomunista no nacionalista, con unas medias de algo menos de 9 y 6 even-
tos anuales, respectivamente. También es de destacar la notable implicación
de los sindicatos .. (participando anualmente en más de 4 eventos) y de
los componentes de la llamada «mayoría sindical vasca», en particular sus
tres sindicatos multisectoriales (, y ) así como el sindicato agrario
, pues todos ellos promediaron entre 4 y 6 eventos anuales. Más allá de
la coparticipación en eventos de acción colectiva, partidos y sindicatos han
jugado también un papel destacado como miembros integrantes de diversas
plataformas y coordinadoras (por ejemplo, Gelditu! Elkarlana, Fracking
Ez, Araba sin Garoña, / Ez, etc.).
Por último, cabe mencionar que, aparte de nombres propios, el análi-
sis de los participantes revela otra tendencia interesante hacia una mayor
colaboración interorganizativa dentro de la acción colectiva ecologista. Si
en el periodo 1988-1997 se identicó un total de 87 actores colectivos que
participaron en alguno de los 887 eventos de la serie (Bárcena et al., 2003, p.
207), este número es netamente superior en la serie 2007-2017, con más de
cien organizaciones participantes identicadas de media cada año. Pese a que
el número total de eventos celebrados es menor, actualmente cuentan con
la participación de un número más amplio y variado de colectivos, disparán-
dose especialmente en los años 2015 y 2017. Como consecuencia, las redes
de colaboración interorganizativa son ahora sustancialmente más densas y
heterogéneas que en anteriores periodos, resultado no solo de una mayor
colaboración entre ecologistas, sino también de la cada vez más frecuente
participación de partidos, sindicatos y organizaciones sociales pertenecientes
a otros sectores de acción colectiva.
85
Alejandro Ciordia
Algunos apuntes nales
La comparación de los datos de eventos ecologistas en Euskal Herria en dos
décadas diferentes (1988-1997 y 2007-2017) realizada en este texto, si bien
no es exhaustiva, permite señalar algunos cambios signicativos respecto
a las características de la acción colectiva ecologista vasco-navarra. Dichos
cambios no presentan un panorama unívocamente positivo o negativo, sino
que, como en tantas otras circunstancias, el vaso puede verse medio vacío o
medio lleno según la perspectiva adoptada.
Los más pesimistas pueden encontrar motivos para pensar en un proceso
de declive, pues el volumen y la intensidad de la movilización es claramente
menor, al mismo tiempo que la capacidad de disrupción e inuencia política
del ecologismo parece haber disminuido en Euskal Herria. El ecologismo, si
bien aún relevante, ya no se sitúa a la cabeza de las luchas sociales, jugando
un papel relativamente secundario en los últimos años en comparación con
los movimientos feministas, contra los recortes y la exclusión social, o de
pensionistas (Letamendia, 2019, pp. 15-16).
Pese a esta relativa desmovilización y pérdida de inuencia, los más op-
timistas pueden vislumbrar también señales de esperanza. Por ejemplo, la
sustitución de previas tendencias localistas por un enfoque más global en la
identicación de los problemas y formulación de demandas permiten a los
actores puramente ecologistas imbricarse con mayor frecuencia y naturalidad
con otros actores sociales y políticos, ampliándose así los límites del campo
de acción colectiva ecologista. Además, los actores que conforman estas redes
interorganizativas aparecen hoy más cohesionados entre sí, mostrando una
mayor capacidad de coordinarse de forma más transversal ideológicamente
hablando (Ciordia, 2020), transversalidad que también puede ser observada
en la cada vez más heterogénea composición de muchas de las coordinadoras
y plataformas más destacadas de los últimos años. Esta mayor pluralidad
podría resultar especialmente relevante a la hora de capitalizar el enorme
potencial de movilización que muestra una nueva generación de activistas
involucrada en novedosas y potentes campañas internacionales como el Fri-
days for Future o Extinction Rebellion.
86
La evolución de la acción colectiva ecologista en Euskal Herria
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91
MOVIMIENTOS SOCIALES, REDES
POLÍTICAS Y SUBCULTUS ACTIVISTAS:
UNA APROXIMACIÓN DESDE LA HISTORIA
PARTICULAR DE UNA CORRIENTE DE LA
IZQUIERDA CANARIA 19752017
J M B D
N G L
Este trabajo presenta una primera aproximación al estudio del papel que ha
podido jugar una determinada corriente sociopolítica de la izquierda canaria
en el surgimiento, evolución y alcance de organizaciones de los movimientos
sociales y plataformas de movilización en los últimos cuarenta años en Ca-
narias. La sucesión de denominaciones Partido de Unicación Comunista
de Canarias (); Movimiento de Izquierda Revolucionaria del Archipié-
lago Canario (); Unión de Nacionalistas de Izquierda (); Canarias
Alternativa (); Acciónenred-Canarias (-Canarias) ha conformado
una corriente sociopolítica de la izquierda canaria que bajo distintas formas
organizativas –desde partidos políticos hasta organizaciones políticas no
convencionales– ha ido evolucionando en el tiempo, incorporando sucesi-
vamente a numerosos activistas sociales y políticos de las islas. El elemento
común sostenido en el tiempo de ser organizaciones que impulsan la acción
colectiva alrededor de determinadas cuestiones de temática amplia, que pro-
mueven la aliación múltiple de sus miembros en diversos tipos de grupos
informales y asociaciones más formales, nos permiten abordar la evolución
de esta corriente no desde el campo de sus ideas, composición o formas
organizativas, sino desde la perspectiva –a nuestro juicio más relevante– de
92
Movimientos sociales, redes políticas y subculturas activistas
su conguración como subcultura activista y su papel como generadora de
comunidades de acción colectiva crítica que son fuente de oportunidades
individuales y colectivas; es decir, como facilitadoras de la participación y
la capacidad de incidencia de los movimientos sociales, constituyendo una
versión particular de «capital social» (Diani, 1997).
Desde esta perspectiva, el objetivo de nuestra aportación es modesto, y
se ciñe a realizar una primera presentación general, que avanza determinadas
cuestiones teóricas y que incluye algunas de las dimensiones y asuntos que
estamos desarrollando en una investigación más amplia sobre la contribución
de esta corriente en el desarrollo de determinados movimientos sociales ca-
narios de las últimas décadas, lo que implica abordar el papel de las redes y
las subculturas activistas de larga duración (McAdam, 1994) en relación al
impacto de los movimientos sociales.
Nuestra investigación se inserta en un proyecto de investigación histó-
rica más amplio, basado en la creación de un Archivo de Fuentes escritas,
orales y audiovisuales de los movimientos sociales y políticos canarios de la
historia actual, que tiene como objetivo central la recuperación, custodia y
conservación de materiales que recojan las memorias colectivas subalternas
canarias entendidas como aquellas narrativas de resistencia social que han
sido habitualmente ocultadas desde los poderes insulares instituidos glo-
balmente, como es el caso de los movimientos sociales y políticos canarios,
reivindicando el papel relevante de los mismos en la evolución y el alcance en
la historia reciente de la contienda política canaria. En concreto, ha sido du-
rante el proceso de creación de este Archivo cuando hemos tenido la oportu-
nidad de conocer documentación que ofrecía importante información sobre
el papel de esta corriente sociopolítica en relación a los movimientos sociales
canarios recientes. Se trata de fuentes localizadas en el Fondo Documental
de la Fundación canaria La Colectiva, que alberga más de 3.000 documentos
que, en diferentes formatos, recogen gran cantidad de información especíca
muy relevante: informes de actividad, análisis de coyuntura sociopolítica,
cuestionarios a activistas, listados de participantes en movimientos socia-
les, documentos de debate interno, resoluciones y maniestos políticos, etc.
Partimos de una metodología mixta que combina la netamente histórica,
de análisis de fuentes escritas y orales, con los enfoques de la sociología que
abordan los temas de relación entre redes de conanza, subculturas activis-
93
Juan Manuel Brito Díaz y Néstor García Lázaro
tas y movilización social y política. En concreto, para esta primera aproxi-
mación, hemos seleccionado una serie de documentos de diferentes etapas
de la evolución de esta corriente, que tratan cuestiones relacionadas con su
papel en plataformas de movilización y organizaciones de los movimientos
sociales. Este primer análisis de dicha documentación escrita nos permite
situar algunos de los aspectos centrales de nuestra investigación, así como
corroborar algunas cuestiones ya planteadas en trabajos anteriores a partir
de fuentes orales.
Redes políticas y movimientos sociales
Cuando analizamos las relaciones entre redes políticas y acción colectiva es
importante especicar en qué términos lo hacemos y, más concretamente, a
qué dimensiones de dichas relaciones dedicaremos atención.
Nos referimos a redes políticas partiendo del supuesto teórico según el
cual la acción colectiva surgiría y se desarrollaría a partir de la existencia
de capital social que, a su vez, se formaría siempre que (las) redes sociales
tuviesen una estructura y un tipo de vínculos con determinadas propieda-
des. En concreto, nos interesa señalar que el capital social lo conguran un
conjunto de informaciones y de experiencias que fortalecen los lazos de re-
ciprocidad, cooperación y, sobre todo, conanza. Partiendo de la denición
que propone Bourdieu (2001), y aplicándola a las redes políticas, estaríamos
haciendo referencia a la existencia de grupos de personas, incluso de orga-
nizaciones distintas, que debido a la experiencia acumulada a lo largo del
tiempo y en un determinado espacio, a través de la participación de activistas
en diversos episodios de contienda política, han generado una red duradera
de relaciones más o menos institucionalizadas de interconocimiento e in-
terreconocimiento, que dan lugar a vínculos no exclusivamente formales,
pero permanentes y útiles. Más allá de aspectos políticos o ideológicos, estos
vínculos tienen un alto contenido simbólico, y su instauración y perpetuación
suponen el re-conocimiento de una proximidad. De este modo, más allá de las
formulaciones organizativas en cada momento, este capital social acumulado
constituye la base para ir generando comunidades de acción colectiva críticas
(Ibarra, Gomà y Martí, 2002, p. 41), que en cada contexto se conguran y
ejercen una función de incorporación de nuevos activistas. En base a esto,
94
Movimientos sociales, redes políticas y subculturas activistas
podemos armar que son estos vínculos que constituyen un capital social,
los que transforman el potencial para la acción colectiva en participación
(McAdam, 1988).
En este sentido, la relevancia de una determinada red política, en términos
de capacidad de impacto sobre los movimientos sociales, estará en relación
con su volumen de capital social, es decir, con la extensión de lazos que puede
movilizar efectivamente dando lugar a estas comunidades de acción colectiva.
Tal y como arman Ibarra, Gomà y Martí (2002, p. 41), «es desde núcleos
sociales de micromovilización, desde donde se establecen y reproducen los
vínculos de los que se nutren los movimientos sociales». En esta perspectiva,
nos parece relevante analizar el papel jugado por esta corriente sociopolítica
de la izquierda canaria, situando el foco en su papel como generadora de
comunidades de acción colectiva crítica que en cada momento y espacio nos
ayudan a explicar el impacto político de algunos de los movimientos sociales
más relevantes de la historia canaria actual.
Un breve apunte histórico sobre la corriente sociopolítica: surgimiento
y evolución
Nuestro trabajo se reere, como señalamos anteriormente, a una corriente
sociopolítica de la izquierda canaria, que evolucionó a lo largo de cuatro
décadas, cambiando y adaptando muchos de los aspectos que la fueron de-
niendo a lo largo del tiempo. La sucesión de denominaciones , ,
(1975-1992) y, posteriormente, (1993-2008) y -Canarias (2008-
2017) nos sirve de base para describir muy resumidamente el surgimiento
y la evolución de esta corriente política, que tiene sus orígenes en la lucha
antifranquista, constituyéndose como un partido político de la izquierda
heterodoxa canaria, que formó parte importante de la 1, y que tras la
crisis de esta desplegó una relevante actividad ideológica y política extra-
institucional, participando posteriormente de la creación de 2. En ese
1 Unión del Pueblo Canario () fue una coalición política-electoral que incluyó
a varios partidos de la izquierda nacionalista canaria entre 1979 y 1986, obteniendo una
importante representación institucional en ese período.
2 Iniciativa Canaria () fue un partido que surgió en 1991 de la unicación de
diferentes partidos políticos de la izquierda canaria, que a partir de 1993 pasó a formar parte
95
Juan Manuel Brito Díaz y Néstor García Lázaro
mismo momento, en un contexto de crisis ideológica y política de la izquierda
global y de la canaria en particular, se produjo en 1992 su disolución como
partido político3, dando lugar en 1993 a la creación de Canarias Alternativa,
una organización política no convencional, que se marcó como objetivo la
reconstrucción de la izquierda canaria bajo nuevos parámetros que partían de
una profunda reexión crítica sobre el papel de las ideologías –en concreto,
del marxismo–, así como una crítica de la política dominante4. En 2008 pasó
a denominarse Acciónenred-Canarias, manteniendo muchos de los rasgos
anteriores, pero acentuando su carácter de intervención social directa5. Sin
embargo, lo que nos interesa señalar aquí es que, más allá de los cambios
internos o de denominación, no podríamos aprehender el alcance de esta
corriente política sin atender a su vinculación con los movimientos sociales,
un aspecto que es central en su surgimiento y evolución y que, en cierta me-
dida, permite comprender el cambio producido a comienzo de los noventa,
así como su posterior evolución hasta la actualidad.
Desde la lucha antifranquista, primero, y posteriormente como un partido
político que se inserta en el nuevo sistema de partidos que se congura en
el proceso de transición a la democracia, la participación de activistas del
- es importante en la creación de organizaciones en los movi-
mientos estudiantiles, sindicales y vecinales, pero también en las primeras
organizaciones feministas y ecologistas canarias. Tras la desaparición de la
experiencia de la , ya como -, no obtuvo ningún éxito electoral
y su principal campo de actividad estuvo estrechamente relacionado con la
participación en plataformas de movilización social amplias y en organizacio-
nes de los movimientos sociales, teniendo especial relevancia en el feminismo,
el ecologismo y el antimilitarismo-pacismo. Durante los años noventa y
hasta la actualidad, en una dinámica de incorporación de sucesivas oleadas de
activistas jóvenes, su campo de acción se vinculó por completo a lo social y a
la contienda política con un fuerte componente transgresivo, dando continui-
de Coalición Canaria.
3 Asamblea Nacional de Unión de Nacionalistas de Izquierda, marzo de 1993.
Fondo documental de la Fundación canaria La Colectiva.
4 Declaración de constitución de Canarias Alternativa, noviembre de 1993. Fondo
documental de la Fundación canaria La Colectiva.
5 Declaración de constitución de Acciónenred-Canarias. 1 de marzo de 2008. Fondo
documental de la Fundación canaria La Colectiva.
96
Movimientos sociales, redes políticas y subculturas activistas
dad y contribuyendo a transformar los movimientos feminista y ecologista,
pero también jugando un papel dinamizador en el nuevo movimiento de
solidaridad, en el antiglobalización, en las movilizaciones contra la guerra de
Irak, en defensa de los derechos de las personas migrantes o el movimiento
15M, por señalar algunos. Partiendo de la documentación analizada hemos
desarrollado el siguiente cuadro resumen que nos indica la evolución de los
principales campos de actividad a lo largo del tiempo:
Cuadro 1. Evolución de los principales campos de actividad del activismo
en Canarias
Periodo 1975-1980 1980-1992 1993-2001 2001-2008 2008-2017
Denominación - -Canarias
Actividad
Clandesti-
nidad
Antifranquis-
mo
Electoral
()
Representan-
tes institucio-
nales
Elecciones de
1986 ()
Creación de
(1990).
Elecciones.
Muy ce n-
trado en los
movimientos
sociales
Totalmente
centrado en los
movimientos
sociales
De escasa a
nula partici-
pación en lo
electoral
Totalmente
centrado en los
movimientos
sociales
Totalmente
centrado en los
movimientos
sociales
Desde 2014
reinicio de
participación
indirecta
electoral
(corriente)
Organización Partido Partido
Organización
política no
convencional
(Asociación)
Organización
política no
convencional
(Asociación)
Organización
política no
convencional
(Asocia-
ción-)
Participación Auge de
participación
Altos niveles
de participa-
ción, y pos-
terior declive
lento
Poca participa-
ción.
Incorporación
de nueva
generación de
jóvenes.
Incorporación
de nueva
generación de
jóvenes.
Aumento de la
participación.
Incorporación
de nueva
generación de
jóvenes.
Sindicalismo Centralidad
De la cen-
tralidad a la
lateralidad
Pérdida de
vinculación. - -
Vecinal Relevancia Escasa vincu-
lación ---
Estudiantil Centralidad Centralidad Centralidad y
declive - -
Feminismo Primeras
experiencias
Centralidad en
aumento
Centralidad y
declive Centralidad Centralidad
97
Juan Manuel Brito Díaz y Néstor García Lázaro
Ecologismo Primeras
experiencias
Centralidad en
aumento Centralidad. Centralidad Centralidad
Antimilitarismo
Pacismo -
Centralidad.
Movimiento
anti- y
objeción de
conciencia e
insumisión
Declive
Poca rele-
vancia
Movilizacio-
nes contra la
guerra de Irak
(2003)
-
Solidaridad y Coop-
eración
Centralidad:
Solidaridad
política
Centralidad:
Solidaridad
política
Importante:
solidaridad y
cooperación
Lateralidad Lateralidad
Antiglobalización ---Centralidad -
Migraciones ---
Primeras
experiencias y
centralidad
Centralidad
Vivienda digna ----Relevancia
Movimiento 15M ----Relevancia
Fuente: elaboración propia a partir del Fondo documental de la Fundación canaria
La Colectiva.
Debates, participación social e incidencia política
Es muy abundante la información que desde esta corriente se ha generado,
lo que nos puede ayudar a comprender mejor el surgimiento y el alcance de
muchas organizaciones y de algunas de las movilizaciones más relevantes de la
historia canaria reciente. Por cuestiones de espacio nos es imposible exponer
aquí todas las cuestiones que vamos identicando en nuestro trabajo. Así,
partiendo de la primera selección de los documentos analizados, presentamos
esquemáticamente algunas de las cuestiones de partida que nos proponemos
desarrollar en la investigación:
• Es interesante señalar, en primer lugar, cómo en el seno de esta co-
rriente se desarrolla un debate continuado durante cuatro décadas
sobre el papel de los movimientos sociales canarios como espacios
para canalizar demandas de amplios sectores de la población que son
excluidos de la toma de decisiones sobre las políticas públicas. En
este sentido, se observa un rechazo a la separación de la protesta y la
98
Movimientos sociales, redes políticas y subculturas activistas
política convencional, reclamando que la acción colectiva conictiva
y de base es también «política por otros medios». En esa misma
dirección se mantiene una preocupación (y una acción) en el tiempo
sobre la autonomía de los movimientos sociales, y el problema de la
instrumentalización por parte de partidos políticos o las instituciones.
• La promoción de la multipertenencia y la participación de sus
miembros en diferentes organizaciones y espacios sociales, que es
considerada un valor. Así, se puede identicar una red informal de
organizaciones diversas que, sin mantener vínculo formal, podríamos
denir como núcleos de micromovilización que conguran comuni-
dades de acción colectiva más amplias, que pueden ayudar a analizar
la evolución y la capacidad de movilización de ciertos movimientos.
• El recurso a las «redes de conanza» como mecanismo para el im-
pulso de determinadas campañas o plataformas de movilización
amplias. Encontramos ejemplicaciones de diversos procesos en los
que los «emprendedores» no lo hacen de manera aislada, sino que
su decisión se ve reforzada en cierta medida por la existencia de un
capital social, conformado en torno a las organizaciones de esta co-
rriente política. El mismo mecanismo actúa para el reclutamiento de
activistas en momentos concretos y para la expansión geográca de la
capacidad de movilización e incidencia política de los movimientos.
• La predisposición y la búsqueda de la innovación social en cuanto al
impulso de nuevos repertorios de acción colectiva y nuevas formas de
participación social que permitan una mayor capacidad de incidencia
de los movimientos sociales. De este modo, hemos encontrado infor-
mación relevante especíca que nos permite poder conocer mejor la
plasmación de cambios globales de la acción colectiva en experiencias
concretas.
• La identicación muy evidente de la inuencia de esta corriente po-
lítica y, más especícamente, del papel de muchos de sus miembros
en algunos de los episodios de movilización ciudadana y en organi-
zaciones concretas de los movimientos sociales, entre los que cabría
señalar, entre muchas otras: Coordinadora Feminista, Comités an-
ti-, Salvar Veneguera, Coordinadora El Rincón, Salvar Malpaís
de La Corona, Salvar Papagayo, Plataforma contra la Lanzadera de
99
Juan Manuel Brito Díaz y Néstor García Lázaro
El Hierro, Sindicato de Estudiantes Canario, Federación ecologista
canaria Ben Magec, movimiento contra la Guerra de Irak, Plataforma
Sanidad Universal, Plataforma Yo Decido, movimiento 15M…
Breve comentario exploratorio nal
Al encontrarnos en la fase inicial de nuestra investigación, y debido al carác-
ter generalista y aproximativo de este capítulo, solo se puede nalizar con
unas primeras conclusiones meramente especulativas, exponiendo algunos
comentarios que ayuden a fortalecer las hipótesis de trabajo que nos hemos
propuesto.
Muchas de las cuestiones que hemos ido identicando en nuestra inves-
tigación profundizan sobre algunas de las armaciones que encontramos en
trabajos especícos sobre movimientos sociales en Canarias. Estos trabajos,
basándose principalmente en fuentes orales, han señalado cómo en cada caso
existía algún tipo de vínculo o relación, ya fuese de tipo organizativo o per-
sonal, entre organizaciones o plataformas de movilización y esta corriente.
Así, para el caso del feminismo de los años setenta y ochenta, tal y como han
señalado Valeria Cabrera (2016), Néstor García y Pilar Domínguez (2018)
las vinculaciones entre el - y el surgimiento de la Organización
Democrática de Mujeres () y la Coordinadora Feminista de Canarias
(posteriormente de Tenerife y Las Palmas) han quedado claramente reeja-
das. También, tal y como ha explicado Pablo Socorro (2018) en el caso del
movimiento anti- y su articulación en Canarias, a través del impulso de
los Comités anti- y la estrategia por parte del - de ampliar
la movilización a todos los frentes sociales en los que estaban implicados.
Finalmente, la incidencia en el ecologismo de los ochenta y primeros noventa
también ha sido apuntada en diversos trabajos que señalan la presencia de
activistas relevantes, así como a la utilización de redes políticas para la articu-
lación de movimientos como los protagonizados por la Coordinadora Eco-
logista Popular de El Rincón, en Tenerife (Brito, 2013), los Comités Salvar
Veneguera, en Gran Canaria (Brito et al., 2011, pp. 154-212; Brito, 2012), o
para la propia creación e impulso de la Federación Ecologista Canaria Ben
Magec (Brito, 2015).
100
Movimientos sociales, redes políticas y subculturas activistas
La investigación que desarrollamos pretende ir más allá, analizando en ma-
yor profundidad los mecanismos que operan y las implicaciones que tienen
determinadas acciones individuales y/o colectivas sobre esas experiencias y
también sobre otras no estudiadas hasta el momento, desde la perspectiva del
papel de las redes políticas y la existencia de comunidades críticas de acción
colectiva, como capital social que favorece la participación política y contri-
buye al impacto de los movimientos sociales. Tal y como estamos pudiendo
comprobar en la documentación que estamos estudiando, la existencia de esta
corriente implicó que varios grupos de personas se fuesen incorporando a
las sucesivas experiencias organizativas en el tiempo, conectando a activistas
de los setenta y ochenta con el activismo juvenil de los noventa y dos mil.
De esta manera, todo parece indicar que la continuidad bajo distintas formas
organizativas favoreció una identicación en torno a una comunidad de pen-
samiento y acción que ha sido muy relevante para algunos de los movimientos
sociales más importantes de la historia reciente de Canarias. Así, a pesar de
los cambios organizativos, ideológicos o de composición de esta corriente
sociopolítica, si nos aproximamos a ella desde una perspectiva longitudinal,
podemos considerar que esta sucesión de generaciones de activistas y for-
mas organizativas han conformado una subcultura activista de larga duración
(McAdam, 1994, p. 51). Desde este punto de vista, su importancia va más
allá de sus aportaciones en términos de recursos para la movilización (líderes,
activistas, recursos materiales…). Entendemos que las subculturas activistas
de larga duración ofrecen, sobre todo, recursos culturales. Como ha señalado
Dough McAdam (1994, p. 52), «estas subculturas funcionan como reservas
de elementos culturales de los que generaciones sucesivas de activistas pue-
den echar mano para forjar movimientos ideológicamente similares, aunque
separados en el tiempo». Desde esta perspectiva, podemos adelantarnos a
armar que la pervivencia de esta subcultura política y su incidencia en redes
de activistas, organizaciones y plataformas de movilización ha sido posible
debido a la sucesiva incorporación de nuevas generaciones de jóvenes acti-
vistas desde los años noventa, que a través de procesos de diálogo y conicto
intergeneracional han dado lugar a la constitución de una tradición renovada
de activismo de larga duración, que exime a los nuevos activistas de partir de
la nada en sus experiencias de activismo, al mismo tiempo que son capaces
101
Juan Manuel Brito Díaz y Néstor García Lázaro
de incorporar nuevos elementos culturales producto de la innovación social
y su experiencia contextual y generacional.
En este sentido, es muy claricador el caso concreto en el ámbito del
feminismo. La documentación que nos encontramos nos proporciona una
línea de interpretación que deja entrever cómo en el tiempo transcurrido
tras la crisis del movimiento feminista canario desde nales de los ochenta
y principio de los noventa –y, en concreto, tras el declive y disolución de la
Coordinadoras Feministas de Tenerife y Las Palmas– la existencia de esta
subcultura activista, durante un período de latencia del movimiento feminista
canario, ha sido determinante para la supervivencia de un conjunto de ideas,
posiciones, prácticas organizativas y de acción colectiva que hoy con el nuevo
auge del movimiento feminista sigue estando presente, representando en Ca-
narias una de las matrices políticoideológicas del feminismo que podríamos
denominar como un feminismo crítico y popular (Uría, 2009; Serra, 2018).
También se puede observar en relación con su incidencia en el seno del
movimiento ecologista. Hay que tener en cuenta que el ecologismo ha jugado
un papel relevante en la dinámica política canaria, hasta tal punto que nos
venimos reriendo al mismo como el eje temporal de un conicto perma-
nente, que en Canarias ha constituido uno de los vectores de los procesos de
normalización de la protesta, individualización de la política y repolitización
ciudadana que desde inicios del siglo han venido impactando en la dinámica
de la contienda política canaria (Brito, 2018). En esta dinámica, la existencia
de esta subcultura activista se ha desarrollado no solo aportando destacados
activistas, recursos o ampliando plataformas de movilización interinsular
(redes de conanza) sino que, sobre todo, ha desempeñado un papel gene-
rador y difusor de la matriz políticoideológica hegemónica en el movimiento
ecologista canario que podríamos denominar como un ecologismo demo-
crático y popular (Aguilera y Sánchez, 2006, pp. 145-168; Brito et al., 2011,
pp. 247-251).
Más allá de estos ejemplos concretos, la documentación analizada también
nos permite apuntar que esta subcultura activista de larga duración, a través de
su constitución en organizaciones políticas no convencionales que operaban
sobre temáticas amplias y que incluían entre sus objetivos la articulación de
102
Movimientos sociales, redes políticas y subculturas activistas
plataformas amplias de movilización social y contienda política6, permitió la
conguración de un tipo de multiactivismo transversal, que más allá de conec-
tar diversas estructuras de movilización y generar marcos comunes de acción,
se ha desplegado como expresión de una de las matrices políticoideológicas
existentes en el ámbito de los movimientos sociales y la acción colectiva de
la historia reciente de Canarias. A esta matriz la podríamos denominar como
democrática-popular a partir de la identicación de las líneas directrices que
han moldeado un modo de pensar la política y el poder, así como una narra-
tiva del cambio social que, a su vez, han dado lugar a un sentido de la acción
social y política particular, que básicamente incluiría7:
• una fuerte dimensión ética-política, que incluye tanto una crítica de
las visiones hegemónicas de la política como la necesidad de una
implicación política;
• una aspiración democratizadora desde abajo, que afectaría no solo a
las instituciones y al Estado sino también a la sociedad;
• una visión amplia del cambio, en términos culturales y de cambio
de mentalidades;
• una aspiración a la conexión con amplios y nuevos sectores populares
que puedan ir generando nuevas subjetividades de cambio; y
• una propensión a la incorporación de las emergentes nuevas dinámi-
cas de individualización de la política y repolitización ciudadana que
se producen desde nales de los años noventa.
En denitiva, se trata de una corriente políticoideológica que ha sido capaz
de dotarse de un relato identitario de larga duración, que parte de la memoria
media del movimiento popular-nacional canario de la Transición y de los
nuevos movimientos sociales de los años ochenta, pero también desde una
6 3ª Asamblea Nacional Canarias Alternativa. Sembrando un futuro diferente. 1
y 2 abril, Santa Brígida, 2000, Gran Canaria, 1 de abril de 2000. Fondo documental de la
Fundación canaria La Colectiva. Estrategia 2020. Perspectivas actuales y futuras de nuestra
acción social y política (Documento de debate de la Coordinadora de acciónenred-Canarias.
8/02/2014), 8 de febrero de 2014. Fondo documental de la Fundación Canaria La Colectiva.
7 Coordinadora canaria. Documento de formación interna de Acciónenred-Canarias:
«Sobre el sentido de nuestra acción social y política». Última versión de 2013. Fondo
documental de la Fundación canaria La Colectiva.
103
Juan Manuel Brito Díaz y Néstor García Lázaro
perspectiva crítica con la izquierda tradicional, es decir, que se constituye
también por oposición a otras tradiciones activistas identicadas con matrices
políticoideológicas clasistas-tradicionales. Y es desde esta narrativa que va
evolucionando como corriente a través de la incorporación de nuevos ele-
mentos de memoria corta provenientes del activismo juvenil de los noventa
y primera década de los dos mil, constituyéndose como uno de los vectores
que incide en el surgimiento, evolución y alcance de los movimientos sociales
y las nuevas redes de acción colectiva de la historia reciente de Canarias.
Para nalizar, solo nos queda añadir que todas estas cuestiones que ve-
nimos presentando en relación a la evolución y alcance de esta corriente
sociopolítica de larga duración nos sirven de base para explorar líneas más
amplias de investigación sobre el papel de las redes políticas y las subculturas
activistas en relación al impacto de los movimientos sociales, y es una opor-
tunidad para iniciar la reexión especícamente canaria sobre determinadas
cuestiones más amplias: el reclutamiento y la implicación de activistas en
movimientos de protesta o plataformas de movilización; sus posibilidades
de extensión y la implantación geográca (insular); la existencia de fuertes
vínculos entre activistas (redes de conanza); la inuencia de las subcultu-
ras activistas de larga y media duración; la existencia de diversas matrices
político-ideológicas en los movimientos sociales canarios; el papel de em-
prendedores políticos insertos en esas redes políticas y subculturas activistas;
el refuerzo de la participación, o la orientación de la movilización social en
términos de contienda política.
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Juan Manuel Brito Díaz y Néstor García Lázaro
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107
LA HISTORIA DE LOS CENTROS SOCIALES
OKUPADOS Y AUTOGESTIONADOS EN
LA CIUDAD DE MÉXICO 19782019.
ESTUDIOS DE CASO EN PERSPECTIVA
COMPADA
R G G
M A R G
D S D
Introducción. Okupación y autogestión en México
A pesar de que no existe un fuerte movimiento por la okupación en México,
ha habido algunas experiencias de centros sociales autogestionados que tie-
nen algunas características similares a sus homólogos en Europa.
Existe muy poca literatura sobre las experiencias de okupación y autoges-
tión en México y en América Latina. Sin embargo, casi toda la investigación
académica o activista sobre este tema se centra en Europa y en Estados Uni-
dos, en países postindustriales y ampliamente urbanizados. Por esta razón,
creemos que es muy importante iniciar esta línea de investigación sobre los
centros sociales okupados y los espacios autogestionados en México.
También debemos aclarar qué es la okupación, qué es la autogestión y
qué tipos de okupaciones y proyectos autogestionados podemos rastrear en
la historia de los movimientos sociales mexicanos. En términos generales,
«la okupación se reere a la ocupación ilegal de una propiedad para utilizarla
sin el consentimiento previo de su propietario» (Caaneo y Martínez, 2014,
p. 2). Esta propiedad puede tener diversos usos y características, lo mismo
que existen diversos grupos sociales que utilizan la ocupación como método
108
Centros sociales okupados y autogestionados en la Ciudad de México
directo de acceso a este bien. En este sentido, podemos distinguir cuatro
grandes tipos de ocupación en México: ocupaciones de tierras por parte de
campesinos en el ámbito rural, ocupaciones de tierras y viviendas urbanas
(protagonizadas por los llamados paracaidistas)1, proyectos autónomos
indígenas y experiencias de okupación urbana política. Los cuatro casos
estudiados en este documento son de esta última categoría, que es la que se
ha estudiado más en Europa y en Estados Unidos. Las cuatro experiencias
de autogestión que compararemos son ejemplos de okupaciones políticas
urbanas o proyectos autogestionados. Dos de ellos, Okupa Che y Chanti
Ollin, también se han utilizado como una alternativa de vivienda, pero ese
no era su objetivo principal. Debido a que nos enfocamos en los objetivos
de autogestión y no en los medios, también estudiaremos experiencias que
no hayan involucrado necesariamente o en todo el periodo la okupación de
un espacio, como son los casos de la Biblioteca Social Reconstruir y de la
Escuela de Cultura Popular Mártires del 68.
En este sentido, las experiencias de autogestión de los cuatro edicios
coinciden en satisfacer necesidades comunes, tales como
la autoproducción de bienes comunes intelectuales frente a la propiedad in-
telectual; espacios para alojar reuniones políticas y campañas; intercambio
alternativo de bienes, alimentos y bebidas; interacciones sociales y debates
sin la presión de pagar dinero son posibles gracias a la disponibilidad, acce-
sibilidad y apertura de estos edicios» (Caaneo y Martínez, 2014, p. 3),
independientemente de que hayan sido okupados previamente o no.
Sin embargo, vamos a escribir unas líneas de los otros tres tipos de
ocupación de tierras o inmuebles, que no van a ser estudiados en este texto.
Respecto a la ocupación de tierras por parte de campesinos, cabe destacar al
Movimiento Antorchista o Antorcha Campesina, que aboga por un cambio
en el modelo económico del país para crear mejores condiciones materiales
para las mayorías trabajadoras. Su trabajo es organizar a los ciudadanos para
1 El nombre «paracaidistas» se usa en México para las personas pobres que ocupan
tierras o casas como una forma de acceder a estos bienes y luego comienzan diferentes formas
de resistencia, negociación y legalización. Estas zonas urbanas o rurales habitadas por para-
caidistas generalmente se llaman «asentamientos irregulares» (Tomás, 1996).
109
R. González García, M. A. Rodríguez Gutiérrez y D. de Santiago Delfín
resolver demandas de bien común, como pavimentar calles, obtener vivienda,
introducir servicios básicos como agua potable, drenaje, alcantarillado,
electricidad en vecindarios urbanos y comunidades rurales que carecen de
ellos. Antorcha Campesina se fundó en 1974 y, a pesar de tener relaciones
de tipo clientelar con el Partido Revolucionario Institucional (), se
sostiene fundamentalmente de tres fuentes: donaciones a través de colectas
populares; apoyo nanciero de otros campesinos con trabajos regulares; y
pequeñas empresas, como supermercados y pequeños restaurantes, que la
organización ha creado durante su cuarto de siglo de existencia. Respecto
a los llamados «paracaidistas», la organización más conocida es el Frente
Popular Francisco Villa, fundado en 1989 debido a la crisis que siguió al
terremoto de 1985. Varias organizaciones decidieron unirse para satisfacer
las necesidades de las personas más vulnerables en la Ciudad de México,
principalmente en las zonas urbanas populares. Estos dos tipos de ocupación
tienen diferentes expresiones organizativas, pero deben estudiarse dentro
de una perspectiva mexicana especíca que necesariamente debe incluir el
estudio del corporativismo y la forma populista de movilización.
La tercera expresión de los proyectos de autogestión son los que
pertenecen a las propuestas indígenas autónomas. En México, hay 62 pueblos
originarios diferentes. Han soportado más de quinientos años de lucha y
resistencia contra el colonialismo. Sus proyectos de autonomía han sido la
clave para enfrentar los fuertes ataques del capitalismo contra sus formas
de vida. Como ejemplo, a principios de la década de 2000, el zapatismo
inuyó nuevamente en las experiencias autogestionadas con la alternativa
de los Caracoles zapatistas. Los Caracoles son las regiones organizativas
de las comunidades autónomas zapatistas en Chiapas. Fueron creados en
2003 para reemplazar la forma previa de organización, los Aguascalientes,
después de un período de discusión extensa sobre la necesidad de cambiar
las relaciones entre las comunidades zapatistas, el y con el mundo
exterior. Los órganos más altos en la estructura organizativa política y social
de las comunidades zapatistas son las Juntas de Buen Gobierno, compuestas
por representantes de los Municipios Autónomos Zapatistas () en las
comunidades de cada Caracol. Sus miembros rotan y son reemplazables en
todo momento. Entre sus tareas están la coordinación de la ayuda y el apoyo
entre las comunidades y la distribución más adecuada de la ayuda externa.
110
Centros sociales okupados y autogestionados en la Ciudad de México
Hoy en día hay 16 Caracoles y 27 municipios autónomos, por lo que son 43
los centros zapatistas autogestionados en Chiapas (- del , 2019).
Objetivos y metodología
La intención de este trabajo es describir y comparar cuatro de estas expe-
riencias en la capital del país: la Biblioteca Social Reconstruir, Chanti Ollin,
Okupa Che y la Escuela de Cultura Popular Mártires del 68. La comparación
de estas cuatro experiencias de autogestión nos permite evaluar los logros y
limitaciones de este tipo de bienes comunes urbanos en México. Además, la
diferente cronología de los cuatro casos permite un análisis de las diferentes
etapas en la relación entre estos movimientos sociales urbanos y ciclos de
movilización más amplios.
Se utiliza una metodología cualitativa, con la triangulación de técnicas
como la observación participante, la entrevista en profundidad y la investi-
gación activista en momentos especícos entre los años 2014 y 2018.
¿Por qué es importante comparar estas cuatro experiencias de centros
sociales okupados y autogestionados? Primero, el análisis comparativo podría
revelar si el uso de diferentes tácticas, identidades y estrategias se traduce o no
en resultados diferentes. En segundo lugar, permite observar si una demanda
similar (vivienda y espacios sociales para actividades) atrae el apoyo de
diferentes grupos sociales si proviene de diferentes tendencias de la tradición
libertaria mexicana. Además, si analizamos estas cuatro experiencias desde
una perspectiva histórica, deberíamos ser capaces de detectar qué cambios
en la estructura de oportunidad política () son más explicativos de la
aparición de centros sociales okupados y autogestionados. La comparación
de estas cuatro experiencias de larga duración y sus diferentes etapas aporta
una variedad de resultados que el activismo urbano disfruta o sufre en
condiciones sociales, económicas y políticas cambiantes.
111
R. González García, M. A. Rodríguez Gutiérrez y D. de Santiago Delfín
Cuatro experiencias duraderas de autogestión en la Ciudad de México
La primera distinción que debemos hacer en este documento es que las cuatro
experiencias estudiadas se han elegido debido a su comparabilidad potencial.
Dos de ellas (Chanti Ollin y Che) son okupaciones reales en todo momento,
mientras que las otras dos (Biblioteca y Mártires) han pasado por diferentes
condiciones legales, incluidos períodos de alquiler, okupación y otros tipos
de institucionalización anómalas (Martínez, 2013). Sin embargo, las cuatro
pertenecen al área política autónoma-libertaria-anarquista y han tenido o
tienen una duración sucientemente amplia. Además de pertenecer a ese
cuarto tipo de okupación más homologable a las experiencias europeas y
estadounidenses.
La Biblioteca Social Reconstruir: una forma anarquista de autogestión (1978-
2019)
La Biblioteca Social Reconstruir () es un espacio anarquista creado en
1978 por Ricardo Mestre Ventura, un anarquista catalán, miembro de la
(Confederación Nacional del Trabajo) y de la (Federación Anarquista
Ibérica) que se refugió en México como exiliado de la Guerra Civil española
tras la victoria fascista. Se encuentra en el norte de la Ciudad de México y
tiene más de tres mil libros, de los cuales más de 850 son de temática o de
autoría anarquistas. En su fundación tuvieron gran importancia personas per-
tenecientes al movimiento punk de nales de los años 70 y principios de los
80, algunos de ellos vinculados también al mercado alternativo de El Chopo.
Los visitantes de la biblioteca en la actualidad son investigadores, estu-
diantes, profesores y, sobre todo, jóvenes libertarios que buscan en su colec-
ción la inspiración y el conocimiento para impulsar las luchas sociales de la
actualidad. La Biblioteca atraviesa una difícil situación económica, al carecer
de fondos para pagar la renta y servicios básicos. Además, la sufre la per-
secución y el hostigamiento de las fuerzas policiales. Como ejemplo, el 15
de septiembre de 2015, durante una observación participante, se pudo ver a
la policía esperando de manera provocativa fuera del centro social durante
una charla sobre la okupación en España. No es un espacio okupado, sino un
112
Centros sociales okupados y autogestionados en la Ciudad de México
centro social emblemático autogestionado en el que tienen lugar todo tipo
de actividades de apoyo a los movimientos sociales en la ciudad, así como
conciertos, proyecciones de películas y documentales, reuniones, encuentros
y conferencias.
La Escuela de Cultura Popular Mártires del 68 ( 68): una institucionalización
anómala (1988-2019)
La 68 surgió en mayo de 1968 de la necesidad de establecer un proyecto
de educación cultural que estuviera vinculado a los movimientos sociales del
país que luchan por el socialismo y la liberación. Fue fundada por una coali-
ción de personas del movimiento urbano popular posterior al terremoto de
1985, en especial un grupo de costureras supervivientes, y grupos de artistas.
En un segundo período, llegaron personas provenientes del movimiento de
huelga de los estudiantes de la de 1999-2000 con una tendencia más
zapatista y libertaria. La 68 se ha especializado en la confección de car-
teles, serigrafías y fanzines. También tienen una cooperativa de consumidores
y grupos locales. Desde 2002, la escuela ha estado en un comodato (régimen
de préstamos). El comodato o «préstamo de uso» es un contrato en el que
una de las partes le da a la otra una propiedad de forma gratuita para usarla
durante un periodo determinado. Esta cesión en uso por parte del Gobierno
de la Ciudad de México fue el resultado de una negociación sobre un espacio
anterior, que se convirtió en una unidad de vivienda social. Para conseguir
la cesión del espacio la Escuela se convirtió en Asociación Civil (A. C.) La
asignación fue de seis años (que es la duración de un período de gobierno),
por lo que podríamos decir que las instalaciones donde se encuentra la
68 en la actualidad están okupadas desde 2008, año en que terminó el plazo.
Durante una visita a la Escuela Popular en julio de 2015 se pudo observar
la participación en luchas como la de los 43 de Ayotzinapa, el movimiento
contra el feminicidio y las luchas urbanas contra la gentricación en la Ciudad
de México.
113
R. González García, M. A. Rodríguez Gutiérrez y D. de Santiago Delfín
Okupa Che: el movimiento okupa estudiantil (1999-2019)
Okupa Che es un espacio okupado autónomo y autogestionado en un audi-
torio universitario de enorme importancia en la Universidad Nacional Au-
tónoma de México () desde el movimiento 1999-2000. Su origen es la
organización estudiantil (Consejo General de Huelga), amplia coalición
estudiantil que lideró la exitosa huelga que consiguió parar la imposición
de tasas de matrícula a los estudiantes. Sin embargo, desde el año 2002, la
tendencia anarquista ha sido dominante en la Okupa Che.
Okupa Che ha sido antriona de la radio libre K Huelga Radio durante
varios años. También es la sede de una galería de arte autónoma, de un taller
de serigrafía y grabado, y de un comedor vegetariano. Además, Okupa Che
es un lugar de encuentro para reuniones y ferias, así como un espacio donde
se invita a las personas a impartir talleres y compartir sus conocimientos.
El Che ha sido también la sede del movimiento mexicano contra la
represión. También se ha unido a importantes movimientos sociales a lo
largo de sus 20 años de historia, que incluyen: la campaña contra la Guerra
de Irak, las movilizaciones alterglobales contra la Organización Mundial del
Comercio () en Cancún, la Otra campaña de los zapatistas en 2006, la
solidaridad con las víctimas de Atenco, la solidaridad con la (Asamblea
Popular de los Pueblos de Oaxaca), las movilizaciones contra la Reforma
Educativa (2012-2016) y el movimiento de solidaridad con los 43 de
Ayotzinapa (2014), por citar algunos.
El movimiento estudiantil de la contemporáneo ya no tiene su sede
en la Che, aunque algunos estudiantes pueden simpatizar con esta okupación
histórica. Sin embargo, la polarización entre la Okupa Che y las autoridades
universitarias, así como las campañas de acoso y criminalización del espacio,
son cada vez más intensas. Especial relevancia tuvo un conicto que pudimos
observar en 2014, cuando un grupo de personas, supuestamente normalistas
de la (Federación de Estudiantes Socialistas Campesinos de México)
tomaron el auditorio durante la noche mientras no había sucientes ocupantes
adentro para mantenerlo seguro. Los invasores mantuvieron el lugar ocupado
hasta la mitad del día siguiente, cuando el resto de los miembros anarquistas
de la Okupa Che lograron desalojarlos. Las autoridades exigieron que las
instalaciones fueran retornadas por los miembros de Okupa Che a la
114
Centros sociales okupados y autogestionados en la Ciudad de México
después de ese conicto, lo cual estos declinaron. Sin embargo, la situación
de tener que desalojar a otro grupo del espacio causó contradicciones y
debates internos debido al peso de los ideales y la losofía libertaria y solidaria
adoptados por los grupos anarquistas que tomaron el espacio después de la
huelga. A pesar de las dicultades y sufriendo un cierto aislamiento, la Okupa
Che sigue manteniendo un espacio autónomo y libre en el corazón de la
mayor universidad del país y prácticamente de América Latina.
Chanti Ollin: la Okupación urbana en México (2003-2016)
Chanti Ollin fue una okupación que hacía visible el derecho a la vivienda
en uno de los distritos más caros de la Ciudad de México. Se centraba en
la okupación de un espacio abandonado y actuó como sede de proyectos
productivos. Entre 2003 y 2004, un grupo de estudiantes que buscaban for-
mas de vida alternativas entraban en un antiguo edicio que había estado
abandonado durante 10 años. El espacio fue creado como una alternativa a
la okupación del Che en la universidad. Este espacio estaba en consonancia
con la idea del proyecto que estaban desarrollando en el campus, pero sin
las dinámicas de enfrentamiento con el estado y la universidad. El espacio,
ubicado en Melchor Ocampo #424, fue fundado en lo que eventualmente
se convertiría en una de las áreas más gentricadas y caras de la Ciudad de
México, el distrito Cuauhtémoc junto al Paseo de la Reforma, la avenida más
emblemática de la ciudad (entrevista con , 2018).
Desde el principio, el espacio se abordó como algo más que una alter-
nativa de vivienda para un grupo de personas. Las primeras ideas estaban
relacionadas con la concepción de calpulli, un concepto náhuatl que se reere
a un pedazo de tierra compartido por un grupo de personas. Los ocupantes
ilegales tenían la intención de asumir y considerar prácticas «tradicionales» o
métodos alternativos que todavía practican las comunidades indígenas, frente
a los impuestos por el sistema económico capitalista y el Estado.
El espacio generalmente estaba habitado por entre 30 y 40 personas, en
su mayoría de clase media y baja, de diferentes nacionalidades y de edades
comprendidas entre los 17 y los 35 años. Además, hubo personas que pasaron
un corto período de tiempo, ya sea una noche o varios días, en el lugar.
115
R. González García, M. A. Rodríguez Gutiérrez y D. de Santiago Delfín
El lugar fue creado con la intención de permitir que cualquiera que
quisiera crear y compartir conocimientos, habilidades o experiencias con
otros, lo hiciera sin sentir la coerción del estado y del sistema económico.
Desde entonces, surgieron varios proyectos, como el taller de bicimáquinas, el
temazcal (una sauna prehispánica), una panadería cooperativa, una serigrafía,
un baño seco (orgánico), un estudio de música, una cabina de radio y la azotea
verde (huerto urbano), entre otros.
Lo que promovió este tipo de trabajo colectivo dentro de Chanti Ollin
fue el concepto de tequio, también extraído del término náhuatl tequitl, que
signica «trabajo». Es una forma organizada de trabajar para el benecio
colectivo, según el cual los miembros de una comunidad deben proporcionar
materiales o trabajo para construir la misma comunidad.
La resistencia al desalojo nal en 2016 mostró el gran apoyo que el espacio
tenía de partes de la sociedad. A pesar del desalojo violento, los miembros
de Chanti Ollin han seguido produciendo talleres y debates en espacios
proporcionados por otros movimientos sociales o comunidades, como el
Café Zapata.
Discusión y conclusiones
Los Centros Sociales Autogestionados y Okupados en la Ciudad de México
se enfrentaron con dos problemas clave en la literatura reciente sobre bienes
comunes. Primero, estamos hablando de «un fenómeno social basado en la
autoorganización colectiva de personas con poca interferencia del Estado
o del mercado» (Martínez, 2019, p. 812). Estos nuevos actores colectivos
están creando redes de ayuda y apoyo mutuos. Así es como emerge su poder,
en el reconocimiento e identicación de los mismos problemas sociales e
injusticias que muchas personas viven en la ciudad desde la consolidación del
neoliberalismo, especialmente a partir de los años noventa. Son una especie
de «reacciones a diversas formas de clausura, privatización y desposesión»
(Martínez, 2019, p. 812). Por lo tanto, la solidaridad es uno de los principios
más relevantes que los respaldan y es por eso que, por ejemplo, las personas
que trabajan en la Okupa Che están haciendo cosas al mismo tiempo con los
miembros de la 68. El poder de estos espacios y movimientos se basa
en el trabajo común y el reconocimiento.
116
Centros sociales okupados y autogestionados en la Ciudad de México
Por otro lado, estas experiencias representaron una revitalización del
«comunismo libertario», que a su vez se ha visto impulsado por la globali-
zación y los movimientos antineoliberales durante los últimos cuarenta años
en la Ciudad de México. Por ejemplo, en la Biblioteca Social Reconstruir, la
idea era crear un lugar donde el archivo permitiera difundir el conocimiento,
principalmente la losofía anarquista y libertaria, algo relevante debido al
momento en que se creó, una década donde los movimientos sociales y cual-
quier actor que estuviera en contra del Estado era severamente perseguido.
En la 68, el proyecto de escuela abierta para artes y ocios ayudó a
la consolidación de un espacio donde cualquier persona podría desarrollar
prácticas artísticas, principalmente con un mensaje político que proviene de
la ola de movimientos urbanos populares de mediados de los ochenta. Las
okupaciones de Okupa Che y Chanti Ollin fueron producto de la iniciativa
de los estudiantes (que provienen de la gran y exitosa huelga de 1999-2000
en la ), pero se convirtieron en espacios para tratar de poner en prác-
tica los ideales de la losofía de vida común y libertaria. Podemos relacionar
estas cuatro experiencias con diferentes ciclos de movilización en la Ciudad
de México.
Cuadro 1. s y ciclos de movilización en la Ciudad de México
Centro Social Okupado/
Autogestionado Ciclo Movimiento social impulsor
Biblioteca Social
Reconstruir 1968-1977 Movimiento del 68 / años 70.
Tendencias libertarias
68 1985-1987 Movimiento Urbano Popular
Okupa Che 1994-2006 Movimiento estudiantil /
Zapatismo / Alterglobalización
Chanti Ollin 1994-2006 Movimiento estudiantil /
Zapatismo / Alterglobalización
Fuente: elaboración propia.
Los cuatro casos analizados son ejemplos de bienes comunes urbanos con-
temporáneos. Sin embargo, la tradición de los bienes comunes es mucho más
antigua en México. De hecho, las culturas prehispánicas, cuya continuidad
son los pueblos indígenas actuales, tienen diferentes usos y costumbres que
117
R. González García, M. A. Rodríguez Gutiérrez y D. de Santiago Delfín
podríamos denir como comunes. Por ejemplo, en Chanti Ollin el trabajo
se realizó colectivamente o mediante la cooperación comunitaria, basado
en el concepto de tequio, extraído del término náhuatl tequitl. Esta práctica
se heredó de la colonia como una forma de homenaje a las autoridades. Sin
embargo, trascendió en el tiempo y se adaptó a las prácticas diarias de diversas
comunidades indígenas de diferentes partes de México (Good y Barrientos,
2004). El tequio es un pilar del trabajo comunitario y de la búsqueda el bien
común.
El análisis de estas cuatro experiencias de centros sociales autónomos y
autogestionados de larga duración en la Ciudad de México nos proporciona
algunas claves para comprender la realidad de este tipo de bienes comunes
en una de las ciudades más grandes de América Latina. Además, estas ex-
periencias a largo plazo nos permiten demostrar la existencia de diferentes
oleadas de movimientos autogestionados y diferentes generaciones de okupas
y activistas autónomos y anarquistas, muchos de los cuales están relaciona-
dos o trabajan juntos. De hecho, hemos decidido incluir centros sociales
okupados y no okupados, porque creemos que la okupación en México im-
plica una intersección entre proyectos anarquistas, autonomistas y okupas
(Mudu, 2012). Las cuatro experiencias contienen ejemplos exitosos desde
una perspectiva anticapitalista. Por ejemplo, Chanti Ollin y Mártires estable-
cieron negocios informales y pueden considerarse ocupaciones emprende-
doras (Pruijt, 2012). Por otro lado, todos se han enfrentado a la especulación
urbana. Finalmente, los cuatro espacios autogestionados han desarrollado
docenas de actividades sociales, culturales y políticas fuera de o en oposición
a la lógica capitalista.
La principal contribución de este documento es que sirve para comenzar
a llenar el vacío existente en la literatura sobre las experiencias de okupación
y de autogestión urbana en América Latina, así como para establecer algunos
parámetros sobre la forma en que cualquier persona interesada podría abordar
el fenómeno okupación y su presencia y complejidad en esta ciudad. Existen
múltiples investigaciones activistas y académicas sobre cómo el movimiento
político de okupación ilegal es una respuesta directa a los problemas sociales
inherentes a la dinámica del capitalismo neoliberal en Europa y América del
Norte, pero hay muy pocos artículos sobre este tipo de experiencias en el gran
territorio latinoamericano, donde de hecho nació el capitalismo neoliberal.
118
Centros sociales okupados y autogestionados en la Ciudad de México
Por último, esta investigación contribuye al diálogo epistemológico entre
los movimientos sociales y la reexión académica, para proporcionar he-
rramientas útiles a los movimientos autogestionados mexicanos, desde la
perspectiva de la investigación activista.
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119
ALGUNAS CLAVES PA EL ANÁLISIS
DEL MOVIMIENTO 15M DESDE UNA
PERSPECTIVA GENEALÓGICA Y
FEMINISTA
C G C
Presentación
El 8 de marzo de 2018, Día Internacional de la Mujer, tuvo lugar una jornada
de huelga feminista y de movilizaciones masivas sin precedentes. Fue una
convocatoria hecha por el feminismo a escala planetaria a la que respondieron
más de 170 países. Sin embargo, medios tan prestigiosos como la , ,
Le Monde o e New York Times coincidieron en resaltar el caso español por
encima de todos los demás (Sánchez, 2018). Una proeza que, lejos de ser
aislada, se replicaría un año más tarde con un éxito aún mayor de movilización
y repercusión social.
Mujeres que nunca se habían sentido interpeladas por el feminismo salían
ahora a la calle y coreaban sus consignas, apropiándose del termino sin rece-
los. Las más entusiastas –como respalda la encuesta de 40dB de 2019 para
El País–, las jóvenes entre 18 y 25 años y las mujeres de más de 55 (Álvarez,
2019; Requena, 2019). Entre estas últimas, las feministas de larga trayectoria,
esas que empezaron a movilizarse en la clandestinidad, durante la dictadura
franquista, y que mantuvieron la llama viva de la lucha durante más de cua-
renta años, en lo que parecía ser una travesía del desierto sin horizonte y sin
120
Algunas claves para el análisis del movimiento 15M
n. Tiempos en los que las manifestaciones del 8 de marzo, incluso ya en
democracia, reunían siempre a las mismas, en una suerte de autoreferenciado
«nosotras feminista».
Así, la imagen de intergeneracionalidad que se percibía en las calles du-
rante las huelgas en 2018 y 2019 contrasta con que, apenas ocho años antes,
la media de edad de las mujeres en las organizaciones feministas superara los
50 años, lo que convertía al relevo generacional en una de las preocupaciones
más sentidas entre sus militantes (Galdón, 2018a).
Igualmente, la fotografía de aceptación del feminismo en los multitudi-
narios 8 de marzo choca con la que pudo tomarse en la primavera de 2011,
durante la acampada del movimiento 15M en la Puerta del Sol de Madrid.
Cuando unas mujeres, animadas por el ambiente emancipador, decidieron
trepar para colocar una pancarta con la leyenda «la revolución será feminista
o no será» en el andamio más alto de una plaza abarrotada, fueron abucheadas
y la proclama fue arrancada por un hombre, entre aplausos.
Ante estos contrastes, no podemos menos que preguntarnos acerca de qué
ha podido suceder entre medias. Qué factores han hecho posible este cambio,
en su doble vertiente de capacidad de movilización del movimiento feminista,
por un lado, y de receptividad de la población con respecto a este, por otro.
En este texto pondré el foco en algunos acontecimientos y sus circunstancias,
que considero pueden dar claves para responder a estas cuestiones. Con este
objetivo, me remontaré al año 2011, al momento en que el 15M eclosiona.
Un movimiento con algunos elementos a resaltar en lo que a nuestros obje-
tivos se reere. Estos son: su heterogeneidad, conjugada con una importante
base social de jóvenes que, en gran medida, marcaron su identidad (Díez y
Laraña, 2017), a lo que se suma la presencia de feministas que se organizaron
de manera autónoma en su interior.
La hipótesis que pretendo testar y que expondré sucintamente aquí es
que, partiendo de estos tres elementos (heterogeneidad, base social de jóve-
nes y presencia de feministas), el 15M representó una oportunidad para el
feminismo cuyos efectos eran apenas perceptibles entonces, pero que poco
a poco han ido adquiriendo fuerza hasta alcanzar su momento visible más
álgido en las huelgas de 2018 y 2019. Analizaré la amalgama de contingencias
que propiciaron que esta oportunidad se materializase; a efectos de facilitar
el análisis, las he agrupado en tres bloques:
121
Carmen Galdón Corbella
a. De concienciación: el fenómeno singular de protesta que fueron las
acampadas facilitó un espacio excepcional de interrelación desde la
diversidad y bajo un clima de inclusividad que se dio, si no en todas,
al menos en muchas plazas. Fue un caldo de cultivo para lo que, desde
el estudio de los movimientos sociales, ha venido a denominarse
la «concienciación en los episodios de protesta» (Klandermans,
1994, p. 204). Esto es, para que, a partir de una movilización, se
produzcan cambios radicales sobre la visión del mundo de las
personas participantes. Una contingencia que, para el feminismo, tan
acostumbrado a lidiar con prejuicios y resistencias, sin duda supuso
una oportunidad.
b. De acceso: el espacio heterogéneo y de concentración que fueron las
acampadas y, dentro de ellas, las asambleas en torno a las que se orga-
nizaba el colectivo quincemayista, permitió a las feministas del 15M
el contacto con personas a las que, de otra manera, no habrían tenido
acceso y, a partir de este, ensayar estrategias desde dentro que contri-
buyeran a romper con el imaginario colectivo en torno al feminismo.
c. De organización: las formas organizativas desplegadas por el 15M
fueron muy ecaces para facilitar la expansión y la cohesión desde
la diversidad. Unas formas inspiradas en la lógica red del contexto
virtual y que conectaban muy bien con una juventud «nativa digi-
tal». Formulas de las que, posteriormente, bebieron los espacios de
preparación de algunas de las principales movilizaciones feministas.
En las próximas líneas desarrollaré estos puntos, no sin antes hacer una breve
explicación sobre la perspectiva epistemológica y metodológica de las inves-
tigaciones que sustentan este trabajo.
Una perspectiva genealógica y situada
No cabe duda de que el impulso del feminismo en el caso español se enmarca
en una corriente a escala planetaria y que, en el momento actual, en coheren-
cia con la vocación internacionalista que siempre le ha caracterizado, como
se señala en el Atlas de las mujeres en el mundo, «no hay lugar en el mundo
que no se haya visto afectado por esta auténtica revolución social» (Lucia y
122
Algunas claves para el análisis del movimiento 15M