En los albores de un nuevo milenio, caracterizado por un acelerado incremento en el desarrollo de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), una fuerte influencia de los procesos globalizadores, marcadas diferencias sociales, problemas de inequidad, diferencias económicas; pero sobre todo, graves rezagos educativos, los docentes no sólo debemos preocuparnos por enseñar, sino por formar alumnos capaces de sobrevivir en una sociedad de la información, del conocimiento múltiple y del aprendizaje continuo. Por ello, una reflexión en torno a la pertinencia de los tipos de gestión que se han desarrollado para hacer frente a esta sociedad dinámica, cambiante, demandante de una educación de calidad es más urgente que nunca. Trataré de hacer un análisis del actual modelo de gestión centrado en la satisfacción de necesidades de aprendizaje; propuesto en algunos países, entre ellos México, a partir de la Declaración Mundial sobre Educación para todos realizada de Jomtiem, Tailandia en 1990. Esta reflexión para efectos del presente artículo, la agruparemos en tres rubros: El tipo de aprendizaje que necesitan los alumnos. Las condiciones para llevarlo a cabo. El tipo de gestión necesaria para hacerlo posible. 1. ¿Qué necesitan aprender los alumnos? En una sociedad dinámica, cambiante a cada momento, en donde la información está a la vuelta de la esquina a través de muchos medios y en donde la caducidad de los conocimientos es cada día más corta; ya no es suficiente saber mucho; lo importante ahora es: "tener un repertorio de procedimientos y estrategias y la capacidad para seleccionar la más adecuada ante un problema específico" (Wells, 1990). Estos argumentos, nos dan una muestra de la necesidad de poner atención en el desarrollo de las habilidades y competencias básicas para el aprendizaje (Torres, 1998) más que en el aprendizaje de los contenidos educativos mismos. Necesitamos una gestión pedagógica diferente, capaz de crear las condiciones suficientes para que los alumnos sean artífices de su proceso de aprendizaje y el docente un facilitador de este proceso. Sin embargo, centrar la atención en el desarrollo de los procesos cognitivos de los alumnos alejándose de la importancia del aprendizaje de los contenidos, implica tener en cuenta algunas consideraciones (Pozo, 1997). En primer lugar, los docentes no cuentan en su mayoría con el tamiz teórico suficiente, para poner en práctica un proceso de enseñanza basado en el desarrollo de las competencias cognitivas. En segundo lugar, los efectos de una práctica pedagógica tradicionalista, cultivada y reforzada por varias décadas de estandarización hace difícil –por no decir que casi imposible-el establecimiento de una cultura y práctica docente diferente, que haga énfasis en la importancia de los estilos de aprendizaje y en las competencias didácticas para desarrollarlo. En tercer lugar, en todo el Sistema Educativo los esfuerzos por construir comunidades de aprendizaje o equipos de trabajo, sólo pueden contarse con los dedos de las manos y esta necesidad, es fundamental para la tarea que proponemos.