1. La memoria es elemento constitutivo de la propia identidad. Un sujeto que viviera solamente el presente, o el anhelo de un futuro soñado, sin detenerse a rememorar su pasado, no sabría quién es. La disociación o la negación del propio pasado, que no asume las acciones cometidas, sus consecuencias o las palabras dadas, y, en general, lo ya sido de uno mismo, son maneras de eludir toda
... [Show full abstract] responsabilidad y de construirse una falsa inocencia. El niño es inocente porque no tiene pasado ni memoria, pero ya no podemos transformarnos en niños, como pretendía Nietzsche. Mantener viva la memoria de quién hemos sido, de cómo hemos obrado en el pasado y de las promesas que hemos hecho hacia el futuro, es lo primero que se requiere para hacernos cargo de la propia realidad y merecer el respeto de los demás como hombres responsables ante quienes se sabe a qué atenerse porque somos capaces de mantener la palabra empeñada, aun frente a la adversidad. La forma de vida y el carácter del individuo pueden cambiar, porque son contingentes. Lo único que permanece firme y seguro en medio del fluir de las circunstancias y de nuestra propia vida es la identidad moral y la responsabilidad del hombre de palabra. La memoria y la fidelidad a la palabra empeñada son los presupuestos de toda confiabilidad y sociabilidad humana, por lo tanto, la condición de posibilidad de un proyecto común.