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GLADIUS
Estudios sobre armas antiguas, arte militar
y vida cultural en oriente y occidente
XL (2020), pp. 73-92
ISSN: 0436-029X; eISSN: 1988-4168
https://doi.org/10.3989/gladius.2020.03
¿HACIA LA UNIDAD DE HISPANIA? EXPLICACIONES SOCIALES
A LAS OFENSIVAS MILITARES VISIGODAS EN
LA PENÍNSULA IBÉRICA (SIGLOS VI-VIII)*
TOWARDS HISPANIA’S UNITY? SOCIAL EXPLANATIONS TO
THE VISIGOTHIC MILITARY OFFENSIVES IN
THE IBERIAN PENINSULA (6TH-8TH CENTURIES)
POR
Pablo Poveda arias**
resumen - abstract
La guerra y la conquista fueron dos elementos claramente presentes en el proceso de construcción del reino
visigodo hispano. El presente trabajo pretende ofrecer explicaciones alternativas al expansionismo territorial de los
visigodos en Hispania por la vía armada, considerando las campañas ofensivas visigodas no como la consecuencia
última de un proyecto secular dirigido a la consecución de la unidad peninsular bajo soberanía goda, sino de moti-
vaciones mucho más inmediatas, que distaban del maximalismo. En este sentido, y sirviéndonos de los postulados
de la historia social y de la antropología consagrada al estudio de la guerra, pondremos de relieve el papel de las
motivaciones personales de los monarcas, en concreto su búsqueda de supervivencia política, y de las colectivas de la
comitiva armada, en especial sus ansias de botín, como móviles principales de la actividad militar ofensiva visigoda.
War and conquest had a great incidence in the making process of the Visigothic kingdom in Hispania. In this
paper, alternative explanations are proposed to the Visigoths’ territorial expansionism by armed means, for which
their offensive campaigns are analysed not as a consequence of a secular project aimed at achieving the peninsular
unity under Gothic sovereignty, but as a result of immediate motivations which were far from maximalism. In this
regard, we will emphasize the role of the monarch’s personal motivations, in particular the pursuit of their politi-
cal survival, and the army’s collective incentives, such as their eagerness for plunder, as the main driving force of
Visigothic offensive military activity. For this purpose, the assumptions derived from social history and the anthro-
pology devoted to the study of war will become very useful analysis tools.
Palabras clave - Keywords
Botín de guerra; conquista; ejército visigodo; Hispania; historia social; monarquía visigoda.
Plunder; Conquest; Visigothic Army; Hispania; Social History; Visigothic Monarchy.
cómo citar este artículo / citation
Poveda Arias, P. (2020): «¿Hacia la unidad de Hispania? Explicaciones sociales a las ofensivas militares visi-
godas en la península ibérica (siglos VI-VIII)». Gladius, 40: 73-92. https://doi.org/10.3989/gladius.2020.03
*Elpresenteestudiohasidodesarrolladoenelmarcodeunproyectodeinvestigaciónpostdoctoralnanciadoporla
FritzThyssenStiftung(Ref.49.19.0.014GE)ydelproyectodeinvestigaciónHAR2016-76094,nanciadoporelMiniste-
rio de Ciencia e Innovación.
**UniversitätHamburg.RomanIslam ‒ Center for Comparative EmpireandTransculturalStudies, pablo.poveda.
arias@uni-hamburg.de / ORCID iD: http://orcid.org/0000-0002-2691-7912
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PABLO POVEDA ARIAS
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1. introducción
Es incuestionable que la guerra y la conquista armada fueron dos de los principales deter-
minantes en el proceso de construcción del reino visigodo en su fase hispana. No en vano los
textos inciden en ambas como fuentes de legitimación de la dominación visigoda en el espacio
peninsular1; un dominio que por otro lado se logró después de un proceso largo y lento, que
se extendió desde principios del siglo VI hasta la conquista del último enclave imperial en la
PenínsulaenlaterceradécadadelsigloVII.Unfactorqueinuyóindudablementeenellofue
la fragmentación política y social del escenario ibérico durante los siglos V y VI2, además del
punto de partida, dado que en el momento de la derrota visigoda en Vouillé el control visigodo
sobre Hispania era aún bastante limitado3. Sin embargo, consideramos que hubo otros elemen-
tos que condicionaron esta lentitud en el proceso, en concreto los objetivos que motivaron, no
solo el expansionismo visigodo, sino en general el resto de las campañas militares ofensivas
de los godos en la península ibérica. Nuestra pretensión a lo largo de las siguientes páginas
será ahondar en los móviles que llevaron a los visigodos a organizar las distintas expediciones
ofensivas, concluyesen estas en conquista o no, para lo cual ofreceremos explicaciones alter-
nativas a las tradicionalmente planteadas. El marco cronológico propuesto abarca desde el año
507, año de la citada batalla de Vouillé, hasta la propia caída del reino visigodo en el 711, aun-
que la naturaleza lacónica de algunos períodos hará que recurramos de forma más frecuente
a aquellos reinados, como el de Leovigildo o el de Wamba, para los cuales contamos con una
mayormasadocumental.Elobjetivonalesentenderenmayormedidalasdinámicasmilita-
resdelreinovisigodoysuimbricaciónconaquellasdeordensocial.Conesten,enmarcamos
este estudio en el ámbito de la historia social, cuyas últimas aportaciones han contribuido a
avanzar en el estudio del elemento militar durante la Antigüedad tardía y la Alta Edad Media.
De forma complementaria, la teoría antropológica aplicada al estudio de la guerra se tornará
un instrumento de enorme utilidad al ofrecer una visión original del comportamiento humano4.
Como punto de partida, rechazamos la idea profundamente arraigada en la historiografía
deconsiderarlaconquistamilitarvisigodasobreHispaniacomounnensímismodirigidoa
lograr en última instancia la unidad del espacio ibérico bajo soberanía goda5. A nuestro pare-
cer, tales planteamientos derivan de una extrapolación de la ideología construida por autores
1 Por ejemplo, Isid. Hisp., Hist. De laude Spaniae, 26-30; 67; 69; Etym. XVIII, 2, 1. Véase Cazier, 1994: 298. Este
valorlegitimadordelexpansionismovisigodoporlavíaarmadatienesureejotambiénenlaetapatolosana.Sid.Apoll.,
Epist. VII, 7, 2. Véase al respecto, Diesner, 1978: 131-132; Reydellet, 1981: 522-523; Wolf, 1999: 16-17; Valverde Castro,
2000:154-156;Teillet,2011:493;RusRuno,2015:87.
2 Ponenderelieveestefenómenocomounodelosrasgosdenidoresdelperíodopost-imperial:ValverdeCastro,
2000: 127-141; Wickham, 2009: 163; Wood, 2012: 38-40. Véase también Fernández, 2017.
3 En estos momentos el dominio visigodo sobre Hispania se limitaría al control de la Tarraconense y quizás de Méri-
da, aunque con el tiempo la ascendencia sobre esta última se acabaría perdiendo. Véase Kulikowski, 2004: 203-205; Arce,
2009:35;Wickham,2009:88.EsasícomoentendemoseltestimoniodeIsidorodeSevillacuandoarmaqueelregnum
visigodo previo a Leovigildo se restringía a unos límites muy estrechos. Isid. Hisp., Hist. 49. No debemos, por tanto, dejar-
nos engañar por los relatos de Juan de Bíclaro e Isidoro cuando, al hacer un balance de los logros militares de Leovigildo,
etiquetanlatomadeterritorioscomouna«reconquista»y,porextensión,calicanasusenemigoscomomerosrebeldes.
Ioh. Bicl., Chron. 10, 52-54; Isid. Hisp., Chron. 403. En la línea marcada por Díaz, 2004: 51, cabe la posibilidad de que
tales argumentos hubiesen hecho referencia a los tiempos en los que los visigodos actuaban en Hispania como garantes de
losinteresesromanos.Endenitiva,lostriunfosmilitaresvisigodosdelsigloVIreferidosenlasfuentesdebenserenten-
didos ante todo como conquistas ex novo y, por tanto, como un proceso de imposición del poder godo sobre poblaciones
que hasta ese momento habían escapado a su control. Kulikowski, 2005: 48.
4 El valor principal de esta radica en su no mediatización por los prejuicios que los historiadores solemos aplicar a
partirdenuestrainmersióneneldebatehistoriográcomásespecializado.
5 Defendiendo este objetivo maximalista, Reinhart 1944-1945: 98-99; Gibert, 1956; Reydellet, 1981: 521; Sayas
Abengochea,1988;RusRuno,2015:86-87,entreotros.
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como Isidoro de Sevilla, quien imprimió al proceso expansionista de unos claros prejuicios
teleológicos, que ante todo obedecían a los intereses políticos del tiempo en el que vivió, pero
que distaban sustancialmente de la realidad pretérita que describía. Tales intereses quedan
patentes, por ejemplo, en su defensa de un proyecto secular dirigido a la consecución de la
unidad de Hispania por parte del pueblo godo; una idea que debemos enmarcar en el contexto
de conquista de las posesiones imperiales en la Península, la cual consideramos que estaría
intentandojusticar.Deestamanera,lahistoriafuncionóparaIsidorocomouninstrumento
destinadoainuirensupresenteconelndefavorecerlaunidadylacohesióndelapoblación
hispana en torno a sus gobernantes6. Desde este punto de vista, sus escritos históricos habrían
únicamente extrapolado al pasado los logros políticos de su presente.
En este sentido, es posible que los reyes que precedieron a Suintila, a quien se atribuye
launicaciónpeninsularbajodominiovisigodo,nohubiesenperseguidodeformaconsciente
unicarHispaniabajosusoberaníayque,portanto,suscampañasmilitareshubiesenobede-
cido a otro tipo de motivaciones. En caso contrario no se entiende, por ejemplo, la despreo-
cupación de Recaredo a la hora de emprender campañas militares de carácter ofensivo, un
fenómeno que llama aún más la atención si atendemos al hecho de que se trató de uno de los
monarcas más poderosos7. Atendiendo a tales credenciales, lo lógico habría sido que hubiese
aprovechado la estabilidad interna para lanzarse a conquistar los enclaves peninsulares en ma-
nos del Imperio. Sin embargo, lejos de mostrar la hiperactividad expansiva de su padre Leo-
vigildo, su actitud militar distó mucho de perseguir la anexión de nuevos territorios. Es cierto
quedisponemosdeevidenciasqueremitenaconictosentreromano-imperialesyvisigodos
durantesureinado,perotalycomoponedemaniestoIsidorodeSevilla,talesenfrentamien-
tos fueron consecuencia de los abusos imperiales (romana insolentia), esto es, de incursiones
bizantinas en territorio visigodo y, por tanto, no de una acción de conquista por parte de Re-
caredo.Dehecho,sabemosqueelconictosesaldóenderrotavisigodayenlaconsiguiente
pérdida de plazas fuertes8. Advertimos por tanto una actitud eminentemente defensiva frente
al enemigo imperial, más caracterizada por la búsqueda, no tanto de confrontación, sino de
una coexistencia con él9. Podríamos decir que, en general, la política militar de Recaredo se
limitó a asegurar posiciones y a defender los territorios bajo su dominio10. En consecuencia,
la persecución de la unidad hispana no supuso, no ya una prioridad, sino ni siquiera una parte
integrante de su programa político. Esta misma actitud se percibe durante los últimos años de
reinado de Sisebuto, quien llegó a tener en su mano, en caso de haberlo deseado, acabar con la
dominación imperial en la Península11.
6 Sobreelproyectoideológicoisidoriano,Wood,2012.Talycomoarmaesteautor:«hetriedtounderstand,explain
and,mostimportantly,toinuencethecontextinwhichhefoundhimselfthroughhistoricalcomposition»(Ibidem: 2).
7 Véase Castellanos, 2007.
8 Isid. Hisp., Hist. 54. Sobre este fragmento, véase Velázquez, 2000: 591-592; Vallejo Girvés, 2012: 269-277.
9 De hecho, se advierte en este reinado una priorización por parte de la corte visigoda de la diplomacia como vía
desolucióndeconictos,especialmenteenloquealImperiosereere.VallejoGirvés,1996:209.Enalgunoscasos,el
propiomonarcainclusorecurrióalamediacióndelpapaGregorioMagnoconelndesolucionarlasdisputasconCons-
tantinopla sin necesidad de llegar a las armas. Greg. Magn., Reg. Epist. IX, 229.
10 Isid. Hisp., Hist. 55. Velázquez, 2000: 592; Díaz, 2010: 360; Thompson, 2011: 34.
11 Vallejo Girvés, 2012: 334-368 presenta un balance pormenorizado de la relación de fuerzas y del estado de la si-
tuaciónalnaldelreinadodeSisebutoyaprincipiosdeldeSuintila.Esciertoqueestosdosmonarcassísedecidieronpor
la conquista, en el caso de Sisebuto únicamente durante una parte de su reinado, pero tal y como veremos más adelante,
sus objetivos podían distar bastante del maximalismo. Asimismo, es cierto que los predecesores de este último, Witerico
y Gundemaro, sí organizaron campañas ofensivas contra el Imperio (véase infra), pero tales acciones se llevaron a cabo
deformaesporádicayadoptaronunperlbajo(Wood,2010:309),loquetampocoapuntaaunfuerteinterésporlograrla
unidad hispana.
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Otro argumento que nos permite negar la búsqueda consciente de la unidad hispana es
la estrategia militar seguida. Los distintos monarcas visigodos, en lugar de centrar todos los
esfuerzos militares de las expediciones ofensivas en un mismo lugar hasta la toma del mismo,
solíanalternarlosobjetivos,loqueapuntaaundesinterésporlaconquistanaldelosterrito-
rios objeto de sus ataques. Quizás el caso más elocuente al respecto es el de Leovigildo, quien
aparte de alternar sus objetivos militares12, lo encontramos al comienzo de su reinado atacando
el territorio malacitano y bastetano antes de controlar el enclave y el territorium de Córdoba13,
hecho que no se adecúa a una lógica militar destinada en última instancia a la conquista del
conjunto del territorio hispano.
2. instrumentaliZación reGia de la Guerra oFensiva
Habiendo dejado en claro que los visigodos no se vieron abocados sin mayor explicación
a un proceso de conquista del conjunto de Hispania, cabe preguntarse por los objetivos per-
seguidos cuando emprendieron acciones ofensivas en la Península. En aras de responder esta
pregunta, consideramos que las distintas campañas obedecieron a unos intereses que distaban
mucho del maximalismo14. En su lugar, planteamos la hipótesis de que el proceso de expan-
sión militar de los visigodos en Hispania y, en general, sus iniciativas militares ofensivas obe-
decieron a motivaciones mucho más inmediatas. Dentro de esta perspectiva, la consecución
dela unidad hispanapudo actuar únicamentecomo una justicacióny un recursoliterario
esgrimido a posteriori. Ahora bien, ¿cuáles eran esos intereses? En este punto debemos hacer
una diferenciación entre las motivaciones personales del monarca de turno, por un lado, y los
móviles colectivos que lanzaban a la comitiva armada a seguir a su rex a la batalla15. En lo
quesereerealamonarquía,nosinclinamosmásapensarqueenlamayoríadelasocasiones
los reyes priorizaron sus propios intereses16, sin que estos entrasen necesariamente en contra-
dicción con los de su comitiva armada. De hecho, en algunos casos los objetivos de unos y
otrospodíancoincidir.Esmás,lahabilidaddeunlídersereejabatambiénensucapacidad
de imbricar con éxito los intereses personales y los del grupo a su cargo y, por tanto, sin que la
consecución de los primeros supusiera un menoscabo de los colectivos. En este sentido, un rey
determinadopodíapromoverconictosconenemigosexterioresparadarsatisfacciónaunos
anhelos personales que poco o nada tenían que ver con los que pretendía su comitiva armada
con tales enfrentamientos17. Sin embargo, los intereses de ambos podían converger en una
misma vía, en este caso la guerra.
Pero ¿qué intereses personales podían subyacer con la promoción de campañas militares
por parte de la monarquía visigoda? Desde los tiempos tolosanos los reyes visigodos se vieron
inmersos en un ambiente de competencia política constante por acceder al trono, primero, y
por mantenerlo, después. La derrota de Vouillé, con la consiguiente fragmentación de lealtades
políticas, únicamente perpetuó esta situación, tal y como revelan las numerosas referencias a
12 A lo largo de las siguientes páginas presentaremos una relación detallada de sus campañas. Véase también García
Moreno, 2008.
13 Ioh. Bicl., Chron. 12.
14 Una postura similar, aunque aplicada únicamente al caso de Leovigildo, en Fernández Delgado et alii, 2013: 163.
15 Planteando esta distinción desde la antropología, Ferguson, 2008: 37-38, 44-46; Otterbein, 2009: 34. Véase tam-
bién Giddens, 1984.
16 Los intereses personales no dejan de constituir un factor más a tener en cuenta en la acción política y social. Moore,
2011: 10.
17 Desde la antropología se ha reivindicado esta relación entre intereses colectivos y personales. Es el caso de Sahl-
ins, 1963: 289.
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asesinatos y usurpaciones a lo largo de todo el período18. Incluso Leovigildo, a pesar de la ima-
gen de fortaleza que se le suele imprimir a su reinado, tuvo que hacer frente hasta prácticamen-
teelnaldesusdíasamovimientosdeoposiciónpromovidosdesdedeterminadossectores
aristocráticos que le impidieron disfrutar de un mínimo de estabilidad en su regia posición19.
Dentro de este contexto, y en un horizonte político dominado por unas aristocracias de na-
turaleza castrense, la exhibición de unas sobresalientes capacidades militares se tornaba una
manerabastanteecazdereivindicarseeneseescenariodecompetenciainterna,adquiriendo
la guerra un valor propio como legitimadora del poder regio20. Es así como se entiende que la
monarquíavisigodamantuviesealolargodetodasuhistoriasunaturalezaguerrera,reejada
en la condición del rey como líder supremo del ejército21. Por esta misma razón los reyes vi-
sigodos se vieron forzados a lo largo de toda su historia a emprender campañas ofensivas de
carácter regular. Tales expediciones, en caso de saldarse en victoria, infundirían a los monarcas
de un prestigio emanado de su capacidad militar, el cual les permitiría sobresalir por encima de
sus competidores22.Porotrolado,laguerrapodíaconvertirseenunamaneraecazdedesviar
la atención de la aristocracia de la lucha faccional hacia objetivos comunes, con independencia
dequediriesenlosinteresessubyacentesatalesexpediciones.Aestoselesumasucapacidad
de cohesionar al grupo visigodo en torno al líder23.Alaluzdetalesbenecios,consideramos
quealgunosmonarcasvisigodosinstrumentalizaronconscientementeelconictomilitar,con-
cretamenteeldecarácterofensivo,ensufavorpersonal,conelobjetivonaldeperpetuarse
en el poder24. Es más, podemos plantear la hipótesis de que estas iniciativas se planearon en
primera instancia para dar satisfacción a tales intereses de eminente naturaleza personal, esto
es, concibiéndolas como una vía de supervivencia política del monarca frente a las tendencias
competitivas que amenazaban de manera constante su posición y su persona25. De hecho, esta
instrumentalización política de la guerra puede ser interpretada como una de las claves que
explica el éxito que tuvieron algunos de los monarcas a la hora de mantenerse en el trono26. En
esteesquema,yrespectoalasmotivacionesregiasaducidas,lasjusticacionesconcretasylos
intereses colectivos habrían desempeñado un papel secundario e instrumental27.
Elmonarcaqueposiblementemejorpercibiólosbeneciosquepodíareportarlelaguerra
en aras de consolidarse en el trono e imponerse sobre sus competidores fue Leovigildo, pa-
18 Ilustrando tales dinámicas, Greg. Tur., DLH, III, 30; Fredeg., Chron. III, 42; IV, 82. Véase Besga Marroquín, 2007.
19 Hay pruebas contundentes que apuntan hacia esta dirección. Una de las evidencias más elocuentes es la referencia
aejecuciones,destierrosyconscacionesadeterminadosgruposaristocráticos.Isid.Hisp.,Hist. 51. Otro testimonio se
reereaintentosdeusurpaciónque,aunquenoserecogencondetalle,seencuentranimplícitamentealudidos.Ioh.Bicl.,
Chron. 50. Finalmente, cabe mencionar en los últimos años de su reinado la rebelión de su hijo Hermenegildo, y que
sumió a los visigodos en un contexto de guerra civil. Ioh. Bicl., Chron. 54. La existencia de dichos sectores opositores
quedareejadatambiénenlacrónicadelbiclarensecuandohacemenciónalarestitucióndebienesporpartedeRecaredo
aaquellosquehabíansufridolasconscacionesregiaspreviasasureinado.Ioh.Bicl.,Chron. 86.
20 Sobre la incidencia del factor militar en la legitimación de los monarcas visigodos, véase Poveda Arias (e. p.).
Remarca el papel de la competencia como motor de la acción social: Theuws, 1990: 43.
21 King, 1981: 91; Valverde Castro, 2000: 233.
22 Véase Sahlins, 1963: 289.
23 Poniendo de relieve este valor cohesionador de la guerra, Smith, 1981; Descola, 1996; Bossen, 2006b. Reciente-
mente,enloquealcasovisigodosereere,hapuestoderelieveestevalordelaguerraparaetapasanterioresalasaquí
tratadas, Ruchesi, 2016.
24 De nuevo la antropología se torna un recurso de enorme utilidad a la hora de estudiar esta instrumentalización de
la guerra por parte de los líderes. Sahlins, 1963: 254-255; Bossen, 2006a: 254-255; Ferguson, 2008: 44-46.
25 Wood, 2006: 61 ha planteado también esta búsqueda de supervivencia política como motivación principal de la
acción regia.
26 Sustentando tales postulados desde la antropología, Bossen, 2006a: 254-255.
27 Véase Ferguson, 2008: 44.
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radigma de rey guerrero visigodo victorioso28. El propio Isidoro de Sevilla pone en relación
la actividad militar de este monarca con la necesidad de evitar los peligros inherentes a la
ociosidad regia, entre ellos las propias amenazas internas29,loquesuponeunaconrmación
bastante elocuente de la instrumentalización de la guerra en pro de los intereses regios30. De
esta manera, Leovigildo lanzó desde comienzos de su reinado campañas regulares de carácter
ofensivo, prácticamente de frecuencia anual, siendo el monarca para el cual contamos con la
mayor relación de acciones de este tipo31. Esta instrumentalización de la guerra como vía de
consolidación del poder regio es especialmente perceptible al comienzo de muchos de los rei-
nados. En el caso de los monarcas de la primera etapa, esta actitud se observa en los casos de
Agila, Atanagildo y, especialmente, Leovigildo, aunque no es descartable para la mayoría de
los reinados32.Enloquesereereamomentosposteriores,interpretamosenestesentidolas
campañas de Witerico, Gundemaro, Suintila, Chindasvinto, Wamba, Egica y Rodrigo33. Para
algunos de estos reinados tenemos además la certeza de que tales campañas coincidieron con
contextos de abierta competencia entre el monarca y otros personajes potencialmente capaces
de disputarle el trono34. Sin embargo, aunque es cierto que se aprecia una mayor hiperactividad
militar en los primeros años de muchos de los reinados, las acciones ofensivas no dejaron de
producirse en momentos más avanzados, con más o menos regularidad, especialmente en el
norte peninsular. Es cierto que las fuentes únicamente recogen alusiones aisladas e indirectas
a estas, sin embargo, ello puede ser interpretado como un indicio de la normalización de este
tipo de acciones35.
3. motivaciones colectivas de la actividad militar oFensiva visiGoda y su incidencia en la
conquista del territor io
Hemos dejado en claro los intereses regios que subyacían a la actividad militar ofensiva.
Sin embargo, el mero deseo regio no explica la capacidad que tenía la guerra para cohesionar
28 Sobre su reinado, véase García Moreno, 2008.
29 Isid. Hisp., Hist. 49.
30 En relación a este monarca y su actividad militar, véase también Heather, 1998: 279; Martin, 2003: 313; Frighetto,
2018: 166-168.
31 Es posible que la excepcionalidad de Leovigildo venga dada por la naturaleza de nuestras principales fuentes, que
aportan muchos más datos sobre este reinado y el de su hijo Recaredo que para el resto, por lo que no podemos descartar
que otros monarcas hubiesen actuado de manera similar.
32 Para el reinado de Agila: Isid. Hisp., Hist. 45. Para el caso de Atanagildo, sirva como ejemplo Greg. Tur., DLH
IV, 8. Aquí también deberíamos destacar el caso de Teudis, aunque las noticias relativas a su reinado y, en particular, a su
actividad militar son muy escasas, destacando su campaña en el enclave de Septem (Ceuta). Isid. Hisp., Hist. 42.
33 De las campañas de Witerico, se dice que culminaron en derrota para el visigodo. Isid. Hisp., Hist. 58. Gundemaro
llevó a cabo dos campañas militares en dos años de reinado. Isid. Hisp., Hist. 59. Para el caso de Suintila, Isid. Hisp., Hist.
63. Sobre la expedición de Chindasvinto, Moreno Resano, 2011: 304, quien intuyó aquí una intencionalidad similar a la
aquí defendida. Sobre la campaña de Wamba, Iul. Tol., Hist. Wamb. 9. Isla, 2010: 46; Parra Romo, 2018: 223. Para el caso
de Egica, Iul. Tol., Progn. Fut. saec. lib. tres Praef., 80-82. Isla, 2010: 66-67. Para el caso de Rodrigo, véase ibidem: 117.
Es posible que Chintila se hubiese visto obligado también a emprender campañas similares, también durante sus primeros
años de reinado, las cuales se intuyen en Braul. Caesar., Confess. uel profess. d. Iudeor. ciuit. Tol. 104-107. Quizás el
canon3delConciliodeMérida,celebradoentiemposdeRecesvinto,seestéreriendoenparteaestetipodeofensivas
visigodas cuando alude a la partida del rey y el ejército a la batalla. Conc. Emer. (a. 666) c. 3.
34 Pongamos como ejemplo el caso de Wamba, a quien la revuelta de Paulo le sorprendió en su campaña ofensiva
contra los vascones. Iul. Tol., Hist. Wamb.
35 Se inclinan por esta idea: Novo Guisán, 1992: 71; Halsall, 2003: 63; Petersen, 2013: 164. Tengamos en cuenta que
en muchas ocasiones la difusión escrita de tales campañas obedeció a intereses ideológicos como era el persuadir a los
sectores aristocráticos opositores de no organizar conjuras contra el monarca reinante. La Historia Wambae quizás resulte
el caso más paradigmático al respecto. Ruchesi, 2018-2019: 73. Véase también Martínez Pizarro, 2005.
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al grupo armado visigodo y seguir a su rey a la batalla. Para ello, era necesario persuadir a las
tropasdequeelconictopodíaresultarlesbenecioso,másalládelasmotivacionespersona-
les del monarca. La motivación colectiva no era una cuestión baladí, sino que era fundamental
para lograr una convocatoria efectiva del grupo armado en las campañas de naturaleza ofensi-
va. Ello se debe a que la participación en este tipo de expediciones era voluntaria. No debemos
por tanto confundir las campañas ofensivas con aquellas destinadas a la defensa del reino36,
en las que sí era obligatoria una participación masiva de los hombres libres del reino y, en es-
pecial de la aristocracia guerrera del reino37. Este factor de voluntariedad no fue sin embargo
respondido con pasividad por parte de las tropas. Al contrario, la ausencia de medidas legales
dirigidas a fomentar la participación en las expediciones ofensivas apunta a una satisfactoria
movilización del ejército. Es cierto que tampoco se requería una ingente masa militar, sino
que, tal y como aplica R. Van Dam para el caso merovingio, la guerra se habría llevado a cabo
por grupos pequeños, siendo muy excepcionales los enfrentamientos de gran envergadura38.
La propia idea de voluntariedad es matizable, siendo fundamentalmente aplicable a la
aristocracia militar del reino. Ello se debe a la propia naturaleza del ejército visigodo39, con-
formado desde momentos bastante tempranos por la suma de las comitivas armadas privadas
de la aristocracia militar del reino. Como resultado, las fuerzas militares visigodas constituían
un cuerpo heterogéneo y, en consecuencia, profesionalizado en grado desigual40. La incidencia
central de los ejércitos privados queda patente desde el siglo VI41, tal y como revela Teudis y
su preocupación, desde antes incluso de acceder al trono, por aglutinar en torno a su persona
y bajo su directa dependencia un poderoso cuerpo militar. No rechazamos incluso que esta
necesidad hubiese motivado en última instancia su matrimonio con una rica aristócrata hispa-
norromana42. Por otro lado, no hay nada que induzca a pensar en la pervivencia de un ejército
visigodo asalariado durante el siglo VI43, especialmente atendiendo al hecho de que, desde an-
tes incluso de la caída del Imperio, los ejércitos privados y los factores personales empezaron
a determinar las dinámicas militares en Occidente44. Sí podemos aceptar la existencia de un
cuerpo militar permanente45, pero únicamente aquel radicado en las plazas fuertes situadas en
puntos estratégicos fundamentales para la defensa del reino. Sin embargo, creemos que tam-
36 Presentando una distinción más o menos similar, Isla, 2010: 47-49.
37 EsaestasúltimasalasqueseestaríanreriendolasleyesmilitaresdeWamba,ErvigioyEgica.LV, V, 7, 19; IX,
2, 8-9. Sobre estas, véase Isla, 2010; Díaz, 2012: 190-201.
38 Van Dam, 2005: 211. Véase también Reuter, 1997.
39 La composición del ejército visigodo se encontraba íntimamente ligada a las dinámicas sociales del momento.
Véase Pérez Sánchez, 1989. Esta relación entre el elemento militar y la sociedad en el Occidente post-romano articuló el
trabajo de Halsall, 2003. Por otro lado, debemos asumir para los momentos tratados una composición mixta del ejército
visigodo, es decir, con elementos godos y romanos. Isla, 2010: 18-20. Sobre la organización del ejército visigodo, véase
también Sánchez-Albornoz, 1970. Para cuestiones de intendencia y estrategia militar, véase Parra Romo, 2018.
40 Sánchez-Albornoz,1970:35-38;BarberoyVigil,1978:44-52;Isla,2010:87;Díaz,2012:189.Unaconrmación
de estas dinámicas la encontramos en el epígrafe de Opilano. Moreno Resano, 2011: 305.
41 Isla, 2010: 67-88, donde se analiza el funcionamiento de los ejércitos privados durante los siglos VI y VII. Cen-
trándose por su parte en el siglo VI, Petersen, 2013: 58-69.
42 Procop., BG V, 12. Isla, 2010: 75.
43 Algunos sectores de la historiografía han defendido la coexistencia entre estas y un ejército regular y profesional
de carácter público para la sexta centuria, considerando la imposición de las dinámicas privadas sobre las públicas única-
mente a partir del siglo VII. Pérez Sánchez, 1989: 117. Sin embargo, tales ideas dan por sentado la vigencia de un férreo
principio de gobierno público durante el siglo VI y que, únicamente en virtud de él y dando continuidad a las dinámicas
tardorromanas,existíauncuerpoarmadosobreelqueelmonarcadecidíaydisponía.Otros,porelcontrario,deendenel
proceso contrario al atribuir la creación de un ejército profesional y permanente a partir de los reinados de Leovigildo y
Recaredo. Osborne, 2018-2019.
44 Lécrivain, 1890: 271-272. Para el caso hispano, véase Sanz, 1986.
45 Sánchez-Albornoz, 1970: 13-15; Pérez Sánchez, 1989: 117.
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poco se trataban de tropas asalariadas, sino que las dinámicas privadas pudieron reproducirse
también en este caso, con un cargo militar que se hacía cargo de la defensa del lugar con sus
hombres y a partir de las tierras que el rey le entregaba a cambio de su servicio46. Es en esta
tipología en la que enmarcamos la entrega regia de tierras en la región del Bierzo al cuñado
deFructuososopretextodeemplearlasparasufragarlosgastosgeneradosporlas−aquíde-
nominadas−expedicionespúblicas,lascualesconsideramosenestecasoaccionesdefensivas
dirigidas a hacer frente a posibles incursiones de los pueblos del norte47.
De esta manera, el ejército que participaba en las expediciones ofensivas del monarca
estaría conformado principalmente por la mesnada real, es decir, sus dependientes directos, y
por los integrantes de las comitivas privadas de la aristocracia militar del reino que acudía a
la llamada del rey48. Era por tanto esta aristocracia guerrera la que tenía la libertad de elegir si
participaba en las expediciones, no así los integrantes de su grupo armado, cuyos vínculos de
dependencia con su señor les habrían privado de cierta capacidad de decisión49. En consecuen-
cia, los reyes únicamente podían conseguir la participación activa de los potentes si estos veían
uninterésyunbenecioenlaactividadmilitar.Comoapuntamosanteriormente,lasmotiva-
ciones colectivas con la guerra ofensiva, en este caso de la aristocracia, muchas veces tenían
poco que ver con las de los reyes que impulsaban las distintas expediciones. Entonces, ¿qué
lanzaba al grupo militar a seguir a su rex a la batalla? Aquí debemos valorar la incidencia de
dos factores, por un lado, el fomento de una idea de alteridad y, por otro, el deseo de obtención
de un sustancioso botín de guerra.
La elección de un agente de alteridad era fundamental para lograr desviar la atención de
lacompetenciainternaylanzaralaaristocraciaalabatalla.Andecuentas,laexacerbación
de las identidades antagónicas tenía la capacidad de minimizar las diferencias internas en el
seno de un grupo50, al mismo tiempo que hacían más atractivas las ofensivas militares. En este
punto, los monarcas habrían presentado las campañas en clave de venganza por ataques pre-
vios del enemigo51;aunquelapropiaideadealteridadhabríasidounajusticaciónsuciente
para emprender iniciativas militares contra un objetivo externo. A la hora de seleccionar tales
enemigos, el espacio peninsular ofrecía una amplia nómina de grupos y pueblos ajenos a los
visigodos, y por tanto proclives de servir a tal efecto. Entre estos, el actor imperial, que estuvo
presente en el escenario hispano desde mediados del siglo V hasta su expulsión en el primer
tercio del siglo VII52, constituyó un agente de alteridad consolidado en el imaginario colectivo
como enemigo histórico de los godos53. No en vano Leovigildo lo escogió como el primero
46 EsposiblequeIsidoroseestuvierareriendoaestascuandoaludealpagodeunstipendium por servicios militares.
Isid. Hisp., Etym. V, 7, 1.
47 Vit. Fruct. 3, 6-11. Otra lectura en Sánchez-Albornoz, 1970: 39-41.
48 En una línea más o menos similar, Reuter, 1997. Esta distinción se aplicó en su día para el contexto bajoimperial.
Lécrivain, 1890: 267. Observamos un reconocimiento legal temprano de las comitivas armadas privadas en CE, 310. Tes-
timoniando la existencia de estos séquitos privados en época tolosana, Sid. Apoll., Epist. I, 2, 9. Véase Heather, 1998: 200.
En momentos más tardíos, a estas convocatorias habrían acudido ante todo los componentes palatinos de la aristocracia
visigodajuntoasuscomitivasprivadas.Isla,2010:47-49.UnaconrmaciónaestacomposiciónlaencontramosenIul.
Tol., Hist. Wamb. 9, 168-170. En un plano general, profundiza en los mecanismos de reclutamiento militar en el mundo
post-imperial, Halsall, 2003: 40-70.
49 Consideramos que la ley que regula los castigos impuestos sobre aquellos que intentaban liberarse del reclutamien-
tomilitarseestaríareriendoaestosefectivos.LV, IX, 2, 5.
50 Smith, 1981: 391.
51 Remarca la venganza como móvil militar, Otterbein, 2009: 4, 36. Es posible que fuera a consecuencia de este tipo
de acciones previas por las que los visigodos catalogaron a los cantabri como peruasores, en el sentido de «invasores».
Ioh. Bicl., Chron. 32.VéaseDiegoSantos,1979:25;SayasAbengochea, 1988:196;Díaz,2006:48.Así sejusticala
campaña de Suintila contra los vascones. Isid. Hisp., Hist. 63. Presentamos más evidencias al respecto infra.
52 Sobre la dominación imperial en Hispania, Vizcaíno Sánchez, 2009; Vallejo Girvés, 2012.
53 Paraunreejoenlasfuentesdeestaidea,véaseHillgarth,1970:275-277.
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de sus objetivos militares54. Junto a los romanos orientales, había otros pueblos contra los
cualeslosvisigodosdirigieronsusesfuerzosmilitares.Andecuentas,noconveníapresionar
en exceso al Imperio para evitar una contundente respuesta de Constantinopla, más cuando
había otros grupos que podían desempeñar la misma función. Entre estos, el más perceptible
en la memoria colectiva visigoda era el de los vascones, un pueblo que, aunque las fuentes lo
engloban bajo un mismo etnónimo, en ningún momento actuó de forma cohesionada o poseyó
una conciencia clara de sus particularidades55. Por extensión su territorio habría carecido de
unadelimitaciónydeunaarticulacióninternabiendenidas56. Sin embargo, el empleo de una
única etiqueta, adoptada por los autores a partir de referentes antiguos que poco o nada tenían
que ver con las sociedades descritas57, reforzaba la percepción de alteridad. Una situación si-
milar se habría reproducido en el caso de los sappos de la Sabaria, de cuya existencia tenemos
únicamente constancia a partir de una campaña de Leovigildo58. En este caso consideramos
que la propia idea de alteridad hacia este colectivo no fue más que un constructo literario, un
recurso retórico, en este caso de Juan de Bíclaro, que adoptó un discurso étnico tomado de
tiempos imperiales. Siguiendo tales presupuestos, cabe la posibilidad de que los sappos no
hubiesen tenido nunca la sensación de pertenencia a una comunidad étnica diferenciada del
resto de la población hispana. En este sentido, las etiquetas étnicas habrían sido únicamente un
mero cultismo instrumentalizado para exacerbar una idea de alteridad respecto a los visigodos
y, así, facilitar y legitimar acciones militares contra tales colectivos59. Es por esta razón por la
cualestosetnónimosaparecenantetodoencontextosdetensiónyconictoconestosgrupos60.
La única certeza más o menos segura en torno a los sappos es que se trataban de comunidades
que se habían desarrollado de forma independiente hasta el reinado de Leovigildo, no tanto por
incapacidad para absorberlas, sino simplemente por indiferencia por parte del poder central
visigodo61. La misma situación le atribuimos a otros grupos que aparecen en estos contextos
deconictoconlosvisigodos,comoeselcasodelosrucones,asimiladosalosluggones de
época altoimperial, y los astures62.
Con todo, estimamos que el factor de alteridad desempeñó únicamente un papel relativo
a la hora de lanzar a los visigodos a emprender expediciones militares ofensivas. En su lugar,
creemos que el principal acicate era de orden material, como era el deseo de obtener un nutrido
botín de guerra63.Andecuentas,desdetiempostardorromanos64, el pillaje constituyó una
54 Ioh. Bicl., Chron. 12; 17; Isid. Hisp., Hist. 49.
55 Véase Sayas Abengochea, 1987: 64-67; Collins, 1984: 8.
56 De Brestian, 2011; Moreno Resano, 2015: 354-356.
57 De Brestian, 2011: 285.
58 Ioh. Bicl., Chron. 27. Su localización sigue siendo una incógnita para la historiografía, aunque hay un cierto con-
senso en situarla entre las actuales provincias de Salamanca, Zamora y el noreste de Portugal. Sobre esta problemática,
véase Díaz, 1997: 267; Martín Viso, 2002: 33; García Moreno, 2008: 57.
59 Martín Viso, 2006: 129. En otras palabras, «they sometimes saw the gentes which no longer existed but which they
expected to see». Garipzanov et alii, 2008: 4. Véase también Descola, 1996: 183.
60 Martín Viso, 2006: 129, quien aplica esta idea al caso vascón. No descartamos que tales comunidades hubiesen
mostrado un mínimo de cohesión, aunque consideramos que esta, en caso de haberse producido, emergió a raíz de ese
contexto de tensión con los visigodos. Véase Descola, 1996: 174.
61 Esta indiferencia ha sido advertida también en Martín Viso, 2002: 32.
62 Isid. Hisp., Hist. 61. Sobre tales colectivos, véase Diego Santos, 1979; Novo Guisán, 1992; Besga Marroquín,
1983; Menéndez Bueyes, 2001.
63 Algunos historiadores han intuido la importancia del botín en la sociedad visigoda, aunque en ningún momento lo
hanabordadodemaneraespecíca.VéaseMartin,2003:290-291;Innes,2007:222;MorenoResano,2011:308;Sarris,
2011:189-192.Elcarácterpredatoriodeestascampañascontralospueblospeninsularesencuentraunaconrmaciónenel
célebre epígrafe de Opilano, quien murió realizando este tipo de acciones de pillaje. ICERV, 284. Véase Moreno Resano,
2011:305.Paraunavaloraciónhistoriográcadelbotíndeguerraenestoscontextos,véaseKeller,2018.
64 Véase Carrié, 1995.
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de las mejores y más rápidas maneras de obtener fortuna, constituyendo la principal remu-
neración que recibían las tropas por sus servicios militares65. Esta remuneración a partir del
producto obtenido como botín de guerra añadía un plus de motivación a las tropas, puesto que
el pago dependía en exclusiva de lo que las tropas fuesen capturando en el transcurso de las
expediciones66. La propia legislación deja constancia de la importancia del pillaje para la so-
ciedad visigoda desde los tiempos de Eurico67, al igual que la obra de Isidoro de Sevilla, quien
dedica un apartado de sus Etymologiae a desglosar exhaustivamente las distintas variantes
terminológicas de botín y pillaje68.
El botín de guerra no tenía únicamente un valor económico, sino también uno simbólico, al
constituir la prueba visible del mérito y, por extensión, del prestigio militar de un determinado
individuo69. Es aquí donde radicaba el valor principal de las riquezas muebles obtenidas duran-
te las acciones de saqueo70. Esta rentabilidad de las campañas militares, ya fuera en términos
económicos o simbólicos71, explica que fuesen los propios señores los que sufragasen el coste
del equipamiento militar de sus hombres72. Si hubiese regido el interés público sobre el priva-
do, lo más normal habría sido que estos hubiesen exigido al monarca el coste de tales gastos.
La monarquía se habría encargado únicamente del abastecimiento en el transcurso de la cam-
paña, siendo aquí donde radicaba la utilidad de la annona militar referida en la legislación73.
Porotrolado,estasansiasdebotínhabríandicultadoalosreyeselcontroldelastropasenel
transcurso de las expediciones militares, que se lanzaban al saqueo sin reparar en si se trataban
de los territorios del reino o del enemigo. Para responder contra este tipo de acciones, se es-
tablecieron una serie de penas para aquellos que sometiesen a pillaje el espacio del regnum74;
medidasquealmismotiempoconrmanlapreocupacióndelamonarquíapordesviartodala
acción militar hacia agentes de alteridad.
La depraedatio se caracterizaba por la destrucción de los cultivos y las casas, la toma
de prisioneros de guerra y el robo de ganado75, entre otras riquezas muebles no concretadas
normalmente en las fuentes76. Sin embargo, el bien más cotizado habría sido la tierra, conside-
65 Grierson, 1959; Brown, 2012: 395.
66 De forma complementaria, las tropas recibían en ocasiones las indemnizaciones económicas que debían pagar
aquellosqueintentasendesertaryaquellosocialesquelopermitiesen.LV, IX, 2, 1.
67 CE, 323; LV, IV, 5, 5.
68 Isid. Hisp., Etym. V, 7, 2.
69 Jucker, 2009; Keller, 2013: 23-24.
70 TalycomoarmaLeJan,2011:81,«lesrichessesacquisesparlaprédation,parlepillageoulebutinpeuventavoir
dufaitmêmedeleurmoded’acquisition‘viriletguerrier’unevaleurspéciquefaired’euxdesobjetsprécieux,ausens
anthropologique du terme».
71 No debemos menospreciar la rentabilidad simbólica de la guerra y del botín obtenido en ella, aunque el valor
económicodelosbienesfuesemenor.VéaseHalsall,2018:66.Talycomoarmaesteautor(ibidem: 55-58), aunque el
benecioeconómicofueserelativo, esteveníacompensadoporelcapitalsimbólicoque reportabantalesbienes.Véase
también Sarti, 2018: 190.
72 LV, V, 3, 1-2; IX, 2, 9. Moreno Resano, 2011: 313-314 relativiza esta rentabilidad.
73 LV, IX, 2, 6. Sánchez-Albornoz, 1970: 11-12; Pérez Sánchez, 1989: 118.
74 LV, VIII, 1, 6; VIII, 1, 9-11. Isidoro de Sevilla deslegitima este tipo de saqueos en el interior de las fronteras del
reino. Isid. Hisp., Etym. X,219.VéaseKeller,2018:21.JuliándeToledoponedemaniestotalesdicultadesdecontrol
de las tropas. Iul. Tol., Hist. Wamb. 10.
75 Testimoniando la devastación de los territorios atacados, Greg. Tur., DLH, IX, 7; Isid. Hisp., Hist. 59; Iul. Tol.,
Hist. Wamb. 10. Recogiendo la toma de prisioneros como parte del botín de guerra: Ioh. Bicl., Chron. 35; Greg. Tur., DLH
VIII, 30; IX, 7; IX, 31; Isid. Hisp., Hist. 58; 61-62; Iul. Tol., Hist. Wamb. 10-11; 27. Estos prisioneros estarían destinados
bien al intercambio por un rescate o por otro prisionero de guerra, o bien a convertirse en esclavos o en esposas en el caso
de las mujeres. Véase, Lenski, 2011; Joye, 2010; Sarti, 2018: 182-184. Mencionando el botín en forma de ganado: Greg.
Tur., DLH, IX, 7; L V, VIII, 1, 6; Iul. Tol., Hist. Wamb., 27.
76 Greg. Tur., DLH IX, 31. Los bienes preciosos habrían formado parte del botín de guerra. Evidencia de ello la en-
contramos en Iul. Tol., Hist. Wamb. 11; 26.
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rada parte integrante del botín obtenido77. Es aquí donde enmarcamos la conquista territorial,
al estar implícita en muchos casos en las acciones de pillaje78. Es en este sentido en el que
entendemos por qué la expansión territorial visigoda en la Península no se llevó a cabo como
un objetivo en sí mismo, sino como una consecuencia colateral derivada de intereses mucho
más inmediatos como era la consecución de un sustancioso botín de guerra y, como parte del
mismo, de nuevas tierras que pudieran ser redistribuidas entre la aristocracia guerrera del
reino. Este es el objetivo que habría subyacido ante todo con la toma de Sevilla por parte de
Atanagildo79, o del enclave de Assidona (Medina Sidonia)80, de Córdoba81, de los Montes Are-
genses82, de la Orospeda83 y del reino suevo en tiempos de Leovigildo84. Con una idea similar
se habrían retomado también las expediciones de conquista sobre las posesiones imperiales
a partir del reinado de Sisebuto85. A pesar de lo que se suele pensar, es posible que sus aspi-
raciones hubiesen sido bastante limitadas y que, por tanto, no hubiese perseguido ni mucho
menos el dominio completo de la Spania bizantina. Los objetivos minimalistas de Sisebuto,
limitados a la obtención de un botín de guerra mixto, en forma de tierras, prisioneros de gue-
rra y otras riquezas muebles86,encuentrasuconrmaciónenelvirajequehizodesupolítica
hacia el Imperio y sus enclaves peninsulares. El monarca cesó sus acciones de conquista sobre
el sureste peninsular a raíz de unas negociaciones en torno a la liberación de prisioneros de
guerra87. Todo ello a pesar de que el contexto era propicio para concluir la conquista de la
Spania imperial, puesto que los efectivos militares imperiales radicados en la Península en
estos momentos no eran numerosos88. Más allá de que las fuentes dibujen este viraje político
como un acto de la magnanimidad regia o a causa del alto número de víctimas con los que se
saldaronlosenfrentamientos,lociertoesqueSisebutodejódeverbeneciosenestasacciones
de conquista sobre el Imperio, concretamente en un momento en el que disfrutaba de cierta
77 Isid. Hisp., Etym. X, 219; XV, 13, 5. Véase Innes, 2006: 64.
78 Un ejemplo de ello lo constituyen las campañas de Leovigildo contra la Sabaria, el senior loci Aspidio y el reino
suevo, acciones en las que se alude al saqueo, pero también a la integración del territorio en el regnum Gothorum. Ioh.
Bicl., Chron. 27; 32; 35; 72. Se pone también en relación la conquista con la obtención de riquezas en Isid. Hisp., Hist. 49.
TalycomoarmaCosentino,2018:211aplicadoalconjuntodelOccidentepost-romano,«theprevailingmodelwasone
that entailed the expropriation of portions of the defeated peoples’ landed property by the victors». Véase Bossen, 2006a:
241, 253.
79 Chron. Caesar. 6a.
80 Ioh. Bicl., Chron. 17. En este caso también pudieron subyacer unas motivaciones estratégicas dirigidas a privar a
los imperiales de una plaza proclive a ser empleada en momentos puntuales como lanzadera militar contra los visigodos.
81 Ioh. Bicl., Chron. 20.Sutomasejusticaapartirdelasupuestaactitudrebeldedelaciudad,aunquenotenemos
constancia de su integración previa en el regnum. La misma idea es aplicable al conjunto del territorio bético, sobre el cual
lainuenciavisigodadebiódesermínimayocasional,almenoshastalostiemposdeLeovigildo.Hastaentoncesdebió
de tratarse de un espacio gobernado por poderes locales autónomos. Así se posicionan también, Hillgarth, 1985: 495;
Kulikowski, 2004.
82 Ioh. Bicl., Chron. 35. La localización de los susodichos montes constituye una cuestión lejos de estar resuelta, sin
encontrar consenso entre la historiografía. Para una propuesta reciente, véase Díaz, 2011: 189-190.
83 Ioh. Bicl., Chron. 46. Su localización genera no pocos interrogantes, aunque hay consenso en situarla en el cua-
drante sudoriental de la península ibérica. Véase Poveda Navarro, 1991: 615; Díaz, 2004: 54-55; García Moreno, 2008:
78; Vallejo Girvés, 2012: 230-231.
84 Ioh. Bicl., Chron. 72; 75; Isid. Hisp., Chron. 407; Hist. 92. En este caso, sin embargo, pudieron subyacer otras
razones, de tipo político fundamentalmente, que requieren un estudio individualizado en investigaciones futuras.
85 Isid. Hisp., Chron. 415; Hist. 61; Fredeg., Chron. IV, 33. Wood, 2010: 318. Tales campañas vinieron facilitadas
por el traslado paulatino de tropas imperiales al convulso frente oriental. Ibidem: 335. Es posible que el enclave de Málaga
hubiese caído en manos visigodas en estos momentos. Barbero, 1989: 185.
86 LacapturadeprisioneroseneltranscursodeestascampañasencuentrasuconrmaciónenEp. Wisig. II.
87 Ep. Wisig. II; Isid. Hisp., Hist. 61.
88 Los contingentes bizantinos no debían de superar los 5000 efectivos. Nos basamos en las estimaciones de Vallejo
Girvés, 2012: 334; Vizcaíno Sánchez, 2013: 281.
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fortaleza en su posición89. Finalmente, Suintila se apropió del resto de enclaves bajo dominio
bizantino90, quizás por las mismas razones. De todas formas, después del reinado de Sisebuto,
pocos habrían sido los enclaves que permanecían bajo dominio imperial91.
Las expediciones ofensivas no tenían que ir necesariamente encaminadas a la adquisición
de un botín en forma de tierras, sino que estas podían limitarse a la toma de riquezas en for-
ma de bienes muebles o prisioneros de guerra92. Este habría sido el caso, por ejemplo, de la
desafortunada expedición de Agila contra Córdoba93, o las posteriores de Atanagildo contra el
mismo enclave94. En un sentido similar interpretamos aquellas campañas de Leovigildo que
no se saldaron con la toma de nuevos territorios95. En el caso de la campaña de Witerico contra
Sagontia se dice que esta se saldó únicamente con la toma de prisioneros96. Una impresión si-
milar obtenemos del reinado de su sucesor, Gundemaro, de quien se dice que saqueó y devastó
el territorio de los vascones y atacó a los imperiales97. No se percibe, por tanto, una actitud de
conquista del territorio, tampoco en las expediciones militares de Sisebuto y Suintila contra
los pueblos del norte98. Después de la toma de la Spania bizantina, y hasta la caída del reino,
podemosconsiderarquetodaslascampañasdirigidascontraestostuvieronesten99.
Sobre el papel del monarca en la distribución del botín, pocas son las evidencias al respec-
to, aunque debemos suponer que en un momento dado los reyes se atribuyeron plenas atribu-
ciones redistributivas sobre el mismo, que repartirían entre su comitiva armada directa y entre
la aristocracia que le seguía a las expediciones con sus respectivos séquitos100. En todo este
proceso,losreyesmáshábilessehabríanaseguradoapropiarseparasímismosyparaelsco
de una parte importante del producto de los pillajes101. Por tanto, la instrumentalización regia
de la guerra pasaba también por enriquecerse más que el resto en el proceso redistributivo del
botín de guerra102.Despuésdelmonarca,laprincipalbeneciadaenlosrepartoshabríasidola
aristocraciamilitargoda,especialmenteenloqueatierrassereere103, dado que la redistribu-
ción del botín se hacía de forma equitativa en función de la condición del receptor y del mérito
en el campo de batalla104. A esto se le sumarían los derechos sobre el botín de guerra adquirido
89 Sobre los mecanismos empleados para su consecución, véase Valverde Castro, 2000: 264-265.
90 Isid. Hisp., Chron. 416b; Hist., 62.
91 Vallejo Girvés, 2012: 334-368.
92 Desde una perspectiva antropológica, véase Cohen, 1984: 336.
93 Isid. Hisp., Hist. 45. Desde la arqueología se ha observado una correlación cronológica entre los proyectos de
reforzamiento defensivo de la ciudad con las campañas de Agila. Hidalgo Prieto, 2005: 405-406.
94 Chron. Caesar. 6a.
95 Ioh. Bicl., Chron. 12; 35; 38; 60; Greg. Tur., In Glor. Confess, 12. Aduce una motivación similar para la primera de
las campañas: Martin, 2003: 288. Proponiendo distintas propuestas sobre la posible extensión del territorio de Cantabria,
Castellanos, 1994: 127; García González, 1995: 183; Martín Viso, 1999: 156; Díaz, 2006; García Moreno, 2008: 64-66.
96 Isid. Hisp., Hist. 58. Rechaza también la toma del enclave por parte visigoda: Velázquez, 2000: 592. Para esta
campaña, el monarca aprovechó un contexto de debilidad militar del Imperio en la Península. Véase Vallejo Girvés, 2012:
323.
97 Isid. Hisp., Hist. 59.
98 Isid. Hisp., Hist. 61; 63; Siseb., Epist. Siseb. reg. Goth. Missa ad Isid. de Libr. Rot. 5-8.
99 Estas campañas han sido mencionadas supra.
100 Una de las pocas certezas que podemos extraer de las fuentes es que los bienes entregados como botín de guerra
tenían una consideración diferente a aquellos entregados a la aristocracia en forma de regalos. LV, IV, 5, 5.
101 Isid. Hisp., Etym. V, 7, 2. Leovigildo constituye, de nuevo, el mejor ejemplo al respecto. Valverde Castro, 2000:
144. Isidoro de Sevilla pone en relación la actividad militar de este monarca con su enriquecimiento personal. Isid. Hisp.,
Hist.49;51.Sobreelenriquecimientodelscoporlavíamilitar,Isid.Hisp.,Hist. 49. Sobre el enriquecimiento de los
gobernantes en un plano general, véase Sarti, 2018: 185.
102 Hardt, 1998: 267; Valverde Castro, 2011: 267.
103 Barbero y Vigil, 1978: 38.
104 Isid. Hisp., Etym. V, 7, 2; XVIII, 2, 8.
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por sus siervos y dependientes105. Por ello se entiende que habrían sido las élites militares
visigodas las más interesadas en que las expediciones ofensivas se sucediesen con mayor
regularidad, siendo responsabilidad del monarca de turno promoverlas. De hecho, debemos
suponer que cuanto mayor fuera el botín en juego, mayor éxito habría tenido el gobernante de
turno en la llamada a armas.
A consecuencia precisamente del interés que revistieron siempre este tipo de acciones,
tanto para la monarquía como para la aristocracia, estas se siguieron llevando a cabo con cierta
regularidad, también en momentos tardíos. Para estos momentos, concretamente después de la
conquista de los últimos enclaves bizantinos, la tierra dejó de formar parte del botín, pero no
por ello este dejó de ser ambicionado106. A partir de entonces, el objetivo principal de los visi-
godos fueron los pueblos del norte, los cuales consideramos que no fueron plenamente in-
tegrados en el reino visigodo en ningún momento de su historia107. Es cierto que las fuentes
aluden, por ejemplo, en el caso de Cantabria a una conquista territorial con Leovigildo108, pero
también lo hacen durante el reinado de Sisebuto109. Asimismo, también en tiempos de este úl-
timo,seaplicaelcalicativoderebellantes para etiquetar a algunos de estos pueblos, siendo
este el caso de los astures, dando la impresión de que hasta ese momento este pueblo había
formado parte integrante del reino desde las campañas de Leovigildo110. No rechazamos la im-
posición visigoda sobre tales gentes, pero no creemos que esta supusiera una plena conquista
territorial. No se tiene constancia de cecas permanentes o de una densa red diocesana radicadas
en estas zonas como para pensar en una mínima penetración del poder visigodo sobre tales
territorios111. De hecho, fuentes tardías, como la Historia Wambae, transmiten la idea de que la
Cantabria, al menos alguna de sus partes, constituía una parte ajena al reino112.
A nuestro parecer, la dominación impuesta sobre los pueblos del norte no habría pasado del
mero régimen tributario, más puntual que regular, a la manera que los merovingios impusieron
sobre los pueblos situados en su periferia, sin que estos formasen plenamente parte del regnum
Francorum113. Los visigodos habrían optado especialmente por imponer este régimen como
castigo a razzias de estos pueblos, eso sí, siempre después de una campaña de pillaje dirigida
desde Toledo114. Quizás el caso más elocuente al respecto sea el de los vascones115, un pueblo
105 La legislación establece que la propiedad última del botín obtenido por estos correspondía al señor. LV, IV, 2, 15;
V, 3, 1-2.
106 Asíloreejan:Iul.Tol.,Hist. Wamb. 10; 18; 27. El carácter más o menos regular de las expediciones militares de
pillajequedatambiéndemaniestoenotraleydeRecesvintoqueregulalatransmisiónhereditariadelosbienesadquiri-
dos como botín de guerra. LV, IV, 2, 16. Este fenómeno no fue exclusivo de la sociedad visigoda, sino que se reprodujo en
otros reinos del Occidente altomedieval. Véase Steuer, 2006: 227-236.
107 Defendiendo la ausencia de un control real visigodo del septentrión peninsular, Barbero y Vigil, 2012: 35-48.
108 Ioh. Bicl., Chron. 32; Braul. Caesar., VSA 26
109 Fredeg., Chron. IV, 33.
110 Así lo creen, por ejemplo, Novo Guisán, 1992: 71; Ruiz Gutiérrez, 1999: 461-462.
111 Véase, Barbero y Vigil, 2012: 57-59; Poveda Arias, 2017: 87-90.
112 Iul. Tol., Hist. Wambae, IX, 171-175.
113 Keller, 2013.
114 Ponen en evidencia acciones de rapiña por parte de cántabros y vascones: Isid. Hisp., Etym. IX, 2, 113; Taius,
Epist. praef. ad Quiric. Barcinon. ep. 2; Braul. Caesar., Epist., II; Chron. Moz. a. 754, 27. Véase, Barbero y Vigil, 2012:
46; Besga Marroquín, 1983: 53-57. Tales incursiones vasconas habrían sido ante todo acciones independientes de de-
terminados líderes locales y no tanto iniciativas coordinadas entre las distintas comunidades del territorio. De Brestian,
2011: 297. Las expediciones de respuesta habrían servido además como forma de reivindicación de la supremacía militar
visigoda sobre estas gentes y, con ello, disuadirlas de emprender futuras razzias. Véase Keegan, 1995.
115 Este sería el caso de las referidas campañas de Sisebuto y Suintila en el septentrión peninsular. Defendiendo la im-
posición de un régimen tributario a los vascones, Martín Viso, 2006: 131-133. Es posible que este hubiese sido el mismo
régimen al que sometieron a la Sabaria. Martín Viso, 2002: 33-34.
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que sabemos con cierta certeza que nunca se integró plenamente en el reino visigodo116. Dicho
régimenserenovaríadespuésdenuevosepisodiosconictivosydesaqueoentreambaspar-
tes117. La consecución de tales tributos habría sido perseguida especialmente por la monarquía,
al constituir un medio con el que nutrir sus arcas sin necesidad de una redistribución inmediata
de los ingresos, tal y como ocurría con el producto de los saqueos118. Pero obviamente los reyes
no podían privar a sus tropas, y en concreto a la aristocracia militar del reino, de las oportuni-
dades de obtención de riquezas y prestigio a partir de estas acciones de pillaje. Es posible que,
a consecuencia de esta necesidad, los monarcas visigodos hubiesen desistido de controlar de
formaefectivael septentriónpeninsularconelndenoperderlasoportunidadesde pillaje
que les ofrecían las poblaciones allí radicadas y, por tanto, dejando abierta una vía continua
para la obtención de botín119. Si aceptamos este punto de vista, la unidad del territorio hispano
bajo soberanía visigoda habría estado lejos de ser, no ya una pretensión, sino una realidad120.
4. CONCLUSIONES
A modo de conclusión, tal y como hemos pretendido exponer a lo largo de las páginas
anteriores, caben lecturas alternativas a la hora de valorar el proceso expansionista de los
visigodos en la península ibérica. Lejos de ver en el mismo la consecución de un proyecto
ideológico perseguido por la monarquía visigoda desde tiempos remotos, hemos analizado las
distintas campañas ofensivas emprendidas por los godos en Hispania desde el siglo VI como
una consecuencia de motivaciones mucho más inmediatas y minimalistas de la monarquía, por
un lado, y de la aristocracia guerrera, por otro. De esta manera, los reyes visigodos vieron en la
guerra un instrumento con el cual desviar las tensiones internas hacia objetivos externos, cohe-
sionar al grupo armado en torno al líder y, de esta manera, reforzar su posición en un ambiente
de constante competición por el poder. Advertimos, por tanto, que los intereses personales de
los distintos monarcas desempeñaron un papel de primer orden a la hora de lanzarse a em-
prender acciones militares de naturaleza ofensiva sobre las distintas regiones de la Península.
Sin embargo, en todo este proceso la monarquía no podía obviar los anhelos colectivos, en
especial aquellos de la aristocracia, si quería lograr una movilización efectiva de las tropas;
unos intereses que podían diferir, pero que podían converger en una misma vía: la guerra. La
aristocracia guerrera del reino vería de esta manera en las campañas de naturaleza ofensiva
contraagentesdealteridadunavíadeobtenerunimportantebenecioeconómicoysimbólico
a través de la obtención de un sustancioso botín de guerra. Este se convertía así en una forma
rápida de obtener fortuna, especialmente a través de la toma de nuevas tierras, y prestigio, del
cual las riquezas saqueadas constituía su principal exponente. En este esquema, la conquista de
nuevos territorios no fue nada más que una consecuencia de esas ansias de botín y gloria por
partedelaaristocraciavisigoda,peronoconstituyónuncaunnensímismo.Observamospor
116 Poniendo en evidencia la entidad autónoma de los vascones en el siglo VI, Ven. Fort., Carm. IX, 1; X, 19. Véase
Barbero y Vigil, 2012: 35-36; Martin, 2003: 291; Thompson, 2011: 186. Otra lectura en Besga Marroquín, 1983; Sayas
Abengochea, 1988: 70-71; García González, 1995: 185.
117 AsíquedademaniestoenIul.Tol.,Hist. Wambae, 10.
118 Es aquí donde habría radicado el interés de Leovigildo de no conquistar inicialmente el reino suevo, al que impuso
un tributo después de su primera campaña. Ioh. Bicl., Chron. 38.
119 Otro punto de vista en James, 1997. En el caso de su actitud con los vascones, se le sumaría un interés estratégico
pormantener una región-tapónentrelosfrancos yelreinovisigodo quedicultaseposiblesrazzias merovingias en el
regnum Gothorum, al menos por el sector pirenaico noroccidental. Martin, 2003: 290-291.
120 TalycomoponedemaniestoArce,2009:40,lapretendidaunicaciónpeninsularbajosoberaníavisigodanofue
másqueunacciónpropagandística.
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tanto que, a través de las aportaciones teóricas de la antropología, caben nuevas perspectivas
de estudio del proceso formativo del reino visigodo y, en general, de sus dinámicas militares.
Especialmente útiles han resultado estas a la hora de vislumbrar el determinismo de los con-
dicionantes sociales en la esfera militar. Sirva al menos este trabajo como acicate para seguir
abriendo nuevas vías de investigación en torno al estudio social de las dinámicas militares del
Occidente tardoantiguo y altomedieval.
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Recibido: 02-12-2019
Aceptado: 15-03-2020