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CAPÍTULO
4.
LA
EDUCACIÓN
SEXUAL
DURANTE
LA
TRANSICIÓN:
MODELANDO
DISCURSOS
Y
MODULANDO
VOCES
155
!nma Hurtado García y Aida Terrón Bañuelos
CAPÍTULO
5.
LA
IGLESIA
CATÓLICA
EN
EL
SISTEMA
HOSPITALARIO
ESPAÑOL
(1942-1986):
CONTINUIDADES.
CAMBIOS.
ASOCIACIONISMO
192
Pilar León-Sanz
CAPÍTULO
6.
REFORMA
SANITARIA
E
INTRODUCCIÓN
DE
UNA
NUEVA
CULTURA
DE
LA
SALUD
EN
ESPAÑA:
ACERCA
DEL
DISCURSO
SOBRE
MEDICINA.
HIGIENE
Y
SEGURIDAD
EN
EL
TRABAJO
(1940-1982)
215
José Martínez-Pérez
REDEFINIENDO
LAS
FRONTERAS
LA
NORMALIDAD
241
CAPÍTULO
7.
LOS
CUERPOS
REDIMIDOS
DEL
POLVO
Y
LA
PENUMBRA.
GOBIERNO
DE
LA
DISCAPACIDAD
EN
El
TARDOFRANQUISMO
Y
LA
TRANSICIÓN
DEMOCRÁTICA
243
Salvador Cayuela Sánchez
CAPÍTULO
8.
'AYÚDALE
A
NACER
MEJOR':
CAMPAÑAS
PARA
LA
PREVENCIÓN
DE
LA
DISCAPACIDAD
INTELECTUAL
DURANTE
LA
TRANSICIÓN
DEMOCRÁTICA
271
Mercedes del Cura González
SIGLAS
299
SOBRE
LOS
AUTORES
Y
LAS
AUTORAS
301
INTRODUCCIÓN
HACIA
LA
REFORMA
SANITARIA
EN
ESPAÑA
ENRIQUE
PERDIGUERO-Gil
Y
MARTÍNEZ-PÉREZ
Cualquier
intento
de
comprender
un
determinado aspecto de la actualidad pasa, si
esa tarea se
ha
de
desempeñar
con el debido rigor,
por
reconocer
la vinculación del
momento
presente
con
respecto al pasado.
El
modo
en
que
nos
relacionamos, la
manera
en
que estamos organizados o la forma de
definir
y
afrontar
lo que
conside-
ramos
un
problema
poseen
una
más
que
inevitable
dependencia
de la
historia.
Nuestro
modo
de
experimentar
y
construir
la
realidad
está
condicionado
por
los
procesos
anteriores
de negociación social
en
los que
determinadas
ideas y valores
adquirieron
relevancia y
determinaron
la
implantación
de
normas,
costumbres
o
instituciones
que
prescriben
nuestro
modo de
ver
el
mundo,
de
experimentarlo
emocionalmente
y de
comportarnos
con
respecto
a
otra
gente
o
en
relación
con
nuestro
entorno.
La
investigación histórica es
por
ello
un
medio sobresaliente
para
interpretar
por
qué nos hallamos
en
una
determinada
situación, algo que es abso-
lutamente
necesario
para,
entre
otras
cosas,
identificar
deficiencias
y
plantear
soluciones de cara al futuro.
En
ese
sentido,
una
vía
para
obtener
información
imprescindible
sobre
el
modo de
conocer
e
interpretar
el
momento
presente
y de
generar
respuestas
para
mejorarlo es indagar sobre el papel desempeñado
por
la
enfermedad
y
por
las
res-
puestas sociales elaboradas
para
combatirla
en
la configuración de
nuestro
actual
modelo social y
personal
de vida.
La
enfermedad
representa
un
factor condicio
nante
de
primer
orden
en
relación
con
la generación de estructuras de
interacción
social y de experiencia emocional. Buena parte del
sistema
de conceptos generados
7
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CAPÍTULO
2
POR
CAMINOS
Y
QUISMO
(1939-1979)*
1.
INTRODUCCIÓN
PRÁCTICA
MÉDICA
JOSEP
M.
COMELLES.
ENRIQUE
PERDIGUERO-GIL.
EDUARDO
BUENO
Y
JOSEP
BARCELÓ-PRATS
En diciembre de 1939 el director del Hospital Clínico de Barcelona, Vicente Carulla
Riera (1896-1971), advirtió,
en
un
capítulo
sobre
la
asistencia
sanitaria
benéfica
publicado
en
el libro Aspectos y problemas
de
la nueva organización de España, que los
principales problemas de salud que el Nuevo Estado debía resolver
eran
el
desem-
pleo y la
"enfermedad
de la pobreza", que
incidían
en
las elevadas tasas de mortali -
dad (Carulla, 1939:
69).
Destacaba las
pésimas
condiciones
de vida
en
muchas
comarcas
rurales
en
las que se había preservado "la
pureza
de las
tradiciones
del
alma nacional", pero
donde
la
presencia
de médicos
era
escasa y la
combinación
de
aislamiento y pobreza extrema obstaculizaban
cualquier
intento
de
ofrecer
aten-
ción
sanitaria
adecuada (Carulla, 1939: 74).
La
situación
no
era
mucho
mejor
en
relación
con
otros sanitarios y
en
muchos pueblos no
había
ni
matronas
ni
practi
-
cantes.
* Este estudio forma parte del proyecto "De la propaganda
sanitaria
a la educación para la salud.
Ideología, discursos y saberes
en
la España de Franco (1939-1975)", HAR2015-64150-C2-1-P
(MINECO/FEDER, UE), financiado
por
el Ministerio de Economía y Competitividad y
por
la
Unión
Europea
~
través del Fondo Europeo de Desarrollo Regíonal (FEDER). Nuestro especial agradeci-
miento a Angel Chamorro y a la familia del Dr. Jesús Chamorro
por
el obsequio
en
su día de la
publi-
cación
no
venal conmemorativa de sus
80
años. Nuestro agradecimiento a
JonArrizabalagay
David
Simón, así como a los responsables del depósito
GEPA
del Catií.leg Col-lectiu de les Universitats de
Catalunya
en
el Pare de Gardeny (Lérida) y a los de la biblioteca de la Universidad de Barcelona
en
el
depósito de Cervera.
63
,...
Cuarenta años más tarde, la introducción al informe sociológico sobre La asis-
tencia en las zonas rurales afirmaba:
La
situación
sanitaria
de las zonas
rurales
constituye
uno
de
los
aspectos
problemáticos
de
la
sanidad
nacional.
Sin
embargo,
apenas
se
la
conoce
en
profundidad.
Casi solo
se
utilizan
para
determinarla
experiencias
personales
o, a lo más,
situaciones
particularizadas de algunas
enti-
dades
locales
de
población,
que
después
se
extrapolan
sin
más
a
un
ámbito
general
calificado
como
rural.
Sin
duda
alguna estas
apreciaciones
y
experiencias
particulares
manifiestan
situa-
ciones
reales,
pero
carecen
de
base
suficiente
para
su
generalización (Mayor, 1979a:
3-4).
Los dos escritos citados
indican
que la asistencia
sanitaria
en
el
medio
rural
fue
un
problema
durante
todo el
franquismo.
Sin
embargo, hoy
en
día el conoci-
miento
de tal problemática no
ha
mejorado significativamente2.
En
este
capítulo
proponemos
una
primera
aproximación
al
estudio
de la
medicina
rural
durante
el franquismo,
tomando
como hilo conductor la
transición
entre
el
"modelo
ideal
de
médico"
(un
ídealtypus
en
el
sentido
weberiano
del
término)
3, que
suele
asociarse
a la
representación
social y
cultural
del
médico
rural,
y
el
modelo
de
ejercicio
médico
asociado
a la
implantación
del
Seguro
Obligatorio de
Enfermedad
(SOE)
en
1944, cuyo mayor impacto
sobre
la medicina
rural
no
se
produciría
hasta finales de los cincuenta.
El
ídealtypus de médico,
incardinado
en
el Estado liberal, se fue
definiendo
a
lo largo del siglo
XIX
como
un
profesional
legitimado
por
la
universidad
y
por
el
Estado. Sus
señas
de
identidad
eran
las de
un
médico vocacional, abnegado, sacri-
ficado,
dispuesto
a
ejercer
su
profesión
en
situaciones de
gran
adversidad
profe-
sional
y
personal
4. Este modelo se enraizó
profundamente
en
la cultura
profesio-
nal
y
corporativa
de
los
propios
médicos.
En
la
España
del
franquismo
este
ídealtypus fue el
telón
de fondo de todas las reivindicaciones de los médicos rurales
ante
la colectivización de
la
asistencia
médica
y el
papel
subalterno
que les fue
reservado
en
este proceso.
La
asistencia médica rural,
en
el
periodo
que estudiamos, la
ejercían
princi-
palmente
los médicos titulares de Asistencia Pública Domiciliaria (APD), que, tal y
z. Son pocos los estudios sobre medicina rural
que
aborden
el
franquismo (Altés,
zoo5:
Zarzoso,
zo10;
Comelles, Alemany y Francés, zo13: Zafra, zo16: Fernández, zo17). Tampoco abundan
los
dedicados
a otras profesiones sanitarias:
el
de
Blázquez
(zo17) sobre los practicantes
no
alcanza
el
franquismo,
y,
sobre las matronas, véase el trabajo
de
Ruiz-Berdún en este volumen y la bibliografía que en
él
se
aporta.
La
escasez
de
investigaciones sobre
la
actividad asistencial rural probablemente tiene que ver
con la dispersión
de
las fuentes, las dificultades
de
acceso y su complejidad.
3. Véase Cahnman (1965), Rogers (1969) y Hoffman
(zoo6).
4. Sobre
el
modelo profesional
de
la
medicina es aún indispensable Freidson (1970), que
lo
utilizó
como paradigma
de
la
profesión
en
el
sistema capitalista.
El
idea!typus
se
fue
definiendo durante
el
siglo
XIX
en publicaciones diversas, algunas
de
las cuales eran conferencias impartidas sobre
ese
tema a estudiantes
de
medicina (Comelles, 1998).
como veremos,
adquirieron
este
nombre
antes de la Guerra Civil.
Dependían
de la
Dirección General de Sanidad (DGS) del
Ministerio
de
Gobernación
y coexistie-
ron, desde 1944, con el desarrollo independiente de la nueva organización
asisten-
cial del
SOE.
Este último
era
un
dispositivo inicialmente de carácter
urbano,
pero
que con los años
también
llegó al agro y acabó asimilando a los titulares que
ejer-
cían
en
partidos
rurales.
La
novedad asistencial que
supuso
el médico
general
de
zona urbano del SOE, que
en
pocas horas atendía a decenas de pacientes
sin
tiempo
para la exploración y el diagnóstico y
con
la receta como eje central del acto médico,
estaba, como analizaremos más adelante,
en
las antípodas del idealtypus de médico.
Además, el nuevo
sistema
de
remuneraciones
del SOE, los cupos, afectó
directa-
mente a los ingresos de los médicos rurales ligados a
su
sueldo como funcionarios
al
servicio de los
municipios,
a las igualas que
percibían
de
sus
convecinos y a la
posibilidad de ejercer,
simultáneamente,
la práctica privada, algo de lo que, como
veremos, se
quejaron
agriamente.
La
transición
entre
ambos modelos, a lo largo de cuatro décadas, abocó a los
médicos rurales a vivir
una
situación complicada, tal y como expresó, ya
en
periodo
constitucional, Francisco Aguilar, médico
titular
de
Picassent
(Valencia), al
pre-
sentar
una
conferencia
sobre
el
diagnóstico
médico
que
impartió
Pedro
Laín
Entralgo
en
la clausura del V Congreso Nacional de Medicina Rural y II Congreso
Iberoamericano de Medicina Rural, celebrado
en
Valencia
en
1980:
Usted
conoce
las
tribulaciones
que
se
pasan
maletín
en
mano,
(fonendo,
Pachon5,
termóme-
tro, tiras reactivas),
por
esos
campos
de Dios.
Pretendemos
cambiar
desde
dentro
nuestra
ima
-
gen. Hasta
ahora
el
médico
de
rural
ha
sido
considerado
como
un
médico
de
3ª: ésta es
la
cruda
y
triste verdad,
si
se
quita
la capa de tópicos,
usados
a veces
hasta
con
mayúsculas, el sacerdocio, la
abnegación, el
sacrificio,
la
soledad,
con
que
la
sociedad
y
los
mismos
médicos
han
querido
cubrir
una
praxis
rutinaria
y
alienante,
bolígrafos,
talonarios
y
papeleo
(Aguilar,
1982,:
2,9).
Laín Entralgo (198~: 37),
en
las
postrimerías
de
su
discurso incidió, como hijo
de
médico rural,
en
esta imagen: "del médico rural, después de la
-en
mi
tierra,
se
llamaba
así-,
la llamada;
[.
..
]solo
y a cuerpo limpio se
dispone
a
cumplir
la
misión
esencial del
médico,
[
...
]
que
consiste
en
curar,
en
prevenir,
en
aconsejar,
en
mejorar,
por
tanto,
en
ayudar,
con
su
voluntad,
con
su
técnica y
con
su
ciencia a la
esperanza del
hombre
sobre la tierra".
Para analizar las mutaciones que se
fueron
produciendo
en
la práctica médica
rural durante el franquismo nos ocupamos,
en
primer
lugar, de las fuentes
dispo-
nibles
para
su
estudio,
poniendo
de
manifiesto
tanto
los
criterios
de
selección
5-
Es
un tipo
de
esfingomanómetro puesto a punto por
el
fisiólogo francés Víctor Pachon.
..--
como los
fundamentos
teóricos que
hemos
aplicado
para
estudiar las descripciones
de los
cambios
acaecidos.
En
segundo lugar,
resumimos
el
andamiaje
legislativo
que
trató
de organizar la medicina rural,
con
el
fin
de allegar recursos asistenciales
a
todos
los
rincones
del país,
un
esfuerzo que, a la postre, resultó infructuoso. En
tercer
lugar, analizamos los
problemas
de los
médicos
rurales
desde
1939 hasta
finales
de los
cincuenta,
cuando
dieron
comienzo los
intentos
de
crear
la Mutua
Nacional de Previsión Agraria
para
extender
la cobertura del
SOE
a los trabajadores
del campo. A
pesar
de la débil implantación del
SOE
en
el agro, los médicos rurales
la vivieron,
desde
el
principio,
como
una
gran
amenaza a su modo de
entender
la
práctica médica, la relación
médico-paciente
y los procesos de salud,
enfermedad
y
atención. En cuarto lugar, analizamos el impacto que tuvo sobre los titulares
rura-
les
la
extensión
de
la
cobertura
sanitaria
que siguió a la
creación
del
Régimen
Especial Agrario de la Seguridad Social,
en
1966, y
su
devenir
hasta
la
muerte
del
dictador. Finalmente, comentamos los análisis de la situación de la medicina rural
realizados
en
las
postrimerías
de los
setenta
(Clos, 1976; Mayor, 1979a), que
pro-
porcionan
una
panorámica de la situación al final del periodo estudiado, poco antes
de que se
emprendieran
las reformas ya
en
periodo democrático. Finalizamos con
unas
conclusiones.
'.4-
LAS
FUENTES
Para acercarnos a la práctica profesional de los médicos titulares rurales durante el
franquismo contamos
con
muy diversos tipos de fuentes: legislativas, documenta -
les, publicaciones oficiales, monografías,
prensa
periódica e
informes
sociológi-
cos6. Su volumen es inabarcable y
en
este capítulo solo
hemos
utilizado algunas.
La
legislación
sobre
medicina
rural aporta la contextualización necesaria
para
comprender
la evolución de los problemas profesionales que aparecen
en
las demás
fuentes. Las variadas normativas
trataron
de evitar,
sin
conseguirlo, que
hubiese
partidos
médicos
sin
médico titular. Extractamos lo
fundamental
de las diversas
reglamentaciones
en
el apartado siguiente. Junto a estas fuentes hay
documenta
-
ción
administrativa
dispersa
en
repositorios estatales, locales, particulares, cole-
gios provinciales,
en
el Consejo General de Colegios Médicos (CGCM) y
en
otros
66
6. Cabe
añadir
fuentes audiovisuales inexploradas preservadas
en
museos, archivos, filmotecas o archi-
vos personales.
El
No-Do
ha
sido estudiado
en
su faceta de representación de las tecnologías médicas
(Medina-Doménech y Menéndez-Navarro, 2005; Menéndez, 2007, 2009), pero está
por
hacer
un
estudio detallado sobre la representación de la asistencia sanitaria franquista, incluida la del ámbito
rural. Una fuente singular es la película
Llegan
siete
muchachas (Viladomat, 1957),
una
comedia sobre
las cátedras ambulantes de la Sección Femenina cuyo nudo argumental opone al médico rural y a la
médica incorporada a la cátedra ambulante.
organismos. Solo
hemos
prestado
atención
a algunos
escritos
7,
dado
el
ingente
volumen disponible.
Los
informes
sociológicos,
publicados
entre
1963 y 1979,
constituyen
un
segundo grupo de fuentes.
El
Ministerio de Trabajo impulsó
un
Estudio Sociológico
sobre el Seguro de Enfermedad, cuyos resultados se
plasmaron
en
cinco volúmenes
mecanografiados8, coetáneos al
informe
de Salustiano Del Campo (1964)
sobre
la
profesión médica. Ambos
contienen
escasas
referencias
a la
medicina
rural. Los
informes sociológicos publicados
por
la Fundación Fomento de Estudios Sociales y
de
Sociología Aplicada (FOESSA) sí
aportan
algunos datos
sobre
la situación
sani-
taria rural,
pero
desde
la
perspectiva
del
paciente
9.
En
1976 el
médico
Joan
Clos
presentó
una
pequeña
encuesta realizada
en
Cataluña que
desmentía
el relato
sobre
los problemas económicos de los médicos rurales, al
menos
en
esta zona.
El
estudio
más
importante,
por
su
alcance
estatal
y
su
especificidad,
es
el
titulado
La
asistencia sanitaria en las zonas rurales (Mayor, 1979a),
destinado
a
proporcionar
información
a
partir
de la cual "los políticos,
cualquiera
que
sea
su
ideología,
fundamenten
sus
decisiones
y
tomen
responsablemente
las
medidas
necesarias
para
ponerlas
en
práctica" (Mayor, 1979a:
'2.?9).
Lo
dirigieron
Federico
Mayor Domingo10 y el sociólogo
Victorino
Jimeno
Martínez
11
. Se
basó
en
'2.451
encuestas realizadas
en
406
entidades
locales, de
menos
de
10.000
habitantes
12
,
divididas
en
cuatro
bloques:
población
general
(1.
6'2.7),
personas
cualificadas
para
aportar
datos
sobre
la
población
(405), médicos
('2.56)
y farmacéuticos (163).
El
trabajo de campo
se
hizo a
finales
del
año
1977,
por
lo
que
este
libro
es
una
fuente privilegiada
para
conocer
el estado de la
medicina
rural
en
el
inicio
de
la
transición
democrática.
Aporta
también
datos de relevancia etnográfica
sobre
la
práctica médica rural.
7.
La
documentación oficial tiene mayor
interés
a partir del II Plan de Desarrollo,
en
el que aparece la
problemática específica del mundo rural
en
proceso de despoblación (Presidencia del Gobierno,
1967, 1972, 1976).
Es
de gran interés el Informe al Gobierno de la Comisión Interministerial para la
Reforma Sanitaria (julio de 1975). Parte de esta documentación ha sido objeto de análisis
en
Perdiguero-Gil y Comelles (2019a).
8.
Los
tomos 1 y 5 fueron responsabilidad de Enrique Martín López (1964a, 1964b), director del
con-
junto del estudio.
El
2 y el 3 lo fueron de Martín López, Gutiérrez y Montes (1964, 1964b) y el 4 se
debió a Gómez-Reino y Valderrábanos (1964).
9.
De
Miguel y Gómez-Reino (1966);
De
Miguel, Romero y Almarcha (1970); Serigó (1975) y Murillo
et
al.
ú983).
10.
Era el gerente dellaboratorio Leti-Uquifa
y,
posteriormente, de Antibióticos,
S.
A (Rodríguez Nozal,
2017). Fue presidente de la Comisión Asesora de Investigación Científica y Técnica adscrita al
Ministerio de la Presidencia durante la Transición (Lobo, 1979; Redondo y González, 2013; González
et
al., 2017.)
11.
Publicaron otros informes sobre asistencia farmacéutica y sanitaria
en
general (Mayor, 1977, 1979b).
12.
Los
autores no eluden la problemática
en
torno
al concepto ""rural", como la disparidad regíonal o la
existencia de ciudades cuya economía agrícola tiene
un
gran peso. Optan
por
considerar ""rurales" las
poblaciones de menos de 10.000 habitantes que el Instituto Nacional de Estadística calificaba como
rurales y semirrurales o semiurbanas (Domingo, 1979: 14-15). Así sigue siendo
en
la actualidad,
véase Goerlich y Cantarina (2015).
El
tercer
bloque
corresponde
a las
publicaciones
periódicas
cuyo
principal
objeto
eran
las
problemáticas
profesionales y corporativas
13
,
en
un
contexto
en
el
que no
era
posible la acción sindical.
La
más
interesante
para
la
práctica
médica
rural
es Profesión Médica. Suplemento
de
Gaceta Médica Española 14, publicada
entre
1944 y 1971.
Juan
Noguera López dirigía la revista y el suplemento,
mientras
que su
hermano,
Enrique,
era
el
redactor
jefe
15
. Actuaba como portavoz de los
intereses
corporativos de los médicos vinculados a la
Administración
y publicaba numerosas
informaciones
sobre
la situación de la práctica médica rural16. Cada folleto consta-
ba
de cuatro páginas
hasta
que, a
mediados
de los sesenta,
incrementó
su
exten-
sión. Incluía
un
editorial, "Cartas al director", sobre todo de médicos titulares que
ejercían
en
municipios de mediano o
pequeño
tamaño y que vivían, a menudo, ais-
lados de
otros
colegas;
pequeñas
columnas
sobre
temas profesionales, referencias
de la actividad colegial y convocatorias de plazas.
La
publicación elogiaba al régi -
men
franquista,
pero
publicó,
tempranamente,
opiniones
contrarias
al SOE. A
finales de los
años
cincuenta, ante la posibilidad de ampliar la cobertura del SOE a
los
trabajadores
del campo,
arreciaron
las críticas y las
encendidas
defensas de la
medicina
liberal. El Suplemento llegó a
tener
una
tirada
de
43.ooo
ejemplares
a
finales
de los
años
sesenta,
se
financiaba
mediante
publicidad
farmacéutica
y,
prácticamente, careció de competencia hasta 1964, lo que le confiere
una
especial
significación.
La
revisión de
su
contenido
permite
conocer, desde la perspectiva de
los médicos, sus condiciones laborales
en
el medio rural, los conflictos
entre
com-
pañeros,
las
relaciones
con
las
administraciones
locales, los
cambios
culturales
que indujo el SOE
entre
los afiliados
17
, los conflictos con la población, el
problema
de las retribuciones, los traslados o la
transición
entre
el modelo de medicina
libe-
ral y el de los médicos del
SOE
18
.
13.
La
prensa
general publicaba ocasionalmente sueltos, columnas y reportajes sobre la asistencia
médi-
ca rural, pero
por
su
gran volumen y relativa falta de profundidad
han
sido omitidos
en
este estudio.
14.
Gaceta Médica Española se publicó
entre
1926 y 1979.
15.
Juan Noguera López (1881-1962) trabajó
en
el Instituto Nacional del Cáncer desde 1925. Fundó
Gaceta Médica Española
en
1926 junto a
su
hermano Enrique. José Alberto Palanca, director general
de Sanidad durante el
primer
franquismo (1938-1957), que coincidió con Juan Noguera como estu-
diante
en
la Universidad de Granada, aporta algunas noticias sobre él y su
hermano
Enrique (Palanca,
1963:
8,-82;
96 y 212-215). Sobre la implicación
de
Enrique Noguera López con la eugenesia véase
Nash (,985); Delgado (2007) y Cleminson (2008).
16.
En 1961,
en
la mancheta de la publicación al habitual subtítulo "Suplemento de la
GACETA
MÉDICA
ESPA-
ÑOLA"
se unió la frase
"óRGANO
DEFENSNO
DE
TODOS
LOS
MÉDICOS
DE
ESPAÑA"
y
en
un
recuadro
"GACETA
y
PROFESIÓN
portavoces de los médicos de A
P.
D.
y del
S.
O.
E.
por
acuerdo clamoroso de sus últimas
Asambleas nacionales". Posteriormente, la publicación
también
se erigió
en
portavoz de los médicos
libres.
17.
Barceló-Prats, Bueno-Vergara, Comelles y Perdiguero-Gil (2019).
18.
Los
boletines de las secciones de médicos del
SOE
(CASO
E)
de los colegios provinciales
son
intere-
santes, pero no suelen reflejar las vicisitudes de los médicos de zona urbanos, mucho menos las de
práctica rural.
La
más interesante es Horizonte
(,949-1956),
publicada
por
la
CASO
E del Colegio de
Médicos de Barcelona.
68
En 1964, patrocinado
por
Antibióticos
S.
A., comenzó a publicarse el
semana-
rio profesional Tribuna Médica
(1964-1996),
una
de las
fuentes
más
importantes
para el
estudio
de la
sanidad
española
hasta
la
transición
democrática.
Tribuna
Médica
rompió
con
el modelo de Profesión Médica,
puesto
que la
dirigieron
perio-
distas, dispuso de mayores
recursos
y,
a
diferencia
de esta,
no
fue portavoz de
un
grupo corporativo específico. Distinguía
claramente
entre
reportajes
y
columnas
de
opinión. Tras la relativa
apertura
que supuso la Ley de
Prensa
de
1966
aportó
elementos críticos relativos a la
reforma
de la sanidad. Junto
con
Tribuna Médica,
aparecieron otras
publicaciones
periódicas
de
interés
19: Noticias Médicas
(desde
19
67);
Doctor,
información profesional y administrativa
(i
966-1979)
20 ,
Ta
uta: medi-
cina y sociedad (197~ 1975)
21
y fano. Medicina y
Humanidades
(1971-~011).
Financiadas
mediante
publicidad
farmacéutica,
con
una
presentación
y calidad
periodística,
incorporaron
equipos
de
colaboradores
y
publicaron
columnas
de
opinión, cartas al director, noticias de agencias internacionales, reportajes
especí-
ficos,
reseñas
de los principales congresos e
información
detallada
sobre
los
pro-
blemas profesionales y la
repercusión
en
la práctica médica de diversas disposicio-
nes oficiales. Todas ellas se ocuparon,
en
mayor o
menor
medida, de la problemática
de
la medicina rural.
Todas estas
fuentes
hemerográficas
incorporan
notas
y
narrativas
de
valor
etnográfico
mediante
reportajes
de
sus
periodistas
-como
fue
el
caso de Ángel
María de Lera
en
Tribuna
Médica-,
colaboraciones de los
propios
médicos o
entre-
vistas.
Las
publicaciones posteriores a 1964, aunque
también
incluyen la voz de los
médicos
en
forma de entrevistas, mesas redondas o páginas de
opinión,
tienden
a
posiciones más neutras
y,
muy a menudo, mucho más militantes
en
relación
con
las
reformas que inevitablemente se producirían. Por
su
riqueza etnográfica, la fuente
más utilizada
ha
sido Profesión Médica,
un
auténtico
muro
de las lamentaciones
en
la
que los médicos rurales
describen
los escenarios y las limitaciones de
su
práctica.
Un cuarto bloque de fuentes
son
los libros que
describen
el ejercicio médico
en el
mundo
rural
durante
el
franquismo
22 .
Entre
ellos
están
los
pertenecientes
a
19.
No
siempre de fácil acceso. Está
por
realizar
una
exploración sistemática de la rica información que
contienen.
20. Véase Molinero
(,969),
dentro del número dedicado a la
medina
rural
en
España, o
bien
el número
62, ¿Qué ocurre con la medicina rural?, monográfico con la
misma
temática, pero desde
una
perspec-
tiva internacional.
21.
Véase Martínez-Fornes (1969).
22.
Durante el franquismo algunos médicos relevantes escribieron sobre los problemas profesionales de
la medicina (Marañón, 1950; Marañón et al., 1952:
De
la Fuente Chaos, 1958). Son de
interés
para
conocer
su
punto de vista sobre la sanidad y la medicina rural durante el
primer
franquismo las
entrevistas a José Alberto Palanca, director general de Sanidad
entre
1938 y 1957, publicadas
en
Profesión Médica. También su discurso
enla
Real Academia Nacional
de
Medicina (1958),
sulíbro
de
memorias (1963) y el texto crítico sobre el
SOE
que recoge Solé Sabarís (1965). Una buena parte de
su
obra miscelánea e inédita contiene aportaciones relevantes para la historia de la sanidad franquis-
ta
(Palanca, 2014).
dos
géneros
en
franco declive y que
aportan
poca
información
sobre
la
práctica
médica.
Nos
referimos,
por
un
lado, a las
obras
de folklore
médico
publicadas
durante
los
años
que
comprenden
nuestro
estudio
(Comelles y
Perdiguero-Gil,
2014;
Perdiguero-Gil
y Comelles,
2014)
23
, que
describían
las costumbres
popula-
res
en
relación
con
la salud y la
enfermedad,
a
menudo
con
datos
obtenidos
antes
de la Guerra Civil,
pero
que
proporcionaban
noticias de la práctica médica.
Por
otro
lado,
han
de
considerarse
las ya escasas topografías médicas (Urteaga,
1980;
Casco-
Solis,
2001;
J ori,
2013)
que
aportan
información
sanitaria
y datos
sobre
la gestión
popular
de la salud y la enfermedad.
Algunos médicos publicaron libros de carácter autobiográfico
sobre
su
prácti-
ca
en
el
medio
rural.
Suelen
ser
de difícil
rastreo
y acceso
incierto
24
.
No
tienen
pretensiones
académicas,
sino
literarias,
y
sus
lectores
potenciales
eran
(y
son)
sobre
todo colegas, pero
también
familiares, vecinos, amigos y el público general.
Entre
los que
hemos
utilizado se
encuentra
El
Noi del Miseret, autobiografía del
médico
y folklorista Josep Pla i Duat
Ú992),
en
la que el
autor
narra
sus
cuatro
décadas como
titular
en
la Pobla de Segur (Lérida)
25
. Las Memories d 'un metge de
Albert
Pla Naudi
(2000)
26
combinan
su
autobiografía
con
descripciones
etnográ-
ficas
sobre
el
mundo
rural
andorrano,
de
donde
era
oriundo,
y de
su
tarea
en
Preixens
(Lérida) como médico de ejercicio
libre.
Recuerdos
de
una
Vida de Jesús
Chamorro
(2002)
es
una
publicación no venal, editada
por
sus familiares a
partir
de
la compilación de sus notas de campo27. A través de descripciones etnográficas
de
gran
calidad,
Chamorro
describe
perfectamente
la
transición
de la
práctica
médica
entre
1950
y
1990
en
diversos
ámbitos:
municipios
rurales,
una
ciudad
pequeña
y,
finalmente,
una
gran
ciudad antes de jubilarse.
Se
trata de
un
itinerario
que
muchos
otros
médicos
titulares
seguían
con
el objeto de
mejorar
su
posición
23. A destacar Lis Quibén Ci949) y la
inmensa
obra de Castillo de Lucas (Fernández García y Castillo
Ojugas, 1998). Sobre folklore médico véase Martínez-Hernáez, Perdiguero-Gil y Comelles (2015) y
Perdiguero, Comelles y Erkoreka (2000).
24. Hemos prescindido de aquellas biografías sobre médicos rurales que quedan fuera del rango crono-
lógico citado.
25.
La
obra de Josep Pla i Duat (Sort, 1921-1994) la publicó una importante editorial catalana, fruto de su
relación con el periodista Josep
M.
Espinas, que le había entrevistado previamente
en
el programa
Identitats de
TV3
(la televisión pública catalana), con
un
amplio testimonio de su actividad profe-
sional.
26. Albert Pla Naudi (Canillo, 1915-¿?), andorrano, ejerció como médico rural
en
la comarca de
La
Noguera (Lérida)
entre
1949 y 1952.
Se
trasladó a Barcelona, donde ejerció como médico general
hasta
su
jubilación
en
1985.
Su
obra, presentada como
un
libro de memorias, se construye sobre
un
itinerario autobiográfico que le
permite
hacer incursiones extensas
en
la etnografía y el folklore de
Andorra y de la subcomarca del Sió (entre el Urgell, la Segarra y la Noguera, Lérida).
27.
Jesús Chamorro (Valladolid, 1922-2013) fue médico titular desde 1949
y,
tras
un
itinerario
por
muni-
cipios de escasa población
en
Asturias, Galicia y Guadalajara, ejerció
en
Oñate
y,
finalmente,
en
Zaragoza.
El
libro es
un
presente
de sus familiares
en
su octogésimo cumpleaños.
Los
editores estruc-
turaron
el libro
en
forma de autobiografía profesional a
partir
de las notas de campo que fue organi-
zando tras su jubilación, con la supervisión de J
on
Arrizabalaga, Profesor de Investigación de Historia
de la Ciencia (CSIC, Institució Mila i Fontanals, Barcelona).
social, económica y profesional. Fernando García Carreta,
titular
desde
principios
de los sesenta, siguió
un
itinerario
similar
28
. Junto a
estos
relatos de
médicos,
la
práctica
obstétrica
y las relaciones
entre
los médicos y
una
matrona
titular
en
un
contexto
rural
que la
inmigración
estaba
transformando
fueron
recogidas
en
un
diario literario
con
gran
valor etnográfico:
Com
neixen
els
catalans de Ramona Via
(1
97
2),
matrona
titular
en
el Prat de Llobregat (Barcelona).
Los
autores
incluyen
en
sus
libros
presentaciones
o prólogos justificativos.
Ramona Via, Albert Pla N audi y J osep Pla i Duat destacan
su
vocación folklorista o
literaria: "escric perque m'agrada. No
tinc
pas consciencia que és
!'ultima
cosa que
faig o haig de fer.
M'hi
trabo
bé
fent-ho"
(Pla i Duat,
1992:
14).
En
cambio, Cha-
morro y García Carreta
parecen
más interesados
en
utilizar la
escritura
como
leni
-
tivo
29
, como forma de
comprender,
con
cierta distancia, los cambios que
sucedie-
ron a su alrededor. Todos
escriben
en
primera
persona
y
su
subjetividad se expresa
en forma de emociones y sentimientos. Son obras
con
un
gran
valor, puesto que la
mirada etnográfica les es indispensable
para
contextualizar la
memoria
de
su
acti -
vidad profesional,
describir
sus
condiciones
de
trabajo
y sus contextos sociales y
culturales y vindicar
un
modelo de medicina
entre
vocacional y misional que, según
la mayoría, ya habría desaparecido
30
.
Es
preciso
detenerse
en
el valor heurístico de estos escritos. A diferencia de la
inmensa
mayoría de los breves artículos publicados
en
la
prensa
profesional, los
libros
permiten
a
sus
autores
descripciones
extensas y densas
31
sobre
el
mundo
28. Fernando García Carreta (Arganda del
Rey,
1939) ejerció
en
Ciheula (Soria)
en
1963 (interino).
Al
cabo de cinco meses, con la plaza de
APD
en
propiedad ya ganada, se fue a San Esteban de Valdueza
(León). En 1966 tomó posesión de
una
plaza
en
Laguna de Cameros
(La
Rioja). A principios de los
setenta llegó a Flixy, a finales de la década,
terminó
su trayectoria profesional
en
Reus, ambos
muni-
cipios tarraconenses. En 1989-1990 escribió dos textos autoetnográficos sobre
su
experiencia como
médico rural (García Carreta, 1989, 1990). En noviembre de 2018 Josep Barceló y Josep
M.
Comelles
rodaron con él una extensa entrevista
en
vídeo, cuyos materiales hemos utilizado para este capítulo.
29. En
un
artículo clásico, Peter (1984) ya observó el papel lenitivo que la escritura había tenido durante
crisis epidémicas
en
los médicos.
Su
propuesta interpretativa es aplicable a todos los autores que
hemos citado, incluidos los que publicaban
en
la prensa profesional.
3o.
Lo
mismo se observa
en
las entrevistas realizadas a los médicos de la
Vall
d'Aro, Gerona (Comelles,
Alemany y Frances, 2013).
Se
trata de notables locales descrito;5 con nostalgia y respeto
por
sus con-
ciudadanos o
por
muchos de los entrevistados
por
FernándezA!varez (2013, 2017)
en
Ourense, cuya
posición social y económica desmiente muchas de las exageradas lamentaciones
presentes
en
Profesión Médica.
31.
Clifford Geertz (1987: 19-40) popularizó el
término
"descripción densa"
-thick
description- como
una estrategia que permite al etnógrafo componer
un
escrito coherente basado
en
observaciones y
fuentes, a menudo muy heterogéneas. describiendo no solo lo que pasa, sino
también
el contexto.
El
producto final, según él, debería
ser
reconocible tanto para los lectores como para los informantes,
esto es, para aquellos que compartieron la experiencia descrita
por
el etnógrafo. Su propuesta
des-
bordó los límites de la etnografía positivista y abrió
un
debate sobre el significado literario de la
etnografía y la presencia
en
ella del protagonismo, la subjetividad o las emociones del propio autor
(Geertz, 1989). Aunque pensadas para la antropología profesional, sus propuestas
pueden
ser
aplica-
das a cualquier fuente que contenga información etnográfica, tal y como hacen determinadas
corrientes historiográficas (Comelles y Perdiguero-Gil, 2014).
71
que conocieron. Los que
hemos
utilizado
contienen
descripciones
-que
podemos
calificar
de
densas-
desde
dos
perspectivas
complementarias,
puesto
que a
una
etnografía de
los
otros
-en
este caso de sus pacientes y
vecinos-
se añade
una
etno-
grafía de sí mismo
-la
descripción
de su
propia
práctica
profesional-.
La
primera
deriva
de
notas
de
campo,
como
en
Vía,
Chamorro,
Pla i Naudi y Pla i Duat; la
segunda, de la
memoria
personal, ocasionalmente registrada
en
notas y diarios.
Los
autores
considerados
no
fueron
del todo conscientes
durante
el proceso
de escritura, salvo quizás Via,
por
su
vocación
literaria
y porque es
un
diario reela-
borado, del valor etnográfico de
su
tarea. Sus notas de campo,
en
la mayoría de los
casos, se
basan
en
una
mirada
etnográfica positivista
-esto
es, lo que
ven-.
Lo
que
cambia
su
perspectiva
y,
por
tanto,
su
valor heurístico, es la carga subjetiva y
emo-
cional y el
compromiso
profesional e ideológico de sus autores,
presente
tanto
en
los
libros
como, de modo más leve,
en
la
prensa
profesional. Esto es así
porque
no
ven
las cosas
con
plena
distancia,
sino
que
están
implicados (Allué, ~oo~).
Un
médico-folklorista
como
Pitre
(1896)
podía
distanciar
su
tarea
profesional
como
folklorista de
su
condición de médico rural, amparándose
en
una
matriz teórica de
clasificación de
sus
datos.
Escribía
en
tercera
persona
y él no está
en
su
libro
32
•
Estos médicos rurales están
omnipresentes
en
sus escritos;
escribieron
lo que hoy
llamaríamos
autoetnografías
33
. Ahora
bien,
es preciso
situar
los
límites
de lo que
nos
ofrecen
las que
hemos
analizado. En Antropología se utiliza el
contraste
etic/
emic
para
describir
dos posiciones distintas
en
la
mirada
etnográfica.
Lo
etic
corres-
ponde
al
punto
de vista del autor, el cual aplica
sobre
lo que ve
-y
lo que
escucha-
una
matriz interpretativa o descriptiva
propia
34
• Los autores de los libros a los que
hacemos referencia
-y
quienes
escriben
en
prensa-
siguen pautas etic
en
su
mira
-
da etnográfica positivista.
Por
su
condición de
hombres
de ciencia,
en
sus observa-
ciones cotidianas y
en
el
momento
de
su
escritura es hegemónico
lo
visto
frente
a
lo
32. Aceptamos el valor de la obra Pitre (1896) porque es
un
referente del folklore de su tiempo o el de
Lis
Quibén (1949) porque su libro es acorde con lo que proponía el siciliano.
33. A la combinación de autobiografía y etnografía suele llamársele hoy día autoetnografía,
un
género
etnográfico ya reconocido (Reed-Danahay, 1997; Alegre-Agís y Riccó,
2017;
Fernández-Garrido y
Alegre-Agís, 2019)
en
el que la etnografía se construye a partir de la experiencia personal del autor
en
un
campo del que él mismo forma parte (Strathern, 1987). Surgió también a partir de la posición
de algunos antropólogos que,
por
circunstancias personales dramáticas, optaron
por
describir etno-
gráficamente sus propios itinerarios personales (Allué, 1996; DiGiacomo, 1987) o
por
otros que, tras
una trayectoria como etnógrafos de campo, describieron su propio itinerario profesional (Mallart-
Guimera, 1993).
Las
autoetnografías
tienen
valor si aceptamos que la escritura etnográfica es
un
género literario diverso que ofrece
una
flexibilidad notable
en
relación con la rigidez de la etnografía
positivista o de muchas otras escuelas
en
las que el
yo
autora! era inaceptable.
La
publicación de
Tristes
Tropiques
(Lévi-Strauss, 1955) dio lugar a
un
debate colectivo sobre la dimensión autora! que el
autor quiso dar a
un
relato etnográfico, biográfico y literario (Rayes y Rayes, 1970). Fue desarrollado
posteriormente
por
Geertz (1989) y Clifford, Marcus y Fontán (1995), entre otros,
en
un
contexto
de
experimentos etnográficos, también en Antropología Médica (Scheper-Rughes, 1992; Taussig, 1991).
34. Así Pitre, por ejemplo, describió la patología popular con la estructura narrativa de la patología médi-
ca,
una
posición etic, ve, escucha; pero, sobre todo, describe desde su auctoritas médica.
oído
o escuchado. Aunque
tomaron
notas de campo, es
pertinente
en
nuestro caso la
distinción que Van
Maanen
(1988)
hiciera
entre
relatos realistas35 , confesionales e
impresionistas. Realista es el diario de Ramo
na
Via y algunas descripciones de otros
autores. En la
prensa
profesional encontramos microetnografías, anécdotas que les
parecieron significativas y que
deben
ser
consideradas relatos impresionistas. Pero
los libros a los que nos referimos,
por
su condición de auto etnografías,
tienen
también
un
componente confesional, relatando su experiencia desde
su
condición no ya solo
de
autores, sino
también
de actores sociales. Por eso adoptan,
sin
necesariamente
saberlo, la perspectiva emic. Esta característica nos permite estudiar dichos relatos
en
dos
planos distintos. En
primer
lugar, desde el punto de vistaemic; esto es, la descrip-
ción desde
su
punto de vista como médicos de pueblo y del registro de lo que los
otros
les cuentan. En segundo lugar, desde el punto de vista etic, sus observaciones de campo
como autores les permiten describir y analizar cómo se produjeron y cómo vivieron las
transformaciones de su práctica durante la dictadura franquista.
Junto
con
las obras citadas, las más
estrictamente
autoetnográficas,
también
hemos considerado otras que
tratan
de la medicina rural.
La
primera
de ellas es
De
la
vida médica Rural, de Juan Manuel Lara (1945, 1970)
36
,
un
buen
ejemplo de
etno-
grafía
impresionista
sobre
la
medicina
practicada
en
el
medio
rural
andaluz. Su
primera
edición, de autor, apareció
en
1945 y
tiene
algo más de
3o
capítulos.
En
1970 apareció
una
segunda,
con
casi
50
capítulos y
un
prólogo de Palanca,
en
el que
destaca la
militancia
de Lara
antes
de la Guerra Civil
en
defensa
de los
médicos
rurales
37
. El
libro
pertenece
al género de estampas literarias: cortos ensayos,
unos
en
primera
persona
y los más
en
tercera,
en
los que a
partir
de casos, anécdotas u
observaciones se realizan reflexiones. Algunos capítulos
describen
sus ideas sobre
las condiciones de trabajo y los
problemas
de la medicina rural.
El
segundo texto analizado es
El
médico encadenado, de Francisco Polo y Fiayo
(1959)
38
,
un
rarísimo ejemplo de estudio social, crítico y rico
en
detalles etnográfi-
cos, sobre la evolución de la práctica médica, incluida la rural,
durante
el
franquis-
mo. Polo escribe
en
su libro:
35.
La
noción de "realismo etnográfico" (Clifford, Marcus y Fontán, 1995) ha dado lugar a
un
amplio
debate sobre la dimensión literaria de la etnografía y su conexión con los estilos empleados
en
la
ficción.
36.
De
Juan Manuel Lara tenemos escasos indicios biográficos. Terminó la carrera
en
1909 y rondaba los
60
años
en
1945.
La
edición de 1970 no era póstuma. Ejerció como médico titular
en
Castilleja de la
Cuesta (Aljarafe, Andalucía) y debió de jubilarse hacia 1955.
37.
Palanca (Lara, 1970, 8) le había conocido de joven
en
Andalucía como uno de los que luchaban contra
el caciquismo y las componendas entre caciques y médicos.
38.
Al
menos desde 1904 ejercía como médico
en
Alcántara (Cáceres). Miembro del Sindicato unitario
único de la Confederación Nacional del Trabajo, fue encarcelado durante la guerra y liberado
en
1942.
En 1949 era médico de
La
Lapa (Badajoz). Sus dos primeros libros son intentos de estudios sociales
de la profesión médica
en
España (Polo y Fiayo, 1929, 1930). A inicios de los años
treinta
publicó
varios artículos desde posiciones anarcosindicalistas. Sobre sus posturas frente a la colectivización
de la asistencia sanitaria ver Rodríguez Ocaña (1986), Molero (1994) y Jiménez Lucena (1997, 2002).
Temeroso
de la
opinión
médica
y
aun
de la voz de la calle [. .. ]
con
esa
murmuración
acerba
que
se
ha
desatado
contra
los
médicos
[
...
] como voz
en
desierto,
no
tendría
finalidad
si
los
médicos
no
sintieran
curiosidad
por
lo que
en
él se dice,
sabiendo
que
todo
es
por
ellos y
para
ellos;
pero
también
es
para
que
el
pueblo
que
lee
y
piensa
sepa
la
verdad
de la vida
médica
y
no
se
sume
a
los
maledicentes,
seres
zafios e
ignorantes
que
jamás
se
dieron
cuenta
de
la
importancia
social
que
tiene
ese
profesional
benemérito,
ni
sabe
hasta
dónde
alcanza
el
poder
de la ciencia que él
maneja
ante
una
enfermedad
oscura y
hundida
entre
sombras
des-
conocidas
(Polo y Fiayo, 1959: 3).
Para
un
lector actual puede
parecer
que hay contradicciones
entre
sus escritos
militantes de antes de la guerra (Polo y Fiayo, 19~9, 1930) y los matices a los que el
contexto político obliga, la autocensura y la obligatoria censura previa, que le llevan
a
publicar
el
libro
él
mismo.
Pero hay
continuidades
en
lo fundamental. Su
posi-
ción
respecto al prestigio y la legitimidad de la
medicina
científica es inequívoca,
aunque
tal
postura
le lleve a la idealización de
un
modelo de médico que sabe que
está
en
crisis. El libro contiene, además,
un
"Prontuario de patología médica
popu-
lar"
con
descripciones
sintéticas
de las
enfermedades
más
relevantes
en
la vida
cotidiana,
similares
a las que figuraban
en
los
libros
de
medicina
doméstica
que
aparecieron
en
España
en
los sesenta y
setenta
(Perdiguero-Gil,
~o
17).
Aunque tanto Lara como Polo y Fiayo
pretenden,
tímidamente,
ir
en
busca de
un
lector
ajeno a la
medicina,
su
objetivo
son
sus colegas que
están
en
activo. De
hecho,
están
implicados
en
un
debate que
tiene
que
ver
con la crisis que
perciben
en
la práctica médica del país.
, Poco después de comenzar a publicarse, Tribuna Médica le encargó al
escritor
Angel María de Lera
una
serie
de reportajes sobre médicos rurales que aparecieron
durante
1965
39
•
Eran
reportajes
dirigidos a los médicos que
recibían
el
semanario
gratuitamente y que,
con
posterioridad,
fueron
recopilados
en
un
libro destinado al
público general (De Lera, 1966, 1970). De Lera entrevistó a más de
cien
médicos
en
todas
las
regiones,
incluidas
las
insulares.
Trató de
evitar
situaciones
que,
por
extremas,
pudieran
ser
menos
representativas.
El
resultado final es
una
etnografía
impresionista,
en
general amable, de los médicos rurales, pero
sin
eludir aspectos
críticos.
De
Lera escucha a los médicos, estos le
cuentan
qué
han
visto y escuchado
de sus pacientes y vecinos y construye,
literariamente,
un
relato
sobre
su
vida y
su
trabajo.
El
autor
era
huérfano
de
un
médico rural "víctima de
su
deber"
(De Lera,
1966: 18-19) y se esforzó,
sin
demasiado éxito,
por
tomar
cierta distancia respecto
a sus informantes.
39.
Los
reportajes de
De
Lera aparecieron en
Tribuna
Médica
entre mayo y octubre de
19
65. Fueron
23
artículos consecutivos entre el número
51
(8
de mayo) y el número
75
(22
de octubre), que anunció el
libro que aparecería
en
1966.
74
Los
médicos
que
escribieron
los
relatos
analizados
eran
conscientes
de la
necesidad de cierto
distanciamiento,
pero
apenas
lo consiguen.
Ramona
Vía, la
única mujer,
tenía
una
mirada
muy crítica
sobre
la conducta de los
médicos
de
su
pueblo.
Las
narraciones de los médicos,
sin
embargo,
tienden
a idealizar
su
propia
práctica. También es distinta la
postura
de los que
publican
durante
el
franquismo
y los que lo
hacen
mucho
después.
Polo y Fiayo
se
autocensura
para
describir
la
crisis generada
por
el SOE, proyecto nuclear del franquismo. Lara,
tras
la fachada
costumbrista, es consciente de cómo el
SOE
está
transformando
la práctica médica
rural. En cambio, los escritos realizados
en
el
posfranquismo
pretenden
recons-
truir el
mundo
en
el que vivieron sus autores y reivindicar su práctica.
Queda
un
último
punto
por
esclarecer. Tras
su
publicación,
cualquier
etno-
grafía pasa a
ser
una
fuente histórica. También estos libros, pero ¿ cómo
interpretar
su validez? Para ello
nos
valemos de algunas
herramientas
conceptuales
que
nos
permiten
contextualizarlos, relativizar sus contenidos,
discernir
su
objetivo, eva -
luar los sesgos que los
perfiles
y los contextos de los
autores
les
imprimieron
40.
Esta problemática
también
está
presente,
mucho más de lo que parece,
en
las
etno-
grafías positivistas, de las que se predica, a priori,
una
verdad indiscutible
en
muchos
de
sus contenidos. Aceptamos, de oficio, que la
narrativa
positivista de Tucídides
sobre la epidemia de peste
en
Atenas es veraz.
Por
el
mismo
princrpio, si revisamos
la genealogía narrativa que va de Herodoto y Tucídides a
Bernardino
de Sahagún o
Pitre no
habría
diferencias significativas
en
lo que a este
punto
de vista concierne.
Todos estos autores se reconocen
con
la autoridad suficiente
para
ser
considerados
como fuentes válidas
para
los hechos descritos.
Frarn:;ois Hartog (1980) discutió este
punto
de
partida
acrítico de la autoridad
de estos textos y resaltó la
importancia
de
sus
rasgos
retóricos
41
. Estos
pueden
reconocerse
en
la
inmensa
mayoría de etnografías naturalistas posteriores, puesto
que sus estructuras narrativas se
inspiraron,
precisamente,
en
ellos
durante
más de
dos
milenios.
También,
en
cierta
medida,
están
presentes
en
los
escritos
de los
médicos rurales que
hemos
analizado,
aunque
no lo
pretendieran.
Cuando
escri-
ben
sobre
los subdesarrollados pueblos
en
los que
trabajan,
sobre
sus
ignorantes
40. Allué
(2008)
revisó críticamente el valor de las fuentes autoetnográficas sobre situaciones límite,
entre las cuales se encuentra la literatura concentracionaria; esto es, las descripciones de valor
etno-
gráfico de la vida cotidiana
en
campos de concentración (Sánchez Zapatero,
2011).
41.
A partir de la etnografía fundacional, las
Historiae
de Herodoto, demuestra que este último describe
a partir de una retórica destinada, sobre todo, a capturar el interés de los lectores u oyentes de sus
escritos, describiendo pueblos lejanos. Hartog se propuso
ir
más allá del valor etnográfico de la des-
cripción y explorar su objetivo oculto. Sostiene que, para el lector u oyente griego, ese modo de des-
cribir pueblos y costumbres más o menos lejanas tenía
por
objeto que los griegos los contemplasen
como
un
espejo para construir su propia identidad.
Los
recursos retóricos que Hartog destaca son la
inversión, el uso de la fabulación,
la
comparación, la relación entre ver y escuchar y la exclusión de
terceras partes para buscar siempre
una
oposición dual (Hartog, 1980: 225).
Las
Historiae eran, para
los que las oían,
un
instrumento de lo que denominamos reflexividad.
75
convecinos, y
etiquetan
conductas alejadas de las suyas,
hablan
de los otros
desde
un
yo
de médico celoso de
su
auctoritas. Este
yo,
profundamente
encarnado
en
la
gran
tradición
cultural occidental, hace que
su
extrañamiento
en
el medio
rural
lo
enlacen
con
la vocación, la misión y
una
forma de heroísmo. Contándonos sus aven-
turas
estos
médicos
se
identifican,
sin
saberlo,
con
las que
cuenta
Odiseo
en
la
corte de Antínoo
para
ser
reconocido como notable. Jesús Chamorro, Juan Manuel
Lara,
Albert
Pla N audí, J
osep
Pla y Duat o
Fernando
García
Garreta
se
sienten
próximos
a
aquellos
médicos
heroicos,
preocupados
ante
un
lecho
de
muerte,
representados
en
The Doctor (1891)
por
Luke Fields o
en
Ciencia y caridad (1896),
por
Picasso.
3.
REGLAMENTAR
PARA
FRACASAR.
EL
ESTADO
Y
LA
MEDICINA
RURAL
DURANTE
EL
FRANQUISMO
La
realidad de los médicos titulares
durante
el franquismo giró
en
torno
a
un
pro
-
blema
fundamental:
la
dificultad
de
proveer
todas
las plazas
que
aseguraran
la
cobertura de la asistencia médica
en
los municipios rurales
42
. Este problema, cau-
sado
por
la falta de incentivos económicos y las difíciles condiciones de vida y
tra-
bajo, generó
una
abundante
legislación que
trató
de conseguir lo imposible: que los
pueblos,
en
especial los más pequeños, tuviesen, al menos,
un
titular. Este deseo ya
aparece
en
1939, pocos meses después de acabar la guerra,
en
una
Orden
en
la que
se urgía a la
DGS
a que convocase oposiciones
de
médicos titulares dado el crecido
número
de vacantes
43
• No obstante, esta cifra
era
desconocida, puesto que
habían
de pedirles datos a las jefaturas provinciales de Sanidad.
Es
muy
complicado
saber
cuántos
médicos
estaban
trabajando
realmente
como titulares
en
un
momento
dado
dentro
del periodo considerado
en
este estu -
dio, como
también
es complejo
conocer
el
número
total de
médicos
en
ejercicio
antes de los años cincuenta. Solé Sabarís (1965: ~93) habla de
unos
18.000 médicos
en
1944,
una
cifra
que
resulta
dudosa
si
la
comparamos
con
las que
aportan
los
Anuarios
Estadísticos
de
España
para
los
años
cincuenta
y
sesenta.
De Miguel
ú973:
108), a
partir
de los datos oficiales, señala que
en
195~ había ~8.931 médicos
y 41.93~
en
1967,
con
un
ritmo
de
incremento
que solo superó los
1.000
médicos
más al año a
partir
de 1965
44
• Resulta,
por
tanto, difícil
asumir
un
aumento de casi
4z. Tomamos aquí el límite de 10.000 habitantes. pues es el que siguió
en
el periodo considerado el
Instituto Nacional de Estadística.
43. Orden de
3o
de septiembre de 1939 disponiendo que
por
la
Dirección General de Sanidad se proceda
a la convocatoria de oposiciones a plazas de Médicos de Asistencia Publica Domiciliaria
(BOE
de
11
de octubre de 1939).
44· En 1974 los médicos colegiados ya
eran
54.533 (Anuario Estadístico de España,
1977:
335).
11.ooo médicos
entre
1944 y 195~. Los datos de los anuarios
indican
que los
médi-
cos
se concentraban
en
las capitales
de
provincia, albergando
en
1956 casi al
50%,
porcentaje que se
incrementaría
en
los siguientes
años
(54
°/o
en
1965 y
68,6%
en
197
5)
45
,
en
consonancia
con
las dinámicas demográficas de esos años
46
•
En los concursos de antigüedad o prelación que se convocaron a lo largo de los
años estudiados
para
proveer
plazas
en
propiedad
a los
integrados
en
el Escalafón
Oficial del Cuerpo de Médicos de Asistencia Médica Domiciliaria, cientos de plazas
quedaban
sin
cubrir,
pero
es difícil
saber
cuántos y
dónde
trabajaban
los médicos
titulares47 . Así,
por
ejemplo,
en
el concurso que se resolvió
en
195~. varias decenas
de
plazas
quedaron
desiertas,
en
especial las de 4 ª
(menos
de
~ooo
habitantes) y
5ª
categoría
(menos
de
1.000
habitantes)
48 . Además,
muchos
médicos
titulares
no
llegaban a
tomar
posesión
de
su
plaza49 . Tales
problemas
no
eran
nuevos, como
tampoco lo
fueron
los
intentos
legislativos de
reorganización
que
se
habían
ido
produciendo, como veremos a continuación, desde mediados del siglo
XIX.
/
3.1.
IACONFIGURACIÓNDELCUERPO
DE
MÉDICOS
TITUIARES
(1855-1935)
La
asistencia médica a cargo de médicos
contratados
por
los
municipios
se
había
ido configurando
durante
el siglo
XIX
50. El servicio de "médico de pobres",
junto
a
las acciones destinadas al
mantenimiento
de la policía sanitaria, fue objeto de
dis-
tintas legislaciones que,
principalmente,
sancionaron
las prácticas contractuales
que se
venían
realizando desde antiguo. Para
entender
las
normas
que
regularon
a
los titulares que
ejercieron
durante
el
franquismo
es preciso
tener
en
considera-
ción la Instrucción General de Sanidad de 1904, hito normativo
fundamental
en
la
recapitulación y
ordenación
de los aspectos que
debían
regular
su
ejercicio. A nivel
45.
Los
datos son los que constan
en
el Anuario Estadístico de España de 1956, el de 1966 y el de
1977.
46. En 1900 el porcentaje de quienes vivían en ciudades mayores de 10.000 habitantes era del 3:.,4 %, a
finales del siglo lo hacía
un76,3%.
Otro dato de esta tendencia:
en
1930
en
un
95°/o
de los municipios
rurales vivía el 54,61 % de la población; pero
en
1981
había descendido a
31,85°/o.
Véase
el
detallado
estudio dirigido
por
Goerlisch y
Más
(:.006) para los pormenores del despoblamiento rural que se
produjo, sobre todo,
en
la España interior.
47.
Según José Alberto Palanca,
en
1947
eran
8.7:.:. (Palanca, 1947) y unos 10.000 hacia 1950 (Palanca,
1951), cifras que contrastan con los más de z1.ooo que formaban parte del escalafón.
48. Orden de 3o de abril de 195:.
por
la que se resuelve el recurso de antigüedad o de prelación
en
el
escalafón del Cuerpo Médico de Asistencia Pública Domiciliaria
(BOE
de
16
de mayo de 195z).
49. Por ejemplo: Orden de
10
de noviembre de 1959
por
la que se eliminan del Cuerpo y escalafón de
Médicos titulares a los facultativos que se relacionan,
por
haber
dejado transcurrir más de diez años
en situación de excedencia voluntaria
sin
reingresar
al
servicio activo, o
por
no
haber
tomado pose-
sión de la plaza de plantilla del Cuerpo que les fue adjudicada
en
concursos y oposiciones
en
el perio-
do reglamentario
(BOE
de
:.7
de noviembre de 1959).
50. En
1855
se desarrolló una legislación más detallada sobre los médicos titulares
en
la que sus atribu-
ciones,
por
entonces enteramente
municipales-incluyendo
el pago de
honorarios-,
quedaron bajo
la tutela de las diputaciones a través de las juntas provinciales de Sanidad. Véase la
Ley
de z8 de
noviembre de
1855,
disponiendo lo conveniente sobre el servicio general de Sanidad (Gaceta
de
Madrid de 7 de diciembre de 1855).
77
organizativo destaca la
constitución
del Cuerpo de Médicos Titulares
51
, al que, a
partir
de entonces, se accedería
por
oposición. En noviembre de ese mismo año se
aprobó
su
reglamento y la creación de
un"
escalafón",
una
ordenación
por
orden
de
prelación
de los médicos que
constituían
el cuerpo a
fin
de
priorizar
la ocupación
de las vacantes52 •
En
1905 se convocaron las
primeras
oposiciones
para
el ingreso
en
él
53
y se
aprobó
una
Real
Orden
disponiendo
que se
publicasen
los estados de
clasificación de las plazas del cuerpo (tabla
1)
54
.
Merecen
también
ser
nombradas
tres
regulaciones
anteriores
a la
Guerra
Civil.
En
primer
lugar,
durante
la dictadura de Primo de Rivera se creó, a
partir
del
Cuerpo de Titulares, el Cuerpo de Titulares-
Inspectores
Municipales de Sanidad,
consolidando, con esta nueva etiqueta, la
labor
desarrollada
en
el ámbito de la salud
pública
55
•
En
segundo
lugar, a
principios
de 1931 se estableció el Escalafón de
Médicos Titulares
56
•
En
tercer
lugar,
en
1934,
durante
la Segunda República, se
51.
Pasaron a formar parte del cuerpo quienes llevaran más de cuatro años
en
una misma titularidad, seis
en
varias o una titularidad de menos de cuatro años, pero
sin
haber
registrado quejas, siempre que
no
hubiesen
sido retirados de su plaza. En la misma Instrucción se creaba la Junta de Gobierno y
Patronato del Cuerpo de Médicos Titulares, encargada de su clasificación, disciplina interior,
repre-
sentación y defensa.
Su
finalidad era
tratar
de restar protagonismo a los poderes políticos a la hora de
llevar a cabo la contratación de los médicos titulares.
5z. Real Decreto de 11 de octubre de 1904 aprobando el Reglamento del Cuerpo de Médicos titulares de
España
(Gaceta
de
Madrid de
1z
de octubre de 1904).
No
obstante, dicho escalafón no se constituirá
hasta décadas después, siendo también objeto de distintos intentos organizativos.
53. Real
Orden
de
z3
de marzo de 1905, aprobatoria del programa de oposiciones a ingreso
en
el Cuerpo
de Médicos titulares
(Gaceta
de
Madrid de z4 de marzo
de
1905). En la
orden
aparece
un
texto muy
indicativo de la imagen que se tenía del médico titular, especialmente el rural, haciendo referencia a
las "circunstancias difíciles que embarazan y complican la práctica de una profesión" y las carencias
de todo tipo que marcaban su ejercicio cotidiano, "Lejos,
por
regla general, de los Centros científi-
cos,
sin
la emulación
ni
el consejo de sus compañeros;
sin
tiempo material que dedicar al acopio
progresivo de sus conocimientos;
sin
el estímulo moral que proporcionan los éxitos profesionales;
pobremente
retribuido y hasta careciendo con frecuencia de estimación y gratitud a que tanto
dere-
cho
tiene
una vida llena de abnegación y sacrificio, la situación del Médico del partido es seguramen-
te de las menos envidiables, y ahora, como
en
tiempos pasados, encuentra muy justa aplicación la
desconsoladora frase de Quevedo cuando, refiriéndose a
un
personaje de sus obras clásicas decía: Y
por
fin tomó el partido de hacerse médico de partido, que fue el peor partido que pudo tomar"'.
54. Real
Orden
de 6 de abril de 1905 disponiendo se publiquen
en
la
Gaceta
los estados de clasificación
de las plazas de médicos titulares
(Gaceta
de
Madrid de 9 de abril de 1905). Con posterioridad se
fueron definiendo las categorías de las diferentes provincias,
por
ejemplo, Clasificación de las plazas
de Médicos titulares (provincia de Alicante)
(Gaceta
de
Madrid
de 20 de junio de 1905). Esta clasifi-
cación se mantuvo
en
lo esencial, con rectificaciones de detalle y de monto de los salarios. Véase,
por
ejemplo, lo que Barona
(zooo,
58-65)
comenta sobre la provincia de Valencia.
55· Real Decreto de 9 de febrero de 19z5 aprobando el Reglamento de Sanidad Municipal
(Gaceta
de
Madrid de
17
de febrero de 1925).
No
obstante, poco después se reconocía la confusión de la organi -
zación de esta colectividad administrativa
en
la legislación al apuntarse que "el ingreso
en
el Cuerpo
de Médicos titulares
ha
venido efectuándose desde su creación,
en
1904,
por
procedimientos diver-
sos y condiciones distintas, de tal manera, que hoy la situación de muchos titulares es confusa y ellos
mismos ignoran si legalmente
pertenecen
o no al expresado Cuerpo,
y,
en
consecuencia, si
pueden
o
no
pertenecer
al de Inspectores municipales de Sanidad", véase Real Orden de
z9
de septiembre de
1926 relativa a los médicos que
serán
considerados como funcionarios pertenecientes al Cuerpo de
titulares Inspectores municipales de Sanidad
(Gaceta
de
Madrid
de
3o
de septiembre de 1926).
56. Real
Orden
de
27
de enero de
1931
disponiendo que sean incluidos
en
el escalafón del Cuerpo de
Médicos Titulares-Inspectores Municipales de Sanidad, ocupando el número que les corresponda,
publicó el Reglamento del Cuerpo de Médicos de Asistencia Pública Domiciliaria
(APD)
que,
en
buena
medida, seguiría vigente
en
las siguientes décadas bajo esta
denominación 57. En él figuraban las obligaciones que
debían
cumplir
los médicos
titulares y se establecía que
sus
salarios
debían
ser
satisfechos
por
las
Juntas
de
Mancomunidades que
habían
sido creadas
recientemente
58 .
También
se reguló el
modo
en
que se
cubrían
las vacantes59,
nombrando
entretanto
interinos
no
inte-
grados
en
el escalafón
para
que no se
interrumpiera
el servicio
60
•
TABLA
1
REAL
ORDEN
DE
6
DE
ABRIL
DE
1905
DISPONIENDO
QUE
SE
PUBLIQUE
EN
LA
GACETA
LOS
ESTADOS
DE
CLASIFICACIÓN
DE
LAS
PLAZAS
DE
MÉDICOS
TITULARES
CATEGORÍA
DELA
PLAZA
Primera categoría
RETRIBUCIÓN
SALARIAL
2.500
pesetas
mensuales
Segunda
categoría
2.000
pesetas
mensuales
Tercera
categoría
Cuarta
categoría
Quinta
categoría
1.500
pesetas
mensuales
1.000
pesetas
mensuales
750
pesetas
mensuales
NÚMERO
DE
HABITANTES
Y
CONDICIONES
Municipios o agrupaciones municipales
con
más
de
10.000
habitantes. siempre
que
el
titular tuviese
que
recorrer
un
perímetro mayor
de
4 kilómetros
de
radio
desde
el
punto
de
su residencia
Municipios
de
entre
10.000
y
20.000
habitantes.
no
cabezas
de
partido judicial
Municipios
cabeza
de
partido judicial
que
tengan
dos
o cuatro plazas
de
titulares
Agrupaciones municipales
de
entre
2.000
y
10.000
habitantes.
El
perímetro
de
la
agrupación
debía
superar los 4 kilómetros y tener
una
o
dos
plazas
de
médico titular
Municipios
de
entre
2.000
y
10.000
habitantes que
no
sean
cabeza
de
partido judi-
cial
Municipios
cabeza
de
partido judicial que solo tengan
una
sola
plaza
de
titular
Agrupaciones
de
pueblos entre
1.000
y
2.000
habitantes.
cuyo
número
de
familias
pobres
no
exceda
de
200.
El
perímetro
de
la
agrupación
debía
exceder los 4 kiló-
metros.
Municipios entre
1.000
y
2.000
habitantes
Agrupaciones
de
pueblos
con
menos
de
1.000
habitantes y
no
más
de
100
familias
pobres.
El
perímetro
de
la
agrupación
debía
ser superior a los 4 kilómetros
Municipios
o
agrupaciones
de
pueblos
de
menos
de
1.000
habitantes
y
no
más
de
100
familias
pobres.
Estas
poblaciones
debían
estar
enclavadas
en
un
perímetro
de
menos
de
4
kilómetros
Fuente:
Elaboración
propia.
todos los funcionarios que a tales efectos hayan completado su expediente
en
la fecha
en
que la
Dirección General de Sanidad publique el mismo
en
forma de folleto
(Gaceta
de
Madrid
de z9 de enero
de 1931). A finales de ese año se reiteró la orden de publicarlo con las modificaciones pertinentes,
aunque no hemos podido localizar el citado folleto.
El
escalafón constaba entonces de
12.174
médicos.
57.
Orden de 29 de septiembre de 1934 aprobando el Reglamento del Cuerpo de Médicos de Asistencia
pública domiciliaria
(Gaceta
de
Madrid
de
18
de octubre de 1934).
58.
Ley
de
11
de julio de 1934 referente a servicios sanitarios
(Gaceta
de
Madrid de
15
de julio de 1934).
59.
Las
vacantes se debían cubrir
por
traslado
entre
quienes se incluían
dentro
de la misma categoría
y,
si quedaban
sin
cubrir,
por
orden
de prelación
en
el Escalafón del Cuerpo, oposición libre
entre
médicos, concurso de antigüedad
en
el cuerpo entre las categorías inferiores y oposición restringida
entre médicos del cuerpo. También se regula la composición del ejercicio para las oposiciones.
60. Para más datos sobre la evolución normativa de los titulares véase Lorenzo (1971) y Villarino (1997).
79
3.2. A
VUELTAS
CON
EL
ESCAIAFÓN.
LA
REGULACIÓN
DE
LOS
MÉDICOS
DEAPD
DURANTE
EL
FRANQUISMO
En
la reorganización llevada a cabo
en
mayo de 1941
por
el Nuevo Estado constaban
en
el
escalafón
~1.535
médicos
61
•
En
1943 se
ordenó
su
actualización,
haciendo
patente
en
el
proemio
de la disposición la confusión que persistía sobre el particu -
lar, al
tiempo
que se daba
entrada
a los Médicos de Sanidad Militar y de la
Armada
que solicitaran formar
parte
de este62.
Sin
embargo, el escalafón seguía
sin
ser
una
herramienta
eficaz
para
distribuir
las vacantes de
titular
generadas,
reconociéndo-
se,
en
1947, que
estaba
compuesto
por
"un
exagerado volumen" de
médicos,
en
contraste
con
la
gran
cantidad
de vacantes que
persistían.
Por
eso, se
ordenaron
una
serie
de
medidas
a
fin
de
purgar
dicha escala
63
. Los médicos
operaban
desde
una
perspectiva
por
la que,
si
tras
solicitar
una
plaza
en
un
concurso de traslados no
la
obtenían,
preferían
mantener
la que ocupaban, lo que suponía que muchas
pla
-
zas vacantes
quedaban
sin
cubrir
por
falta de candidatos
64
.
Una década más
tarde
no se había resuelto el alto
número
de
interinidades
que
caracterizaba el ejercicio de la
medicina
rural. Tratando de acabar
con
esa
situa-
ción,
en
1958 se
formaron
dos escalafones: el
Ay
el
B.
El
primero
lo
constituían
aquellos que ya figuraban
en
el escalafón,
mientras
que, quienes
habían
desempe-
ñado
titularidades
con
carácter
interino,
podían
solicitar
su
inclusión
en
el
se-
gundo.
La
normativa
trató
de
reconocer,
a efectos de
quinquenios
y
otro
tipo
de
61.
Orden de
10
de mayo de
1941
por
la que se dictan normas para la rectificación del Escalafón del
Cuerpo de Médicos titulares-Inspectores municipales de Sanidad
(BOE
de
13
de mayo de 1941). Poco
después mediante el Decreto de 3o de mayo de
1941
se concedía
un
aumento de sueldo en las plazas
de Médicos de Asistencia Publica Domiciliaria
(BOE
de 7 de junio de 1941).
fr~.
Orden de
27
de enero de 1943
por
la que se aprueba la rectificación del Escalafón de Médicos de
Asistencia Publica Domiciliaria
(BOE
de 3o de enero de 1943).
63. Orden de 24 de marzo de 1947
por
la
que se disponen normas para regularizar la situación anómala
del Escalafón actual del Cuerpo de Médicos titulares (Asistencia Pública Domiciliaria)
(BOE
de 5 de
abril de 1947). En adelante, para concurrir a
una
convocatoria se debía acompañar la solicitud de
una
declaración jurada con el compromiso de desempeñar la plaza solicitada, pudiendo
ser
sancionado,
en
caso contrario, con la exclusión del cuerpo o postergación
en
el escalafón.
Si
llevaban más de diez
años
en
excedencia y no habían tomado posesión de una plaza, obligatoriamente deberían solicitar
vacantes
en
las próximas convocatorias hasta que les fuera asignado
un
destino. Transcurridos los
diez años
sin
solicitar plazas y no habiendo desempeñado cargo
por
al menos dos años,
serían
dados
de baja del escalafón del cuerpo. Por último, se establecía la declaración forzosa
de
plazas desiertas,
aquellas que no habían sido solicitadas
por
nadie, y se asignaban obligatoriamente
por
orden, exclu-
yendo a quienes no tomasen posesión y ejerciesen durante dos años.
64. Como es natural, este problema dejó su impronta
en
la prensa profesional
y,
por
ejemplo, en las
páginas del Boletín cultural e infonnativo del Consejo General de Colegios de Médicos de España.
Manuel Pérez (1947), médico de
APD
en
Cumbres de San Bartolomé (Huelva), analizaba la proble-
mática
en
torno
al
acceso a las plazas de titular a través del escalafón
en
un
artículo
al
que dio el
sin
-
gular título de "Cómo puede
ser
fallado el pleito entre Don Oportuno, Don Víctima y Don Importuno
e_n
futuros Concursos de Antigüedad entre médicos de A
P.
D.".
La
revista Boletín cultural e
infonna-
two del
Conse10
General de Colegios de Médicos de España fue publicada entre 1947 y 1966
por
la
institución homónima.
El
punto de vista que ofrece como órgano de expresión tal organismo merece
ser
abordado de manera detenida
en
futuros estudios.
80
derechos, el trabajo desarrollado de
manera
eventual,
además
de
computar
como
mérito para
su
inclusión
en
el escalafón principal. El preámbulo que acompaña a la
normativa es muy elocuente,
manifestando
la
necesidad
de
"poner
fin
a viciosas
prácticas de
nuestra
Administración
que
redundaban
en
una
deficiente
selec-
ción
de
funcionarios",
junto
con
el
habitual
relato
sobre
"la
consideración
humana
de
que
numerosos
facultativos
han
dedicado
muchos
años,
quizá
los
mejores de
su
actividad al servicio
de
la
Administración
y de la
Sanidad
Nacional
y
alcanzan
ya
edades
inadecuadas
para
causar
su
vida
por
derroteros
de
la
oposición"
65
. El
desarrollo
de
este
segundo
escalafón
fue escaso,
declarándose
a extinguir
en
1969
66
•
3.3.
LOS
PARTIDOS
CERRADOS
Los
municipios
con
escasa población, como venía
siendo
habitual,
tenían
grandes
dificultades
para
atraer
y
mantener
médicos. Esto
había
tratado
de
solucionarse
mediante la
configuración
de
"partidos
cerrados"
en
los
que
únicamente
podía
ejercer el titular. En
1951
se abordó
nuevamente
el
tema,
lo que trasluce el escaso
impacto de las
medidas
que
ponían
veda
al ejercicio
médico
libre.
En
esta
oca-
sión, la
Administración
franquista
se refirió a la
actitud
de
muchos
titulares,
res-
ponsabilizándoles
de
la falta
de
atención
que
se
experimentaba
en
no
pocas
poblaciones.
Lo
hizo
aludiendo
a "la
controversia
profesional
entre
los
propios
compañeros,
originaria
de
enemistades
y
discordias
que
con
tanta
facilidad
prenden
en
el
ánimo
del
vecindario,
dando
lugar a veces a
problemas
de difícil
solución"67. Se
organizaron
comisiones
en
las
provincias
para
formar
partidos
cerrados
68
,
para
lo que
sería
necesario
tener
en
cuenta
la
población,
su
disper-
sión, la
extensión
topográfica, las vías de comunicación, la riqueza local y
su
acti -
vidad
económicá
principal,
el
número
de plazas
de
APD y SOE
disponibles,
así
como el
número
de familias
no
comprendidas
en
el
"padrón
de
pobres'';
es decir,
según
la
normativa,
las
"familias
pudientes".
Quienes
estuviesen
ejerciendo
libremente
en
el
momento
de
establecerse
los
partidos
cerrados
serían
respeta
-
dos, a
excepción
de
aquellos
que
lo
habían
hecho
como
interinos
69 .
Durante
65.
Ley
de 26 de diciembre de 1958 sobre reorganización del escalafón del Cuerpo de Médicos Titulares
(BOE
de
29
de diciembre de 1958).
66.
Ley
56/i969,
de 3o de junio, de Reestructuración de los Cuerpos Especiales de Funcionarios
Técnicos del Estado al servicio de la Sanidad Local
(BOE
de 1 de julio de 1969).
67.
Orden de
22
de junio de
1951
por
la que se dan normas para el ejercicio libre de la profesión de los
Médicos del Cuerpo de Asistencia Pública Domiciliaria de los Ayuntamientos cuyo censo no exceda
de
6.000
habitantes
(BOE
de
29
de junio de 1951).
68. Cada comisión provincial debía estar compuesta
por
el gobernador civil, cinco alcaldes, cinco médi -
cos titulares con plaza y dos médicos colegiados
sin
plaza de titular.
69. Orden de
19
de noviembre de
1951
por
la que se aclaran dudas surgidas con motivo de la
interpreta-
ción y aplicación de los preceptos de la Orden de
22
de junio de 1950
(BOE
de
25
de noviembre de 1951).
8i
mayo
de
1953
se
fueron
declarando,
por
provincias,
los
partidos
libres
y
ce-
rrados
70
.
La
existencia de
partidos
cerrados tenía, a ojos de las autoridades,
un
peligro
derivado de las malas prácticas de los propios titulares, proclives a ausentarse de su
puesto
de trabajo. El
absentismo
fue
una
cuestión
que fue
apareciendo
regular-
mente
en
la legislación
durante
diferentes épocas históricas, lo que da cuenta de
su
relevancia
71
• No es posible
señalar
en
qué
medida
era
una
práctica generalizada, si
bien
no faltan
testimonios
al respecto:
TSF,
nacida
en
Oímbra
en
1936,
fala
dundos
antigos
titulares
da
zona:
"Don
C.
Era
médico
den-
tista,
pero
non
era
médico
nin
era
dentista:
era
cultivador
de
viñas".
Outros
testemuños
refíren
-
se
ao
Dr.
R.
de
SanXoán
de
Río,
como
"máis
pendente
de
atender
as
propiedades
que
aos
enfer-
mos",
ou
ao
Dr.
G.
da
Mezquita
dicindo
que"
de
medicina
entendía
pouco,
o
seu
eran
as
vacas
...
"
(Fernández,
~017,
p.
~9).
3.4.
UNA
TRIPLE
ADSCRIPCIÓN
COMPLICADA
El
encaje de los médicos
titulares
en
el Estado
franquista
compartió la
tendencia
hacia el centralismo observada
en
décadas anteriores.
La
situación legal que había
caracterizado al médico
titular
era
su
doble adscripción: formaba
parte
del cuerpo
de funcionarios locales
y,
como
inspector
municipal de Sanidad,
dependía
también
de la
DGS.
Sus
honorarios
debían
correr
por
cuenta del municipio o de las
manco-
munidades
sanitarias
provinciales
(a
partir
de la
contribución
de las
entidades
locales).
En
diciembre
de 1941 se estableció que los
titulares
de
tercera,
cuarta y
quinta
categoría, aquellos que
desarrollaban
su
oficio
en
los
partidos
más
peque-
ños,
fuesen
retribuidos
directamente
por
el
Estado
72
. ~o
años
más
tarde
se
70.
Al
final del periodo estudiado, como resultado de la afluencia de turistas
en
determinadas pobla-
ciones rurales, se estableció que, si
en
una
época del año la población sobrepasaba los
6.000
habitantes, el partido quedaba abierto al ejercicio de otros facultativos: Orden de
'2.4
de abril de
1974
por
la que se establecen
normas
para declarar la apertura de partidos médicos cerrados
(BOE
de 6 de mayo de 1974).
71.
En 1945, amparándose
en
las"
quejas y reclamaciones" elevadas ante la
DGS
por
los ayuntamientos y
otros titulares, se establecieron una serie de controles para frenar el absentismo. Estos pasaban
por
la obligatoriedad de
dar
cuenta al Ayuntamiento cuando se abandonaba la población, debiendo llevar
el consistorio
un
registro
en
el que se detallaran la causa de la ausencia, duración, nombre del susti-
tuto temporal y localidad a la que se trasladaba. Cuando los periodos
eran
más prolongados debían
ser
concedidas
por
la Jefatura Provincial de Sanidad y la
DGS.
Asimismo, se establecieron medidas
disciplinarias, procediéndose a la retirada de la plaza y el descenso
en
el escalafón entre 1.000 y
3.ooo
puestos si se apreciara absentismo no autorizado en el titular. Véase Orden de
'2.7
de junio de
1945
por
la que se dan normas a las que habrán de ajustarse los Médicos del Cuerpo de Asistencia
Pública Domiciliaria para ausentarse del lugar de su destino
(BO
E de
'2,
de julio de 1945).
7'2.-
Ley
de
31
de diciembre de
1941
por
la que se dispone que los haberes correspondientes a los Médicos
Titulares de Asistencia Pública Domiciliaria de las categorías
3ª,
4 ª y
5ª
se
harán
efectivos con cargo
al
Presupuesto General del Estado
(BOE
de
14
de enero de
194'2.).
En el preámbulo de esta
Ley
se
estableció que los
salarios
de
todas
las
categorías
de APD
dependiesen
de
los
Presupuestos Generales del Estado, consumando el secular proceso de centraliza-
ción de los titulares
73
.
Desde
mediados
de los
años
cuarenta,
tras
la
puesta
en
marcha
del SOE, la
doble adscripción institucional de losAPD se convirtió
en
triple. En 1947 se llevó a
cabo la
unificación
formal,
determinándose
que
"todo
Médico
titular
o
de
Asistencia
Pública
Domiciliaria
en
activo
será
designando
automáticamente
Médico del Seguro Obligatorio de
Enfermedad"
74
.
La
normativa
pronto
requirió
aclaración,
por
lo que tuvo que concretarse que
formarían
parte
del SOE aquellos
APD
que estuviesen
"en
servicio activo
con
plaza
en
propiedad
o
interinamente
de
todas las categorías"
75
. Hasta el
momento,
los titulares solo se
habían
encargado de
la asistencia a los
pobres,
pero
a
partir
de
entonces
también
deberían
atender
a
aquellos trabajadores
(y
sus familias) que estuviesen afiliados al SOE. En
un
prin-
cipio este
hecho
no tuvo mayor
trascendencia,
pues
los
trabajadores
del
campo
quedaron
fuera
de la
cobertura
del SOE,
pero
tendría
sus
repercusiones
con
la
puesta
en
marcha de los sucesivos regímenes agrarios que
corrigieron
tal situación
a finales de los
cincuenta
y
principios
de los
sesenta.
La
triple
adscripción
fue la
causa de los
temores
de los APD, que veían peligrar
su
estatus.
4.
LA
MEDICINA
RURAL
DURANTE
EL
PRIMER
FRANQUISMO
(1939-1959)
En este apartado se describe, desde los
presupuestos
metodológicos ya
comenta
-
dos, la práctica médica rural desde el final de la Guerra Civil hasta la puesta
en
mar-
cha del Plan de Estabilización.
El
límite cronológico inicial lo
podemos
situar
en
la
ya
comentada
Orden
de
3o
de
septiembre
de 1939,
por
la que se consideraba
nece-
sario convocar oposiciones al Cuerpo de Médicos de Asistencia Médica Domiciliaria
ya
que
reconocía la imposibilidad de satisfacer los salarios de los médicos a cuenta de las arcas municipales,
tomando esta decisión para "evitar que,
por
gran número de Ayuntamientos,
por
falta de medios
económicos, se mantenga una deuda creciente con los Médicos Titulares, cuyos modestos haberes
en
las últimas categorías exigen el percibo regular de los mismos".
73.
Ley
4/r961, de
19
de abril,
por
la que se dispone que los haberes correspondientes a los Médicos
titulares de primera y segunda categoría se hagan efectivos con cargo
al
Presupuesto General del
Estado
(BOE
de
'2,1
de abril de 1961). Según esta norma, se daba la paradoja de que,
en
las plazas de
tercera categoría, donde el salario era sufragado
por
el Estado, les correspondían defacto,
en
muchas
ocasiones,
un
importe mayor que el que se obtenía
en
partidos de segunda clase.
74.
Orden de
'2.5
de noviembre de 1947
por
la que se unifican los servicios de los Médicos de Asistencia
Pública Domiciliaria y los del Servicio del Seguro de Enfermedad
(BOE
de 4 de diciembre de 1947).
75.
Orden de
'2.6
de enero de 1948
(BOE
de
16
de febrero de 1948).
83
actualmente
[hay]
un
número
considerable
de
plazas
vacantes[.
..
] [y]
se
hace
preciso,
en
méri-
tos
de
justicia,
facilitar
el
acceso
al
expresado
Cuerpo,
con
la
mayor
rapidez
posible
a
aquellos
Médicos
que
habiendo
aportado
en
una
u
otra
forma
su
contribución
personal
a
la
Reconquista
de
España,
sientan
a
la
vez
deseos
y
vocación
para
el
ejercicio
del
referido
carg
O
76_
El
periodo
lo cerramos
en
1959, año
en
el que se
produjeron
dos hechos signi-
ficativos
en
el
proceso
de
modificación
del
mercado
médico
en
el
que
estaban
incardinados
los
médicos
titulares.
Por
un
lado,
se creó la Mutua
Nacional
de
Previsión
Agraria, que
pretendió
equiparar
al
trabajador
del campo
con
el que
desarrollaba otras actividades (Montoya, 1966; Lanero,
'.4007;
Vilar y Pons,
'.40I
5). ,
Por
otro lado, empezó a aplicarse la ya citada Ley de Reorganización del Escalafón
del Cuerpo de Médicos Titulares, promulgada
en
los últimos días de
19
58.
Un
primer
apartado lo dedicaremos al relato de las percepciones de los médicos
rurales
sobre
sus condiciones de vida y trabajo
en
un
medio que,
en
parte,
iría
des-
apareciendo a lo largo de los años
sesenta
al compás de los profundos cambios eco-
nómicos, sociales y culturales que se
dieron
en
la sociedad española. Un segundo
apartado
lo
dedicamos
al
impacto
que tuvo el despliegue del SOE
en
la
práctica
médica
rural
desde
el
momento
mismo
de la promulgación de la ley
por
la que se
creaba 77.
4.1.
LO
QUE
EL
VIENTO
SE
FUE
LLEVANDO:
VlDAYPRÁCTICADELOSMÉDICOSRURALES
La
descripción de la práctica médica rural
en
prácticamente todos los textos anali-
zados
siempre
se iniciaba
con
una
alusión a su condición heroica: "Recuerdo cuan-
do, estudiante de Fisiología, se nos hablaba de que
en
la experimentación había que
aprender
a clavar
con
una
sierra
y a
serrar
con
un
martillo. Y recuerdo que aquello
nos
sonaba a exageración. Pero luego, ¡ cuántas veces hubo que clavar
con
la
sierra
y
serrar
con
el martillo!" (Zapatero, 1944)
78
. Junto a este
punto
de
partida
aparecen
otros
que
permiten
acercarnos
a las características de la
práctica
y la vida de los
médicos rurales desde inicios de los cuarenta hasta el final de la etapa más dura del
franquismo.
76. Orden de 3o de_septiemke_de 1939 disponiendo que por la Dirección General de Sanidad se proceda
a la convocatoria de opos1c10nes a plazas de Médicos de Asistencia Publica Domiciliaria
(BOE
de
11
de octubre, de 1939). Hay q~e tener en cuenta, también, los procesos de depuración que sufrieron
algunos med1cos titulares (vease Simón, 2002).
77·
Ley
de 14 de diciembre de 1942 por la que se crea
el
seguro obligatorio de enfermedad
(BOE
de z7 de
d1c1embre de 194:s).
78.
El
autor del escdto de 1944 es Emilio Zapatero Ballesteros, quien
en
su relato
Un
médico, escrito
en
1958, pero publicado
en
2014 por sus nietos, narra de forma novelada su experiencia como médico
rural_(Zapatero,_2014,_pp. 189-z95). En la novela reproduce
el
contenido del artículo de 1944 que,
referido a los anos vemte, muestra la idealización de la práctica médica rural que el viento se fue
llevando.
Una
primera
cuestión se refiere a las pésimas condiciones económicas ~n l~s
opinión
de los
propios
titulares, se desarrollaba
su
labor, lo que
exphcana
que,
en
1 · · ·
el
hecho de que el Estado se hiciese cargo
en
1941
de sus sueldos
en
os mumc1p10s
El
:médico
titular
no
tiene
independencia;
procediendo
de
clase
humilde,
rara
ve_z
dispone
de
•
resos
que
los
de
la
profesión.
Sueldo
mezquino
y
no
abonado
con
puntualidad,
hasta
la
otros
mg
·,
de
la
Mancomunidad
era
un
arma
poderosa
que
el
cacique,
señor
local,
degradada
creac10n , . .
tacl
•
o'
n
del
feudalismo
esgrimía
contra
el
modesto
sanitario
para
coartarlo
en
el
eierc1 -
represen
'
cio
de
su
noble
misión,
para
someterle
a
sus
caprichos,
exigencias
o
arbitrariedades,
en
suma,
para
restarle
autoridad
en
el
desempeño
de
su
función.
A
esta
falta
de
puntualidad
en
la
percep-
ción
de
los
haberes
oficiales,
se
unen
los
exiguos
honorarios
de
los
vecmos
pud1entes-1gualato-
rios
con
cantidades
ridículas
y
obligaciones
máximas-
o
remuneración
por
visitas,
que
en
nin
-
gún caso
compensan
el
trabajo
delicado
y
asiduo
y
la
capacidad
técnica
(Lara, 1945: 119-1~0) •
Los
habitantes de los municipios no incluidos
en
la Beneficencia pagaban
por
acto médico y abonaban los medicamentos 79. Podían, a
menudo,
negociar las igua-
las,
una
cantidad
fija que
permitía
disponer
del
médico
sin
pagar
por
~cto.
Por
ejemplo,
en
Luelmo (Sayago, Zamora) se realizaba
mediante
un
contrato 1mpr~so,
como el que
firmaron
el 1 de Julio de 1947 el médico
Gerardo
Pardal y el
vecmo
Lorenzo Rodrigo
representando
a sus convivientes. Era de "tercera" y estipulaba
un
horario de atención a domicilio
en
dos espacios
horarios
de
mañana
y
tarde,
según
las estaciones, y la visita
en
consultorio de l'.4:00 a 13,00
80
. Las igualas
dependían
de
la
prosperidad
del municipio
81
y
también
variaban
en
función
de la po~i~ilidad
de
igualar familias de
partidos
vecinos, ya que
"muchos
pueblos
muy ~rox1mos a
capitales de
provincia
no
han
tenido
más
personal
sanitario,
to~a la ~ida, que el
médico y
con
residencia
en
otra
localidad,
ni
botiquín
de urgencias, m local
,ª~e-
cuado
para
intervenciones salvadoras" (Lara, 1945:
l'.41).
Mussons (1948), medico
en Sant Joan les Fonts (Gerona) criticaba ante esta situación:
79
. En Guitiriz (Lugo), pueblo
en
el que Jesús Chamorro ejerció de
1953
a 1954,
"ex_istía
como
;n
los
demás municipios de España
un
censo de personas necesita~as, pobres
~e-
sole~mdad,
que
teonca-
mente eran atendidos por la Beneficencia Mumc1pal a traves de los
Med1cos
Titulares,
pagando_
el
Ayuntamiento las recetas a estas familias. Pero para evitar
un
abuso desmesurado de estos
,serv1c10s
gratuitos, la ley establecía que ningún médico titular podía atender
en
cada
mumc1p10
a mas de 300
familias
en
su lista de beneficencia" (Chamorro, 2002: 87). .
So.
"Contrato de iguala médica", disponible
en
http://~.luelmo.com/ht~hgualas.htm
[consulta:
2~
de junio de 2019].
Se
hace referencia a pagos por especies. En la mrnma pagma se reproduce
un_
rec1
bode
iguala de
19
62 correspondiente al Dr. Santos de
Vega
y expedido a nombre de Isabel
Cone10
por
un
monto de
65
pesetas
al
trimestre. . ,
..
, . . _
81.
Polo
y Fiayo
(1
959, 134) comenta que variaba
en
func10n de lo que da de
s1
aquel pred10 y son d1spu
tadas locamente entre los compañeros
-uno
o
varios-
que también sufren de las mrnmas fatigas que
los titulares, tendremos que todos viven mal y aguantan. Porque ¿dónde van si todo el suelo nac10nal
está sembrado de las mismas espinas?".
Una
tan
sobresaliente
falta
de
compañerismo
[
...
]
por
permanecer
impertérritos
nuestros
honorarios
de
iguala,
ya
considerados
en
general
como
misérrimos
en
1936,
cuando
la vida,
comparada
con
la de ahora, resultaba paradisíaca.
Los
médicos
damos
la
impresión
de que solo
sabemos
quejarnos,
sin
interrupción,
todos
los días. [
...
]parecemos
indefensas
plañideras
dolientes
de
tanto
llorar.
En
Gerona el aumento colegial de las igualas a
cien
pesetas anuales no se apli-
caba
en
muchos municipios
"por
las competencias y mezquindades
entre
profesio-
nales" de los galenos locales (Mussons, 1948), de ahí que algunos médicos exigie-
ran
reformarlas (Espriu, 1950).
Las
igualas no incluían la prestación farmacéutica,
pero
muchos titulares aprovechaban las
muestras
suministradas
por
los
laborato-
rios farmacéuticos
para
reducir
algo la factura de la farmacia. Los laboratorios cal-
culaban
que
por
cada
muestra
entregada
se
venderían
tres
o
cuatro
envases
(Comelles, ~004).
Junto
a las dificultades económicas aparece
una
visión
del médico
rural
que
evoca
un
ideal, situado
en
una
época
indefinida,
en
la que los
titulares
no
tenían
ningún
tipo de
competencia
en
municipios
pequeños,
combinando
su
sueldo con
las igualas y la práctica privada:
Recordemos
cómo
estaban
constituidos
los
servicios
cuando
hace
pocos
años
que
existía
el
médico
de familia,
en
el que
se
confiaba
plenamente
y al que
se
admiraba
precisamente
porque
se
sabía
que la ciencia dejaba
mucho
que
desear
y él suplía esa
medianía
con
afecto y
asiduidad
en
sus
visitas[
...
];
y aquel
médico,
sin
fe
en
su
propia
misión,
oía,
sin
embargo,
su
nombre
en
medio
de
alabanzas y
repetido
con
cariño, al
mismo
tiempo
que
era
regalado
con
mercedes.
[. .. ] No obstante, aquel médico de familia hacia
honor
a
su
cargo
con
sacrificios
en
el
ser-
vicio,
con
una
moral
altruista y elevada;
en
realidad
era
lo
único
bueno
que
daba
de
sí
la
organi-
zación
sanitaria
de aquellos
tiempos
[
...
] (Polo y Fiayo, 1959:
10-11).
A
pesar
del poco halagüeño
panorama,
los puestos de
titulares
eran
relativa-
mente
codiciados. Los médicos
recién
graduados se
enfrentaban
a
un
futuro
incier-
to a no
ser
que
perteneciesen
a dinastías de médicos, fuesen hijos de la burguesía o
de
campesinos
con
fortuna.
Ejercer
en
el mercado
libre
no
era
fácil. Los jóvenes
sobrevivían
mediante
suplencias,
interinidades
o
trabajar
casi gratis
para
lo que,
cáusticamente,
denominaban
"putas,
porteras
y pobres" (Gispert, 1976: 50-5~)
82
•
Por
tanto,
la principal salida profesional, al
margen
de la práctica privada, era
opositar
al Cuerpo de Médicos Titulares.
Chamorro
(~oo~:
39)
comenta
que
en
8z. Algunos recurrían a empleos alternativos; los laboratorios farmacéuticos contrataron médicos
como
asesores comerciales o
como
cuadros medios y superiores, otros traducían libros o hacían trabajos
editoriales diversos (García Garreta, 1989, 1990).
86
1947 "se dio el caso
peregrino
de que las oposiciones de Médico Militar
estaban
convocadas
para
~oo vacantes y
solamente
se
presentaron
150
aspirantes.
Para
Médicos Titulares
había
500
vacantes y
nos
presentamos
5000
opositores
[
•••
]".
Aprobada la oposición, la
incorporación
a la plaza
podía
estar
llena
de vicisitudes,
tal y como indicaba Noguera (1945):
Un
señor
sigue todo el
proceso
descrito,
pero
cuando llega al
pueblo
se
encuentra,
verbigracia,
con los siguientes apartados:
a)
El
pueblo
obtenido
se
lo
han
"pisado"
en
las reclamaciones.
No
hay
en
ello
gran
desgra -
cia,
porque
el
hombre
se
entera
posteriormente
de que
en
aquel
pueblo
actúa
un
médico
libre,
nativo, con
grandes
propiedades,
y como
en
él se cobra
por
visitas,
iba
a
pasar
que
si él
las
hubie-
ra puesto
a~
pesetas, el
oriundo
las
hubiera
rebajado a dos reales.
b)
Le
dan
otro pueblo [ ...
]y
se
va a él. Había leído que ese
pueblo
tenía
ferrocarril, coches
de
línea, farmacia, teléfono, etc.
En
vista de
tanta"
civilización", lo
pidió
en
su
lista, y
ahora
se
traslada de Norte a
Sur
de
España
en
busca
de la "bicoca".
Pero
...
si, si. Al llegar le dicen: "A
su
distrito le
corresponde
un
pequeño
agregado, a
tres
o cuatro
kilómetros"
[
•••
]
c)
Se
entera
de
que
al que allí
llaman
segundo
distrito
(donde
estaba
antes
el
interino)
llegó
un
buen
día
el
propietario,
"pactó"
con
el
interino
y
se
largó,
aunque,
para
los efectos ofi-
ciales, sea el
propietario
el que figura
en
el puesto.
d) Se va
en
borrico
al nuevo
segundo
distrito.
[
...
]
Pero
allí
hace
más
de
un
año
que
no
pagan la
titular[
...
].
El
problema
de los
interinos,
recogido
por
la
prensa
profesional
en
repetidas
ocasiones
83
, ya
había
preocupado
al
presidente
del Consejo
General
de Colegios
Médicos (CGCM), Mariano Gómez Ulla (1944: 3):
\
[.
.. ]
La
solución
no
podrá
ser
perfecta
si los médicos [
...
]
no
ayudan a resolver el
problema
que,
en muchos casos,
ambiciones
y egoísmos
personales
agravan y
envenenan
extraordinariamente.
Un ejemplo: [. . .] Un
compañero
es sancionado
por
su
Colegio
con
toda
justicia; la
sanción
supo-
ne la
privación
del
ejercicio
profesional
en
determinado
pueblo,
el cual
ejerce
como
interino.
83.
En
un breve titulado "El problema
de
los médicos interinos", 1944,
Profesión
Médica,
3,
p.
Z,
se
des-
taca que "una nutrida Comisión
de
médicos interinos
de
A.P.D.
estuvo días pasados en Madrid,
entregando
al
Sr. Director General
de
Sanidad una razonada instancia" para que los médicos interi-
nos, en virtud
de
sus méritos, pudieran ser incluidos en
el
escalafón
de
APD
sin necesidad
de
tener
que
presentarse y aprobar
la
preceptiva oposición.
En
194z
ya
se
había ordenado crear una comisión
formada por un secretario técnico
de
la
DGS,
el
secretario del Conse¡o General
de
Colegios Oficiales
de
Médicos y
el
jefe
de
la
Sección
de
Médicos
de
APD
de
la
DGS,
y dos representantes del Cuerpo
de
APD,
debido a las dificultades generadas por
la
interinidad. Y
es
que, en ocasiones, los titulares inte-
rinos
se
convertían en los favoritos
de
las familias "pudientes", aquellas
que
acudían mediante las
igualas o a través del
pago
por consulta.
Así,
cuando
el
titular lograba
su
plaza definitiva,
se
encontra-
ba
que
le
era imposible completar los ingresos
como
APD,
puesto que
el
mercado
ya
estaba copado
por
el
interino.
Pues bien; este compañero, lejos de acatar la sanción que le había sido impuesta, valiéndose de
influencias caciquiles, logra que
una
autoridad superior, seguramente mal informada, anule la
sanción,
autorizando
a
este
incomprensivo
compañero
a
continuar
en
el
pueblo
con
sus
igualas84 .
Otras de las cuestiones que
condicionaron
el ejercicio médico
fueron
las
des-
avenencias, cuando
no
conflictos
abiertos,
surgidas
entre
los
titulares
de nuevo
nombramiento
y
aquellos
ya
establecidos
en
los
municipios.
Albert
Pla
Naudi
(zooo:
169-z1z)
narra
una
de estas situaciones. Hacia 1950 el
médico
titular
de
Preixens (Lérida) residía
en
la vecina Agramunt. A Pla N audi le
propusieron
aten-
der
Preixens,
la
localidad
de
su
esposa, como
médico
libre,
por
la
demanda
de
atención
que
había
en
la zona. Pla N audi da
cuenta
de la cadena de conflictos que
hubo
de
resolver
con
el
titular
absentista
en
los
tres
años
en
que
ejerció
como
médico
libre mediante
una
licencia del Colegio de Lérida. Dos décadas más tarde,
Fernando García Garreta decidió
abandonar
el partido cerrado
en
que ejercía
en
La
Rioja y trasladarse a Flix (Tarragona), este abierto.
Al
tomar
posesión de esta nueva
plaza, el jefe provincial de
Sanidad
de Tarragona, Alfredo Bardají, le advirtió que
tendría
problemas
con
dos
compañeros
que ya
ejercían
allí,
un
titular
y el médico
de
empresa
de la Electroquímica de Flix, puesto que monopolizaban las clientelas
locales.
Las razones de estos conflictos que
habían
subsistido
durante
décadas
eran,
sobre
todo, económicas. Muchos partidos médicos vivían
aún
de
una
economía casi
de
subsistencia
y las igualas
eran
inciertas,
aunque
estudios
realizados
en
áreas
concretas
y
estimaciones
del alza
continua
de los salarios de los
médicos
rurales
desde los
años
cuarenta
desdicen
estas estrecheces (Fernández, zo17). Para Polo y
Fiayo (1959: 54)
había
una
competencia
feroz:
"este
lastre
lo lleva la
profesión
desde que nació y se difunde grandemente,
en
términos
dañinos
para
la clase; quizá
sea
más
dañino
para
ésta el excesivo individualismo que
hemos
notado
entre
nues-
tros
profesionales".
Otro
importante
motivo de conflicto procedía del modo
en
el que se proveían
las plazas:
La
Dirección General de Sanidad,
en
su
deseo de arreglar estos asuntos, facilitando la colocación
de todos o de la mayor parte de los médicos que se
encuentran
en
el aire, rodando de pueblo
en
pueblo,
con
familia y casa a cuestas, convoca concurso tras concurso que, desgraciadamente, no
han
dado todo el
rendimiento
que
hubiera
sido de desear [
...
]Ahora
hay unas oposiciones
en
las
84.
Los
pleitos
en
relación con los interinos no se habían resuelto
15
años más tarde. Véase Amérigo
(1960) y la respuesta que se publicó de
un
interino (Salazar, 1960).
88
que se permite la entrada a los interinos,
pero
¿qué se conseguirá con que
entren
algunos
seño-
res más
en
el escalafón, si seguramente se quedaran
sin
plaza, porque
persisten
las demás causas
importantes que
impiden
la provisión? (Martínez, 1944).
En los
partidos
médicos
con
población
dispersa
el médico
tenía
a
su
cargo la
asistencia de varios pueblos, la cabeza de partido y los llamados anejos,
recorriendo
a caballo la distancia que los separaba del lugar de residencia: "todos los
compañe-
ros que
pasan
por
ese calvario
saben
lo que
representa
de
penoso
un
día de lluvia
envuelto
en
un
capote
impermeable
y
teniendo
que
bajar
y
subir
del caballo
tantas
veces como
enfermos
haya
en
la localidad" (Lara, 1945,
53-54)
85
. Así,
por
ejemplo,
según el médico del partido de Mirabueno (Guadalajara),
en
los años cuarenta este:
"constaba de seis pueblos y
durante
los ocho años que estuve tuve que
recorrerlos
en
bicicleta.
[
...
]
me
presenté
[en
1948]
a
otro
concurso
y
conseguí
el
de
Canredondo,
con
seis anejos más otro pueblecito vecino del cual estaba
separado
por el Tajo y se llegaba a él
en
un
cajón que se deslizaba
por
un
cable [ ...
]"
86
.
Una vez llegados al domicilio, las condiciones de la visita
dependían
del
con
-
texto social y cultural de los demandantes. En Vic (Osona, Barcelona),
en
un
entor-
no
de clase media:
La
visita medica seguía
uns
rituals típics,
i,
més o menys, era el que feien tots. Després de
saludar
a
la
persona que els rebia, passaven a la cambra del o de la malalta, on s 'asseia en
una
cadira al costat del
llit, a la vora del capral (d 'aquí
ve
el
nom
de metge
de
cap¡:aTera). Aleshores
feia
una
exploració del
malalt al qual
anava
observant
el
seu aspecte, inclosa la seva olortot
fent-li
les preguntes adients
[.
..
].
Després, especialment si el cas era greu, feien passar al metge a
una
altra
pe¡:a,
per poder parlar
lliurament
de
la situació real del malalt.
Com
és
lógic,
el
que mes interessava a la f
amília
era
el
pronós-
tic, i si aquest era pessimista, aleshores
es
plantejava
la
conveniencia d
'una
consulta
per coneixer
l'opinió
d'un
altre metge (Altés i Pineda,
4005:
459-460).
El contexto de la visita,
sin
embargo, era muy
diferente
en
los
partidos
rurales,
en los que
imperaba
otro tipo de lógica frente al padecimiento:
En
todas las cabeceras de los
enfermos
graves había
siempre
en
su
mesilla y
en
el tablero de la
cama
una
serie de estampas de vírgenes, cristos y santos milagrosos que
intercedían
y protegían
85.
Esta dificultad daba pie para subrayar,
una
vez más, la figura heroica del médico rural:
" [ ... ]
una
noche
en
que el agua caía abundante y persistente y el frío hacía
sentir
sus efectos sobre el
cuerpo aterido y mojado
[.
.. ] el último enfermo
por
visitar,
en
un
anejo distante
[.
.. ] hice la visita a
la ligera, aplazando para el siguiente día el reconocimiento detallado del enfermo
-un
niño
de ocho
o diez meses
aproximadamente-.
Cuando estaba ya subido al caballo [ ... ] surgió la pregunta fatídica.
-¿Tendrá
mi
niño pulmonía?
[ ..
.J
Entré de nuevo[. .. ], efectivamente, el niño padecía una bronco-neumonía" (Lara, 1945, 53-54).
86. "¿ Qué ocurre con la medicina rural?",
1971,
Doctor. Política Profesional, 6~, p. 74.
al
enfermo
durante
su
grave
enfermedad.
Y
siempre
aparecía
algún
pariente
o
vecina
que
le
traían
una
nueva postal de
un
nuevo
santo
que
había
hecho
no
sé cuántos milagros
en
pacientes
"incurables".
Un
buen
barómetro
de la fe
en
el médico de
marras
era
la cifra de estampas. Si no
veían
claro la
pericia
sanadora
de médico, las
estampas
aumentaban
al
mismo
ritmo
que
dismi-
nuía
la fe
en
la ciencia
del
galeno de
turno
(Chamorro, ~oo~:
46)
87
.
De
gran
relevancia
para
el ejercicio fue la disponibilidad a la que estaban
suje-
tos los titulares
en
partidos
con
un
solo médico, puesto que
debían
asegurar
aten
-
ción
permanente
~4
horas, los 7 días de la
semana
88
:
Los
médicos
atienden
a los
enfermos
cuando los solicitan y
según
costumbres
establecidas
por
la
necesidad,
pero
como
quiera
que
las
necesidades
sociales
van
modificando
lo
mismo
traba
-
jo
que
costumbres,
la
ley
existente
se
ha
estancado,
cuando
debiera
de
ponerse
a
tono
con
aquellas
necesidades.
Verdaderamente
puede
decirse
que
padecemos
de
algún
letargo
de
la
Sanidad
Nacional
y,
desde
luego,
con
la
falta
de
médicos,
para
lo
mucho
que
hay
que
hacer
frente
a
una
población
no
del todo
defendida
como
desea
la
Seguridad
Social (Polo y Fiayo,
1959: 47)39•
En
los partidos
pequeños
el acceso a la vivienda y
poder
disponer
de
un
espa-
cio
para
pasar
consulta podía
resultar
problemático. Los médicos jóvenes y solteros
solían
alquilar
una
habitación
y el servicio
90
; los ya casados
necesitaban
otro
tipo
de alojamiento. José Alberto Palanca
(i
963:
~~5-
~~7)
conocía la compleja casuísti -
ca local,
por
lo que desaconsejó
al
ministro
de la Gobernación que la ley de sanidad
de 1944 incorporase la construcción de casas
para
médicos rurales uniformizadas,
porque
sabía de la dificultad de llevarla a cabo y de las diversas necesidades de los
titulares, como los que
tenían
familia numerosa.
Los titulares
atendían
a pacientes de todas las clases sociales. P,,racticaban
una
medicina
liberal
que
en
nada
parecía
a la que
más
tarde
se
nos
ha
ido
imponiendo
a los médicos
por
las
diferentes
administraciones
que
han
ido
viniendo.
Prácticamente
eran
todos
pacientes
privados a los que
cobrabas
por
visitas o consulta.
La
Seguridad Social comenzaba sus
primeras
andaduras
[
...
].Yo
solamente
tenía
100 o ciento y pico cartillas
correspondientes
a los
mineros
existentes
en
el pueblo. El
resto
de la
población
eran
agricultores que
en
su
inmensa
mayoría no
87.
Lisón
(1971:
36-50) describe aproximadamente
lo
mismo
enla
zona
oeste
de
Ourense en los sesenta.
88.
En
los setenta hubo propuestas para establecer turnos
de
guardia
como
la
de
la
que
se
hizo
en comar-
ca
de
Amposta:
"Reglamentación para
la
instauración
de
un servicio médico
de
guardia en días festivos"
(1971),
Boletín
del
Colegio
Oficial
de
Médicos
de
Tarragona,
17,
pp.
10-11.
Finalmente,
se
reglamentaron en
197~:
Orden
de
zo
de
mayo
de
197z
por
la
que
se
faculta a
los
Gobernadores civiles para establecer,
en
el
medio rural, turnos
de
médicos
de
guardia en días festivos
(BOE
de
7
de
junio
de
197z).
89.
El
énfasis en
el
original.
90.
Véase
el
ya
citado relato
de
Zapatero (zo14) referido a los años veinte.
tenían seguro
ni
iguala alguna,
por
lo
que
podían
llamar
al
médico
que
les
viniese
en
gana
[. .. ]
(Chamorro, ~oo~: 39).
Sin embargo, el médico
había
de
estar
atento a las
posibilidades
económicas
de
sus clientes:
[ ...
]los
médicos titulares y
en
general todos los que trabajan
en
el medio rural, no
se
atreven a tales
asaltos al bolsillo de sus enfermos, aunque
comprendan
que la supervalía
también
les alcanza de la
misma
manera
que a los
demás[
...
] la
pobre
gente del pueblo
preferirá
morirse
antes que aflojar la
bolsa para pagar
en
términos
adecuados a los tiempos (Polo y Fiayo, 1959:
79-80).
También
debían
reconocer las deficiencias de
su
propio
saber.
En
muchos de
los
documentos
manejados
se
reconocen
las
limitaciones
del
joven
que llega al
pueblo,
sin
experiencia.
Suelen
contar,
pues
los
recuerdan
bien,
sus
primeros
casos complejos (García Carreta, Naudi, Chamorro). Como
en
los
partidos
cerra-
dos la
rotación
de
médicos
jóvenes
era
elevada,
puede
comprenderse
que,
en
muchas localidades, los
médicos
no
fuesen
bien
valorados
91
.
La
descripción
de
casos clínicos
en
las fuentes utilizadas, inscritos
en
contextos específicos
-aunque
bastantes
puedan
considerarse
excepcionales-
tienen
un
considerable valor
etno-
gráfico. Sin embargo, no
suelen
corresponder
a los
padecimientos
más corrientes,
sino a aquellos casos
en
que los médicos se
vieron
más implicados emocionalmente
y
hubieron
de resolver
con
una
enorme
penuria
de medios.
En cuanto a las, llamemos, peculiaridades de la práctica de algunos médicos,
eran el fruto de
la
permanencia
durante
muchos
años
en
el
mismo
pueblo y el
conocimiento
de las
costumbres,
hábitos y
formas
de
desarrollar
su
vida
nuestros
clientes,
nos
permite
el lujo
de
hacer
algún
diagnóstico a distancia y evitarnos al
mismo
tiempo
la molestia de la salida a deshora. Recuerdo
que
una
mañana
muy
temprano
-las
seis
aproximadamente-
oí la
alarmante
llamada "levántese
Vd.
corriendo
que
a
mi
madre
le
ha
dado
una
cosa".
-Oye
Joselito [
...
]vuelve
a
tu
casa y si cuando llegues
no
se
le
ha
quitado a
tu
madre
lo
que
tiene,
vienes
otra
vez y
me
iré
contigo y
si
no, cuando yo salga a la visita
me
llegaré. No volvió
yyo
me gané las
tres
horas
de
sueño
(Lara, 1945:
93-94).
91.
Polo
y
Fiayo
(1959:
99) indica
que
los titulares eran "un cuerpo profesional que siempre
se
ha mira-
do
despectivamente, siempre
que
hubo ocasión
de
mortificarla restándole todos sus méritos y
tomarlo
como
de
ínfima categoría científica y social; todos olvidaban sus sacrificios, aunque sólo
fuera por vivir en
el
medio áspero en que circunstancias especiales les obligaron a aceptar; y si
se
quiere seguir desestimando en esa forma
al
cuerpo
más
heroico
de
la
Sanidad, todo sea por
Dios,
pero
en tal
caso
siempre será incongruente
que
para un
cargo
mínimo
de
bracero sanitario, un señor
médico
no
pueda colocarse automáticamente en un mísero pueblecillo del
agro
español y necesite
una imponente oposición para lograrlo".
91
Desde
su
prisma
de luchador contra las costumbres de la población, Lara con-
sideraba
inútiles las reiteradas demandas. Su conocimiento de las relaciones socia-
les y familiares le lleva a afear lo que valoraba como errores populares:
Sabido
[sic]
es
la
influencia
que
ejerce
sobre
todos
los
miembros
de
una
familia
la
abuela,
desde
luego
la
materna,
porque
la
otra
-la
verdadera
suegra-,
queda
eliminada
automáticamente.
No
importa
que
su
inteligencia
sea
escasa,
ni
su
educación
deficiente,
ni
nula
su
cultura;
la
"espe-
riencia"
[sic]
de
los
años,
si
esta
reforzada
por
el
dinero
más
el
respeto
que
tiene
la
hija
hacia
su
madre
y
el
que
le
hace
sentir al
marido,
la
colocan
en
inmejorables
condiciones
para
fiscalizar
todos
los
actos
de
la
casa
y
dirigir
la
crianza
del
nieto[
...
]
que
tiene
que
sufrir
los
que
se
derivan
de
la
ignorancia
y
los
prejuicios
de
ese
elemento
autoritario
de
la
familia.
Ella
es
la
culpable
de
que
no
acuda
la
hija
a
la
consulta
de
las
embarazadas
en
los
centros
maternales
o a
la
particular
del
médico
del
Seguro
de
Maternidad
(Lara, 1945,
64).
4.2. lA
IRRUPCIÓN
DEL
SEGURO
OBLIGATORIO
DE
ENFERMEDAD
El dispositivo asistencial del
SOE
que se esbozó
en
1944 (De la Quintana y Espinosa,
1944) solo estaba implantado muy parcialmente
15
años después. Fue
un
proyecto
ambicioso de estatalización asistencial al margen de la beneficencia provincial y local
y de la
DGS.
La
teoría se basaba
en
delimitar dispositivos que asegurasen la asistencia
a sectores administrativos de
100.000
habitantes, aun reconociendo la diversidad
de
situaciones
-"urbano
y rural, población diseminada o
concentrada"-.
Se
pretendía
delimitar las relaciones "con el resto de la población que caiga fuera de la órbita del
Seguro" (De la Quintana y Espinosa, 1944: 7), lo que significaba dejar fuera al "agro
español". Se estimó que,
en
1960,
un
60%
de la población estaría protegida
por
el
SOE
(en
realidad apenas sobrepasó el
40%)
92
,
un
l'.4%
quedaría a cargo de la benefi-
cencia y, el resto,
un
'.48%,
"recibiría
libremente
su
asistenba"
(De la
Quintana
y
Espinosa, 1944: 8).
El
proyecto, que se ocupa
fundamentalmente
de instalaciones
sanitarias
93
, definía tres niveles de atención: domiciliario, ambulatorio
en
dispensa-
rios o policlínicas y
en
hospitales.
La
asistencia domiciliaria la asegurarían médicos
generales a cargo de
un
máximo de
500
familias94 ,
con
un
promedio de
seis
a siete
asistencias diarias (De la Quintana y Espinosa, 1944: 45).
9~-
Pons y Vilar (~014:
q7).
93.
Se
proponía la construcción de "clínicas rurales" de menos de 50 camas
en
núcleos urbanos de más
de ~o.ooo habitantes que debían "ocupar
un
lugar estratégico
en
relación con las vías de comunica-
ción'" y "Dispensarios-Policlínicas de tipo rural", también situados en los núcleos de población más
importantes bien comunicados que tendrían una población de referencia de 100.000 habitantes,
el
doble que los "Dispensarios-Policlínicas de tipo urbano" (De la Quintana y Espinosa, 1944, 44-45).
94.
Tal
y como había establecido el Decreto, de u de noviembre de 1943,
por
el que se aprueba
el
Reglamento para la aplicación de la
Ley
del Seguro de Enfermedad. Artículo
u8
(BOE
de
~8
de
noviembre de 1943).
Dentro de los médicos generales se
encontraban
los titulares (INP, 1947:
'.47),
que tal y como recogió la ley de
creación
del SOE95
habían
tenido
prioridad
-no
exenta de críticas
96
-
para
incorporarse
a él, aunque la integración automática solo
se produjo, como ya se
ha
dicho,
en
1947.
La
preeminencia
para
integrarse
en
el
SOE,
junto
con
los
médicos
que
pertenecían
a
entidades
privadas
que
hubiesen
practicado el seguro de
enfermedad
antes
del golpe de estado, fue
defendida
por
Criado del
Rey
97
.
Al
tiempo que alababa al
ministro
de Trabajo,
Girón
de Velasco
98
,
le
atribuía
haber
dado
"[
... ] al
médico
de
Asistencia
Pública
Domiciliaria
una
clientela privada, que ya no
puede
ser
manejada
por
los caciques, la clientela del
Seguro de Enfermedad, que
para
el médico de Asistencia Pública
tiene
que
ser,
de
porvida, el símbolo de la
redención
de
su
economía,
y,
sobre
todo, de
su
dignidad"
(Criado del
Rey,
1947:
'.41).
Convertir a los titulares
en
médicos del
SOE
era
una
solución
barata,
puesto
que el
número
de asegurados
rurales
era
muy bajo. Pero la
incorporación
de
los
APD
al
SOE
no fue
bien
recibida y estuvo plagada de
problemas,
tal y como
mues-
tran
abundantemente
las páginas de Profesión Médica. Aunque los médicos de APD
manifestaran al
ministro
de Trabajo
su
"obediencia
y
disciplina
absoluta
para
la
implantación y cumplimiento" del
SOE
(Hernández, 1945), no
perdieron
oportu-
nidad
para
expresar
su
descontento:
El
Seguro
quiere
hacer
del
médico
a
su
servicio
un
burócrata
más;
le
recarga
(es
indudable)
de
partes
y
de
hojas
a
llenar.
[
...
]Todo
esto
entorpece
mucho
la
labor
del
médico,
le
quita
tiempo
para
estudiar,
para
leer,
para
ver
enfermos
y
para
explorarlos
debidamente.
[. ..
]y
al
propio
tiempo
estudiando
también
un
posible
aumento
de
cuota
a
percibir,
por-
que
cuatro
pesetas
por
familia
asegurada
cubren
necesidades
allá
donde
es
grande
el
número
de
asegurados,
las
500
familias
propugnadas.
¿Pero
y allí
donde
no
hay
este
número
de
familias
o
95.
Disposición transitoria primera de la
Ley
de
14
de diciembre de
194~
por
la que se crea el seguro
obligatorio de enfermedad
(BOE
de
~7
de diciembre de 194~).
96. "Los médicos de A.P.D. defienden su posición privilegiada
en
que de repente se les situó, y para
convencer de que
lo
merecen, de que tienen más derecho y preferencia sobre los demás esgrimen el
argumento de que ellos han demostrado su capacidad acudiendo a una oposición. Este argumento
sería aun poco admisible si cuando se puso
en
marcha el Seguro todos los médicos titulares existentes
en
España
lo
fuesen por oposición, pero
tendrán
que reconocer que una gran parte no
lo
son
por
este
sistema;
lo
son porque se les nombró hace
ya
tiempo por
el
procedimiento que fuese, aunque no
por
oposición; más tarde se les respetó este nombramiento, se les incluyó
en
el escalafón y
en
él se
encuentran. Pero para aquellos que están comprendidos
en
el
primer
caso hay que hacerles ver que
el
Seguro de Enfermedad no se hizo sólo para los de Asistencia Pública Domiciliaria, y el que obtu-
vieran una plaza no les da derecho exclusivo
ni
es patente de corso para los de Asistencia Pública
Domiciliaria y el que obtuvieran una plaza no les da derecho exclusivo
ni
es patente de solvencia
científica sobre los demás" (Castillo, 1945).
97.
Sebastián Criado del
Rey,
abogado vallisoletano, era el director de la Caja Nacional del Seguro de
Enfermedad.
98. José Antonio Girón de Velasco, falangista, fue Ministro de Trabajo entre
1941
y
1957.
Fue el respon-
sable de la puesta
en
marcha del
SO
E.
donde
hay
pocos
habitantes
y
consecuentemente
pocos asegurados?
Entonces,
si
antes
de
la
puesta
en
marcha
del Seguro la iguala a
percibir
por
el médico era más alta que la de cuatro
pese-
tas
mensuales[.
.. ] la totalidad de ingresos lógicamente
ha
disminuido,
ha
mermado
globalmen-
te
considerada
(Rodríguez, 1945).
No
todos los médicos se
mostraron
reacios al
SO
E.
Manuel Castillo, médico de
Burriana
(Castellón), indicaba que,
frente
a las
5.000
pesetas del sueldo anual de
una
plaza de
titular
de 1 ª categoría anuales, las
48
pesetas anuales
por
cartilla,
con
500
cartillas,
suponían
~4.000
pesetas, más de lo que cobraba
entonces
un
cate-
drático de
universidad
de
3ª
categoría. Para evitar esta desigualdad
en
la
distribu-
ción
de
rentas
y los
distintos
modos de acceder a médico del SOE, Castillo sugería
un
cupo máximo de
~50-300,
lo que
permitiría
atender
"mejor
a los enfermos, no
habría
tantos
partes
que redactar y
menos
recetas que
llenar
y los que se
quejan
por
esto
dispondrían
de
más
tiempo
libre",
además
de
llevar "paz y
unión"
entre
los
compañeros
de
profesión
(Castillo, 1945).
Por
tanto,
el
sistema
de
remuneración
del SOE,
podía
resultar
positivo
para
los titulares,
porque
el cupo
incrementaba
el sueldo, tal y como veremos que ocu-
rrió, de
manera
muy notable, ya
en
las
postrimerías
del franquismo.
Al
empezar
su
andadura
el SOE, los médicos
observaron
cambios
en
la
con-
ducta de los asegurados. Antes de
su
puesta
en
marcha, aunque sus condiciones de
trabajo
fuesen
malas, el
titular
era
un
notable local, alguien, pero se
quejaron
de que
con
la
implantación
del SOE se les
había
perdido
el respeto y la confianza. Ni los
titulares más adeptos al
régimen
ni
los que lo
eran
menos
cuestionaban las ventajas
del SOE,
pero
les costaba
comprender
los cambios de
actitud
de
los
ciudadanos
hacia ellos y la pérdida,
en
buena
medida, de
su
autoridad:
Pues
por
parte
del
enfermo
o familia,
creer
que
porque
está
en
el Segur¿
tiene
derecho a la visita
a
todas
horas
y
cuando
él
quiera,
porque
como
nada
le
cuestan
las
medicinas,
va a
pedir
hasta
bocadillos
de
jamón
y,
si
andando
el
tiempo,
muchos
señores
asegurados
que
si
bien
tienen
grandes
virtudes,
también
tienen
grandes defectos y
en
más o
menos
en
ellos sigue escondido el
odio al
señor
médico (que ellos
llaman
señorito),
llueven las quejas
por
si
no
se les asistió bien,
porque
es
triste
ver
morir
a
un
familiar[
...
]99 .
Los médicos
percibieron
profundos cambios que estaban modificando el
sis-
tema
rol-estatus
sobre
el que se había asentado,
durante
decenios, la relación
entre
el paciente,
su
red
social y el médico apóstol de la ciencia. Aunque
en
el ámbito rural
tal
mudanza
quedó
atemperada
en
un
primer
momento
por
la baja
afiliación
al
99. "Chácharas de
un
médico rural. Sueños de
una
noche de enero" (1946).
Profesión
Médica,
58, p.
3.
94
SOE,
los médicos
fueron
constatando que los
enfermos
y
su
entorno
ya no
podían
ser considerados como actores pasivos, tal y como asumía el modelo de apostolado.
Se
habían
tornado
en
defensores de sus derechos, fruto del
poder
que les asignaba
la pertenencia obligatoria al Seguro
con
la que el franquismo
pretendió
legitimar-
se.
La
perplejidad
e
incomodidad
de los titulares fue
en
aumento,
según
crecía el
número de asegurados
y,
con ellos, las exigencias:
En tanto que la asistencia pública
ha
sido
puramente
liberal y cada médico
ha
hecho
y deshecho
lo
que
buenamente
le parecía, situación que la costumbre
nos
hizo
estimar
como
buena,
una
vez
que aquella
libertad
va desapareciendo,
porque
lo exige el Seguro de
Enfermedad
en
términos
parcial hoy y
totalmente
mañana,
que
razonablemente
habrá
de
crear
unas
normas
que
han
de
ser obligatorias, aunque
sean
opuestas a
nuestras
clásicas costumbres, no
sería
indiscreto
que se
fuera
pensando
en
estudiar
algún Código del Trabajo Médico, que
en
el
medio
rural
podría
ser
de
tolerancia,
de
acuerdo
con
los
jefes
del
Seguro
y
en
relación
con
la
población
asegurada.
Repercutiría
favorablemente
en
las
relaciones
médico-enfermo,
necesario
para
que
hubiera
sensatez
en
ellas (Polo y Fiayo, 1959, 3~).
La
situación
había
cambiado
significativamente.
Palanca,
un
observador
bien
informado,
afirmaba
que
en
1940
-podía
haber
dicho
en
1944-
era
impo-
sible
anticipar
los
cambios
que la
profesión
médica
iba
a
sufrir
a lo largo de la
década, al igual que
en
esa fecha
era
imposible
predecir
las
mutaciones
que
ocu -
rrirían
en
los
futuros
diez
años;
y se
preguntaba:
"¿Vana
seguir
los
médicos
de
A.
P.
D.
dentro
de
su
marco de
organización
actual
no
variando
ni
en
estructura,
ni
en
funcionamiento
ni
en
número?
[ ... ] el día
en
que
los
obreros
eventuales
figuren como
beneficiarios
del Seguro, los
padrones
y listas
de
beneficencia
van
a
ser
reducidísimos
y de cada cinco
médicos
de
A.
P.
D.
van
a
sobrar
casi
cuatro".
También los
hospitales
de
beneficencia
quedarían
arrinconados"[
...
]
cuando
las
residencias
sanitarias
que
se
están
construyendo
entren
en
servicio
[
...
] "
(Palanca, 1951: 1~).
Además,
la mayor
accesibilidad
a
especialistas,
laboratorios,
servicios
de
radiología e
instituciones
asistenciales se valoró como
una
merma
del modelo de
asistencia rural:
Lo
que
parece
se
está
iniciando,
ante
la
existencia
de
tantos
especialistas,
es el divorcio del
enfermo
con
el médico general, al que quiere quitar su crédito y no desea ya buscarlo
ni
contarle
sus cuitas,
quiere
saltar
por
encima
de él y
marchar
junto
al especialista,
sin
comprender
que eso
sería como
tomar
el
tren
sin
sacar
el
billete
que
indica
adonde
se
quiere
ir, como el
médico
general sabe
con
más suficiencia que el
enfermo
al especialista que debe
acudir
en
primer
lugar
(Polo y Fiayo, 1959, 43).
95
Chamorro
(~oo~: 119), décadas
después,
jubilado
en
la ciudad de Zaragoz
consideraba
que
uno
de los mayores
errores
de la
Administración
fue
eliminar
la figura del médico de cabecera
que
era
una
institución, pararrayos y parapeto de todas las dolencias y vicisitudes
de
la
socieda
Lo
sustituyeron
por
el
médico
de
zona, el
médico
general, que
sonaba
a
más
moderno.
Pero
este
señor,
a este
ente,
lo
habían
transformado
en
un
funcionario
más
del
engranaje
sanitari
oficial, cuya
misión
principal
era
transcribir
recetas de otros y
expender
volantes a los
mil
y u
servicios de la Seguridad Social. Se le convirtió
en
un
engranaje
intermedio
entre
el celador de
la
portería
de
entrada
y los demás Servicios.
La
narración
de Chamorro es idealizada y evoca
un
médico que
nunca
existió.
Su relato, como el
posterior
de García Garreta
-ambos
terminaron
su
vida profe-
sional
en
ciudades
grandes
tras
su
paso
por
la
medicina
rural-,
tiene
una
mirada
nostálgica de
un
pasado que no conocieron, puesto que se
incorporaron
a la medi-
cina
rural
después de la creación del SOE.
Es
cierto
que el
desprestigio
del
médico
de cabecera, a
pesar
de la retórica
sobre
su
utilidad, se
confirmaría
con
creces
en
las décadas
posteriores,
así como
los cambios
en
el estatus de los profesionales, valorados,
una
vez
más,
en
clave del
imaginario perdido. Hoy día,
por
razones solo parcialmente diferentes, se
ha
seña-
lado
que
tal
desprestigio
también
afecta al
especialista
en
Medicina
Familiar
y
Comunitaria (Gervas
et
al., ~007).
La
mayor disponibilidad de recursos hizo que la
demanda
asistencial
aumen-
tase de
forma
significativa y que,
según
los médicos,
fuesen
menos
tolerados
los
fracasos
en
la curación de las enfermedades. Polo y Fiayó lo vincula a
un
cambio en
la experiencia del
enfermar
basado
en
el aumento de las expectativas generadas
por
el SOE y el uso de los antibióticos1
ºº,
Creemos que este organismo
ha
hecho más
patente
el derecho a la salud, el
temor
a las
enferme-
dades
largas y el deseo
incontenible
de
curar
pronto
cualquier
afección,
tenga
o
no
gravedad
[.
••
] • Es preciso que haya
una
penicilina
distinta
para
cada enfermedad; no basta que ésta siga
un
curso favorable, como nos
indica
la
práctica, y que haya médicos vigilantes a todas horas, lo que
se desea
simplemente
es que el
enfermo
cure rápidamente. Todo el
mundo
cree que estamos
ya
en
la
era
de las curaciones rápidas; que no hay más que exigirlas
para
tenerlas, y si el médico no
lo consigue es
un
inepto
o
un
equivocado (Polo y Fiayo, 1959: 35).
100.
Sobre
el
conocimiento
de
la
existencia
de
la
penicilina y los avatares
de
su
circulación en España
véase Santesmases (,:;:018).
En fecha
tan
temprana
como 1950
un
editorial de Profesión Médica, "Lo que el
. t se llevó" escrito como si se relatase algo que "[. .. ]razonaba a
su
joven ayu-
Vlen
o ' .
;dante cierto médico viejo,
esperando
sentado
_en
su consul:a pa~1cular que entr~~e
algún
cliente[
...
]",
mostraba
inquietud
por
la
supervivencia
de
la
profes10n
;ro.édica:
·Malos
tiempos
para
los
médicos
y
buenos
para
los
enfermos!
Los
hombres
de
ciencia
Y los
J
"'l
gos se
dan
mucha
prisa
por
acabar
con
las
enfermedades
y
con
las
injusticias
humanas.
socIO
o
Las
sulfamidas y los
antibióticos
han
barrido
materialmente
capítulos
importantísimos
de
la
Patología. A este paso nos quedaremos
pronto
sin
tíficos,
sin
tuberculosos y
sin
conecrosos [sic];
en fin,
sin
ejercicio profesional. Las reformas sociales, a
su
vez, colaboran
con
los investigadores
para dejarnos
en
mitad de la calle. .
Los
Estados Unidos que
entienden
la sanidad como todo, a lo grande,
han
votado cantidades
astronómicas
para
el estudio de los
últimos
productos
terapéuticos (Cortisona y A.C.T.H
.)
que
apuntan la solución de los reumatismos y de la alergia. Casi, amigos, lo único que nos quedaba
_L
•
_.]
Esto se acaba. y
habrá
que
ir
pensando
seriamente
que
en
una
sociedad civilizada y soc1ah-
zada,
los médicos
resultan
algo superfluo, a no
ser
que a falta de
enfermos
que
curar
se
transfor-
men a
su
vez,
en
profilácticos (Noguera, 1950).
Noguera no tuvo razón. Ni
desaparecieron
los
médicos
ni
las
enfermedades
infecciosas
-aunque
sí
disminuyeron-
ni
la alergia
ni
la Salud Pública atrajo a la
mayoría de
los
médicos.
Pero
queden
sus
palabras
como
respuesta
reacciona
-
ria a las transformaciones de la práctica médica, a los cambios sociales y a la evolu -
ción del
patrón
epidemiológico que se estaba produciendo a inicios de los
cincuen
-
ta101_
El
cambio fue más
pronunciado
cuando sectores cada vez más significativos
de
los trabajadores agropecuarios
fueron
teniendo
acceso a los servicios sanitarios
en condiciones similares a los dedicados a otras actividades económicas.
5.
LA
MEDICINA
RURAL
DURANTE
EL
SEGUNDO
FRANQUISMO
(1959-1
975)
s.1.lAMEDICINARURALAlASPUERTASDELDESARROLLISMO
Como señalamos
con
anterioridad,
en
1960 el
SOE
atendía
a
un
40%
de la
pobla-
ción (Pons y Vilar, ~104: 1~7). Su
prodigalidad
era
ya decisiva
para
el
proceso
de
medicalización del Estado,
puesto
que
había
facilitado
el
acceso a
la
atención,
101.
Al
respecto
véase
Pérez
Moreda, Rehery
Sanz
(,:;:015).
97
incorporado progresivamente nuevos medios diagnósticos y terapéuticos y
promo-
vía
una
nueva
imagen
del hospital mediante la construcción de residencias provin-
ciales
(Comelles,
~004;
Comelles,
Alegre y Barceló, ~017;
Vilar-Rodríguez
y
Pons-Pons,
~018a). Según afirmaba
en
1964 el médico de Corte de Peleas (Badajoz),
Miguel de Diego Capote, "los servicios del S.O.E.
en
Badajoz, ha de reconocerse que
funcionan
muy bien,
tan
bien
que muchos
enfermos
se familiarizan
con
la
residen-
cia del seguro hasta el
punto
de no
querer
salir de ella y de buscar cualquier pretex-
to
para
visitarla de nuevo" (De Lera, 1966: 48).
La
oposición médica al sistema sanitario,
sin
embargo, se mantenía. Los
pro-
blemas provenían,
por
una
parte, del mal uso
por
parte de los asegurados: "es obvio
que
su
falta de
preparación
ha
llevado
tras
sí
una
estela de abusos y de irrespetuosi-
dades
de
todos
sobradamente
conocidas que
representan
ni
más
ni
menos
que la
falta de
reconocimiento
a la
institución
que los protege y la explotación a ultranza
de la clase médica" (Mussons, 1961: ~).
Por
otra, de la
inseguridad
laboral de los
médicos y del modo
en
el que había que
ejercer
la medicina:
Nadie está tranquilo y el ejercicio de
nuestra
profesión se
ha
ido transformando
en
una
auténtica
rutina
sin
estímulo de
ninguna
clase. Nos
hemos
transformado
en
funcionarios
por
no
decir
asalariados, que nadie conoce, pues
ni
los
propios
pacientes se molestan
gran
cosa
por
distin-
guirnos
con
nuestros
nombres,
y así, cuando les duele cualquier lugar,
buscan
al médico de tal
cosa o al especialista de tal otra
y,
así, despersonalizados, vamos prodigando
una
medicina
muy
particular (Mussons, 1961,
~).
El mismo
autor
pone
de relieve el
problema
que supuso
transitar
de
un
mode-
lo basado
en
la beneficencia y
en
la medicina liberal, tantó pública como privada, a
otro
colectivizado, que fue
aumentando
su
cobertura
poblacional:
"El Seguro
Obligatorio se implantó
en
España
sin
preparación
previa de los que
debían
recibir
sus
beneficios y de los que
debían
prodigarlos, es decir, que
ni
los asegurados
ni
los
médicos
estaban
en
condiciones
óptimas de
comprender
las nuevas rutas
por
las
que debía
transcurrir
en
lo sucesivo la asistencia médica" (Mussons, 1961: ~).
La
alarma
cundió todavía más
entre
los médicos cuando la
Administración
empezó a
discutir
la
extensión
del
aseguramiento
a los
trabajadores
agrícolas. El
médico
rural
Joaquín Catalán (1956) expresaba
su
temor:
El
Seguro de
Enfermedad[
...
]
es
justo. Como quiera que los trabajadores agrícolas
son
tan
eco-
nómicamente
débiles o más que los de la industria,
su
extensión a esta
parte
de la población es
necesaria.
[.
.. ] Los médicos
[.
.. ] la apoyaremos
[.
.. ] .
Mas antes de implantarse debe estudiarse y meditarse [
...
] el alcance de tal medida.
No
es
justo que
para
aliviar a unos se perjudique a otros
-los
médicos-[
.. .].
Si
tal como
están
ahora
las igualas hay médicos
económicamente
muy débiles, ¿
qué
sería
si se extiende el S.O.E. y los
honorarios
no se elevan? Pues que el
número
de
médicos
econó-
Jllicamente
débiles
aumentará.
[. .. ]
habrá
quienes
tengan
que
abandonar
la
plaza
que
desempeñan.
Su estimación le lleva a
concluir:"
¿Puede vivir
un
médico
con
estos ingresos?
Todos
estarán
conformes
con
que no es posible
subsistir".
No se
puede
saber
qué
ganancias
consideraba
Catalán suficientes,
pero
es obvio que
temían
una
pérdida
de
estatus 1°2.
En
enero
de 1959 el
ministro
de Trabajo anunció la creación de la Mutualidad
de
Previsión Agraria.
Se
estimaba que ingresarían
en
ella
entre
tres
y cuatro
millo-
nes de nuevos beneficiarios, trabajadores agrarios. El Ministerio no abordó
ni
sus
costos
ni
su
financiación,
por
lo que
su
puesta
en
marcha
estuvo plagada de obstá-
culos (Vilary Pons, ~018b).
Los Colegios de Médicos se
opusieron
a la extensión del SOE a los trabajadores
agrícolas si no revisaban sueldos y
remuneraciones
para
compensar
la
reducción
de
las igualas. José Ramón Reparaz,
presidente
del Colegio de Médicos de Vizcaya y
representante
de los
titulares,
expresaba
sus
temores
ante
la
ampliación
de
la
cobertura sanitaria: "Hay
una
diferencia
entre
la Medicina Social y la socializada. Y
ello hay que discriminarlo bien,
para
no
restar
eficacia y
humanidad
a la asistencia,
para no despersonalizarla al
convertirnos
en
unos
funcionarios
más,
sin
alma
ni
ideal"1º3. Respondía a las manifestaciones del falangista Labadie
Otermín,
presi-
dente del Instituto Nacional de Previsión: "Convénzanse.
La
Medicina individual
no puede subsistir"104 .
La
alternativa
propuesta
desde
Vizcaya fue
un
Reglamento
Nacional
de
la
"Iguala Médica" (Noguera, 196ob)1º5. Enrique Noguera,
redactor
jefe de Profesión
Médica, se decantaba
por
los igualatorios médicos106 ,
para
superar
10~.
La
valoración realizada
por
otras fuentes,
aún
sin
datación concreta, al menos
en
ciertos territorios
como la provincia de Ourense, es muy diferente: "En compensación
do
agre
sacrificio da liberdade, a
economía
do
médico rural é das máis saneadas
do
lugar. Permitíanlle vivir sen estreitezas e facer moderados
investimentos. Normalmente dispuña
dunha
casa céntrica no municipio ou piso de dimensións xenerosas,
ademais de propiedades adquiridas ou herdadas e
unha
certa tendencia a posuír
unha
segunda vwen,da
na
capital ou en zona
de
veraneo. Em ocasións investía tamén no campo, en cultwos, viñas ou
gandana
que
traballaba por canta allea, aínda que ás
veces
el
mesmo tiña como afección ou segundo oficio o de labrados
ougandeiro"(Fernández,~017,~8-~9). .
,,
.,
, . ,
103.
"El semipleno colegial extraordinario reunido
en
Bilbao , 1960. Profeswn Medica, 575,
1.
Vease
tam-
bién
Reparaz (1960: 1-~).
104. Ibídem. .
,,
, .
,,
. ,
105.
Colegio Provincia de Vizcaya. Proyecto. Reglamento Nac10nal de la Iguala Medica , 1960, Profeswn
Médica, 565,
1.
.
106.
El
modelo era el Igualatorio Quirúrgico y de Especialidades, puesto
en
marcha
en
1934,
precisamen-
te
en
Bilbao.
99
[. .. ] los
errores
denunciados
por
los médicos, con verdadera visión, experiencia y desinterés, se
hace imprescindible la revisión nacional de las cartillas de beneficiarios para desplazar a los que
gravitan indebidamente sobre el gasto; la supresión del fraude
en
las aplicaciones, altas, bajas, cam-
bios y subsidios; la participación porcentual del asegurado
en
el gasto de farmacia; los cupos
míni-
mos, etc.
Yun
criterio realizado valientemente, tajantemente, porque es cristiano
yes
justo y es
el
único que la economía española permite:
CEÑIR
EL
SEGURO
A
LOS
ECONÓMICAMENTE
DÉBILES
PARA
QUIENES
FUE
CREADO.
y
DEJARA
LOS
TRABAJADORES
AUTÓNOMOS,
A
LOS
QUE
TRABAJAN
POR
CUENTA
PROPIA-A
LOS
QUE
PUEDEN
COSTEARSE
LA
ASISTENCIA
COMO
SIEMPRE
SE
LA
COSTEARON-
PARA
LOS
!GUALATORIOS
COLEGIALES,
EN
MANOS
DE
LOS
PROPIOS
MÉDICOS,
SIN
AFANES
DE
EXPLOTACIÓN
INDUSTRIAL
NI
INTERMEDIARlOS.
Los
igualatorios
colegiales darían trabajo a los médicos libres con clientelas expropiadas (Noguera, 1960a)
107.
Reaccionario,
una
vez más,
proponía
la revitalización de la
beneficencia
y la
privatización parcial del SOE. Los igualatorios no resolvían el
problema
del control
de
la
prestación
farmacéutica
ni
las derivaciones a especialistas y a
instituciones
hospitalarias.
Preservaban,
eso sí,
una
auctoritas del médico, cuya
pérdida
era
la
herida
más
profunda
percibida
por
los médicos ante el despliegue del
SOE:
Ya
se sabe que el médico del Seguro, lo mismo libre que obligatorio,
no
es, como antiguamente,
Don
Juan o Don José. Hoy es solo el médico del Seguro.
El
mismo cirujano ya no
tiene
nombre.
De
nada
le
valen
sus sacrificios,
sus
méritos
científicos,
sus
estudios y las prácticas que haya
realizado. Para el asegurado
será
siempre
el cirujano del Seguro, si acaso llega a decir lo de ciru-
jano. De cómo se llama,
ni
se
entera
(Hernández, 1960).
Según el médico de la Deleitosa (Cáceres),
tras
el esta~lecimiento de las
pirá-
mides
asistenciales del SOE, que
permitían
la derivación a especialistas y
hospita-
les, los
médicos
rurales
"no
somos
ya más que
unos
guardias
de
la
porra,
como
quien
dice: usted, al especialista de estómago; usted, al de
pulmón
y corazón; aque-
lla, al ginecólogo, etc." (De Lera, 1966:
43-44).
Para
mantener
su
estatus, los médicos titulares
propusieron
soluciones orga -
nizativas que no
menoscabasen
el que
-consideraban-
debía
ser
su
nivel de vida.
Según Félix de Corral,
titular
en
Puertomarín
(Lugo):
El
médico de Medicina general,
estimamos
que
debe
cubrir
las
necesidades
más esenciales y
perentorias,
capacitado
para
la asistencia general.
Por
tanto,
una
zona sanitaria rural
ha
de
tener
un
espacio y
una
población
mínima
que, atendiendo
en
una
doble
misión
de asistencia sanitaria
y
medidas
de
higiene-profilaxis,
ha
de
cubrir
debidamente
algo más que
las
necesidades
del
médico[
...
].
107.
El
énfasis
en
el original.
100
Estas zonas sanitarias [ ... ]
en
muchos casos,
serían
dispares
con
las divisiones actuales de
los Ayuntamientos.
Han
de
considerarse
constituidas
por
espacios de
una
superficie
de seis a
diez kilómetros de radio de acción, que incluyesen a unas
450
familias como
mínimo[.
.. ]
Las
zonas sanitarias
han
de
ser
un
compendio o conjunto de Casas de Socorro, Centros de
Higiene Rural, Asistencia Pública Domiciliaria. Incluso debe
disponerse
de
medio
de
locomo-
ción apropiado [ .. .] lo mismo
para
atender
al enfermo que
para
trasladarlo a
un
medio hospita -
lario (De Corral, 1960).
Este
tipo
de
propuestas
no
fueron
frecuentes. Ni los Colegios de Médicos
ni
las
administraciones
propusieron
alternativas al modelo mixto
público-privado,
que
suponía
bajos sueldos
por
parte
de la
DGS
y del SOE, a cambio de
tiempos
de
dedicación que
permitiesen
ingresos privados de muy
distinto
origen. Si
para
los
médicos que
ejercían
en
medio
urbano
este modelo
permitía
ganancias
saneadas
por la existencia de
un
mercado médico amplio,
en
muchos
partidos
rurales
cerra
-
dos
ya
no era posible.
Sin
embargo, el énfasis se siguió
poniendo
en
el
mantenimiento
del modelo
previo a la extensión del SOE. Así, la Asamblea de Titulares
reunida
en
Madrid
en
1961
"aprobó
unánimemente"
una
Reglamentación
nacional
de la Iguala Médica
aplicable a poblaciones de
menos
de
6.000
habitantes, exigiendo que la Mutualidad
Nacional de Previsión Agraria la respetase
108
. Para la Asamblea de los
representan
-
tes provinciales de los médicos del
SOE
"la
reforma
y
perfección
del S.O.E."
con-
sistía
en
conseguir ventajas salariales y
defender
la libre elección de médico
1°
9.
La
uniformización de las igualas, desde luego, no resolvía los
problemas
de la
medicina
rural
pues,
en
opinión
de
Tomás
Sánchez,
médico
de
Entrín
Bajo
(Badajoz):
La
organización actual de la Sanidad
en
los pueblos es anticuada y no corresponde ya a los
tiem
-
pos que vivimos. Debería descansar
sobre
la célula comarcal,
con
todos sus servicios, incluso el
de
hospital. Solo saldrían de allí los casos especiales, muy restringidos, que
únicamente
pudie-
ran
ser
atendidos y resueltos
en
centros de más alta especialización, radicados
en
las cabeceras
de
las provincias. De esta forma, la vida
profesional
sería
más
relacionada
y más
intensa
(De
Lera, 1966: 53)
11
º.
108. "Asamblea nacional de representantes colegiales de los médicos titulares de España. Madrid, 1z-13
mayo", Profesión Médica, 609, pp. z-3.
109. "Asamblea de los
representantes
provinciales de los médicos del SOE", Profesión Médica,
6oz,
pp. 3-14.
uo.
Sobre la comarcalización y la regionalización véase Perdiguero-Gil y Comelles (zo19) y Comelles,
Barceló y Perdiguero-Gil (zo19a: 65).
El
Real Decreto zzz1/i978, de
z5
de agosto
(BOE
de
z1
de
sep-
tiembre de 1978),
por
el que se establecía la confección del Mapa Sanitario del territorio nacional, tal
mapa sanitario debía basarse
en
"La estructuración del medio rural
en
Unidades Sanitarias Locales,
Subcomarcas y Comarcas Sanitarias".
101
El
análisis realizado
por
el titular
enmienda
el simplismo de las propuestas de
los
representantes
de las organizaciones colegiales, que limitaban los problemas de
la
sanidad
rural a los
intereses
salariales de la "clase médica",
sin
abordar
su
com-
plejidad
y
la
variada
casuística
local.
Agustín
Monteoliva,
médico
en
Castro-
Urdiales (Cantabria),
en
un
contexto social y cultural
bien
distinto
al
extremeño,
opinaba
como algunos de
sus
colegas: "Lo ideal
sería[
...
] organizarla comarcal-
mente,
creando
un
centro
donde
radicasen todos los servicios. Ello resolvería,
en
su
conjunto,
los
problemas
técnicos
y
humanos
de
la
profesión.
Se
ha
hablado
mucho
de
esto,
pero
nos
tropezamos
con
la
oposición
de los viejos,
ferozmente
individualistas y refractarios a las
modernas
fórmulas sociales (De Lera, 1966: 35).
Los médicos
sentían
que
ejercer
en
el
mundo
rural condicionaba sus proyec-
tos vitales,
personales
y familiares, así como
su
formación
continuada
en
un
con
-
texto histórico de profundos cambios técnicos
en
la medicina. Además, reconocían
que el ejercicio
de
la
medicina
se había transformado y el médico rural:
[
...
] ya no es más que "el tío del volante".
El
papeleo nos vuelve locos. Jamás
he
gastado
tanta
tinta
como
desde
que se estableció el S.O.E. Todavía no
comprendo
el
porqué
de
tener
que
extender
una
receta para cada producto. Si,
por
ejemplo, se
prescriben
cuatro medicinas
para
un
mismo
paciente, es de precepto
escribir
cuatro recetas,
en
cada
una
de las cuales
ha
de hacerse
constar el
nombre
del beneficiario,
número
de la cartilla, etc. ¿No es
perder
demasiado tiempo
y esfuerzo? Eso
sin
contar
los partes, los oficios que se reciben y qué sé
yo
la de órdenes,
contra-
órdenes,
instrucciones y demás que
tiene
uno
que
aprenderse
de
memoria
para
no
incurrir
en
falta [
...
]
Pero
aguarde
usted,
amigo, que la gente no hace más que
pedir:
"Don
Cecilia, que
necesito
algodón y alcohol
para
las inyecciones esas que
usted
me mandó";
"Don
Ce
cilio, que
quiero que me mande
usted
otra vez aquellas pastillas que me
sentaron
tan
bien"
...
y aspirinas,
y supositorios, y colirios.Nada, que el
méd_ico
termina
por
no
ser
más que
un
escribiente, lo que
yo digo: "el tío del volante". Se recetan ellos mismos y ¿qué
ha
de hacer
uno?,
¿estarse
enfren-
tando
a cada
momento
con
la gente, llevándose disgustos y más disgustos? (De Lera, 1966: 59).
De Lera incluyó
en
su
libro
una
serie
de valoraciones
sobre
la
situación
de la
asistencia
médica
rural
en
España
que
resultan
útiles
para
comprender
cómo,
durante
los
sesenta,
los
propios
médicos
intuían
que vivían
un
final de etapa que
les llenaba de zozobra.
El
novelista
consideraba
que todos sus
entrevistados"[.
.. ]
están
acordes
en
considerar
la
Medicina
social como
un
progreso
indiscutible,
piensan
asimismo
que
su
implantación,
por
la forma
en
que se
ha
producido,
ha
venido a
contribuir
al
desmantelamiento
de sus ya modestas posiciones económi -
cas". Añadía que
un
" [
...
]
gran
número
de los opinantes se
muestra
partidario de la
socialización
total
de la
medicina,
siempre
y cuando,
naturalmente,
se
tenga
en
cuenta
que los
médicos
deben
vivir
con
cierto decoro
[.
..
]".Asimismo,
entendía
que,
por
la llegada de la Seguridad Social al agro, "es
natural
que
tiemblen
por
un
porvenir que,
si
ya era problemático y oscuro,
ha
pasado a
ser
francamente
temi-
ble" (De Lera, 1966: ~6).
Usando las palabras del médico de Corte de Peleas, Miguel de Diego, De Lera
muestra cómo el mercado asistencial
en
el que vivía el médico rural se desvanecía:
[ ... ] este es
un
pueblo donde cunde la emigración, lo que implica
necesariamente
dos cosas: la
disminución de las cartillas del S.O.E.,
por
un
lado,
y,
por
otro, como muchos que se van
dejan
aquí a
su
familia, la obligación de asistir a éstas
-al
estar
en
otro lugar el cabeza de
familia-
por
la mitad justa de la
remuneración
normal.
Por
otra parte, dado
que
la
propiedad
está
en
pocas
manos
-solo
uno
de los
propietarios
posee
la
mitad
del
término
municipal
y vive
fuera
de la
localidad-, resulta que apenas
si
quedan
ya igualas libres (De Lera, 1966: 48).
s.2.
UNAMEDICINARURALFUERADEPIANO
Los
testimonios
recogidos
por
De Lera,
entre
la
resignación
y
cierta
indignación,
son casi coetáneos a los debates
sobre
la reforma del SOE y la puesta
en
marcha
de
la Seguridad Social. La Vanguardia Española editorializó
sobre
el particular:
Nos
parece urgente evitar todo riesgo de que el Plan de reforma de la seguridad social nazca
un
tanto de espaldas a quienes
son
directos interesados
en
el mismo. Las reacciones que
encadena
-y
hasta
desordenadamente-,
están
produciéndose frente o
en
apoyo del mismo; la
precipita-
ción
advertida
en
ciertas
tomas
de
posición;
el
apasionamiento
despertado;
sobre
todo,
la
inquietud que
en
numerosos sectores de la vida española se
ha
creado, constituyen motivos más
que suficientes
para
pensar
en
una
especie de marcha a contracorriente, algo así como
si
quisie-
ran
quemar
etapas. Y los principios que se
dirimen
en
el Anteproyecto, las consecuencias que de
la reforma
pueden
derivarse, exigen, a nuestro juicio,
ponderación
y método. [
...
] En todo caso,
una cosa aparece fuera de toda duda: que antes de seguir los cauces
normales
que
permitan
con -
sagrar como
norma
un
Proyecto de
reforma
de la
seguridad
social, se
abra
una
información
pública a través de cuyo cauce
emitan
opinión
autorizada los órganos representativos y
respon
-
sables de todos los sectores afectados
111
.
El
rotativo,
secundando
la
posición
del
poderoso
Colegio
de
Médicos
de
Barcelona (Cañellas, Torán y Solé Sabaté, 1994), avalaba el diálogo colegial
con
la
Administración, dejaba traslucir la
inquietud
de los médicos catalanes,
pero
igno-
raba la
situación
de
los
médicos
rurales.
Los
numerosos
textos
publicados
en
Profesión Médica
entre
1960
y 1967
permiten
comprender
la
evolución
de
esos
111.
"Editorial. Reforma de la Seguridad Social, 1963",La Vanguardia Española,
:.5
de octubre de 1963, p.
1.
103
debates
profesionales
y las
reclamaciones
de
los
médicos
ante
las
autoridades.
Tienen
poco que
ver
con la
Ley
de Hospitales de 196~, puesto que no afectaba
direc-
tamente
a los colegiados. Tampoco les afectaba directamente el I Plan de Desarrollo
Económico y Social (Perdiguero-Gil y Comelles, ~019a, ~019b), que
apenas
con-
templó la situación marginal de la medicina rural
112 .
La
medicina
rural
también
estuvo
ausente
de
los
estudios
que
pretendían
valorar
los
cambios
sociales que se
estaban
produciendo
en
el país.
Durante
los
primeros
años
del
desarrollismo
comenzaron
a realizarse encuestas que
propor-
cionasen
datos
más
o
menos
fiables
sobre
la
situación
social y económica.
En
la
dirigida
por
Salustiano
del Campo (1964)
sobre
los
problemas
de
la
profesión
médica española no se prestó
atención
a la medicina rural
113
. Enrique
Martín
López
dirigió
un
extenso trabajo sociológico,
en
cinco volumenes,
sobre
el SOE, a
partir
de estadística
sanitaria
y demográfica y encuestas114 .
La
situación
de la
medicina
rural
se exploró a
partir
de la
presencia
de afiliados al
SOE
en
todos los municipios
y se correlacionó
con
datos de
morbimortalidad
y variables económicas. De
espe-
cial
interés
es el
tomo
4 (Gómez Reino y Valderrábanos, 1964), dedicado a la
opi-
nión
de
empresarios,
farmacéuticos, asegurados y médicos.
En
este trabajo,
si
bien
es cierto que
no
se
plantean
de
manera
individualizada los
problemas
del medio
rural, los autores
aprecian
la necesidad de distinguir
entre
las cuestiones que afec-
tan
a las capitales de provincia respecto del resto
de
poblaciones de la misma,
pre-
sentándose,
de este modo,
separadamente
los resultados.
Los estudios
sobre
la
situación
social de España, realizados
por
la fundación
FOESSA,
dedicaron
capítulos a la sanidad,
pero
no
aportan
casi
información
sobre
la asistencia médica
en
el medio rural, excepto
en
el caso de la
opinión
de la pobla -
ción afiliada al SOE.
El
capítulo
sobre
Sociología de la sanidad del
primer
informe
sociológico de FOESSA hacía
una
referencia a la actitud de rechazo de los médicos
frente
al SOE. Apoyándose
en
el estudio sociológico sobre el
SOE
ya referido,
indi-
caba que esta actitud se
debía
a que
percibieron
un
ataque a
su
sistema
de valores
(De Miguel, Gómez Reino y Orizo, 1967: 139), argumento que articula la mayoría de
las
opiniones
médicas que venimos comentando.
El
segundo
informe
FOESSA (De Miguel et al., 1970)
tan
solo se
refiere
a la
necesidad de que las reformas sanitarias
tomen
en
consideración que la población
112.
El
I Plan de Desarrollo Económico y Social (1963-1967) incluyó
un
informe sobre la sanidad local
(Presidencia del Gobierno, 1963) en el que se prestaba, sobre todo, atención a las enfermedades
infecciosas y a cuestiones de saneamiento. Solé Sabarís (1965, 305) criticó el I Plan por la falta de
criterios sobre la localización de los centros rurales y
por
su insuficiencia.
113.
Se
trata
de
un
informe sobre la profesión médica en Barcelona y el
SOE
basado
en
metodologías
sociológicas cuantitativas. Concluye que nadie estaba conforme con el funcionamiento del
SOE
(1964, 55) y que sus defectos no
eran
imputables a los médicos, sino a su organización (1964, 59).
114.
Martín López, Ü964a, 1964b); Martín López, Gutiérrez González y Montes Cano (1964a, 1964b);
Gómez Reino y Valderrábano, (1964).
rural
tenía
graves dificultades de acceso a la asistencia médica. De estas dificulta -
des
también
se había hecho eco Felip Solé Sabarís (1965), desde la
medicina
social,
en su estudio específico
sobre
la
situación
sanitaria
incluido
en
la
traducción
al
castellano de
Le
grand tournant
de
la médicine libérale (Hatzfeld, 1963)115 •
5.3.
LA
IMPOSIBLE
REFORMA
EN
EL
CONTEXTO
DEL
DESPOBLAMIENTO
RURAL
Durante los sesenta los médicos rurales
fueron
testigos de los procesos migratorios
que
cambiaron
la fisionomía
humana
de los pueblos.
Asistieron
al declive de las
igualas, asociado al
incremento
de los asegurados, y
tuvieron
que
asumir
el proceso
de"
despersonalización"
-en
sus
propias
palabras-,
que
cuestionaban
su
estatus
de
médicos generalistas
mientras
crecía la
demanda
y el prestigio de la asistencia
especializada y hospitalaria.
La
priorización de las inversiones
en
hospitales del SOE, señaladas
en
el I
Plan
de
Desarrollo, no
incidía
en
la práctica cotidiana de los médicos.
Por
eso
prose-
guían las
reivindicaciones
colegiales.
En
mayo
de
1966
el Consejo
General
de
Colegios de Médicos,
presidido
entonces
por
uno
de
los
muñidores
del
SOE,
Alfonso de la Fuente Chaos, elevó a Franco
una
carta firmada
también
por
los
pre-
sidentes de los colegios
provinciales
donde
se
declaraban
incompatibles
con
la
Administración del
SOE
por
negarse esta a negociar.
Insistían
en
la
necesidad
de la
libre elección de médico y
en
el
concierto
económico
basado
en
honorarios
por
acto médico116.
En
reuniones
previas, los colegios
provinciales
pretendían
una
ruptura
inmediata
con
el Seguro y rechazaban el nuevo Régimen Especial Agrario
de
la Seguridad Social
"por
no
respetar
las
características
asistenciales
y
deon-
tológicas que
para
estos
regímenes
de nueva creación
señalan
los
principios
de la
Carta Médica Nacional"
117
. Los
problemas
de adjudicación de plazas, oposiciones e
interinidades se discutieron
en
los Coloquios Nacionales de la Juventud Médica
118 •
De
estos debates se hizo amplio eco la
prensa
general
119
, incluyendo la
problemáti
-
ca
de
la medicina rural, generada
por
la despoblación del campo 1
20
•
115.
En el original, publicado
en
la editorial de la
CFDT
(el sindicalismo católico francés), Hatzfeld deba-
tía sobre el modelo francés de praticien concertado con la Seguridad Social.
116.
"Los médicos españoles no aceptan una total socialización de la medicina" (1966),
Profesión
Médica,
833, pp. 1-2. En la primera página se hacía
una
llamada de atención a los
18
procuradores
en
Cortes
que
eran
médicos .
,,
117.
"Reunión plenaria de los presidentes colegiales convocada
por
el Conseio General,
12
mayo 1966 •
Profesión
Médica, 833, p.
2.
118.
"Coloquios Nacionales de la Juventud Médica. Conclusiones aprobadas",
Profesión
Médica,
833, p.
2.
119.
Esta conflictividad se reflejó también
en
la prensa profesional, "La situación actual de la profesión
médica
en
España"
,ABC,
22
de mayo de 1966, p. 64; "Encuesta sobre la seguridad social. Contesta el
Doctor Don José Espriu Castelló",
La
Vanguardia Española,
17
de diciembre de 1966, p.
27:
"Asistencia
Sanitaria. Problemática para una encuesta",ABC,
29
de junio de 1966, pp. 74-75.
120.
"Retirada de los representantes de los médicos
en
los organismos del Seguro de Enfermedad",
ABC
(Sevilla),
19
de mayo de 1966, p.
53.
105
El II
Plan
de Desarrollo Económico y Social (1968-1971)
sí
reconoció que el
problema
de
la
medicina
rural
no
era
solo
retributivo,
sino
relacionado
con
las
"dificultades y la dureza del medio" y que requería de "otros elementos
para
hacer
posible la estabilidad deseada del médico y garantizar a la población campesina
una
asistencia correcta y moderna" (Presidencia del Gobierno, 1967:
44).
Se
proponía,
siguiendo la
Ley
u6h966,
de
'.48
de diciembre, sobre retribuciones de los Sanitarios
locales,
reorganizar
los "Cuerpos de
Sanitarios
Locales, [
...
]
para
atemperar
las
funciones
públicas
necesarias
de nivel local a las
circunstancias
del
momento
y
coordinarlas
siempre
que sea posible
con
las de niveles
superiores"
(Presidencia
del
Gobierno,
1967:
45).
También
se
consideraba
preciso
resolver
el
problema
del
alojamiento,
pues
"muchos
médicos
no
pueden
hacerse
cargo de
sus
plazas
por
no
encontrar
local
adecuado,
lo
que
origina
falta de
asistencia
en
algunos
partidos cerrados"
121
. Así describía De Lera el Centro Rural de Higiene de Cortes de
Peleas:
[.
..
]situado
a la
entrada
de la
pequeña
población[
...
] fue construido, al parecer, con
tierra
api-
sonada, pues basta
hurgar
con el dedo
en
sus muros para hacer
un
agujero y
comprobar
lo fácil-
mente
que se desmorona. Ventanas y puertas -alabeada la madera -no ajustan y
en
la
techumbre
aparecen
hendeduras
que no
tienen
nada
de tranquilizadoras. ¿ Cómo puede vivir el médico
en
esta casa? (De Lera, 1966:
46-47).
El II
Plan
se hizo eco de
una
experiencia
piloto,
un
centro
de
demostración,
con
coordinación
de
funciones
sanitarias
en
Talavera de la Reina122 ,
pero
no
una
comarcalización stricto sensu.
Aunque la
prensa
profesional siguió publicando
abundantes
columnas, cartas
al
director
o sueltos
sobre
medicina rural, es particularmente
interesante,
ya a
ini-
cios
de
los
setenta,
la
mesa
redonda
con
médicos
rurales
que recoge la revista
Doctor
123
. Los
participantes
consideraban
que se
habían
convertido
en
expendedo-
res
de
volantes
y
de
radiografías, se
quejaban
de la sobrecarga de
trabajo
por
la
transformación
en
suburbios
de
partidos
cercanos
a
grandes
ciudades
con
el
1z1.
Según el II Plan (Presidencia de Gobierno, 1967: 45)
en
5.z39 partidos cerrados había ya instaladas
1778
"Casas de médico". Para los 3.461 partidos restantes se precisarían del
orden
de z.350, para
lo
cual se definió
un
modelo estandarizado.
Se
contemplaba
también
la adquisición de
105
ambulancias
para el medio rural
en
sus cuatro años de vigencia.
El
otro aspecto considerado fue la formación
continuada de los médicos rurales. Sobre las reivindicaciones de las características de las casas véase
lo que indica
un
médico de Segovia, que sugiere que se construyan con calefacción y garaje (Egida,
1967).
1z4.
No
abriría sus puertas hasta 1976 (Atenza, 4001; Atenza, Díaz y Rodríguez Ocaña, 4008: Rodríguez
OcañayAtenza, 4019).
1z3. "¿Qué ocurre con la medicina rural?"
(1971)
Doctor. Política Profesional, (64), pp. 74-93. Participaron
15
médicos que ejercían
en
pueblos de las provincias de Madrid (4), Barcelona (4), Gerona (3) Lérida
(3) y Zaragoza. titulares, libres y sustitutos.
106
aumento de afiliados al SOE,
reclamaban
formación específica,
sugerían
rotacio-
nes tutorizadas de médicos jóvenes
en
los pueblos y
periodos
de
formación
conti-
nuada cada
quinquenio.
Ruiz de las
Heras
(Madrid),
veterano
titular
desde
193'.4,
consideraba
aún
al
médico
de
cabecera
"insustituible".
Según
afirmaba:
"Por
muchos
centros
comarcales que se
construyan,
siempre
existirán
pueblos
más o
menos
alejados de ellos y es
indispensable
el médico clasificador que
oriente
el
traslado
de
los
enfermos
o
decida
no
evacuarlo
porque
pueda
resolverse
allí
mismo "
124
. Pero había problemas de coordinación. Juan Guarch, médico de L'Ametlla
del Valles (Barcelona), no podía
"hacer
una
exploración completa,
para
cualquier
análisis tengo que enviar al enfermo al ambulatorio de Granollers. Total,
una
semana
para
hacer
un
diagnóstico
un
poco complicado. Eso lo
podrían
hacer
los
equipos
comarcales y el médico rural dedicarse a los casos urgentes". Pero, además, se queja-
ba: "Tengo que
perder
tiempo
atendiendo
a los
enfermos
que no lo son, recetando
cosas que no necesitan y atendiendo urgencias que no lo son. Esto es fatal si
te
viene
un
paciente pidiéndote unas vitaminas o exigiendo
determinada
receta
porque
a
su
cuñada le
ha
ido estupendamente
[.
..
]te
conviertes
en
recetista"
125
.
El
III
Plan
de Desarrollo (197'.4-1976)
(Presidencia
del Gobierno,
197'.4)
pre-
tendía actuar sobre la infraestructura sanitaria rural reconociendo que la población
no tenía acceso satisfactorio
ni
a la asistencia cotidiana ni, mucho menos, a los exá-
menes
complementarios.
Reconocía que el dispositivo
con
titulares
y
"partidos"
estaba
desfasado
por
la
jerarquización
del SOE,
que
incluía
la
hospitalización
médica. Los médicos
rurales
carecían
de
instalaciones
y
medios
para
cumplir
su
misión y el trabajo
era
poco estimulante frente a las ofertas
en
el medio
urbano
y
en
los
hospitales.
El III
Plan
proponía"
equipos
de
salud"
rurales
comarcalizados,
coordinados con niveles
superiores
de
atención
1
26
.
Según la
Documentación
básica del IV
Plan
Nacional de
Desarrollo
(Presi
-
ciencia del Gobierno, 1976) 127, a
inicios
de 1974, de las 7.785 plazas de Titulares,
1.~90 puestos (el 16%) no se
atendían
o lo hacían
por
acumulación 1
28
. De las '.44.890
1z4. "¿ Qué ocurre con la medicina rural?",
1971,
Doctor. Política Profesional, (64
),
p.78.
iz5. "¿
Qué
ocurre con la medicina rural?",
1971,
Doctor. Política Profesional, (6z), p. 80.
1z6.
Las
juntas comarcales de los Colegios de Médicos
en
algunos casos realizaron estudios de comarcali-
zación, pero
en
conjunto carecían de utilidad como denunciaban algunos médicos (Escudero, 1971b).
El
debate sobre la falta de coordinación sanitaria también apareció
en
la
prensa
general; véase,
por
ejemplo, Gandesa. "Deficiente estructura sanitaria
en
la Terra Alta",
La
Vanguardia Española,
10
de
febrero de 1973, p. 36.
147.
El
NPlan
no llegó a aplicarse (De Miguel, 1979: 76-77). En lo que se refiere a la medicina rural, dado
que las inversiones realizadas para la reestructuración de la sanidad rural previstas
en
el III Plan
habían "tropezado con la carencia de una normativa coordinadora adecuada con la Seguridad Social",
se proponía
una
infraestructura sanitaria adecuada, descentralizar la asistencia ambulatoria al medio
rural, crear
una
red nacional de urgencias, coordinar la
DGS
y la asistencia sanitaria de la Seguridad
Social y asegurar la promoción y la formación de los médicos rurales (Presidencia del Gobierno,
1976, 418-4z3).
iz8. Según Escudero Ü97ia), a inicios de los setenta había unos
300
pueblos
sin
médico.
107
plazas de Cuerpos de Sanitarios Locales,
un~3%
estaban mal atendidos (Presidencia
del Gobierno, 1976, 366).
No
cabe duda de que los problemas y las
tensiones
profe-
sionales no se
habían
resuelto.
A finales de 1974 se creó
una
Comisión Interministerial1
29
que debía abordar
los principales problemas de la Sanidad para llevar a cabo
una
reforma que
permitie-
se
una
programación global1
30
• En el Informe al Gobierno publicado
en
julio de 1975,
la
problemática
de la
medicina
rural se considera
en
el contexto más amplio
de
la
"medicina
de familia"
131
, que
también
incluía la medicina general de la Seguridad
Social
en
el ámbito urbano.
Se
propuso organizar la asistencia sanitaria
en"
centros y
servicios
convenientemente
distribuidos geográficamente y conectados
entre
sí",
asegurando "la disponibilidad del personal sanitario
en
cantidad y calidad adecuada
para la demanda asistencial de la comunidad" (Comisión,
1975:
37).
Se consideraba que la medicina de familia practicada
por
los titulares y
médi-
cos de zona atravesaba
una
auténtica crisis, pero era, al mismo tiempo,
insustitui-
ble
para
el funcionamiento de la organización asistencial:
El
médico
de familia
-especialmente
en
el
medio
rural-,
practica
un
ejercicio
profesional
amplio, polidimensional, no especializado
-en
el sentido estricto de la especialización técnica,
aunque
si
en
cuanto a
su
vocación especializada-, que presta asistencia completa
al
individuo y a
la familia y
orienta
a los enfermos hacia los servicios especializados e institucionales. Tiene
ade-
más
una
acción
sobre
la colectividad
en
el
orden
de la prevención, de la educación sanitaria y de
la
promoción
de la salud (Comisión, 1975, 37-38).
El
informe
reconocía que la práctica de la medicina de familia exigía
una
dedi
-
cación completa y que la división
entre
médico de zona y
titular
no
tenía
sentido,
destacando
las escasas
posibilidades
de
promoción
profesional
de estos
últimos
dada
su
"innecesaria
'adscripción a la
tierra'
que,
en
definitiva, resulta inefectiva"
(Comisión, 1975, 39).
Se
denuncia
que "el tipo
formación[.
.. ]
en
las Facultades de
Medicina
predispone
para
un
ejercicio
profesional
rigurosamente
tecnificado,
exageradamente especializado y limitativamente hospitalario. Es
decir
no se
pre-
para
al futuro médico de familia, y mucho
menos
para
ir
a zonas rurales o
semiur-
banas" (Comisión, 1975: 38).
149. Orden de
46
de diciembre de 1974
por
la que se crea la Comisión Interministerial para la Reforma
Sanitaria
(BOE
de
48
de diciembre de 1974).
130.
La
necesidad de tal programación constaba
en
la Disposición Final Decimosexta del Decreto
1541h974, de
15
de junio,
por
el que se aprobó el texto refundido de la
Ley
del Plan de Desarrollo
Económico y Social
(BOE
de
16
de junio de 19r~).
131.
Resulta interesante el uso de este concepto en el informe. Años después, el Real Decreto 683h981,
de 6 de marzo de 198,(BOE de
14
de abril de 1981), reguló la obtención del título de Especialista de
Medicina de Familia y Comunitaria, sobre el que pivotaría la Atención Primaria de Salud que consa-
graría la
Ley
General de Sanidad de 1986.
108
En las zonas
urbanas
las visitas domiciliarias
solían
hacerlas médicos
recién
egresados, algo
imposible
en
el campo,
por
la
soledad
de los
titulares
de
guardia
permanente.
El
informe insistía
en
que solventar la crisis de la medicina de familia
era
una
cuestión
de la
profesión
médica
"individual y
corporativamente,
a
quien
incumbe,
en
forma insustituible,
su
mantenimiento"
(Comisión, 1975,
39).
Con
la
muerte
del
dictador,
las
recomendaciones
que
aparecieron
en
los
trabajos de la
comisión
cayeron
en
el olvido,
sepultadas
por
los
profundos
cam-
bios que se
iban
a
articular
durante
la
Transición
y
en
los
primeros
años
de la
democracia.
6.
LA
MEDICINA
RURAL
DURANTE
LA
TRANSICIÓN
DEMOCRÁTICA
(1975-1979)
Para valorar la situación de la medicina rural
tras
la
muerte
de Franco contamos
con
dos informes:
uno
de
ámbito
bastante
restringido
y otro de
carácter
nacional.
En
ellos se da cuenta de la situación de los médicos rurales,
pero
también
de los
com-
portamientos de los pacientes,
por
lo que es posible
conocer
en
qué
medida
persis-
tían los
problemas
que se
han
ido analizando
en
apartados
anteriores.
El médico Joan Clos (1976)
presentó
una
ponencia
sobre
medicina
rural
en
el
Congrés de Metges i Biolegs de Llengua Catalana celebrado
en
Perpiñán
132. A
pesar
de
lo
restringido
del
ámbito
al que se
refiere,
nos
permite
tener
una
visión
de la
situación de la
medicina
rural
a finales del
periodo
considerado,
en
una
zona
con
una situación económica
mejor
que la de otras regiones españolas 1
33
.
La
situación
personal de los médicos
rurales
era,
en
opinión
de Clos,
contradictoria.
Por
una
parte, estaban profesional y culturalmente aislados, y preocupados
por
los
interro-
gantes que les
planteaban
la educación de sus hijos y las relaciones sociales; pero,
por otra, se ganaban muy
bien
la vida.
La
mayor parte de los médicos que entrevistó
llevaban más de dos décadas de ejercicio como
titulares
y
mantenían
posiciones
políticas conservadoras.
La
imagen
de
su
práctica
estaba
basada
en
una
medicina
personalizada,
sin
interferencias
técnicas;
el
epítome
de
la
medicina
liberal.
Combinaban
su
estatuto
funcionarial
o
interino,
por
el que
debían
ocuparse
de
labores
preventivas
y
de
medicina
escolar,
con
el
de
médicos
de la
Seguridad
Social1
34
. El
equipamiento
para
llevar a cabo exploraciones
complementarias
era
13~.
Joan
Clos
i Matheu C,949- ), tras ejercer varios cargos
de
responsabilidad
en
el ámbito de la sanidad,
fue
alcalde
de
Barcelona entre 1997 y 4006 y ministro de Industria, Comercio y Turismo C:No6-4008).
133.
Estaba basado
en
entrevistas a
14
médicos de
en
la demarcación de Lérida y
en
observaciones perso-
nales realizadas
en
torno a
1975
en
la comarca de
La
Garrotxa (Gerona).
134.
Además,
tenían
las mutuas, las igualas, la práctica privada
y.
a veces, la medicina de empresa (Clos,
1976: 453).
propio
y,
por
tanto, basado
en
criterios de rentabilidad, lo que explica la frecuente
presencia
de
equipos
de rayos
X,
más
raramente
de oftalmoscopios. Las clínicas y
los
pequeños
hospitales locales no disponían de laboratorios,
por
lo que los análisis
bioquímicos
eran
realizados
por
los farmacéuticos locales
135
.
Los
hospitales y clíni-
cas cercanos se limitaban a la cirugía general, la obstetricia y, solo
en
tercer
lugar, a
la medicina interna. Los médicos rurales consideraban la hospitalización como
una
pérdida
de control sobre sus pacientes
136
. Por tanto, las residencias de la Seguridad
Social,
situadas
en
las capitales de provincia, no resolvían los
problemas
de los
médicos rurales.
Al
no
haber
especialistas próximos cubrían la pediatría y la obste-
tricia y las urgencias,
por
las que cobraban
una
sobretasa (Clos, 1976: ~54-~55).
La
descripción
del medio le lleva a
comprobar
que, aunque incluso
en
masies
aisladas ya
podían
encontrase
electrodomésticos, la situación higiénica
era
todavía
deficiente. A
menudo
no existían
baños
y duchas y convivían
personas
y animales
en
el
mismo
edificio.
Clos (1976: ~57-~58)
pone
de relieve la "reacción consumista y despersonali-
zada" asociada a la
implantación
del SOE, esto es, las recetas, la automedicación,
los
botiquines
particulares, etc., palpable
en
los pueblos, algo
menos
en
las masies,
que solo llamaban al médico como último recurso 1
37
.
Concluye que la
principal
afectada
por
la
situación
de la
asistencia
médica
rural
era
la población: faltaban servicios de todo tipo, la medicina que recibían era
de baja calidad,
cara-porque
la
pagaban-y
les exigía desplazamientos constantes.
Los
médicos
también
eran
víctimas,
pues
a
pesar
de la
compensación
económica
estaban
aislados
personal
y profesionalmente, solo
podían
practicar
una
medicina
limitada, realizar guardias
permanentes,
etc., lo que,
en
su
opinión,
suponía
que
los
médicos
jóvenes
no
vieran
el ejercicio
rural
como
una
opción. Esta
situación
favorecía
una
medicina
privada
centrada
en
la
enfermedad,
sin
afán
preventivo,
con
total abandono de la educación
sanitaria
y
sin
la
toma
en
consideración de fac-
tores
epidemiológicos, sociales,
económicos
y culturales,
tan
importantes
en
el
origen
y el
desarrollo
de las
enfermedades.
Se
requería,
por
tanto,
una
reforma
radical de la sanidad rural (Clos, 1976: ~58- ~59).
El estudio La asistencia sanitaria en las zonas rurales (Mayor, 1979a) llegaba a
conclusiones similares,
si
bien
su
ámbito fue mucho más amplio,
tanto
geográfica
como temáticamente, puesto que se ocupó de temas como el desarrollo
urbano
o la
135.
Véase Comelles
et
al., zo13.
136. Clos
pone
el ejemplo de
un
médico de
La
Garrotxa (Gerona) que prefería ingresar a sus pacientes
en
Montpellier, ciudad más próxima que las catalanas con este tipo de instituciones, para
mantener
la
relación.
137.
Un médico de Banyoles (Gerona) decía'
"[
.. .]
lo
fomut,
és
que
et
criden
cap
al
tard.
·con
vela
fosca',
com
diuen
e!ls,
perque
han
esgotat
e!s
seus
recursos
durant
el
dia,
i
lo
que
els
espanta
és
la
nit, ja
que
tot passa a
la
nit" (Clos, 1976: z58).
110
disponibilidad
de
infraestructuras
y servicios
básicos
de las
entidades
locales.
Asimismo, se investigaron las condiciones de las viviendas particulares
mediante
preguntas acerca de la disponibilidad de agua corriente, saneamiento, luz eléctrica,
frigorífico o televisor. Los servicios
mínimos
de los que
debían
disponer
los
muni-
cí
pios legalmente estaban establecidos desde la Ley de Bases de la Sanidad Nacional
de 1944,
pero
seguía
existiendo
un
gran
número
de
pueblos,
sobre
todo
los
de
menor
tamaño, que carecían de pavimentación
en
las calles
(6i,8%),
alcantarillado
(33,1
%),
alumbrado
(11,9°/o) o de
medios
de
transporte
públicos
(Mayor, 1979a:
~3).
Resulta ilustrativo que, como ya había señalado Clos, había
un
buen
número
de
casas que
poseían
televisión,
pero
no
retrete
con
agua
corriente
o lavabo (Mayor,
1979a: ~7).
La
cobertura
de la Seguridad Social
había
alcanzado ya al 83,4
°/o
de la
pobla-
ción,
mientras
que el resto recibía
atención
médica a cargo de la asistencia privada
(3,8%) u otros medios (~,3%).
Sin
embargo, se
mantenían
las igualas (~3.6%),
en
especial
en
pueblos de
menos
de 1.000 habitantes, y los seguros
libres
(i~,9%).
De
este modo,
un~~.~%
de los asegurados disponía de
cobertura
múltiple, algo
atri-
buible, sobre todo, a razones culturales. Así, se explica la pervivencia de estos
con-
venios
entre
médico y
paciente
como vía de acceso a la
atención
sanitaria,
una
situación que
en
entidades
rurales
casi duplicaba (11,85º/o) a la que existía
en
las
ciudades (Mayor, 1979a: 106-108).
En 1975 los trabajadores autónomos del campo se
incorporaron
a la Seguridad
Social, aunque con desventaja
en
la prestación farmacéutica
138
, que no fue
elimina-
da hasta 1978
139
. Para conocer la valoración que hizo la población rural de esa nueva
cobertura se les preguntó si,
una
vez incluidos,
habían
percibido
una
mejor
aten-
ción. Para
un
46%
no
supuso
ninguna
mejora
pues,
en
los
partidos
cerrados,
les
atendía el
mismo
médico que lo venía haciendo
previamente
(Mayor, 1979a:
111-
11~).
El cambio
sí
fue
una
verdadera
mejora
para
los médicos, al
menos
en
zonas
como
Ourense,
tal y como
recuerda
en
una
entrevista
José María
V.
P.:
"En
1975
pedí traslado (de Carballeda de Avia a Ribadavia)
porque
se cobraba más. Y ese fue
138.
Ley
zoh975,
de z de mayo,
por
la que se perfecciona la acción protectora de los trabajadores
por
cuenta propia del Régimen Especial Agrario de la Seguridad Social
(BOE
de 5 de mayo de 1975). En el
apartado 1 ° de su artículo primero, y único, se dice que: "La asistencia sanitaria se prestará con la
misma extensión, términos y condiciones que para los trabajadores
por
cuenta ajena de este Régimen
Especial", pero,
en
su Disposición Transitoria Primera, se aclara: "No obstante lo previsto
en
el
apartado primero del
anterior
artículo único, y mientras las disponibilidades económicas del
Régimen Especial Agrario no
permitan
equiparar totalmente, y
en
el plazo más breve posible, a los
trabajadores
por
cuenta propia con los trabajadores
por
cuenta ajena
en
la prestación farmacéutica,
los beneficiarios de la presente
Ley
participarán
en
el precio de los medicamentos
en
la forma y
cuantía que anualmente se determine
por
el Ministerio de Trabajo,
sin
que nunca pueda exceder de
la mitad de dicho precio".
139.
Real Decreto 945 1978, de
14
de abril,
por
el que se da nueva regulación a la aportación del beneficia-
rio de la Seguridad Social
en
la dispensación de las especialidades farmacéuticas.
111
un
error,
porque
en
ese año entró la agraria y todos
en
Carballeda
pasaron
ala
agra-
ria
y aquello fue
un
maná
...
" (Fernández, 2013: 193)
14
º.
En
el
momento
de realizarse el estudio el 86,33% de los
partidos
médicos lo
componían
el municipio sede y
una
media de 2,7 anejos, esto es, casi cuatro núcleos
de
población,
aunque
con
una
marcada
diversidad
regional (Mayor, 1979a:
100-
101). Al realizarse la encuesta,
una
abrumadora
mayoría de partidos médicos
tenían
menos
de
10.000
habitantes;
en
las
provincias
de
Ávila, Guadalajara, Segovia y
Soria
suponían
el
99°/o
de todos los
partidos
(Mayor, 1979a: 98). Los
partidos
con
menos
de
6.000
habitantes se
consideraban
por
defecto como cerrados,
siendo
un
92,4 % del total, si
bien
al amparo de la ya citada
Orden
de
22
de
junio
de
1951
era
posible el ejercicio de la medicina libre bajo
determinadas
circunstancias (Mayor,
1979a: 100).
Algo más de la
mitad
de los
partidos
no
tenían
adjudicado
un
médico
titular
y
la plaza estaba ocupada
por
un
contratado
interino.
La
disparidad regional
era
muy
acusada:
enAragón
un
64,99°/o de los
partidos
estaban
en
esa situación,
mientras
que
en
Asturias y Galicia solo
un
24,73% (Mayor, 1979a: 103).
La
diferencia
tam-
bién
se apreciaba
dentro
de la
misma
zona geográfica, puesto que,
en
los núcleos de
menos
de 1.000 habitantes, el 72,13% de los partidos estaban vacantes. Un 14,69º/o
del conjunto de las demarcaciones sanitarias estaban absolutamente desatendidas,
es decir,
sin
médico, ya fuese
interino
o titular, y solo
en
un
35º/o
de los municipios
de
menos
de
1.000
habitantes
residía
un
médico (Mayor, 1979a: 102-104).
En
1977
casi
la
totalidad
de
médicos
ejercientes
en
partidos
rurales
lo
hacían
simultáneamente
como
titulares
de
la
DGS
y como
médicos
de zona
de
la
Seguridad
Social.
Un
número
reducido
ejercían
por
libre
o
atendían
a los afilia-
dos a
otras
entidades
aseguradoras
(Mayor, 1979a: 217-218).
La
presencia
de la
iguala
era
menor
a
medida
que
aumentaba
el
número
de
habitantes
de la locali -
dad,
mientras
que
el ejercicio
libre
era
más
frecuente
cuanto
mayor
era
la
enti-
dad
local (Mayor, 1979a: 218).
Según el
informe,
si
se
tenían
en
cuenta
a los médicos
titulares
y a aquellos
que
ejercían
por
cuenta
propia
en
municipios
de
menos
de
10.000
habitantes,
sumaban
6.585, lo que
suponía
el 11,6% de facultativos
en
activo
en
el paísl4I_ A
cada
uno
de ellos le
correspondía
una
media de 1.728 habitantes
frente
a los 634 del
conjunto del país (Mayor, 1979a: 210). Esta situación se agravaba habida cuenta de
la
gran
dispersión
de la población
en
los
entornos
rurales.
140.
El
mismo médico afirma,
"En
1975
cobraba 45.000 pesetas
al
mes
por
la Seguridad Social y unas
30.000
porla
otra (APD) [. .. ]
en
fübadavia ya se cobraban 150.000. Cuando vino la Seguridad Social
del campo los sueldos se igualaron y se pasó a cobrar unos
300.000
o
400.000
o más" (Fernández,
4013:
174).
141.
El
Anuario esta_dístico de 1978 solo_aporta datos sobre el número de médicos colegiados (69.o80),
por
lo que los e1erc1entes
en
el medio rural con respecto
al
de colegiados supondría
un
9,53%.
112
Resulta significativo que
en
el ámbito rural existiese
una
mayor
proporción
de
rnédicos
menores
de
3o
años y de más de 50, lo que,
con
toda probabilidad,
indica-
ba
que los médicos de
mediana
edad,
con
una
trayectoria consolidada, evitaban
tra
-
bajar
en
ese
entorno
(Mayor, 1979a: 215).
La
incorporación
de médicos jóvenes
no
resultaba beneficiosa
para
los
partidos,
puesto que solía
deberse
a
interinidades,
generando
un
exceso de
rotación
en
la plaza,
especialmente
en
los
partidos
más
pequeños (Mayor, 1979a: 138).
El aislamiento de los municipios más pequeños, alejados de los
centros
urba-
nos y mal comunicados,
generaba
problemas
para
acceder
a
centros
médicos
de
rnayor nivel y
para
la
interacción
entre
profesionales.
En
estas condiciones la
for-
rnación
continuada
resultaba
casi
imposible
(Mayor, 1979a: 235). Los
médicos
consideraban las estancias
temporales
en
los hospitales como el medio
más
ade-
cuado
para
su
puesta al día, pero
tan
solo el
19,9°/o
había
realizado alguna.
El
90%
de
los encuestados se formaban, sobre todo, mediante la lectura de libros y revistas
especializadas, aunque no los
considerasen
los canales de formación más adecua-
dos (Mayor, 1979a: 236). Los
visitadores
de los
laboratorios
les
suministraban
la
información de sus productos, les enviaban
muestras
gratuitas, revistas,
periódi-
cos, folletos y tarjetas.
La
totalidad
de los médicos
encuestados
recibía
semanal-
mente alguna de esas formas de
promoción
(Mayor, 1979a: 238-239).
Aproximadamente
el
17,
1 % de los
municipios
rurales
carecía de
un
espacio
físico
para
la asistencia sanitaria, ya fuese consultorio,
dispensario,
ambulatorio,
casa de socorro o centro subcomarcal,
una
carencia más evidente
en
localidades de
menos de
1.000
habitantes (31,6%) (Mayor, 1979a: 114). Solo
en
un
36,3% de los
casos la vivienda del médico la proveía el municipio, a
pesar
de estar obligados
por
ley
a suministrarla (Mayor, 1979a: 223). De todos los centros
en
los que se llevaba a cabo
asistencia sanitaria, el
30%
pertenecían a Sanidad, el 21,2% era de titularidad
muni-
cipal; el
40%
eran
de la Seguridad Social, mientras que el 8,8%
eran
privados.
Junto a las limitaciones relacionadas
con
las instalaciones y el personal,
tam
-
bién
se
pone
de
manifiesto
la
penuria
de
equipamiento.
Los
medios
y el
instru-
mental básico necesarios
para
la
atención
clínica, cuando existían, los
costeaban
los propios médicos
en
un
83,6% de los casos. Cuando se trataba de dispositivos de
mayor complejidad técnica
para
el diagnóstico, como los rayos X o aparataje básico
de
laboratorio, solo
un
tercio de los titulares disponía de ellos.
En
la mayoría de los
casos los
habían
adquirido los propios médicos. Todo ello repercutía
en
una
menor
calidad de la asistencia (Mayor, 1979a: 223).
Si resultaba complicado
para
la población de los
pequeños
municipios acceder
a
un
médico, todavía resultaba más dificultoso,
por
la lejanía, el acceso a especialis-
tas o a
centros
asistenciales de mayor envergadura (Mayor, 1979a: 144).
Un
tercio
de
la población rural debía desplazarse
para
ser
atendida,
bien
a
un
pueblo cercano
113
(12,4
º/o)
bien
a las capitales de provincia
(i
7,9°/o),
por
la ausencia de especialistas
en
las
poblaciones
más
pequeñas
(Mayor, 1979a: 147).
La
proporción
de ingreso
hospitalario
en
los municipios
menos
poblados estaba
tres
puntos
por
debajo de la
media
del país
(11
% frente al
14
%)
y,
en
valores absolutos,
en
el mundo rural se pro-
ducían 65,29 hospitalizaciones
por
cada 1.000 habitantes, frente a la media nacional
de 74,9; ambas cifras lejos de los valores europeos que
superaban
las cien.
La
gran
mayoría de
enfermos
ingresaba
en
los hospitales a través de la Seguridad Social
(68,5°/o) (Mayor, 1979a: 177-178)
142
.
Un
54,1 % de traslados se realizaba
en
el coche •
particular, solo
un
27°/o
en
ambulancia; el resto,
por
otros medios (Mayor, 1979a: 184).
A
pesar
de
todas
las dificultades
personales
y
limitaciones
para
el ejercicio
profesional, el médico rural gozaba de prestigio. El
86%
de la población del estudio
se
mostraba
satisfecho
con
ellos, el 10,2%
tenía
una
opinión
neutra
y solo
un
3,8%
manifestaba
su
descontento. Ante la
pregunta
de qué profesión
situarían
en
primer
lugar según
su
prestigio,
un
50,5°/o declaró que
era
el médico, muy
por
delante del
maestro (24 %) , del veterinario
(6,8%)
y,
en
menores
porcentajes, el farmacéutico,
el cura, el secretario del Ayuntamiento y el practicante. Los autores del estudio se
encargan de
recordar
que estos resultados positivos no
debían
relacionarse
con
la
calidad general de la atención.
La
cercanía que
mostraban
los médicos rurales y su
labor
curativa les
podían
granjear esa
opinión
favorable que,
en
ningún
caso, debía
enmascarar
las carencias que presentaba la asistencia
en
las zonas rurales (Mayor,
1979a: 221-222).
Este estudio es muy significativo
porque
es
un
hito que puede considerarse el
cierre
de
una
etapa.
Entre
la
implantación
del
SOE
143
,
en
septiembre
de 1944, y la
puesta
en
marcha
en
1979 de diversos
regímenes
de la Seguridad Social,
límites
cronológicos de este estudio, casi
un
82º/o
de la
población
disponía
de
cobertura
sanitaria.
Un
año
antes,
en
1978, se
había
regulado la
especialidad
en
Medicina
Familiar y Comunitaria
144
, el
pilar
del futuro modelo de Atención
Primaria
de Salud
que consagraría la
Ley
General de Sanidad, del cual ya existían experiencias piloto
(Fajardo, 2007).
En
julio de 198i se convocaron oposiciones
para
el ingreso
en
el
Cuerpo de Médicos Titulares, incluyendo
un
buen
número
de plazas
en
partidos
142.
Los
seguros libres
eran
la vía de acceso a
la
asistencia hospitalaria del 14,6%, mientras que la asis-
tencia particular lo era
en
un
12,4 % . Un
4,5°/o
de los casos accedía
por
otras vías.
143. Denominado "Asistencia Sanitaria de la Seguridad Social" a
partir
del Decreto 2766/i967, de
16
de
noviembre,
por
el que se dictan normas sobre prestaciones de asistencia sanitaria y ordenación
de
los servicios médicos
en
el Régimen General de la Seguridad Social
(BOE
de
28
de noviembre de
1967).
144. Real Decreto 33o3/i978, de
29
de diciembre, de regulación de la medicina de familia y comunitaria
como especialidad de la profesión médica
(BOE
de 2 de febrero de 1979).
El
Real Decreto 683/i98i,
de 6 de marzo de
1981
(BOE
de
14
de abril de 1981),
por
el que se regulaba la obtención del título
de
Especialista de Medicina de Familia y Comunitaria otorgó tal título de especialista a todos los inte-
grantes del Cuerpo de Médicos Titulares.
rurales145 . Se convocaron
3.800
plazas
(3.ooo
por
el
turno
restringido
y
800
por
libre),
216
de
turno
restringido
en
Cataluña y
105
del
mismo
tipo
en
el País Vasco.
Fueron las últimas
en
convocarse.
7.
CONCLUSIONES
El
análisis histórico y etnográfico que
hemos
llevado a cabo nos
permite
desarrollar
una serie de conclusiones provisionales,
en
un
tema
que, como ya
hemos
señalado,
carece
aún
de
una
masa crítica de investigación sistemática.
El
régimen
franquista
heredó
la organización de la asistencia médica rural, así
como los
problemas
de los que adolecía: dificultades
para
llevar la asistencia a las
poblaciones más
pequeñas
y desorganización del cuerpo de APD. No
fueron
tam-
poco originales
en
sus propuestas de solución: se legisló
para
racionalizar el acceso
a las plazas de médico titular, consolidar el proceso de control del cuerpo
por
parte
del Estado central
(en
detrimento
de
municipios
y diputaciones) y evitar la
desa-
tención de los
partidos
rurales. No se consiguió,
permaneciendo
a
finales
de los
setenta, solucionar
buena
parte
de los problemas detectados
en
décadas anteriores.
Los
cambios organizativos llegaron,
sin
embargo, de la
mano
de la puesta
en
mar-
cha de la clave de bóveda de la política social franquista: el SOE.
Se
configuró de este
modo
la coexistencia de dos tipologías de
médicos
(los
titulares de APD y los de zona del
SO
E)
fruto de las vicisitudes de la evolución de las
políticas del
régimen,
tanto
durante
el
franquismo
autárquico
como
durante
el
desarrollismo,
en
un
contexto de
importantes
procesos de cambio social,
econó-
mico y cultural. Desde el
punto
de vista de las culturas profesionales, las dos tipolo-
gías de médicos evolucionan hacia
una
convergencia final que supondría, de hecho,
la progresiva extinción del concepto de médico
titular
funcionario
frente
a la figura
del médico de familia que fue hegemónica tras la Transición.
La
medicina rural, personificada
en
los titulares, no pudo afrontar
ni
las profun -
das
modificaciones tecnológicas de la práctica clínica
ni
la aparición de nuevos signi-
ficados
en
torno a la imagen del médico general, de los especialistas, de otras profesio-
nes sanitarias, de los hospitales y de la propia experiencia misma de enfermar
146
.
El
cambio más significativo fue,
sin
duda, la
transición
del ejercicio casi solita-
rio del titular a la práctica médica que fue desarrollando
un
dispositivo
asistencial
mucho más complejo. Los médicos
rurales
vivieron esa
transición,
no
solo como
145.
Orden de 3o de julio de
1981
por
la que se convocan pruebas selectivas para ingreso
en
el Cuerpo de
Médicos Titulares
(BOE
de 8 de agosto de 1981).
El
Cuerpo de Médicos Titulares, sigue existiendo, y
cada año se convocan algunas plazas para cubrir servicios centrales del Ministerio de Sanidad.
146. Véase Barceló-Pratsetal. (2019).
una
afrenta
a
su
modo
de
ejercer
la
medicina
y de
ganarse
la vida,
sino
también
como
un
atentado contra el ideal de práctica médica que
pretendían
encarnar
y que
utilizaban
para
legitimar
su
posición social. Los escritos que
hemos
analizado des-
cribieron,
con
mayor o
menor
implicación y distancia crítica, los cambios sociales
que
minaban
la práctica médica rural.
La
mayoría los
consideraron
el fruto de
una
modernización
explicada
mediante
un
funcionalismo vulgar que trastocó grave-
mente
su
estatus. Les afectaba
económicamente,
pero,
además,
estimaban
que su
labor,
su
misión,
dejaba de
ser
reconocida. Su
condición
de notables
en
el medio
rural se desvaneció ante las ventajas económicas de los médicos
urbanos
y del
pres-
tigio social
de
los especialistas,
sobre
todo
de los
hospitalarios.
Frente
a lo que
valoraron como
un
ataque a
su
identidad, se
mostraron
casi absolutamente incapa-
ces de ofrecer alternativas. Salvo
en
algún caso,
su
relato
colectivo
se limita a descri -
birla
pérdida
de
su
hegemonía, no solo
entre
sus convecinos,
sino
también
entre
los colegas. Los médicos rurales
habían
sido alguien, pero
fueron
adquiriendo
con-
ciencia de que, como médicos del Seguro, ya no
eran
nadie, solo "el tío del volante".
Desde la
implantación
del
SOE
se
sintieron
amenazados
por
la actitud exigente de
los afiliados y
beneficiarios
de las cartillas, que les
fueron
considerando
meros
expendedores de recetas, de partes de baja o de derivación. Muchos de los procesos
asistenciales de los que fueron,
tiempo
atrás, protagonistas, casi
héroes,
ya
no
los
diagnosticaban
ni
los
trataban
en
el pueblo.
La
nueva situación les obligaba a
deri-
varlos a especialistas y
hospitales
que les
robaban
su
prestigio
con
sus
técnicas
y
saberes.
El
todopoderoso
hospital
estaba
transformando
la casa del médico y los
consultorios rurales
en
fósiles vivientes
en
un
mundo
en
desaparición.
¿ Qué hacer? ¿ Cómo adaptar la medicina rural al vendaval de cambios científicos,
sociales, económicos, demográficos, culturales
y,
finalmente, políticos? Solo hacia fina-
les de los sesenta algunos (pocos) asumieron que era necesaria
una
profunda reforma.
En
la España de inicios del siglo
XXI
persiste
una
aparente nostalgia relativa a
la desaparición del idealtypus
en
algunos relatos de especialistas, médicos hospita-
larios
y
gestores.
Por
ejemplo,
dentro
del
ámbito
de
la
Medicina
Familiar
y
Comunitaria
no
es
extraño
encontrar
reivindicaciones
ante
los
pacientes
como:
"Las
personas
que
han
resuelto
siempre
sus
problemas
de salud y a quienes les
han
contado esos asuntos de los que no se habla con nadie más. Ellas
conocen
sus nive-
les de
tensión,
su
peso y hasta sus malas costumbres,
trataron
a sus
padres
y lo están
haciendo
con
sus hijos" ( González, 2019).
Sin
embargo, la especialidad de Medicina
Familiar y Comunitaria solo la escogen,
en
su
mayoría, los que
no
pueden
escoger
otra
tras
realizar
el
examen
MIR147. De igual
manera,
en
el
marco
de
un
debate
147.
""Medicina de Familia, 'patito feo' de los mejores
MIR:
solo
la
elige el 1 %
".
Redacción Médica,
23
de
abril de 2019. Disponible
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/www.redaccionmedica.com/secciones/formacion/medicina-de-
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u6
sobre
si
los
médicos
tratan
enfermedades
o
pacientes,
publicado
por
el
portal
Redacción
Médica, el
presidente
de
la
mutua
Previsión
Sanitaria
Nacional, Miguel
Carrero,
señalaba
la casi
total
pérdida
del
médico
de
cabecera,
sustituido
por
"equipos
multidisciplinares
donde
la
despersonalización
es la
norma.
Hoy le ve
uno,
mañana
le ve
otro
...
no se
puede
empatizar
de
esa
manera
con
el
enfermo,
no se
puede
preocupar
de
él,
no
se
puede
pelear
para
que
sea
visto
el
día
siguiente"148.
La
labor
misional
sigue de algún
modo
presente,
como
podemos
comprobar,
por
ejemplo,
en
las
palabras
de
Albert
Jovell,
un
médico
formado
en
Estados
Unidos
y que,
tras
una
grave
enfermedad,
fundaría
y
presidiría
el Foro
Español de Pacientes:
De
hecho, cuando exploro
mi
vida hacia atrás veo esos valores
en
la
tarea
cotidiana
de
treinta
años de profesión de mi padre, médico de cabecera
en
un
barrio
humilde
de Sabadell.
Es
allí,
en
la consulta de
mi
padre, dónde
aprendí
que ésta era
una
profesión abnegada,
con
grandes
caren-
cias
y que exigía
un
gran sacrificio. Dicha abnegación solo se veía
superada
por
la compensación
que se recibe
siendo
útil a los demás, estando al servicio del otro y de las poblaciones vulnera -
bles. Quien
no
lo vea así no sirve
para
esta profesión
(J
ovell,
~009).
La
mirada
etnográfica
de
los titulares rurales del
franquismo
es
un
testimonio
fundamental
para
comprender
que el
proceso
de
medicalización
en
España
no
debe
ser
únicamente
interpretado
desde
la perspectiva del
control
social o de las
biopolíticas del poder.
La
población fue
incorporando
los crecientes recursos asis-
tenciales a
su
vida diaria, ya que
suponían
una
mejora
sustancial
en
el
modo
de
afrontar la
enfermedad
y la
muerte.
La
práctica
cotidiana
de
millares
de
titulares
fue
una
etapa previa al cambio cultural que indujo la generalización de los seguros
sociales al posibilitar el acceso a los servicios sanitarios.
Con la última oposición a titulares
en
198i
su
figura se fue desvaneciendo
-su
presencia es hoy
residual-
en
beneficio de los nuevos especialistas
en
Medicina
Familiar y Comunitaria.
Sin
embargo,
en
los médicos actuales que
reivindican
el
viejo idealtypus parecen
resonar
las palabras de los que, hace décadas, advertían de la
pérdida de lo que consideran la verdadera esencia de la práctica médica, aquella que
pretendían
encarnar
los
médicos
rurales
y que
el
viento
-y
el
Seguro-
se fue
llevando.
148.
Disponible
en
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/www.redaccionmedica.com/secciones/privada/-para-humanizar-hay-que-
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FLORES
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2-4.
NUEVAS
ESTAS
A
PROBLEMAS
José Martínez-Pérez y Enrique Perdiguero-Gil (eds.)
Genealogías
de
la
reforma
sanitaria
en
España
LN
CATARATA
COLECCIÓN
INVESTIGACIÓN
Y
DEBATE
ESTE
LIBRO
HA
CONTADO
CON
FINANCIACIÓN
DEL
MINISTERIO
DE
ECONOMÍA
Y
COMPETITIVIDAD
Y
DEL
FONDO
EUROPEO
DE
DESARROLLO
REGIONAL
DE
LA
UNIÓN
EUROPEA
(REFS.,
HAR2015-64150-C2-1-P
Y
HAR2015-64150-C2-2-P),
Y
DE
LA
UNIVERSIDAD
DE
CASTILLA-LA
MANCHA
(AYUDA
PARA
ACTIVIDADES
DE
INVESTIGACIÓN
DIRIGIDAS
A
GRUPOS.
REF.,
2019-GRIN-27204).
e
Universidad
de
Castilla-La
M<1ncha
UNIÓN
EUROPEA
Fondo
Europeo
de
Desarrol!o Regmnal
©
ENRIQUE
PERDIGUERO-GIL.
JOSÉ
MARTÍNEZ-PÉREZ,
DOLORES
RUIZ-
BERDÚN,
JOSEP
M.
COMELLES,
EDUARDO
BUENO,
JOSEP
BARCELÓ-
PRATS,
DAVID
SIMÓN
LORDA,
INMA
HURTADO
GARCÍA,
AIDA
TERRÓN
BAÑUELOS,
PILAR
LEÓN-SANZ,
SALVADOR
CAYUELA
SÁNCHEZ,
MERCEDES
DEL
CURA
GONZÁLEZ,
2020
©
LOS
LIBROS
DE
LA
CATARATA,
2020
FUENCARRAL,
70
28004
MADRID
TEL.
91
532
20
77
WWW.CATARATA.ORG
GENEALOGÍAS
DE
LA
REFORMA
SANITARIA
EN
ESPAÑA
ISBN,
978-84-9097-918-1
DEPÓSITO
LEGAL
M-895-2020
THEMA,
MBX/3MPQ-ES-A
ESTE
LIBRO
HA
SIDO
EDITADO
PARA
SER
DISTRIBUIDO.
LA
INTENCIÓN
DE
LOS
EDITORES
ES
QUE
SEA
UTILIZADO
LO
MÁS
AMPLIAMENTE
POSIBLE.
QUE
SEAN
ADQUIRIDOS
ORIGINALES
PARA
PERMITIR
LA
EDICIÓN
DE
OTROS
NUEVOS
Y
QUE,
DE
REPRODUCIR
PARTES,
SE
HAGA
CONSTAR
EL
TÍTULO
Y
LA
AUTORÍA
A Elvira Arquiola Llopis
y Emili Balaguer Perigüell.
In
memoriam
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN.
HACIA
LA
REFORMA
SANITARIA
EN
ESPAÑA
7
Enrique Perdiguero-Gil y José Martínez-Pérez
UN
MUNDO
EN
DESCOMPOSICIÓN:
LA
ASISTENCIA
SANITARIA
EN
EL
MUNDO
RURAL
19
CAPÍTULO
1.
LAS
DIFICULTADES
DE
LAS
MATRONAS
EN
LA
ESPAÑA
RURAL
DEL
SIGLO
XX
21
Dolores Ruiz-Berdún
CAPÍTULO
2.
POR
CAMINOS
Y
VEREDAS:
LA
PRÁCTICA
MÉDICA
RURAL
BAJO
EL
FRANQUISMO
(1939-1979)
63
Josep
M.
Cometles. Enrique Perdiguero-Gil. Eduardo Bueno y Josep Barceló-Prats
NUEVAS
RESPUESTAS
A
VIEJOS
PROBLEMAS
125
CAPÍTULO
3.
ATENCIÓN
PSIQUIÁTRICA.
SALUD
MENTAL
Y
SALUD
PÚBLICA
EN
EL
TARDOFRANQUISMO
127
David
Simón Lorda