1. INTRODUCCIÓN Actualmente las comunidades se encuentran inmersas en la sociedad del conocimiento; las personas están interconectadas, crean y comparten información, por lo que se generan espacios cada vez más interactivos y dinámicos; razón por la cual la sociedad demanda productos y servicios que cubran las necesidades de manera sostenible (Foko, Thulare, Legare y Maremi, 2017; Ramos Grijalva
... [Show full abstract] y Arévalo Tapia, 2018). Frente a las necesidades descritas, es necesario formar un capital humano caracterizado por ser innovador, capaz de adaptarse al cambio, tomar decisiones, resolver problemas y manejar el fracaso (Robinson, 2011; Wagner, 2012); se trata de formar personas capaces de trabajar (Finkel, 2019), además de preocuparse por impactar positivamente en el entorno social. Por lo tanto, es deseable que los sistemas de educación superior se enfoquen hacia la creatividad, la innovación y el emprendimiento, conscientes del entorno social y del desarrollo sostenible. La educación debe establecer transformaciones que fomenten aprendizajes de calidad para formar a las personas que se requieren en la sociedad del siglo XXI (Bokova, 2014). Es decir, personas creativas, innovadoras y con espíritu emprendedor (Alemán et al., 2011). Para lograr tal cometido es necesario que los estudiantes desarrollen competencias disciplinares, así como competencias transversales (Zaťková y Ambrozy, 2019), lo cual suele ocurrir en experiencias de aprendizaje en las cuales los estudiantes participan en la solución problemáticas en contextos reales. Al respecto, los proyectos de vinculación de la universidad con agentes externos constituyen un escenario de aprendizaje vivencial en el que es posible facilitar el desarrollo de competencias para el emprendimiento de