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Disrupcion Inguinal en deportistas

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Abstract

Uno de los mayores mitos o miedos dentro del fútbol son los generados por el concepto de pubalgia, ya sea por su diagnóstico difuso, tratamiento o por el tiempo en el cual el deportista tiene que estar alejado de su actividad deportiva normal. Como profesionales de la salud es importan-te saber que este diagnóstico hace más referencia a una zona dolorosa que a una patología en sí, es por esto que debemos realizar un diagnóstico diferencial para poder tratarla de la mejor manera. El objetivo del si-guiente artículo es realizar una revisión bibliográfica sobre dolor inguinal y adentrarnos principalmente sobre la Disrupción Inguinal (DI) o mal llamada en el ambiente del futbol Hernia Deportiva. El concepto de dolor inguinal fue evolucionando a través del tiempo. Ya a comienzos de los años 90 fue Gilmore quien comenzó a describir y diferenciar esta entidad. 1 Anatómicamente es una zona compleja, las fibras del recto abdominal, el tendón conjunto (anastomosis entre el oblicuo interno y el transverso del abdomen) y el oblicuo externo se funcionan para formar la aponeurosis púbica. Esta aponeurosis, a su vez, es confluente con el origen del aduc-tor largo y del recto interno. Esta entidad fue llamada de diversas maneras, usando términos como pubalgia del atleta, la ingle de gilmore, osteítis del pubis, la ingle del de-portista, síndrome inguinal del hockey, síndrome de la sínfisis, disrupción inguinal, etc. Este último término fue propuesto como el adecuado para enmarcar esta condición en el consenso realizado en Manchester por la sociedad británica de hernias. 3 EL DOLOR INGUINAL TIENE TANTAS POSIBLES LESIONES COMO ZONAS ANATÓMICAS En año 2014 se realizó el acuerdo de Doha el cual propuso diferenciar los diagnósticos en tres grandes subgrupos, el primero los agrupa en dolor inguinal en relación a los aductores, dolor inguinal en relación al psoasi-líaco, dolor inguinal en relación a la ingle y dolor inguinal en relación al pubis. En el otro subgrupo encontramos al dolor inguinal en relación a la cadera. Por último encontramos a las otras causas de dolor inguinal en deportistas. 2 La disrupción inguinal (DI) se define como dolor de presentación insidio-sa o aguda, que ocurre predominantemente en la región inguinal cercana al tubérculo púbico donde no existe otra patología, como una hernia, que explique los síntomas.
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AUTOR
LIC. AGUSTIN CARLOS BALDJIAN
Kinesiólogo Club Tristan Suarez
Kinesiólogo en Kiné kinesiologia
deportiva y funcional
Concurrente Hospital de Agudos
Juan A. Fernández
E-mail: agustin_baldjian@hotmail.com
DISRUPCIÓN INGUINAL
EN EL DEPORTISTA
Uno de los mayores mitos o miedos dentro del futbol son los generados
por el concepto de pubalgia, ya sea por su diagnóstico difuso, tratamien-
to o por el tiempo en el cual el deportista tiene que estar alejado de su
actividad deportiva normal. Como profesionales de la salud es importan-
te saber que este diagnóstico hace más referencia a una zona dolorosa
que a una patología en sí, es por esto que debemos realizar un diagnósti-
co diferencial para poder tratarla de la mejor manera. El objetivo del si-
guiente artículo es realizar una revisión bibliográfica sobre dolor inguinal
y adentrarnos principalmente sobre la Disrupción Inguinal (DI) o mal
llamada en el ambiente del futbol Hernia Deportiva.
El concepto de dolor inguinal fue evolucionando a través del tiempo. Ya
a comienzos de los años 90 fue Gilmore quien comenzó a describir y
diferenciar esta entidad.1
Anatómicamente es una zona compleja, las fibras del recto abdominal, el
tendón conjunto (anastomosis entre el oblicuo interno y el transverso del
abdomen) y el oblicuo externo se funcionan para formar la aponeurosis
púbica. Esta aponeurosis, a su vez, es confluente con el origen del aduc-
tor largo y del recto interno.
Esta entidad fue llamada de diversas maneras, usando términos como
pubalgia del atleta, la ingle de gilmore, osteítis del pubis, la ingle del de-
portista, síndrome inguinal del hockey, síndrome de la sínfisis, disrupción
inguinal, etc. Este último término fue propuesto como el adecuado para
enmarcar esta condición en el consenso realizado en Manchester por la
sociedad británica de hernias. 3
EL DOLOR INGUINAL TIENE TANTAS POSIBLES LESIONES
COMO ZONAS ANATÓMICAS
En año 2014 se realizó el acuerdo de Doha el cual propuso diferenciar los
diagnósticos en tres grandes subgrupos, el primero los agrupa en dolor
inguinal en relación a los aductores, dolor inguinal en relación al psoasi-
líaco, dolor inguinal en relación a la ingle y dolor inguinal en relación al
pubis. En el otro subgrupo encontramos al dolor inguinal en relación a la
cadera. Por último encontramos a las otras causas de dolor inguinal en
deportistas.2
La disrupción inguinal (DI) se define como dolor de presentación insidio-
sa o aguda, que ocurre predominantemente en la región inguinal cercana
al tubérculo púbico donde no existe otra patología, como una hernia, que
explique los síntomas.
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Esta patología la podemos encontrar principalmente en deportes que re-
quieran de esfuerzos repetitivos de cambios de dirección, giros, gestos
de patear con alta intensidad, tales como el futbol, hockey sobre hielo
o rugby. Las lesiones inguinales abarcan el 5% de todas las lesiones en el
futbol. 4 De todas maneras, la incidencia es variable según los estudios.
En un estudio prospectivo a largo plazo las lesiones inguinales y de cadera
abarcaron el 12% del total de las lesiones en la liga Inglesa de futbol. En
otra cohorte prospectiva de la UEFA (Union of European Football Asso-
ciations) en la cual analizaron 7 temporadas de futbol (2001-2/2007-8),
23 equipos y 1065 jugadores, se encontró que estas lesiones abarcan del
12-16% por temporada. La media de lesiones por temporada por club fue
de 7,2 (+ - 4,3). La incidencia de las lesiones inguinales y de cadera fue
de 1,1/1000 hs y fue significativamente mayor durante los partidos que
en los entrenamientos. Casi el 15% del total fueron re-lesiones. La media
de ausencia a nivel competitivo fue de 15 días y la media de las re-lesio-
nes fue de 23 días, siendo esta significativamente mayor. En este último
estudio se obtuvieron 18 posibles diagnósticos de dolor inguinal, en la
cual la disrupción inguinal obtuvo una incidencia de 0,04/1000 hs y un
total de 22 jugadores con esta entidad, 4 de los cuales se vieron involu-
crados en una segunda lesión. La media de ausencia en esta población fue
de 30 (+ -17) días.10 El último estudio y el más largo sobre incidencia fue
publicado en Marzo del 2018, y fue la continuación del estudio nombra-
do anteriormente, en el cual se estudiaron 15 temporadas de la UEFA
(2001-2/2015-6), con un total de 3055 jugadores y 28 equipos. En este
estudio la incidencia fue parecida a la reportada anteriormente siendo
de 1.0/1000 hs para dolores inguinales y de cadera, y dentro de esto la
incidencia de disrupción inguinal fue 0,04/1000 hs. 12
Existen varias teorías sobre la patogénesis, la más aceptada hasta el mo-
mento sería una pared inguinal posterior debilitada en la cual el desgarro
puede abarcar tanto al recto abdominal como al oblicuo externo. El dolor
por debajo y lateral al anillo inguinal es más indicativo de patología de
cadera o lesión en el aductor largo, en cambio el dolor sobre el anillo
inguinal es más indicativo de DI. Sin embargo, por su relación anatómica,
el dolor puede ser irradiado hacia el aductor mayor a través de la aponeu-
rosis púbica.
Como en toda entidad siempre es importante evaluar los factores de
riesgo. No existen estudios específicos que evalúen los mismos para la
disrupción inguinal, sin embargo encontramos estudios de cohortes pros-
pectivas como el de Arnason y cols. el cual estudia los factores de riesgo
para lesiones inguinales en el futbol. En el mismo evaluaron 20 equipos
de la primera división y la liga del futbol islandés y se incluyeron 306
jugadores en la temporada de 1999. Fueron registradas 201 lesiones en
los miembros inferiores y el 13% de las mismas correspondían a lesiones
inguinales. Ellos encuentran como principal factor de riesgo el tener una
historia previa de lesión, aumento de la grasa corporal, menor flexibilidad
“Existen varias
teorías sobre la
patogénesis, la
más aceptada hasta
el momento sería
una pared inguinal
posterior debilitada
en la cual el
desgarro puede
abarcar tanto al
recto abdominal
como al oblicuo
externo.”
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de la musculatura aductora de cadera y mayor edad.16 Otro estudio de
cohorte prospectivo es el de Engebretsen y cols. en el cual se incluyeron
508 jugadores de 31 equipos de noruega. En el mismo encuentran tam-
bién que el haber padecido una lesión previa inguinal es un importante
factor de riesgo y este nos lleva a tener el doble de probabilidades de
volver a padecer la lesión. Además encuentran que la debilidad de los
músculos aductores también es un factor importante a tener en cuenta
y que los jugadores pueden tener 4 veces más probabilidades tener una
lesión inguinal.17 Por último en la revisión sistemática de Whittaker y cols.
suman como factores de riesgo los deportes de alta competencia y la
falta de entrenamiento específico para el mismo. Además afirman que
estos últimos, el haber padecido una lesión inguinal y la disminución de
la fuerza aductora, tienen niveles de evidencia 1-2. 19 De todas maneras,
estos estudios hablan del dolor inguinal de forma muy global y como dije
anteriormente todavía no existen estudios específicos que estudien fac-
tores de riesgo para disrupción inguinal.
El diagnóstico de disrupción inguinal se puede realizar clínicamente si al
menos 3 de 5 de estos signos clínicos están presentes: 3
1. Sensibilidad sobre el tubérculo púbico en el punto de inserción del ten-
dón conjunto;
2. Sensibilidad palpable sobre el anillo inguinal profundo;
3. Dolor y / o dilatación del anillo externo sin una hernia evidente;
4. Dolor en el origen del tendón aductor largo; y
5. Dolor sordo y difuso en la ingle, que a menudo irradia hacia el perineo
y la parte interna del muslo o a través de la línea media.
LA CLÍNICA ES SOBERANA
En cuanto a los exámenes complementarios no existe un Gold estándar
hasta el momento, estos servirían más para realizar diagnósticos diferen-
ciales que para confirmar un diagnóstico de DI.3 En cortes de resonan-
cias magnéticas los desgarros de la aponeurosis del recto abdominal y del
aductor largo se ven como áreas irregulares con cambios en la intensidad
de la señal. Estas imágenes se ven preferentemente en cortes sagitales y
axiales a 1-2 cm lateral al tubérculo púbico. Por otro lado, se pueden en-
contrar cambios anómalos en la intensidad de la señal en la parte antero
inferior del tubérculo púbico y en la profundidad de la unión aponeuróti-
ca entre el aductor largo y el recto anterior, esto se conoce como signo
de la hendidura. 5 Sin embargo, en el estudio de Zoga y cols. se encontró
una baja sensibilidad (57%) y especificidad (60%) en cuanto a este signo
como indicador de lesión en el recto anterior del abdomen. De todas
maneras, en el grupo control de este estudio, pacientes asintomáticos,
no se encontró dicho signo ni edema óseo. Por último remarcan que la
resonancia magnética tiene una sensibilidad del 68% para detectar DI. 6
Otro estudio de utilidad y muy utilizado en nuestro país es la Ecografía
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LIC. AGUSTIN CARLOS BALDJIAN
“El diagnóstico
de disrupción
inguinal se
puede realizar
clínicamente si
al menos 3 de 5
de estos signos
clínicos están
presente.”
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Dinámica, el mismo consiste en la aplicación de un transductor ecográ-
fico en la zona inguinal seguido de la maniobra del Válsala por parte del
paciente. El diagnóstico es positivo si al realizar la maniobra el contenido
intraabdominal es desplazado. En el estudio de Vasile y cols. en el cual
evaluaron retrospectivamente a 47 pacientes con disrupción inguinal en-
contraron un diagnostico positivo en 42 de los mismos mediante este
examen complementario. Concluyen que la sensibilidad de este estudio
es del 100% con un valor predictivo positivo del 93% y un valor predicti-
vo negativo del 100%. 18 Sin embargo, este estudio tiene una alta tasa de
falsos positivos. 20
INTRODUCCIÓN AL TRATAMIENTO
El tratamiento puede ser quirúrgico o conservador. Si bien la mayoría de
la bibliografía sugiere realizar tratamiento conservador en una primera
instancia, hasta 3 meses de comenzados los síntomas, el ensayo clínico
realizado por Paajanen y cols. en el cual comparan ambas modalidades,
sugieren que la reparación endoscópica con la colocación de una malla es
más eficiente que el tratamiento conservador . En dicho estudio, con una
muestra de 60 pacientes (30 de ellos fueron sometidos a tratamiento
conservador y los otros 30 fueron sometidos a tratamiento quirúrgico
mediante endoscopia), se encontró que el 67% del grupo quirúrgico vol-
vió a su nivel deportivo al mes y el 90% a los 3 meses. Sin embargo, el
grupo conservador solo consiguió el 20% al mes y el 25% a los 3 meses
respectivamente. Un dato interesante de este estudio fue que el 50% de
los pacientes del grupo conservador retomaron su nivel deportivo a los
12 meses. 21
TRATAMIENTO CONSERVADOR
En una primera instancia diversos autores sugieren reposo deportivo
acompañado de antiinflamatorios y/o de corticoides locales aplicados a
nivel del recto anterior del abdomen o del aductor largo. A partir de acá
la rehabilitación consistirá en un proceso de elongación, fortalecimiento,
estabilización del Core, correcciones posturales y de lograr el correcto
balance muscular a nivel de los músculos abdominales, de la pelvis y la
cadera.
En las primeras 2 semanas (o en la fase 1) el objetivo es reducir el dolor
y la inflamación. La terapia manual podría ser útil para los tejidos blan-
dos haciendo hincapié en la musculatura flexora, aductora y los glúteos.
También se deben realizar movilizaciones pasivas de la columna lumbar y
cadera siempre respetando los rangos fisiológicos de las mismas. La única
limitación en cuanto al ROM en esta etapa es la extensión del tronco
y de cadera. Luego podemos comenzar a reeducar el control motor de
los músculos abdominales y una buena herramienta para lograrlo es el
uso del biofeedback.6 Para esto debemos inflar el manguito de presión
hasta 20 mmhg y se le instruye al paciente a llevar la pelvis desde una
“La mayoría de la
bibliografía sugiere
realizar tratamiento
conservador en
una primera
instancia, hasta 3
meses de
comenzados los
síntomas,”
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posición de anteversión hasta una posición neutra (Draw-in). La presión
debe llegar a 40 mmhg y esta es monitoreada por el paciente. Una vez
que el paciente logre un buen control podemos progresar el ejercicio
mediante el movimiento de las extremidades. La hidroterapia nos puede
ayudar a incorporar ejercicios de fortalecimiento especifico (sentadillas,
estocadas, etc. y siempre respetando el dolor).6
Para pasar a la siguiente fase, según la bibliografía, el dolor tiene que
haber disminuido en reposo a 0/10 (Escala visual análoga). Se van in-
corporando ejercicios de movilización activa, teniendo en cuenta lo que
mencionamos anteriormente, limitar el movimiento de extensión lumbar
y de cadera al 25% del ROM total para no aumentar la tensión en la zona
de la lesión. Luego debemos progresar al fortalecimiento y estabilización
glútea. También debemos incorporar planchas frontales y ejercicios en
cuadrupedia con movimientos alternantes de los 4 miembros (dead bug,
FIGURA 1).7
FIGURA 1. Progresión con resistencia en el dead bug
Entre la 3era y 4ta semana (o fase 2) de rehabilitación le añadiremos
resistencia al dead bug y lo progresaremos a la cuadripedia, además de
realizar ejercicios de equilibrio en una pierna, Wall squats a 45º y 90º,
ejercicios de control pélvico y fortalecimiento glúteo. El star excursion
balance test (SEBT) es una opción de evaluación y tratamiento para los
ejercicios de estabilidad monopodal.9
“Para pasar a
la siguiente fase,
según la
bibliografía,
el dolor tiene
que haber
disminuido en
reposo a 0/10.”
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Llegando a la 5ta semana se iniciará la reeducación de la carrera, siempre
utilizando los saltos como iniciación a la misma, y se progresará la marcha
con resistencia (FIGURA 2), empujes y tracciones.
Los gestos específicos deportivos comenzarán a realizarse a partir de la
6ta semana. También se seguirá progresando con la capacidad aeróbica.
Serán incorporados los desplazamientos laterales y la velocidad será pro-
gresada según tolerancia del paciente. Algunos autores utilizan el entre-
namiento por intervalos para ir dosificando el tiempo de trabajo.6
Por último, entre la 7ma y 9na semana ser irá progresando para lograr la
vuelta al deporte.
TRATAMIENTO QUIRÚRGICO
Como mencionamos anteriormente, una de las opciones quirúrgicas
consiste en la reparación endoscópica de la pared abdominal posterior
con la colocación de una malla de polipropileno. A la lesión abdominal
se le puede sumar, por su relación anatómica, lesiones en el tendón del
aductor mayor, adicionándole a la cirugía la tenotomía de los aductores.
Existen varios estudios que comparan la vuelta al deporte luego de esta
cirugía. Kajetanet y cols evaluaron retrospectivamente a 27 pacientes
quienes no habían obtenido beneficios luego de 3 meses de tratamiento
conservador. Las lesiones de los mismos eran clasificadas según si esta
abarcaba la pared abdominal (8), los aductores (7) o ambas (12). De lo
27 pacientes, 25 retornaron su actividad deportiva con una media de 112
días, los otros 2 experimentaron dolores residuales. Al año, el 100% de
los pacientes con lesiones unilaterales retornaron a su nivel deportivo
previo y el número desciende al 80% en aquellos que padecieron de le-
siones bilaterales.13
Otra opción quirúrgica es la técnica de sutura abierta mínimamente in-
vasiva, la cual tiene como beneficios el ser menos invasiva y la utilización
de anestesia local. Uno de los estudios que hace referencia a esta técnica
es el de Muschaweck and Berger, en el mismo se estudiaron 129 pa-
cientes, de los cuales 124 tuvieron una mediana de 7 días para volver
a entrenar y el 75% de los mismos volvieron a su nivel previo a los 18,5
días. En su muestra, los deportistas profesionales ocupaban un 67% de la
población y estos tuvieron una mediana de 14 días para recuperar su nivel
previo a la lesión.15
En la primera fase del tratamiento le daremos prioridad a la curación de
los tejidos, en la primera semana de la misma se realizarán estrategias
para disminuir el dolor y la inflamación. La crioterapia es recomendada
con una dosificación de 15 minutos cada 2 hs las primeras 24/48 hs. Los
crunch abdominales estarían contraindicados en esta etapa.
En la segunda fase (2da y 3era semana de la cirugía), una vez retirados
los puntos, se podrán comenzar con ejercicios con resistencia en la pileta.
Podremos añadir también ejercicios en cadena cerrada en bipedestación.
FIGURA 2
Marcha lateral con activación
de cadenas cruzadas.
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En esta posición utilizaremos la cadena abierta para recuperar la fuer-
za de los aductores, abductores, flexores y extensores de cadera. Como
nombramos en el tratamiento conservador, el biofeedback puede sumar-
se como herramienta para activar al transverso del abdomen. Al finaliza
esta etapa el paciente comenzará con elongación de forma suave.
En la tercera fase de la rehabilitación (4ta semana) se le suman los
ejercicios propioceptivos de forma bilateral para progresarlos a unila-
teral. La activación del Core estará monitoreada por la escala visual
análoga y se le dará prioridad a los ejercicios de estabilización de glúteo
medio, glúteo mayor y rotadores de cadera. Opciones terapéuticas en
esta etapa son los puentes glúteos (FIGURAS 3A/3B y FIGURA 4),
dead bugs, Wall squats, estocadas poco profundas y caminatas laterales
con bandas elásticas. Por último, utilizaremos los saltos como ejercicios
previos a la carrera.
FIGURA 3A. Puentes glúteos con activación
de la musculatura aductora. Vista Frontal.
FIGURA 4. Puentes glúteos unilaterales con activación de la musculatura aductora.
En la cuarta fase (5ta y 6ta semana) se sumaran ejercicios excéntricos de
aductores y ejercicios resistidos con bandas elásticas. El fortalecimiento
abdominal en los planos sagital y transversal se hará a través de ejercicios
de planchas y la progresión de las mismas se irá variando según el apoyo
del miembro inferior (rodillas, pies o apoyos asimétricos- FIGURA 5).
Progresaremos al uso de TRX para sentadillas bipodales y unipodales y se
realizarán caminatas con resistencia en distintos planos. Es en esta etapa
en la cual el paciente comienza con ejercicios de carrera.
En la última fase (semana 7-8) se le dará prioridad a la pliometria, coordi-
nación y ejercicios específicos del deporte y sumaremos acá el elemento
de juego. 7,8
FIGURA 3B. Puentes glúteos con activación
de la musculatura aductora. Vista lateral.
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LIC. AGUSTIN CARLOS BALDJIAN
Podemos concluir que la disrupción inguinal es un concepto que ha evo-
lucionado a lo largo del tiempo en pos de aclarar su definición, diagnós-
tico y tratamiento. Sin embargo, haciendo alusión a este último punto,
creo que todavía nos faltan ensayos clínicos para saber cuáles son las me-
jores opciones terapéuticas para tratar estos pacientes.
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FIGURA 5. Plancha lateral con apoyo en rodilla y pies con activación de la musculatura
aductora.
FIGURA 6A. Plancha Copenhague. Progresión en la carga.
FIGURA 6B. Plancha Copenhague. Progresión en la carga.
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pain in athletes is more eective than nonoperative treatment: a randomized clinical trial
with magnetic resonance imaging of 60 patients with sportsman's hernia (athletic pub-
algia). Surgery. 2011 Jul;150(1):99-107. doi: 10.1016/j.surg.2011.02.016. Epub 2011 May
5. PubMed PMID: 21549403.
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LIC. AGUSTIN CARLOS BALDJIAN
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Background: Inguinal hernia is a commonly encountered cause of pain in athletes. Because of the anatomic complexity, lack of standard imaging, and the dynamic condition, there is no unified opinion explaining its underlying pathology. Hypothesis: Athletes with persistent groin pain would have a high prevalence of inguinal hernia with dynamic ultrasound, and herniorrhaphy would successfully return athletes to activity. Study design: Case-control study. Level of evidence: Level 3. Methods: Forty-seven amateur and professional athletes with sports-related groin pain who underwent ultrasound were selected based on history and examination. Patients with prior groin surgery or hip pathology were excluded. Clinical and surgical documentation were correlated with imaging. The study group was compared with 41 age-matched asymptomatic athletes. Results: Ultrasound was positive for hernia with movement of bowel, bladder, or omental tissue anterior to the inferior epigastric vessels during Valsalva maneuver. The 47-patient symptomatic study group included 41 patients with direct inguinal hernias, 1 with indirect inguinal hernia, and 5 with negative ultrasound. Of 42 patients with hernia, 39 significantly improved with herniorrhaphy, 2 failed to improve after surgery and were diagnosed with adductor longus tears, and 1 improved with physical therapy. Five patients with negative ultrasound underwent magnetic resonance imaging and were diagnosed with hip labral tear or osteitis pubis. The 41-patient asymptomatic control group included 3 patients with direct inguinal hernias, 2 with indirect inguinal hernias, and 3 with femoral hernias. Conclusion: Inguinal hernias are a major component of groin pain in athletes. Prevalence of direct inguinal hernia in symptomatic athletes was greater than that for controls ( P < 0.001). Surgery was successful in returning these athletes to sport: 39 of 42 (93%) athletes with groin pain and inguinal hernia became asymptomatic. Clinical relevance: Persistent groin pain in the athlete may relate to inguinal hernia, which can be diagnosed with dynamic ultrasound imaging. Herniorrhaphy is successful at returning athletes to sports activity.
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Background: The identification of risk factors for groin injury in sport is important to develop and implement injury prevention strategies. Objective: To identify and evaluate the evidence examining risk factors for groin injury in sport. Material and methods: Nine electronic databases were systematically searched to June 2014. Studies selected met the following criteria: original data; analytic design; investigated a risk factor(s); included outcomes for groin injury sustained during sport participation. The Preferred Reporting Items for Systematic reviews and Meta-Analyses (PRISMA) guidelines were followed and two independent authors assessed the quality and level of evidence with the Downs and Black (DB) criteria and Oxford Centre of Evidence-Based Medicine model, respectively. Results: Of 2521 potentially relevant studies, 29 were included and scored. Heterogeneity in methodology and injury definition precluded meta-analyses. The most common risk factors investigated included age, hip range of motion, hip adductor strength and height. The median DB score across studies was 11/33 (range 6-20). The majority of studies represented level 2 evidence (cohort studies) however few considered the inter-relationships between risk factors. There is level 1 and 2 evidence that previous groin injury, higher-level of play, reduced hip adductor (absolute and relative to the hip abductors) strength and lower levels of sport-specific training are associated with increased risk of groin injury in sport. Conclusions: We recommended that investigators focus on developing and evaluating preparticipation screening and groin injury prevention programmes through high-quality randomised controlled trials targeting athletes at greater risk of injury.
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This study was conducted to determine if risk factors for groin injuries among male soccer players could be identified. Previous groin injuries, reduced function scores, age, findings on clinical examination, and low isometric groin strength are associated with increased risk of new groin injuries. Cohort study; Level of evidence, 3. A total of 508 players representing 31 amateur teams were tested during the 2004 preseason for potential risk factors for groin injury through a questionnaire on previous injury and function score (Groin Outcome Score [GrOS]) and a clinical examination of the groin. Generalized estimating equations were used in univariate analyses to identify candidate risk factors, and factors with a P value <.10 were then examined in a multivariate model. During the soccer season, 61 groin injuries affecting 55 legs (51 players) were registered. The total incidence of groin injuries was 0.6 injuries per 1000 playing hours (95% confidence interval [CI], 0.4-0.7), 0.3 injuries per 1000 training hours (95% CI, 0.2-0.4), and 1.8 injuries per 1000 match hours (95% CI, 1.2-2.5). In a multivariate analysis, previous acute groin injury (adjusted odds ratio [OR], 2.60; 95% CI, 1.10-6.11) and weak adductor muscles as determined clinically (adjusted OR, 4.28; 95% CI, 1.31-14.0) were significantly associated with increased risk of groin injuries. A multivariate analysis based only on acute time-loss injuries revealed the 40-m sprint test result (adjusted OR, 2.03 for 1 standard deviation change [injured group faster]; 95% CI, 1.06-3.88; P = .03) and functional testing of the rectal abdominal muscles (adjusted OR, 15.5 [painful in 19% of the players in the injured group compared to 16% in the uninjured group]; 95% CI, 1.11-217; P = .04) as significant risk factors. A history of acute groin injury and weak adductor muscles are significant risk factors for new groin injuries.
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Background Hip and groin injuries are common in men’s professional football, but the time-trend of these injuries is not known. Aim To investigate hip and groin injury rates, especially time-trends, in men’s professional football over 15 consecutive seasons. Study design Prospective cohort study. Setting Men’s professional football. Methods 47 European teams were followed prospectively for a varying number of seasons between 2001/2002 and 2015/2016, totalling 268 team seasons. Time-loss injuries and individual player exposure during training and matches were recorded. Injury rate was defined as the number of injuries/1000 hours and injury burden as the number of lay-off days/1000 hours. Time-trends for total hip and groin injuries and adductor-related injury rates were analysed using Poisson regression, and injury burden was analysed using a negative binomial regression model. Results Hip and groin injuries contributed 1812 out of 12 736 injuries (14%), with adductor-related injury as the most common of hip and groin injuries (n=1139, 63%). The rates of hip and groin injury and adductor-related injury were 1.0/1000 hours and 0.6/1000 hours, and these rates decreased significantly with on average 2% (Exp(b)=0.98, 95% CI 0.97 to 0.99, P=0.003) and 3% (Exp(b)=0.97, 95% CI 0.95 to 0.99, P<0.001) per season (year on year), respectively. The seasonal trend of hip and groin injury burden did not improve (Exp(b)=0.99, 95% CI 0.97 to 1.01, P=0.40). Conclusions Hip and groin injuries constitute a considerable part of all time-loss injuries in men’s professional football. Although there was a promising slight decreasing trend in the rates of hip and groin injury (as a category) and adductor-related injury (as a specific diagnosis), the injury burden remained at a consistent level over the study period.
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Background: Surgery for athletic pubalgia usually consists in abdominal wall repair combined with routine bilateral adductor tenotomy. We currently confine the surgical procedure to the injured structure(s) (abdominal wall only, adductor tendon only, or both) to limit morbidity and expedite recovery. Outcomes of this à la carte approach are unclear. The objectives of this retrospective study were to determine the return to play (RTP) time, evaluate the potential influence of injury location, and assess the frequency of recurrence or contralateral involvement. Hypothesis: A la carte surgery for athletic pubalgia is associated with similar RTP times as the conventional procedure and is not followed by recurrence. Material and methods: Consecutive adults younger than 40 years of age who underwent surgery for athletic pubalgia with injury to the abdominal wall and/or adductor attachment sites between 2009 and 2015 were included. Patients with intra-articular hip disorders, isolated pubic symphysis involvement, or herniation were not eligible. The diagnosis was established clinically then confirmed by at least one imaging technique (ultrasonography plus either a radiograph of the pelvis or magnetic resonance imaging of the pelvis). The criterion for performing surgery was failure of appropriate conservative therapy followed for at least 3 months. Results: Of the 27 included patients, 8 had abdominal wall involvement only, 7 adductor tendon involvement only, and 12 both. Overall, 25 (92.6%) patients returned to play at their previous level, after a mean of 112±38 days (range, 53-223 days), and experienced no recurrence during the 1-year follow-up. Mean RTP time was significantly shorter in the group with abdominal wall injury only (91.1±21.0 days) compared to the groups with adductor tendon injury only (101.7±42.0 days) or combined injuries (132.5±39.0) (p=0.02). Discussion: In patients with athletic pubalgia, a la carte surgery confined to the injured structure(s) produces excellent RTP outcomes. RTP time is shortest in patients with isolated lower abdominal wall injuries. Level of evidence: IV, retrospective study with no control group.
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Sports hernia is a condition that causes acute/chronic pain of low abdominal, groin, or adductor area in athletes. It is considered a weakness in the rectus abdominis insertion or posterior inguinal wall of lower abdomen caused by acute or repetitive injury of the structure. It is most commonly seen in soccer, ice hockey, and martial arts players who require acute cutting, pivoting, or kicking. A variety of surgical options have been reported with successful outcome with high rates of return to the sports in a majority of cases.
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Background: Evaluation and treatment of groin pain in athletes is challenging. The anatomy is complex, and multiple pathologies often coexist. Different pathologies may cause similar symptoms, and many systems can refer pain to the groin. Many athletes with groin pain have tried prolonged rest and various treatment regimens, and received differing opinions as to the cause of their pain. The rehabilitation specialist is often given a non-specific referral of "groin pain" or "sports hernia." The cause of pain could be as simple as the effects of an adductor strain, or as complex as athletic pubalgia or inguinal disruption. The term "sports hernia" is starting to be replaced with more specific terms that better describe the injury. Inguinal disruption is used to describe the syndromes related to the injury of the inguinal canal soft tissue environs ultimately causing the pain syndrome. The term athletic pubalgia is used to describe the disruption and/or separation of the more medial common aponeurosis from the pubis, usually with some degree of adductor tendon pathology. Treatment: Both non-operative and post-operative treatment options share the goal of returning the athlete back to pain free activity. There is little research available to reference for rehabilitation guidelines and creation of a plan of care. Although each surgeon has their own specific set of post-operative guidelines, some common concepts are consistent among most surgeons. Effective rehabilitation of the high level athlete to pain free return to play requires addressing the differences in the biomechanics of the dysfunction when comparing athletic pubalgia and inguinal disruption. Conclusion: Proper evaluation and diagnostic skills for identifying and specifying the difference between athletic pubalgia and inguinal disruption allows for an excellent and efficient rehabilitative plan of care. Progression through the rehabilitative stages whether non-operative or post-operative allows for a focused rehabilitative program. As more information is obtained through MRI imaging and the diagnosis and treatment of inguinal disruption and athletic pubalgia becomes increasingly frequent, more research is warranted in this field to better improve the evidence based practice and rehabilitation of patients. Levels of evidence: 5.
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Sports hernia/athletic pubalgia has received increasing attention as a source of disability and time lost from athletics. Studies are limited, however, lacking consistent objective criteria for making the diagnosis and assessing outcomes. PubMed database through January 2013 and hand searches of the reference lists of pertinent articles. Review article. Level 5. Nonsurgical outcomes have not been well reported. Various surgical approaches have return-to-athletic activity rates of >80% regardless of the approach. The variety of procedures and lack of outcomes measures in these studies make it difficult to compare one surgical approach to another. There is increasing evidence that there is an association between range of motion-limiting hip disorders (femoroacetabular impingement) and sports hernia/athletic pubalgia in a subset of athletes. This has added increased complexity to the decision-making process regarding treatment. An association between femoroacetabular impingement and athletic pubalgia has been recognized, with better outcomes reported when both are managed concurrently or in a staged manner.
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Case Report Injury or weakness of lower abdominal attachments and the posterior inguinal wall can be symptoms of a "sports hernia" and an underlying source of groin pain. Although several authors note conservative treatment as the initial step in the management of this condition, very little has been written on the specific description of non-surgical measures. Most published articles favoring operative care describe poor results related to conservative management; however they fail to report what treatment techniques comprise non-operative management. The subject of this case report is a professional ice hockey player who sustained an abdominal injury in a game, which was diagnosed as a sports hernia. Following the injury, structured conservative treatment emphasized core control and stability with progressive peripheral demand challenges. Intrinsic core control emphasis continued throughout the treatment progression and during the functional training prior to return to sport. The player completed his recovery with return to full competition seven weeks post injury, and continues to compete in the NHL seven years later. Surgical intervention has been shown to be effective in the treatment of the "sports hernia." However it is the authors' opinion that conservative care emphasizing evaluation of intrinsic core muscular deficits and rehabilitation directed at addressing these deficits is an appropriate option, and should be considered prior to surgical intervention.
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Chronic groin pain in athletes presents often a diagnostic and therapeutic challenge. Sportsman's hernia (also called "athletic pubalgia") is a deficiency of the posterior wall of the inguinal canal, which is often repaired by laparoscopic mesh placement. Endoscopic mesh repair may offer a faster recovery for athletes with sportsman's hernia than nonoperative therapy. A randomized, prospective study was conducted on 60 patients with a diagnosis of chronic groin pain and suspected sportsman's hernia. Clinical data and MRI were collected on all patients. After 3 to 6 months of groin symptoms, the patients were randomized into an operative or a physiotherapy group (n = 30 patients in each group). Operation was performed using a totally extraperitoneal repair in which mesh was placed behind the symphysis and painful groin area. Conservative treatment included at least 2 months of active physiotherapy, including corticosteroid injections and oral anti-inflammatory analgesics. The outcome measures were pre- and postoperative pain using a visual analogue scale and partial or full recovery to sports activity at 1, 3, 6, and 12 months after randomization. The athletes in both treatment groups had similar characteristics and pain scores. Operative repair was more effective than nonoperative treatment to decrease chronic groin pain after 1 month and up to 12 months of follow-up (P < .001). Of the 30 athletes who underwent operation, 27 (90%) returned to sports activities after 3 months of convalescence compared to 8 (27%) of the 30 athletes in the nonoperative group (P < .0001). Of the 30 athletes in the conservatively treated group, 7 (23 %) underwent operation later because of persistent groin pain. This randomized controlled study indicated that the endoscopic placement of retropubic mesh was more efficient than conservative therapy for the treatment of sportsman's hernia (athletic pubalgia).