Durante el curso de evolución de la Enfermedad por Coronavirus 2019 (COVID-19), causada por el coronavirus del síndrome respiratorio agudo severo tipo 2 (SARS-CoV-2), esta pandemia, declarada así por la Organización Mundial de la Salud (OMS), se ha dado una relativamente rápida expansión del virus y la enfermedad en múltiples territorios (1-3).
Originalmente emergido en Wuhan, China, esta enfermedad se extendió en corto tiempo al resto de ese país, luego a otras naciones de Asia, Europa y Norte América, especialmente Estados Unidos. Pero como era de esperar, llegaría también a otros continentes, como África y América Latina (3-7).
En América Latina, esta pandemia llegó el 25 de febrero de 2020, por Brasil procedente de Italia, como sucedió posteriormente con muchos otros países en la región (8-10). Entre estos países, por supuesto también se encuentra Colombia, que a la fecha (30 de mayo de 2020), cuenta ya más de 26 mil casos, con 853 fallecidos (11, 12). El primer caso llegó a Bogotá, el segundo a Buga, Valle del Cauca (8). Y se empezó a extender rápidamente por todo el territorio nacional, afectando ya a 34 departamentos y distritos.
Lamentablemente, entre los departamentos más afectados, se encuentra Amazonas. A la fecha contando ya con 1.799 casos, lo cual representa 6.74% del total de casos nacional, pero significando una tasa de incidencia de 22.561 casos por millón de habitantes, es decir 2.256,1 casos/100.00 habitantes (2,25 casos por cada 100 habitantes), lo cual lo posiciona como el 1° departamento del país en incidencia (11). Esto significa además, 20,39 veces mayor incidencia en Amazonas que en Bogotá, la capital del país, que tiene una incidencia de 1.106 casos por millón de habitantes (110,6 casos/100.00 habitantes o 0,11 casos por cada 100 habitantes) (Figura 1).
Más allá de ello, el departamento de Amazonas, e incluso Leticia, su capital, tienen un gran vulnerabilidad social, que incluye entre otras cosas, una proporción muy elevada de pobreza multidimensional, en múltiples sectores de la capital departamental, incluso por encima del 50% (Figura 2). Además con una proporción considerable de población a riesgo por edad (sujetos mayores de 60 años de edad) (Figura 3), y un número limitado de centros médicos (Figura 4).
Esta zona es además compleja, por ubicarse en una triple frontera, con Brasil y Perú (Figura 2), con población indígena en los tres territorios, dispersa, más allá de las zonas urbanas, y con gran biodiversidad, incluyendo abundante fauna silvestre. Más aún Amazonas, es uno de los cinco departamentos de Colombia aún huérfanos de Unidades de Cuidado Intensivo (UCI). Los otros son Guainía, Guaviare, y Vichada. En Arauca hay cuatro camas de UCI. Ello representa un problema particular que limita la atención de pacientes críticos, que en COVID-19 pueden llegar a ser de 10 a 30% (13), dependiendo de los factores de riesgo. Así las cosas, si bien, mucho otros departamentos parece que no llegarán a colapsar sus UCI (9), como han mostrado algunos análisis, dada su capacidad de camas, y el número de casos que se han presentado. No es esa la situación en Amazonas y en general en la región Amazónica de Colombia.
Con todo esto, se plantea además que el COVID-19, trágicamente, también está devastando comunidades indígenas frágiles en la región Pan-Amazónica, incluyendo Brasil, Colombia, Perú, y probablemente Venezuela, Ecuador, Bolivia y Paraguay, poniendo en riesgo culturas enteras y grupos de población (14).
Finalmente, en una zona, fuertemente afectada en los últimos años por el cambio climático, la minería ilegal, y la deforestación, entre otros factores que debilitan la salud ambiental de la región (15), y que se asocian con mayor interacción con la fauna silvestre en nichos ecológicos previamente no invadidos por el ser humano, ecotonos o zonas de transición, donde se puede incrementar el riesgo de zoonosis. En tal sentido, el SARS-CoV-2 es en esencia un virus de origen zoonótico, que parte de murciélagos, pero adicionalmente con otros hospedadores intermediarios que pueden estar involucrados, como el pangolín. Además de ello, la evidencia es creciente en indicar el riesgo de transmisión del ser humano infectado hacia diferentes animales, felinos domésticos y salvajes, en cautiverio, así como visones y también perros, entre otros, lo cual en zonas de mayor interacción humano-animal, generan aún más preocupación (2, 16-19).
La llegada del COVID-19 a la Amazonía colombiana está teniendo un gran impacto que demanda gran consciencia en todos los sectores, sanitario y no sanitario, en la investigación y en la sociedad. En ello la mirada desde la iniciativa de One Health o Una Salud, que busca integrar la salud ambiental, animal y humana, es clave, dado que tienen gran relación en esta zoonosis viral (2). El trabajo en equipo multidisciplinario en la prevención y control de esta y otras zoonosis virales, será clave para mitigar el impacto de las mismas (5, 20-22).