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Recibido: 1 de mayo de 2019. Aprobado: 15 de junio de 2019.
Cómo citar este artículo: Morandin-Ahuerma, F. (2020). El valor de los dilemas morales para la teoría
de las decisiones. Praxis Filosófica, (50), 187-206. doi: 10.25100/pfilosofica.v0i50.8725
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DOI: 10.25100/pfilosofica.v0i50.8725
Praxis Filosóca, No. 50 enero - junio 2020: 187 - 206
ISSN (I): 0120-4688 / ISSN (D): 2389-9387
EL VALOR DE LOS DILEMAS MORALES PARA LA
TEORÍA DE LAS DECISIONES
Fabio Morandín-Ahuerma
Complejo Regional Nororiental,
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, México.
Resumen
En este artículo se analiza la teoría para la toma de decisiones y se contrasta
la valía de los dilemas morales para explicar los mecanismos deliberativos.
Se sostiene que una estrategia de decisión exitosa es aquella que es capaz de
realizar los movimientos racionales, adaptativos y necesarios para llegar a
un fin programado. Una aspiración de las éticas normativas y descriptivas
es elaborar una teoría de la decisión práctica, sin importar los análisis
racionales del modo en que se llegue al fin. El artículo plantea los procesos
relacionados al cambio y a la retroalimentación sin encasillar la teoría de
las decisiones en posturas deontológicas, utilitaristas o emocionales. Se
examina la valía de los dilemas morales y algunas críticas recurrentes y se
concluye que, personales o impersonales, los dilemas parecen no explicar
la complejidad de los procesos deliberativos.
Palabras clave: teoría de las decisiones; dilemas morales; cerebro moral;
retroalimentación; dilema del tranvía.
The Value of the Moral Dilemmas for the Theory of Decision-
Making
Fabio Morandín-Ahuerma1
Abstract
This article analyzes the theory for decision making and contrasts the value
of moral dilemmas to explain the deliberative mechanisms. It is argued
that a successful decision strategy is one that is capable of performing the
rational, adaptive and necessary movements to reach a programmed end. It
suggests that the processes related to change and feedback can be useful but
insufficient explanations if the theory of decisions is framed to deontological,
utilitarian or emotional postures. The value of moral dilemmas and some
recurrent criticisms are examined and it is concluded that, personal or
impersonal, the dilemmas do not seem to explain the complexity of the
deliberative processes.
Keywords: Decision-Making Theory; Moral Dilemmas; Moral Brain;
Feedback; Trolley Dilemma.
1 Es Doctor en Filosofía por el Instituto de Filosofía de la Universidad Veracruzana
(México). Realizó una estancia postdoctoral en el Centro de Investigaciones Filosóficas
de Buenos Aires en el programa de Neuroética. Actualmente es Profesor Investigador de la
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (México). Premio Arte Ciencia Luz 2015. Entre
sus artículos se encuentran: (2019) ¿Quién mató a Elaine? Autos robos y toma de decisiones,
en Elementos. (2019) Deontología y derechos humanos: ¿Por qué no se debería desviar el
tranvía?, en Doxa. (2018) Una reivindicación de mente y voluntad frente al conductismo
lógico de Ryle, en Educación y Desarrollo, entre otras publicaciones. Actualmente se
encuentra trabajando en el proyecto de investigación: «Estudio comparativo sobre teorías de
correlatos biológicos en la toma de decisiones morales» (BUAP-VIEP, ID: 00687).
ORCID: 0000-0001-6082-2207 E-mail: fabio.morandin@correo.buap.mx
EL VALOR DE LOS DILEMAS MORALES PARA LA
TEORÍA DE LAS DECISIONES*
Fabio Morandín-Ahuerma
Complejo Regional Nororiental, Benemérita Universidad Autónoma de
Puebla, Puebla, México.
I. Introducción
I. 1. Deniciones
La definición de teoría de la toma de decisiones comúnmente aceptada
[que en adelante nos referiremos a ella por sus siglas TDM, del inglés,
Theory of Decision Making] se refiere a los procesos adaptativos de acuerdo
a las variaciones que presenta cada contexto para realizar el acto de decidir.
Para una adecuada o ventajosa TDM el sujeto está consciente de que tiene
múltiples opciones y, de las variables, escoge la opción que mejor se adapta
a sus propios objetivos, tanto de corto como de mediano y largo plazo. Para
ello, se debe inhibir tomar una decisión inmediata o reactiva, ya que nos
puede conducir a resultados inesperados, aleatorios o inciertos (Coutlee y
Huettel, 2012; Kaplan y Mikes, 2012; Bland, 2012). Sin embargo, algunos
escenarios nos obligan a tomar decisiones de esa naturaleza.
La TDM exitosa es aquella capaz de distinguir los mejores valores
entre múltiples opciones, sacar consecuencias por adelantado, descartar
supuestos erróneos o prejuicios sin fundamento y, a partir de ello, definir
la estrategia de acción más adecuada a los objetivos preestablecidos o a las
*Agradezco las observaciones realizadas por los revisores externos en el proceso
anónimo par ciego llevadas a cabo en este trabajo, las cuales sirvieron para eliminar erratas
y enriquecer al texto.
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necesidades por cubrir. Ante la incertidumbre, se requiere de una selección
flexible de los distintos cursos de acción y comportamiento (Coutlee y
Huettel, 2012; Buzzell y Slater, 1962). La TDM consiste en un proceso
recursivo de preparación, análisis inmediato o mediato, consciente o no; el
paso necesario a la acción o inacción y; por último, la retroalimentación y
evaluación de resultados para dar inicio nuevamente al ciclo (MacKinnon,
Fairchild y Fritz, 2007; Coutlee y Huettel, 2012).
La creencia de que el camino aparentemente más corto, la idea más
simple o la teoría con el menor número de elementos representa ventajas
comparativas frente a otras opciones más complejas, no siempre resulta
eficiente (Morin y Pakman, 1994) por el contrario; evitar las explicaciones
simplistas, las aseveraciones gratuitas y las conclusiones precipitadas, puede
ser el comienzo de un proceso más elaborado, rico y adaptativo, según el
contexto, a las variables que se presenten y a los objetivos que se persigan
(Morin y Pakman, 1994).
Tres elementos complejos en la TDM: primero, proyectar distintos
cursos de acción que deben valorarse de acuerdo a su competitividad, a
veces, en conflicto unos con otros (Doz, 1996); en segundo lugar, evaluar
los recursos de presupuestación para atender las demandas, especialmente
en aquellas tareas que pueden ser recurrentes y que puedan servir de
referencia para la creación de escenarios prospectivos y; en tercer lugar, la
observancia de reglas mínimas de comportamiento ético, necesarias para
que nuevos ciclos de interacción puedan realizarse (Doz, 1996; Coutlee y
Huettel, 2012; Katz, 1964).
A veces es necesario cambiar viejos patrones de conducta o visiones
preestablecidas porque imposibilitan el input de nuevos estímulos o de
innovadoras formas de apreciación. Incluso a nivel perceptual, como
parte de la TDM, se debe cambiar la forma de ver un esquema o problema
(Kornmeier y Bach, 2012) para resolverlo. Un ejemplo literal de lo anterior
es la capacidad o incapacidad para ver figuras tridimensionales escondidas
en las imágenes estereogramas de puntos aleatorios (RDS) (Hinton y Becker,
1990). Se requiere de cierto entrenamiento para poder acceder a la imagen
que está dentro, y hay muchas personas que jamás logran visualizarlas.
Esto debido a que, por más que se les explique con palabras cómo deben ir
rompiendo el punto focal inmediato, esto es, haciendo ligeramente con los
ojos un bizco, no les es posible cambiar su esquema de visión bidimensional.
Del mismo modo, se requiere cierto tipo de inteligencia para poder aplicar
una apreciación distinta a la que, por comodidad, se ha tenido por valiosa
a lo largo de la vida y emprender rutas alternas (Kornmeier y Bach, 2012).
Hacemos cosas una y otra vez de la misma manera, aun cuando no estamos
El valor de los dilemas morales para la teoría de las decisiones
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recibiendo los outputs o resultados esperados. Una estrategia para la
TDM exitosa es aquella que es capaz de realizar movimientos adaptativos
constantes, pero controlados racionalmente sin perder de vista el objetivo.
I. 2. La retroalimentación
La retroalimentación es el proceso en la TDM que surge como resultado
del aprendizaje basado en problemas y su colección de experiencias (Warren,
Dondlinger, McLeod, y Bigenho, 2012). Hay retroalimentación cuando el
agente es consciente de que a cada curso de acción corresponde un resultado
diferenciado. En la media en que se pueden prever esos resultados, sobre
todo si son los deseados, se genera un bagaje empírico que permite sacar
un aprendizaje que, a su vez, sirve para futuros ciclos de acción (Coutlee y
Huettel, 2012; Bhakthavatsalam y Cartwright, 2017).
La retroalimentación nos diferencia del resto de las especies. Se puede
aplicar en casi todos los animales un conductismo basado en premios y
castigos, estímulos y respuestas, pero el ser humano es el único capaz de
analizar, sintetizar y utilizar provechosamente la retroalimentación para la
construcción de estrategias diferenciadas (Bindra, 1978). La conciencia
de que se tiene cierto control sobre los actos y sobre los protocolos que el
cerebro establece en el proceso de TDM es privativo del hombre.
Si bien se puede ser reactivo, esa respuesta puede ser modificada por
la retroalimentación pasada, construcción del presente y visualización del
futuro; de ese modo, el ser humano es capaz de adecuar sus expectativas de
forma deliberada y actuar en consecuencia (Coutlee y Huettel, 2012; Gintis,
2007; Stajkovic y Luthans, 1998).
I. 3. ¿Quién decide?
La TDM no ha logrado integrar un marco explicativo común, y aun
cuando se han tenido hipótesis generales más o menos compartidas, aun no
se logra explicar convincentemente o construir un marco explicativo común,
sobre cómo funcionan algunas áreas del cerebro comprometidas en la TDM
y, especialmente, en la indecisión.
Cada cerebro es diferente y las generalizaciones de patrones comunes de
actividad neural pueden ser propositivas, incluso demostrativas de algunas
teorías, más no por ello conclusivas (Coutlee y Huettel, 2012, Verplaetse,
2014).
Se cree que la corteza prefrontal (PFC) cuenta con un sistema de
modulación ante otros sistemas afectivos, inmediatos, emocionales y de
recompensa (Drevets, Price y Furey, 2008; De la Fuente y Leefmans, 2015;
Bechara, Damasio, Damasio y Lee, 1999). Un reto significativo para la TDM
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y para los neurocientíficos que observan la actividad neuronal a través de
imágenes de resonancia magnética (IRM), lo constituye una explicación
convincente de los procesos de autocontrol frente a la recompensa inmediata
Sallet, Wittmann, Chau, Schüffelgen, Buckley y Rushworth, 2017).
Lo anterior se refiere, por ejemplo, al manejo de las adiciones: a la
inhibición de los mecanismos automáticos de recompensa, como en el
caso de quien se pone a dieta (Berthoud, Münzberg, y Morrison, 2017)
o al mantenimiento de la motivación (Maslow, 1943) o la voluntad para
seguir haciendo una rutina de ejercicio por largos periodos (Coutlee y
Huettel, 2012). Ni hablar de las toxicomanías. Los mecanismos de auto-
mantenimiento del equilibrio homeostático del cuerpo no siempre envían
las señales somáticas adecuadas o consistentes con los proyectos de largo
alcance de su propietario (Higgs, 2016) por el contrario, el cuerpo, como
si fuera un extraño, quiere satisfacer de inmediato sus necesidades básicas
sin importar que esa satisfacción sea el origen de su propio deterioro y, a la
larga, de su auto-destrucción. No estamos sugiriendo una dualidad mente-
cuerpo o un homúnculo racional en el cerebro y un potro desbocado en el
cuerpo, como lo imaginaba Platón (Platón, 2013) y tantos otros dualistas
hasta nuestros días.
Al parecer, está aún lejana la comprensión total de los mecanismos
cerebrales que se extienden por el cuerpo a través del sistema nervioso central
y la explicación convincente de las funciones intero y exteroceptivas en la
TDM (Singer y Tusche, 2014; Northoff y Bermpohl, 2004). Aun con los
adelantos técnicos y tecnológicos con que cuenta las ciencias de la conducta,
no se tiene un diagnóstico preciso de los intrincados nudos y funciones
involucradas en las respuestas conductuales somáticas aprendidas o pre-
establecidas, frente a nuevos estímulos externos (Armel y Ramachandran,
2003; Damasio, 1996).
No queda esclarecida cuál sería la función de la PFC para echar a
andar los mecanismos inhibitorios frente a ciertas respuestas automáticas
(Ridderinkhof, Van Den Wildenberg, Segalowitz y Carter, 2004; Coutlee
y Huettel, 2012). Algunos estímulos parecen, o son, irresistibles para la
persona, e inexplicables para una teoría racional de las decisiones (Bernhard,
Chaponis, Siburian, Gallagher, Ransohoff, Wikler y Greene, 2016). La
pregunta: ¿Quién manda aquí? (Gazzaniga, 2012) es atinente frente a las
disyuntivas que presentan los problemas reales de agencia (Pereboom, 2014):
pensamientos obsesivos, acciones compulsivas y manías (Hall, Dhilla,
Charalambous, Gogos y Karayiorgou, 2003) que las posiciones teóricas
dualistas, mente y cuerpo o cuerpo y cerebro, extravían el foco del problema.
El valor de los dilemas morales para la teoría de las decisiones
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De hallarse una explicación satisfactoria a lo irresistible y su control,
el camino de la cura se abriría, con resultados positivos hacia una amplia
gama de aplicaciones para el fortalecimiento del autocontrol (Wisner, Jones
y Gwin, 2010) y con ello hacia la solución final a miles de padecimientos y
sufrimientos, debido a una voluntad débil y a las dependencias física y mental
que hacen del ser humano esclavo de sus propios deseos en contradicción.
Quiere dejar de hace algo, pero no puede dejar de hacerlo. Tabaquismo,
obesidad, diabetes no congénita, alcoholismo, dependencia a los fármacos
neurológicos legales e ilegales, opioides, anfetamínicos y un largo etcétera,
podrían ser quitados de la dieta diaria, salvando, literalmente, millones de
vidas (Berthoud, Münzberg, y Morrison, 2017).
Por lo anterior, una aspiración de las éticas normativas y descriptivas
es elaborar una TDM que sirva para tomar siempre la mejor decisión, sin
importar los análisis cientificistas del modo en que se llegue a ella.
II. Racionalidad y emociones en el cerebro
II. 1. Racionalidad
La TDM desde ha tratado de ceñirse a un solo esquema: el enfrentamiento
entre el deontologismo, el consecuencialismo y el emotivismo pero no
estamos seguros si deba ser el objetivo útil del estudio filosófico de la ética,
en cuanto procesos cognitivos de decisión.
Si se decide de manera pragmática, se debe optar por el mayor beneficio
(Mill, 1980); si se decide por principios, se debe cumplir con el deber (Kant,
2018); si se decide intuitivamente, la emoción imperante decidirá el curso de
acción (Hume, 2005); si se decide por estímulo-respuesta, el cerebro podría
estar decidiendo sin que sea racional o consciente del porqué se hace lo que
se hace (Libet, 1985).
No hay recetas para la razón práctica, actuar de manera fundamentalista
o deontológica, o actuar de manera consecuencialista o pragmática por
principio, seguramente traerá efectos colaterales no deseados para quien
lo practique ciegamente. Tampoco sería aceptable sostener que: matar de
vez en cuando podría ser necesario si la causa lo amerita; pero tampoco el
cumplimiento de todos los cánones puede ser sostenido al absurdo, como
en el ejemplo del asesino que pregunta por su futura víctima y al cual,
según Kant, no le deberíamos mentir (Kant, 1993). Pero tampoco se puede
actuar permanentemente sin otro principio más que el de la economía y la
potenciación de la ganancia, sin ningún marco normativo, aunque este sea
el criterio que hoy prevalezca.
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II. 2. La intuición
Por siglos, y aun recientemente, se ha considerado que el proceso de
toma de decisiones y construcción del juicio moral está basado en procesos
racionales y cognitivos, en donde la deliberación de un precedente permite,
por necesidad lógica, alcanzar una conclusión (Kohlberg, 1969). Este
consecuente se infiere de las premisas, a partir de la deliberación, este es el
principio de la toma de decisión racional.
Sin embargo, está visión racionalista y cognitiva ha sido puesta en
duda y cada día es mayor el número de investigadores que considera que la
intuición y la emoción podrían jugar un papel más importante en la decisión
y, por ejemplo, construcción del juicio moral, de lo que se pensaba (Haidt,
2001; Greene, Nystrom, Engell, Darley y Cohen, 2004). También afirman
que el proceso de cognición y racionalización pertenecen a un segundo
momento en el que se construye una justificación, a posteriori de la decisión
intuitiva-emotiva ya tomada (Haidt, 2001). Haidt sostiene que, primero se
decide intuitiva y emocionalmente, y después se justifica dicha decisión.
Hasta Kohlberg (1969) los juicios morales partían de modelos
racionalistas de decisión abstractos; después emergieron con fuerza
otras perspectivas, como el intuicionismo social (Haidt, 2001) basado en
respuestas rápidas desde la emoción, por ejemplo, en un dilema moral.
Greene, Nystrom, Engell, Darley y Cohen (2004) descubrieron que
el proceso racional y el proceso emocional incluso compiten en algunas
decisiones. Trabajan juntas a veces, pero a veces entran en conflicto, uno
y otro sistema de decisión (Evans y Stanovich, 2013). El viejo adagio de
pensar con la cabeza y no con el corazón, o con el hígado.
III. Los dilemas morales
Un instrumento metodológico comúnmente utilizado para la
investigación del proceso de toma de decisión y para la construcción de
la TMD ha sido distintos dilemas morales. La mayoría son artificialmente
construidos y se cree que, cuando el participante responde en un ambiente
controlado, también refleja lo que sucede o sucedería en la vida real. La
segunda parte de este artículo trata de enunciar algunos de estos dilemas y
analizar si el valor de sus resultados puede o no ser generalizable para una
teoría, especialmente del juicio moral.
III. 1. Evatlo
Existen muchos tipos de dilemas, los primeros datan de la Grecia
antigua, como el Dilema de Evatlo (Aulus Gellius, 1927) quien era un joven
aristócrata que quería ser abogado y estaba bajo el patrocinio de Protágoras
El valor de los dilemas morales para la teoría de las decisiones
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de Abdera, el gran sofista y experto en retórica. Ambos habían acordado que
el alumno pagaría al maestro la cantidad de 10 mil dracmas por su tutoría.
Sin embargo, también estipularon que no pagaría Evatlo a su maestro
Protágoras hasta haber ganado su primer juicio. Sin embargo, dado que nadie
contrataba los servicios de Evatlo, Protágoras cansado de esperarlo, decidió
interponer una demanda sabiendo que aquel enfrentaría el siguiente dilema:
—Si Evatlo perdía el juicio, los jueces obligarían a pagarle a Protágoras;
y si ganaba Evatlo, también tenía que pagarle, pues se habría cumplido la
condición de ganar el primer caso y, por tanto, tendría que pagarle a su
mentor.
Lo que Protágoras no previó fue que Evatlo presentaría un contradilema:
—Si los jueces consideraban que el alumno tenía la razón, entonces no
tenía que pagarle al maestro y, si perdía, tampoco tenía que pagarle, pues
no habría ganado su primer juicio y, por lo tanto, no se habría cumplido la
cláusula.
Y fue así como el aventajado alumno evadió pagarle al maestro. La
pregunta es: ¿Quién tenía la razón? ¿Protágoras o Evatlo?
III. 2. Trolley
A finales de los años 60s del Siglo XX (Foot, 1967) y a partir de
mediados de los 80s (Thomson, 1985) se conformaron algunos dilemas
con los que se han realizado pruebas controladas para analizar los procesos
racionales e irracionales de la toma de decisiones.
Los dilemas morales han sido divididos básicamente en dilemas morales
personas (DMP) y dilemas morales impersonales (DMI) (Rosas, Arciniegas,
Cavides y Arciniegas, 2014) en los primeros, el sujeto de estudio debe verse
así mismo actuando y tomando decisiones arriesgadas; en el segundo caso, la
persona es un espectador y solo se le cuestiona sobre lo que otros deberían
hacer en ese caso (Rosas, Arciniegas, Cavides y Arciniegas, 2014). En los
dilemas personales, por ejemplo, se infringe un daño corporal de forma
directa a un individuo o a un grupo de personas de manera intencional, y
ese daño tampoco es colateral como resultado de la búsqueda de un mal
menor (Foot, 1967). En el DMP se realiza una acción intencional, que puede
contener un contacto físico, causar lesiones o la muerte y es la persona misma
quien realiza la acción i.e. agencia. En el DMI es otra persona quien realiza
la acción y por lo regular, utiliza su racionalidad instrumental o técnica, así
que el sentido hipotético de la situación permite al sujeto de estudio tomar
cierta distancia. Esto parece un hecho menor, pero en los estudios realizados
representa un significativo cambio de enfoque del participante y, por lo tanto,
de los resultados (Rosas, Alfonso, Arciniegas y Gómez, 2013).
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El clásico dilema del tranvía tiene dos versiones: una personal y otra
impersonal. La primera debe verse uno mismo (personal) manejando un
tren sin frenos que se encuentra, más adelante a cinco trabajadores que no
se percatan del convoy que se acerca y que serán atropellados a menos que
gires el mando hacia otra vía en donde hay un solo trabajador: —¿Matarías
a uno para salvar a cinco? Esta es la presentación del dilema de manera
personal (Thomson, 1985).
En cambio, una versión impersonal es que hay un tranvía sin frenos, el
conductor se ha desmayado y hay una persona parada en la aguja de cambio
de rieles, puede presionar un botón para que cambie la ruta, igualmente,
de un lado hay cinco personas y del otro lado una persona: —¿Debería el
testigo matar a uno para salvar a cinco? (Thomson, 1985).
Como puede verse el planteamiento es distinto, en un caso es el propio
actor quien mata a uno o a cinco, en cambio en el segundo, es otro quien
realiza la acción y el sujeto de estudio es tan solo un espectador.
Para que hacer más clara esta distinción, otro dilema, ya clásico, servirá
de ejemplo:
III. 3. Fat
En lugar de accionar un botón o palanca que haga el cambio de vías,
ahora tú debes empujar a un hombre lo suficientemente grande sobre la vía
desde un puente peatonal para, de esa manera, frenar el tranvía y evitar que
atropelle a los cinco trabajadores. El dilema sigue siendo el mismo: —¿Es
lícito sacrificar una vida para salvar a cinco? (Thomson, 1985).
El planteamiento y las emociones que causan cada dilema son diferentes
y, por tanto, los resultados también difieren. En realidad, este segundo dilema
no es muy difícil porque la mayoría de las personas simplemente dicen que
no lo harían (Greene, Nystrom, Engell, Darley y Cohen, 2004; Kamm,
2015) no empujarían a alguien para salvar la vida de otros porque es un
homicidio intencional, y a casi nadie le gusta verse así mismo matando a
un inocente, mucho menos con sus propias manos, aun cuando se tenga el
mejor motivo e intención para hacerlo.
En el caso del primer dilema, en cambio, varían las respuestas
dependiendo de la perspectiva del planteamiento que se haga: muchas
personas están de acuerdo en que debería aquella persona accionar el
botón para salvar a cinco (Greene, Nystrom, Engell, Darley y Cohen, 2004;
Kamm, 2015; Thomson, 1985). Esto es, resulta lícito accionar una palanca
u oprimir un botón; en cambio parece detestable para una mayoría empujar
a una persona a su muerte. Sin embargo, hay una cierta inconsistencia en
ello, pues el resultado es el mismo (Lanteri, Chelini y Rizzello, 2008).
El valor de los dilemas morales para la teoría de las decisiones
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III. 4. Sofía
Otro dilema, este considerado difícil, es el llamado Dilema de Sofía:
Un soldado nazi en un campo de concentración le dice a Sofía, una madre
polaca, que matará a sus dos hijos a menos que ella escoja a uno, salvándole
la vida al otro: —¿Debe Sofía escoger a uno de ellos o dejar que el soldado
se lleve a los dos? (Styron, 1979).
Algunos dilemas no miden los resultados de lo que se debe escoger,
porque la mayoría de las personas se sienten tan incómodas y frustradas al
escucharlos que los investigadores se han concentrado más en los tiempos
amplios de reacción que en las respuestas mismas (Evans, Dillon y Rand,
2014).
Esto es, parece que es más importante medir cuánto tiempo tardan las
personas en salir del asombro del planteamiento.
La hipótesis que defienden Greene, Nystrom, Engell, Darley y Cohen
(2004) y Bechara, Damasio, Damasio y Lee (1999) es que el juicio moral,
en respuesta a violaciones familiares para nuestros antepasados primates,
violaciones personales, es impulsado por respuestas socioemocionales;
mientras que el juicio moral en respuesta a una violación moral
distintivamente humana, impersonal, es o puede ser más cognitivo.
III. 5. Soldado
En otro estudio sobre los criterios que emplean las personas para decidir
a quién salvar en los dilemas de sacrifico, Bialek, Fugelsang y Friedman
(2018) utilizaron a 558 participantes y encontraron que las preferencias
pueden ser, al parecer, arbitrarias; su trabajo se basó en un escenario bélico
hipotético sobre salvar la vida de tres soldados a costa de la vida de uno.
Encontraron que la variable de la nacionalidad tenía mayor relevancia que
otras variables, por ejemplo, edad; escogieron que el soldado sacrificado
fuera de la misma nacionalidad que los soldados que se iban a salvar. También
prefirieron que vivieran los soldados más jóvenes frente a los de mayor
edad. Suponían que las personas preferirían el sacrificio de un soldado de
una nacionalidad diferente de la de los soldados que se salvarían, porque se
cree que hay una identificación de unidad nacional, especialmente tratándose
de una guerra, pero en este caso, se trataba de una misión multinacional
de la OTAN en la que hay varios países involucrados. Los autores (Bialek,
Fugelsang y Friedman, 2018) concluyeron que los criterios para decidir quién
debe ser sacrificado, en este tipo de dilemas, es una decisión multifactorial
y por eso los participantes siempre quieren tener más información.
En el dilema del tranvía, muchos participantes quieren obtener más
información sobre las personas atadas a las vías para poder tomar una
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decisión (Swann Jr, Gómez, Dovidio, Hart y Jetten, 2010); por ejemplo,
quieren saber cómo ha sido su comportamiento moral: si han sido buenos o
malos. No así en el dilema de Sofía en el que prevalecen criterios altruistas
o deontológico que suponen que la vida de uno de los hijos tiene el mismo
valor que la del otro. De hecho, nadie se pregunta si uno de los hijos era,
por ejemplo, más o menos obediente o cariñoso con su madre como criterio
de sacrificio.
IV. Críticas a los dilemas
Como hemos vistos se considera la valía o no de los dilemas como una
vía para descubrir las convicciones morales de las personas, cuando una
simple variación de los escenarios o el modo en que estos se plantean, pueden
hacer variar significativamente las respuestas dadas por los participantes.
En el modo positivo o negativo en que se redacte el planteamiento del
dilema se puede obtener una u otra respuesta: ¿Esto invalida su valor como
instrumentos de investigación?
Petrinovich y O’neill (1996) consideran que una variación entre poner el
énfasis en la palabra salvar o matar puede ser definitiva en los resultados que
se obtengan, como un sesgo metodológico fuerte, aun cuando la consecuencia
de la acción sea la misma. De hecho, los resultados que obtuvieron en sus
estudios fueron que los participantes estaban más dispuestos a intervenir en
trolley, cuando el énfasis estaba en el concepto de salvar, que cuando estaba
en el concepto de matar. La explicación que ofrecen Petrinovich y O’neill
es que un proceso adaptativo biológico y evolutivo ha predispuesto al ser
humano intuitivamente a salvar a los demás por encima de querer matarlos.
En las múltiples versiones que se han hecho del dilema del tranvía
algunas versiones se refieren a cinco hombres que trabajan en el
mantenimiento de las vías (Greene, Nystrom, Engell, Darley y Cohen, 2004)
y, en otras, a cinco personas atadas a las vías (Thomson, 1985); este tipo de
enfoque, según Petrinovich y O’neill (1996) hace variar los resultados. Los
participantes estarían más dispuestos a que mueran cinco trabajadores, pues
podrían argumentar que es parte de su riesgo laboral, que cinco personas
atadas, que son víctimas inocentes de un demente.
Algunos como Francis (2017) y Kittay y Carlson (2010) sugieren que
existe una disociación entre el juicio moral y la acción moral, lo que significa
que no necesariamente un juicio deba llevar a la realización correspondiente,
o a la coherencia entre una creencia y el acto. En este sentido se puede
argumentar que una creencia tiene distintos niveles de convicción y, sobre
todo, de compromiso. El nivel de convicción podría determinar la realización
o no de la acción.
El valor de los dilemas morales para la teoría de las decisiones
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Hasta ahora hay una amplia discusión sobre la utilidad de los dilemas
morales hipotéticos (Christensen, Flexas, Calabrese, Gut, y Gomila, 2014)
para obtener resultados fiables sobre la moral de los participantes. Sin
embargo, otros estudios como los realizados por Christensen, Flexas,
Calabrese, Gut, y Gomila (2014) arrojan resultados que consideran que
sí es posible determinar las preferencias axiológicas y/o valorarles de las
personas a través de los dilemas.
Por supuesto, trolley es un caso aparentemente inverosímil. El caso
de Sofía, digamos es diferente dadas las múltiples historias del nazismo.
Incluso se filmó una película en la que se recrea dicho dilema (Barish,
Gerrity, Pakula y Starger, 1982). Sin embargo, como en otros, la principal
crítica es que no reflejan escenas de la vida cotidiana y las decisiones que
supuestamente se toman en el experimento, difícilmente se replicarían en
la vida real. Sofía en el filme y en la novela finalmente comete suicidio por
la culpa que jamás la abandona (Styron, 1979).
La criticas de Bauman, McGraw, Bartels y Warren (2014) coinciden
en que los dilemas de sacrificio como trolley e incluso Sofía, no ofrecen
evidencia valiosa, porque no representan escenarios posibles en la vida
real. En cambio, cuando se procura abordar temas relevantes en los
dilemas morales, como utilizar aviones no tripulados para actos terroristas,
trabajo infantil, acoso sexual, discriminación, por mencionar algunos, los
participantes se sienten incómodos y prefieren no participar, de ahí que
trolley puede ser más divertido.
El realismo mundano, argumentan Bauman, McGraw, Bartels y
Warren (2014), debería ser una característica deseable en todos los estudios
experimentales sobre toma de decisiones morales. Utilizar escenarios
altamente hipotéticos tienen poca o nula probabilidad de que se presenten
en la vida y por tanto carecen de valor empírico.
Para Bauman, McGraw, Bartels y Warren (2014) un homicidio hipotético
a nadie en el aula le importa. No despierta sentimientos de rechazo en el
grupo, tampoco de empatía (Taylor, Eisenberg, Spinrad, Eggum y Sulik,
2013) o por lo menos, de enfrentamiento entre quienes creen que deberían
desviar al tranvía y entre quienes no. Por el contrario, a algunos les parece
chistoso lanzar al gordo.
Tampoco puede descartarse un argumento de irrelevancia psicológica
porque, en efecto, si se toma en serio el problema dilemático documentado
(Greene, Nystrom, Engell, Darley y Cohen, 2004), y cómo el cerebro puede
recrear situaciones hipotéticas que cualitativamente se asemejan al proceso
de toma de decisión en la vida real, se podría generar resultados conexos
en la teoría general de la TD.
200
Según Greene, Nystrom, Engell, Darley y Cohen (2004), las
implicaciones morales de la vida real y del laboratorio podrían ser las
mismas. La toma de decisiones es un proceso altamente complejo en el que
son muchos los factores que intervienen.
Aún con las críticas anteriores, consideramos el valor del estudio
del dilema del tranvía y de Sofía porque siguen y seguirán atrayendo a
los estudiosos de la moral y de las teorías de las decisiones. En el fondo,
tratan de contrastar dos posturas filosóficas implícitas: utilitarismo contra
deontologismo, actuar por los resultados o por principios que es un dilema
al que muchos diariamente se enfrentan.
V. Conclusiones
La forma en cómo tomamos decisiones sigue siendo problemática. No
hay un manual de la razón práctica. Se puede computar algunos mecanismos
como racionalización, emoción, marcadores somáticos, homeostasis o
incluso, el absurdo, para caracterizar algunas acciones mentales y motoras.
Sin embargo, lo cierto es que la TDM es multifactorial y difícilmente
encasillada en una sola explicación positiva entre los inputs y los ouputs.
Consideramos que en el estudio de la TDM se deben cambiar viejos
patrones o visiones que imposibilitan la entrada de innovadoras formas
de apreciación conductual y de creencias. Para un proceso adaptativo e
inteligente se requiere diferenciación de los escenarios cambiantes y poder
de inmersión en esos contextos, conexos o inconexos, que esperan una
respuesta inmediata, pero no por ello aleatoria.
La retroalimentación es tal vez la parte más fina de la TDM porque
nos diferencia del resto de las especies. El humano es el único ser capaz de
analizar, sintetizar y utilizar provechosamente la experiencia y obtención de
resultados previos para la construcción de estrategias diferenciadas a futuro.
En cuanto a los correlatos neuronales de la decisión moral, no existe
hasta ahora una teoría explicativa que logre demostrar que exista un área
exclusivamente dedicada a los procesos de decisión. Si bien se considera
que la vmPFC es la neuroanatomía más avanzada, no sería satisfactoria
una hipótesis que la ubique como el lugar del bien y del mal en el hombre.
Por el contrario, existen más argumentos para creer que los procesos
automáticos de decisión y toma de decisiones, anteriores a la conciencia,
están mayormente presentes, aunque con ello se vulnera la agencia y la
libre voluntad, que tanto nos gusta defender a los filósofos, especialmente
iusnaturalistas.
El valor de los dilemas morales para la teoría de las decisiones
201
Consideramos que las visiones deontológicas, utilitaristas,
consecuencialista y emocionalistas a ultranza, son reduccionistas en el
proceso más profundo y multidimensional que requiere la TDM.
Finalmente, la crítica a los dilemas morales, ya sean personales o
impersonales para poder analizar y explicar el proceso de toma de decisión y
su teoría limítrofe, también parecen insuficientes para explicar la complejidad
de los fenómenos descritos. Los procesos adaptativos y cambiantes, y la
posibilidad de adecuar el curso de la acción a cada circunstancia, nos debería
convertir en máquinas perfectas de decisión; somos capaces de combinar la
intuición, la sensibilidad y el razonamiento en cada caso único.
En la medida en que seamos conscientes de que están en curso procesos
complejos, algunos controlables y otros no tanto, seremos los dueños de
nuestro propio destino construido y el producto de las propias circunstancias.
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