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SOCIEDAD CIVIL EN TRES AGENDAS DE INVESTIGACIÓN.
NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LA RELACIÓN ENTRE SOCIEDAD Y
ESTADO
Jaqueline Garza Placencia
Arturo Durán Padilla
Resumen:
Este artículo revisa un conjunto de pautas que caracterizan el estudio de
la sociedad civil dentro de las disciplinas sociales. El análisis examina
tres agendas de investigación: el pensamiento clásico, el estatuto norma-
tivo del concepto y, la experiencia de los estudios contemporáneos, con
el propósito de explorar el desarrollo del debate acerca de la noción de
sociedad civil y su relación con la organización política del estado. Se
observa que el estatuto normativo del concepto de sociedad civil ha sido
dominante en la construcción de este objetivo estudio. Ello, a su vez, ha
propiciado que los modelos analíticos revisados presenten limitaciones
conceptuales frente a la intricada realidad empírica de actores, prácticas
y relaciones de poder inmersas en lo que hoy se denomina sociedad ci-
vil.
Palabras clave: Sociedad civil, Estado, participación, pensamiento social.
Abstract:
This article reviews a collection of issues that characterize the study of
civil society in social science. The analysis focuses on three research
agendas: classical thought, the normative statute of the concept, and the
experience of contemporary studies. The purpose is to examine the evo-
lution of the debate on the definition of the civil society and its relation-
ship with political organization of the state. The text argues that the
Cognita. Revista Política, Gobierno y
Sociedad, Núm. 2, Enero-Junio 2019,
ISSN 2683-149-X, Universidad Autónoma
de Tlaxcala, pp. 97-114.
Sociedad civil en tres agendas de investigación
98 Cognita
Revista Política, Gobierno y Sociedad
normative statute of the concept of civil society has been dominant in
the construction of this objective study. This in turn has led to the re-
vised analytical models present conceptual constraints in contrast to the
most empirical reality of actors, practices and power relations that are
immersed in what we call civil society.
Keywords: Civil society, State, participation, social thought.
Anteriormente, si alguien estaba interesado en la noción de sociedad civil, se habría
pensado que se trataba de un historiador de las ideas, interesado quizás en Locke o en
Hegel. Pero la frase en sí, no tenía resonancia ni capacidad evocadora. Más bien la
frase aparecía empolvada. Ahora, de pronto, ha sido rescatada y se ha transformado en
un brillante emblema.
Gellner, 1994.
Introducción
La ciencia y sus objetos de estudio son campos en continua construcción, lo
que hace de sus resultados una búsqueda insistente de posibles aproximacio-
nes. En ese contexto los estudios emprendidos acerca de lo que en la actuali-
dad se denomina sociedad civil representan un conjunto de referencias y acer-
camientos formados desde múltiples tradiciones y ámbitos de reflexión, en-
torno a los problemas de la organización política del estado.
Si bien algunos autores consideran que la noción de sociedad civil en los
asuntos públicos incorpora un aspecto capital para pensar la constitución del
estado democrático, en contraste, la participación civil para otros conforma un
terreno independiente de la acción estatal. Cohen y Arato proponen la distin-
ción entre sociedad civil como movimiento social y forma institucional. Reco-
nocen en los actores colectivos los potenciales para incidir en el impulso de
cambios democráticos, pero a la vez, pueden ser vistos como reacciones capa-
ces de convertir la movilización a favor de la cooptación política de las institu-
ciones tradicionales.
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Entre algunos estudios de los movimientos sociales es común pensar que la
institucionalización de los mismos implicaría reconocer la neutralización de la
protesta o, en su caso, la tecnificación y burocratización de sus demandas. Bajo
tales condiciones, los actores son empíricamente denominados organizaciones
de la sociedad civil. Esta noción abarca un amplio conjunto de formas donde
cada organización se define y caracteriza con relación a sus reclamos, proyec-
tos, integrantes o vínculos establecidos con otros actores e instituciones. Por
conducirse sin fines de lucro, crear organizaciones civiles como entidades no
gubernamentales o promover voluntarios filantrópicos, también han sido
identificados como “tercer sector” o tercer estado.
En torno a este contrastante panorama, el presente examen tiene el propósi-
to de revisar las pautas que han caracterizado la discusión de la sociedad civil
dentro de las disciplinas sociales. Con tal finalidad, se exploran las rutas que
sustentan la construcción de este objeto de estudio a través de tres agendas de
investigación: a) El pensamiento clásico, b) El estatuto normativo del concepto
y, c) La experiencia de los estudios contemporáneos.
Advertimos algunas de las reservas y alcances de estas tendencias frente a
la intrincada realidad de actores, prácticas y relaciones de poder que se man-
tienen implícitas en la idea de sociedad civil. Adelantamos que las expresiones
político normativas de dicho concepto han sido dominantes en la producción
de estudios en la materia. Observamos la manera en que el discurso académi-
co se desarrolla en direcciones a veces distantes y, en otras, hasta contradicto-
rias de la realidad empírica.
Ello a su vez, ha propiciado el alejamiento de la reflexión sobre la naturale-
za del problema, la forma en que se piensa el objeto de estudio y sus posibles
interacciones con otras esferas de lo social. Nuestro propósito no pretende
ofrecer puntos de vista concluyentes sobre el concepto de sociedad civil, sino
examinar las limitaciones y los avances que han impuesto los usos de esta con-
trastante noción.
Pensamiento clásico: «societas civilis»
En la tradición del pensamiento político, la idea de sociedad civil no represen-
ta un concepto único. A veces llega hacerse multisemántico hasta incluir sen-
tidos opuestos (Borja, 1997; Isunza, 2001; Dagnino, 2006; Cheresky, 2006).
Keith Tester adelanta: «debe quedar claro, de distintas maneras, que imagi-
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narse lo que es la sociedad civil, es un asunto completamente contradictorio.
Quizás, en gran medida, porque hoy es muy difícil establecer lo que la socie-
dad civil actualmente significa» (Tester, 1992: 143).
La expresión conserva un antiguo origen. Como decía Cicerón, la «societas
civilis» se refiere a la sociedad formada bajo las garantías de las leyes con obje-
to de utilidad común (Borja, 1997). Con Hegel y Marx, la expresión «societas
civilis» resulta un equivalente de sociedad burguesa y comprende la esfera de
una economía regulada a través de mercados de trabajo, capitales y mercan-
cías. Autores como Hume, Ferguson y otros, asumieron que el concepto socie-
dad civil tenía una connotación relacionada con la defensa del mercado, la
propiedad privada y su autonomía para ordenar las cosas de la economía
(Borja, 1997).
En la tradición continuada por Hegel, el estado es el agente que regula y
sanciona el ámbito de relaciones sociales. Por ello, la sociedad civil «bürgerliche
gelsellschaft» representa un punto intermedio entre el estado y lo familiar y
presupone una sociedad plural compuesta por hombres de negocios o propie-
tarios sometidos por igual al imperio y amparo de la ley (Borja, 1997; Isunza,
2001).
Resultan singulares las formas de relacionar las dualidades entre estado y
sociedad, esfera pública y privada. Vinculado al plano económico, la sociedad
civil aparece en Hegel compuesta de un nivel jurídico y otro gubernamental.
La noción de Hegel sintetiza dos herencias intelectuales. Por un lado, recoge el
pensamiento político de Thomas Hobbes, Montesquieu, John Locke. Por otro,
traduce la visión económica de Adam Smith y de David Ricardo. Bajo esa ló-
gica Hegel entiende que las esferas jurídicas y de gobierno, nacidas de la so-
ciedad civil, se encuentran limitadas por el ámbito de la economía. Para Hegel
la función del gobierno de la sociedad civil, radica en la defensa del régimen
de leyes iguales para todos, reconociendo que el derecho de la propiedad
constituye un principio inalienable.
El «estado exterior» expresa entonces un orden jurídico universal basado
en la igualdad civil y el derecho generalizado al goce de la libertad individual,
atento al límite de los imperativos del sistema de la mercancía. Según Hegel
fue la economía política la que demostró al mundo que en la ley del intercam-
bio económico reside, espontáneamente, la posibilidad de conciliar el interés
privado con el interés general, por lo que, se hace complejo prescindir de ella.
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Para que la economía no actúe como una ley ciega o abstracta se requiere
de un sustento sobrestructural, de un cierto carácter institucional representati-
vo de su mecánica de movimiento y de las relaciones sociales que la acompa-
ñan.
Sólo el estado, según Hegel, puede perfilar su realización plena en tanto
organización cuando hace posible que los individuos alcancen sus intereses
particulares y comunes, por lo que es indispensable pasar del ámbito de la
familia al espacio de la sociedad civil. Justamente eso es lo que Hegel llama
«estado exterior», del entendimiento y la necesidad, que se concreta como
administración de justicia, poder de policía, gobierno, y corporación. La mo-
dernización hegeleana implica entonces una progresiva reorientación de
vínculos tradicionales y familiares, para que «la sociedad civil arranque al
individuo de este lazo, y aleje unos de otros a los miembros de este vínculo y
los reconozca como personas autónomas» (Hegel, 1955: 206).
Pero este razonamiento no alcanza a ser suficiente. La participación del de-
recho por sí mismo no puede resolver el problema de la relación entre colecti-
vidad e individuo, ni tampoco el de la justicia, como lo advertiría el propio
Max Weber. Más reciente la ley delinea lo que es la norma jurídica en una es-
fera convertida en forma autónoma pero distinta de la realidad externa: la ley
pretende auto contener su propia forma. Es decir, ante una competencia más
intensa de lo colectivo se presentó el replanteamiento de la vieja idea de Adam
Smith que entendía la solución de los problemas de los sujetos enfrentados
ante la mano invisible del estado.
En suma, este modelo traza el ciclo de una construcción negativa, donde
una comunidad primitiva o primigenia, para resolver sus contingencias y con-
flictos, resuelve la creación de un estado, que a su vez queda encargado de
propiciar la formación de una comunidad ciudadana. En términos de Hegel, el
espíritu absoluto del estado resuelve dialécticamente lo social.
En contraparte, Tocqueville argumenta que es la acción comunitaria la que
opera en contrapeso al estado (Borja, 1997; Pérez Díaz, 2011). La expresión
sociedad civil se constituye por el tejido asociativo y la acción de los indivi-
duos. La densidad asociativa en América era un factor para que la sociedad
tuviera mayor capacidad de vigilar y controlar los poderes del estado. Los
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gobiernos locales anticipan la formación y la autoridad estatal.
1
La sociedad
civil se convierte en el espacio social donde se crea el poder y el cambio social
a través de las instituciones que configuran la economía, la política, la cultura,
la opinión pública y la movilización social.
Para Tocqueville las organizaciones civiles no constituyen segmentos aisla-
dos ni tampoco forman necesariamente conjuntos homogéneos unidos por la
propiedad o intereses solo económicos. Cada grupo se une u opone a propósi-
tos particulares sin verse reducidos a una sola esfera o determinismo alguno
(Durán, 2015). Frente a un estado despótico es necesario crear redes de asocia-
ciones. La tarea es procurar beneficios colectivos perdurables y poner conten-
ción a los abusos del estado. Sin colaboración mutua «resulta evidente que si
cada ciudadano a medida que se va haciendo individualmente más débil y,
por consiguiente, más incapaz de preservar por sí solo su libertad no aprende
el arte de unirse a sus semejantes para defenderla, la tiranía crecerá con la
igualdad» (Tocqueville, 1984: 55).
Entonces la sociedad se seculariza del estado. Adquiere capacidades y au-
tonomía, forma vínculos comunitarios y, sin institucionalidad formal, vuelve
ocuparse como una base creadora de instancias estatales. A veces demandante
y otra vigilante, lo comunitario propicia el sentido de lo constitucional, lo na-
cional o lo federal. Tocqueville al relatar el excepcionalísimo americano se
convierte en el biógrafo de este nacimiento político. Un lugar donde lo comu-
nitario crea colonia, la colonia al condado, el condado al estado y el estado a la
federación. Es un espejo invertido que muestra otras historias donde lo impe-
rial inventa al mundo hispanoamericano, como dijera O’Gorman, o donde lo
estatal se convierte en el gran tutor de lo social.
Es decir, la sociedad civil se entiende en el sentido de «hegemonía política y
cultural de un grupo social sobre la entera sociedad como contenido ético del
estado» (Gramsci, 1998: 101). Por esta razón, la sociedad civil es más impor-
tante que el estado a la hora de crear una voluntad colectiva que apoye una
1
Observando América, Tocqueville reproduce el punto de vista de Jared Spark:
“Nuestros padres precursores, en cambio, fundaron la localidad antes que el Estado.
Plymounth, Salem, Charleston, existían ya antes de que se pudiera hablar de un Go-
bierno de Massachussets; sólo se unieron más tarde, en un acto de voluntad delibera-
da” (Schleifer; 1984: 147).
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propuesta de cambio social o un modelo determinado de sociedad (Giner et al,
2001).
En la traducción moderna, Habermas piensa que el núcleo institucional de
la sociedad civil, lo constituyen las asociaciones voluntarias, como grupos de
debate o foros ciudadanos, medios independientes, grupos de derechos hu-
manos o de oposición que pretenden objetivos ecológicos, igualdad de género,
entre otros (Habermas, 1994). Sin embargo, resulta oportuno apuntar que estas
asociaciones se forman hacia el interior del marco institucional del estado de-
mocrático de derecho. Pero los excesos del modelo comunitario lo hacen vul-
nerable. Desde antes el propio Tocqueville anticipaba sus riesgos al anunciar
el individualismo desenfrenado, y los excesos de las minorías transformados
hoy en el despotismo de las corporaciones y de los consorcios.
El estatuto normativo de la sociedad civil
Como resultado de estos modelos del pensamiento surge en el último cuarto
del siglo XX, una nueva corriente de investigación basada en un estatuto nor-
mativo del concepto sociedad civil (Gurza Lavalle, 2003; Dagnino, 2006). En
esta nueva agenda de investigación la vida asociativa es virtuosa y cumple un
papel fundamental en los procesos de democratización. Los regímenes totali-
tarios de Europa del Este y las dictaduras de los años setentas y ochentas en
América Latina van a ser un precedente fundamental para discutir y formular
otras connotaciones de la expresión «sociedad civil» en los años noventa (Gur-
za Lavalle, 2003).
La categoría de sociedad civil definida con un orden normativo adquirió
enorme resonancia para los procesos de transición y consolidación democráti-
ca, puesto que se estableció un consenso del papel democratizador de las aso-
ciaciones civiles al considerarlas actores autónomos, espontáneos y capaces de
problematizar cuestiones de interés general (Gurza Lavalle, 2003; Pérez-Díaz,
2011). De esta nueva visión del concepto de sociedad civil surgieron dos co-
rrientes principales que tenían una distinción analítica distinta. Por un lado, la
corriente del proyecto político democratizador, cuyos orígenes se encuentran
en el pensamiento clásico de Tocqueville. Por otro, el proyecto neoliberal cuya
inspiración está en los estudios de la defensa del mercado y la propiedad pri-
vada.
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En las narrativas sobre el proyecto político democratizar se enfatizó la im-
portancia de los movimientos sociales y las organizaciones civiles para la
promoción de la democracia y la defensa de la ciudadanía (Borja, 1997; Gurza
Lavalle, 2003; Dagnino, 2006). En la compresión normativa se propuso que la
sociedad civil no debía estar subordinada al estado y al mercado. Para ello, era
necesario crear redes de asociaciones autónomas cuya función sería imponer
una contención entre el poder y los individuos. La construcción teórica del
estatuto normativo estuvo inspirada en el programa de investigación de Ha-
bermas
2
, y posteriormente recuperado por Cohen y Arato (2000) para definir
el concepto de sociedad civil.
Desde esta perspectiva lo que caracteriza a la sociedad civil es el principio
de «autonomía», al distinguir dinámicas propias regidas por la lógica amoral
del poder y el dinero, así como por su «autolimitación», ya que la preserva-
ción del primer principio se debe a la renuncia de sus actores a transformase
en poder político-burocrático o económico (Gurza Lavalle, et. al., 2011). A su
vez, la teoría normativa fue retomada por los autores latinoamericanistas
(Panfichi, 2002; Avritzer, 1994; Avritzer, 2012), para interpretar sin muchas
mediaciones el rol de los actores sociales y su campo de acción como parte de
virtuosa que debía enfrentarse al mal encarnado por las instituciones políticas.
Robert Putnam (1994; 2002), propicia otra corriente de investigación basada
en una visión normativa de la sociedad civil homogénea, virtuosa y solidaria.
El análisis concentra su atención en las redes y relaciones de confianza que se
establecen en espacios ciudadanos (clubes y asociaciones comunitarias, insti-
tuciones religiosas, sindicatos, sociedades de profesionales) como base de una
mayor densidad asociativa y compromiso cívico. Los ciudadanos en una de-
mocracia fortalecida se interesan por los referéndums para expresar sus opi-
niones sobre aspectos de la política pública y participan en las elecciones con
un voto sustentado en consideraciones informadas (Putnam, 1994; Putman,
2002; Millán y Gordon, 2004). Estas redes cívicas destacan por la reciprocidad,
confianza y la generación de capital social.
2
Como se ha reiterado, la idea de sociedad civil en Habermas ha tenido distintos
rasgos pasando de su sentido sociológico para adquirir otro de mayor carácter filosó-
fico.
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Las contribuciones concretas de los actores comunitarios, las organizacio-
nes civiles y las redes de solidaridad, adquieren un papel destacado en la de-
fensa de derechos y gestión de atención pública, especialmente en contextos
de alta vulnerabilidad social. No obstante, esta corriente ha sido cuestionada
debido a que el capital social, como base que define a la sociedad civil, no al-
canza a responder con suficiencia acerca de las maneras en cómo se origina, en
especial cuando no se trata de actos espontáneos de cooperación. Por ello, ex-
plicar el surgimiento del capital social a partir de la actuación de sujetos vir-
tuosos y solidarios resulta un esfuerzo limitado (Gurza Lavalle, et.al., 2011).
Por otro lado, se han desarrollado algunas perspectivas derivadas del pro-
yecto neoliberal, en las que la idea de sociedad civil es vista como una conno-
tación orientada a la defensa de la propiedad privada y al mercado. En la con-
tracción del estado y la progresiva transferencia de funciones públicas, las
organizaciones sociales operan para ejercer presión y contrapeso a las decisio-
nes de las instituciones políticas, y regular el mercado. En este posicionamien-
to frente al estado y al mundo económico subyace la identidad de la sociedad
civil (Gurza Lavalle, et. al., 2011). Al mismo tiempo, la autonomía y autolimi-
tación de la sociedad civil obligan a renunciar al impulso de volverse poder
político o económico, aunque ello sea un medio que posibilite la consecución
de sus fines.
Centrada en la vida comunitaria y hermética a las instituciones políticas, es-
ta interpretación observa rasgos despolitizados de los actores sociales organi-
zados al caracterizarlos como un bloque homogéneo, virtuoso, autónomo y
solidario. Sin embargo, las experiencias empíricas muestran que cualquier
organización y actividad emprendida, como filantropía, litigio estratégico,
defensa de derechos o incidencia en políticas públicas, son resultado de la
construcción de un proyecto político.
La experiencia de los estudios contemporáneos: relaciones sociedad-Estado
Los estudios contemporáneos se desarrollan a partir de una lectura crítica a la
literatura de los años noventa. La nueva agenda para el estudio de la sociedad
civil buscar superar las visiones normativas basadas en el asociacionismo au-
tónomo, virtuoso y democrático que debía distanciarse del estado. Los estu-
dios contemporáneos se caracterizan por intentar explicar a la sociedad y al
estado como actores mutuamente constitutivos. La relación recíproca entre
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«estado y sociedad», entre instituciones y actores societarios ocurre mediante
procesos que, a lo largo del tiempo y en el mismo movimiento, influyen y son
influidos por diferentes instancias políticas (Gurza Lavalle et. al, 2011).
En este sentido, los enfoques relaciones aportan una mayor compresión de
las formas de interrelación que se construyen en las instituciones políticas y en
la esfera de la sociedad civil organizada, ya que su interés analítico, es más
operativo y situado en el contexto que normativo y homogeneizador (Dag-
nino, 2006; Hevia, 2009). Asimismo, los modelos relacionales permiten “tras-
cender tanto a los análisis estructurales -macro- como a los estudios de comu-
nidad –micro- puesto que se centran en diversos puntos de interacción en di-
ferentes escalas” (Hevia, 2009: 63). Por ello, estos enfoques también consideran
los espacios de interacción en los que la sociedad civil desarrollan estrategias y
negocian la definición e implementación de políticas públicas (Hevia, 2009).
Desde los inicios del siglo XXI, los temas de investigación se han enfocado
en la compresión empírica de los procesos de participación ciudadana, tales
como el papel de la sociedad civil en el diseño de las políticas públicas, la ins-
titucionalización de mecanismos de participación ciudadana, la aparición de
nuevas instituciones de representación, así como en el análisis de las formas
de interacción entre la sociedad y el estado, entre otros. Por caso, en el contex-
to brasileño, la participación de la sociedad civil en los procesos de discusión y
toma de decisiones pública se consagró como el principio fundamental que
caracterizó el proyecto democratizador en este país. Al mismo tiempo, se crea-
ron posibilidades de acciones conjuntas entre estado y sociedad civil al pro-
mover espacios públicos compartidos
3
.
Dagnino propone discutir el proceso de resignificación de las nociones so-
ciedad civil, participación y ciudadanía a partir de la «confluencia tramposa»
del proyecto político democratizante participativo y el proyecto neoliberal.
Por un lado, este proyecto se originó de la lucha contra el régimen militar, en
el cual los movimientos sociales desempañaron un papel estratégico para el
restablecimiento de las elecciones libres y la reorganización partidaria hasta
alcanzar posicionamientos dentro de los niveles de los gobiernos ejecutivo,
estatal o local. Así con el proceso global de la sociedad asociado al modelo
3
Entre la creación de espacios públicos se destacan los consejos gestores de políti-
cas públicas, las conferencias nacionales y los presupuestos participativos.
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neoliberal se eximió al estado de su papel como garantizador de derechos al
transferir sus responsabilidades a la sociedad civil (Dagnino, 2006).
De acuerdo con Dagnino, la trampa se revela al momento que ambos pro-
yectos requieren de una sociedad civil activa y propositiva a pesar de que
apuntan hacia direcciones opuestas o antagónicas. Entonces los integrantes de
las organizaciones civiles del proyecto político democratizante se cuestionan si
su participación ha servido al proyecto antagónico. Para Dagnino, el problema
está en la forma en que se han visto las relaciones entre estado y sociedad ci-
vil. La autora propone que en la teoría se requiere mayor explicación de la
idea de proyecto político y un cambio en la manera de entender los significa-
dos atribuidos al estado y la sociedad civil.
La noción de proyecto político puede contribuir a superar una visión ho-
mogénea del estado
4
, el cual frecuentemente es visto como «encarnación del
mal», y de la sociedad civil considerada un «polo de virtudes democratizan-
tes» (Dagnino, 2006: 226-227). El proyecto político es un concepto histórico-
sociológico, derivado del concepto de bloque histórico de Gramsci, y tiene la
finalidad de capturar el sentido de los actores, a través de la disputa por los
consensos que aglutinan a la sociedad civil.
Se considera que este concepto posee un valor heurístico al aportar com-
prensión de los procesos a gran escala, especialmente en coyunturas donde
diversos actores se relacionan en función de su afinidad. En la vida cotidiana,
los actores pueden tener múltiples afinidades, como las personas que poseen
múltiples identidades y actualizarlas en función del contexto y los interlocuto-
res (Gurza Lavalle, et al., 2011).
Una propuesta de investigación centrada en un plano más analítico surge
con el neo institucionalismo histórico y la teoría del enfoque político (polity
approach). Esta propuesta parte de los trabajos de Theda Sckopol (1995), y se
desarrolla entre otros por Houtzager, (2003) Gurza Lavalle (2012), Dowbor
(2012). La corriente introduce nuevas categorías de análisis para explicar las
relaciones entre estado y sociedad civil, tales como encajes institucionales (insti-
4
El proyecto político se define como conjuntos de creencias, intereses, concepcio-
nes del mundo y representaciones de lo que debe ser la vida en sociedad y que orien-
tan la acción política de los diferentes sujetos (Dagnino, 2006).
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tutional fit), puntos de entrada (entry points) generados por los actores societa-
rios en el estado (engineering fit)) y dominios de agencia (agency domain).
En líneas generales, el concepto de encaje institucional se define de acuerdo a
los procesos de interacción socio estatales que permiten a los actores sociales
obtener ventajas de la movilización y construir encajes en el estado que operan
en niveles distintos de jerarquía política (Houtzager, 2003; Gurza Lavalle et.
al., 2017). Skocpol afirma que el encaje, o su ausencia, se presenta entre los
objetivos y capacidades de diversos grupos políticamente activos y los puntos
de acceso permitidos por las instituciones políticas, pero que son histórica-
mente mutables (Skocpol, 1995).
Fit en inglés es un vocablo que remite un sentido doble, de acuerdo a una
forma sustantiva según «encaje» y de verbo al referirse a la acción de «enca-
jar». Tal connotación evita eliminar la agencia de los actores al conceder al
encaje un sentido algo fijo o institucional y al encajar conforme a una tarea
continua. Por tanto, el encaje es simultáneamente resultado de los procesos de
interacción societaria estatal y un artefacto institucional con densidad propia.
En otras palabras, son los canales institucionales expresados en la aprobación
de una ley, la creación de un órgano público y el acceso regular con funciona-
rios púbicos claves.
En tanto, un dominio de agencia es conformado por la configuración de di-
versos tipos de encajes institucionales que están articulado vertical y horizon-
talmente, lo que favorece la capacidad de actuar de ciertos actores colectivos.
Cada dominio es producto de la historia de conflictos, cooperaciones, negocia-
ciones y capacidades de los actores societarios y del estado. Ahora bien, el
concepto de dominio es comúnmente usado en la literatura de políticas públi-
cas «policy domains», el énfasis en dominios de agencia está precisamente pues-
to en los actores y su capacidad que tiene para actuar en relación a los proce-
sos de institucionalización.
En términos generales, la idea de dominio de agencia apunta hacia la insti-
tucionalización de la acción colectiva y sus efectos. No obstante, la capacidad
de la sociedad civil organizada es altamente contingente para la precaria insti-
tucionalización de sus intereses. Por ejemplo, el caso brasileño muestra gran
actividad en contra de la dictadura la cual propició reformas institucionales
que permitieron prolongar la presencia de los actores ciudadanos en el diseño
y ejecución de políticas públicas (Gurza Lavalle, et. al., 2011). Puede interpre-
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tarse como un dominio de agencia a un subconjunto de organizaciones civiles
que en el campo de las políticas sociales se han pasado de intervenir en aso-
ciaciones filantrópicas a la intermediación institucionalizadas de políticas de
asistencia social.
Dentro de esta misma corriente hay estudios que proponen una mejor
compresión de los movimientos sociales en interacción con la institucionali-
dad política. Sugieren análisis dinámicos con énfasis en la mutua relación en-
tre sociedad y estado, en tanto, que representan actores que interactúan en
procesos continuos y contingentes dentro de ambientes de fronteras impreci-
sas (Carlos, 2012; Dowbor, 2012). En ese sentido, Euzeneia Carlos do Nasci-
mento analiza los cambios en los padrones de la acción colectiva a partir de su
participación institucional (2012).
De acuerdo esta autora, dichos cambios se caracterizan por una compleja
estructura organizacional en la que se formalizan las estrategias de acción y la
participación de los militantes, la ampliación de las relaciones con las instan-
cias gubernamentales, así como por la extensión de los vínculos entre movi-
mientos y organizaciones civiles. Carlos (2012) destaca también que los
padrones de interacción pueden configurarse como autónomos y
cooperativos. Es decir, en esa relación cooperativa entre movimientos sociales
e instituciones políticas, los actores mantienen, de acuerdo a sus intereses y
valores, la capacidad de independencia o libertad para definir formas, reglas y
objetivos de interacción con otros actores. Aunque la autora encuentra en el
análisis de su evidencia empírica que los padrones de la acción colectiva son
más propensos al conflicto y la contestación.
Esta corriente de investigación de índole institucionalista se orienta por el
modo sistemático en el análisis de las modalidades y alcances de los actores
colectivos (sociedad civil) en su relación con las instituciones. Sin embargo,
esta no es una propuesta normativa ni tampoco supone que los procesos de
institucionalización sean «buenos» o «malos», sino reconoce la existencia de
beneficios asociados a la institucionalización, tal como la posibilidad de politi-
zar asuntos de baja notabilidad en la agenda pública. Los retos de esta pro-
puesta están en hacer prácticos los conceptos en futuros planteamientos de
investigación.
Los estudios contemporáneos de las relaciones sociedad y estado apuestan
por un análisis centrado en los actores en diferentes niveles locales, nacionales
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o trasnacionales. Desde la perspectiva relacional no existen unidades estables,
sino relaciones dinámicas que se desarrollan en el tiempo y están afectados
por los contextos históricos y contingencias que les atraviesa. Se trata de pro-
cesos entre agentes/actores que se desenvuelven en contextos específicos y se
transforman mutuamente en el tiempo, a la vez que transforman la realidad
social (Brachet-Márquez y Uribe, 2016).
Desafíos para los estudios de la sociedad civil y consideraciones finales
Con el propósito de lograr una aproximación más clara acerca de la noción de
sociedad civil hemos presentado un conjunto de pautas que muestran las re-
servas y alcances conceptuales en torno a este objeto de estudio a través de
estos tres ámbitos de trabajo.
Entre el pensamiento clásico, debemos agregar que la idea hegeleana que
sustenta la relación dialéctica de mundo político y sociedad, de expansión
técnica y convivencia comunitaria, se agota ante las nuevas contradicciones
del mundo industrial. En Hegel no puede anticiparse a la reducción de un
mundo burgués por medio de la conciliación del espíritu absoluto. Advierte
Koselleck: ante el silencio de Dios y «las subsecuentes fisuras en la autoridad
religiosa dejaron al hombre abandonado a su propia conciencia y, una con-
ciencia que carece de apoyos externos se pierde dentro de una falsa virtud»
(Koselleck, 1988).
El mundo burgués del siglo XIX claudica ante la emergencia de nuevas re-
laciones. El estado de derecho liberal ha sucumbido y ha quedado desarticu-
lado su dominio sobre lo político. Las reflexiones de ese antiguo mundo euro-
peo no alcanzaron a formar un estado capaz de resolver las dualidades y ten-
siones del capitalismo moderno. Entonces se conforman nuevos ámbitos ex-
ternos y alternos al espacio político del estado. El individuo mismo resuelve
su propia existencia en otra parte o fuera de la existencia del estado liberal. De
allí a identificar a la sociedad civil como esfera de lo económico solo hay un
paso. Pero es en ese preciso sitio donde las perspectivas contemporáneas tra-
tan de tomar distancia retornando invariablemente a la ambigüedad.
En Putnam el diagnóstico es evidente cuando anticipa que «las bases de la
comunidad civil se han ido erosionando; se han agotado las reservas de capital
social y de reciprocidad generalizada y se ha socavado la capacidad de acción
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colectivamente beneficiosa frente a la esfera de la producción y la esfera del
gobierno democrático sin poder establecer del todo redes de confianza en un
circulo virtuoso» (Putnam, 1995).
Así la identidad de la sociedad civil se definió como relación opuesta al es-
tado o contingente a las entidades políticas tradicionales y a los partidos polí-
ticos. Después, bajo el reconocimiento de la urgencia de una reformulación
más precisa como programa de acción colectiva, el concepto de lo civil se ha
extraviado en una persistente relatividad. Semejante a la forma que adquiere
el agua según el contorno del recipiente que la contiene, de ese modo, la idea
de sociedad civil y la relación del individuo y su colectividad en las socieda-
des contemporáneas cobran sentido de acuerdo al enfoque que lo enuncia.
Desafío al que los estudios contemporáneos se han enfrentado al intentar
proponer una noción distinta a los registros normativos y autonomistas que
caracterizan las interpretaciones más influyentes del concepto sociedad civil
en los últimos años. Así el reconocimiento de cualidades extraordinarias o
normativas ha promovido, en ocasiones, una imagen extrema del problema:
como espacio de reformulación de lo público, garante del interés general, justo
defensor del pluralismo social o como fenómeno de permanente tensión indu-
cida por los intentos de renovación de los roles tradicionales del poder políti-
co. Podría pensarse que, sin observar los riesgos, la memoria encubre las difi-
cultades de un concepto que puede conducirse más al autoengaño y dejar de
contribuir a clarificar problemas.
En gran medida las consecuencias de tales proposiciones han limitado los
esfuerzos para investigar en torno a la naturaleza de estas actividades, sus
efectos sobre la organización de nuevos grupos sociales, o en su caso, exami-
nar su potencialidad en la reestructuración de los fenómenos migratorios, los
conflictos culturales, la sustentabilidad o el trabajo en la economía mundial.
Frente a este conjunto de ideas, el esfuerzo por explicar la naturaleza y los
contenidos de la relación entre individualidad y colectividad se encuentra
lejos de ser definitivo. Los alcances de este desarrollo continúan siendo meras
aproximaciones.
Desafortunadamente en el campo de los estudios sociales aún hay más pre-
guntas que respuestas.
Sociedad civil en tres agendas de investigación
112 Cognita
Revista Política, Gobierno y Sociedad
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