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La psicología tiene un papel muy relevante ante la crisis por el
COVID-19. El afrontamiento de esta pandemia está poniendo a prueba
nuestra capacidad de adaptación individual y colectiva. Como ciencia del
comportamiento, la psicología tiene la función de predecir cómo van a
afectar a las personas los numerosos cambios producidos por esta crisis
y de reducir su impacto emocional promoviendo conductas adaptativas
ante un nuevo contexto. Existe gran preocupación en lo concerniente a
cómo puede afectar esta situación hasta ahora desconocida a la población
infantil y adolescente. ¿Son psicológicamente más vulnerables o tienen
mayor capacidad de adaptación? ¿Cómo prevenir el impacto emocional
en niños y adolescentes? Si es el caso, ¿cómo se ha de intervenir?
Creemos conveniente detenernos a establecer unas pautas mínimas de
actuación que canalicen nuestro afán de contribuir como profesionales
ante este problema.
¿Cómo Afecta a Niños y Adolescentes Vivir una Pandemia?
Los brotes de enfermedades infecciosas han amenazado a la hu-
manidad y han propiciado importantes cambios en la historia. Hace
un siglo tuvo lugar una de las pandemias más mortíferas de la his-
toria moderna, el brote de influenza de 1918 (conocida como “gripe
española”), con más de 50 millones de personas fallecidas en todo el
mundo. La mutación del virus formando distintas cepas propició pos-
teriormente nuevas pandemias. Estamos viviendo una nueva crisis de
salud pública que amenaza al mundo con la propagación del nuevo
coronavirus del síndrome agudo respiratorio severo (SARS-CoV-2),
responsable del COVID-19 (Organización Mundial de la Salud [OMS,
2020]). Según la OMS (2020), a 16 de abril hay 213 países afectados,
1,991,562 casos confirmados y 130,885 muertes.
España es uno de los países más afectados por el COVID-19, con
182,816 casos confirmados, 19,130 fallecidos y 74,797 curados a fecha
de 16 de abril (Ministerio de Sanidad, 2020). De acuerdo con el Informe
COVID-19 nº 22, 13 de abril de 2020, de los 113,407 casos notificados
a través de SiVies (el 67% del total de casos confirmados), el 49% han
sido hospitalizados, el 5.1% ingresados en UCI y el 7.6% han fallecido. Se
estima que la tasa real de COVID-19 en niños y adolescentes infectados
es comparable a la de los adultos. En España, los menores de 14 años y
los jóvenes entre 15 y 29 años representan el 0.5% y 5.4% de los casos
notificados, respectivamente (Ministerio de Sanidad, 2020).
En tiempos de pandemia los niños y adolescentes son especial-
mente vulnerables, ya que los entornos en los que viven y se desarro-
llan se ven alterados (Alianza para la protección de la niñez y adoles-
cencia en la acción humanitaria, 2019). Aunque históricamente no ha
sido el grupo de edad más afectado por las enfermedades infecciosas,
sí ha tenido un papel crucial como propagador de las mismas dentro
del hogar y en su propia comunidad, como sucedió con brotes previos
de influenza y actualmente con el COVID-19 (Lee et al., 2020). El in-
forme de la Alianza para la protección de la niñez y adolescencia en la
acción humanitaria (2019) describe los riesgos a los que se exponen
los menores durante los brotes de enfermedades infecciosas, incluido
el COVID-19. Entre los principales riesgos están el estrés psicosocial y
los problemas psicológicos. La cuarentena en el hogar o la hospitali-
zación por enfermedad del niño o familiares directos son condiciones
que pueden generar altos niveles de estrés. La limitación de acceso
a los servicios de salud mental durante la cuarentena puede agravar
los problemas psicológicos previos del niño (p. ej., ansiedad social) o
pueden surgir nuevos problemas por no atender a las necesidades de
colectivos especiales (p. ej., niños con diversidad funcional o autis-
mo). El estrés psicosocial de los cuidadores, el cierre de los centros
educativos y el consumo de alcohol y tóxicos han sido identificados
como causas del riesgo de prácticas parentales negligentes, violencia
doméstica y otras situaciones de maltrato físico y emocional hacia
los menores.
¿Cómo Afecta una Cuarentena a Niños y Adolescentes?
Tras la cuarentena decretada por el gobierno de China en enero de
2020, muchos países han implantado esta medida para frenar la pro-
pagación del COVID-19. En España, la vida normal de 10.3 millones de
escolares y universitarios quedó interrumpida con la publicación del
estado de alarma por crisis sanitaria (Real Decreto 463/2020, del 14
de marzo de 2020). El confinamiento en el hogar es una medida sin
precedentes en nuestro país que puede tener un impacto negativo en
el bienestar físico y psicológico de niños y adolescentes (Brazendale
et al., 2017; Brooks et al., 2020). Dos factores que pueden afectar son
la pérdida de hábitos y rutinas y el estrés psicosocial, de acuerdo a los
primeros estudios que reflexionan sobre el impacto psicológico de la
cuarentena por COVID-19 en niños de China (Wang, Pan, et al., 2020;
Artículo de opinión
Las Buenas Prácticas en la Atención Psicológica Infanto-juvenil ante el COVID-19
José P. Espada, Mireia Orgilés, José A. Piqueras y Alexandra Morales
Grupo de Investigación Análisis, Intervención y Terapia Aplicada (AITANA), Universidad Miguel Hernández, Elche, España
Correspondencia: jpespada@umh.es (J. P. Espada).
Para citar este artículo: Espada, J. P., Orgilés, M., Piqueras J. A., y Morales A. (2020). Las buenas prácticas en la atención psicológica infanto-juvenil ante el COVID-19.
Clínica y Salud,
31
(2), 109-113. https://doi.org/10.5093/clysa2020a14
ISSN:1130-5274/© 2020 Colegio Oficial de la Psicología de Madrid. This is an open access article under the CC BY-NC-ND license (http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/).
Clínica y Salud
https://journals.copmadrid.org/clysa
Clínica y Salud (2020) 31(2) 109-113
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Zhang et al., 2020). La retirada de hábitos durante el confinamien-
to (p. ej., no asistir a clase) y la instauración de otros no saludables
(p. ej., sedentarismo, dietas poco saludables, patrones de sueño irre-
gulares o mayor uso de pantallas) pueden derivar en problemas físi-
cos, además de ganancia de peso (Brazendale et al., 2017). En España,
las clases presenciales fueron sustituidas por diferentes alternativas
online. Sin embargo, se estima que el 10% de los escolares no puede
seguirlas y que una de cada cinco familias españolas no dispone de
ordenador (Instuto Nacional de Estadística [INE, 2019]), por lo que el
teléfono móvil (presente en el 98.5% de los hogares) se está barajando
como una alternativa. Este intento por mantener la rutina escolar es
sólo un ejemplo de las desigualdades sociales y la vulnerabilidad a la
que están expuestos los niños y adolescentes en este momento.
La cuarentena y otras condiciones que acompañan a una pande-
mia pueden ser fuentes de estrés para niños y adolescentes. El grado
de impacto dependerá de varios factores, entre ellos la edad del niño.
Los niños menores de 2 años son capaces de extrañar a sus cuidado-
res habituales (p. ej., los abuelos), incluso de inquietarse y molestarse
por la nueva situación. Los niños en etapa escolar o mayores pueden
mostrarse preocupados por la situación, su propia seguridad y la de
sus cuidadores, además de por el futuro (p. ej., “¿cuándo volveremos
al colegio?”) (Barlett et al., 2020). Por ello es posible que pregunten
sobre lo que ocurre y por qué no es posible salir de casa. Ante una
situación de estrés como puede ser la cuarentena pueden reaccionar
de forma intensa o diferente a como lo harían normalmente (p. ej.,
tristeza, enfado, miedo, etc.). La ansiedad en niños y adolescentes
puede manifestarse con conductas desafiantes (p. ej., discutiendo o
negándose o obedecer). Es posible que la preocupación de los padres
o cuidadores afecte a su capacidad para reconocer y dar respuesta a
las señales de ansiedad de los niños. De acuerdo con el estudio de
Sprang y Silman (2013), los niños que han vivido una cuarentena du-
rante enfermedades pandémicas son más propensos al trastorno de
estrés agudo y de adaptación y al dolor (y el 30% cumplía criterios
de trastorno de estrés postraumático) respecto a los que no habían
estado expuestos.
Tras la cuarentena, si se mantienen rutinas y hábitos saludables
y se proporcionan los apoyos necesarios por parte de los cuidado-
res, es esperable que la mayoría de niños y adolescentes recuperen
su funcionamiento normal (Barlett et al., 2020), si bien es posible que
una minoría pueda necesitar tratamiento psicológico tras el confina-
miento, especialmente quienes ya presentaban problemas psicoló-
gicos (p. ej., traumas previos, ansiedad o depresión), trastornos del
desarrollo o aquéllos con cuidadores con inestabilidad económica o
psicopatología previa. Los niños separados de sus cuidadores durante
la pandemia (bien por la infección u hospitalización del niño o de sus
cuidadores) o que han sufrido la pérdida de un ser querido serán más
propensos a presentar problemas psicológicos, miedo a la infección
y ansiedad de separación, por lo que posiblemente necesitarán aten-
ción psicológica especializada (Liu et al., 2020).
¿Cuál es el Pronóstico sobre el Nivel de Afectación Inmediata
y Futura?
Es la primera vez que se produce en España una situación como la
cuarentena impuesta para el control del COVID-19. Por ello se carece
de estudios con muestras españolas que aporten datos sobre cómo
puede afectar a niños y adolescentes esta situación. Aunque algunos
trabajos internacionales han descrito las consecuencias en población
infanto-juvenil de situaciones de aislamiento, pocos estudios ofrecen
respuestas concluyentes en cuanto a la afectación psicológica de ni-
ños y adolescentes derivada de una pandemia mundial.
La
National Child Traumatic Stress Network
, red americana dedi-
cada a mejorar el acceso a la atención y tratamiento de niños y ado-
lescentes expuestos a eventos traumáticos, informa que la respuesta
psicológica al COVID-19 dependerá de la edad del niño. En la etapa
preescolar, el miedo a estar solo, el miedo a la oscuridad o las pesadi-
llas, las conductas regresivas, los cambios en el apetito y un aumento
de rabietas, quejas o conductas de apego son las reacciones más es-
perables. Los niños de 6 a 12 años, en la etapa escolar, podrían mani-
festar irritabilidad, pesadillas, problemas de sueño o del apetito, sín-
tomas físicos como dolores de cabeza o dolores de barriga, problemas
de conducta o apego excesivo, así como pérdida de interés por sus
compañeros y competencia por la atención de los padres en casa. En
adolescentes de 13 a 18 años puede ser habitual encontrar síntomas
físicos, problemas de sueño o de apetito, aislamiento de compañe-
ros y seres queridos, pero también un aumento o disminución de su
energía, apatía y desatención a los comportamientos de promoción
de la salud. Cuando los problemas descritos requieran intervención
durante la cuarentena, los profesionales deben seguir las recomen-
daciones específicas para la intervención telepsicológica (de la Torre
y Pardo, 2018).
Con el objetivo de conocer los efectos de la cuarentena a medio
o largo plazo se han llevado a cabo estudios sobre la prevalencia del
estrés agudo o estrés postraumático en niños y adolescentes (p. ej.,
Sprang y Silman, 2013). Dichos trabajos informan del porcentaje de
niños que se ven afectados por dicho trastorno, pero no se informa
de otros posibles problemas que el niño puede manifestar una vez
termine el confinamiento y que posiblemente afecten a un porcen-
taje mayor de menores. Es de esperar que los niños que tienen cierta
predisposición a manifestar determinados problemas, o que en el pa-
sado han presentado síntomas psicopatológicos específicos, tengan
más riesgo de que dichos síntomas afloren después de la cuarentena.
Es el caso de los niños con un apego ansioso establecido con sus pa-
dres, que podrían manifestar reacciones de ansiedad por separación
debido a que durante el confinamiento las relaciones con figuras de
apego significativas resultan mucho más estrechas. Así, por ejemplo,
niños con este tipo de reacciones exacerbadas podrían rechazar ir al
colegio cuando se retomase la actividad escolar. De igual modo, niños
con rasgos caracteriales de introversión podrían intensificar sus re-
acciones de timidez al estar alejados de contextos sociales variados,
o el niño con tendencia a preocuparse podría manifestar reacciones
ansiosas y anticipaciones aprensivas de amenaza incluso tras la ter-
minación de la cuarentena. El miedo al contagio, incluyendo sínto-
mas cercanos al trastorno obsesivo-compulsivo, podría ponerse de
manifiesto en aquellos niños que han recibido información sobre el
COVID-19 excesiva o inadecuada a su edad.
¿Qué Criterios de Buenas Prácticas son Necesarios en la
Evaluación Psicológica Infantil?
La valoración del impacto de las variables relacionadas con la crisis
del COVID-19 en población infantil hace necesario tener en cuenta la
calidad de los procedimientos y técnicas de evaluación psicológica.
Una primera pregunta a la que debemos responder es cómo debe ser
la evaluación psicológica infanto-juvenil en comparación con la de
los adultos en esta situación. La evaluación psicológica infantil sigue
una secuencia de fases en el proceso de evaluación que es similar en
niños, adolescentes y adultos, si bien existen algunas particularida-
des para estas poblaciones: 1) está limitada por la condición jurídica
del menor, su nivel de dependencia y la autonomía, por lo que serán
los padres o responsables legales quienes autoricen y en la mayoría
de los casos los que decidan o propicien que el niño o adolescente
acuda a un profesional, por lo que hay que estar muy atentos a la
voluntariedad y motivación o no de acudir al psicólogo, cualquier
actuación del cual debe estar precedida por el consentimiento infor-
mado del menor o de sus responsables legales (consentimiento por
representación en niños menores de 12 años, de igual forma entre
los 12 y los 16 años, oyendo la opinión de los menores y de forma
recomendable solicitando consentimiento de los adolescentes, y con-
sentimiento informado autónomo del propio menor si tiene 16 años
y es capaz de comprender el alcance de la intervención (Bartolomé,
2015); 2) se caracteriza por una aproximación multimodal (enfoque
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Las Buenas Prácticas en la Atención Psicológica Infanto-juvenil ante el COVID-19
multidimensional, multimétodo y multiinformante), dado que los
posibles problemas relacionados con el COVID-19 se manifiestan en
diferentes ambientes (hospitalario y en el hogar), ante diferentes per-
sonas (profesionales sanitarios y familiares) y en áreas diversas de
funcionamiento (personal, social, escolar, etc.); 3) se caracteriza por
una aproximación evolutiva y contextualizada; 4) tiene como nota
distintiva que el papel del evaluador es más activo y plural (Piqueras
y Carrasco, 2018).
Una segunda cuestión de interés es qué evaluar y para qué. Se pue-
de establecer una triple finalidad en la evaluación psicológica infantil
en la actual situación de crisis: 1) delimitar o identificar la presencia
de los posibles problemas, 2) identificar y evaluar los factores aso-
ciados que los originan o mantienen y 3) permitir la valoración de
los efectos de las intervenciones, tanto a lo largo de su proceso de
implementación como a la finalización de los mismos.
Una tercera cuestión es cómo debe llevarse a cabo la evaluación.
Toda evaluación se lleva a cabo mediante un proceso guiado por cri-
terios científicos y deontológicos. Por tanto, tres son los elementos
que deben conducir la evaluación: un proceso que articule sus pasos,
criterios científico-técnicos y criterios deontológicos.
Para finalizar, y aterrizando en la situación actual y la que presumi-
blemente vendrá cuando se levante la fase de confinamiento, conviene
responder a la doble pregunta de qué variables específicamente eva-
luar ante esta situación y qué técnicas permiten su evaluación de for-
ma científica. En la situación actual se recomienda para las primeras
fases de la evaluación el uso de instrumentos de amplio espectro junto
con alguna entrevista online de detección para posteriormente aplicar
instrumentos más específicos (autorregistros, cuestionarios, escalas de
puntuación). Además, es aconsejable combinar varias fuentes de infor-
mación, entre las que siempre estén las del propio menor (especialmen-
te para la información interiorizada) junto con información aportada
por los padres o madres (principalmente para la información exteriori-
zada). La administración de autoinformes debe hacerse solo con niños
de más de 8 años con adecuadas competencias de comprensión lecto-
ra. Se recomienda el uso de una historia clínica semiestructurada junto
con un instrumento multidimensional de amplio espectro, seguido de
instrumentos específicos (p. ej., autorregistros, módulos focalizados de
entrevista semiestructurada, observación, cuestionarios) que permitan
la delimitación del problema y la estimación del deterioro funcional.
Además de la sintomatología y su impacto en la funcionalidad del me-
nor, conviene obtener medidas de rasgos de personalidad, un listado
de acontecimientos vitales relevantes, medidas de afrontamiento y re-
siliencia, apoyo social, estilo educativo familiar y psicopatología de los
padres. Dado que la situación actual requiere la evaluación mediante
medios telemáticos, en Piqueras y Carrasco (2018) se recoge una selec-
ción de instrumentos validados psicométricamente para la evaluación
de los problemas emocionales y de conducta.
¿Qué Criterios de Buenas Prácticas son Necesarios en la
Atención Psicológica Infantil durante el Confinamiento y
después?
Podemos anticipar dos tipologías de demandas que pueden darse
durante y tras el confinamiento, donde se requiera de atención psi-
cológica:
a) Aquéllas que podemos considerar específicas por ser iden-
tificable la relación entre la conducta problema y uno o va-
rios estímulos relacionados con el contexto COVID-19. Nos
referimos a situaciones en las cuales la familia del niño haya
podido sufrir efectos directos del COVID-19 por encima del
promedio en lo que afecta a la salud, economía o impacto
social. Se incluyen aquí los casos de niños con alteraciones
afectados por un elevado estrés familiar, especialmente ni-
ños y adolescentes que hayan experimentado casos cercanos
de contagio y/o hospitalización o de duelo por el fallecimien-
to de personas allegadas.
b) Afectaciones de tipo inespecífico o multiproblemáticas, ante
las que no es posible identificar un único estímulo desenca-
denante, más que el conjunto de cambios contextuales de-
rivados de la pandemia y del confinamiento. Son demandas
que pueden estar relacionadas con una preocupación de in-
tensidad diversa y moderada sobre la salud, con el miedo al
contagio propio o de familiares, miedo o pesimismo respecto
al futuro, sensación de vulnerabilidad alta, malestar ante la
incertidumbre, etc.
Los mismos principios generales que rigen la intervención psico-
lógica en cuanto al ejercicio de la profesión (cumplimiento del có-
digo deontológico, actualización de la formación específica que ga-
rantice la cualificación del profesional y sometimiento de la misma a
los principios del rigor científico en la intervención psicológica) son
aplicables ante situaciones relacionadas con el COVID-19. Habría que
atender especialmente a que:
- El profesional esté entrenado en la atención psicológica a
población infanto-juvenil. Es preciso que conozca en profun-
didad la psicopatología evolutiva del niño y adolescente para
poder diferenciar las manifestaciones que se consideran pro-
pias de una etapa evolutiva de las problemáticas. Haber re-
cibido entrenamiento en habilidades terapéuticas infantiles
es fundamental para la intervención, ya que garantiza el uso
de estrategias eficaces para implicar al niño en la terapia y la
capacidad de adaptar las técnicas a la comprensión del niño.
- El profesional posea competencias para el trabajo con los pa-
dres, ya que su participación será imprescindible para conse-
guir en el niño los cambios esperados.
- Los protocolos de evaluación aplicados estén diseñados con
criterios científicos y adaptados a cada realidad sin renunciar
a su rigor.
- Todas las etapas del proceso terapéutico estén adaptadas al
nivel evolutivo del menor afectado. Así, la capacidad de com-
prensión sobre las implicaciones de la pandemia y sus efec-
tos son muy variables según la madurez cognitiva del niño.
- Se determinen los factores de génesis y mantenimiento del
problema para el que se demanda atención psicológica, pu-
diendo tratarse de conductas problema específicas (se iden-
tifica un estresor o más relacionado con el coronavirus) o
generales (el coronavirus mismo como estresor).
- Se administren evaluaciones rigurosas, basadas en protoco-
los estandarizados para cada edad y espectro psicopatológi-
co a evaluar.
- Se apliquen tratamientos específicos, protocolizados, basa-
dos en la evidencia científica cuando se ha detectado un tras-
torno clínico, problema emocional o respuesta problemática
que genera malestar psicológico en el niño o su entorno.
- Se aúnen esfuerzos en la elaboración de guías para padres y
cuidadores. Se ha producido un exceso de documentos con
pautas para padres que se difunden rápidamente a través
de redes sociales y programas de mensajería. Se desconoce
de dónde procede la información de muchas de esas guías,
puesto que es escasa la literatura científica sobre cómo afec-
ta la cuarentena a los niños, así como estudios previos en los
que se hayan aplicado intervenciones psicológicas durante
la cuarentena.
¿Qué Criterios de Buenas Prácticas Deben Atenderse en
Investigación?
En una revisión no exhaustiva hemos encontrado que durante las
tres primeras semanas de confinamiento en España se iniciaron a
través de redes sociales al menos once estudios relacionados con los
efectos psicológicos del COVID-19, tres de ellos centrados en pobla-
ción infanto-juvenil. Esta proliferación se debe a que los investigado-
res hemos observado un importante vacío de conocimiento por cubrir
ante esta urgencia sanitaria y se ha tratado de dar respuesta rápida. Es
un intento de ayudar por parte de todos. Pero la urgencia de estudios
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no ha de ir reñida con el cumplimiento de los estándares científicos y
éticos de la investigación. Especialmente en lo que refiere a población
infanto-juvenil, y considerando este contexto, destacamos que:
- Los estudios han de contar en todos los casos con la aprobación
de un comité de ética que dé garantías sobre el cumplimiento
de todos los requisitos de la investigación con humanos.
- Han de cumplir lo establecido por la legislación de cada país
que afecte a la protección de datos y del menor. En el caso
de España, la Ley de protección de datos (Reglamento (UE)
2.019/679 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 27 de
abril de 2016 (RGPD), la Ley Orgánica 3/2.018, de 5 de di-
ciembre, de protección de datos de carácter personal y ga-
rantía de los derechos digitales y por la Ley del menor, la Ley
41/2002, que regula el consentimiento por representación y
la mayoría de edad sanitaria, y la disposición final segunda
de la Ley 26/2015, reguladora de la autonomía del paciente
y de derechos y obligaciones en materia de información y
documentación clínica.
- Deben respetar de forma particular las garantías de protec-
ción al menor evitando repetición de intervenciones innece-
sarias (evaluativas en este caso) que puedan generar malestar.
- Los investigadores han de sopesar los riesgos de incomodar
a los participantes con la necesidad de ello, la reiteración de
otros estudios y los potenciales beneficios a aportar.
En suma, consideramos que antes de emprender el viaje de interro-
gar a la población, con el riesgo de agotarla y de desgastar la imagen
como colectivo profesional, se ha de valorar si la investigación en mar-
cha va a aportar en realidad conocimiento nuevo y relevante. Es más
conveniente aunar esfuerzos y coordinar proyectos de investigación
multicéntricos que lanzarse de forma descoordinada a recabar datos de
utilidad incierta que puedan causar fatiga y perturbar a padres y niños.
¿Qué Acciones Preventivas y con qué Criterios se han de
Implementar?
El enfoque preventivo de la psicología puede aportar al menos tres
beneficios relevantes en este contexto: a) detectar tempranamente
casos de riesgo, b) paliar a tiempo los efectos de un contexto estresan-
te para niños y adolescentes y c) reducir los síntomas leves antes de
su agravamiento. En la etapa posconfinamiento es muy conveniente
detectar y prevenir problemas derivados del impacto en niños y ado-
lescentes. Recomendamos para ello optar por una combinación de
protocolos de seguimiento informado por los padres que no causen
reactividad en niños y adolescentes e intervenciones comunitarias
(escolares) de prevención primaria y secundaria, preferentemente
del tipo indicado en lugar de universal.
Consideramos los aspectos clave para un adecuado trabajo pre-
ventivo siguientes:
- La adecuada detección de casos de riesgo mediante instru-
mentos fiables de cribado.
- La integración de la evaluación en el contexto escolar, fami-
liar y clínico.
- La coordinación entre padres, profesionales de la psicología y
otros profesionales de la educación, la nutrición o el trabajo
social según aconsejan las guías internacionales sobre el
COVID-19 (Liu et al., 2020).
- La atención especial a población vulnerable, que incluye niños
y adolescentes con sintomatología previa o factores de riesgo.
- El seguimiento de niños que no hayan presentado hasta el
momento ninguna señal de afectación emocional que pue-
dan experimentar más adelante síntomas subclínicos de tipo
principalmente ansioso y del estado de ánimo.
Las buenas prácticas en prevención son aplicables para la actua-
ción ante situaciones derivadas del COVID-19 en niños y adolescentes,
destacando especialmente la necesidad de que los profesionales y las
entidades educativas y administrativas tengan presente que no todo
es prevención, aunque lo parezca. Los efectos iatrogénicos de algunas
intervenciones preventivas están muy documentados y suelen darse
cuando los programas no se dirigen a una población diana adecuada,
cuando los contenidos no están bien adaptados y en lugar de proporcio-
nar información útil generan miedo o curiosidad. También cuando las
intervenciones se basan exclusivamente en transmisión de información
(charlas) y no incluyen el entrenamiento en habilidades (tenemos el
ejemplo sencillo y potente del aprendizaje de lavado de manos).
A Modo de Conclusiones
Una vez examinado el escenario en el que nos encontramos desde
el punto de vista de la atención psicológica infanto-juvenil, y reflexio-
nado acerca de cómo consideramos que nuestra profesión debe res-
ponder, quisiéramos subrayar estos mensajes finales:
- El estado de alerta generado por el COVID-19 y todas sus
consecuencias suponen un conjunto de estresores nuevos y
diferentes a otros anteriores que puede provocar en la po-
blación infantil alteraciones psicológicas semejantes a otros
estresores conocidos.
- Los niños y adolescentes pueden tener mayor vulnerabilidad
si presentan características de estructura familiar, nivel edu-
cativo, origen étnico, situación o condición física y/o mental
que les haga requerir de un esfuerzo adicional para incorpo-
rarse al desarrollo y a la convivencia.
- Su adaptación y afrontamiento de esta situación está media-
da en gran parte por el papel de los padres y de otros agentes
sociales relevantes (maestros, familiares, etc.)
- En este contexto será necesaria la detección de situaciones de
riesgo derivadas de la pandemia y el confinamiento, aplicar
programas de prevención indicada cuando concurran facto-
res de riesgo y articular y evaluar protocolos de atención ante
cuadros clínicos derivados del COVID-19 que hemos denomi-
nado aquí multi-problema o inespecíficos.
- La psicología infantil tiene herramientas basadas en la evi-
dencia que permiten la evaluación y tratamiento tanto de
forma presencial como telemática de los problemas psicoló-
gicos generados por el COVID-19.
- Es importante recordar el cumplimiento de las garantías téc-
nicas y deontológicas especiales (de la Torre y Pardo, 2018)
que implica la evaluación y tratamiento psicológico a través
de Internet en el contexto clínico infantil.
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