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… bajo la presión de los actores económicos sobre las frágiles democracias la salida de las cuarentenas
resulta inevitable más aun en países con economías dependientes, vulnerables y con bajo desarrollo
conocimiento como soporte a la producción de riqueza
Contagio, confinamiento y cambio
conductual
Pedro Pablo Ochoa [pedro.ochoa@colpsic.org.co] y Wilson López López [lopezw@javeriana.edu.co]
El aislamiento
preventivo obligatorio,
tal como se denominó la
medida de
confinamiento en
Colombia, cumplió 100
días iniciando julio.
Fue es tablecido el 24 de marzo
cuando el número de contagios
en el país llegó a 100 personas
positivas diarias y 4 personas
muertas. En ese momento la
medida fue aceptada como una
buena alternativa para mitigar el
aumento desproporcionado del
número de contagios, y así evitar
la saturación de los hospitales.
Empezando el mes de julio
llegamos a superar los los 4000
contagios diarios en Colombia
(el 18 de junio se superó la
barrera de las 3000 personas
nuevas reportadas como
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contagiadas en el país), más de
100 mil casos acumulados y
alrededor de 160 muertes
diarias; y nos acercamos a cuatro
mil muertos.
Cuando vemos la situación de los
hospitales y su capacidad de
atender a los pacientes más
graves, encontramos que aún no
llegan a desbordarse, a
diferencia de lo que ha ocurrido
con otros países como Italia,
España o en un caso más
cercano, Ecuador. Pero el
confinamiento, aunque ha
demostrado ser una buena
medida para frenar el contagio,
pero es claro que esta es una
estrategia con multitud de
consecuencias económicas, y
biopsicosociales.
Si analizamos particularmente las
consecuencias psicológicas del
confinamiento, encontramos
diferentes estudios que muestran
su efecto en la salud mental
(Gammon, Hunt y Musselwhite,
2019), y dan cuenta de una alta
prevalencia de ansiedad
(Morgan, Diekema, Sepkowitz,
Per en cev ic h, 20 09 ; S ha rm a, Pil la i,
Lu, Doolan, Leal y Kim, 2020) y
depresión (Abad, Fearday, 2010;
Sharma, et al 2020; Abad,
Geraday y Safdar, 2010; Barratt
Shaban, Moyle, 2011 Gammon y
Hunt, 2018; Brooks, Webster, et
al, 2020; Purssell, Gould y
Chudleigh, 2020), ira (Hyunsuk
Jeong, et al, 2016) y también,
miedo, tristeza, culpa, duelo e
insomnio (Brooks et al) y estrés
post traumático (Hossain, Sultana
y Purohit, 2016). Kpanake,
Gossou, Sorum, Mullet. (2016)
Sin embargo, no son las únicas
consecuencias a tener en cuenta.
Los efectos del confinamiento
pueden verse reflejados en
múltiples variables de salud:
sobrepeso, debido a la falta de
ejercicio físico y las
modificaciones de la dieta
(Addas y Kamel, 2020; Mediouni,
Madiouni y Kaczor-Urbanowicz,
2020; Abbas, Fathy, Fawzy,
Salem, y Shawky, 2020);
aumento del consumo de
sustancias lícitas e ilícitas
(DePierro, Lowe y Katz, 2020);
aumento de la violencia
doméstica (Mazza, Marano, Lai,
Janiri y Sani,, 2020)
empeoramiento de
enfermedades psiquiátricas
(Zhang, Ren, Huang, Kauer,
Liu,Du, Jiang, y Du, 2020), y
efectos del estrés prolongado
(también el relacionado al
teletrabajo y la teleeducación).
No se han logrado aún describir
de forma suficiente los efectos de
la privación social en niños y
adolescentes, ni el impacto sobre
el apego y desapego en infantes,
tampoco los efectos
neuropsicológicos y emocionales
en adultos mayores. Por otro
lado, se empieza a hacer
evidente el daño al tejido social
producto de la discriminación y
el estigma hacia contagiados y
trabajadores de la salud.
Con este panorama, y bajo la
presión de los actores
económicos sobre las frágiles
democracias la salida de las
cuarentenas resulta inevitable
más aun en países con
economías dependientes,
vulnerables y con bajo desarrollo
conocimiento como soporte a la
producción de riqueza. No
obstante, parece que estamos
atrapados entre el incremento de
contagios y muertos y aun
tiempo las salidas para sostener
la economía, lo cual se
complejiza más por los
problemas generados por las
acciones de apertura de los
responsables de las políticas
públicas en el poder que
frecuentemente son erráticas,
contradictorias, confusas, difíciles
de seguir. Las olas de entrada, de
salida serán parte de nuestra
cotidianidad y
desafortunadamente es probable
que si no tomamos las medidas
de cuidado y autocuidado las
consecuencias serán
desafortunadas.
Las salidas del confinamiento
requieren cambios en las
practicas culturales, en nuestros
comportamientos desde cómo
interactuamos y nos movilizamos,
implica asumir el autocuidado y
cuidado del otro: lavarse las
manos, usar tapabocas, evitar
tocarse ojos, nariz y boca, tomar
precauciones al toser y
estornudar, poner en práctica el
distanciamiento físico, realizar la
limpieza adecuada de superficies
y elementos que se llevan a casa,
y también asumir el aislamiento
voluntario en caso de identificar
… se empieza a hacer
evidente el daño al
tejido social producto
de la discriminación y
el estigma hacia
contagiados y
trabajadores de la
salud.
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síntomas, más aún cuando hay
confirmación de ser portador del
virus. Estos cambios pueden
parecer muy sencillos a nivel
individual, pero deben
implementarse estrategias que
los promuevan en las
comunidades, que deberían ser
una prioridad para el país.
En este sentido se requiere
acudir a los conocimientos que la
psicología ha desarrollado sobre
seguimiento de reglas, a partir
del análisis experimental del
comportamiento, la toma de
decisiones en condiciones de
incertidumbre que ha trabajado
la psicología económica y los
modelos de elección, además de
los estudios de la psicología de
la salud sobre los estilos de vida
saludables, los aportes de la
psicología social en
incorporación de normas,
valores y comportamiento
prosocial, así como la
investigación sobre prejuicio,
discriminación e influencia social,
o los desarrollos en psicología
educativa orientados a mejores
formas de aprendizaje, la
psicología del trabajo y las
organizaciones con sus aportes
sobre el estudios de fatiga y
estrés laboral;, por mencionar
solo algunas de las áreas de la
psicología que
tienen y
tendrán un papel crítico en este
proceso.
De la misma forma que en algún
momento se incorporaron
acciones en salud pública para
disminuir la incidencia de
enfermedades infecciosas (desde
vacunas a lavado de manos,
manejo de desechos, cuidados
en la preparación de la comida,
uso apropiado de antibióticos,
uso de preservativos hasta
cuidados especiales con
animales salvajes) que hoy en día
son comunes, tendremos que
establecer nuevas estrategias,
más contundentes, para
disminuir el riesgo de
transmisión del Covid-19.
Se está trabajando en una
vacuna, pero no podemos
confiar que esta va a
desarrollarse en un período
breve de tiempo, sin contar
además con las complicaciones
que puede generar la mutación
del virus y la consecuente
aparición de nuevas cepas.
Mientras el mundo desarrolla las
vacunas apropiadas y las aplica
globalmente, debemos asumir
acciones individuales y colectivas
que mitiguen la transmisión. Esto
implica realizar una
transformación en las practicas
culturales. Hay suficiente
evidencia científica de la
necesidad de otorgarle a la
psicología un papel
determinante en esta
crisis en los tres
momentos de la
crisis: la del trabajo
para el cuidado de
los enfermos y sus
familias, como las de
prevención de nuevos
contagios , las derivadas de las
cuarentenas prolongadas, con
sus consecuencias económicas y
las de las de las salidas a
realidades más hostiles parte de
nuestro trabajo será construir
más apropiación social del
conocimiento y una mayor
influencia en los actores del
estado que hagan indiscutible el
aporte que la disciplina puede
hacer en este momento a la
crisis. La reconstrucción
económica y social pasará
necesariamente por la
reconstrucción biopsicosocial.
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