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UNIVERSIDAD DE GRANADA
INSTITUTO DE LA PAZ Y LOS CONFLICTOS
MÁSTER EN CULTURA DE PAZ, CONFLICTOS, EDUCACIÓN Y
DERECHOS HUMANOS
TRABAJO FIN DE MÁSTER
DE PROVOCACIONES Y RESISTENCIAS. UNA PROPUESTA DE
INVESTIGACIÓN PARA LA PAZ 2.0. EN REDES SOCIALES
DIGITALES
Presentado por:
Luis Enrique Almonacid Quintero
Dirigido por:
Feliciano Castaño Villar
Purificación Úbric Rabaneda
Granada, julio 2019
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Resumen: Este trabajo mostrará cómo la extrema derecha, a través de provocadores tales
como los trols, los bots, entre otros, construye unas estrategias discursivas que utiliza para
inflarse y para manipular a la opinión pública en las redes sociales. Así, crean un clima de
violencia crónica que impide la deliberación alrededor de temas sensibles. Hay situaciones
incluso en que los internautas han interiorizado estas estrategias discursivas en sus maneras
de habitar el mundo web. La presente es una propuesta metodológica que invita a investigar
y documentar las resistencias a las provocaciones existentes. Resistencias que se
reconocerán como Prácticas de Paz 2.0. por ser noviolentas, interactivas y orientadas a la
cooperación.
Palabras clave: Paz 2.0., Web 2.0., provocador de extrema derecha, trol, bot, lenguaje de
odio, redes sociales digitales, resistencia noviolenta, etnografía virtual.
Abstract: This dissertation will show how the extreme-right, using provokers such as trolls
and bots, among others, builds several discursive strategies, that uses to inflate itself and to
manipulate public opinion in social networking sites – SNS –. Thus, creating a chronic
violence environment that blocks the deliberation on sensible matters. There are situations
in which the web users had internalized these discursive strategies in their ways of inhabiting
the World Wide Web. The present is a methodological proposal aimed to research and
document the resistances to current provocations. These resistances will be recognized as
Peace 2.0. practices for being nonviolent, interactive and oriented to cooperation.
Keywords: Peace 2.0., Web 2.0., extreme-right provoker, troll, bot, hate speech, Social
Networking Sites – SNS –, nonviolent resistance, virtual ethnography.
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ÍNDICE
1. INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................. 5
2. JUSTIFICACIÓN .............................................................................................................................. 6
3. OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN ......................................................................................... 8
4. ESTADO DEL ARTE ..................................................................................................................... 10
4.1. El provocador de extrema derecha como agitador de la democracia ...................................... 10
4.2. Los marcos de pensamiento, la disonancia cognitiva y las maneras de argumentar…………13
4.3. Mensajes que justifican el terror ............................................................................................. 19
4.4. De quiénes son las redes sociales y por qué nos ponen a pelear entre nosotros ...................... 23
4.5. No alimentes al trol. Alimenta la discusión ............................................................................ 29
5. MARCO TEÓRICO ........................................................................................................................ 36
5.1. El provocador de extrema derecha como maestro de ceremonias ........................................... 36
5.2. Los movimientos sociales 2.0. de jóvenes que ocuparon las #calles y las #plazas ................. 38
5.3. Paz 1.0. y mecanismos noviolentos ......................................................................................... 45
5.4. ¿Qué es la Web 2.0.? ¿Por qué hablar de Paz 2.0.? ................................................................. 46
5.5. El accionar en red detrás de la Salmiya. ¿La primavera árabe fue 2.0.? ............................... 50
6. METODOLOGÍA ............................................................................................................................ 54
6.1. La etnografía virtual como herramienta para la investigación para la paz 2.0. ....................... 56
6.2. Caminar las conversaciones sorteando las distancias del observador y del observado.
Superar al Lurker y evitar al Stalker. ...................................................................................... 69
6.3. Decálogo de la Práctica de Paz 2.0.......................................................................................... 75
7. CONCLUSIONES ........................................................................................................................... 77
8. BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................................................. 80
4
“¿Por qué resulta a veces tan arduo decidir hacia dónde caminar? Creo que existe en la
Naturaleza un sutil magnetismo y que, si cedemos inconscientemente a él, nos dirigirá
correctamente. No da igual qué senda tomemos. Hay un camino adecuado, pero somos
muy propensos, por descuido y estupidez, a elegir el erróneo. Nos gustaría tomar ese buen
camino, que nunca hemos emprendido en este mundo real y que es símbolo perfecto de que
desearíamos recorrer en el mundo ideal e interior; y si a veces hallamos difícil elegir su
dirección, es -con toda seguridad- porque aún no tiene existencia clara en nuestra mente.”
Henry David Thoreau. “Caminar” (1861).
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1. INTRODUCCIÓN
Que la libertad de expresión sea sinónimo de democracia es, para decirlo menos, una
obviedad, un lugar común. Pero qué pasaría si de repente nos detenemos a observar cómo
en la práctica ciertos agentes la ejercen utilizando el odio como fin y como medio. ¿Por qué
existen personas que se dedican a bravuconear por el sencillo hecho de que pueden hacerlo?
Si es cierto que pueden hacerlo, ¿Por qué la interpelación violenta, agresiva, victimizante y
divisora es el estilo con el que la deliberación garantizaría una democracia amplia y plena?
¿Cuándo la interpelación se convierte en agresión, enfrascándose en sí misma en unos
efectos que benefician a ciertos interlocutores sobre otros? ¿Qué quieren estos interlocutores
que dejan miedo y rabia por donde pasan?
Con este trabajo veremos cómo la extrema derecha, a través de provocadores tales como los
trols, los bots, entre otros, construye unas estrategias discursivas que utiliza para inflarse y
para manipular a la opinión pública. Así, crean un clima de violencia crónica que impide la
deliberación alrededor de temas sensibles. El provocador es un actor muy influyente en las
redes sociales hoy, y es utilizado como parte de estrategias para minar la libertad de
expresión y la construcción pacífica de disensos y consensos. Hay situaciones incluso en que
los internautas han interiorizado estas estrategias discursivas en sus maneras de habitar el
mundo web, donde los internautas se trolean a sí mismos sin notarlo. Tal parece que la
democracia está siendo troleada.
Las estrategias que utilizan los provocadores de extrema derecha tienen que ver con tácticas
de mercadotecnia y propaganda digital utilizadas por empresas de publicidad y de análisis
de marca en internet, que se están naturalizando en las experiencias del universo digital.
Estrategias que devienen prácticas que normalizan la violencia simbólica a través de los
poderes fácticos que infantilizan, ridiculizan y satanizan a los movimientos sociales en la
Red, en su lucha por alcanzar una potencia transformadora de la realidad (Reguillo, 2017).
Los movimientos sociales están para llamar la atención sobre demandas de la Sociedad Civil,
sin embargo, en esa tarea aparecen el indignado y el quejica que están ganando protagonismo
en esta función de “válvula de escape” de las inconformidades que han dejado los últimos
años la crisis económica, la corrupción, el cambio climático, entre otros.
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Al líder carismático que sobresalía en la calle o plaza, invocando improvisados y
enardecidos discursos, parece que lo está reemplazando el gamer solitario, que desde su
habitación despliega memes y comentarios en innumerables grupos de Facebook o hashtags
de Twitter.
A la inconformidad, ese valor enaltecido por occidente, se la está manipulando para ponernos
a pelear entre nosotros. Quienes sacan mejor partido (muchas veces los propios causantes de
los malestares) lo saben y lo practican minuto a minuto, a la velocidad de los intercambios
por internet.
2. JUSTIFICACIÓN
Al arrancar esta travesía por el máster, en el ejercicio final para la clase de Fundamentos de
los estudios para la Paz y los Conflictos, sostuve que el lenguaje usado en redes sociales
Digitales se ha convertido en un importante vehículo de la opinión pública los últimos años.
La posibilidad de su instantaneidad permite que pueda medirse el espectro de emociones de
lo que piensa la gente, casi que al instante, como también permite activar la solidaridad
rápidamente sin tener que convocarse en un espacio físico.
De ahí el auge de los análisis de sentimiento y de los análisis de polaridad que las grandes
empresas contratan para comprender qué emociones rodean las menciones a sus marcas. Así
también en las contiendas políticas para quienes son candidatos en campaña, y quienes ya
ocupan el solio de gobierno.
Insistí en que en estos espacios virtuales (que por eso no dejan de ser reales) convergen
incesantes procesos de construcción de identidad política entre las juventudes, sobre todo.
(García & Gómez, 2014). También mecanismos de ‘válvula de escape’ que refuerzan
emocionalidades “negativas”, y que por el efecto de repetición se convierten en aparentes
realidades comúnmente aceptadas, como por ejemplo los estereotipos nacionales, es decir,
las percepciones negativas referidas a una nacionalidad (Armony & Velázquez, 2015).
En un informe sobre redes sociales de un contexto preelectoral en Colombia, del que
participé, descubrimos que, también las percepciones e ideologías alrededor del ejercicio
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político, generan oleadas de intolerancia que lo único que producen son desacuerdos de
punto muerto, en donde las ideas se trasforman en pugnas cerradas a la mediación. Para ese
caso las creencias de las comunidades alrededor de dos candidatos presidenciales, que se
encontraban en las antípodas políticas (informe de la MOE, 2018).
Otras investigaciones han atestiguado el surgimiento de iniciativas violentas desde
movimientos efímeros de opinión en Facebook o Twitter que operan como un nodo en tanto
“punto de intersección, conexión o unión de varios elementos que confluyen en el mismo
lugar” y que implica una “posición de enunciación en la red” (Reguillo, 2017: P. 106) que,
o bien han reclutado personas para su accionar, o bien alimentan cierto deseo de ‘escarnio
público’ a quien piensa distinto, a través de prácticas como el troleo (entorpecer una
discusión o un proceso en un foro abierto) o el doxing (revelar información confidencial de
una persona para vengarse o provocar linchamientos mediáticos).
1
No son entonces acciones que busquen la mediación o la conciliación, ni mucho menos el
cuidado. Son maneras de acosar y de atacar la dignidad de una persona o colectivo,
aprovechándose de la vertiginosa inmediatez de los mensajes en línea y su capacidad de
actuar de manera teledirigida y automatizada.
La extrema derecha o derecha radical, a través de personas que actúan como provocadores
por sí mismos o que programan provocadores automatizados, constituye una de las
estrategias discursivas más eficaces para inflar su credibilidad y para manipular a la opinión
pública. Así crean un clima de violencia crónica que impide la deliberación alrededor de
temas sensibles.
Si logramos comprender cómo opera la lógica discursiva de los provocadores -y por qué no
llamarles fascistas- podremos ver cómo éstos no quieren que tengamos la capacidad
discursiva de enunciar colectivamente los problemas que nos agobian, e impiden el apellido
de la otredad amenazante: xenofobia, homofobia, aporofobia. Se viene demostrando,
además, a partir del análisis de Big Data la existencia de “autopistas del odio” en las que
1
Puede comprenderse de qué va esta práctica entrar a http://bit.do/paz1 De útil referencia también puede
consultarse lo ocurrido con el #GamerGate, en el que la jugadora Anita Sarkeesian fue víctima de comentarios
sexistas y de ciberacoso, dentro de la comunidad de juegos en línea, por llamar la atención sobre la fuerte
inclinación misógina de gran parte de su comunidad. Recomiendo la serie de Innuendo Studios que explica su
origen y consecuencias: http://bit.do/paz_2 (Consultados los dos enlaces el 18 de julio de 2019, 7:24 pm.).
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estas otredades extrañadas viajan a la velocidad de la luz y “cultivan” focos internacionales
de malestar, que bien podrían cruzarse con información de sobre flujos migratorios o
procesos electorales. Es tal su incidencia, que, por ejemplo, están detrás de grupos
extremistas que buscan reclutas en internet. (Johnson et. al., 2019).
3. OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN
Este planteamiento atiende al llamado respecto a la necesidad de documentar los hechos de
paz antes que los violentos, llamado hecho desde el Instituto de la Paz y los Conflictos, en
general, y en particular, desde las clases de: Fundamentos de los estudios de la Paz y los
conflictos, y Género y Paz, donde se nos orienta hacia la apuesta por un entendimiento de la
historia construida desde los movimientos y las acciones pacíficas.
En ese sentido, propongo entonces que la investigación para la Paz 2.0. deberá enlistar,
primero las prácticas de Paz y de resistencia noviolenta que se han viralizado entre los
internautas, (eso implica que esas prácticas hayan sido usadas y reconocidas dentro de los
escenarios virtuales). Segundo, dar cuenta de los hechos en donde las prácticas de los
internautas han resistido a las provocaciones, sistemáticas y planeadas, de la extrema
derecha.
Y tercero, mapear y describir prácticas sobresalientes de resistencia y de transformación
noviolenta de los conflictos o de las conversaciones más conflictivas que hayan surgido en
intervalos de tiempo y lugar determinados. ¿Qué temas habrían inspirado esta manera de
transformar los conflictos?
Siendo que esta propuesta tiene por objetivo específico alimentar el campo de los estudios
para la Paz, con herramientas teóricas para el relativamente nuevo y floreciente campo de la
investigación de ciencias sociales de la era digital, se trabajará en un vocabulario amplio
cercano al tema, y en donde se actualizará a un habla más aproximada a la Investigación para
la Paz.
Planteo un esfuerzo para que podamos formarnos en detectar el discurso de odio y las
maneras en que lo reproducimos en las redes sociales Digitales, muchas veces sin darnos
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cuenta. Demostrar, en fin, que una opinión pública dinamizada por montapoyos
2
y
provocadores, es una opinión pública manipulada y manipulable por la extrema derecha,
porque es la manera en que pueden reforzar la creencia en temas centrales para su agenda:
la xenofobia, el racismo, el machismo, el nacionalismo autoritario, etc.
Propongo como adecuada (y siempre modificable o falseable, de acuerdo con lo que vaya
arrojando el proceso investigativo) la etnografía virtual como herramienta metodológica
principal, a partir de observaciones a las prácticas que sean respuestas o resistencias o
acciones preventivas a prácticas discursivas o tácticas como el ciberacoso, el linchamiento
mediático, por mencionar los más reconocibles.
Son diversos y variados los contextos en los que estas figuras mediáticas han alcanzado
renombre y popularidad en las urnas, por eso, no es riguroso poner a los partidos de la
derecha extrema y a sus líderes en el mismo racero, ya que existen contextos sociopolíticos
que inciden más allá de las estrategias de mercadotecnia o de viralización de cada cual.
Luego entonces se propone, para futuros análisis de campo, plantearnos la posibilidad de
caminar -antes que de navegar- las publicaciones en las redes sociales con más incidencia
en lo político: Facebook, Instagram y Twitter.
Según el informe “The Global State of Digital in 2019”, las anteriores son las redes sociales
más utilizadas en el mundo, posicionándose primera, sexta y séptima, respectivamente. En
el universo hispanohablante, si bien el 4,9% del contenido mundial es compartido en español
(ocupando la cuarta posición global), tenemos que el 67% de los mexicanos, el 77% de los
chilenos, el 68% de los colombianos, el 76% de los argentinos y el 60% de los españoles son
usuarios de redes sociales, prefiriéndolas para compartir contenidos 2.0.
3
El objetivo específico de este trabajo es, entonces, demostrar por qué Twitter, es un escenario
interesante para investigar las prácticas de Paz, puesto que allí pueden darse cuenta de
discursos, tácticas, estrategias y contenidos que se activan en momentos de algidez política
2
Refiere a aquellos oradores que iban a las plazas a montar una tribuna portátil o “poyo”, con el fin de arengar
sobre una idea o filosofía. En no pocas oportunidades terminaban enfrentados con el público que transitaba por
allí: http://bit.do/paz_3 (Consultado julio 18 de 2019, 8:04 pm.).
3
Un resumen y los enlaces al informe mundial y a los informes por países pueden encontrarse en:
http://bit.do/paz_4 (Consultado julio 18 de 2019, 11:17 pm.).
10
y que son alimentadas por la pugnacidad, las argumentaciones falaces y los discursos de odio
(Fuchs, 2018; MOE, 2018; Gelpi Texeira, 2018; Colectivo Ippolita, 2016).
4. ESTADO DEL ARTE
4.1. El provocador de extrema derecha como agitador de la democracia
Las acciones de resistencia contra el provocador de extrema derecha, deben ser el eje de las
investigaciones para la Paz 2.0., porque aquel ha adquirido protagonismo detrás de procesos
electorales clave como el Brexit, Trump, el Plebiscito por la paz de Colombia en 2016,
Bolsonaro. Analizar este fenómeno con las metodologías para la paz nos permitiría ver por
qué asciende el discurso fascista en las maneras de argumentar, y cómo manipula a la opinión
pública.
Esta aventura nos pide discutir la concepción del espectáculo (Debord, 2010; Armano &
Briziarelli, 2017) como movilizador de la opinión pública, ergo de la democracia. Se
entiende que la libertad de expresión y de información son dos pilares para la solidificación
de aquella. La opinión pública que se entiende como constitutiva de la democracia, porque
de la manera en que funciona se erigen “unas personas más dignas que otras” para dar una
opinión “ilustrada”; quienes logran imponer los temas en la agenda pública, por ejemplo los
políticos, encarnan al Estado y a lo oficial, y trabajan para dominar las reglas de juego del
campo que les otorga poder, en este caso, el del mundo de la política.
El andamiaje social y simbólico que resulta de creerse esas reglas, de tener fe en ellas, se cae
cuando los jugadores pierden esa “compostura oficial” cuando estalla un escándalo (un
hecho vergonzoso que daña la posición oficial de esa autoridad), que lo que hace es, en
realidad, mostrar que esos políticos son “herejes” mas no “trasgresores controlados” en el
juego que tanto pretenden dominar (Bourdieu, 2012).
Esta idea del escándalo como acto que destapa “la verdad” a nombre del derecho a la
información o a la transparencia, es una concepción firmemente afincada en los principios
del periodismo y en los pilares de la democracia. Pero esa concepción es importada y
mitificada por una de las superpotencias de la Guerra Fría.
11
La rebelión del ‘Tea Party’ de 1776 fue resultado de un profundo descontento con el reajuste
impositivo que la corona británica impuso sobre sus colonias americanas del norte. El
conflicto escaló, no como una confrontación armada tipo alzamiento revolucionario, como
ocurriría más tarde, sino como un acto de desobediencia civil contra los importadores de
tabaco y té. ¿Cómo se enteraron las trece colonias tan rápido? Por un escándalo de prensa
que se hizo viral. Una noticia sin mayor rigor, pero que llamaba la atención muchísimo por
la grandilocuencia en que fue escrita en los periódicos y en los rumores (Gately, 2001).
No estamos para demonizar el rol de la prensa y la masificación de la comunicación en los
levantamientos contra los imperios: recordemos lo que fueron el árbol de Cracovia para los
reyes franceses, en tanto lugar de discusión de la opinión popular único de los súbditos
respecto a los chismes de la corona y del malestar generalizado (Darnton, 2003) o la
reproducción de la Declaración de los Derechos del hombre para los neogranadinos, que
acompañó la corriente de las tertulias ilustradas y del sentimiento de autodeterminación entre
los criollos (Bushnell, 2001).
Lo que quiero enfatizar es que, para los Estados Unidos, siempre ha sido importante la
defensa de la libertad de prensa para su democracia: en 1898 la guerra contra España en
Cuba fue construida como una noticia sensacionalista. Y algunas décadas más tarde William
Randolph Hearst, el omnipresente multimillonario de los medios de comunicación que
inspiró El ciudadano Kane, tuvo un poder económico y político hasta entonces nunca visto,
construido a partir de periódicos de su propiedad. La prensa ha tenido libertad para desplegar
al escándalo como una narrativa válida, rentable, y generadora de poder.
¿Qué pasa cuando el escándalo no es lo que se transmite sino lo que se busca, es decir,
cuando se convierte en el discurso mismo? Leamos, por ejemplo, la vida y obra de Roger
Stone. En el documental que lleva su nombre (2017), vemos cómo ha sido la figura detrás
de las victorias de Nixon, Reagan, Bush padre e hijo, y la de Trump. En las ideas
fundacionales de Stone como agente político encontramos el miedo y la instigación como
herramientas efectivas para difundir un programa de gobierno o para ganar una elección.
Es el autor en las sombras del “Make America Great Again” o de la “silent majority”,
eslóganes referidos al hombre de mediana edad, trabajador, blanco y pobre, ignorado por las
“élites progresistas” de las grandes ciudades.
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Las campañas políticas del ala más conservadora republicana de los últimos 50 años son de
su cosecha. También es una de las mentes pioneras del lobbismo como técnica política y de
los PAC’s y los SuperPAC’S como mecanismos de representación política basados en
donaciones de dinero privadas sin límite. “Roger es el inventor del sistema político
moderno” asegura un periodista en el documental.
Es pionero, en fin, de la tecnificación del posicionamiento negativo del contendiente político
a través del miedo y el escándalo, como también de la manipulación de la opinión pública a
nombre de la “restauración moral” de un país que, con cada presidente que este sujeto
entronaba, se volcaba a cada guerra con otro país o con su propia clase trabajadora.
Víctima de su propia democracia, entonces, Estados Unidos transita asustada hacia las
elecciones presidenciales de 2020. La denominada oleada de movimientos de extrema
derecha o derecha radical a nivel mundial tiene al 2016 como punto de referencia con las
victorias de Trump y del Brexit.
Aunque en los foros de la denominada Deep web ya se venían dando espacios de troleo y
difusión de memes con contenidos afines. Nos lo relata Virginia Lázaro Villa (2019), crítica
e investigadora de comunicación en internet, que resume en su entrada cómo fue el
advenimiento del ideario Trumpista entre foristas de espacios “políticamente incorrectos” o
/pol/, según el código de identificación del foro dentro de 4chan, y ocultos de los
navegadores regulares como Explorer, Firefox o Chrome.
4
Este ascenso de los memes de
Trump en 4chan lo corrobora también Dale Beran, que relata cuando vivió “en carne propia”
el surgimiento y ascenso de la comunidad 4chan en la Deep web como un foro en línea
compuesto por conversaciones que aparecían y desparecían, hasta convertirse en el punto de
encuentro predilecto de hombres jóvenes frikis con ciertas tendencias misóginas y
xenófobas, que crearon /pol/.
5
4chan es una comunidad de internet que surgió a partir de una plataforma de foros de
discusión abiertos que basa su modelo de funcionamiento en el anonimato de sus
participantes y en lo efímero de sus publicaciones, que pueden durar en pantalla entre cinco
segundos y cinco minutos. Ronda los 7 millones de usuarios. La fluidez en la mensajería con
la que está inspirada su programación ha permitido que se abran foros sobre temas
4
http://bit.do/Paz_5 (Consultado julio 18 de 2019, 11:35 pm.).
5
http://bit.do/Paz_7 (Consultado julio 21 de 2019, 12:26 am.).
13
“subversivos” o “clandestinos”, que en otros espacios generarían alertas de seguridad o
muestras colectivas de rechazo hasta el punto en que se le ha denominado la “máquina de
odio de internet” (André et. al., 2011). Por eso es el caldo de cultivo de opiniones
“impopulares” que han nutrido los planteamientos actuales de la “Alt-right”.
Esta ha sido una de las estrategias que podríamos denominar “de base”: echar mano de
internautas indignados con los patrones de la cultura de la corrección política hecha por el
“globalismo bienpensate”, y que es un reflejo de las desigualdades culturales a las que
estamos expuestos. Pensemos por un instante qué le reclama gran parte de los movimientos
de extrema derecha a la sociedad, si no es la crisis de la masculinidad clásica, de la
nacionalidad y de la sociedad del pleno empleo. Desigualdades que son producto de un
modelo económico insostenible.
4.2. Los marcos de pensamiento, la disonancia cognitiva y las maneras
de argumentar
Lo que gran parte del mundo recibió como un escándalo (ahí vemos su eficacia) en realidad
fue el golpe maestro de un modus operandi que venía labrándose desde la juventud política
de Stone y aliados. Un modus central en la filosofía política del neoliberalismo.
En su obra ¡No pienses en un elefante! (2004) el investigador en lingüística George Lakoff,
muestra cómo el escándalo Watergate de 1971 supuso una derrota inmensa para los
republicanos. Nixon se defiende en cadena nacional a todo el país diciendo “no soy un
bribón”. En realidad, invita a pensar a la teleaudiencia en que es un bribón. Es el mismo
efecto que se produce en la cabeza de cualquiera cuando se le dice que no piense en un
elefante: lo primero que pensará es en un elefante.
Dice también que la opinión pública estadounidense, en relación a su concepción de cómo
sebe ser gobernada su nación, se ha construido a partir de dos modelos: el del padre de
familia estricto y el del padre de familia protector.
El primero refiere a una figura de poder masculina (generalmente, el presidente), que tiene
por misión “poner la casa en orden” ejecutando acciones que se legitiman por su propia
14
autoridad, incluso por encima del Estado; todo el país (su familia a cargo) debe obedecer,
porque esas órdenes son lo mejor para su bienestar.
Una persona que ha sido formada bajo un modelo estricto de educación familiar, dicen,
cuando crezca no necesitará ser disciplinada y se le recompensará con, por ejemplo,
exenciones de impuestos o estímulos para participar en la economía de mercado. Por eso los
republicanos están con el Estado mínimo y el laissez-faire (Lakoff, 2007).
El segundo apela también a la figura masculina de un padre, pero con tareas repartidas con
la madre, que buscan fortalecer los medios al alcance para proteger a los más débiles y educar
a la sociedad en general para buscar la igualdad y la cooperación:
Los progresistas tienen también un sistema moral que se enraíza en
una concepción de las relaciones familiares. Es el modelo de los
padres protectores, que creen que deben comprender y apoyar a sus
hijos, escucharlos y darles libertad y confianza en los demás, con los
que deben cooperar. Este sistema moral inspira sus opciones
políticas, como el del padre estricto organiza las de los
conservadores. Pero los progresistas no han sido tan conscientes
como éstos de la necesidad de dotarse de un lenguaje coherente que
les permita definir desde sus propios valores y sentimientos los
asuntos en juego en el espacio público. Y así han aceptado el
lenguaje y los marcos de sentido impuestos por los radicales
neoconservadores, aunque los discutieran. (Subrayado mío). (Ibid.
P. 3).
Los marcos, según Lakoff, son formas en que las ideas encajan en nuestro cerebro, gracias
a procesos que la psicología cognitiva y la neurociencia han demostrado, como por ejemplo
con la sinapsis: un dato o una idea que sea verdadera, fundamentada en los datos y
debidamente corroborada, tendrá escaso o nulo efecto en un oyente que piense a partir de la
creencia en un sistema de valores. Sin ir muy lejos: cualquiera de nosotros.
El proceso de pensamiento ya está configurado para actuar de una manera frente a cierto tipo
de conceptos, porque el cerebro ya ha fabricado y enlazado predeterminadamente otros. Al
fin y al cabo,
15
Los conceptos no son cosas que pueden cambiarse simplemente
porque alguien nos cuente un hecho. Los hechos se nos pueden
mostrar, pero, para que nosotros podamos darles sentido, tienen que
encajar con lo que está ya en las sinapsis del cerebro. De lo contrario,
los hechos entran y salen inmediatamente. (Ibid. P. 16).
La invitación que nos hace es a trabajar en esos marcos, viendo en cuáles nos hemos movido
desde nuestro lugar en el espectro político, para detectar cuáles han sido los que nos han
implantado; a fuerza de repetición, algunos conceptos como “miedo” o “inmigrante” o “paz”
pudieron cimentarse en nuestras cabezas a partir de marcos inspirados en el padre estricto,
por ejemplo: “hay que defender al país de los terroristas para tener paz”; “la paz es acabar
militarmente al enemigo”; “la izquierda no quiere la paz porque sólo produce el hambre, al
no reconocer el mérito de quien trabaja duro”.
Claro. Lakoff construye sus arquetipos del padre autoritario y del padre protector sustentados
en las narrativas nacionales de su país, lo que conlleva evidentes limitaciones para entender
una sociedad globalizada como la 2.0. Lo que sí logra es reseñar un fenómeno psicológico
ampliamente documentado, del que la investigación para la Paz 2.0. tendrá que decir mucho:
la disonancia cognitiva.
¿Es posible transformar los marcos de pensamiento de una persona que ha naturalizado el
ejercicio de la violencia? ¿De qué depende? Johan Galtung (@JohanGaltung) dice que sí, de
acuerdo con una conversación tuitera que sostuvimos:
16
17
18
El video que Galtung me comparte en la respuesta citada del 18 de agosto de 2018 trata de
una noticia sobre un neonazi que quiere borrar la esvástica que se tatuó en la piel, porque
reniega de su pasado racista y violento, que descubrió gracias a un proceso de rehabilitación
socioafectiva liderado por una trabajadora social afroamericana.
En una discusión paralela a la mención del video, el sociólogo asegura que frente a la
agresividad cognitiva que está detrás de la violencia cultural cotidiana, devenida trauma, está
la posibilidad del ‘eureka’ como momento de cambio asociado al placer y al asombro. Esta
habría sido la formula detrás de procesos de ‘rehumanización’ de exmiembros del Ku Klux
Klan o de los nazis.
6
6
(Conversación original en: https://twitter.com/JohanGaltung/status/1031105664200912896, consultada julio
25 de 2019, 1:32 am.).
Conversación original:
https://twitter.com/JohanGaltung/status/1141379494315470850 (Consultada julio 25
de 2019, 1:18 am.).
19
Aporta también una definición de polarización no como un fenómeno de la opinión pública
sino en tanto “forma de racionalizar un antagonismo percibido” y que, en el peor de los
casos, puede conllevar a la deshumanización del interlocutor. Ahí, en la polarización en tanto
racionalización de los antagonismos, se libra la lucha por el control y la manipulación del
miedo en la opinión pública. Otra definición poco explorada pero que puede servirnos es la
que aporta Fernando Broncano (2019): polos opuestos que atraen las fuerzas afines hacia
ellos, y las repelen de los opuestos. Esta imagen es la más comúnmente aceptada, y en tanto
préstamo de la física mecánica ha acuñado el término “Ferromagnetismo social”.
De ambas definiciones puede deducirse que los provocadores llevan hackeando nuestros
cerebros desde hace años y ni nos habíamos percatado, bloqueando los eurekas, potenciando
los traumas, invirtiendo las polaridades para acentuar la mutua repelencia. Pero esos
dispositivos se activan a través de lugares comunes, expresiones reiterativas, conceptos
autorreferentes como “guerra contra el terrorismo”, “defensa de la libertad”, etc.
4.3. Mensajes que justifican el terror
A este conjunto cuidadosamente elaborado de palabras y conceptos de dominio público
Lakoff las llama metáforas que matan: son las metáforas que justifican las dos guerras en
Irak post 11-S, la invasión a Afganistán, entre otras atrocidades. Más adelante veremos cómo
desde el Análisis Crítico del Discurso se ha evidenciado que, quienes deliberan en redes
como Youtube y Facebook, han interiorizado estas maneras de pensar y de manifestar sus
opiniones violentas, de una manera violenta.
Hay maneras de argumentar del mundo offline que inciden en las maneras de argumentar del
mundo online. Podríamos enunciarlas preliminarmente como producto de una ‘violencia
cultural’ resultante de una ‘violencia estructural’ que, no por desplazarse a lo digital, cambia
totalmente la manera en que opera.
Quizás lo que esté cambiando sea el crecimiento exponencial de, por ejemplo, la velocidad
de difusión de un trino con una incitación violenta, o la de una foto retocada para incriminar
a alguien.
20
Como hablamos de conversaciones a partir de pulsos y señales digitales, a través de canales
electromagnéticos o satelitales interconectados a altísimas velocidades (la fibra óptica, por
ejemplo), entonces aquello exige que presenciemos el escalamiento de diálogos conflictivos
a velocidades impensables, o por lo menos no equiparables a, por ejemplo, sentarse en una
mesa a hacer escucha activa entre dos antagonistas, o a asistir a un juicio; los contextos de
co-presencia se entienden y validan distinto, y eso sí que es un desafío metodológico para la
investigación para la Paz, como veremos más adelante (Arroyo et. al. 2012).
Parte de entender que las estructuras permean el mundo online pasa por entender que existen
élites allí también. No necesariamente económicas, pero que sí operan en conjunto con las
élites económicas del mundo offline, puesto que han sido ellas las que han modelado el
lenguaje con el que la sociedad conversa, es decir, han manipulado la capacidad de enunciar
lo que existe y lo que no, sirviéndose de los conglomerados empresariales de los medios de
comunicación masiva.
Van Dijk nos lo aclara cuando expone el mecanismo de la “preformulación del racismo por
parte de las élites”, en donde el discurso de la ‘política de la preferencia nacional’ de
principios de s. XXI en España, en realidad era una narrativa que legitimaba la exclusión
institucionalizada de las y los migrantes irregulares por parte del Estado (Van Dijk, 2003).
La “estrategia de autopresentación positiva para enfrentar el concepto de multiculturalismo”
es otro mecanismo discursivo, en donde cualquier característica de una cultura otra es
‘aceptable’ siempre y cuando entre en conflicto lo mínimo posible con los considerados
cimientos de la democracia y de los Derechos Humanos. Ciertos movimientos de la derecha
radical europea asocian la herencia de sus países al mundo como central en el sostenimiento
de la ‘paz mundial’ y el ‘orden civilizatorio’. De modo que, cuando se quiere enfatizar la
superioridad de la propia cultura, se resaltan uno o dos aspectos negativos de la otra cultura,
y se atribuyen a todos sus pertenecientes como responsables (Ibid. P. 48).
La investigación para la Paz tendría que decir que, desde lo diagnosticado por Van Dijk en
2002 a hoy, ha cambiado el rol de los internautas en la construcción de las narrativas de la
prensa. 2011 tiene que ser un punto de inflexión porque allí se dieron muchos movimientos
sociales catapultados desde internet.
21
Tendría que ver si estos trols o provocadores ahora se ubican a sí mismos desde el “nosotros”
y “los otros”, y si están partiendo de los roles y temas que los periódicos ya venían
difundiendo desde esos años: el hombre blanco como víctima, el Estado como liberador a
través de la acción (no pocas veces) desmedida de sus Cuerpos de Seguridad, etc.
Cuando no asistimos a la matriz etnocéntrica, vemos cómo se (re) activa la matriz de clase,
que arrastra las discusiones hacia la lógica cuantitativa de unos ‘otros’ que ‘sobran’ o
‘estorban’. Estos marcos de pensamiento cuentan con líderes de opinión que constantemente
los replican, y que adscriben o no a un partido o movimiento político.
Marcia Tiburi en su potente obra responde la pregunta práctica sobre cómo discutirle al
fascista en su propia cancha. No enfatiza centralmente la interacción mediada por internet,
pero sí abarca las dimensiones discursivas e ideológicas de lo que implica hablar
cotidianamente con los provocadores, junto con sus matrices de opinión más recurrentes: la
personalidad autoritaria, el fundamentalismo, la propia victimización. Frente a esta última,
considera que,
(…) las personas y las instituciones se tornan ahora víctimas, ahora
verdugos, de discursos creados con fines específicos para producir
violencia y destrucción. No me refiero a ningún tipo de violencia
esencial propia del discurso en cuanto contrario al diálogo, ni a la
violencia casual de frases esporádicas, sino a aquella proyectada y
usada como estrategia en acusaciones gratuitas, campañas
difamatorias, insultos en general, y también en la creación de un
contexto violento capaz de fomentar un imaginario destructivo.
(Tiburi, 2015 P.60).
La ambivalencia de ser “víctima” o “verdugo” refiere a cómo estos discursos pueden crear
víctimas y verdugos muy fácilmente. Tanto así, que la finalidad de la discusión termina por
ser esa: crear esos roles casi que irreconciliables para que, de plano, el puente comunicativo
se rompa y no haya lugar a simpatías ni empatías: la extrema derecha se revictimiza, las
víctimas no quieren abandonar ese lugar de enunciación. No hay consensos. El discurso ha
roto de tajo cualquier común acuerdo.
Christian Fuchs es un pensador que puede echarnos una mano con estas preocupaciones: ha
empujado la discusión desde la Teoría Crítica del Discurso de Van Dijk y Fairclough,
22
demostrando teórica y empíricamente que el advenimiento de la Web Social efectivamente
ha magnificado unas discursividades que ya venían acrecentándose desde, por ejemplo, la
crisis de 2008 y su relato xenófobo, caldo de cultivo del Brexit.
Así también dice que, no por la erupción de dispositivos y aparatos y maneras de conectarse
durante estos años, han mutado o deben entenderse de otra manera esos daños estructurales
del neoliberalismo. Antes bien se han profundizado gracias a la brecha en el acceso a Internet
(Fuchs, 2010).
Pero la manera en que las personas reaccionan sí que ha cambiado, y ahí debería situarse la
investigación para la Paz: en el inagotable repertorio de respuestas que las multitudes crean
día a día, tanto en la Plaza como en el Facebook, que fue la Plaza que Fuchs analizó tras el
paso del Brexit en Inglaterra en su obra Nationalism 2.0. (2018).
En este estudio encontró, como también lo encontró Tiburi, lo profundamente arraigado que
está en internet la ilusión cuantitativa de que las personas migrantes “sobran” porque le salen
costosas al Estado, cuando incluso se les necesita para poder suplir las plazas que la pirámide
demográfica deja libres, sobre todo en los Estados de Bienestar (Fuchs, 2018).
Uno de los bulos que más se compartieron los días previos al Brexit tuvieron que ver con la
“carga impositiva” de los migrantes – y de la deuda externa europea – en el desarrollo
económico de Gran Bretaña. De nuevo sale a relucir la política de preferencia nacional en
forma de ‘nacionalismo económico’ como culminación de un ‘euroescepticismo’ cocinado
en las zonas más afectadas por Thatcher y compañía (Ibíd, 2018).
Y, hablando de nationalism 2.0. ¿Por qué hablar de lo ‘2.0.’? Al apelativo se le ha
considerado una moda, un copia-y-pega del mundo de la informática. Hay que ver el nivel
de fundamentación al respecto, y por qué la paz puede pensarse 2.0.
23
4.4. De quiénes son las redes sociales y por qué nos ponen a pelear entre
nosotros
Lo primero es responder si tal fenómeno es sui generis o no, poniendo en su lugar a las
apocalípticas que son muy frecuentes. En un arranque de determinismo tecnológico como lo
denomina Fuchs (2010), algunas posturas sobre el tema tienden a olvidar que detrás de las
redes sociales hay empresas (por tonto que suene), y que detrás de esas empresas hay
intereses, y que esos intereses son capitalistas.
Hay una concentración mundial en el uso y manipulación de estas plataformas, que no se
limita al posicionamiento de marcas o tendencias.
Si bien los dispositivos electrónicos son cada vez más versátiles y su acceso es creciente,
ello no garantiza totalmente el cambio de la sociedad, como cuando se piensa que los autos
generaron los entornos urbanos o que los robots reemplazaron a los remachadores (Fuchs,
2010).
Así que es clave entender que el cambio social producto de la tecnología es dialéctico, es
decir, las máquinas por sí mismas no generan lo social en una relación causa-efecto, ni lo
social las condiciona totalmente en tanto hechos socialmente construidos; los avances
tecnológicos son producto de las contradicciones sociales, y por tanto, su desarrollo está
condicionado a las relaciones de poder y conflicto multicausales y complejas, subyacentes a
los acontecimientos subyacentes.
En esa línea, es clave entender que, si bien las denominadas Tecnologías de la Información
y de la Comunicación - TIC’s - han facilitado la aparición de individuos y colectivos con
gran capacidad para la autogestión y para localizar y administrar información, no por eso
quienes poseen mayor poder económico han visto superadas sus hegemonías y, de hecho,
han sabido mutar sus prácticas de control económico para generar nuevos espacios de control
ideológico y de manipulación de la economía, ya no desde la idea de “jerarquía” sino desde
la forma de la “membresía” a un grupo con capacidad de control de la información, operando
desde nodos y redes (Bard & Söderqvist, 2003).
Es constatable una desigualdad inherente en el acceso y control de las redes sociales. Aunque
pareciera que la libertad de generar contenidos y discusiones es enorme, se evidencia que
24
mientras unos utilizan la red para crear, otros la usan para manipular, fijando el compás de
la difusión de estos contenidos. Imaginarse esta relación desigual en tanto estructura es
complicado porque invita a pensar la multidireccionalidad de los mensajes en internet desde
la unidireccionalidad, antes que desde la complejidad, en etapas antes que en flujos, en
jerarquías antes que en nodos.
Cualquier intento que busque pensar los conflictos 2.0. se quedará corto cuando vea al
cambio social desde un “emergentismo puramente linear”, en donde las prácticas pacifistas
se replican como círculos concéntricos ad infinitum (Telleschi, 2018: P. 63).
Siendo claros en que el cambio social, en la perspectiva filosófica de los Estudios para la
Paz, no puede ser unilineal, ni unívoco, el concepto de comunicación muestra que la
multidireccionalidad permite y posibilita la capacidad de coexistencia de saberes distintos e
incluso contrarios. Comunicación, en tanto práctica orientadora inmersa en el ejercicio de
resistir la violencia cultural.
Ante eso es clave recordar que, como muestra Fuchs, los actores de internet participan en un
juego asimétrico, lo que resulta en que la deliberación en internet no sea dueña de sí misma,
a pesar de su interactividad.
Por ese camino aparece también la posibilidad del empoderamiento pacifista desde una
lógica de la acción individual/colectiva – desde la perspectiva de la paz imperfecta –. O bien,
la posibilidad de construir actores empáticos, tolerantes, diversos, solidarios y armónicos,
desde la perspectiva de la paz neutra. Ambos enfoques rescatan la idea del rol activo que
podemos tener para detener la violencia cultural. El segundo enfoque plantea, además, que
desde la complejidad se pueda hacer ciencia, generando investigación desde la perspectiva
hermenéutica (Jiménez Bautista, 2011).
Partiendo del entendido de que las palabras anteceden la realidad y la condicionan a través
de las prácticas, debe ponerse la lupa sobre los procesos sociolingüísticos para comprender
quiénes y por qué nos han puesto a opinar determinados temas.
25
En 2003, Theun van Dijk demostraba que para entonces, no había necesidad de un espacio
político outsider por derecha: el racismo y la xenofobia estaban bien canalizados por sectores
de partidos tradicionales tanto en España como en América Latina.
En uno y otro lado la clase dirigente - que él denomina “élite” - se enunciaba a partir de
unas estrategias argumentativas que la sitúan como “cumplidora de la ley” y como
“acatadora de la Constitución” aún en actuaciones violatorias de los derechos de los “otros”
migrantes o no-blancos. Estas agrupaciones disfrazaban sus intenciones cuidando su
vocabulario en declaraciones oficiales, apelando al respeto del Estado de Derecho, a la
democracia liberal y al multiculturalismo como partes fundantes.
La evidencia de su investigación apunta a que el racismo, en tanto tema de discusión, se
prefigura a partir de unas estrategias de legitimación discursiva que la élite política utiliza
regularmente de acuerdo con los abusos que cometa, para alcanzar una “autopresentación
positiva”.
Con este despliegue controlado de desinformación, que bien podría anteceder a la estrategia
ya desplegada por la gente de Trump y Stone, y que sustenta estructuralmente aquello que,
en lo simbólico ocurre con los marcos de pensamiento según Lakoff, se van fijando temas
en la opinión pública y en la agenda política tradicionalmente enarbolados por la derecha.
En España, por ejemplo, la supremacía de la cultura católica, el factor amenazante de la
inmigración y su supuesta ilegalidad; y en el caso latinoamericano, la ‘dignidad nacional’
heredada del mestizaje, que en realidad es menoscabada por un racismo institucionalizado,
confundido y excusado como ‘problema de clase’ (Van Dijk, 2003).
Aquí vale la pena resaltar un punto de encuentro con el planteamiento de la violencia cultural
de Galtung, respecto a cómo aquellas élites de derecha utilizan la comunicación para
justificar las violencias directas y estructurales: cuando se dice que se cometen abusos
“acorde a la Ley y en defensa de la soberanía” se está apelando a legitimar la violencia
directa. Este es el tono de muchos mensajes de Twitter y Facebook de las comunidades
alrededor de formaciones como Vox en España y el Centro Democrático en Colombia, por
mencionar algunos ejemplos hispanohablantes.
26
En 2019 la extrema derecha ya no dice una cosa mientras hace otra: es abiertamente racista,
xenófoba y misógina; antepone ‘soberanía nacional’ a las ‘leyes’; critica a la democracia
porque la considera como un modelo de gobierno ‘contaminado’. La gente le presta atención
porque se siente identificada; no la ve como una anomalía de la política, sino como una
vocera en democracia que se hace tan legítima como las otras.
Mucho ha pasado en 15 años para los internautas, también: el apogeo de las redes sociales,
los smartphones, WikiLeaks… Pero también la crisis económica de 2008, los movimientos
de indignados, la Primavera Árabe.
Podría decirse que lo que genera tanta discusión y división desde esas nuevas élites en
internet, refiere principalmente a dos cosas que, en principio, pasan fuera de ella, pero que
la atraviesan: la crisis identitaria de la masculinidad clásica, y la inmigración percibida como
amenaza.
Ambas se meten con la soberanía nacional, y ambas son amenazas para una deseada
estabilidad económica. Las situaciones violentas a contrarrestar tendrían que ver con los
opinadores que, o bien se encargan de dividir los hilos argumentativos de las conversaciones,
o bien solo se dedican a insultar a quienes piensan distinto por ser quienes son y no por lo
que dicen.
En términos dialógicos esta manera de argumentar empobrece su posición en tanto 1)
sacrifica la idea que inspiró la preocupación y 2) enfrasca la posición en elementos
personalistas. Claro: lo personal es político. Pero lo político no puede reducirse a la
trayectoria individual de una persona, por lo que se presta a ocultamientos planeados o no,
diseñados por estrategas de la mercadotecnia política.
Podría decirse que desde 2003, lo que ha cambiado ha sido el rol de los internautas en la
construcción de las narrativas de la prensa. Un rol más interactivo. Tendría que verse si estos
provocadores programados ahora se ubican a sí mismos desde el “nosotros” y “los otros”,
y parten de los roles y temas que los periódicos trabajaron en estos años: el hombre blanco
como víctima, el Estado como liberador a través de la acción (no pocas veces) desmedida de
la Fuerza Pública, etc.
27
El miedo a lo diferente no es poca cosa cuando se constata que, paradójicamente, las redes
sociales de internet se han convertido en egotecas antes que en bibliotecas. El hecho
antropológico de que las personas tienden a buscar lo que les genera identificación con un
colectivo y con unos elementos culturales familiares, ocurre en estos espacios inducida por
un ciclo de causa-efecto que pasó largo rato inadvertido: el algoritmo.
Este mecanismo automatizado de prefiguración de los temas de interés, construido a partir
de la segmentación de audiencias y la customización de los contenidos (Fondevila, 2016),
replica en escala micro lo que en escala macro han efectuado las élites, como lo muestra Van
Dijk.
Que el algoritmo vaya reconduciendo mi acceso para que solo vea las publicaciones de mis
conocidas y las de la gente que piensa igual a mí, reduce los límites de las discusiones de las
que participo y me sumerge en una cámara de eco que, a la manera de una secta o de un
culto, basa su visión de mundo en la desacreditación sistemática de cualquier opinión
contradictoria manipulando los efectos maximizados de los marcos de pensamiento (Nguyen,
2018). Un ejemplo reciente es la campaña #SíguemeYTeSigoVox en Twitter, que ha
aumentado su popularidad las semanas previas a las elecciones generales del 28 de Abril de
2019.
Un tuitero muy intrépido descubrió cómo funcionan estas cámaras y se dio a la tarea de hacer
la suya propia. La percibía como un grupo de apoyo, como una red de solidaridades para
divulgar información en contra de la desinformación de los grupos de extrema derecha:
28
Conversación original: https://twitter.com/FisicoImpuro/status/1135507899189518336
(Consultada julio 25 de 2019, 1:03 am.).
La voluntad de @fisicoimpuro es acompañable: generar un espacio sólido de resistencia
contra la extrema derecha. Pero la posibilidad (o imposibilidad) para conversar queda
fortalecida porque terminan generándose espacios de repelencia. Así como las prácticas para
la Paz 2.0. tendrían que fisurar estos hermetismos digitales (el silencio y la apatía son
29
cómplices de la violencia cultural, decía Galtung), también debería permitirnos el accionar
preventivo frente a la profundización de estas cámaras de eco, es decir, cuando devienen
burbujas epistémicas, que ocurren cuando las voces opositoras ajenas e internas,
sencillamente, no son escuchadas. Las burbujas epistémicas eventualmente se convierten en
los únicos referentes de información de una colectividad, lo que dificulta el acercamiento a
fuentes disidentes (Nuguyen, 2018).
En Colombia, por ejemplo, hay una práctica bastante violenta que consiste en “quitarle el
saludo” a una persona cuando aquella ha faltado gravemente. La parte agredida deja de
dirigirle la palabra y de mirarla; no la saluda y puede cruzarse por su lado como si no
existiese. Se despliega un cerramiento performativo equiparable a la muerte, puesto que ese
otro queda despojado de todos los atributos con que la cultura lo ha dotado desde que
aprendió la comunicación verbal y no verbal tales como saludar, preguntar por cómo se está,
desarrollar puentes de empatía a partir de los gestos, desarrollar intercambios mutuos.
Cuando una colectividad opera de esta manera, sencillamente renuncia a escuchar posturas
críticas, asumiendo que no existen. Un ejemplo palpable serían los grupos de WhatsApp en
los que la mayoría vivimos inmersos, en tanto espacios de mensajería instantánea, en donde
sólo adquieren la membresía quienes siguen unos temas de interés, y que piensan igual sobre
aquellos.
Una ruptura en la comunicación es fatal para la negociación de cualquier conflicto (Axelrod,
1996). Que los puentes comunicativos existentes sean deteriorados constantemente también
impide que se den coexistencias pacíficas en la diversidad digital. Hay personas que se
dedican a deteriorar esos puentes.
4.5. No alimentes al trol. Alimenta la discusión
En su análisis de los comentarios de las noticias alrededor de la “causa de los trajes” en el
“caso Gürtel”, Vincent Fenoll muestra cómo hubo participantes que se dedicaron a ofender
a otros por la actitud que tomaban respecto a los acusados, o sencillamente imponían temas
arbitrarios con claro lenguaje ofensivo y violento. Algunas de estas personas tienen por
30
oficio este tipo de provocaciones, aunque la mayoría lo hacen para canalizar emociones
negativas. Se les conoce como trols:
El trol es una persona que participa en foros de debate de Internet
que se caracteriza por escribir comentarios incendiarios. (...) El trol
es un tipo extremo de usuario que busca autoafirmación y cuyos
objetivos son la diversión, la provocación, la ofensa de los demás
participantes y la interrupción del diálogo racional. El trol es, por
tanto, un tipo de usuario más centrado en sí mismo que en la
comunidad, a quien escribir comentarios provocadores que reciban
muchas respuestas le produce una fuerte sensación de
autoafirmación, que puede llegar a ser adictiva. (Fenoll, 2015, pp.
180- 181)
En esa misma línea, el informe “El discurso del odio en las redes sociales: un Estado de la
cuestión”, resalta el efecto “válvula de escape” que produce esta práctica en los entornos
digitales:
De manera irreflexiva, y muchas veces ajenos al daño que pueden
llegar a ocasionar, muchos usuarios de las redes se dedican a esparcir
su hostilidad y agredir verbalmente a otros individuos o a colectivos
minoritarios para divertirse con las reacciones que producen en los
demás, bajo la coartada de un pretendido sentido del humor. (Isasi
& Juanatey, 2016: P. 9).
Internet permite infinidad de posibilidades de creación de contenidos y signos de profunda
recordación para los usuarios más jóvenes, como por ejemplo los memes. Un riesgo de
socialización en internet en entornos escolares juveniles, por ejemplo, es y no es, a mi
criterio, el de agregar personas desconocidas a las redes de amigos, con los que puedan
acceder a fotos y otros registros; lo más interesante para los navegantes de la red conocer
gente nueva.
Este vendría siendo el riesgo más grande, porque en el anonimato, muchas personas se hacen
pasar por otras para ’quedar para un café’ o para que se envíen fotos o videos privados. Ese
es el origen del llamado ciberacoso, que también puede ser una conducta naturalizada en
personas, en principio, inofensivas; es una conducta de la cultura machista y está latente en
muchas prácticas comunicativas, que no dependen del uso de la internet exclusivamente. El
31
ciberacoso es la mutación del acoso escolar o matoneo, que es una práctica de legitimación
de la violencia, en donde aprendemos por qué el uso de la fuerza se ejerce para obtener poder
por encima o a pesar de los débiles o indeseables. ¿Acaso no es esta la lógica germinal del
racismo, el machismo y la xenofobia?
Los trols muchas veces son individuos que aprovechan el anonimato para difundir sus ideas.
Otras veces son cuentas de usuarios automatizadas que, conforme van cumpliendo una serie
de comandos predeterminados, o van aprendiendo las maneras de conversar a través de
Inteligencia Artificial – IA –. Se les conoce como bots y han tenido un peso tremendo en las
campañas electorales y en el posicionamiento de productos en redes sociales (Ferrara et. al.
2014).
Este es un desafío para el cambio epistemológico que propone la investigación para la Paz
2.0. porque, como se mencionaba antes, la complejidad implica la pluralidad de voces
multidireccionadas en continuo encuentro.
La virtualidad se considera como un espacio no-real en donde las identidades se disuelven y
reconstruyen a cada instante, reductibles a flujos de datos. Luego entonces es distinto para
las metodologías de mediación y negociación pacífica situar unos actores y unos escenarios
para poder tramitar sus conflictos, siendo que este concepto está estrechamente relacionado
con otros como poder, estructura, institución y jerarquía.
Conceptos que podrían relacionarse con la previsibilidad de una escuela, o de una casa, o del
barrio, o de un recinto que permitiese la escenificación de las pugnas en tanto lenguajes
verbales y no verbales, percepción de las emociones, contactos corporales, etc.
En la práctica, las personas jóvenes han demostrado que las redes sociales son, de hecho,
espacios de construcción de identidades políticas y de afinidades perdurables, operativas con
sus propias reglas en el juego del lenguaje, y con su propio tipo de relaciones que se dan en
los intercambios de contenidos dentro de las denominadas comunidades (Reguillo, 2017).
Estos intercambios tienden a la beligerancia, pero también han surgido prácticas y hábitos
relacionados con la defensa pacífica de puntos de vista, como otras opiniones respecto a la
percepción de la misma paz como camino para permitir la deliberación.
El potencial de creación de identidades en redes sociales en tanto representaciones de la
personalidad real, se demuestra cuando se construyen maneras de presentarse ante los demás
32
navegantes, utilizando imágenes, frases alegóricas a ciertas reivindicaciones o alusivas a
otros intereses como grupos musicales, equipos de fútbol, simpatías políticas, entre otros.
Las comunidades online utilizan el internet como soporte y como mediación para tramitar sus
intereses y sus conflictos con otras comunidades, por lo que el flujo de mensajería y de
símbolos identitarios tiene su propia lógica, orientada principalmente por la construcción de
una identidad digital en tanto
proceso que vincula imágenes, videos, textos y demás productos en
la web. Uno de los escenarios en donde esta situación se hace más
evidente es en las redes sociales, las cuales construyen una primera
aproximación a dicha identidad a partir del perfil de usuario que cada
sujeto construye al acceder a estas redes, y que necesariamente es
una condición sine qua non para poder participar. (García Gil &
Gómez Serna, 2014: pp. 266 - 267).
A este perfil de usuario se le ha denominado avatar, y es distintivo tanto para los trols como
para quienes les resisten, siendo más afianzado en los segundos que en los primeros.
Las comunidades basadas en grupos abiertos y cerrados de Facebook, y en la adherencia a
trending topics en Twitter muchas veces operan como centros de reclutamiento de jóvenes
para grupos extremistas.
Las estrategias discursivas, junto con el vocabulario y la camaradería que los reclutadores
utilizan, están diseñadas para atraer nuevos miembros con inquietudes ideológicas, que
terminan uniéndose a grupos radicalizados. No solo los grupos religiosos fundamentalistas
utilizan internet para atraer nuevos miembros. La extrema derecha propaga sus ideas
utilizando un amplio repertorio de mensajes para persuadir y envolver a personas con
maneras de pensar similares (Caiani & Kröll, 2015).
Si bien las provocaciones son actitudes que buscan legitimar las violencias culturales en las
personas, no se trata simplemente de ignorarlas para no capitalizar los efectos que busca.
Hay una frase en el ciberargot popular, utilizada en foros de discusión y entre los navegantes
más asiduos: “Don’t feed the troll” (“no alimentes al trol”). Llama la atención sobre por qué
no hay que caer en la trampa egocéntrica del trol siguiendo los temas-marco que propone o
contestando los insultos fuera del tema. Finalmente, eso es lo que quiere el trol: absorber la
33
energía de la discusión para inflar la suya propia, agotando de paso la de la comunidad en la
que debate de manera infiltrada; o también, cuando en el perfil personal de alguien ese trol
agrede directamente la reputación o la información privada de alguien más.
El escenario 2.0. es principalmente un escenario político. Por tanto, respecto al uso
mercadotécnico del odio como táctica y estrategia en redes sociales, debe quedar clara la
componente epistemológica y política contra toda forma de odio en el lenguaje y en lo
discursivo; contra toda forma de daño, contra toda estrategia de matoneo y división. Parto
de la premisa de que cualquier decisión individual o colectiva que surja del miedo, va a ser
terreno ganado para el que nos quiera dominar, en este caso, el provocador de extrema
derecha como emisarios del mencionado programa de largo aliento que fundamenta al
neoliberalismo en lo cultural y en lo simbólico.
Las prácticas de Paz que buscaremos en la vastedad 2.0. tendrán que ser noviolentas en tanto
sean muestra de “acción, pragmatismo, fuerza templada, rebeldía política y construcción de
Paz” (López Martínez, 2006: P. 21).
Que sea individual o colectiva debe ser muestra de una intencionalidad clara respecto a
acciones como el doxing, el linchamiento mediático, la diseminación programada de
insultos, hashtags difamadores, etc. Deben ser, en fin, métodos de lucha que no recurran a la
misma violencia, pero que sean una respuesta efectiva desde la praxis cotidiana.
Lo 2.0. nos viene por las particularidades de este escenario: si en tanto método de lucha la
noviolencia implica respetar la integridad física y la vida del adversario, ¿Cómo podemos
constatar aquello a través de relaciones sociales mediadas por pantallas de ordenadores?
¿Cuál sería el absoluto irrenunciable con el que contamos en las discusiones digitales?
¿Acaso un comportamiento violento en redes sociales tiene el potencial de generar un
homicidio o un escalamiento peor?
La noviolencia:
es la forma más sutil y más inteligente de transmitir valores o, mejor,
contravalores asociados no sólo a la(s) violencia(s) sino a la
legitimación de su uso, independientemente de que sea legal o ilegal
usarla(s). Ello se puede apreciar en muchos aspectos de la vida
cotidiana pero también de lo que se puede denominar cultura
34
profunda (mitos, ritos, fiestas, traumas, memoria histórica, etc. (Ibid.
P. 33).
Los valores dan cuenta de unas desigualdades existentes desde lo económico o lo
sociocultural; naturalizan las violencias estructurales y ocultan el sentido violento de las
existentes en el plano de lo cotidiano. Una sociedad que admita que a los niños se les maltrate
para que “sean disciplinados”, es una sociedad proclive al fascismo. Ya vimos cómo
funciona con los conceptos del padre autoritario y del protector.
Las extremas derechas del último tiempo juegan a ser las víctimas de una persecución
internacional, según ellas orquestada por los grandes medios junto con conspiraciones de la
élite mundial (la ONU, George Soros, los judíos, el narcotráfico, entre otros.).
Para esto, se han valido del concepto mismo de ‘víctima’ para justificar cualquier retaliación
basada en argumentos xenófobos, machistas o nacionalistas. Con este lugar de enunciación
se pretende englobar dentro del ‘nosotros nacional’ todas sus aspiraciones victimistas, pues
es muy práctico (y táctico) mostrarse paladines de una causa “de las mayorías silenciosas”.
A nombre de la victimización en tanto lugar de enunciación construido se lanza el discurso
de odio (Tiburi, 2015); un entorno digital violento legitima este lugar de enunciación, junto
con todas las increpaciones que salgan de allí. La movida argumentativa más justificante y
peligrosa sería, entonces, la de la “defensa propia”.
Durante 2016, los meses en que transcurrieron las etapas finales del Proceso de Paz con las
FARC, la campaña opositora liderada por el partido Centro Democrático (que no tiene ni de
lo uno ni de lo otro), se declaró en “Resistencia Civil” porque según esa colectividad, sus
dirigentes y su líder estaban siendo perseguidos por la justicia, y las instituciones y el orden
del país iban a ser destruidos.
Las movilizaciones que convocaron desde sus redes sociales, y los actos públicos en las
calles no estuvieron exentos de insultos e instigaciones a los adversarios. En los noticieros,
después, salieron los reportes de los encontronazos callejeros, cosa que capitalizaron las
redes convocantes para demostrar que, efectivamente, eran civiles pacíficos utilizando las
35
técnicas de la acción noviolenta, contra los abusos de un gobierno supuestamente cooptado
por “el comunismo”.
7
Este discurso tuvo por principales megáfonos Facebook y Twitter, donde los mensajes y los
memes con incitaciones a la violencia y a la anulación del oponente político eran muy
frecuentes. Estas manifestaciones “de autodefensa” en realidad eran publicadas por
miembros del grupo, mas no desde la cuenta oficial, que no se preocupaba por moderarles.
¿Por qué su actuar no puede considerársele noviolento ni en el mundo online ni en el offline?
Porque entre líneas querían la destrucción del oponente antes que el control o destrucción de
su poder (López Martínez, 2006), y porque fueron cómplices de la violencia cultural que
sustenta esta posición, en el lenguaje, en las ideas, y en las relaciones interpersonales.
Evitar la complicidad radicaría, entonces, en la conversión de las ideas y la persuasión como
resistencia noviolenta (Ibíd, 2006). Al fin y al cabo, ¿qué no es Twitter si no un espacio de
permanente persuasión? El microblogging posee la brevedad de los mensajes que, como
refranes populares o salmos, tienen la capacidad de concitar a la memoria una reflexión
puntual, un pensamiento que acompañe la jornada o que sacuda, así sea por un rato, las
creencias u opiniones. No así un blog, que también puede exigir una lectura atenta, pero no
puede ser tan llevadero en, por ejemplo, en los trayectos breves y cotidianos del transporte
público o en una pausa en la oficina.
La condensación del tiempo en las redes sociales, pues, nos presenta una realidad limitada
por el mensaje en sí, por el acontecimiento de su ocurrencia y por la capacidad de viralizarse.
Un video de una persona prendiéndose fuego o el último gol del Real Madrid pueden
desencadenar el sentimiento de millones de personas en un presente eterno que puede
resultar efímero o no.
7
“Las razones del uribismo para salir a marchar el 1° de abril”. http://bit.do/paz_10 Consultado julio 23 de 2019, 11:50
pm.
36
5. MARCO TEÓRICO
5.1. El provocador de extrema derecha como maestro de ceremonias
Si no entendemos la influencia del mayo francés en nuestra búsqueda por la Paz 2.0. se nos
tornará caprichosa. ¿Cómo conectarle un hecho anterior al advenimiento del World Wide
Web?
Vimos que, en la opinión pública de una democracia, el escándalo produce la necesidad
urgente de una reacción emocional masiva que haga partícipe a las multitudes de una
impugnación social o cultural satisfactoria, llamémosla “justicia por los propios medios”, al
hereje que se salió de las reglas del juego de la política.
Hoy por hoy, sin embargo, y ante tanta información circundante y sin filtros que nos
permitan digerir lo que leemos a diario, muchas veces no tenemos otra opción más que cerrar
nuestros marcos de pensamiento para, o bien salvaguardarlos, o bien fijarlos a las metáforas
del terror (Lakoff, 2004), que son las respuestas que el discurso hegemónico despliega para
demostrar su capacidad de dar sentido a una realidad en shock: con el 11-S fue el gobierno
de Bush hijo; con la victoria de Bolsonaro fueron las iglesias cristianas evangélicas.
Así como a principios de los setenta la nueva derecha entendió la batalla cultural que se
venía, así también la nueva izquierda del mayo francés unos años antes. Parte de la crítica
que el movimiento hace, parte de cómo están interpretando ellas y ellos el papel de las
superpotencias en el juego de la geopolítica mundial.
O mejor: parte de cómo está interpretando la tensión irresuelta entre capitalismo y
comunismo. Y la punta del choque son las imágenes. Ni la bomba atómica ni el modelo de
producción. Son las imágenes. O como Guy Debord declara: el Capital en su grado máximo
de acumulación.
En 1967, dice el filósofo francés, hay una manera de asistir a la realidad en las sociedades
que han alcanzado la economía de la abundancia. Es una manera que se construye a partir
de una representación que induce a la mera contemplación en tanto “modelo presente de la
vida socialmente dominante” y como “justificación total de las condiciones y de los fines
del sistema existente”; se despliega con total comodidad y permisividad en el tiempo vivido
37
fuera de la producción, es decir, en el tiempo de ocio. En fin, es aquello en donde toman
forma las narrativas detrás de la clase media, a ambos lados de la cortina de hierro. La
discusión se centra en si el espectáculo es la forma de la democracia, o la democracia como
forma del espectáculo (Debord, 2010).
El espectáculo es esa dosis diaria en la que la ideología dominante, en sociedad industriales
y postindustriales, demanda lealtad a sí misma y al modelo de producción. Así como es
posible evocarnos en la publicidad de la crema de afeitar o en la silueta inmensa de Evita
Perón en aquel edificio en la 9 de Julio de Buenos Aires, así es posible evocarnos en una
película taquillera o en los billetes con la cara del ilustre presidente o del excelentísimo
camarada. Pero esos “signos de la producción reinante” por sí mismos son inertes, si no fuera
por el espectáculo, que es esencialmente una relación social mediatizada por aquellos.
La historia de las clases obreras, o de los sentimientos nacionales, dice Debord, es posible
en estas sociedades maduras cuando es posible encapsular en un espacio y en un tiempo la
re-creación de lo ocurrido una y otra y vez y otra vez, ya no con el fin de articular una
narrativa sino de ocupar el espacio no-productivo para reconducir a las personas hacia las
imágenes, o sea, hacia un consumo que perpetúe el crecimiento del capital. Pensemos en las
películas, los programas de televisión, los carteles propagandísticos, entre otros.
En lo que el filósofo francés denomina la división mundial del trabajo espectacular (1967),
se inscriben dos formas en las que lo espectacular se mundializa: a través de lo espectacular
concentrado y lo espectacular difuso.
En el primero las imágenes median para reforzar la existencia de un líder supremo que
personifica la unión entre el Estado y el pueblo, enalteciendo en su figura las virtudes del
hombre o mujer modelo; en el segundo, es la publicidad la que muestra cómo se debe ser a
partir de los bienes de consumos y de los estilos de vida atados a su importancia. Las
imágenes de los objetos y de sus precios son los que dan el valor de mercancía, y esta a su
vez mediatiza las relacionas entre las personas.
En los noventa Debord retoma estos dos conceptos para hablar de lo espectacular integrado,
como fenómeno posterior a la caída del Muro de Berlín y de la apertura de China a la
economía de mercado. En aquel, se funden los elementos de los dos primeros. Aunque
Debord vaticina la llegada de Trump cuando, en su tesis 64, enuncia lo espectacular
38
concentrado como síntoma de momentos críticos del capitalismo más avanzado. Aquí el
pensador deja la puerta abierta para interrogar a las mediaciones más interactivas de la World
Wide Web.
En la superación de la contradicción concentrado - difuso, encontramos que el espectáculo
aún rige la manera en que las sociedades basadas en el consumo capitalista se comunican.
Son seis las características principales del espectáculo 2.0.:
• Mentiras sin respuesta
• Integración del Estado y la economía (capitalismo)
• Un presente eterno
• Estetización de la vida cotidiana como lógica central del
espectáculo
• Renovación tecnológica incesante
• Secreto generalizado
(Armano & Briziarelli, 2017: P. 31. Traducción Propia).
En la primera y en la última observamos dos formas del control masivo de la desinformación,
o bien, del acceso a la historicidad de la información. Acceder al uso de la información es
clave para la acción política en tanto permite que personas anónimas se encuentren y puedan
identificar sus malestares e identificar su causa. Lo que buscan los provocadores es
imposibilitar nuestra capacidad de nombrar aquello que impide nuestra potencia de actuar.
5.2. Los movimientos sociales 2.0. de jóvenes que ocuparon las #calles y
las #plazas
Ya zanjado el debate sobre el determinismo tecnológico en la formación y propagación de
estos idearios (Fuchs, 2010), podemos hablar de las iniciativas violentas que han surgido de
movimientos efímeros de opinión en Facebook o Twitter (gracias a ellos o a pesar de ellos)
que, o bien han reclutado personas para su accionar radical-extremista, o bien han alimentado
la impugnación social o cultural. Si bien es demasiada información la que circula en el
mundo 2.0., estos contenidos incitadores han logrado captar la atención de muchos. No es
39
suficiente decir que, solamente porque los dispositivos han cambiado, la inclinación a seguir
contenidos violentos, también.
Estas prácticas que ponen en juego libertades tan profundas de las democracias, como lo son
la de expresión, la de acceso a la información o la de libre asociación, no están per-se
desplegadas como estrategias de mediación o de conciliación.
De modo que ya no hablamos del arte de la persuasión. Estas tácticas argumentativas buscan
una paz negativa, esto es, un enfriamiento gradual de la discusión en una lógica
vencedores/vencidos, lo que nos ubica en el callejón sin salida de las victorias en el Brexit y
con el No al Plebiscito colombiano, donde el extremismo de derecha se autoproclama
ganador. Existen también prácticas que no buscan el enfriamiento sino, precisamente, el
aumento de la discusión desde la reapropiación simbólica:
(…) cuando un código como éste es ampliamente conocido, se hace
más fácil para quienes lo usan ser avergonzados o disgregados por
sus pares. Eso pasó con la Rana Pepe, la mascota ‘de facto’ de la
extrema derecha, que ha pasado de ser un símbolo racista soterrado,
a convertirse en un “símbolo de odio” oficial, como lo ha certificado
la Liga Anti-Difamación (demostrando además que el creador de la
Rana desaprueba el uso que la extrema derecha le ha dado, y que ha
declarado que votará por Hillary Clinton). Y el tripe paréntesis fue
re-apropiado por los judíos y la izquierda como símbolo de
solidaridad, cooptando el significado original racista. (Sonnad,
2016. Traducción propia).
Figs. 1 a 3. ‘Pepe the frog’. Su difusión fue apropiada por los
movimientos de extrema de derecha en foros de 4chan, para difundir sus
40
ideas y apoyar a Trump. Fuente: http://bit.do/paz_13 (Consultada 28 de
julio de 2019, 2:50 pm.)
Estas operaciones de significación, descodificación y resignificación en principio se
despliegan para burlar los mecanismos de censura que utilizan Google y Twitter. Entre los
navegantes más experimentados se disputan estos códigos una y otra vez para ocultar o
visibilizar su significado, más si proviene de un espacio contrario en el arco de preferencia
político.
Pero burlar la censura no es un hecho que evidencie el discurso político detrás de quienes lo
están utilizando. Los trols de extrema derecha los usan para legitimar discursos de odio; los
del resto del espectro, y que cuentan con cierta conciencia respecto a su significado, los
desenmascaran al tiempo y ponen a circular los mismos códigos con diferentes acepciones.
Estos conflictos por lo simbólico tienen lugar especialmente en foros de la ‘Deep Web’ y en
algunas ocasiones alcanzan visibilidad en las redes sociales que la mayoría frecuentamos.
Pero aquellas, insisto, hacen parte de conglomerados económicos que moderan a placer los
contenidos, obviando cuando realmente se hacen necesarias estas moderaciones (Llorca,
2016).
El campo de lucha por lo simbólico entonces, no es ser exclusivamente 2.0. a pesar de que
su acepción nos aclare su interactividad y su ‘libertad’. También está el mundo offline y son
variadísimas experiencias de resignificación. Lo novedoso ha sido su trascendencia desde el
mundo online, que demuestra que entre ambas realidades existen continuidades y flujos
alternos, más que rupturas o discontinuidades. Tenemos la experiencia del colectivo
#YoSoy132 que, en una de sus acciones reivindicativas en el espacio público, proyectó
imágenes alusivas a la democratización de los medios de comunicación – una de sus
reivindicaciones – en los muros de Televisa y en los del monumento Estela de Luz. La
investigadora Rossana Reguillo (2017) relata la manera en que el hashtag hacía alusión a los
131 estudiantes de la Universidad Iberoamericana que hicieron la protesta en un acto de
campaña de Peña Nieto en su campus. El “132” era cada persona que se sumaba al
movimiento vía internet.
Más que decirnos cómo pensarnos la lógica en que operan las movilizaciones en la Web
Social, Reguillo (@rossanareguillo) aporta unas delimitaciones formales que construye a
41
partir de sus vivencias en las plazas y en internet. Aquí habrá que entender que es preferible
“dejarse contaminar, retroceder y avanzar con lo observado” antes de pretender objetividad,
entendiendo que estas expresiones de malestar crecen, migran, se expanden y contraen a
mucha velocidad, dado que los vectores de polinización ‘no humanos’ tienden a acelerarse
y a autopropagarse (Reguillo, 2017).
Se nos abre la posibilidad, entonces, de explorar prácticas que sustenten la Paz 2.0.
(imperfecta, neutral, híbrida), en donde el objetivo no sea ya más sobreponerse a los ataques
del adversario, sino transformar su universo simbólico desde adentro. Es decir, utilizando
las operaciones de descodificación y resignificación que nos permitan defender el derecho a
deliberar.
Por la misma dinámica tan compleja y extensa de las conversaciones en internet, es difícil
concebir que los conflictos que la derecha extrema plantea vayan a desaparecer o sean
corregidos con un acceso igualitario a las redes sociales, siendo que las clases medias (el
público mayoritario del espectáculo 2.0.) son las que tienen mayor tendencia a defender este
pensamiento. El espectáculo tiene por función hacernos sentir iguales, a través de la
omnipresente experiencia del consumo, en un mundo de inocultables desigualdades.
La Web Social permite disputar lo puramente cultural como dice Reguillo, usando lo
simbólico como arma, a partir de imágenes y palabras. El uso de la fuerza cada vez más
depende del despliegue bélico o no del lenguaje, que puede provocar daños incluso más
severos que las armas tradicionales, a través de la supresión deliberada de palabras o ideas,
o con la permanente satanización de periodistas o voces autorizadas.
La democracia pasaría entonces por el lenguaje del espectáculo y del escándalo como sus
cimientos, pero la proximidad escasa que genera lo digital es ampliamente criticada por
cierta vertiente de filósofos sociales que, envalentonados por lo que consideran la pérdida
de lo público en tanto escenario de la política y de lo colectivo, consideran que los
movimientos-red no tienen programa político siendo tentadoramente egoístas.
Un pensador de moda, Byung-Chul Han, habla de un “dictado de la transparencia” en donde
la cautela y el manejo de la información política, en tanto virtudes necesarias para el ejercicio
del gobierno, han sido aplastadas por la incesante demanda de información inmediata y en
42
tiempo real, en donde las decisiones políticas (o los libros, o las recaudaciones de fondos, o
las negociaciones políticas o económicas) se realicen en vivo y en directo, sin mediaciones.
Esto estaría socavando las mismas raíces del arte de gobernar, puesto que, en una
negociación a largo a aliento, “el futuro no es la temporalidad de la transparencia”; la
planificación a largo aliento es imposible (Byung-Chul Han, 2014). Lo ‘público’, añade,
exige cierta distancia, puesto que se nos presenta como espectáculo (espectare, en latín) en
donde asistimos como ‘mirones’, en ausencia de un observar respetuoso con la propia
naturaleza del hecho (respectare, en latín).
En ausencia de esta distancia respetuosa, las personas nos vemos reducidas a un “enjambre”
de usuarias atomizadas, convertidas en mironas más que en ciudadanías.
Inscrito en esa línea crítica, e influenciado por el filósofo surcoreano, encontramos a Nicolás
Mavrakis, quien hace un preocupado llamado por la denominada “positividad” de las redes
sociales: todo suma y aumenta el peso de una causa, así como la ilusión del voto a voto en
las urnas motiva (o no) al votante: no hay números negativos en los contadores de las
publicaciones, se debe hacer más para ganar más seguidores, nunca se para. Esta ilusión
cuantitativa refuerza cierta predisposición emocional que dificulta la tramitación de los
conflictos:
(…) la indignación, además de dar una falsa sensación de
superioridad moral y no poder nada en riesgo, puede ser también una
profesión llena sponsor. Pero la indignación – en sus distintas
versiones: <<esto es terrible>>, <<alguien tiene que hacer algo>>,
<<suma tu apoyo en Change.org>>, <<comparto mi indignación con
ustedes>> – nunca está completa sin la denuncia”. ¿Y a quién se
denuncia? En general, al que antagoniza con la indignación a través
de un señalamiento de una inconformidad. Se denuncia al que no le
basta la indignación y, además, cuestiona su sentido. (Mavrakis,
2017: P. 52).
¿Será el ‘indignado’ el producto mejor acabado del programa detrás de los provocadores de
derecha radical? La trayectoria del Movimientos 5 Estrellas de Italia (M5S) muestra que su
43
popularidad en las redes sociales empezó por un puñado de amigos del fundador, y tanto ha
sido su éxito, debido en parte porque se privilegia la forma de lo que comunica por encima
del contenido que quiere comunicar. – Se dice y se hace lo que la tribuna 2.0. pide –. Esta
“democracia radical” y “transparente” es un justificante de por qué el movimiento terminó
virando tan a la derecha y ahora mantiene un público cautivo que poco tiene que ver con
protecciones sociales y luchas por la igualdad (Ippolita, 2016).
Vale retomar a Debord (2010) cuando resalta en la tesis 12 de La Sociedad del Espectáculo,
que aquel (y vale para el espectáculo 2.0.) valora la positividad, dado que “no dice más que
lo que aparece es bueno (útil, divertido), lo que es bueno, aparece”; esa positividad es
“indiscutible e inaccesible”, y está para dominar el tiempo destinado a las actividades de
ocio, para hacerlas siempre agradables, aunque no necesariamente basadas en la realidad.
Lo interesante de lo que ha sucedido con las movidas recientes es que esta mediación de las
imágenes y de los contenidos Web ya no apela necesariamente a lo recreativo o al puro
consumo, sino a la manipulación del resentimiento como motivador de la acción. Se vio con
el Brexit los días posteriores (Fuchs 2016); lo vimos con la victoria de Trump y en contra de
los “políticos tradicionales” (Armano & Briziarelli, 2017), lo vimos después del Plebiscito
por la Paz de 2016 (MOE, 2018) como lo declaró la mente detrás de la campaña por el ‘No’
8
.
El resentimiento hecho espectáculo se convierte en la medida verdadera de los hechos y en
el justificante de por qué hay que estar a la defensiva hacia una otredad lista para para el
asalto, y a la que pueden achacársele todos los males de la sociedad, en un posicionamiento
clásico útil para la aporofobia o de la xenofobia. El resentimiento es, pues, lo que alimenta
un antimodelo que muestra las antivirtudes de la figura oficial, pero que utiliza la estructura
de la sociedad espectacularizada para montar una ideología hegemonizante.
La oportunidad está servida cuando no se han procesado bien los daños del pasado, cuando
hay una herida abierta. Y heridas abiertas tenemos la de la crisis de 2008 (euroescepticismo
8
“Ellos van a apelar a la esperanza, ustedes tienen que apelar a la indignación. Dejen de explicar los berracos
(tontos) acuerdos. Ya no jodan más con esos acuerdos”; “Entonces la gente votó berraca (enfadada). Nosotros
lo que estábamos buscando es que la gente saliera a votar así”. Las declaraciones son de Juan Carlos Vélez,
el gestor de la campaña por el No. Insuflado por la inesperada victoria de su bando, le confesó en una entrevista
a un periódico de circulación nacional, las tácticas y estrategias que utilizó su partido en los medios de
comunicación. Pueden consultarse los audios en http://bit.do/paz_8 (Consultado julio 22 de 2019, 8:39 pm.).
44
en Inglaterra), la de los ataques terroristas de 2001 (nacionalismo político y proteccionismo
económico en Estados Unidos), la de 60 años de enfrentamientos armados (derechismo
político y conservadurismo social en Colombia).
Los algoritmos que registran la información que produce una cámara de eco, por ejemplo,
absorben de entre posiciones idénticas y perfiles psicológicos de consumo, las opiniones y
visiones de la gente, lo que impide que en la diversidad se construya unidad. Fue la ingeniería
detrás de lo ocurrido con Cambridge Analytica en 2016. Y más bien, la tristeza-indignación
queda subsumida a la ira, la tristeza impotente y la mutua acusación de culpas.
El caballito de Troya mejor acondicionado para estos fines es el argumento ad hominen: mis
adversarios y críticos son así porque nacieron así, porque pertenecen a tal grupo, porque son
pobres y porque quieren serlo. El discurso cuidadosamente modelado los convierte en una
carga cuantitativa, como bien lo describe Tiburi (2015).
En estos dispositivos discursivos de los otros empobrecidos entendidos como “carga
demográfica” se va sepultando lentamente la posibilidad de enunciar la experiencia subjetiva
compartida sobre aquello que nos daña cotidianamente: la hipoteca con el banco, la pareja
agresora, el salario irrisorio, los conglomerados que contaminan.
Y es que comentar o conversar en redes sociales parecen actividades inofensivas, vanidosas,
pero no lo son. Más bien, como veíamos con la Netocracia (Bard & Söderqvist, 2003),
quienes tienen el poder – la élite de las nuevas tecnologías – para gestionar la información
pueden incidir en su comportamiento, en guiar los resultados de una búsqueda con maniobras
de ingeniería sutiles, para que los aliados comerciales aparezcan como primeras opciones en
una búsqueda, o con contenido personalizado, como por ejemplo con el contenido
patrocinado de Google (Luca et. al. 2015). Estas estrategias de posicionamiento de marca se
alimentan con la tasación del tiempo que nos toma observar una publicación entre antes y
después de deslizarnos a la siguiente. Las corporaciones detrás de Facebook y Twitter se
están lucrando con nuestro tiempo de ocio.
¿Es posible entonces, dar cuenta de las acciones del mundo online en el mundo offline y
viceversa? ¿El cambio social y el cambio cultural se dan de la misma manera, con los mismos
ritmos y las mismas motivaciones?
45
Sostengo entonces que la identificación del malestar pasa por tres
estadios o etapas (no necesariamente lineales o, mejor, casi nunca
lineales), que detonan la insurrección o la revuelta:
a) La identificación del afecto triste que nos impide actuar: miedo,
ira, indignación.
b) La condensación en el tiempo de estos afectos tristes.
c) La capacidad de nominación colectiva y el encuentro o, en
términos spinozianos, el occursus, esa alegría que viene de
reconocer al “cualquiera” (quilibet, en latín) con el que ya puedo
“durar”, es decir, pasar de un estado de tristeza a uno de alegría, de
potencia de actuar. (Reguillo, 2017: P. 60).
Manejar hábilmente las destrezas en las nuevas tecnologías no garantiza que partas de la paz
para tramitar tus conflictos, pero sí es posible ver que la pedagogía de su uso permite el
control de las emociones y el despliegue de acciones creativas noviolentas a nombre de la
persuasión y de la alegría, mas no de la imposición de la impotencia, como quieren las élites
de internet y de los gobiernos autoritarios.
5.3. Paz 1.0. y mecanismos noviolentos
La Paz 1.0. resulta de los mecanismos noviolentos en donde los contextos de copresencia
eran parte fundante en los movimientos: la plaza, la calle, el auditorio. Allí la red permitía
solamente ser utilizada como canal de consulta y difusión unidireccionada.
Los movimientos-red pueden estar perfectamente en internet y no depender de las asambleas
en esos lugares, aunque sean momentos clave en su crecimiento. Lo 2.0. precisa de estar
compartiendo, de generar contenidos multimedia en caliente.
Aquí la noviolencia pido entenderla como un juego aceleradísimo de ocupación de
posiciones, de lugares de enunciación y de tendencias, que ni siquiera esperan siempre por
la conducción de una persona o comité. Por eso los jóvenes tienen tanto que enseñarnos,
pues uno de sus campos de construcción de identidad y de resistencia es, precisamente, la
cibercultura: los neologismos, la música, la jeringonza, las reapropiaciones de los símbolos
46
dominantes, en fin. Las maneras en que habitamos estos universos simbólicos mediados por
la experiencia digital (García & Gómez, 2014).
Si la acción de los movimientos-red está siempre encaminada a lo cultural, como dice
Reguillo, entonces la cibercultura permite la recomposición de lo vivido en la interacción
con los símbolos y las mediaciones de las nuevas tecnologías que por sí mismas no
garantizan el cambio cultural, pero que tienen un inusitado poder:
El streaming, el post, el tuit, muchas veces retuiteado, el meme, la
foto, el video; son herramientas de la zona de intensificación
afectiva, que son capaces de recrear (casi sin pérdida) la emoción
experimentada en la construcción del “como sí” aunque “todavía no
(…) como conciencia anticipatoria. (Reguillo, 2017: P. 151).
Además, las mediaciones de Paz se vienen pensando como instancias técnicas de
negociación, en donde los involucrados deben invertir recursos para dar curso a un conflicto
en donde haya pérdidas de vidas o de calidad de vida. En redes sociales los mensajes que
detonan estos conflictos van casi que a la velocidad de la luz, y el control de las acciones de
agresión y/o de (auto)defensa no exige necesariamente instancias de negociación
protocolarias, por ser todas esas acciones virtuales.
Pero sí que muchas de estas virtualidades pueden tener efectos en la “otra vida”. Tal es el
caso de los asesinatos a partir de linchamientos a personas por el sólo hecho de culpárseles
de un delito a partir de un rumor en Facebook.
9
5.4. ¿Qué es la Web 2.0.? ¿Por qué hablar de Paz 2.0.?
Acuñando lo 2.0. será posible plantearnos una propuesta de investigación que permita
teorizar la deliberación en redes sociales desde las prácticas de paz, es decir, observando las
conversaciones en internet, entendiendo que la acción individual y colectiva desde personas
9
“Mensaje viral falso en WhatsApp y Facebook acabó en linchamiento en México”. http://bit.do/paz_9
(Consultado julio 23 de 2019, 12:33 am.).
47
reales han podido generar (y ha generado) matrices de opinión pacifistas a gran escala,
resistiendo a las provocaciones de, por ejemplo, las granjas de bots
10
o a provocadores a
sueldo de partidos de derecha y derecha extrema.
11
Lo 2.0. no solamente implica la
adquisición o consulta de información desde un servidor como la World Wide Web. Esta
función es considerada la 1.0.
La Web 2.0. es esencialmente la denominada ‘Web Social’, es decir, una Web que permite
la creación y modificación de los contenidos que alberga, más allá que su sola consulta, que
es la función central de la Web 1.0. Los portales 2.0. pueden ser Wikipedia, Youtube y, por
supuesto, las redes sociales. En Hawaiano wiki quiere decir “rápido”. La partícula fue
adaptada en los entornos digitales para denotar las bases de datos o páginas de consulta que
pueden ser editadas y enriquecidas directamente desde el navegador Web.
12
Y el apellido
‘2.0.’ denota “un avance” o “un paso siguiente” en la configuración de un sistema o de un
conjunto de operaciones entre personas y servicios. El término fue acuñado por un periodista
especializado en negocios. Por eso el término es tan popular en el mundo de la
mercadotecnia, asegura la investigadora Natalia Arroyo Vásquez (2007), quien enlista las
pautas principales de la filosofía de la Web Social o 2.0.:
1. “Participación y colaboración de los internautas, cuyo
compromiso es mayor.
2. Aumento de los canales de comunicación, que fluye en dos
sentidos: de abajo a arriba y de arriba abajo.
3. Esto propicia una mayor interacción entre los diferentes
agentes.
4. Compartir recursos y conocimiento de manera que otros
puedan beneficiarse de ellos. Es por ello, como decíamos
anteriormente, que cuantos más usuarios empleen un servicio
éste mejorará.
10
Entendidas como agrupación de “cuentas [de usuarios] falsas con un gran número de seguidores impulsando
de forma artificial el discurso de otros partidos”. http://bit.do/paz_6 (Consultado 20 de julio de 2019, 9:57
pm.).
11
Los siguientes apartados, contando hasta el aparatado “No alimentes al trol. Alimenta la discusión”, están
compuestos por extractos del trabajo final que se planteó para la clase “Diálogo de civilizaciones y diversidad
cultural”.
12
Voz “wiki” consultada en https://es.wikipedia.org/wiki/Wiki (Julio 30 de 2019, 12:09 pm.).
48
5. Democracia, en el sentido de que son los usuarios quienes
ostentan el gobierno de los sitios sociales, y los internautas
quienes imponen las reglas de juego de estas comunidades.
6. Carácter público y apertura, ya que cualquiera puede entrar a
formar parte de la comunidad de forma muy sencilla e intuitiva.
7. Obra colectiva. El resultado final es una especie de obra
colectiva a la que han contribuido los mismos internautas, y de
la que todos se benefician.” (Arroyo Vásquez, 2007. Pp. 161 –
162).
Con estas acepciones comprendemos la particularidad colaborativa e interactiva de las
relaciones 2.0. De entrada, se nos presentan “naturalmente” inclinadas a la cooperación, a la
ayuda mutua, a colectivizar la información.
No es apresurado preguntarse entonces por qué, si los internautas tienen todo esto tan claro
e interiorizado en su habitar digital, tenemos un aumento tan inusitado de la polarización y
del lenguaje del odio respecto a cualquier tema de conversación.
Mi apuesta por investigar las tensiones entre provocadores y resistentes pasa por la sospecha
de que la Paz en internet es una búsqueda producto de relaciones sociales y de relaciones a
partir de comunicaciones interactivas basadas en conversaciones a gran velocidad y
volumen, también multidireccionadas, globales, originadas en señales, y que buscan por
efecto el control de las emociones.
Esto suena aplicable a cualquier otro fenómeno social que hayan analizado los estudios de
la comunicación. Quiero enfatizar en la existencia de lo 1.0. y en cómo conecta con lo 2.0.
Se habla ya a un nivel académico de la ciberpolítica y de la política 2.0. en donde las
mediaciones de las redes sociales son parte orgánica de las campañas políticas y del
entendimiento que las figuras políticas tienen de su gestión y de la manera en que deberían
gobernar (Gelpi, 2018).
El Twitter ha resultado útil para la comunicación política entre líderes y público, como
también es más manejable a la hora de recabar información para investigaciones, dado que
su lógica de microblogging (publicaciones o historias de 280 caracteres o menos, que pueden
encadenarse a otros trinos subsidiarios a través de hilos) permite un rápido encadenamiento
de usuarios alrededor de una tema o tendencia, distinto a Facebook, que gira alrededor de la
49
vida personal, partiendo de más cláusulas de privacidad para la recolección de información.
Los temas, además, varían debido al estatuto público/privado de cada una (Ibíd., 2018).
Lo 2.0. entendido como lo colaborativo, delimita el entendimiento de las relaciones que entre
usuarios se despliegan. Relaciones más interactivas, de creación y co-creación de
contenidos, por lo que se da un encuentro interesante con lo que entendemos por Paz en tanto
tarea abierta y en constante construcción multicultural. Resulta, entonces, de un intercambio
incesante de símbolos que buscan el cuidado y la tranquilidad, por encima de la personalidad
autoritaria y el silenciamiento.
Puede decirse que la paz es 2.0. y así como puede comportarse como un fenómeno de
interactividades guiadas por comunicaciones mediadas que buscan la no anulación del otro,
también puede adolecer de los grandes problemas de la Red: de quién es, para quién trabaja,
por qué trafica con información, y si su existencia nos está convirtiendo en personas
mediadas por pantallas de escritorio y móviles.
La Paz 2.0. se garantizaría cuando la praxis noviolenta ante el lenguaje de odio, permita un
ecosistema digital en donde coexistan las voces disidentes entremezcladas y sin
imposiciones en el discurso (aunque la discusión sobre la libertad de expresión y sus límites
también está abierta).
¿Es posible concebirnos unas redes sociales llenas de cámaras de eco conviviendo unas con
otras, rozando sus fronteras porosas, pero sin fundirse?
El concepto de coexistencia pacífica nos propone el doble desafío de comprender el
pensamiento sectario de la derecha radical para luego desactivarlo, o al revés, partiendo de
la premisa de que estas cámaras actúan como sectas, es decir, como espacios que se
autoreconocen minoritarios y en contra de la ortodoxia.
50
5.5. El accionar en red detrás de la Salmiya. ¿La primavera árabe fue
2.0.?
13
No caigamos en bloqueos o determinismos. La difusión viralizante de mensajes, la ilusión
cuantitativa que alimenta la sed del ‘me gusta’, el pedido de trasparencia casi pornográfico
a los movimientos para que muestren cómo negocian, la sobreexposición de las emociones,
en fin, los signos que se le critica a quienes se indignan y se organizan azarosamente, no son
síntomas de una ciudadanía corroída ni de un desgaste de la democracia. Todo lo contrario,
son parte de un cambio cultural que está tomando al mundo por sorpresa. La democracia se
está tornando 2.0. y la juventud, en sus incesantes confusiones, pero sin perder el empuje,
está dando la lección. Parte de aquella lección nos llega de un origen inesperado.
Ante la primavera árabe y su despliegue entre lo online y lo offline, vale aclarar de entrada
que es un rechazo al poder de las armas como motoras del cambio. Lo que se ha denominado
la “revolución Salmiya” o “pacífica” es el resultado, en el entendimiento colectivo, de que
son suficientes el andamiaje jurídico y la acción desde la deliberación pública en la plaza,
para generar cambios sociopolíticos a gran escala.
Lo tienen claro quienes salen a las calles gritándolo mientras quieren deponer a Mubarak en
Egipto. Tanto allí como en Túnez, las fuerzas militares no intervinieron en la represión y se
convirtieron incluso en aliados de las revueltas, allí donde las exigencias por mejoras
socioeconómicas empezaron a convertirse en exigencias sobre lo político, es decir, por el
modelo de gobierno (Szmolka, 2013: Pp. 899 – 900).
Entre el repertorio de acciones que impulsan el cambio o reforma de régimen aparecen las
movilizaciones sociales como factor endógeno. Pero hay que ver si son suficiente para que
la penetración de la noción de “libertad”, en la acepción que debutó en estas jornadas, haya
sido una impulsadora de notoriedad.
13
El siguiente apartado es extraído del trabajo final propuesto para la clase Democracia y Derechos Humanos en contextos
no occidentales. Vale insistir en que, así como con los extractos anteriores, los ejercicios de clase fueron premeditadamente
planteados para conectar cada uno de sus ejes temáticos con la pregunta de investigación sobre la paz en redes sociales.
51
Es decir, y respondiendo a la pregunta inicial, si el cambio de régimen fue alimentado por
un cambio cultural vehiculizado por las nuevas tecnologías; o bien, que la singular
conectividad de estas últimas haya sido el elemento sui generis que lo permitió.
Tratando de no caer en determinismos tecnológicos podría decirse que, el solo acceso a la
palma de la mano de mensajes SMS y Twitter denunciando un fraude electoral (la
“Revolución Verde” de Irán en 2009-2010), o del video de Mohamed Bouazizi que se arroja
a la pira denunciado el hartazgo con el régimen tras la confiscación de su mercancía (el inicio
de la primavera Árabe en Túnez en 2011), pudo permitir esa viralización de piezas
comunicativas que impulsaron desaforadamente la indignación.
La indignación tiene una fuerte componente moral y refleja aquellos valores que cohesionan
a una comunidad. Como se veía antes, estos valores estaban profundamente arraigados al
islam, que era a su vez anterior al Estado y a las declaraciones internacionales de Derechos
Humanos.
El uso y transmisión del poder contaron desde los años setenta con una fuerte componente
clientelar más o menos admitida por las interpretaciones de la Sharía. Pero ahí estuvieron el
voto y la prensa como mecanismos como formas de expresión más o menos tutelados. Si no,
¿Cómo pudieron “presidentes” como Ben-Ali o Mubarak durar 21 y 30 años en el cargo,
respectivamente? Claro, hay que analizar en qué deviene un partido de gobierno clientelar y
patrimonialista, por un lado, y la corta influencia en lo político que, inicialmente, tuvo el
islamismo, por el otro.
La indignación es, pues, esa sensación de que algo que se considera inalienable o sagrado o
fundamental, ha sido agredido. Muchas veces deviene resentimiento, y ese punto máximo
de resentimiento reventó en las redes sociales, no solamente con mensajes de odio, sino con
mensajes de coordinación para reaccionar contra la fuente de ese resentimiento. Pero
tuvieron que pasar tres décadas para aprender a manejar la acción persuasiva de la
comunicación digital, primero, y para comprender su efecto aglomerador y viralizador,
después.
52
No fue tan simple como entender las redes sociales como espacios de la sociedad del
espectáculo según Debord, en donde un ídolo popular, o una marca o una moda, es lo que
aglutina a las personas alrededor de un espacio-tiempo en común, pero deshistorizado por
ejemplo el sentimiento nacionalista reforzado por el presidente otrora general o padre de la
revolución.
Ese ‘sentido común’ que mantenía la hegemonía de lo simbólico impuesto por la anterior
ola democratizadora, se rompió porque el rostro carismático del ‘eterno presidente’ o
‘patriarca de las tribus’ como Gadafi, visible en edificios, grandes carteles, periódicos y en
la televisión, perdió el significado que le otorgaba el control de los consumos masivos que
ocupaban los ratos de ocio, ahora insoportables (o inexistentes) por la crisis económica, y
penetrados por la verdad verdadera del video del vendedor de frutas inmolándose o de la
manifestación en la Plaza en vivo, compartido por alguien próximo y de confianza, y que se
puede almacenar en el móvil o en el ordenador, para ser visto una y otra vez. Consumo
siempre amparado por el anonimato y la intimidad.
Consumo que también podría ser penalizado por la Sharía (con las mujeres que comparten
fotos de ellas mismas sin los atuendos religiosos, por ejemplo).
No es tan sencillo como decir que, gracias al progresivo estatuto de secularización de la
persona, que hoy por hoy se ha desplegado en mayor o menor medida en los países árabes,
el entendimiento de las libertades individuales por encima de la religión es mayor (Gutiérrez
Castillo, 2012).
Una consecuencia de, por ejemplo, valorar el punto de vista como algo inalienable, pudo
hacer que la discusión por los valores y las tradiciones se haya convertido en eso, una
discusión, en donde por vez primera se ponía por objeto la legitimidad de los valores y de
las costumbres (o su fortaleza), al tiempo que se espectacularizaba una reacción de
aprobación o rechazo, montando con una fuerza inédita las movilizaciones alrededor de
causas no necesariamente convocadas por un líder carismático religioso o por un heredero
de una dinastía política. Tal podría ser el ejemplo de las marchas de las mujeres Islámicas
53
de 2000 en Marruecos, en donde podría entenderse el cambio cultural como conquista de lo
ideológico desde los repertorios de acción.
Este regreso a la tradición que ellas exigían puede ser interpretado como un síntoma de
“reacción” hacia el avance, pero al mismo tiempo es síntoma de que las calles y plazas
empiezan a ganar importancia como escenario de incidencia desde los movimientos sociales
que disputan el sentido hegemónico a partir de causas o reclamos puntuales, que no
necesariamente adscriben a un partido o religión, sino que exigen que “el Estado garantice
la protección de las libertades, o bien el respeto al fuero íntimo al que pertenecen los ritos y
tradiciones” El año 2003 es un hito en Marruecos dado que el “Código de familia”, que es
una conquista de este movimiento de mujeres (y familias), se deposita en el Parlamento para
ser debatido, cosa que ocurría por vez primera en ese país (Macías Amoretti y Pérez Beltrán,
2017).
Este evento es previo al furor de las redes sociales, pero es también la antesala que permite
ver cómo el ideario de “libertad” va penetrando en los discursos de las movilizaciones, de
las instituciones, y del andamiaje jurídico: a veces como cambio de régimen, a veces como
ajuste tibio, y a veces como cambio cosmético.
Pero cada vez más como un ideal que puede estar por encima o estar parejo a lo religioso y
a lo nacionalista. Hay que prevenirse del determinismo tecnológico otra vez, pero es clave
que la penetración del concepto de “libertad” en el sentido común dependió mucho de la
posibilidad de difusión de las nuevas tecnologías y de las redes sociales para mostrar un
universo simbólico naciente pero también conectado a las redes “ciudadanos militantes” ya
activos y en redes de apoyo desde mediados de los años noventa (Feliu, 1995). Las prácticas
2.0. alimentaron el antimilitarismo porque fueron de paz desde su origen.
54
6. METODOLOGÍA
Conversación original: https://twitter.com/sergio_serrano_/status/1142459213236658176
(Consultada julio 28 de 2019, 2:53 pm.)
Observar, participar, compartir, hacer clic y comentar, son actividades con consecuencias en
los mundos online y offline. Insisto en que no pueden verse como entidades separadas, como
tampoco las acciones y sus consecuencias en uno y otro.
La actividad de observar conversaciones en línea, como primer paso para desplegar una
metodología de investigación para la Paz 2.0, debe asimilar el punto de vista.
Familiaricémonos, pues, con el concepto de superficie de inscripción, que condensa la
conexión entre lo online y lo offline, y que denota las continuidades entre ambos en la vida
de los internautas:
espacio social y digital en el que las personas inscriben, a través de
palabras, imágenes o gestos, sus imaginaciones y deseos, sus miedos
y esperanzas, sus odios y afectos. El muro de Facebook, el perfil
(timeline o TL) de Twitter o el Instagram y los relatos efímeros de
Snapchat operan como superficies de inscripción en las que nos
jugamos el <<yo>> como un lugar de enunciación. (...) representan,
parafraseando a Paul Valéry: lo más profundo de la piel. (Reguillo,
2017: p. 88).
Desde las superficies de inscripción actuamos, leemos, aprendemos, nos enfurecemos y
jugamos. Es, sin embargo, un estatus fluido para entender la cibercultura desde los agentes.
Anteriormente, también, veíamos las implicaciones que tiene pensarse los procesos
55
complejos de las redes sociales en clave de ‘estructura’. Reguillo intenta dar salida a este
predicamento echando mano de la sociología interpretativa inspirada en Bourdieu en tanto
metodología: la persona que habla en las redes digitales es también una persona en las redes
basadas en las tecnologías analógicas, luego entonces representará siempre su situación en
una articulación desigual de unas tensiones sociales, políticas, geográficas, de género, clase,
entre otros. (Reguillo, 2017).
Aún quien programe los bots será inicialmente alguien de carne y hueso. Y si la IA alcanza
un nivel de apropiación elevado para hacerlo automáticamente, todavía sería necesaria la
ayuda esporádica de alguien que pula la semántica de vez en cuando. Y de otros tantos que
financien la causa.
Así que la manera clave de enunciar a quien participe, humano o no, es la de agente social,
puesto que se construye en relación al campo o espacio social. (Ibid. 2017). Su siguiente
paso teórico-práctico sin embargo, será desde la idea de actante que retoma de Bruno Latour
y su Teoría del Actor Red - TAR -. Este planteamiento considera esencialmente que lo social
se construye a partir de personas, objetos y discursos en permanente interacción a través de
un proceso dado (Ibid. pie de página, P. 90).
En esta aparente confusión ‘agente social-actante’ puede haber una debilidad metodológica
en tanto refiere a dos teorías que, si bien tratan de explicar que lo social no está constituido
por solo individuos, en todo caso están planteando la sociedad desde dos ópticas. Bourdieu
es más ortodoxo que Latour, además porque este último es muy crítico del método científico
tradicional de las Ciencias Sociales.
Baste decir por ahora que someteremos a prueba la construcción metodológica que hace
Reguillo para profundizar en los movimientos-red y los agentes sociales/actantes, acaso
porque esta última dicotomía al menos nos permite concebir a la estructura como móvil,
cambiante y dependiente de las luchas por el sentido que día a día marcan la huella identitaria
de las personas internautas.
Digo “huella” porque nos enfrentamos a la identidad de la alter-identidad. La identidad de
alguien que va por todos lados y no es tan sencillo identificarle. Los foros de 4chan no exigen
que sus miembros se identifiquen siempre. Mientras que en las redes sociales la identidad se
construye a partir de un avatar que condensa las particularidades simbólicas que identifican
56
a la cuenta del agente social a partir de sus gustos, sus hobbies, sus inclinaciones políticas,
sexuales, etc., como la presencia de algo más allá que, sin embargo, lo define. Es la vida
paralela de uno mismo ‘en otro mundo’, según la acepción india del término (García &
Gómez, 2014).
6.1. La etnografía virtual como herramienta para la investigación para la
paz 2.0.
De entrada, entonces, veo tres dilemas a enfrentarnos para este tipo de metodología:
La primera tiene que ver con el estatuto de anonimato respecto a cómo observamos y estamos
siendo observados en línea, frente a usuarios o cuentas oficiales, o cuentas automatizadas,
que habitan estos espacios digitales pero que no sabemos ciertamente quiénes están al otro
lado de la pantalla.
Se conocen como Comunicaciones Mediadas por el Ordenador (CMO) aquellas
interacciones en donde encontramos mediación de una pantalla o dispositivo móvil, y en
donde quienes interactúan no necesariamente comparten el mismo espacio físico. Este tipo
de relaciones empezaron a denotarse con el auge de los juegos de rol en línea (Ardèvol et.
al. 2003).
Con el paso del tiempo se ha visto el crecimiento de actores automatizados no – humanos
que aprenden a interactuar con personas reales a partir de una programación o de su propia
capacidad, partiendo de la Inteligencia Artificial, de aprender el vocabulario y la semántica.
El caso más recurrente es con los bots, que incluso son automatizados y que responden de
acuerdo a cómo va operando la Inteligencia Artificial que va modelando sus respuestas. O
que bien, son un conjunto de cuentas que maximizan un mensaje determinado en un cierto
momento del día. Estos mensajes pueden combinar las dos tácticas informatizadas
mencionadas en tanto pueden replicar un mensaje modelado con anterioridad, y a la siguiente
vez los bots pueden absorber estos mensajes y repetirlos con cambios ligeros en su semántica
para que logren pasar desapercibidos a los ojos de personas de verdad (Ferrara et. al. 2014).
57
Aquí la propuesta metodológica será pensarnos las comunicaciones emitidas y recibidas,
inicialmente, como señales. Una señal se entiende, o bien como signo o medio que se emplea
para luego acordarse de algo, o bien como vestigio o impresión que queda de algo, por donde
se viene en conocimiento de ello, o también como una variación de una corriente eléctrica u
otra magnitud que se utiliza para transmitir información (RAE, 2019).
Para los objetivos de la investigación para la Paz 2.0. propongo jugar con esas acepciones,
para permitirnos leer lo que hacen las cuentas automatizadas que, si bien tienen una mente
humana detrás, empiezan a operar cada vez más autónomamente desde lo que va
almacenando la IA que se alimenta de algoritmos; muchas veces respondemos a
provocaciones que en realidad son fórmulas repetidas producto de unas combinaciones
aprendidas, y esto no solamente hablando de las maneras de argumentar (ad-hominem, ad-
absurdum, etc.).
Nos convendría más hablar de caminar o de andar en vez de solamente observar cómo se
comportan quienes discuten en las redes sociales. Ir por entre las cuentas como andariegos
deambulando por un camino rural, de noche, a tientas, dejando hitos (señales, ‘me gusta’,
‘retweets’, respuestas) como migas de pan para no perder el camino de vuelta, igualmente
desconocido como el de ida.
Las personas jóvenes tienen mucho que enseñarnos en este campo. Hasta no hace mucho, en
ciertos foros de Facebook y otras páginas de foristas, por ejemplo, era una práctica muy
acostumbrada responder a una publicación con un punto (.) o la palabra ward para remarcar
una publicación o tema de interés, con el fin de consultársele de vuelta más adelante, o con
un Up para indicar que se sumaban a una iniciativa colectiva. Esto lo descubrí en Facebook
un tiempo atrás.
Las no tan jóvenes aprendieron a coordinarse a través de señales, también: en ciertos grupos
de Facebook con acepción religiosa, son recurrentes las publicaciones con rezos o pasajes
de escrituras sagradas en donde se invita a responder “Amén si estás de acuerdo con la
palabra de dios” o si “deseas tener un hermoso día/semana”. Las personas se reportan
colaborando en extensas filas de comentarios.
Durante las marchas en contra del Plebiscito por la Paz de 2016 en Colombia, los y las
uribistas, férreos opositores a los Acuerdos de Paz y a su votación, solían publicar desde
58
grupos de Facebook mensajes invitando a otros seguidores “a reportarse” para empezar a
construir el grupo local de Uribistas para marchar en cuanto su líder o el partido así lo
dispusiesen.
Las conversaciones originadas a partir de “señales” o “confirmaciones” son el punto de
arranque de coordinaciones que pueden resultar en manifestaciones, actos públicos,
reivindicaciones en forma de hashtags, entre otras maneras de coordinarse.
61
Pensar en clave de señales, que en este escenario no son emitidas por el cuerpo o por el
entorno sociofísico sino por la emocionalidad que construyen los mensajes a partir de
caracteres como los emoticones. Un elemento clave de la vida 2.0. y de cómo se darían las
prácticas de Paz allí, tendría que ver con que en internet tendemos a sobreexponer nuestros
contextos socioemocionales constantemente, debido a que los gestos y las tonalidades de
voz que usamos en situaciones de co-presencia, pierden aquí su riqueza al comprimírseles a
líneas de texto (Ardévol et. al. 2003).
Pienso en las preocupaciones de esos amores por correspondencia de antaño: las cartas
tendrían que ser muy intensas para transmitir el amor furtivo, contando apenas con líneas de
texto e imágenes. Y tendrían que ser aún más intensas – y codificadas – si ese amor era
clandestino.
Tener en cuenta esta particularidad igualmente nos permitiría ver por qué una persona da un
“me gusta” a un trino; si lo hace para dejarlo almacenado en su historial de trinos favoritos,
o para demostrar su apoyo haciéndolo trending topic, o por sentimiento de pertenencia a un
grupo, o como gesto de empatía, o sencillamente porque quiso dejar una huella de su paso
por ese hito.
También nos permitiría comprender el retweet o el ‘compartido’, que esencialmente son
acciones que buscan replicar un mensaje añadiendo una opinión propia o dejándola tal cual
la encontró. Esta acción busca principalmente dar visibilidad a un mensaje o grupo de
mensajes, implicitando la postura o la emocionalidad que difunde.
Esta acción quiere emular el depositar el voto en la urna, equiparándola al dar un ‘me gusta’
o el ‘compartir’ un mensaje; vamos confeccionando(nos) la ilusión cuantitativa de que la
mayoría numérica incide con más fuerza en los temas de conversación e incluso en las
decisiones de gobierno, permeadas hoy en día por la mencionada sobreexposición emocional
y el “dictado de la trasparencia” como analizan Byung-Chul Han y el colectivo Ippolita con
su crítica al movimiento M5S.
Es necesario, entonces, empezar a hablar de la implicación política de la Paz 2.0., de
prácticas recurrentes de noviolencia más allá de la ilusión cuantitativa, movimientos-red, de
identidades fluidas (más que de ‘anonimatos’), de membresías más allá de adscripciones o
afiliaciones. No son llanamente personas que miman sus egos o se indignan por oleadas.
62
También quieren y pueden movilizar recursos del lenguaje, y logran coordinarse
masivamente para presionar, para exigir, y para compartir las emociones que alimentan su
capacidad de enunciar, performativamente, lo que les preocupa.
¿Cómo trabajar para esta superación epistemológica y metodológica? Hacerse a una postura
implica entrar en conflictos, y esos conflictos en la Web Social nos darán la posibilidad de
hablar de paz (o paces), de resiliencias, de mediación, así hayan involucrados sujetos
humanos y no humanos a la vez.
De las señales de aprobación o referencia del Facebook, pasamos a los hashtags de Twitter
que, a través del menú derecho de la página, nos van dando la cantidad de trinos que va
sumando cada tema. El hashtag es un hito que va alimentando su volumen en tiempo real
con cada trino que lo mencione.
Cada tuitero y tuitera puede atestiguar este proceso en el costado izquierdo de su pantalla de
acceso. Es todo un acontecimiento mediático seguirles la pista a estas variaciones, cosa que
puede hacerse en Facebook pero más limitadamente, con las reacciones que genera una
publicación en el muro de algún amigo.
Como esta red es más dada a los asuntos privados o íntimos dirigidos a un círculo restringido
de contactos (a menos que seas una estrella de la farándula), los hashtags de Twitter suelen
apuntar más al día a día, como un teletipo de noticias sobre los asuntos públicos o de dominio
público tales como la política o la economía.
Retomando la experiencia de Fuchs con el Brexit, si bien conviene explorar los perfiles de
Facebook para desplegar un Análisis Crítico del Discurso, el Twitter nos permite observar
en el tiempo cómo las tácticas de los provocadores van operando a gran escala a partir de los
temas que emergen y chocan, como veíamos con las fuerzas del ferromagnetismo social. La
lupa pazológica podría ponerse en días o momentos concretos de una conversación, y ahí sí
podríamos hacer un análisis crítico más cuantitativo.
No puede dejarse de lado aquel análisis de discurso, ya que la apuesta es por ver en el
lenguaje qué persuasiones o agitaciones son más recurrentes, y si es posible constatar la
lógica vertical-autoritaria que veíamos con Van Dijk con, por ejemplo, la prefiguración del
racismo en el discurso de élite. Así se avanza sobre la ilusión cuantitativa para poder rastrear
las implicaciones políticas de las prácticas de paz resultantes de una etnografía digital. Se
63
debe ir más allá de estas señales o pulsos tipo on/off o abierto/cerrado. Muchas veces los
bots responden con oraciones concretas que diversifican las reacciones. Se les conoce como
chatbots y cualquiera los puede adquirir.
14
No perdamos de vista que las prácticas y estrategias pueden ser manipuladas, dirigidas,
cambiadas o burladas al mismo tiempo: los bots tienden a interactuar y dirigirse más entre
ellos que hacia las personas realmente humanas: es más difícil encontrar que un bot responda
directamente a una persona, que responda junto con otros bots en forma de mensajes masivos
respecto a un tema, y en grupo, contra otro grupo (Ferrara et. al. 2014)
Conviene retomar a la investigadora Mariluz Congosto (@congosto) cuando plantea que los
trols – y por imitación programada, los bots – se comportan como estorninos más que como
patos: en vez de que la bandada vuele organizadamente detrás de un líder, algunos individuos
echan a volar solitarios y, de repente, un grupo se les suma generando una aglomeración que
puede cubrir una larga distancia, y que puede desaparecer rápidamente (RadioCable, 2019).
El segundo dilema metodológico tiene que ver con comprender que los límites espacio-
temporales de estas acciones colectivas y conectivas como dice Reguillo (2017), no están
dados por los ritmos circadianos o por los rituales clásicamente analizados por las Ciencias
Sociales.
Antes bien, son momentos fluidos, asincrónicos, que no se detienen y que demanda la
aplicación de nuevas técnicas para los denominados ‘nuevos objetos de investigación’:
análisis de audiencias, etnografía virtual, análisis de contenido de web o foros, encuestas y
entrevistas online, estudios de redes sociales, análisis audiovisual online, etc. (Arroyo et. al.,
2012).
Aunque en los entornos digitales uno mismo también puede observar y ser observado sin
saber exactamente cuándo y cómo, enfrentamos una suerte de un “isomorfismo entre lo
investigado y las formas de acceso al mismo; entre objeto y método” (Ibid., 2012).
La etnografía virtual nos permite seguirle la pista a los individuos y actores de los
movimientos-red, porque permite dar cuenta de sus prácticas y de sus mensajes, más allá de
14
“Qué son los chatbots y por qué implementarlos en tu negocio”. http://bit.do/paz_11 (Consultado julio 24 de 2016,
1:30 am.).
64
lo propiamente compartido. Imaginemos por un instante cómo poder analizar qué tan
instigador es un meme o una palabra de chat encriptada, como con el dog whistling.
Por sí mismas podrían arrojarnos análisis de tendencias y de contenido que podrían darnos
cuenta de unas preferencias respecto a un tema, pero no podrían mostrarnos cómo es el
comportamiento en el tiempo de una o varias iniciativas noviolentas, por ejemplo.
Aunque contamos con el análisis de grafos
15
para mostrar las trayectorias de los mensajes
en un momento determinado de la conversación, en forma de interacciones y de frecuencias
de las mismas, en la escala micro-meso no podríamos dar cuenta de qué está diciendo el
usuario o la cuenta, aún guiados por elaborados procesos de machine-learning en donde la
semántica se rastree a partir de patrones fijados a partir de otras experiencias y de
retroalimentaciones.
Es decir, faltaría el empujón cualitativo, el palpar el sentido profundo de lo simbólico, el
ojímetro que complementaría las métricas de un análisis de polaridad o de sentimiento, como
también nos mostraría qué está ocurriendo en cada rayón de trayectoria del grafo.
El tercer dilema metodológico es principalmente ético. Tiene que ver con jugar o no con el
anonimato para participar en foros o agrupaciones de uno y otro bando. Pues tal y como
sucede con las etnografías clásicas, muchas veces quienes habitan el espacio receptor no se
sienten cómodos con la llegada de un extraño que, esencialmente, llega a hacer preguntas
incómodas.
Esto se ve con más frecuencia cuando se realizan las experiencias en salas de chat o de
mensajería instantánea (Ardèvol, 2003) puesto que el intercambio de frases o escritos es la
esencia del espacio virtual, mientras que en los muros de Facebook y Twitter los mensajes
pueden quedar sin respuesta por siempre, o acarrear oleadas de mensajes desde múltiples
cuentas, que no necesariamente sean respondidos.
En las salas de chat se puede ingresar como anónimo, y en 4chan la asignación de un nombre
puede ser aleatoria; en redes sociales es más necesario reconocerse como un “alguien” con
avatar y demás señas identitarias, así no se correspondan con la identidad que suscribe la
cuenta.
15
Una entrada ilustrativa sobre esta forma de graficación de datos se encuentra en: Análisis de redes sociales: el poder de
la teoría de grafos. http://bit.do/paz_12 (Consultado julio 24 de 2019, 8:28 pm.).
65
Frente a la simultaneidad de lo escrito en las conversaciones, sea o no en salas de chat (valga
decir que ya no son tan populares), encontramos que la relación textual de las CMO permite
cierta autorreflexividad puesto que,
Antes de enviar el texto, es posible realizar una lectura rápida,
ajustar las palabras, replantear las respuestas o reformular las
preguntas, tanto por la mayor lentitud que exige el proceso de
escritura (frente al hablar, más automatizado) como por la
oportunidad de tener visible lo que escribimos segundos antes
mientras estamos escribiendo ahora. En el chat, cada fila de
intervención empuja hacia arriba de la pantalla a las anteriores, pero
siempre podemos recuperarlas arrastrándolas hacia nosotras y
comprobar qué habíamos dicho y la respuesta obtenida. (Ardévol et.
al. 2003. P. 14).
Aunque respecto a esa virtud, que Ardèvol y su equipo de chateras descubrieron, habría que
decir que algunas particularidades han cambiado, tanto en lo analítico, como en la manera
de conversar de los internautas. El meme, por ejemplo, después de elaborado, ya no exige
tanta reflexividad a la hora de manifestarse. Esta unidad de sentido tiene el poder de encajar
con mucha facilidad en cualquier discusión, ya sea para reforzar posturas, criticarlas o, en la
mayoría de los casos, usar la sátira como medio para ironizar sobre una situación álgida o
sobre un personaje de la farándula. El humor es el vehículo por excelencia de este tipo de
mensajes que, como portadores de códigos y discursos del “Folklore postmoderno”,
permiten la recursividad de unas prácticas que se van institucionalizando, esto es, el
confeccionarles y compartirles, más allá del acto mecánico de hacerlos virales por las
emociones que transmiten (Gónima, 2017).
Echo mano, entonces, de mi experiencia como internauta para construir este derrotero
metodológico. Echo mano de las conversaciones que he tenido y de las comunidades
virtuales a las que pertenezco, aunque no soy gamer ni participo de foros efímeros-anónimos
como 4chan. La materia prima serán los montapoyos que me cruzo todos los días, y cuando
soy yo el provocador desde mi posición en el espectro político, es decir, cuando actúo como
defensor de unas ideas a partir de las prácticas violentas que hay he mencionado. Mi apuesta
66
es por adelantar un ejercicio de pedagogía propia, para evitar al máximo caer en la trampa
de los fascistas en red.
Aunque reconozco que en mi habitar como avatar he sido principalmente un lurker, un mirón
distante que se abstiene de participar en los debates públicos, que se arman en los foros o en
las publicaciones. Un lurker es alguien que no aporta a la deliberación en tanto no se
manifiesta en una conversación, pero está adscrito a ella o es miembro de una comunidad
virtual. Que no participe no quiere decir que no exista (Romsdahl, 2005).
Para escoger la etnografía virtual como método investigativo me hice las siguientes
preguntas: Por qué preferir la etnografía digital a, por ejemplo, la captura de datos. Cómo
aplicar una entrevista semiestructurada o no en las conversaciones observadas. ¿Deberíamos
indagar individuos o grupos? ¿Se vale conversar y observar a alguien anónimo? ¿Cómo saber
si quien habla es o no un bot?
ETNOGRAFÍA CLÁSICA:
Comprensión de culturas distintas
ETNOGRAFÍA VIRTUAL O
DIGITAL:
Comprensión de comunicaciones mediadas
tecnológicamente como culturas.
Fundamentalmente técnicas de
observación participante (asistir y
presenciar la vida pública de un grupo
social).
Fundamentalmente técnicas de
observación participante sin presencia
física: “observación flotante” (asistir desde
la distancia física a la vida on line de un
grupo social).
67
Objetos de estudio más habituales:
grupos, comunidades, otras culturas [el
“otro distante”]: Culturas modernas,
subculturas, colectivos sociales,
autoobservaciones [el “otro próximo”].
Participación del etnógrafo en la vida
cotidiana de las personas durante un
periodo prolongado de tiempo
recompilando todos los datos disponibles
para la investigación.
Objetos de estudio más habituales:
Individuos comunicando o conectados
(“indígenas virtuales”), códigos de
comportamiento online, comunidades
online, listas de correo, foros, chats, blogs,
redes sociales, etc. [el “otro conectado”,
“ciber – otro”, “tele – otro”].
En general todas las comunicaciones
mediadas por ordenador (CMO o CMC, en
inglés): vínculos creados así, relaciones
emergentes y “mecanismos encarnados”.
Herramientas
Mirada directa y lenguaje oral.
“Banda ancha”: riqueza de matices
gestuales, tonales, de pronunciación,
proxémicos y contextuales.
Necesidad de transcripción, grabación o
registro posterior en cuaderno de campo.
Primacía de la presencialidad.
Contacto cara a cara: vínculos fuertes entre
observador y observado.
El viaje como recurso de investigación, a
la búsqueda del otro-objeto.
Herramientas
Mirada por pantalla (interfaz visual) y
lenguaje (escrito). En menor medida oral.
Nuevos juegos de palabras, usos de teclas
y timing de tecleo, expresiones diferentes,
etc.
Canal de observación aparentemente
reducido: pantalla o “narrow band width”
(banda estrecha).
Se puede disponer de todas las
conversaciones guardadas al instante y
transcritas.
Contacto mediado técnicamente (por
pantalla u otras interfaces): comunicación
mediada entre sujeto y objeto (¿vínculos
débiles?).
Investigar sin moverse de casa:
“desplazamiento experiencial” (Hine).
Ejemplos
Recorrer un barrio. También: pueblos,
ciudades, vecindarios de la ciudad,
fábricas, minas, granjas, tiendas, oficinas
de negocios de todo tipo, hospitales,
Ejemplos
Recorrer un sitio web, participar en un foro
sobre ciclismo rural, chatear en un canal de
futbolistas retirados, recorrer y pasear un
entorno virtual, etc.
68
teatros de operaciones, prisiones, bares,
iglesias, escuelas, institutos, universidades,
agencias tribunales, tribunales de justicia,
tanatorios, capillas funerarias, etc.
La etnografía virtual ofrece la posibilidad
de “presencia distante” (tele- presencia) en
espacios públicos casi ilimitados, en los
que conocidos y desconocidos transitan y
se dan cita de modo imprevisto y donde las
interacciones tienen lugar de un modo
informal [aunque también pueden
manejarse códigos de “formalidad” o
“camaradería” e incluso “civilidad” a la
manera de interacciones “respetuosas”
(Camaj & Santana, 2015). Nota mía].
Espacios
Físicos y de proximidad física (co-
presencia).
Observación de trayectorias, de lugares de
paso, de lógicas caminatorias, de lugares
públicos compartidos, etc.
Espacios
Intangibles y metáforas de espacios físicos:
autopistas, navegación, portales, sitios
web, red, sitios favoritos, homepages, etc.
Campo virtual.
Lugares (porción significada del espacio) y
no lugares (Augé). Las nuevas tecnologías
disipan el concepto tradicional de distancia
física y geográfica. No deja de haber
espacio, son fenómenos sociales en un
espacio no-físico sin copresencia corporal.
Ej: un solo usuario puede tener un
pseudónimo en un chat, estar conversando
por Messenger con otro nombre, abrir una
ventana de Skype con otro apodo y,
simultáneamente, estar escribiendo en un
blog.
Registro
Cuaderno de campo, grabadora de audio,
grabadora de voz.
Registro
Textos, imágenes, o videos en formato
digital.
69
Tiempos
Tiempos “clásicos” (día/noche, días,
semanas, años, etc.). Adaptación al
calendario oficial.
Tiempos
Ausencia de tiempos normales, no se rigen
por parámetros acostumbrados (flujos
temporales): menor importancia de
día/noche, horarios, etc.
Aparición de otras temporalidades, por ej.,
los tiempos de espera (de conexión, de
descarga, mientras se escribe, etc.).
Cuadro 1. Esquema de comparación entre la Etnografía clásica y la virtual según Igor Sábada. Tomado de
Arroyo et. al. 2012.
6.2. Caminar las conversaciones sorteando las distancias del observador
y del observado. Superar al Lurker y evitar al Stalker.
Que vayamos de caminantes, andariegos, mirones, flaneurs, suena como ir a contracorriente
a las metáforas de los espacios fluidos y veloces: recorrer las autopistas de la información,
navegar o surfear la Red. Lo que propongo es una metodología al alcance de quien quiera
desplegarla con lo que tenga a la mano, por lo menos en la etapa de observación participante
y de toma de notas; que no tengamos que acceder a la captura masiva de datos en un primer
término, o bien que la captura de datos masivos ponga la lente en un tema en particular, y
allí, empezar la caminata. Un andar pausado pero constante, que no le dé tiempo a los
algoritmos de capitalizar nuestras preferencias móviles, aunque eventualmente aprenderán a
hacerlo y allí tendremos que movernos de otras maneras.
Así como el lurker habita los foros como un mirón que no participa, el stalker visita perfiles
y los observa detenidamente para saber quién habla y desde dónde.
El primero tiene que ver con mirar conversaciones públicas sin participar y el segundo está
más relacionado con observar a una persona o cuenta, también sin dejar rastro. Este rol de la
cibercultura se ha convertido en el foco del ciberacoso en tanto, como su nombre lo indica
en inglés, es un perseguidor o acosador que observa todas las señales y manifestaciones de
una cuenta.
70
Al ser su accionar anónimo, es imposible saber si está robando fotografías, o compartiendo
contenidos personales, o muy por el contrario está ejerciendo su derecho a la fiscalización
de un servidor público o de una entidad del Estado. Recordemos la crítica a la necesidad casi
pornográfica de explicitarlo todo en internet, más si tiene que ver con lo político en tanto
gestión de los recursos públicos.
Es muy difícil saber las intenciones de un stalker, a menos que haya una orden de
investigación dada por un juez o por la policía o de la Red Social que utiliza, previa denuncia.
La persona que se siente acosada debe, o bien hacer contacto visual con el victimario en una
situación de acoso, o bien tener a la mano evidencia de una posible sistematicidad en el acoso
(Llamas Pinto, 2017).
Ya podemos intuir que en redes sociales aquello es complicado si no existen señales de
alerta que permitan hacer acopio de una denuncia. De modo que la propuesta es siempre
dejar evidencias, siempre debatiendo o dejando ideas o puntos (.) o wards sobre un tema,
siempre con un lenguaje noviolento, dejando de lado la instigación y el deseo de anular al
otro por encima del deseo de anular su poder.
No podemos, entonces, atenernos a la manera anónima de habitar las redes sociales porque
el anonimato puede convertirse en una manera de no-compromiso, de no adscripción
política. Por eso la insistencia de trabajar con Twitter, que exige una identificación, pero al
mismo tiempo permite el acceso a amplios contenidos que se caracterizan por ser más
diversos y menos relacionados a la intimidad de los círculos cercanos, como sí los sostiene
Facebook.
Investigar en estas redes dejando hitos también nos permite estar al tanto de los códigos que
emergen desde las redes ocultas como 4chan, en donde el anonimato y la fluidez son sus
principales características, como veíamos antes, siendo estas aprovechadas por los trols y
los instigadores que han servido de ‘base popular’ -si se me permite la expresión – para los
métodos de la agenda instigadora de los provocadores de extrema derecha: encontrar un
misógino, una palabra inofensiva que en realidad refiera a un grupo étnico en términos
ofensivos, un bulo que legitime la expulsión de los migrantes de un país determinado, una
teoría conspiranoica que justifique el supremacismo blanco. El mínimo ético es debatirle (sin
caer en incesantes réplicas desgastantes) o denunciarle si ya vemos agredidos nuestros
71
derechos. La ocurrencia de uno u otro ya va en cada experiencia, que puede ser tan diversa
como efímera.
Como decía antes, asumir una postura es entrar en conflicto, y más en entornos polarizados.
Caminar las conversaciones fluidamente nos permitiría discutir el lenguaje de odio con
resignificaciones, y también denunciar los discursos que inciten a actos violentos en el
mundo offline.
Pero, al mismo tiempo, no podemos resguardarnos en la seguridad de los grupos afines a
nuestro criterio. Antes bien hay que sortearlos y permitirnos interactuar y dejar ser
interactuados por quienes piensan distinto, por aquellos que pueden stalkearnos. Rosanna
Reguillo descubrió la súbita importancia de sus páginas de Facebook y Twitter cuando
empezó a recibir amenazas de muerte por apoyar la Novena Acción Global en denuncia de
los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa. De repente encontró que pudo romper los
círculos de interacciones cercanos (estudiantes, colegas docentes, familia) y, en un
desafortunado salto del anonimato al desprestigio, quedó etiquetada como una persona
‘peligrosa’. Fue blanco de tácticas de tecnocensura organizadas y sistemáticas, que
combinaban las estrategias de los provocadores que hemos visto. Por lo demás, el dato clave
a entender es que lo que trinaba tenía relevancia y alcance internacional. De repente se
descubrió influencer, es decir, un nodo que fortalece un sistema de paso, como también la
intermediación desde una posición de enunciación en la red (Reguillo, 2017).
Estas caminatas o andanzas funcionarían como tránsitos libres, anónimos o no, en donde lo
importante sería ir parando en conversaciones notablemente polarizadas para ir dejando
‘hitos’ o ‘señales’, a las cuales podamos volver para generar cierto grado de compromiso
(engagement) a un nivel disperso pero constante, en donde otorguemos relevancia y nivel a
la discusión, pero no caigamos en bucles permanentes de discusiones que posiblemente
hayan sido programadas o sean popularizadas por granjas de bots. El tiempo de engagement,
además, es una de las medidas predilectas de los dueños de las redes sociales para rentabilizar
su negocio. ¿Por qué no reducir y dosificar la ingesta diaria? La etnografía virtual caminando
y sembrando hitos nos permitiría ir de lo específico a lo general guiados por la dinámica de
las propias conversaciones.
72
Diagrama 1. Técnica de etnografía virtual como caminante de conversaciones en línea. Elaboración propia.
Las flechas verdes del diagrama corresponden a flujos de información útil: resistencias
noviolentas, lenguaje asertivo, respuestas pacíficas a las incitaciones. Las flechas amarillas
indican, como la luz del semáforo, que la información no es útil (o tóxica por su contenido
beligerante) y que por lo tanto hay que tomar un nuevo impulso. Que sea útil o no la
información queda al olfato de quien investiga, siempre teniendo en cuenta que sea basada
en una comunicación noviolenta y en lo que se entienda por práctica de paz 2.0. Una señal
es un hito, y por ende, una unidad de información con significado: un punto, un meme, un
emoticón, un refrán, una respuesta.
La totalidad del proceso no debe limitarse a una conversación o a un grupo de usuarios, a
menos que el objetivo sea ese: documentar un movimiento-red que protagonice prácticas de
paz. De lo contrario, si vamos a documentar en la vastedad 2.0. iniciativas emergentes,
conviene dejar el tránsito de un campo a otro, y luego retomarlo.
La flecha segmentada indica flujos en los que la información pueda que se almacene o no,
según su utilidad. La manera de almacenarla queda a la libertad del investigador-caminante:
un software de captura de datos, una hoja de cálculo llenada manualmente, una carpeta del
PC con imágenes descargadas, el historial del navegador, los ‘me gusta’ de Twitter. Con la
73
flecha segmentada también nos prevenimos de que los hitos, las señales y las estrategias que
hayan sido efectivos, entren en nuestro vocabulario en línea y terminen “servidos en bandeja
de plata” a los provocadores de la extrema derecha, para que los resignifiquen al instante. Al
fin y al cabo es una invitación a “dejarse contaminar, retroceder y avanzar con lo observado”,
como dice Reguillo.
El andariego estaría para abrir el algoritmo lo más posible; para romper la segmentación de
mercado que lo antecede y que lo alimenta y que, al fin, se sobrepone a la navegación que
sumerge en cámaras de eco. Al indagar y conversar desplazándonos por espacios opositores,
nuestro rastro se hace visible pero amplio, más nutrido, diverso. La diversidad es clave a la
hora de enfriar un debate y de garantizar la deliberación y la opinión pública en tanto pilar
de la democracia, según la profesora Rebecca Romsdahl, (2005). Al conversar, no se trata
de hacer concesiones con quienes están por encima de, por ejemplo, el respeto por los
Derechos Humamos, o con quienes legitimen su violación, como con algunos “politically
incorrect”. Debemos denunciar cualquier acción de lenguaje de odio o de ciberacoso.
Para ella, entonces, es importante tener en cuenta una contradicción inherente al uso de
internet como plataforma de deliberación, es decir, como plataforma para la democracia: si
bien cualquier persona con acceso a la internet puede deliberar, sin importar quién sea ni
dónde esté (lo importante es que cuente con buen acceso a la red), no es confiable que la
deliberación se despliegue en estas plataformas, puesto que la gente tiene diversas maneras
de relacionarse dentro de un foro o un chat. El anonimato, por ejemplo, permite que las
personas tengan poco cuidado de sus opiniones, o sencillamente no las motiva a participar,
sino a presenciar calladamente lo que dirán los demás (lurkers). Las dinámicas de pregunta-
respuesta-contrapregunta-contrarespuesta también están supeditadas al flujo
multidireccionado de los mensajes, como también a la capacidad de procesamiento de los
sistemas para almacenar y sistematizar dichos mensajes.
El tiempo de navegación es otro elemento a tener en cuenta en defensa del caminar. En un
portal web es una medida que los grandes conglomerados de comunicación masiva están
espiando todo el tiempo para reconducir los contenidos y seguir rentabilizando sus
plataformas a partir de la segmentación de mercados (Luca et. al. 2015; Colectivo Ippolita,
2018). Las máquinas de Inteligencia Artificial, además, están aprendiendo a “pensar” a partir
74
de cómo hablamos. Aprender a deliberar pacíficamente replicaría en un efecto
exponencialmente poderoso en esas operaciones de construcción de semántica.
Así que la permanente caminata, el parar, sembrar un chiste, un comentario, una
reclamación, una pregunta, para luego marcharse y entrar a otra conversación (sin haber sido
invitado, si es necesario) puede permitirnos recorrer una y otra vez, como elaborando
circuitos, aquellos caminos, estrategias, prácticas y tácticas que empiezan a ser recurrentes
en uno y otro bando. No tienen por qué ser, necesariamente, foros de temas de propio interés.
El interés será es escudriñar las prácticas y los sentidos que se les estén dando a las palabras,
los símbolos, las identidades, aún en espacios con temas que no generen tanta expectativa.
Un desafío para el debatir caminando en línea es que la sobreoferta de información
disponible produce un público disperso, con déficit de atención y que se la vive haciendo
zapping entre ventanas a las que destina poco interés, por lo que basarse únicamente en la
voz del público en línea para fortalecer los procesos de deliberación destinada a la
construcción de políticas públicas, por ejemplo, puede resultar contraproducente (Fishkin,
2000).
Respondiendo, podemos decir que con este andar a ritmos propios generamos una
historicidad en habitar las redes. Recordemos cuando veíamos que el espectáculo 2.0.
condena a los ciberespectadores a interactuar inmersos en un presente eterno envuelto en un
secreto generalizado, producto de la fusión del capitalismo con el Estado. Coordinándonos
para sembrar estos hitos nos permite colectar lo importante y siempre, siempre, conectarlo
con la vida offline, como el #15M o el #YoSoy132.
Entre 1997 y 2002, Rebecca Romsdal toma varios casos de participación en política pública
en Estados Unidos, en donde se utilizaron herramientas de internet, como encuestas y foros,
para alentar a sectores de la población a participar en el proceso de formulación de leyes
Estatales, denominados e-dialogues. A quienes participaron de estos procesos colaborativos
en línea, se les interrogó después sobre si preferían o no este canal de comunicación, a la
manera tradicional cara-a-cara de deliberación. Un poco más de la mitad rechazó los e-
dialogues como herramientas efectivas para la deliberación.
De nuevo los datos nos llaman a no caer en determinismos tecnológicos: si bien los
dispositivos electrónicos han permitido movimientos de multitudes inteligentes según
75
Rheingold (2004), también debemos considerar que las plazas y las calles siguen siendo
puntos de deliberación de los asuntos comunes, y que allí se vuelcan los esfuerzos
cooperativos que parten del uso de dispositivos móviles. De modo que una práctica para la
Paz 2.0. debe invitar a la deliberación política permanente, pero no restringir su ocurrencia
a las plataformas web.
La etnografía virtual debe mirar entonces elementos como: tiempo de respuesta, avatar,
círculos/redes, sentimiento de la conversación, tipo de argumentos; si hay voluntad
conciliadora o no. Aplicar la entrevista semiestructurada “diferida a plazos” a través de las
caminatas, buscando seleccionar eso sí personas que quieran dejarse entrevistas a
profundidad. En Twitter se pueden aplicar los hilos, las conversaciones en el tiempo, las
menciones, los retweets.
6.3. Decálogo de la Práctica de Paz 2.0.
Aventurémonos, ahora sí, a tener en el radar 10 características elementales para que una
práctica en redes sociales sea considerada de Paz 2.0. y que merezca ser documentada a
través de la metodología propuesta:
1) Que busque por causa y por efecto el procesamiento afectivo a través del lenguaje escrito-
textual, superando el efecto ‘válvula de escape’ producto de la sobreexposición de las
emociones.
2) Debe propender al diálogo y a la destrucción de poder [de manipulación] del otro, mas no
a la destrucción del otro (López Martínez, 2006).
3) Que tenga la capacidad de resignificar al instante, activando códigos y siendo un 'vector
de polinización' latente ante el discurso de odio.
4) Que no parta de ignorar a la provocación, pero que tampoco sea una respuesta esperable
a la misma, es decir, que no quede atrapada dentro de sus marcos de pensamiento o de sus
trampas argumentativas (reductium ad-absurdum, ad-hominem, el todo por una de las partes,
el linchamiento mediático, la preformulación del racismo, la victimización, por decir las más
recurrentes).
76
5) Que no alimente cámaras de eco ni burbujas epistémicas. Una práctica de Paz no está para
buscar quién tiene la razón por encima de los demás, sino cómo se la construye
desmantelando el miedo, usando hitos y señales construidas con la información útil colectada
por las caminatas.
6) Que proponga repertorios de acción cooperativos a partir de las herramientas 2.0. más allá
de lo que permitan el compartir, el retuitear, dar el ‘Me Gusta’, firmar una petición, votar en
una consulta virtual, o comentar una publicación en defensa de una causa. Es decir, que sean
unos repertorios de acción conectivos (Reguillo, 2017) e inteligentes (Rheingold, 2002).
7) En esa línea, debería tener la capacidad de generar adhesiones y membresías a grupos que
no generen una identidad militarista ni basada en jerarquías autoritarias y sexistas.
8) Que busque el eureka y no el trauma (Galtung, 2019).
9) Que tenga un asidero en la vida offline y que no limite a lo online la deliberación política,
pues no toda la gente puede acceder a un dispositivo móvil, y menos tener destrezas con las
TIC’s.
10) Que logre enfrentarse con persuasión y creatividad los esquemas de validación y los
marcos de pensamiento del provocador, de una manera insistente, volviendo a lo andado
cada tanto, pero sin echar mano del ciberacoso ni del colapso de una cuenta o servidor
atiborrándole con spam (que, por cierto, es otra práctica del provocador automatizado).
77
7. CONCLUSIONES
La escenificación de los provocadores y los instigadores juega y jugará con una característica
fundamental de los ecosistemas digitales: el anonimato. Cuando movimientos como
Anonymous y Wikileaks surgieron del relativo desconocimiento en el que operaban, no
supimos realmente si apostarle a la identidad escondida era la manera de “liberar” el internet
de las grandes corporaciones y gobiernos autoritarios.
Pero actualmente es el otro bando político el que utiliza las formas del ocultamiento para
operar y manipular, financiadas por élites financieras, mafias o fuerzas políticas degradadas.
Se tiene noticia también de que grupos fundamentalistas están utilizando redes como
VKontakte (el Facebook ruso) para reclutar jóvenes dispuestos a ejecutar ataques terroristas
a nombre de ISIS (Johnson et. al. 2016). Quienes reclutan nunca revelarán su verdadera
identidad, pero sus perfiles son fortines de memes, símbolos religiosos y mensajes
incitadores contra occidente. Es decir, se ocultan mostrando. Habitan los ecosistemas online
como cualquiera de nosotros y se coordinan para generar daños en el mundo offline.
Este cierre a modo de llamado es para reseñar principalmente que el anonimato es tanto un
derecho como un deber. Ya vimos que debemos reinterpretar las claves de la clandestinidad
y de lo efímero, tan características de los entornos digitales. El problema entonces no es que
haya foros como 4chan, sino que quienes escriben allí son una creciente cantidad de gamers
misóginos, racistas y nacionalistas a ultranza con gran capacidad para generar contenidos
multimedia como memes o videos. Son ellos y sus tácticas los vectores de polinización
humanos que han hecho tan efectiva las campañas de la ultraderecha en públicos jóvenes.
Estar escondido, hackear un foro haciéndose pasar por otro avatar, ser un mirón sin dejar
rastro son opciones como cualquier otra. Para los fines de la investigación para la Paz 2.0.
lo importante es que se vayan dejando señales e hitos que puedan convertirse en acciones de
resistencia y de denuncia. Pero es claro que hay contextos de guerra total en donde ex
preferible estar en la sombra, dignificando los Derechos Humanos con bajo perfil, sin
intención de confrontación sino de auxilio a las víctimas: doctores, enfermeros,
psicoterapeutas.
78
Hay que ser conscientes también que los servicios de inteligencia de los países, como
también las consultoras en análisis de datos y las empresas de mercadotecnia hacen escucha
activa (nada que ver con la propuesta desde la Cultura de Paz) y pueden estar interesadas en
copiar esta metodología. Esta propuesta de investigación va en el sentido opuesto: generar
una metodología a la que podamos acudir como instancia principal o subsidiaria de, por
ejemplo, un análisis de grafos o un abordaje cuantitativo de una comunidad virtual. Es decir,
que podamos dialogar con ingenieros sociales y físicos sobre la validez cualitativa de la
investigación para la paz. El anonimato es entonces necesario donde se considere útil a la
investigación, y completamente legítimo en contextos de persecución política o ideológica.
Lo otro es aclarar que, debatiendo en redes sociales únicamente, no vamos a cambiar al
mundo. Pero la acción conectiva (Reguillo, 2017) es parte del cambio que los movimientos-
red lanzan a las plazas y los parques. Si cambiamos el lenguaje, por ejemplo, habrá
repercusiones inmediatas en los algoritmos y en los procesos de machine learning de los
bots replicadores. Pero también habrá repercusiones inmediatas en la manera en que se
imponen los marcos de pensamiento, las metáforas de terror, la agenda de los grandes
medios.
El provocador de extrema derecha debe ser estudiado por la investigación para la Paz 2.0.,
desde los hechos de paz que, en la cibercultura, les aplaquen o desarmen de maneras
noviolentas. Ya no se trata de seguir documentando los daños, declarándolos “de urgente
importancia en el análisis” cuando ya han ocurrido. Mas bien, acompañar las resistencias
que buscan la paz, que hablan desde allí y que rechazan cualquier tipo de autoritarismo en la
práctica.
De modo que el agente “opuesto” a los trols será el influenciador en el plano individual, y
el movimiento-red en el colectivo, sin importar desde dónde se reconozca en el espectro
político. La extrema derecha es la fuerza político-ideológica que debe ser detectada de
entrada. Ante acciones “estorninas”, tenemos que ver aquellas que responderán con acciones
coordinadas en el tiempo y en el espacio.
Metodológicamente, la figura del caminante o andariego la planteo como una figura –
rebatible, criticable, mejorable – que nos permita rastrear y rastrillar las prácticas de paz que
surgen y desaparecen o resisten o retornan en el tiempo. El caminante va burlando el
engagement (coeficiente de compromiso con un tema o cuenta) a algún grupo o hashtag
79
tramposo; burla los códigos y mira cómo son las pugnas detrás de aquellos; burla el tiempo
de navegación para que el algoritmo no logre tatuarse una idea de sus preferencias en el
historial de búsquedas, y para que las empresas detrás de Facebook y Twitter no se sigan
lucrando con nuestro tiempo de ocio. Opera como un influenciador capaz de pasar de muchos
grupos de opinión a otros, rompiendo las fronteras ferromagnéticas. En fin, no se deja
hermetizar y se mantiene observando (lurker) y conversando con agentes relevantes
conforme va depurando y digiriendo las opiniones que lee.
El caminante, en fin, va dejando hitos o señales por donde pasa, así puede regresar a alguna
conversación o publicación y retomarla a placer. En Twitter es clave, además, mostrar una
opinión o reacción coherente con el avatar que se tiene, dado que las cuentas que poseen
fotos de perfil y una identidad verificar, tienden a ser menos tóxicos, léase incitadores (Dulce
et. al., 2018). En esa línea, nos queda de tarea determinar si la respuesta al trol sea el
influenciador. Así que Twitter se nos presenta como una zona a caminar porque, a diferencia
de Facebook, los temas tienden a referirse más a temas noticiosos del día a día, mientras que
en Facebook muchas veces se conversa sobre el círculo cercano de amigos y familia.
Las opciones para calificar el sentimiento en Facebook se han multiplicado los últimos años:
‘lo amo’, ’me gusta’, ’me entristece’, ‘me enfurece’, y demás. Mientras que en Twitter
siempre es necesario poner en palabras el sentimiento, sea placentero o no, lo que exige
riqueza en el vocabulario y una permanente sobreexposición de las emociones.
Además, poder seguir la popularidad de los hashtags en vivo en el menú de la barra lateral
derecha, es un buen indicador de cuándo se produce una acción estornina. Vale recordar que
@congosto detectó este comportamiento analizando cuentas verificadas y bots de Twitter.
Si seguimos dejando que la extrema derecha continúe su bravuconada mundial, vamos a
perder capacidad de debate y el odio seguirá siendo un medio y en un fin en sí mismo, porque
va a probar ser muy efectivo a la hora de conseguir seguidores, o bien se va a mostrar muy
efectivo a la hora de ser famoso sobreexponiendo los sentimientos e inquietudes de quien se
ataca. Es lo que hace un ciberacosador cuando exhibe públicamente información
confidencial de la víctima. Es lo que hace Roger Stone cuando trampea los contendientes
desde el miedo y el fraude. Es lo que los gobiernos despliegan para justificar una guerra.
80
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