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EL PROCESO DE CONSTRUCCIÓN
Y CATEGORIZACIÓN DE LA ALTERIDAD:
LA CATEGORÍA «TIGANI / GITANO»
EN LA HISTORIA DE RUMANÍA
Marc H. VALLÉS
Universidad de Girona
marc.valles89@gmail.com
RESUMEN:
La categoría de la alteridad es un producto social en el que el que intervienen
muchos factores en su construcción. Uno de estos factores refiere a las relaciones
de poder y autoridad que ejercen algunos grupos sociales para definir y categori-
zar a otros grupos de forma estereotipada. Estas categorías sociales de la otredad
elaboradas a través de representaciones, discursos y prácticas pueden tener serias
consecuencias en la vida cotidiana de los categorizados. Ejemplo de ello lo encon-
tramos en la categoría social «tigani / gitano» usada para clasificar a los miembros
de la comunidad romaní y para asignarles una serie de atributos elaborados por
el grupo categorizante. En el presente artículo se describe y analiza la cons -
trucción de la categoría «tigani / gitano» a través de la historia de Rumanía y las
consecuencias que esto implica.
PALABRAS CLAVE:
Etnicidad, alteridad, categorización, estudios romaníes.
ABSTRACT:
The category of otherness is a social product in which many factors are invol-
ved in its construction. One of these factors refers to the relations of power and
authority exercised by certain social groups in order to define and categorize other
groups in a stereotypical way. These social categories of the other elaborated
through representations, speeches and practices can have serious consequences
in the daily life of the categorized ones. An example of this is found in the social
category «tigani / gypsy» used to classify the members of the Roma community
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Ivs Fvgit, 22, 2019, pp. 107-136
ISSN: 1132-8975
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and to assign them a series of attributes elaborated by the categorizing group. This
article describes and analyzes the construction of the «tigani / gypsy» category
throughout the history of Romania and the consequences this implies.
KEY WORDS:
Ethnicity, otherness, categorization, Romani studies.
1. INTRODUCCIÓN
El ser humano, en la historia de las relaciones sociales, ha tenido la tendencia
innata de clasificar el mundo que le rodea con la finalidad de organizar su cono-
cimiento. Mediante este proceso no solo se clasifican «cosas» siguiendo algún
criterio de agrupamiento, también se clasifican personas en diferentes categorías
sociales. Este fenómeno puede ser explicado e interpretado desde diferentes dis-
ciplinas y enfoques. En este caso, nos interesa describir y analizar los procesos
categorización del «Otro étnico» y, por lo tanto, tratarlos desde las teorías de la
etnicidad. Existen diferentes posiciones teóricas que explican la construcción de
la etnicidad que resultan analíticamente útiles en su conjunto si se analizan bajo
escrutinio y se aboga por un modelo integral que reúna lo mejor de cada posición.
Con estos conocimientos nos podemos acercar más a la realidad social y com-
prender como se construyen las identidades y alteridades étnicas.
Si bien debemos aceptar que la etnicidad siempre implica una interacción y
proceso dialéctico entre dos o más grupos, también es importante reconocer que
los grupos sociales pueden partir de posiciones de poder desiguales. Dentro de la
sociedad hay quienes tienen más poder o autoridad para elaborar y legitimar estas
categorías sociales de la otredad. Esto significa que un sector social o grupo de
poder puede construir una categoría social de la alteridad que se imponga ante
las demás y sea difícilmente neutralizable por los categorizados. Por esta razón la
propia imagen que tiene un grupo de sí mismo (self-identification) puede no coin-
cidir con la imagen creada por los otros (hetero-identification).
Además, las representaciones y discursos que alimentan a las categorías no
solo llegan a objetivarse con el transcurso del tiempo sino que también pueden
llegar a reificarse y, por ende, convertirse en un universo simbólico difícil de de-
construir. Estas categorías objetivadas y reificadas pueden servir a los grupos de
poder para justificar y legitimar prácticas discriminatorias contra los categoriza-
dos, tales como políticas de deportación, asimilación cultural, aniquilación y dis-
criminación institucional, material y simbólica.
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La categoría «gitano» es un ejemplo de categoría social construida por sec-
tores o grupos de poder. Esta taxonomía ha servido para clasificar a miembros
de la minoría étnica romaní y ha jugado un papel decisivo en la vida de los cate-
gorizados.
Los romaníes representan una minoría étnica particular en Europa. Desde su
llegada al Viejo Continente han sido víctimas de rechazo, exclusión, deportación,
etnocidio y eliminación. Estas prácticas y políticas no fueron impulsadas por el
simple hecho de que los romaníes representaran un grupo extranjero. Los roma-
níes, además de un grupo extraño, rápidamente fueron objeto de un proceso
creativo por parte de los lugareños. En otras palabras, se fue construyendo un
imaginario caricaturesco en torno a los romaníes a través de imágenes, discursos
y relatos que pronto alimentarían una especie de admiración y rechazo por esas
gentes. Sin embargo, la desconfianza y el temor a lo desconocido pesaron más
que la curiosidad bienintencionada. Los romaníes empezarían a ser catalogados
como «gitanos, gypsys, tiganii, cíngaros, etc.» y dichas categorías serían alimen-
tadas por las invenciones exageradas de la sociedad receptora y los grupos de
poder. Atributos tales como «hechiceros, mendigos, extravagantes, peligrosos,
espías del enemigo, paganos, pícaros, ladrones, etc» son ejemplos de la cons -
trucción social del «gitano» como el «Otro» durante los procesos de identificación
y alterización producidos por la sociedad mayoritaria en Europa.
El presente artículo pretende mostrar al lector el proceso mediante el cual se
ha ido construyendo la categoría del «tigani1» en un lugar determinado y a través
del transcurso histórico y sus contingencias. El lugar elegido para ello es Rumanía,
el país con mayor población romaní de Europa en la actualidad. Se analizan dife-
rentes etapas históricas que parten desde la esclavitud de los romaníes durante la
baja Edad-media hasta la época de la transición democrática tras la caída del régi-
men comunista. Con ello se pretende demostrar cómo la imagen del «tigani» es
un producto histórico motivado por los intereses de los grupos de poder y las con-
secuencias que ha tenido en la experiencia cotidiana de los romaníes.
2. LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD Y ALTERIDAD ÉTNICA
2.1. Teorías clásicas de la etnicidad
El concepto de etnicidad, en su forma sencilla, puede ser definido como la
«identificación con (…) un grupo étnico y (la) exclusión de otros grupos debido
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1«Tigani» es el término usado en Rumanía para agrupar a los romaníes, cuya traducción al
castellano es «gitano».
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a esa afiliación2». De este modo cuando hablamos de etnicidad nos referimos a
un tipo concreto de identidad social, la identidad de los grupos étnicos. Y los gru-
pos étnicos, según la definición de Max Weber, son:
(…) aquellos grupos humanos que, fundándose en la semejanza del hábito
exterior y de las costumbres, o de ambos a la vez, o en recuerdos de coloniza-
ción y migración, abrigan una creencia subjetiva en una procedencia común3.
En otras palabras, la etnicidad es el fenómeno mediante el cual los miembros
de un grupo étnico se identifican entre sí a través de la selección de ciertos rasgos
culturales compartidos (lengua, costumbres, tradiciones, formas de organización
social, símbolos…) o por la creencia de una descendencia en común (relatos,
mitos, historia compartida o parentesco) al mismo tiempo que dichos aspectos
culturales sirven para diferenciarse de otros grupos.
Sin embargo las discusiones en torno a la naturaleza del concepto de etni -
cidad han sido, y continúan siendo, objeto de numerosas revisiones, críticas y
contra-críticas.
Hasta mediados de los años 60 del siglo XX, aunque conserva su vigencia
en la actualidad, dominó el enfoque primordialista o esencialista de la etnicidad.
Uno de los autores más representativos de esta posición es el antropólogo Clifford
Geertz. Para Geertz los miembros de un grupo étnico están vinculados por un
apego primordial. En Interpretación de las culturas este autor describe el apego
primordial como aquel:
(…) que procede de los hechos «dados» (…) de la existencia social: la conti-
güidad inmediata y las conexiones de parentesco principalmente, pero además
los hechos dados que suponen haber nacido en una particular comunidad reli-
giosa, el hablar una determinada lengua o dialecto de una lengua y el atenerse
a ciertas prácticas sociales particulares. Estas igualdades de sangre, habla, cos-
tumbres,. etc. se experimentan como vínculos inefables, vigorosos y obligato-
rios en sí mismos4.
Resumiendo, este modelo comprende la etnicidad «(…) como un compendio
de rasgos inherentes al grupo, unos lazos y vínculos esenciales al mismo5». La
suma de estos rasgos culturales (costumbres, lengua, símbolos, valores, rasgos
fenotípicos, religión) y los vínculos esenciales (descendencia u origen en común)
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2C. P. Kottak 2011, 141.
3M. Weber 2014, 593.
4C. Geertz 1983, 222.
5E. Ramírez Goicoechea 2011, 227.
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es lo que definiría la naturaleza de la identidad étnica de un grupo. En este sentido,
la identidad étnica no sería un fenómeno social sino más bien cuasi-natural.
Ahora bien, es necesario agregar otros elementos característicos de la etni-
cidad según el prisma primordialista.
En primer lugar, este contenido de marcadores culturales se entendería esen-
cialmente inmutable6. Esto implica tener una visión de los grupos étnicos como
entidades uniformes, inalterables y sin cambios en el tiempo.
En segundo lugar, estas comunidades se autoperpeturarían biológicamente7.
Por lo tanto, la identidad étnica existiría incluso cuando los grupos étnicos estu-
vieran aislados del resto, sin mantener interacción ni necesidad de diferenciarse
de otros grupos.
En tercer, y último lugar, el repertorio de rasgos culturales es lo que deter-
minaría el comportamiento de los miembros del grupo étnico, además de delimitar
su existencia e identidad8. De este modo, las personas al estar constreñidas por
los lazos esenciales y naturales del grupo étnico por nacimiento no podrían cam-
biar de identidad étnica mediante la adscripción a otros grupos.
A finales de la década de los 60’ el antropólogo Frederic Barth abrió paso a
una nueva perspectiva de la etnicidad que sería denominada instrumentalismo o
situacionalismo. Barth definió a los grupos étnicos como «(…) categorías de
adscripción e identificación que son utilizadas por los autores mismos que tienen
la característica de organizar la interacción entre individuos9». Según esta defini-
ción la etnicidad no es un fenómeno de la naturaleza sino un producto social
(…categorías de adscripción e identificación…) en el que los miembros de los
grupos tienen agencia social para maniobrar (…utilizadas por los autores mis-
mos…) y en el que se hace necesario el contacto y la interacción entre grupos
para su existencia (…interacción entre individuos…).
A continuación se desarrollan estos aspectos innovadores del enfoque instru-
mentalista.
En primera instancia, para Barth la importancia del la identidad de los gru-
pos étnicos recae en el mantenimiento de sus fronteras sociales y no en su con-
tenido. Como anteriormente se describió, el peso del primordialismo recaía en
el contenido de los grupos, también llamado «compendio de rasgos culturales».
Según Barth el contenido no es importante porque está compuesto de rasgos
culturales que pueden cambiar con el tiempo y en determinadas circunstancias.
Esto explica el aspecto procesual y dinámico de la cultura y de la identidad.
Según él, los miembros de los grupos étnicos seleccionan estratégicamente los
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6E. Terrén 2002, 54.
7Narroll cit. por F. Barth 1976, 11.
8J. J. Pujadas 1993, 49.
9F. Barth 1976, 10-11.
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rasgos culturales que puedan servir en un momento dado para diferenciarse de
otro grupo étnico. Por ende, la etnicidad sería un receptáculo vacío a rellenar
por diacríticos culturales a elección de los miembros del grupo y con ello man-
tener una separación con otros grupos. La selección de unos u otros diacríticos
culturales depende de cada situación y sirven para mantener las fronteras étnicas
que separan a los grupos. De este modo, la etnicidad no sería un hecho dado
–o natural– sino un constructo social en continuo movimiento y adaptación,
siempre situacional.
En segundo lugar, el antropólogo noruego señaló que «(…) las distinciones
étnicas no dependen de una ausencia de interacción sino que son el fundamento
mismo sobre el cual están construidos los sistemas sociales que las contienen10».
Con esta afirmación se opuso a uno de los principales elementos defendidos
por el primordialismo. Para Barth el fundamento de existencia de la etnicidad
radica en el contacto y la interacción entre distintos grupos étnicos y no en su
aislamiento. En otras palabras, no tiene ningún sentido expresar mi identidad si
no existe un interlocutor con el que interaccionar y con el que diferenciarme
durante nuestras relaciones y comunicaciones. Por ende, la etnicidad es siempre
relacional.
En tercer y última instancia, la identidad étnica de una persona no está deter-
minada por nacimiento. La adscripción a una categoría étnica no implica la
obligación de permanecer encerrado de por vida en el mismo grupo. No existen
lazos naturales e indelebles determinantes como defiende el primordialismo sino
que los actores sociales tienen capacidad para adscribirse, identificarse y afiliarse
a otras estructuras étnicas11. Barth, con estas afirmaciones, está admitiendo la
capacidad de agencia social de las personas.
Tiempo más tarde surgiría una rama del instrumentalismo que podría
denominarse instrumentalismo radical. Entre los autores que defienden esta
postura se destacan Abner Cohen12 y Glazer & Moynihan13. Sus defensores
sostienen que los grupos étnicos son grupos de interés que hacen uso de la etni-
cidad para conservar o conseguir recursos económicos e influencia política
frente a sus competidores14. Esta perspectiva ha sido fuertemente criticada por
construir una imagen de los individuos como seres egoistas, puramente
racionales e interesados.
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10 F. Barth 1976, 10.
11 F. Barth 1976, 16.
12 El modelo teórico de Abner Cohen fue propuesto por primera vez en su obra titulada Custom
and Politics in Urban Africa: a Study of Hausa Migrants in Yoruba Towns (1969).
13 El modelo teórico de Glazer y Moynihan se encuentra en la obra Ethnicity: Theory and Expe-
rience (1975).
14 M. Banks 1996, 37.
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2.2. Hacia un modelo integral de la etnicidad
Una vez expuestas las teorías clásicas de la etnicidad surgen la cuestiones:
¿qué modelo está en lo cierto? ¿qué enfoque se acerca más a la complejidad de la
realidad social y sus fenómenos? Posiblemente la respuesta la hallaríamos en un
modelo que integre algunos aspectos de la postura primordialista e instrumenta -
lista. Como señala Garreta «(…) los dos polos del estudio de las relaciones inte -
rétnicas son conciliables15».
A continuación sigue un esquema sistematizador para un modelo integrador
de la etnicidad.
1) La etnicidad como «relacionalidad social alterizante»: la etnicidad al ser
una cuestión de diferenciación cultural solo puede tener sentido a través de la
interacción social16 y en relación con el «Otro». La primera fase de la construcción
social de la identidad/alteridad remite, en términos de Ramírez Goicochea, a
«(…) procesos de identificación con aquellos con los que se siente y cree que se
asemeja y que puede considerar como sus iguales17». Este proceso de identifica-
ción va acompañado de otro proceso de des-identificación/alterización. La alte-
rización se produce en relación con otras personas y grupos con los que se
pretende diferenciar a través de la selección de ciertos elementos culturales (len-
gua, símbolos, mito de un origen o historia en común, religión, etc.)18. En este
sentido, como bien manifiesta Restrepo, «la identidad y la alteridad son dos caras
de la misma moneda19». Y en palabras de Stuart Hall «las identidades se constru-
yen a través de la diferencia y no al margen de ella20». De este modo, el «Otro»
se convierte en un producto de las percepciones y definiciones generalmente etno-
centradas que otros hacen de él a través de la selección arbitraria de unos rasgos
diferenciales21. Mediante este proceso se van construyendo los límites simbólicos
que establecen lo que está dentro (nosotros) y lo que está fuera (otros) produciendo
un «efecto frontera» para consolidar el proceso22. En este punto coincidimos con
el instrumentalismo que fue capaz de captar la etnicidad como un fenómeno fruto
de los procesos de interacción, comunicación y negociación entre el «nosotros»
y los «otros».
2) La etnicidad es procesual y situacional (...): como se vio anteriormente,
el paradigma primordialista sostiene la tesitura de que los grupos étnicos se
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15 J. Garreta 2003, 26.
16 T. H. Eriksen 1997, 39.
17 E. Ramírez Goicoechea 2011, 185.
18 E. Ramírez Goicoechea 2011, 186.
19 E. Restrepo 2012, 132.
20 S. Hall 2003, 18.
21 A. Izaola 2017, 21.
22 S. Hall 2003, 16.
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definen por la suma de unos rasgos culturales objetivos que son inmutables y
esenciales. Esta idea de estaticidad de la cultura e identidad esencialista fue
rechazada por el instrumentalismo en defensa del dinamismo social de los fenó-
menos sociales. De hecho, en la actualidad las ciencias sociales admiten el carác-
ter cambiante de la cultura y la capacidad de los agentes sociales para
transformarla. Este carácter procesual puede ilustrarse con uno de los postulados
básicos que Berger y Luckmann presentaron en su afán por describir los modos
en los que se construye socialmente la realidad:
Tanto por su génesis (el orden social es resultado de la actividad humana pasa-
da), como por su existencia en cualquier momento del tiempo (el orden social
solo existe en tanto que la actividad humana siga produciéndolo), es un pro-
ducto humano23.
En este sentido, la etnicidad es un producto humano que nunca se da por ter-
minado, es proceso. El conjunto de representaciones y símbolos en los que se
basa la etnicidad siempre se encuentra en constante re-creación y re-definición
en la práctica cotidiana de las personas24. Pero este proceso no requiere de uni-
formidad o armonía25. En otras palabras, el proceso es complejo y dinámico en
cuanto las relaciones que entran en juego no son siempre armoniosas y en cambio
sí pueden ser conflictivas y desordenadas26. Esto nos remite a la diversidad de
voces y de interpretaciones que puede haber dentro de un mismo grupo cuando
se trata de definir su identidad étnica.
Los agentes sociales construyen las fronteras simbólicas enmarcados dentro
de una situación determinada con sus propias circunstancias27. Estas circunstan-
cias pueden ser de carácter político, económico, cultural, entre otros posibles fac-
tores. Por este motivo los agentes sociales pueden intentar maniobrar de una u
otra forma dependiendo de cada situación específica. Sin duda, la dinámica social
y la contextualización situacional defendida por el instrumentalismo es innegable.
3) (…) y también estructurante y psicoafectiva: si bien la etnicidad es un pro-
ducto constante de la actividad humana, este proceso se realiza dentro de unas
«circunstancias globales objetivas que enmarcan, constriñen o delimitan la repro-
ducción del propio grupo28». Estas circunstancias, como se avanzó en el punto
anterior, están atravesadas por relaciones políticas, económicas, históricas, eco-
lógicas y otros factores que los actores sociales no pueden hacer que desaparezcan.
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23 P. Berger & T. Luckmann 2015, 71.
24 E. Terrén 2002, 49.
25 S. Hall 2003, 15.
26 S. Hall 2003, 16.
27 G. Giménez 2002, 39.
28 J. J. Pujadas 1993: 62.
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Por ende, el proceso de construcción de la etnicidad no está determinado por fac-
tores objetivos en su totalidad pero tampoco los agentes sociales tienen total liber-
tad para producir orden social a su libre antojo29. Denominaremos a estas
circunstancias como «fuerzas constriñentes externas».
Además, las constricciones no provienen únicamente del exterior, también
son fruto de la inmanencia interior de cada grupo. Estas serían las «fuerzas cons-
triñentes internas». Estas fuerzas internas pueden dividirse en dos dimensiones
analíticamente distinguibles pero inseparables empíricamente: a) dimensión
estructural y b) dimensión psicoafectiva.
3.a) Dimensión estructural: la identidad étnica, al fin y al cabo, no es algo
puramente volátil30. En relación con esto, si el proceso de identificación representa
un «movimiento subjetivo (personal o colectivo) de afinidad y semejanza», la
identidad es «el resultado de la objetivación de dicho proceso» que se cosifica o
cristaliza en algo «que puede ser materia de representación, discurso y práctica31».
Por ende, si las identidades son siempre procesuales como vimos anteriormente,
también se producen momentos de fijación y estructuración durante los procesos.
Las identidades son construcciones históricas que condensan y recrean experien-
cias e imaginarios colectivos32. Estas condensaciones y cristalizaciones son fija-
ciones que pueden manifestarse en imágenes simbólicas y narraciones sobre los
orígenes de un colectivo, sus dioses y relatos fundadores, héroes y gestas históri-
cas, así como en instituciones políticas y ritos o ceremonias33. Esto implica que
los agentes sociales no pueden maniobrar en abstracto y en total libertad sino
siempre delimitados por estas estructuraciones disponibles fijadas en un momento
dado. Además, algunas de estas fijaciones pueden llegar a reificarse. Esto implica
un reconocimiento de los hechos sociales como si fueran hechos naturales e inal-
terables por la sociedad.
3.b) Dimensión psicoafectiva: las fuerzas constriñentes internas no solo
implican la existencia de fijaciones estructurales y estructurantes, también implica
admitir la carga psicoafectiva que estas fijaciones pueden tener para los miembros
de un grupo étnico. Que la cultura y la identidad sean una construcción social con
capacidad de transformarse no hay duda. Pero por otra parte, los rasgos culturales
no son simples marbetes étnicos disponibles y manipulables por los actores socia-
les. Este complejo cultural e identitario tiene un fuerte carácter psicológico y afec-
tivo para las personas que lo comparten. Esto se explica a través de los procesos
de socialización. A través del aprendizaje (socialización) mediatizado por nuestros
115
EL PROCESO DE CONSTRUCCIÓN Y CATEGORIZACIÓN DE LA ALTERIDAD: ...
29 G. Giménez 2002, 39.
30 J. Garreta 2003, 26.
31 E. Ramírez Goicoechea 2011, 185.
32 E. Restrepo 2007, 25.
33 L. Villoro 1998, 60.
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cuidadores se crean los primeros vínculos, procesos de intersubjetividad y de iden-
tificación tempranos para con estos. La socialización, al fin y al cabo, no produce
nuevos humanos en abstracto sino humanos que se identifican como miembros
de una categoría particular que coincide con la de sus cuidadores y el entorno al
que estos últimos se identifican o pertenecen34. El proceso de socialización impli-
ca en parte una vinculación psicoafectiva y emocional con los elementos de la
realidad social que el sujeto internaliza, por este motivo no podemos definir a los
grupos étnicos como puramente grupos de interés tal y como defiende la postura
radical del instrumentalismo. Y, por lo tanto, el contenido cultural de un grupo
étnico –si bien es un constructo social, adaptativo, cambiante y reinterpertable–
no es ni tan irrelevante ni tan manipulable como sostenía Barth.
4) La etnicidad es polifónica: el proceso de socialización se encarga de que
los sujetos internalicen una realidad objetivada y con ello una serie de pautas con-
ductuales, una cosmovisión del mundo y una identidad social generalmente com-
partidas por los miembros de una misma sociedad. Sin embargo, este hecho no
implica que las identidades étnicas sean homogéneas, uniformes o pacíficas den-
tro de un mismo grupo étnico35. Dentro de un mismo grupo hay conflictos y pun-
tos de vista distintos. Por lo tanto, la etnicidad es siempre polifónica36.
2.3. El proceso de categorización de la otredad
En el apartado anterior se han sintetizado algunos de los elementos princi-
pales de la etnicidad y, por lo tanto, de la producción de la identidad y alteridad
étnicas. Sin embargo, para completar una mejor definición respecto a la etnicidad
debemos añadir otro elemento: 5) La etnicidad es categorizante.
Para estudiar analíticamente los procesos de etnicidad no solo debemos poner
atención al proceso mediante el cual un grupo específico construye su propia
identidad y la alteridad de los demás, desde la perspectiva del grupo mismo. Tam-
bién es necesario conocer el impacto y consecuencias que tienen las categorías
de la alteridad que estos grupos construyen. Es decir, los efectos que tienen en la
vida cotidiana de los alterizados/categorizados. El sociólogo y antropólogo
Richard Jenkins diferenció dos procesos analíticos: 1) los «procesos de definición
interna» mediante los cuales los agentes sociales autodefinen la identidad del gru-
po al que pertenecen, señalando quiénes son miembros del grupo y quiénes que-
dan fuera de él, y 2) los «procesos de definición externa» que son aquellos
116
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34 E. Ramírez Goicoechea 2011, 75 y 105.
35 G. Giménez 2002, 57.
36 E. Restrepo 2012, 144.
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dirigidos por otros, desde fuera, mediante de los cuales una persona o un conjunto
de ellas define a otras como «X», «Y», o cualquier otra categoría. Este segundo
proceso estaría formado por una serie de pasos: 1) la construcción de una categoría
de la alteridad, 2) etiquetamiento de la categoría con un nombre putativo (ej: gita-
no), 3) clasificación de un conjunto de personas en el interior de dicha categoría
(ej: romaníes) y 4) asignación una serie de atributos definidos por el mismo grupo
categorizante (ej: ladrones, sucios, peligrosos). El «proceso de definición externa»
también puede traducirse por «proceso de categorización». La construcción social
de una categoría puede afectar significativamente las experiencias sociales de los
categorizados. La capacidad de imponer definiciones y categorías con éxito siem-
pre implica autoridad o poder para llevarlo a cabo37.
En palabras de Jenkins:
La categorización social está íntimamente ligada con las relaciones de poder y
relata la capacidad de un grupo que exitosamente impone sus categorías de
adscripción sobre otro conjunto de personas, y a los recursos a los que puede
recurrir la colectividad categorizada para resistir, si es necesario, esa imposi-
ción38.
Un elemento clave para analizar dicho proceso es tener en cuenta que cual-
quier identidad social, como la étnica, es tanto «nominal» como «virtual». La
«identificación nominal» refiere al nombre, etiqueta y clasificación de la categoría
(ej: galés, andaluz o judío) y la «identificación virtual» abarca las consecuencias
del nombre y la etiqueta, es decir, el significado del valor nominal en términos
de experiencia39. No es necesario que la categorización cambie el nombre del gru-
po categorizado –valor nominal–, pero puede tener el potencial suficiente para
definir el significado que soporta y con ello la experiencia de quienes son cate-
gorizados40. Por lo tanto, la categorización efectiva por parte de un grupo con más
poder o autoridad hacia otro más débil no es solo cuestión de clasificación, sino
que «es necesariamente una intervención en el mundo social de ese grupo que,
en cierta medida y en función de las características específicas de la situación,
alterará ese mundo y la experiencia de vivir en él41».
Por todo lo dicho anteriormente es necesario tener en cuenta las relaciones
de poder en la producción de las identidades y alteridades, y con ello las relaciones
de desigualdad y dominación42. Así pues, cuando hablamos de la construcción de
117
EL PROCESO DE CONSTRUCCIÓN Y CATEGORIZACIÓN DE LA ALTERIDAD: ...
37 R. Jenkins 1997, 53.
38 R. Jenkins 1997, 23.
39 R. Jenkins 1997, 41.
40 R. Jenkins 1997, 56.
41 R. Jenkins 1997, 72.
42 E. Restrepo 2012, 137.
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la alteridad no nos referimos solo a cuestiones de clasificación social sino también
a prácticas de explotación y dominio. La identidad, en su sentido político y sim-
bólico, es objeto de disputa entre grupos y sectores sociales por la clasificación
legítima donde unos tienen más poder o autoridad de identificación que otros43.
Por este motivo existe la posibilidad de que la «auto-identificación» de un grupo
étnico no coincida con la «hetero-identificación» que de él hacen otros grupos.
Pero estas clasificaciones sociales no son simples44 representaciones que flotan
en el aire sino que en sí mismas son intervenciones sobre el mundo. En otros tér-
minos, estas categorías sociales representan un acto de violencia metafísica, epis-
témica y fenomenológica45. Restrepo lo define del siguiente modo:
Las distinciones de clase, de genero, generación, lugar, raciales, culturales,
etc., no solo establecen taxonomías sociales, sino que son inmanentes a los
ensamblajes históricos de desigual distribución y acceso a los recursos y rique-
zas producidos por una formación social especifica así como de sus tecnologías
políticas de sometimiento46.
En definitiva, la identidad no solo es una categoría de la clasificación que
sitúa quién está dentro y fuera de cada grupo social, también es una categoría de
la práctica. Las clasificaciones permiten organizar las relaciones sociales, comu-
nicaciones e interacciones entre distintos grupos y personas en términos de seme-
janzas y diferencias47. Sin embargo, hay grupos que ejercen más poder o autoridad
para clasificar a la otredad y hacer que dicha categoría se imponga como legítima.
Esta clasificación de la otredad atravesada por relaciones de poder, dominación
y explotación, al mismo tiempo, puede servir al grupo categorizante para seguir
legitimando y reproduciendo prácticas discriminatorias. En fin, un círculo vicioso
que se retroalimenta.
Por último, es posible que surjan dudas respecto a la genealogía de las cate-
gorías de la otredad: ¿las categorías nacen primero del discurso, de los relatos y
representaciones y luego tienen un impacto en la vida práctica? o ¿las categorías
dependen, en primer lugar, de las relaciones y prácticas cotidianas entre grupos
cuyo resultado deriva en representaciones, discursos y relatos? La respuesta que
seguramente se acerque más a la realidad social es la conjunción simultanea de
ambos procesos. El mundo de las ideas y el mundo pragmático no son dos mun-
dos estrictamente divididos sino que penetran continua y simultáneamente uno
en el otro.
118
MARC H. VALLÉS
43 G. Giménez 2002, 40.
44 E. Ramírez Goicoechea 2011, 90.
45 E. Restrepo 2012, 138.
46 E. Restrepo 2012, 137.
47 E. Ramírez Goicoechea 2011, 186.
Revista 22 18/11/19 11:52 Página 118
Siguiendo el argumento de Ramírez Goicoechea:
(…) las ideas no preexisten a las prácticas, aunque a partir de cierto nivel de
complejidad puedan dotarse de una cierta dinámica autónoma. (…) Por su par-
te, toda práctica está ideográficamente orientada: ideas, representaciones, cate-
gorías, clasificaciones, ordenaciones, normas, reglas, valores, todos ellos se
constituyen en el ejercicio práctico48.
3. LA CONSTRUCCIÓN DE LA CATEGORÍA «TIGANI»EN RUMANÍA:
REPRESENTACIONES Y PRÁCTICAS
A continuación se analizará el proceso de construcción del «tigani» como el
«Otro» a través de la historia de Rumanía. Proponemos que cada etapa histórica
estuvo marcada por unos intereses políticos, sociales y económicos que jugaron
un papel importante en la categorización del «tigani» por parte de los grupos de
poder. Y con ello la construcción y justificación de unas determinadas represen-
taciones y prácticas. Estas representaciones y prácticas pueden mantenerse,
desaparecer, re-elaborarse o revitalizarse en el transcurso del tiempo.
Para facilitar tanto la descripción como el análisis del proceso se ha dividido
el esquema en cinco etapas históricas: 1) la esclavitud romaní (s. XIV-1864),
2) la abolición de la esclavitud (s. XIX), 3) el régimen de Antonescu (años ’40
s. XX), 4) el régimen comunista (años ’47-’89 s. XX) y 5) la transición democrá-
tica (’89-’94 s. XX).
El análisis de cada etapa comprende tres fases. La primera refiere a la des-
cripción del contexto histórico de cada etapa. La segunda refiere a la posible lógi-
ca política que sirvió a los grupos de poder para construir la realidad social de
los romaníes y a lo que denominaremos «ingeniería política de la alteridad». La
tercera fase refiere al resultado de la fase anterior condensada en representaciones,
discursos y prácticas relacionadas con la categoría «tigani».
En todo caso, por motivos de extensión, la descripción y análisis de la cate-
gorización por etapas no puede abarcar todos los datos suficientes para dar una
exposición satisfactoria al lector. Únicamente se han seleccionado aquellos datos
que puedan ayudarnos a descubrir el proceso de categorización de forma breve.
3.1. La esclavitud romaní en Valaquia y Moldavia
a) Contexto: dado que Rumanía no se consolidó políticamente como Esta-
do-nación hasta el año 1918, para las etapas anteriores a la fecha nos referiremos
119
EL PROCESO DE CONSTRUCCIÓN Y CATEGORIZACIÓN DE LA ALTERIDAD: ...
48 E. Ramírez Goicoechea 2011, 185.
Revista 22 18/11/19 11:52 Página 119
a dos de los principales principados rumanos: Valaquia y Moldavia. Transilvania
no es menos importante pero el curso histórico de esta región fue muy distinto y
merecería un tratamiento aparte. Los dos principados rumanos fueron nominal-
mente vasallos del Imperio Otomano desde el siglo XVI hasta la mitad del siglo
XIX49. La relación de vasallaje fue más bien en términos tributarios y, por esta
razón, los principados tuvieron garantizada la independencia en sus asuntos de
política interna50. Ambos principados compartieron circunstancias históricas muy
parecidas y esto se vio reflejado en sus relaciones con los romaníes. Los primeros
documentos oficiales que mencionaron a los romaníes están datados en el año
1385 en Valaquia y en el 1428 en Moldavia51. El documento valaco es una escri-
tura de donación, emitida por el príncipe valaco Dan I, a favor del monasterio de
Tismana en el que se mencionan a cuarenta familias romaníes52. El documento
moldavo fue emitido por el príncipe Alejandro el Bueno a favor del monasterio
de Bistrita con una donación de treinta familias romaníes53. En ambos documen-
tos, sin embargo, no se hace mención alguna al etnónimo romaní sino que se refie-
ren a ellos como «tigani». De aquí se extraen dos datos clave que marcaran la
historia de los romaníes en Rumanía.
El primer dato refiere a la clasificación de los romaníes con un nombre defi-
nido por las élites políticas principescas. El término «tigani» es, por lo tanto, una
identificación nominal impuesta desde fuera. Dicho nombre se cree que nació
durante el paso de los romaníes en el Imperio Bizantino y provendría del término
griego «athíganos» mediante el cual se denominaba a una secta herética con la
que fueron confundidos54. Nombre que nada tiene que ver con el etnónimo
«Roma» a través del cual se autoidentifican los romaníes desde dentro y cuyo
significado es «Hombre».
El otro dato se relaciona con el estatus social y jurídico de este grupo. Los
romaníes ocuparon la posición de esclavos dentro de los sistemas principescos
hasta mediados del siglo XIX55. Su forma de vida itinerante y organización en
bandas resultaban totalmente ajenas y extrañas, y rápidamente fueron catalogados
como enemigos56. Unos enemigos percibidos como infrahumanos y marginales57.
120
MARC H. VALLÉS
49 D. Crowe 2016, 108 y 109.
50 E. Marushiakova & V. Popov 2009, 89.
51 V. Achim 1998, 10.
52 D. Crowe 2016, 107.
53 V. Achim 1998, 14.
54 V. Achim 1998, 9.
55 En todo caso, hay que destacar que si bien una parte de los romaníes fueron sedentarizados
para ser mantenidos cerca de su amo, ya fuere un boyardo, clérigo o el príncipe, otros pudie-
ron conservar su estilo de vida itinerante dentro de unos límites y con la obligación de volver
con su amo en ciertas estaciones del año para pagarle las rentas (V. Achim 1998, 53).
56 V. Achim 1998, 67.
57 S. Beck 1989, 54.
Revista 22 18/11/19 11:52 Página 120
Sin embargo, a diferencia del resto de Europa occidental y central, no fueron
expulsados ni perseguidos. En este caso fueron reclutados. A pesar de ser los ene-
migos y los extraños desde un principio, los altos estamentos de la sociedad valo-
raron las habilidades que tenían los romaníes en el desarrollo de ciertas
ocupaciones, tales como la artesanía, herrería, cerrajería y hojalatería58. De este
modo, las élites políticas vieron en los romaníes la posibilidad de consolidar su
riqueza y prestigio59. Por una parte, tenerlos como esclavos no solo beneficiaba
económicamente a los grupos de poder –príncipes, monasterios y boyardos– gra-
cias a las aportaciones obligatorias que los romaníes debían satisfacer a favor de
sus amos sino que tener esclavos en propiedad incrementaba su prestigio social.
b) Ingeniería política de la alteridad: el proceso de esclavitud en estas cir-
cunstancias podría ser explicado, analíticamente, mediante lo que Taguieff deno-
mina «heteroracialización». Este modelo de racismo describe aquellas situaciones
en las que un grupo considera al «Otro» como «raza» por la confluencia y suma
de dos principios: 1) el principio de desigualdad mediante el cuál se considera al
«Otro» como «raza» y, por lo tanto, inferior, y 2) el principio de universalidad
mediante el cuál el grupo que define al «Otro» como «raza» no se considera a sí
mismo como una «raza», simplemente parte del género humano. El resultado de
este modelo se traduce a las relaciones de dominación y explotación del «Otro»
racializado que, en todo caso, no se le quiere hacer desaparecer sino mantenerlo
en vida por ser fuente de beneficios60. Salvando las distancias y problemáticas
que podría causar la aplicación del término «raza» para describir las relaciones
entre los romaníes y autóctonos de los principados, esta lógica se explica en nues-
tro caso si cambiamos el término «raza» por el de «incivilizado» o «grupo infra-
humano». De hecho, no se han encontrado documentos que mencionen
características fenotípicas de los romaníes. Dado este motivo, se sostiene que la
extrañeza hacia ellos estaría relacionada con su estilo de vida y organización
social. Características suficientes para ubicarlos fuera de la «civilización61» pero
económicamente útiles para estar al servicio de la «civilización».
c) Representaciones y prácticas: el resultado de esta etapa histórica que abar-
ca desde el siglo XIV hasta mediados del XIX fue la construcción de la categoría
«tigani» (valor nominal) y una serie de representaciones e imágenes que definían
a los miembros de la categoría como «infrahumanos62» «incivilizados», «mercan-
cía», «dependientes», «subordinados63», «útiles solo para el trabajo» o mejor
121
EL PROCESO DE CONSTRUCCIÓN Y CATEGORIZACIÓN DE LA ALTERIDAD: ...
58 A. Fraser 2005, 70 y 71.
59 S. Beck 1989, 53.
60 L. Piasere 2018, 31.
61 S. Beck 1989, 53.
62 S. Beck 1989, 54.
63 W. Guy 2001, 8.
Revista 22 18/11/19 11:52 Página 121
expresado «útiles solo para determinados trabajos manuales» (valor virtual). Es
más, el término «tigani» se convirtió en sinónimo de «esclavo64», término que
definía su identidad jurídica pero que acabaría cosificándose: ser «esclavo» sig-
nificaba ser «tigani» y al mismo tiempo ser «tigan» significaba ser «esclavo».
Estas representaciones fueron elaboradas a través de las prácticas y relaciones de
dominación y subordinación basadas en la esclavitud, y al mismo tiempo estas
prácticas y relaciones de dominación fueron justificadas por las representaciones,
siempre en un mutuo proceso dialéctico. En definitiva, los romaníes, clasificados
nominalmente dentro de la categoría «tigani», se convirtieron en el «Otro» nece-
sario para fortalecer la estructura social, política y económica de los principados.
Su identidad virtual sirvió para seguir justificando el sistema de esclavitud.
3.2. La abolición de la esclavitud y emancipación de los romaníes
a) Contexto: a mediados del siglo XIX empezó un proceso gradual de aboli-
ción de la esclavitud en los principados. Este proceso estuvo marcado por un con-
junto de factores que confluyeron con la finalidad de modernizar la sociedad valaca
y moldava. El espíritu de la Ilustración empezó a manifestarse y a penetrar en la
mentalidad de algunos sectores de la sociedad. La institución de la esclavitud no
se cuestionó en sí misma pero se empezó a considerar a los esclavos como seres
humanos. Este discurso penetró en la mentalidad del obispado de Moldavia en el
siglo XVII tal y como queda documentado: «si son gitanos, son parte de la creación
de Dios, no se pueden compartir de ninguna manera como si fueran animales65».
Pero, sobre todo, las ideas ilustradas tuvieron impacto después de la Revolución
de 1821 de Tudor Vladimirescu, que provocó la retirada de los gobernantes oto-
manos y que permitió que los príncipes locales tomaran posesión de los principados
con mayor autonomía66. La generación de intelectuales de 1830, que habían estu-
diado mayormente en Francia, tomaron las filas políticas con la intención de imple-
mentar un modelo liberal en los principados. Este cambio de modelo implicaba la
instauración de la propiedad privada y la formación de una cultura nacional moder-
na, donde la esclavitud no tenía lugar67. Por otra parte, la prensa también jugó un
papel importante en la defensa y promoción del proceso de emancipación a través
de publicaciones reivindicativas y de rechazo hacia la esclavitud68. Esta cambio de
mentalidad también se vio reflejado en la literatura rumana, enmarcada en el
122
MARC H. VALLÉS
64 V. Achim 1998, 29.
65 V. Achim 1998, 42.
66 I. Sandu, 2010, 10.
67 I. Hancock 2012, 23.
68 V. Achim 1998, 99.
Revista 22 18/11/19 11:52 Página 122
romanticismo y humanismo, que trató la cuestión del «buen gitano» para dar una
imagen más positiva de los romaníes69. Ejemplos destacables de obras que reivin-
dicaron la abolición de la esclavitud romaní y defendieron una imagen positiva de
este grupo fueron Le Philodace de Emily Kohly de Guggsberg, Tiganul vândut de
Cezar Bolliac, Jupân Ion de Ion Heliade Radulescu o Istoria unui Galbân de Vasile
Alecsandri. Finalmente, en el año 1864 se redactó y aprobó la Constitución de los
Principados Unidos, uniendo a Moldavia y Valaquia en un único principado, donde
el problema de la esclavitud dejó de existir70.
b) Ingeniería política de la alteridad: los nuevos intereses políticos y sociales
del siglo XIX eran incompatibles con la esclavitud y en Rumanía ser esclavo sig-
nificaba ser «tigani» y viceversa. Por ese motivo, la élite política emergente elaboró
el discurso romanticista del «buen gitano». Este discurso fue un intento de atribuir
rasgos positivos a la categoría «tigani» para equilibrar la imagen negativa que se
había construido en torno a ella. Este discurso que situaba a los romaníes dentro
del género humano tampoco parecía situarlos en la misma posición de igualdad
que el resto de la sociedad. El discurso del «buen gitano» recuerda al mito del
«buen salvaje». Es decir, el «buen gitano» forma parte del género humano pero
no deja de ser un extraño al que domesticar para que pueda incorporarse al estado
de la civilización. El «buen gitano» es aquel que tiene rasgos positivos o que tienen
cierto valor porque son atractivos para el resto de la sociedad pero todavía conserva
aspectos negativos que lo sitúan fuera de la sociedad moderna. Estos procesos de
limpieza de imagen, como por ejemplo cambiar el uso del término estigmatizante
«nómada» por el de «gente viajera», suele ir precedida por políticas asimilacio-
nistas71. De hecho, así fue el caso de los principados con la aprobación del Regla-
mento Orgánico aprobados en 1831 en el que se expresó el interés de sedentarizar
a los romaníes itinerantes y vincularlos a los gremios existentes72. Por ende, el nue-
vo modelo político liberal requería eliminar la esclavitud situando al «tigani» dentro
de la categoría humana pero, al mismo tiempo, también modificar ciertos de sus
aspectos culturales para que pudieran equipararse al resto de la sociedad moderna.
Este proceso de construcción de la alteridad «tigani» sustentada por la figura retó-
rica del «buen gitano» puede entenderse a través de lo que Gerd Baumann deno-
minó como «gramática orientalista». Esta gramática de la identidad y alteridad en
parte se fundamenta en la obra Orientalismo de Said. Dicho proceso explica cómo
los occidentales no solo crearon representaciones negativas respecto a los orientales
sino que simultáneamente reconocieron como positivas y deseables otras caracte-
rísticas que conservaban los orientales y de las que carecían los occidentales. El
123
EL PROCESO DE CONSTRUCCIÓN Y CATEGORIZACIÓN DE LA ALTERIDAD: ...
69 V. Achim 1998, 100.
70 E. Marushiakova & V. Popov 2009, 115.
71 J. P. Liégeois 1987, 165 y 166.
72 V. Achim 1998, 104.
Revista 22 18/11/19 11:52 Página 123
73 G. Baumann 2004, 20-23.
74 E. Ramírez Goicoechea 2011, 201.
75 M. Sandu 2005, 18.
76 V. Ionescu 2000, 164.
77 Dado que el discurso del «buen gitano» fue precedido por estas políticas asimilacionistas,
podríamos entender que además de una política de la alteridad basada en la «gramática orien-
talista» simultáneamente entró en juego otra gramática denominada «gramática del englo-
bamiento» también propuesta por Gerd Baumann. Más adelante se definirá este tipo de
gramática.
orientalismo, por lo tanto, no consiste en una simple oposición binaria (nosotros =
buenos / ellos = malos) sino en una «inversión especular del tipo» que se traduce
de la siguiente manera: «lo que nosotros tenemos de bueno, ellos lo tienen malo;
pero lo que nos salió mal a nosotros aún sigue bien en ellos73». En otras palabras,
el «Otro» por una parte se rechaza pero por el otro lado es objeto de deseo, su exo-
tismo repele y atrae al mismo tiempo74.
c) Representaciones y prácticas: en definitiva, según el ideal del «buen gita-
no», este sigue siendo un extraño que produce rechazo o desconcierto por su for-
ma de vida poco «civilizada» y al mismo tiempo admiración por conservar
aspectos culturales valorizados de los que carece el grupo alterizante/categorizante
(rumanos=organizados y estáticos ytiganii=anárquicos y nómadas pero ruma-
nos=fríos y calculadores ytiganii= místicos y espontáneos). Ejemplo de ello se
puede hallar en Istoriei unui galbân si unei parale de Vasile Alecsandri:
«(…) recuerdo a los gitanos atormentados, pero también el encanto y lo pintoresco.
Esto es lo hace atractivo de estos nómadas75». Otro ejemplo fue el de Richard
Kunisch durante su paso por Muntenia (Rumanía) y que acabó publicando en 1861
el libro Bucarest y Stambul (skizzen aus Ungarn, Rumänien und der Türkei) tras
quedar asombrado por la vida sin preocupaciones de los romaníes a pesar de su
miseria. En palabras del autor rumano Iorga: «Se enamoró de la ingenuidad, la
espontaneidad infantil del gitano, que no llora76». Estas representaciones romanti-
cistas elaboradas por la élite política emergente de carácter liberal ayudó a mejorar
la percepción de la sociedad respecto a los romaníes. Es más, sirvieron como sopor-
te para legitimar la abolición de la esclavitud en Rumanía. Sin embargo, a pesar
de reconocerlos como «humanos» seguían situados fuera de la categoría de «civi-
lizados» y el nuevo modelo político implicaba desplegar un proceso de moderni-
zación que, en otros términos, significa la asimilación cultural de los romaníes77.
3.3. El régimen dictatorial de Antonescu
a) Contexto: en 1918 se constituyó Rumanía como Estado-nación y automá-
ticamente todos los romaníes fueron constitucionalmente reconocidos como ciu-
124
MARC H. VALLÉS
Revista 22 18/11/19 11:52 Página 124
dadanos rumanos. Además, el país rumano se vio obligado a reconocer los dere-
chos de las minorías como firmante del Tratado de París del 9 de diciembre de
1989 a través de la Liga de Naciones. Aun así, mientras los judíos y magiares fue-
ron concebidos como «enemigos de la nación» por la hegemonía comercial de
los primeros y la destreza política de los segundos, los romaníes no fueron vistos
como un problema real. Este motivo se debió a que ocupaban el estatus social
más bajo de la estructura rumana y, por ende, no eran un peligro a combatir para
la élite política rumana78. Tal indiferencia hacia los romaníes duró hasta el año
1940 con la entrada del régimen fascista liderado por el General Ion Antonescu.
El Mariscal no solamente compartía amistad con Adolf Hitler sino también la
misma ideología y preocupaciones en torno a la biopolítica79. Sus medidas polí-
ticas se dirigieron a la promoción de valores y elementos considerados «rumanos»
o «autóctonos» en todos los aspectos de la vida social y económica del país, así
como a la exclusión de los extranjeros. Si bien su actitud fue principalmente anti-
semita, en el año 1941 planteó en una reunión de su gabinete lo que denominó
«el problema gitano». En dicha reunión pidió la eliminación de todos los romaníes
de la ciudad de Bucarest por los supuestos delitos de carácter grave que se les
imputaba80. De este modo, sus políticas se centraron en combatir todo aquel ele-
mento que no coincidiera con el concepto de orden social y para él los romaníes
representaban la criminalidad y el desorden público en su máxima expresión81.
Además, impulsó la persecución y castigo de la prostitución, vagancia, mendici-
dad y la negativa de trabajar82 señalando que la mayoría de estas características
eran propias de los «tigani83». En el lenguaje oficial del nuevo régimen fueron
considerados «peligrosos» e «indeseables». La forma de vida tradicional, las ocu-
paciones de subsistencia consideradas ilegales, el nomadismo y la falta de medios
para subsistir adecuadamente fueron los criterios más relevantes en la elaboración
de una frontera simbólica que separaba lo «normal» y lo «anómalo84». Del dis-
curso que alimentó y atribuyó nuevos elementos a la categoría «tigani» pasó a la
práctica, justificada por su propio discurso. Entre 1942 y 1943 fueron deportados
cerca de 25.000 romaníes a Transnistria, divididos en dos categorías. Una cate-
goría fueron los nómadas, considerados indeseables por su estilo de vida itinerante
que rompía con el orden social que buscaba el Mariscal. La otra categoría fueron
los sedentarizados que habían sido condenados penalmente y habían reincidido,
125
EL PROCESO DE CONSTRUCCIÓN Y CATEGORIZACIÓN DE LA ALTERIDAD: ...
78 D. Crowe 2016, 127.
79 I. Sandu 2010, 12.
80 V. Achim 1998, 168.
81 A. Fraser 2005, 269.
82 V. Achim 1998, 169.
83 «Tiganii» es el plural de «tigani»
84 V. Achim 1998, 169.
Revista 22 18/11/19 11:52 Página 125
85 ICHR 2004, 269.
86 A. Fraser 2005, 268.
87 I. Hancock 2012, 40-41
88 L. Piasere 2018, 31.
89 L. Piasere 2018, 31.
90 V. Achim 2002, 60 y 61.
así como aquellos que no pudieron demostrar de suficientes medios para subsistir
o tener una ocupación legítimamente aprobada por el Estado85. Una vez ya depor-
tados a los campos de trabajo de Transnistria más de una tercera parte murieron
de frío, desnutrición y tifus entre 1942 y 1944, año que detuvieron al General
Antonescu86.
b) Ingeniería política de la alteridad: como se puede deducir, el discurso
mantenido por Antonescu se centraba en aspectos sociales y no raciales. Sin
embargo, una lectura sin contextualización podría ser engañosa. Esto se explica
si se considera, en primer lugar, la influencia de la Alemania nazi que tuvo en este
Régimen. Si bien el Centro de Investigación para la Higiene Racial y Biología de
la Población de Berlín trabajó en la identificación y clasificación de los romaníes
así como su conexión con la criminalidad, estos también fueron considerados un
pueblo étnico ajeno a la raza aria87. Y en segundo lugar, si bien Antonescu justificó
sus medidas para garantizar la seguridad y el orden público del país señalando a
la prostitución, mendicidad, vagancia y criminalidad como los males a subsanar,
nos surge la siguiente cuestión: ¿por qué solo deportó a romaníes con antecedentes
penales o que no tenían recursos para subsistir y no deportó a no-romaníes que
cumplían con los mismos criterios? Esta cuestión solo puede ser contestada de la
siguiente manera: las políticas de Antonescu escondían motivos raciales y étnicos.
Este tipo de racismo, siguiendo a Taguieff, podría definirse como «autoracializa-
ción» y que consiste en el proceso a través del cual un grupo se concibe a sí mismo
como la «Raza», y por lo tanto, superior y pura; al mismo tiempo el «Otro» es
visto como la «no-Raza» y, por lo tanto, inferior e impuro88. A diferencia de la
«heteroracialización» que vimos en la época de la esclavitud, este modelo de racis-
mo no pretende reclutar al «Otro» para obtener beneficios sino que busca la puri-
ficación o eliminación del «Otro89».
c) Representaciones y prácticas: en definitiva, los romaníes no representaban
un problema en la sociedad rumana hasta la llegada de Antonescu al poder. Fue
el mismo General que creó «el problema gitano». De hecho, en los inicios del
Régimen muchos políticos, académicos e incluso algunas empresas como la Com-
pañía Ferroviaria de Rumanía apoyaron a los romaníes mediante cartas y opinio-
nes90. Como los gobernadores no podían actuar ajenos a la percepción que la
sociedad rumana tenía respecto a los romaníes, los motivos raciales no eran sufi-
cientes para legitimar las políticas antigitanas. La estrategia de Antonescu fue ali-
126
MARC H. VALLÉS
Revista 22 18/11/19 11:52 Página 126
mentar el miedo, odio y rechazo a través de un discurso que vinculaba a los roma-
níes como el principal problema de la seguridad y orden público de país. La «iden-
tificación virtual» de la categoría «tigani» fue alimentado con nuevos atributos
tales como: «criminalidad», «peligrosidad», «mendicidad» y «vagancia». Estas
representaciones fueron utilizadas para legitimar prácticas tales como la persecu-
ción, deportación, trabajos forzados y eliminación.
3.4. El régimen comunista
a) Contexto: la «cuestión gitana» dejó de existir para las nuevas autoridades
rumanas tras la detención de Antonescu. No se hizo mención a las deportaciones
ni a posibles indemnizaciones a favor de las víctimas que sobrevivieron. Sin
embargo, el General Radescu hizo que se aprobara en el año 1945 el Estatuto para
las minorías nacionales. Este cuerpo normativo reconocía la igualdad completa
de todos los ciudadanos rumanos, sin perjuicio de su nacionalidad, idioma o reli-
gión91. Poco después el Partido Comunista de Rumanía (PCR) empezaría a ganar
adeptos y también a reclutar miembros para que se unieran a la causa, muchos de
ellos fueron romaníes. La población romaní representaban la clase más subordi-
nada y explotada del sistema rumano y eso hizo que el PCR los viera como una
oportunidad para escalar posiciones en el campo de la política92. Finalmente,
Rumanía fue declarada República Popular en el año 1947 y el año siguiente se
determinaron las bases políticas en relación con las nacionalidades que cohabita-
ban el país. En dichas bases no se hizo mención alguna a la minoría romaní y
como consecuencia los romaníes quedaron excluidos de la lista de minorías reco-
nocidas que podían gozar de ciertos derechos durante el régimen comunista93. A
ojos del comunismo, los romaníes no fueron una minoría étnica sino una minoría
social a la que se debía ayudar para superar la pobreza estructural. De hecho, entre
1950 y 1960 una gran mayoría romaní mejoró su situación social y económica94.
Los romaníes representaban el mejor sector para ocupar puestos de trabajo en
cooperativas agrícolas y otras industrias debido a la necesidad de mano de obra
no-calificada95. Pudieron beneficiarse de salarios regulares para mejorar su situa-
ción social, así como invertir en viviendas y llevar a sus hijos a la escuela96.
No obstante, si por una parte la situación estructural (trabajo, vivienda, salud y
127
EL PROCESO DE CONSTRUCCIÓN Y CATEGORIZACIÓN DE LA ALTERIDAD: ...
91 D. Crowe 2006, 135.
92 D. Crowe 2006, 136.
93 V. Achim 2002: 66.
94 V. Achim 1998, 190.
95 W. Guy 2001: 9.
96 W. Guy 2001, 10.
Revista 22 18/11/19 11:52 Página 127
educación) estaba mejorando con creces, por otra parte las políticas comunistas
también estaban dirigidas a hacer desaparecer aspectos de la cultura romaní tanto
directa o como indirectamente.
El despliegue de políticas asimilacionistas se dirigió principalmente a los
romaníes que todavía practicaban el nomadismo97. En el año 1946, con la inten-
ción de conseguir la sedentarización de este sector, se confiscaron los carros y
caballos para obstaculizar la práctica itinerante98. En el año 1951 se inició un pro-
grama para dividir a los clanes y bandas nómadas en pequeños grupos con la fina-
lidad de mantener un monitoreo más fácil por parte de la policía. Muchos de ellos
se vieron obligados a establecerse en los bordes de las aldeas donde no fueron
bien recibidos por los campesinos99. Estas políticas tuvieron como finalidad man-
tener un control de los ciudadanos e insertar a los antiguos nómadas al nuevo sis-
tema. Otro aspecto de la vida económica y cultural de los romaníes que no iba
acorde con el sistema económico comunista fueron las ocupaciones tradicionales
que mantenían para subsistir. El sistema socialista no aceptaba las empresas pri-
vadas y el gobierno nacionalizó las industrias domésticas. Además los materiales
para el trabajo estuvieron estrictamente controlados100. Todas las ocupaciones tra-
dicionales que desempeñaban los romaníes, que eran un criterio importante para
representar su identidad, fueron prohibidas bajo castigo de prisión o imposición
de trabajo a la fuerza101.
En los años setenta, bajo el comando de Nicolae Ceaușescu, se consideró
que los romaníes ocupaban una situación especial y se acabó diseñando un pro-
grama para su integración social102. Este programa nunca se hizo público pero
gracias a un informe de 1983 se dio a conocer que las medidas iban dirigidas a la
sedentarización, inserción laboral, legalización de matrimonios celebrados según
sus costumbres, inclusión de los niños a la escuela y supervisión de la higiene103.
Estas prácticas, se señalaba en los informes, tenían la finalidad de terminar con
su vida «parasitaria104». Fue así como el gabinete de Ceaușescu trató de terminar
un proceso de asimilación cultural que empezó con el primer gobierno comunista.
Finalmente, los últimos años del régimen estuvieron marcados por una fuerte cri-
sis que hizo incrementar el desempleo y con ello aumentó la pobreza generalizada.
El derrocamiento del comunismo llegó en el año 1989 tras la Revolución de la
128
MARC H. VALLÉS
97 E. Marushiakova & V. Popov 2013, 4.
98 Helsinki Watch Report 1991, 18.
99 D. Crowe 2016, 137.
100 Helsinki Watch Report 1991, 27.
101 CEDIME-SE 2001, 9.
102 V. Achim 1998, 195.
103 D. Crowe 2016, 139-140.
104 V. Achim 1998, 196.
Revista 22 18/11/19 11:52 Página 128
Primavera con la consecuente ejecución de Nicolae Ceaușescu y su esposa Elena
por crímenes tales como abuso de poder, malversación y genocidio.
b) Ingeniería política de la alteridad: los romaníes fueron clave para el
desarrollo y mantenimiento de la nueva estructura política comunista. Fueron cla-
sificados jurídicamente como «minoría social» y no como «minoría nacional»
por motivos políticos. Representando el más bajo estrato social del sistema ruma-
no fue, para el Gobierno, estratégicamente más viable acentuar sus problemas
sociales y descartar los asuntos de la identidad y culturales. De este modo, se con-
vertirían en el mejor aliado para los intereses comunistas y una parte fundamental
para crecimiento del nuevo modelo político. Por lo tanto, los romaníes no tenían
que ser expulsados, como lo fueron durante el régimen de Antonescu, sino man-
tenidos dentro en la estructura social del país para el desarrollo de los propósitos
políticos. Y, siguiendo los principios socialistas, mejorar su situación social y eco-
nómica para derribar la estructura de clases. Esta lógica, en términos de identidad
social, puede vincularse con lo que Baumann llamó «gramática del englobamien-
to105». Esta gramática consiste en un acto de construcción de la identidad mediante
la apropiación de otras formas de otredad106. En otras palabras, refiere al proceso
mediante el cual un grupo de poder o hegemónico abarca y engloba a otros grupos
étnicos introduciéndolos dentro de su mismo sistema político jerárquico. El grupo
de poder, desde su superioridad, absorbe a los otros y «minimiza su alteridad como
estrategia inclusiva siempre y cuando no ponga en peligro el poder central107». Si
bien en el nivel más bajo de cognición los abarcados pueden llegar a reconocer
las diferencias (ej: los romaníes pueden pensar que tienen otros valores y otra
identidad distinta a la de la sociedad mayoritaria) en el nivel más alto todas estas
diferencias se subsumen bajo lo universal (ej: a pesar de que los romaníes piensen
que son diferentes, para el grupo dominante los romaníes son, en el sentido más
amplio, parte de él). En este sentido, para los grupos englobantes la etnicidad del
resto de los grupos englobados es considerada una ficción108. Y dicha incorpora-
ción forzosa está sujeta a relaciones de dominación, desigualdad y violencia109.
En el caso particular, los romaníes no representaron un peligro para el nuevo régi-
men político sino que, más bien, fueron vistos como grandes aliados. No obstante,
por más que el objetivo final fuera subsumir sus diferencias culturales, gran parte
de los romaníes siguieron reproduciendo su estilo de vida. Por esta razón Nicolae
Ceaușescu buscó otras formas de asimilarlos culturalmente y, ante la resistencia
de los romaníes, acabó elaborando un discurso peyorativo hacia ellos.
129
EL PROCESO DE CONSTRUCCIÓN Y CATEGORIZACIÓN DE LA ALTERIDAD: ...
105 «Englobamiento» es la traducción que se ha utilizado para «encompassement».
106 G. Baumann 2004, 29-30.
107 E. Ramírez Goicoechea 2011, 202.
108 G. Baumann 2004, 31.
109 E. Ramírez Goicoechea 2011, 202.
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c) Representaciones y prácticas: durante la primera etapa comunista los
romaníes fueron representados como el estrato social más bajo del sistema rumano
y, consecuentemente, fueron clasificados jurídicamente como «minoría social» y
no como «minoría nacional». Fueron representados en el imaginario colectivo
como los «pobres» y «marginados». Por este motivo las políticas y prácticas des-
plegadas por el nuevo sistema iban dirigidas a mejorar los aspectos sociales y eco-
nómicos de los romaníes con la voluntad de romper con los estratos sociales. Sin
embargo, estas prácticas también significaron un proceso de asimilación cultural.
Es decir, las políticas fueron justificadas por razones sociales pero indirectamente
afectaron profundamente en algunos aspectos de la identidad y cultura de los
romaníes. En primer lugar afectaron al desarrollo de las ocupaciones tradicionales
de los grupos romaníes –con la consecuente pérdida de su autonomía– y su estilo
de vida itinerante a favor de un proceso de sedentarización –con la consecuente
pérdida del valor de libertad de movimiento–, entre otros. En definitiva, una mejo-
ra social a precio de perder los elementos que, en ese momento, resultaban impor-
tantes para definir su identidad étnica.
Durante la segunda etapa del comunismo se fueron cristalizando otros este-
reotipos, por ejemplo el de «parasitarios». Este último adjetivo fue elaborado por
Ceaușescu para referirse a los romaníes no asimilados culturalmente (no-ruma-
nizados). Ahora representaban también un problema cultural a resolver. Por este
motivo se implementaron políticas asimilacionistas de carácter directo como, por
ejemplo, aquellas dirigidas al abandono de las reglas matrimoniales de los roma-
níes con la finalidad de adoptar las normas legales legitimadas por el Estado.
Estos atributos negativos descritos fueron sumándose a los ya cristalizados
en épocas anteriores. De hecho, la hostilidad y los estereotipos negativos en torno
a la categoría «tigani» incrementaron a finales del régimen debido a la crisis eco-
nómica y al incremento de actividades ilícitas110 a las que recurrieron para salir
de la pobreza111. Este último factor perpetuó la imagen de criminalidad y peligro-
sidad que impulsó Antonescu en el anterior régimen. En definitiva, «tigani» ahora
representaba ser «criminal», «peligroso», «hostil», «mendigo», «pobre», «mar-
ginal», «dependiente» y «parásito».
3.5. La transición democrática
a) Contexto: el fin de la era comunista dio paso una nuevo sistema demo-
crático y liberal. Este proceso estuvo marcado por aspectos tanto positivos como
130
MARC H. VALLÉS
110 Estas actividades ilícitas consistieron en actividades tales como la chatarrería, venta ambu-
lante, ocupaciones tradicionales privadas, hurtos, etc.
111 D. Ringold, M.A. Orenstein & E. Wilkens 2005, 91.
Revista 22 18/11/19 11:52 Página 130
negativos para la sociedad en general. Por una parte se reconocieron constitu-
cionalmente ciertos derechos fundamentales, tales como el derecho a la libre
expresión y asociación. Por otra, el cambio de modelo provocó una situación
desconcertante para una sociedad que tenía que adaptarse a las nuevas circuns-
tancias. Además, los romaníes, en el nuevo sistema capitalista, fueron los pri-
meros en perder su trabajo tras la privatización de las granjas colectivas y de
otras industrias y, al mismo tiempo, también fueron los últimos en ser contrata-
dos112. Este hecho acrecentó la situación de pobreza y marginalidad que ya su -
frían. Cambiar de un sistema a otro no fue fácil y esto provoco altercados y
manifestaciones durante los primeros años. Ejemplo de ello fue la Mineriada de
enero de 1990. Este acontecimiento toma este nombre por la irrupción que hicie-
ron los mineros en Bucarest convocados por el partido político Frente de Salva-
ción Nacional (FSN) –opuestos al comunismo– y la policía para manifestarse
contra el comunismo113. Ante tales altercados, a fecha de 28 de enero de 1990,
el FSN expresó públicamente que los manifestantes a favor de la oposición del
nuevo sistema democrático estaban formados por provocadores y gitanos. Dicho
discurso fue repetido semanas después en un directo de la televisión nacional
rumana (TVR1)114. Con ello, la primera coalición democrática acababa de sen-
tenciar a los romaníes como los enemigos a combatir por oponerse al progreso
democrático del país.
Estos discursos ahora llegaban mucho más lejos a través de la televisión y
otros medios de comunicación. Además, el derecho a la libertad de expresión se
usó para arremeter continuamente contra los romaníes sin ningún tipo de repre-
salia. En este sentido, los medios de comunicación jugaron un papel muy impor-
tante en la perpetuación y recreación de los estereotipos negativos de la categoría
«tigani». En los medios se representaba a los romaníes como ladrones, mendigos
y mercaderes del comercio ilegal, así como personas inmersas en las artes negras
de la hechicería115. Más tarde, incluso publicaron que Nicolae Ceaușescu y su
esposa compartían un origen étnico romaní116.
Por otra parte, el derecho a la asociación y el multipartidismo trajo consigo
el nacimiento de partidos nacionalistas de carácter antisemita y antigitano, como
fueron la Unidad Nacional de Rumanía (UNR) y el Movimiento por Rumanía
(MR)117. Estos partidos rápidamente se unieron a la elaboración del discurso del
odio frente a los romaníes. Incluso cargos importantes del país que no estaban
131
EL PROCESO DE CONSTRUCCIÓN Y CATEGORIZACIÓN DE LA ALTERIDAD: ...
112 W. Guy 2001, 13.
113 B. Stefanescu 2004, 21.
114 V. Nicolae & H. Slavic 2003, 13.
115 Helsinki Watch Report 1991, 62.
116 Nicolae & Salavic 2003, 14.
117 R. Angoso García 1998, 42.
Revista 22 18/11/19 11:52 Página 131
vinculados a estos grupos nacionalistas arremetieron contra ellos. Ejemplo de ello
fue el Ministro de Asuntos Exteriores de Rumanía (1995) que decretó que a los
romaníes que tenían ciudadanía rumana se les llamara «tigani» en lugar de
«Roma» para que no fueran confundidos con los rumanos118. «Tigani» además
de ser un valor nominal impuesto desde fuera también es considerado despectivo
por los propios romaníes. En el año 1998 Vadim Tudor en sus funciones como
senador rumano informó que el progreso del país también incluía el aislamiento
de los gitanos delincuentes en colonias especiales119. Sin embargo estas no fueron
las únicas declaraciones emitidas por cargos importantes del país.
Las palabras pasaron a los hechos y desde 1990 se reportaron grandes inci-
dentes violentos contra los romaníes. Diferentes grupos civiles, motivados por
el discurso del odio y rechazo, incendiaron viviendas y campamentos donde resi-
dían familias romanís con la consecuente muerte de aquellos que se encontraban
en el interior. También agresiones físicas, verbales y asesinatos étnicamente moti-
vados120.
En definitiva, la élite política que conduzco el país hacia una democracia
liberal señaló a los romaníes como los opositores del nuevo sistema y del progreso.
b) Ingeniería política de la alteridad: el cambio de modelo político y eco-
nómico tuvo un impacto importante en la sociedad en general al que podríamos
llamar crisis psicosocial. El remedio para frenar los desajustes y desequilibrios
de la transición pasó por señalar a un culpable de los males del país. Los romaníes
fueron rápidamente concebidos como los enemigos del pueblo y opuestos al nuevo
sistema democrático. Mediante esta formula se creó estratégicamente el chivo
expiatorio de cualquier desgracia y conflicto del país. Si bien la nueva Constitu-
ción reconocía los derechos y libertades fundamentales de todos los ciudadanos
por igual, la élite política supo utilizar las herramientas disponibles para deslegi-
timar y crear un nuevo discurso del odio contra los romaníes en el que entraron
en juego los medios de comunicación y otras organizaciones de carácter antigita-
no. Los romaníes fueron el blanco perfecto para desviar la atención del resto de
la población. Toda una trayectoria histórica siendo negativamente categorizados
facilitó el proceso. Llamaremos a este tipo de «ingeniería política de la alteridad»
como «expiación alterizada» para definir el proceso mediante el cual se atribuye
132
MARC H. VALLÉS
118 V. Nicolae & H. Slavic 2003, 14.
119 R. Angoso García 1998, 42.
120 Ejemplo de algunas acciones antigitanas: En 1990 fueron destruidas tres viviendas en Covas-
na, dos fueron incendiadas en Reghin y treinta y seis familias tuvieron que abandonar sus
viviendas quemadas en la aldea de Turu Lung. En 1991 otras 8 viviendas fueron destruidos
en Lieca Mare. En 1992 se reportó varios heridos y un joven muerto a causa de reyertas por
motivos raciales y étnicos (R. Angoso García 1998, 44). El mismo día que Rumanía se unió
al Consejo de Europa, el 20 de septiembre de 1993, tres romaníes fueron asesinados, catorce
casas quemadas y cuatro viviendas destruidas en Hadareni (E. B. Schlager 2002, 7).
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la culpabilidad de cualquier problema social a un «Otro» específico por el simple
hecho de formar parte de dicha categoría.
c) Representaciones y prácticas: la categoría «tigani», que por sí misma ya
contenía cristalizaciones negativas de épocas anteriores, empezaría a representar
el mal de la sociedad, el mal del progreso y, en definitiva, el enemigo del pueblo.
Este proceso desembocó en acciones violentas llevadas a cabo por civiles, organi-
zados y no organizados, terminando con la vida de algunos romaníes y destruyendo
sus viviendas. Las consecuencias negativas de haber creado de la imagen del «tiga-
ni» como «enemigo del pueblo» no solo se tradujeron en agresiones físicas o vio-
lentas sino también en relaciones estructuralmente discriminatorias. El discurso
del odio y el peso negativo que suponía la categoría «tigani» dio como resultado
todas las formas de discriminación posibles: institucional, material y simbólica.
4. CONCLUSIONES
En primer lugar, lo expuesto hasta aquí nos permite entender los procesos
de construcción de la identidad y alteridad, específicamente en términos étnicos.
La oposición teórica de los modelos clásicos de la etnicidad, el primordialismo y
el instrumentalismo, no implica que sean enfoques totalmente irreconciliables.
Parece ser que la opción que más se acerca a la realidad social es la de un modelo
integral entre ambos enfoques. Los procesos identitarios pueden estar intervenidos
por relaciones de poder, autoridad y dominación cuando un grupo social, étnico
o nacional tiene mayor capacidad de definir a otro grupo. Este procedimiento de
hetero-identificación se ha denominado «proceso de categorización». Las cate-
gorías de la otredad son socialmente construidas y por lo general se les asocia
atributos y estereotipos negativos. Estas categorías pueden nacer de los relatos,
mitos, narraciones, estudios pseudocientíficos y otras técnicas de la invención. Y
las representaciones, imágenes y discursos que son parte del sustrato de las cate-
gorías sociales pueden llegar a acarrear consecuencias negativas en la experiencia
cotidiana de los categorizados. Al mismo tiempo representaciones también se
retroalimentan con el impacto que causan en el vida cotidiana, las prácticas y los
hábitos. En definitiva, la genealogía de las categorías sociales se encuentra tanto
en las representaciones como en las prácticas, en un proceso dialéctico.
En segundo lugar, se ha ejemplificado brevemente el proceso de categoriza-
ción que ha sufrido el pueblo romaní en la historia de Rumanía. Se ha dividido la
historia en diferentes etapas para facilitar la comprensión de cómo se han ido ela-
borando las representaciones, imágenes y discursos en torno a este pueblo. Que
en la actualidad a los romaníes, categorizados nominalmente como «tigani», se
les atribuya tantos elementos peyorativos no es casualidad sino el resultado de un
proceso continuo de categorización por parte de los grupos de poder y que, como
133
EL PROCESO DE CONSTRUCCIÓN Y CATEGORIZACIÓN DE LA ALTERIDAD: ...
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consecuencia, la sociedad mayoritaria internaliza y reproduce. Se podría llegar a
afirmar que generalmente, en Rumanía, los romaníes han sido aquellos eternos
extraños que deben ser mantenidos al margen de la sociedad pero al mismo tiempo
han sido necesarios para mantener la estructura social, política y económica del
país o como chivo expiatorio de los problemas internos. Tanto para los principados
rumanos de la época feudal y moderna como para el Régimen comunista fueron
esenciales para el crecimiento económico y político. Y durante el Régimen dicta-
torial de Antonescu y la transición democrática fueron el blanco perfecto para
construir un enemigo del pueblo. Para tales propósitos fue necesario elaborar una
serie de representaciones y discursos que permitieran legitimar las prácticas y
relaciones de dominación y discriminación.
En tercer lugar, la continua objetivación y cristalización de atributos negati-
vos vinculados a la categoría «tigani» explica en gran parte la situación que actual-
mente viven los romaníes en Rumanía. Que apenas haya romaníes que ocupen
cargos superiores en el sistema rumano actual no solo depende de factores edu-
cativos y meritorios sino también de una fuerte representación interiorizada del
«tigani» como «subordinado», «dependiente» o «sin capacidad de dirección»
cuyas raíces ya se encuentran en la primera etapa de la esclavitud. Que se les
acuse de «criminales» y «peligrosos» no solo implica que realmente exista un
sector que ciertamente pueda dedicarse a actividades ilícitas. También implica
conocer que antes de que el Mariscal Antonescu llegara al poder, los romaníes no
eran vistos generalmente como criminales y que desde entonces dicho atributo
negativo quedó encerrado en la categoría «tigani». Como también implica conocer
que durante el régimen comunista todas las ocupaciones tradicionales llevadas a
cabo por los romaníes y la vida nómada fueron consideradas ilícitas penalmente,
por lo que algunos aspectos de su identidad étnica (no se entienda desde el enfo-
que primordialista) fueron vinculados a la criminalidad. Que se les considere
«parásitos», «pobres» y «marginales» porque se les acusa de vivir de las ayudas
sociales y de no querer insertarse en la estructura laboral legitimada por el Estado
no significa que todos ellos hayan elegido otro tipo de vida al margen del status
quo. La pobreza también se explica por las contingencias de la etapa de la transi-
ción donde muchos romaníes perdieron su trabajo a causa de la privatización y
de la falta de oportunidades para acceder a nuevos puestos de trabajo a causa de
la discriminación surgida de los discursos del odio.
Por lo anteriormente dicho, concluimos que en cualquier investigación o pro-
yecto de intervención para mejorar la situación de los romaníes, y cualquier otro
grupo sometido a relaciones de dominación, es necesario conocer el valor virtual
de la categoría que los engloba y su proceso constitutivo. Las categorías ejercen
poder sobre la experiencia de los categorizados y, es por eso que, la mejora de su
situación social implica también buscar métodos y herramientas para desreificar
y deslegitimar las cristalizaciones producidas.
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