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OGIGIA-REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS HISPÁNICOS, 28 (2020): 141-163
ISSN 1887-3731
A vueltas con El Ángel del Hogar: el almanaque como
producto editorial femenino en el siglo XIX*
On El Ángel del Hogar: the Almanac as a Nineteenth
Century Feminine Editorial Product
CLAUDIA LORA MÁRQUEZ
Universidad de Cádiz
claudia.lora@uca.es
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-2038-3702
JUAN PEDRO MARTÍN VILLARREAL
Universidad de Cádiz
juanpedro.martin@uca.es
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-1682-9609
Recibido: 16.03.2020. Aceptado: 17.07.2020.
Cómo citar: Lora Márquez, Claudia y Martín Villarreal, Juan Pedro (2020). “A vueltas
con El Ángel del Hogar: el almanaque como producto editorial femenino en el siglo XIX”,
Ogigia. Revista electrónica de estudios hispánicos, 28: 141-163.
DOI: https://doi.org/10.24197/ogigia.28.2020.141-163
Resumen: El Almanaque del ángel del hogar compuesto por María del Pilar Sinués para el año
1866 constituye un testimonio excepcional del auge de las empresas editoriales comandadas por
mujeres en la segunda mitad del siglo XIX. Además, desde el punto de vista de la historia del libro,
supone toda una renovación en relación con la evolución del género del almanaque en España. Con
este trabajo esperamos ser capaces de aportar nuevos datos con los que pueda darse a conocer una
parte específica de esta producción, aquella destinada a un público femenino, la variedad de sus
contenidos y el alcance de su recepción.
Palabras clave: almanaques, prensa femenina decimonónica, ángel del hogar, lectoras, editoras.
Abstract: María del Pilar Sinués’ Almanaque del ángel del hogar, written for 1866, constitutes an
outstanding proof for the consideration of publishing enterprises lead by women in the Nineteenth
Century. Moreover, from the viewpoint of print culture, it entails an absolute renovation related to
the evolution of the genre of almanacks in Spain. Our research aims to provide new information on
the production of female-oriented almanacks, the diversity of their contents and their reception
range.
* Este artículo ha sido realizado en el marco del proyecto I+D+I del Plan Estatal de
Investigación Científica y Técnica y de Innovación “Almanaques literarios y pronósticos
astrológicos en España durante el siglo XVIII: estudio, edición y crítica (FFI2017-82179-
P) y gracias a la financiación de una ayuda FPU del Ministerio de Universidades.
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Keywords: almanacks, 19th century women’s press, the angel in the house, female readers, women
publishers
INTRODUCCIÓN
El papel que las mujeres desempeñaron durante el siglo XIX como
agentes culturales de influencia sobre el panorama literario español ha sido
escasamente estudiado. La dificultad de discernir el lugar que ocuparon en
negocios como editoriales, librerías o direcciones de periódico—debida,
sobre todo, a la imposibilidad de poseer negocios por sí mismas— hace
especialmente complejo calibrar cuál fue su verdadero peso en empresas
que, se intuye, recayeron en ocasiones casi enteramente sobre sus espaldas.
Poco a poco, los estudios sobre historia cultural de la edición han ido
despejando el camino para devolver al justo lugar que merecen a aquellas
mujeres que permitieron, si no romper con las barreras de género que
rodeaban el negocio literario, al menos sí debilitar estos muros para
convertirlos en espacios ambivalentes desde los que actuar como agentes
posibilitadores de un discurso público hecho por mujeres y capaz de
reflexionar, primero desde una moral autoimpuesta y más tarde de forma
más abierta, sobre la mujer como sujeto de derecho en la sociedad
española: las dinámicas autorales y editoriales de las mujeres se sitúan
dentro de una compleja dialéctica entre el deseo de ser, su propia imagen
y la necesidad de encajar en un molde social que determina la posibilidad
de expresarse públicamente y ser escuchadas (Morales Sánchez, Cantos
Casenave y Espigado Tocino, 2014).
El almanaque, publicación anual seriada destinada originalmente a
ofrecer informaciones prácticas en torno al tiempo y su repercusión en la
vida humana, experimentó en el Setecientos un distanciamiento progresivo
de estos contenidos que culminó en la posposición de su función utilitaria
en beneficio de otra clase de discursos adaptados a los intereses de un
público lector más numeroso y diversificado. El pujante negocio de la
prensa decimonónica atrajo hacia sí a estos folletos, que en ocasiones
llegaron a adoptar temas y estrategias de mercado propios del periodismo.
En este contexto, los almanaques femeninos —o almanaques rosa
(Luporini, 1999)— constituyen un segmento bibliográfico específico
cuyos rasgos editoriales y textuales permiten profundizar en las redes de
producción, difusión y recepción de la literatura destinada a mujeres.
Asimismo, la labor directiva ejercida por ciertas escritoras en este medio
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ilustra un episodio de la historia cultural española que merece una atención
pormenorizada.
1. BREVE HISTORIA DEL ALMANAQUE Y DE SU RELACIÓN CON EL
NEGOCIO PERIODÍSTICO
El almanaque, entendido como instrumento dedicado a la
organización del tiempo y los ciclos naturales, aparece con el desarrollo de
las sociedades humanas y la necesidad de estructurar el devenir que este
proceso lleva aparejado. Desde una perspectiva bibliológica, sin embargo,
el almanaque es un producto editorial adscrito a la categoría de impresos
de amplia difusión, esto es, aquellos materiales estampados para el
fomento del consumo masivo entre gentes de variada extracción cultural y
de clase. Sus inicios coinciden con los de la imprenta de tipos móviles,
gozando del favor declarado de las masas desde ese momento. Esta
predilección desmedida propició que fuesen durante siglos los opúsculos
más vendidos en el continente europeo, solamente superados por los de
temática devocional (Lüsebrink, 2000: 47). Los rasgos genéricos que los
definen se corresponden, por tanto, con los de los pliegos de cordel, las
hojas volanderas y, más tarde, también con los de las novelas por entregas
y otros tantos materiales caracterizados por el empleo de una tipografía
deficiente, el bajo coste y la pronta caducidad de sus contenidos. Su
singularidad reside principalmente en que el marco de aplicación de los
datos expuestos se limita a una única anualidad, lo que explica que en las
labores de catalogación y descripción se expliciten dos fechas, la de
publicación y la del año de vigencia, que será la que utilicemos en adelante.
El prototipo estandarizado de almanaque se estructura en torno a tres
apartados: el juicio o discurso del año, las secciones breves fijas y el diario
de cuartos de luna (Durán López, 2015: 15). En estos bloques se insertan
secuencias de astrología natural y judiciaria. El formato más utilizado es
el 4º y raramente superan las 16 páginas, de modo que deben ser
considerados folletos de acuerdo con la clasificación propuesta por Díaz-
Maroto (2000: 29). A medida que avanza el siglo XVII, se advierte una
reducción en la dimensión de estos opúsculos, que pasan a imprimirse
prevalentemente en 8º, tamaño que termina por caracterizar al almanaque
dieciochesco (Durán López, 2015: 24). El número de páginas, sin
embargo, no varía hasta la implantación en España del modelo extendido,
del que el Gran Piscator Sarrabal de Milán es el ejemplar por
antonomasia. Como sello editorial, estuvo comercializándose al menos
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desde 1683 hasta la década de 1770. De él podemos destacar, además de
la expansión de los tres apartados básicos, la amplificación de los
elementos paratextuales y la introducción de una sección miscelánea. La
aparición en el panorama español de este tipo de pronóstico sirve de
antecedente para ilustrar las dos líneas de desarrollo preponderantes en el
siglo XVIII: la literaria y la didáctica. Además, la inclusión de contenidos
históricos en detrimento de los puramente astrológicos redunda en el
acercamiento hacia formas protoperiodísticas que explican la
convergencia final del almanaque y la prensa en el XIX (Durán López, en
prensa).
El descrédito en el que cae la astrología judiciaria justifica la
perentoriedad de modificar sustancialmente la base conceptual del
almanaque. El proceso de industrialización que afecta en mayor o menor
medida a casi todos los países de la Europa moderna contribuye a enfatizar
la necesidad de transformación de un producto cuyo principal cometido
había dejado de tener sentido en algunos aspectos. En virtud de la “extrema
ductilidad” que se le atribuye, el almanaque reorienta su técnica en un
intento de alcanzar nuevos horizontes editoriales y de venta (Mercadier,
2003: 336, 99). A partir de este momento, su finalidad no será solamente
la de informar, sino también la de entretener a los lectores en un contexto
cultural cada vez más competitivo en términos de mercado.
La irrupción en 1719 de Diego de Torres Villarroel inaugura la época
dorada de este género en España, que finaliza con la impresión de su
última obra de carácter astrológico para el año 1767 (Durán López, 2016:
2). Mientras dura su actividad como Gran Piscator de Salamanca, se erige
en uno de los escritores más afamados y mejor remunerados de su época.
El triunfo del modelo literario por él auspiciado pasa por ficcionalizar el
género mediante la inserción de una secuencia narrativa en el juicio del
año, así como breves composiciones poéticas en los cuartos de luna
(pudiendo ser sustituidas en algunos casos por refranes o acertijos). El
fondo tradicional no desaparece, aunque las predicciones políticas, puestas
en cuestión en aquel momento, quedan diluidas al estar envueltas en un
artificio literario. En definitiva, la trascendencia de su propuesta radica en
desvincular el almanaque de la astrología manteniendo a grandes rasgos su
tipología editorial, pero adoptando estrategias textuales de carácter
literario (Durán López, 2015: 45-57). Respecto al modelo didáctico, cabe
señalar que proviene de la versión extendida del pronóstico, si bien las
interferencias con el modelo literario no son excepcionales. Con
rigurosidad, podemos hablar de la presencia de almanaques didácticos en
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España a partir de 1730, singularizándose por “albergar piezas didácticas
al estilo de periódicos, manuales o polianteas” (Durán López, 2015: 91).
El volumen del opúsculo se incrementa notablemente, llegando a ocupar
las 100 páginas, y en lo formal, se caracteriza por el empleo de un lenguaje
aséptico, acorde con el propósito divulgativo para el que se ha sido
concebido.
Acerca del alcance de las tiradas y los índices de venta de los
pronósticos españoles, vale la pena recordar que estos impresos, dada la
mala calidad del papel con que se editaban y su carácter efímero han
llegado a nuestros días muy deteriorados, si no ilocalizables. De cualquier
modo, se sabe que las ventas de los impresos de amplia difusión son, como
su nombre indica, altas en prácticamente todos los casos, incrementándose
en el Setecientos a causa de los tímidos avances en los niveles de
alfabetización, el ligero aumento del poder adquisitivo de ciertos sectores
de la población y la introducción de algunas mejoras concretas en el
proceso de producción editorial (Rodríguez Sánchez de León, 1996: 329).
Iris M. Zavala calcula que una tirada “variaba entre 800 y 3.000, aunque
usualmente solía ser de 1.000 a 1.500, cifra nada deleznable que
alcanzaban las obras de seguro éxito editorial” (1978: 204).
1. 1. El almanaque como producto anejo a la prensa decimonónica
La “cuasirrevolución (política, técnica y cultural) que se da en los años
1830-1850” inaugura una “nueva cultura del libro y del impreso” de la que
participa también el almanaque (Botrel, 2003a: 19). Los avances
científico-tecnológicos llegan a afectar al mundo tipográfico-librero que,
al igual que otras empresas dedicadas a la fabricación de materiales, se ve
sometido a un proceso de industrialización creciente que pasa por la
implantación del “aumento de las tiradas, la bajada de los precios, el
progreso de los procedimientos y la ampliación de la difusión” (Barbier,
2000: 338). Esta situación incide en la modificación de las prácticas de
lectura, que se reorientan al nuevo estatus del libro y sus productos anejos,
convertidos ahora en objetos destinados al consumo de masas. La prensa
periódica, y en concreto las revistas, ocupa un lugar fundamental en el
panorama español por su papel como “motor de la modernización del
material de impresión” (Botrel, 1993: 211).
El almanaque se beneficia del éxito de la fórmula periodística
copiando sus estrategias editoriales o reelaborando la oferta temática que
esta solía poner a disposición del público. Además, aunque todavía se
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imprimen series exentas, es habitual verle acompañando a una cabecera en
el último número del año a modo de regalo natalicio o aguinaldo. Sobre
esta particular forma de publicación existen muchos y muy variados
ejemplos; cabe mencionar el Almanaque enciclopédico español (1836-
1866), después convertido en Almanaque enciclopédico español ilustrado,
vinculado a La Moda Elegante, el Almanaque del ángel del hogar de María
del Pilar Sinués (1866), asociado a la publicación homónima, el
Almanaque de El Violón (1867), el Almanaque del Buñuelo (1881) o el
Almanaque político-económico de El Día (1884).
En términos generales, se observa una tendencia a la sofisticación del
producto que se patentiza en el empleo de papel fino y la inclusión de
cromolitografías de dimensiones considerables, razón por la cual ciertos
ejemplares empiezan a imprimirse en 4º. Esto puede hacer que en ciertos
casos el precio experimente una subida, aunque normalmente, si no se trata
de un regalo, suele rondar los dos reales (Botrel, 2003b: 106). A la
estabilización del importe del artículo contribuye el progresivo ascenso de
la publicidad, que a veces llega a ocupar un espacio realmente destacado.
Las estructuras de venta también se adaptan a las nuevas circunstancias,
combinándose la distribución ambulante con las librerías u otra clase de
establecimientos fijos.
Botrel ha puesto de relieve la carencia de inventarios sistemáticos, así
como de bibliografía científica en relación con los almanaques españoles
decimonónicos, situación que dificulta enormemente la realización de
estudios bibliométricos que permitan determinar el impacto que estas
publicaciones tuvieron en el mercado editorial del libro; entre 1799 y 1902,
solo ha podido documentarse la existencia de 55 de ellas (2003b: 105). No
obstante, contamos con datos suficientes para afirmar que su recorrido se
orienta hacia dos extremos: la especialización, bien sea en su contenido
(publicaciones de temática agraria, náutica, de ciencias naturales etc.) o en
su difusión (dirigidos a sectores específicos de la población), y la
hibridación. Sea como fuere, ambas evoluciones están sujetas a analizarse
desde una perspectiva dialéctica que reconozca las relaciones de afinidad
y oposición resultantes de la comparación entre los modelos (Durán López,
2017: 42-43).
Precisamente, los almanaques para mujeres permiten ser analizados
siguiendo esta metodología. Su difusión abarca buena parte de los países
europeos: las prensas alemanas editaban el Taschenbuch für
Frauenzimmer, las francesas el Almanach des dames o el Almanach
lyrique dedié aux dames. En Italia su repercusión fue amplísima: entre
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otros muchos ejemplos, contamos con el Almanacco delle dame, Il bel
sesso. Almanacco per il bel sesso o Un presente al bel sesso. Almanacco
pel nuovo anno. Portugal tenía su Almanaque das Senhoras. Del título de
sus cabeceras se deduce que estaban dedicados exclusivamente a un
público femenino —suele hablarse de damas, madres, señoritas etc.—,
mientras que los consejos prácticos en torno a la crianza de los niños, las
recetas de cocina y de preparación de cosméticos cohabitan con breves
composiciones poéticas o narrativas y noticias de moda recién llegadas de
países extranjeros. Los almanaques femeninos acostumbran a ser bastante
ricos desde el punto de vista material, pues abundan en grabados donde se
enseñan a hacer peinados y prendas; si aparecen junto a un texto literario,
pueden servir para hacer más amena la lectura.
Sus conexiones con la prensa femenina son manifiestas, tanto en lo
que respecta al tipo de negocio editorial como en relación con el ámbito
de mercado que estas publicaciones aspiran a cubrir. Sin embargo, sus
orígenes son, en realidad, setecentistas. Al tiempo que Torres Villarroel
publica sus almanaques, tres mujeres, cobijadas bajo el sobrenombre
grandilocuente que solían adoptar los autores de este género en el XVIII,
alumbran también los suyos: Manuela Tomasa Sánchez de Oreja, la Gran
Piscatora Aureliense, Francisca de Osorio, la Musaraña del Pindo y
Teresa González, La Pensadora del Cielo. Entre todas confeccionaron
siete almanaques editados entre la década de 1740 y 1770, lo que supone
“un indicio de que no fueron incursiones aisladas, sino que albergaron el
propósito de convertirse en escritoras” (Gimeno Puyol, 2019: 274).
Lo cierto es que no se puede considerar que sus pronósticos fuesen
destinados al sexo femenino expressis verbis pues, tanto formal como
conceptualmente no representan ninguna desviación respecto a los
modelos previamente establecidos. No obstante, sus textos abundan en
elogios al sexo femenino y dedican apasionadas palabras a defender la
capacidad de la mujer para ejercer de piscatora. En este sentido, si no en
términos de novedad bibliográfica, al menos con relación a la autoría
femenina y a la progresiva inclusión de las mujeres en el mundo editorial
sí es posible columbrar un precedente de las empresas comandadas por
ellas que veremos florecer en el siglo XIX.
Más interesante es El Piscator de las Damas que José Julián López de
Castro da a la imprenta entre 1753 y 1757. Tipológicamente, este
almanaque se encuadra dentro del modelo literario extremo por hacer del
verso el elemento vehicular de la composición e incorporar entremeses al
final del opúsculo (Durán López, 2015: 87). Apela a las mujeres como
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clientas potenciales sirviéndose de varias estrategias que podríamos
calificar de mercadotecnia: en primer lugar, trata de captar su atención
dotando a su almanaque de un título por el que todas ellas —en especial
las de clase social más alta— pueden verse reflejadas. Algunas entregas se
abren con una dedicatoria “A las señoras lectoras” donde, a través de
sencillos juegos de palabras, se las encomia por su belleza y su buen juicio,
por el que espera se decidan a adquirir el producto. Las poesías que
amenizan el opúsculo aluden continuamente a la mujer, empleando
siempre un registro sencillo que trata de dulcificar al máximo la aspereza
del discurso astrológico. No obstante, López de Castro no va más allá en
su intento de transformar el almanaque en una mercancía destinada al
consumo femenino; constituye, por tanto, un estadio inicial dentro del
desarrollo del género en España.
La eclosión definitiva de los almanaques femeninos tiene lugar en la
segunda mitad del siglo XIX. Además de Pilar Sinués, Blanca de Gassó
edita El amigo de las damas: almanaque de salón y tocador para señoras
y señoritas (1874-1877), mientras que el Almanaque de las hijas de Eva se
imprime entre 1867 y 1869. Algunos son realmente curiosos, como los
Consejos de higiene dentaria a las madres de familia. Almanaque para
1877, del que era editor el odontólogo Cayetano Triviño. Autoras de la
talla de Emilia Pardo Bazán o Rosalía de Castro dieron a conocer algunos
de sus escritos en el Almanaque de Galicia para uso de la juventud
elegante y de buen tono dedicado a todas las bellas hijas del país (1864-
1869). Por último, en su afán de compendiar las materias más diversas, el
Almanaque enciclopédico español dedicaba un espacio al “Almanaque de
las damas”.
Si bien las líneas generales por las que transita el almanaque femenino
sirven para analizar este fenómeno en toda su complejidad, serían
necesarios estudios monográficos centrados en cada una de las series que
se dieron a conocer, así como un examen panorámico centrado en el
ámbito español
1
. Este trabajo, por tanto, forma parte de una investigación
in fieri: en adelante se tratará de arrojar luz sobre esta particular dimensión
de la prensa periódica hispana, acotando nuestro examen al Almanaque del
ángel del hogar de Pilar Sinués, cuya trascendencia, tanto por el prestigio
1
En el ámbito latinoamericano, destacan los trabajos sobre almanaques femeninos
incluidos en la reciente monografía Bibliotecas del tiempo, genealogía y actualidad del
almanaque (2019).
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de la autora como por la relevancia del motivo tratado en nuestra historia
cultural, son incontestables.
2. LA DIVERSIFICACIÓN DEL MERCADO EDITORIAL DECIMONÓNICO EN
MANOS DE LAS MUJERES. EL CASO DE PILAR SINUÉS DE MARCO (1835-
1893)
El siglo XIX supuso la consolidación de un mercado editorial que por
primera vez permitió que todos sus agentes profesionalizados pudieran
lucrarse de la actividad literaria. Además de la profesionalización del
escritor y del editor, la apertura de un mercado propiamente femenino tuvo
como principal consecuencia la aparición de publicaciones enfocadas a
este nuevo público, tales como revistas, semanarios o libros, mientras que
ello también provocó que las mujeres se lanzaran a dirigir proyectos
editoriales para sí mismas. Por un lado, la necesidad de expresar una voz
que se veía coartada en los proyectos editoriales y periodísticos masculinos
obligó a las escritoras a embarcarse en empresas que les permitieran contar
con un espacio desde el que influir en la opinión pública. A pesar de las
dificultades legales que tuvieron como sujetos con capacidad para dirigir
y administrar su propio patrimonio, la viudedad se convirtió en
oportunidad para adquirir ciertas cotas de libertad empresarial (Simón
Palmer, 2008: 389). No faltan ejemplos de escritoras que se lanzaron a
liderar proyectos editoriales una vez adquirieron un estatus legal que les
permitía controlar su escaso patrimonio, a pesar de la extendida idea sobre
su pertenencia a una clase burguesa y acomodada
2
. Patrocinio de Biedma,
por ejemplo, pudo ser directora-propietaria de la revista Cádiz (1877-
1880) por su condición de viuda (Martín Villarreal, 2019: 108), mientras
que Ángela Grassi asumió las riendas de El Correo de la Moda en 1867
gracias a que su hermano comprara la revista y le cediera la dirección
(Molina Puertos, 2015: 195).
Además del interés que este tipo de proyectos editoriales puedan tener
como redes de colaboración y apoyo a la escritura de las mujeres, resulta
igualmente interesante analizar la importancia de la mujer como
empresaria cultural y las estrategias de mercadotecnia implementadas en
2
Llama la atención que la mayoría de las mujeres que durante el siglo XIX se ocuparon
de fraguar empresas periodísticas y editoriales provenían de la clase media, salvo algunas
excepciones como Emilia Pardo Bazán o Julia Codorniú. La propia Pilar Sinués provenía
de una familia de clase media zaragozana, siendo su padre oficial de la dirección de
Correos de la ciudad (Partzsch, 2019: 79).
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revistas y publicaciones seriadas para garantizar la viabilidad del negocio
del papel. El surgimiento de un público lector femenino supuso un cambio
sin precedentes con respecto al sistema editorial previo. Las publicaciones
dedicadas específicamente a las lectoras se hicieron muy populares a
medida que avanzó el siglo XIX. Palomo Vázquez señala (2014: 2) que
entre 1813 y 1899 hubo en España más de cien revistas dedicadas
explícitamente “al bello sexo”, a las que habría que sumar las más de
treinta dirigidas a los niños y las dirigidas, con carácter más general, a la
familia. Además, las colaboraciones de mujeres en este tipo de
publicaciones fueron muy comunes. Sorprende el abultado número de
escritoras que durante este siglo colaboraron en la prensa periódica, 4312,
según las investigaciones que Palomo Vázquez hace a partir de los datos
que aporta Simón Palmer en su manual bio-bibliográfico (1991).
Más interesantes resultan los casos en los que fueron ellas mismas
quienes dirigieron estas publicaciones. Destacan El Correo de la Moda
(1851-1893), bajo la dirección de Ángela Grassi y Joaquina García
Balmaseda, El Álbum Ibero Americano (1890-1909), dirigido por
Concepción Gimeno, Flores y Perlas (1893-1894) o El Ángel del Hogar
(1864-1869), ambas dirigidas por Pilar Sinués, o La Violeta (1862-1866),
de Faustina Sáez de Melgar. La viabilidad de estas revistas como negocio
es un asunto difícil de determinar, pues en multitud de casos acabaron en
la quiebra de sus directoras, quienes por lo general no contaban ni con el
capital ni con los contactos en los círculos económicos para mantener una
empresa editorial de este tipo por un largo periodo. De hecho, Simón
Palmer hace referencia a la pobreza de Pilar Sinués al final de su vida,
quien, tras separarse de José Marco, emprendió varios proyectos
editoriales que no consiguieron rentabilidad alguna, teniendo que correr
ella misma con los gastos de distribución y venta de ejemplares (2008:
394).
Tal como apunta Partzsch, “para las literatas del canon isabelino, se
trataba de combinar su pasión por las Letras con la necesidad de construir
una actividad económicamente viable” (2019: 80) en la que la gestión
económica, empresarial y editorial se convertía en un reto para el que
debían estar preparadas con una escasa formación en este tipo de materias.
Además, también hubo que sortear cuestiones de moralidad con respecto
al desempeño, no solo de la labor de la escritura, sino de la acción editorial
por parte de las mujeres. En este sentido, de nuevo la opinión de Pilar
Sinués resulta interesante por ser ella misma una de las principales
ideólogas de la noción del ángel del hogar, ocupada de sellar el círculo
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privado de quehaceres en el que la mujer burguesa debía desempeñarse.
Paradójicamente, no tanto si se tiene en cuenta su trayectoria vital, que
difícilmente se puede encuadrar en el modelo de mujer difundido por sí
misma, la autora consideraba decoroso para la mujer lucrarse del negocio
de la escritura siempre que eso no fuera óbice para su desempeño como
madre y esposa:
Una señorita cuya educación abrace el amor y cuidado del hogar y el
conocimiento perfecto de una de las manifestaciones del arte, puede educar
a sus hijos y hasta escribir algunos libros que ayuden al bienestar de los
suyos porque la literatura va siendo ya lucrativa (Sinués, 1882: 291).
Además, la extensión de un negocio que abarcaba un público con unas
necesidades muy determinadas como el femenino hizo que los productos
que se le ofrecían se diversificaran: revistas de moda que incluían dibujos
y figurines, patrones de costura o partituras musicales, semanarios
pintorescos que recogían las noticias de las últimas fiestas en la corte y las
capitales europeas, o publicaciones de corte educativo y moral tanto para
las damas como para las madres, en las que la doctrina cristiana del ángel
del hogar se reproducía ad infinitum. La dirección de una revista femenina
suponía ir más allá del desempeño profesional como literata, puesto que
también implicaba la colaboración con comercios locales, el
estrechamiento de lazos con otras direcciones de revistas para ofrecer
figurines de París o ilustraciones xilográficas que se repetían a partir de las
ofrecidas por la berlinesa Der Bazar, o la edición y diversificación de
productos impresos afines (Partzsch, 2019: 84).
El papel que la directora de este almanaque y de la revista homónima
tuvo como empresaria se suma a su fértil producción literaria. Pilar Sinués
de Marco (1835-1893) contó en su haber con más de cien publicaciones
entre novelas, ensayos, poemas y artículos, además de desarrollar toda una
serie de actividades como agente cultural en el aún indeterminado mercado
empresarial del libro. Su matrimonio con el joven escritor y periodista José
Marco y Sanchís (1830-1895) en 1856 le dio acceso a los contactos para
asentar su fama como literata y sus incursiones en el negocio editorial,
además de motivar su mudanza a la capital, centro literario y editorial en
el que supo moverse como pez en el agua, como bien muestra el pronto
apoyo que recibió por parte de los reyes (Romero Tobar, 2014: 4).
La pareja ocupó un rol notable en la cultura literaria y periodística de
su tiempo y se apoyó mutuamente en multitud de ocasiones. A ello se debe,
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por ejemplo, la colaboración de Sinués con la revista Álbum de Señoritas
y El Correo de la Moda, con las que Gustavo Adolfo Bécquer, amigo de
José Marco, tenía una estrecha vinculación; la redacción de un prólogo por
parte de Juan Antonio de Viedma para su poemario Cantos de mi lira
(1857), o las lecturas públicas de obras de la autora en reuniones literarias
como la auspiciada por Cruzada Villamil por parte del marido (Romero
Tobar, 2014: 5). Estas estrategias de legitimación matrimonial sirvieron
para asentar su figura en la sociedad literaria madrileña desde un punto de
vista social y moral, lo que permitió que fuera bien vista por parte del
círculo literario madrileño como escritora y editora a pesar de exceder las
labores propias de la mujer (Sánchez Llama, 1999: 275).
La actividad literaria de Pilar Sinués en este periodo fue ingente, pues
colaboró con multitud de publicaciones periódicas, además de escribir
obras literarias como Amor y llanto (1857), Margarita (1857), Premio y
castigo (1857), La ley de Dios (1858), o el que fue su mayor éxito editorial,
El ngel del Hogar (1857), reeditado ocho veces y que le aportó pingües
beneficios a lo largo de su vida. Si a algo debe su fama Pilar de Sinués es
a haber sido clave en la formulación de la ideología de la domesticidad
isabelina difundiendo una noción muy restrictiva del modelo moral de
mujer encapsulado en la idea del ángel del hogar en el contexto español
decimonónico.
La obra se trata de un manual de conducta dirigido a las mujeres en el
que se las apremia a recibir una educación cristiana que les permita ser
mujeres virtuosas, buenas madres y esposas, pues “la mujer es la que forma
la sociedad, porque de ella nace el hombre y de ella recibe su primera
educación” (Sinués, 1859: 239). Ofrece un espacio propio a la mujer
escritora, garante de una escritura sentimental ocupada de los problemas
femeninos, a la vez que reivindica la necesidad de la educación de las
mujeres por su papel social como esposas y madres, lo que sitúa a la autora
en el plano del liberalismo (Molina Puertos, 2009: 187). Sin embargo,
también establece unos estrechos corsés morales por los que solo la mujer
intachable puede ocuparse de dirigir esa educación por medio de sus
escritos, además de limitar enormemente los temas que pueden ser objeto
de la literatura femenina. De hecho, este molde resultó tan estrecho que ni
ella misma pudo encajar en él, razón por la que tras el cambio político y
social que trajo consigo la Revolución de la Gloriosa, y a tenor de los
sucesos que acaecieron en su propia vida, su papel se vio relegado desde
la centralidad del canon femenino isabelino hasta la irrelevancia y la
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marginación con que fueron recibidos sus últimos trabajos literarios
(Sánchez Llama, 1999: 272).
Las restricciones morales también marcaron las producciones
literarias de las escritoras isabelinas, por lo que ceñirse a la ideología de la
domesticidad no deja de ser una estrategia que garantiza el éxito editorial
del producto literario. Por ello, la obra literaria y editorial de Pilar Sinués
podría deber su carácter moralizador, conservador y cristiano a un interés
de mercado, máxime cuando su propia vida probó una laxitud moral que
más tarde le fue reprochada por críticos como Francisco Blanco García o
Julio Cejador (1999: 271). Sus obras más exitosas fueron aquellas que
promulgaban la ideología doméstica del ángel del hogar; a la sombra de
este éxito se embarcó en proyectos editoriales del mismo corte moral como
Un libro para las damas. Estudios acerca de la educación de la mujer
(1876), Un libro para las madres (1877), Hija, esposa y madre (1877) La
mujer en nuestros días (1878), Un libro para las jóvenes (1879), La dama
elegante (1880), Verdades dulces y amargas. Páginas para la mujer
(1882), o La vida real: alegrías y tristezas de una familia (1884). En el
caso de la revista semanal El Ángel del Hogar, que dirigió entre los años
1864 y 1869, incluso se mantuvo el mismo nombre que le dio la fama, al
igual que también ocurre con el almanaque que acompañó anualmente a
esta revista, en los que el contenido moral y la preocupación por la
educación de las mujeres se mantuvo como tema principal.
Cabe señalar, no obstante, que su perfil como editora se vio soslayado
por su condición de mujer. La legislación del momento no permitía que la
mujer fuera editora si estaba casada, aunque sí podía ser directora. Por esta
razón, la revista de El Ángel del Hogar, que anunciaba en primera plana
que su directora era Pilar Sinués de Marco, debía incluir al final de la
revista y en una letra de sensiblemente menor tamaño la referencia a que
el editor propietario era su marido José Marco. El fin de la revista se
produjo en 1869, cuando fue vendida al editor ultraconservador Valentín
García Mediero a causa de la pérdida del interés del público y a diversas
divergencias editoriales (Sánchez Llama, 2000: 175). Además, su
separación matrimonial la situó en una posición muy delicada que le
permitió un estrecho margen de acción para su supervivencia económica,
de ahí su preocupación por la posibilidad de la mujer para generar
beneficios con la escritura (Sánchez Llama, 1999: 278-279) y algunas de
las estrategias de promoción que en los últimos años llevó a cabo, tales
como la venta de ejemplares en su propio domicilio (Fernández, 1992:
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236), o el anuncio de los mismos en semanarios de su propia dirección
como Flores y Perlas.
La escritura y la edición debieron terminar siendo su oficio y único
sustento económico a partir de la separación efectiva de su marido, que se
presume que ocurrió entre los años 1875 y 1876, pues su mudanza a París
para ser corresponsal de El Correo de la Moda y la publicación de dos
obras en 1876, Un libro para las damas y Combates de la vida, en las que
no firma con el apellido “de Marco” prueban el inicio de su vida separada
de José Marco (Romero Tobar, 2014: 8). Diez años antes de su muerte se
lanzó a un proyecto editorial asumiendo la dirección de una revista
semanal escrita exclusivamente por mujeres, Flores y Perlas: periódico
literario, recreativo y moral, dedicado al bello sexo (1883-1884), cuya
administración corría a cargo de Ambrosio Barbarroja. En el número 18 la
dirección ya no depende de Sinués, sino de Josefa Pujol de Collado, y a
partir del número 26 el subtítulo pasó a ser “periódico literario, moral y
religioso”, siendo publicado “bajo la censura eclesiástica” y la dirección
de Doña Eulalia González de Barbarroja, presumiblemente esposa del
administrador, por lo que sería probable que la escasa rentabilidad de la
publicación arruinara a la autora, quien corría con la mayoría de los gastos
de la publicación. Sus éxitos precedentes no fueron suficientes para
mantener su estatus económico y murió en la pobreza, separada, sin hijos
y alejada de los preceptos de feminidad sobre los que ella misma había
teorizado.
3. EL ALMANAQUE DE EL ÁNGEL DEL HOGAR (1866) COMO PRODUCTO
ADYACENTE DE FIDELIZACIÓN EDITORIAL
El Almanaque del ángel del hogar dedicado a las señoritas y a las
madres de familia, publicado en Madrid en el año 1865, es el primer y
único número del que se tiene noticia de que se publicase como producto
adyacente de la revista El Ángel del Hogar. Palenque referencia una carta
fechada el 22 de octubre de 1866 en la que Sinués urge a la escritora
Antonia Díaz de Lamarque y a su marido a participar con un texto en la
entrega del año 67, de la cual no ha llegado noticia alguna más que este
testimonio (2014: 328). En el siglo XIX, la compilación de escritos
firmados por varias plumas era la forma más habitual de elaborar un
almanaque. Si, como en este caso, el producto depende de una revista,
entonces lo común es que los escritores fuesen colaboradores habituales
de la misma (Botrel, 2003: 109). Se observa, en cualquier caso, una
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preponderancia de escritores aragoneses, debido probablemente al origen
zaragozano de Sinués.
El Almanaque del ángel del hogar aspira a conquistar no solo a las
muchachas en edad casadera sino también a las que han pasado a tener a
su cargo una familia, de ahí que en el mismo título se señale el público
lector al que se orienta, el mismo al que estaba destinada la revista: “un
libro dedicado a las damas, y muy especialmente a las suscriptoras de El
Ángel del Hogar”. De esta información se colige que posiblemente fuese
adquirido en forma de suplemento, bien gratuitamente, bien a bajo coste,
en premio a las compradoras por su fidelidad. En ningún lugar del impreso
se especifica el precio de venta, aunque se sabe que este tipo de
publicaciones solían costar entre los dos y los cuatro reales (Botrel, 2003b:
106). Presumiblemente, el almanaque se ofrecía como producto anejo al
primer número de 1866. De hecho, a los números publicados durante 1865
los acompañan pliegos de la obra Galería de mujeres célebres, y en
ocasiones también un figurín (nº 13, 8/4/1865), un abecedario (nº 44,
30/11/1865), un pliego de dibujos (nº 25, 8/7/1865) o retratos como los de
Catalina Gabrielli, Eloísa y María Teresa de Austria (nº 48,
31/12/1865). Sobre la manera en que pudo llevarse a cabo su distribución,
como suele suceder en el XIX, seguramente se daría una combinación de
puestos de venta estables y ambulantes.
Los rasgos materiales del opúsculo proyectan una imagen de
sobriedad, dado que se opta por una impresión en 8º, con un tipo de carta
ordinaria y sin incluir grabados. Se produce aquí una diferencia entre el
almanaque de Sinués y otros también destinados al público femenino,
como El amigo de las damas o el Almanaque de las hijas de Eva, de los
que destaca su cuidada presentación formal. Esta sobriedad bien pudiera
deberse, por un lado, al elevado precio que suponía la inclusión de
grabados, máxime si el almanaque se ofrecía gratuitamente a las lectoras
de El ángel del Hogar, pero también podría ser reflejo del carácter moral
y educativo de los textos ofrecidos, en los que se incide en la necesidad de
la mujer de no preocuparse excesivamente por la moda ni otros asuntos
banales relacionados con el cuidado personal.
Respecto a la ordenación de los contenidos, estos se estructuran en
tres secciones. La primera de ellas, relativamente extensa, ofrece
informaciones presentes en el pronóstico tradicional: épocas célebres,
cómputo eclesiástico, fiestas movibles, témporas, días en que se saca el
ánima, el establecimiento de la entrada y salida de las estaciones y de los
eclipses, las fechas del indulto cuadragesimal, el diario de cuartos de luna
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y el juicio del año. A este bloque le sigue la que es la parte mollar de la
obra, una suerte de miscelánea de carácter eminentemente literario —se
incluyen composiciones en prosa y en verso—, donde también hay textos
que reproducen el clásico manual de conducta, además de otros escritos
divulgativos acerca de las actividades que se consideran más propias del
sexo femenino, fundamentalmente la costura, la música y la higiene
personal. En último lugar, se adjunta un índice y un elenco de las obras
escritas por María del Pilar Sinués, su precio y el lugar donde pueden
adquirirse. La autora aprovecha el espacio discursivo del almanaque para
promocionar su propia línea editorial: se ofrece, al precio de ocho reales
cada tomo, una serie de obras literarias adecuadas para “formar el corazón
de la mujer” (1866: 124) organizadas en tres colecciones: biblioteca de
señoritas, galería de mujeres célebres, y biblioteca moral y recreativa, esta
última la de mayor éxito de ventas. Además, en el cuerpo del almanaque,
se filtran elogios a su gran obra, El ángel del Hogar, como ocurre en el
artículo “Carta acerca del matrimonio”, de Fernández Arrea (1866: 75).
La publicidad desempeña una función esencial en la composición del
almanaque; aunque no se le dedica un espacio propiamente, en ciertos
textos aparecen, ya de manera explícita, ya soterrada, menciones a
determinados productos, normalmente de tocador (perfumes, lociones para
fortalecer el cabello, agua dentífrica, polvos de arroz…). La inserción de
anuncios en esta clase de impresos contribuye a estabilizar o aminorar el
coste, al tiempo que les convierten en un vehículo interesante para los
negociantes que ven en ellos la posibilidad de vender sus mercancías
fácilmente (Botrel, 2003: 107). Además, son una muestra palmaria de los
acuerdos que Pilar Sinués tuvo con comercios de moda que daban a
conocer su stock por medio del almanaque.
La especificidad del público al que se pretende atraer se deja ver desde
el comienzo; así, el Juicio del año se dirige a las “niñas, las de esbelto
talle”, y todo él es un continuo intentar ganarse el favor de las clientas. A
decir verdad, el discurso se ha convertido ya en un poema, concretamente
en un romance firmado por Eugenio Blasco. La posibilidad de leer este
apartado de manera exenta queda confirmada por el hecho de que, en el
primer número de la revista de 1865, José Marco publicara un poema
titulado precisamente “Juicio del año”, ahora inserto en un producto
editorial que en nada se parece a un pronóstico. En el texto de Blasco
apenas hay alguna referencia a que la luna será el planeta que rija el año
1866, lo cual reportará grandes beneficios a las mujeres (proverbialmente
la luna se ha asociado al sexo femenino). La composición pierde su
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carácter prospectivo, limitándose a relatar los sucesos que han marcado el
año saliente. En definitiva, poco queda ya del antiguo sustrato
astronómico, señal de que se trata de un producto distinto del almanaque
dieciochesco.
Vinculado a este último aspecto está el deliberado uso de la función
de contacto por parte del emisor, quien no duda en acercarse a las mujeres
en un tono cercano y familiar refiriéndose a ellas como “lectoras mías” o
“queridas lectoras”. Otras veces, aunque no se las menciona
explícitamente, aparece un tú que las impele de la misma forma; “La
caserita de Arrona”, por ejemplo, concluye con unos versos pensados para
influir en su comportamiento: “Acuérdate de la hormiga / si de volar tienes
ansias, / que hasta el cuerpecito pierde / cuando le nacen las alas” (1866:
58). Dejando a un lado los escritos de ficción, también en los de corte más
didáctico se aprecia esta inclinación a llamar la atención de la leedora; en
“Carta acerca del matrimonio”, Domingo Fernández Arrea, al tiempo que
le reconviene acerca de cómo comportarse en casa y con su marido, espeta:
“¿No es verdad, mi buena amiga, que usted está conforme con mis
opiniones?” (1866: 75). Finalmente, también hay casos en los que, aunque
no se evidencia una apelación directa, queda claro que al aludir al colectivo
mujer, la que en esos momentos tuviese el almanaque entre manos debía
también darse por enterada: “El ser aseada y todo lo agradable que le sea
posible es un deber en la mujer: su misión es agradar y es, por cierto, una
misión muy dulce de cumplir” (1866: 121).
Un tipo distinto de estrategia comercial, empleada también en la
prensa periódica, es la traducción o adaptación de textos publicados en
periódicos o revistas extranjeros. Esto ocurre en el Almanaque del ángel
del hogar al menos en dos ocasiones. La primera vez ocurre en “El primer
dedal” que, como se indica a pie de página, es una reelaboración de un
artículo firmado por Timothée Trimm, seudónimo de Léo Lespès, en Le
Petit Journal. Este diario era a la sazón uno de los más vendidos en
Francia, con tiradas que podían alcanzar los 800.000 ejemplares (Botrel,
2003a: 23). El autor de la versión española es Jerónimo Lafuente,
corresponsal de la revista en el país galo. Qué duda cabe de que la inclusión
de referencias foráneas debía seducir a muchas compradoras, halagadas
por poder tener en sus manos el mismo material que una señorita de París.
No obstante, para terminar de satisfacer a las suscriptoras, el marco
espacio-temporal se ajusta al contexto nacional, de modo que Yvonne, la
costurera de Quimper pasa a ser Fernanda, una hacendosa muchacha de las
Vascongadas. El segundo ejemplo lo constituye “El secreto de la riqueza”
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que firma José de Marco y que es una adaptación de una obra del sacerdote
católico Christoph von Schmidt (1768-1854), cuyos textos tuvieron una
gran repercusión en España, razón por la que no serían pocas las que
querrían comprar un almanaque donde se apareciesen emuladas algunas de
sus composiciones.
La forma del almanaque se pone al servicio de la ideología con la que
se pretende adoctrinar a las lectoras, por lo que los contenidos resultan
similares a los ofertados en la revista. El carácter moralizante y católico
está presente en todos y cada uno de los textos, pues tanto escritores como
escritoras participan compartiendo el mismo interés: educar a la mujer
burguesa en la moral establecida por parte del canon isabelino, consistente
en cumplir los deberes que la convierten en buena madre y esposa
cultivándose a sí misma sin exceder el espacio doméstico que le es
reservado. Desde esta perspectiva se han de comprender textos como
“Coquetería y coquetismo”, en el que se establece un binomio entre la
mujer buena, virtuosa y coqueta, que se acicala y no descuida su imagen
personal para agradar al marido a pesar de la falta de tiempo por la correcta
atención del hogar y de los niños, y la mujer que practica el coquetismo,
la coqueta, a la que se caracteriza como fría, malvada, indigna y vanidosa.
Este mismo binomio en torno a la representación de las mujeres, reflejo de
otros como el de Eva y María o las putas y las santas, también se evidencia
en otros textos como “Elección”, romance escrito por Pedro Mª Barrera en
el que se enfrentan dos modelos de mujer encarnados por Esperanza, quien
representa el modelo del ángel del hogar, y Cándida, mujer instruida al
gusto extranjero, bella y distinguida, ante las que la primera es la única
elección posible para un hombre que quiera una buena esposa.
Moralizantes son también los textos El primer dedal, en el que se
anima a la mujer a ser humilde y laboriosa como la protagonista, quien por
medio de su trabajo elude los requiebros amorosos del diablo, o el soneto
de Micaela de Silva, “Glorias del mundo”, que se dirige a las “zagalas”
para advertirlas de lo efímero de la hermosura y la dicha de la juventud.
Por su parte, el cuento “Los desamparados” se dedica específicamente a
las madres, recordando el importante papel que como educadoras guardan,
del mismo modo que el poema de José Marco, “El secreto de la riqueza”,
se dedica a compilar una serie de consejos para ser una buena ama de casa.
El apuntalamiento del sistema patriarcal en el que el hombre se sitúa en
una situación de poder y opresión frente a una mujer que adquiere por
medio del matrimonio la obligación de servirlo y cuidarlo es del todo
evidente en “Carta acerca del matrimonio”, donde se señala que “el
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hombre es el jefe absoluto de la familia” (1866: 72), mientras que la mujer
debe dedicarse “exclusivamente al cuidado de la familia y a la vida íntima
del hogar doméstico” (1866: 74). Antonio de Trueba, en el romance “La
caserita de Arrona”, vuelve a romantizar la situación de dominación
masculina por medio de la metáfora de la hormiguita que pierde sus alas
al volar. Por último, pocos son los contenidos que escapan de la intención
moralizante general del almanaque, si bien siguen estando enfocados al
público femenino y a los gustos y quehaceres de las madres y señoritas.
Son la excepción la partitura “¡La fama de tu hermosura!”, de Francisco
Asenjo Barbieri, el artículo “Nombres propios”, de Flor de Lis, “La
almohadilla, la aguja y las tijeras”, en el que se detalla la historia de estos
utensilios, “Una ráfaga de humo”, en el Enriqueta Madoz de Aliana narra
cómo se inventó el globo aerostático, y los consejos de tocador redactados
por Pamela, con los que se pone fin a este almanaque.
CONCLUSIONES
El Almanaque del ángel del hogar supone, en el panorama editorial
español de la segunda mitad del XIX, una buena muestra de las cotas que
alcanzó la prensa periódica en nuestro país, y en concreto, el género del
almanaque. Superando su primitiva adscripción a la literatura popular,
paulatinamente se adentra en el negocio del libro, lo que incide
irremediablemente en su constitución formal y temática, a la vez que
supone una estrategia de mercadotecnia enfocada al público femenino.
Avanza así en el proceso de desastrologización comenzado en el siglo
XVIII, ofreciendo informaciones más acordes a los nuevos tiempos. En
este contexto, la especificación se convierte en un aliado comercial, pues
le permite singularizarse y ofrecerse cada año a sus lectores como un
material nuevo y adaptado a sus gustos e intereses: el almanaque femenino
personifica en buena medida esta transformación, al configurarse como
una publicación exclusiva centrada en complacer con sus historias a las
señoritas. María del Pilar Sinués descuella por ser una de las pocas mujeres
que valientemente se atreven a competir en el mercado comercial de la
imprenta, habitualmente dirigido por hombres. Un examen pormenorizado
del Almanaque del ángel del hogar revela las irremediables paradojas a las
que podía verse arrastrada una mujer de su tiempo, defensora por un lado
de la contención, la humildad y la dedicación total a sus deberes de madre
y esposa, pero interesada como algunos de sus compañeros en la actividad
editorial y literaria desde un punto de vista crematístico.
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