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La España vacía está llena de bienes comunes. Espacios de innovación para economías y relatos diferentes

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Después de situar el concepto de bienes comunes, el artículo repasa alguno de los principales ejemplos que todavía funcionan en el Estado español y, en el contexto de la España vacía, los analiza en clave de oportunidad. Así, la tesis central del texto plantea que la España vacía representa una oportunidad precisamente por estar vacía y abandonada. Estar fuera del radar del establishment permite desarrollar ideas “antisistema”, revitalizar instituciones colectivas, promover formas de autogobierno o actuar sin pedirle permiso al Estado ni financiación al mercado. Promover el desarrollo de estas áreas relativamente vacías de agricultura industrial insostenible con modelos de desarrollo económico y social diferentes donde se priorice la economía del bien común parece más factible que en aquellas áreas donde la agricultura industrial está más presente.
The law locks up the man or woman
Who steals the goose from off the common
But leaves the greater villain loose
Who steals the common from the goose
Copla popular inglesa del siglo XVII1
José Luis Vivero Pol es responsable de Análisis y mapeo de la vulnerabilidad en el Programa Mundial de Alimentos (PMA) en Myanmar.2
Después de situar el concepto de bienes comunes, el artículo repasa alguno
de los principales ejemplos que todavía funcionan en el Estado español y, en
el contexto de la España vacía, los analiza en clave de oportunidad. Así, la tesis
central del texto plantea que la España vacía representa una oportunidad preci-
samente por estar vacía y abandonada. Estar fuera del radar del establishment
permite desarrollar ideas “antisistema”, revitalizar instituciones colectivas,
promover formas de autogobierno o actuar sin pedirle permiso al Estado ni
financiación al mercado. Promover el desarrollo de estas áreas relativamente
vacías de agricultura industrial insostenible con modelos de desarrollo econó-
mico y social diferentes donde se priorice la economía del bien común parece
más factible que en aquellas áreas donde la agricultura industrial está más
presente.
La copla que abre este texto refleja con mordaz ironía el funcionamiento de
las leyes en la Inglaterra del XVII. Aquel periodo, que vio desarrollarse los cer-
camientos masivos de las tierras comunales que tanto abundaban, recibió
además las ideas de pensadores clásicos del capitalismo individualista como
1La traduccion viene a decir: «La ley encierra al hombre o a la mujer / que se apropia del ganso de los
comunes / pero deja escapar al gran villano / que le quita los comunes al ganso».
2Este artículo está escrito a título personal, en relación a su trabajo académico anterior, y no refleja en nin-
gún caso la posición del PMA en relación a los temas tratados.
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José Luis Vivero
Pol es responsable
de análisis y
mapeo de la
vulnerabilidad en
el Programa
Mundial de
Alimentos (PMA)
en Myanmar.2
JOSÉ LUIS VIVERO POL
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bienes comunes
Espacios de innovación para economías y
relatos diferentes
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John Locke o Thomas Hobbes. Lo que viene a denunciar la copla es que la ley, normalmente
instrumento político al servicio del poder, castigaba más severamente al campesino que se
apropiaba de animales salvajes que vivían en tierras comunales que a los señores feudales
que le quitaban las tierras comunales a los propios campesinos. Eso mismo sucedió en
España durante siglos, siendo más acentuado a partir de los Reyes Católicos, como bien
han documentado los historiadores españoles.
Por ejemplo, durante varios siglos diferentes casas nobiliarias, que tenían en la propie-
dad de la tierra y la recaudación de impuestos su principal fuente de ingresos y poder, ejer-
cieron mucha presión para apropiarse de los terrenos comunales y retitularlos como tierras
de señorío (privadas). Así tenemos los ejemplos del duque de Medina Sidonia sobre las
Hazas de Vejer, el marqué�s de Moya sobre la Muela Gayubosa en Teruel, o el conde de
Chinchó�n sobre las tierras de la Vega del Tajo. Afortunadamente, tras largos y costosos pro-
cesos judiciales, la justicia española falló generalmente a favor de los comuneros y sus
derechos de uso colectivo de las tierras comunales.
En esta guerra de la Élite (Estado, monarquía, nobles, ricos) frente a la Comuna (el pue-
blo llano residiendo en comunidades) tenemos periodos especialmente relevantes de la
apropiación de los comunes,3como la Guerra de las Comunidades de Castilla (los comune-
ros que lucharon contra Carlos I), las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz en los
siglos XVIII y XIX y, más recientemente, las dictaduras de Primo de Rivera y Franco.
Tampoco quiero dejar de mencionar el afán privatizador de bienes comunes y públicos en
el que estamos inmersos en España desde los años noventa. Pero eso daría para un libro
completo, y no tengo tanto espacio en este artículo.
Los bienes comunes en España
Los bienes comunes (o comunales) son sistemas locales anclados en un territorio concreto,
que gestionan bienes naturales de forma participada en lugares de alto valor para los indi-
viduos involucrados (llamados comuneros). Como han sido gestionados desde hace siglos
por y para la comunidad presente y futura, estos comunes se encuentran generalmente en
un buen estado de conservación, tanto los recursos utilizados (campos de labranza, made-
ra, agua, mariscos) como los ecosistemas que los sustentan. Los territorios de los comunes
son reservorios de biodiversidad, cultura y tradiciones españolas.4Tambien albergan paisa-
3En este texto tambien son denominados comunales, y los espacios donde se encuentran, «territorios de los comunes».
4J. L. Vivero-Pol, «Territories of commons in Europe. Niches of a much needed transition», en S. Bloemen y T. de Groot, eds.,
Our commons. Political ideas for a New Europe, Commons Network, 2019, pp. 15-27, disponible en: http://www.common-
snetwork.org/ourcommons/
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jes especialmente relevantes y prácticas resilientes a los efectos del cambio climático y sus
fenómenos meteorológicos extremos.
La supervivencia de estos sistemas comunales depende de la salud de sus estructuras de
gobernanza, porque los bienes comunes dejan de tener sentido si los comuneros no gobiernan
sus recursos según sus normas e instituciones. Entendemos por gobernanza al conjunto de
procesos y estructuras sociales que determinan cómo el poder, la capacidad de decisión, la
participación, el cumplimiento de las normas y las responsabilidades son ejercidos por grupos
de personas que gobiernan y disfrutan de recursos naturales de forma colectiva.
En el caso de los comunes en España conviene diferenciar entre (a) territorios de pro-
piedad comunal y (b) recursos de propiedad común, que pueden ser poseídos bajo diferen-
tes regímenes de propiedad (privada, estatal o comunal, o no ser poseídos por nadie).5
Entre estos últimos estarían la pesca de bajura, los peces de los ríos, la recolección de
mariscos o el aprovechamiento de acuiferos y sistemas de riego. Para los fines de este
texto, los comunes engloban los territorios, los recursos, los mecanismos de gobernanza y
las comunidades que intervienen con sus tradiciones y normas.
La propiedad comunal se caracteriza por dos condiciones: los que no forman parte de la
comunidad son excluidos de su uso, y todos los comuneros tienen el mismo derecho a usar
el recurso, derecho que no se pierde si no se utiliza. Conviene matizar que los comunes espa-
ñoles son muy diversos y las condiciones y reglas concretas de uso de cada bien común son
resultado de las particularidades de cada comunidad y del recurso en particular, y por tanto
forman parte de las costumbres, tradiciones y usos de cada zona y grupo humano.6
También tenemos en España bienes de dominio público (llamados también demaniales),
que siendo de titularidad pública se encuentran afectados al uso general o al servicio publi-
co.7El régimen jurídico de estos bienes está protegido por ley, siendo inalienables, inembar-
gables, indivisibles e imprescriptibles, no pudiéndose cambiar su titularidad, aunque su uso
sí se vea afectado. Son bienes de dominio público las costas, playas, mares y sus recursos
naturales. También los caminos, canales, ríos, torrentes, puertos y puentes construidos por
el Estado, así como los castillos, murallas y restos arqueológicos. Si estos bienes estan
gobernados exclusivamente por el Estado se les considera bienes públicos, pero si estan
gobernados por los ciudadanos, habitantes, socios o descendientes de los primeros propie-
tarios en pro indiviso caerían en la categoría de bienes comunes o comunales. La clave de
5Estos últimos se denominan tambien como res nullis en el vocabulario legal que viene de la época romana
6J. L. Ramos Gorostiza, Economía, Marco Institucional y Medio Ambiente: La Economía de los Recursos Naturales desde la
perspectiva institucional, Editorial Complutense, Madrid, 2000.
7El Estado Español también posee bienes patrimoniales, que siendo de titularidad pública no tienen el carácter de demanial
y pueden ser adquiridos, gravados, privatizados y vendidos por el mismo, como si de un particular se tratase.
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los comunes no es tanto su titularidad como su gobernanza colectiva por los comuneros. No
hay comunes sin comunitarismo.
La extensa España donde cuesta encontrar un alma
Una vez definidos los comunes españoles, vamos a ver ahora dónde encontramos a sus
comuneros. España tiene 46,7 millones de habitantes repartidos en 505.000 kilómetros cua-
drados, de modo que su densidad media, si estuvieran igualmente repartidos, sería de 92
habitantes por kilómetro cuadrado. Pero no estamos repartidos regularmente, de hecho la
mayoría de la población (95%) vive en menos de la mitad de la superficie, y un 5% lo
encuentras “ocupando” como puede la mitad de España. Otra forma de verlo es dividiendo
nuestra piel de toro en cuadrados imaginarios de 1 kilómetro cuadrado. De los 505.000 cua-
drados solo hay personas ocupando el 13% de ellos.8En el 87% de los cuadrados no hay
gente. Si agrupamos los cuadrados donde no hay gente con aquellos donde la densidad es
menor 10 habitantes tenemos las áreas que conforman la España vacía.
Algunos ejemplos. Desde el noreste de Madrid hasta la ribera sur del Ebro tenemos la
“Siberia ibérica”, un area del tamaño de Irlanda con la menor densidad de habitantes de
Europa (7,2 habitantes por kilómetro cuadrado) repartidas en 1.393 municipios. Solo se
puede comparar con los nevados bosques del norte de Finlandia y Suecia o las Tierras Altas
escocesas. Las dehesas de Cáceres, Salamanca y Zamora está ligeramente más pobladas
(7,58 habitantes), pero poco más. En un área algo más grande que Bélgica (que tiene 11,3
millones de habitantes) apenas viven 250.000 personas. De hecho, grandes extensiones de
Ciudad Real, Toledo, Albacete, Ávila, León, Lugo, Picos de Europa, Zaragoza o Pirineos tie-
nen menos de 12 habitantes por kilómetro cuadrado.9
Estas zonas rurales se vaciaron entre los años cuarenta y setenta, cuando el campo se
consideraba atrasado y lo rural era sinónimo del pasado. El campo era la cuna del sector
8Según datos de Alistair Rae,Universidad de Sheffield (Reino Unido). Véase D. Ruiz Marull, «España, el país de Europa ‘con
mayor densidad’ de población», La Vanguardia, 26 de enero de 2018, disponible en:
https://www.lavanguardia.com/vida/20180126/44292753470/espana-europa-densidad-poblacion-estudio-barcelona-
madrid.html
9Ver este excelente mapa basado en datos de Pilar Burillo, de Desarrollo Rural Serranía Celtibérica, disponible en:
https://blogs.publico.es/strambotic/2019/03/la-espana-vaciada/
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La clave de los comunes no es tanto su titularidad como su gobernanza
colectiva por los comuneros. No hay comunes sin comunitarismo
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primario (agricultura, minería, pesca, bosques) del cual había que sobreponerse para abra-
zar la modernidad de la industria (siderurgia, automóviles, construcción) y los servicios
(turismo). El área rural se aferraba a costumbres y tradiciones que no encajaban en un
modelo de desarrollo que solo podía llevarse a cabo en los espacios urbanos. La narrativa
del desarrollo de la España de los “dorados sesenta” no tenía espacio para las vacas, los
campos de girasoles, o los montes de mano común.
El abandono y el redescubrimiento
Esta España vacía,10 o vaciada como a muchos les gusta señalar,11 ha estado abandonada
por los políticos, que priorizan los modernos centros urbanos donde hay más votos y focos
mediáticos; también olvidada por el sector financiero, que prefiere invertir en la producción
de coches y edificios que en la producción de alimentos y servicios medioambientales; enve-
jecida por la sangría de jóvenes que buscan mejores oportunidades laborales y relaciones
sociales; incomunicada por su propia geografía abrupta y la débil cobertura de la red de
ferrocariles; silenciada por las compañías de telefonía e internet, e ignorada por el mainstre-
am, ya que el futuro es de las grandes megaurbes, cada vez más populosas, ricas e influ-
yentes.12 No obstante, creo que es más correcto hablar en pasado: estaba abandonada y
silenciada, pero ya no. Desde hace años, y por diferentes motivos, la España vacía ha deja-
do de ser un síndrome de déficit de atención (“Teruel tambien existe”) y se ha convertido en
sujeto literario (Sergio del Molino, María “Mercromina” Sánchez), académico (Cátedra de
Depoblación en la Universidad de Zaragoza), y en prioridad política (Comisionada para el
Reto Demográfico o Comisionado para la Depoblación en Aragón).
Y me parece excelente que se haya convertido en un tema de agenda a varios niveles.
Sin embargo, considero que la despoblación y el abandono del rural son solo dos manifes-
taciones más de un modelo económico, el capitalismo neoliberal, que se está acabando y
que está devorando el planeta hasta llegar a amenazar la propia supervivencia del ser
humano. El capitalismo valora los recursos naturales, el paisaje rural, la tierra, el trabajo
humano, el agua que bebemos y los alimentos que comemos como meras mercancías
(commodities), como insumos desprovistos de cualquier dimensión que no sea valorable en
10 S. del Molino, La España vacía. Viaje por un pais que nunca fue, Turner Libros, Madrid, 2013.
11 A. Grijelmo, «La España vacía o la España vaciada», El País, 10 de junio de 2019, disponible en:
https://elpais.com/elpais/2019/06/06/ideas/1559834099_548373.html
12 Para el 2050, se estima que el 70% de la población mundial vivirá en ciudades, que se están convirtiendo en actores rele-
vantes del tablero geopolítico internacional, ocupando en muchos temas los espacios dejados por los Estados-nación, como
en el caso de la lucha contra el cambio climático (el grupo de C-40 (www.c40.org), con 40 megaciudades que están com-
prometidas a ralentizar el calentamiento global) o la transición de los sistemas alimentarios (en el caso del Pacto de Milán
por la Alimentación Urbana (http://www.milanurbanfoodpolicypact.org) o la Red de Ciudades por la Agroecología en España
(http://www.ciudadesagroecologicas.eu/).
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términos económicos. Y esa valoración económica se extrapola a la valoración social: el
modelo social de los pueblos, la ocupación del espacio rural, sus formas de vida pausadas,
ligadas a los ciclos naturales, y sus valores no economicistas chocan con el modelo econó-
mico donde todo se mide en precio de mercado, donde la generación de beneficios a coste
mínimo es el único objetivo relevante, donde la competencia entre humanos y contra la natu-
raleza es la narrativa dominante.13 Para la ética capitalista dominante en las grandes corpo-
raciones y bancos, la sostenibilidad de nuestras acciones para dejar un planeta habitable
para las generaciones futuras no tiene ninguna relevancia, más allá de una retórica discur-
siva que luego no tiene reflejo en su accionar diario.
El vacío es una oportunidad porque puede ser rellenado
Muchos piensan que el campo y “lo rural” no tienen mucho futuro en un mundo hiperurbani-
zado, pero yo creo que en esta época de decadencia del capitalismo y transición hacia otro
modelo (todavía en creación), la búsqueda de soluciones pasa inexorablemente por una
revitalización económica, social y del relato de esta España despoblada. Despoblada par-
cialmente de personas, pero poblada completamente por comunes. Aun a riesgo de parecer
un poco exagarado, me atrevería a decir que casi toda la España vacía esta repleta de terri-
torios de los comunes, espacios donde las comunidades rurales se han autoorganizado
desde hace siglos para gestionar de manera colectiva los recursos naturales y del conoci-
miento que son importantes para ellos. Y de esta manera, hay comunes alimentarios, fores-
tales, de gestión del agua, de tránsito, de acceso a tierras, de gobierno político o de gestión
del conocimiento. Esos comunes (institución de gobierno) se han desarrollado en lugares
determinados (territorio), por personas particulares (comunidad) para gestionar recursos de
interés para todos (los bienes comunes o comunales).
En esta línea, y esta es la tesis central de este texto, creo que la España vacía repre-
senta una oportunidad precisamente por estar vacía y abandonada. Estar fuera del radar del
establishment permite desarrollar ideas “antisistema”, o revitalizar instituciones colectivas,
promover formas de autogobierno o hacer cosas sin pedirle permiso al Estado ni financia-
ción al mercado.
13 El darwinismo social de la supervivencia del más apto se impuso a la cooperación y la solidaridad de las sociedades con-
sideradas “primitivas”.
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Es en estas zonas abandonadas donde se pueden implementar acciones a
favor del derecho a la alimentacion o al agua, y experimentar en nichos de
innovación con formas diferentes de gestion colectiva
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Promover el desarrollo de estas áreas relativamente vacías de agricultura industrial
insostenible con modelos de desarrollo económico y social “diferentes” donde se prioricen
la economía del bien común, las economías circulares, la agroecología o los postulados
políticos de la soberanía alimentaria parece más factible que en aquellas áreas donde la
agricultura industrial (con monocultivos altamente dependientes de insumos procedentes
del petróleo, maquinaria y semillas patentadas) está más presente y forma parte del entra-
mado cotidiano de los productores de comida. Es en estas zonas abandonadas donde se
pueden implementar acciones a favor del derecho a la alimentacion o al agua, y experimen-
tar en nichos de innovación con formas diferentes de gestion colectiva. De hecho, creo que
la futura (todavía por definir) Estrategia de Transición del Sistema Agroalimentario Español
tiene en la España vacía un terreno adecuado y prioritario para echar a andar. Este texto
es un llamamiento en ese sentido.
Los comunes llenan la España vacía
Como he dicho arriba, en casi toda España siguen existiendo territorios de los comunes o
terrenos comunales que tienen instituciones y formas de gobierno colectivas para gestionar
los recursos de interes para la aldea, pueblo o comarca y que tienen en muchos casos siglos
de experiencia acumulada. A continuación expongo algunos ejemplos para las zonas des-
pobladas mostradas en el mapa de la nota 9.
Los Montes de Mano Común en Galicia ocupan actualmente una cuarta parte de la
superficie de esa comunidad autónoma. Esta institución de gobernaza colectiva tiene su ori-
gen en el régimen jurídico de los suevos, pueblo germáanico que ocupó Galicia durante los
siglos V y VI.14 Los vecinos que residen en la parroquia en la cual se sitúan esos montes
tienen derechos de uso y aprovechamiento de los mismos (antiguamente, este derecho se
describía como tener lume prendida). Esta forma de gestión y propiedad colectiva ha sobre-
vivido quince siglos y esta protegida por ley en el ordenamiento jurídico español. Estos mon-
tes, abandonados durante muchas décadas por improductivos o a causa del abandono de
las labores agrícolas que se desarrollaban en los mismos, están experimentando una revi-
talización de sus usos y costumbres, en algunos casos con actividades tradicionales (apro-
vechamiento de madera, recogida de castañas o setas) o con nuevas actividades económi-
cas (generadores eólicos o turismo).
Otro ejemplo lo tenemos en el sistema de trabajo comunitario conocido como A
Huebraen Palencia, mediante el cual los vecinos de una localidad trabajaban ciertos dias
en trabajos de interés para la comunidad o en actividades agrarias comunes (siembra, cose-
14 Disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Reino_suevo
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cha). Este modelo de accionar por el bien común ha sido retomado con éxito por la
Diputacion de Palencia15 para incentivar acciones de voluntariado para la mejora y mante-
nimiento de los espacios comunes, recuperando el espíritu de colaboración entre vecinos.
En Olea de Boedo, un pueblo con solo 42 habitantes, se pavimentaron la mitad de las calles
con esta modalidad de trabajo comunal.16
Uno de mis favoritos, porque se refiere a comunes alimentarios, son las Hazas de la
Suerte en Vejer de la Frontera (Cádiz), un sistema de aprovechamiento de las tierras culti-
vables del concejo, que data de 1288, cuando el rey Sancho IV concedió las tierras y el
derecho de usufructo de las mismas a los vecinos.17 Son 3.500 hectáreas distribuidas en
232 hazas (parcelas) que se reparten entre los vecinos que lleven más de 20 años empa-
dronados en el pueblo. El sorteo de las hazas se realiza cada cuatro años (los bisiestos) y
hay listas de vecinos para cultivar (asentados) y de vecinos que reciben las rentas del cultivo
de la parcela que les haya tocado (agraciados). Este derecho comunal es universal y, por
ahora, imprescriptible. Su utilidad para los vecinos del pueblo es innegable, y podría ser un
modelo a replicar en otras zonas de la España vacía. De hecho, han pedido su declaración
como patrimonio inmaterial de la humanidad a la UNESCO.
En la parte más vaciada de la Siberia Ibérica no deja de sorprenderme la resiliencia ins-
titucional de la Comunidad de Aldeas de Albarracín (Teruel), también conocida como
Comunidad de Santa María. Es una institución con más de ocho siglos de historia integrada
actualmente por 23 municipios para gestionar los bosques comunales. Su origen data de
1284 (por concesión real de Pedro III de Aragón) y se mantuvo como distrito jurisdiccional
del Reino de Aragón y posteriormente del Reino de España hasta 1833.18 También hubo
comunidades en Calatayud y Daroca, comunales constituidos entre 1248 y 1254 por privile-
gio real de Jaime I. Esta institución surgió por la necesidad de gestionar el aprovechamiento
de los montes y pastos comunales. Era una manera de generar una institución que convenía
más al modelo de autogestión y autonomía de los habitantes de Albarracín y sus aldeas. De
hecho, para poder beneficiarse de los montes comunales de Albarracín hay que haber naci-
do y residir en la comarca. En 1990, el Tribunal Supremo falló a su favor para que no paga-
ran impuestos por la actividad económica que realizaban en los montes (extrayendo made-
ra), pues los beneficios se revertían complemente en los miembros de la comunidad.
Según datos del profesor Sanz Jarque, en Aragón todavía hay unas 300.000 hectáreas
15 Disponible en la web de la Diputación de Palencia: https://www.diputaciondepalencia.es/sitio/medio-ambiente/palencia-huebra
16 «Colaborar al toque de A Huebra», El norte de Castilla, 29 de junio de 2014, disponible en:
https://www.elnortedecastilla.es/palencia/201406/29/colaborar-toque-huebra-20140629125615.html
17 https://www.youtube.com/watch?v=fdt6X-mFhu0
18 J. L. Corral Lafuente, «El origen de las comunidades medievales aragonesas», Aragón en la Edad Media, núm. 6, 1984,
pp. 67-94.
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gestionadas por comunidades locales en terrenos que pertenecen a la comunidad, al muni-
cipio o a colectivos de habitantes, y que no pueden enajenarse, privatizarse o parcelarse
(proindiviso). Y en Teruel, estos territorios de los comunes representan casi un tercio de su
provincia (más de 90.000 hectáreas en más de 60 comunidades de montes o socios). Pero
no todos los comunes fueron creados en la Edad Media. En Zaragoza encontramos un
ejemplo de comunalización reciente en la Comunidad de Monte Saso de Biota, constituida
como monte comunal en 1881 tras comprarle los terrenos a la familia nobiliaria que los tenía,
primero en régimen de señorío y luego en propiedad. Recientemente la comunidad se ha
transformado en Sociedad Cooperativa Agraria.
Tenemos muchos ejemplos en Soria y Guadalajara, provincias que frecuentemente se aso-
cia con el despoblamiento. Aquí abundan los llamados “montes de socios”, montes cuyos titu-
lares son colectivos de propietarios, en muchos casos varios centenares, y que funcionan como
proindiviso, pues los distintos propietarios no poseen una porción de terreno individual sino que
son propietarias de un porcentaje de dicho monte. Esta figura jurídica, que tiene denominacio-
nes muy diversas según las provincias, es muy común en toda la geografía nacional, especial-
mente en las zonas más interiores del centro y la mitad norte. Todos los montes de socios han
de tener juntas gestoras. Sin embargo, la situación más habitual para este tipo de territorios ha
sido hasta ahora la de un estado de gestión y aprovechamiento muy alejado del ideal, llegando
incluso en algunos casos al casi total abandono, originando una situación de riesgo de plagas,
incendios o titularidades ilegales de espacios del común por particulares. La Asociacion Forestal
de Soria trabaja hace años con comunidades de propietarios para revitalizar estos espacios,
tanto desde su vertiente legal como social o económica. Esta asociación preside además el
Grupo Operativo para la Gobernanza de los Sistemas Comunales de España.
También se pueden considerar territorios de los comunes los cotos de caza y pesca. Los
cotos son unos derechos de uso y aprovechamiento para un colectivo definido, que se dife-
rencia de la titularidad legal de los terrenos sobre los que se puede cazar o pescar. Por
ejemplo, en Boñar (León), un coto de caza se asienta sobre terrenos privados, comunales
y del Estado.19 Los economistas definen este tipo de territorios o asociaciones como bienes
club o monopolios naturales.
19 J. M. Campos, «El coto de caza Escucha adquiere casi un 60% de terreno comunal», Diario de León, 7 de octubre de 2006,
disponible en:
https://www.diariodeleon.es/articulo/provincia/coto-caza-escucha-adquiere-casi-6-terreno-comunal/20061007000000863458.html
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Los comunes sin el comunitarianismo no son más que recursos de acceso
libre, y el comunitarianismo es precisamente el elemento transformador,
radical y revolucionario que los Estados y el mercado tanto temen
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Finalmente, este verano pasado estuve paseando por unos hayedos preciosos del Valle
de Mena, en el norte de Burgos. Pues bien, esos hayedos son también gestionados de
forma comunal desde hace siglos. El Valle de Mena, con casi un 70% de su territorio cubier-
to de bosque, es otro ejemplo de la enorme relevancia legal, territorial, social y económica
que tienen los comunes en España.20
Reinventar la narrativa de lo común, lo rural y lo económico
Los bienes comunes y sus territorios pueden y deben ser considerados como ventajas com-
parativas (desde el punto de vista institucional y económico) para relanzar un modelo de
desarrollo que sea económicamente viable para las comunidades que lo habitan, socialmen-
te justo con todos los miembros y con las generaciones futuras, y medioambientalmente
sostenibles en una naturaleza cada vez más presionada y con menos capacidad de amor-
tiguamiento. Pero llevar a cabo esta transición require que se quiera hacer, que se le vea un
sentido, para lo cual hay que cambiar la narrativa dominante sobre lo que debemos (el
cómo) hacer para conseguir las metas a las cuales queremos llegar (el para qué). Tenemos
que dejar de ver los bienes comunes y las áreas despobladas como reductos del pasado y
empezar a verlos como espacios donde se puede experimentar la transicion hacia nuevas
instituciones y nuevos tipos de economías no capitalistas. Al estar vacíos de Estado y mer-
cado, pero llenos de comunes resilientes, se convierten en espacios ideales para experi-
mentar bien la revitalización de lo tradicional, que sigue siendo válido para enfrentar los pro-
blemas actuales, bien la innovación de nuevas formas de gobernanza de recursos naturales
y no materiales. Esta gobernanza de los comunes se enmarca en otra forma de economía
que rechaza la mano invisible del mercado, y se preocupa más del beneficio compartido, del
cuidado del otro, del bienestar común, de los límites planetarios y de la huella ecológica.
En esta línea, Piotr Kropotkin21 y Karl Polanyi22 tenían razón, y los darwinistas sociales
como Ayn Rand o Robert Nozick23 estaban equivocados. Estos últimos defendian el indivi-
dualismo a ultranza, el derecho absoluto (casi sagrado) a la propiedad privada, la compe-
tición entre humanos y la superviviencia del más apto como las reglas de oro del desarrollo
humano, y el capitalismo como modelo económico ideal para el homo economicus. Este
modelo dejaba el aprovechamiento y la distribución de recursos en manos del libre merca-
do, reduciendo al máximo la intervención estatal en la regulación del mismo. Este modelo
20 A. González Ronda y S.F. Ortuño Pérez, «El sector forestal y el desarrollo rural en el Valle de Mena (Burgos)», Observatorio
Medioambiental 4, 2001, pp.339-352, disponible en:
https://revistas.ucm.es/index.php/OBMD/article/viewFile/OBMD0101110339A/21865.
21 P. A. Kropotkin, El apoyo mutuo, Pepitas de calabaza, Logroño, 2018.
22 https://www.traficantes.net/libros/la-gran-transformación
23 K. Polanyi, La gran transformación, Traficantes de sueños, Madrid, 2003.
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esta mostrando sus fracturas sociales y medioambientales en miles de lugares de todo el
planeta.
Ayn Rand y Robert Nozick, junto a economistas liberales (Milton Friedman o Friedrich
Von Hayek) y políticos conservadores (Reagan o Thatcher) contribuyeron a construir una
narrativa que nos convenció. Fue una historia bien contada y ampliamente difundida por los
medios de comunicación, a pesar de que ocultaba una realidad obvia para millones de per-
sonas: que los humanos preferimos cooperar que competir en nuestra vida diaria, especial-
mente cuando buscamos el bien común. Eso es lo que viene a demostrar un trabajo antro-
pológico de la Universidad de Oxford que se ha llevado titulares en todo el mundo por la uni-
versalidad de sus hallazgos. Los investigadores proponen que hay ciertos elementos comu-
nes en los principios morales de todas las sociedades.24 Siete reglas universales, por haber
sido identificadas en más de 60 culturas diferentes que constituyen lo que podria denomi-
narse como principios éticos básicos de la humanidad. Estas reglas son (a) apoya a tu fami-
lia, (b) apoya a tu grupo, (c) devuelve favores, (d) se valiente, (e) respeta a tus superiores,
(f) reparte los recursos justamente, y (g) respeta la propiedad de los otros.
Este paquete de comportamientos choca frontalmente con la ética y el accionar de los
actores del capitalismo neoliberal. Apoyar al grupo (entendido como comunidad, pueblo,
colectivo o pares) contrasta con el individualismo competititivo que nos inculca el liberalismo
económico (el hombre hecho a sí mismo). Devolver favores va contra la lógica del mercadeo
a través del dinero, como medida exclusiva del valor de un objeto. De hecho, a través del
intercambio monetizado nos evitamos tener que hacer y devolver regalos. Pagando cubri-
mos la obligación moral de devolver un favor.25 Respeta a tus superiores establece que la
sociedad se articula en torno a sistemas políticos con jerarquías (que pueden ser elegidas
por sorteo, votos o antigüedad). El capitalismo establece que el dinero determina tu jerar-
quía porque todo, hasta las voluntades, se pueden comprar. Finalmente, sobre repartir los
recursos justamente, creo que no hace falta extenderse mucho sobre esto en un tiempo en
el que la desigualdad de riqueza es tan grande en el mundo que 100 personas tienen más
24 O. Scott Curry, D. A. Mullins y H. Whitehouse « Is It Good to Cooperate? Testing the Theory of Morality-as-Cooperation in
60 Societies», Current Anthropology, 60 (1), pp. 47-69, 2019.
25 M. Mauss, Ensayo sobre el don: Forma y funcion del intercambio en las sociedades arcaicas, Editorial Katz, Buenos Aires,
1925.
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Especial
La España vacía está llena de bienes comunes
Esa autoorganización de los comunes que sobreviven en la España vacía
puede contribuir a revitalizar los pueblos y aldeas, la economía rural, la
gestión del paisaje y el reempoderamiento de las comunidades que todavía
tienen derechos legales sobre los recursos que las rodean
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riqueza que la mitad pobre del planeta, y el 1% de la población más rica posee más que el
99% restante. El capitalismo solo respeta el apoyo a la famiia, el ser valiente y, sobre todo,
hacer de la propiedad privada (que no la colectiva o la pública) un derecho sagrado.
Estos investigadores no han hecho otra cosa que darle la razón a uno de los grandes
pensadores de la economía colaborativa: Piotr Kropotkin. Este aristocrata devenido anar-
quista defendía que el apoyo mutuo, la cooperacion, los mecanismos de solidaridad, el cui-
dado del otro y el compartir recursos y trabajo dotan a los seres humanos y a los animales
de una ventaja competitiva y adaptativa, frente a la competición, la depredación y la pelea
entre pares y contra otros. Para ello se valía de cientos de ejemplos del mundo animal y las
sociedades humanas a lo largo de la historia. De hecho, ponía como ejemplo que los ani-
males que colaboran más y que tienen grupos más cohesionados han tenido más éxito
adaptativo, con poblaciones mayores adaptadas a vivir en hábitats muy diferentes y muy
duros.26 También usaba ejemplos de grupos de cazadores recolectores, gremios medieva-
les y sindicatos y asociaciones de productores durante los orígenes del desarrollo industrial
en el XIX y XX.
Por otro lado, Karl Polanyi, uno de los grandes economistas e historiadores del siglo XX,
propugnaba algo que me parece de sentido común: la economia y los mercados, entendidos
como la manera de organizar la producción, distribucción y consumo de recursos, no son
otra cosa que construcciones sociales, formas de organizarnos en sociedad, y por tanto los
mercados están siempre inmersos en las normas, costumbres y leyes que operan en la
sociedad que los crea. No pueden considerarse aislados o independientes, funcionando con
normas teóricas que luego apenas se cumplen en la vida real. La mano invisible del merca-
do es, usando un término muy de moda actualmente, una postverdad, una fábula, una
invención teórica que no tiene fundamento real. Pero sirvió bien su propósito para hacernos
creer que el mundo real debía comportarse como los economistas teorizaban, y que debia-
mos ser competitivos, crecer, privatizar, ser individualistas y egoístas porque la acumulación
de riqueza individual es beneficiosa para la sociedad en su conjunto (decía el mantra neoli-
beral). La economista Kate Raworth ha explicado la invención de esa narrativa y cómo fue
utilizada por los políticos y sus medios afines para forzar a las personas y a los mercados a
comportarse como dictaba la teoría capitalista neoliberal. En su superventas mundial, la
Economia Rosquilla,27 denuncia con un argumentario excelente cómo los capitalistas, neo-
liberales y hasta los liberales auténticos nos han engañado sobre la naturaleza humana. Los
bienes comunes, el comunitarianismo, la gestión colectiva, la ayuda mutua y la cooperación
son comportamientos consustanciales con el ser humano, aunque arrinconados y ningune-
26 Hay millones de abejas, de ñus o de seres humanos, pero solo cientos de miles de depredadores como tigres o lobos.
27 K. Raworth,. Economia rosquilla. Siete maneras de pensar como un economista del siglo XXI, Paidós, Barcelona, 2018.
Algunos videos explicativos están disponibles en: https://www.planetadelibros.com/libro-economia-rosquilla/262244
de relaciones ecosociales y cambio global
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ados por la ética capitalista, y señalan el camino para revertir las múltiples crisis planetarias
(económica, de recursos naturales, del clima, de desigualdad, de confianza).
Esa manera comunal de gestionar los recursos permite garantizar la alimentación, redu-
cir la huella ecológica y garantizar que las generaciones futuras tendrán el mismo acceso
que nosotros a esos recursos que disfrutamos ahora. La clave para entender la importancia
transformadora de los bienes comunes es no verlos solo como el recurso natural, como
objeto. Los comunes como modelo económico y social engloban también la forma de orga-
nizarse para gestionar los recursos para el bien de todos; el objetivo compartido, donde
todos tienen algo que decir; y las reglas de uso y códigos morales que regulan su gestión.
Los comunes sin el comunitarianismo28 (ocomunalismo ) no son más que recursos de acce-
so libre,29 y el comunitarianismo es precisamente el elemento transformador, radical y revo-
lucionario que los Estados y el mercado tanto temen. La gente se autoorganiza para gestio-
nar sus recursos importantes. Y esa autoorganización de los comunes que sobreviven en la
España vacía puede contribuir a revitalizar los pueblos y aldeas, la economía rural, la ges-
tión del paisaje y el reempoderamiento de las comunidades que todavía tienen derechos
legales sobre los recursos que las rodean. Estamos rodeados de bienes comunes.
Usémoslos para el bien común.
28 La autoorganizacion de las comunidades frente a las reglas del Estado y a la tiranía del mercado.
29 Este tipo de recursos fueron ampliamente estudiados por Elinor Ostrom, la primera mujer que ganó el Nobel de Economía,
y que dio un gran impulso al estudio de los comunes y su contribución al bienestar de numerosas sociedades a lo largo y
ancho de todo el planeta.
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La España vacía está llena de bienes comunes
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