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PATRIMONIO
INMATERIAL
Y
DESIGUALDADES
DE GÉNERO
FUNDACIÓN GABEIRAS
PARA EL DERECHO Y LA CULTURA
Antes de imprimir este documento,
piensa bien si es necesario hacerlo.
PATRIMONIO
INMATERIAL
Y
DESIGUALDADES
DE GÉNERO
5
1.
SALUDO DESDE LA FUNDACIÓN GABEIRAS
PARA EL DERECHO Y LA CULTURA
2.
ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN:
DESDE LA REIVINDICACIÓN DE LA
PARTICIPACIÓN A LA INCORPORACIÓN
DEL GÉNERO EN EL PATRIMONIO CULTURAL
FESTIVO EN EL ESTADO ESPAÑOL
3.
INFORME:
PATRIMONIO INMATERIAL Y
DESIGUALDADES DE GÉNERO. ANÁLISIS
Y PROPUESTAS DESDE UNA PERSPECTIVA
ANTROPOLÓGICA Y JURÍDICA
ÍNDICE DE
CONTENIDOS
7
© FUNDACIÓN GABEIRAS PARA EL DERECHO Y LA CULTURA
Consejo asesor:
JESÚS PRIETO DE PEDRO
BEATRIZ PÉREZ GALÁN
MARGARET BULLEN
Coordinación y autoría del informe:
LIDIA MONTESINOS LLINARES
Coordinadores del proyecto:
ROGER DEDEU Y MARÍA LORENZO
1.
SALUDO DESDE LA FUNDACIÓN
GABEIRAS PARA EL DERECHO
Y LA CULTURA
La Fundación Gabeiras para el Derecho y la Cultura nace en 2016 con
la intención de contribuir al desarrollo de la justicia social a través de la
promoción y defensa de la Cultura, el Derecho y la Sostenibilidad.
Desde entonces, se han desarrollado numerosos proyectos rela-
cionados con los nes de la Fundación, que han conformado un mo-
saico de actividades de encuentro, formación, investigación y foro.
Algunas de ellas, como los encuentros del Aula, han adquirido ya un
prestigio que las convierte en un referente en el sector cultural.
Desde la Fundación Gabeiras se han potenciado especialmente
aquellos proyectos que contaban con un diálogo interdisciplinar, en-
tendiendo que el Derecho de la Cultura, cuando entra en relación
con otras áreas de conocimiento, aporta una perspectiva novedosa
que genera unos resultados dotados de especial valor. En este caso,
se ha sumado al expertise en Derecho de la Cultura del patronato de
la Fundación, el conocimiento de las expertas antropólogas que han
formado parte de este equipo.
El proyecto ha contado con la colaboración de la Universidad
Nacional de Educación a Distancia (UNED), así como del Instituto
Interuniversitario para la Comunicación Cultural (UNED - Univer-
sidad Carlos III), además de la conanciación del Instituto de Patri-
monio Cultural Español a través de las Ayudas para proyectos de
salvaguarda del patrimonio cultural inmaterial convocadas por la
98
Subdirección General del Instituto del Patrimonio Cultural de Espa-
ña (Ministerio de Cultura y Deporte) por Orden de 17 de septiembre
de 2018, publicada en el Boletín Ocial del Estado del 24 de sep-
tiembre.
El consejo asesor contaba entre sus integrantes con Jesús Prieto
de Pedro, catedrático de Derecho Administrativo por la Universidad
Nacional a Distancia; Beatriz Pérez Galán, profesora titular de An-
tropología Social de la UNED y Margaret Bullen, profesora de Antro-
pología de la Universidad del País Vasco. Este equipo de gran pres-
tigio ha permitido corroborar la calidad del contenido del informe.
Beatriz Pérez Galán y Margaret Bullen han contribuido además,
con el artículo Desde la reivindicación de la participación a la in-
corporación del género en el patrimonio cultural festivo en el es-
tado español, que ayuda a contextualizar el informe y enriquece la
presente publicación.
En el afán de la Fundación por proporcionar oportunidades a
jóvenes investigadores e investigadoras, el proyecto contó desde
el principio con la incorporación de una especialista para realizar
el informe, que ha sido el núcleo de la actividad. Lidia Montesinos
Llinares, Doctora en Antropología y Licenciada en Antropología y
en Filosofía, ha desarrollado un trabajo de campo, de recopilación,
entrevistas e interpretación de los datos que ha dado como resultado
un informe panorámico del problema.
Por último, el equipo de Fundación Gabeiras, con Roger Dedeu
desde la dirección, María Lorenzo como coordinadora del proyecto y
Paula Ráez en la asistencia jurídica, ha facilitado las cuestiones téc-
nicas y de gestión que han hecho posible la realización del mismo.
Tras el proceso de investigación, el proyecto continuó con una
jornada celebrada en la Facultad de Derecho de la Universidad
Nacional a Distancia el día 20 de septiembre, articulada en tres
mesas redondas que recogían los aspectos antropológicos y jurídi-
cos de la investigación, y presentaban al público y a la comunidad
cientíca el proyecto. Para esta jornada, además de los miembros
del consejo y el equipo, contamos con Manuel Alcaráz Ramos, pro-
fesor titular de la Universidad de Alicante; Marta Timón Herrero,
letrada del Gabinete Técnico de la Sala Tercera del Tribunal Su-
premo; María Teresa Carballeira, profesora de Derecho Adminis-
trativo en la Universidad de Santiago de Compostela (USC); Ve-
rónica Gisbert Gracia, Doctora en Sociología y profesora asociada
de Antropología Social de la Universitat de València; Guadalupe
Jimenez Esquinas Profesora de Antropología Social y Cultural, Fa-
cultad de Filosofía de la Universidad de Santiago de Compostela
y Camila Olga del Mármol Cartañá, Doctora en Antropología Social y
profesora lectora en la Universitat de Barcelona. También contamos
con Honorio Velasco Maillo, Catedrático de Antropología Social por
la UNED, y Jesús Prieto de Pedro, catedrático de Derecho Adminis-
trativo por la UNED, como relatores del informe.
La presente publicación recopila lo que ha sido este año de tra-
bajo, cuyas aportaciones consideramos un signicativo avance en lo
referido a los derechos culturales de las mujeres y, en denitiva, a la
consecución efectiva de la igualdad.
1110
2.
ARTÍCULO
DE INVESTIGACIÓN
DESDE LA
REIVINDICACIÓN DE
LA PARTICIPACIÓN A
LA INCORPORACIÓN
DEL GÉNERO EN
EL PATRIMONIO
CULTURAL FESTIVO
EN EL ESTADO
ESPAÑOL
MARGARET BULLEN
(EUSKAL HERRIKO UNIBERTSITATEA/
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO)
BEATRIZ PÉREZ GALÁN
(UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN
A DISTANCIA)
13
2.
DESDE LA REIVINDICACIÓN DE LA
PARTICIPACIÓN A LA INCORPORACIÓN
DEL GÉNERO EN EL PATRIMONIO CULTURAL
FESTIVO EN EL ESTADO ESPAÑOL
INTRODUCCIÓN
EL MODELO HEGEMÓNICO Y HETERONORMATIVO
DE LA FIESTA
1. Aspectos relacionados con la
estructura social
2. Aspectos relacionados con el
sistema cultural
3. Sistema de género, sistema de poder
EL GÉNERO EN LOS PROCESOS DE PATRIMONIALIZACIÓN
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
1514
INTRODUCCIÓN
Durante el último cuarto de siglo se han hecho grandes progresos y
se han realizado cambios importantes con respecto a la libre parti-
cipación de las mujeres en diversos ámbitos de la vida, incluida la
práctica festiva y ritual de las tradiciones y estas populares. A su
vez, la preocupación por la desaparición de ciertas costumbres y el
desgaste del tejido cultural ha acarreado el interés en idear fórmulas
para salvaguardar el patrimonio cultural inmaterial en sus múltiples
manifestaciones a nivel global y también en el Estado español. No
obstante, los cambios no siempre se han realizado de forma uida
y a veces los conictos surgidos en torno a la desigual participación
de hombres y mujeres en los rituales festivos en concreto ha dado
mucho que pensar en relación a los obstáculos que todavía se erigen
en el camino a la igualdad.
Más de dos décadas de lucha por la participación igualitaria de
las mujeres en los Alardes de Irun y Hondarribia (Guipuzcoa) o en
las estas de Moros y Cristianos en Alcoi (Alicante) han precedido la
preocupación más reciente por el género en el patrimonio cultural
inmaterial. De forma paralela, ha ido creciendo la denuncia de los
abusos ocurridos en la celebración de las estas, junto a la atención,
cada vez mayor, prestada a la violencia contra las mujeres en gene-
ral. Desde el asesinato de Nagore Laage, la noche de San Fermín en
Iruña/Pamplona en 2008, los comportamientos machistas en una
de las estas más concurridas, representativas y populares han mo-
vilizado tanto al movimiento feminista local como el apoyo ciudada-
no generalizado, despertando el interés de los medios de comunica-
ción. No obstante, es la violación de una mujer por cinco hombres
en los Sanfermines de 2016 lo que ha hecho entrar de lleno en la
agenda mediática y social del Estado el tema de la libertad sexual
de las mujeres en el ámbito festivo. El tratamiento sensacionalista
de la violencia sexual ejercida por la banda de delincuentes, autode-
nominada “La Manada”, es además reejo de la actitud de grandes
sectores de la sociedad en cuanto al doble rasero aplicado a mujeres
y hombres dentro y fuera de la esta.
En este sentido, nos parece útil el término de “emergencia etno-
gráca” empleado por James Fernández para hablar de un aconteci-
miento que hace aorar ciertas cosas que no habíamos detectado en
nuestra contemplación de algún fenómeno cultural o que creíamos
resueltas en nuestra sociedad (Díez Mintegui, 1996; Fernández Mac-
Clintock, 1986). De repente, irrumpe en la supercie de nuestra ex-
periencia social, algo que nos llama la atención sobre los signicados
profundos de nuestra realidad, los valores, ideas o creencias con los
que se teje nuestro sistema cultural y se sustenta nuestra estructura
social. Son estos acontecimientos los que han provocado un análisis
de las estas desde una perspectiva de género, revelando que, si bien
la sociedad avanza en la consecución de la igualdad, aún queda mu-
cho por hacer en diversos ámbitos, entre ellos en el campo simbólico,
práctico y performativo de los rituales festivos, reconocidos por la
UNESCO como una de las manifestaciones en las que se expresa el
Patrimonio Cultural Inmaterial (en adelante, PCI).
A pesar de que la antropología sociocultural siempre se ha intere-
sado por los rituales festivos y la interpretación de su signicado sim-
bólico como una manifestación básica de la cultura y, por extensión,
del PCI, su análisis desde una perspectiva de género y desde la crítica
1716
feminista es mucho más reciente. Es cuando emerge el concepto de
patrimonio inmaterial y su difusión desde las altas instancias de ins-
tituciones como la UNESCO que las reivindicaciones emprendidas
desde los márgenes de los movimientos populares y el movimiento
feminista consiguen suciente calado político y social. Además, des-
de una perspectiva antropológica, la conguración y gestión de lo
“cultural” y más especícamente el propio concepto de PCI se revela
como una construcción social (García García, 1998; García Canclini,
1999; Velasco, 2006), una arena política en conicto que implica la
institucionalización de un discurso y un conjunto de prácticas cultu-
rales y su apropiación por parte de los actores sociales.
Los antecedentes de la incorporación del género al patrimonio
por parte de la UNESCO se remontan a los años noventa del pasa-
do siglo. Los cambios a nivel global y la irrupción de un discurso
proclive a la armación de la diversidad cultural y los derechos de
las minorías repercuten en una propuesta cada vez más integradora.
El llamado “giro participativo” en la conceptualización del patrimo-
nio y la paulatina incorporación de la perspectiva de género son dos
procesos paralelos que se van forjando en esta década a través de re-
uniones, foros e informes de la UNESCO1. Estos avances que abogan
por la igualdad y la equidad de género en el patrimonio cristalizan
1. Entre los hitos más relevantes promovidos por la UNESCO que anteceden a
la convención de 2003 en la apertura del patrimonio de la perspectiva de gé-
nero y a la participación destacan: la publicación en 1991 de un número de
la revista Museum International dedicado a las mujeres en los museos; la IV
Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Beijing (1995), la celebración
del Simposio Internacional sobre “El papel desempeñado por las mujeres en
la transmisión del Patrimonio Cultural Inmaterial” (1999) y la reunión sobre
“La mujer, el patrimonio inmaterial y el desarrollo” (2001), ambas celebradas
en Teherán, y el panel de expertos sobre Patrimonio Cultural Inmaterial y Gé-
nero (2003). Para una revisión de su contenido, consultar: Sjojt, 1991; Cagide,
Querol y González, 2019.
en dos documentos: la Declaración de Diversidad Cultural (2001)
y la Convención para la salvaguarda del Patrimonio Cultural In-
material (2003)2 . Concretamente, esta última reconoce dos caracte-
rísticas del PCI de importantes implicaciones desde una perspectiva
de género: su sentido procesual e híbrido, y la armación de la diver-
sidad cultural a través de la inclusión de las mujeres y la participa-
ción de colectivos anteriormente excluidos o invisibilizados (Carrera
y Dietz, 2005). Por un lado, en la medida en que el PCI se dene
como resultado de la mezcla o suma de tradiciones autóctonas y
foráneas que son reapropiadas en el contexto local, se desprende de
su carga esencialista e inmovilista para hacer hincapié en los actores
sociales y en los procesos de producción, distribución y consumo cul-
tural en los cuales adquiere su signicado. Por otro, la inclusión de
otros colectivos anteriormente ignorados en la denición del patri-
monio permite no solo poner en valor manifestaciones culturales an-
teriormente consideradas “menores” por su naturaleza intangible o
por su vinculación a grupos subordinados, sino además reconocer el
sesgo que ha connado el patrimonio a un mundo de hombres (Smi-
th, 2008). La invisibilización del género en el patrimonio se observa
2. La Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial de la
UNESCO (2003) dene este patrimonio como: “las prácticas, representacio-
nes, expresiones, conocimientos y habilidades así como los instrumentos, los
objetos y artefactos, los espacios culturales asociados con los mismo que las
comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconocen como
parte de su legado cultural”. Asimismo, reconoce que este patrimonio es trans-
mitido de generación a generación, y, como tal, es constantemente recreado
por comunidades y grupos en respuesta a su entorno, su interacción con la na-
turaleza y su historia, proporcionando un sentido de identidad y continuidad.
Los ámbitos en los que se maniesta este patrimonio son cinco: a) tradiciones
y expresiones orales, incluido el idioma como vehículo del patrimonio cultural
inmaterial; b) artes del espectáculo (música tradicional, danza y teatro); c) usos
sociales, rituales y actos festivos; d) conocimientos y usos relacionados con la
naturaleza y el universo; e) técnicas artesanales tradicionales.
1918
en dos ámbitos principalmente: por un lado, en la naturalización de
los papeles desempeñados por las mujeres que aparecen representa-
das en las prácticas rituales festivas bien como “las que gestan y dan
a luz a los hombres que forjaron ese patrimonio” o como “transmi-
soras de la cultura y la herencia patrimonial que esencialmente pasa
de padres a hijos” (Lowenthal, 1998, citado en UNESCO, 2014:34),
y, por otro, en su exclusión en la participación de las estructuras lo-
cales para la toma de decisiones y la gestión del patrimonio (Rea-
ding, 2015). De ese modo, el patrimonio cultural replica y reproduce
las ideologías de género presentes en otras esferas de la vida cotidia-
na como la economía o la política, por ejemplo.
A pesar de los avances realizados en la denición del patrimonio,
la Convención de 2003 también ha recibido múltiples críticas. Entre
otras, por su tendencia homogeneizadora y esencializadora de los
colectivos portadores o depositarios a los que se reere (Quintero
y Sánchez Carretero, 2017), por la producción de un discurso pa-
trimonial autorizado vinculado a la expansión neoliberal y la glo-
balización (Smith, 2006; Bendix, Eggert y Peselmann, 2012), por
la escasa promoción de mecanismos que garanticen su implemen-
tación efectiva (Shaheed, 2014), por el uso de un lenguaje preten-
didamente neutro con el género (Moghadam y Bagheritari, 2007),
por su pretensión de ensalzar la diversidad cultural dando cabida
a producciones y saberes de pueblos y grupos que siguen estando
infrarrepresentados en las listas del patrimonio mundial (Kirshen-
blatt-Gimblett, 2004; Santamarina, 2013) o, formulado desde otra
perspectiva, porque la mayor parte de prácticas y manifestaciones
reconocidas siguen reejando mayoritariamente la historia y la vida
de los hombres, los países ricos y la élite (Smith, 2008; Blake, 2014;
Rössler, 2014).
Moghadam y Bagheritari (2007, p. 10), en un nuevo número de
la revista de UNESCO, Museum International, dedicado a abordar
las perspectivas de género en el patrimonio cultural y en los mu-
seos, abundan en los vacíos conceptuales y políticos del texto de la
convención, y hacen hincapié en un asunto a nuestro juicio funda-
mental: su falta de articulación con los instrumentos legales que ga-
rantizan los derechos de las mujeres3. Según las autoras, tanto en la
Declaración sobre la Diversidad Cultural de 2001 como en la Con-
vención de 2003, prevalece la visión esencialista y reicadora desde
la que se representa a las mujeres como custodias y portadoras de la
tradición, y menos como sujetos con derechos (UNESCO, 2003b).
Como resultado, el abordaje efectivo de las desigualdades de género
en el patrimonio cultural quedaría atrapado en el pantanoso terreno
del particularismo desde el que se arma la diversidad cultural de
cada comunidad, versus el universalismo de los derechos humanos,
debate que hemos abordado en ocasiones anteriores (Bullen, 2006;
Maquieira, 1999).
Si bien, en los años siguientes a la Convención de 2003, el enfo-
que de género manejado por la UNESCO continúa enfatizando la
subrepresentación y la escasa valoración social de los papeles desem-
peñados por las mujeres en tanto que portadoras y transmisoras de
la tradición, poco a poco va transitando hacia los derechos humanos
y derechos culturales. El informe Igualdad de género: patrimonio
y creatividad (UNESCO, 2014) ilustra ese nuevo giro. En el prólogo F.
Shaheed, relatora especial en materia de Derechos Culturales, señala
la tendencia de los organismos internacionales a sobrevalorar la cul-
3. En particular se reeren a la Convención sobre la Eliminación de todas las
formas de Discriminación Contra la Mujer –CEDAW en inglés-, adoptada
por las Naciones Unidas en 1979.
2120
tura como un impedimento de los derechos de las mujeres4. En su
lugar, propone identicar actores e instituciones que mantienen su-
bordinadas a las mujeres dentro de los sistemas y estructuras patriar-
cales, y promover leyes y normativas especícas para contrarrestar su
inuencia. Solo de ese modo, “se puede pasar de la visión de la cultura
como obstáculo para los derechos de las mujeres a una realidad en
donde las mujeres puedan disfrutar de manera equitativa sus dere-
chos culturales” (2014:6). A nuestro juicio, este cambio en la retórica
de instituciones como la UNESCO resulta fundamental porque des-
plaza el foco de análisis de las manifestaciones culturales per se a los
procesos de patrimonialización en los que se dene y recrea el patri-
monio. Es en el marco de esos procesos, marcados por la heterogenei-
dad y la desigualdad de intereses y el poder, en el que se seleccionan
unos elementos que deben ser valorados y se desechan otros, se dene
quiénes y cómo participan, quiénes quedan excluidos, y se gestiona la
preservación de las distintas manifestaciones del patrimonio.
Para comprender las resistencias a los cambios en el orden sim-
bólico cuando se han aceptado en el orden social y algunos de los
efectos de los procesos de patrimonialización en relación al género,
es imprescindible comprender el funcionamiento de los sistemas de
género y su imbricación con la estructura social en un sentido am-
plio. La pregunta central de nuestra reexión sería: ¿qué tienen los
rituales que impide no solo la consecución de la igualdad, sino que
ni siquiera se percibe la discriminación, en este caso concreto, la de
género? Nuestra hipótesis sería doble: por un lado, que el modelo
4. En el mismo sentido empleado por Yúdice (2002) de la “cultura como un recur-
so”. Para el autor, desde los años 90 del siglo xx, la cultura está siendo utilizada
para explicar todo tipo de procesos y situaciones estructurales (desde la falta de
empleo, la pobreza, el subdesarrollo o las violaciones de los derechos humanos)
y, de paso, expropiarlos de su contenido político.
hegemónico y heteronormativo de la esta reeja y reproduce los
sistemas de género dicotómicos de nuestra sociedad y, por otro, que
los procesos de patrimonialización de la cultura que no incorporan
una perspectiva de género contribuyen a fomentar la desigualdad.
Dentro de este doble marco, se organizará la respuesta a esta cues-
tión en torno a cuatro ejes. El primero trata del modelo tradicional
de la esta y su imbricación con los sistemas de género y las estructu-
ras sociales. El segundo se centra en la reproducción de los sistemas
culturales de la sociedad, la transmisión del corpus de tradiciones
y costumbres que vienen a constituir el patrimonio inmaterial, local
e identitario. Desde esa perspectiva, se identica cómo funcionan los
nexos entre los sistemas de género y los sistemas simbólicos para
la normalización y naturalización de la diferencia dicotómica entre
mujeres y hombres, condiciones que contribuyen a la aceptación de
la norma establecida y la ocultación de la inferioridad o subordina-
ción implícita. El tercero versa sobre la visibilización de las relacio-
nes de poder que no solo reproducen las desigualdades que persis-
ten en algunos rituales festivos, sino que permiten la legitimación de
una violencia tanto simbólica como estructural. El cuarto y último,
abunda en la crítica al propio concepto de PCI y a los procesos de
patrimonialización que tienden a reproducir, más que a revertir,
la desigualdad y las jerarquías de género. El grueso de los ejemplos
etnográcos sobre manifestaciones rituales y festivas que utilizamos
en esta contribución proceden de nuestro propio trabajo de campo
(Bullen, 2000, 2006, 2018; Bullen y Díez, 2008, 2011, 2012; Bullen
y Egido, 2004; Moral, 2014; Pérez Galán, 2008) y de otros informes
que recientemente se han ocupado de la relación entre género y es-
tas en el Estado español, y a cuyos resultados hemos contribuido de
formas diversas (Farapi, 2009; Montesinos, 2019). Adicionalmente,
nos servimos también del informe elaborado por Cagide, Querol
2322
y González (2019), en el que analizan la participación de las mujeres
en 30 ejemplos de Bienes de Interés Cultural.
EL MODELO HEGEMÓNICO Y
HETERONORMATIVO DE LA FIESTA
En los últimos años, la práctica y la teoría feminista han identi-
cado y analizado el modelo establecido de la esta en el Estado es-
pañol y han trabajado para transformarlo. La denuncia es tajante:
es un modelo trasnochado, tradicionalista y sexista que debería ceder
paso a un modelo de esta feminista que garantice la libertad, la au-
tonomía y el disfrute de las mujeres (Trenor, Guilló, Arraiza y Etxe-
barrieta, 2017:231-247). Si llevamos este planteamiento al plano del
patrimonio cultural inmaterial, ¿podremos pedir lo mismo? Que la
protección del patrimonio no sea el baluarte de un modelo hegemó-
nico heteronormativo y que la defensa de la cultura inmaterial no sea
un escudo que deende las tradiciones sexistas, sino que el patrimo-
nio que valoramos sea el reejo de los ideales de una sociedad igua-
litaria. La aprobación en 2011 del Plan Nacional de Salvaguardia del
Patrimonio Inmaterial ha contribuido a poner el foco en el derecho
a la igualdad y llevar su debate al ámbito jurídico y de la gestión pa-
trimonial a través de diferentes programas y proyectos (Montesinos,
2019; Cagide, Querol y González, 2019)5.
5. Este texto deriva de nuestra participación en el proyecto Patrimonio Inmate-
rial y desigualdad de género: Una perspectiva antropológica y jurídica de los
En este texto proponemos indagar en el modelo hegemónico de
la esta, con sus rituales jerarquizados y su reparto de tareas dico-
tomizado, para descubrir cómo reproduce los sistemas de género y,
a través de ellos, la desigualdad. Exploraremos tanto la dimensión
sociopolítica como el aspecto ritual con el afán de entender por qué
la resistencia en el terreno festivo es, a veces, aún más feroz que en
la vida cotidiana, y contemplaremos las implicaciones en relación
al patrimonio cultural inmaterial. En primer lugar, tendremos que
repensar el marco teórico de nuestra reexión. En anteriores opor-
tunidades (Bullen y Egido, 2003; Bullen y Díez, 2008, 2011, 2012),
habíamos seguido el modelo de Bajtín (1970), quien divide el mundo
percibido en dos esferas: el orden simbólico (que incluiría las festi-
vidades) y el orden social, de la “realidad cotidiana”. Las dos esferas,
entendidas en relación al tiempo, espacio o universo de ideas, en
constante comunicación, unidas por una relación dinámica y ejer-
ciendo una inuencia mutua la una con la otra. Bajtín denía la esta
en términos de la interrelación de estas esferas: una pausa en el tra-
bajo, un día de descanso o una celebración familiar no se consideran
esta sin la dimensión simbólica: “hace falta que un elemento venido
de otra esfera de la vida corriente, la del espíritu y la de las ideas, se le
incorpore. Su sanción debe venir no del mundo de los medios y de las
condiciones indispensables, sino del de los objetivos superiores de la
existencia humana, es decir del mundo de las ideas. Sin eso ningún
clima de esta puede existir” (1970, 15).
Este modelo nos da una pista sobre cómo se percibe la esta como
conictos sociales en torno a tradiciones festivas en España, que se desarrolló
en 2019 nanciado por la Subdirección General del Instituto del Patrimonio
Cultural de España (Ministerio de Cultura y Deporte). Los resultados de este
proyecto se publican en este mismo volumen.
2524
algo diferente a la realidad cotidiana. Siguiendo a Roma (1996), las
estas no solo interrumpen la rutina diaria, el ritmo de trabajo y des-
canso, sino que representan identidades e historias, ponen en juego
a los y las actores sociales, evocan múltiples sentimientos y emocio-
nes, dibujan un mundo de ideas, valores y placeres. Las estas son
escenarios de la vida, de las relaciones humanas, de las relaciones
entre las mujeres y los hombres en particular; son oportunidades
para reproducir el sistema binario, jerarquizado y heterosexual de
los géneros masculinos y femeninos o bien ocasiones de cuestionar
ese sistema, proponer otro guión, actuar otros papeles. Así, se po-
drían entender los rituales y las estas no solo como reproductores
del sistema hegemónico, sino como productores de ideas y símbolos
con potencial contestatario para alterar la realidad aunque sea de
forma alegórica (Bullen y Egido, 2004).
Así, a la vez que los rituales festivos son campos de signicados
simbólicos que ofrecen formas de interpretar la realidad, revelan un
orden profundo de estructuras sociales y sistemas de género. La no-
ción de sistemas complejiza el orden “real” y el “simbólico”, demos-
trando que la esfera “del espíritu y de las ideas” impregna la esfera
de la cotidianeidad, la atraviesa. Por lo tanto, ¿podemos seguir pen-
sando en solo dos órdenes o sería más acertado pensar en términos
de múltiples sistemas (de género, culturales, sociales…) atravesados
todos por signicados construidos y percibidos de diferentes ma-
neras a través de los sentidos y las emociones? Quizás tendríamos
que replantear la hipótesis de que lo ritual es más resistente al cam-
bio que lo cotidiano. ¿Realmente se vive la igualdad entre mujeres
y hombres de forma más amplia en el “mundo real” que en el “ima-
ginario-festivo” del patrimonio inmaterial cultural? Hay muchas
formas de abordar el análisis de las estas desde la dimensión
de género6.
Si partimos de la esta como espacio de reproducción de los sis-
temas de género (Bullen, 2000) imbricados en la estructura social
y el contexto cultural7, podremos desgranar algunos aspectos que
revelarán el funcionamiento de los sistemas en el espacio festivo y
los mecanismos de resistencia al cambio8 y apreciar cómo el modelo
tradicional reeja los sistemas en los que se insertan las estas. En
primer lugar, en los aspectos que se relacionan con la estructura so-
cial: en el ejercicio político (sistemas de gobierno, cuerpo jurídico);
en la gestión económica (sistemas de producción y distribución),
y en la organización social (sistemas de parentesco, formación de
familias). En segundo lugar, en los ámbitos que se suelen vincular
con “la cultura”, tales como: los sistemas de representación (len-
guas, sistemas simbólicos); la cultura material e inmaterial (objetos
de arte, representaciones teatrales o musicales, tradiciones, rituales
6. En el caso de los Alardes, por ejemplo, hemos analizado la polémica desde
los derechos humanos de las mujeres (Bullen, 2006), desde la violencia, la
mitología, el feminismo o el nacionalismo (Bullen y Díez, 2002, 2008, 2011,
2012).
7. En la actualidad, ha ganado popularidad la idea de los sistemas de género
como forma más holística, más completa para analizar cómo diversos ele-
mentos se interrelacionan para transformar cuerpos diversos en individuos
sexuados y generizados según un esquema binario (Maquieira, 2001; Bullen,
2017a;). Esta noción de sistema parte de Rubin (1986), cuando describe la
conjugación del sistema sexo/género para expresar la construcción social de
mujeres y hombres, a través de un proceso de enculturación en las normas
sociales establecido para mujeres y hombres, las representaciones de lo fe-
menino y lo masculino, las prácticas sociales (incluyendo la división social del
trabajo) y las identidades subjetivas y sexuales.
8. El recurso a la idea e imagen de sistema no es nuevo en antropología, utilizado
por autores como Geertz (2000) para presentar la “cultura” como un sistema
dinámico, cambiante y creado por las personas y los grupos, quienes —según
su cuota de poder— crean, cambian y recrean la cultura. Si unimos sistema
cultural con sistema de género, podemos detectar en cada capa del sistema la
reproducción de relaciones generizadas.
2726
y estas); los sistemas de valores y creencias (Bullen, 2017a).
El signicado de ser mujer u hombre, y la lógica y práctica aso-
ciada a ello, es transversal a estos ejes y está inserto en el sistema
cultural que forma e informa el pensamiento social que rige la vida
pública y personal (McKinnon, 1995). Pero los diferentes grupos
sociales son los que reproducen o cuestionan la legitimidad del sis-
tema, cumpliendo o resistiendo a los mandatos institucionalizados
o informales. Entre los grupos que aquí nos interesan, son los movi-
mientos sociales y feministas que piden un cambio en el modelo de
sociedad en general y de la esta en particular (Guilló, 2017). La idea
de la diferencia entre mujeres y hombres es una idea que permea
todas las estancias de la vida social, simbólica, política, económica
y jurídica (Connell, 1987).
1. ASPECTOS RELACIONADOS
CON LA ESTRUCTURA SOCIAL
La problemática alrededor de los conictos surgidos en torno a la
participación femenina en las estas rituales es compleja y multi-
facética: reeja los diferentes aspectos de la realidad sociocultural
y tiene su explicación en la conguración histórica, política y jurí-
dica de la sociedad. Y es en estos terrenos, y en unos tiempos don-
de el ambiente es más reaccionario al cambio que antes, donde nos
encontramos con resistencias a la incorporación de las mujeres en
ciertas estas. Como veremos, ahí la incidencia de la ley es también
más compleja.
En el análisis del funcionamiento de los sistemas de género para
comprender las resistencias encontradas en la consecución de la par-
ticipación de las mujeres y los hombres en condiciones de igualdad
en las estas de sus pueblos, encontramos el peso de las institucio-
nes y de la ley9. Como ha quedado patente en el informe sobre la dis-
putada participación de las mujeres en las estas de ciertos lugares
del Estado español (Montesinos, 2019), el ejercicio político incumbe
al ámbito festivo, en tanto en cuanto es una actividad realizada en
el espacio público, sujeto a las normas que regulan el orden público
(ocupación de la vía pública, medidas de seguridad), implica decisio-
nes a nivel municipal (dar permisos o premios, acudir a eventos10)
y está sujeto a la ley (la Constitución, la Ley de Igualdad del País Vas-
co, cuyo artículo 25 prohíbe “la organización y realización de activi-
dades culturales en espacios públicos en las que no se permita u se
obstaculice la participación de las mujeres en condiciones de igual-
dad con los hombres”...) y los cuerpos jurídicos (de quienes depen-
de la aplicación de la legislación vigente). Esa aplicación —igual que
la interpretación del derecho— es una decisión altamente política,
pero las sentencias emitidas otorgan legitimidad a actuaciones que
no siempre son “justas”, como se observa en distintos casos (Bullen,
9. En el caso de los Alardes bidasotarras, sentencias del Tribunal Superior de Jus-
ticia del País Vasco, posteriormente raticadas por el Tribunal Supremo, han
dictado que los Alardes tradicionales tanto de Irun como de Hondarribia no
son discriminatorios (véase: Lekuona, 2006). El otro conicto que ha llegado
a los tribunales es el de la esta de Moros y Cristianos de Alcoi (véase: Gisbert,
2016 y Montesinos, 2019).
10. Por ejemplo, en Irun, el Consistorio sigue sin salir al balcón para recibir al
Alarde Mixto, cosa que hace para el Tradicional; aunque desde 2005 abre las
puertas para las autoridades que quieren estar.
2928
2006; Moreno, 2006; Montesinos, 2019)11.
Generalmente, los sistemas de gobierno, sobre todo a nivel muni-
cipal, están muy cerca de la gestión económica de las estas, ya que
el presupuesto dedicado a esa partida se lleva uno de los mayores
porcentajes del gasto anual y, por lo tanto, la decisión de cómo usarlo
es eminentemente política: qué trajes, premios, cenas, conciertos,
actuaciones, juegos infantiles nancia el Ayuntamiento; qué enti-
dades o asociaciones permite que organicen actividades, concursos,
casetas o puestos para su propio benecio económico12. La gestión
económica de la esta está estrechamente relacionada no solamente
con el sentido de pertenencia a un “pueblo” o grupo social, sino que
genera la noción de que la esta en sí es algo que puede pertenecer
a un colectivo, generalmente colectivos masculinos, que se sientan
dueños de las tradiciones y las estas. Este hecho ha llevado a lo que
podría considerarse una privatización de un ámbito público, en el
cual es más fácil la negación de las posturas sexistas y sus implica-
ciones excluyentes. La esta se considera como “lo nuestro”, como
un patrimonio propio de una colectividad que reeja una idiosincra-
11. No obstante, el día antes de la aprobación de la ley de Igualdad del País Vasco,
tanto el Ayuntamiento de Irun como el de Hondarribia concedieron permiso
para la celebración del Alarde discriminatorio, a pesar de que el Ararteko lo
había declarado ilegal; un nuevo informe jurídico encargado por el alcalde de
Irun encontró válida la jurisprudencia recaída sobre el caso, permitiendo que
se celebrara en base al derecho de reunión y asociación.
12. Una de las cuestiones en la polémica sobre los Alardes del Bidasoa ha sido la
maniobra del Gobierno municipal de distanciarse de la organización del des-
le y todo lo que implica, permitiendo que se privatice y dejándolo en manos
de las fundaciones creadas para la preservación de la esta “de siempre”. En
Donostia, por el contrario, la incorporación de las mujeres ha contado desde
sus inicios con el apoyo del Ayuntamiento. En 2006, dio un ultimátum a las
tamborradas masculinas de Gaztelubide y la Unión Artesana para incorporar
por lo menos 12 mujeres si querían seguir protagonizando los actos ociales de
la izada y la arriada de la bandera respectivamente; el requisito se extendió a
toda tamborrada que quisiera recibir la subvención municipal (Moral, 2014).
sia necesaria para la particularización y diferenciación de los demás.
Todo intento de cambio se vive como una agresión a esa idiosin-
crasia, por encima de derechos globales, que se pueden interpretar
como una interferencia. La necesidad de blindar lo que nos identica
lleva a posturas que deenden la esta como un patrimonio o una
propiedad intransferible y, en todo caso, no compartida con los co-
lectivos que cuestionan el orden establecido.
Otro aspecto del modelo festivo, hegemónico y heterosexual es la
organización social, incluyendo los sistemas de parentesco, la forma-
ción y funcionamiento de familias y las redes de amistades o los mo-
vimientos sociales, pero también el mundo laboral, división sexual
de trabajo y reparto de tareas. En todos estos aspectos se detecta el
sexismo estructural del sistema social. Cuando analizamos la evolu-
ción de la participación de las mujeres en las estas queda patente
que su actual situación en este ámbito es producto de las reivindi-
caciones del movimiento feminista en el Estado español (Guilló,
2017). No obstante, aunque este movimiento empezó a reclamar la
igualdad entre mujeres y hombres hace unos treinta años, la forma
y estructura de muchas estas tienen sus orígenes a mediados del
siglo xix y a comienzos del siglo xx (Estornés, 1997; Bullen y Díez,
2012). Los cambios sociales producidos en el Estado español en las
últimas décadas han acarreado cambios en los sistemas de género,
resultando en la transformación de las relaciones entre las mujeres
y los hombres, tanto en la esfera pública como privada. Y aunque
el ámbito público ha sido mucho más susceptible al cambio que el
privado, desde sus inicios el movimiento feminista ha declarado lo
privado como público: desde lo más íntimo (el cuerpo, la sexualidad,
las relaciones domésticas, el cuidado de las personas, la violencia de
género) hasta lo más sagrado (las creencias y las religiones, las es-
tas y las tradiciones).
3130
Si analizamos la esta en términos de la organización del espacio
y tiempo, público y privado, y esta en relación a la división generi-
zada no solamente del trabajo sino del ocio, veremos que este, como
espacio de descanso y diversión, es históricamente un fenómeno
masculino. Desde el siglo xix, y hasta bien avanzado el siglo xx, son
los hombres quienes lo disfrutan casi de forma exclusiva, al estable-
cerse un modo de organización social y laboral que relega a las mu-
jeres al espacio doméstico y limita su ámbito de actuación al hogar.
A los hombres, otorgados de un estatus especial como los “produc-
tores” —los que salían de casa para ganar el pan—, fue reservado el
derecho a un tiempo de ocio fuera de su jornada laboral; las mujeres,
cuyo estatus como “reproductoras” de la familia y del hogar no las
calicaba como dignas de descanso y diversión, no tuvieron el mis-
mo acceso a un tiempo y espacio de detenimiento. Esta distribución
generizada del trabajo se aanza a través de la idealización del papel
y persona de la madre, con lo cual se aanza el sistema de género
que ensalza la gura maternal y el papel de ama de casa y cuidadora,
y restringe la participación de las mujeres en la vida pública.
El desarrollo de un campo de ocio masculinizado tiene su reejo
en el ámbito festivo, en el que se puede observar la incorporación
tardía de las mujeres, así como su menor presencia y protagonismo
en la actualidad. La tendencia a concebir a las mujeres como “inac-
tivas” y a su trabajo como “no-trabajo” perdura en la actualidad y si-
gue teniendo consecuencias para la organización y aprovechamiento
de un “tiempo libre” que carece muchas veces de libertad, ya que los
tiempos de las mujeres se suelen dedicar a cosas “provechosas” y los
de los hombres a actividades lúdicas, deportivas y festivas. Esta ten-
dencia perdura en la problemática conciliación de la vida familiar y
laboral en la actualidad: problema que ha recaído en mayor medida
sobre las mujeres que sobre los hombres y afecta no solamente a la
celebración de las estas, sino a su organización. Así, en los distin-
tos casos analizados (Farapi, 2009; Cagide, Querol y González, 2019;
Montesinos, 2019) observamos cómo las mujeres participan menos
en la organización de las estas, a menudo por problemas de con-
ciliación. Por el contrario, es más habitual que participen de forma
puntual en tareas de apoyo durante la celebración de la esta misma
que de forma previa y prolongada durante la organización.
Si analizamos los orígenes de las estas celebradas hoy en nues-
tro entorno observamos que la mayoría datan del n de siglo xix e
inicios del siglo xx, y corresponden a la consolidación de los espacios
de ocio masculinos13. Así, tradiciones que tomamos por “ancestra-
les” tienen sus raíces en la época moderna, y podríamos discernir
también una armación pública de la masculinidad hegemónica
representada en desles que conmemoran victorias militares, de-
mostraciones de la proeza física, etc. De tal modo, se puede apreciar
fácilmente cómo la organización de la esta tiene que ver tanto con
el reparto de tareas y tiempos masculinizados y feminizados como
con la conguración de los sistemas de parentesco y la relación entre
familias en la toma de decisiones, el ejercicio de cargos y la elección
de guras destacables. En primer lugar, en el papel de la familia, en
dos ámbitos diferenciados: por un lado, en la red interfamiliar: en
el Estado español, la sociedad ha funcionado a través de la congu-
ración de familias. Algunas ostentan más poder que otras (a veces
por su potencial económico, otras veces por un estatus heredado
o por su permanencia en el lugar y la asignación de pertenencia).
Y, por otro, en el funcionamiento intrafamiliar: la familia nuclear
13. Por ejemplo, las sociedades gastronómicas o clubes deportivos centrales en la
organización de ciertas estas como la tamborrada donostiarra o los Alardes
bidasotarras.
3332
sigue siendo el modelo dominante en nuestra sociedad y, aunque ha
habido cambios, la gura del padre y la madre conservan cierta legi-
timidad y autoridad para imponer su parecer al resto de miembros
de la familia, dicultando el cambio por no provocar conicto en el
seno de la familia (Esteban et al., 2016). En segundo lugar, en los
roles de género, que se reproducen en la representación ritual: quién
participa y quién observa; quién es protagonista y quién tiene roles
secundarios. Y, por último, en el reparto de quehaceres: quién pre-
para ropa y comida, y quién se queda a cuidar niños y niñas u otras
personas dependientes.
Con todo, se observa la jerarquización de la organización, dada la
dicultad para acceder a espacios de participación en los ámbitos de
decisión actualmente vigentes: son espacios “viciados” o esclerotiza-
dos debido a que responden a estructuras que se mantienen inalte-
rables desde hace mucho tiempo, en los que las relaciones de poder
están preestablecidas y en los que las mujeres no pueden adquirir co-
tas de participación (Gisbert, 2016). Estos ámbitos están dominados
por hombres y las pocas mujeres que logran incorporarse no tienen
suciente fuerza como para modicar aspectos centrales —o incluso
periféricos— de las estas (Farapi, 2009).
2. ASPECTOS RELACIONADOS
CON EL SISTEMA CULTURAL
A pesar de la relación estructural entre sistemas de género y sistemas
culturales, en las estas no podemos ignorar la dimensión simbó-
lica del ritual que intensica la resistencia al cambio. Según Émile
Durkheim, el ritual nos transporta a un tiempo, espacio y signica-
do simbólico donde las relaciones sociales se expresan con mayor
fuerza. Durkheim, en Las formas elementales de la vida religiosa
(1982), llama tiempo festivo a un “tiempo fuera del tiempo” inicia-
do por una pausa en el tiempo cotidiano, ordinario y del trabajo, es
decir, un tiempo profano, para pasar a un tiempo sagrado, festivo,
de celebración en el cual se suspenden las leyes y normas de la socie-
dad. La entrada en ese tiempo festivo, según Josena Roma (2006),
se realiza a través del disfraz o el revestimiento festivo, una mani-
festación externa del papel que se va a interpretar y del comporta-
miento requerido en aquel rol y contexto. Señala ciertos comporta-
mientos como la gula, la borrachera y el derroche que caracterizan
el tiempo especial de la esta, pero que no están admitidos con tan-
ta indulgencia en la vida diaria. El espacio también se transforma,
a través de la decoración, la reubicación de ciertos elementos y la
resignicación de determinados lugares.
El aspecto ritual de las estas se relaciona con la vivencia de las
tradiciones. Como venimos señalando, es habitual una lectura con-
temporánea de las tradiciones, calicando como tal a actos y estas
relativamente recientes o que, en caso de tener ciertamente orígenes
ancestrales, se han visto modicados y reinterpretados en multitud
de aspectos y ocasiones, pese a lo cual su actual desarrollo se toma
por primigenio y tradicional, fenómeno que Hobsbawm y Ranger
(1983) denieron como “invención de la tradición”. Por “invención
de la tradición” los autores se reeren al conjunto de prácticas que
buscan inculcar ciertos valores y normas de comportamiento que au-
tomáticamente implican continuidad con el pasado (1983, 1-3). Los
estudios sobre etnicidad y nacionalismo analizan la invención de tra-
3534
diciones reinterpretadas como el pasado común primordial e inmu-
table, cuyo origen es pretendidamente ancestral, como una de las es-
trategias utilizadas tanto por los poderes coloniales en un intento de
asegurarse la dominación de los grupos (1983), como por los propios
grupos para dotar de objetividad su sentido de pertenencia a un co-
lectivo e imaginar comunidades (Dietz, 1999, 54-65). En otros casos,
la invención de nuevas tradiciones muestra la naturaleza dinámica y
cambiante de la tradición. La admisión o el rechazo del campo revela
que la innovación se aceptará en muchas ocasiones según quién o
quiénes la impulsen, y en función de si refuerza o cuestiona el orden
social establecido.
No obstante, a pesar de las dicultades que presenta “el reclamo a
la tradición” (Díaz de Viana, 2007), como criterio de reconocimiento
del valor de una esta o un bien patrimonial concreto, semejantes
a las de otros conceptos como “autenticidad”, “representatividad”
y “valores estéticos”, asociados a lo propio, lo ancestral, lo masculino
y lo comunitario, como si se tratase de una cualidad del bien per se,
en la práctica siguen siendo frecuentemente utilizados por las insti-
tuciones que regulan y protegen el patrimonio a nivel autonómico
y estatal (Velasco, 2006; Pérez Galán, 2008; 2011b).
La esta, como venimos argumentando, contrapone el ocio al
trabajo, discurre en un tiempo y espacio especial, dotados de sig-
nicados ajenos a la realidad cotidiana y laboral. Los signicados
simbólicos atribuidos al ámbito festivo hacen que la esta se conci-
ba como algo que transcurre en un tiempo y espacio durkheimiano,
fuera de lo cotidiano y, por ello, se tiende a creer que no importa lo
que en ella sucede en cuanto a desigualdades de género. Este hecho
hace que se produzca un aparente distanciamiento con las normas o
valores vigentes en la vida diaria y diculta la intervención en ma-
teria de igualdad. Así, por una parte, la esta se presenta como algo
excepcional, fuera de lo cotidiano, no representativo de la sociedad
que la celebra. Esto permite que quienes no apoyan la incorporación
de las mujeres en ciertos actos festivos aleguen que no se posicionan
en contra de la igualdad de mujeres y hombres, pues entienden que
la esta debe ser considerada como una excepción. Desde esta pers-
pectiva, defender la inmutabilidad de ciertas tradiciones no signica
apostar por la exclusión de las mujeres en otros ámbitos: se entiende
que lo que acontece en la esta no afecta al orden de la vida diaria,
algo separado y diferenciado, propio de la esta, sin implicaciones
externas. Inversamente, se entiende que los cambios sociales no tie-
nen por qué ser tomados en cuenta en estas celebraciones: la esta es
algo aislado, excepcional, desvinculado. Pero, por otra parte, y aquí
la contradicción: curiosamente quienes adoptan estas posturas no
dudan en considerar, al mismo tiempo, las estas como un patrimo-
nio cultural, la “esencia” de un pueblo, máxima expresión de su iden-
tidad. Reconocen y celebran su arraigo y admiten que las caracteriza
un considerable nivel emotivo. Emerge la esta como algo valorado,
pero ubicada en un plano aparte de la realidad cotidiana: no ocupa la
esfera en la que es necesaria intervenir para equilibrar las desigual-
dades representadas y reproducidas en ellas.
No obstante, desde un punto de vista antropológico, las estas se
consideran una manifestación social y cultural con altísimo conteni-
do simbólico. Lo que ocurre en las estas tiene importantes implica-
ciones a todos los niveles: forjan un vínculo entre el ámbito festivo,
ritual y lúdico, entre las señas de identidad y estructuras sociales del
mundo cotidiano, laico y laboral. Analizaremos algunos aspectos que
revelan cómo operan las estas entre lo cotidiano y la excepciona-
lidad, fuera de la norma, pero reproduciéndola, de manera que no
se percibe la exclusión ni la discriminación. Como hemos visto, en
la esta se reproducen no solamente las estructuras sociales, sino
3736
los sistemas culturales, reproduciendo los sistemas de género en el
plano tanto físico como simbólico, y se transmiten las tradiciones y
costumbres que vienen a constituir el patrimonio inmaterial, local e
identitario. Podremos argumentar que los nexos entre los sistemas
de género y los sistemas simbólicos normalizan y naturalizan la di-
ferencia dicotómica entre mujeres y hombres (Bullen, 2017b). Desde
una edad muy temprana el ser social se inserta en un proceso de
enculturación a través del cual aprende los comportamientos ade-
cuados a su contexto sociocultural y la identidad de género que se le
asigna. Este aprendizaje es tan sutil porque se presenta como algo
dado, natural. Así, la dimensión simbólica de la cultura cobra im-
portancia a la vez que se reconoce su imbricación con las estructuras
sociales, naturalizándolas.
Los casos analizados recientemente en el Estado español desde
una perspectiva de género proporcionan innumerables ejemplos
sobre la naturalización de las guras femeninas (Montesinos, 2019;
Cagide, Querol y González, 2019). El modo de proceder es análogo:
una cosa natural (el cuerpo femenino) se asocia de forma arbitraria
con un conjunto de signicados (feminidad, belleza, orgullo), con-
sensuado por un grupo determinado (familia, directivos de la es-
ta, componentes de las formaciones, acompañantes), basado en el
aprendizaje cultural transmitido de generación en generación y so-
cializado a través de los medios de comunicación, los comercios y el
público que acude a las actividades previas a la esta y los círculos
familiares y de amistades que celebran el ser fallera o cantinera.
La carga emotiva y afectiva vinculada al desempeño de estos pa-
peles en la esta forma parte de un proceso cultural que afecta la ma-
nera de percibir la naturaleza, la naturaleza humana y lo “natural”
del ser mujer. Muchas veces se oponen “naturaleza versus cultura”,
“genética versus entorno”, sobre todo en los argumentos sobre las
supuestas diferencias entre mujeres y hombres. Las posturas inmo-
vilistas que niegan la participación a las mujeres, deenden roles he-
gemónicos, normativos, apoyando modelos tradicionales, esenciali-
zados e inalterables, rechazan tajantemente las representaciones de
género alternativas: las mujeres han de representar mujeres, y los
hombres han de representar hombres. Mientras, desde posturas fe-
ministas se reivindica que cualquier rol debería poder ser represen-
tado por cualquier persona independientemente de su sexo. En este
punto coincidimos con Smith (2008, 160) cuando señala que “el gé-
nero, entre otros conceptos relacionados con la etnia y la clase social,
es probablemente uno de los aspectos de la identidad más despro-
blematizados y naturalizados dentro del discurso del patrimonio”.
Debido a este proceso de naturalización, no solo los hombres, sino
muchas mujeres también asumen el orden social en el cual se han
acostumbrado a desempeñarse y no reconocen las desigualdades de la
esta como problemáticas. Probablemente por ello, hasta hace poco,
no eran muy habituales los enfrentamientos causados por la forma
en que se desarrollan los actos festivos.
Por su parte, si nos jamos en el sistema de valores y creencias,
se puede apreciar la hipervaloración de actividades masculinas
y la minusvaloración de actividades femeninas: los contenidos de los
programas festivos reejan el contexto sociohistórico, la jerarquiza-
ción estructural del sistema social de ese contexto, así como sus cam-
bios (Moral, 2014). El sistema jerárquico se percibe en la valoración
predominante de ciertos ámbitos, eventos o actividades masculinas,
siendo estas actividades, que se han realizado generalmente por los
hombres, las que se incorporan en los programas de actividades y
de las que las mujeres han permanecido mayoritariamente ausen-
tes. Son varios los ejemplos que informan de cómo los lugares de
privilegio masculino dejan de serlo cuando los hombres se retiran
3938
de ellos: las mujeres entran sin dicultad en las estas en ausen-
cia de los hombres: cuando no están por motivos laborales u otros,
cuando no quieren participar, cuando las estas están en decadencia
o cuando no son consideradas como las principales del calendario
festivo anual. En tales casos, las mujeres protagonizan actos secun-
darios, tienen roles secundarios (en actos de masas indiferenciadas)
y participan más en estas y actos secundarios (Farapi, 2009). En
relación a esto, se entiende mejor la creencia extendida de que, don-
de entran las mujeres, disminuye o pierde valor la tradición, o bien
el acto festivo en cuestión se carnavaliza, se convierte en mofa, como
explica Roma (2016) e ilustra Montesinos (2019) en varios de los
casos analizados.
El reconocimiento de patrimonio cultural a las estas en el Estado
en alguna de sus guras posibles14 incrementa su vehiculización
como representación de la esencia cultural de un pueblo o comuni-
dad. Según Roma (2016), las estas se han considerado de lo más
llamativo, colorido y representativo de un pueblo y como tal son mo-
tivos de orgullo, frecuentemente utilizados como imagen de portada
14. En una ocasión anterior hemos analizado la multiplicación de guras de re-
conocimiento del patrimonio inmaterial que se ha producido en el Estado es-
pañol, sobre todo desde 2007 cuando se ratica la Convención de la UNESCO
de 2003, y también su heterogeneidad (Pérez Galán, 2011b). El tratamiento
diferencial que reciben está relacionado tanto con la evolución del concepto
de patrimonio cultural en la legislación española (ley de Patrimonio Histórico,
1985), como en las autonómicas, así como con la historia, los bienes que posee,
la política de promoción turística y también con su proyección internacional.
Así, encontramos estas reconocidas por la UNESCO como “Patrimonio Inma-
terial de la Humanidad” u “Obras Maestras del Patrimonio Oral e Intangible
de la Humanidad” (la Patum de Berga y el Misteri d´Elx), a otras que reciben
protección a nivel autonómico como “Bien de interés cultural”, “Bien inmate-
rial”, “Bien intangible”, “Bien etnológico de interés cultural inmaterial”, “Bien
etnográco inmaterial”, “Fiesta de interés cultural”, “Fiesta de interés turístico
nacional”, y un sinfín de otras guras.
y en la creación y diseño de la marca de un pueblo, una región o un
país. De esta manera, constituyen una exhibición pública de exce-
lencia, de lo especial o lo distinguido del pueblo, una oportunidad
de mostrar lo mejor de sí mismo y proyectar hacia fuera la identi-
dad comunitaria. Este aspecto alimenta nuevas líneas de análisis en
términos de la relación de las estas con el patrimonio cultural y el
turismo (Roma, 2019).
Otro ángulo desde donde se pueden observar las estas es desde
la dimensión emotivo-afectiva. Para que el patrimonio cultural sea
inmaterial necesita la participación y producción de las personas, se-
res encorporizados y sentidos (García García, 1998; Velasco, 2006,
Vecco, 2010). En este sentido, es importante la vinculación entre el
sujeto individual y el colectivo. Como acabamos de observar, la esta
proyecta una imagen hacia el exterior, pero también se encaja en una
dinámica identitaria interna en la construcción de la comunidad, me-
diante la cooperación local y la sensación de compartir una experien-
cia social. Las estas acercan al individuo al colectivo a través de múl-
tiples sensaciones y emociones que entran en juego en este proceso.
Siguiendo a Mijaíl Bajtín (1974), las estas son eventos llenos de
afectividad donde se encuentra signicado personal, familiar y so-
cial (Bullen y Egido, 2004). Enganchan con una serie de signicados
atribuidos a los rituales propios de las estas, expresándose muchas
veces como “la esencia” de la esta: “Las festividades (sean cuáles
sean) son una forma primaria y señalada de la civilización huma-
na... Las festividades han tenido siempre un contenido esencial, un
sentido profundo, han expresado siempre una concepción del mun-
do” (1970,15). Es ese contenido creado por las actoras y los actores
sociales que dotan de sentido y emotividad a la esta, atribuyendo a
su vez signicado identitario, histórico y afectivo a una dimensión
social. Y es que los rituales festivos forman parte de la encultura-
4140
ción de los miembros del grupo: cumplen una función pedagógica
que instruye a las niñas y a los niños, nuevos miembros de la co-
munidad. Además, son un escaparate para visitantes y espectadores
de una historia cargada de signicado, de símbolos que remiten a la
representación del pasado y plasmación del presente. Fiestas con-
memorativas, por ejemplo, escenican o recuerdan acontecimientos
históricos y celebran la supervivencia del grupo amenazado en el pa-
sado por enemigos invasores, rinden homenaje a antepasados que
resistieron a los enemigos.
La socialización en materia festiva diculta la introducción de
cambios en las estas porque forman parte de los procesos de edu-
cación y socialización de todas las personas en cualquier sociedad.
Aparte de otros argumentos que deenden la tradición o la historia,
los papeles asumidos en las estas, igual que los roles de género en
otros ámbitos de la vida, son papeles inculcados y asumidos desde la
infancia. La socialización garantiza que las mujeres y los hombres se-
pan dónde “deben” estar en la esta o en la vida cotidiana. Además, la
reiteración de la experiencia emocional en el proceso de socialización
crea, a su vez, un vínculo emocional entre la ciudadanía y la esta a
través de los recuerdos que estas celebraciones traen a la memoria.
En cierta manera, se necesita recrear, revivir esos recuerdos a través
de las estas y, para ello, la gente emocionalmente implicada necesita
que la celebración vivida en la actualidad se parezca lo más posible a
la de sus recuerdos. Ello implica que se lleve a cabo con los menores
cambios posibles y diculta la introducción de modicaciones.
El recurso a las emociones es una herramienta empleada en la
explicación y justicación de la resistencia al cambio, a la incorpora-
ción a las mujeres en ciertas tradiciones. Se argumenta que es algo
que se siente, no se puede racionalizar; que son cosas del corazón, no
de la cabeza. Como expone la historiadora, Rosa Medina Doménech
(2012), desde la Modernidad se han situado las emociones en el polo
opuesto de la razón y se han asociado con el individuo y con la sub-
jetividad, en confrontación con el mundo supuestamente objetivo de
lo social, lo cultural y lo colectivo.
3. SISTEMA DE GÉNERO,
SISTEMA DE PODER
Hasta ahora hemos visto cómo podemos concebir la totalidad de la
estructura social como un conjunto de relaciones institucionaliza-
das, a través de las cuales el individuo es socializado a la vez que
contribuye a la construcción de su propia realidad social, pero to-
davía no hemos prestado mucha atención al ejercicio del poder y la
instauración de desigualdades en este proceso, cuestión central en la
práctica del agente o de la agente de la participación. En este sentido,
las aportaciones de Karl Marx son importantes en la comprensión
y análisis de la estructura social, ya que enfatizan la asimetría de
las relaciones sociales, concretamente la situación de dominación y
subordinación de las distintas capas sociales (Del Valle et al., 2002,
22). Por otro lado, las de Max Weber son fundamentales para situar
a los actores sociales en el centro del análisis, contemplar los sig-
nicados y representaciones de la praxis humana y la articulación
entre los diferentes sistemas que componen la estructura social: lo
económico, lo político, lo cultural y lo simbólico.
La socióloga Raewyn Connell asume la importancia de la des-
igualdad como un núcleo analítico central y calica la desigualdad de
4342
género como un aspecto crucial del sistema estructural. Como dice
Connell, las relaciones de poder entre personas son mediadas por
las instituciones sociales: “El concepto de estructura social expresa
las constricciones que subyacen en una forma especíca de organi-
zación social. Pero en la mayoría de los casos los constreñimientos
sobre la práctica social operan a través de una compleja acción re-
cíproca de poderes y a través de una serie de instituciones sociales”
(1987, 92). Estas instituciones —tanto formales como informales—
abarcan la familia, el grupo étnico, la religión, la escuela y el traba-
jo, cada uno regido por leyes o normas e informado por valores o
creencias impuestos, en mayor o menor medida, a los individuos a
través de los sistemas políticos y jurídicos expresados en los órganos
gubernamentales.
A través de la idea de sistemas se puede apreciar que las rela-
ciones de género siempre son relaciones de poder, que más que de
diferencias se trata de jerarquías, fruto del acceso desigual a los re-
cursos materiales y a las posibilidades para el ejercicio del poder,
y sostenidas por una compleja construcción y naturalización de las
diferencias sexuales y de género. Nos alejamos del esquema inicial
dicotomizado de hombres poderosos y mujeres subordinadas, para
contemplar los distintos capitales simbólicos de las y los actores so-
ciales, para estudiar otras variables que entran en juego, así como la
variedad de diferentes modelos de ser mujer y de ser hombre. Y si
retomamos las palabras de Simone de Beauvoir de que “no se nace
mujer sino que se llega a serlo” (1989: xxii), sesenta años más tarde
podemos armar que “el hombre tampoco nace”, que las personas
se hacen, en relación a un modelo hegemónico que prevalece en la
sociedad, cuyo poder e inuencia se maniestan tanto para los hom-
bres como para las mujeres. Resumiendo, hemos dicho que el género
es una construcción social, pero que al mismo tiempo construye la
sociedad. El género se dene a través de las relaciones sociales, y las
relaciones interpersonales son piezas importantes de la estructura
social; de esas relaciones se establecen la organización política, eco-
nómica y social de la sociedad. Por eso, el sistema de género es un
elemento fundamental del orden social.
EL GÉNERO EN LOS PROCESOS
DE PATRIMONIALIZACIÓN
La revisión de la literatura sobre patrimonio desde perspectivas
feministas revela cómo el patrimonio no es un elemento neutral,
sino que, como el reejo de la sociedad en la que se inserta, tiene
género, y es esencialmente masculino (Smith, 2006; Bullen y Díez,
2011; Blake, 2014; Reading, 2015, Jiménez-Esquinas, 2017). Pero
además, el patrimonio no solo “relata” una historia centrada predo-
minantemente en el hombre, promoviendo una visión masculina del
pasado y del presente, sino que proporciona un espacio donde las
identidades de género se construyen y se naturalizan de diversas for-
mas, como ha sido estudiado por Smith (2008).
Si como venimos señalando, el sistema de género es un elemen-
to fundamental del orden social, el reconocimiento de la naturaleza
generizada del patrimonio obliga a observar y repensar de forma crí-
tica la participación desigual de las mujeres en todas las fases de los
4544
procesos que crean y recrean el valor de la cultura viva y la convier-
ten en patrimonio: desde su producción, identicación, transmisión
y consumo, a su gestión.
La concepción del patrimonio como construcción social que pone
el énfasis en las personas y en la participación, avalada y globalizada
por instituciones como la UNESCO desde comienzos del siglo xxi,
permite desplazar el foco de análisis de las manifestaciones en sí ha-
cia los procesos de patrimonialización. La antropología ha subraya-
do el carácter metacultural y construido del patrimonio, dirigiendo
su atención al estudio de los procesos por los cuales se añade valor
a ciertos elementos en detrimento de otros, se dene quiénes y cómo
participan, y cómo se gestiona el patrimonio (Kirshenblatt-Gim-
blett, 2004, Smith, 2006; Velasco, 2006; Jiménez-Esquinas, 2017;
Sánchez Carretero et al., 2019). Desde esa perspectiva, Quintero
y Sánchez Carretero (2017:54-55) argumentan que, si bien la inte-
gración de las comunidades y los grupos locales en la selección del
patrimonio, en la denición de cuáles son los valores que contiene
y representa y en la decisión de cómo transmitirlo y usarlo supone
una transformación de las jerarquías que se reproducen habitual-
mente en los procesos de patrimonialización, cuando se analiza al
detalle cómo se caracteriza a los grupos participantes y las formas
en las que se sustancia su participación, los resultados son distin-
tos. Coincidimos con las autoras cuando señalan que el despliegue
normativo e institucional desarrollado desde comienzos del siglo xxi,
desde el nivel internacional al local, para tutelar y regular la partici-
pación en el patrimonio, no necesariamente ha revertido en una ma-
yor participación en toda la cadena de valor del patrimonio (identi-
cación, diagnóstico y gestión). En su lugar, a menudo la participación
ha adolecido de un carácter instrumental o de un uso cosmético que
no produce una mayor presencia de las comunidades ni cuestiona
las jerarquías y las desigualdades de género.
Los estudios que aplican una perspectiva feminista y de género
al patrimonio en el Estado español (Arrieta, 2017; Bullen, 2000;
Gisbert, 2016; Montesinos, 2019; Cagide, Querol y González, 2019)
corroboran esta hipótesis cuando advierten que las mujeres a menu-
do siguen estando infrarrepresentadas, cuando no ausentes, en los
distintos ámbitos del patrimonio analizados: en su participación en
la producción y gestión del patrimonio, en las formas de consumo
diferencial, y también en los ámbitos de toma de decisiones para el
desarrollo y promoción de políticas de patrimonio con perspectiva
de género a nivel local, nacional e internacional. Esta exclusión de
las mujeres en los procesos de patrimonialización contribuye a re-
forzar las desigualdades de género.
CONCLUSIONES
En este texto hemos estudiado cómo se reproduce la desigualdad
de género en el patrimonio cultural festivo en el Estado español y
su minusvaloración y connamiento a un ámbito marginal o de me-
nor signicación para la consecución de derechos. Entre las razones
argumentadas: el apego a la tradición, entendida como inamovible
y procedente de un pasado lejano, la nostalgia de un orden en el
que la participación de las mujeres está subordinado a los hombres,
el signicado simbólico atribuido al ámbito ritual y al espacio públi-
co en el que se escenican, y la consideración del género como uno
4746
de los sistemas de poder que desempeña un papel fundamental en
aquello que interpretamos y valoramos como patrimonio.
Como punto de partida, hemos asumido que el patrimonio cultu-
ral es una construcción social y, como tal, remite a las comunidades
que lo crean y lo dotan de signicado. Por lo que no es posible ni ade-
cuado, como señala Velasco (2006), objetualizar el PCI disociándolo
de los sujetos y de las comunidades que los producen.
Desde una perspectiva antropológica, hemos analizado cómo los
signicados simbólicos atribuidos al ámbito ritual hacen que la esta
se conciba como algo que transcurre en un tiempo y espacio fuera de
lo cotidiano y, por ello, se tiende a creer que no importa lo que en
ella sucede en cuanto a desigualdades de género. Por el contrario,
las prácticas rituales festivas reejan la realidad social del contexto
histórico y cultural en las que se produce, representa y construye el
orden social establecido y, por extensión, las identidades de género.
Y ese aspecto ritual del patrimonio cultural festivo, considerado fun-
damental para dotar de carácter y sentido a cada esta, no solo tiene
el potencial de aglutinar a una comunidad, grupo, pueblo o nación,
sino que también escenica los conictos, las desigualdades y los sis-
temas de poder de la sociedad en la que se inscribe.
Como hemos señalado, el género ha estado ausente en el discurso
del patrimonio por largo tiempo y, cuando se hacía alguna referencia
a él, a menudo se ha reducido a cuestiones femeninas, como si los
hombres no tuvieran género y tampoco el patrimonio. La reciente
incorporación de las perspectivas feministas y de género a los estu-
dios de patrimonio ha contribuido a poner de maniesto la natura-
leza generizada del patrimonio cultural como un mundo de hombres
y también a analizar las formas en las que las identidades de género
se construyen y se naturalizan a través del patrimonio cultural festi-
vo, cuestionando la escasa valoración de los papeles desempeñados
por las mujeres y sus dicultades para ejercer su derecho a la partici-
pación sin discriminación y en igualdad de condiciones.
El papel ejercido por parte de la UNESCO en la incorporación del
género al patrimonio a nivel internacional a través de diferentes re-
uniones, convenciones y declaraciones, si bien ha supuesto avances
incuestionables, muestra tensiones aún no resueltas que se reprodu-
cen y se localizan a otros niveles (local, regional, estatal). Por ejem-
plo, entre posturas particularistas, que reivindican la especicidad
cultural e histórica para mantener ciertas prácticas que contravienen
los principios de igualdad y no discriminación, y el universalismo,
que reclama el cumplimiento de derechos humanos y derechos de
las mujeres. Y también, entre la retórica de un discurso respetuoso
con la igualdad de género raticado por los Estados y plasmado en
planes y normativas a nivel nacional, regional y autonómico, y su
aplicación práctica.
4948
Analizar las causas de la discriminación que a menudo experi-
mentan las mujeres en las estas, un ámbito asumido como residual
frente a los grandes temas como la economía o la participación po-
lítica, es a la vez una invitación a pensar cómo se construye esa des-
igualdad de género que afecta a todos los órdenes de la vida cotidia-
na. Coincidimos con Shaheed (2014:5), cuando señala que muchas
de las prácticas sexistas y excluyentes que ocurren frecuentemente
en el patrimonio serían difícilmente toleradas si afectasen a otra fa-
ceta de la identidad colectiva, como, por ejemplo, la raza. ¿Habría la
misma resistencia al cambio?, y, lo que es más importante, ¿las ins-
tituciones políticas y judiciales lo permitirían de la misma forma?.
Para hacer efectivo el cumplimiento de los principios de igualdad
y no discriminación en las estas, hemos argumentado la necesidad
de observar con “gafas de género” los procesos de patrimonialización
que asignan y recrean el valor a las manifestaciones festivas en todas
sus fases, y preguntarse: quiénes participan en las festividades en
cada comunidad, cómo se dene esa participación y cómo se regula,
y, en relación a ello, quiénes tienen el poder de denir la identidad
colectiva, y qué papel diferencial desempeñan las mujeres y los hom-
bres en esa denición. Solamente de ese modo podremos detectar
el escaso reconocimiento y subestimación de la contribución de las
mujeres a la creación y recreación de la esta por un lado, y, por otro,
reconocer y cuestionar las razones por las cuales permanecen invi-
sibles como parte de un sistema de dominación que es más amplio.
Y, tal vez así, como aboga Blake (2014:54), las estas, en tanto que
patrimonio vivo, puedan brindar un “espacio cultural subversivo” en
el que se expresen actitudes sociales alternativas que contravengan
los prejuicios y papeles de género “tradicionales”.
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3.
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PATRIMONIO
INMATERIAL
Y DESIGUALDADES
DE GÉNERO.
ANÁLISIS
Y PROPUESTAS
DESDE UNA
PERSPECTIVA
ANTROPOLÓGICA
Y JURÍDICA
LIDIA MONTESINOS LLINARES
6160
3.
PATRIMONIO INMATERIAL Y DESIGUALDADES
DE GÉNERO. ANÁLISIS Y PROPUESTAS
DESDE UNA PERSPECTIVA ANTROPOLÓGICA
Y JURÍDICA
INTRODUCCIÓN
OBJETIVOS DEL ESTUDIO
MARCO TEÓRICO
1. Rituales festivos desde una perspectiva antropológica
2. Sistemas de género y estraticación social
3. Procesos jurídicos: cambios y conictos
4. El patrimonio cultural inmaterial como espacio político
METODOLOGÍA
DESCRIPCIÓN DE LOS CASOS
1. Los Alardes de armas de Irun y Hondarribia (Gipuzkoa)
2. Las estas de Moros y Cristianos de Alcoi (Alacant)
3. Procesiones de Semana Santa (distintos territorios)
4. La esta de Reyes de Igualada (Catalunya)
5. La Tamborrada y la esta de Caldereros de Donostia
(Gipuzkoa)
6. El Misteri d’Elx (Alacant)
ANÁLISIS COMPARATIVO
1. Procedencia y carácter histórico
de los rituales festivos
2. La reivindicación de las mujeres y los conictos de género
3. El principio de igualdad y la “naturaleza”
de los rituales festivos
4. El Patrimonio Cultural Inmaterial: transmisión
y transformación
CONCLUSIONES
PROPUESTAS Y RECOMENDACIONES
BIBLIOGRAFÍA
ANEXO: Jurisprudencia, legislación
y otros informes
6362
INTRODUCCIÓN
A pesar de los avances registrados en materia de igualdad en las últi-
mas décadas, y del hito que supuso en el Estado Español la promul-
gación de la Ley para la igualdad efectiva de mujeres y hombres (Ley
Orgánica 3/2007, de 22 de marzo), las desigualdades y la discrimi-
nación por razones de género continúan presentes y se reproducen
cotidianamente en múltiples espacios de la vida social y, por lo tan-
to, también en las manifestaciones del patrimonio cultural inmate-
rial. En lo que se reere a las tradiciones festivas y al espacio ritual,
las desigualdades existentes se ponen especialmente de maniesto
cuando alguna mujer o colectivo de mujeres reivindica poder partici-
par en las festividades de sus pueblos o ciudades, hasta entonces pro-
tagonizadas exclusivamente —o de forma destacada— por varones;
o también cuando solicitan encarnar o representar algún rol o papel
que hasta el momento estaba reservado a los hombres. Estas reivin-
dicaciones y actuaciones deenden la incorporación de las mujeres
en plena igualdad con los hombres en las tradiciones festivas, más
allá de los roles especícos y diferenciados que muchas veces tienen
asignados: como espectadoras, como bellezas, reinas o abanderadas,
o como facilitadoras domésticas: en la preparación de comidas, lava-
do y planchado de trajes, cuidado de la familia, etcétera. En algunos
casos, estas reivindicaciones persiguen también transformar otros
rasgos y valores de la esta, así como promover una participación más
igualitaria en la organización de las mismas, poniendo en evidencia
que generalmente esta labor organizativa la realizan asociaciones,
juntas, sociedades, fundaciones o cofradías mayoritariamente com-
puestas por varones y, en muchos casos, en ausencia total de mujeres.
En los últimos años, seguramente por el impulso del movimiento fe-
minista y también por la visibilidad que adquirieron algunos casos
especialmente conictivos como el de los Alardes de Irun y Honda-
rribia, o las estas de Moros y Cristianos de Alcoi, la desigualdad y la
discriminación en el ámbito festivo se han puesto de maniesto con
mayor repercusión. Parece que cada vez se dan más casos de muje-
res que quieren participar en los rituales festivos de sus municipios
y también que se les presta mayor atención en los medios de comuni-
cación y en las investigaciones académicas y aplicadas. Estas reivindi-
caciones inician procesos de transformación de la esta, más o menos
radicales o conictivos, donde en ocasiones se enfrentan partidarios
y detractores de una esta igualitaria que modique el statu quo.
El objetivo de este estudio será analizar algunos de estos procesos,
concretamente los que han sido especialmente conictivos o han pa-
sado por la vía judicial, teniendo en cuenta también su signicación
social o su especial consideración desde el punto de vista patrimonial.
Desde una perspectiva antropológica, el estudio de los rituales
festivos y su relación con la desigualdad de género resulta relevante
por dos motivos principales. En primer lugar, porque estas expresio-
nes del patrimonio inmaterial son producidas social y culturalmente
y ponen de maniesto las divisiones y jerarquías sociales, incluidas
aquellas que marcan diferencias sexuales y genéricas. En segundo
lugar, porque las estas desempeñan un papel clave en la creación
de un sentimiento de pertenencia y de cohesión social que proyecta
la imagen de un “nosotros” hacia el exterior y también hacia el in-
terior. En este sentido, el enfoque antropológico resulta necesario
para interpretar adecuadamente los argumentos más frecuentemen-
te esgrimidos por los sectores reacios a introducir cambios en las
celebraciones festivas, como son la defensa de la tradición y de una
identidad cultural propia. Generalmente, se apela a una concepción
6564
de las tradiciones culturales como conjuntos identicables de ras-
gos preexistentes y separados de la acción social, cuyos orígenes se
remontarían a un pasado lejano que es necesario preservar y cuyos
valores deben ser protegidos. Sin embargo, cuando estos valores se
cuestionan porque violan derechos fundamentales como la igualdad
y la no discriminación, quienes se oponen a introducir estos cambios
en las estas desarrollan a menudo estrategias de defensa que van
desde la privatización de estos eventos festivos hasta su reorganiza-
ción parcial. Este proyecto, en la línea marcada por la Convención
para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de UNESCO
de 2003, apuesta por un concepto dinámico y no esencialista tan-
to de la cultura como del patrimonio cultural inmaterial, alejado de
interpretaciones ancladas en lo meramente folclórico o tradicional,
especialmente si reproducen valores y prácticas discriminatorias.
Desde esta concepción se hace hincapié en la plasticidad de las prác-
ticas sociales y en el componente transformador de los procesos a
partir de los cuales actores diversos recrean una relación con el pasa-
do y con una tradición que no es inamovible. Este proceso dinámico
de interpretación e imaginación cultural está sometido a distintas
variables sociales que atraviesan y afectan el presente de quienes lo
llevan a cabo, constituyéndose como un espacio de confrontación
política, ética y moral.
La Ley española para la salvaguardia del Patrimonio Inmaterial
(Ley 10/2015, de 26 de mayo) en su artículo 3, Principios generales
de las actuaciones de salvaguardia, señala en el apartado b) sobre
“el principio de igualdad y no discriminación”, que “El carácter tra-
dicional de las manifestaciones inmateriales de la cultura en ningún
caso amparará el desarrollo de acciones que constituyan vulneración
del principio de igualdad de género”. En este sentido, este proyecto
indaga en las potencialidades, los límites y las debilidades de la ley
de igualdad y de la ley para la protección del patrimonio inmate-
rial para coadyuvar en los procesos de reivindicación de las mujeres.
Para ello, es necesario atender al papel de las distintas jurisdicciones
y agentes judiciales a la hora de afrontar las reivindicaciones de las
mujeres y de los conictos que pueden suscitar. Asimismo, también
es pertinente atender a las solicitudes de protección y reconocimien-
to patrimonial de las prácticas festivas —vinculadas generalmente
al desarrollo turístico y económico de las comunidades que las pro-
mueven—, para indagar si tienen relación o cómo podrían inuir en
los mencionados procesos reivindicativos.
La combinación del análisis antropológico y jurídico aporta a este
estudio una perspectiva novedosa que permitirá entender mejor los
procesos sociales y jurídicos que están teniendo lugar para transfor-
mar los imaginarios y las prácticas festivas desde una perspectiva
de género. La antropología aporta herramientas analíticas —teóricas
y metodológicas— para comprender el fenómeno festivo contempo-
ráneo. La perspectiva jurídica persigue comprender los procesos de
reivindicación de las mujeres en relación con los obstáculos y resis-
tencias que se les oponen, aportando herramientas para afrontar y
resolver estos conictos en favor de la incorporación de las mujeres y
la no discriminación. En el plano sociojurídico, además, se analizará
la labor de los agentes políticos, de los partidos, los movimientos so-
ciales y los medios de comunicación en el desarrollo de los procesos
de cambio; si contribuyen u obstaculizan la integración de las muje-
res, si fomentan o median en las situaciones de enfrentamiento. Pon-
dremos especial interés en las asociaciones y colectivos de mujeres
que, desde puntos de vista diferentes —desde feminismos diferentes,
podríamos decir—, están impulsando y performando procesos de
transformación simbólica y práctica de las tradiciones festivas que
proponen valores más igualitarios, democráticos y solidarios.
6766
AGRADECIMIENTOS
A todas las personas y colectivos que de una u otra forma han cola-
borado con esta investigación. Especialmente a la Asociación Fonè-
vol, Hermínia Blanquer, Natalia Coria, Elizabeth Olaskoaga, Maite
Asensio, Antoni Esteve, Javier Gonzálvez, Luis Pablo Martínez, Vic-
toria Botí, Paloma Sánchez, Julián Domínguez, Verònica Gisbert,
Savina Lata, Katerina Sergidou, Isidoro Moreno, Manuel Delgado,
Rafael Folch, Adoración Castro, Ignasi Terradas y Honorio Velasco.
A Esteban Zamora, Ana Llinares, Ana Montesinos y Xisco Serra por
su apoyo fundamental. Y también a todas las personas que participa-
ron en la jornada de presentación de este proyecto en Madrid el 20
de septiembre de 2019.
OBJETIVOS DEL ESTUDIO
• Registrar un conjunto de prácticas festivas en las que se produz-
ca una situación de desigualdad de género que haya sido o esté
siendo cuestionada, con especial atención a las protegidas o de-
claradas Patrimonio Cultural Inmaterial y aquellas que hayan
pasado por la vía judicial.
• Analizar antropológica y jurídicamente la muestra; un enfoque
que combine la antropología y el derecho, propiciando la cola-
boración entre ambas disciplinas.
• Recoger y ordenar la jurisprudencia sobre los conictos relati-
vos a la desigualdad de género en el ámbito festivo.
• Analizar las estrategias que ponen en marcha los diferentes
agentes implicados en cada esta o conicto.
• Formular propuestas y recomendaciones dirigidas a las ins-
tituciones públicas y a los sectores sociales afectados por la
desigualdad con el objetivo de promover procesos inclusivos
de transformación de las estas que fomenten la participación
igualitaria de las mujeres.
• Contribuir a la construcción de una memoria sobre los movi-
mientos que han propiciado la incorporación de las mujeres a
las estas.
• Promover redes de colaboración, de conocimiento compartido y
de diálogo entre colectivos participantes en las estas, la comu-
nidad cientíca, las instituciones de protección del patrimonio
y los agentes jurídicos.
6968
MARCO TEÓRICO
Este informe combina el análisis social y antropológico de las cele-
braciones y rituales festivos seleccionados, con el análisis sociojurí-
dico de los conictos que se han producido en ellos por cuestiones de
género. En este sentido, combina la teoría antropológica con el estu-
dio normativo y jurídico, e integra también la perspectiva de género
y feminista. Los estudios de caso que se presentarán a continuación
se abordan en su dimensión procesual y contextualizada, integrando
también la reexión sobre la protección del patrimonio. En deniti-
va, se propone un análisis que relaciona cuatro líneas teóricas prin-
cipales: rituales festivos, relaciones de género, conictos jurídicos
y protección del patrimonio.
1. RITUALES FESTIVOS DESDE UNA
PERSPECTIVA ANTROPOLÓGICA
Las estas son rituales comunitarios que se celebran dentro de un
espacio-tiempo determinado y excepcional que rompe con el rit-
mo cotidiano de la vida social. En este tiempo “sagrado” (opuesto
al tiempo “profano” del día a día) (Eliade, 1999; Durkheim, 1993)
cada comunidad celebra o conmemora algún hecho signicativo
o importante de su historia, poniendo en escena una serie de actos o
secuencias ceremoniales que se repiten cada año, conformando una
práctica colectiva de carácter cíclico. Esto signica que los rituales
festivos implican la transmisión, de una generación a otra, de una
serie de valores y prácticas que se reproducen año tras año. En este
sentido, las estas son “hechos sociales totales” (Mauss, 2009), es
decir, lugares privilegiados desde los que mirar y entender el orden
social, porque representan, de una forma condensada y ritualizada,
tanto los principios generales como las tensiones y contradicciones
de la sociedad que las celebra. Los rituales festivos expresan y tam-
bién inuyen —están incrustados (Polanyi, 2009)— en todos los ám-
bitos de la vida social: en las relaciones de género y de parentesco, en
la economía, la política, los imaginarios simbólicos, las emociones, la
historia, la música, el ocio, la religión y las creencias...
Podemos entender así, los rituales festivos, como un teatro social
en el que una vez al año la comunidad se representa y se performa
a sí misma, armándose hacia el exterior y también hacia el inte-
rior, afrontando sus tensiones internas. En este sentido, los rituales
participan de forma destacada en la denición de las fronteras de la
comunidad, aquellas que marcan su relación con la alteridad, con
lo “otro”, tanto interno como externo, y muestran también su capa-
cidad de integración o exclusión de lo diferente y extraño, de todos
aquellos que no participan o representan los valores de la comuni-
dad. Las estas, por tanto, desempeñan un papel clave en la creación
de un sentimiento de pertenencia; una identicación social que co-
hesiona internamente y proyecta la imagen de un “nosotros” hacia
el exterior (Santamarina et al., 2008; Muriel, 2014). En los rituales
festivos se arma el carácter de la comunidad, del municipio, y este
expresa cómo se relaciona con la alteridad; de forma teatralizada
en los Moros y Cristianos, como ritual de guerra en los Alardes de
armas o con la comunión religiosa en la Semana Santa. Las distin-
tas tipologías de las estas denen simbólicamente la relación con
7170
“lo otro” y las estrategias de los distintos agentes y participantes por
integrar o excluir la alteridad en función de los valores y privilegios
que deenden.
Hay que tener muy en cuenta que la proyección que hace la comu-
nidad de sí misma no tiene un carácter “natural” o “esencial”, sino
que es fruto de una construcción histórica, dinámica y cambiante;
de una invención colectiva que conforma un espacio de confronta-
ción política donde se muestran los antagonismos y las relaciones
de poder que conforman la propia comunidad (Hobsbawm y Ran-
ger, 1989; Anderson, 2007). Las estas reproducen y trasmiten una
determinada lectura de la historia, la armación de una cierta auto-
ridad, de una idea de pueblo, de nación, de religión, unos determi-
nados roles de género, una pertenencia de clase, etcétera, poniendo
de maniesto las diferencias y divisiones internas a la comunidad,
sus mecanismos de inclusión y exclusión, las jerarquías sociales,
las desigualdades, los sistemas de prestigio y autoridad (Gramsci,
2011; Ariño, 2009). En este sentido, los rituales festivos contienen,
expresan y representan el orden social y simbólico hegemónico, pero
también la potencia de los antagonismos, de la crítica social y el
cuestionamiento de esos valores hegemónicos, promoviendo incluso
la ruptura o la transformación de algunos de esos moldes sociales.
Los rituales festivos denen un tiempo de excepcionalidad, liminar
y efervescente, en el que puede manifestarse el desorden, la trans-
gresión o la subversión de los valores dominantes, dando lugar in-
cluso a la revuelta y el enfrentamiento con el orden social y simbólico
establecido (Delgado, 2003).
El análisis de las estas desde un punto de vista antropológico
permite, por tanto, abordar una serie de tensiones dialécticas que
constituyen lo social y que se presentan de forma ritualizada y pa-
radigmática en los rituales festivos: orden y subversión, inclusión y
exclusión, cohesión y enfrentamiento. En las estas se llevan a cabo
actos de gran formalidad, donde están representadas las autorida-
des civiles y eclesiásticas, donde hay protocolos estrictos en la forma
de vestir y en la consecución de los ceremoniales, constituyéndose
como espacios exclusivos y normativizados de prestigio social. Por
otro lado, tienen lugar actos populares, más bien lúdicos y de libe-
ración de las tensiones sociales, donde la formalidad se transforma
en parodia carnavalesca, los trajes en disfraces, y el culto religioso a
la autoridad en crítica social. Estas tensiones que se expresan en el
ritual festivo pueden aparecer de forma más o menos equilibrada,
permitiendo la continuidad en el tiempo de la comunidad a pesar
de sus tensiones internas o produciendo un choque que escenica
el conicto social.
El rasgo más característico de los rituales festivos sería, enton-
ces, este carácter ambivalente y contradictorio al que tiene que hacer
frente toda organización social. La representación de estas tensiones
sociales sería su rasgo denitorio y, por lo tanto, el punto de partida
para comprender no solo los valores y los símbolos de una determi-
nada población, sino también su conguración material e histórica
desde un punto de vista crítico. ¿Qué es lo que la esta represen-
ta? ¿A quiénes representa y a quiénes excluye? ¿Quiénes toman las
decisiones sobre cómo es o debe ser la esta? ¿Qué valores y qué
símbolos utiliza y deende? ¿A qué intereses responde? He aquí
algunas claves para comprender el fenómeno festivo contemporá-
neo y su núcleo conictivo, pues las estas son objeto también de
instrumentalización política y contribuyen a la construcción de una
identicación de carácter nacional —ya sea española, vasca, andalu-
za...— (Anderson, 2007; Gellner, 2008), y también local o regional,
cuestión directamente relacionada con intereses partidistas y con la
construcción de espacios de prestigio y autoridad (Santamarina et
7372
al., 2008; Muriel, 2014). En muchos casos, además, las estas tienen
una procedencia religiosa o se han vinculado al culto católico por las
prácticas de evangelización de la Iglesia. En otros casos, y a veces de
forma sincrética con el catolicismo, las estas conmemoran y repro-
ducen gestas militares de la monarquía española, de los procesos de
conquista y de las batallas llevadas a cabo en nombre de la cristian-
dad y de la primacía del hombre blanco. Y no podemos olvidar tam-
poco que las estas son, hoy en día, un valor económico de primer
orden, en una sociedad desindustrializada y volcada hacia el sector
turístico y de servicios. Los procesos de promoción y patrimoniali-
zación de los rituales festivos, impulsados por las administraciones
públicas, se insertan, por tanto, en la arena política y en las tensiones
propias de un modelo económico capitalista que promueve el consu-
mo cultural (Ariño, 2009).
Las estas, en denitiva, ponen de maniesto las distintas tensio-
nes que se producen entre la continuidad y el cambio, entre la repe-
tición cíclica de ciertas prácticas y tradiciones, y el dinamismo cons-
tante de las transformaciones de la vida social. Es a partir de este
roce entre la transmisión de una identidad —generalmente arraigada
en el pasado— y la creatividad contestataria —generalmente progre-
sista, aunque también puede ser conservadora— que toma cuerpo
y se materializa el presente del ritual. La perspectiva antropológica
nos permite tomar conciencia de todas estas dimensiones sociales
que cristalizan en el ritual festivo y, por lo tanto, nos capacita para
evaluar su impacto simbólico y material en la sociedad. Una evalua-
ción crítica permite valorar si es conveniente o no la continuidad de
una determinada esta en relación al ordenamiento jurídico y los
valores morales de la sociedad; como está sucediendo, por ejem-
plo, en relación a las festividades que implican maltrato animal o
aquellas que se consideran racistas o discriminatorias (Ariño, 2009;
Santamarina, 2008). Y permite evaluar también la forma en que la
esta puede o debe transformarse y en qué dirección; qué valores se
quieren reproducir y poner en escena, cuáles deben incorporarse y
cuáles desterrarse. Las estas, por tanto, no son solo un espacio de
ocio y diversión, un tiempo marginal y sin signicación que repite
acríticamente una serie de actos ceremoniales o de consumo. La es-
ta, por su importancia simbólica y material, es un espacio político
privilegiado en el que intervenir para transformar el orden simbólico
y social (Guilló, 2016). En una sociedad democrática en la que se
deenden los valores de la igualdad, la libertad, el libre pensamien-
to y el derecho a la cultura, debe ser un objetivo importante conse-
guir que los rituales festivos sean espacios igualitarios, más plurales
e integradores.
2. SISTEMAS DE GÉNERO Y
ESTRATIFICACIÓN SOCIAL
Si el espacio-tiempo de los rituales festivos pone en escena el orden
social, con sus jerarquías y sus relaciones de poder, es evidente que
también reproduce los mecanismos que marcan las desigualdades
sexuales y de género, es decir, aquellas basadas en la naturaliza-
ción de las diferencias sexuales y sociales entre hombres y mujeres
(Arrieta, 2017; Jiménez-Esquinas, 2017; Rostagnol, 2015; UNES-
CO, 2015; Gisbert, 2011, 2015; Díez y Bullen, 2012; Bullen y Egido
2003; Díez, 2003; Bullen, 2000). Desde de una concepción de las
relaciones sociales como relaciones de poder (Foucault, 2012), el
7574
pensamiento feminista ha elaborado categorías y metodologías de
análisis centradas especícamente en la estraticación social basada
en cuestiones de sexo y género (Butler, 1990; Preciado, 2002). Estos
planteamientos parten de nociones, como la de “sistemas de género”
(Connell, 1987), que inciden en el carácter relacional, asimétrico y
jerarquizado de los roles y representaciones de la masculinidad y la
feminidad. Los sistemas de género conforman estructuras que se ba-
san y encumbran generalmente un tipo ideal de masculinidad que se
impone a costa de la subordinación tanto de la feminidad, como de
otras formas de masculinidad, conformando lo que Bourdieu (1998)
ha denominado “la dominación masculina”, equivalente en gran me-
dida a la noción de “patriarcado” (Pateman, 1988; Amorós, 1991).
A partir de un modelo masculino —metonimia y representación de la
nación (Díez, 2003; González-Abrisketa, 2013), sujeto propietario—
se construyen los modelos aceptables y subordinados de feminidad,
y también aquellos que se consideran inaceptables o aberrantes, tan-
to para mujeres como para hombres (Farapi, 2009), siguiendo unas
determinadas “normas de género” (Martínez-Palacios, 2018).
En innidad de rituales festivos como los que aquí se analizarán
(evidentemente, no en todos, porque hay muchísima diversidad),
el arquetipo de la masculinidad hegemónica es el del varón que re-
presenta el poder y la autoridad (militar, religiosa, política, sexual...
fuerte, valerosa, carismática), frente a unos modelos de feminidad
encarnados por la gura de la madre, la esposa, la hija y la hermana,
que oscilan entre el ideal de la mujer-madre (transmisora de valores,
cuidadora de la casa, del hombre y de la familia) y la mujer-objeto
o mujer-fetiche (donde importa especialmente la apariencia física,
la juventud y un ideal de la belleza femenina subordinada al deseo
masculino) (Bullen y Egido, 2003; Gisbert, 2011; Díez y Bullen,
2012). Aunque puedan parecer meros estereotipos, veremos cómo
estos modelos de género están asentados socialmente y sirven para
naturalizar las desigualdades sociales y para defender unas determi-
nadas normas de género, ejerciendo una fuerte presión simbólica;
“violencia simbólica” (Bourdieu, 1998). Como vamos a ver en los
estudios de caso, estos estereotipos aparecen en los argumentos de
quienes niegan el derecho de las mujeres a participar en los rituales
festivos y sirven para justicar que el hombre ocupe los lugares de
privilegio: porque es su posición “natural”, porque está mejor do-
tado para encarnarla y porque las mujeres no pueden o no saben
hacerlo igual. Sin embargo, la denición de los géneros, de los com-
portamientos socialmente adecuados para hombres y mujeres en sus
relaciones con otras personas y grupos, se construyen socialmente
en cada época y lugar (Beauvoir, 1949; Díez y Bullen, 2012). Aun-
que qué signica “ser mujer” o “ser hombre” guarda relación con los
cuerpos, con las diferencias sexuales y la capacidad reproductiva, no
es consecuencia estrictamente de esta base biológica que justicaría
diferencias “por naturaleza”, sino que responde a un proceso históri-
co, simbólico, y a una práctica social mucho más compleja, en la que
los procesos de diferenciación sexual se jerarquizan, convirtiendo las
diferencias en desigualdades (Beauvoir, 1949; Bourdieu, 1998; Fara-
pi, 2009; Martínez-Palacios, 2018). De hecho, los sistemas de géne-
ro no son estables, se construyen socialmente a través del conicto,
aunque la fuerza de la costumbre, el conservadurismo y el poder del
orden jerárquico patriarcal resisten fuertemente al cambio (Farapi,
2009; Díez y Bullen, 2012). En el contexto ritual, como vamos a ir
viendo, se expresan estos aspectos conictivos y de subversión del
orden social, al ponerse en cuestión los roles y jerarquías de la esta
basadas en estereotipos de género muy marcados.
7776
Muchas festividades del Estado español (no todas, debemos in-
sistir en la diversidad, especialmente en zonas rurales) se gestaron
en espacios de sociabilidad masculina (sociedades gastronómicas
y deportivas, cofradías, gremios, uniones militares...), vinculadas a
la religión, al ocio y a las relaciones políticas entre varones, y, por
lo tanto, las estas estaban protagonizadas casi exclusivamente por
hombres, tanto en su dimensión pública como en la parte organiza-
tiva que se extendía a lo largo del año (Díez, 2003; Gisbert, 2010a;
2010b; Sánchez, 2003). Las mujeres estaban relegadas al espacio
doméstico, y si participaban de alguna forma era en el papel de es-
pectadoras, acompañantes y facilitadoras de la esta, con sus tareas
invisibles pero fundamentales para su sostenimiento. Si tenemos en
cuenta que el auge de muchas de estas festividades se produce a -
nales del siglo xix y ligadas a la industrialización, podemos entender
mejor el vínculo de este tipo de estas con un ideal masculino y bur-
gués, en el que los hombres son los protagonistas absolutos del ritual
y de la juerga, imperando aspectos militares, muestras de poder y
prestigio y la transmisión de valores masculinos (Cucó, 2004, 2008;
Moreno, 1985; Gisbert, 2010a, 2010b).
Aunque esto se empezó a cuestionar en los años 20 y 30 del siglo
xx, en los que muchas mujeres se incorporaron a los desles públicos
—especialmente en tiempos republicanos—, las políticas de género
de la dictadura franquista y el nacionalcatolicismo volvieron a rele-
gar a las mujeres a la esfera privada, reforzando el carácter masculino
(militar y religioso) de las celebraciones públicas y las desigualdades
de género (Antuña, 2017). La Sección Femenina de la Dictadura re-
forzó los modelos de mujer-madre y mujer-objeto, siendo el primero
un rol invisible en la esta y convirtiéndose el segundo en un cargo
decorativo que podía acompañar a los hombres en algunas partes de
la esta (Martínez, 2015; Antuña, 2017). Con la llegada de la demo-
cracia y ya en el siglo xxi, los rituales festivos se han ido convirtiendo
en celebraciones y momentos de expresión de la comunidad, de su
identidad y sus valores, vinculadas al ocio, a la economía de servicios
y al turismo (Ariño y García, 2006). En este contexto, no se entiende
que se prolongue la exclusión de las mujeres de estos espacios, a no
ser que se haga explícitamente para reforzar su situación de subor-
dinación. La reivindicación o irrupción de las mujeres en el espacio
público festivo y en las danzas, desles, procesiones y tradiciones
de distintos pueblos de la geografía española pone en evidencia la
voluntad de transformación de estas manifestaciones culturales por
parte de quienes han sido históricamente excluidas de ellas. Muje-
res, con distintos perles y posicionamientos, han tomado la iniciati-
va para revertir esta situación de discriminación histórica, conscien-
tes de que les ampara legalmente el principio de igualdad recogido
en la Constitución española y las leyes de igualdad entre hombres
y mujeres.
Estas reivindicaciones, que surgen del deseo de algunas muje-
res de participar en las estas de sus municipios, ponen en crisis el
orden simbólico y material de las celebraciones, y aunque se hace
generalmente desde el respeto y la defensa de la esta, implican in-
eludiblemente un cuestionamiento de lo que esta avala y representa.
La reivindicación de las mujeres abre un proceso de cuestionamiento
del orden social y de los sistemas de género, y por eso en ocasiones
provoca resistencias, bloqueos al cambio y debates encendidos, que
pueden llegar a enquistarse o producir enfrentamientos violentos.
Quienes se resisten a que las mujeres se incorporen y participen en
las estas son generalmente los hombres implicados en el núcleo de
su organización y en los actos más prestigiosos y exclusivos. Respon-
den al estereotipo de la masculinidad hegemónica y les avalan años
de trabajo por la comunidad y por el mantenimiento de la tradición.
7978
Hay que tener en cuenta, además, que la participación en las estas
está vinculada también a la pertenencia a ciertas familias (estruc-
turas de parentesco), “las de toda la vida”, así como a cierto poder
adquisitivo (pago de cuotas, compra de trajes, cenas...), formando
un entramado de vínculos y relaciones entre las autoridades políti-
cas, las estructuras de poder económico y las juntas de las estas y
entidades organizadoras (Gisbert, 2010a; Bullen y Egido, 2003; La-
ta, 2013). Se trata de relaciones con un fuerte arraigo masculino,
generalmente sin presencia de mujeres, y su posicionamiento ante el
conicto es clave para su desarrollo. A estos colectivos que se resis-
ten al cambio se unen muchas veces mujeres que también deenden
los roles tradicionales de la mujer y los puestos privilegiados de sus
familiares varones, alegando emociones y sentimientos en relación
a la esta que exigen su conservación inamovible, porque cambiar-
la signicaría deformarla o desvirtuarla en su “esencia”, acabando
con un sentimiento que consideran sagrado. Para estos sectores
“tradicionalistas”, la participación de las mujeres, especialmente
representando roles históricamente masculinos, contribuiría a la
“carnavalización” de la esta, a la pérdida de seriedad, formalidad
y emoción. Por eso difunden estereotipos negativos de las mujeres
que reivindican participar en la esta, y del feminismo en general,
criticando lo que presentan como un antimodelo de feminidad en el
aspecto físico (estereotipo de fea y marimacho), en relación a su se-
xualidad e inmoralidad (estereotipo de “mala mujer”, lesbiana, puta
o feminista), y como amenaza al statu quo (estereotipo de estar “bus-
cando bronca”, de querer destruir la esta). Al mismo tiempo, los
hombres que apoyan o demuestran simpatía con las reivindicaciones
de las mujeres son categorizados a veces como “no-hombres”, como
masculinidades fracasadas o inaceptables (cobardes, afeminados
u homosexuales) (Bullen y Egido, 2003; Farapi, 2009).
Los rituales festivos se convierten así en un espacio de disputa y
de cuestionamiento de los roles de género, donde las mujeres y las
asociaciones que deenden la participación de las mujeres intervie-
nen en el orden de la representación social, reivindicando la igual-
dad efectiva entre hombres y mujeres en la esta. Modicar los roles
y las relaciones de género no es tarea sencilla, pero, al ponerlos en
cuestión en el ámbito ritual y simbólico, se da un primer paso hacia
la transformación de los sistemas de género, abriendo un espacio
liminar, indenido, en el que se comienza a ensayar, a performar
y a representar un orden simbólico “otro” en el que las mujeres sí
tienen cabida. Se trata de un “espacio-puente”, como lo llama Teresa
del Valle (1997, 2001), que permite cruzar, traspasar y romper los
límites del orden de género, adoptando y promoviendo estrategias y
visiones distintas sobre cómo llevar a cabo un proceso de transfor-
mación hacia la igualdad. Una igualdad que puede defender las di-
ferencias genéricas y crear guras femeninas especícas para incor-
porar a la mujer, o que puede ir más allá y defender la libre elección
y el acceso igualitario de hombres y mujeres a una esta de carácter
mixto o indiferenciado. Más radical es una igualdad que promueva
la inversión o el desdibujamiento de los roles de género desde una
perspectiva queer o transfeminista, considerando legítimo que tanto
hombres como mujeres o sujetos trans puedan performar cualquier
tipo de rol (Butler, 1990; Preciado 2002). Como veremos, la inver-
sión y la transgresión de los roles de género se interpreta por los
sectores “tradicionalistas” como una amenaza emparentada con el
carnaval, con esa esta que transgrede los límites de la representa-
ción y del poder, una opción que se desprecia, se considera ridícula y
enciende pulsiones reaccionarias como la homofobia o la transfobia.
Aquí se pone en el centro el tema de la vestimenta, de la performa-
tividad, la corporalidad y el travestismo, una cuestión polémica en
8180
la construcción de nuevos imaginarios y prácticas sociales. En todo
caso, nuestro objetivo será analizar procesos singulares y el diálogo
que establecen estas reivindicaciones en los rituales festivos con los
debates feministas y la lucha por la igualdad y la participación como
vía para transformar la sociedad (Martínez-Palacios, 2018).
3. PROCESOS JURÍDICOS:
CAMBIOS Y CONFLICTOS
Tal y como se ha planteado en la introducción y en los objetivos, este
informe combina la perspectiva antropológica con la jurídica, promo-
viendo una relación más estrecha y colaborativa entre el derecho y la
antropología (Terradas, 2015; Montesinos, 2015). Esta propuesta teó-
rica y metodológica, que tiene ya un largo recorrido en ambas disci-
plinas, se sitúa entre la antropología jurídica, el realismo jurídico y la
sociología del derecho, siguiendo también la tradición de las escuelas
de antropología y derecho comparado1. Lo que nos interesa destacar
en nuestro análisis de los conictos y procesos de transformación de
los roles de género en los rituales festivos es la dimensión procesual
de los mismos y también su carácter vivido, su carácter social y per-
sonal, atendiendo al concepto de “derecho vivido” de Eugen Ehrlich
(2005). Desde esta perspectiva, cada estudio de caso se analizará des-
de su singularidad histórica, local y experiencial, es decir, atendiendo
1. Ver Ignasi Terradas (2015; 2010) o Esteban Krotz (2002).
a las vivencias y los discursos de los distintos agentes implicados.
En primer lugar, hay que tener en cuenta que la reivindicación de
justicia que promueven las mujeres en el ámbito ritual y festivo res-
ponde no solo a un deseo de participar en los acontecimientos socia-
les más importantes de sus respectivas comunidades, sino también
a una ofensa histórica que el conjunto de las mujeres ha sufrido por
parte de la sociedad —patriarcal—, al haber sido apartadas del espa-
cio público y relegadas al ámbito privado (Martínez-Palacios, 2018).
Esta ofensa histórica es la que la sociedad y las instituciones de jus-
ticia y protección del patrimonio deberían reparar, promoviendo el
cambio hacia la igualdad. El espacio simbólico de los rituales festivos
aparece como un lugar privilegiado para ello, para escenicar esa
composición reconciliadora.
No obstante, atenderemos también a esa sensación de ofensa que
maniestan quienes se oponen al cambio, que consideran violada su
identidad y sus sentimientos, despreciado su trabajo y lo que han
vivido y reproducido generación tras generación; sus tradiciones, en
denitiva. Vamos a ir viendo que lo único que se pone en cuestión
son sus privilegios de exclusividad y la hegemonía de sus concepcio-
nes de género, y además no por capricho, sino porque suponen una
discriminación contra las mujeres. En este sentido, la única repa-
ración posible a este sentimiento de ofensa sería el reconocimiento
de la labor realizada durante años en relación a las estas y, en todo
caso, si se produce, un agradecimiento a su apertura a la democrati-
zación de los rituales festivos renunciando a sus privilegios en bene-
cio de la comunidad en su conjunto. En los casos más conictivos,
atenderemos a los argumentos y estrategias de resistencia de estos
sectores sociales, para comprender la complejidad de la transforma-
ción, las oposiciones que suscita y las dicultades en la consecución
de la igualdad.
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Estas manifestaciones del conicto, vinculadas a los sentimien-
tos, a las emociones y a la propia identidad se desarrollan en el seno
de relaciones vecinales que requieren un análisis detallado que per-
mita situar los discursos y las estrategias de cada parte en su contexto
y realidad vivida. Sobre todo, porque estas primeras discrepancias,
en algunos casos, darán lugar a escenas de tensión y de violencia, a
insultos, desprecios, agresiones y presiones que se ejercen en contra
de las mujeres que quieren participar en la esta, y que se trasladan
también a las relaciones de la vida cotidiana (Asensio e Iraola, 2018;
Urretabizkaia, 2018). Manifestaciones de odio, de boicot y ostracis-
mo social, ofensas personales, acoso escolar y enfrentamientos vio-
lentos; el conicto puede traspasar todos los límites si no se gestiona
y canaliza de forma adecuada. Por este motivo, esta dimensión de
análisis es imprescindible a la hora de afrontar la resolución de los
conictos de forma pacíca, resolviendo la tensión entre continuidad
y cambio, entre costumbres fuertemente arraigadas pero injustas y
reivindicaciones de justicia que apelan al cambio social amparadas
por la legislación y los derechos fundamentales. En algunos casos,
los tribunales y las sentencias judiciales no han servido para canali-
zar y encontrar una solución a estos enfrentamientos sociales, por lo
que se hace necesaria una perspectiva antropológica y sociojurídica,
que sitúe el problema en su contexto y lo asuma con toda su comple-
jidad (Terradas, 2015; Montesinos, 2015).
Evidentemente, el análisis del derecho vivido y del carácter pro-
cesual de estos conictos se complementa también con el estudio del
marco normativo y legislativo en el que se producen, especialmente
el que se reere a la igualdad de derechos y oportunidades (artículo
14 de la Constitución española, la Ley 3/2007 para la igualdad efec-
tiva de mujeres y hombres —y sus homólogas autonómicas—, las Di-
rectivas europeas de Género de Protección contra la Discriminación,
la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discrimi-
nación contra la mujer de las Naciones Unidas, 19792; o la Directiva
2004/113/CE del Consejo europeo) y su concreción en el ámbito cul-
tural (la legislación en materia de protección del patrimonio inma-
terial y el derecho a la cultura). A esto hay que añadir las normativas
y regulaciones que cada esta desarrolla en su marco organizativo
(estatutos, ordenanzas, leyes especícas, prácticas ritualizadas...),
y los mecanismos jurídicos que se ponen en marcha tanto a nivel
municipal y administrativo (mociones, ruedas de prensa, recursos
contencioso-administrativos...), como a nivel judicial tanto civil
como penal (denuncias en los tribunales, autos de medidas caute-
lares, jurisprudencia...). En este sentido, el informe recoge la juris-
prudencia que se ha generado en torno a estos conictos, así como
un repaso de sus aspectos más signicativos para comprender los
procesos en marcha y los precedentes que se han asentado.
Como vamos a ver, el debate jurídico se sitúa concretamente en
relación a los límites de aplicación del principio de igualdad en ám-
bitos privados o respecto a entidades privadas, es decir, en torno a
los límites de la igualdad en relación a la libertad o la autonomía
de la voluntad (libertad contractual, de asociación o en relación a
bienes y servicios y relaciones entre particulares). El núcleo teórico
y jurídico de estos conictos, por tanto, no es otro que la discusión
en torno al carácter público o privado de los rituales festivos; es de-
2. La Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas 34/180, Nueva
York, 18 de diciembre de 1979 (raticada por España en 1983) dice, en su ar-
tículo 5: “Los Estados Partes tomarán las medidas apropiadas para modicar
los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con miras a
alcanzar la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de
cualquier otra índole que estén basados en la idea de inferioridad o superio-
ridad de cualquiera de los sexos o en funciones estereotipadas de hombres y
mujeres”.
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cir, la denición jurídica de qué es la esta y, por lo tanto, quién
debe decidir sobre ella y su organización, y sobre la participación
de las mujeres. Si las estas son eventos de carácter público que tie-
nen lugar en el espacio público y que se organizan gracias al apoyo
económico y logístico de las administraciones públicas, no deberían
quedar en ella resquicios de discriminación (lo ha raticado el Tribu-
nal Supremo). Sin embargo, cuando las estas son organizadas por
entidades privadas o independientes, que pueden apelar al derecho a
la libertad de admisión u organización de eventos según sus propios
criterios, se abre una disputa más compleja en relación a su carácter
discriminatorio, incluso aunque se celebren en el espacio público y
tengan el apoyo de las administraciones públicas (los tribunales se
han pronunciado de forma diferente en unos casos y en otros, pero
el Tribunal Supremo no ha considerado discriminatorias estas pri-
vadas que excluyen a las mujeres). El debate jurídico no acaba de
decantarse por una idea de justicia vinculada a la igualdad en todos
los ámbitos y defendida por las instituciones públicas. La defensa de
la libertad privada o particular está perpetuando la desigualdad en
relación a fenómenos y prácticas festivas que no deberían ser priva-
tizables, o al menos no para evadir el cumplimiento del principio de
igualdad (Balaguer, 2005). En cualquier caso, veremos que se trata
de situaciones de excepcionalidad jurídica que se deberían ir erradi-
cando, desvelando cciones jurídicas y fraudes de ley que impiden
llegar al fondo del asunto (Lekuona, 2006; Montesinos 2015).
Nuestra perspectiva, por tanto, se centra en un análisis jurídico
de los procesos de reivindicación de las mujeres y del desarrollo de
los conictos que suscitan, tanto dentro como fuera de las institucio-
nes de justicia, atendiendo además a las aportaciones de los distintos
agentes jurídicos o jurisdicciones y a las contradicciones que pueden
manifestar. En este sentido, consideramos también como agentes
implicados en el conicto a los medios de comunicación, a los repre-
sentantes públicos de distintas administraciones, a los movimientos
sociales y asociativos, Institutos de la Mujer y a las defensorías del
pueblo, pues aparecen como partícipes en la mayoría de los casos
estudiados, contribuyendo a la legitimación de ciertas posiciones. El
conocimiento del contexto en el que se sitúan los actores es también
imprescindible para saber si existe o no una sensibilidad feminista
y a favor de la igualdad que pueda facilitar el proceso, o por el con-
trario si existen tensiones o faccionalismos previos al conicto que
puedan actuar sobre él y recrudecerlo.
En cualquier caso, el cuestionamiento que realizan las mujeres
apunta hacia la transformación de ciertas costumbres, conductas y
actuaciones que están interiorizadas, que se transmiten de genera-
ción en generación, que tienen que ver con las emociones, con los
sentimientos, con los cuerpos y con las estructuras subjetivas de la
población, y que muchas veces no son percibidas como discrimina-
torias (Bourdieu, 1998). Modicar las costumbres, cuando estas se
revelan injustas y discriminatorias, es un proceso que implica cierta
violencia, porque puede atentar contra esos sentimientos o contra
el orden moral, pero esto es propio de las vindicaciones de justicia,
y creemos que no puede compararse a la violencia ejercida contra
quienes deenden un derecho legítimo amparado por la ley. En este
sentido, es muy destacable que la forma de performar ese cambio, de
reivindicar la transformación en clave igualitaria, se hace general-
mente de una forma dialogada, muy cauta, desde el respeto y la ade-
cuación al “espíritu” de la esta, y que solo ante la negativa rotunda
y el desprecio, las agrupaciones de mujeres dan pasos más rmes en
defensa de sus derechos. Muchas veces se las acusa de haber violen-
tado la esta, de promover incluso procesos judiciales, pero veremos
que esa violencia se produce cuando no se les permite una incor-
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poración progresiva y efectiva, cuando no se acepta una propuesta
de integración que pueda enriquecer la esta y hacerla más justa y
participativa. En este sentido, es interesante analizar las distintas es-
trategias y las respuestas que suscitan, favorables o contrarias, tra-
tando de identicar los elementos que facilitan y que obstaculizan la
integración de las mujeres.
4. EL PATRIMONIO INMATERIAL
COMO ESPACIO POLÍTICO
El cuarto y último eje teórico de este informe se asienta sobre la de-
fensa del derecho a la cultura desde una perspectiva crítica respecto
a las normativas de protección y conservación del patrimonio cultu-
ral inmaterial. Partiendo del reconocimiento del derecho a participar
en la cultura y en las celebraciones festivas (artículo 27 de la Declara-
ción Universal de los Derechos Humanos, artículo 44 de la Constitu-
ción española y leyes autonómicas), y asumiendo el reconocimiento
del carácter patrimonial de muchas de las estas que vamos a ana-
lizar, esta perspectiva se pregunta por la intersección entre los pro-
cesos de patrimonialización y reconocimiento ocial de los rituales
festivos y los conictos por razones de género. De alguna forma, la
visibilidad de estos conictos sociales en torno a los rituales festivos
produce un cierto impacto en la forma de entenderlos y en la defensa
de sus signicados, poniendo en cuestión la función de las guras de
protección y su contribución en la perpetuación de ciertas tradicio-
nes discriminatorias (Rostagnol, 2015; Saborido, 2011; Lata, 2013).
Al n y al cabo, ¿qué son estas manifestaciones del patrimonio in-
material?, ¿quiénes las deenden y promueven su protección?, ¿qué
valores representan? y ¿por qué deberíamos protegerlas si amparan
la discriminación o refuerzan las desigualdades de género?
Desde el momento en que los reconocimientos patrimoniales —
especialmente del patrimonio festivo— parece que ya no responden
a un peligro real de desaparición de estos bienes inmateriales o a la
necesidad de protegerlos frente al plagio o la apropiación cultural
indebida, es necesaria una reexión de fondo sobre su nalidad y
objetivos. A esta reexión se suman las visiones críticas que ya han
denunciado la instrumentalización política y económica del patri-
monio (García-Canclini, 1999), más allá incluso de su dimensión so-
cial o de su carácter cohesionador, especialmente cuando se utiliza
para promover procesos vinculados con la economía turística, muy
relacionada con la repercusión y cobertura mediática de ciertos even-
tos culturales (Santamarina, 2013, 2017; Muriel, 2014; Ariño, 2009,
1996; Pérez, 2011; Rebollo, 2017). Resuenan aquí preguntas simila-
res: ¿quién promueve los procesos de patrimonialización y con qué
objetivos?, ¿qué criterios se tienen en cuenta a la hora de otorgar pro-
tección a un bien inmaterial?, ¿pueden contribuir las normativas de
protección del patrimonio a favorecer la participación de las mujeres?
A pesar de que la defensa del patrimonio inmaterial por parte de
las administraciones españolas ha ido creciendo en las dos últimas
décadas (Santamarina, 2017; Ariño, 2009), hasta hace muy poco es-
taba olvidado institucional y jurídicamente; no estaba presente ni en
las políticas públicas ni en las normas jurídicas, que apenas hacían
referencia a esta clase de bienes de la cultura, poniendo el foco casi
exclusivamente sobre el patrimonio material. De hecho, en el ámbito
internacional, la norma más importante sobre patrimonio cultural
aprobada en la historia, la Convención de la UNESCO de 1972 no ha-
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cía mención tampoco al patrimonio inmaterial, y fue en 2003 que, en
reconocimiento de dicho olvido, la UNESCO se vio obligada a elabo-
rar una Convención especíca para la Salvaguardia del Patrimonio
Cultural Inmaterial (UNESCO, 2003). A partir de entonces creció el
reconocimiento del patrimonio inmaterial en el Estado español, que
ha quedado reejado en la Ley 10/2015, de 26 de mayo, para la Sal-
vaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, en el Plan Nacional de
Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y en la mayoría de
textos y planes autonómicos (Santamarina et al. 2008; Santamarina,
2017; Azpeitia, 2016; Pérez, 2011; UNESCO, 2003).
En este contexto, si bien la UNESCO empezó a abordar el papel
de las mujeres en la transmisión del patrimonio en 1999 e incorporó
más decididamente la perspectiva de género a partir de 2003 (cen-
trándose sobre todo en la invisibilidad de la mujer en las prácticas y
ámbitos del patrimonio), no ha sido hasta 2015 que ha hecho público
un informe más exhaustivo sobre la necesidad de abordar esta temá-
tica hablando ya del principio de igualdad: Igualdad de Género. Pa-
trimonio y Creatividad (UNESCO, 2015; Rostagnol, 2015; Cagide et
al., 2019). Además de las menciones en el prólogo de este informe, la
anterior directora de la UNESCO, Irina Bokova, hizo varias declara-
ciones en defensa de la igualdad y la democratización del patrimonio
inmaterial. Actualmente, la directora también es una mujer, Audrey
Azoulay, lo que parece dar cuenta de la apertura de un proceso am-
plio de integración de las mujeres, y quizá una transformación de la
propia mirada de la UNESCO sobre qué es el patrimonio inmaterial
(que proviene de patria, pater, la propiedad del pater familia, del
hombre) (Rostagnol, 2015).
Dentro de este proceso de reconocimiento del patrimonio inma-
terial, en el Estado español también se ha incorporado —aunque to-
davía tímidamente— la preocupación por el carácter discriminatorio
de algunas tradiciones y los problemas de realización de los derechos
culturales en cuanto a la participación y la libertad cultural de las
mujeres se reere (Arrieta, 2017; Rostagnol, 2015). El Artículo 3.b
de la Ley 10/2015, de 26 de mayo, para la salvaguardia del Patri-
monio Cultural Inmaterial, sobre el principio de igualdad y no dis-
criminación dice que “El carácter tradicional de las manifestaciones
inmateriales de la cultura en ningún caso amparará el desarrollo de
acciones que constituyan vulneración del principio de igualdad de
género”. Sin embargo, más allá de esta mención genérica a la igual-
dad de género en la Ley, esta perspectiva apenas se desarrolla en el
Plan Nacional de Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial y
hasta el momento —al menos en los casos estudiados— no parece
que la desigualdad de género se haya tenido demasiado en cuenta en
los procesos de reconocimiento patrimonial3.
A pesar de esto, sí se están dando pasos cada vez más rmes en el
reconocimiento de la discriminación de las mujeres en el ámbito cul-
tural. A inicios de 2019, el Ministerio de Cultura y Deporte español
creó el Observatorio de Igualdad de Género en el Ámbito de la Cultu-
3. El Plan Nacional de Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial (2015) no
menciona ni una sola vez el término “igualdad” ni tampoco el de “discrimina-
ción”. Solo menciona una vez la variable de género para destacar la diversidad
de apropiaciones simbólicas del patrimonio (Apartado 3.1.2. “Criterios para el
diseño y ejecución de proyectos de investigación y documentación del PCI”,
página 35); y a las mujeres para recomendar a los medios de comunicación
que a la hora de construir relatos visuales del patrimonio inmaterial tengan en
cuenta “la representatividad de todos los grupos sociales implicados en cada
práctica cultural (el papel de los hombres y de las mujeres, sobre todo cuan-
do desarrollan su actividad entre bastidores …)” (Apartado 3.3.4. “Medios de
comunicación e información”, página 49). No obstante, hay que decir que la
Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y
hombres, y especialmente algunas leyes de igualdad autonómicas, sí se reeren
a la igualdad de género en el ámbito cultural y también festivo, menciones que
se han incorporado en gran medida a raíz de los conictos que se analizan en
este informe y que iremos desglosando.
9190
ra, con el objetivo de promover estudios (cualitativos y cuantitativos)
en relación al papel de las mujeres en la cultura (la música, el teatro,
el deporte, el patrimonio cultural inmaterial, etcétera), marco en el
cual se sitúa este proyecto. Con la creación de este Observatorio se
ha dado reconocimiento ocial a un ámbito de estudio e intervención
hasta ahora prácticamente ignorado. De alguna forma, las diferentes
líneas de actuación buscan promover la presencia de las mujeres en
las instituciones de protección del patrimonio, en las estructuras or-
ganizativas de las estas, así como en la cultura en general: arte, mu-
seos, puestos de responsabilidad, grupos de música, deportes... Esto
pone en evidencia, en denitiva, que ha aumentado el interés por
introducir la perspectiva de género en los estudios patrimoniales y
en relación a la salvaguardia del patrimonio inmaterial. En el caso de
los rituales festivos, este interés se debe, en gran medida, a la reso-
nancia que han tenido las reivindicaciones de las mujeres de distin-
tas poblaciones del Estado a favor de una participación igualitaria.
El primer informe publicado por el Instituto del Patrimonio Cul-
tural Español sobre desigualdad de género en las manifestaciones
festivas del Estado español da cuenta de este interés creciente por
abordar el tema de la participación de las mujeres (Cagide et al.,
2019)4. Este informe, además de hacer un repaso de las relaciones
entre género, patrimonio inmaterial y normativas de protección,
analiza 50 manifestaciones culturales declaradas Bienes de Interés
4. El informe fue presentado en mayo de 2019 por Ángeles Querol en los semina-
rios organizados por el Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE): “La
incorporación de las mujeres en las manifestaciones festivas del Patrimonio
Cultural Inmaterial. Análisis del presente y perspectivas de futuro”, y está re-
cogido en Análisis de la participación de las mujeres en el patrimonio cultural
inmaterial: situación actual, experiencias y perspectivas de futuro (Cagide et
al., 2019).
Cultural desvelando situaciones de sumisión, invisibilidad y discri-
minación de las mujeres. También analiza manifestaciones cultura-
les inmateriales donde se han dado procesos de incorporación de las
mujeres a roles de visibilidad —como analizaremos aquí también—,
diferenciando entre los procesos que se han realizado de forma pau-
latina y no conictiva, con conicto o tensión social, o mediante un
proceso especíco de mediación.
La transformación de los rituales festivos, como de la cultura en
general, es parte de un proceso de transformación de la sociedad
en su conjunto. En este sentido, la UNESCO y otras entidades de
protección del patrimonio operan como agentes políticos que pue-
den intervenir en el ámbito cultural en clave transformadora. Es evi-
dente que puede ser una medida de presión legítima no informar
favorablemente la concesión de guras de protección a estas que
discriminen explícitamente a la mujer, y tampoco a aquellas que
lo hagan de manera tácita o práctica, tal y como sucede en algunos
casos analizados. Respecto a aquellas que ya han sido reconocidas
y mantienen prácticas discriminatorias, sería conveniente renego-
ciar las condiciones de la protección. Medidas como la retirada de
subvenciones públicas, del apoyo logístico necesario para ocupar el
espacio público, o el reconocimiento mediático e internacional, son
cuestiones que pueden contribuir de forma decisiva a que se acepte
y valore positivamente la incorporación de las mujeres.
Atendiendo a la complejidad de los fenómenos festivos y de los
conictos de género por los que están atravesados, las instituciones
protectoras del patrimonio inmaterial pueden aportar herramien-
tas críticas —desde una perspectiva interseccional— que alimen-
ten espacios de diálogo, de estudio y debate sobre el patrimonio,
donde puedan convivir las perspectivas “tradicionales” y las más
transformadoras, discutiendo, ensayando y performando procesos
9392
de cambio que reviertan la discriminación. La búsqueda de acuer-
dos y consensos para proteger estos bienes del patrimonio inmate-
rial, contribuyendo a una sociedad más justa y equitativa, implica
necesariamente que no se ampare ningún tipo de discriminación
y que se vayan transformando las estas de acuerdo con los valores
y compromisos de nuestra propia legislación en materia de derechos
fundamentales.
METODOLOGÍA
Acorde con la concepción de Patrimonio Cultural Inmaterial como
construcción social, la metodología utilizada en este proyecto es
cualitativa y reexiva, centrada en los procesos de reivindicación
y transformación de las estas en clave de género. Para ello, se ha
combinado la revisión documental y el análisis jurídico (de sen-
tencias, declaraciones de los defensores del pueblo de las distintas
comunidades, estatutos y normativas de las estas y entidades, de-
recho canónico, mociones...), con el análisis etnográco en torno
a las prácticas sociales y los discursos de los agentes implicados en
los estudios de caso seleccionados.
Como punto de partida para el análisis, se han utilizado investi-
gaciones etnográcas previas sobre los casos seleccionados que han
hecho uso de las técnicas de investigación propias de la antropolo-
gía: entrevistas en profundidad individuales y colectivas con los ac-
tores implicados y observación participante en aquellos escenarios
relacionados con la preparación, gestión, desarrollo y escenicación
de cada uno de los rituales festivos de la muestra. El trabajo biblio-
gráco se ha complementado con algunas entrevistas y encuentros
con agentes implicados en las estas que no han sido objeto de inves-
tigación todavía o que necesitaban ser actualizadas. También se han
consultado las páginas webs de las distintas entidades que organizan
las estas y de los medios de comunicación que han informado sobre
los conictos estudiados.
Se propone así una perspectiva comparativa centrada en los acto-
res sociales y en su experiencia concreta de esas situaciones de con-
icto. Asimismo, la contextualización de los datos y la información
9594
recogida es uno de los aspectos fundamentales del análisis antropo-
lógico, así que se ha llevado a cabo una investigación bibliográca
sobre las características, evolución y signicados —explícitos en este
caso— de los distintos actos festivos analizados, aunque esta infor-
mación se presenta de forma resumida.
Por último, y teniendo en cuenta que uno de los objetivos básicos
de este proyecto es la propuesta de un conjunto de medidas concre-
tas para contribuir a mejorar la equidad de género en relación a las
manifestaciones festivas, la discusión de resultados con los colecti-
vos y personas implicadas, así como con la comunidad investigado-
ra, ha hecho del diálogo una constante en este proyecto.
DESCRICPIÓN DE LOS CASOS
A continuación, se abordarán una serie de casos de estudio sobre
conictos y procesos de transformación de la esta en clave de géne-
ro. Estos casos hacen referencia a distintas tipologías de la esta y a
distintos territorios, aunque, como veremos en el análisis compara-
tivo posterior, tienen elementos en común y relaciones de semejanza
que permiten una perspectiva comparada.
Tipología de las fiestas
Es difícil establecer una tipología categórica de los rituales festivos,
pues su variedad, singularidad y sincretismo hace complicada una
clasicación satisfactoria. Ahora bien, sí podemos establecer tres
parámetros de clasicación que contribuyen de manera signicativa
a la comprensión del fenómeno festivo.
En primer lugar, se puede atender a la relación de las estas con la
temporalidad del calendario estacional (equinoccios y solsticios prin-
cipalmente) y con la conmemoración de ciertas efemérides históricas
o religiosas. Esta dimensión temporal, fundamental para comprender
el tiempo ritual y festivo, en ocasiones no es tan signicativa por la
inuencia del calendario laboral que modica las fechas de las es-
tas atendiendo al calendario vacacional (Castro, 2018; Gil Calvo, 1996;
Ariño, 1996, 1998; Ariño y García, 2006; Velasco, 1998; VV. AA., 2003).
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Un segundo aspecto sería el arraigo territorial y la relación no
solo con el espacio local y su identidad, sino también con lo que sería
la identicación regional, comarcal o nacional según cada contexto
(Terradas, 2000; 2004). En este sentido, la selección de casos que
vamos a presentar se circunscribe al ámbito del Estado español y po-
dría clasicarse por provincias, comarcas, “identidades regionales”
o “nacionalidades”, manifestándose así conictos y tensiones en la
denición de esa identidad local y supralocal.
En tercer lugar, las estas y rituales se pueden clasicar en fun-
ción de su estructura, contenidos y puesta en escena, es decir, en
función de qué aspectos comunica y representa la esta. En este sen-
tido, las festividades seleccionadas contienen elementos religiosos,
militares y populares que se entremezclan de forma singular y cuyo
estatuto —más o menos formalizado o festivo— depende de cómo
cada lugar representa y ha representado la esta a lo largo de la
historia. Aquí cobra relevancia la música, los textos, las danzas, la
vestimenta, los roles de género y, en denitiva, los factores que se
vinculan más directamente con lo performativo, con la corporalidad,
las emociones y las vivencias personales.
Evidentemente, estas tres secciones analíticas están fuertemente
vinculadas entre sí y lo vamos a ir viendo en los casos seleccionados:
1. Los Alardes de armas de Irun y Hondarribia (Gipuzkoa);
2. Las estas de Moros y Cristianos de Alcoi (Alacant);
3. Las Procesiones de Semana Santa (distintos territorios);
4. La Fiesta de Reyes de Igualada (Catalunya);
5. La Danborrada y la esta de Caldereros de Donostia (Gipuzkoa);
6. El Misteri d’Elx (Alacant).
La selección de la muestra responde, en primer lugar, al interés
por analizar los casos más conictivos y que han pasado por la vía
judicial, que son aquellos que han tenido mayor repercusión mediá-
tica y política (1, 2 y 3)1. El segundo criterio ha sido que las estas
tuvieran un reconocimiento patrimonial (2, 3, 4 y 6), y por eso se
ha incluido el Misteri d’Elx, la única con un reconocimiento de la
UNESCO, aunque no haya protagonizado un conicto en sí misma
ni sea un ritual festivo tan participativo como el resto de casos. Tam-
bién se ha querido dar cuenta de algunos procesos ejemplares que
han concluido exitosamente con la incorporación de las mujeres (4
y 5) y que además habían sido analizados previamente. Aunque es-
tos casos no aportan elementos novedosos respecto a la bibliografía
previa, se han incorporado al informe por su signicación de cara al
análisis comparativo.
Si la muestra no es equilibrada en el sentido territorial, es por-
que se han privilegiado los criterios expuestos, especialmente el de
la conictividad, y también por cuestiones prácticas y de logística a
la hora de llevar a cabo la investigación. En todo caso, se han iden-
ticado un número considerable de casos en distintos territorios del
Estado español, todavía sin estudiar, que podrían dar lugar a otro
informe en el que la reexión sobre las singularidades territoriales
pudiera ir tomando cuerpo.
Los distintos capítulos dedicados a los estudios de caso compar-
ten una misma estructura, con algunas variaciones, que pretende
facilitar la lectura comparativa: 1. Presentación de la esta, 2. La rei-
vindicación de las mujeres y 3. Situación actual.
1. En este sentido hay que tener en cuenta que la muestra no es representativa del
panorama general del patrimonio cultural inmaterial en el Estado español, sino
que es una muestra signicativa en cuanto a conictos de género. Las caracte-
rísticas de estas estas y conictos no son extrapolables a todo el patrimonio
ritual y festivo, aunque el análisis propuesto puede servir de pauta metodológi-
ca y teórica para un análisis con perspectiva de género de otras manifestaciones
festivas.
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1. LOS ALARDES DE ARMAS DE IRUN
Y HONDARRIBIA (GIPUZKOA)2
1.1. Presentación de la fiesta
El elemento central y más signicativo de las estas patronales de
estos dos pueblos guipuzcoanos son los Alardes de armas que reco-
rren las calles de ambos municipios el día principal de sus estas: el
30 de junio, San Marcial, en Irun y el 8 de septiembre, día de la Vir-
gen de Guadalupe, en Hondarribia. En torno a estos desles de ca-
rácter cívico-militar se organizan las actividades festivas de los días
previos y posteriores, así como una serie de actos, nombramientos y
redes de trabajo a lo largo de todo el año.
El Alarde es una procesión marcial que integra distintas unidades
y compañías compuestas por guras y cargos ordenados jerárquica-
mente. Tanto el Alarde de Irun como el de Hondarribia siguen un
itinerario y unos tiempos denidos, y van haciendo paradas en de-
terminados lugares para llevar a cabo una serie de actos ceremonia-
les: recogida y entrega de la bandera de la ciudad, revista de armas,
descargas de artillería y con las escopetas, misa en la ermita, des-
le y rompan las. La información detallada sobre el recorrido y los
detalles ceremoniales del Alarde, así como la procedencia e historia
2. Para el desarrollo de este estudio de caso, además de la lectura de la bibliografía
citada, se han realizado entrevistas a mujeres de Irun y de Hondarribia, y se ha
hecho observación participante en los Alardes de ambos municipios durante
2019. También se ha recogido mucha información de medios de comunicación
y redes sociales.
particular de cada compañía puede leerse en las páginas web de cada
Alarde y en las de cada compañía3.
Este tipo de alardes de armas tienen una procedencia medie-
val, aunque su escenicación y simbolismo ha ido cambiando con
el tiempo. Evocan, por un lado, las revistas de armas que realiza-
ban a las milicias locales (forales, en este caso) en el siglo xv y xvi,
y por otro, se vinculan también con la conmemoración de victorias
militares (en 1522 y 1638 respectivamente, vinculadas con las gue-
rras fronterizas con Francia) a partir de las cuales se empieza a ren-
dir voto anual de agradecimiento al santo patrón San Marcial o a
la Virgen de Guadalupe, acudiendo en procesión hasta su ermita.
A partir de este sincretismo se da un proceso de folclorización de los
acontecimientos y su conversión en actos cívicos, religiosos y festi-
vos, los cuales se fomentarán especialmente a nales del siglo xix.
Estos festejos irán cambiando y acompañarán e intervendrán en los
avatares históricos y en las maniobras políticas, reejando en cada
época el orden social y los distintos discursos presentes en el territo-
rio, cuestión que es importante destacar para poner en evidencia el
carácter dinámico y también político de estos rituales. Como relata
Tranche (2006a), la idea sobre qué es lo que conmemora exactamen-
te el Alarde de San Marcial de Irun ha sufrido importantes variacio-
nes a lo largo del tiempo, tantas como ideologías se han alternado
en el poder: la burguesa en el siglo xix, la republicana de los años
30, el nacionalcatolicismo de la Dictadura y el nacionalismo vasco.
Cada época ha tratado de adaptar el sentido del Alarde a una lectura
contemporánea, y por eso la discusión sobre la historia será central
3. www.hondarribikoalardea.com, www.alardedeirun.com, www.alardepublico.
org. Ver también Tranche (2006a, 2006b), Bullen (2000) o Bullen y Egido
(2003).
101100
en los debates en torno a la incorporación de las mujeres (Moreno
y Kerexeta, 2006; Bullen y Egido, 2003).
1.2. La reivindicación de las mujeres
Desde nales del siglo xix y hasta los años 90, las mujeres solo po-
dían representar el papel de cantineras en los Alardes, una en cada
compañía, en un desle protagonizado y organizado exclusivamente
por hombres (Bullen, 2000; Bullen y Egido, 2003). La gura de la
cantinera también ha cambiado, primero era encarnada por mujeres
de clase baja que representaban a quien servía la bebida a la tropa y,
después, con el impulso que se le dio al Alarde durante la Dictadura,
el cargo se volvió más selecto y prestigioso y empezaron a represen-
tarlo jóvenes de clases acomodadas y de la alta burguesía (Tranche,
2006a). Actualmente, cada cantinera es elegida anualmente por los
hombres de cada compañía; ellos proponen las candidatas, las pre-
sentan y deciden por votación en función de relaciones de vecindad,
prestigio y capacidad económica. Ser elegida cantinera es un gran
honor para las jóvenes de ambos municipios, un acontecimiento que
se espera con fervor y que constituye en muchos casos el día más
importante de sus vidas. Ejercer como cantinera exige una gran in-
versión de tiempo y dinero en la elección de trajes, peluquería, ma-
quillaje, fotografías, accesorios, merienda para la compañía..., un
despliegue económico que implica a toda la familia y que no todo el
mundo puede asumir (Bullen, 1997a, 1997b). La gura de la cantine-
ra se asocia con la presentación a la sociedad de las jóvenes solteras
y exalta los ideales de belleza, sacricio (porta unas botas que la mor-
tican), amabilidad y buen hacer. Las cantineras realizan cenas y re-
uniones de cantineras, tienen un acto ocial para su presentación,
y las que han ostentado el cargo serán cantineras para toda la vida,
destacando socialmente y participando en los eventos cada año.
Aparte de las cantineras, el papel tradicional de las mujeres ha
sido el de espectadoras desde las aceras y balcones, aplaudiendo a
los hombres y también como ayudantes o facilitadoras de la esta
en las tareas del hogar, preparación de trajes y cuidado de los hijos.
Quedaban, por tanto, representados en los alardes los dos modelos
normativos de la feminidad: el de mujer-madre, cuidadora del hogar
relegada al espacio privado, y el de mujer bella y joven, objeto de
deseo, en edad de casarse (Bullen y Egido, 2003).
EL DESEO DE PARTICIPAR DE LAS MUJERES Y SU NEGACIÓN
Seguimos aquí el relato de Tranche (2006a, 2006b) y de Bullen
y Egido (2003). La Asociación Emeki (asociación cultural de mu-
jeres) fue la primera que planteó la posibilidad de que las mujeres
participaran en el Alarde de Hondarribia. Empezaron a trabajar en
ello en los años 80, tras la transición política, enviando cartas a los
mandos del Alarde y al Ayuntamiento4. Con mucha insistencia, al-
gunas mujeres consiguieron formar parte de la Junta del Alarde con
4. Tanto el Alarde de Irun como el de Hondarribia han sido organizados tradicio-
nalmente por una Junta del Alarde y una Junta de Mandos. La primera tenía
vínculos con los Ayuntamientos (nanciación y participación del alcalde), aun-
que también mucha autonomía. Estudiaba, organizaba y proponía mejoras en
la esta. La segunda estaba conformada por los cargos principales del Alarde,
los mandos, que eran quienes tomaban las decisiones y dirigían la celebración
y puesta en escena del Alarde.
103102
voz pero sin voto en 1993 (Bullen y Egido, 2003). El primer año di-
jeron que no iban a salir —querían actuar poco a poco—, pero que
empezarían a enseñar a tocar el txibilito a las mujeres que quisieran.
En 1994 se profundizaron las conversaciones y se habló sobre cómo
y cuándo incorporar a las mujeres; pero la Junta de Mandos decidió
suspender los contactos (Tranche, 2006b). A partir de entonces, to-
das las cartas, sugerencias y peticiones de acudir a las reuniones fue-
ron desatendidas, y por eso decidieron trasladar el debate a la calle.
En 1995 se hizo una encuesta donde más del 50 % de los encuestados
no consideraba adecuado que las mujeres deslaran como soldados
(Asensio e Iraola, 2018:13).
En Irun, con la constitución del primer Ayuntamiento surgi-
do de unas elecciones democráticas en 1979, se empezó a denir
cómo se organizaría y celebraría el Alarde a partir de entonces y,
para ello, se redactó una nueva Ordenanza en 1980 cuyo objetivo
principal fue estipular quién debía encargarse de su organización y
qué papel jugaría el Ayuntamiento en ella. Cada partido político con
presencia municipal tendría derecho a nombrar un delegado en la
Junta del Alarde y también se constituyó la Comisión permanente
de las Fiestas de San Pedro y San Marcial de la que formaban par-
te 67 entidades, con quince representantes, y fue gracias al carác-
ter abierto de esta Comisión que las mujeres del colectivo Irungo
Emakumeak (Mujeres de Irun) pudieron exponer su punto de vista
sobre la esta y el carácter discriminatorio del Alarde. Sin embargo,
sus planteamientos no fueron bien acogidos y tanto en la calle como
en la prensa proliferaron los escritos y comentarios burlescos, algu-
nos con un tono agresivo y denigratorio hacia las mujeres (Tranche,
2006b). Irungo Emakumeak decidió abandonar el asunto, pero al-
gunas mujeres de Irun continuaron planteando el tema año tras año,
y algunas se inltraban en el Alarde, junto a sus amigos, a veces sin
ser descubiertas y otras, hasta que eran expulsadas en algún punto
del recorrido.
Posteriormente se creó el colectivo Bidasoaldeko Emakumeak
(BAE) (Mujeres de la Comarca de Bidasoa), unión de todos los gru-
pos de mujeres de la comarca para celebrar el 8 de marzo: estaban
los colectivos que hemos mencionado, algunas concejalas del Ayun-
tamiento de Irun, mujeres vinculadas a la izquierda abertzale y a
movimientos sociales y feministas. Desde allí empezaron a trabajar
colectivamente por la participación de las mujeres en los alardes,
una cuestión polémica que no generaba consenso ni entre las pro-
pias mujeres. La primera escenicación pública de su reivindicación
fue en el pleno del Ayuntamiento de Irun (24/04/1996) que debía
votar una nueva ordenanza del Alarde que estipulaba que los parti-
dos políticos dejarían de tener representación en la Junta del Alarde,
regulando su independencia frente al organismo municipal (Tran-
che, 2006b). BAE presentó una serie de enmiendas que planteaban
el tema de la participación de las mujeres y manifestó públicamen-
te su voluntad de preservar y renovar la tradición, en contra de los
rumores que hablaban de que querían romperla y traicionarla. Su
petición estaba avalada por informes del Ararteko (Defensoría del
pueblo), Emakunde (Instituto Vasco de la Mujer) y Eusko Ikaskunt-
za (Sociedad de Estudios Vascos), favorables a la incorporación de
las mujeres5.
Solicitaron que en la Ordenanza se armara de modo explícito
que a nadie se le debía restringir la participación en el Alarde por
motivos de raza, sexo o religión y que, en el artículo 15 de la nueva
5. Ver Petición de BAE al Ayuntamiento y grabación del Pleno del Ayuntamiento
de Irun 24/04/1996 en el que las mujeres hicieron un acto simbólico de com-
promiso con el mantenimento de la tradición del Alarde.
105104
ordenanza, la mención a “soldados” se cambiara por “componentes”,
o que “soldados” se interpretara en el sentido de hombres y muje-
res, y que esa aclaración quedara bien reejada en la Ordenanza. Las
mociones no se aceptaron, por 16 votos en contra (PSOE, PNV, PP),
frente a 8 a favor (HB, EA, IU). Sí se aprobó que los partidos políticos
dejaran de tener presencia en la Junta del Alarde, aunque fue nece-
sario el voto de calidad del alcalde para romper el empate. Aunque
la Ordenanza de 1996 nunca llegó a aprobarse de forma denitiva,
los resultados de esta votación pusieron de maniesto el conicto
existente y el posicionamiento de las partes. El Alarde siguió regu-
lado por la Ordenanza de 1980, que permitía a los grupos políticos
seguir asistiendo a las reuniones y seguir planteando el tema de la
participación femenina en el seno de las mismas (Tranche, 2006b).
Ante estas negativas reiteradas, un debate encendido en los me-
dios de comunicación y un comunicado de la Junta del Alarde de
Irun que armaba que el Alarde estaría compuesto por varones, BAE
manifestó públicamente su intención de participar en el Alarde de
ese año, 19966. A partir de entonces, Irun se llenó de rumores, de
chistes y burlas, de insultos y violencia latente y, a medida que se
acercaba la fecha del Alarde, la tensión iba en aumento, hasta el pun-
to que las mujeres que tenían pensado formar parte del desle pidie-
ron protección al Ayuntamiento, que respondió que no podía garan-
tizarles su seguridad (Tranche, 2006b). El día del Alarde, 57 mujeres
y un grupo similar de hombres se “inltraron” en la compañía Ama
Xantalen y entraron en el desle. Entonces se desató la agresividad
y la confusión; parte del público les insultaba e increpaba; “que se
vayan” coreaban, y otra parte les aplaudía y protegía. La Policía
6. Ver grabación de la rueda de prensa junio 1996.
Municipal formó un cordón de protección a su alrededor, pero la
gente insultaba, empujaba y les arrojaba gravilla, latas de refrescos…,
la tensión era muy alta7. A pesar de todo, la valoración de las mujeres
fue positiva: se había puesto un pie en el Alarde y consideraban que
era el principio de un proceso imparable (Tranche, 2006b).
Tras estos incidentes, las mujeres de BAE acudieron a la reunión
de la Junta del Alarde de Hondarribia para solicitar también partici-
par en la esta. Esta hizo la consulta a los Mandos y estos dijeron que
no. Se produjo entonces la misma escalada de tensión que en Irun,
con debates historicistas y sin que el Ayuntamiento tomase ninguna
posición. En este caso, la relación de las Juntas con el Ayuntamiento
no estaba reconocida en una Ordenanza, sino por la costumbre y por
una normativa municipal. Se repitió el proceso de desprecio y falta
de escucha de las reivindicaciones femeninas y las mujeres decidie-
ron, como en Irun, entrar ellas mismas en el desle en una compañía
donde había algunos hombres “cómplices”. Se escondieron horas
antes en un domicilio de la calle Mayor y al paso del Alarde, 25 mu-
jeres y algunos hombres trataron de salir del portal para integrarse
en el desle. Se produjo una fuerte resistencia, física y violenta por
parte de los soldados de distintas compañías. Se lanzaron insultos,
golpes y las mujeres apenas pudieron avanzar, tuvieron que volver
al portal para evitar más agresiones. Ningún político local lamentó la
situación o pidió respeto para las mujeres (Tranche, 2006b).
7. Ver grabación del Alarde de 1996.
107106
LA DISCUSIÓN JURÍDICA SOBRE LA DISCRIMINACIÓN
DE LAS MUJERES: LA VÍA ADMINISTRATIVA
Los contrarios a la participación femenina crearon el grupo Betiko
Alardearen Aldekoak (A favor del Alarde de siempre); primero en
Hondarribia (HBAA) y meses más tarde en Irun (IBAA)8. El obje-
tivo de la asociación era defender el Alarde “tradicional”; querían
demostrar que las mujeres no debían participar en el Alarde como
soldados porque nunca lo habían hecho y porque las mujeres no par-
ticipaban en las milicias ni en la guerra; su rol tradicional era el de
cantineras y así debía continuar9. Convocaron diversas manifesta-
ciones pro-Alarde “tradicional”. Como contrapartida, en Hondarri-
bia se creó la Asociación Juana Mugarrietakoa Taldea —integrada
en BAE— para tratar especícamente el tema de la incorporación
al Alarde y también para emprender la vía judicial. Varias personas
denunciaron las agresiones que habían sufrido el día del Alarde10 y
se puso un recurso contencioso-administrativo contra la resolución
del Ayuntamiento (del 31/01/1997) que desestimaba la petición de
BAE de ejercer su derecho de ciudadanía participando en el Alar-
de en igualdad de condiciones que sus conciudadanos varones, sin
8. A partir de entonces, a quienes se oponen a la participación de las mujeres se
les denomina “betikos”. Aquí se pueden ver algunas noticias sobre el conicto
(30/05/1997) con declaraciones de distintos agentes.
9. No obstante, como ya hemos mencionado, la gura de la cantinera se introdu-
ce, junto a otros cambios principalmente estéticos, a nales del siglo xix.
10. Un grupo de mujeres denunció ante el Juzgado de Irun haber sido agredidas
por un grupo de hombres, a quienes se les acusaba de lesiones, amenazas, coac-
ciones e injurias. La Sentencia, de 26/03/1998, absolvió a todos ellos por falta
de pruebas. Nadie quiso testicar contra ellos para apoyar la versión de las
mujeres.
recibir trato diferenciado ni ser discriminadas por razón de sexo11.
Aunque este recurso inició la judicialización del conicto y esto agu-
dizó las tensiones, las mujeres pensaron que era su única opción, ya
que, cuando alegaban que se estaba violando un derecho fundamen-
tal al negarles participar en la esta, siempre les contestaban que
eso debía declararlo un tribunal y que no estaba tan claro (Moreno
y Kerexeta, 2006).
El 24 de junio, siguiendo el relato de Tranche (2006b), el Tri-
bunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV) ordenó al Ayun-
tamiento de Irun, a través de un auto de medidas cautelares, que
permitiera deslar a las mujeres. Aunque no entraba todavía a juz-
gar el fondo del asunto, ya anunciaba una disposición favorable a la
igualdad obligando al Ayuntamiento a permitir la participación de
mujeres en el Alarde a través de una “formación propia”, que podría
ser suprimida con posterioridad cuando el Tribunal se pronunciara
en rme. El alcalde aceptó la formación de una compañía, pero dejó
que la Junta del Alarde votara si la admitía o no. El resultado de
la votación, rodeada de tensión y de presiones, fue a favor de que
la nueva compañía deslara al nal del Alarde, por 15 votos contra
12. Aunque el general acató la decisión, los doce mandos que habían
votado en contra presentaron su dimisión y se tuvo que suspender el
tradicional aurresku de autoridades porque la banda de música se
insubordinó y decidió no acompañar a la corporación en un ambien-
te de tensión con gritos de “fuera” y “traidores” que se dirigían a los
11. Era un recurso especial de Protección Jurisdiccional de los derechos Funda-
mentales (774/97 de 15 de marzo 1997), que pedía la anulación de la resolución,
de los artículos 23 y 24 de la Ordenanza del Alarde, y el 14 si es que excluía a
las mujeres el término “soldados”. Solicitaba medidas cautelares para poder
ejercer ese derecho en el Alarde de 1997.
109108
concejales12. Las mujeres aceptaron deslar al nal, prácticamente
fuera del Alarde, pero acabaron deslando ellas solas entre agresio-
nes y lanzamientos de botellas, protegidas por un cordón de seguri-
dad espontáneo (Tranche, 2006b; Bullen y Egido, 2003). Un “Alarde
alternativo”, multitudinario, compuesto por los mandos dimitidos y
la mayoría de compañías, desló por otro recorrido sin cumplir con
la tradición y yendo en contra del auto judicial13.
Ante esta situación, en Hondarribia se intentó un acercamiento
entre las partes y el alcalde propuso un foro de negociación, pero la
idea no prosperó. Los “tradicionalistas” convocaron una manifesta-
ción con el lema: “Hablar sí, negociar no” (Tranche, 2006b). La aso-
ciación Juana Mugarrietakoa solicitó formalmente al Ayuntamiento
que se posicionase a favor del derecho de las mujeres y que suscri-
biera las declaraciones que se habían hecho en el Parlamento Vasco
apoyando la participación de las mujeres en condiciones de igualdad.
Sin embargo, el alcalde mantuvo silencio y la asociación interpuso
un recurso contencioso-administrativo contra este silencio negativo,
por la misma vía que en Irun: Protección Jurisdiccional de Derechos
Fundamentales14. Además, no sin debate, las mujeres decidieron
crear la Compañía mixta Jaizkibel, que anunció su intención de par-
12. Ver grabación de fragmentos de la Rueda de prensa del alcalde, de-
claraciones del General Javier Vergara y rueda de prensa de IBA.
Ver grabación con las declaraciones de la Junta del Alarde sobre la dimisión de
mandos e imágenes sobre el aurresku y su suspensión 29/06/1997.
13. Ver grabación del Alarde Público de 1997 y telenoticias (1/07/1997), El Diario
Vasco (1/07/1997).
14. En la solicitud (7/07/1997), las mujeres pedían al alcalde -también como presi-
dente de la Junta del Alarde- que declarara su derecho a participar en el Alar-
de de Hondarribia en condiciones de igualdad respecto de sus conciudadanos
varones, admitiendo su incorporación en las compañías de sus respectivos
barrios. El recurso (4069/97) solicitaba la anulación de esa resolución desesti-
matoria por silencio administrativo y que se declarara como infracción.
ticipar en el Alarde. Sin embargo, un cordón o “tapón” de mujeres,
únicamente mujeres, les impidió el paso y la entrada en la plaza.
En enero de 1998, dos sentencias del TSJPV declararon el derecho
de las mujeres a deslar en los Alardes, tanto de Irun como de Hon-
darribia, en condiciones de igualdad con sus conciudadanos varo-
nes, anulando las resoluciones de ambos alcaldes e instándoles a
propiciar la participación de las mujeres en los Alardes públicos15.
El principal argumento del Tribunal fue que el Alarde no era la reme-
moración exacta de los hechos que se conmemoraban y que, por lo
tanto, no se podía justicar la exclusión de las mujeres en base a ese
argumento. Además, declaraba que, aunque lo fuera, se trataría de
una costumbre que no podría estar en oposición con el principio de
igualdad (Alcaraz, 2014). Por otra parte, al haber quedado demostra-
da la participación de los Ayuntamientos en las Juntas del Alarde, en
su organización y nanciación, el Tribunal consideraba inadmisible
la discriminación por razón de sexo en base al artículo 14 de la Cons-
titución (Martínez, 2000; Lekuona, 2006; Burzaco, 2006).
LA “PRIVATIZACIÓN” DE LA FIESTA:
CONTINÚAN LAS DENUNCIAS Y SE ABRE LA VÍA CIVIL
Cuando la sentencia se dio a conocer, los alcaldes de ambas pobla-
ciones anunciaron su acatamiento, a diferencia de los grupos Betiko
Alardea; el de Irun recurrió la sentencia e instó al pueblo a no se-
15. Sentencias de la Sala de lo Contencioso del TSJPV: 15/98, de 16 de enero (Irun)
y 86/1998, de 17 enero (Hondarribia). Noticias al respecto en el Diario Vasco
(24/01/1998) Se hace pública la sentencia del TSJPV, (27/01/1998) El alcalde
de Irun acepta la sentencia, (28/01/1998) Las fuerzas políticas de Irun a excep-
ción del PNV aceptan la sentencia, (9/02/1998) Entrevista a los alcalde de Irun
y Hondarribia.
111110
cundarla16. En Hondarribia se convocó una manifestación a favor de
interponer un recurso y tras ella el Ayuntamiento anunció que recu-
rriría la sentencia, con los votos favorables de PNV y EA17. Los man-
dos de la dimitida Junta del Alarde no hicieron ninguna valoración
de la sentencia y anunciaron su decisión de mantener el desle sin
mujeres. Como eran conscientes de que, tras la sentencia, era posible
que el Ayuntamiento les negara la colaboración, crearon una nueva
Junta del Alarde, con los mismos componentes, pero desvinculada
del Ayuntamiento y constituida como asociación. En Hondarribia
también se anunció la denitiva desvinculación del Ayuntamiento
y del Alarde mediante la creación de una entidad privada: la funda-
ción Alarde Fundazioa18. Los “tradicionalistas” tuvieron que ir a re-
gistrarla a Navarra porque en el País Vasco se consideraba que el n
de su creación era hacer frente y evadir el principio de igualdad, por
lo que no se admitía su registro (Tranche, 2006b)19. Actuando a partir
de entonces como entidades privadas, tanto la Junta del Alarde de
Irun como Alarde Fundazioa se iban a acoger al derecho de reunión
y manifestación para poder organizar el Alarde los años siguientes,
16. Recurso de casación 2241/1998. Alegaban que era una sentencia política, fruto
de la presión ejercida por las instituciones y la prensa, y también tachaban de
falso el informe histórico elaborado por la UPV / EHU que se había utilizado en
el juicio (Tranche, 2006b). Declararon que la sentencia no respondía al sentir
de la mayoría del pueblo de Irun, aunque en esta ya se había argumentado que
no se podía conculcar un derecho fundamental por la voluntad mayoritaria,
ya que son derechos aprobados para la convivencia básica y reconocidos en la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, y quedan fuera de cualquier
consulta o refrendo.
17. Recurso de casación 2239/1998.
18. http://www.hondarribikoalardea.com
19. El Departamento de Cultura y el de Justicia del Gobierno Vasco denegaron la
inscripción de la fundación por vulnerar el principio de igualdad. El derecho
navarro solo les exigía hacer escritura pública de sus estatutos ante notario
(Tranche, 2006b).
evadiendo así el cumplimiento de las sentencias del TSJPV. Ya no
podían recibir el apoyo económico del Ayuntamiento, pero tenían li-
bertad para excluir a las mujeres con el objetivo de mantener lo que
consideraban su tradición. Hay quienes consideran esta maniobra de
privatización como un fraude de ley (Lekuona, 2006).
De todas formas, como en Irun la Ordenanza de 1980 “obligaba”
al Ayuntamiento a organizar un Alarde20, se formó una nueva Junta
del Alarde, pública, con una treintena de personas (Tranche, 2006)21.
Mientras tanto, el Alarde “tradicional” eligió su general entre los man-
dos dimitidos y empezó a recaudar dinero de donativos de particulares,
de miembros de las distintas compañías y de empresas de la comarca.
Posteriormente decidieron organizar Alardealdia, una iniciativa para
recaudar dinero para organizar el Alarde, que ya no contaba con -
nanciación municipal22. En junio, más de 10.000 personas acudieron
a una manifestación en defensa del Alarde “tradicional” y luego a otra
bajo el lema “Respeto a la voluntad popular” (Tranche, 2006b).
20. En octubre de 1997 el Pleno del Ayuntamiento de Irun había suspendido la
Ordenanza de 1980 a petición del alcalde, quien consideraba que no se estaba
cumpliendo y que era mejor suspenderla dado el conicto existente, en aras de
buscar una solución. Sin embargo, esta suspensión fue recurrida por Izquierda
Unida ante el TSJPV (Recurso 6383/1997) considerando que era una estrategia
para evadir su responsabilidad y favorecer la privatización del Alarde. La Sen-
tencia TSJPV 3777/2000, de 11 de julio de 2000, decretó primero la suspensión
cautelar del acuerdo y luego su anulación, por lo que la Ordenanza siguió vigen-
te. Ver grabación El alcalde propone la suspensión de la Ordenanza de 1980, a
partir del minuto 13:15.
21. Diario Vasco (22/05/1998) El Ayuntamiento crea un censo para participar
en el Alarde Municipal, (6/06/1998) El Alarde Municipal elige a su General,
(7/06/1998) Román Rico presenta al nuevo General, (9/06/1998) Betiko acu-
sa al Ayuntamiento de actuar “contra el sentir del pueblo”, (primavera 1988)
Diversos artículos de opinión.
22. Alardealdia es una celebración anual que consiste en un recorrido de 7 kiló-
metros por la zona rural de Irun con distintas paradas con escenarios para
conciertos, barras y almuerzo. En Hondarribia, a partir de 2017, se empezó a
organizar una actividad similar, Alardearekin bat.
113112
El Departamento de Interior del Gobierno Vasco dictó la resolu-
ción que debía regular los horarios y recorridos de ambos alardes,
dado que había un claro problema de orden público, y aunque aceptó
la hora de salida propuesta por los organizadores del Alarde “tradi-
cional”, varió su recorrido. El Alarde municipal seguiría el recorrido
y el horario tradicional porque así aparecía en el programa de estas
del Ayuntamiento. Ante estas decisiones, se volvió a suspender el au-
rresku y otros actos de las estas y el alcalde recibió una gran pitada
cuando iba a encender la hoguera de San Juan (Tranche, 2006b)23.
En general, las mujeres debieron deslar con vigilancia policial que
las protegiera de lanzamientos y de barricadas humanas24. A pesar
de todo, se vivieron momentos positivos y de gran emoción, al asistir
al surgimiento de un nuevo modo de ver la esta: integradora, de-
mocrática e igualitaria (Tranche, 2006b)25. En el plano judicial, seis
mujeres pusieron una demanda civil —de Protección de los Derechos
Fundamentales— contra los organizadores del Alarde “tradicional”,
por considerar que habían vulnerado el derecho de igualdad y no
discriminación de las mujeres, al no permitirles participar26.
En Hondarribia, las organizaciones “por la igualdad” anunciaron
23. Diario Vasco: (21/06/1998) Interior dispone que el Alarde tradicional arran-
que a las 7 de la mañana y cambia ligeramente su recorrido, (30/06/1998) El
TSJPV y el Juzgado de Irun desestiman los recursos sobre el Alarde tradicional,
(1/07/1998) Irún tuvo la esta en paz. Ver Bando Municipal sobre la suspen-
sión de actos.
24. Durante la presentación de cantineras del Alarde municipal en la Biblioteca
Municipal resultó agredida de consideración una de las mujeres que deslaban
(Tranche, 2006b).
25. Ver grabación del Alarde público de 1998.
26. Solicitaban que se dictase sentencia declarando que “el acto conmemorativo
del Alarde de San Marcial organizado por los demandados, a la manera tradi-
cional, vulneraba el derecho fundamental a la igualdad y a la no discriminación
por razón de sexo”, y condenando a los demandados a no impedir, restringir o
dicultar su participación o la de cualquier otra mujer en esos actos.
su intención de participar en el Alarde de 1998 y pidieron al Ayun-
tamiento, en una rueda de prensa, que hiciera cumplir la sentencia
del TSJPV organizando un Alarde inclusivo o autorizándoles para
organizar uno. El alcalde contestó que la organización y el funciona-
miento del Alarde correspondía a los mandos y no al Ayuntamiento
y designó a Alarde Fundazioa como entidad organizadora, decisión
que fue recurrida por vía contencioso-administrativa27. El desle del
Alarde “tradicional” adoptó la forma jurídica de una manifestación,
amparada por el derecho de reunión, y también el de la compañía
Jaizkibel, que se convirtió en una reivindicación feminista a favor de
la igualdad en el Alarde.
Los enfrentamientos entre ambas partes surgieron cuando las
mujeres “tradicionalistas” empezaron a acosar a Jaizkibel en sus re-
uniones, presentándose con pancartas, bloqueándoles el paso en los
ensayos, haciendo barricadas humanas o tapones manifestando su
desacuerdo con que participaran. Jaizkibel solicitó protección para
el día 8 al Departamento de Interior, pidiendo seguridad y amparo
en el ejercicio del derecho de igualdad. Ese día, en el lugar de salida,
numerosas personas esperaban a la compañía para impedirle entrar
a la plaza donde se concentran las tropas. Se produjeron innidad de
agresiones, también a reporteros grácos, lo que indicaba que se em-
pezaba a normalizar la situación de violencia y la impunidad, incluso
cuando las denuncias empezaron a venir de las dos partes (Tranche,
2006b). Diez mujeres “tradicionalistas” de Hondarribiko Emaku-
meak (Mujeres de Hondarribia) presentaron denuncias penales con-
tra Jaizkibel por las agresiones sufridas mientras hacían el tapón,
presentando magulladuras y pequeños cortes (Tranche, 2006b).
27. Recurso 4434/1998.
115114
La asociación Juana Mugarrietakoa, por su parte, puso un recurso
contencioso-administrativo contra la orden de los responsables de
interior y la actitud adoptada por la Ertzaintza durante el Alarde, que
impidió su derecho de manifestación y reunión en igualdad28.
LA POLICÍA EN LA FIESTA Y EL DERECHO DE REUNIÓN
Respecto a la denuncia por vía civil, el Juzgado de primera Instan-
cia nº 3 de Irun, atendiendo al informe del Ministerio Fiscal, dictó
sentencia sin entrar en el fondo de la cuestión por incompetencia de
jurisdicción (20/05/1999). El Ministerio argumentaba que el Alarde
de San Marcial no era una manifestación sujeta al derecho de reu-
nión, ni tampoco un acto estrictamente privado, sino que lo conside-
raba un espectáculo público y una actividad recreativa que —según la
Ley del Parlamento Vasco 4/1995 de 10 de noviembre, de Espectácu-
los Públicos y Actividades Recreativas— debía obtener el permiso de
la administración municipal para llevarse a cabo. Por lo tanto, si el
Alarde no respetaba los derechos fundamentales, debía denunciarse
la autorización municipal del acto por vía contencioso-administrati-
va. Ambas partes recurrieron la sentencia, buscando que se entrara
a fondo en la cuestión planteada, es decir, sobre el derecho de las
mujeres a participar en Alarde, más allá de cuál fuera su denición
jurídica29.
Ese año, nuevamente el Departamento de Interior dictó una reso-
lución jando la Arrancada del Alarde “tradicional” de Irun y pidió
al alcalde que jara el horario del Alarde municipal. Se repitió la si-
tuación de tensión de años anteriores, pero el alcalde consideró que
28. Recurso 4359/1998.
29. Recursos de apelación 2251/1999.
fueron mínimos y que se iban consolidando ambos desles (Tranche,
2006b). Se mostró partidario de apoyar el desle “tradicional”, dado
su carácter mayoritario, y también el municipal, pero desligándolo
del Ayuntamiento30. En Hondarribia, los ensayos de Jaizkibel fueron
obstaculizados de nuevo por tapones y sus miembros recibieron in-
sultos e incluso pedradas y un colectivo de reporteros grácos exigió
garantías para desarrollar su trabajo, enviando una nota de protes-
ta a Interior y al alcalde de Hondarribia (Tranche, 2006b). Durante
el Alarde de ese año se repitieron las escenas de tensión y el fuerte
dispositivo policial actuó cargando contra la gente. Doce personas
resultaron heridas y precisaron atención médica y la Ertzaintza in-
terpuso 15 denuncias por desobediencia y atentado a la autoridad
(Tranche, 2006b). Como respuesta se presentaron 1.500 autoincul-
paciones y los grupos políticos pidieron la comparecencia del Conse-
jero de Interior, que asumió que la actuación policial había sido “una
mala solución” (Tranche, 2006b; Bullen y Egido, 2003)31.
La sentencia del Juzgado de Irun había abierto la discusión jurí-
dica en torno a la naturaleza del Alarde: si era adecuado que deslara
con un permiso de manifestación amparado por el derecho de reu-
nión (en ese caso Jaizkibel podía considerarse una contramanifesta-
ción) o si, por el contrario, debía regirse por la Ley vasca de Espectá-
30. Ver grabación del Alarde público de 1999, Txingudi Telebista. El Diario Vasco
(1/07/1999) Alberto Buen: “El futuro pasa por un solo Alarde”. El alcalde y los
partidos de la corporación municipal PNV-EA, PSOE-EE y PP, excepto EH,
estaban de acuerdo en nanciar también el Alarde “tradicional”.
31. La actuación policial fue denunciada por la asociación Juana Mugarrietakoa
(Recurso contencioso-administrativo 2115/99), pero se declaró la inadmisibili-
dad del recurso por “falta de legitimación activa de la recurrente”, ya que no se
planteó de manera clara la relación de la asociación con la compañía Jaizkibel
y los sucesos acaecidos. STSJPV 6485/2001, de 14 de diciembre de 2001. Ver
Burzaco (2006:209).
117116
culos Públicos y Actividades Recreativas, en cuyo caso dependía de
la autorización municipal. Esta denición jurídica también era im-
portante para evaluar y decidir la actuación tanto de la policía como
del Departamento de Interior para garantizar la seguridad (Burzaco,
2006).
En este sentido, el 7 de octubre de 1999 se resolvió el recurso que
Juana Mugarrietakoa había puesto contra la resolución del Ayun-
tamiento de Hondarribia en la que decidió no organizar el Alarde y
ceder su desarrollo a Alarde Fundazioa32. El TSJPV falló a favor del
Ayuntamiento, en el sentido de que no tenía obligación de organizar
el Alarde por sí mismo, aunque la sentencia reconocía que tenía la
obligación de scalizar y obligar a quien organizara la esta a promo-
ver las condiciones de igualdad y facilitar la participación de todos
los ciudadanos. El juez consideraba que cualquier Alarde tenía una
dimensión pública y que, por tanto, no podía ampararse en el dere-
cho de manifestación para su celebración, sino más bien en la Ley de
Espectáculos públicos.
En marzo de 2000, el TSJPV resolvió también la denuncia de
Juana Mugarrietakoa contra la actuación de la Ertzaintza, declaran-
do que su intervención había sido contraria a la protección del dere-
cho de igualdad y negando también que el Alarde fuera la expresión
del ejercicio del derecho de reunión33. El posicionamiento del TSJPV
32. Recurso 4434/1998, STJPV 3815/1999, 7 de octubre de 1999.
33. STSJPV 765/2000, 11 febrero 2000. Esta sentencia fue recurrida por el Gobierno
Vasco (Recurso de casación 3163/200) y anulada por el Tribunal Supremo, STS
3771/2003, 2 junio 2003, que avaló la actuación de la Ertzaintza y sentenció que
sí era apropiado que el Alarde deslara por el derecho de reunión, ya que existían
dos sensibilidades distintas que expresaban libremente su opinión durante los
desles. Para un análisis crítico de estas dos sentencias y concretamente sobre la
naturaleza del Alarde, el derecho de reunión y la actuación policial, ver Burzaco
(2006) y para un análisis de las sentencias principales, ver Lekuona (2006).
coincidía con el del Ministerio Fiscal y ya eran tres pronunciamien-
tos judiciales en el mismo sentido, así que Alarde Fundazioa decidió
cambiar de estrategia y empezar a organizar el Alarde como espectá-
culo público. En este cambio tuvo mucho que ver también un ciclo de
conferencias que tuvieron lugar los días 8 y 11 de noviembre de 1999
en el Casino de Irun, bajo el título: “Los Alardes: una perspectiva
jurídica: libertad e igualdad en las relaciones entre particulares”, en
el que participaron juristas y jueces (Marín, 2000). Las conferencias,
organizadas por los sectores “tradicionalistas”, aportaron al deba-
te jurídico marcando las líneas de actuación de los alardes “priva-
dos” para que no tuvieran que admitir a las mujeres obligados por
los tribunales.
LA ORDENANZA DEL ALARDE Y LAS DISPUTAS
POR LOS HORARIOS
Durante el año 2000 hubo un tira y aoja entre el Ayuntamiento
de Irun y la Junta del Alarde Municipal en relación a la Ordenanza
vigente de 1980. El alcalde quería modicarla para eliminar la rela-
ción entre el Alarde y el Ayuntamiento (para no tener que elegir al
general, entregar la bandera de la ciudad o deslar en el Alarde) y
también para modicar el conictivo tema de los horarios. La Junta
del Alarde Municipal, que defendía el carácter público del Alarde,
denunció estas maniobras y presionó para conseguir un acuerdo en
el que se mantuviera el papel del Ayuntamiento. No obstante, persis-
tió el desacuerdo en el tema de los horarios y fue el Departamento
de Interior quien los jó. El Alarde municipal saldría a las 8 de la
mañana y el “tradicional” después, a las 9:15. De inmediato se pro-
dujeron reacciones por ambas partes: la Junta del Alarde Municipal
119118
acataba la decisión, a pesar de incumplir la ordenanza34, mientras
que los mandos del Alarde “tradicional” se dirigieron al Ayuntamien-
to acompañados de una turba de gente para exigir un cambio y con-
vocaron una manifestación en contra de la resolución de Interior a
la que acudieron entre 10 y 12.000 personas. La Junta de Portavoces
del Ayuntamiento se reunió con el Consejero de Interior para tratar
de consensuar otros horarios, pero este no cambió de criterio y ex-
plicó que debía otorgar un trato de discriminación positiva al desle
municipal (Burzaco, 2006). Así que nuevamente se acudió a boico-
tear los ensayos de las compañías mixtas y si el Alarde municipal
discurrió sin incidentes, fue gracias a un espectacular despliegue de
la Ertzaintza, que muchos calicaron como de “tercer Alarde” (Tran-
che, 2006b)35.
A nal de año, el PNV presentó en el pleno una moción para
modicar la Ordenanza del Alarde, que abandonaba los intentos
de cambios profundos y se limitaba a hacer desaparecer cualquier
referencia al horario del Alarde municipal (Tranche, 2006b). Como
consecuencia de esta decisión, BAE dio a conocer en rueda de prensa
su intención de no seguir colaborando en la organización del Alarde
municipal; señalaban que la modicación de la Ordenanza suponía
la ruptura de los compromisos acordados.
En Hondarribia, las reuniones entre Juana Mugarrietakoa y Alar-
de Fundazioa para acordar soluciones no prosperaron y nuevamente
sería la Ertzaintza la que velaría por la seguridad de los ensayos e
Interior quien indicaría a Jaizkibel dónde y cuándo incorporarse al
Alarde. La resolución de Interior resolvía que la compañía Jaizkibel
saldría en primer lugar y que después, a continuación, deslaría el
34. Comunicado de la Junta del Alarde Municipal (23/ 06/2000).
35. Ver grabación del Alarde público del año 2000.
Alarde “tradicional”, pero esta decisión puso en pie de guerra a los
“tradicionalistas” y nuevamente se produjeron protestas y enfrenta-
mientos en los ensayos. Cada vez que Jaizkibel intentaba deslar, se
encontraba con un tapón de varios miles de personas. La Ertzaintza
dispuso un cordón policial entre la compañía y los que protestaban
contra ella y detuvo a once personas (Tranche, 2006b). El TSJPV
conrmó la resolución de Interior desestimando los dos recursos
que había interpuesto Alarde Fundazioa36, y el día del Alarde la Ert-
zaintza tuvo que ir retirando a las mujeres “tradicionalistas” que
bloqueaban el paso a Jaizkibel. Hubo 23 detenciones, pero Jaizkibel
tampoco consiguió deslar.
LOS ALARDES COMO ESPECTÁCULO PÚBLICO:
¿ES LA TRADICIÓN DISCRIMINATORIA?
En noviembre de 2000 se resolvieron los recursos de apelación con-
tra la sentencia civil del Juzgado de Irun. La Audiencia Provincial
rechazaba el recurso de las mujeres y admitía el de los organizadores
del Alarde “tradicional”, revocando la sentencia anterior que alegaba
falta de jurisdicción y entrando al fondo del asunto. La Sentencia
declaraba que el Alarde “tradicional” no discriminaba, mediante un
extenso alegato sobre la libertad en el ámbito privado como pilar del
ordenamiento jurídico y en defensa del mantenimiento de las tradi-
ciones37. Sin embargo, días después, una nueva sentencia corregía la
anterior, desestimando los recursos y conrmando la sentencia en
36. Recursos contencioso-administrativos: 1622/00, STJPV 4126/2000 de 7 de
septiembre de 2000 y 2266/2000, STSJPV 4125/2003, 24 de octubre de 2003
37. Recursos 2251/1999, Sentencia AP Donostia / San Sebastián, 30/11/2000.
121120
primera instancia sobre la incompetencia de jurisdicción38. Las dis-
crepancias entre los miembros del Tribunal y las presiones externas
fueron denunciadas por ambas partes; porque la segunda sentencia
cambiaba de criterio, consignado la anterior como voto particular39.
La nueva sentencia armaba que el Alarde “tradicional” debía regir-
se por la Ley de Espectáculos Públicos y quedar, por tanto, sometido
a autorización municipal, y que cualquier denuncia debía hacerse
por vía contencioso-administrativa. Dado que la Ley prohibía —y
prohíbe— los espectáculos discriminatorios, parecía claro que los
alardes no podrían discriminar a las mujeres y debía garantizarse su
derecho a participar, aunque veremos que esto no fue así.
A partir de 2001 los Alardes “tradicionales” empezaron a solicitar
autorización a los Ayuntamientos para realizar un espectáculo en la
vía pública. Ya se había consolidado la privatización de las Juntas del
Alarde (en Irun como asociación, en Hondarribia como fundación)
y las distintas compañías se constituyeron también como entidades
jurídicas (asociaciones) con estatutos de funcionamiento interno
que regulaban, entre otras cosas, que la única mujer que podía par-
ticipar en ellas sería la que ejerciera el papel de cantinera (Lekuona,
38. Recursos 2251/1999, Sentencia AP Donostia / San Sebastián, 29/12/2000.
39. Parece ser que el primer ponente dictó sentencia según su visión del asunto a
pesar de que el resto de la mesa se había mostrado contraria (Tranche, 2006b).
Sin embargo, la Junta del Alarde declaró que el último fallo era insólito y sos-
pechoso y denunciaron ante el Consejo General del Poder Judicial que la sen-
tencia se había cambiado por presiones al tribunal. La investigación determinó
que el primer ponente había manipulado la sentencia introduciendo un párrafo
en el que revelaba el contenido de las deliberaciones y este error, que podía
llegar a ser causa de nulidad del procedimiento, fue corregido y subsanado. El
ponente fue condenado a dos años de suspensión en sus funciones por desvelar
secretos de las deliberaciones, por presionar al resto de los magistrados del
Tribunal y por retrasar o desatender sus resoluciones de manera injusticada
(Tranche, 2006b).
2006). La Junta Municipal del Alarde de Irun —que había rechazado
seguir organizando el Alarde público dada la actuación del Ayunta-
miento y las resoluciones judiciales— pasó a llamarse “Junta por un
solo Alarde” y dio a conocer la iniciativa de un grupo de personas,
partidarias de ambas opciones, de rmar por primera vez un do-
cumento conjunto a favor de una solución dialogada. Emplazaban
al Ayuntamiento a liderar el proceso. Su propuesta concreta era la
incorporación de una compañía mixta al Alarde “tradicional”, pero
“los betikos” rechazaron la propuesta de diálogo y el Ayuntamiento
aprobó una declaración institucional en la que, simplemente, solici-
taba respeto hacia el Alarde tradicional (Tranche, 2006b). Aun así,
una asamblea de partidarios de la participación de las mujeres pro-
puso la creación de la compañía Oiasso, que permitiera la participa-
ción de mujeres, y demandaron además que una de las compañías
ya existentes las admitiera también entre sus las40. Sin embargo,
cuando el alcalde autorizó la celebración del Alarde “tradicional”
como espectáculo público sin la presencia de mujeres, nadie había
contestado aún a la propuesta. El alcalde declaró que esa cuestión
debían decidirla los mandos del Alarde41. La autorización del alcalde
fue recurrida ante el TSJPV y se pidió la adopción de medidas caute-
lares42. El Tribunal rechazó la adopción de medidas cautelares y, en
consecuencia, los hombres y mujeres de Oiasso y aquellas mujeres
que trataran de participar en otras compañías no contaron con apo-
yo legal para integrarse en el Alarde. En las calles, cada vez que una
mujer intentaba integrarse en los ensayos se llamaba a la Ertzaintza
40. Leer el comunicado.
41. Diario Vasco (27/06/2001) El Ayuntamiento de Irun señala que la participa-
ción de las mujeres en el Alarde deben decidirla los responsables del mismo.
42. Ver nota de prensa sobre el recurso. Recurso 1270/2001.
123122
y la Compañía Oiasso sufrió forcejeos y conatos de tapón durante sus
ensayos. Lo mismo sucedió el día 29 y el 30, hasta el punto de que
la Ertzaintza cargó con contundencia y hubo varios heridos y seis
detenidos (Tranche, 2006b)43.
El 21 de junio de 2002, el TSJPV sentenció que estaba sujeto a
derecho que el Ayuntamiento de Irun autorizara la esta de un grupo
de personas, un acto privado, al amparo de la Ley de Espectáculos
Públicos, aunque las mujeres participasen solo como cantineras44.
La sentencia estimaba que no era competencia del Ayuntamiento
supervisar e intervenir en el desarrollo de un acto privado, basán-
dose en la libertad que otorga el derecho de asociación a organizar
privadamente actos en los que prima el principio de autonomía de
la voluntad. Aunque no lo explicitaba muy claramente, la sentencia
descartaba que el Alarde “tradicional” fuera un acto discriminato-
rio o que incumpliera el principio fundamental de igualdad, en gran
medida porque podía organizarse otro Alarde donde las mujeres sí
pudieran participar (no quedaban totalmente excluidas, por tanto,
porque no se daba una situación de monopolio), al no tomar en con-
sideración que el Alarde era la esta del pueblo y no un acto privado
sin más. El contenido de esta sentencia supuso un giro y un cambio
de tendencia respecto a las resoluciones anteriores, todas ellas favo-
rables a la igualdad que reconocían la existencia de discriminación.
En el ámbito privado, la sentencia limitaba el derecho de igualdad
e iba en contra de la reivindicación de las mujeres, un posiciona-
miento que ha sido muy criticado (Lekuona, 2006; Asensio e Iraola,
2018). Sentencias anteriores habían destacado el carácter público de
los alardes y, en este caso, el tribunal se acogía a una cción jurídica
43. Comunicado BAE y Plataforma por un Alarde para todos (11/07/2001).
44. STSJPV 3191/2002, 21 junio 2002.
(Montesinos, 2015), a saber, que los Alardes eran actos privados.
La situación en las estas fue casi idéntica al año anterior: el
Ayuntamiento autorizó la celebración del Alarde “tradicional” bajo la
forma de espectáculo sin mujeres; la compañía Oiasso fue insultada
y agredida mientras realizaba sus ensayos y varias mujeres intenta-
ron entrar en las compañías “tradicionales” sin que la Ertzaintza lo
permitiera. El sector “betiko” veía estas incursiones como agresiones
a su esta y una falta de respeto hacia su tradición. El día del Alarde,
Oiasso utilizó una estrategia nueva: ocupó el espacio de la Arranca-
da antes de la llegada del Alarde y sus integrantes se sentaron en el
suelo y extrajeron de sus bolsillos carteles en los que se leía: “Es ne-
cesario erradicar de una vez por todas, cualquier forma de discrimi-
nación entre hombres y mujeres. Juan José Ibarretxe. Lehendakari.
Discurso de investidura 11 de julio de 2001”. La policía autonómica
procedió a retirar a la gente de la calzada, pero el acto consiguió un
gran impacto mediático45.
En Irun, a raíz de la sentencia del TSJPV —más tarde raticada
por el Tribunal Supremo46—, que reconocía la legalidad de los Alar-
45. La acción se integraba dentro de una campaña a favor de la incorporación de
las mujeres respaldada por Emakunde. Se colocó una pancarta en el balcón
del Ayuntamiento y se hicieron distintas acciones en la calle (Bullen y Egido,
2003:93-94). Ver grabación del Alarde Público de 2002, y noticias: Andra (ju-
nio 2002) Las escopetas siguen cargadas en Irun; Gara (1/07/2002) La Ert-
zaintza privó a las mujeres del derecho a participar en el Alarde de San Marcial;
El Mundo (1/07/2002) Varias noticias, Diario Vasco (1/07/2002) Varias noti-
cias.
46. Casación 5540/2002, STS 3410/2008, 28 mayo 2008. Esta sentencia sí que
explicita clara y contundentemente que el Alarde “tradicional” no incumple el
principio de igualdad, una cuestión polémica sobre la que no hay acuerdo: es
cuanto menos cuestionable que el mantenimiento de la tradición sea un ar-
gumento suciente para que una asociación pueda excluir a las mujeres, es-
pecialmente si participar en ella es requisito para participar en un evento tan
importante para el municipio. Al considerarlo un evento privado, se obvia que
sí constituye una situación de dominio o monopolio sobre el ritual festivo.
125124
des privados, BAE y el colectivo “Por un alarde para tod@s” abrieron
un proceso de reexión y consultas a todas las personas favorables a
la participación de las mujeres y se vio que el único camino viable era
volver a organizar el Alarde municipal (Tranche, 2006b). El Ayun-
tamiento declinó esta responsabilidad (las sentencias le eximían de
esta obligación y además encargó un informe jurídico para corrobo-
rarlo), pero a pesar de esto, en 2003, se organizó de nuevo un Alarde
“público”: por su nanciación —venida de otras instituciones: Dipu-
tación y Emakunde— y por estar abierto a la participación de todos
los ciudadanos y ciudadanas, aunque su organización era también
de carácter privado, en manos de la asociación. De nuevo había dos
alardes recorriendo la ciudad, y el Departamento de Interior volvía
a ser el responsable de ordenar ambos desles para evitar conictos.
El Alarde “tradicional”, como espectáculo público, fue recibido por la
corporación municipal desde el balcón del Ayuntamiento, mientras
que el alcalde anunció que no recibiría a la manifestación, al Alarde
“público”. Ese año, el párroco de la ermita de San Marcial dio dos
misas diferentes, una para cada alarde y a lo largo de toda la jornada,
especialmente por la tarde y en la calle Mayor, el alarde igualitario
tuvo problemas para deslar.
En Hondarribia la situación fue muy similar, máxime cuando ya
se conocía la sentencia judicial respecto al Alarde de Irun. En 2001 el
alcalde otorgó permiso a un grupo de hombres asociados para discu-
rrir por la ciudad como espectáculo público y Juana Mugarrietakoa
recurrió el permiso solicitando medidas cautelares que le fueron ne-
gadas47. Hubo más tranquilidad en los ensayos y la compañía consi-
47. Recurso 1771/2001. La sentencia detalla que Alarde Fundazioa desistió de or-
ganizar el alarde ese año al ser denunciado el permiso concedido. Además, tras
haber recibido la solicitud de Jaizkibel de integrarse en el desle, modicaron
guió por primera vez entrar a la villa medieval. Jaizkibel no forzó su
entrada en el Alarde y ya no lo haría más tras conocer la Sentencia
del TSJPV respecto a su demanda, que la desestimaba con argumen-
tos muy similares a los de la sentencia de Irun48. El Alarde “tradi-
cional”, como acto privado, no incumple el principio de igualdad;
existe libertad para que se organicen otros actos similares en los que
puedan participar las mujeres, por lo que no hay exclusividad en la
promoción de la iniciativa y por lo tanto no hay discriminación. No
consideraba el tribunal que había un propósito discriminatorio en
que asociaciones privadas formadas por varones mayores de edad
organizaran un acto con las características del Alarde. La sentencia
marcaba límites respecto al principio de igualdad en las relaciones
entre particulares.
LOS LÍMITES DE LA LEY DE IGUALDAD
EN EL “ÁMBITO PRIVADO”
El 18 de febrero de 2005, el Parlamento Vasco aprobó la Ley para
la igualdad de hombres y mujeres, la primera de este tipo en todo el
Estado, cuyo artículo 25 prohibía “la organización y realización de
actividades culturales en espacios públicos en las que no se permita
o se obstaculice la participación de las mujeres en condiciones de
igualdad con los hombres”49. Este artículo había sido redactado pen-
sando en el conicto de los Alardes, tal y como explicitaron Emakun-
su Ordenanza. Estas maniobras dan cuenta de la estrategia y la premeditación
en la exclusión de las mujeres.
48. STSJPV 3895/2002, 10 septiembre 2002, casación 6997/2002, STS 279/2007,
15 enero 2007. Puede leerse una crítica a esta sentencia y a la de Hondarribia
en Lekuona (2006).
49. Ley 4/2005, de 18 de febrero, para la Igualdad de Mujeres y Hombres.
127126
de y también el Ararteko (Asensio e Iraola, 2018). También decía que
“Las administraciones públicas vascas, en el ámbito de sus compe-
tencias, han de adoptar las medidas necesarias para evitar cualquier
discriminación por razón de sexo y para promover un acceso y parti-
cipación equilibrada de mujeres y hombres en todas las actividades
culturales que se desarrollen en el ámbito de la Comunidad Autóno-
ma de Euskadi”, que “no podrán conceder ningún tipo de ayuda ni
sus representantes podrán participar en calidad de tales en ninguna
actividad cultural, incluidas las festivas, (...) que sea discriminatoria
por razón de sexo”, y “no podrán dar ningún tipo de ayuda a las aso-
ciaciones y organizaciones que discriminen por razón de sexo en su
proceso de admisión o en su funcionamiento”.
Los Ayuntamientos de Irun y Hondarribia, estratégicamente,
habían concedido permiso para la celebración de los “espectáculos
tradicionales” un día antes de que la ley entrara en vigor, aunque
esto no evitó que se encendiera de nuevo el debate y se discutiera
sobre las posibilidades de aplicar la Ley de Igualdad a los alardes
(Tranche, 2006b). La campaña electoral para las autonómicas se
vio afectada por la controversia y, durante un mitin de Ibarretxe en
Irun, un partidario de Betiko Alardea —cercano al partido— subió al
estrado y leyó un comunicado, mientras en el exterior unas 500 per-
sonas protestaban contra el artículo 25 de la Ley (Tranche, 2006b).
Nuevamente subió la tensión en las calles y se publicaron numerosos
artículos y cartas al director en prensa. Un informe jurídico encar-
gado por el consistorio irunés estableció que la Ley de Igualdad no
superaba el listón del principio constitucional de igualdad, por lo
que las sentencias recaídas hasta el momento seguían siendo total-
mente aplicables y no había que hacer ningún cambio. Sin embar-
go, el Ararteko discutió a fondo esta cuestión en dos documentos de
lectura imprescindible, donde argumenta que los contenidos de la
Ley de Igualdad desarrollan el principio constitucional de igualdad
y obligan a los ayuntamientos a garantizar unas estas igualitarias.
El Ararteko consideraba que los alardes “tradicionales” sí eran un
caso claro de discriminación indirecta según la nueva Ley de Igual-
dad50. En este sentido, a pesar de que aparentemente la nueva Ley no
se cumplía en varios puntos, no se tomaron medidas respecto a los
alardes ni se cambió nada. Según Txaro Arteaga (Emakunde) e Iñigo
Lamarca (Ararteko) —que tuvo discusiones virulentas con el alcalde
de Irun por considerar ilegal el permiso concedido— aplicar la ley
hubiera signicado prohibir los alardes “tradicionales”, retirarles el
permiso o sancionar a los alcaldes, pero además de las sentencias del
TSJPV en contra (que atendían a la dogmática jurídica y no tanto al
conicto social vigente), esto seguramente no hubiera contribuido a
solucionar el problema, sino a agravarlo (Asensio e Iraola, 2018:96-
97). Hasta el momento, no se han promovido denuncias basadas en
el incumplimiento de la Ley de Igualdad.
A lo largo de los años, como ya hemos visto, uno de los temas más
conictivos había sido el de los horarios de los desles. En 2005,
la Junta del Alarde “público” de Irun solicitó un nuevo permiso de
manifestación al Departamento de Interior y solo en este aspecto fue
donde la Ley de Igualdad mostró alguna ecacia, ya que Interior de-
claró que, si bien no podía intervenir en el permiso otorgado por el
Ayuntamiento al Alarde “tradicional” como espectáculo público, sí
debía otorgar prioridad al Alarde mixto a la hora de establecer los
horarios. La Junta de Mandos de San Marcial recurrió la resolución
50. Recomendación de Ararteko 15/2005 al Ayuntamiento de Hondarribia
(11/08/2005). Informe de Ararteko: Análisis de la Ley del Parlamento Vasco
4/2005, de 18 de febrero, para la igualdad de mujeres y hombres: incidencia de
la nueva ley en la cuestión de la exclusión de las mujeres de los Alardes de Irun
y Hondarribia.
129128
de Interior, pero el TSJPV entendió que se ajustaba a la nueva le-
gislación51. Esa interpretación tendría también importantes conse-
cuencias en Hondarribia, donde la compañía Jaizkibel deslaría por
primera vez antes del Alarde. Aunque el Ayuntamiento recurrió la
resolución de Interior y se sumó a la manifestación en contra de la
misma, el TSJPV rearmó una vez más su decisión.
La estrategia de los “betikos”, entonces, que veían deslar al Alar-
de mixto o a Jaizkibel mientras esperaban el paso del Alarde “tradi-
cional”, fue manifestar su disconformidad dando la espalda al des-
le, colocando pancartas a favor del Alarde “tradicional” y haciendo
ruido con pitos, gritos e insultos. En Hondarribia, en la misma línea,
la estrategia fue desplegar, organizadamente, cientos de metros de
plástico negro en las aceras que impedían la visión del desle. El
plástico, de dos metros de altura, producía un efecto muro o túnel
negro para quienes deslaban por la calle Mayor. Las “betiko”, las
chicas más jóvenes sobre todo, en edad para ser elegidas cantineras,
portaban pancartas que decían: “No hemos venido a veros a voso-
tras”, “con vosotras, nunca” y emitían fuertes sonidos para evitar
que se escuchara la música interpretada por Jaizkibel, que tuvo que
realizar todo el recorrido, matutino y vespertino, protegida por la
Ertzaintza. Como relatan múltiples testimonios, ocultas detrás de los
plásticos, las “betiko” se sentían libres de insultar e incluso empujar
a personas que iban a ver el desle, utilizando calicativos contra las
mujeres del tipo: putas, lesbianas, bigotudas, que os violen, huele a
mierda... (Asensio e Iraola 2018; Urretabizkaia, 2018).
51. Recurso 948/2005, STSJPV 2815/2005, 21 de junio 2005. En la sentencia se
discute también la prioridad de los desles en función de si son espectáculos
públicos o manifestaciones en base al derecho de reunión. Ver análisis crítico
en Burzaco (2006).
Esta forma de actuar se repetirá los años siguientes, con mayor
violencia en Hondarribia, pero muy presente en la calle Mayor de
ambas poblaciones. En Hondarribia los plásticos negros (en 2005 y
2006) dieron paso a los amarillos y las máscaras de Walt Disney (en
2007), haciendo alusión al carnaval, y a los paraguas (en 2008)52.
Tanto en Irun como en Hondarribia muchas mujeres daban la espal-
da al desle mixto y había personas que lanzaban hielos o bebidas
al desle, que empujaban, insultaban e incluso agredían. Hay que
decir, no obstante, que el público del sector “tradicionalista”, sobre
todo las mujeres, también han denunciado agresiones por parte de
simpatizantes del movimiento por la igualdad, especialmente cuan-
do ocupan las calles en las que las jóvenes “betiko” llevan horas guar-
dando sitio para ver el Alarde “tradicional”. Las revistas del colectivo
Hondarribiko Emakumeak y sus comunicados a través de Facebook
siempre enfatizan esta cuestión, que ellas también son agredidas
y que nadie protege su libertad de expresión, su derecho a manifes-
tarse en contra de la existencia de Jaizkibel, que violenta con su ac-
tividad el buen desarrollo del Alarde “tradicional”. Jaizkibel, por su
parte, ha denunciado constantemente problemas de seguridad y el
linchamiento público que tiene que soportar, y ha criticado también
la actuación de la Ertzaintza.
En enero de 2007 y mayo de 2008, el Tribunal Supremo raticó
las sentencias del TSJPV, según las cuales los alardes “tradicionales”
no discriminan a la mujer porque organizan una actividad privada
según su libre voluntad y porque las mujeres tienen la posibilidad de
deslar en el alarde mixto o en la compañía Jaizkibel53. Concluyó así,
52. El País (09/09/2008) Paraguas negros contra Jaizkibel.
53. Recurso de casación 5540/2002, STS 3410/2008, 28 mayo 2008 (Irun) y re-
curso de casación 6997/2002, STS 279/2007, 15 enero 2007 (Hondarribia).
131130
hasta el momento, la batalla judicial. Los alcaldes de ambos munici-
pios secundaron públicamente el Alarde “tradicional”, considerado
legal, con lo que la situación se mantuvo durante años en un tenso
equilibrio que ha pasado por ignorar las agresiones y por marginar la
reivindicación de las mujeres: con dos Alardes en Irun (ambos priva-
dos) y con la compañía Jaizkibel deslando (como manifestación) al
margen del Alarde en Hondarribia.
UN CONFLICTO ENQUISTADO:
“PUEBLO” VERSUS CIUDADANÍA
¿DISCRIMINACIÓN O CONVIVENCIA?
El curso político 2011-2015 EH-Bildu ganó las elecciones a la Dipu-
tación de Gipuzkoa y el diputado general, Martín Garitano, empe-
zó a apoyar explícitamente al Alarde mixto de Irun y a la compañía
Jaizkibel, acudiendo a aplaudir sus desles. Según relatan Asensio e
Iraola (2018), Bildu quiso llevar el problema de los alardes a primera
línea, metiendo el tema en la agenda política e impulsando desde la
Diputación la creación de una mesa de interinstitucional en la que
participaba la Diputación, Emakunde y el Ararteko. Esta mesa inter-
institucional contrató a la antropóloga de la paz Jenny Pearce para
que tuviera conversaciones con las dos partes en conicto en ambos
municipios y llevó a cabo un trabajo de análisis que apuntaba ciertas
líneas de actuación para la resolución del conicto. Aunque recono-
ció que no era fácil acceder a los sectores “tradicionalistas”, a lo pro-
fundo de sus argumentos, Pearce propuso una hoja de ruta en tres
pasos: 1) reconocer el sufrimiento mutuo, el dolor de las dos partes,
sin victimismos y haciendo gestos de paz que aliviaran la tensión y
mostraran la voluntad de reconciliación; 2) las instituciones debían
reconocer su papel en la defensa de los derechos de toda la pobla-
ción, hacer autocrítica sobre su papel en el conicto y reconocer que
se trataba de un problema social y que todos lo partidos, juntos, de-
bían resolverlo, sin electoralismos; 3) ambos pueblos debían traba-
jar por la resolución del conicto y para ello debía crearse un espacio
de diálogo con personas que no mantuvieran posturas radicales, sino
más conciliadoras o en un punto medio o distante respecto al con-
icto (Asensio e Iraola, 2018). Pearce, en aquellos años, todavía veía
lejos la construcción de ese espacio y su postura como mediadora era
que debían considerarse dos derechos: el de las mujeres (derecho
de ciudadanía y principio de igualdad) y el derecho cultural ligado
a la tradición (derecho consuetudinario o del pueblo). La pregunta
que proponía era: ¿hasta qué punto que salgan las mujeres viola un
derecho cultural “tradicionalista”? (Asensio e Iraola, 2018). Como
ha planteado Alcaraz (2014), no está del todo claro cuál sería ese
derecho cultural, pues no existe ningún derecho que deenda que los
hombres deslen sin mujeres. El derecho a conservar la tradición, no
obstante, subyace en la consideración que han hecho los tribunales
de que los alardes organizados privadamente no son actos discrimi-
natorios, pero contradice las leyes de igualdad y la Convención de las
Naciones Unidas en contra de la discriminación:
Los Estados Partes tomarán las medidas apropiadas para mo-
dicar los patrones socioculturales de conducta de hombres y muje-
res, con miras a alcanzar la eliminación de los prejuicios y las prác-
ticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que estén basados
en la idea de inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos
o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres (artículo 5).
En 2011 también, los alardes mixtos de Irun y Hondarribia reci-
bieron el premio Emakunde por su labor en defensa de la igualdad
133132
y su actitud pacíca54 y el Ararteko volvió a pronunciarse sobre el
Alarde de Hondarribia de cara a las estas, instando al Ayuntamien-
to y al Gobierno Vasco a hacer efectivo el cumplimiento de la Ley de
igualdad y abordando nuevamente el polémico asunto de los hora-
rios55. El Departamento de Interior había modicado los horarios
de Jaizkibel —una decisión que fue recurrida y se logró su suspen-
sión— y en señal de protesta la compañía hizo una sentada al inicio
de su desle. En 2012, nuevamente hubo conictos que motivaron
una declaración de Ararteko en relación a una mala práctica admi-
nistrativa en la asignación de los horarios56. Por la tarde, en la calle
Mayor de Hondarribia hubo graves problemas: empujones detrás
de los plásticos negros, la Ertzaintza tuvo que intervenir, los niños
y niñas que salían en Jaizkibel se vieron atrapados entre la turba, la
policía empujó a los padres con los niños... Tras años de tensa calma,
en Irun también, los enfrentamientos de 2013 llevaron a la compa-
ñía Landetxa a denunciar que una joven de 14 años casi había sido
expulsada a empujones del desle del Alarde mixto57. Fue entonces
cuando se empezaron a tomar medidas respecto a las situaciones de
violencia, que según las entrevistadas eran continuas, aunque invisi-
54. Premio Emakunde 2011, Espejos de la igualdad, discurso de María Silvestre,
directora de Emakunde, en la gala de entrega del premio (24/04/2012). Reso-
lución Boletín Ocial del País Vasco.
55. Declaración institucional del Ararteko en relación con el Alarde de Hondarribia
de 2011.
56. Resolución de Ararteko relativa a la organización del Alarde de Hondarribia
de 2012, por mala práctica administrativa en la concesión de los horarios
(24/07/2012). Diario Vasco (8/09/2011) Hondarribia madruga para celebrar
hoy su gran día de esta con el desle del Alarde, (7/09/2012) Jaizkibel recu-
pera mañana horario y recorrido en su desle por Hondarribia.
57. Naiz (04/07/2013) La compañía Landetxa del Alarde mixto denuncia agresio-
nes en la calle Mayor de Irun, Diario Vasco (05/07/2013) La compañía Lande-
txa del Alarde público denuncia lo ocurrido en la calle Mayor.
bles año tras año. El Departamento de Seguridad del Gobierno Vas-
co dictó una resolución en la que pedía tolerancia y convivencia, que
no se colocaran los plásticos negros y que Jaizkibel no deslara como
una manifestación, portando una pancarta como era habitual58. Jaiz-
kibel aceptó deslar sin pancarta, pero los “betikos” no quitaron
los plásticos59.
En 2013 se inició también un proceso participativo con asociacio-
nes de mujeres (no necesariamente feministas), con el n de elabo-
rar el III Plan de Igualdad para el Ayuntamiento de Irun. Se hicieron
varias reuniones en las que se habló del conicto del Alarde, de po-
sibles soluciones para que no lo heredasen las siguientes generacio-
nes, pero cuando el Gobierno municipal (PSE) recibió el borrador
del Plan decidió eliminar el punto relativo a las estas, alegando que
ya se estaba solucionando con el paso del tiempo (Tranche, 2006b).
Aunque la situación fue denunciada, el equipo de gobierno no rec-
ticó y el III Plan de Igualdad de Irun, reducido a 14 programas,
fue aprobado con los votos a favor de PSE, PNV y PP y la oposición
de Bildu y Ezker Batua-Berdeak60. A nales de 2013, el alcalde de
Irun compareció ante la Comisión de Derechos Humanos, Igualdad
y Participación Ciudadana del Parlamento Vasco a requerimiento de
58. Eitb.eus (7/09/2013) Seguridad pide que no se levanten muros de plástico ne-
gro en el Alarde.
59. Ver grabación Plastiko beltzak Hondarribian 2013.
60. Video del pleno del Ayuntamiento (30/07/2014), a partir del minuto 9:20.
Ruegos y preguntas del pleno (26-3-2014), El Diario Vasco (21/03/2014)
Diputación y Bilgune Feminista muestran su desacuerdo con el III Plan de
Igualdad. Gara (21/03/2014) Llamamiento al Ayuntamiento de Irun para que
no deje fuera del Plan de Igualdad unas estas paritarias. El Diario Vasco
(25/03/2014) EB-Berdeak “no aceptará un Plan de Igualdad sin medidas de
trabajo sobre el Alarde”, (25/03/2014) El alcalde pide respeto a la voluntad
mayoritaria del Pleno en el Plan de Igualdad. Gara (25 /03/2014) EH Bildu
critica a Santano por dar la espalda a una solución en el Alarde.
135134
Bildu para explicar su implicación y su postura con respecto al Alarde
de Irun61. Su declaración dejaba clara la posición del Ayuntamiento:
ambos alardes son legítimos y legales; el Alarde “tradicional” debe
ser respetado, no se puede calicar de discriminatorio porque así lo
ha dicho el Tribunal Supremo, es un ejemplo de participación ciu-
dadana y autogestión (no recibe subvenciones); no hay conicto en
Irun, es un ejemplo de convivencia de dos sensibilidades; lo que hay
es un conicto político por intereses partidistas, que viene de fue-
ra del pueblo por la negación de las sentencias judiciales. Según las
personas entrevistadas, si bien es cierto que en las estas de Irun hay
menos tensiones, ha mejorado la convivencia e incluso se empiezan
a recuperar relaciones que se habían roto, el alcalde sigue recibiendo
al Alarde “tradicional” y no al mixto62. Mucha gente considera que se
ha normalizado una situación que no es normal.
Esta será, a grandes rasgos, la postura defendida por ambos
Ayuntamientos y también por el PNV, el PP y PSE (según declara-
ción conjunta en las Juntas Generales de Gipuzkoa, 23/09/2015).
En las encuestas realizadas por la Secretaría de Paz y Convivencia
de Gobierno Vasco en 2014 en Hondarribia y en 2015 en Irun se pre-
guntó: “¿Crees que por encima de los deseos de unos y de otros lo
importante para superar el conicto es buscar nuevas vías de solu-
ción?”. El 72 % contestó sí en Hondarribia y el 71 % en Irun. Más de
un 80 %, en ambas poblaciones, pensaba que la convivencia había
mejorado, pero los sentimientos que les provocaba el Alarde eran
tristeza, vergüenza, desidia y aburrimiento. Sin embargo, un 42 % en
61. Comparecencia del alcalde de Irun (21-11-2014).
62. Alega que recibe al “espectáculo tradicional” porque es el Ayuntamiento el que
le da permiso para deslar, mientras que no tiene obligación de recibir al mixto
que es una manifestación.
Hondarribia y un 48 % en Irun seguían siendo partidarios solo del
Alarde “tradicional” (Asensio e Iraola, 2018:172).
El PNV recuperó el gobierno de la Diputación en 2015 y aunque
mantuvo la nanciación del Alarde mixto de Irun, ya nadie acudió a
verlo, y suspendieron también la mesa de diálogo, considerando que
esos gestos habían aumentado la tensión. La gestión del conicto
pasó del Departamento de Igualdad al de Derechos Humanos y Con-
vivencia: lo que para unos era un tema de discriminación de género
y de machismo, para otros era una cuestión de convivencia entre dos
sensibilidades. Aunque este discurso deba tenerse en cuenta y esté
legitimado por la mayoría social de ambos municipios y por las au-
toridades locales, no se deben obviar las declaraciones del Ararteko
y de Emakunde, que unos pueden recibir subvenciones públicas y
otros no, el acoso que sufre Jaizkibel todos los años y las denuncias
de insultos y agresiones —e incluso el carácter clasista y elitista del
desle privado “tradicional” frente al carácter abierto y gratuito del
“mixto”—. Los alcaldes alegan que respetan la voluntad mayoritaria
de sus votantes, lo que “el pueblo” quiere, y que “los dos modos de
entender el Alarde” deben aprender a convivir. Las personas entre-
vistadas, que deenden la existencia de un único Alarde, público y no
discriminatorio, consideran que es solo una estrategia para mante-
ner votos y una muestra clara del apoyo de los alcaldes a los valores
“tradicionales” machistas. Para saber más sobre las causas de este
conicto, donde se entremezcla la discriminación de género con el
electoralismo y el faccionalismo político de la política vasca, ver Bu-
llen y Egido (2003), Asensio e Iraola (2018) y Urretabizkaia (2018).
137136
1.3. Situación actual y líneas de trabajo
En 2016, año en que se celebró el XX aniversario de la reivindica-
ción de las mujeres en el Alarde de Irun, Denis Itxaso, diputado de
cultura en Gipuzkoa (PSE), entregó la bandera de la ciudad al Alarde
mixto. Declaró que había que pasar por la fase del respeto a ambos
Alardes antes de hacer uno solo (Asensio e Iraola, 2018). En este mu-
nicipio los incidentes violentos han ido menguando, sobre todo des-
de que los mandos del Alarde “tradicional” han ordenado el cierre de
las tabernas de las que obtienen su dinero —haciendo parar en ellas
a las compañías en los ensayos— mientras pasa el Alarde igualitario.
Aun así, se mantienen momentos de tensión por la tarde, cuando el
mixto pasa por la calle Mayor y el desprecio mutuo es evidente entre
los sectores más polarizados. En este sentido, si bien el conicto ya
no está tan candente, sigue inuyendo en la vida local, porque per-
mea prácticamente cada actividad cultural, cada posicionamiento
político, cada declaración referida a la igualdad. A pesar de ello, se
ha convertido en un tema tabú que nadie menciona públicamente o
se hace con mucha precaución (Asensio e Iraola, 2018). Hay quienes
piensan que la situación se ha estancado y que, aunque ambos alar-
des sean hoy una esta, el conicto existente se expresa cada año
cuando el alcalde y una gran parte de la corporación reciben al alarde
“tradicional” desde el balcón de Ayuntamiento y no hacen lo propio
cuando llega el Alarde mixto; o por la mera existencia de un desle
conformado por casi 10.000 hombres y apenas 20 mujeres. El Alar-
de igualitario aglutina a unas 2.000 personas, y aunque reproduce
casi exactamente la estructura del “tradicional”, da la sensación de
que queda en un segundo plano, que es una copia y no “la esta de
Irun”. Desde un punto de vista local y de cohesión comunitaria, sin
duda es un fracaso colectivo tener que hacer dos estas paralelas.
Respecto a Hondarribia, en 2017 se celebró el XX aniversario de
la compañía Jaizkibel y las cinco capitanas deslaron juntas un tro-
zo del recorrido de la tarde. Estuvo presente también Denis Itxaso,
que acudió a ver “las dos sensibilidades”, “los dos alardes”, y apoyó
públicamente a Jaizkibel, un gesto excepcional en su partido. Ese
año, sin embargo, los hombres del “tradicional” siguieron dando la
espalda a Jaizkibel en la Arrancada. Aun así, según relatan las per-
sonas entrevistadas, hubo menos enfrentamientos que otros años y
Jaizkibel pudo deslar en silencio, interpretando la música, gracias a
que la resolución de Interior consignó que no se hicieran ruidos que
dicultaran el desle. Por otra parte, a raíz de la alerta antiterrorista
por los atentados islamistas, está prohibido que la gente vaya con la
cara tapada los días de esta y, por lo tanto, los grupos que se insta-
lan cada año en la calle Mayor se vieron obligados a reducir el tama-
ño de los plásticos negros y a ir con la cara descubierta, cuestión que
hizo que se moderaran en las agresiones e insultos, porque podían
ser grabados y denunciados.
Cuando ya parecía que la situación mejoraba, en 2018 la situación
empeoró nuevamente. Cuentan las entrevistadas que la Ertzaintza
omitió en su resolución que no se hiciera ruido durante el desle y
volvieron los silbatos y sonidos. Aunque la Diputación de Gipuzkoa
pidió que se retiraran los plásticos negros, se hizo caso omiso y un
año más se repitió la misma escena, esta vez con más tensión. Se vol-
vieron a producir insultos y agresiones, y se produjeron acusaciones
mutuas entre Jaizkibel y Hondarribiko Emakumeak, publicándose
vídeos por ambas partes que daban cuenta de las agresiones entre el
público de cada parte. La crudeza del conicto, 22 años después de
su inicio, se manifestó de nuevo, esta vez pública y mediáticamente,
139138
tras años de ostracismo e impunidad y la Ertzaintza abrió investiga-
ciones que han llevado a sancionar con multas a 14 personas por la
Ley Mordaza63.
A raíz de estos sucesos, en Hondarribia se planteó de nuevo la
necesidad de crear espacios de mediación y de diálogo para tratar
de solucionar el conicto y bajar los niveles de tensión. Miembros
de Jaizkibel cuentan que empezaron a colaborar con la Diputación
y con Iñigo Retolaza64 para generar un proceso de diálogo entre sec-
tores que tuvieran posiciones intermedias, no tan polarizadas, de
cara a acercar posiciones. Aunque el alcalde de Hondarribia tenía
conocimiento de este proceso y habían sido entrevistadas algunas
personas de Alarde Fundazioa, mientras se redactaba este informe,
Alarde Fundazioa propuso públicamente un nuevo espacio de diá-
logo a Jaizkibel —obviando el existente— solo con la mediación del
alcalde. Tras algunas conversaciones, Jaizkibel aceptó la propuesta
de AF con dos condiciones: la participación de un mediador externo
(nuevamente Jenny Pearce) y que el objetivo fuera encontrar una
solución al conicto que afecta a todo el pueblo65. El proceso estaba
en marcha de cara al Alarde de 2019, aunque solo para rebajar los
63. Ikusle (8/09/2018) Las instituciones no impiden los plásticos negros, insultos
y pitadas contra la compañía mixta del Alarde de Hondarribia, Diario Vas-
co (11/09/2018) Seguridad analiza si las protestas contra el Alarde paritario
son sancionables, eitb.eus (11/09/2018) El Gobierno Vasco deende su posi-
ción ‘clara y contundente’ ante el alarde paritario, (10/09/2018) La compa-
ñía Jaizkibel pide a las instituciones que ‘encaucen una solución’, eldiario.es
(16/09/2018) “Hay chavalas y mujeres de Hondarribia que, por disfrutar de
sus estas, bajan humilladas y llorando”, Diario Vasco (15/01/2019) Seguridad
sanciona a 14 personas vinculadas con el Alarde de Hondarribia.
64. Experto en mediaciones en situaciones de guerra miembro de Gernika Gogora-
tuz.
65. Diario Vasco (19/06/2019) La Compañía Jaizkibel pone “dos condiciones”
para dialogar con Alarde Fundazioa.
niveles de tensión, pero a inicios de agosto Jenny Pearce informó en
un comunicado que todavía no se había logrado un acuerdo sobre las
condiciones del encuentro y el diálogo entre las partes66.
Hay que tener en cuenta, resaltan las personas entrevistadas, que
el conicto en Hondarribia ha llegado a tener consecuencias muy
graves para la vida de las personas del municipio, especialmente
para quienes participaban o apoyaban a Jaizkibel. Al ser una pobla-
ción relativamente pequeña, con mayoría absoluta del PNV que apo-
ya al Alarde “tradicional” y con una estructura social y un sistema de
cuadrillas bastante cerrado, las personas vinculadas a Jaizkibel han
sufrido el desprecio, la marginación y las amenazas de ciertos secto-
res sociales, tanto a nivel personal como en relación a sus negocios.
Ha habido gente que se ha ido del pueblo porque no aguantaba la
presión, el último que se sepa, el párroco local, que pidió el traslado
tras ser acallado por una mujer “betiko” mientras daba un sermón
conciliador sobre el asunto en la misa a los difuntos que se celebra el
10 de septiembre67. Se han producido agresiones que nunca fueron
denunciadas por miedo, la escisión de un partido político (Bildu en
Abotsanitz), divisiones dentro de las propias familias, en los grupos
de amigos... Las redes sociales en el pueblo están quebradas por el
tema del Alarde y ha desaparecido todo el movimiento asociativo
(Asensio e Iraola, 2018). El sector “tradicionalista”, por su parte, de-
nuncia y maniesta su inconformidad con los ataques que recibe el
66. (6/08/2019) Comunicado de la facilitadora Jenny Pearce. Diario Vasco
(7/08/2019) “Lamentamos que no se haya podido culminar el espacio de en-
cuentro”. Berria (7/08/2019) Elkarrizketari buruzko elkarrizketan trabatuta.
67. El Condencial (18/09/2018) El conicto del alarde de Hondarribia se co-
bra una víctima: el párroco de la localidad, eitb.eus Párroco de Hondarribia:
‘¿Otros 21 años en este ambiente de tensión?’, El párroco de Hondarribia deja
el pueblo por la tensión en el alarde. El párroco anterior, que sustituyó al “de
toda la vida” también solicitó el traslado.
141140
Alarde “tradicional” y quienes lo deenden, reivindicando su dere-
cho a celebrarlo como han hecho siempre sin intromisiones. Cuadri-
llas de chicas jóvenes han tomado el relevo de sus madres y abuelas
en la defensa del Alarde “tradicional”, y las jóvenes que deslan en
Jaizkibel han hecho lo propio en defensa de la igualdad.
Miembros de Jaizkibel destacan que tras 22 años de conicto se
ha ido produciendo una trasmisión generacional del problema que
ha calado entre las cuadrillas de jóvenes y en las escuelas, con casos
de acoso, cambios de colegio y situaciones desagradables (Urreta-
bizkaia, 2018; Asensio e Iraola, 2018). Incluso el profesorado de la
escuela pública ha sido hostigado y denunciado por Hondarribiko
Emakumeak en su revista por querer abordar la cuestión dentro de
las aulas68. Estos problemas han movilizado a grupos de padres y
madres para buscar una salida a la situación que viven sus hijos y en
contra de la violencia que se ha ido reproduciendo entre gente joven
que ni siquiera sabe que pasó en 1996 o cómo empezó el conicto.
Concluyendo ya este informe, tuvo lugar el Alarde de 2019, el cual
trascurrió sin enfrentamientos reseñables. Si bien por la mañana
volvieron a utilizarse bolsas de basura negras, pancartas acusando
a Jaizkibel de las agresiones del año anterior y gestos de desprecio
como dar la espalda al desle; por la tarde, Hondarribiko Emaku-
meak decidió retirar la protesta contra Jaizkibel como un gesto de
68. A pesar de ello, se han dado algunos pasos en esta línea, especialmente desde
el lado igualitario: el cómic de Iñigo Goikoetexea sobre la historia de Jaizkibel,
Jaizkibel Konpainia, el documental Alardearen seme-alabak (hijos e hijas del
Alarde), el libro de Arantxa Urretabizkaia (2018) sobre el conicto, y también
algunas experiencias en las escuelas: charlas de Jaizkibel, talleres, el trabajo
del colectivo Gaurko Andreak (Irun), iniciativas todas ellas que recuerdan a
aquella propuesta pedagógica que lanzó Juana Mugarrietakoa ya en los años
90 (Tranche, 2006b).
buena voluntad para favorecer el proceso de negociación69. Según
este colectivo, ello debe pasar por la modicación de los horarios
para que ambos desles no coincidan, tal y como ha propuesto el Al-
calde en consonancia con su discurso sobre la convivencia. El desle
de Jaizkibel por la tarde fue totalmente festivo, lo conformaron casi
1.000 personas, y recibió un apoyo importante, tanto del movimien-
to feminista como de la gente del municipio. Más allá de algunas
personas dándole la espalda, los aplausos y gritos de apoyo fueron lo
más reseñable y la emoción de la gente que conforma Jaizkibel era
incontenible.
Durante los meses de septiembre y octubre se han dado algunos
pasos positivos que apuntan hacia una posible solución: debates en
prensa, la comparecencia de Jaizkibel en las Juntas Generales de Gi-
puzkoa70 y el pronunciamiento de un grupo de jóvenes que deslan
en el Alarde “tradicional” a favor de la incorporación de las muje-
res71. De todas formas, sigue habiendo discrepancias sobre si se trata
de un tema de discriminación o de convivencia, lo que puede retrasar
todavía la consecución de un acuerdo integrador (Asensio e Iraola,
2018). El entorno del colectivo Hondarribiko Emakumeak, la cúpu-
la de Alarde Fundazioa y los mandos del Alarde “tradicional” siguen
siendo reticentes al cambio, pero parece que el cansancio y hartazgo
general en relación al tema y el cada vez más amplio deseo de solu-
cionar el problema pueden abrir una nueva vía de diálogo que tra-
69. Hondarribiko Emakumeak cumple con su palabra, a la tarde retira la protesta
de la C/Mayor.
70. Expediente y videos de la comparecencia.
71. Diario Vasco (07/10/2019) Jóvenes del Alarde tradicional de Hondarribia ar-
man que las mujeres “tienen todo el derecho” a participar en el desle como
soldados, Berria (08/10/2019) Hondarribiko alardeko gazte batzuek andreen
parte hartzea babestu dute.
143142
baje ya con distintas fórmulas de resolución del conicto. Veremos
si esta vía es fructífera y si consigue que vuelva a celebrarse en Hon-
darribia un único Alarde en el que las mujeres que quieran puedan
deslar como soldados.
2. LAS FIESTAS DE MOROS Y CRISTIANOS
DE ALCOI (ALACANT)
2.1. Presentación de la fiesta
Alcoi es internacionalmente conocida por su esta de Moros y Cris-
tianos, posiblemente su máxima seña de identidad y su tarjeta de
visita hacia el exterior. Estas estas son una fuente muy importante
de ingresos y también de atracción turística, por lo que fueron decla-
radas de Interés Turístico Internacional en 1980 y Bien de Interés
Cultural en 2019.
La singularidad de las estas de Moros y Cristianos de Alcoi es su
estructura en tres actos, lo que se conoce como Trilogía festera, que
se congura de la siguiente manera: el 22 de abril deslan las tropas
moras y cristianas; el día 23 está dedicado a los actos litúrgicos y a la
procesión de Sant Jordi, y el día 24 se representa la toma mora del
castillo y la posterior recuperación por parte de las tropas cristianas
encomendadas al santo patrón. Por lo tanto, conjuga tres aspectos
festivo-rituales e históricos: 1) un componente militar, que provie-
ne de la formación de las milicias locales; 2) un acto ritual litúrgico
vinculado a las estas patronales en honor a Sant Jordi, y 3) una
representación de teatro popular (Ariño y Alcaraz, 2001; Alcaraz,
2006). Las estas alcoyanas representan simbólicamente la victoria
alcanzada por los cristianos contra el caudillo moro Al-Azraq y sus
huestes en 1276, gracias a la intervención celestial de san Jorge, lo
que se recuerda todos los años en los actos centrales de la esta. Es-
145144
tos elementos se fueron consolidando —sin rigor histórico— durante
el siglo xix, una recuperación y reinvención que tuvo que ver con el
interés de la política nacional por mantener vigente esa imagen ame-
nazadora y hostil del moro dentro de un frágil contexto internacio-
nal (Albert-Llorca y González, 2003; Riquelme-Quiñonero, 2019).
En este punto, Alcoi se convierte en el ejemplo para la conguración
de la actual esta de Moros y Cristianos, pues fue la primera ciudad
que transformó el alarde en simulacro de combate, reuniendo así las
estas del santo patrón y la conmemoración de la Reconquista, ini-
ciando una fórmula que iba a convertirse en el modelo común de
las estas de la región valenciana (Ariño y Alcaraz, 2001; Alcaraz,
2006).
ESTRUCTURA ORGANIZATIVA
La organización y puesta en escena de esta esta se vincula con el
contexto industrial alcoyano y se caracteriza por la creación, en
1839, de una institución autónoma del poder civil y eclesiástico que
organiza y estructura la esta: la Associació de Sant Jordi (ASJ)
(Gisbert, 2010a)72. Esta fue formada por la incipiente burguesía in-
dustrial alcoyana que aprovechó esta celebración como plataforma
para mostrar su poderío a través de los diferentes cargos de la aso-
ciación y de los protagonistas de los actos festivos, guras ostentosas
estructuradas de modo militar (Riquelme-Quiñonero, 2019). Desde
principios del siglo xix, Alcoi fue el centro textil más importante del
antiguo Reino de Valencia, y esta modalidad de celebración de los
Moros y Cristianos favoreció la participación popular mediante el
72. www.asjordi.org
modelo asociativo de la comparsa o là (Gisbert, 2010a). Aun así,
era un espacio exclusivamente masculino en el que las nuevas es-
tructuras jerárquicas de poder se representaban e iban arraigando
(Ariño y Alcaraz, 2001:25). Desde entonces, las estas de Moros
y Cristianos de Alcoi se convirtieron en el acontecimiento social más
importante del municipio, un conjunto de actos de gran relevan-
cia que se extienden a lo largo del año con innidad de actividades
y tareas organizativas. Sin embargo, hasta no hace mucho, solo los
hombres podían participar plenamente en las estas y, actualmen-
te, las mujeres todavía tienen dicultades para participar con plenos
derechos. En las últimas décadas, la ASJ —declarada entidad de Uti-
lidad Pública responsable de organizar la esta por delegación del
Ayuntamiento— y también algunas comparsas, han puesto diversos
impedimentos a la plena incorporación de las mujeres.
2.2. La participación de las mujeres
Según documenta Domene (2015, 2018), a partir de los años 60, 70
y 80 empiezan a producirse cambios en las estas de Moros y Cris-
tianos de distintas localidades alicantinas; con el advenimiento de
la democracia aumenta considerablemente el número de festeros
(miembros por derecho de las comparsas, que pagan la cuota corres-
pondiente) y se plantea la incorporación de las mujeres en las estas.
En muchos pueblos, sobre todo en los más pequeños o en los que la
esta era de reciente introducción (como en Elda que se recupera
en 1944), la incorporación de las mujeres se produce sin problemas
147146
reseñables, pero en las ciudades más grandes y con unas estas más
antiguas (sobre todo en Alcoi, Villena, Ontinyent y Concentaina) este
proceso iba a ser más difícil (Domene, 2015, 2018).
Pascual (2016) ha documentado el proceso de incorporación de
las mujeres a la esta en Muro de Alcoi, donde ya habían logrado
integrarse en los años 20 y 30 del siglo pasado, pero fueron de nuevo
relegadas a los cargos de acompañante y cantinera durante la Dic-
tadura. A nales de los años 60, con la incorporación de la mujer
al trabajo industrial, se va tomando en consideración su participa-
ción en las estas, que se abre en 1967 y 1968 por la necesidad de
cubrir ciertos puestos vacantes, y en 1969 para los actos especiales
del segundo centenario de la patrona local. A partir de los años 70
se van integrando en más actos, aunque esta “intromisión” provocó
rechazo y descontento entre los sectores masculinos (Pascual, 2016).
Las mujeres empezaban a participar solo en algunos actos, y lo ha-
cían sin tener derechos o pagando solo media cuota y porque tenían
algún familiar en la là. No eran consideradas miembros con ple-
nos derechos, así que no tenían voto en las asambleas ni derecho
a ocupar cargos directivos dentro de las estructuras ejecutivas. La
participación también estaba condicionada por la indumentaria que
debían llevar las mujeres, ya que algunas comparsas aprobaron un
traje diferente para ellas. A partir de los años 90, algunas mujeres
entraron en la Directiva de la Junta de Fiestas y en 2001 se nombró
a la primera mujer capitana de là, la única que ha habido hasta
ahora. En 2005 había solo tres laes de once que reconocían todos
los derechos a las mujeres, pero actualmente ya son reconocidos en
todas y en la mayoría ya han deslado las mujeres en las escuadras
más prestigiosas, con cargos festeros, han disparado los trabucos e
incluso han deslado en escuadras mixtas (Pascual, 2016).
Los trabajos de Heuzé (1999, 2003) y de Rico (2004) dan cuenta
del proceso vivido en Petrer, donde había precedentes de la partici-
pación de las mujeres como cantineras, abanderadas e incluso for-
mando escuadras. Sin embargo, salvo estas excepciones, la mayoría
de mujeres seguían teniendo un papel secundario en las estas. Esto
fue así hasta el año 1962, en el que un grupo de mujeres (hijas en su
mayoría de los miembros de la là Moros Viejos, de las más antiguas
y prestigiosas de Petrer) decidieron vestirse de Negros y deslar uti-
lizando los antiguos trajes de una escuadra de sus padres, camuan-
do su apariencia femenina. Sus compañeros las dejaron deslar de-
lante de ellos, dándoles todo el protagonismo, lo que contribuyó a su
mejor aceptación (Heuzé 1999, 2003). En 1975, estas mujeres cam-
biaron el color negro por el marrón y empezaron a darle un toque
femenino al maquillaje, usando pintalabios y dejando ver sus rostros
femeninos sin ocultarlos. Esto fue acompañado de una progresiva
reivindicación de igualdad, reclamando los mismos derechos que los
hombres, pagando cuota entera. En los años 80 aumentó mucho el
número de festeros y la Junta Central de la Unión de Festejos San
Bonifacio Mártir, entidad organizadora de la esta, decidió restrin-
gir la participación de las mujeres modicando sus Estatutos. Pri-
mero solo se admitía una là de mujeres por comparsa, después se
aumentó a dos, después a tres, y nalmente, en 1988 se quitaron las
restricciones y se permitió la incorporación de las mujeres con todos
los derechos, ocupando a partir de entonces todo tipo de cargos de
responsabilidad. En las las de las “Negras de Petrer” encontramos
a la primera mujer Compromisaria, miembro de la Asamblea Gene-
ral del Comité de Fiestas (1972), la primera presidenta de comparsa
(1986) o la primera jefe de comparsa (1988) (Heuzé, 1999, 2003).
149148
LA PRESIÓN DE UNA DEMANDA JUDICIAL EN VILLENA
En Villena, a diferencia de lo que sucedió en pueblos más pequeños
que aceptaron a las mujeres, sobre todo, para cubrir más fácilmente
los gastos de las bandas de música, el Ayuntamiento se hizo cargo
de subvencionar la esta para recuperarla tras la Guerra Civil (Do-
mene, 2015, 2018). Como no había necesidad, la integración de la
mujer, en este caso, se hizo al margen de las comparsas, en cargos y
actividades consideradas femeninas: un desle de carrozas y batalla
de serpentinas, en el cargo de Reina o Regidora de las Fiestas con sus
cortes de honor (1955), en el cargo de Madrina (1955) y en algunas
apariciones excepcionales: con los trajes de sus maridos en la Diana
o acompañando a un grupo de baile en la cabalgata, lo que empezó a
llamarse “grupo alegórico” (Domene, 2015, 2018).
En 1970 se creó la Junta Central de Fiestas para organizar los
festejos por delegación del Ayuntamiento y en el artículo 11 de sus
Estatutos se prohibió expresamente la participación de las mujeres
en las comparsas. La mentalidad mayoritaria en la esta, contraria
a la incorporación de las mujeres, quedó reejada en el I Congreso
de Fiestas de Moros y Cristianos, que se celebró en 1974 en Villena,
en el que se presentaron tres comunicaciones sobre la presencia de
la mujer en la esta, una a favor (la de Hipólito Navarro Villaplana,
de Petrer) y dos en contra (Juan Chico Amat, de Sax, y José Luís
Mansanet, de Alcoi). Los contrarios a la incorporación plena de la
mujer consideraban que incluirla debilitaría la esta, perdería so-
lera y tradición. Consideraban que al ser la esta una reminiscencia
guerrera debía ser esencialmente varonil, porque además no parecía
adecuado que la mujer participara en las embajadas ni en las batallas
de arcabucería (Domene, 2004).
Según relata Domene (2004), en 1977 se hizo una reforma de los
Estatutos y el artículo 11 quedó redactado de la siguiente forma: “po-
drán ser socios numerarios o efectivos toda persona física varón, de
buenas costumbres, incluso los menores de edad, siendo la plenitud
de obligaciones y derechos únicamente para los mayores de edad, con
capacidad total”. Sin embargo, tras la aprobación de la Constitución
en 1978 y la progresiva emancipación social de la mujer, se empezó
a plantear su integración en las comparsas, sobre todo en Villena y
en Ontinyent, por parte de mujeres festeras y también de colectivos
feministas y partidos políticos de izquierda (Domene, 2004). La de-
mocracia permitió también el resurgir de las identidades colectivas y
de los sentimientos nacionalistas, y las estas pasaron a considerar-
se parte de ese sentimiento de identidad colectiva. Esto, unido al au-
mento del poder adquisitivo y del nivel de vida, provocó un aumento
espectacular del número de festeros en la mayoría de poblaciones
(Domene, 2004)73. En Villena pasaran de 2.000 festeros en los años
70, a más de 6.000 a mediados de los 80. Como los Estatutos no per-
mitían la integración de mujeres en las comparsas, estas empezaron
a participar como Grupos Alegóricos en la Cabalgata, pero con la vic-
toria del PSOE en las elecciones de 1982, la reivindicación de la par-
ticipación de las mujeres empezó a notarse con más fuerza. En 1983,
el Ayuntamiento quiso integrar la Junta Central de Fiestas en la Con-
cejalía de Fiestas, lo que se interpretó como un intento de control y la
oposición de los dirigentes festeros y de las comparsas provocó una
situación hostil. La presión social era fuerte y algunas comparsas de
Villena se declararon partidarias de aceptar a las mujeres74. Según
73. En Alcoi y en las poblaciones cuyas estas siguen el modelo alcoyano, como
Concentaina no hubo tal aumento porque el sistema alcoyano de participación
en las comparsas es más rígido y elitista, mucho más costoso económicamente,
lo que restringe la participación (Domene, 2004).
74. El II Congreso de las Fiestas de Moros y Cristianos se celebró en Ontinyent en
151150
Domene (2004), las que primero aceptaron fueron las más peque-
ñas y lo hicieron porque tenían problemas económicos debido a su
reducido número de miembros. Aunque el número de festeros ha-
bía aumentado considerablemente, este se concentraba sobre todo
en algunas comparsas grandes, concretamente en las que tenían las
mejores salas de estas. En estas comparsas más grandes había mu-
chas resistencias y el ambiente estaba crispado. En este contexto, en
verano de 1987, un grupo de mujeres presentó una demanda judicial
denunciando la inconstitucionalidad del artículo 11 de los Estatutos
de la Junta Central de Fiestas. La presentación de esta demanda y las
presiones de las mujeres forzaron una negociación. El presidente de
la Junta Central de Fiestas reunió a los presidentes de las comparsas
y les planteó el problema; tenían miedo de que una sentencia favo-
rable les obligara a integrar a las mujeres con todos los derechos, sin
su control, y que pudieran participar en los desles de una forma no
deseada (Domene, 2004). Esto hizo que todos se pusieran de acuer-
do para modicar los Estatutos en una Asamblea General Extraor-
dinaria en octubre de 198775. Se eliminó del artículo 11 la expresión
“varón de buenas costumbres” y se sustituyó por “toda persona físi-
ca”. También se estableció la forma de participación de las mujeres,
que debía ser con un traje femenino, distinto al de los hombres pero
inspirado en él, y en los desles debían participar en bloques distin-
tos. La Junta Central de Fiestas dejó de impedir que las mujeres se
inscribieran en las comparsas como socias de pleno derecho, pero
la decisión quedaba ahora en manos de las comparsas, que, una por
septiembre de 1985 y fue aprovechado por las mujeres de esa población para
reivindicar la participación femenina en las estas de Moros y Cristianos.
75. La Sentencia fue dictada el 12 de noviembre de 1987 y anuló parcialmente el
artículo 11. El País (16/12/1987) Las mujeres podrán participar en las estas de
‘moros y cristianos’.
una, tendrían que aceptarlas (Domene, 2015, 2018).
La incorporación de la mujer fue aceptada en las Asambleas
Generales de 11 de las 14 comparsas de Villena; solo 3 se negaron
a hacerlo, las más grandes y dueñas de importantes salas de esta.
A pesar de ello, la aparición de las mujeres fue un éxito incuestiona-
ble que revitalizó los desles (Domene, 2004). Las tres comparsas
que no quisieron admitir a las mujeres, lo hicieron una por una los
años siguientes, según relata Domene (2004), principalmente por
un interés económico, por la presión social y familiar, y también
por la resolución judicial. La participación de la mujer en las estas
de Moros y Cristianos de Villena inuyó en que también se incor-
poraran en otras poblaciones en las que aún no lo hacían, como en
Ontinyent, en 1989, o en Concentaina unos años después.
ALCOI: EL ÚLTIMO BASTIÓN MASCULINO76
En Alcoi el papel de las mujeres estuvo asociado hasta bien entra-
dos los años 80 al rol de “mujer-madre” que participa en la esta,
pero solo como espectadora-animadora o como apoyo logístico
en las labores domésticas (Gisbert, 2010a; 2010b; Bullen y Egido,
2003). Los modelos sociales y de género que se construyeron con la
industrialización, y que quedaron reejados en las estas, asociaban
la feminidad con el ámbito privado: las mujeres se encargaban de
preparar los trajes y todos los detalles de la indumentaria festera de
los hombres; los lavaban, los planchaban y los guardaban cada año.
76. Para el desarrollo de este caso seguimos principalmente la información recopi-
lada y facilitada por la Asociación Fonèvol, varias entrevistas con sus miembros
y la tesis de máster de la antropóloga Verònica Gisbert (2010a) y otros artículos
suyos (2015, 2011, 2010b; Gisbert et al. 2018).
153152
En los tres días principales de las estas, las mujeres ocupaban las
aceras, los balcones y las ventanas viendo como deslaban los varo-
nes sin participar propiamente en los actos y desles. Ambos roles
eran necesarios para el buen desarrollo de la esta y Gisbert (2010a)
destaca que las mujeres vivían las festividades como si participaran
totalmente en ellas.
No obstante, esta tradición, arraigada y generalmente aceptada,
empezó poco a poco a cuestionarse. La primera referencia sobre la
participación de las mujeres en las estas de Moros y Cristianos de
Alcoi se remonta al 19 de abril de 1979, cuando se constituyó el primer
Gobierno local de la democracia y la explica Gisbert (2010a): tras la
cena de celebración, los ediles y concejales se unieron a les entraetes
(desles nocturnos con ropa de calle) que en esos momentos desla-
ban por el centro de la ciudad. Las dos únicas mujeres del consistorio
se unieron también a sus compañeros, pero cuando estaban des-
lando, un cargo del bando moro las invitó a abandonar la formación
advirtiéndoles que la esta era para los hombres, y que las mujeres
tenían que ir a la acera a aplaudir. Las mujeres ya podían ser repre-
sentantes políticas, pero seguían sin poder participar de la esta.
En esos años, las inquietudes que empezaban a mostrar las muje-
res por participar en la esta se materializaron en su incorporación
en los desles como boatos (séquitos)77. El proceso fue muy rápido
(según documentación de la época proporcionada por la asociación
Fonèvol), en 1987 ya salieron en l’Entrà unas mil mujeres. Además,
las jóvenes empezaban a salir vestidas con sus trajes por la noche,
77. Los boatos son -como los grupos alegóricos- un acompañamiento en forma de
ballets y danzas que embellece el desle de los ejércitos. Los conforman grupos
de miembros y allegados de la là, aunque también se ha aceptado que perso-
nas ajenas a la là puedan salir pagando una cuota.
bebiendo y disfrutando de la esta como antes solo hacían los hom-
bres, e “incluso” ensayaban en los locales de las comparsas, con ban-
da y todo, y organizaban cenas y comidas en los días previos a la
esta. Fueron conquistas muy importantes teniendo en cuenta las
resistencias que había en Alcoi, pero las mujeres seguían relegadas
de los cargos principales, y hay quienes piensan que fue una manio-
bra de distracción para no incorporarlas plenamente. Sus papeles
eran todavía secundarios y dependientes de los hombres de su fami-
lia, de sus derechos como festers.
Respecto a los desles guerreros propiamente dichos, Gisbert
(2010a) relata que las niñas y los niños alcoyanos participaban en
igualdad en la Diana, pero cuando las chicas llegaban a la adoles-
cencia y sus cuerpos se transformaban, sus roles en la esta también
cambiaban: debían elegir entre quedarse en las aceras aplaudien-
do a sus novios, padres, hermanos o amigos, o formar parte de los
boatos que acompañaban a los cargos como meros complementos
ornamentales. Esta situación era aceptada por hombres y mujeres
porque era “la tradición”, pero que las niñas fueran apartadas de las
laes al llegar a la pubertad era frustrante para muchas de ellas y por
este motivo, de manera informal, algunas empezaron a manifestar
su interés por participar en la esta con sus amigos y familiares en
lugares donde no eran admitidas (Gisbert, 2010a). Núria Martínez
fue la primera mujer en inscribirse con plenos derechos en una là,
los Alcodianos. Pagó su cuota, completa, a pesar de las reticencias
del propio trabajador del banco, porque ninguna mujer había he-
cho ese gesto antes y nadie había pensando que eso podía pasar y
por eso no existía ninguna normativa ni obstáculo al respecto, solo
155154
una “frontera invisible” (Bourdieu, 1998; Gisbert, 2010a)78. No sin
sobresaltos y seguramente bajo la inuencia del caso de Villena, la
asamblea aprobó con 32 votos a favor y 20 en contra la entrada de
Núria Martínez en su asociación, convirtiéndose así en la primera
mujer festera de Alcoi (Gisbert, 2010a).
A pesar de este importante avance, ya en la misma asamblea en la
que se admitió la solicitud de Núria Martínez, la là Alcodianos acor-
dó congelar la aceptación de nuevas solicitudes (Gisbert, 2010a). Ese
mismo año, inquietos por la “amenaza” que suponía la entrada de
mujeres, cambiaron el apartado de sus Estatutos sobre la incorpo-
ración de nuevos miembros, haciendo más exigentes los requisitos
para formar parte de la agrupación. A partir de ese momento toda
persona que desease pertenecer a la là debía ser avalada por las
rmas de una cuarta parte de los socios de pleno derecho de la là
y ser admitida individualmente por la Asamblea (Art. 11 del Regla-
mento de Régimen Interior de la Filà Alcodianos, citado en Gisbert,
2010a). Esto signicó que ninguna otra mujer pudo acceder a la aso-
ciación con derechos hasta cambios posteriores.
El año siguiente, en 1998, Núria Martínez fue la primera mujer
en deslar en la esta entre más de 6.000 hombres. Algunas per-
sonas mostraron su desaprobación silbando e increpándola cuando
pasaba, otras en cambio se levantaron de sus sillas para aplaudirla
y apoyar ese gesto de libertad (Gisbert, 2010a). Ese mismo año, dos
mujeres más se incorporaron a la là los Navarros del bando cristia-
no, una de ellas Hermínia Blanquer.
78. Para poder participar en las estas con plenos derechos se debe pagar la fulla
(la hoja), una cuota anual bastante elevada (hoy en día en torno a 800 o 1000
euros al año) que da derecho a deslar, a las comidas, al traje, etcétera. Cuando
se paga esta cuota por primera vez se dice que la persona “ha creuat”, que “ha
cruzado”.
LA PROBLEMÁTICA DE LAS ESCUADRAS MIXTAS
Hermínia Blanquer participaba activamente en todos los eventos
festivos que realizaba su asociación como un miembro más, lo que
le daba derecho, como “buena festera” a participar en los actos im-
portantes (Gisbert, 2010a). En marzo de 2001, su là votó en asam-
blea la posibilidad de integrar a las mujeres en las escuadras que
deslan el día de l’Entrà; la participación en ellas se lleva a cabo por
un riguroso orden de antigüedad, por el método de la roda, y nor-
malmente cada fester espera varios años para poder deslar en esta
formación especial, que supone un honor. La asamblea aprobó por
las tres cuartas partes de la là que las mujeres pudiesen participar
en este tipo de formaciones, aunque algunos miembros de la orga-
nización mostraron su descontento con la resolución y manifestaron
que renunciarían a su derecho de participar en la escuadra si tenían
que compartirlo con una mujer (Gisbert, 2010a). De esta forma, se
puso sobre la mesa la cuestión de las escuadras mixtas, un tema to-
davía muy debatido, y se llevaron a cabo votaciones sobre este tema
en otras laes, como en la de Núria Martínez, que votó “no” a este
tipo de formaciones mixtas (Gisbert, 2010a).
En 2002, por méritos y antigüedad, les tocaba a Hermínia Blan-
quer y a su compañera hacer escuadra. A diferencia de su compañe-
ra, que renunció a tal honor, Blanquer aceptó ejercer su derecho y
entonces varios de los hombres que tenían que hacer escuadra con
ella renunciaron también, manifestando públicamente su oposición
a deslar junto a una mujer (Gisbert, 2010a). Con dicultades se
lograron las once personas necesarias para la formación de la es-
cuadra y la expectación local era tan grande que Blanquer concedió
una entrevista al periódico local, cuestión que le iban a reprobar en
repetidas ocasiones sus compañeros. El presidente de la ASJ hizo lla-
157156
mar al presidente de los Navarros para pedirle explicaciones sobre lo
que estaba ocurriendo y días después el presidente de la là la llamó
para hablar con ella (Gisbert, 2010a). Le dijo que se echase atrás,
que no deslara, que no estaban de acuerdo con lo que iba a ocurrir
y que si no se retiraba voluntariamente se iba a convocar una asam-
blea extraordinaria para impedirlo. Ante la negativa de Blanquer a
renunciar a su derecho, la là Navarros le arrebató su derecho a par-
ticipar en la esquadra, por el hecho de ser mujer, y decidió, en aque-
lla asamblea extraordinaria, que en sus actos ociales las escuadras
serían masculinas o femeninas, pero nunca mixtas (Gisbert, 2010a).
Como se necesitan once festeros para hacer este tipo de formación
y en aquel momento apenas había diez mujeres festeras repartidas
por diferentes laes, esta norma obstaculizaba en la práctica el acce-
so de las mujeres a las escuadras.
LA ASOCIACIÓN FONÈVOL
Tal y como relatan las implicadas, lo que sucedió con Hermínia Blan-
quer indignó y enfadó a mucha gente, el ambiente era tenso y des-
agradable. En 2003 un grupo de mujeres y hombres se organizaron
para luchar contra la exclusión y discriminación de las mujeres en
las estas alcoyanas. Hermínia Blanquer, Gemma Ballester, Núria
Martínez y unas 15 personas más preocupadas por lo que había pasa-
do decidieron fundar la Associació Fonèvol79 que, desde entonces, se
dedica a luchar por “la plena integración de las mujeres dentro de las
79. Un fonèvol es una máquina antigua de guerra, una especie de catapulta que
lanzaba piedras contra el enemigo o sus forticaciones. Más información sobre
el caso y la labor de Fonèvol en Ballester (2011) y VV. AA. (2018). Materiales y
página web de la asociación http://fonevol.net
estructuras festeras, sin ninguna discriminación directa o indirecta”.
Querían normalizar el papel de la mujer en la esta “sin enfrenta-
mientos ni medidas traumáticas, ya que consideramos que el proble-
ma debe resolverse desde una postura dialogante” (Gisbert, 2010a).
La primera acción de la asociación se realizó ese mismo año duran-
te las estas y fue una campaña de confeti morado que se repartió
entre la ciudadanía y también una serie de pegatinas con el lema
“Niñas y niños, en la esta los mismos derechos” (Gisbert, 2010a).
Al año siguiente, en marzo de 2004, la asociación organizó las Pri-
meras Jornadas sobre la Mujer en la Fiesta, con ponentes invitadas
de otros municipios donde las mujeres también habían luchado para
obtener derechos en sus estas80. Fonèvol empezaba así a crear redes
con otros grupos de mujeres, que a través de sus experiencias podían
ayudar en el proceso en curso. Durante ese mismo año, mantuvieron
reuniones con diferentes partidos políticos y con la ASJ para trans-
mitirles sus reivindicaciones, pero apenas consiguieron ser escucha-
das (Gisbert, 2010a). También convocaron un concurso de fotografía
con el lema “Una visión crítica sobre la participación de la mujer en
la esta” y se realizó una exposición con todas las fotografías presen-
tadas. Las jornadas, la campaña de confeti, el reparto de pegatinas y
el concurso de fotografía se fueron asentado como actividades per-
manentes de la asociación81. En septiembre de 2005, Fonèvol llevó
80. Participaron personas de la Vila Joiosa, Petrer, Villena y Banyeres de Mariola
para hablar de la incorporación de mujeres en las estas de Moros y Cristianos,
y también Txaro Arribas que habló de los Alardes de Irun.
81. Repitieron la experiencia de las jornadas, cada dos años, durante 6 ediciones,
en las que recibieron ponencias tanto de investigadores vinculados a la uni-
versidad como de testimonios directos sobre la situación de las mujeres en la
esta. Aunque los Moros y Cristianos tenían centralidad, recibieron también
ponencias sobre las Fallas y el Tribunal de las aguas de Valencia, sobre las
bandas de música, los Alardes o la Semana Santa. El concurso de fotografía
159158
a cabo una campaña en las escuelas a favor de la igualdad de las
mujeres y consiguió la colaboración del Centro de Formación y Re-
cursos del Profesorado (CEFIRE) para que se elaborara una unidad
didáctica sobre el tema de la mujer en la esta desde una perspectiva
de la coeducación (Gisbert, 2010a).
Otra de las acciones de Fonèvol fue enviar una queja al Síndic de
Greuges (Defensor del Pueblo Valenciano) explicando la situación de
las estas en Alcoi, las acciones discriminatorias que había llevado a
cabo la ASJ y un repaso de la legislación en materia de igualdad que
avalaba sus reivindicaciones82. En mayo de 2004, el Síndic de Greu-
ges dictó una resolución a favor de la igualdad de las mujeres en las
estas de Moros y Cristianos y recomendó al Ayuntamiento de Alcoi
que fomentara la participación de las mujeres o dejara de nanciar
a una entidad, la ASJ, declarada de utilidad pública, que impedía la
participación de las mujeres en las laes, y por lo tanto en las estas
del pueblo83. El Ayuntamiento hizo oídos sordos a esta recomenda-
ción y el Síndic lo declaró “hostil” por no cumplir sus recomenda-
ciones (Gisbert, 2010a)84. En septiembre de 2004, Fonèvol presentó
una propuesta de acuerdo al Ayuntamiento de Alcoi ahondando en la
cuestión de la discriminación que sufrían las mujeres por parte de la
ASJ y realizando una recopilación de la legislación y la jurisprudencia
lo siguen celebrando anualmente, así como la campaña de confeti morado y
la confección de un pin o distintivo, también morado, que reparten entre sus
simpatizantes.
82. Al Síndic de Greuges de la Generalitat valenciana.
83. Recomendaciones del Síndic de Greuges, Referencia queja nº 031418
84. También se puede leer la comunicación que hizo el Síndic Bernardo del Rosal
Blasco en el curso sobre “Fiestas y mujeres. Patrimonio Cultural Inmaterial”
que tuvo lugar en la Universidad de Alicante (15/04/2005): “Costumbres po-
pulares y Constitución española. Análisis de un caso emblemático: las estas de
Alcoy”.
que avalaba sus reclamos, pero la propuesta fue rechazada por el con-
sistorio con el voto en contra del PP, la abstención del PSPV-PSOE y
cuatro votos a favor de l’Entesa y el Bloc (Gisbert, 2010a)85.
En esos primeros años de conicto surgieron grupos de presión
que actuaban en contra de Fonèvol, interviniendo en los foros de las
estas, insultándolas, llegando incluso a hacer pequeños ataques y
boicots a las personas que conformaban el colectivo86. Esta situación
de tensión fue muy dura y desgastante, provocando incluso la ruptu-
ra de amistades y enfrentamientos personales.
LA NUEVA ORDENANZA DE 2004:
LEGISLAR LAS DIFERENCIAS
En este contexto, la Asamblea General de la ASJ, formada exclusiva-
mente por hombres, aprobó, en sesión extraordinaria (18/11/2004),
una Nueva Ordenanza de la esta que denió los roles que las alco-
yanas iban a representar en las estas a partir de entonces (en la lí-
nea de Villena). La Ordenanza prohibía explícitamente las escuadras
mixtas, impidiendo por tanto que las mujeres pudieran formarlas
dado su escaso número. Establecía que mujeres y hombres debían
vestir trajes diferentes, con elementos diferenciales visibles (Gisbert,
85. (24/09/2004) Propuesta de acuerdo. Se tenían en cuenta las sentencias de los
casos relativos a los alardes guipuzcoanos.
86. Hicieron incluso una campaña de pegatinas difamatorias: una con una vulva
fumando un cigarro que dice “Xonèvol”, otra con la cara de una de ellas con
un punto de mira, otra de una mujer deslando en l’Entrà pero barriendo,
“Stop Fonèvol”, “Sobres FrenaFonèvol” y todo tipo de parodias descalicado-
ras. Fonèvol había ido generando su propio repertorio reivindicatorio: “Cal-
max, para estados carenciales de igualdad”; “Superfestera Fonevolera”; “per
què no?”; “Dones a la festa”; “No et quedis a les cadires, creua!”; “evolució o
extinció”...
161160
2010a). El traje de las mujeres sería diseñado a partir del traje ocial
masculino, y su diseño debía ser aprobado por la Junta General de
la là y por la Asamblea General de la ASJ. También se creó una
nueva gura, la de colaborador/a, pensada especialmente para las
mujeres: sin pagar cuota y sin acceder por tanto a los derechos den-
tro de la asociación (tener voz y voto en las asambleas, ocupar cargos
organizativos y ejecutivos, etcétera), siendo dependientes de algún
pariente hombre para poder participar (Gisbert, 2010a).
La Ordenanza de 2004 también estipulaba que los personajes fes-
teros (el Sant Jordiet, los Capitanes, los Alféreces, etcétera) debían
“representar los valores tradicionales del personaje que representa”
(Art. 16, citado en Gisbert, 2010a)87. La propuesta de reforma fue
aprobada prácticamente por unanimidad. Se consolidaba así el rol
subordinado y secundario de las mujeres y se las integraba en los
desles pero con diseños femeninos, que además de estigmatizarlas
como diferentes, les impedía de hecho participar en los actos festivos
más signicativos, porque no podían ser mixtos.
87. En 2006 se presentó la primera niña para el cargo de Sant Jordiet, pero la ASJ
no admitió la inscripción según lo estipulado en la ordenanza. Esta decisión
hizo que el padre de la niña se enfadara e hiciera declaraciones ante la prensa
acusando a la ASJ de estar dando un trato discriminatorio a su hija por razón
de sexo. La Asamblea de su là le impuso entonces una sanción de suspensión
de Derechos por cuatro años y el afectado interpuso una demanda civil en con-
tra de este acuerdo de 24/11/2006. AP Alicante, Sección 6, nº 293/2008, de
17/07/2008, Rec 127/2008. Otra en AP Alicante, Sección 8, nº 106/2008, de
10/03/2008, Rec 75/2008. Ambas demandas fueron desestimadas, pero son
interesantes los argumentos de la acusación y la reexión sobre la naturaleza
de la ASJ.
LA VÍA JUDICIAL CONTRA LA DISCRIMINACIÓN
DE LAS MUJERES
En 2004 tres socias de Fonèvol intentaron inscribirse en la là Na-
varros, la de Hermínia Blanquer, para ver si así podían formar una
escuadra femenina. Consiguieron las rmas necesarias e hicieron el
ingreso de la cuota, pero la Junta directiva de la là les informó que
debían pasar también por una votación en asamblea extraordinaria,
una premisa que no se había exigido hasta entonces y que no estaba
estipulada en el reglamento interno. Durante la votación, se admitió
la entrada de 28 hombres, pero las tres mujeres fueron rechazadas.
Decidieron entonces presentar una demanda en el Juzgado de Alcoi,
contra la ASJ —porque las laes no tienen entidad jurídica—, para
anular el resultado de la votación que había impedido su entrada en
la là.
En la resolución de primera instancia, el juez consideró que di-
cha asociación se había ajustado a su reglamento y que, además, la
denuncia de anulación estaba fuera de plazo88. Las tres mujeres de-
cidieron entonces llevar su denuncia hasta la Audiencia Provincial
de Alicante, donde el juez reconoció que la anulación del acuerdo
(por incumplimiento de los Estatutos) estaba fuera de plazo, pero
interpretó que lo que se solicitaba era la nulidad del acuerdo —que
no prescribe— por violar el ordenamiento jurídico, en este caso el
principio fundamental de igualdad, admitiendo así el recurso. La
Sentencia dio la razón a las mujeres revocando la resolución anterior
del Juzgado de Alcoi. Reconocía la discriminación y declaraba que,
efectivamente, el impedimento a su participación en la là se había
88. Juzgado de Primera Instancia número 1 de Alcoi, con fecha 22 de noviembre
de 2005.
163162
producido por el hecho de ser mujeres89. La decisión de la asamblea,
que sin conocer a las personas que querían entrar había dicho que sí
a 28 hombres y no a las tres mujeres, era claramente discriminatoria
por razón de sexo, porque infringía el principio de igualdad recono-
cido en el artículo 14 de la Constitución. La ASJ había argumentado
que el rechazo al ingreso de las tres mujeres había sido consecuencia
del libre ejercicio del derecho a voto de los miembros de la là y de
la aplicación del principio mayoritario o de democracia interna que
regía su funcionamiento, pero el juez respondió que ningún repre-
sentante de la ASJ ni de la là había explicado cuáles habían sido en-
tonces las razones de dicho rechazo, y que, sin embargo, había varios
indicios que apuntaban a una intención maniesta de excluirlas por
ser mujeres90. El juez concluía que el sistema de votación en la Junta
para la admisión individualizada se había convertido en el procedi-
miento idóneo para impedir el ingreso de las mujeres y que la argu-
mentación de la ASJ era un fraude de ley, porque no se puede apelar
al libre ejercicio del derecho al voto para justicar el incumplimiento
del principio de igualdad.
89. AP Alicante Sentencia 2772/2006, 7 de septiembre de 2006.
90. La primera: su infrarrepresentación a nivel local en las estas, con 6.000 o
6.500 hombres festers y solo 6 mujeres. La segunda: las intenciones previas a
la votación que aparecían en el acta de la asamblea, donde solo se hacía refe-
rencia a la participación de la mujer en las estas de Moros y Cristianos, lo que
indicaba que el objeto de la votación no era la admisión individualizada de los
aspirantes sino la admisión o exclusión de las tres mujeres. La tercera: que solo
se había utilizado el sistema de admisión por votación cuando había habido
alguna aspirante mujer (en 1998, que fueron admitidos todos los aspirantes
hombres y dos mujeres, Hermínia y su compañera, en una votación conjunta;
y en el año 2004 cuando solicitaron el ingreso las tres demandantes con vota-
ción individualizada) y cuando todos los aspirantes eran hombres el ingreso se
realizaba con una simple solicitud más el aval de otros dos festers.
De esta forma, el juez declaró la nulidad radical del acuerdo, pero
no condenó a la ASJ a admitir a las mujeres porque no se hizo la
petición en la denuncia. Es reseñable una aclaración del juez que
hace referencia a las sentencias de 2002 sobre los Alardes de Irun
y Hondarribia91, dice que, al rechazar siempre la ASJ la existencia
de discriminación por sexo, “no tenemos que examinar si ese trato
desigual a los hombres y a las mujeres para acceder a la condición
de fester tiene una justicación objetiva y razonable, por ejemplo, el
respeto a la tradición o la conmemoración de actos históricos”. En
cualquier caso, la sentencia fue un varapalo para los sectores más
reacios a la admisión de las mujeres y calentó mucho el ambiente. La
ASJ envió una carta a las tres mujeres de Fonèvol diciendo que podía
repetirse la votación, pero según relatan, ellas ya no le veían sentido
a integrarse en una là a la que habían demandado.
A PESAR DE LOS OBSTÁCULOS,
AVANCES EN LA INCORPORACIÓN DE LAS MUJERES
En 2007, Hermínia Blanquer presentó su baja después de nueve años
intentando participar con normalidad en las estas. Relata que la pre-
sión sobre ella y su familia fue tan fuerte que decidió dejar la primera
línea para continuar luchando activamente dentro de Fonèvol. Las
que habían sido sus amistades ya no lo eran, se produjo un distan-
ciamiento, grandes diferencias y su marido abandonó también la là.
Al mismo tiempo, a Núria Martínez, que le correspondía por an-
tigüedad hacer Diana junto a diez compañeros de là, se le denegó
este derecho por la prohibición legislada en la Ordenanza de 2004
91. STS 5976/2002, 19 septiembre 2002, STS 5853/2002, 13 septiembre 2002.
165164
a las formaciones mixtas. Y lo mismo sucedió en los años siguien-
tes, hasta en tres ocasiones, y lo mismo en 2009, cuando después
de doce años de espera, le tocaba hacer escuadra según el riguroso
orden de la roda (Gisbert, 2010a). Ante esta situación, en enero de
2010, un grupo de asociados y asociadas de la ASJ (entre los que
estaban las mujeres de Fonèvol) hicieron una petición de cambio
en la Ordenanza para que las escuadras pudieran ser mixtas, como
mínimo en el caso de no haber sucientes miembros mujeres para
formar una femenina, y también que las mujeres y niñas pudiesen
elegir entre el diseño ocial de la là o el diseño femenino (Gisbert,
2010a). La petición fue rechazada por mayoría absoluta en la Asam-
blea General de la ASJ, y el presidente se rerió al suceso diciendo:
“la esta es egoísta” y “lo que está pasando es injusto, pero es lo que
hay” (Ciudad de Alcoi, 1/3-04-2010 citado en Gisbert, 2010a). La
ASJ consideraba que no había falta de democracia, que la Ordenanza
se había aprobado por unanimidad en la Asamblea General y que
esa votación expresaba el sentir general de la ciudadanía alcoyana:
“lo que quiere el pueblo de Alcoi” (Gisbert, 2010a).
Mientras todo esto sucedía y estas mujeres pioneras sufrían el
rechazo y la discriminación, el camino que habían abierto estaba
produciendo avances en la participación de las mujeres en distintas
actividades de la esta. Eran logros y avances lentos, con muchas di-
cultades dados los obstáculos que ponía el mundo festero, pero im-
pensables una década atrás. El avance más importante —a pesar de
sus inconvenientes— había sido la incorporación de las mujeres en
las estas vistiendo adaptaciones de los trajes masculinos. Desde la
aprobación de la Ordenanza de 2004 el número de mujeres que par-
ticipaban en las estas aumentó considerablemente, de 250 a 1.400
mujeres en apenas seis años. Progresivamente, las mujeres se fueron
integrando, primero en los actos menos importantes y prestigiosos,
después en espacios cada vez con mayor relevancia. Fonèvol ha ido
recogiendo y registrando estos avances, año a año, difundiéndolos y
promocionándolos en su página web, en redes sociales y en los me-
dios de comunicación92.
En 2015, por primera vez, una escuadra de mujeres deslaba en
la Diana, uno de los actos ociales más importantes, y aumentó tam-
bién el número de festeras participando en el Alardo (simulacro de
batalla) aunque, según relatan las personas entrevistadas, los vesti-
dos femeninos (con mangas largas y materiales de tul), en algunos
casos, impiden disparar con comodidad y se queman con las chispas
de pólvora. A pesar de las dicultades, la presencia de las mujeres,
aunque minoritaria, se iba consolidando y el número de festeras de
pleno derecho crecía lentamente, pasó de 6 en 2003 a 67 en 2014.
En 2015, tras varios años solicitándolo, el Ayuntamiento autorizó
a Fonèvol a organizar una entraeta (desles nocturnos, en ropa de
calle, que se celebran los días previos a la trilogía festera). Partici-
paron unas 50 personas —hombres y mujeres, algunos cargos polí-
ticos— y cerca de 40 músicos, además de las personas del público.
Fonèvol es la única entidad que no es una là que organiza su propia
entraeta cada año para pasarlo bien y reivindicar la igualdad y los
derechos de las mujeres en la esta.
En 2016, el año en que el Ayuntamiento de Alcoi presentó su Plan
Municipal de Igualdad, que incluye la integración de la mujer en las
estas, las mujeres llevaron por primera vez la reliquia de san Jorge
desde la iglesia hasta el punto de encuentro con la Procesión Gene-
ral. El traslado del dedo del Santo Patrón alcoyano se realizó, como
rige el ritual, con la indumentaria adecuada que se custodia en el
92. http://fonevol.net/index.php/pages/quefem/
167166
Casal de la ASJ, pero se escucharon gritos de “sacrilegio” que ponían
de maniesto el malestar de algunos presentes (Gisbert, 2010a). Ese
año, Vascos y Marrakesch presentaron las primeras escuadras de
mujeres en las Entradas, recibiendo un apoyo enorme del público, y
la là Realistas presentó una escuadra de mujeres de pleno derecho
en la Diana. Las mujeres de pleno derecho ascendían ya a 90, pero
aún había 14 laes que no tenían ninguna. Mucha gente apoyaba ya
abiertamente la participación igualitaria de la mujer, incluso perso-
nas que antes estaban en contra, lo que demuestra que el trabajo de
visibilización de la discriminación de las mujeres y las reivindica-
ciones constantes de Fonèvol ante diferentes organismos, medios de
comunicación y juzgados abrió el camino para este cambio de men-
talidad y para que las mujeres alcoyanas fueran avanzando hacia la
igualdad plena.
2.3. Situación actual y líneas de trabajo
Siguiendo la información de la web de Fonèvol sabemos que, a partir
de 2017, la participación de las mujeres destaca en las estas, y las
publicaciones del Ayuntamiento y de Radio Alcoi utilizan ya fotogra-
fías de mujeres. Las escuadras de mujeres en la Diana reciben gran
apoyo del público e incluso hay una mixta. Algunas mujeres partici-
pan como cartutxeres durante el Alardo y aumenta la participación
femenina en la segunda Diana con un gran número de escuadras
mixtas (las de jóvenes).
A petición de las laes más favorables a la integración de las mu-
jeres, se promovió una discusión sobre el acto ocial de la Glòria, en
el que participa un representante de cada là, y la conveniencia de
permitir que fuera un acto mixto, para que pudieran participar las
mujeres. Aunque la ASJ fue postergando la decisión e hizo alarde
de un falso “referéndum” de consulta, nalmente se aceptó que las
mujeres puedan representar a sus laes en este acto ocial, un hito
en la incorporación de las mujeres en los actos más importantes de la
esta y una excepción en cuanto a su carácter mixto93. En 2018, por
primera vez en la historia, una mujer participaba en este acto ocial
que hasta el momento había sido exclusivo de los festers, y cuatro
mujeres participaron también en la Glòria del Hospital (en residen-
cias de personas mayores) y dos en la Glòria Infantil.
La nota negativa la puso la là Alcodianos que no permitió a Nú-
ria Martínez deslar en una escuadra con sus compañeras por no
tener el traje femenino. Martínez tiene el traje ocial igual que los
hombres, pues cuando se inscribió en la comparsa todavía no exis-
tían los trajes femeninos, y se niega a utilizar el traje femenino por-
que no está de acuerdo en que se imponga. Esta reivindicación se ha
convertido en campaña en las redes sociales en los últimos años, con
el hashtag “un traje, un là”, que reivindica la existencia de un úni-
co traje para hombres y mujeres. Sin embargo, la ASJ ha propuesto
recientemente que se modique el Estatuto de la esta para prohibir
expresamente que se lleven trajes no adecuados a cada género, lo
que afecta especialmente a las mujeres pioneras que tienen el tra-
je masculino94. La discusión sobre los trajes sigue abierta en estos
93. La ASJ anunció en 2016 un referéndum sobre la participación de las mujeres
que se iba a hacer entre los 10.300 asociados (de los que 2.700 eran mujeres).
Sin embargo, el proceso se limitó a una votación de la Junta Directiva tras ha-
ber recibido las aportaciones de los festers a través de sus representantes. ABC
(29/01/2016) La discriminación femenina en las estas de Alcoy se somete a
“referéndum”.
94. Artículo de opinión de Fonèvol (27/07/2019) ¡A por ellas!
169168
momentos. Fonèvol ha promovido una campaña de mociones a este
artículo del Estatuto, pero parece que la ASJ sigue rme a la hora
de poner obstáculos para la plena incorporación de las mujeres en
las estas95.
A día de hoy, hay todavía hay 6 laes que no tienen mujeres de
pleno derecho. Un punto de inexión podría ser la denuncia que ha
presentado un veterano festero de la là Chano contra el Ayunta-
miento (Gisbert, 2010a). En el contencioso-administrativo exige al
Ayuntamiento que no se concedan más subvenciones a la ASJ si si-
gue obstruyendo la participación de la mujer, porque esto contravie-
ne la Ley de Asociaciones96. Reclama que el Ayuntamiento presente
sus cuentas y que se anulen los convenios de colaboración con la ASJ
entre 2006 y 2016, lo que obligaría a la ASJ a devolver más de un
millón de euros.
En mayo de 2019, tras las estas, Fonèvol publicó en los medios
de comunicación una actualización de datos aproximativos sobre la
participación de las mujeres, destacando que no hay datos ociales
porque ni la ASJ ni el Ayuntamiento los facilitan. Las mujeres su-
ponen todavía solo el 5,6 % de los festers de pleno derecho en Alcoi
(242 festeras de pleno derecho de 4.335 festeros), una cifra muy im-
portante pero todavía lejos del 50 %. En relación a las mujeres que
95. Medium (22/05/2019) Dos trajes y un destino: el machismo; Radio Alcoi
(5/08/2019) Fonèvol estudia realizar enmiendas al borrador del nuevo estatu-
to, (12/09/2019) La Columna Hoy por hoy, Alcoi (minuto 1:30). (20/09/2019)
Hora 14, Alcoy (minuto 8:30). Concluyendo este informe, sabemos que se han
aceptado 53 enmiendas al nuevo Estatuto en relación a 18 artículos. Está pen-
diente la asamblea extraordinaria de la ASJ donde se decidirá sobre ellos.
96. Aporta como pruebas la Sentencia de la Audiencia de Alicante de 2006, las de-
claraciones del Síndic de Greuges y el Plan de Igualdad del propio Ayuntamien-
to. ABC (9/02/2017) Los Moros y Cristianos de Alcoy se abren a la entrada de
mujeres tras la presión del contencioso.
pertenecen a una là por ser familia de un festero, que pueden salir
con uniforme pero no votar en las asambleas, este año han partici-
pado alrededor de 1.500. La asociación destaca que 33 mujeres han
hecho escuadra, lo que supone un 5,8 % del total de personas que
han disfrutado de esa formación. En cuanto a la ASJ, con existencia
reglamentada desde 1833, este año ha entrado a la Junta Directiva la
primera mujer de la historia con derecho a voto, la regidora de es-
tas. Sin voto está también la asesora artística, la segunda mujer que
forma parte de la junta directiva en toda su historia. El número de
asociados de la ASJ es de 10.000, casi un 17 % del censo alcoyano97.
Fonèvol reconoce los avances que se han producido en los últimos
años, aunque destaca que todavía queda mucho camino por reco-
rrer para alcanzar la plena igualdad. A pesar de ello, y seguramente
sin tomar en consideración la situación denunciada por Fonèvol y el
Síndic de Greuges (Del Rosal, 2005), la esta de Moros y Cristianos
de Alcoi fue reconocida como Bien de Interés Cultural Inmaterial por
parte de la Generalitat Valenciana el 29 de marzo de 201998. La tra-
mitación del expediente se inició en 2018 por parte de la Conselleria
de Educación, Investigación, Cultura y Deporte. En el procedimiento
se ha concedido trámite de audiencia al Ayuntamiento de Alcoi, y
en el expediente constan los informes favorables del Consell Valen-
cià de Cultura, de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos y
de la Universitat d’Alacant. La gestión del bien y el cumplimiento de
las medidas de protección y salvaguardia corresponderá a la ASJ y
al Ayuntamiento de Alcoi, lo que, según hemos visto, no es garantía
de que se avance de forma decidida en el camino hacia la igualdad.
97. Diario Información (13/05/2019) Las mujeres aún suponen solo el 6 % de los
festeros de pleno derecho en Alcoy.
98. Las estas de moros y cristianos de Alcoy ya son bien de interés cultural (bic).
171170
3. PROCESIONES DE SEMANA SANTA
(DISTINTAS LOCALIDADES)
3.1. Presentación de la fiesta
La Semana Santa es la conmemoración anual de la pasión, muerte
y resurrección de Jesús de Nazaret. Es la celebración más importan-
te del calendario cristiano, y por eso, es un período de intensa acti-
vidad litúrgica dentro de las diversas confesiones cristianas. Aunque
el calendario festivo anual está repleto de procesiones vinculadas al
catolicismo, las de Semana Santa son generalmente las más impor-
tantes y prestigiosas y en distintas ciudades del Estado han sido re-
conocidas como Fiestas de Interés Turístico Internacional (Sevilla,
Málaga, Cáceres, León, Valladolid, el Bajo Aragón o Zamora); y algu-
nas han postulado ya para ser declaradas Patrimonio Inmaterial de
la Humanidad por la UNESCO. Todas ellas tienen un gran impacto
económico y atraen a innidad de visitantes y turistas.
Las fechas de celebración de la Semana Santa son variables, por-
que se basan en el calendario lunar, pero suelen situarse entre marzo
y abril según el año, condicionando en España el calendario labo-
ral y vacacional (Castro, 2018). Iniciado el periodo de Cuaresma el
Miércoles de Ceniza, la Semana Santa comienza con el Domingo de
Ramos, que conmemora la entrada de Jesucristo en Jerusalén. Des-
pués vienen el Lunes, el Martes y el Miércoles Santo, que dan paso a
la Pascua y a los días más importantes de la Semana Santa: el Jueves
Santo, que celebra la institución de la eucaristía (los sacramentos de
la última cena y del reparto del pan); el Viernes Santo, conmemora-
ción de la Crucixión de Jesús; y el Sábado Santo, en el que la Vigilia
Pascual durante la noche da paso al Domingo de Resurrección.
ESTRUCTURA ORGANIZATIVA
Las hermandades o cofradías católicas son las instituciones que or-
ganizan y llevan a cabo las procesiones de Semana Santa. Se trata de
congregaciones de devotos o asociaciones de eles creadas conforme
a los cánones del Título V del Código del Derecho Canónico99. Estas
entidades realizan actividades a lo largo de todo el año, constituyendo
redes de sociabilidad, aunque su función ocial es promover el culto,
la doctrina y la fe católica, promover actividades e iniciativas para la
evangelización y el ejercicio de obras de piedad o de caridad100. Las
Hermandades y Cofradías son entidades adscritas y dependientes de
la Iglesia católica; pertenecen a cada diócesis y todo su patrimonio
artístico e inmaterial es propiedad de las mismas. Aun así, en las
Cofradías participa gente con sensibilidades distintas, cuyos víncu-
los con la Iglesia católica o sus sentimientos religiosos pueden ser
diversos. Las procesiones de Semana Santa, a pesar de su carácter
religioso, son actividades que tienen también un fuerte componente
popular, social y festivo (Moreno, 1985; Saborido, 2011)101. Aunque
99. Título V: De las Asociaciones de eles.
100. Las Cofradías reúnen a los creyentes en torno a una advocación de Cristo, de la
Virgen o de un Santo, o también en torno a un momento de la Pasión o una re-
liquia, con nes piadosos, religiosos o asistenciales. Hay tres tipos de cofradías:
las Penitenciales (que hacen pública estación de penitencia en Semana Santa);
las Sacramentales (que cultivan la devoción y adoración hacia el Santísimo
Sacramento) y las de Gloria (que fomentan, normalmente, el culto a alguna
advocación mariana o a algún santo, deslando en estas patronales).
101. Diario de Sevilla (14/042009) “La religión sola no explica la Semana Santa”.
173172
se organizan y trabajan bajo la autoridad eclesiástica, esta relación
no ha sido siempre pacíca.
El antropólogo Isidoro Moreno (1985) destacó la función de so-
ciabilidad y comensalismo que tenían las hermandades y cofradías
sevillanas a nales del siglo pasado, especialmente para los núcleos
más activos, protagonizados exclusivamente por hombres. Moreno
(1985) comparaba las hermandades con los “clubs de varones” o con
“la casa de los hombres”. El origen de cada una de estas agrupacio-
nes es de orden diverso según cada lugar o cada época. Las de origen
medieval provienen en su mayoría de advocaciones con nes gre-
miales o institucionales, de determinados sectores profesionales de
estratos sociales medios (comerciantes, profesionales, empleados de
ocinas) (Moreno, 1985) y en Málaga, concretamente, funcionaban
como mutualidades de seguros de entierros, conformadas también
por la clase media urbana (artesanos, comerciantes, funcionarios,
militares...) (Sánchez, 2003).
Cada hermandad o cofradía tiene sus propias reglas, que regu-
lan la admisión de eles, los motivos de expulsión, las sanciones por
no asistir a los cultos o reuniones, denen la responsabilidad de los
cargos directivos, la forma de elección, etcétera. Estas reglas se es-
tablecen en función de unos Estatutos Marco que elabora cada dió-
cesis, aunque en algunos casos, no hay una vigilancia estricta sobre
su cumplimiento. Estos reglamentos, los Estatutos Marco y el propio
Código Canónico han marcado de forma denitoria las posibilidades
de acceso de las mujeres al ámbito cofrade102.
La estructura de las cofradías es de carácter jerárquico, es decir,
102. Las reglas y estatutos de cada cofradía normalmente pueden consultarse en
sus espacios web. Los Estatutos Marco en la web de cada diócesis y también se
encuentra en la red el Código Canónico vigente, de 1983.
impera la jerarquía eclesiástica, pero las Asambleas o Cabildos tie-
nen poder de decisión. El día a día es dirigido por la Junta de Gobier-
no, pero los asuntos importantes deben ser votados en asamblea por
el resto de Hermanos y Hermanas. Las Juntas de Gobierno de cada
cofradía pueden ser diferentes (en los cargos y en el número de com-
ponentes), pero todas están dirigidas y presididas por un Hermano
o Hermana Mayor y a este cargo le siguen los de Vicepresidente/a o
Tenientes de Hermano/a Mayor, los puestos de Mayordomos, Te-
soreros o Contadores, Consiliarios o Fiscales, Secretarios, Priostes,
Albaceas y luego toda una serie de Vocales y Diputados que se re-
parten distintas funciones. Como vamos a ir viendo, las mujeres han
tenido más difícil acceder a los puestos más altos y signicativos de
la jerarquía cofrade, siendo las Juntas de Gobierno los espacios ge-
neralmente más blindados.
El resto de los Hermanos o Hermanas participan en los cultos
internos como eles y en los cultos externos pueden participar: como
penitentes o nazarenos/as (en las procesiones de Semana Santa con
el hábito penitencial y la cara normalmente cubierta), como acóli-
tos/as (seglares revestidos litúrgicamente que cumplen funciones
especiales como llevar el cirial o el incienso), como costaleros/as o
hermanos/as de carga (que portan los tronos o pasos)103 o como mú-
sicos si la cofradía tiene banda propia. Aunque las mujeres han ido
accediendo progresivamente a estos espacios, ha sido muy poco a
poco y no sin dicultades, primero como nazarenas y después, solo
en algunas ciudades, como acólitas o portapasos. A excepción de ciu-
dades como Málaga o Cartagena, incluso en las ciudades donde están
más integradas, siguen teniendo vedados ciertos puestos en la pro-
103. También se denominan portapasos, cargadores/as, banceros/as, anderos/as,
horquilleros/as...
175174
cesión, la posibilidad de acompañar a ciertas imágenes o el acceso
a portar los pasos.
3.2. La participación de las mujeres104
Aunque las mujeres aparecen vinculadas a las cofradías a lo largo
de la historia, su participación ha sido generalmente secundaria o
diferenciada. Sabemos que participaban en las procesiones porque
hay documentación sobre las prohibiciones de los obispos (ya en el
siglo XVII) para que no lo hicieran. Ya en el siglo xviii hay noticias y
documentación sobre la participación de las mujeres en los cortejos
de la Semana Santa de Sevilla y de Málaga, aunque salían detrás de la
imagen o participaban en tramos especícos para ellas, con insignias
de un color diferente y manteniendo una separación respecto a los
cofrades varones (Muriel y Muriel, 2001). A mitad de siglo aparece
la gura de la Camarera, que tenía el honor de vestir y adornar la
imagen de la Virgen, un papel concedido generalmente a mujeres de
cierto estatus que eran generosas con la Cofradía haciendo donacio-
nes (Sánchez, 2003). También era habitual que participaran como
104. La información recopilada y analizada en este capítulo proviene principalmen-
te de la conversación y del archivo personal de Victoria Botí, presidenta de la
Asociación Mujeres Cofrades de Cartagena y de la Federación Nacional de Aso-
ciaciones de Mujeres Cofrades. Se ha utilizado también el trabajo de Paloma
Sánchez Domínguez (2003), Paloma Saborido (2011, 2016) y Julián Domín-
guez (2017), así como algunas conversaciones con Adoración Castro (UPV /
EHU) e innidad de noticias de prensa.
bordadoras asalariadas y, ya a mitad del siglo xix, se formaron algu-
nas hermandades de mujeres en Málaga (Sánchez, 2003).
En algunas cofradías las mujeres eran admitidas a través de un
familiar varón, pero siempre con derechos restringidos (como en las
comparsas alcoyanas). En los listados de miembros aparecían bien di-
ferenciados los cofrades de pleno derecho, los cofrades activos, todos
varones, y los asociados o devotos, en su mayoría mujeres, indicando
cuál era la vinculación familiar que permitía a la mujer ser admiti-
da en la hermandad (Botí, 2019). Solo las viudas de cofrades podían
acceder con todos los derechos al morir sus maridos (Gómez, 2018).
Tal y como relata Paloma Sánchez (2003), las mujeres aportaban
a la Semana Santa un trabajo invisible y poco reconocido, como eran
las tareas de mantenimiento de enseres, el cuidado y el planchado de
la ropa que lucían los hombres en los cortejos y luego las labores do-
mésticas de cuidado de la familia, cocina, etcétera. Entre el siglo xviii
y el xix, empezaron también a salir en las procesiones como Damas
de Mantilla o “Manolas”, los únicos espacios que han podido ocupar
hasta no hace mucho105. Aunque a inicios del siglo xx se produjo un
avance importante en materia educativa y también en derechos para
las mujeres, la imposición del nacionalcatolicismo por parte de la
dictadura franquista puso freno a este proceso y, a partir de los años
40, las mujeres fueron excluidas del ámbito cofrade y relegadas al
hogar (Sánchez, 2003). Esta situación empezó a cambiar en los años
60 con la apertura económica, la llegada del turismo y también de
105. Las primeras Damas de Mantillas fueron seguramente las propias Camareras de
la Virgen. El término Manola se utilizaba en el siglo xix como sinónimo de maja,
guapa, chula o valiente. Las Manolas representan a las mujeres de luto que llo-
ran la muerte y celebran la resurrección de Cristo. Manolas: una tradición que
se mantiene generación tras generación, ¿De dónde viene el origen de las Mano-
las de Semana Santa?, Vestir la mantilla como reivindicación feminista.
177176
la moda, pero la Iglesia seguía anclada en el pasado, muy vinculada
al franquismo, y las cofradías empezaron a decaer. La jerarquía de
la Iglesia no contemplaba la integración de las mujeres, ni siquiera
cuando en los años 70 la propia Dictadura les reconoció derechos
laborales y educativos, y aunque las normas del Concilio Vaticano
II (1962-1965) eran algo más progresistas, no veían con buenos
ojos las procesiones de Semana Santa, especialmente por el barro-
quismo cofrade, contrario a la austeridad que promulgaba el nuevo
Concilio (Sánchez, 2003). Como la Iglesia, las cofradías fueron per-
diendo apoyo y entraron en crisis, descendiendo mucho el número
de nazarenos. En Málaga, por ejemplo, tuvieron que recurrir a los
cuerpos militares para llevar las velas, y lo que sucedió en muchas
ciudades es que los hombres cofrades, que ya no podían pagar a los
portapasos, empezaron a llevar los tronos ellos mismos y las mujeres
pasaron a ocupar los puestos vacíos como penitentes y nazarenas,
siempre camuadas y sin autorización (Sánchez, 2003).
Con la muerte de Franco adquirieron mayor visibilidad las rei-
vindicaciones a favor de los derechos de las mujeres, se promulgó
la Constitución de 1978 y se empezaron a dar los pasos más impor-
tantes en la incorporación de las mujeres a la Semana Santa. En este
capítulo vamos a ver, de forma resumida, algunos procesos que han
tenido lugar en distintas localidades del Estado.
LA SEMANA SANTA DE MÁLAGA
El Código Canónico de la Iglesia de 1917 no permitía a las mujeres
ningún cargo directivo en las cofradías, ni tampoco vestir de naza-
renas106. A pesar de ello, en Málaga, las mujeres empezaron a ac-
ceder a las Juntas cofrades ya en los años 70 y no solo por la crisis
económica (general en todo el Estado) sino también por la llegada
de Hermanos Mayores más jóvenes a la dirección cofrade y por la
postura progresista del Obispo de Málaga, Ramón Buxarrais Ven-
tura, que animaba a las mujeres a integrarse en la actividad cofrade
(Sánchez, 2003). En 1977 —seguimos el relato de Sánchez (2003), la
primera Secretaria General en una Cofradía malagueña, en 1976— el
Obispo creó unas bases nuevas para la revisión de los Estatutos de
las cofradías malagueñas que trataban de integrar a los jóvenes y a
las mujeres, que ya salían con regularidad en la mayoría de cofra-
días. Algunas mujeres trabajaban incluso en Juntas de Gobierno sin
autorización episcopal. Estas bases eran de obligado cumplimiento,
pero los cofrades malagueños se negaron a aceptarlas. Se produjo un
conicto con el obispado que concluyó con una prórroga en el tiem-
po para la revisión individualizada de los Estatutos de cada cofradía
(Sánchez, 2003).
Algunos Hermanos Mayores, sobre todo los jóvenes más progre-
sistas, estaban a favor de la integración “ocial” de las mujeres en
cargos que ya ocupaban. Jesús Saborido, Hermano Mayor de la Co-
fradía de la Pollinica, era uno de ellos y, sin pedir permiso expreso,
presentó al obispado, para que fuera refrendada, una Junta de Go-
106. El Capítulo II, sobre cofradías y pías uniones, decía en el canon 709.2: “Las
mujeres únicamente pueden ser inscritas en las cofradías para lucrar las indul-
gencias y las gracias espirituales concedidas a los cofrades”.
179178
bierno en la que aparecían los nombres de tres mujeres para ocupar
cargos de responsabilidad (Sánchez, 2003). La Junta fue aprobada
y, por primera vez, mujeres intervenían ocialmente en la dirección
de una cofradía y los hombres aceptaban la situación a pesar de la
ruptura que suponía con la tradición, adoptando no obstante acti-
tudes algo paternalistas y anticuadas (Sánchez, 2003). A partir de
entonces, varias mujeres publicaron libros sobre las cofradías y se
fueron abriendo paso en el mundo cofrade malagueño y, en 1980,
una mujer recibió por primera vez el Premio de la Agrupación de Co-
fradías y la Medalla de Plata de la entidad, una importante distinción
(Sánchez, 2003).
En los años 80 y 90 el feminismo tomó fuerza y se aprobó el Es-
tatuto de Autonomía de Andalucía, cuyo artículo 12 decía: “La Co-
munidad Autónoma propiciará la efectiva igualdad del hombre y la
mujer andaluza promoviendo la plena incorporación de esta en la
vida social y superando cualquier discriminación laboral, cultural,
económica o política”. Las cofradías eran una parte fundamental
de la cultura andaluza, pero pocas mujeres se incorporaban a ellas
en la dirección o en las Juntas de Gobierno dadas las restricciones
del Código Canónico. El cambio en el seno de la Iglesia llegaría en
1983 con el Nuevo Código Canónico107, que suprimía el canon que
discriminaba a las mujeres, utilizando el término “eles cristianos”
para denominar a ambos sexos. A partir de entonces, se fueron suce-
diendo pasos adelante en la incorporación de las mujeres, y con ellos
los hombres se fueron acostumbrando a su presencia, aunque fuese
todavía en cargos de poca relevancia.
107. Código Canónico 1983.
Poco a poco, la Agrupación de Cofradías había ido admitiendo
algunas mujeres, pero fue nuevamente Jesús Saborido, quien como
nuevo presidente abrió todas las puertas a las mujeres en 1981, rom-
piendo barreras importantes al admitir a varias delegadas (Sánchez,
2003). Aun así, las mujeres seguían siendo minoría en los puestos
de gobierno. En 1985, Málaga tuvo su primera mujer pregonera, y
en 1987 la Hermandad del Prendimiento aceptó que las mujeres
portasen los pequeños tronos de traslado de las imágenes desde la
parroquia hasta la Casa de la Hermandad, y otras cofradías imitaron
el gesto (Sánchez, 2003). Antes de acabar el siglo xx, Adela Rubio
Jiménez fue elegida Hermana Mayor de la Archicofradía de los Do-
lores de San Juan, pero ella misma declaraba que su nombramiento
respondía más a la necesidad de las cofradías que a un gesto de reco-
nocimiento o generosidad. Su caso, además, era excepcional y consi-
deraba que las hermandades eran un mundo cerrado y machista en
el que iba a ser difícil que las mujeres fueran reconocidas con todos
sus derechos, obligaciones y libertades (Sánchez, 2003). Además,
las mujeres tenían poco tiempo para dedicarse a las hermandades y
para asociarse, dada la carga doméstica, la crianza y la falta de con-
ciliación y corresponsabilidad real. Ser cofrade implica estar todo el
año trabajando, dedicando el tiempo libre a la Cofradía, y esos ratos
de ocio, en general, no los tenían las mujeres; solo algunas jóvenes,
estudiantes, o mujeres de mediana edad cuyos hijos eran adoles-
centes y estaban integrados también en la cofradía. Una minoría de
mujeres con hijos pequeños se unían a sus maridos en las cofradías
(Sánchez, 2003).
Málaga había sido la primera ciudad andaluza en abrir la Semana
Santa a las mujeres, principalmente por necesidad (económica y de
cofrades) pero también por la voluntad de ciertos sectores progre-
sistas. En 2003, Adela Utrera (abogada, hija del que fuera alcalde de
181180
Málaga) fue la primera mujer en portar un trono en la Congregación
de Mena. Utrera ya era secretaria en la Junta de Gobierno y, a pesar
de las resistencias y quejas de algunos hermanos, su participación
fue refrendada en votación108. Aunque su incorporación no supuso
que otras mujeres dieran en seguida un paso adelante, en 2018 fue-
ron ya siete mujeres las que portaron un trono en su congregación.
Otras cofradías, como La Pollinica o Dulce Nombre, también tienen
mujeres en los varales exteriores (a la vista). Sin embargo, la asam-
blea de cada cofradía tiene poder de decisión sobre dónde y cómo
incorporar a las mujeres, y algunas no las admiten, según Utrera,
porque no están del todo preparadas para hacerlo109.
No obstante, actualmente en Málaga no existe ningún puesto
en la procesión vetado a las mujeres y son minoritarias las postu-
ras machistas entre los cofrades varones. En 2019, Paloma Saborido
(hija de Jesús Saborido y Paloma Sánchez) dio el pregón de Semana
Santa, marcado por sus vivencias en La Pollinica desde la infancia,
defendiendo la presencia de las mujeres en las cofradías en cualquier
puesto, resaltando que ya no existen barreras para ellas en las co-
fradías de Málaga110. Aun así, un estudio cuantitativo desvelaría ci-
fras todavía muy desiguales entre hombres y mujeres, sobre todo a
medida que se asciende en la jerarquía de cargos, tanto de gobierno
como simbólicos111. Según las personas entrevistadas, estas desigual-
108. Diario Sur (4/04/2007) Adela Utrera: “Puede que este sea mi último año sa-
cando el Cristo de Mena”, El Mundo (18/04/2013) Una abogada de 37 años se
convierte en la primera mujer portadora de un trono en Málaga.
109. Ver programa 5 Verde, blanca, verde, Canal Sur. Minuto 1:15:43.
110. Un pregón de una hora y 24 minutos que pudo seguirse en directo a través de
tres televisiones (Canal Málaga, 101 TV, y PTV) y cuatro radios (SER, Cope,
Canal Sur y Canal Málaga Radio). Diario Sur (7/04/2019) Paloma Saborido
deende a las mujeres en las cofradías para que sean lo que “les dé la gana”.
111. Según información facilitada por Paloma Sánchez, hay 334 mujeres en las jun-
dades son consecuencia principalmente del problema de desigual-
dad estructural que existe en la propia sociedad: conciliación laboral
y familiar, mayor carga doméstica de las mujeres y en el trabajo de
cuidados, consecuente falta de tiempo libre y de la posibilidad
de asociarse112.
LA SEMANA SANTA DE CARTAGENA
Siguiendo el relato de Victoria Botí (2018, 2019), sabemos que ya en
1945 la Cofradía del Resucitado creó el primer tercio femenino de
la Semana Santa de Cartagena, pero que hubo que esperar casi tres
décadas para que otras cofradías incorporaron también a la mujer en
sus tercios de penitentes, a pesar de que algunas ya procesionaban
escondidas113. En 1970, la Cofradía Marraja constituyó la primera
agrupación femenina de esta cofradía, conformada y gobernada ex-
clusivamente por mujeres, la de La Verónica, que posibilitó por vez
primera el acceso de una mujer a una Junta de Gobierno. Un año
más tarde, esa misma cofradía creó la primera agrupación mixta de
tas de gobierno de las cofradías de Málaga, lo que representa casi el 20%, aun-
que. En cargos importantes el porcentaje se reduce al 7,7% de mujeres (muy si-
milar al 7,6% de ociales en el ejercito español). Hay cuatro mujeres hermanas
mayores, lo que representa casi el 10%, y en sus juntas suele haber más mujeres
que en las dirigidas por varones.
112. Según el Instituto Andaluz de la mujer (datos facilitados por Paloma Sánchez),
el 45% de las mujeres tiene muy poco o ningún tiempo libre. Por eso el aso-
ciacionismo entre las mujeres es muy bajo, sólo un 5,2% asiste a algún tipo de
reunión. El 83,6% de los cuidados informales a mayores los realizan mujeres.
113. En la Semana Santa de Cartagena hay cuatro Cofradías: https://semanasanta.
cartagena.es, cada una de ellas conformada por distintas agrupaciones en torno
a una imagen. Dentro de las agrupaciones se organizan los tercios, un tipo de
formación de penitentes —de procedencia militar— que desla junto a las imá-
genes. Los tercios titulares van con la imagen titular de la cofradía y los liales
con otras imágenes.
183182
la Semana Santa de Cartagena, la del Cristo de los Estudiantes, que
separó en la procesión a sus componentes en un tercio masculino
y otro femenino. Pocos años después, en 1978, la cofradía California
constituyó el primer tercio mixto de la Semana Santa de Cartagena,
el de la Agrupación del Cristo de la Flagelación, que admitía la par-
ticipación tanto de hombres como de mujeres en igualdad. También
se incorporó el tercio femenino de San Juan, en el Juicio de Jesús.
A partir de los años 90, proliferó la creación de tercios liales fe-
meninos en las agrupaciones que, desde su origen, solo acogían com-
ponentes y tercios masculinos; y especialmente en las que tenían mu-
chos cofrades. Así se permitió que las mujeres procesionaran como
penitentes, aunque se mantuvo la formación de los tercios titulares
solo para hombres (Botí, 2018). La Agrupación de Los Estudiantes,
como excepción, permitió que sus dos tercios se convirtieran en mix-
tos, pudiendo sus hermanos, hombres y mujeres, participar indistin-
tamente en cualquiera de ellos y después poco a poco se fueron su-
mando otras agrupaciones a este sistema (Botí, 2018). Por otra parte,
la incorporación de nuevas agrupaciones amplió las posibilidades de
acceso a las mujeres, ya que todas ellas se constituyeron mixtas desde
el principio, formando parte en ellas hombres y mujeres en igualdad,
tanto en sus las de penitentes como en sus juntas directivas. Así em-
pezó una lenta y gradual incorporación de las cofrades a las juntas di-
rectivas de sus agrupaciones y cofradías, otorgando por vez primera
a la mujer rangos de consiliario, comisario o mayordomo, necesarios
para ostentar otros cargos de responsabilidad.
El siguiente paso en pro de la igualdad fue el acceso de las cofra-
des cartageneras a portar pasos en las procesiones, hecho que tuvo
lugar en 1997, cuando se creó el primer grupo femenino de portapa-
sos en la Cofradía California. En el año 2000, en esa misma cofradía,
una mujer fue designada por vez primera por un Hermano Mayor
en un cargo de libre designación y responsabilidad en su Junta de
Gobierno. Desde 2004, una mujer preside una de las agrupaciones,
y hay mujeres en casi todas ellas, incluso en el rango de consiliario o
de mayordomo.
En este contexto, un grupo de mujeres de distintas cofradías pen-
só en organizar unas jornadas para dar a conocer la implicación de la
mujer en el ámbito cofrade cartagenero, especialmente para visibi-
lizar su papel y compartir experiencias con cofrades de otras ciuda-
des españolas en las que la situación seguía siendo discriminatoria.
Consultaron a la Iglesia la forma de hacerlo y se vieron emplazadas a
crear una asociación que organizara el encuentro. Así nació en 2004
la Asociación Mujeres Cofrades de Cartagena, que desde entonces
trabaja para impulsar la plena integración de las mujeres en el en-
torno cofrade114. Además de organizar los Encuentros Nacionales
de Mujeres Cofrades115, desde 2005 también otorgan anualmente el
premio PASOS, que distingue y reconoce las actuaciones realizadas
por cofradías, hermandades o instituciones de carácter cofrade a fa-
vor de la integración de las mujeres en cualquiera faceta vinculada a
la Semana Santa116.
En el año 2009, se nombró la primera mujer pregonera de la
Semana Santa de Cartagena, hecho que se repitió en 2012. Otro de
los hitos en la incorporación igualitaria de las mujeres es que, desde
2016, el trono de La Sentencia de Jesús de la cofradía California es
portado por hombres y mujeres en igualdad, siendo el primer grupo
mixto de portapasos de Cartagena. Ese año también se incorporaron
mujeres al Tercio de Granaderos y, en 2018, una mujer entró a for-
114. http://www.mujercofradedecartagena.es
115. http://mujerescofradescartagena-encue.blogspot.com
116. http://mujerescofradescartagena-premiopasos.blogspot.com
185184
mar parte de la Junta de Cofradías de la Semana Santa de Cartagena,
al ser nombrada Mayordomo Principal de la Cofradía del Resucita-
do. Todas estas actuaciones han integrado plenamente a la mujer
en el mundo cofrade de Cartagena y en su Semana Santa, aunque
según Victoria Botí (2019) quedan todavía algunos “ecos de des-
igualdad”. Aunque las mujeres están vinculadas en todas las cofra-
días y en todos los cargos, cargando pasos incluso entre hombres
y mujeres, algunas agrupaciones impiden que las mujeres puedan
procesionar ante el titular de su agrupación. Las imágenes titulares
son las que tienen mayor fuerza, que generan una devoción especial,
y los hombres argumentan que la formación mixta podría dañar la
perfección de su ordenado desle. En realidad, no quieren que en-
tren como titulares a pesar de que tienen los mismos derechos y obli-
gaciones que los hombres. Según Botí, es ahí donde se aprecia que no
se les admite en igualdad y, aunque hay mujeres que se conforman
y no piden ir más allá, otras sí quieren entrar y si no lo hacen es por
miedo a pelear, a signicarse y llamar la atención por lo que esto les
pueda ocasionar. Botí relata que cuando el trono de La Sentencia se
hizo mixto y deslaron por primera vez las mujeres, algunos hom-
bres se borraron, abandonaron el paso para manifestar su oposición.
Además, circuló el rumor de que iban a plantar a las mujeres, que ha-
bían hablado entre ellos y que no se iban a presentar a la procesión.
Después vieron el resultado y se apuntaron muchos más hombres y
mujeres, y se creó una lista de espera.
En Cartagena hay cuatro pasos o tronos femeninos, uno mixto y
el resto masculinos. Para Victoria Botí lo interesante sería que todo
fuera mixto, para que cualquier persona, hombre o mujer, tuviera
las mismas oportunidades para entrar donde quisiera. Pero consi-
dera que hay gente que tiene una mentalidad muy cerrada, que les
cuesta cambiar. En las procesiones infantiles, niños y niñas deslan
juntos y, sin embargo, se les segrega por sexos cuando son mayores.
Algunas mujeres lo aguantan y otras se van. Además, sigue habiendo
un bajo porcentaje de presencia femenina en los principales cargos
de responsabilidad de cualquiera de las cuatro cofradías y, en los
38 años de historia del Premio Procesionista del Año, aún no se ha
designado a una mujer como merecedora de este reconocimiento.
A pesar de todo, la Semana Santa de Cartagena ha sido y es ejemplar
por sus aportaciones a favor de la igualdad entre sus cofrades, hom-
bres y mujeres.
LA SEMANA SANTA DE MURCIA
La Semana Santa de Murcia destaca dentro del Estado por su patri-
monio escultórico y por el estilo propio (tradicional) con que celebra
la pasión, distinto al modelo andaluz y también al castellano. Ade-
más, cuenta con una cofradía, Los Coloraos, que data de inicios del
siglo xv117 y su Semana Santa fue declarada de Interés Turístico In-
ternacional en abril de 2011. Victoria Botí nos informa de que, si bien
sus cofradías han estado formadas históricamente por hombres, la
Cofradía de Servitas de María Santísima de las Angustias siempre ha
estado presidida por una mujer, que venía generalmente de estatus
social elevado, haciendo de su Junta un espacio mixto. En 2016, esta
cofradía recibió el premio PASOS por su labor en favor de la igualdad
y, este año 2019, solo la lluvia impidió deslar por primera vez a una
mujer como estante en el Paso del Ángel118.
117. En Murcia hay 15 cofradías. http://www.cabildocofradiasmurcia.net
118. Cadena Ser (19/03/2019) Este año, por primera vez, una mujer cargará de cor-
to en la Semana santa de Murcia.
187186
Según cuenta Botí, las cofradías murcianas fueron admitiendo
progresivamente a las mujeres, que antes solo deslaban vestidas de
mantilla. La última en hacerlo fue la Cofradía del Santísimo Cristo del
Refugio en 2011, que tuvo que llevar a cabo un proceso legal, asesora-
do por abogados, para convencer a sus propios cofrades de la necesi-
dad de dar ese paso. Aunque la igualdad estaba ya reconocida en los
Estatutos Marco y se podían admitir mujeres, la Iglesia no obliga, deja
tiempo para que las cofradías lo vayan meditando y hagan sus propios
procesos internos, en este caso aprobar en asamblea que las herma-
nas devotas, que ya salían como Damas de mantilla pudieran deslar
como nazarenas. Esta cofradía recibió el premio PASOS en 2014.
Aunque no hay datos exactos, este año se publicaba en prensa que
las mujeres ya representan el 30 % de los participantes en la Sema-
na Santa murciana, una participación implicada y activa119. Además,
dos de las 15 cofradías están presididas por mujeres en la actualidad;
y en 2018, la Cofradía de la Salud estrenó el primer paso portado
exclusivamente por mujeres.
En otras ciudades de Murcia, varias cofradías han recibido tam-
bién el premio PASOS por su labor en la consecución de la igual-
dad: la Cofradía el Paso Blanco de Lorca (2009), la Cofradía de la
Asunción Coronada de Jumilla (2013) y la Cofradía de la Virgen de
los Dolores de Cehegin (2019), que ha incorporado a la mujer como
andera (portapasos) y que, gracias a las responsabilidades tomadas
por un grupo de mujeres y hombres, han sacado adelante un cofradía
que estaba en crisis.
119. Según datos del Cabildo Superior de Cofradías de Murcia. En total, la Semana
Santa de Murcia supone un despliegue de diez días de procesiones, con 15 co-
fradías, 17 procesiones, 94 pasos y más de 20.000 participantes en los desles.
La Verdad (15/04/2019), “Las mujeres ya representan el 30 % de los partici-
pantes en la Semana Santa murciana”.
LA SEMANA SANTA DE SEVILLA
La Semana Santa de Sevilla tiene una fama especial y es seguramente
una de las que más impacto económico y turístico tiene (Munárriz,
2019), sin embargo, o quizá por este motivo, la integración de las
mujeres en ella ha sido más difícil que en otras ciudades andaluzas,
especialmente por la resistencia de algunas cofradías a aceptar a las
mujeres. Aunque hay constancia de la participación de las mujeres
en los cortejos de la Semana Santa sevillana desde el siglo xviii, esa
participación fue interrumpida en 1940 a consecuencia de una dispo-
sición de obligado cumplimiento dictada por el entonces arzobispo
de la diócesis, cardenal Pedro Segura y Sáenz, que prohibió expresa-
mente la presencia de las hermanas en las procesiones penitencia-
les120. A nales de los 80, empezó el proceso de incorporación de las
hermanas a las procesiones (muchas veces ocultando su identidad
bajo el antifaz) y también en la dirección de sus hermandades, cues-
tión que se autorizó de manera formal en 1987 (Botí, 2018). De todas
formas, algunas cofradías se resistían a admitirlas en sus cortejos,
incluso aunque en esos años el entonces obispo, monseñor Carlos
Amigo Vallejo, animara a las cofradías a que las admitieran, enviara
cartas pastorales e hiciera declaraciones públicas a favor del derecho
de las mujeres a participar en las cofradías.
En 1997, el obispo Carlos Amigo Vallejo fue un poco más allá
y redactó e hizo públicas unas Normas Diocesanas que se inspiraban
en el principio de igualdad y, según las cuales, tanto hombres como
mujeres podían aspirar al cargo de Hermano Mayor y a cualquier
otro puesto en las Juntas de Gobierno de las cofradías121. También
120. Diario de Sevilla (3/02/2011) Mujeres en el Silencio hasta 1940.
121. Normas Diocesanas para cofradía y hermandades 1997.
189188
decía que todos los hermanos, mayores de edad, de ambos sexos,
debían tener voz y voto dentro de los cabildos. Sin embargo, algunas
hermandades (según podemos leer en las noticias de prensa citadas)
se negaron a aceptar estas normas, no solo por la cuestión relativa a
la igualdad, sino también porque estipulaban la edad de los Herma-
nos Mayores y la designación de los directores espirituales, cuestión
que querían decidir en sus propias asambleas. El abogado y Herma-
no Mayor Joaquín Moeckel, de la Cofradía El Baratillo, protestó pú-
blicamente por la imposición de esas normas, alegando, respecto a
la igualdad, que cada cosa debía darse a su tiempo y que no se podía
imponer y, en general, que se debía dejar la decisión a las asambleas
de las cofradías, que debían tener libertad de decisión. Ante la falta
de acuerdo, tres hermandades decidieron recurrir estas normas a la
diócesis y el obispo tuvo que nombrar un mediador para las negocia-
ciones, que fueron intensas122. Fueron años de tensión, porque los
hombres, los más mayores sobre todo, no veían posible que una mu-
jer pudiese ser nazareno, mayordomo o secretaria, o que la diócesis
tuviera que marcar sus dinámicas internas. El enfrentamiento marcó
un precedente, no solo en relación a la incorporación de las muje-
res, sino también en la defensa de la soberanía de las cofradías para
decidir sus reglas de funcionamiento. Las hermandades reticentes
alegaban también que la normativa, al imponer la plena igualdad
de derechos entre los miembros de las cofradías sin discriminación
alguna en razón del sexo, abría la puerta a nuevas polémicas si las
mujeres pedían participar también como costaleras, armadas o acó-
litas, cuestión que todavía hoy no es aceptada por ninguna cofradía
sevillana123.
122. ABC (18/08/2008) El choque más enquistado entre monseñor y las cofradías.
123. Vídeo Joaquín Moeckel en programa 5 Verde, blanca, verde, Canal Sur, 1:08:24
En octubre de 2001, tras arduas negociaciones, Carlos Amigo Va-
llejo hizo un exhorto en el que retiraba las tres normas que habían
causado la polémica, admitiendo de alguna forma que no tenía auto-
ridad para imponerlas. Aun así, reiteraba su apuesta por la igualdad
de derechos entre hermanos y hermanas e invitaba a reexionar a
aquellas cofradías que todavía no las admitían. La diócesis admitía
que las cofradías eran soberanas para decidir ciertos aspectos de su
reglamento, algo que sentó un precedente inaudito, porque era la
primera vez que el recurso de una cofradía “ganaba” a la autoridad
eclesiástica.
A pesar de la controversia y el litigio, en marzo de 2011, el nuevo
arzobispo, Juan José Asenjo, promulgó un Decreto que determinaba
la plena igualdad de derechos entre los miembros de las Hermanda-
des y que derogaba cualquier norma contraria a este principio con
la determinación de que se dieran pasos denitivos en la incorpo-
ración de las mujeres124. Empujado por el tesón de muchas mujeres
que habían acudido a pedir ayuda a la Iglesia, el Decreto ponía n a
la discriminación, permitiendo a las cofrades sevillanas formar parte
como nazarenas en los cortejos penitenciales de todas las herman-
dades sevillanas sin excepción125. Aun así, a las mujeres no se les
permite participar como costaleras en ninguna de sus Hermandades
de Penitencia126, y no fue hasta 2019, después de 80 años, que una
mujer, Charo Padilla, fue pregonera de la Semana Santa de Sevilla.
124. Decreto por el que se determina la plena igualdad de derechos entre los miem-
bros de la Hermandades (2011).
125. Vídeo Canal Sur (2/02/2011) Nazarenas por decreto en todas las cofradías de
Sevilla.
126. Diario de Sevilla (16/04/2019) Las Mujeres en las Hermandades de Sevilla, La
Voz del Sur (21/04/2016) Semana Santa e igualdad.
191190
Como relata Victoria Botí, hay una única mujer Hermana Mayor,
Maruja Vilches, y, consultando las webs de las cofradías y sus lis-
tas de cargos, se aprecia que las mujeres suelen ocupar siempre los
puestos relacionados con caridad y formación.
LA SEMANA SANTA DE CÓRDOBA
El proceso de incorporación de las mujeres a las cofradías de Córdo-
ba sigue pautas similares a las de otras ciudades, y alcanza también
los puestos de costaleras. No obstante, el caso de Córdoba pone en
evidencia que no se trata de un proceso normalizado e irreversible, y
que depende no solo de la voluntad de cada cofradía (que decide en
votación), sino también de su Junta de Gobierno y de su Hermano
Mayor. La cuestión que más resistencias y polémicas provoca es la
creación de pasos mixtos, donde carguen conjuntamente hombres
y mujeres.
En 2007 (siguiendo las noticias de prensa que se citan en nota al
pie), dos mujeres costaleras que habían salido durante varios años
portando el paso Virgen de la Salud de la Hermandad de los Dolores
junto a 33 hombres, denunciaron que la nueva junta directiva de la
cofradía les había excluido del paso por “machismo”, “por ser muje-
res”127. Los miembros de la nueva junta no aprobaban las cuadrillas
mixtas, y el Hermano Mayor alegó varios argumentos para justicar
su decisión de excluir a las mujeres: la falta de fuerza, el riesgo de
que se produjeran roces bajo el paso, posturas soeces, incómodas y
también por las quejas de algunos hermanos128. El delegado diocesa-
127. Cordopolis (7/01/2018) Un grupo de mujeres costaleras denuncia que las han
excluido por “machismo”.
128. El Condencial (22/03/2007) Una cofradía de Córdoba veta a dos costaleras
no de Hermandades y Cofradías de Córdoba apoyó la decisión de la
cofradía, asegurando que no era por discriminación de género, sino
por una cuestión de tipo técnico: el poco espacio que hay bajo los pa-
sos y las situaciones incómodas que se pueden generar. La Secretaria
de Igualdad del PSOE dijo que no había ningún motivo objetivo, ra-
zonable y defendible para hacer esa discriminación —más aun a una
semana de la aprobación de la Ley de Igualdad andaluza— y la Junta
de Andalucía también se pronunció en la misma línea. La consejera
para la Igualdad y Bienestar Social alegó que separar a hombres y
mujeres por las posturas era algo fuera de lugar.
Las dos jóvenes decidieron hacer pública la denuncia al no tener
apoyo de la junta de su cofradía, que les instó a crear una cuadrilla
femenina. Ante la polémica, el obispado salió en defensa de las dos
afectadas, no tanto por una cuestión de igualdad y no discriminación
—porque la decisión sobre las cuadrillas mixtas está en manos de las
cofradías—, sino alegando que según la Normativa complementaria
al Estatuto Marco para Hermandades y Cofradías se tenían que
respetar los derechos adquiridos de las costaleras por haber salido
en años anteriores con el permiso de la junta anterior. Ante el pro-
nunciamiento del obispo, la cofradía decidió, de manera excepcio-
nal, dejar deslar a las dos mujeres ese año, porque no había tiempo
para formar una cuadrilla solo de mujeres.
Al año siguiente, en 2008, volvieron a tener el mismo problema
y las mujeres volvieron a denunciarlo públicamente y, entonces, el
obispado también se pronunció en favor de las mujeres. La cofra-
día decidió entonces que las dejaría salir, pero que cuando estas dos
mujeres dejaran el paso, este volvería a ser masculino. La Junta se
para evitar “posturas soeces”, El Mundo (22/03/2007) Una cofradía prohíbe a
dos mujeres ser costaleras para evitar ‘posturas soeces’.
193192
quejó además de las falsas e injustas acusaciones que se habían di-
fundido en los medios, al haber tildado a sus integrantes de discri-
minadores por razón de sexo. El Hermano Mayor recordó que Los
Dolores había sido una de las cofradías pioneras, desde 1980, en la
inclusión de mujeres en la estación de penitencia. También el obispo
de Córdoba, Juan José Asenjo, opinó que el espinoso asunto había
adquirido “una proporción desmesurada” en los medios y denunció
que esa polémica estaba siendo utilizada “para atacar a la Iglesia”129.
En esta misma línea de resistencia y regresión en cuanto a las
mujeres costaleras, en 2008, un capataz de la Hermandad Monte
Sión fue expulsado de la cofradía por permitir que dos mujeres pro-
baran a llevar el paso que dirigía en un ensayo130. Aunque el capataz
conocía las normas de la cofradía que no contemplan que las mujeres
puedan sacar ese paso (porque las cuadrillas están completas y por-
que la salida de mujeres como costaleras requiere de la aprobación
de la Junta de Gobierno de la Hermandad), pidió permiso al resto
de costaleros solo para efectuar la prueba y, al acceder todos ellos,
estuvieron una hora ensayando y las dos mujeres demostraron que
podían cargar perfectamente con el paso. La cuadrilla las despidió
con un aplauso. Tras lo sucedido, la Junta de Gobierno le cesó por in-
cumplimiento de las normas, a pesar de que hacía 20 años que perte-
necía a la Hermandad y de que la cofradía reconoce plenos derechos
a las mujeres para optar a cualquier cargo. El Instituto Andaluz de
la Mujer condenó la decisión, y su coordinadora en Sevilla recordó
129. El País (24/03/2007) Habrá costaleras en el paso de Los Dolores, El día de
Córdoba (04/12/2007) El obispo deja que las dos costaleras de Los Dolores si-
gan en su cuadrilla, Europa Press (21/03/2008) Las costaleras de Los Dolores
participarán hoy en las estaciones de penitencia.
130. Diario de Córdoba (15/01/2008) Expulsan a un capataz en Sevilla por permitir
costaleras en su cuadrilla.
que “la fe no tiene sexo” y que el mundo todavía muy masculinizado
de las cofradías debería abrirse y cumplir con las Leyes de igualdad.
Tras pedir disculpas a la cofradía por no haber consultado previa-
mente a la Junta la posibilidad del ensayo, el capataz fue readmitido
y, aunque no se retractó por haber dejado probar a las mujeres, de-
claró que no había sitio de momento para ellas en los tres pasos que
dirigía131. La polémica de las cuadrillas mixtas en Córdoba es un tema
recurrente132.
LA SEMANA SANTA EN LA PROVINCIA DE CÁDIZ
Según las personas entrevistadas133, las mujeres participan plena-
mente como nazarenas y, en las Juntas de Gobierno de las cofradías
de la ciudad de Cádiz, hay incluso Hermanas Mayores. Aunque su
presencia es todavía minoritaria, su incorporación se ve con natu-
ralidad, no con la imposición de cuotas, sino por sus propios méri-
tos y valía personal. En su momento hubo conicto y resistencias a
su incorporación, los hombres que dirigían las cofradías y los más
mayores no veían bien que las mujeres deslaran, mientras los más
jóvenes querían integrar a sus mujeres y compañeras, que ya partici-
paban en las cofradías y en las procesiones. La mayoría de cofradías
las admitieron voluntariamente, pero algunas votaron que no en sus
asambleas y fue el obispo de Cádiz quien anuló estas decisiones para
131. Diario de Córdoba (17/01/2008) Readmitido el capataz que incluyó a dos cos-
taleras en un ensayo.
132. Diario de Córdoba (9/01/2018) La eterna polémica de las cuadrillas femeninas
en Córdoba.
133. Además de la información recogida en prensa, este apartado se ha elaborado
con la información de varias entrevistas realizadas por Katerina Sergidou en
Cádiz, a quien agradecemos su colaboración.
195194
que todas sin excepción las admitieran con plenos derechos y tam-
bién como nazarenas.
El lugar donde persisten mayores diferencias es en la carga de
pasos, como en otras ciudades. Aunque hay varias cuadrillas de mu-
jeres que portan pasos en las procesiones de Gloria a lo largo de todo
el año, no portan ningún paso de Semana Santa y tampoco hay cua-
drillas mixtas. Los pasos de Gloria son generalmente menos pesados
y sus recorridos más cortos, de menos tiempo, y ahí las cuadrillas de
mujeres participan cada vez en procesiones más importantes. Los
pasos de Semana Santa, se argumenta, son más complicados de lle-
var y hace falta mayor fuerza física, por lo que no hay costumbre de
que los carguen las mujeres. Solo la Cofradía de Luz y Agua permitió
un año que el paso de San Juan lo portara una cuadrilla de mujeres
dirigida por una capataz, pero, según algunos testimonios directos,
la cuadrilla no se formó bien y el paso no llegó bien a su destino, no
tuvo buena aceptación y esa mala experiencia les cerró puertas. Una
de las personas entrevistadas, que participó en aquella procesión,
considera que si lo hubieran hecho mejor ahora habría más mujeres
en la Semana Santa. Aunque también ha habido cuadrillas de hom-
bres que no lo han hecho bien, en aquella ocasión, al ser la primera
de mujeres, tenían que demostrar que eran capaces.
En cuanto a la carga mixta, que permitiría ir integrando poco a
poco a las mujeres, no se da en los pasos de Cádiz, según distintos
entrevistados por la forma en que se cargan, diferente a la del resto de
ciudades andaluzas (similar a la de Málaga). La singularidad de Cádiz
es que no cargan al costal, sino sobre el hombro, y quienes cargan van
muy pegados, pecho con hombro, así que el contacto físico es muy
cercano e íntimo. Este es el motivo principal por el que no se admiten
las cuadrillas mixtas, porque esta forma de cargar y colocarse bajo las
trabajaderas (los palos) implica que para levantarse se apoyen sobre
sus compañeros y tengan que sentarse sobre la persona que llevan de-
trás. La única opción para las mujeres, que ha empezado a admitirse,
es que algunas de ellas vayan en el exterior del paso como marguete-
ras, porque en estos puestos no hay contacto físico. Las “marguetas”
son unos palos que salen del trono, donde se colocan 4 o 6 personas
que marcan el paso con la horquilla y que van a cara descubierta.
La decisión sobre la composición de las cuadrillas pasa primero
por las Juntas de Gobierno y luego queda en manos de los capataces,
que eligen y son los responsables del grupo134. Según cuenta una en-
trevistada que porta pasos, son ellos quienes deciden qué personas
entran y si admiten o no a las mujeres. Aunque hay cuadrillas de
mujeres que serían capaces de sacar un paso de Semana Santa, no
suelen pedirlo porque saben que no se permiten cuadrillas mixtas,
por el mal precedente y por el tema del contacto físico. Hay quienes
opinan que este tema se exagera, porque debajo del paso, con todo
el peso, nadie piensa en relaciones sexuales, pero esta entrevistada
dice que hay que tener en cuenta que se trata de procesiones reli-
giosas, de cofradías de culto católico, y que, además, nunca se sabe
cada persona con qué pensamiento o inclinaciones desla. Algunas
mujeres reconocen que no se sentirían cómodas entre los hombres,
incluso aquellas que salen de marguetas y se enfajan junto a más
de 100 hombres (hay que bajarse los pantalones y apretarse la faja
con ayuda de alguno de ellos). En todo caso, sugiere la entrevistada,
podrían hacerse palos de hombres y palos de mujeres, es decir, que
las las no fueran mixtas de delante a detrás, pero si hacia los lados,
donde no hay tanto contacto.
134. Hay cuadrillas de hermanos y cuadrillas mercenarias (que antes se les pagaba
por cargar, pero hoy en día suelen colaborar con la cofradía). Durante la proce-
sión, fuera, está la cuadrilla de reejo, por si alguien necesita sustitución.
197196
Evidentemente, el paso del tiempo ha ido cambiando las cosas,
tanto las iniciativas de las mujeres como la posición de la Iglesia y
la mentalidad de los hombres. Pero todas las personas entrevistadas
destacan que lo cambios son muy lentos, que la Iglesia —la única
institución que ha perdurado más de 2.000 años— tiene su propio
ritmo de cambio que la hace sobrevivir frente a los ritmos sociales.
Consideran que el papa Francisco ha sido una revolución, pero aun
así los cambios son lentos y las mujeres han tenido que ir abriendo
puertas, de forma decidida, aunque sin destacar, dando ejemplo, de-
mostrando que son capaces, a pesar de que a algunos no les guste o
las cuestionen. Las entrevistadas comentan que se trata de un traba-
jo silencioso, poco a poco, sin hacer ruido, para tener cada vez más
oportunidades y que se normalice su presencia. Destacan que no se
trata de una guerra abierta, sino de un trabajo por la igualdad desde
dentro, desde la fe a Dios, de una forma distinta.
Puerto de Santa María
El caso de Puerto de Santa María, como el de Córdoba, demuestra
que el proceso de incorporación de las mujeres puede experimen-
tar pasos atrás y que, a pesar de las regulaciones de la Iglesia, las
cofradías pueden actuar incumpliendo las normativas amparadas
en la autonomía soberana y la libertad de decisión de sus juntas y
asambleas. Si bien las mujeres pueden participar como costaleras, es
decisión de las cofradías si se forman cuadrillas mixtas o separadas
por géneros.
A partir de la información publicada en prensa, sabemos que
la primera mujer costalera en El Puerto fue Macarena Pulido, en
2007. Provenía de Canarias, donde ya había cuadrillas mixtas, y so-
licitó deslar en el Santo Entierro. Se lo permitieron y, a partir de
ese momento, entraron también otras mujeres en distintos pasos,
participando junto a los hombres. Sin embargo, en 2015, dos her-
mandades, La Barraquita y La Soledad, decidieron prescindir de las
mujeres costaleras para sus procesiones, manifestándose en contra
de las cuadrillas mixtas. Maika Anelo y Andrea de la Flor denuncia-
ron públicamente esta exclusión, llevada a cabo por los capataces y
avalada también por las Juntas de Gobierno; en el caso de La Sole-
dad, dirigida por una mujer135. Las dos jóvenes sabían que no todo
el mundo veía con bueno ojos que salieran, pero les decepcionó que
ninguno de sus compañeros, que antes las habían apoyado, se hu-
biera pronunciado en su defensa. Sin previo aviso, delante de todo el
mundo, el capataz les dijo que no le gustaba la cuadrilla mixta y que
no contaba con ellas. Nadie dijo nada, y algunos incluso lo celebra-
ron, convirtiéndose en una situación humillante. Al sentirse dolidas
y ofendidas decidieron denunciar la situación e ir a los medios, pero
se les ha reprochado el revuelo público que han provocado y la re-
sonancia mediática del caso, que se presenta como una situación de
discriminación, cuando los capataces argumentan que se hace para
proteger la situación, por si hay roces, posturas que pueden ser soe-
ces o incómodas al llevar hombres y mujeres juntos el paso. El Ayun-
tamiento pidió que se reconsiderase la situación, por ser machista136,
135. El Español (20/01/2018) Maika, la costalera expulsada por ser mujer: “Pienso
llegar al Vaticano”, Diario de Cádiz (17/01/2018) “Nos han quitado nuestro
sitio”, La Voz de Cádiz, (17/01/2018) Dos hermandades deciden prescindir de
las mujeres costaleras, eldiario.es (17/01/2018) Dos costaleras se quedan sin
llevar el paso 11 años después por el rechazo a las cuadrillas mixtas.
136. La Voz de Cádiz (18/01/2018) El Ayuntamiento de El Puerto apoya a las cos-
taleras ante un “acto de discriminación machista”, Andalucía Directo, Canal
Sur TV (17/01/2018) Sin costaleras en El Puerto de Santa María, La Razón
(19/01/2018) Dos costaleras expulsadas de sus hermandades por “ser muje-
res”.
199198
pero el obispado de Jerez dijo simplemente que estudiaría la queja
de las costaleras137.
Solo dos de las ocho mujeres apartadas de los pasos decidieron
tomar la palabra, porque es una cuestión delicada y polémica que
puede provocar su expulsión de la cofradía. Al n y al cabo, el regla-
mento no explicita si los pasos deben ser mixtos o no, y las Juntas
dejan la decisión en manos de los capataces. Tras estos sucesos, el
único paso que admitía mujeres (dirigido justamente por el marido
de Maika Anelo) ha vuelto a ser masculino tras la dimisión del ca-
pataz, que había solicitado que su hija pudiera salir en otro de los
pasos “masculinos” de su cofradía y se le había negado. No existen,
por tanto, pasos mixtos en Puerto de Santa María, aunque sí algunos
de mujeres.
Semana Santa de Jerez
Según la prensa, en Jerez hay 45 cofradías y tres mujeres que dirigen
los pasos de sus hermandades como Hermanas Mayores138. La mujer
se ha ido abriendo paso en un mundo que hasta hace 30 años no
les permitía darse de alta o hacer penitencia en Semana Santa. En
los años 90 empezaron a salir unas pocas, cuando les dieron per-
miso, pero sigue habiendo cofrades que las miran mal, que no las
apoyan: miradas, cuchicheos, gestos de desaprobación, “han venido
a invadirnos”. Aunque la cosa va cambiando, es un proceso lento, a lo
137. Europa Sur (18/01/2018) El obispado de Jerez estudiará la queja que presen-
ten las costaleras, Diario Público (17/01/2018) Denuncian el “rancio olor ma-
chista” de dos hermandades gaditanas tras prescindir de las mujeres costaleras
para la Semana Santa.
138. La Voz del Sur (15/04/2019) Mujeres que dirigen los pasos de sus Hermanda-
des.
que hay que sumar que para las mujeres es más difícil incorporarse,
porque no hay conciliación entre la vida laboral, el ocio y las labores
domésticas y de crianza.
LA SEMANA SANTA EN ZAMORA
Según cuenta Victoria Botí, Zamora es una de las ciudades donde las
cofradías más se opusieron a la integración de las mujeres. El papel
tradicional de la mujer estaba muy asentado139: acompañar al padre,
a los hermanos y los hijos, que las túnicas estuvieran impecables,
bien planchadas, ir a todos los actos religiosos de la parroquia, pre-
parar los dulces típicos, magdalenas, aceitadas, sopas de ajos, poner
pañuelos, hacer túnicas... Las mujeres tenían todo a punto, estaban
presentes como familia en los actos litúrgicos y llevaban a los niños
a ver el paso de La Borriquilla, por supuesto estrenando algo como
es costumbre el Domingo de Ramos. La Semana Santa se vivía con
mucha ilusión, pero las mujeres asumían un papel de espera, de su-
fridoras de puertas para adentro en la mayoría de casos. Un reducido
grupo trabajaba en la trastienda de las cofradías y algunas mujeres
deslando con mantilla en las tres cofradías que lo permitían. Tam-
bién estaban las Camareras de la Virgen, que son las que visten la
imagen, le ponen las enaguas, la combinación y toda la ropa, cues-
tión que por pudor no se entendería que lo hiciera un hombre.
Pero llegó un momento en que la resignación en estos papeles
empezó a ser incomprensión, sobre todo entre las más jóvenes, que
no entendían que por ser niñas no pudieran participar, sobre todo,
139. La información de este apartado proviene de las entrevistas y textos de Victoria
Botí y del documental de La 8 Zamora Las mujeres en la Semana Santa de
Zamora.
201200
viniendo como venían de familias muy ligadas a la Semana Santa.
Siendo adultas, han sido estas mujeres las que han empezado a plan-
tear el tema, una cuestión que consideran acorde a los tiempos que
corren, en los que las mujeres se integran poco a poco en el mundo
laboral y en cualquier ámbito. Muchas explican en las entrevistas
que no han sido reivindicativas, porque es el tiempo el que tiene que
ir asentando los cambios y que se gana más con el ejemplo y demos-
trando capacidades. Aunque reconocen que llegó un momento en el
que tuvieron que llamar bien fuerte a la puerta, abrirla y conseguir
que no les dieran el portazo. Fue en 1989 cuando un primer grupo
de 30 mujeres nazarenas salió en la Cofradía Siete Palabras, con tú-
nica y caperuz. Hubo mucha expectación y se generó un tumulto de
opiniones a favor y en contra. Fue un momento bastante polémico,
se difundieron bulos de que les iban a tirar chinchetas, que les iban a
poner alambres, a tirar piedras y colillas. Algunas personas tuvieron
miedo. Estas 30 mujeres llevaban en la túnica un cordoncillo verde
que las distinguía y tuvieron que soportar burlas y comentarios. De
hecho, salieron escoltadas por los hombres más grandes de la cofra-
día, porque había miedo de que les pasara algo. Fue un acto revo-
lucionario para el contexto zamorano. El año siguiente la situación
se fue calmando, entraron más mujeres, y al siguiente muchas más.
Consideran que fueron entrando con cierto respeto y vivieron esos
primeros años con mucha intensidad.
En 1989 también procesionó la primera cargadora del Jesús Luz
y Vida, en las andas, que también generó mucha expectación. Era
cargadora de vocación, con devoción, y conocía a todos los hombres
cargadores, entre los que deslaba su pareja desde hacía 20 años.
Aun así, su participación no sentó muy bien al principio y el primer
año la miraban mal y fue difícil. Según cuenta en el documental ci-
tado, ella misma tenía dudas, si podría cargar, si tendría capacidad
y podría hacerlo bien. Supone un gran respeto, porque además todo
el mundo va a estar atento, pero al terminar la procesión todo fue
bien, fue como una más, y acabó sintiéndose muy acogida.
En 1993, Ana Pedrero fue la primera pregonera de la Semana
Santa de Zamora. Era muy joven, 23 años, y también despertó mu-
cha expectación. Se tuvo que acondicionar un lugar con aforo para
1.200 personas, porque era la novedad y nadie quería perdérsela.
En esos años también, Carmen Manso fue la primera mujer, en 100
años, que entró en la Junta Pro Semana Santa140. Le ofrecieron el
cargo de secretaria tras morir su padre y el Consejo Rector y todos
los presidentes raticaron su nombramiento. A pesar de los nervios
y lo que suponía ese paso adelante entre tanto hombre, cuenta en el
documental que se portaron bien con ella y que mantiene amistades
de esos años.
A pesar de estos avances las mujeres todavía no podían ocupar
cargos de presidencia, por lo que distintas voces pedían que se cam-
biaran los Estatutos Marco para que las mujeres pudieran entrar o-
cialmente y sin restricciones en las cofradías. Algunas ya ocupaban
cargos de vicepresidencia y tesorería; una de ellas, como presidente
en años posteriores, y otras mujeres se fueron incorporando como
cargadoras en distintos grupos escultóricos, demostrando con el
ejemplo que realmente podían cargar. En abril de 2006 se aprobó
el nuevo Estatuto Marco para las cofradías de la diócesis de Zamora
que daba a las cofradías un plazo de tres años para que adaptaran
sus Estatutos. El artículo 4 de las Condiciones requeridas y proce-
dimiento de admisión decía: “Podrán ser miembros de la Cofradía
aquellas personas que reúnan las condiciones exigidas por la legis-
140. http://semanasantadezamora.com/
203202
lación de la Iglesia y sus Estatutos”, es decir, debían admitir a las
mujeres. Pero, a pesar de los continuos exhortos y cartas pastora-
les del obispo Casimiro López Llorente, promulgados durante más
de una década, tan solo se logró reducir de diez a cuatro la cifra de
hermandades de penitencia exclusivamente masculinas. Cuando se
trataba el asunto en las asambleas de las cofradías, conformadas
exclusivamente por hombres, se votaba en contra y los Hermanos
Mayores decían que tenían que acatar la decisión de la mayoría. La
diócesis ha permitido que la asamblea fuera soberana, y el obispo fue
dejando que se llevara a cabo este proceso sin presionar demasiado,
aprobando incluso modicaciones de Estatutos en los que aún no se
cambiaba esta cuestión.
En 2016, Isabel García fue nombrada presidenta de la Junta Pro
Semana Santa, un paso muy importante en la incorporación de la
mujer en todos los cargos. Como el obispo ya estaba dialogando con
las cofradías que aún mantenían, 10 años después, el veto a las mu-
jeres, no intervino ocialmente en el debate, resaltando la autono-
mía de las cofradías. Pero su mero nombramiento indicaba que la
mentalidad del mundo cofrade estaba cambiando. En mayo de 2018,
tras más de una década de la promulgación del Estatuto Marco, el
obispo dio un ultimátum a las cofradías que vetaban la entrada de
la mujer para que acataran la orden episcopal. Algunas entrevista-
das consideran que la actitud del obispo, en exceso dialogante, había
contribuido a que esas cuatro cofradías se hubieran mantenido tanto
tiempo aferradas a una mal entendida tradición. De lo que no hay
duda es de que no se actúa siempre con la misma rapidez y rmeza.
En Zamora, donde la Semana Santa es de Interés Turístico Inter-
nacional, se discriminaba a la mujer de manera directa en algunas
cofradías hasta 2018.
El caso de Zamora, según Victoria Botí, es seguramente el que más
tensiones ha provocado, llegando a producirse situaciones violentas
y de boicot contra las mujeres cofrades que querían participar en las
hermandades y procesiones. Las primeras mujeres que deslaron en
1989 en Las Siete Palabras recibieron insultos, pero también hubo
problemas en otras cofradías que admitieron tempranamente a las
mujeres. Se generaron situaciones de tensión y las mujeres tuvieron
que pelear para abrirse camino. Cuando solicitaban que se modica-
ran los Estatutos para que pudieran entrar, les decían: “es que nadie
pide entrar”, y entonces presentaron 150 peticiones de mujeres para
entrar en las cofradías, un gesto bastante radical en este contexto. Su
actuación tuvo consecuencias en su vida cotidiana, pues Zamora es
una ciudad pequeña y las mujeres más visibles en la reivindicación
sufrieron un mal trato por parte del mundo cofrade y su entorno, que
las dejó de lado en muchas cosas, poniéndoles trabas y haciéndoles
un daño moral y también social. De hecho, estas mujeres zamora-
nas acudieron al Primer Encuentro de Mujeres Cofrades organizado
por la Asociación de Cartagena, y a partir de ahí crearon su propia
Asociación de Mujeres Cofrades de Zamora para canalizar el proce-
so. Las asociaciones han hecho visible el problema, sin adoptar una
postura reivindicativa o acusatoria, porque las mujeres saben que
eso les cierra aun más las puertas. Varias mujeres que aparecen en
el documental coinciden en señalar que se trata de una cuestión de
justicia, pero que no hay que ir a echar un pulso, hay que ir poco
a poco, respetando lo que hay, que son tradiciones que tienen mu-
chos años. No se trata de forzar la situación, sino de ir propiciando
la evolución que la propia sociedad está experimentando, el cambio
de mentalidad que empieza a verse también en los hogares, en el
ámbito laboral, en el cuidado de los hijos...
205204
Sin embargo, no es fácil aceptar la exclusión, que te nieguen de-
rechos. Según relata Botí, hay mujeres que querrían entrar en las co-
fradías que se niegan a admitirlas, porque tienen devoción o interés
en esos espacios, pero estas cofradías establecen cupos de entrada
(10 personas al año) y hay largas lista de espera, saben que no van a
entrar en años. Algunas han ampliado el cupo a 30 o 50 al año, como
gesto para que entren más, pero otras ni siquiera inscriben mujeres
en las listas de espera. Botí considera que ese sería un gesto positivo,
que al menos las apuntaran, que cumplieran el Estatuto Marco, y
luego ya se verá cuando pueden salir realmente.
En 2018, la Hermandad de las Siete Palabras141 recibió el premio
PASOS, por su labor pionera en la integración de las mujeres en la
Semana Santa de Zamora. Con el ultimátum de 2018 parece que se
acabarán los vetos que aún se mantenían, aunque habrá que esperar
a que el paso del tiempo dé acceso real a más mujeres en todas las
cofradías y procesiones. La pregonera Eva Crespo dijo en 2019 que
la Semana Santa de Zamora es de igualdad, aunque recalcó que ha-
bía costado142. Editando ya este informe, se hizo pública una noticia
que recogía la intención de la Cofradía La Tercera Caída —una de las
que todavía debe integrar a las mujeres tras el Decreto del obispo de
Zamora— de proponer un traje femenino para las mujeres, distinto
al de los hombres, en los nuevos Estatutos143. Aunque poco después
esta noticia fue desmentida por el Hermano Mayor de la cofradía144,
141. https://7palabraszamora.blogspot.com/
142. La Razón (14/04/2019) Eva Crespo, pregonera de la Pasión: “Hoy podemos
decir que, en Zamora, la Semana Santa es de igualdad”.
143. La Opinión de Zamora (3/09/2019) La Tercera Caída rescata la peineta como
opción para el desle de mujeres.
144. La Opinión de Zamora (4/09/2019) Fernández Nieto deende el hábito actual
para las mujeres en la Tercera Caída.
la medida —que seguramente fue propuesta y debatida en la asam-
blea de la cofradía— nos recuerda el caso de los Moros y Cristianos,
y muestra cómo las estrategias para obstaculizar la igualdad entre
hombres y mujeres siguen pautas similares en todas partes.
LA SEMANA SANTA DE LEÓN
Victoria Botí relata que en la Semana Santa de León todavía hay al-
gunas cofradías que vetan la entrada a las mujeres. Son cofradías de
eles varones donde las mujeres no salen ni siquiera con mantilla.
En este caso, pocas o nulas han sido las actuaciones llevadas a cabo
por la Iglesia para poner n a esta situación, a pesar de que el obispo
de esta diócesis, Julián López, aplaudió la mediación llevada a cabo
por el arzobispo de Sevilla para poner n a la discriminación en esta
ciudad (Botí, 2019). La discriminación por razón de sexo contravie-
ne no solo las normativas eclesiásticas, sino también las civiles, pero
el obispo rechaza actuar de forma rme o por Decreto para terminar
con el veto femenino145. Aunque las cofradías cambiaron sus Estatu-
tos en los últimos años y legalmente no pueden excluir a las mujeres,
otras no lo han hecho o en la práctica se niegan en rotundo a admitir-
las. El obispo ha dejado el asunto en manos de las propias cofradías,
lo que reproduce prácticas de discriminación indirecta146.
El Congreso del Nazareno que se celebró en León en 2011 lo or-
ganizó una cofradía que era enteramente masculina, Dulce Nombre,
donde las mujeres solo salían de mantilla y sin ser miembros de la
145. Cinco cofradías en total, entre ellas las dos más históricas: Dulce Nombre de
Jesús Nazareno (fundada en 1611) y Minerva y Veracruz (1612).
146. ileón (13/03/2017) El obispo rechaza acabar por decreto con la desigualdad de
hombres y mujeres en la Semana Santa leonesa.
207206
cofradía. Acudieron algunas mujeres, como Victoria Botí —presiden-
ta de la Asociación de Mujeres Cofrades de Cartagena y de la Fede-
ración nacional—, que planteó el problema, con mucho cuidado y sin
ofender —según sus propias palabras—, pero hubo un gran revuelo
y enfrentamientos entre los cofrades varones. Los hombres la mira-
ban mal, comenta, pues había sectores muy contrarios a la incorpo-
ración de las mujeres: gente de Zamora, gente de Sevilla que había
recibido el Decreto del obispo y otras cofradías que estaban siendo
“obligadas” a cambiar sus Estatutos y admitir a las mujeres. Como
contraste, en 2007, la Cofradía de Jesús Divino Obrero de León ha-
bía recibido el premio PASOS por haber sido la primera cofradía de
León que equiparó los derechos de hombres y mujeres, habiéndolo
intentado antes incluso de que se modicara el Derecho Canónico
sin obtener la aprobación de la Iglesia.
OTROS CASOS
Sería conveniente llevar a cabo un estudio más exhaustivo, y tam-
bién cualitativo, de la presencia de las mujeres en las procesiones
de Semana Santa por todo el Estado. En muchas ciudades se han
dado procesos similares, pero hay también singularidades. Es difícil
sistematizar la presencia de las mujeres en las cofradías porque es
muy variable de una ciudad a otra, de una cofradía a otro, y dentro
de la misma cofradía según quien la dirija. En Salamanca, por ejem-
plo, casi todas las cofradías se fundaron durante la posguerra, pero
entraron en crisis y no se recuperaron hasta los años 70 y 90, en gran
medida por la incorporación de las mujeres, que hicieron aumentar
el número de cofrades147. En Valladolid también fue a nales de los
80 cuando se permitió a las mujeres salir con el capirote, y de ahí a
los cargos en las Juntas148. La Junta de Semana Santa de Medina del
Campo obtuvo el premio PASOS en 2012, como reconocimiento por
el carácter igualitario de todas sus cofradías desde sus orígenes149.
El paso de la Verónica de Elche recibió el galardón en 2007, por su
labor en la incorporación de las mujeres portando pasos. En Giro-
na, este año 2019, se modicaron los Estatutos para que las mujeres
puedan participar como Manaies (soldados romanos de la Semana
Santa), aunque tendrán que esperar a que haya vacantes150. En otras
ciudades ya deslan hace unos años, y en Banyoles lo hicieron por
primera vez también en 2019151. En Navarra, cinco mujeres partici-
paron por primera vez en la subasta de pasos de San Adrián, y la
cofradía, con más de 400 años de historia, reconoce a las mujeres los
mismos derechos y deberes que al resto de hermanos152.
A pesar de que se han dado grandes avances en muchas ciuda-
des, algunos muy recientemente, según Victoria Botí en muchos lu-
gares todavía hay cofradías que son exclusivamente masculinas (en
Sagunto, Tenerife, Avilés), y seguramente muchas otras de las que
no tenemos noticias. Se pueden considerar casos cada vez más aisla-
dos, porque la Iglesia está insistiendo en el principio de igualdad en
147. Ver vídeo Salamanca24horas TV Las mujeres cofrades en la Semana Santa de
Salamanca, Salamanca24horas (9/04/2017) Mujeres cofrades en la Pasión sal-
mantina.
148. El día de Valladolid (20/04/2019) Capirotes en femenino.
149. http://www.semanasantamedina.com
150. CCMA (16/02/2019) Les dones podran deslar amb els Manaies de Girona,
però encara hauran d’esperar.
151. CCMA (7/04/2019) Deslen les primeres dones manaies de Banyoles, després
de 150 anys de tradició.
152. Diario de Navarra (15/04/2019) Por primera vez, cinco mujeres en la subasta
de pasos de San Adrián.
209208
los Estatutos Marcos, pero, como sucedió en Zamora, hay cofradías
que pueden resistir incluso a la autoridad eclesiástica, pues la deci-
sión última se deja en manos de sus juntas y asambleas.
3.3. Situación actual
En la actualidad, la Semana Santa no es un mundo reservado a los
hombres; las mujeres han ido adquiriendo, poco a poco, mayor pre-
sencia y visibilidad en las procesiones y participan casi con plenos
derechos en muchas hermandades y cofradías, gracias a cuatro fac-
tores principales (Saborido, 2016):
• La crisis económica y la falta de cofrades en las hermandades;
• Las demandas realizadas por las mujeres para poder incorpo-
rarse a estas instituciones con plenos derechos;
• Las actuaciones llevadas a cabo por la Iglesia y las diócesis;
• El cambio de la sociedad que poco a poco se va concienciando
de la necesidad de establecer la igualdad en todos sus ámbitos.
Sin embargo, aún existen cofradías y hermandades que vetan la en-
trada de las mujeres y persisten también numerosas desigualdades
que impiden a las mujeres desarrollar las mismas actividades que los
hombres, como portar un paso al costal o sobre sus hombros, portar
determinadas guras u ostentar cargos destacados de responsabili-
dad. Estatutos y reglas de gran antigüedad, elaborados y redactados
en épocas en las que la mujer no tenía cabida en ninguna institución
política, económica o cultural, y la tan esgrimida “tradición” han sido
los principales argumentos utilizados por los cofrades varones para
impedir la presencia activa de la mujer hasta muy avanzado el siglo xx
(Botí, 2019).
El proceso vivido y la situación actual de cada ciudad depende
de la actuación de tres agentes principales: las diócesis de la Igle-
sia, cuya actuación es variable de unas zonas a otras; las Juntas de
Gobierno y las autoridades de las cofradías, que tienen una auto-
nomía variable —según cada diócesis— para decidir cuándo y cómo
incorporar a las mujeres; y sobre todo, las actuaciones de las mujeres
cofrades, asociadas, individualmente o en grupos, que acuden a los
representantes de la Iglesia para pedir ayuda. El conicto que tuvo
lugar en Sevilla marcó un precedente, porque se consolidó la idea de
que la decisión sobre hasta dónde y cómo pueden participar las mu-
jeres en las cofradías debía quedar en manos de las Juntas de Gobier-
no de las hermandades y no se les podía obligar, por ejemplo, a que
las admitieran en la carga o en cuadrillas mixtas. Los argumentos
que utilizan para excluirlas tienen que ver con los roles y capacidades
de las mujeres y con el mantenimiento de la tradición, pero en la ma-
yoría de los casos es bastante evidente que se las excluye para mante-
ner intactos privilegios, cotas de poder y reconocimiento social.
Una muestra de este poder de los hombres para gobernar las
cofradías son las regulaciones de la forma de vestir y comportarse.
Las Juntas difunden circulares internas que persiguen que se dé una
imagen de seriedad y decoro. Aunque hay pautas que regulan los tra-
jes y el decoro de los hermanos y hermanas nazarenos, los códigos
de conducta y las normativas de vestimenta suelen tener un sesgo de
género y aplicarse sobre toda a las mujeres de mantilla que no lle-
van hábito. Establecen que el vestido debe ser sin encaje, sin escote,
por debajo de la rodilla, que no sea ajustado, llevar tacón mediano,
poco maquillaje... Se enfatiza que no es un día para lucirse, que hay
211210
que poder caminar bien porque se va acompañando una procesión
y que hay que mantener un cierto orden, desde que se sale de casa
hasta que se vuelve. No hay que decir palabrotas, controlar las acti-
tudes y, en denitiva, mantener una serie de normas, con carga mo-
ral, que afectan mayormente a las mujeres. Cuando la mujer carga
hay también más normas, no se puede maquillar mucho, no puede
llevar pendientes llamativos. En general, el hábito cofrade debe ser
discreto, que no llame la atención, y aunque esto vale para hombres
y mujeres, son normas que han impuesto los hombres. Hay mujeres
que las consideran necesarias para que haya uniformidad, pero otras
lo consideran a veces exagerado y extremo. Consideran que estar en
una cofradía ya implica un respeto, que a nadie se le ocurre llamar la
atención y salirse del contexto, aunque algunas destacan que las pro-
cesiones no pueden parecer una cabalgata, un carnaval o un desle
turístico, tienen que ser serias.
A pesar de todos los argumentos conservadores que hemos ido
recogiendo en este capítulo, lo cierto es que la mentalidad de los
Hermanos Mayores ha ido cambiando con los años y hay bastantes
diferencias entre unos y otros. Generalmente son las cofradías más
prestigiosas, con más caché (como La Macarena, El Gran Poder o La
Esperanza de Triana), las últimas en dar el paso para incorporar a
las mujeres. Las Vírgenes no las carga ninguna mujer (porque hay
más devoción) y tampoco los tronos de los apóstoles, los titulares y
algunas otras imágenes más. Las juntas directivas son las que más
peso tienen en la decisión y, según Victoria Botí, generalmente van
poniendo impedimentos velados, te van convenciendo, te desplazan
y al nal decides no salir. Es ahí donde está el núcleo duro, en las
Juntas de Gobierno; en esas 20 personas que llevan y deciden todo,
y que generalmente son hombres que se nombran entre ellos y que,
si se elige a una mujer, se lamentan. Siempre creen que puede haber
hombres mejor preparados que una mujer, aunque sean más jóvenes
o lleven menos tiempo.
LA LABOR DE LAS ASOCIACIONES MUJERES COFRADES
El papel de las mujeres es fundamental, que se muevan, que pidan,
que vayan a la Iglesia y cuenten el problema153. Un punto de inexión
en este proceso ha sido la creación de las asociaciones Mujeres Co-
frades y de los Encuentros Nacionales. El primero fue en Cartage-
na en 2005, donde las mujeres ya cargaban pasos y allí se pusieron
en común experiencias, se contrastaron realidades y cuáles eran las
dicultades de incorporación de las mujeres. En ese encuentro se
gestó la creación de nuevas asociaciones en ciudades como Zamo-
ra, Granada, Cuenca, Barcelona, y posteriormente también en Mo-
tril, integrando desde 2009 la Federación Nacional de Asociaciones
Mujeres Cofrades154. Hasta 2019 se han celebrado seis Encuentros
Nacionales de Mujeres Cofrades155 y una importante actuación fue
el Maniesto por la igualdad plena de la mujer cofrade156, redacta-
do y refrendado por los más de 250 participantes del IV Encuentro
153. Diario de Sevilla (3/02/2011) Nazarenas en todas las cofradías.
154. http://federacionmujerescofrades.blogspot.com
155. El segundo fue en Granada (2007), el tercero en Zamora (2008), el cuarto en
Medina del Campo (2011), el quinto en Alcaudete, Jaén (2015) y el sexto y úl-
timo ha sido en Huelva (2017). Los tres primeros fueron organizados por las
Asociaciones de Cartagena, Granada y Zamora; mientras que los últimos han
sido organizados por Agrupaciones de Cofradías: la de Medina del Campo y la
de Alcaudete, y el último por una Plataforma conformada por cofrades —en su
mayoría varones—. Este hecho ratica el interés de muchos cofrades varones
por este tema y su voluntad de cambiar la actitud de aquellos que no conciben
la igualdad en las hermandades. De todas formas, el encuentro en Huelva fue
bastante conictivo, porque la propia diócesis prohibió a los cofrades asistir y
deben ser obedientes por su dependencia de la Iglesia.
156. Maniesto por la igualdad plena de la mujer cofrade.
213212
Nacional, en 2011, que fue remitido a todas las diócesis del país, en
cuyo texto se manifestaba que “La expresión de la fe no tiene género
y que las cofradías somos entidades de evangelización y como tal, en
ellas, TODOS, hombres y mujeres, tenemos que tener los mismos
derechos y deberes en todos y cada uno de los ámbitos en los que
estas se desarrollan” (Botí, 2018). También se ha señalado que sigue
siendo muy bajo el porcentaje de mujeres con cargos de responsabi-
lidad en las Juntas de Gobierno y así numerosas mujeres han tenido
la oportunidad de verse respaldadas para poder exigir la igualdad en
las instituciones cofrades.
Otro paso que suele ser difícil es el acceso a la carga de imágenes
(se escuchan argumentos del tipo: las mujeres no tienen fuerza, no
saben deslar, lo hacen mal, sus tronos pesan menos...). El proble-
ma persiste aunque formalmente se haya reconocido la igualdad,
especialmente con imágenes que tienen mucha importancia, cuan-
do hay más devoción o si los pasos son obras de arte reconocidas
(patrimonio material), o portan joyas. En este sentido, para tratar
especícamente el tema de los pasos y las mujeres costaleras, empe-
zaron a organizarse los Congresos Nacionales de Mujeres Costaleras
y Portapasos y, posteriormente, los Encuentros Nacionales de Muje-
res Costaleras y Portapasos157.
El movimiento asociativo de las mujeres cofrades fue algo pione-
ro y casi revolucionario, pues si bien en Sevilla ya existía una Asocia-
ción de Mujeres Cofrades que trabajaba desde 1970, esta tenía nes
muy distintos: “ahondar en la formación espiritual de las hermanas
de distintas cofradías sevillanas”, siguiendo el tradicional papel que
la mujer ocupaba antes de la promulgación del nuevo Código Canó-
157. (1/06/2011) Documento sobre los Congresos Nacionales de Mujeres Costale-
ras.
nico en 1983, yendo en ocasiones en contra de la igualdad de dere-
chos (Botí, 2018). Monseñor Carlos Amigo contó en una entrevista
que estas mujeres le habían estado convenciendo para que no se po-
sicionara por la igualdad158 y en Zamora también hubo mujeres con-
trarias a la incorporación de otras mujeres a las procesiones, porque
consideraban apropiada la función que ya cumplían.
Botí relata que los inicios fueron difíciles, pero que se fueron ga-
nando el reconocimiento de la Iglesia y de las instituciones, incluso
de las propias cofradías. Aguantaron muchas críticas, pero tenían el
apoyo de muchos medios de comunicación y en Cartagena les apo-
yaba el ámbito cofrade, el Ayuntamiento, la administración regio-
nal y el Instituto de la Mujer. Según Victoria Botí, lo que más les ha
favorecido es la forma en que han ido actuando: “que vean que no
queremos romper”, porque la gente pensaba que iban a romper la
tradición, que iban en contra de la esta o que querían convertirla
en un carnaval. Ellas solo decían que querían participar, y de ahí han
ido tomando posiciones, poco a poco, cada vez más. Considera que
en el ámbito cofrade hay que ir muy poco a poco, con sumo cuidado,
porque si armas lío o revuelo es contraproducente. En este sentido,
no se consideran un movimiento feminista y no les convencen las
asociaciones o los pasos solo de mujeres, apuestan por lo mixto, por-
que la igualdad de oportunidades sea una realidad. No se pronuncian
sobre la cuestión de la igualdad dentro de la Iglesia, los movimientos
de teología feminista que quieren que la mujer pueda ser sacerdote u
obispo y tener cargos dentro de la Iglesia159. Aunque según Botí, las
158. ABC (1/04/2018) Amigo Vallejo: “Fueron mujeres las que más se opusieron a
las nuevas reglas que les permitieron salir de nazarenas”.
159. Televisión española les invitó a participar en el documental Mujeres de Dios
(9/09/2009), que abordaba esa temática, aunque ellas hablan solo de su traba-
jo en las cofradías.
215214
mujeres avanzarán en la medida en que vayan solicitando acceder
a más puestos, si no se conforman con lo que ya han conseguido.
Paloma Sánchez considera que “Hay que acabar con las cofradías
de un solo sexo” y que, en ocasiones, hay que saltarse las reglas160.
LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
La incorporación femenina al ámbito cofrade tiene una notable re-
percusión mediática; periódicos y cadenas de televisión se hacen eco
de las situaciones de discriminación y de los avances que se van con-
siguiendo, cuestión importante para la construcción de una menta-
lidad más consciente e igualitaria. El asunto ha dado lugar incluso a
la trama de una producción cinematográca, la película Mi querida
cofradía, que aborda la cuestión desde el humor161. Esta presencia
mediática ha dado a conocer la evolución de la situación de la mujer
en el ámbito cofrade y ha forzado también, muchas veces, el posicio-
namiento de las administraciones públicas y de los propios obispos,
que se ven impelidos a hacer declaraciones. En algunos casos, por
este motivo, se considera osado y perjudicial acudir a los medios,
sobre todo si se pone en entredicho a la cofradía o la Iglesia ante la
opinión pública, porque esto puede tener consecuencias negativas o
incluso provocar la expulsión de la cofradía.
160. Diario Sur (14/04/2019) “Hay que acabar con las cofradías de un solo sexo”.
161. Cinemagavia (25/04/2018) Crítica de Mi Querida Cofradía dirigida por Marta
Díaz, Andalucía Cultura al Día (15/05/2018) Marta Díaz de Lope-Díaz, directo-
ra de cine, Andalucía TV.
EL PAPEL DE LAS ADMINISTRACIONES PÚBLICAS
Los pactos de 1976-1979 entre la Santa Sede de la Iglesia vaticana
y el Estado español jaron cuestiones fundamentales para enten-
der la actividad de la Iglesia católica en España: asuntos jurídicos,
relativos a la enseñanza y asuntos culturales, el papel de las Fuer-
zas Armadas y el servicio militar, y asuntos económicos162. En rela-
ción con las cofradías, estos pactos denen una serie de benecios
públicos, como desgravaciones de impuestos y exenciones scales
(Munárriz, 2019). Además, las cofradías consiguen importantes re-
caudaciones por caridad, aunque el mundo cofrade destaca que sus
benecios revierten de múltiples formas en la sociedad. Respecto a
la organización de las procesiones de Semana Santa, las administra-
ciones públicas participan, cediendo el uso del espacio público y de
la recaudación económica que produce su venta para la colocación
de sillas (Munárriz, 2019)163. A pesar de los casos de discriminación
todavía existentes, la administración pública nunca ha actuado en el
ámbito cofrade más allá de algunas declaraciones de representan-
tes políticos. Algunas voces críticas consideran que debería haber
mayores pronunciamientos, retirada de subvenciones o restriccio-
nes en la ocupación del espacio público como medidas de presión
(Saborido, 2011). Saborido (2011) considera que, desde un punto
de vista civil, la igualdad debería ser exigida a cualquier institución
162. Tomaron la forma de cuatro acuerdos internacionales, entre dos Estados, que
sustituían al Concordato rmado en 1953 bajo el nacionalcatolicismo del Go-
bierno franquista —por eso se conocen con el nombre de “Concordato bis”—.
Contenido de los Acuerdos.
163. De esta forma, las aportaciones que realizan las administraciones públicas para
la organización de la Semana Santa revierten en las arcas de las cofradías, que
contribuyen directamente a cada diócesis.
217216
que actúe en el territorio español. Aunque las hermandades y co-
fradías dependan de la Iglesia, esta profesora de Derecho Civil de
la Universidad de Málaga y destacada cofrade de esa ciudad, consi-
dera que son también un movimiento social, y que las procesiones,
al ocupar el espacio público, hacen que la comunidad las asuma como
una tradición propia y esto debería forzar a estas instituciones a asu-
mir la normativa vigente: la Constitución y la Ley Orgánica 3/2007
para la Igualdad efectiva de mujeres y hombres. En las procesiones
no se debería producir ningún tipo de discriminación, ya sea direc-
ta “usted no puede salir en la procesión por ser mujer”, o indirecta,
“usted no puede salir cargando el trono porque al ser mujer no tiene
la suciente fuerza” (Saborido, 2011; 2016). En el plano jurídico, Sa-
borido (2011) considera que se podría trabajar en la protección del
derecho privado, del acceso a bienes y servicios en igualdad y sin
discriminación por cuestión de sexo, y también en la línea que viene
impulsando el Movimiento Carmona para la feminización del Dere-
cho privado164, conformado por juristas, que trabaja por transformar
las categorías jurídicas propias del Derecho privado desde una pers-
pectiva de género, especialmente en el ámbito patrimonial.
En este sentido, las declaraciones de Interés Turístico Internacio-
nal a las procesiones de Semana Santa deberían revisarse y retirarse
en los casos en que se produce discriminación, ya sea directa o indi-
recta; o, al menos, que estos reconocimientos y las actuaciones de
salvaguardia sirvieran como un mecanismo de presión y negociación
para el cambio de las tradiciones discriminatorias. Otro asunto, para
nada baladí en el caso que nos ocupa, es el que atañe a la efectiva se-
paración de la Iglesia y el Estado, un tema muy polémico y no exento
164. http://www.movimientocarmona.org/
de complejidad, tanto en el plano económico como en relación a la
libertad de expresión. En este sentido, es interesante ver cómo desde
fuera del mundo cofrade, y especialmente desde el laicismo, se ha-
cen propuestas transgresoras que toman como referencia la Semana
Santa: la Procesión del coño insumiso, en los últimos años165, o la
performance de la “mantilla travesti” en la Semana Santa de Cór-
doba166. Si la Semana Santa es un bien cultural que permea la vida
social y el ámbito público, en un Estado aconfesional y con liber-
tad religiosa, debería permitirse —y desde luego no ser considerado
un delito— utilizar esos referentes simbólicos con nes educativos
o reivindicativos.
165. eldiario.es (21/02/2018) Las tres mujeres que procesionaron el “coño insumi-
so” serán juzgadas poco antes de la Semana Santa de 2019, (2/05/2019) Así
fue la procesión de los coños insumisos de Sevilla; eldiario.es (11/10/2019) La
Justicia absuelve a las acusadas de la procesión del ‘coño insumiso’ y ampara la
protesta en el debate sobre el aborto. Pikara (8/10/2019) El coño insumiso fue
libertad de expresión.
166. Shangay (22/04/2019) Pasea su “mantilla travesti” en la Semana Santa de
Córdoba por el derecho de los “maricones”.
219218
4. LA FIESTA DE REYES DE IGUALADA
(CATALUNYA)
4.1. Presentación de la fiesta
La Fiesta de Reyes tiene un origen religioso vinculado a la gura de
los tres Magos o Reyes de Oriente que, guiados por una estrella, acu-
dieron a adorar al niño Jesús en el pesebre. La Iglesia católica deno-
mina a este acto Epifanía, que coincide con el solsticio de invierno
y que, ya en el siglo xviii, dio lugar a la Fiesta de Reyes, en la que tres
personajes exóticos traen obsequios para los niños y niñas durante la
noche del día 5 de enero. Según el discurso mágico, los Reyes dispo-
nen de ayuda para saber si los niños se han portado bien o mal, y así
va apareciendo un discurso moralista y educativo que articula gran
parte de la narrativa de la esta: “hay que portarse bien para recibir
regalos”, operando como canal de transmisión de los valores más
básicos sobre el buen comportamiento (Lata, 2013).
En Igualada la esta de Reyes se celebra desde 1895167 y fue idea
de tres vicarios que encargaron la organización de una cabalgata a
los socios del Centro Católico de Obreros de Igualada. La cabalgata,
167. Es la segunda cabalgata más antigua del Estado después de la de Alcoi. Actual-
mente, ambas cabalgatas postulan al reconocimiento de la UNESCO. VeuA-
noia.com (4/09/2017) Els Reis d’Alcoi van a la seva i fan la “competència” als
d’Igualada davant la Unesco.
que recorre las calles de la ciudad y durante la cual los pajes utilizan
escaleras de madera para subir a los balcones de las casas y entregar
los regalos, ha ido experimentando cambios a lo largo del tiempo,
y fue suspendida durante la II República por considerarse una ce-
lebración religiosa y clasista. Fortalecida durante la Dictadura, ac-
tualmente su celebración se extiende durante varios días, en los que
se enfatiza el trabajo pedagógico con los niños y niñas. El día 28 de
diciembre llega a la ciudad el personaje del Paje Faruk, que desde
el día 29 hará dos intervenciones radiofónicas diarias en la emisora
local dirigiéndose a los más pequeños, en ocasiones mencionando
incluso sus nombres y apellidos. El día 1 de enero se lleva a cabo la
entrega de las cartas al Paje Faruk, quien vuelve a hablar a los niños
y hace hincapié en que se porten bien si quieren recibir regalos y les
muestra el libro blanco donde apunta los nombres de los niños bue-
nos y el libro negro en el que apunta los nombres de los que no se han
portado bien (Lata, 2013). El 5 de enero, durante la cabalgata, los
pajes de los Reyes hacen entrega de los regalos en las casas estipula-
das; aquellas que lo han solicitado y que colaboran económicamente
con la esta, y aquellas más desfavorecidas que reciben los regalos
de forma gratuita168.
Además del Paje Faruk y los tres Reyes Magos, otros personajes
destacados de la esta son los Pajes que deslan montados en jeeps
y repartiendo caramelos durante la cabalgata y el grueso de pajes
voluntarios que deslan a pie interactuando con el público y que ha-
cen la entrega de los regalos (Lata, 2013). Hasta 1999 todos estos
personajes eran representados exclusivamente por hombres (en los
últimos años, según aparece en prensa, participan en torno a mil pa-
168. Más información y detalles sobre la esta en: http://www.reisdigualada.cat
221220
jes). El papel de las mujeres se concentraba sobre todo en las tareas
domésticas y de apoyo logístico: elaboración y cuidado de los tra-
jes, cuidado de los niños, preparación de comidas; y también como
espectadoras y acompañantes de los niños y niñas a la cabalgata.
4.2. La reivindicación de las mujeres169
El grupo de mujeres Dones Despertes (Les joves) expresó pública-
mente, por primera vez, el malestar y la disconformidad que sentían
algunas mujeres de Igualada por estar excluidas de la Fiesta de Re-
yes. Hasta el momento, el tema de la participación de las mujeres
había sido discutido solo en ámbitos privados y en conversaciones
personales. En enero de 1999 publicaron un pequeño texto en el pe-
riódico Regió 7, “Mujeres en la cabalgata”, donde manifestaban su
desacuerdo con que se permitiera la discriminación de las mujeres
en la Fiesta de Reyes de Igualada, a diferencia de otros municipios de
la comarca que ya las habían integrado (Lata, 2013).
Como relata Lata (2013), ese mismo año las elecciones munici-
pales dieron paso a un nuevo Gobierno formado por una coalición
de partidos de izquierda, Entesa per Igualada170, y el nuevo alcalde
declaró públicamente su apoyo a la causa reivindicativa, instando a
la Comisión organizadora de la esta a permitir la participación de
las mujeres. El conicto saltó a la esfera pública y trascendió rápida-
169. La gran mayoría de datos que se resumen y analizan en este capítulo provienen
de la tesis de Máster de Savina Lata (2013).
170. Era una coalición del Partit Socialista de Catalunya, Iniciativa per Catalunya
Els Verds y Esquerra Republicana de Catalunya.
mente a los medios de comunicación; la palabra patgessa (feminiza-
ción del término “paje” en catalán) protagonizó titulares de prensa
y programas de televisión local, y el debate llegó incluso a los medios
estatales. La Comisión organizadora de la esta no quiso pronun-
ciarse sobre si la esta era o no discriminatoria, aceptó que el cambio
llegaría y la esta se abriría, pero anunció que sería un cambio lento
y complicado debido al peso de la tradición. Poco después, ese mis-
mo año, la comisión anunció su constitución en fundación privada,
explicando este hecho por la necesidad de formalizarse en una enti-
dad jurídica para poder seguir recibiendo la subvención pública del
Ayuntamiento que hasta entonces recibía de manera informal (La-
ta, 2013). Con esta maniobra cerraba también la posibilidad de una
intervención institucional en la esta, sin embargo, el debate sobre
la participación de las mujeres se fue extendiendo y los medios de
comunicación alentaron la polémica.
Tras varios intentos de acuerdo entre las asociaciones de mujeres
y la Comisión, una mujer integrante de la asociación Dones d’Igua-
lada (Mujeres de Igualada), decidió inltrarse en la cabalgata en-
carnando el personaje inventado de la Patgessa Nazira. Su objetivo
era hacer pública su acción para demostrar que “no pasaba nada si
participaban mujeres” (Lata, 2013). Tras esta primera incursión en
la esta, las mujeres de Dones d’Igualada solicitaron una reunión
con la Comisión para tratar el tema, pero no obtuvieron respuesta
y decidieron, entonces, emprender una campaña de divulgación de
sus reivindicaciones mediante una consulta popular y una recogida
de rmas, aunque no tuvieron demasiado apoyo (Lata, 2013).
En octubre de 2001, algunas mujeres de la asociación decidieron
crear el Col·lectiu Pro Patgesses, una nueva entidad para trabajar
en exclusiva el tema de la participación de las mujeres en la esta
(Lata, 2013). El colectivo publicó un comunicado de prensa para
223222
divulgar su aparición y hacer un llamamiento a todas aquellas per-
sonas que quisieran sumarse a la causa. En la Fiesta de Reyes de ese
año, las patgesses intentaron de nuevo inscribirse para participar
en los diferentes actos de la esta, pero volvieron a ser rechazadas,
por lo que un grupo de mujeres decidió inltrarse de nuevo en la
cabalgata, esta vez en grupo (Lata, 2013). Mientras tanto, desde el
Ayuntamiento se facilitó la visibilización pública de las patgesses, y
el regidor de juventud las invitó a participar en el evento infantil que
se celebra cada año durante las estas escolares de Navidad. Ellas
accedieron a la invitación y la Patgessa Nazira volvió a aparecer con
un discurso preparado para la ocasión. Ese año, la comisión mantu-
vo su posición de rechazo a cualquier negociación, así que, una vez
acabadas las estas, el colectivo decidió poner una queja ante el Sín-
dic de Greuges, quien la recogió en el memorial de agravios de abril
de 2002, anunciando que las iba a defender (Lata, 2013).
El colectivo prosiguió con sus tareas reivindicativas, entre las que
destaca la difusión mediática y la publicación de un llamamiento
para que más mujeres se apuntaran para participar como patgesses
en la esta de 2003. Ese año, el colectivo decidió volver a inltrarse,
pero de forma más organizada; pidieron apoyo e hicieron un llama-
miento público a todas las familias para que ese año recibieran a las
patgesses en vez de a los pajes de la cabalgata ocial (Lata, 2013).
Algunas familias respondieron a la iniciativa y recibieron también el
apoyo organizativo de algunos miembros vinculados a la comisión
que valoraban positivamente la entrada de las mujeres. Meses antes
de la esta, las patgesses concretaron un encuentro con la Regidora
de Educación e Igualdad, para que, como pedagoga, les diera algu-
nos consejos prácticos para interactuar de una forma ecaz y educa-
tiva con los niños y niñas (Lata, 2013).
Ese mismo año, la comisión anunció, un día antes de la fecha de
inscripciones para hacer de paje, que abría la participación a las chi-
cas, limitando su número a 25 plazas. Sin embargo, vetó a algunas
mujeres del colectivo pro-patgesses que se habían acercado a ins-
cribirse. Ante este hecho, que trascendió a los medios de comuni-
cación, las mujeres decidieron rearmarse como colectivo y seguir
adelante con su propuesta alternativa (Lata, 2013). En la esta de
2002-2003, unas treinta mujeres se inltraron en la cabalgata o-
cial y repartieron sus propios paquetes en las casas simpatizantes.
Paralelamente, la cabalgata ocial contó por primera vez con 25 mu-
jeres-paje, plazas ocupadas por mujeres cercanas a los miembros de
la Comisión (Lata, 2013).
Pocos días después de la esta, se concretó la iniciativa Debat a
bat, que pretendía mediar en el conicto. Consistía en un debate pú-
blico sobre el tema de las patgesses con miembros de la Comisión,
del colectivo y algunas personalidades públicas y especialistas (La-
ta, 2013). Finalmente, durante ese mismo año, la Comisión citó al
colectivo de patgesses en el Ayuntamiento y les comunicó que para
el año siguiente permitirían a las mujeres incorporarse a la esta
como mujeres-paje sin limitación de plazas. Con la participación de
las mujeres en la esta de 2003-2004 se dio por nalizado el conic-
to y se disolvió el Col·lectiu Pro Patgesses (Lata, 2013).
4.3. Situación actual: avances y limitaciones
Los ejes que motivaron el trabajo colectivo de las mujeres para rei-
vindicar su espacio en la esta eran principalmente tres:
• Conseguir la participación de las mujeres como pajes (o patges-
ses) y la normalización de su presencia en la esta. El hecho de
225224
que una mujer quisiera apuntarse, igual que los chicos, y que no
pudiera hacerlo era un hecho discriminatorio.
• Al querer participar en la esta se dieron cuenta que en ella impe-
raban valores de autoridad y jerarquía asociados a la masculini-
dad que eran representados por los hombres paje. La incorpora-
ción de las mujeres podía aportar nuevos elementos a la relación
con los niños y niñas, con la aparición de un rol más pedagógico
y sensible.
• También consideraron que, si bien la esta había surgido como
una iniciativa particular de un grupo de personas, su popularidad
había crecido tanto que se celebraba como una de las estas más
importantes de Igualada y que, por lo tanto, la comisión organi-
zadora debía abrirse a la ciudadanía y democratizar su organiza-
ción interna.
En este sentido, siguiendo de nuevo a Lata (2013) podemos decir
que el alcance de su movilización quedó limitado al primer punto
reivindicativo: poder participar; y que los restantes ejes de denuncia
no se consiguieron. En este sentido, Lata (2013) concluía que, pese
a la entrada de las mujeres como participantes activas, todavía había
elementos que reproducían las estructuras discriminatorias que se
habían denunciado años atrás y que diferenciaban la participación
de las mujeres de la de sus homólogos masculinos:
• La participación de las mujeres es cuantitativamente mucho
menor que la de los hombres.
• Está limitada a chicas de edades bastante jóvenes.
• Está camuada y controlada bajo la apariencia de un
rol masculino.
• Está presente en espacios y roles sin protagonismo.
• No tiene prácticamente representación en la Comisión
organizadora.
• Sigue teniendo mucha más presencia en roles invisibles de apoyo.
Sin menospreciar el trabajo que hicieron las mujeres del colectivo
ni infravalorar sus logros, Lata (2013) advierte sobre la capacidad
que tienen las estructuras hegemónicas de incorporar elementos
de cambio. El hecho de que las estas reproduzcan unos modelos u
otros dependerá de quiénes las organicen y promuevan, y este punto
nos recuerda el tercer eje de reivindicación, es decir, la necesidad de
democratizar las estructuras organizativas. De todas formas, a pe-
sar de sus limitaciones, el logro de la participación de las mujeres
ha generado suras simbólicas, por ejemplo, con la incorporación y
transformación de roles simbólicos sexuados a través de la Patgessa
Nazira o los trajes femeninos171.
Por otra parte, desde el año 2005 en adelante, el Ayuntamiento de
Igualada y la Comisión organizadora han apostado por proponer la
Fiesta de Reyes de Igualada como candidata para que la UNESCO la
considere Patrimonio Cultural Inmaterial, tras haber sido reconoci-
da como Patrimonio de Interés Nacional172. Es probable, dice Lata
(2013), que el interés por promocionar la esta más allá de las fron-
teras de la ciudad haya inuido en la determinación de mantener
la esta libre de discriminación sexista, y es en este sentido que se
debe tomar en consideración la capacidad normativa que conllevan
los procesos de reconocimiento patrimonial.
171. Para más detalles sobre las estrategias llevadas a cabo, ver Lata (2013).
172. Ajuntament d’Igualada (10/03/2015) Els Reis d’Igualada, més a prop de la
UNESCO, La Vanguardia (28/12/2016) La festa dels Reis d’Igualada, declara-
da Patrimonio de Interés Nacional, Anoia Diari (22/01/2019) La candidatura
dels Reis d’Igualada a la UNESCO tindrà un nou intent el 2020 per ser triada
pel ministeri.
227226
5. LA TAMBORRADA Y LA FIESTA DE
CALDEREROS DE DONOSTIA (GIPUZKOA)
Analizaremos conjuntamente estas dos estas que se celebran en
la capital guipuzcoana porque ambas tienen varios elementos en
común y porque el proceso de incorporación de las mujeres a cada
una de ellas, aunque algo distinto, se ha enfrentado al mismo tipo
de oposición (el de algunas sociedades gastronómicas masculinas) y
ha tenido el apoyo del Ayuntamiento, que ha aplicado el mismo tipo
de políticas basadas en la legislación en materia de igualdad de la
Comunidad Autónoma del País Vasco (CAPV)173.
5.1. La Danborrada
5.1.1. PRESENTACIÓN DE LA FIESTA
La ciudad de Donostia/San Sebastián celebra el día 20 de enero una
de las estas más importantes de su calendario: la Danborrada o
Tamborrada. Este ritual festivo comienza a inicios de año con los
ensayos de las tamborradas, que ambientan la ciudad semanas antes
173. Los contenidos de este capítulo están basados en el Informe Análisis de las
estas del territorio histórico de Gipuzkoa desde una perspectiva de género,
elaborado por Farapi en 2009 para la Diputación de Gipuzkoa, y para el caso
de la Tamborrada, también en el libro Paso a paso hacia una tamborrada en
igualdad, coordinado por Beatriz Moral en 2014.
del gran día, en el que durante 24 horas las distintas tamborradas
deslarán por las calles de la ciudad haciendo sonar sus tambores y
barriles al ritmo de las melodías que compuso Raimundo Sarriegui
para la ocasión174. El día 20, a las 12 de la noche, comienza la esta
con la Marcha de San Sebastián y la Izada de la bandera donostia-
rra en la plaza de la Constitución. A partir de entonces, la ciudad se
transforma en una gran esta y más de 100 tamborradas recorren
por turnos las calles de la ciudad según el orden y los recorridos es-
tipulados por la organización, que debe ser muy minuciosa para ga-
rantizar la gran participación (Moral, 2014)175. Antes de la mediano-
che, las tamborradas que están tocando en ese momento se reúnen
de nuevo en la plaza de la Constitución y vuelven a interpretar todo
el repertorio. Es cuando se produce la Arriada de la bandera mar-
cando el nal de la esta.
Cada tamborrada está compuesta por una compañía de tambores
y otra de barriles, esta última siempre más numerosa que la primera.
Una banda de música interpreta las melodías de Sarriegui y los tam-
bores y barriles las acompañan con sus golpes al ritmo de la música.
Todas tienen una formación más o menos similar: el tambor mayor
a la cabeza dirigiendo, casi siempre con atuendo militar; le siguen
los tambores, generalmente con trajes de soldado de tipo napoleó-
nico; a continuación, la banda, en medio de la formación; luego el
cabo de barriles, con traje de cocinero y dirigiendo a la compañía
174. Raimundo Sarriegui Echeberría (San Sebastián 1838-1913) fue un músico po-
pular y compositor autor de la Marcha de San Sebastián y del resto de com-
posiciones musicales que se interpretan en la Tamborrada y también en sus
carnavales tradicionales y en la esta de Caldereros.
175. Según los datos de la página ocial de la Tamborrada donostiarra https://dan-
borrada.donostiakultura.eus/es actualmente hay registradas 147 tamborradas,
lo que implica la participación de 18.399 personas; 7.720 mujeres y 10.679
hombres.
229228
de barriles; y, por último, los barriles cerrando la comitiva, vestidos
de cocineros y (desde 1980) también mujeres vestidas de aguadoras
(Moral, 2014). Las tamborradas más pequeñas pueden tener unos
60 miembros y las más grande hasta 600 integrantes, detrás de cada
una de ellas hay una sociedad gastronómica, una asociación cultural,
asociaciones de madres y padres, clubes deportivos, bares, restau-
rantes, hoteles, asociaciones vecinales o grupos de amigos o amigas
(Moral, 2014; Farapi, 2009).
5.1.2. LA PARTICIPACIÓN DE LAS MUJERES
Siguiendo el relato de Moral (2014), sabemos que a nales del si-
glo xix las mujeres empezaron a incorporarse a la Tamborrada como
cantineras, tal y como sucedió en los Alardes de Irun y Hondarribia,
con la revitalización de la esta y de los trajes militares por parte de
la burguesía y del folclorismo de la época. A partir de 1900 se intro-
dujo también una carroza con la gura de la Bella Easo, una joven
que como la cantinera debía ser “preciosa y encantadora” (Moral,
2014). De esta forma, unas pocas mujeres, entre ejércitos de hom-
bres, empezaron a representar estas guras muy asociadas a los
ideales de belleza y feminidad de la época.
A partir de los años 20, las mujeres empezaron a incorporarse
como soldados de la mano de la sociedad Unión Artesana y nació
la Sociedad Deportiva Loiolatarra, de carácter mixto (Moral, 2014).
En 1936, la Tamborrada Infantil de Euskal Billera desló dirigida
por una niña y una compañía completa de “tamborreras” desló
por las calles de Donostia. Sin embargo, la guerra cortó todo vesti-
gio de normalización y la mujer fue de nuevo relegada a las guras
femeninas durante la Dictadura (Moral, 2014). Según relata Moral
(2014), a partir de los años 60, las mujeres empezaron a salir a la
calle y a participar como espectadoras, y ya en los años 80 eran cua-
drillas de mujeres las que salían de noche y disfrutaban del ambiente
de la esta.
LAS AGUADORAS DE KRESALA
Con el advenimiento de la democracia se reanudó el proceso de de-
mocratización de las estas y algunas mujeres empezaron a reivin-
dicar su derecho a la participación plena, desatando polémicas res-
pecto a la Tamborrada donostiarra, tanto en la infantil como en la de
adultos (Farapi, 2009; Moral, 2014). La sociedad recreativa y cultu-
ral Kresala —una sociedad mixta en la que mujeres y hombres parti-
cipaban juntos en todas las actividades, excepto en la tamborrada—,
en esos años organizaba debates y actividades relacionadas con los
derechos de las mujeres y reivindicaron poder participar también en
la esta, tocando y deslando, provocando una gran controversia176.
Kresala se dedicaba a la recuperación y representación del folclo-
re, así que acudieron al especialista Javier Sada, autor de libros sobre
la ciudad y sobre la Tamborrada, para que les orientara sobre cómo
incorporar mujeres a la esta (Moral, 2014). Sada les propuso crear
una gura histórica femenina vinculada con la leyenda del origen de
la Tamborrada: a las mismas fuentes que acudían los harineros, iban
también las mujeres con sus herradas a buscar agua, y ellas también
se unían a la juerga usando todo aquello que sirviera para hacer rui-
do. Se basaron en algunos grabados del siglo xix para elaborar los tra-
jes y así salieron en la Tamborrada en enero de 1980 (Moral, 2014).
Pensaron que salir con un traje femenino que no rompiera con los
176. Diario Vasco (13/01/2006) “Aguadoras, cocineros, tambores, representamos
al pueblo en la esta”.
231230
signicados de la Tamborrada iba a hacer más fácil su integración
que si se vestían de hombres. Salir como mujeres ya era bastante
rompedor en un momento en que las niñas ocultaban, por mandato
del Reglamento, los rasgos propios de su sexo para salir en la Tambo-
rrada Infantil (Moral, 2014). Según relatan las fuentes citadas, hubo
discusiones importantes para conseguir el permiso municipal y tu-
vieron que aportar informes y argumentos históricos. También hubo
polémica interna en Kresala, y alguna persona abandonó la entidad
por considerarlo inadmisible. A pesar de las presiones, del malestar
y la oposición que suscitaba la propuesta, las mujeres consiguieron
salir, con miedo a que pudieran producirse agresiones o situaciones
de tensión, pero con una tremenda ilusión (Moral, 2014). A su paso
se oyeron algunos silbidos reprobatorios y también les tiraron algu-
nas piedras, pero en general predominaron los aplausos de la gente
que las animaba. El ambiente opositor se concentraba sobre todo en
las sociedades gastronómicas de la Parte Vieja y lo hicieron saber
cerrando sus puertas a Kresala, rompiendo la tradicional cortesía de
recibir a las tamborradas que interpretasen una pieza ante ellas (Fa-
rapi, 2009; Moral, 2014). Sin embargo, la incorporación se hizo sin
mayores obstáculos, es decir, no hubo apenas oposición pública, ni
altercados reseñables (sobre todo si comparamos con los casos de
Irun y Hondarribia).
Tras este paso pionero, las niñas se incorporaron como soldados
en la Tamborrada Infantil en 1986 y las mujeres se fueron incorpo-
rando a tamborradas nuevas, mixtas desde un principio, o a otras
existentes que empezaron a incorporarlas (Farapi, 2009; Moral,
2014). Poco a poco, incluso las sociedades exclusivamente mascu-
linas empezaron a admitir a las mujeres en la Tamborrada, aunque
la sociedad siguiera siendo masculina. La independencia que tiene
cada tamborrada (y cada sociedad) para organizarse libremente ha
servido para que el conicto quedase reducido a un ámbito interno
(Farapi, 2009). Sin embargo, vamos a ver brevemente algunos con-
ictos que tienen que ver con actos y espacios públicos.
EL TAMBOR DE ORO Y LA CENA EN GAZTELUBIDE
La víspera del día de San Sebastián se celebra con una buena cena, que
suele incluir angulas y otras delicias de precio considerable. La cena
que organiza la sociedad masculina Gaztelubide es de las que más
atención atrae, por ser esta sociedad un referente en la Tamborrada
(protagoniza el acto ocial de la Izada de bandera) y por haber cele-
brado durante años la cena a la que acudían las autoridades y las per-
sonas galardonadas con el premio del Tambor de Oro (Moral, 2014).
Esta cena, a la que solo podían ir hombres, representa otro hito en la
integración de las mujeres a la esta, que comienza en 1987 y se cierra
dos años después con el traslado de este acto fuera de Gaztelubide.
Según relata Moral (2014), en 1987 Pilar Miró fue galardonada
con el Tambor de Oro de la ciudad; era la tercera mujer en conseguir
este galardón en 20 años. La polémica estaba servida, porque Gazte-
lubide no iba a abrir sus puertas como era habitual a la persona pre-
miada para participar en su cena: las mujeres no tenían permitida la
entrada en la sociedad ese día a esa hora (Moral, 2014)177
Mientras el alcalde, el diputado general de Gipuzkoa, el lehen-
dakari y otras autoridades masculinas acudieron a la cena, Pilar Miró
177. Si la cena de Gaztelubide hubiera caído otro día en el que las mujeres tienen
permitida la entrada no se hubiera generado ninguna polémica. Es lo que pasa
con la comida del día 20 de enero en la sociedad Istingorra del Antiguo, a la que
acuden también autoridades y galardonados con el Tambor de Oro. Desde 1971
hasta 2005 se ha celebrado sin problemas, aunque no todos los días las mujeres
encuentran sus puertas abiertas.
233232
cenó en Arzac junto a la teniente de alcalde, la esposa del alcalde y
otras autoridades menores (Moral, 2014). La prensa se hizo eco del
asunto y las críticas fueron muy duras, aun así, al año siguiente, se
repitió la cena en Gaztelubide con el galardonado Iñaki Gabilondo.
Sin embargo, días antes, una nota en el Diario Vasco denunciaba la
intolerable y ofensiva situación de discriminación que iban a avalar
las autoridades excluyendo a cuatro concejalas de ese acto de carác-
ter casi ocial (Moral, 2014). La carta estaba rmada por 66 mujeres
con cargos políticos de distinto tipo y de diferentes partidos, además
de otras mujeres del mundo de la cultura y periodistas. El asunto
llegó al pleno del Ayuntamiento, pero el alcalde desoyó la petición de
no asistir a la cena y acudió a Gaztelubide (Moral, 2014). El cambio
vino al año siguiente, en 1989, de la mano del poeta galardonado
Gabriel Celaya quien dijo que sin su esposa no iría a la cena en Gaz-
telubide. Gracias a este gesto, se consiguió romper con otra tradición
que excluía a las mujeres de uno de los actos más selectos de la esta.
Desde aquella polémica, los representantes políticos se cuidan
mucho de no ser vistos en sociedades restrictivas, una cuestión que
ha sido avalada institucional y legalmente. En 2004, Aralar y Ezker
Batua denunciaron la presencia del entonces diputado general de
Gipuzkoa en la cena de Gaztelubide, por considerar inaceptable que
el máximo responsable de una institución publica participara en un
acto discriminatorio. Las Juntas Generales aprobaron la propuesta
de estos grupos para que los representantes institucionales no ava-
lasen con su presencia actos discriminatorios. En 2005, se aprobó la
Ley para la Igualdad de Mujeres y Hombres de la Comunidad Autó-
noma Vasca que prohíbe expresamente la participación de represen-
tantes de la administración pública en cualquier tipo de actividades
discriminatorias por razón de sexo.
AGUADORAS EN LA IZADA DE GAZTELUBIDE
En casi todos los barrios de la ciudad, se inicia la esta de San Sebas-
tián izando la bandera de la ciudad, pero la Izada de la plaza de la
Constitución es un acto especial en el que el alcalde iza la bandera en
el antiguo consistorio. Es un acto para toda la ciudad y es la imagen
pública predominante de la Tamborrada, una de las estampas de la
esta que más se ha generalizado y que se difunde internacional-
mente desde hace unos años (Moral, 2014)178. Es un momento pú-
blico en el que han tenido lugar protestas importantes, durante los
años de la transición política por ejemplo, y hoy siguen apareciendo
abundantes pancartas reivindicativas. En este sentido, en la Izada se
producen también algunos hitos respecto a la visibilidad de las mu-
jeres (Farapi, 2009; Moral, 2014). En 1998, dos mujeres del Orfeón
Donostiarra protagonizaron el acto ocial de la Izada (el alcalde era
Odón Elorza, del PSE), una forma de responder a las voces que pe-
dían desde hacía años el incremento de la participación femenina en
la esta (Moral, 2014). En 2013, con el alcalde de Bildu, Juan Karlos
Izaguirre, fueron las aguadoras de Kresala las que izaron la ikurriña,
un signo inequívoco de que la participación de las mujeres se aan-
zaba y reconocía ocialmente (Moral, 2014).
Sin embargo, a pesar de estos avances, durante años fue Gazte-
lubide —una sociedad gastronómica que no admite a las mujeres—
la única tamborrada protagonista de la Izada, la que interpretaba la
música de Sarriegi cuando el alcalde izaba la bandera. Las mujeres
no tomaban parte activa en el acto ocial y quedaban fuera de la
178. En 1963 se retransmitió por primera vez en Radio Nacional de España y en
1966 por Televisión Española. Desde entonces y cada vez más, este acto es tele-
visado y emitido en múltiples medios de comunicación (Moral, 2014).
235234
imagen pública de la Tamborrada. Para revertir esta situación, en
noviembre de 1999, el Ayuntamiento decidió abrir el acto de la Izada
a representantes de todas las tamborradas, sumándose así al esce-
nario 66 personas más —mujeres y hombres—. Esta novedad abrió
una puerta a la participación femenina en el tablado, aunque Gazte-
lubide ocupaba todavía tres cuartas partes del estrado (Moral, 2014).
Fue en 2006 cuando se produjo el siguiente cambio signicativo. Ya
se había aprobado la Ley de Igualdad vasca y esta norma exigía a
los poderes públicos evitar cualquier discriminación por razón de
sexo en toda actividad cultural. A petición del consistorio donostia-
rra, Gaztelubide y la Unión Artesana, responsables de la Izada y la
Arriada respectivamente, incorporaron mujeres en sus compañías,
concretamente 12 aguadoras (Farapi, 2009; Moral, 2014). Gazte-
lubide pensó que si se negaba a incorporar a las mujeres tendría que
renunciar a protagonizar la Izada y, aunque hubo voces muy críti-
cas con esta exigencia que preferían no participar, muchas otras se
mostraron favorables a la participación de las mujeres y, nalmente,
la petición se aceptó en asamblea por 39 votos a favor, 25 en contra
y una abstención (Farapi, 2009; Moral, 2014)179. Hubo mucha polé-
mica y la directiva manifestó su desacuerdo con la forma en que se
habían hecho las cosas, la presión a los socios y el escaso margen de
maniobra ante las presiones del alcalde. El primer año, debido a la
premura con la que se tomó la decisión, las aguadoras provenían de
la sociedad —también masculina— Artzak Ortzeok, y aunque parti-
ciparon en el acto ocial, fueron excluidas de la cena posterior en la
sociedad, no les dejaron ni siquiera entrar al baño (Farapi, 2009;
179. Diario Vasco (10/01/2006) Gaztelubide acepta incluir a aguadoras en la izada
de bandera de la esta donostiarra.
Moral, 2014)180. A partir del segundo año, las mujeres que suben al
escenario son familiares de los socios de Gaztelubide que se elijen
por sorteo y actualmente ya pueden participar de la cena.
LA TAMBORRADA INFANTIL
Tal como relata Moral (2014), en los inicios de la Tamborrada infan-
til solo participaban chicos, pues durante el franquismo las escuelas
segregaban por sexos. A partir de la recuperación de la coeducación
en 1970, la cosa empezó a cambiar y las niñas salían camuadas en-
tre los niños, aunque se amenazaba a las escuelas que lo permitieran
con retirarles la subvención (Moral, 2014). A mitad de los años 80
ya se aceptó que participaran, aunque todavía camuando su sexo
y vistiendo como varones. Esto se fue transgrediendo y aceptando
poco a poco, y las niñas se han ido incorporando a los distintos car-
gos progresivamente: en 1987, por primera vez una niña dirige la
tamborrada de su colegio; en 1995, otra chica es nombrada Tambor
Mayor; en 2003, se acepta la gura de las aguadoras (Moral, 2014).
Hoy en día, participan más niñas que niños, aunque revisando la pá-
gina web de la Tamborrada se puede ver que el número de niñas en
cargos y guras importantes es mucho menor. Recientemente, en la
carroza de la Bella Easo se han incorporado otras guras que des-
centran la mirada sobre este personaje femenino tan vinculado a los
cánones de belleza y al carácter ornamental de las mujeres (Moral,
2014). Acabando ya este informe, apareció en prensa la noticia de
180. Algo similar ocurre con las bandas de música. Si ese día las mujeres no pueden
entrar en la sociedad, las mujeres de la banda cenan en un bar mientras sus
colegas varones disfrutan de la hospitalidad que caracteriza a las sociedades
(Moral, 2014).
237236
que una escuela de la ciudad estaba pensando postular a un niño
para el papel de Bella Easo en 2020, no obstante, parece que nal-
mente no será así, y que lo que se ha decidido es prescindir de esta
gura dentro de 4 años cuando todas las escuelas hayan tenido la
oportunidad de representar estos cargos181.
SUBVENCIONES PÚBLICAS PARA UNA FIESTA MIXTA
El artículo 3 de la Ley 04/2005 de Igualdad de Mujeres y Hombres
de la CAPV, establece que “los poderes públicos vascos no podrán
conceder ningún tipo de ayuda o subvención a ninguna actividad que
sea discriminatoria por razón de sexo”. En 2009, el Ayuntamiento
donostiarra decidió exigir un nuevo requisito para que las tambo-
rradas pudieran recibir subvenciones municipales: que fueran mix-
tas, con un número mínimo de 12 mujeres182. A partir de entonces,
las tamborradas masculinas no reciben ninguna subvención y las
mixtas, en teoría, deben asegurar que las mujeres puedan ocupar
cualquier puesto, es decir, que su participación no esté restringida al
papel de cantineras o aguadoras.
Esta nueva exigencia generó descontento en ciertos ambientes y
algunas sociedades mostraron claramente su desacuerdo con la me-
dida, decían que les hacía sentirse como delincuentes o proscritos,
cuando ellos solo pedían respeto a las tradiciones (Farapi, 2009).
Algunas de estas sociedades se mostraron dispuestas a resistirse
a esta exigencia, aun sabiendo que perderían la subvención munici-
181. Noticias de Gipuzkoa (10/10/2019) La Bella Easo podría ser encarnada por un
niño en 2020, (11/10/2019) La dirección de Aitor Ikastola descarta “un Bello
Easo”, Ser (10/10/1019) En cinco años desaparecerá la ‘Bella Easo’.
182. Este número fue acordado en una asamblea mantenida entre el consistorio y
las tamborradas, pero no aparece en las bases de las subvenciones.
pal, manteniendo la “tradición” de no incluir entre sus tambores o
barriles a mujeres. Aunque les molestaba la medida, perder una sub-
vención de 1.300 euros no les iba a hacer cambiar de opinión, pues
tampoco supone un gran golpe económico (Moral, 2014). El daño
es más bien simbólico, causado por la deslegitimación que supone
la retirada de la subvención. Estas sociedades consideraban que la
integración de la mujer había sido modélica, que ya participaban en
86 tamborradas y que no tenían por qué presionar a las otras 21 que
mantenían otra postura (Farapi, 2009). No tenían en cuenta que sus
sociedades tenían un papel protagonista y simbólico en la esta, ac-
tuando como referentes importantes para la ciudad (Farapi, 2009).
Ese primer año, 2009, fueron 18 tamborradas (de un total de 105)
las que renunciaron a la subvención por no incorporar mujeres. De
las tres sociedades masculinas que las incorporaron, una de ellas se
tomó el número mínimo de 12 mujeres al pie de la letra, únicamente
por un interés económico (Moral, 2014).
5.1.3. SITUACIÓN ACTUAL
Las características de la Tamborrada hacen que sea una esta muy
participativa y muy abierta, ya que cualquier grupo de personas pue-
de inscribir una tamborrada y decidir quién y cómo participa. Gra-
cias a ello, la incorporación de las mujeres en la esta se ha ido rea-
lizando de manera paulatina y evitando grandes conictos, si bien
no ha estado libre de polémicas y todavía existen tamborradas de
sociedades gastronómicas masculinas que no admiten a las mujeres
(Farapi, 2009). En este sentido, las mujeres aún no protagonizan la
esta de la misma manera que lo hacen los hombres, aunque año a
año van consolidando avances en su participación cada vez en más
lugares y con menos restricciones. Ha sido un gran avance, sin duda,
239238
que las mujeres puedan subir al escenario de la plaza de la Constitu-
ción, Constitución, y además su número ha ido aumentando progre-
sivamente, pero la mayoría de ellas no están totalmente integradas
en la tamborrada en la que participan porque la sociedad les veta el
acceso (Farapi, 2009).
Las distintas medidas municipales que hemos repasado (presen-
cia de mujeres en los balcones y en el escenario de la izada, cena fue-
ra de Gaztelubide o retirada de subvenciones) han sido muy aplau-
didas, especialmente por los colectivos que vienen reivindicando
y trabajando por la incorporación de las mujeres a la tamborrada
(Farapi, 2009; Moral, 2014). Sin embargo, no todo el trabajo está he-
cho y existen también algunas posturas críticas con el Ayuntamien-
to, que las consideran insucientes. El colectivo Bilgune Feminis-
ta183, implicado en el proceso, plantea que la exigencia para obtener
las subvenciones es una medida que no soluciona los problemas de
participación de las mujeres, aunque sí sirve para conseguir renta-
bilidad política, reforzando la imagen de un Ayuntamiento compro-
metido con la igualdad (Farapi, 2009). La medida no garantiza la
participación libre; consigue que algunas tamborradas masculinas
incorporen unas pocas mujeres en sus las para obtener la subven-
ción, pero no se cumple el compromiso de que las mujeres puedan
ocupar cualquier puesto en la tamborrada. En la mayoría de las tam-
borradas nuevas, las mujeres solo salen tocando el barril, y hay mu-
chas tamborradas que tienen rescindido el espacio de los tambores.
Bilgune considera que el Ayuntamiento podría hacer más de lo hace,
porque cumple la ley de igualdad al imponer estas medidas, pero las
tamborradas pueden seguir siendo masculinas (Farapi, 2009).
183. http://bilgunefeminista.eus/
Por otro lado, Bilgune Feminista destaca que surgen nuevas si-
tuaciones en las que sigue quedando patente que la incorporación de
las mujeres a la Tamborrada no está normalizada y que sigue habien-
do situaciones de discriminación (Farapi, 2009). Algunas tamborra-
das masculinas que incorporan a mujeres establecen que estas deben
ensayar durante un mes, mientras que los hombres tan solo ensayan
una semana, tratándolas como ignorantes o como menores que ne-
cesitan tutelaje, cuando muchas han tocado en la tamborrada de sus
escuelas y, en todo caso, no se diferencian de cualquier hombre que
se incorpore por primera vez (Farapi, 2009).
Los datos de 2008 y 2009 reejaron que había barrios en los que
ya no había tamborradas masculinas (Amara, Egia, Loiola y Martu-
tene) y que, en barrios como Altza o Intxaurrondo, las tamborradas
mixtas alcanzaban el 92,3 %, en Gros el 82,35 %, y solo la Parte Vieja
(72,22 %) y el Centro (52,38 %, 10 masculinas frente a 9 mixtas y
1 femenina) tenían porcentajes menores (Moral, 2014). En 2009, 6
tamborradas masculinas pasaron a ser mixtas y cada año nacen nue-
vas mixtas, inuenciadas o no por la normativa de las subvenciones.
En 2009, había 86 formaciones en las que hombres y mujeres sa-
lían tocando tambores y barriles, un 81 % del total de participantes,
mientras que 18 mantenían su carácter exclusivamente masculino
(17 %) y una era femenina (Moral, 2014). Actualmente, el número de
tamborradas masculinas se ha reducido a nueve, aunque son más las
sociedades que siguen sin admitir a las mujeres como socias.
241240
5.2. Fiesta de Caldereros
5.2.1. DESCRIPCIÓN DE LA FIESTA
La esta de Caldereros es relativamente reciente y su origen está do-
cumentado184. A nales del siglo xix empezaron a acampar en el are-
nal del barrio de Amara caravanas de familias nómadas y de gitanos
procedentes de Hungría y Centro Europa que se dedicaban a arreglar
cazuelas y utensilios metálicos de cocina. Pasaban varios días en la
ciudad y solían despertar mucha curiosidad entre el vecindario. Por
este motivo, en 1884, la sociedad gastronómica Unión Artesana de-
cidió crear la comparsa de carnaval de ese año en torno a la gura
de estos visitantes, disfrazándose tal y como ellos vestían (Farapi,
2009). El disfraz tuvo un éxito especial y se fue repitiendo año tras
año, hasta consolidarse como una esta propia en la Parte Vieja de la
ciudad, organizada por algunas sociedades gastronómicas y también
algunos bares. A partir de los años 80, se fue extendiendo a otros ba-
rrios de la ciudad y localidades guipuzcoanas y, hoy en día, es una de
esas estas que se celebra en las escuelas primarias y prácticamente
en todos los barrios de Donostia (Farapi, 2009).
Su celebración se concreta en unos desles de personas disfraza-
das de caldereros o de zíngaras, que recorren las calles de la ciudad,
ambientados por una serie de melodías compuestas por Raimundo
Sarriegi que cantan a coro y que acompañan con el ruido de sarte-
184. Este pequeño reportaje del Diario Vasco recoge las fechas más signicativas de
su trayectoria (5/02/2006) Los caldereros de Hungría.
nes y martillos185. Las comparsas o tribus se componen de un grupo
grande de caldereros —hoy también caldereras—, la reina y sus da-
mas, que cambian cada año, el director del coro y sus dos ayudantes,
el oso con su ayudante y después, detrás, suele ir siempre un carro
con los niños (Farapi, 2009). Las reinas y las damas son los perso-
najes principales de estos desles y tradicionalmente han sido repre-
sentados por hombres de aspecto claramente masculino disfrazados
de mujer, enfatizando el carácter humorístico que tiene esta esta
ligada al ciclo del carnaval; pueden ir tipo drag queen con maquillaje
muy elaborado o llevar barba, ir fumando puros y haciendo gestos
masculinos (Farapi, 2009). En cualquier caso, van vestidos con blu-
sas y faldas de colores, pañuelos, pendientes, largas pelucas y ma-
quillaje; exagerando la inversión de roles con personajes divertidos.
Cada tribu tiene un jefe, que es quien va a liderar su organización
y los jefes de las distintas comparsas se reúnen con antelación para
decidir y negociar cómo se realizará el recorrido (Farapi, 2009). El
itinerario de la Parte Vieja recorre los lugares más emblemáticos del
barrio y algunas sociedades gastronómicas, nalizando su recorrido
a las puertas de la sociedad gastronómica Gaztelubide (conforma-
da exclusivamente por hombres). En las paradas que se hacen a las
puertas de las sociedades gastronómicas, estas invitan a beber a la
comparsa y es tradición que sirvan también una taza de caldo. Uno
de los puntos culminantes de la esta es cuando se reúnen todas las
tribus en la plaza de la Constitución, donde se canta todo el reper-
torio musical y la reina y las damas salen al balcón de lo que fue el
Ayuntamiento. La reina realiza un discurso donde se comentan, de
185. Las canciones hablan de la vida y el ocio de los caldereros y en sus letras
aparecen constantemente referencias a las chicas guapas de la ciudad: http://
www.donostiasansebastian.com/caldereros/musicaletra.html
243242
manera jocosa, aspectos que han sido relevantes para la ciudad en el
último año (Farapi, 2009).
ESTRUCTURA ORGANIZATIVA
La organización de la esta de Caldereros es de iniciativa popular y,
durante muchos años, hubo una única comparsa en la Parte Vieja,
por eso hay un cierto sentimiento de que Caldereros es una esta de
ese barrio, que es el origen de la verdadera esta y, por eso, sus com-
parsas tienen más prestigio y reconocimiento (Farapi, 2009). Para
entrar en una tribu era necesario que hubiera alguna baja, alguna
vacante, ya que solo participaba en ella un número determinado de
personas, variable en cada tribu (Farapi, 2009)186. No obstante, esto
no impedía que otras personas que no pertenecían a ninguna tribu
participaran en la esta, aunque no contaran con el distintivo que
marca su incorporación de manera formal.
Los caldereros antiguos no tenían un funcionamiento estipulado,
no había una organización formal, sino más bien una estructura in-
termitente que funcionaba a partir de acuerdos tácitos y contactos
personales que se reactivaban cuando se acercaban las fechas de la
esta (Farapi, 2009). En ese momento, se reunían los jefes de las tri-
bus y decidían todo tipo de cuestiones respecto a la organización de
la esta: recorridos, tiempos, orden de las tribus.... El resto de per-
sonas que conformaban la comparsa no mantenían relación el resto
del año y a veces ni se conocían. Se reunían una semana antes de la
esta para el ensayo, quizá ese día hacían una cena, pero no había
186. Esto es lo que se llama tener un “número clausus”, una restricción numeraria
que muchas veces implica una selección del personal, es decir, que no pueda
entrar cualquiera.
mayores relaciones el resto del año ni participaban en las decisiones
que tomaban los jefes de tribu (Farapi, 2009). Este carácter informal
y poco estructurado ha funcionado durante décadas, pero en lo que
respecta a la participación de las mujeres plantea algunos proble-
mas, pues no hay espacios de decisión colectiva y la organización
se concentra en unas pocas personas que se conocen entre sí y que
actúan por costumbre o según sus propios intereses (Farapi, 2009).
Aunque la esta sea de iniciativa popular, mantiene una relación
particular con el Ayuntamiento de la ciudad. La comparsa de la Par-
te Vieja está nanciada por el Ayuntamiento y se considera la com-
parsa ocial (Farapi, 2009). Así, aunque los demás barrios también
reciben una subvención, solo los Caldereros de la Parte Vieja tienen
la ocialidad, el Ayuntamiento tiene el patronato y decide ciertos
aspectos de la esta.
5.2.2. LA INCORPORACIÓN DE LAS MUJERES
La esta de Caldereros ha estado protagonizada tradicionalmente por
hombres, ya que las sociedades gastronómicas y el ambiente de las
tabernas de la Parte Vieja a nales del xix era exclusivamente mascu-
lino y es allí donde se gesta la esta. Las mujeres, cuando aparecían,
lo hacían en número mucho menor, iban vestidas de zíngaras detrás
de la comparsa y no podían cantar, ni tocar la sartén, ni ser reinas o
damas. Su papel era secundario, accesorio y prescindible, y también
menos divertido y atractivo (Farapi, 2009). Esta situación fue cam-
biando poco a poco y las mujeres se fueron incorporando cada vez
a más comparsas a medida que se iban creando por los barrios de
la ciudad, y en algunos casos participaban también como caldereras
tocando y cantando. Sin embargo, la Primitiva Comparsa de Caldere-
ros de la Hungría de la Parte Vieja se resistía a admitir a las mujeres
245244
más allá del papel de zíngaras y acompañantes, siendo un reducto de
exclusión de las mujeres todavía en 2003 (Farapi, 2009)187.
Según relata el informe de Farapi (2009), la voluntad de las mu-
jeres de participar en la esta de Caldereros en la Parte Vieja surge
de un cierto sentimiento de frustración por no poder ser parte activa
de la esta en su propio barrio, mientras veían que en otros barrios
las mujeres deslaban como caldereras junto a sus compañeros. Su
petición parte de un deseo de vivir la esta de una manera más activa
y participativa, como lo habían hecho sin problemas en la infancia.
En la edad adulta, aunque no estaban totalmente ausentes de la es-
ta y podían disfrutar de ella como zíngaras o como espectadoras y
seguidoras de las comparsas de sus familiares y compañeros, esto
era insuciente para muchas de ellas. Ahora se veían relegadas a una
función ornamental, detrás de los hombres, bailando o agarradas del
brazo sin poder obtener el distintivo de la comparsa. Esta sensación
de frustración se ampliaba al ver que cualquier chico, de otro barrio
o sin conocer la esta, tenía permitido participar como un miembro
más (Farapi, 2009).
Debido a la estructura de organización de la esta, las mujeres
tenían pocas posibilidades de ejercer presión, porque no había es-
pacios donde hacerlo y ningún hombre mostraba especial interés en
que se incorporaran a la comparsa con un rol diferente al que tenían,
por lo que era difícil que la iniciativa surgiera desde dentro. Así que
algunas mujeres empezaron a ejercer presión desde fuera y se diri-
gieron al Centro de Atracción Turística (CAT), el órgano del Ayun-
187. Como hemos visto, la incorporación de las mujeres a las tamborradas de algu-
nas sociedades de la Parte Vieja se hizo también bastante tarde, en 2006, y solo
para los actos ociales por orden del Ayuntamiento. Esas mismas sociedades
mantenían la exclusión de las mujeres en la esta de Caldereros.
tamiento encargado de las estas, desde donde las remitieron a la
persona responsable de los caldereros en ese momento, que les negó
rotundamente toda posibilidad de participar (Farapi, 2009). Una
sola persona fue la que decidió que las mujeres no podían participar.
Ante esta situación, decidieron iniciar un trabajo de reivindicación
en la calle durante la celebración de los Caldereros.
Según el informe de Farapi (2009), varias de las mujeres y jóve-
nes que empezaron a mover el tema pertenecían al colectivo Bilgune
Feminista, que fue parte activa en el proceso. Decidieron hacer una
concentración en el campamento que los Caldereros hacían en la
plaza de la Constitución, al que acudieron vestidas y con el martillo
y la sartén. Allí estuvieron concentradas y gritando una media hora,
en las estas de 2003. Habían elaborado unas pegatinas en las que
ponía “Las mujeres en los Caldereros”, y las repartieron por el barrio
y dentro de la comparsa, donde algunos hombres se las pusieron y
se unieron a ellas (Farapi, 2009). A partir de esta iniciativa, algunos
hombres tomaron conciencia de que había mujeres que querían par-
ticipar en la esta junto a ellos y fueron muy receptivos con la rei-
vindicación. Hasta el momento no se habían planteado el asunto, así
que esta simple acción reivindicativa de repartir pegatinas fue muy
efectiva para activar un proceso que no fue largo y, aunque hubo
tensiones importantes entre los propios caldereros, no se activó un
conicto fuerte. Fue fundamental que los propios hombres movie-
ran las cosas desde dentro y realizaran una apuesta rme a favor
de la participación de las mujeres, aunque necesitaron del impulso
y la presión de las mujeres (Farapi, 2009).
Las entrevistadas por Farapi (2009) cuentan que el siguiente
paso fue reunirse con algunos miembros de la comparsa de la Parte
Vieja para que iniciasen un proceso interno que llevara a un cam-
bio de postura con respecto a la petición de las mujeres. Como no
247246
había una organización formal se tuvo que hacer un trabajo previo
de reuniones con los participantes de la comparsa, que los hombres
informaran a los caldereros sobre la situación y les convocaran a una
asamblea para votar si aceptaban o no a las mujeres. Con mucho
esfuerzo se consiguió hacer una especie de junta, con un número
suciente de personas y se votó que sí (Farapi, 2009). Era la prime-
ra vez que se hacía un acto democrático dentro de los Caldereros;
la organización nunca había necesitado o promovido este tipo de me-
canismos, pues las decisiones se tomaban entre los organizadores.
Esta votación, en 2004, supuso la división en dos de la comparsa
de Caldereros de la Parte Vieja. Por un lado, la Primitiva Compar-
sa de Caldereros de la Hungría de la Parte Vieja que solo admitía
mujeres en el papel de zíngaras, que podían llevar panderetas, pero
no podían cantar ni tocar la sartén. Por otro lado, en ese momento
se constituyó la Comparsa Tradicional de Caldereros de la Hungría,
de carácter mixto y que pasó a ser considerada la comparsa ocial
por parte del Ayuntamiento, en un gesto importante de apoyo a las
mujeres (Farapi, 2009). Desde el primer año, la comparsa mixta fue
mucho más numerosa que la otra, de modo que no hubo muchos
obstáculos para consolidar el nuevo grupo y, más allá de algunos
pequeños conictos con la Primitiva Comparsa, la esta se desarro-
llaba con total normalidad (Farapi, 2009). Aun así, mientras en la
mayoría de comparsas de los demás barrios donostiarras las mujeres
entraban sin ningún problema, en la Parte Vieja existía una compar-
sa que limitaba los derechos de las mujeres, en gran medida, porque
se consideraba la comparsa originaria, la auténtica y genuina, defen-
sora de una tradición de 125 años en la que las mujeres tenían un rol
asignado del que no podían salir.
Este proceso de incorporación de las mujeres a la esta de Cal-
dereros fue muy rápido y efectivo, pero no se llevó a cabo sin pe-
queños enfrentamientos. Además del primer encontronazo público
en la plaza de la Constitución, hubo otros de carácter interno, por
ejemplo, en la organización de la asamblea donde se iba a votar la
cuestión: se ocultó información, se crearon grupos internos que ac-
tuaban de forma corporativa para evitar que el proceso culminara
con éxito. Otras desavenencias o gestos despectivos tuvieron lugar
durante la celebración del primer desle mixto en 2004: porque la
Primitiva Comparsa había dejado de ser la ocial, se vetaba su entra-
da en la plaza de la Constitución y el Ayuntamiento les había obliga-
do a cambiar su recorrido y su horario para que no coincidieran con
la Comparsa mixta y, además, les había retirado la subvención por
no admitir a las mujeres. En la Parte Vieja se ubican las sociedades
gastronómicas pioneras que apoyan a la Comparsa Primitiva, así que
ese primer año del desle mixto fue particularmente difícil y algu-
nos hombres, especialmente los jefes de las tribus, habían hecho una
campaña en el barrio para que boicotearan a la mixta (Farapi, 2009).
Si bien había mucha gente viendo la nueva comparsa y aplaudiendo,
muchas sociedades mantuvieron sus puertas cerradas y no salieron a
recibir a la comparsa mixta. A lo largo del recorrido también llevaron
a cabo pequeños boicots para entorpecer el desle, incumpliendo los
horarios y yendo por delante de la mixta muy despacio, entorpe-
ciendo y retrasando su paso, especialmente al nal del desle, en las
puertas de la sociedad Gaztelubide (Farapi, 2009).
Con el paso del tiempo, las actitudes se fueron suavizando y am-
bas comparsas convivían sin que el conicto interriera demasiado
entre ellas. La postura de algunas sociedades gastronómicas también
se fue suavizado y recibían a ambas comparsas, ofreciéndoles bebida
y algo para picar, aunque todavía se apreciaban ciertos resquemores
(Farapi, 2009). Según documenta Farapi (2009), en el año 2009 am-
bas comparsas cenaron en una misma sociedad y no tuvieron ningún
249248
problema en compartir un mismo espacio. La señal más destacable
de que la situación se iba normalizando es que muchas sociedades
gastronómicas que en un principio se posicionaron a favor de la Pri-
mitiva, contaban con tribus en las dos comparsas; en la mayoría de
las sociedades gastronómicas hay gente en ambos desles (Farapi,
2009). Aunque en un principio, en algunas sociedades se dijo que se
expulsaría a los socios que salieran en la comparsa mixta, esto no se
ha cumplido.
Aunque aún quedaban aspectos por mejorar, Farapi (2009) tacha-
ba de admirable el proceso, entre otras razones, por la rapidez con la
que se había dado y porque no había generado conictos de gran en-
vergadura. El trabajo de las mujeres del movimiento feminista, junto
con el apoyo de los hombres de la Comparsa Tradicional y la aporta-
ción decidida del Ayuntamiento hicieron posible que, de un año para
otro, las mujeres se pudieran incorporar a la esta (Farapi, 2009).
5.2.3. SITUACIÓN ACTUAL
Ya en 2009 las mujeres participaban en la esta de Caldereros tan-
to en los barrios como en la comparsa ocial de la Parte Vieja. No
obstante, la Comparsa Primitiva seguía sin admitirlas y algunos en-
trevistados de la Comparsa Tradicional manifestaban su deseo de
que ambas se unieran integrando a las mujeres (Farapi, 2009). Hoy
en día la Comparsa Primitiva admite ya a las mujeres y aunque to-
davía no se les permite tocar la sartén, sí pueden cantar. Las dos
comparsas de la Parte Vieja tienen ya un carácter mixto, sin embargo
aún hay muchas resistencias, por parte de la Primitiva, a formar una
única comparsa.
Respecto a los roles de género, generalmente los hombres vis-
ten de caldereros y las mujeres de zíngaras, si bien hay una cierta
exibilidad. Hay que tener en cuenta que esta esta se celebra en
invierno y que los ropajes de los hombres son más adecuados para
la temperatura de esta estación que los de las mujeres (falda, camisa
y chaleco), así que algunas optan por agregar a su indumentaria la
chaqueta propia de los caldereros varones (Farapi, 2009). También
es habitual ver a mujeres vestidas de hombre y a hombres vestidos
de zíngaras en la comparsa de Gehitu (Asociación de Gais, Lesbia-
nas, Trans, Bisexuales e Intersexuales del País Vasco), algo muy
poco habitual en otras. Siendo una esta ligada al Carnaval, donde
se transgreden todos los papeles, algunas personas no entienden esa
tendencia a que las mujeres vistan de zíngaras y los hombres de cal-
dereros (Farapi, 2009). El primer año de la Comparsa Tradicional
mixta la consigna fue esa: los hombres de hombres y las mujeres de
mujeres, porque lo otro parecía demasiado para ese primer momen-
to. Pero después, cuando tuvieron que escribir el reglamento, se hizo
una redacción ambigua, que dejaba libertad de elección, garantizan-
do así la libertad de elección: “La vestimenta será de calderero o de
zíngara”. Sin embargo, sigue siendo excepcional el que se intercam-
bien las vestimentas (Farapi, 2009).
La diferencia más notable entre los roles asignados a las mujeres y
a los hombres en la esta está en el papel de la reina y las damas, que
generalmente lo interpretan hombres vestidos de mujer y se procura
que su aspecto sea estridente o grotesco (Farapi, 2009). Son los roles
más singulares de la comparsa, y el de la reina juega un papel central
porque es la encargada de hacer el pregón. Según el informe de Fara-
pi (2009), algunas personas consideran que la incorporación de las
mujeres en este papel acabaría con el efecto paródico que se busca,
aunque recogen opiniones también de que esto no debe convertirse
en un tabú y que no hay que darle más importancia de la que tiene.
En 2008, una mujer cumplió ese papel en la Comparsa Tradicional,
251250
como agradecimiento a unos trabajos que había realizado con los
trajes de la comparsa; y no era la primera vez, dos mujeres encar-
naron ese personaje durante los años 1961 y 1962 (Farapi, 2009)188.
Si bien parece una idea compartida que resulta más gracioso un
hombre vestido de mujer que una mujer disfrazada de reina o inclu-
so de hombre, se trata de estereotipos de género que no pueden ser
un impedimento para la participación de las mujeres y que segura-
mente tampoco queremos que marquen y denan de forma inexi-
ble nuestras representaciones de lo femenino y lo masculino.
En cuanto a otros componentes de la comparsa, como el direc-
tor del coro, sus ayudantes, el oso, su domador y el jefe de la tribu
podrían, en un principio, ser asumidos por mujeres, sin embargo,
en la Comparsa Tradicional, generalmente parecen estar ocupados
por hombres, si bien han contado con una mujer que ha ejercido de
ayudante del director y otra mujer como jefa de una de las tribus (Fa-
rapi, 2009). Donde la presencia de las mujeres más se echa de menos
es en los puestos de organización y es también donde Farapi (2009)
observaba mayores dicultades para que produjeran cambios y se les
diera paso, pues se trata de puestos vitalicios ocupados por hombres
que llevan años organizando todo, que tienen todos los tratos con tu-
rismo, con el Ayuntamiento, etcétera (Farapi, 2009). Aquí de nuevo
nos encontramos con obstáculos que provienen de la propia estruc-
tura de la esta y de una comparsa que, desde sus orígenes y hasta
hace solo 15 años, estaba compuesta exclusivamente por hombres.
188. Diario Vasco (23/01/2008) Los Caldereros llegarán este sábado con una mujer
como Reina de la Comparsa Tradicional.
6. EL MISTERI D’ELX (ALACANT)
6.1. Presentación de la fiesta
El Misteri d’Elx189 es un drama sacro-lírico de origen religioso y me-
dieval que se representa los días 14 y 15 de agosto en la Basílica de
Santa María de Elche. Esta representación cantada, que pone en es-
cena la muerte, asunción a los cielos y coronación de la Virgen María,
es el elemento central de las estas de la ciudad y una de sus señas de
identidad. En torno al Misteri se desarrollan el resto de actividades y
rituales festivos de la ciudad durante esos días, y también las estas
de la Venida de la Virgen cada 28 y 29 de diciembre (Fiestas de Inte-
rés Turístico Autonómico de la Comunitat Valenciana). La víspera de
la representación del Misteri, por ejemplo, se celebra la Nit de l’Albà
o Noche de la Alborada, durante la que se lanzan fuegos articiales
desde las azoteas de las casas hasta las 12 de la noche, hora en que se
tira una gran palmera de fuego desde el tejado de la Basílica de Santa
María. La noche se alarga con la tradicional guerra de carretillas por
el centro de la ciudad.
189. Para la elaboración de este estudio de caso se han realizado varias entrevistas a
personas vinculadas al Misteri d’Elx: Javier Gonzálvez (ayudante del Mestre de
Capella), Antoni Esteve (miembro del Coro de la Capella) y Luis Pablo Martínez
(que fue miembro del Patronato del Misteri d’Elx y es Inspector de Patrimonio
de la Conselleria de Educación, Cultura y Deporte de la Generalitat Valencia-
na). Además, se han utilizado materiales periodísticos e información extraída
de páginas web.
253252
El Misteri d’Elx se divide en dos actos o jornadas; la Vespra (vís-
pera) el 14 de agosto, y la Festa, el día 15190. El acceso a la basílica
los días 14 y 15 de agosto es libre, y las puertas permanecen abiertas
durante la representación. Es un acto popular y multitudinario, al
que conviene acudir con bastante antelación si se quiere coger sitio.
Los días 11, 12 y 13 de agosto se llevan a cabo los llamados Ensayos
Generales, que concentran en un solo día toda la trama y a los que
se puede asistir comprando una entrada. Además de estas represen-
taciones, los años pares hay funciones extraordinarias el 29 y 30 de
octubre (con entrada) y el 1 de noviembre, durante todo el día, de
acceso libre.
ESTRUCTURA ORGANIZATIVA
Y RECONOCIMIENTOS PATRIMONIALES
El Misteri d’Elx es de origen medieval y parece ser que su represen-
tación se remonta a la segunda mitad del siglo xv. Aunque el Concilio
de Trento (1545-1563) prohibió las representaciones en el interior de
los templos cristianos, una bula papal de Urbano VIII en 1632 per-
mitió que la esta se siguiese celebrando, y por eso es seguramente
el último ejemplo vivo de teatro religioso medieval. Los textos de
la obra están escritos en valenciano antiguo y la música procede de
diversas épocas y estilos, con melodías medievales, renacentistas y
barrocas, con ejemplos de monodia y polifonía. La representación
corre a cargo de cantores no profesionales dirigidos por el Mestre de
Capella (Maestro de la Capilla), estos son: los hombres adultos del
190. Se puede encontrar información ocial y actualizada sobre la esta en www.
misteridelx.com y en http://www.visitelche.com/estas/misteri-delx, donde
se detallan los contenidos y la secuencia de la representación.
coro de la Capella que interpretan las voces graves de los Apóstoles
y de la Judeada, y los niños del coro de la Escolanía que interpre-
tan las voces blancas de los papeles de las vírgenes y de los ánge-
les. Como las mujeres históricamente no podían intervenir en obras
teatrales y se las consideraba seres impuros para la liturgia, todos
los papeles han sido siempre representados por varones; niños de
entre 9 y 14 años, que aún no han cambiado la voz, en el caso de las
voces blancas. Hay que tener en cuenta que hasta principios del siglo
xx el Misteri estaba vinculado al coro de la propia Basílica de Santa
María y eran los propios sacerdotes y monaguillos de Elche los que
representaban la obra. Actualmente, aunque los cantores no tienen
por qué ser necesariamente católicos, el vínculo informal y legal con
la Iglesia sigue siendo muy importante y son tres sacerdotes los que
interpretan los papeles de San Pedro, el Ángel Mayor del Araceli y el
Padre Eterno.
La esta del Misteri es un ritual que proclama la fe cristiana, que
se representa en el interior de un templo y que tiene un signicado
religioso evidente. De todas formas, aunque proviene de una larga
y casi ininterrumpida tradición cristiana, a lo largo de su historia
ha experimentado momentos de crisis, en los que ha oscilado entre
el control municipal y el eclesiástico, o en los que se han producido
cambios en la forma de organización y representación de la obra.
Uno de los cambios más signicativos fue la supresión de la esce-
na de la Judeada a nales del siglo xviii porque generaba alterca-
dos y desórdenes entre los asistentes. Esta escena, que representa la
conversión forzosa de los judíos, fue repuesta en 1924 por parte del
músico alicantino Oscar Esplá, que depuró la partitura como parte
de un proceso de revisión y recuperación de la esta impulsado por
el cronista Pedro Ibarra Ruiz. Fue entonces cuando se creó la Junta
Protectora de la Festa de Elche, para coordinar la revisión escénica
255254
y musical de la pieza, y se dio relevo a una Iglesia en crisis para su
organización. Este periodo restaurador culminó con la concesión, en
1931, del título de Monumento Nacional por parte del Gobierno de la
II República, lo que da cuenta de su autonomía respecto a la Iglesia.
La tutela estatal organizó su vinculación a la Junta Nacional de
Música y Teatros Líricos mediante un primitivo Patronato local, ini-
ciando así un giro hacia lo público que se interrumpió durante la
Guerra Civil. Tras la guerra, se organizó la llamada Junta Nacional
Restauradora del Misterio de Elche y de sus Templos, que tuvo como
misión principal la reconstrucción de la Basílica de Santa María y
la puesta en marcha de nuevo de las representaciones del Misteri.
En 1948, esta Junta fue transformada en el Patronato Nacional del
Misterio de Elche y, bajo su tutela, la esta fue declarada de Interés
Turístico Nacional en 1965 y de Interés Turístico Internacional en
1980. El 18 de mayo de 2001, la UNESCO declaró al Misteri d’Elx
Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad,
siendo la primera esta española que obtuvo este reconocimiento.
En 2005, con la aprobación de la Ley del Misteri d’Elx por las
Cortes Valencianas191, se creó el actual Patronato del Misteri d’Elx,
encargado de organizar la obra. Su trabajo cuenta con el apoyo eco-
nómico e institucional de diversos organismos, como la Generalitat
Valenciana, el Ayuntamiento de Elche y la Diputación Provincial de
Alicante, así como de algunas empresas y organismos colaborado-
res. Los miembros del Patronato son elegidos a partes iguales por el
Ayuntamiento de Elche, la Generalitat Valenciana y el obispado de
Orihuela-Alicante, conformando así una entidad pública con partici-
pación y supervisión de la Iglesia.
191. Ley 13/2005, de 22 de diciembre, de la Generalitat, del Misteri d’Elx.
6.2. La participación de las mujeres
No es el objetivo de este capítulo analizar la participación de las mu-
jeres en las estas de Elche en general, sino especícamente en lo
que concierne a la organización y representación del Misteri d’Elx,
patrimonio de la Humanidad reconocido por la UNESCO en 2001.
En este sentido, hay que tener en cuenta que no se trata de un ritual
festivo tan participativo como los que hemos analizado en los capí-
tulos anteriores, sino mucho más reducido y exclusivo. En los pa-
peles protagonistas de la representación del Misteri solo participan
hombres y niños, según cuentan las personas entrevistadas, unos 50
en total, teniendo en cuenta que hay un mínimo de dos personas
preparadas para cada papel. A esto hay que añadir los roles del Mes-
tre de Capella (dirección musical de los coros) y el Mestre de Cere-
mònies (dirección escénica y de interpretación), con sus respectivos
ayudantes, los miembros del Patronato del Misteri y, después, unas
280 personas que participan en las labores imprescindibles de orga-
nización y preparación de la Festa: tramoyistas, electricistas, monta-
dores de la cama de la Virgen, azafatas, porteros, personal de orden
interno de la Basílica, peluqueros/as, sastres...
Según relatan las personas entrevistadas, la participación de las
mujeres en todo este entramado ha sido prácticamente nula hasta la
entrada en el siglo xxi, quizá con algunas excepciones en labores de
peluquería, maquillaje, las camareras de la Virgen (que preparan la
imagen), la elaboración del oropel (Cagide et al., 2019) u otras labo-
res asociadas al empleo femenino. El origen religioso de la represen-
tación y su vínculo con la Basílica de Santa María hacían del Misteri
un espacio enteramente masculino y católico, que no ha cambiado
257256
radicalmente con la conversión legal del Patronato en una entidad
pública. Además de la participación destacada de la diócesis Alican-
te-Orihuela en el Patronato del Misteri, estos vínculos con la Iglesia
tienen que ver con relaciones de parentesco y vecindad entre quienes
participan de la esta, casi todos parientes y vecinos del centro de
Elche según las personas entrevistadas, y en su mayoría procedentes
de colegios religiosos, como Salesianos o Jesuitinas. Aunque formal-
mente la participación es abierta a cualquier niño o adulto que le
guste cantar y que demuestre habilidades para cantar en el Misteri,
sin que se tenga en cuenta su procedencia o sus creencias religiosas,
en la práctica hay constituida una “familia del Misteri” que implica
a un sector reducido de la población192. Además, participar en los
coros del Misteri exige una serie de compromisos con los ensayos y
también con la Basílica de Santa María (cantar en misa, en el Cor-
pus Christi o en otras celebraciones, casi dos veces por semana) que
lo convierten en un espacio muy vinculado a la religión y exclusiva-
mente masculino.
El hecho de que las mujeres y las niñas no participen en la repre-
sentación del Misteri d’Elx es algo de sobra conocido por cualquier
ilicitano e ilicitana, y aunque pueda ser un tema de conversación, que
se haya abordado incluso en el seno del Patronato o cuando se soli-
citó la candidatura a la UNESCO (comentan las personas entrevista-
das), parece ser que no ha provocado ningún conicto signicativo
ni tampoco se ha cuestionado de forma insistente o generalizada por
parte de ningún grupo, ni de mujeres ni de familias. Es una cuestión
bastante asumida: la tradición reserva esos papeles para los varones,
cambiar eso sería romper la tradición y además las partituras están
192. Diario Información (17/08/2017) Clanes familiares en el Misteri d´Elx. Tradi-
ción transmitida.
escritas, en el caso de los Apóstoles, para voces masculinas. Hasta el
momento, que se sepa, ninguna niña ni sus familiares han solicitado
nunca poder participar en el Misteri.
Sin embargo, este tema ha estado siempre latente, y no ha surgi-
do, quizá, porque todo el mundo entiende que se trata de una repre-
sentación religiosa y porque las niñas de 9 a 14 años, que serían las
que más fácilmente podrían ser integradas, es difícil que abanderen
una reivindicación. Aun así, tal y como comenta un entrevistado, se
han escuchado algunas voces que han propuesto abordar la cuestión
y promover un debate sobre el tema. Una sería la de M.ª Rosa Verdú,
fundadora y directora del Museu de la Festa durante más de 12 años,
que fue también portavoz de la Junta Gestora del Patronato. A nal
de los años 90, promovió algunos seminarios y mesas de debate en
los que se abordó el tema de la participación de la mujer en el Mis-
teri. Genoveva Martín (periodista) también ha defendido —según la
prensa— la participación de las mujeres193, y recientemente ha sido el
partido político Compromís, y concretamente la diputada y conceja-
la de Elche, Mireia Mollà, quien ha puesto el tema sobre la mesa, en
este caso, la participación de las niñas en el coro de la Escolanía194.
Las personas entrevistadas de “la familia del Misteri” aseguran que
el tema se comprende y se respeta, que se trata de un reparto de roles
y no de una discriminación y que el asunto solo lo remueven algunas
personas únicamente por un interés político en hacer bandera del
tema. Reclaman, ante todo, que no se politice la cuestión y que no se
193. Un nombre para mi blog (16/02/2018) Voces críticas reclaman una verdadera
renovación de los órganos rectores del Misteri.
194. Coalició Compromís (17/05/2017) Compromís instamos al Patronato del Mis-
teri d’Elx a incluir a las niñas también en la Escolanía, Doce TV (18/05/2017)
Critican que entre los requisitos para formar parte de la Escolanía del Misteri
d’Elx se pidan “varones entre 8 y 12 años de edad”.
259258
use el Misteri para sacar rédito político. En cualquier caso, aunque
hay opiniones diversas sobre la conveniencia o no de incorporar a las
niñas en la esta, o en el coro de la Escolanía, aunque no salgan en
el Misteri, aparentemente hay buena disposición a abordar el tema
(Cagide et al., 2019).
En cuanto al resto de papeles y roles en la organización del Mis-
teri, las personas implicadas consideran que se está haciendo una
incorporación “natural” y progresiva de las mujeres, aunque conven-
dría hacer un análisis cuantitativo al respecto. Se menciona el hito
de que ha entrado una mujer en el exclusivo grupo de tramoyistas
que manejan los aparatos aéreos de la esta (por vínculo familiar,
claro)195; también que la actual vicepresidenta del Patronato es una
mujer, o que las mujeres ya son nombradas como Portaestandar-
tes o Electos196, pequeños pasos que ponen en evidencia el carácter
eminentemente masculino que tiene el Misteri en toda su estructura.
Además de los personajes de la obra, el Mestre de Capella y Mes-
tre de Cerimònies y sus ayudantes o suplentes, hasta ahora, tam-
bién han sido siempre hombres. Aunque la Ley del Misteri se reere
a ellos en masculino, según las personas entrevistadas en principio
195. eldiariocv.es (11/08/2019) Lucía Quiles, la primera tramoyista del Misteri
d’Elx en un mundo (todavía) de hombres. El artículo recoge también algunas
de las voces que se han pronunciado en relación a la participación de las muje-
res en el Misteri.
196. En cada representación hay un portaestandarte y dos cargos electos que ocu-
pan unos sillones preferentes junto al escenario. Participan vestidos de gala y
los electos llevan cada uno una vara dorada como signo de autoridad. Actual-
mente, estos cargos representan un reconocimiento honoríco para quienes los
ostentan cada año y son elegidos por el Patronato del Misteri por su labor en
favor de la esta o de la ciudad. Según el registro de quienes han ocupado estos
cargos desde el año 1740 hasta la actualidad (excepto entre 1925 y 1956), no
los ha representado ninguna mujer hasta el año 2006. Desde 2006 a 2018 han
sido honradas con alguno de estos cargos 15 mujeres, lo que supone un 25 % del
total de cargos electos.
no habría inconveniente en que esos roles los ejercieran mujeres. De
todas formas, destacan que como el Mestre de Capella por tradición
puede cantar y dirige el coro desde el escenario, camuado entre los
Apóstoles, si no se considera adecuado que una mujer aparezca en
escena “disfrazada” de apóstol, podría dirigir todo el año el coro y los
ensayos, y delegar ese papel los días de la representación.
En cuanto a la participación de las mujeres en el Patronato, pa-
rece que no hay restricciones y que se han ido incorporando progre-
sivamente, aunque sería necesario un análisis cuantitativo. Actual-
mente hay 6 mujeres (2 son cargos políticos) en el Patronato Rector,
formado por 26 personas, y en la Junta Rectora hay una única mujer
entre los 8 cargos principales, y 6 mujeres de un total de 23 vocales.
Teniendo en cuenta que los puestos ocupados y elegidos por la Igle-
sia son generalmente masculinos, parece que la paridad o al menos
cierta normalización de la presencia de las mujeres está todavía lejos
de ser alcanzada, aunque no es nada desdeñable la presencia de mu-
jeres en cargos de gran importancia.
LAS NIÑAS EN EL CORO DE LA ESCOLANÍA
DEL MISTERI D’ELX
La organización del Misteri ha pasado por muchos altibajos, motivo
por el cual algunos entrevistados consideran un “milagro” que haya
sobrevivido durante tanto tiempo. Su organización se ha ido forma-
lizando poco a poco y sigue deniéndose legalmente, estando actual-
mente en proceso la elaboración de unas bases para denir el método
de elección del Mestre de Capella, hasta ahora elegido directamente
por el Patronato. La Ley del Misteri d’Elx de 2005 supuso un hito en
la regulación de la esta y aunque no menciona explícitamente que
261260
las mujeres no puedan participar en la representación197, pues habla
de “voces”, y solo en una ocasión de “niños” sin especicar varones,
en el caso de los maestros de capilla y de ceremonias se utiliza solo
el artículo masculino, y no el masculino y el femenino como se hace
para el resto de cargos.
En todo caso, la participación de las niñas en el coro de la Esco-
lanía ha sido la única cuestión algo discutida, pues cuando se creó
en los años 80, las niñas sí que podían participar, aunque luego no
salieran en el Misteri. Según relatan las personas entrevistadas, fue
el entonces Mestre de Capella, Antonio Hernández, vicario de Santa
María y director de varios coros, quien creó formalmente el coro de la
Escolanía, porque hasta entonces no se hacía formación de los can-
tores y se probaban y elegían unos meses antes de la representación.
En esta época se creó también la Casa de la Festa, lo que signicó
tener un lugar donde ensayar a lo largo de todo el año y coincidió con
un impulso de la Generalitat Valenciana para recuperar la identidad
autonómica en un momento de crisis y reconversión económica, en
el que el Misteri y su candidatura a la UNESCO se utilizaba como
símbolo del territorio. Al crear el coro de la Escolanía, se estable-
cieron ensayos durante todo el año y un vínculo con la Iglesia y con
los actos de la Basílica de Santa María que se había ido perdiendo.
Curiosamente, fue este párroco el que incorporó a las niñas al Coro
de la Escolanía, provenientes en su mayoría de los coros que había
dirigido anteriormente.
197. Cuestión que sí menciona la página web ocial del Misteri, donde concreta-
mente se dice, al hablar de las vírgenes y los ángeles: “personajes representados
por niños ya que el origen litúrgico de la obra impide la participación femeni-
na”.
Sucesivos maestros de capilla, algunos ya desvinculados de la
Iglesia, y discrepancias de alguno de ellos con el Patronato llevaron
al nombramiento de José Antonio Román como Mestre de Capella
y de Javier Gonzálvez como ayudante y director de la Escolanía198. En
2002, reestructuraron la composición de la Escolanía, que en aquel
momento contaba con unas 10 niñas y solo 4 o 5 niños, una cantidad
totalmente insuciente para preparar el Misteri y para responder al
mandato del Patronato y al examen anual que supone la prueba de
voces infantiles, que se realiza entre el 6 y el 14 de agosto. Según
Gonzálvez, lo ideal es tener un mínimo de 40 niños en el coro para
poder elegir a los mejores, pero es difícil que los chicos se apunten
a un coro mixto y aprendan a sacar la voz —algo que requiere con-
anza e intimidad— a una edad (entre 9 y 14 años) en la que los
prejuicios y las divisiones de género ya están muy presentes. Según
comenta, a los chicos les suele dar vergüenza cantar, pues es algo
que no se considera masculino, y están más cohibidos y menos inte-
resados en participar si el coro es un espacio compartido con chicas.
Según Gonzálvez, que lleva décadas dirigiendo coros en distintos
colegios, en los que son mixtos, generalmente, suele haber muchas
más chicas que chicos y solo los coros vinculados a la Iglesia, a sus
seminarios y escuelas, permanecen masculinos199. Siguiendo estos
198. José Antonio Román dirigía y también cantaba en el Misteri, sin embargo, no
quería dirigir la Escolanía como suele ser función del Mestre de Capella. Por
eso se hizo cargo Javier Gonzálvez, ayudante del Mestre.
199. Sin embargo, teniendo en cuenta su experiencia y la fuerza que tienen los roles
de género entre niños y niñas —que convendría trabajar con más insistencia
desde la escuela—, podrían realizarse ensayos separados entre niños y niñas, y
establecer un cupo paritario para el coro y los papeles del Misteri, si eso puede
evitar que desaparezcan del coro. No obstante, al miedo a quedarse sin varo-
nes, hay que añadir la voluntad de mantener y hacer crecer el prestigio de ser
el único coro infantil masculino en España que no está vinculado a la Iglesia.
Este miedo, o este deseo de mantener un coro exclusivamente de niños con sus
263262
argumentos “de género”, Javier Gonzálvez deende la que fue su
decisión en 2002 de volver a restringir la entrada de las niñas a la
Escolanía, añadiendo además una justicación práctica: la función
del Coro de la Escolanía es preparar a quienes saldrán en el Misteri, y
en el Misteri, de momento, solo salen los chicos. Comenta Gonzálvez
que está en manos del Patronato decidir que se cambie esta cuestión.
Por lo tanto, tras la reforma de 2002, en el Coro de la Escolanía
solo entran niños de entre 9 y 14 años que no hayan cambiado la
voz, candidatos a participar en el Misteri. En contrapartida, se creó
un Coro Juvenil, de voces mixtas, donde pueden acceder las niñas
a partir de los 13 o 14 años y aquellos niños que ya les ha cambiado
la voz, que salen de la Escolanía, y que podrán integrarse después
en el Coro de la Capella, el de los adultos varones que salen en el
Misteri. Este coro mixto hace algunos conciertos a lo largo del año
(en Navidad, Semana Santa, Corpus Christi, etcétera) en los que se
interpretan partituras escritas para voces mixtas. En 2002 se creó
también un Coro Infantil, exclusivo para niños varones a partir de
6 años, en el cual reciben formación musical y coral, una vez a la
semana, para constituir una especie de cantera para el Coro de la
Escolanía del Misteri.
En mayo de 2017, como hemos mencionado, Compromís reco-
gió las voces de algunas familias que habían recibido una negativa al
intentar que sus hijas entraran al Coro de la Escolanía. Compromís
instaba al Patronato a que las incluyera, aunque el asunto no fue más
voces singulares, tiene que ver también con un vínculo emocional con el trabajo
de formación de esas voces blancas y las estrechas relaciones que se establecen
entre los miembros del Misteri, que parece ser se verían alteradas al incorporar
a las niñas (que por otro lado se reconoce son más trabajadoras y fáciles de
guiar). Se deenden también los valores que se les trasmite a esos niños, que
son especiales y que no es fácil que los adquieran en otros espacios.
allá. Javier Gonzálvez, director de la Escolanía, solo menciona la pe-
tición de una familia, a la que contestó que debían esperar unos años
hasta que la niña pudiera entrar en el Coro Juvenil.
6.3. Situación actual y líneas de trabajo
Según cuentan las personas entrevistadas, el Patronato actual del
Misteri d’Elx es bastante receptivo y está abierto a la inclusión de las
mujeres en todos los ámbitos de la festa. De hecho, las mujeres se
están integrando poco a poco, progresivamente, en roles y espacios
tradicionalmente vetados para ellas; aunque la proporción es toda-
vía baja, la esta evoluciona positivamente. Algunas personas ar-
man incluso que se quiere avanzar hacia la Igualdad, y como la Ley
del Misteri no estipula nada especíco respecto al papel de las mu-
jeres en la representación, parece que habría margen de maniobra
para que se incorporaran a escena sin tener que cambiarla. Sin em-
bargo, no hay que olvidar las voces contrarias a esta incorporación,
ni el importante papel de la Iglesia en el Patronato y sus posibles
objeciones, lo que podría dar lugar a conicto. En este sentido, inde-
pendientemente de si se considera que la esta discrimina a las mu-
jeres y a las niñas —por tratarse de una representación organizada
por una entidad pública que debe cumplir con la Ley de Igualdad—,
o si se deende la legalidad de su carácter masculino por “tradición”,
hay quienes piensan que sería positivo abrir la esta a las mujeres y
consideran necesario empezar a imaginar posibilidades sobre cómo
podría darse esta incorporación.
265264
Entre las personas partidarias de mantener la representación
como hasta ahora, además de los argumentos sobre el mantenimien-
to de la tradición, aparece un argumento de tipo musical que hace
hincapié en las diferencias entre las voces de los niños y de las niñas,
en que son instrumentos musicales diferentes y cambiarlos signica-
ría cambiar “la esencia” del Misteri. Aunque las partituras para voces
blancas pueden ser interpretadas tanto por niños como por niñas
y también por mujeres, la forma de interpretarlas y la sonoridad se
considera muy diferente, por lo que se rompería con la tradición mu-
sical del Misteri, con cómo se ha cantado e interpretado la partitura
hasta ahora, uno de sus valores desde el punto de vista musicológico
(aunque convendría contrastar opiniones expertas en el tema). Se-
gún Javier Gonzálvez, las niñas solo alcanzan la potencia de voz de
un niño de 9 años en torno a los 16 o 17 años y, en todo caso, siempre
suena diferente. Además, si se abre la puerta a la participación de las
niñas, no está tan claro hasta qué edad podrían cantar, pues estas
no cambian la voz y podrían seguir interpretando esos papeles en
la edad adulta, siempre y cuando se tuviera en cuenta un “obstáculo
técnico”: que la Mangrana en la que desciende el ángel o el meca-
nismo de trampillas por el cual el niño que interpreta a la Virgen es
sustituido por la imagen de la Asunción, no admite la estatura de una
persona adulta, pues están construidos pensando en los niños. La
incorporación de niñas más mayores o de mujeres supondría limitar
la estatura o cambiar y alterar elementos del Misteri que también se
consideran esenciales.
A primera vista, las opciones más sencillas y menos “intrusivas”
serían: incorporar a las mujeres a escena sin cantar, incorporar a
niñas en las voces blancas o a mujeres en estos mismos papeles con
la salvedad mencionada de la altura200. Hay quienes verían posible
que la Judeada admitiera a las mujeres y se convirtiera en un coro
mixto, aunque esto implicaría cambiar las partituras y las composi-
ciones, lo que requeriría de un estudio musical y plantea resistencias
entre quienes consideran este cambio una renuncia a la tradición.
Desde luego, lo más improbable es que las mujeres se incorporen en
el papel de los Apóstoles, pues, además de implicar la adaptación de
las composiciones musicales —escritas y pensadas para voces mas-
culinas—, su actuación chocaría con la imagen general que se tiene
de los personajes representados y lo que debería ser la tonalidad “na-
tural” de sus voces.
Sin embargo, lo que se desprende de estas reexiones y especula-
ciones es que se hace necesario un espacio de debate y de estudio de
la esta en el que se pueda discutir no solo la conveniencia de incor-
porar o no a las mujeres y de qué forma, sino también toda una se-
rie de cuestiones que vendrían asociadas o que podrían ser también
modicadas para mantener más viva la esta. Se suelen mencionar
cuestiones sobre la interpretación y la escenografía, sobre la seguri-
dad de los mecanismos aéreos o la sonoridad de los instrumentos,
sobre los textos y partituras, sobre la adecuación de los elementos in-
terreligiosos que se escenican, y un largo etcétera. Pensar en incor-
200. Las mujeres podrían incorporarse en todos los papeles que actualmente reali-
zan los niños, teniendo en cuenta el tema de la altura para algunos papeles. La
incorporación de una voz de soprano al Misteri ya fue probada en una graba-
ción de 1960 dirigida por Óscar Esplà e interpretada por Dolores Pérez: Teso-
ros de la Música Española (Hispavox). Miembros de la Capella opinan que la
interpretación de ciertas piezas para voces blancas del Misteri ganaría mucho
si las interpretasen mujeres, pues los niños de tan corta edad no alcanzan a
interpretar tantos matices musicales. Sin embargo, hay quienes alegan que no
se trata de un musical, en el que se puedan mejorar aspectos a voluntad, sino
de una tradición de siglos que se debe mantener en su esencia, situada desde el
punto de vista musical, en la forma de interpretar las partituras.
267266
porar a las mujeres, abre toda una serie de reexiones sobre cuál es
la tradición que se debe mantener para que el Misteri no deje de ser
el Misteri, y qué se puede cambiar para que sea una representación,
de raíces muy antiguas, pero más acorde con los valores y avances de
nuestro tiempo, entre ellos la igualdad.
Mantener la tradición es para algunos considerar el Misteri como
una obra de arte inmutable que no debe ser alterada en su esencia,
como un cuadro, cuestión que parece remitir a una idea de tradición
que Isidoro Moreno enunció recientemente como “tradición fósil”201.
Sin embargo, hemos visto que a lo largo de la historia se han hecho
relecturas, retoques, e incluso innovaciones como la sustitución de
las velas por luces. La representación ha pasado de ser una liturgia
religiosa —sin dejar de serlo— a ser también parte del Patrimonio
Inmaterial de la Humanidad, regido por instituciones públicas, y los
límites entre cambio y tradición estarán siempre presentes si la esta
perdura. Si atendemos a la Ley del Misteri d’Elx parece que una de
las prioridades “esenciales” es garantizar la nalidad originaria de
la representación del Misteri, es decir, su función litúrgica y teológi-
ca, aunque habría que ver si hay consenso en este punto202. En todo
201. En la jornada organizada para la presentación de este informe (Madrid,
20/09/2019) varias personas me mencionaron este concepto que Isidoro Mo-
reno había enunciado en una intervención pública. El concepto haría referen-
cia a manifestaciones culturales o festivas que retienen y representan aspectos
del pasado que se conservan y se quieren conservar inalterados. La discusión
se vincula con los argumentos jurídicos que hemos visto para el caso de los
Alardes sobre si se trata de “rememoraciones exactas del pasado” que no deben
cambiarse o sobre la pertinencia de su actualización dado su carácter cambian-
te y su arraigo social.
202. El Artículo 43 de la Ley del Misteri d’Elx sobre “Apoyo jurídico y técnico” dice:
“La Generalitat, el Ayuntamiento de Elche y la Iglesia Católica garantizarán, en
el ámbito de sus respectivas competencias, que el Misteri sea objeto del máxi-
mo respeto, y prestarán apoyo jurídico y técnico al Patronato del Misteri d’Elx
en las actuaciones que este lleve a cabo, por medio de su Junta Rectora, en de-
caso, lo que se pone en evidencia es que el debate entre el manteni-
miento de la tradición y el equilibrio en la introducción de cambios y
transformaciones que son necesarios para la continuidad en el tiem-
po del Misteri d’Elx necesita de un espacio plural y democrático en el
que puedan ser discutidos aspectos formales e informales, relativos
a la música, los textos, la escenografía, la organización, la liturgia y
también, cómo no, la incorporación de las mujeres o el respeto a las
distintas confesiones religiosas y al carácter aconfesional del Estado.
En este sentido, si se cree conveniente modicar la costumbre de
que solo salgan hombres y niños en la representación del Misteri,
sería positivo que se fomentase la creación de un grupo de estudio
sobre la esta, independiente, autónomo y plural, en el que pudie-
ra participar cualquier persona interesada para decidir de qué for-
ma podría hacerse, ya que las partituras están escritas para voces
masculinas, y habría que considerar aspectos técnicos y musicales
si se permitiera la entrada de niñas o mujeres en los papeles de án-
geles y Vírgenes, escritos para voces blancas. La Cátedra del Misteri
d’Elx de la Universidad Miguel Hernández de Elche podría ser un
buen punto de partida, ejerciendo el rol de invitar a expertos e in-
vestigadores sobre las distintas especialidades que se conjugan en
el Misteri: musicología, lología, antropología, historia, escenogra-
fía y dramaturgia, teología, etcétera, pero también personal técnico
y jurídico en temas de igualdad. Una de las personas entrevistadas
mencionaba que sería interesante también que se promovieran con-
cursos o becas de estudio y proyectos de investigación para abordar
problemáticas concretas, como la de la incorporación de las mujeres,
fensa de los derechos e intereses de la Festa y de sus protagonistas, así como la
asistencia litúrgica y teológica necesaria para garantizar la nalidad originaria
de la representación del Misteri”.
269268
en los que participase también el propio Patronato del Misteri, los
protagonistas de la esta e incluso la población ilicitana interesada
en su patrimonio.
ANÁLISIS COMPARATIVO
Al poner en relación y comparar los distintos casos presentados en
torno a conictos de género aparecen una serie de rasgos comunes
en cuanto a la tipología de las estas y las estrategias emprendidas
por los distintos agentes implicados. Es interesante analizar estos
aspectos comunes sin perder de vista las diferencias y singularidades
de cada caso, que tienen que ver con el contexto y la idiosincrasia
de cada población, y también con las características de la estructura
organizativa de los rituales festivos. Haremos un resumen de los as-
pectos comunes más signicativos para extraer algunas conclusiones
generales y, también, para aportar ideas y recomendaciones sobre
sobre cómo abordar estos procesos para prevenir conictos, sin olvi-
dar que no son representativos de todo el panorama ritual y festivo
del Estado español, pero sí signicativos en cuanto a su conictivi-
dad. En este sentido, este informe plantea la necesidad de ampliar
y continuar con esta perspectiva de estudio y análisis comparativo
para esclarecer hasta qué punto estas conclusiones alcanzan o im-
pregnan el amplio inventario de manifestaciones del Patrimonio
Cultural Inmaterial del Estado.
271270
1. Procedencia y carácter histórico
de los rituales festivos analizados
Todas las estas estudiadas —a excepción de Caldereros— tienen
una procedencia religiosa o militar más o menos marcada; es decir,
o bien rememoran victorias o hazañas militares —logradas muchas
veces por intervención divina— vinculadas a la monarquía, o son di-
rectamente actos de culto católico, o ambas cosas a la vez. Aun así,
estas estas tienen una importante base popular y festiva —con par-
ticularidades en cada caso— que se entremezcla o entra en tensión
con esta dimensión sagrada y ceremonial propia de los actos milita-
res y religiosos. Generalmente los rituales festivos más formalizados
ponen mayores obstáculos a la integración de las mujeres y, dentro
de cada festividad, también son los actos y los grupos más formales
los que suelen excluir a las mujeres (Farapi, 2009; Moral, 2014).
Todas las estas estudiadas han ido cambiando y evolucionando
con los avatares históricos y políticos, abiertas al sincretismo y a la
creatividad. Aunque algunas tienen una procedencia medieval, a -
nales del siglo xix tuvieron lugar procesos de revisión, reinvención y
fomento de las estas por parte de las clases dirigentes y burguesas,
que se asentaban una vez concluidas las distintas guerras que atra-
vesaron el siglo —entre conservadores y liberales—, reejando, en
muchos casos, esa tensión en el ámbito simbólico y ritual. A partir de
esta época, nuevos y reinventados rituales festivos se abren a la par-
ticipación popular masculina, a través de los gremios, asociaciones y
sociedades de hombres, aumentando así el número de participantes,
su carácter festivo y su popularidad. Se permitió entonces también
la participación de algunas mujeres de clase alta en puestos de honor
(camareras de las Vírgenes) o para servir a los hombres (el caso de
la cantinera) y se abrió un poco más la participación de las mujeres
a inicios del siglo xx y especialmente durante la II República, un pe-
riodo que abrió procesos de transformación y cuestionamiento de los
rituales festivos, especialmente por su vinculación con el catolicismo
y la monarquía.
Tras la Guerra Civil, las estas se resignicaron y se produjo una
importante involución en la participación de las mujeres por inuen-
cia de la Iglesia y el nacionalcatolicismo. La construcción de roles de
género durante la Dictadura tuvo un gran impacto en la sociedad:
la Sección Femenina trabajó a fondo el rol de la mujer como madre,
esposa y cuidadora del hogar; y el hombre fue encumbrado como
representante de valores militares y de autoridad, delimitando el es-
pacio privado del hogar para la mujer y el ámbito público —tanto
político como de ocio— para el hombre. La Dictadura legisló la de-
pendencia absoluta de la mujer de sus parientes varones para cual-
quier efecto, cuestión que también afectaba a los rituales festivos.
El impacto de estas políticas, impuestas a la fuerza por más de 40
años, es fundamental para entender el arraigo de ciertas prácticas y
concepciones de género.
Las mujeres se empezaron a incorporar de nuevo o a reivindicar
su participación en las estas (como en muchos otros ámbitos) a par-
tir de los años 60, 70 y especialmente con la entrada en democracia
y la promulgación de la Constitución en 1978. En los años 80, 90
y 2000 se produjeron avances progresivos en las estas de muchas
poblaciones y se desataron conictos en los lugares donde se produ-
jeron resistencias. En los últimos años, con un movimiento feminista
fuerte, se están produciendo cambios importantes y están prolife-
rando las reivindicaciones, pues en pleno siglo xxi, todavía hay ritua-
les festivos exclusivamente masculinos. Además, como hemos visto
en la descripción de los casos, aún existen realidades discriminato-
273272
rias toleradas por las administraciones públicas, que se reproducen
año tras año y cuentan en ocasiones con un apoyo social importante.
PRESTIGIO MASCULINO Y ROLES “FEMENINOS”
Como hemos visto en el marco teórico y han mostrado multitud de
estudios etnográcos (Hocart, 1941; Gramsci, 2011; Gluckman, 1956;
Velasco, 1990), los rituales, ceremonias y estas escenican las re-
laciones de poder —dentro y hacia fuera— de la comunidad que las
organiza o representa. Los rituales festivos estudiados no son una
excepción, y en ellos aparecen y tienen un papel destacado las au-
toridades públicas y religiosas (católicas). Además, las guras visi-
bles y protagonistas, tanto en la parte pública (desles, cabalgatas,
procesiones, dramatizaciones...) como en la organización de estos
acontecimientos sociales, son principalmente varones que repre-
sentan y encarnan estructuras jerárquicas de prestigio, antigüedad
y estatus (Ortner y Whitehead, 1996; Gisbert, 2010a; Lata, 2013).
La centralidad de estas guras masculinas se dene justamente por
una relación de oposición a las guras femeninas, que ocupan las
aceras y ventanas como espectadoras y animadoras del evento, que
se encargan de las labores domésticas, del cuidado de la familia y de
las tareas de intendencia que sostienen el ritual festivo, encarnando
el rol de mujeres-cuidadoras o mujeres-madre (Bullen, 1997a, 1997b;
Gisbert, 2010a, 2011, 2015). Hay que destacar la importancia de la
labor de las mujeres en el mantenimiento y transmisión del patrimo-
nio cultural inmaterial, un trabajo invisible, desde estos roles secun-
darios pero imprescindibles para el desarrollo de los rituales festivos.
En algunos casos, fruto de transformaciones y conquistas históri-
cas, las mujeres se han incorporado a las estas —en una proporción
numérica mucho menor— acompañando a las guras masculinas o
en espacios reservados para ellas, encarnando roles secundarios o
con menor protagonismo, pero que podían contentar en un primer
momento sus aspiraciones de participación activa. Las mujeres apa-
recen así en el espacio público como un complemento ornamental
que rearma el prestigio de la esta y el poder simbólico de la mas-
culinidad (Antuña, 2017; Gisbert, 2010a). Estas guras femeninas
exaltan los valores de la juventud y la belleza, en algunos casos son
elegidas por los propios hombres y deslan junto a sus padres, tíos
o hermanos (Bullen, 1997b). Su rol de mujeres-objeto o mujeres-fe-
tiche se identica claramente con el de un bien simbólico disponible
para el mercado matrimonial (Bourdieu, 1998; Rubin, 1975). Reinas
de las estas, majorettes, abanderadas, cantineras, “favoritas”, zín-
garas, muchos de estos roles femeninos los encarnan jóvenes solte-
ras, de entre 18 y 25 años aproximadamente, y antes de haber sido
madres (Bullen, 1997a; Antuña, 2017). De hecho, en algunos casos,
las niñas son excluidas de la esta desde pequeñas, porque se trata
de espacios de socialización masculina; pero en otros casos estudia-
dos, las jóvenes son apartadas en la pubertad, cuando empieza su de-
sarrollo corporal, lo que supone una discriminación incomprensible
para muchas de ellas. A partir de ese momento, deben adoptar los
roles propios de su género, claramente diferenciados: de mujer-ob-
jeto o mujer-madre.
Las estas reproducen, así, patrones de diferenciación sexual que
ponen en escena la potencia y la virilidad masculina, y en todo caso,
permiten la muestra “simpática y colorida” de las mujeres “en edad
casadera”, cuestionándose incluso que las mujeres de cierta edad
puedan seguir participando (Heuzé, 1999). Estos han sido los únicos
puestos que “tradicionalmente” ha podido ocupar la mujer y que la
excluían de la posibilidad de tocar un instrumento musical (Caldere-
ros), portar o disparar un arma (Alarde o Moros y Cristianos), cantar
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(Misteri d’Elx y Caldereros) o portar una imagen religiosa (Semana
Santa, Moros y Cristianos).
PROCESOS DE CAMBIO Y TRANSICIÓN
Como hemos visto, muchas de estas estas son protegidas e impulsa-
das por el Gobierno de la Dictadura tras la Guerra Civil, acentuando
su carácter militar y religioso. A partir de los años 70 y 80, vinculadas
ya al sector turístico, son acogidas por los Gobiernos autonómicos y
los movimientos nacionalistas o regionalistas, convirtiéndose en un
elemento central en la construcción identitaria, legitimador del nue-
vo orden político. Así, van adquiriendo mayor importancia pública,
reciben reconocimientos patrimoniales y se vinculan cada vez más
con el ocio, el consumo y la diversión. Son años en que se abre la
participación a mucha más gente y aumenta el número de partici-
pantes y espectadores. En este contexto, el proceso de incorporación
de las mujeres se lleva a cabo con relativa facilidad y normalidad
en muchas estas del Estado, sobre todo en las de implementación
reciente o con menos arraigo (aquellas que se copian de otros luga-
res y nacen ya mixtas), en pueblos pequeños o porque la esta pasa
por dicultades económicas. Como hemos visto, en las procesiones
de Semana Santa y en los Moros y Cristianos de algunas ciudades y
pueblos, al decaer la participación en ciertas cofradías o comparsas,
se permite la entrada de mujeres para evitar su desaparición o para
sufragar gastos importantes. En estos casos, las mujeres se integran
más fácilmente que en aquellos lugares donde las estas o las pro-
cesiones gozan de buena salud económica, tienen una tradición más
larga, un mayor arraigo y una formalidad o un prestigio destacado
por el motivo que sea.
2. La reivindicación de las mujeres
y los conflictos de género
Todos los procesos estudiados comienzan con la reivindicación de
una o varias mujeres por participar en los rituales festivos de sus
respectivos municipios. En este sentido, el papel de las mujeres que
desean participar en la esta y que dan los primeros pasos para con-
seguirlo es fundamental para que se produzcan transformaciones.
Sin su labor no se produciría ningún cambio, pues son ellas las que
toman la iniciativa y es a partir de sus actuaciones que se abre un
proceso en el que los distintos agentes se posicionan.
Es importante aclarar que no todas las personas que reivindican
la participación de las mujeres en las estas se identican de la mis-
ma forma con el movimiento feminista o con la lucha por la igual-
dad, y que la forma de organizarse es también diversa. En algunos
casos, las reivindicaciones las inician mujeres individualmente, nor-
malmente cercanas al mundo de la esta, que pueden identicarse o
no con el feminismo, pero que apelan al principio de igualdad entre
hombres y mujeres (procesiones de Semana Santa o Moros y Cris-
tianos de Alcoi). La reivindicación también puede surgir de grupos
informales o asociaciones culturales de mujeres (Emeki en Honda-
rribia, Kresala en Donostia). En varios de los casos analizados, ante
las dicultades que encuentran para incorporarse a la esta, estas
mujeres y grupos pueden constituir asociaciones especícas para
reclamar la igualdad en los rituales festivos y desarrollar así un tra-
bajo colectivo más o menos radical en función de su composición y
de su sensibilidad política o feminista (Fonèvol en Alcoi, Col·lectiu
Pro-patgesses de Igualada, BAE en los Alardes del Bidasoa, Asocia-
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ciones Mujeres Cofrades...). En otras ocasiones, y especialmente en
los conictos más recientes, la reivindicación parte directamente de
grupos con conciencia feminista que se organizan en defensa de la
igualdad en la esta (Bilgune Feminista en Donostia, Dones Desper-
tes en Igualada).
Aunque los procesos que se abren con la reivindicación de estas
mujeres pueden ser muy lentos, plagados de obstáculos y diculta-
des, el cambio se activa allí donde se impulsa la reivindicación y no
tiene marcha atrás, es decir, estas mujeres no abandonan sus de-
mandas. Además, a veces se dan avances rápidos, que tienen buena
receptividad y se normalizan con rapidez, como es el caso de las pat-
gesses de Igualada o de los Moros y Cristianos en Muro o en Petrer. A
pesar de las resistencias, la reivindicación de estas mujeres es impa-
rable, porque se identica con la lucha por la igualdad y los derechos
de las mujeres en general, haciendo cuerpo con los planteamientos
feministas y con una vindicación histórica de justicia para el género
femenino. Estas demandas en el plano cultural, simbólico y de ocio,
ponen de maniesto la necesidad de que se escenique, en el plano
simbólico y ritual, una reparación respecto a la ofensa histórica que
han sufrido las mujeres al ser excluidas del espacio público y festivo
por el hecho de ser mujeres.
LA NEGATIVA AL CAMBIO Y A LA INCORPORACIÓN
DE LAS MUJERES
En los casos analizados, las resistencias más fuertes a la incorpora-
ción de las mujeres vienen de los grupos de hombres que organizan
la esta y que generalmente llevan décadas ejerciendo esa labor de
forma más o menos autónoma, con dedicación y esfuerzo, avalados
por la comunidad. Son grupos de hombres que están relacionados
entre sí por redes de solidaridad y comensalismo que se originan,
en muchos casos, en torno a las clases burguesas o los gremios de
trabajadores a partir del siglo xix y que, posteriormente, se refor-
man y consolidan, especialmente durante las décadas de la dictadura
franquista, en estructuras formales e informales. En prácticamente
todos los casos estudiados, son grupos que mantienen relación con la
Iglesia y con los valores del catolicismo, porque casi todas las estas
tienen una base católica, vinculada al patrón o patrona de la locali-
dad, a una procesión, una misa... y, por lo tanto, participa en ellas la
institución eclesiástica y sus representantes. Esto es así aunque los
actos de culto tengan poca participación y sean secundarios en la
esta y aunque esta trascienda en la práctica la dimensión religiosa.
No obstante, también hay grupos masculinos ligados más bien al co-
mensalismo y las sociedades de hombres, donde la Iglesia no tiene
tanta presencia (sociedades gastronómicas en Donostia, determina-
das laes en Alcoi o incluso cofradías populares o “anticlericales”).
En cualquier caso, estos grupos deenden que los rituales festi-
vos han sido tradicionalmente espacios de hombres y justican que
deben mantenerse así con argumentos historicistas, estéticos, senti-
mentales, autoritarios o religiosos:
• La esta siempre ha sido así, funciona bien, por qué cambiar...
• Es la tradición, no se puede romper, hay que respetarla.
• Que las mujeres se incorporen quitaría prestigio y seriedad
a la esta.
• Las mujeres no han participado nunca porque se representan
roles masculinos (soldados, guerreros, caldereros, pajes...).
Ellas no pueden representar estos papeles históricos, hay otros
roles especícos para ellas.
• Se maniesta un rechazo al “travestismo”, al disfraz y al carna-
val (que las mujeres se “disfracen” de hombres) por su relación
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con la informalidad y la transgresión, y porque se asocia con el
lesbianismo, la homosexualidad o la transexualidad, identida-
des fuera de lugar en las estas según posicionamientos homó-
fobos y reaccionarios.
• Las mujeres no saben deslar bien, no deben cantar, tocar un
instrumento, cargar un paso, disparar un arma... No tienen tan-
ta fuerza, no lo hacen igual que los hombres, no es propio de
su género.
• Mandamos nosotros, las mujeres participarán cuando nosotros
queramos. No se nos puede imponer, no se está pidiendo de la
manera adecuada. Si “nuestras” mujeres lo piden les dejaremos.
• Consideran que la reivindicación de participación de las muje-
res está asociada con ciertas ideologías políticas, con partidos
políticos de izquierda y con intereses políticos y electorales, y no
con un interés real por la esta.
• Las mujeres quieren estropear la esta, romperla, quitarle su
signicado y su “sacralidad”.
• Las mujeres solo quieren protagonismo y notoriedad.
• La Junta o la Asamblea de cada organización es soberana para
decidir su composición. Se ha votado en contra de la incorpora-
ción de las mujeres y se debe respetar esta decisión. Tenemos de-
recho a decidir cuándo y cómo incluir a las mujeres (cofradías).
• El “pueblo” no lo quiere, el “pueblo” deende la esta de siem-
pre, somos la mayoría.
• La esta no es discriminatoria, rememora hechos históricos.
Las mujeres pueden participar en roles especícos para ellas.
Los Tribunales nos han dado la razón, nuestra esta no discri-
mina (Alardes).
Sin embargo, en la mayoría de casos, la razón de fondo es conser-
var la exclusividad de esos espacios masculinos para no tener que
compartir o ceder poder y privilegios, cuestión que se maniesta en
el desprecio y el rechazo hacia las mujeres que quieren participar
(Gisbert, 2010b). La defensa de tradiciones “sacralizadas”, de sen-
timientos y emociones indescriptibles y de prestigios adquiridos
por antigüedad justican para estos grupos el mantenimiento del
carácter masculino de las estas y la exclusión de las mujeres. En
este sentido, como ya hemos mencionado, suele ser más fácil que
las mujeres se integren en estas modernas menos “formalizadas” o
“sacralizadas”, las de tipo carnaval (como Tamborrada y Caldereros)
o que implican roles menos sexuados o asociados a un determinado
género. Las estas de mayor antigüedad o ligadas a grupos conser-
vadores o tradicionalistas son las más resistentes al cambio, pues
deenden unos roles de género muy marcados que no quieren modi-
car generalmente vinculados al catolicismo (Alardes).
En este sentido, hay que destacar también la negativa al cambio
de grupos de mujeres, que se organizan para defender el rol tradi-
cional de las mujeres en la esta (espectadoras, cuidadoras o guras
femeninas), criticando la lucha por la igualdad como una pérdida de
esos roles tradicionales. Estos grupos de mujeres suelen asociar el
feminismo como un movimiento absurdo por querer ser como los
hombres en lugar de poner en valor los roles femeninos y pueden
llegar a ejercer mucha presión en contra de las reivindicaciones de
igualdad (Alardes, Semana Santa, Moros y Cristianos...). General-
mente, estas mujeres deenden las guras femeninas por convicción
moral y emocional (desde valores ligados al catolicismo y por iden-
ticación con el sistema de género patriarcal), pero también por de-
fender sus propios privilegios cuando se trata de guras destacadas
y, especialmente, el de los varones de sus propias familias. No obs-
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tante, también hay que tener en cuenta que han desempeñado un pa-
pel fundamental en la transmisión del patrimonio durante décadas,
con un trabajo invisible y no reconocido, por lo que de alguna forma
estarían reclamando un reconocimiento a su labor y una dignica-
ción de su gura, cuestión que a veces puede chocar o ser contradic-
toria con la reivindicación de las mujeres que quieren desempeñar
otros roles y consideran la esta discriminatoria.
De todas formas, el arraigo del machismo, la defensa de roles
diferenciados para hombres y mujeres o la voluntad de seguir con-
trolando la esta por parte de quienes llevan décadas organizándola
son algunas de las características que aparecen en los casos donde se
produce más resistencia a la incorporación de las mujeres. De forma
resumida, podemos enumerar algunas de las características gene-
rales que denen los rituales festivos en los que se han producido
mayores resistencias:
• Participar y organizar la esta otorga un cierto prestigio y auto-
ridad que no es accesible a cualquiera. Puede exigir una impor-
tante inversión económica.
• Las estructuras festivas conforman grupos masculinos de so-
ciabilidad e inuencia, en ocasiones elitistas o que constituyen
un poder paralelo al municipal que opera de manera informal,
no reglada, privada o independiente de los poderes públicos.
• La esta tiene cierta antigüedad y se considera una tradición
que solo salgan hombres.
• La Iglesia católica participa en la esta o en su organización con
actos de culto o con cesión de bienes patrimoniales.
• La esta tiene una dimensión militar, ya sea en la forma de des-
lar, en lo que conmemora o porque reproduce jerarquías de
tipo militar. Se caracteriza por la formalidad en los tiempos del
ceremonial.
• El ritual festivo es objeto de instrumentalización política en el
plano simbólico y electoralista. Se dan disputas entre el poder
público y quienes organizan la esta, en ocasiones con el adveni-
miento de la democracia y con la entrada de partidos de izquier-
da en los ayuntamientos.
• La celebración y vivencia de la esta se hace desde el ámbito
familiar e implica una dimensión emocional que reproduce va-
lores conservadores vinculados a la moral católica y al sistema
de género hegemónico.
• Las estas son muy representativas del municipio que las cele-
bra y han servido para sostener la identidad local en un momen-
to de crisis y reconversión económica que ha producido mucha
incertidumbre (Alcoi, Alardes) (Gisbert, 2010a, 2010b; Bullen,
2003).
ESTRATEGIAS PARA UNA PARTICIPACIÓN EN IGUALDAD
Las estrategias que utilizan los colectivos de mujeres para incorpo-
rarse a los rituales festivos son diversas, pero parten casi siempre por
una solicitud informal y luego formal a los órganos o entidades que
organizan la esta y a su propio Ayuntamiento, y por la visibilización
del problema y la situación de discriminación que se vive en la esta.
Las mujeres maniestan su deseo de participar, y de hacerlo respe-
tando y contribuyendo a la esta y el mantenimiento de la tradición.
Después, si reciben negativas o simplemente un silencio indiferen-
te, suelen recurrir a la denuncia en los medios de comunicación o
ante los defensores del pueblo (Alcoi, Igualada, Alardes...), y en al-
gunos casos deciden “entrar” a la esta sin permiso incorporándose
a los desles o procesiones (Alardes, Igualada, Moros y Cristianos
de Petrer).
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Hay grupos de mujeres que, siendo conscientes de las dicultades
y de las resistencias de los sectores que se oponen a su integración,
actúan de manera muy cauta y comedida, tratando de integrarse
poco a poco, emulando los signicados de los rituales festivos (Se-
mana Santa, Patgesses, Tamborrada). Otros grupos deciden o se ven
abocados a enfrentamientos más fuertes por la oposición que en-
cuentran, recurriendo entonces a acciones más reivindicativas, más
radicales o incluso a la vía judicial (Alardes, Alcoi, Semana Santa de
Zamora). En cualquier caso, tomen la vía que tomen, sus oponen-
tes les suelen acusar de actuar de mala manera, de querer imponer
su visión, de querer romper la esta y buscar broncas o también de
querer protagonismo y notoriedad. Esto se agrava especialmente
si recurren a la vía judicial o si denuncian en los medios de comu-
nicación que han sufrido discriminación por ser mujeres (Alardes,
Alcoi, Semana Santa). La forma de reivindicar la entrada en la esta
es importante para el buen desarrollo del proceso; lo ideal es que
sea dialogada y pacíca, que se valore el trabajo previo, pero no hay
garantías de que una estrategia pausada alcance los logros deseados.
Hay que tener en cuenta que los valores igualitarios que deenden
estas mujeres van en contra muchas veces de los valores de la esta
(que reproduce las diferencias de género, ligadas al cristianismo, a
las jerarquías de prestigio y antigüedad...) y son consideradas un ata-
que a la propia identidad e idiosincrasia de la esta, incluso aunque
no soliciten ningún otro cambio más allá de su mera presencia. En
este sentido, se produce un choque entre los valores tradicionales y
costumbres arraigadas sobre el sistema de género y de prestigio, y los
valores igualitarios liberales, actualizados por el feminismo y reco-
gidos en la legislación. En cada caso, en función de las relaciones de
fuerza, este choque puede ser más o menos violento y desembocar en
transformaciones progresivas más o menos radicales o en el bloqueo.
Tampoco hay que perder de vista que algunos de estos grupos
persiguen desde un inicio, o a medida que van conociendo los entra-
mados de los rituales festivos, modicar también otros aspectos de
la tradición que consideran negativos, anticuados o que no encajan
con valores igualitarios y democráticos: clasismo, elitismo, racismo,
militarismo, catolicismo... Las reivindicaciones de las mujeres, no
siempre, pero en muchas ocasiones, abren la puerta a reexiones
más amplias sobre los signicados del ritual y su contribución al
mantenimiento de estructuras materiales y entramados simbólicos
discriminatorios basados en privilegios. En los casos analizados,
cuando la oposición al cambio es muy grande, la voluntad de introdu-
cir cambios —más o menos radicales o profundos— en la esta acaba
cediendo, porque las mujeres se ven forzadas a mostrar su respeto a
la esta tal y como es para ser admitidas en ella (patgesses, Alardes,
Alcoi...) (Lata, 2013). En este sentido, el potencial transformador
de las luchas por la igualdad se ve mermado por la negativa de los
colectivos organizadores de las estas de admitir a las mujeres, lo
que provoca una ralentización de las transformaciones (Semana
Santa, Moros y Cristianos) o también fuertes enfrentamientos (Alar-
des). Si el mero hecho de que participen las mujeres se considera
algo inadmisible, no hay siquiera opciones de entrar a cuestionar los
signicados del ritual.En todo caso, en rituales festivos más abiertos
al cambio, los procesos de lucha por la igualdad pueden abrir vías de
diálogo y democratización de las estas en múltiples aspectos. Lo-
grar avances signicativos dependerá sobre todo de la organización
de las mujeres, de su impulso y dedicación, y también de su capa-
cidad para abrir sus reivindicaciones a una perspectiva interseccio-
nal que incorpore las demandas de otros colectivos discriminados.
El primer paso es incorporar a las mujeres, y suele ser más sencillo
lograr este objetivo si se conjugan algunos de los siguientes factores:
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• Existe una organización de mujeres (o mixta) que impulsa cam-
pañas reivindicativas y visibiliza el problema (apariciones en
medios de comunicación, redes sociales, pegatinas, pancartas,
acciones...).
• Se organizan jornadas, encuentros, congresos en torno al tema
de las mujeres en las estas en los que compartir experiencias
y estrategias (Alcoi, Semana Santa, Alardes...). Las redes de tra-
bajo dan conanza y empoderan.
• Se otorgan premios y reconocimientos a los pasos dados en
materia de igualdad en la esta (Semana Santa, Alardes, Alcoi,
Caldereros...).
• Se publican libros e investigaciones sobre el tema. Se promueve
el estudio de la esta en clave transformadora. Se crean espacios
de debate y discusión.
• Hay voluntad institucional de conseguir la igualdad, ya sea por
parte de la administración pública o de la Iglesia. Se suele dar
con partidos de izquierdas en los Ayuntamientos.
• Se tiene el apoyo de un sector de los hombres que conforman
el entramado festivo.
• Las estas están en crisis, ya sea económica o por poca partici-
pación.
• Se obtienen sentencias favorables a la lucha por la igualdad que
reconocen la discriminación y la condenan.
• Se presiona políticamente a los sectores reacios a integrar a las
mujeres: retirada de subvenciones y del carácter ocial, críticas
públicas, exigencias...
• Los hombres contrarios a la participación de las mujeres reci-
ben presiones dentro de su propia familia, o cambian de menta-
lidad por sus hijas y esposas.
• Hay rechazo social a los “espacios” exclusivamente masculinos.
• Las mujeres entran en la esta poco a poco, ideando estrate-
gias que toman como referente la propia esta y sus valores,
haciendo más fácil la aceptación de las mujeres con una buena
performance que no desentona o también creando nuevos roles
femeninos (Tamborrada, patgesses...).
• Se avanza socialmente en materia de igualdad. Se educa
en igualdad.
DESPRECIO Y VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES
Si hablamos del choque entre costumbre y ley, entre prestigio e igual-
dad, o entre tradición y modernidad, hay que destacar que son los
sectores contrarios a la incorporación de las mujeres los que suelen
adoptar las actitudes más enrocadas e intransigentes, despreciando
en muchos casos la petición de las mujeres con actitudes paterna-
listas o con insultos y expresiones que ridiculizan las peticiones de
igualdad. Estas actitudes de desprecio e intolerancia se trasladan a
las calles en casi todos los casos estudiados, donde se increpa e insul-
ta a las mujeres que ocupan el espacio público, se les da la espalda,
se las amenaza con el boicot y se les hace un vacío social, negando el
saludo, mirando mal, criticando y llegando en los casos más conic-
tivos a las agresiones físicas más o menos disimuladas. Los hombres
que apoyan sus reivindicaciones también pueden sufrir estas agre-
siones y desprecios, aunque generalmente en menor medida.
En los casos de Irun y Hondarribia, los más graves, se llegó a una
situación en la que la persecución y el linchamiento social de las mu-
jeres que querían deslar en los Alardes contó con la permisividad
de las autoridades públicas y las fuerzas del orden (Asensio e Iraola,
2018; Urretabizkaia, 2018). Allí la violencia ha llegado a ser extrema
en algunos casos, con verdaderas agresiones y lesiones graves que en
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ciertos casos ni siquiera eran denunciadas por miedo. Situaciones de
acoso en las escuelas, gente que ha dejado de vivir en Hondarribia
porque no soporta la presión, prácticas de marginación y ostracismo
social, boicot a comercios y bares, situaciones que se han mantenido
en el tiempo y no encuentran un espacio de reconocimiento y repa-
ración. Estas situaciones, aunque en menor medida, se reproducen
en otros casos (Alcoi, Semana Santa de Zamora...) y, aunque suelen
ir remitiendo con el tiempo, evidencian la existencia de una violencia
latente que debería ser asumida y trabajada desde la administración
pública y las escuelas. Educar en igualdad e implementar proyectos
de coeducación que aborden también el ámbito festivo se ha mani-
festado como una necesidad en varios casos estudiados (Alardes, Al-
coi, Patgesses).
A nivel jurídico, estaríamos ante casos que podrían tipicarse
como delitos de odio o violencia de género, pues generalmente son
invisibles y se reproducen sin tener consecuencias, incluso aunque
se denuncien por la vía penal. Estas humillaciones y agresiones pú-
blicas producen un desgaste y un ambiente social con consecuencias
indeseadas y traumáticas. Los factores que se observan en los casos
más conictivos y que más inciden en la creación de escenarios de
violencia, de odio e intolerancia son los siguientes:
• Falta de reconocimiento público e institucional de la discrimi-
nación y la violencia. Impunidad.
• La existencia de faccionalismos previos, generalmente de corte
político, que recrudecen la violencia contra las mujeres por su
supuesta adscripción política (Alardes, Igualada).
• Instrumentalización política de la esta e identicación de las
partes en el conicto con determinados partidos políticos.
• Judicialización del conicto.
• Falta de espacios de diálogo y mediación entre las partes
o rechazo —generalmente de los sectores “tradicionalistas”—
a la negociación.
• Parcialidad o manipulación en los medios de comunicación. Se
radicalizan las posturas, se da cobertura a los discursos de odio
o se ignora la realidad de la parte oponente (alardes).
• Desacuerdo entre diferentes agentes públicos y jurídicos, por
ejemplo, entre Ayuntamientos y defensores del pueblo (Alcoi y
Alardes), o entre unas sentencias y otras, entre el ámbito públi-
co y privado.
• Límites en la aplicación de la Ley de Igualdad para las orga-
nizaciones privadas, privatización de la esta o división de la
comunidad en dos estas paralelas, una con mujeres y otra sin
(Alardes, Caldereros...).
• Campañas de acoso y boicot contra la reivindicación de las mu-
jeres. Existencia de grupos de mujeres contrarias a la igualdad.
3. El principio de igualdad y la “naturaleza”
de los rituales festivos
La incorporación de las mujeres a los rituales festivos depende, en
gran medida, de las entidades que los organizan (cofradías, juntas
de estas, asociaciones, Ayuntamientos, fundaciones, agrupaciones
informales...) y de su voluntad o no de aceptarlas. También depen-
de, en muchos casos, del entorno y de las “familias” que conforman
estas organizaciones, de sus redes de amistad y clientelismo, y de su
capacidad de movilización social en defensa de la esta “tradicional”.
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En los casos estudiados, estas entidades han tenido una autonomía
considerable para organizar las estas según sus propios criterios
durante décadas. Aunque tuvieran vínculos económicos, de gestión
y representación con los Ayuntamientos, muchas de ellas han cons-
tituido verdaderos grupos paralelos de poder e inuencia en los mu-
nicipios. En algunos casos, estas entidades surgieron ya como aso-
ciaciones privadas (el caso de la Asociación Sant Jordi en Alcoi, o de
las cofradías); en otros, eran asociaciones más o menos informales
que han tenido que regularizarse en democracia y lo han hecho como
asociaciones y entidades privadas (Igualada o Caldereros de Donos-
tia), algunas con el reconocimiento de utilidad pública, y otras en
entidades públicas como el Patronato del Misteri d’Elx o integradas
en los ayuntamientos.
En los casos donde se produce un contraste u oposición marcada
entre los grupos del Gobierno local y los grupos que organizan la
esta —por inuencia también de la reivindicación de las mujeres—,
el proceso de regularización de estas estructuras organizativas en de-
mocracia ha signicado la privatización de las mismas para evitar la
injerencia de partidos de signo contrario (Igualada, Alardes). Como
hemos visto, la privatización de las estructuras festivas y la defensa
de la soberanía o autonomía de la voluntad de cada entidad ha ser-
vido también para evadir el cumplimiento de la legislación en mate-
ria de igualdad, tanto la civil como la eclesiástica (Alardes y Semana
Santa); bajo la Ley de Asociaciones, la Ley de Espectáculos Públi-
cos y Actividades Recreativas o la regulación de las relaciones entre
particulares en relación a bienes y servicios (Marín, 2000; Lekuona,
2006; Saborido, 2011).
En el ámbito público, cuando hay apoyo y nanciación de las
estas por parte de los Ayuntamientos, las sentencias relativas a los
Alardes de Irun y Hondarribia (por vía contencioso-administrativa)
han reconocido la existencia de discriminación por razón de sexo y
han instado a los Ayuntamientos a favorecer y garantizar la incor-
poración de las mujeres en los alardes en base al artículo 9.2 de la
Constitución: “Corresponde a los poderes públicos promover las
condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los
grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstá-
culos que impidan o diculten su plenitud y facilitar la participación
de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y so-
cial”. En cambio, cuando las estas son organizadas por entidades de
carácter privado (cofradías, fundaciones o asociaciones) y se abren
procesos judiciales (contencioso-administrativos y también civiles),
el pronunciamiento en defensa de la igualdad no es tan claro, se han
aportado argumentos distintos y la discusión es más compleja.
La separación entre el derecho público y el derecho privado en
nuestro ordenamiento jurídico —herencia del derecho romano— es
uno de los puntos clave en la cuestión que nos ocupa, porque según
las sentencias analizadas —que se recogen en el anexo nal— la le-
gislación en materia de igualdad no actúa de la misma forma, con
la misma fuerza, en el ámbito privado y en el público, una cuestión
que afecta directamente a la lucha por la igualdad y contra la discri-
minación de género. Más allá del cuestionamiento radical de esta
división del derecho o de su necesaria adaptación a los avances le-
gislativos en materia igualdad de género203, en relación a los rituales
festivos, el debate jurídico se sitúa en dos frentes: 1) en denir si
las estas más representativas de los municipios, reconocidas como
patrimonio cultural inmaterial pueden ser consideradas como un
evento privado que se desarrolle al margen de las entidades públicas
203. En esta línea se pronuncia el Movimiento Carmona por la feminización del De-
recho privado o entidades como la Asociación de Mujeres Juezas de España.
291290
y municipales, esquivando así el principio fundamental de igualdad;
y 2) si es que se aceptan distintas guras jurídicas o titularidades
para denir estas estas y sus estructuras organizativas (públicas,
privadas, de utilidad pública, asociaciones, fundaciones, juntas, co-
misiones municipales, etcétera), si existe una justicación lógica, co-
herente y aceptable para que el principio de igualdad no actúe con
toda su fuerza antidiscriminatoria en esos ámbitos o espacios sujetos
al derecho privado. Veamos ambas cuestiones con más detalle.
EVENTOS PÚBLICOS Y ORGANIZACIÓN PRIVADA
Hay que tener en cuenta que, en todos los casos estudiados, aunque
las estas las organizasen organismos privados, los Ayuntamientos
participan con distintos grados de implicación. La mayoría de las
veces hacen aportaciones económicas considerables o ceden calles
y aceras para la colocación y venta de sillas que producen grandes
benecios a las entidades organizadoras (a las agrupaciones y cofra-
días o a la ASJ de Alcoi, por ejemplo). Y también la legislación puede
favorecer la aplicación de benecios y exenciones scales, ayudas a
las asociaciones declaradas de utilidad pública, etcétera. Además, los
Ayuntamientos colaboran en la organización de los actos y desles
en el espacio público, aportando agentes de policía para la regula-
ción del tráco y la seguridad, servicios de limpieza, instalación de
estructuras, iluminación y todo tipo de elementos. También es sig-
nicativa la participación de los miembros de los Ayuntamientos en
actos ociales y protocolarios o como miembros representativos en
las propias estructuras organizativas. Los Ayuntamientos, Diputa-
ciones y administraciones públicas en general son guras clave tam-
bién en la tramitación de solicitudes para obtener reconocimientos
de interés turístico o patrimonial o para su promoción turística.
Esta relación evidente entre Ayuntamientos y rituales festivos,
y la amplia participación ciudadana en los mismos, plantea un cues-
tionamiento al hecho de que las estas puedan ser consideradas
como un asunto meramente privado. De hecho, la cuestión que se
ha debatido en los tribunales para el caso de los Alardes, pero que
se desprende también de otros procesos judiciales en relación a la
ASJ de Alcoi, es cuál es o debería ser la naturaleza jurídica de estas
manifestaciones del patrimonio cultural inmaterial y de sus estruc-
turas organizativas y, por tanto, cómo deben aplicar el principio de
igualdad y cómo se enfrentan a otro tipo de cuestiones de orden ju-
rídico: transparencia, democracia interna, regulación scal, elección
de cargos, etcétera.
Hemos visto cómo los Alardes de Irun y Hondarribia se han or-
ganizado como actividades públicas municipales, como manifes-
taciones amparadas en el derecho de reunión y como espectáculos
públicos, y que en función de esta denición jurídica ha variado la
legislación aplicable, la implicación pública e incluso el papel de las
fuerzas de seguridad. En cuanto a las estructuras organizativas, he-
mos visto que existe gran variedad de fórmulas: asociaciones —de-
claradas o no de utilidad pública—, fundaciones, juntas o comisiones
municipales, grupos informales, agrupaciones sin entidad jurídica,
cofradías, patronatos... En este sentido, parece adecuado que a ni-
vel administrativo y jurídico se trabaje en una denición más clara
de la naturaleza de los rituales festivos que atienda a las diferentes
tipologías y estructuras organizativas, pero que establezca algunos
límites y parámetros comunes que impidan su consideración como
eventos meramente privados. Dadas las características del fenóme-
no ritual y festivo, sería necesaria una denición de este tipo de pa-
trimonio inmaterial como un bien público o municipal (con apoyos
supralocales), pero protegido de apropiaciones e intereses políticos,
293292
partidistas o propagandísticos, es decir, con órganos que aseguren la
libre participación ciudadana y popular. La denición de los rituales
festivos como bienes comunes o comunales, que puedan mantener
su autonomía y su carácter popular, pero siempre bajo cierto control
público y sometidos a la legislación en materia de derechos funda-
mentales, se perla como la más adecuada para este tipo de mani-
festaciones culturales. Se trataría de fórmulas no tan diferentes a la
de la ASJ de Alcoi, asociación de utilidad pública, o al Patronato del
Misteri d’Elx, pero protegiendo especialmente el principio de igual-
dad y el derecho a la cultura desde valores democráticos. Es decir:
que no pueda ampararse la discriminación en el derecho privado,
que se vigile la calidad democrática de sus órganos de decisión y de-
signación de cargos, que se rindan cuentas de forma transparente,
que se pueda limitar la inuencia de la Iglesia y de otras corporacio-
nes privadas y, por supuesto, que se respeten el resto de principios
fundamentales recogidos en el ordenamiento jurídico y se trabaje
por erradicar manifestaciones discriminatorias, aunque parezcan
meramente simbólicas. De esta forma, sería más sencillo asegurar
que el patrimonio cultural inmaterial que representa e identica a
la comunidad que lo promueve merece ser protegido y preservado,
porque cumpliría y respetaría los derechos fundamentales, y porque
trabajaría de forma continuada para ser cada vez más inclusivo.
LOS LÍMITES DE LA LEY DE IGUALDAD
EN EL ÁMBITO PRIVADO
En relación a los casos de discriminación de género comparece,
como decíamos, un conicto transversal al ordenamiento jurídico
como es la diferenciación entre lo público y lo privado, que no es
ajena precisamente a la historia de dominación masculina, y que
por ello aparece como un obstáculo para la transformación social.
Porque si bien es evidente que las estas son, en todos los casos
analizados, fruto de un trabajo colectivo con participación pública,
para evadir el cumplimiento de las leyes de igualdad y las sentencias
judiciales, los grupos defensores de estas masculinas excluyentes
han optado por privatizar sus estructuras. De esta forma, han “pro-
tegido” las estas frente a las mujeres, amparando jurídicamente su
exclusión alegando la libertad de asociación (sin mujeres), el dere-
cho de reunión (en defensa de la esta “tradicional”) o la libertad de
voto en sus asambleas para poder excluir a las mujeres o evadir su
incorporación. En el caso de los Alardes de Irun y Hondarribia esto
ha sido avalado por los tribunales (STS 5976/2002, 19 septiembre
2002, STS 5853/2002, 13 septiembre 2002), que han reconocido la
legitimidad de estas entidades (una fundación y una asociación de
asociaciones) para organizar los desles según sus propios nes, en
este caso, mantener los Alardes de la forma que se han celebrado
“tradicionalmente”, con la mujeres deslando solo como cantineras.
Las sentencias analizadas en relación con los Moros y Cristianos
de Villena y de Alcoi pusieron sobre la mesa que la Ley de Asociacio-
nes no ampara la creación de entidades que discriminen a las mu-
jeres: ya sea por excluirlas directamente en los Estatutos (Villena),
ya sea por impedir su entrada por el mero hecho de ser mujeres,
alegando libertad de voto y democracia interna (Alcoi). Sin embargo,
sí considera el Tribunal Supremo que el mantenimiento de la tradi-
ción de una recreación histórica puede ser un motivo razonable para
excluirlas, permitiendo así una excepcionalidad jurídica que ha sido
muy cuestionada, utilizando además una cción jurídica: que los
Alardes son eventos privados y no el elemento principal de las estas
de Irun y de Hondarribia. Esta maniobra jurídica se apoya también
en la existencia de alternativas, de otros espacios, en los que las mu-
295294
jeres sí pueden participar: un Alarde mixto en Irun y la compañía
mixta Jaizkibel en Hondarribia, evitando así que el Alarde “tradicio-
nal” deba admitir a las mujeres al reconocer que tiene una posición
de dominio sobre la celebración de esta esta, es decir, una especie
de monopolio en su celebración que según jurisprudencia consoli-
dada no le permitiría en ningún caso excluir a las mujeres (Marín,
2000). Es lo que ha alegado repetidamente Fonèvol en Alcoi, que si
para participar en las estas de Moros y Cristianos es necesario ser
socio de una là, no hay justicación para que estas excluyan a las
mujeres, porque esto impide de facto su participación en la esta.
En el caso de las hermandades y cofradías que organizan proce-
siones durante la Semana Santa, con ritmos muy dispares, algunas
diócesis les han obligado a modicar sus reglas y Estatutos para eli-
minar las cláusulas que excluían explícitamente a las mujeres (Sevi-
lla fue pionera en ello, aunque necesitó un exhorto y un decreto; y
Zamora ha sido la más reciente en 2018). Los Estatutos Marco que
se adaptaron al Derecho Canónico de 1983 se han ido imponiendo
muy poco a poco, no sin resistencias, y algunas diócesis, como la de
León, aún no lo han hecho. Durante años se ha dado autonomía a las
Juntas Directivas de las cofradías para decidir en asamblea la modi-
cación de estos reglamentos, lo que en la práctica se ha traducido
en el mantenimiento de la exclusión de las mujeres. En varios casos
analizados, incluso tras aceptarse la entrada de mujeres como naza-
renas en las cofradías, la autonomía y soberanía de cada cofradía ha
permitido que se las excluya de ciertos cargos y espacios de culto,
de cargar ciertas imágenes, participar en cuadrillas mixtas o simple-
mente portar un paso. Al tratarse de un ámbito eclesiástico, aunque
estas prácticas respondan a lo que las leyes de igualdad han consig-
nado como discriminación indirecta, no se han promovido denun-
cias por la vía civil, y el recurso que interpusieron varias cofradías
contra la diócesis de Sevilla por obligarles a tomar ciertas medidas
se resolvió a favor de la autonomía cofrade, lo que legitimó y ha con-
solidado la posibilidad de mantener situaciones de discriminación
dentro de las hermandades a pesar del reconocimiento formal de la
igualdad. Tanto en las comparsas de Moros y Cristianos como en
las cofradías y pasos de Semana Santa, la discriminación se sostiene
de forma indirecta sobre la diferenciación por sexos de festeros y
cofrades, es decir, no se excluye directamente a las mujeres, pero se
prohíbe el carácter mixto de determinadas formaciones obligando
a que se conformen grupos masculinos o femeninos. Esto limita y
diculta la participación de las mujeres, que son minoría en muchos
de estos actos.
En denitiva, más allá de la dogmática jurídica, en la que la estra-
tegia de privatización de las Juntas del Alarde se ha mostrado exitosa
para mantener la exclusión de las mujeres, desde un punto de vis-
ta antropológico y social, todas estas excepcionalidades jurídicas o
prácticas indirectas o “disimuladas” de discriminación deberían ser
consideradas “sospechosas” por el ordenamiento jurídico y constitu-
cional. De hecho, como hemos mencionado, la privatización de los
Alardes ha sido denunciada como un fraude de ley (tanto a la hora de
realizar el registro de Alarde Fundazioa en Euskadi, como en decla-
raciones de Ararteko y en otros artículos que comentan las senten-
cias al respecto [Lekuona, 2006]). También hemos mencionado que
juzgar o resolver cuestiones de este tipo considerándolas un asunto
sujeto meramente al derecho privado constituye una cción jurídica
(Montesinos, 2015). Ni la Ley de Asociaciones, ni la Ley de Espectá-
culos Públicos o la libertad de contratación en el acceso a bienes y
servicios (Saborido, 2011) o en las relaciones entre particulares (Ma-
rín, 2000) deberían admitir un trato diferenciado por razón de sexo,
y deberían marcarse claramente —jurídica y legislativamente— cuá-
297296
les son los límites que protegen de la discriminación en estos ámbitos.
Es necesario un estudio pormenorizado de esta cuestión, atendien-
do también a las legislaciones autonómicas, que permita proteger el
principio de igualdad en el derecho privado y especialmente cuando
se trata de estas o procesiones con un claro carácter social y par-
ticipativo. Las prácticas que se han denominado de discriminación
indirecta son habituales en formas de funcionar cotidianas y, por
eso, es importante que no se acepten excepciones “sospechosas”
al principio de igualdad en ningún ámbito, vigilando también los
espacios vinculados a la Iglesia que tienen una incidencia pública.
EL PAPEL DE LOS GOBIERNOS MUNICIPALES
Y LAS ADMINISTRACIONES PÚBLICAS
En relación con lo expuesto, es también muy relevante el papel de los
Gobiernos municipales y de los distintos partidos políticos en rela-
ción a la reivindicación de las mujeres, así como el papel de las dis-
tintas diócesis de la Iglesia en el caso de las cofradías. En los lugares
donde la reivindicación de igualdad tiene el apoyo de las autoridades
es mucho más fácil y rápido que las mujeres se incorporen (Donos-
tia, Igualada), aunque tampoco es garantía de inclusión con plenos
derechos, como es el caso de Sevilla, donde las mujeres no pueden
ser costaleras en la Semana Santa a pesar del apoyo de la diócesis a
la igualdad de derechos. Lo que sí parece claro es que, cuando no hay
un posicionamiento claro al respecto por parte de las autoridades,
el proceso es mucho más lento (Semana Santa de Zamora o León)
y cuando las autoridades locales se posicionan de forma ambigua
o directamente en contra de la incorporación de las mujeres, como
en Irun y Hondarribia, esto fomenta el enfrentamiento y el encona-
miento del conicto.
En general, da la impresión de que el posicionamiento de los par-
tidos respecto a las estas responde a intereses electoralistas: no se
posicionan a favor de la igualdad en la esta en lugares donde la
mayoría se muestra contraria y esto les puede afectar políticamente;
y sí lo hacen si pueden sacar un cierto rédito político, o en los casos
analizados, cuando se trata de Gobiernos de “izquierda” que tienen
muy claro su posicionamiento a favor de la igualdad (Entesa, IU,
HB, Bildu, Compromís...). En general, se suele acusar a estos par-
tidos de politizar el asunto de la igualdad para sacar rédito político,
y esto puede ser contraproducente para las mujeres (en el caso de
los Alardes lo ha sido). El PSOE maniesta una posición ambigua
o que oscila según el contexto (mientras en Irun el alcalde socialis-
ta rechaza recibir al Alarde mixto, o en Alcoi su acercamiento a las
mujeres dependía de la voluntad personal del alcalde, en Donostia
el PSE se posicionó a favor de la igualdad porque esto favorecía su
imagen pública), en líneas generales el PP suele ser más ambiguo
o posicionarse en contra de la integración de las mujeres, haciendo
cuerpo con los sectores católicos y tradicionalistas, aunque también
hay excepciones, como la de la alcaldesa de Zamora y en relación
especialmente con la Semana Santa.
Las medidas que pueden tomar las administraciones municipales
y públicas en relación a los conictos por discriminación de género
—algunas han sido analizadas en los casos estudiados y otras no—
son las siguientes:
• Retirada de subvenciones.
• No ceder el espacio público para la venta de sillas o colocación
de infraestructuras.
• Retirar la ocialidad en el programa de estas.
• Que las autoridades públicas no secunden o participen
en los actos.
299298
• Democratizar las estructuras organizativas: en lo económico,
en la elección de cargos, en la toma de decisiones, respecto al
papel de la Iglesia y de los partidos políticos. Transparencia en
los usos económicos y políticos del patrimonio.
• Obligar al cumplimiento de la Ley de Igualdad.
• Defender el respeto a la diversidad religiosa
y la aconfesionalidad del Estado.
• Premiar y reconocer públicamente las iniciativas
por la igualdad.
• Impulsar investigaciones y encuentros en torno a la igualdad
en los rituales festivos y el espacio público.
• Dar prioridad en los horarios a las estas igualitarias en los
casos de existencia de dos estas paralelas.
• Visibilizar a las mujeres en actos importantes de las estas.
• Lanzar campañas de sensibilización pública.
• Incluir el espacio ritual y festivo en los planes de Igualdad.
LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Y EL USO DE LAS REDES SOCIALES
El papel de los medios de comunicación también es fundamental en
la mayoría de los casos estudiados, porque son los que llevan el de-
bate a la sociedad y dan voz a la problemática. Aunque en ocasiones
los medios puedan avivar el enfrentamiento, sobre todo cuando hay
una práctica periodística sesgada o muy posicionada, en general la
difusión de los casos de discriminación favorece a las mujeres, por-
que pone de maniesto lo incomprensible de que se las excluya de
un espacio comunitario en el siglo xxi. Son también destacables las
declaraciones de agentes o personajes públicos, personas conocidas,
etcétera, en favor de una u otra posición. El aspecto negativo son
los medios que ignoran el conicto, que hacen como que nada pasa
o aquellos que manipulan e intoxican las situaciones de conicto.
En el caso de los Alardes, por ejemplo, el Diario Vasco ha evitado
publicar sobre las agresiones y los insultos que recibían los sectores
igualitarios; la televisión local de Donostia emite íntegramente los
Alardes “tradicionales”, sin mencionar siquiera la existencia del mix-
to o de la compañía Jaizkibel, y hemos visto como algunos medios
han alentado la identicación de la lucha por la igualdad con secto-
res radicales (Irigoien, 2006; Marín, 2000). Como contrapartida, los
sectores “tradicionalistas” también han denunciado la parcialidad de
los medios a la hora de abordar el conicto (Marín, 2000)
Cabe destacar también la importancia de las encuestas de opinión
en relación a los conictos y especialmente la labor de difusión que
realizan las asociaciones de mujeres en defensa de sus reivindicacio-
nes a través de páginas web, blogs y más recientemente a través de
Facebook y Twitter. El uso de las redes sociales consigue que la infor-
mación circule más fácilmente dentro de ciertos circuitos y redes que
amplían la capacidad de difusión y el alcance de las reivindicaciones.
La concesión de premios también contribuye de forma positiva en la
difusión de los avances en materia de igualdad y en la visibilización
de los procesos reivindicativos o de lucha.
Como contrapartida negativa, en el caso de las procesiones de Se-
mana Santa, las entrevistadas destacan que un uso excesivo de la
denuncia pública en los medios de comunicación puede ser negativo
o contraproducente, como ha mostrado también el caso de Hermínia
Blanquer en los Moros y Cristianos de Alcoi.
301300
4. El Patrimonio Cultural Inmaterial:
transmisión y transformación
Como hemos adelantado en el marco teórico, los rituales festivos —
manifestaciones del patrimonio cultural inmaterial— constituyen un
espacio político de diálogo y confrontación en relación a la trasmi-
sión cultural y la transformación social. En este sentido, cada festivi-
dad conforma un espacio-tiempo de carácter local que se caracteriza
por sus singularidades, dentro de una gran diversidad, y por estar
arraigadas en un campo de fuerzas particular. Aunque también se
trata de fenómenos globalizados y todas ellas tienen aspectos comu-
nes susceptibles de comparación, es necesario estudiar y conocer en
detalle cada festividad en su contexto para prevenir e intervenir
en posibles conictos.
Por ejemplo, al analizar los diferentes conictos que se han ex-
puesto en este informe, es evidente que el caso de los Alardes de Irun
y Hondarribia destaca por los niveles de violencia que ha desatado,
por el enconamiento de las posiciones conservadoras y por la dura-
ción de los enfrentamientos, y esto se explica en parte por la singula-
ridad del contexto político vasco, muy polarizado (especialmente en
los años 90, “años de plomo”, cuando surge la reivindicación de las
mujeres), y por las diferencias radicales, en valores e ideales, entre
unos sectores y otros. Además, hay que tener en cuenta la idiosincra-
sia de estos dos municipios, su historia como pueblos de frontera,
los cambios en sus economías (pesquera y de aduanas) con la recon-
versión que supone la entrada en Europa, o la conguración de sus
élites políticas y económicas (Bullen, 2000; Bullen y Egido, 2003).
La existencia de un nacionalismo y un tradicionalismo católico ma-
yoritario en Hondarribia ha denido el posicionamiento del PNV; y
sectores migrantes y obreros, el del PSE en Irun. La propia tipología
de las estas, de carácter bélico y religioso, ha marcado también su
desarrollo a nivel simbólico, cuestiones todas estas que explican, sin
desplazar el aspecto central de la problemática de género, el desa-
rrollo de estos conictos. Recordemos además que Hondarribia es
un pueblo con un importante superávit económico gobernado por
el PNV con mayoría absoluta y que los Alardes son desles armados
en un territorio productor de armamento volcado ahora en el sector
turístico y de servicios. La batalla que se llevó a cabo en relación a
los bares y comercios es también muy signicativo para entender el
trasfondo económico del asunto. En este sentido, el caso de Alcoi
es singular porque fue la burguesía, especialmente de la industria
textil, la que impulsó la esta para mostrar su poderío económico y
su prestigio social. La decadencia industrial ha convertido la esta
no solo en un reducto para mantener esos privilegios y su ostenta-
ción, sino también en un nicho económico que es puntero en la ela-
boración de trajes y de todo tipo de elementos y complementos de la
esta. La esta de Moros y Cristianos, con su economía tradicional
basada en el Montepío (sistema colectivo de ahorro), mueve grandes
cantidades de dinero y conforma una pequeña industria en torno a la
esta “capitaneada” por ciertos sectores sociales.
Lo mismo sucede con las procesiones de Semana Santa en mu-
chas ciudades, principal reclamo turístico y económico. En este caso,
las singularidades se sitúan en el plano jurídico y político, por ser
entidades vinculadas a la Iglesia con su propio régimen scal y eco-
nómico, y sometidas a su propia legislación denida en el derecho
canónico, conformando una instancia jurisdiccional con su propio
funcionamiento. Aun así, las diferencias entre las diócesis y los dis-
tintos territorios son también muy llamativas.
303302
Sin poder entrar en mayores detalles, en los estudios de caso se po-
nen de maniesto otras singularidades signicativas para abordar
cada problemática en relación a la igualdad y la discriminación de
género. El Misteri d’Elx, por ser una obra teatral y musical, de culto
católico, que se realiza dentro de una Iglesia, y por la presencia de ni-
ños; aspectos que se suman a la obtención del primer reconocimien-
to de la UNESCO en España conseguido en tiempos de reconversión
económica y crisis de la industria del calzado en la ciudad. Coincide
con la esta de Caldereros en ciertos argumentos “musicales” para
evitar la incorporación de las mujeres: las composiciones para voces
masculinas. La cabalgata de Reyes de Igualada también se singulari-
za por su relación con la educación infantil y la pedagogía partiendo
de la moral católica, y los casos de Donostia por su vinculación con
las sociedades gastronómicas que, históricamente, solo han admiti-
do a los hombres.
EL CUESTIONAMIENTO DE LOS ROLES DE GÉNERO:
LA PERFORMATIVIDAD Y EL ARTE DE LA TRANSGRESIÓN
A nivel sociológico y antropológico, la incorporación de las mujeres
en las estas estudiadas trastoca el orden simbólico de los roles de
género, que están muy marcados en la mayoría de rituales, creando
una situación de tensión política. Este cuestionamiento de los roles
de género puede ser de orden diverso: creación de guras femeni-
nas nuevas más activas (Patgessa Nazira, aguadoras, trajes femeni-
nos) o incorporación de las mujeres a los roles masculinos (solda-
dos, guerreros cristianos o moros, pajes...). En el primer caso, las
guras femeninas suelen incorporarse y aceptarse más fácilmente,
porque provocan menos ruptura simbólica y se asimilan mejor, pero
también pueden ser contraproducentes, segregadores y suponer un
límite a la hora de que las mujeres se integren en todos los actos de
las estas: porque los actos ociales son para los roles masculinos
(Alcoi) y porque impiden, de hecho, que se puedan ejercer otros ro-
les, encasillando de nuevo a la mujer en un rol diferenciado (Tambo-
rrada, Caldereros). Por eso en Alcoi se reivindica un único traje para
hombres y mujeres y, en general, los espacios mixtos e indiferencia-
dos son siempre el objetivo más ambicioso de las reivindicaciones
por la igualdad (Semana Santa).
Quienes se oponen a que la mujer represente los roles masculinos
consideran que se trataría de travestismo y que sería la “carnavali-
zación” de la esta. Generalmente desarrollan argumentos y actitu-
des de tipo homófobo y lesbófobo, criticando la inversión de roles
y la diversidad (a las mujeres se les acusa de feas, de lesbianas, y
a los hombres de afeminados). En este plano, hay una resistencia
casi “espontánea” y muy arraigada a transformar los roles de género
tradicionalmente masculinos y femeninos, un verdadero rechazo y
desprecio hacia cualquier posible alteración, que además se conside-
ra ridícula. Aquí adquieren centralidad los cuerpos, sus diferencias,
la diferencia sexual y la vestimenta y también la cuestión de los es-
pacios diferenciados para hombres y para mujeres (más fácilmen-
te aceptados) y las dicultades para aceptar roles y espacios mixtos
donde no se hagan distinciones entre hombres y mujeres. Quienes
deenden la igualdad luchan justamente por la construcción de es-
pacios mixtos donde haya libertad para performar cualquier rol in-
dependientemente del sexo o la tendencia sexual. Sin embargo, este
“travestismo” solo se acepta cuando es parte de la esta y lo hacen los
hombres (las damas en los Caldereros o la Virgen en el Misteri d’Elx)
y de ninguna forma si esto transgrede el orden de la representación
masculina y femenina, es decir, que las mujeres se vistan de hom-
bres (soldados, apóstoles en el Misteri, guerreros, caldereros) y mu-
305304
cho menos que los hombres ocupen las guras femeninas (hombre
de cantinera, de dama de mantilla o de aguadora).
Es muy signicativo que, cuando se plantea un cuestionamiento
de los roles de género en la esta, se hable despectivamente del car-
naval, como si este supusiera una amenaza, un riesgo de pérdida de
autenticidad, de la formalidad y la sacralidad que es tan importan-
te para los sectores “tradicionalistas”. Efectivamente, en un sentido
“ideal” o teórico, el carnaval es una esta transgresora que se carac-
teriza por la inversión y el desdibujamiento de todo tipo de roles —no
solo los de género— y que representa un espacio de libertad sin lí-
mites morales. Este contraste entre “carnavalización” y “sacralidad”
está en la base de la mayoría de casos analizados y conforma lo que
hemos considerado un espacio político, donde la performatividad de
los cuerpos y el arte de la transgresión protagonizan la materialidad
de la discusión.
LA CONVIVENCIA Y EL RESPETO A LA DIVERSIDAD:
LEYES CONTRA COSTUMBRES
Al detenernos en el análisis de los distintos casos, vemos que tras
las reivindicaciones de igualdad va apareciendo un conicto que
tiene un trasfondo moral e ideológico, un enfrentamiento entre va-
lores distintos de los rituales festivos y de los roles de género que
puede enunciarse con la vieja oposición entre Ley y Costumbre (Te-
rradas, 2018). En este sentido, en relación a los Alardes de Irun y
Hondarribia, los sectores “tradicionalistas” y las autoridades que los
respaldan consideran que el problema en torno al Alarde no es de
discriminación y derechos fundamentales, sino de tolerancia y de
convivencia entre dos formas de entender el Alarde, entre dos sensi-
bilidades, que son dos formas de entender y vivir los roles de género.
Consideran que ambas sensibilidades, una amparada por la ley y el
principio de igualdad y la otra por la costumbre y la tradición, deben
aprender a convivir con respeto y en igualdad. El argumento es algo
rocambolesco, pues obvia el principio general de que una costumbre
nunca puede ir contra la ley, pero además deende la celebración de
dos estas paralelas, que no se interrumpan ni molesten, lo que des-
poja al ritual festivo de su carácter comunitario y cohesionador. La
defensa de la diversidad, del respeto y la buena convivencia no puede
basarse en la separación y segregación de la esta, sino justamente
en la capacidad de integrar las diferencias.
En los casos estudiados más conictivos, el balance no es del todo
positivo en este sentido, generalmente por la intolerancia y agresi-
vidad de los sectores reacios a la incorporación de las mujeres, que
acuden incluso a boicotear las estas igualitarias. Porque ¿acaso es
posible que quienes deenden roles de género muy marcados y ex-
cluyentes, acepten que se visibilice la diversidad y la transgresión
de estos mismos roles en el espacio público y en la esta? General-
mente no lo toleran, y en el caso de los Alardes ni siquiera quieren
tener que presenciarlo. Quizá, y aquí vamos al fondo del asunto, el
problema es que la igualdad, el respeto a las diferencias y la libertad
van en contra de los valores que estos grupos deenden, sostenidos
como están por estructuras jerárquicas de prestigio y antigüedad,
elitismo y exclusividad, donde la hegemonía masculina y un cierto
sectarismo católico les impiden aceptar y asumir no solo los cambios
que está experimentando la sociedad, sino también la propia legis-
lación democrática que hace más de 40 años dene y regula el Es-
tado de derecho español. En este sentido, quizá debamos reconocer
que la incorporación de las mujeres en este tipo de estas signica
transformar no solo el orden simbólico, sino también el orden social,
transformando las estructuras, valores y actitudes que discriminan
307306
a las mujeres y a todas aquellas identidades que no encajan en los
moldes de un sistema de género injusto.
Sin embargo, cuando la oposición es fuerte, cuando la costumbre
está tan arraigada y además parece mayoritaria, las dicultades se
convierten en obstáculos insalvables. Y es aquí donde adquiere rele-
vancia el papel de los agentes jurídicos y entidades culturales en la
defensa y promulgación de leyes que contribuyan a ir modicando
progresivamente estas costumbres, y que se traduzcan en procesos
judiciales que tengan en cuenta el contexto sociocultural en el que
tiene lugar la discriminación de las mujeres y no solo la dogmática
jurídica (Terradas, 2018). Desde una perspectiva antropológica, lo
hemos explicado al principio, los rituales festivos tienen siempre un
carácter ambivalente en el que se muestran las estructuras de poder
y de prestigio y también la fuerza y las reivindicaciones de quienes
se oponen o tratan de resistirse a ellas. En este sentido, estos conic-
tos muestran que la sociedad quiere cambiar y está cambiando sus
costumbres, y que allí donde se aceptan los cambios la convivencia
es mucho mejor que donde un sector se opone a integrar esas trans-
formaciones en la esta, perpetuando situaciones de discriminación
y de violencia.
ESPACIOS DE DIÁLOGO EN TORNO A UN PATRIMONIO
VIVO Y EVOLUTIVO
La reivindicación de las mujeres es legítima, amparada por la ley, y
se debe trabajar por normalizar estos procesos de cambio necesa-
rios; así como la apertura y democratización de las organizaciones
gestoras de la esta y sus cargos de responsabilidad. En este sentido,
es necesario aportar herramientas de reexión y de acción, estra-
tegias para impulsar el cambio allí donde se considere necesario y
positivo. Es importante dar a conocer los distintos procesos y casos
en los que los rituales festivos se han ido transformando, destacando
la labor de los grupos de mujeres, sus estrategias y actividades de
sensibilización, destacando los casos positivos, exitosos, en los que
la esta se transforma de forma consensuada y creativa.
Las instituciones públicas y la entidades que trabajan en defensa
del patrimonio deben fomentar la creación de instancias de estudio,
diálogo y debate en torno a los rituales festivos, donde se pongan
de maniesto los conictos y las distintas visiones sobre la esta
que conviven en tensión: sobre la cuestión de la mercantilización
y turisticación de la esta, los intereses económicos y políticos; las
distintas visiones sobre la cuestión religiosa (popular o vinculada a
la Iglesia); sobre la representatividad nacional de las estas o sus
signicados simbólicos; los problemas de convivencia por ruidos
y otras molestias; el papel de las autoridades en los rituales...
Los conictos analizados ponen en evidencia la necesidad de
trabajar por una concepción de los rituales festivos como procesos
abiertos y en movimiento, en transformación, cuyo valor no es que
reproduzcan el pasado, sino justamente que sepan adaptarse al pre-
sente y acompañar los cambios sociales promoviendo consensos, y
asentando en el plano simbólico y ritual los avances sociales en ma-
teria de igualdad de derechos y libertades. Poniendo énfasis en esta
visión del Patrimonio Inmaterial, lo que debería valorarse, proteger-
se y promoverse es la labor de la gente común, la participación so-
cial, la colaboración y la solidaridad, la incorporación de las mujeres,
así como de colectivos históricamente marginados (migrantes, per-
sonas con diversidad funcional, personas racializadas, LGTBQI...),
poniendo en valor los rituales festivos integradores, que trabajan por
la igualdad y luchan contra la discriminación.
Si la UNESCO aboga por un patrimonio vivo, que no se quede fo-
309308
silizado, debe atender a las personas que mantienen ese patrimonio
y a aquellas que luchan por transformarlo. Al n y al cabo, son las
organizaciones sociales y políticas las que dan cuerpo al patrimonio
inmaterial, las que constituyen la cultura política de los pueblos sin
la cual no existiría el patrimonio. Más que reconocer una esta en sí
misma, deberían reconocerse los procesos que han llevado a mejo-
rarla y las personas que los han impulsando, reconociendo la labor y
el trabajo de los caminos hacia la igualdad.
MEMORIA Y RECONOCIMIENTO DE LAS LUCHAS
POR LA IGUALDAD
Las instituciones de reconocimiento y protección patrimonial debe-
rían reconocer las luchas por conseguir una sociedad más democrá-
tica y no las tradiciones arraigadas en valores discriminatorios. La
lucha de las mujeres o de quienes deenden y trabajan por unas es-
tas populares y públicas deberían formar parte del interés patrimo-
nial, porque reconocer la tradición y su mantenimiento debe hacerse
siendo críticos con el propio patrimonio: ¿qué estamos reconocien-
do?, ¿a favor de qué valores? En la línea que marca el Plan Nacional
de Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial, habría que im-
pulsar y visibilizar otros aspectos del patrimonio inmaterial, aque-
llos que implican a agentes diversos que han participado en la crea-
ción, gestión, recreación e interpretación de las prácticas culturales,
visibilizando que son procesos de construcción histórica y cultural
en los que participa toda la comunidad, incluso aquellos colectivos
que disputan el discurso social hegemónico o que tienen diculta-
des para integrarse en él (Lata, 2013). Los procesos patrimoniales
se enriquecerían así de visiones diferentes, a veces contradictorias y
conictivas, que son inherentes a las celebraciones culturales. Reco-
nocer no solo el trabajo constante de las comisiones organizadoras,
sino también de toda la gente que ha participado en la esta y de
quienes han trabajado para que la esta represente la pluralidad de
la sociedad. Las mujeres y colectivos que han luchado por una esta
igualitaria merecerían un reconocimiento público, que ponga en re-
lieve los procesos que se han llevado a cabo y lo que en muchos casos
tuvieron que sufrir las mujeres para conseguirlos (Lata, 2013).
En los casos analizados, los reconocimientos patrimoniales no
atienden a la problemática de género, y tampoco destacan los pro-
cesos vividos para conseguir la igualdad en la esta. Este informe
quiere contribuir a que la discriminación de género y la igualdad en
los rituales festivos deje de ser un asunto pendiente en la agenda de
protección y salvaguarda del patrimonio inmaterial.
311310
CONCLUSIONES
Mientras las mujeres van accediendo a muchos espacios en los que
antes no participaban, existen todavía ciertos reductos masculinos
donde no son bienvenidas. En el caso de los rituales festivos analiza-
dos se trata de estas que tienen una cierta antigüedad, que tienen
unas estructuras de organización jerárquicas y cerradas, informales
o con escaso control público y que en la mayoría de los casos están
relacionadas con la Iglesia o con el culto católico y con una serie de
personas o familias que han estado vinculadas a este evento a lo lar-
go de generaciones. Esto implica que estos grupos han abanderado
procesos patrimoniales y de representación pública, entrando en
relación con redes políticas, económicas y sociales de inuencia y
prestigio a las que no quieren renunciar. En este sentido, apelan al
mantenimiento de la tradición y de la “esencia” de las estas para ce-
rrar la entrada a las mujeres, que son admitidas solamente de forma
secundaria o en roles asociados a una idea de feminidad muy concre-
ta, sin poder acceder a los roles o cargos ociales más signicativos,
visibles y prestigiosos.
Estos espacios y eventos festivos se han signicado cada vez más
como representaciones de la identidad y el patrimonio de cada pue-
blo, símbolos de la comunidad y un reclamo turístico cara al exterior,
lo que implica que haya aumentado considerablemente su importan-
cia y prestigio, y también la participación e implicación ciudadana
en su desarrollo y mantenimiento. En muchos casos, han obtenido
reconocimientos y protecciones patrimoniales y se han implicado
en su organización las instituciones públicas y las autoridades, ad-
quiriendo un carácter ocial. Es por esto que cuesta entender que
todavía existan estas de este tipo en las que no se admita, se ex-
cluya o se discrimine a las mujeres, ya sea directa o indirectamente,
expresa o tácitamente. Hemos visto algunos de estos casos, en los
que la comunidad es representada en las estas exclusivamente por
hombres, y cómo son ellos también quienes organizan los actos fes-
tivos defendiendo una idea de ciudadanía y una identidad cargada
de valores patriarcales. Evidentemente, esto convive con la diversión
popular, con el ocio y la sociabilidad que se desarrollan al margen
de ese núcleo organizativo; y todo ello sostiene además un rico pa-
trimonio musical, textil, literario, histórico y antropológico, así que
nos encontramos con un dilema a la hora de afrontar la protección
de estos acontecimientos sociales.
Si asumimos la legislación vigente y el principio de igualdad, pa-
rece claro que el camino a seguir es transformar estas estas en un
patrimonio público, común o comunitario —habría que generar una
gura especíca—, que se gestione de forma transparente y horizon-
tal, y que respete los derechos fundamentales. La reivindicación de
las mujeres hace visible la necesidad de esta transformación, de que
se abran procesos de democratización de las estas para que pue-
da participar en ellas cualquier persona en igualdad de condiciones,
para que sus estructuras organizativas sean transparentes y horizon-
tales, para que no se reproduzcan valores antidemocráticos como el
racismo, el machismo, la superioridad religiosa, las desigualdades de
clase o el desprecio a la diversidad.
Sin embargo, cuando esas estructuras son demasiado rígidas y su
inuencia es tan grande que llegan incluso a evadir la legalidad, qui-
zá la estrategia a seguir sea marginar estas manifestaciones festivas,
que queden reducidas a un ámbito privado (el mismo que han usado
para protegerse), y que las administraciones públicas dejen de pro-
mocionarlas, mediática y económicamente, y dejen de apoyarlas de-
313312
nunciando su carácter discriminatorio, su falta de democracia inter-
na y su actitud intolerante; para que vaya menguando el apoyo social
que tienen hasta que se vean forzadas a cambiar o desaparezcan. La
legislación referente a la protección del patrimonio cultural inmate-
rial puede y debe jugar aquí un papel destacado, retirando su apoyo
a las estas que no respeten los derechos fundamentales y premian-
do a aquellas que se transforman siguiendo los valores igualitarios.
Al n y al cabo, solo deberíamos proteger y promover el patrimonio
que expresa y dene la sociedad que deseamos.
PROPUESTAS Y RECOMENDACIONES204
1. Difundir los contenidos de la normativa y la jurisprudencia en
materia de igualdad y derecho de la cultura (autonómica, esta-
tal, europea e internacional) como herramienta imprescindible
para las instituciones con competencias en la materia, y entre las
asociaciones que trabajan por la igualdad en el ámbito festivo.
2. Promover actividades de sensibilización y formación que des-
taquen la importancia de los rituales festivos, en tanto que ma-
nifestaciones del patrimonio inmaterial, para promover valores
de igualdad, respeto y convivencia.
3. Fomentar, apoyar y no obstaculizar los procesos de transforma-
ción del patrimonio cultural inmaterial en clave democratizado-
ra y en defensa del principio de igualdad, enfatizando el carácter
dinámico del patrimonio y de los rituales festivos.
4. Ofrecer o facilitar cauces para garantizar la participación de to-
dos los agentes interesados en el patrimonio inmaterial para que
los procesos de transformación de las estas sean consensuados.
5. Promover procesos de mediación que fomenten el entendimien-
to entre los distintos agentes implicados.
6. Elaborar un manual de estilo para los medios de comunicación
204. Estas propuestas y recomendaciones, dirigidas principalmente a la Comisión
Nacional de Seguimiento del Plan Nacional de Salvaguarda del Patrimonio
Cultural Inmaterial, recogen las aportaciones que se hicieron al informe en la
Jornada “Patrimonio Inmaterial y Desigualdades de Género en las tradicio-
nes festivas en España”, celebrada en Madrid el 20 de septiembre de 2019.
Agradecemos a todas las personas asistentes su participación, sus sugerencias
y contribuciones.
315314
que responda a los objetivos de claridad, objetividad y expresión
clara de los derechos fundamentales que son objeto de contro-
versia en las estas.
7. Avanzar en la inclusión de medidas especícas en las normati-
vas legales que inciden en la legislación de género (legislación
de patrimonio cultural material e inmaterial, derecho de asocia-
ción y de reunión, legislación de espectáculos, bienes y servicios,
etcétera).
8. Retirar todo apoyo público a los rituales festivos que no respe-
ten en su organización y desarrollo la igualdad de género (reti-
rada de subvenciones, retirada del apoyo público ocial y de la
presencia de los cargos electos, limitación del uso del espacio
público, control de la publicidad, tolerancia cero con los insultos
y agresiones...).
9. Proteger el carácter de bien público y abierto (o bien común) de
los rituales festivos más representativos de la comunidad para
evitar su apropiación privada.
10. Promover la paridad en todas las etapas, ámbitos, instancias
y fases de organización y realización de las estas.
11. Realizar estudios cuantitativos y cualitativos sobre el patrimo-
nio cultural inmaterial desde una perspectiva de género.
12. Promover una mirada transversal sobre la igualdad en la esta
que contemple junto a la discriminación de género otros moti-
vos de exclusión o discriminación (por motivos de raza, religión,
procedencia, orientación sexual, clase, diversidad funcional...).
13. Visibilizar, reconocer y apoyar los movimientos sociales por la
igualdad y el trabajo de los grupos en contra de la discrimina-
ción y por la plena participación de las mujeres en los rituales
festivos.
14. Apoyar a las redes de trabajo en torno a esta temática (encuen-
tros periódicos, congresos e investigaciones académicas y apli-
cadas) que permitan compartir experiencias y darles visibilidad,
recuperando también la memoria sobre los procesos vividos.
15. Promover redes de colaboración, de conocimiento compartido y
de diálogo entre colectivos participantes en las estas, la comu-
nidad cientíca, las instituciones de protección del patrimonio
y los agentes jurídicos.
16. Estipular en la normativa competente que se realice un análisis
de impacto de género antes de cualquier declaración (estatal,
autonómica o local) de protección o salvaguardia del patrimo-
nio cultural inmaterial.
17. Incluir en las próximas redacciones del Plan para la Salvaguar-
dia del Patrimonio Cultural Inmaterial un decálogo de medidas
para la aplicación del principio de igualdad de género en todos
los procesos y fases del patrimonio inmaterial con especial aten-
ción a los rituales festivos.
18. Que el Gobierno español eleve propuestas, recomendaciones y
medidas en materia de igualdad de género en el ámbito del pa-
trimonio inmaterial a la UNESCO y al Consejo de Europa.
19. Que el Ministerio de Cultura y las instituciones públicas com-
petentes en la materia promuevan y reconozcan las iniciativas
sociales por la igualdad de género en el ámbito festivo.
20. Incluir una mención concreta a las manifestaciones del Patri-
monio Cultural Inmaterial en los planes de igualdad.
21. Visibilizar, reconocer y poner en valor el papel desempeñado
tradicionalmente por las mujeres en los rituales festivos como
portadoras y transmisoras del conocimiento, sin que ello vaya
en detrimento de garantizar el principio de igualdad.
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ANEXO: JURISPRUDENCIA, LEGISLACIÓN
Y OTROS INFORMES
JURISPRUDENCIA
• Sentencia Juzgado de Primera Instancia de Villena
(Alicante), 12 de noviembre 1987.
• Sentencia Tribunal Superior de Justicia del País Vasco
86/1998, 17 de enero 1998.
• Sentencia Tribunal Superior de Justicia del País Vasco
3815/1999, 7 de octubre 1999.
• Sentencia Tribunal Superior de Justicia del País Vasco
765/2000, 11 de febrero 2000.
• Sentencia Tribunal Superior de Justicia del País Vasco
3777/2000, 11 de julio 2000.
• Sentencia Tribunal Superior de Justicia del País Vasco
4126/2000, 7 de septiembre 2000.
• Sentencia Audiencia Provincial Donostia / San Sebastián
1692/2000, 30 de noviembre 2000.
• Sentencia Audiencia Provincial Donostia / San Sebastián
1865/2000, 29 de diciembre 2000.
• Sentencia Tribunal Superior de Justicia del Pais Vasco
6485/2001, 14 de diciembre 2001.
• Sentencia Tribunal Superior de Justicia del País Vasco
3895/2002, 10 de septiembre 2002.
• Sentencia Tribunal Supremo 5853/2002, 13 de septiembre
2002.
• Sentencia Tribunal Supremo 5976/2002, 19 de septiembre
329328
2002.
• Sentencia Tribunal Superior de Justicia del País Vasco
3191/2002, 21 de junio 2002.
• Sentencia Tribunal Supremo 3771/2003, 2 de junio 2003.
• Sentencia Tribunal Superior de Justicia del País Vasco
4125/2003, 24 de octubre 2003.
• Sentencia Tribunal Superior de Justicia del Pais Vasco
2815/2005, 21 de junio 2005.
• Audiencia Provincial Alicante Sentencia 2772/2006, 7 de
septiembre 2006.
• Sentencia Tribunal Supremo 279/2007, 15 de enero 2007.
• Sentencia Tribunal Supremo 3410/2008, 28 de mayo
2008.
LEGISLACIÓN
• Española, C. (1978). Constitución española. Madrid: SN.
• ONU (1979). Convención sobre la eliminación de todas las
formas de discriminación contra la mujer.
• Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico
Español (BOE núm. 155, 29 de junio 1985).
• Ley 4/1995, de 10 de noviembre, de espectáculos públicos
y actividades recreativas (BOPV núm. 230,1 de diciembre
1995).
• Ley Orgánica 1/2002, de 22 de marzo, reguladora del
Derecho de Asociación (BOE núm. 73, 26 de marzo 2002).
• Ley 9/2003, de 2 de abril, de la Generalitat para la Igualdad
entre Mujeres y Hombres (BOE núm. 110, 8 de mayo 2003).
• Ley 1/2003, de 3 de marzo, de igualdad de oportunidades
entre mujeres y hombres en Castilla y León (BOE núm. 71,
24 de marzo 2003).
• Ley 4/2005, de 18 de febrero, para la Igualdad de Mujeres
y Hombres (BOE núm. 274, 14 de noviembre 2011).
• Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad
efectiva de mujeres y hombres (BOE núm. 71, 23 de marzo
2007).
• Ley 10/2015, de 26 de mayo, para la salvaguardia del Patri-
monio Cultural Inmaterial (BOE núm. 126, 27 de mayo
2015).
• Ley 12/2007, de 26 de noviembre, para la promoción de
la igualdad de género en Andalucía (BOE núm. 38, 13
de febrero 2008).
• EUROPEO, C. (2004). Directiva 2004/113/CE, del 13 de
diciembre, por la que se aplica el principio de igualdad
de trato entre hombres y mujeres al acceso a bienes y servi-
cios y su suministro. Diario Ocial L, 373.
• Ley 4/2005, de 18 de febrero, para la Igualdad de Mujeres
y Hombres (BOPV 2 de marzo de 2005).
• Ley 13/2005, de 22 de diciembre, del Misteri d’Elx (BOE
núm. 47,17 de febrero 2006).
• Ley Orgánica 4/2015, de 30 de marzo, de protección de la
seguridad ciudadana (BOE núm. 77, 31 de marzo 2015).
• Ley 18/2019, de 8 de abril, de salvaguardia del Patrimonio
Cultural Inmaterial de les Illes Balears (BOE núm. 109,
7 de mayo 2019).
331330
OTROS INFORMES
• Recomendación del Síndic de Greuges al Ayuntamiento
de Alcoi (referencia queja nº 031418)205.
• Recomendación de Ararteko 15/2005 al Ayuntamiento
de Hondarribia (11/08/2005).
• Informe de Ararteko: Análisis de la Ley del Parlamento
Vasco 4/2005, de 18 de febrero, para la igualdad de muje-
res y hombres: incidencia de la nueva ley en la cuestión
de la exclusión de las mujeres de los Alardes de Irun
y Hondarribia.
• Declaración institucional del Ararteko en relación con el
Alarde de Hondarribia de 2011.
• Resolución de Ararteko relativa a la organización del Alar-
de de Hondarribia de 2012, por mala práctica administrati-
va en la concesión de los horarios (24/07/2012).
• Comunicado del Ararteko sobre la participación de las
mujeres en el Alarde de Hondarribia, 8 de septiembre de
2016.
• Comunicado del Ararteko sobre la participación de las
mujeres en el Alarde de Hondarribia, 7 de septiembre de
2018.
205. También se puede leer la comunicación que hizo el Síndic Bernardo del Rosal
Blasco en el curso sobre “Fiestas y mujeres. Patrimonio Cultural Inmaterial”
que tuvo lugar en la Universidad de Alicante (15/04/2005): “Costumbres po-
pulares y Constitución española. Análisis de un caso emblemático: las estas de
Alcoy”.
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