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Resumen
Este artículo trata de analizar la inuencia en la
acción colectiva revolucionaria femenina en la
Huelga General Revolucionaria de 1917 a partir
de los acontecimientos de la Semana Trágica de
1909, también conocida como Revolución de ju-
lio de 1909, protagonizados inicialmente por mu-
jeres. Según la tesis central del texto, las activistas
del Partido Republicano Radical y las mujeres del
lumpenproletariado, conocidas como las «petrole-
ras», no sólo fueron fundamentales en la moviliza-
ción contra la guerra colonial y el embarco masivo
Abstract
is article analyses the inuence of women’s
revolutionary collective action onthe Revolutio-
nary General Strike of 1917following the events
of the Tragic Week in 1909,also known as the
Revolution of July 1909, initiallyled by women.
According to the central thesis of the text, the
activists of the Radical Republican Party and the
women of the lumpenproletariat, known as the
petroleras, were not only crucial in the mobili-
sation against the colonial war and the massive
reservist embarkation, but they also marked a
Andy Eric Castillo Patton
Universidad Complutense de Madrid
andcas03@ucm.es - https://orcid.org/
0000-0002-3033-463X
Fecha recepción 07.10.2018 / Fecha aceptación 02.01.2019
¿Sin mujeres no hay revolución? La
inuencia de la acción colectiva femenina
de la Semana Trágica en la Huelga
General Revolucionaria de 1917
I T
T W
R G S
Revista de historiografía 31, 2019, pp. 89-114. EISSN: 2445-0057. doi: https://doi.org/10.20318/revhisto.2019.4875
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Monográco ¿Sin mujeres no hay revolución?
de reservistas, sino que marcaron un precedente
en cuanto a cómo se involucraban las mujeres en
política hasta el momento. En este sentido, es de
particular interés destacar cómo a partir de los
acontecimientos de 1909 se potenciaron diversas
asociaciones de mujeres, sobre todo socialistas,
que trataban de canalizar la conictividad social y
laboral en términos tanto de clase como de géne-
ro. Esta labor política tiene su frustrada inuencia
en el movimiento revolucionario español de 1917,
inspirado en gran medida por la Revolución rusa
de febrero-marzo, donde el protagonismo de las
mujeres se vería desplazado por los partidos an-
tidinásticos y los sindicatos de clase. Este análisis
diacrónico, el cual se fundamenta en los testimo-
nios de la prensa de la época, pretende así contri-
buir a la discusión que se establece respecto a la
importancia de la presencia de mujeres en los mo-
vimientos revolucionarios.
precedent in how women became involved in
politics that is unchallenged to this day. In this
sense, it is of special interest to highlight how,
based on the events of 1909, various associations
of women, particularly socialists, were boosted in
the intent of trying to channel social and labour
unrest in terms of class and gender perspective.
e inuence of this political work was frustrated
in the Spanish revolutionary movementof 1917,
itself largely inspiredby the Russian Revolution of
February-March, as the anti-dynastic parties and
class trade unions oset the role of women. Based
on testimonies in the press of the time, this paper
provides a diachronic analysis that contributes to
the discussion on the signicance of the presence
of women in revolutionary movements.
Palabras clave
Acción colectiva, España, Mujeres, Revolución, Se-
mana Trágica.
Key words
Collective action, Spain, Women, Revolution,
Tragic Week.
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Introducción
La Revolución de julio de 1909, también llamada «Semana Trágica» o «Semana Triste» por
parte de la prensa de la época debido a la acción anticlerical contra bienes inmuebles de
la Iglesia Católica1, marca un antes y un después en la historia de la movilización social y
política en España, sobre todo de las mujeres. Por primera vez, una reacción popular hizo
tambalearse el régimen político de la Restauración, abriendo las primeras brechas desde su
institucionalización en 1876 bajo la afamada fórmula de una monarquía constitucional y
parlamentaria basada en el turnismo pactado. Lo particularmente interesante de esta movili-
zación reside en su eco internacional y su proyección en el tiempo, así como la masiva impli-
cación de mujeres en la esfera pública, presentándose como sujetos propios y activos contra
la guerra2. Esto es de suma importancia si se tiene en cuenta que se avanza en la construcción
de un «nosotras, las mujeres»3 que, en términos políticos, tendría repercusiones de notorio
calado en el posterior ciclo de protesta de 1916-1922.
De acuerdo con esta realidad, partidos políticos de signo progresista, republicanos y
socialistas, así como la recién constituida Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en
1910, comenzaron a desarrollar una estrategia de inclusión o reclutamiento de mujeres en
sus respectivos espacios de militancia política, si bien previamente ya se estaban dando ini-
ciativas al respecto. Ejemplo de ello se encuentra en el caso del Partido Republicano Radical
(PRR) de Alejandro Lerroux y la extensión de sus redes de activistas femeninas, las Damas
1. La Actualidad, 5-8-1909, año IV, suplemento 157, 1.
2. A. Talero, “Las «petroleras» de 1909. Papel de la mujer en la «Semana Trágica»”, Historia 16, 39, 1979,
27-33, 27; E. Martín Corrales, “Movilizaciones en España contra la guerra de Marruecos (julio-agosto de
1909)”, en E. Martín Corrales (coord.), Semana Trágica. Entre las barricadas de Barcelona y el Barranco del
Lobo, 2011, Barcelona, 123.
3. M. Izquierdo, “¿Son las mujeres objeto de estudio para las ciencias sociales?”, Papers: revista de sociolo-
gía, 30, 1988, 51-66, 52.
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Rojas y las Damas Radicales, por diferentes ciudades del territorio español antes de la cam-
paña hacia la huelga de nales de julio de 1909 y durante los acontecimientos de la Semana
Trágica. Asimismo, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) perseveraría en trabajar a
favor de una mayor presencia y relevancia política de las Agrupaciones Femeninas Socia-
listas, quienes pretendían, con importante rechazo por parte de los patriarcas del partido,
construir un espacio político mucho más autónomo que las Juventudes Socialistas, si bien se
mantenía en sus estatutos las funciones de apoyo a los órganos generales del Partido4. Por el
lado de la CNT, mirándose en los antecedentes de la Sección Varia de Trabajadores Anarco-
colectivistas de Teresa Claramunt5, tenemos la certeza de que el anarcosindicalismo quería
hacerse popular entre las mujeres obreras al darse, explícitamente, la siguiente declaración
en su congreso fundacional:
es el trabajo que ha de elevar su condición de mujer al nivel del hombre, único modo de ar-
mar su independencia […] cuando la mujer acaba de derramar su sangre por espacio de doce
horas para mantener los vicios de un explotador, llega a su casa y en lugar de un descanso se
encuentra con un nuevo burgués –compañero– que con la mayor tranquilidad espera que haga
los quehaceres domésticos.6
Este interés por la politización de las mujeres y su inclusión en la agenda de la moviliza-
ción social se encuentra también por el lado de sectores más conservadores que promueven,
desde la militancia de grupúsculos de activistas católicas como las «Damas Negras» hasta la
fundación del Sindicato Católico Femenino, una refundación de sindicatos anteriores, en
19127. Esta medida, una adaptación del poder de la Iglesia a los nuevos tiempos del obreris-
mo y la lucha de clases, pretendía no sólo atraer a las mujeres al entorno de la acción católica,
sino mitigar el extendido sentimiento anticlerical que parecía ahondar en muchas mujeres
obreras y librepensadoras8. De este modo, la gura del sindicato católico sería una manera de
4. M. del Moral Vargas, “El Grupo Femenino Socialista de Madrid (1906-1914): pioneras en la acción co-
lectiva femenina”, Cuadernos de Historia Contemporánea, 27, 2005, 247-269; “La denición de un proyecto
de acción política: el reglamento de la Agrupación Femenina Socialista de Madrid (1910)”, ARENAL, 18, 2,
2011, 463-477; Acción colectiva femenina en Madrid (1909-1931), 2012, Santiago de Compostela.
5. T. Claramunt, “Los Desheredados”, 1-11-1884, en M. Pradas Baena, Teresa Claramunt, la virgen roja
barcelonesa. Biografía y escritos, Barcelona, 2006, 162.
6. Extraído de M. Nash, Mujer, familia y trabajo en España (1875-1936), Barcelona, 1983, 364-365.
7. L. Sanfeliu, “Instrucción y militancia femenina en el republicanismo blasquista (1896-1933)”, en A.
Aguado y T. M. Ortega (eds.), Feminismos y antifeminismos: Culturas políticas e identidades de género en la
España del siglo XX, 2011, Universidad de Granada/Universidad de València, 45-70; M. del Moral Vargas,
“De rodillas para rezar. ¡De pie para combatir!: El enfrentamiento entre católicas y socialistas por asociar
a las trabajadoras de Madrid (1906-1927)”, en J. de la Cueva Merino y F. Montero García (eds.), Izquierda
obrera y religión en España (1900-1939), 2012, 179-198.
8. P. B. Radcli y V. L. Enders, Constructing Spanish Womanhood: Female Identity in Modern Spain, New
York, 1999, 227; M. D. Ramos, “La República de las librepensadoras (1890-1914): laicismo, emancipismo,
anticlericalismo”, Ayer, 60, 2005, 45-74.
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llevar a las obreras hacia la moderación en sus demandas y acciones políticas. Con todo, la
acción colectiva femenina de los grupos progresistas y de izquierdas fue en aumento, apoyan-
do con gran exaltación campañas contra la guerra colonial en Marruecos, movilizaciones a
favor de la amnistía de represaliados, participando en la supervisión de procesos electorales o
alzándose contra la Iglesia y el Estado en la simbólica, pero potente, toma de las calles. Es así
cómo se podría constatar el hecho de que las mujeres comenzaban a ser sujetos cada vez más
activos en la esfera pública y en la disputa política, centrales en los intentos de conservación
o transformación del orden social de la Restauración. Por tanto, estamos ante un periodo
de gran experimentación política frente a la creencia habitual de un momento histórico de
oscuridad y atraso en el proceso de modernización en España9. Como veremos más adelante,
el activismo y vindicaciones morales de las mujeres fueron claves en la movilización popular
que llevó al intento revolucionario de 1917, inspirado, en parte, por los acontecimientos en
Rusia. Sin embargo, este intento de subversión del sistema político terminó por dejar fuera
de la acción colectiva revolucionaria a las propias mujeres.
2. Las mujeres en la Semana Trágica
2.1. Desobediencia e instigación femenina y obrera
Por razones tanto culturales como económicas, la presencia de grupos de mujeres activistas
en España a comienzos del siglo XX viene vinculada a los territorios con importante presen-
cia industrial como Bilbao, Barcelona o Madrid debido al interés asociativo que se establece
en torno a la denominada «cuestión social» y los procesos de construcción de una ciudada-
nía política y laboral10. En estos contextos, donde nacen las primeras iniciativas partidistas y
sindicales de mujeres como la Sección Varia de Trabajadores Anarco-colectivistas de Teresa
Claramunt en Sabadell en 1884, la Sociedad Progresiva Femenina de Ángeles López de Ayala
en 1898 o el primer Grupo Femenino del PSOE en Bilbao en 1904, se extiende la creación de
diversos espacios de encuentro y difusión de ideas progresistas de distinto tipo en el ámbito
de la familia obrera. Esta red tendrá particular arraigo en Barcelona dada la efervescencia po-
lítica de la conocida como «París del Sur» y su condición dicotómica de ciudad cosmopolita
y ciudad proletaria11, muy activa culturalmente y con un tejido social extremadamente vivo.
Fruto de esta conjunción de elementos, tanto económicos como sociales, las redes de solida-
ridad comunitaria preexistentes, sobre todo entre mujeres, se verán extraordinariamente re-
9. R. Villares y J. Moreno Luzón, “Restauración y Dictadura”, en J. Fontana y R. Villares (Dir.), Historia de
España., 7, Barcelona, 2009.
10. M. Llona, “Los signicados de la ciudadanía social para las mujeres trabajadores en el primer tercio
del siglo XX: la vida girada de María Ocharán”, en M. Á. Cabrera Acosta (ed.), La ciudadanía social en Es-
paña. Los orígenes históricos, 2014, Santander, 193-230; M. del Moral Vargas, Acción colectiva femenina…,
op. cit., 21; “Hacia la modernidad política: socialistas y republicanas en Bilbao (1904-1910)”, Cuadernos de
Historia Contemporánea, 38, 2016, 209-225, 210.
11. P. I. Taibo. Que sean fuego las estrellas. Barcelona (1917-1923), 2015, Barcelona, 14.
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forzadas al erigirse éstas como «líderes del hambre» en los momentos de apuro o necesidad12.
Esto ocasionará (re)acciones colectivas como las que tuvieron lugar entre el 26 de julio al 1
de agosto de 1909 en la actualmente conocida Semana Trágica, también denominada, entre
muchos otros nombres, como la Revolución de julio.
Los antecedentes de esta insurrección popular encabezada por mujeres tuvieron lugar
el día 18 de julio en el puerto de Barcelona con uno de los mayores embarcos de reservistas
hacia Melilla. El requerimiento del Estado de 20.000 miembros de la reserva se vio motivado
por notorias complicaciones en el control de los recursos mineros del Rif, uno de los pocos te-
rritorios coloniales de interés para España tras la traumática Guerra hispano-estadounidense
de 1898. Por razones de resistencia anticolonial, independencia y soberanía de los recursos
naturales, las tribus locales perpetraron reiterados actos de insurgencia y sabotaje contra la
infraestructura extractiva de las fuerzas expedicionarias y de ocupación13. Concretamente
fueron los sucesos del 9 de julio de 1909, cuando guerrilleros rifeños atacaron instalaciones
de la Compañía Española de Minas del Rif (CEMR), lo que activó la orden del Gobierno con-
servador de Antonio Maura de llamada a las de la reserva para defender los intereses de la
empresa de capital hispano-francés14. Así, la «Expedición de Melilla»15 comenzó siendo una
impopular guerra de ocupación imperialista16 que recibió críticas de muy diferentes sectores
sociales. Como diría el político liberal Baldomero Argente, muy crítico con el Gobierno por
el cierre de las Cortes y el requerimiento de un presupuesto de emergencia para el gasto mi-
litar, un mes antes de los acontecimientos:
España […] no ha de ganar absolutamente en el Moghreb; los peñascos y las chozas que una
conquista pudiera adjudicamos, no merecen la pena de malgastar unos millones y perder las
vidas de unos centenares ó millares de soldados, sembrando el desconcierto la intranquilidad
en todo el país […] Porque la verdad es que, en todos estos conictos de Europa y Marruecos,
el pobre moro, maltratado y desposeído, es el único que tiene razón.17
En este contexto de fervor patriótico, las mujeres de la aristocracia y de la alta burguesía
como la Marquesa de Comillas y las llamadas «Damas Blancas» salieron a «dar chucherías
12. M. D. Ramos, “Identidad de género, feminismo y movimientos sociales en España”, Historia Contem-
poránea, 21, 2000, 523-552, 532.
13. M. R. de Madariaga, “La guerra de Melilla o del Barranco del Lobo, 1909”, en E. Martín Corrales
(coord.), Semana Trágica. Entre las barricadas de Barcelona y el Barranco del Lobo, 2011, Barcelona, 23.
14. El País, 19-7-1909, año XXIII, 8008, 1.
15. ABC, 13-7-1909, año V, 1497, 3.
16. Recordemos que el imperialismo es «la lucha de los Estados nacionales […] para formar parte de una
esfera innitamente más vasta: la economía mundial» según N. Bujarin, La economía mundial y el imperia-
lismo, Barcelona, 1981, 415. Esta tesis, ya sostenida por Hobson, arma que el imperialismo es «una política
mundial» que mantiene «una lucha militar e industrial por la vida y la riqueza ente las naciones» en J.A.
Hobson, Imperialism: A Study, 2005, New York, 163.
17. Mercurio, 1-7-1909, 1999-2000.
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y cigarrillos» a los soldados, en su mayoría de origen proletario, «y á las familias limosna»18,
tal y como se haría visible en colectas impulsadas por medios conservadores como el ABC
en Madrid19. Ante este evento, junto con el hecho de una ausente o mínima compensación
monetaria por parte del Estado y la actitud de la policía de Barcelona que había «acometido
á palos al público compuesto de familias de los expedicionarios que acudieron al muelle á
despedirlos»20, las mujeres de los soldados, muchas de ellas empleadas de la industria textil21,
trataron de obstruir el acceso a los barcos y arrojaron al mar todo el tabaco que pudieron,
además de las medallas y escapularios otorgadas por las mujeres cuyos esposos o hijos pa-
garon en torno a 1.500 pesetas para no ser enrolados. De hecho, según el testimonio de la
prensa, las mujeres proletarias gritaban a los reservistas: «¡Tirad vuestras armas, que se vayan
los ricos! ¡O todos o ninguno! ¡Que se vayan los frailes!»22.
Previamente a este acto de desobediencia civil y popular, atravesado por fuertes senti-
mientos anticlericales, habían acontecido una serie de reuniones en contra de la guerra en la
Casa del Pueblo de Barcelona, un espacio de encuentro social fundado por el PRR (posterior-
mente replicado por el PSOE) y en el cual tenían su sede las Damas Rojas, la sección feme-
nina de mujeres obreras del partido. En dicho lugar se daban tareas de divulgación y acción
social, sobre todo volcadas a «propagar entre las mujeres las ideas de libertad y de República
y al socorro de las asociadas necesitadas en casos de enfermedad y falta de trabajo»23. En el
mismo día que se produjeron los hechos en el muelle de Barcelona, en Madrid, los grandes lí-
deres del PSOE, Pablo Iglesias, Francisco Largo Caballero, Francisco Mora y Mariano García
Cortés, dieron un mitin multitudinario en el barrio de Chamberí en el cual se arengaba por la
asistencia de «madres y hermanas de los que han de ir á la guerra»24. De manera coincidente,
según el diario republicano El País25, se celebraron otros mítines masivos en León, Zarago-
za, Santander y Valencia organizados por fuerzas tanto republicanas como socialistas. Entre
estos mítines de «repertorio cosmopolita», destacan el de Santander en el que «las mujeres
que asistieron al mitin, que eran en número muy considerante, gritaron varias veces: “¡Qué se
vayan a la guerra también los hijos de los ricos!”», y el de Valencia, donde la prohibición de la
reunión pública dio lugar a una concentración en son de «paz subversiva». Sin embargo, no
queda del todo claro que la asistencia de las mujeres a los mítines o los actos de desobediencia
y tumulto provinieran de las las de un partido o sindicato concreto. De este modo, como
comentábamos con anterioridad, parecería que esta rebeldía espontánea sería fruto de una
«economía moral» que radicaría en aquella «autoridad de las mujeres para lanzar la protesta
está vinculada a la presencia en espacios públicos de trabajo y sociabilidad […], relacionados
18. El País, 19-7-1909, año XXIII, 8008, 1.
19. ABC, 26-7-1909, año V, 1510, 13.
20. El País, 18 de julio de 1909, año XXIII, 8007, 1.
21. A. Talero, “Las «petroleras» …”, op. cit., 28.
22. J. C. Ullman, La Semana Trágica, Barcelona, 2009, 136.
23. A. Talero, “Las «petroleras» …”, op. cit., 29.
24. El País, 18-7-1909, año XXIII, 8007, 1.
25. El País, 19-7-1909, año XXIII, 8008, 2.
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con la subsistencia familiar»26. Asimismo, de acuerdo con los trabajos de Temma Kaplan27, es
sabido que las mujeres, en su posición de «preservadoras de la vida» –según la división sexual
del trabajo conforme a los mandatos de género–, pueden convertirse en una vanguardia mo-
ral y revolucionaria al defender, precisamente, la sostenibilidad de la vida cotidiana. De este
modo, es altamente relevante el acontecimiento de protesta en el muelle de Barcelona porque,
a partir de la generación de una rebeldía espontánea, se alimenta «una fase de intensicación
de los conictos y la confrontación en el sistema social, que incluye una rápida difusión de la
acción colectiva de los sectores más movilizados a los menos movilizados»28. Es decir, que lo
que podría haber sido un tumulto que trata de «llamar la atención de las autoridades», lógica
habitual de un «repertorio comunitario» de la acción colectiva29, se transforma en un movi-
miento social que abre un ciclo de protesta que deslegitima la capacidad potestativa de las
autoridades tradicionales, es decir, la Iglesia y el Estado. Es aquí donde se podría identicar
el germen de una acción colectiva revolucionaria que, apelando a una racionalidad y un sen-
tir local30, pretende subvertir un orden establecido como era el orden clerical, conservador,
colonial y militarista de la Restauración.
2.2. La campaña hacia la huelga: feminización y radicalidad de la protesta
Aunque la prensa general no hizo demasiado eco del importante evento de desobediencia po-
pular femenina del puerto de Barcelona, republicanos, radicales y socialistas tomaron buena
nota del apoyo que se podía lograr entre las masas para la causa antibelicista. De este modo,
entre los días 22 y 24 se preparó la convocatoria de huelga en protesta por el reclutamiento
forzoso y la «aventura odiosa y antipática»31 de la Guerra de Melilla gestada por el Gobierno
de Maura. La constitución del Comité de Huelga se dio bajo la representación de tres sectores
con notoria presencia en Cataluña: socialistas, sindicalistas y anarquistas. Así, Fabra Rivas, en
representación de la federación catalana del PSOE, Miguel Sánchez González, de la alianza
sindical de Solidaridad Obrera, y un anarquista del entorno de la Escuela Moderna (no queda
26. V. Lucea Ayala, El pueblo en movimiento. La protesta social en Aragón (1885-1917), Zaragoza, 2009, 98.
27. T. Kaplan, “Female Consciousness and Collective Action: e Case of Barcelona, 1910-1918”, Signs, 7,
3, 1982, 545-566; Ciudad roja, periodo azul. Los movimientos sociales en la Barcelona de Picasso (1888-1939),
Barcelona, 2003.
28. S. Tarrow, El poder en movimiento. Movimientos sociales, acción colectiva y política, Madrid, 1997,
263-264.
29. Las distinciones entre repertorios «comunitarios» y «cosmopolitas» de acción colectiva corresponden
con las categorías de R. Cruz, Protestar en España: 1900-2013, Madrid, 2015. Estos conceptos serían, más
o menos, equivalentes, respectivamente, a las nociones de «rebeldías primitivas» y «acción colectiva» de E.
Hobsbawm, Age of Extremes: e Short Twentieth Century, 1914-1991, Londres, 1995.
30. M. Taylor, “Racionalidad y acción colectiva revolucionaria”, en F. Aguiar (comp.), Intereses individua-
les y acción colectiva, Madrid, 1991, 103-148.
31. J. Pich Mitjana, “La Revolución de Julio de 1909”, Hispania, LXXV, 249, 2015, 173-206, 175.
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del todo claro si Francisco Miranda o José Rodríguez Romero32) acordaron un paro limitado
de 24 horas, de carácter pacíco, para el día 26 de julio. Un hecho notorio si se tiene en cuen-
ta que el órgano de propaganda del PSOE catalán, el boletín La Internacional, hizo un claro
llamamiento insurreccional al
pedir al Comité Socialista internacional […] comunique á las distintas secciones de la Interna-
cional Obrera la necesidad de que se adopten todas aquellas medidas que la solidaridad acon-
seja para secundar ecazmente la acción del proletariado español. Sometemos la proposición
al estudio de todos los compañeros de España, particularmente los que componen el Comité
Nacional del Partido, é interin [sic] nosotros, por nuestra parte, nos disponemos á organizar ac-
tos por toda la región señalando al proletariado español el ejemplo de los revolucionarios rusos
y gritamos con nuestras fuerzas: ¡Guerra a la guerra! ¡Abajo el gobierno!33
En este sentido, se podría armar que la convocatoria de la huelga de julio 1909 se
inspiró, al menos desde cierto sector de los socialistas catalanes, en el ejemplo revolucionario
ruso de 1905 que se dio al calor de la impopular Guerra ruso-japonesa de 1904-1905 y tras os
acontecimientos del Domingo Sangriento en San Petersburgo. Algo que podría ser plausible
dada la posible percepción de una similitud entre contextos de guerra imperialista que des-
angran a la economía y a la juventud de las sociedades de referencia. Sin embargo, salvando
las distancias y sin la pretensión de hacer un análisis comparado entre el escenario ruso y
español, la organización social en torno a una respuesta contundente a la guerra suscitó gran-
des expectativas en el plan de campaña denitivo que se diseñó por parte de los delegados
sindicales catalanes dispuestos «á la batalla»34. Por parte de los preparativos ejecutados desde
la base social del PRR, la primera fuerza política municipal en Barcelona con una mayoría
absoluta de 35.000 votos35, desde su periódico, El Progreso, se apeló al «auxilio de la madre,
la esposa y la hermana amantísima; […] a ser fuertes, ya que los hombres no saben serlo»36.
Asimismo, desde el semanario nacionalista El Poble Català se exhortó a la realización de una
campaña de lazos blancos en contra de la guerra apelando al «indiscutible […] derecho del
pueblo á hacer pacícamente una demostración ó manifestación de sus derechos» donde
«además, hay que tener en cuenta que esta idea de luchar en pró de la paz está en el ánimo
de casi todas la mujeres, y que éstas constituyen un elemento social de una importancia que
no tengo para qué ponderar»37. En este sentido, la agitación popular femenina pareció recaer,
por una parte, en las estructuras locales del PRR, cuya capacidad de inuencia entre sus ac-
tivistas pareció espolear a un amplio sector de la población urbana barcelonesa. Asimismo,
32. P. Gabriel Sirvent, “Anarquistas y sindicalistas ante la Semana Trágica: la constitución de la CNT,
1906-1911” en E. Martín Corrales (coord.), Semana Trágica. Entre las barricadas de Barcelona y el Barranco
del Lobo, 2011, Barcelona, 2011, 249.
33. La Internacional, 23-7-1909, año II, 38, 1.
34. J. Pich Mitjana, “La Revolución…”, op. cit., 176.
35. E. Martín Corrales, “Movilizaciones en España…”, op. cit., 123.
36. A. Talero, “Las «petroleras» …”, op. cit., 27.
37. J. M. Torres, “Una carta y una idea”, en El Poble Català, 24-7-1909, año VI, 1704, 1.
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por otra parte, la inuencia del catalanismo republicano no fue menor al considerar, como
hemos visto, la necesidad de una contundente protesta en contra de «la barbarie la qui l´ha
espandida la civilisació occidental»38. Esta agitación se dio también fuera de Cataluña, aun-
que a menor escala, como los tumultos protagonizados por mujeres y obreros en Madrid al
movilizarse el batallón de infantería de Las Navas donde
[…] los guardias golpeaban con los sables á cuantos encontraban a su paso. Las mujeres recibían
culetazos y empujones, cayendo muchas á tierra. Cuando la carga tomaba mayores propor-
ciones de varios lados de la estación comenzaron a caer piedras, que, dirigidas á los guardias,
hacían blanco en ellos y en el público.39
De este modo, se puede contemplar que, en términos generales, se venía preparando un
contexto de gran agitación social en el que la voz de las mujeres iba cobrando fuerza a pesar
de las palabras del líder anarquista Anselmo Lorenzo a Ferrer i Guardia, quien puso el foco
sobre un sujeto popular neutro: «Estalló en Barcelona la revolución social… ¡Nadie la capita-
neó! Ni los liberales, ni los separatistas, ni los republicanos, ni los socialistas, ni los anarquis-
tas…»40. Sin embargo, la prensa, como hemos visto, sí se había hecho eco de la presencia de
las mujeres del pueblo en distintos espacios y acciones, aunque su retrato se da bajo el sesgo
de la imagen de una feminidad maternal, convaleciente, lacrimosa, pasional e irracional que
se corresponde con el mandato de género del momento. Esto es algo que algunas historiado-
ras41 repetirán en diversas ocasiones al entender que la construcción de la feminidad en los
comienzos del siglo XX se debía de ajustar a unos cánones y a una compostura predetermi-
nados, lo cual desencadenaría posteriormente en una fuerte confrontación dialéctica entre
feministas «solidarias» –conservadoras– y feministas «anti-solidarias» –progresistas– , tal y
como destaca Susanna Tavera García42. Por ello, los eventos que implican una transgresión
de los roles de género, ya sea parcial o global, son particularmente interesantes a la hora de
introducir la categoría de género en el estudio social de la historia43.
38. Catalunya, año I, 23, 1.
39. El Poble Català, 24-7-1909, año VI, 1704, 1.
40. A. Rodrigo, “La mujer en los frentes de las barricadas”, Carrer, 112, 2009, 21.
41. M. Nash, “Identitat cultural de gènere, discurs de la domesticitat i denició del treball de les dones
a l’Espanya del segle XIX”, Documents d’anàlisi geogràca, 26, 1995, 135-146; P. B. Radcli y V. L. Enders,
Constructing Spanish Womanhood: …, op. cit., 17; M.D. Ramos, “Identidad de género...”, op. cit., 540.
42. S. Tavera García, “Sufragio, república y democracia de género en Cataluña, 1907-1936”, en Á. Egido
y A. Fernández Asperilla (eds.), Ciudadanas, militantes, feministas. Mujer y compromiso político en el siglo
XX, Madrid, 2011, 13-45, 18.
43. J. Scott, “Gender: A Useful Category of Historical Analysis”, e American Historical Review, 91, 5,
1986, 1053-1075.
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2.3. Vanguardia huelguista: mujeres en los piquetes y en las barricadas
Al igual que ocurrió con las anteriores huelgas producidas en 1901 y 1902 en Barcelona,
los pasacalles y piquetes de mujeres fueron los que dieron verdadero impulso a la movi-
lización de la huelga del 26 de julio de 190944. Mujeres clave de la movilización fueron las
activistas radicales Carmen Alauch y Juana Ardiaca, y las anarcosindicalistas Mercedes
Monje Alcázar, en Barcelona, y Teresa Claramunt, en Sabadell, promotoras de una huelga
de «rebelión abierta»45. Mercedes Monje Alcázar fue especialmente incendiaria al pronun-
ciar en el discurso de apertura de la huelga que «la Guardia Civil siempre ha molestado
a las mujeres»46, en referencia a la coacción ejercida contra las familiares de huelguistas
represaliados en movilizaciones pasadas. Este discurso motivó su inmediata detención por
parte de las autoridades. Respecto a otros testimonios referentes al indudable protagonis-
mo de las mujeres proletarias en el arranque de la huelga, podemos encontrar los siguientes
extractos en la prensa de la época:
El lunes por la mañana apenas sí se notaba que hubiesen sido adoptadas precauciones extraor-
dinarias. Y, sin embargo, á la hora de comenzar el trabajo, numerosos grupos, en los que pre-
dominaban las mujeres, recorrieron talleres y fábricas invitando á los obreros á declararse en
huelga, y consiguiéndolo en la mayoría de los centros que visitaron, sin que apenas hubiese ni
discusiones ni protestas. Varios grupos de obreros exhibían lacitos blancos, cual si éstos fuesen
algún acordado distintivo.47
Y aún se lee en la prensa:
A media mañana, la mayoría de los trabajadores están paralizados, algunas tiendas tienen en-
tornadas las puertas, obsérvanse [sic] numerosos grupos, por ahora en actitud pacíca, entre los
cuales se ven muchas mujeres que ostentan lacitos blancos en el pecho.48
Finalmente, a mediodía, comienzan los primeros disturbios al darse una serie de des-
encuentros entre la policía, la Guardia Civil y los piquetes de mujeres y obreros que tratan de
cortar el paso de tranvías y carruajes con barricadas o, incluso, asaltando los vehículos, una
tensión que escaló en el intercambio de fuego real en el barrio del Clot, con siete muertos y
varios heridos de gravedad49. La violencia desatada entre manifestantes y fuerzas de orden
público se hizo notar así no sólo en Barcelona, sino en Terrassa, Mataró, Badalona, Palamós,
Reus, Manresa, Valls, San Adrià, Vilanova, Sitges, Granollers, Sabadell…, produciéndose un
44. J. Marinello Bonnefoy, Sindicalismo y violencia en Catalunya 1902-1919, Universidad Autónoma de
Barcelona, Tesis Doctoral, 2014, 152; T. Kaplan, “Female Consciousness…”, op. cit., 2003, 51.
45. A. Talero, “Las «petroleras» …”, op. cit., 30.
46. Citado en A. Rodrigo, “La mujer en…”, op. cit., 21.
47. ABC, 28-7-1909, año V, 1512, 10.
48. El País, 8-8-1909, año XXIII, 8038, 2.
49. El País, 4-8-1909, año XXIII, 8034, 2.
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cierto número de heridos y muertos entre los que se incluyeron varios ociales y guardias
civiles50. Parte de esta violencia callejera vino protagonizada por anarcosindicalistas y mu-
jeres del lumpenproletariado, sobre todo prostitutas, que en Barcelona tenían importante
presencia en los bajos fondos (en torno a unas diez mil para una población total de más de
medio millón de habitantes) 51. Según Alberto Talera, «las prostitutas guraron a la cabeza
de la revolución […] por ser las más receptivas a la pérdida revolucionaria y al abuso social,
[…] engañadas por la sociedad y despreciadas por los mismos compañeros que las recluta-
ban para una causa política, estas mujeres se embravecieron a la primera oportunidad de
expresarse por los únicos cauces que les quedaban»52. Algunas de las protagonistas de este li-
derazgo revolucionario fueron Rosa Esteller, «La Valenciana»; María Llopis Berger, «Cuaren-
ta Céntimos»; Josefa Prieto, «La Bilbaína», y Enriqueta Sabater, «La Llarga», especialmente
activas en la zona de Poblenou53.
Este testimonio se sostiene con el del concejal del PRR, Juan Sol y Ortega54, en una
entrevista a El País pocos días después de la «Semana Sangrienta» armando que, durante
la huelga, «las mujeres han sido las más bizarras, las que más denuedo han demostrado.
Sacaban á los hombres de sus casas y les excitaban á pelear». Esta expresión de radicalidad
es profundamente transgresora en términos de una acción colectiva revolucionaria tanto de
clase como de género, puesto que se revierten los roles de docilidad y pacismo atribuidos a
las mujeres y se atenta contra los símbolos más reconocibles del poder establecido. Así, ade-
más de los episodios de «La Bilbaína» guardando las barricadas en la avenida del Paral·lel
frente a las incursiones de la policía o la carga del piquete de «Cuarenta Céntimos» contra
una patrulla de la Guardia Civil el primer día de la huelga, caben destacar las redadas de
jóvenes obreras que acudían a quemar conventos y edicios de religiosos como forma de
protesta de los abusos ejercidos por la Iglesia y con el afán de liberar a novicias de su régimen
de servidumbre55. Sin embargo, algunos autores destacan que estos últimos acontecimientos
fueron una maniobra del PRR que, instrumentalizando a las Damas Rojas, contribuyó a dar
una imagen de barbarie del levantamiento popular del día 26 en episodios de fuerte impacto
moral como la profanación de tumbas debido a los rumores de enterramientos en vida o los
infanticidios de recién nacidos por parte de sacerdotes y monjas en los conventos56.
Con todo, el éxito de las y los huelguistas es total, puesto que logran incomunicar y pa-
ralizar toda la actividad productiva en Barcelona, así como sumar a su causa a algunos mili-
50. J. Pich Mitjana, “La Revolución…”, op. cit., 179.
51. A. Talero, “Las «petroleras» …”, op. cit., 32.
52. A. Talero, “Las «petroleras» …”, op. cit., 32.
53. A. Dalmau, Siete días de furia. Barcelona y la Semana Trágica (julio de 1909), Barcelona, 2009, 43.
54. El País, 4-8-1909, año XXIII, 8034, 1.
55. A. Talero, “Las «petroleras» …”, op. cit., 30.
56. G. Rubí Casals, “Algo más que la quema de conventos. La Semana Trágica en Cataluña, la historia de
una desafección”, en A. Moliner Prada (ed.), La Semana Trágica de Cataluña, Barcelona, 93.
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tares y policías. El ABC, espantado ante actos calicados de «criminales» y «antiespañoles»57,
narrará, con nitidez, cómo los insurrectos le prendieron fuego a «vagones del ferrocarril; in-
cendiaron un puente en Tarrasa y en la línea de Tarragona han volado otro con dinamita. Han
detenido varios trenes, logrando impedir la entrada y salida de los mismos en Barcelona»58.
Este repertorio de la destrucción de vías de comunicación, según Josep Pich Mitjana59, sería
un elemento novedoso en las prácticas de la política contenciosa en España, dado el cla-
ro corte subversivo y disruptivo de la destrucción de infraestructuras imprescindibles en el
ejercicio del poder político, económico y militar. En esta situación, sobrepasado por las cir-
cunstancias del momento, el Gobernador civil de Barcelona, Ángel Ossorio y Gallardo, se vio
forzado a dimitir por no querer aplicar el estado de guerra, que permitía la acción del ejército
y suspendía de inmediato los derechos y garantías constitucionales. Como consecuencia, el
capitán general Luis de Santiago se hizo cargo de la situación y ordenó reprimir a toda costa
la revuelta dado que los gobiernos de la Restauración «no toleraban con facilidad las campa-
ñas de protesta que suscitaban la atención de la prensa, de los adversarios políticos y, sobre
todo, ocupaban la calle de manera prolongada»60. Sin embargo, la huelga ya había superado
todas las expectativas y se extendió de manera indenida, fuera de todo control del propio
Comité de Huelga, salpicando localidades fuera de Cataluña como Tudela, Calahorra, Alcoy
o Vinaroz, cuyas mujeres se unieron a la movilización y trataron de impedir la salida de re-
servistas de sus respectivas localidades, saboteando las vías ferroviarias y recibiendo, como
consecuencia, la descarga de fusiles desde los trenes cargados con militares61.
Los días posteriores, sobre todo el 27 y el 28, la insurrección se desarticuló por la falta de
implicación política por parte de tanto los impulsores originales de la huelga, PSOE y sindica-
tos, como de sus aliados republicanos y catalanistas, a pesar de que persistían las marchas en
las calles contra el Gobierno y se asaltaban armerías y comisarías por parte de algunos grupos
revolucionarios entre los que se incluían las prostitutas de los bajos fondos. Sin embargo, fuera
de Barcelona fueron días claves en términos del ejercicio de un nuevo principio de soberanía
popular que se traduciría en la transformación de algunos de los comités de huelga locales
en Juntas Revolucionarias o Comités del Pueblo. De hecho, en algunas localidades catalanas
como Cassà de la Selva, Molins del Rey, Sabadell, Palamós y Palafrugell se llegó a proclamar la
república de la tricolor, y en Granollers y Mataró comenzaron a funcionar asambleas populares
revolucionarias en connivencia con el poder municipal62. En el caos de Barcelona, la operación
del ejército, desplegado nalmente el día 28, encontraba bastantes escollos, dado que algunas
de tropas que ocupaban las calles terminaban por confraternizar con los insurrectos, gracias a
la mediación de las mujeres apostadas en las barricadas. Tal y como recogía El País:
57. ABC, 27-7-1909, año V, 1511, 4; D. Marín, La Semana Trágica: Barcelona en llamas, la revuelta popular
y la Escuela Moderna, Madrid, 2009.
58. D. Marín, La Semana Trágica… op. cit., 10.
59. J. Pich Mitjana, “La Revolución…”, op. cit., 176.
60. R. Cruz, Protestar en España…, op. cit., 60.
61. El País, 4-8-1909, año XXIII, 8034, 4.
62. J. Pich Mitjana, “La Revolución…”, op. cit., 186-187.
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Las tropas ocupan las calles, pero el pueblo las aplaude, diciendo á los soldados que no disparen,
porque esta revolución es en favor del ejército. Las mujeres de las barriadas ofrecen á los solda-
dos vino y viandas y agua. Muchos de éstos prometen no disparar. Las mujeres exhortan á los
hombres á luchar, y les dicen: Es preferible morir por la libertad, que en Melilla.63
En Lleida el espíritu de la huelga se mantuvo bajo un carácter festivo, pero reivindicativo:
La protesta empezó á iniciarse en las calles de Magdalena, Carmen, Remolins y otras adyacen-
tes, de doce á una. Observábase [sic] que eran mujeres las que con más calor acogían la protesta
contra la actual guerra de Marruecos y alentaban á los hombres, ocupados en fábricas y talleres,
á que dejaran el trabajo para hacer una manifestación popular en esta ciudad.64
Sin embargo, el Gobierno maurista se esmeró en difundir una versión contrapropagan-
dística que establecía que la rebelión de Barcelona era secesionista y no antimilitarista, lo cual
alimenta una represión que adquiere una dimensión atroz, permitiéndose el uso de cañones
en las calles y de caballería dada la imperiosa necesidad de asegurar un nuevo envío de reser-
vistas a Melilla el viernes 30 de julio, poco después del humillante Desastre del Barranco del
Lobo, donde murieron más de 100 militares españoles y se contabilizaron cerca de 600 heri-
dos65. Finalmente, tras unos enfrentamientos de baja intensidad con grupúsculos anarquistas
y un alto número de retiradas pacícas, el día 1 de agosto la revolución tocó a su n con un
saldo de 117 muertos (de las que sólo 6 eran mujeres) en Barcelona, más de 500 heridos, un
gran número de personas deportadas fuera de Cataluña y alrededor de 2.000 detenidos, de
los cuales serían ejecutados cinco entre los meses de agosto y octubre: Eugenio del Hoyo,
un guardia de seguridad insurrecto, Clemente García, un joven carbonero con síndrome de
Down acusado de profanación, Baró, un nacionalista catalán, Malet, un desertor del ejército,
y Francisco Ferrer i Guardia, el máximo representante del anarquismo y el laicismo pedagó-
gico catalán, falsamente acusado de ser el instigador principal de la revuelta66. Asimismo, por
orden gubernamental serían clausurados sindicatos como Solidaridad Obrera y las escuelas
laicas. A pesar del éxito de la sofocación y la represión, Maura dimitiría de su cargo al frente
del Gobierno tras la fuerte ola de protestas internacionales por la ejecución de Ferrer i Guar-
dia, un hecho insólito en la historia de España. Tal y como decía El País en aquel momento
«Ni contra la barbarie zarista, superior á la española, se ha protestado en Europa de modo tan
violento»67. De este modo, el desenlace de la Revolución de julio logró algo impensable: dete-
ner la «revolución desde el Gobierno» del proyecto regeneracionista del maurismo y llegar a
poner en riesgo la credibilidad de la renovada monarquía española68.
63. El País, 4-8-1909, año XXIII, 8034, 2.
64. El País, 4-8-1909, año XXIII, 8034, 2.
65. M. R. de Madariaga, “La guerra de Melilla…”, op. cit, 25.
66. D. Marín, La Semana Trágica… op. cit., 210.
67. El País, 15-10-1909, año XXIII, 8096, 1.
68. R. Villares y J. Moreno Luzón, “Restauración…”, op. cit., 381.
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3. Entre la insurrección y la huelga: la instrumentalización partidista
de la acción colectiva femenina
Examinados los acontecimientos de la Revolución de julio de 1909 es evidente que la acción
colectiva femenina fue fundamental en Barcelona tanto para el impulso como para la transfor-
mación de la huelga en insurrección popular. Esto se debió principalmente a que las mujeres
«asumieron posiciones revolucionarias para defender la cotidianeidad y los derechos» que «ha-
cían falta para llevar a cabo sus obligaciones»69, tal y como fue el caso de la pérdida inmediata
de ingresos en los hogares por la llamada a las de los reservistas, principales proveedores de las
economías familiares. Una paradoja si se tiene en cuenta que se subvierten los mandatos de gé-
nero para, precisamente, preservar un determinado orden (y certidumbre) de la división sexual
del trabajo y la sostenibilidad de la vida diaria. Esto es algo en que expertos en el estudio de los
movimientos sociales como Charles Tilly y Sidney Tarrow70 han señalado como los «principios
conservadores» de toda gran revuelta social. En base a estos acontecimientos, claves para la
articulación de la intentona revolucionaria de 1917, se somete a discusión nuestra hipótesis
de partida. Así, la escena política de la Restauración cambió completamente al producirse su
mayor crisis desde el Desastre del 98, donde se reforzó la idea de que había capacidad para la
construcción de un poder desde abajo, por tanto se comenzó a dar una verdadera «política con-
tenciosa» entre los partidos antidinásticos como el PSOE y el PRR. Síntoma de ello fue la alta
implicación en la reconstrucción de un tejido organizativo que apostara por el cambio social y
político a pesar de los gestos del nuevo gobierno del Partido Liberal, presidido por Segismun-
do Moret. El claro ejemplo de esta apuesta por la contienda política y la lucha por una agenda
transformadora fue la Conjunción Republicano-Socialista (CRS), en la que, según el ABC, «los
republicanos y los socialistas no se han unido para defender ideas, sino para protestar contra
los abusos cometidos desde las esferas del poder»71.
En este contexto, los colectivos de mujeres fueron reorganizándose y promoviéndose
en las principales ciudades de España. Por un lado, y gracias a los trabajos de Mary Nash y
Marta del Moral Vargas72, sabemos que el Grupo Femenino Socialista de Madrid adquiere
una creciente importancia y relevancia dentro y fuera del PSOE al aprobarse los estatutos que
dan lugar a la Agrupación Femenina Socialista de Madrid en 1910 de cara al refuerzo del re-
clutamiento de mujeres de clase proletaria. De esta manera, los socialistas entraban en claro
régimen de competición por la incorporación política de las mujeres con grupos del PRR y
con el anarcosindicalismo reorganizado en torno a la CNT. Parte de esta iniciativa del PRR
recaería en el hecho por el cual, antes y durante la Semana Trágica, «las Damas Rojas conquis-
69. T. Kaplan, “Female Consciousness…”, op. cit., 565. Traducción propia.
70. C. Tilly y S. Tarrow, Contentious Politics, Londres, 2007, 23.
71. ABC, 8-8-1909, año V, 1523, 8.
72. M. Nash, Mujer y movimiento obrero en España, 1981, Barcelona; M. del Moral Vargas, “En los márge-
nes del poder, en primera línea de las manifestaciones obreras: la representación de la militancia femenina
en el Partido Socialista (1906-1927)”, en Feminismo/s, 2010, 107-138; Acción colectiva femenina…, op. cit.,
53 y ss.
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taron el espacio, el discurso y las formas de actuación masculinas […] destacándose como un
colectivo parcialmente transgresor con el sistema de género presente»73. Sin embargo, debido
a su posición más bien volcada en la acción anticlerical que en la acción revolucionaria, el
PRR perdería importantes apoyos sociales en Cataluña. Ambos grupos femeninos, radicales
y socialistas, colaborarán en el contexto de la Conjunción y se contaminarán mutuamente,
sobre todo con la difusión del socialismo entre mujeres del PRR que terminarían pasándose
al PSOE, llegándose a dar situaciones de doble militancia. Dada esta carrera electoral-refor-
mista, las anarcosindicalistas se alejarían de las posturas de otras militantes al fundirse en la
construcción de la nueva central obrera cenetista, que declararía que toda futura huelga debía
apostar por la acción directa revolucionaria74. De este modo, en términos de acción colectiva,
las mujeres radicales y socialistas se involucraron activamente en la campaña electoral del
8 mayo de 1910, a pesar de no contar con derecho alguno sobre el sufragio activo o pasivo.
En Madrid destacaron especialmente las comitivas de mujeres republicanas y socialistas con
brazaletes rojos repartiendo propaganda de las candidaturas por las calles, generando algún
que otro encontronazo con las fuerzas de seguridad, según narran diferentes periódicos:
Durante toda la mañana han recorrido los distritos de la Inclusa y Latina un numerosísimo
grupo de mujeres del pueblo, gritando: ¡Viva la libertad! ¡Abajo los chanchulleros!, y repar-
tiendo maniestos y candidaturas republicanas; unos guardias quisieron disolverlas, sin con-
seguirlo, pues gran parte del público se puso de parte de las mujeres.75
En la Puerta del Sol se presentó una formidable. Al frente iban varias mujeres enarbolando
banderas rojas. La policía se echó encima y detuvo a dos mujeres.76
Por el Distrito de la Inclusa ha patrullado un grupo de mujeres gritando: ¡Abajo los chanchu-
lleros! Y ¡Viva la República!77
Posteriormente, al calor de la victoria de la CRS en Madrid78, la acción colectiva feme-
nina tendió a estar fuertemente canalizada por las estructuras de cada partido. Por el lado
73. M. del Moral Vargas, “Acción colectiva femenina republicana: las Damas Rojas de Madrid (1909-
1911), una breve experiencia política”, HISPANIA. Revista Española de Historia, 226, 2007, LXVII, 541-566,
548.
74. J. Álvarez Junco, La ideología política del anarquismo español (1868-1910), Madrid, 1991, 122; M. Pra-
das Baena, Teresa Claramunt, la virgen roja barcelonesa. Biografía y escritos, Barcelona, 2006, 80.
75. El País, 9-5-1910, año XXIV, 8304, 1.
76. El Socialista, 13-5-1910, extraído de M. del Moral Vargas, Acción colectiva femenina…, op. cit., 119.
77. ABC, 9-5-1910, año VI, 1791, 7.
78. Tal y como se declara en la prensa: “Sería necesario creer que la propaganda republicana ha sido eca-
císima en Madrid de algún tiempo á esta parte para bañarse á la idea de que la República y el socialismo ó
los principios republicanas-socialistas cuentan con más de 42.000 votos en la corte, mientras los monárqui-
cos sólo hallan defensa en 31.500”. El Heraldo de Madrid, 9-5-1910, año XXI, 7101, 1. Escandalizado por los
resultados, y en clara referencia a los eventos de la Revolución de julio, el semanario Año Político declararía
que «la inmensa mayoría de los que se llaman republicanos no son republicanos ni saben lo que es eso […].
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del PRR, se trataría de emplear a sus activistas como arma arrojadiza en la disputa entre con-
fesionalismo y anticlericalismo, generándose «la sensación de que los varones republicanos
encuentran en esta causa la motivación adecuada para articular la participación femenina
en la militancia política activa»79. Particularmente fue la campaña antilaicista de las Damas
Católicas, que manifestaron que «el objeto de su visita [al Gobierno] no era otro que protestar
de la política radical del Gobierno, que ellas estiman ofensiva para los sentimientos religiosos
de las mujeres españolas»80, lo que reactivó la movilización de las Damas Rojas en El País
con un contramaniesto titulado Ahora nosotras, acusando a las «siervas del Vaticano» de ir
contra «todas las reformas que España necesita para que gure en el concierto de los pueblo
libres y progresivos» y «demostrando que en este país ya hay mujeres que piensan y discu-
rren, y que no tienen miedo»81. Por otra parte, el PSOE buscó durante los años que mediaron
entre los ciclos de protesta de 1909-1913 y 1916-192282 una delización del tejido obrero,
sobre todo en Madrid, a través de sus mujeres militantes en la convocatoria de mítines en
contra de la guerra colonial en Marruecos, que experimentó de un proceso similar al de 1909
al llamar a las a los reservistas en 1913 tras un recrudecimiento de la situación en el Rif. Las
movilizaciones de este momento son especialmente interesantes a este respecto, puesto que
la Agrupación Femenina Socialista de Madrid adquirió un papel central en la convocatoria
de mítines y de una manifestación que, nalmente, se prohibió por parte de las autoridades
por aglutinar, al mismo tiempo, mujeres y socialistas. Con su lema «Guerra à la guerra»83, las
dirigentes socialistas se dirigieron a todo el colectivo de las mujeres, apelando a su esencia
pacista y su rol reproductivo:
Pídelo, mujer del pueblo, y además de descargar la conciencia habrás cumplido sencillamente
con tu obligación de madre, si es que, de veras, sientes cariño por el ser que diste al mundo.
¡Muera la guerra! ¡O todos ó ninguno! ¡Abajo las cuotas militares!84
La publicación del maniesto en El País vino acompañada del elogioso comentario, una
vez más apelando a los sucesos de la Revolución de julio, de que «Los hombres, desde 1909,
saben ser hombres y las mujeres son dignas de serlo»85. Por otro lado, la militancia femenina
en Barcelona se desarrollaba por otros derroteros al darse una producción teórica y prácti-
ca desconectada entre sí, principalmente debido al protagonismo intelectual del feminismo
Son revolucionarios; gente que protesta contra el actual estado de cosas, qué culpa de ello al régimen, á los
partidos, á la prensa, á todos, y que se alista en las banderas de los enemigos de ese orden de cosas, […]. Es
la masa la que obtiene la victoria; no ellos”. Año Político, 1910, año XVI, 152.
79. M. del Moral Vargas, “Acción colectiva femenina…”, op. cit., 558.
80. ABC, 26-6-1910, año VI, 1843, 11.
81. F. Munuera, E. Puch, E. Hernández, C. Peláez, C. García, P. Pérez, S. Bautista, A. Alarcón, C. Cabrera,
C. Cuadrón y P. Gijosa de Barbos, “Ahora nosotras”, en El País, 27-6-1910, año XXIV, 8331, 2.
82. R. Cruz, Protestar en España… op. cit., 61.
83. El País, 26-7-1913, año XXVII, 9490, 1.
84. El País, 27-7-1913, op. cit.,1.
85. Ídem.
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burgués de Solidaritat Catalana86 por un lado y, por otra parte, las acciones colectivas de «re-
pertorio comunitario» de las mujeres del movimiento obrero, próximas a posturas radicales y
anarcosindicalistas. Estas últimas serían protagonistas de la huelga textil de Barcelona del 30
de julio de 1913 al movilizarse más de 13.000 trabajadoras que desencadenaron una oleada
de protestas que incluyó, además de marchas, la irrupción en el palacio del Gobernador civil
y disturbios con la policía en las Ramblas durante el mes de agosto. Asimismo, estas activis-
tas sin clara aliación política mantuvieron fuertes desencuentros con el Comité de Huelga,
constituido eminentemente por hombres, al considerar éste que ellas se sobrepasaban en sus
tácticas de señalamiento de esquiroles, cortándole el pelo a las «traidoras», además de su
postura de mantener una huelga indenida87. Esta radicalidad práctica y discursiva, herede-
ra de las movilizaciones de la Revolución de julio de 1909, es destacable en términos de la
construcción de una ciudadanía femenina muy activa que comienza a transgredir los límites
establecidos en torno a lo público y lo privado, llevándolos al extremo de la demanda y la
contestación directa de las autoridades políticas88. En este sentido, tanto en Madrid como en
Barcelona, podemos observar que los sucesos de la Semana Trágica quedan en la memoria
militante de dirigentes y activistas al verse con la capacidad de construir un movimiento
social organizado, una percepción que será clave en la activación de la Huelga General Revo-
lucionaria de 1917, pero que comprenderá de importantes errores y puntos ciegos, sobre todo
al concentrarse la convocatoria en mentes masculinas.
4. Las mujeres en la Huelga General Revolucionaria
Tras el desarrollo de un movimiento obrero cada vez más contestatario y autónomo, con
gran presencia de mujeres en huelgas, motines y tasaciones populares89, los eventos que lle-
varon a la Crisis de 1917 se desarrollaron de un modo en el cual los partidos de la CRS y los
sindicatos ocuparon gran parte del protagonismo político revolucionario, perdiéndose parte
de la fuerza que, anteriormente, habían exhibido las mujeres del pueblo. Sin embargo, ellas
fueron fundamentales en la problematización del encarecimiento de la vida, la denuncia del
agravamiento de los conictos en torno al aprovisionamiento cotidiano de los recursos y la
lucha contra la cronicación de las injusticias.
86. S. Tavera García, “Sufragio, República…”, op. cit., 23.
87. T. Kaplan, “Female Consciousness…”, op. cit., 559.
88. M. Nash, Mujer y movimiento…, op. cit., 37 y ss.; M. D. Ramos, “Las primeras modernas. Seculari-
zación, activismo político y feminismo en la prensa republicana: “Los gladiadores” (1906-1919)”, Historia
Social, 67, 2010, 93-112; “Identidad de género…”, op. cit., 549. En este sentido es de interés distinguir la
«transgresión» o la «revolución» de los mandatos de género en España tal y como desarrolla M. del Moral
Vargas, Acción colectiva femenina…, op. cit., 19 y ss.; “El Grupo Femenino…”, op. cit., 249.
89. V. Ayala Lucea, El pueblo en movimiento… op. cit., 298.
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En primer lugar, y a modo de breve contextualización, a pesar de la relativa neutralidad
de España90 en el conicto interimperialista de la Primera Guerra Mundial91, el conicto ar-
mado tendría sus consecuencias tanto a nivel económico como ideológico. Primero, porque
el Estado español era incapaz de poner en marcha un modelo de regulación de la economía
ante los excesos que se producían en términos tanto de especulación como de obtención de
increíbles benecios por parte de grandes empresas agrícolas, textiles, químicas y bancarias
en la provisión de mercancías y servicios a los contendientes europeos, sobre todo Francia
y Gran Bretaña92. Esto generaría situaciones de sobreexplotación no resarcidas con un co-
rrespondiente aumento de sueldo y un consecuente aumento de la miseria donde, además,
ante las amenazas de huelga se producía el lockout o cierre intencionados de las fábricas por
parte de los empresarios como medida de chantaje laboral. Esto produjo frecuentes motines
a escala local en los que, normalmente, las mujeres llevaban a cabo acciones de tasación po-
pular del pan o emprendían incursiones e incautaciones sociales en tabernas y tahonas93. Por
aportar algunos datos relativos a este contexto, según Miguel Martorell Morales, «los salarios
nominales subieron, pero no tanto como los precios: entre 1913 y 1918 el índice de precios
ascendió de 100 a 218, y el de los salarios de 100 a 125»94. Por tanto, desde 1914 la inación
se disparó, generando una sensible pérdida de poder adquisitivo entre las clases populares95.
Esta situación económica, sin lugar a dudas, motivaba una situación de privación material
entre la mayor parte de la población trabajadora, tal y como se hizo eco el periódico sevillano
El Liberal en 1916:
La guerra ha trastornado de tal manera la situación económica del país que hoy es imposible la
vida. Muchas fábricas han cerrado, otras tienen a sus obreros a medio trabajo, hay fábricas que
90. Al contrario de cómo se ha tendido a hacer entender como una neutralidad pura, España experimentó
fuertes tensiones prointervencionistas entre aliadólos y germanólos, en parte alentadas por la presencia
de emisarios y espías o mediante la nanciación a diversos medios de comunicación. Para un mayor detalle
respecto a las tensiones internas y presiones externas en torno a la deseada entrada de España en la Primera
Guerra Mundial se recomienda ver la obra de M. Fuentes Codera, España en la Primera Guerra Mundial:
una movilización cultural, Madrid, 2014. Asimismo, la presencia de submarinos alemanes (U-Boote) en
costas españolas que hundían cargueros con material para la Triple Entente motivó una mayor polarización
de la opinión pública y publicada. J. Perea Ruiz, “Guerra submarina en España (1914-1918)”, Espacio, tiempo
y forma. Serie V, Historia contemporánea, 2004, 193-229.
91. R. Gerwarth y E. Manel, Empires at War, 1911-1923, Oxford, 2014, 24.
92. M. Martorell Linares, “«No fue aquello solamente una guerra, fue una revolución»: España y la Prime-
ra Guerra Mundial”, Historia y Política, 26, 2011, 17-45, 29.
93. M. del Moral Vargas, “De la protesta espontánea a la acción colectiva femenina organizada: protestas
por el pan en Madrid en torno a 1915”, en J.M. Ortiz de Orruño Legarda, J. Ugarte Tellería y A. Rivera Blan-
co (coord.), Movimientos sociales en la España contemporánea, 2008, 317-318.
94. M. del Moral Vargas, “De la protesta espontánea...”, op. cit., 32.
95. J. L. García Ruiz, “La inación en la España del siglo XX: teorías y hechos”, Boletín Económico de ICE,
no 2667, 2000, 23-32.
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están haciendo un soberbio agosto y, sin embargo, éstas no han aumentado sus jornales, a pesar
de saber sus dueños que todo ha encarecido.96
Ante este escenario, la conictividad social, en términos de lucha de clases, se incre-
mentó de manera notoria en términos de una generalización de la crisis de subsistencia,
dándose el hecho de que «el protagonismo de las mujeres […] resultó contundente –de ahí
que se dijera que las masas eran femeninas– sobre todo en el arranque de cada protesta, bien
fuera contra el aumento de precios de los artículos de primera necesidad, bien contra la subi-
da de impuestos, en apoyo a los obreros en huelga, para liberar detenidos…»97. De este modo,
y dado el contexto de emergencia social, las principales centrales sindicales del momento, la
Unión General de Trabajadores (UGT) y la CNT, emularon el pacto de la CRS y se unieron
en la convocatoria de una huelga general de veinticuatro horas el 18 de diciembre de 1916,
marcando todo un logro en lo relativo a una gran unión sindical:
La movilización proletaria, la huelga general de veinticuatro horas nos ha parecido magníca,
bien dirigida, perfectamente organizada. […] En Madrid han superado las mayores ilusiones de
los adeptos […] No ha habido fracaso; ha sido un triunfo grande, rotundo, abrillantado por la
ausencia, por la hostilidad ó la negativa á cooperar de los amarillos ó católicos, de los burgueses
ó elementos conservadores. […] En Asturias ha sido un acontecimiento magníco. También en
Vizcaya y en Guipúzcoa. En Barcelona, Valencia, Zaragoza y Valladolid ha resultado un triunfo
para el proletariado.98
No obstante, salvo por la mención de la detención de la socialista María Rojo junto a
Julián Torres «mientras conversaban con un grupo de cigarreras»99 durante la llamada al paro
en la Fábrica de Tabacos de Madrid, y el seguimiento masivo de la convocatoria en toda la
industria (incluida la textil), apenas se menciona de manera notoria la presencia de mujeres
en la movilización. En este contexto de polarización social, y con motivo de la situación
económica y la nefasta gestión política de la misma, ocurren tres rebeliones en 1917: el reto
pretoriano, la rebelión burguesa y la revolución proletaria100. Aunque es de nuestro interés
esta última, las dos anteriores ejercieron una importante inuencia en la convocatoria de la
huelga de agosto dado que se produjeron en los meses de junio y julio, respectivamente, y
estimularon la idea de que en España se estaba produciendo un momento político similar al
de Rusia antes de la Revolución de febrero-marzo de ese mismo año, dado que:
96. Extraído de C. Langa Nuño, “La guerra llega a Andalucía. La combatividad de la prensa andaluza”,
Andalucía en la historia, Centro de Estudios Andaluces, 45, 2014, 36-40, 40.
97. R. Cruz, Protestar en España… op. cit., 44.
98. El País, 19-12-1916, año XXX, 10678, 1.
99. El País, 19-12-1916, año XXX, 10678, 1.
100. J. A. Lacomba Abellán, “España en 1917. Ensayo morfológico de una crisis histórica”, Saitabi, 18,
1968, 145-162; J. Romero Salvadó, “«España no era Rusia». La revolución española de 1917: anatomía de un
fracaso”, Hispania Nova, 15, 2016, 416-442, 418.
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Si en Rusia habían echado al zar, ¿por qué aquí no podía temblar el monarca? Los reformistas,
cuya vieja lealtad republicana reverdecía, diseñaban con sus compañeros radicales y con los so-
cialistas un gobierno provisional que, aupado por una huelga, alumbrase un nuevo parlamento
para elaborar otra constitución.101
De hecho, tanto UGT y CNT como los partidos de la CRS aclamaron la «revolución
liberadora […] contra los germanólos y los tiranos»102 realizada en Rusia, que contribuyó,
primero, a la escenicación en Madrid de un maniesto conjunto el 27 de marzo de 1917,
inspirado tanto en el éxito del ejemplo ruso como en la exhibición de músculo en la pasada
huelga de diciembre. Entre los rmantes del maniesto sólo habría una mujer, la socialista
Virginia González Polo, y ninguna anarcosindicalista a pesar de las consignas igualitaristas
de la CNT. Asimismo, el contenido del mismo estaría volcado en la visión de una «metafísica
de la unidad»103 en la proclama revolucionaria de que:
El proletariado organizado ha llegado así al convencimiento de la necesidad de la unicación de
sus fuerzas en una lucha común contra los amparadores de la explotación erigida en sistema de
Gobierno. Y respondiendo á [sic] este convencimiento, los representantes de la Unión General
de Trabajadores y, los de la Confederación Nacional del Trabajo, han acordado por unanimidad:
[…] que el proletariado español emplee la huelga general, sin plazo denido de terminación,
como el arma más poderosa que posee para reivindicar sus derechos. […] á [sic] partir de este
momento, sin interrumpir, su acción constante, de reivindicaciones sociales, los organismos
proletarios, de acuerdo con sus elementos directivos, procederán á [sic] la adopción de todas
aquellas medidas que consideren adecuadas al éxito de la huelga general, hallándose preparados
para el momento en que haya de comenzar este movimiento.104
Posteriormente, en un masivo mitin en el Retiro el 27 de mayo de 1917, en el que es-
tuvieron presentes personalidades como Alejandro Lerroux y Miguel de Unamuno, «palpitó
el mismo sentimiento de dignidad nacional, de amor a la causa de los aliados, de armación
revolucionaria»105, advirtiendo a Alfonso XIII de su posible destino, pudiendo ser similar al
101. R. Villares y J. Moreno Luzón, “Restauración…”, op. cit., 447.
102. El País, 17-3-1917, año XXXI, 10764, 1. A pesar de que Rusia pertenecía a la Alianza de la Triple En-
tente, los sectores progresistas en España identicaban el zarismo con el modelo autoritario y conservador
de Alemania.
103. Esta es la creencia de un sujeto homogéneo y único como protagonista de la historia, sin contradic-
ciones de ningún tipo y en coherencia consigo mismo. J. Lago, “El problema del sujeto. ¿Abolir el poder o
tomarlo?”, en C. Serra, Hegemonía y Feminismo, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, Facultad de
Filosofía, 26 de febrero, 2018.
104. J. Gómez Osorio, M. Suárez, S. Seguí, Á. Pestaña, Á. Lacort, J. Barceló, V. Sánchez, P. Cabo, M. Lla-
neza, I. Acevedo, R. Cabello, L. Lavín, F. García, F. Largo Caballero, V. Barrio, D. Anguiano, J. Besteiro, A.
Saborit, E. Torralva, M. Aragonés, M. Cordero, V. González y J. Maeso, “El Maniesto del proletariado”, en
El País, 28-3-1917, año XXXI, 10775, 1.
105. El País, 28-5-1917, año XXXI, 10838, 1.
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del zar Nicolás II. No obstante, en dicho «repertorio cosmopolita» no se testimonia la presen-
cia o inuencia de mujeres militantes, algo notorio dada su presencia en campañas anteriores
como las de 1910 o 1913. De hecho, en el listado de banderas que El País avista en el mitin no
se registra la de la Agrupación Femenina Socialista de Madrid o la de cualquier otro colectivo
femenino notable. Llegados a este punto, los acontecimientos que condujeron a la huelga del
13 de agosto se tornan complejos y acelerados debido a la oscuridad informativa instaurada
por la aplicación de la «censura previa» y una interpretación estricta de la Ley de Jurisdiccio-
nes, que contenía la posibilidad de la suspensión de la garantía constitucional de la libertad
de prensa por «delitos contra la patria»106. Esta aplicación de la censura, que se intensicó tras
la publicación de El Maniesto del Proletariado de la UGT y la CNT, se endureció tras la caída
del gabinete liberal de Manuel García Prieto y su sustitución por el conservador Eduardo
Dato bajo la amenaza de golpe de Estado de las Juntas de Defensa del Arma de Infantería107.
En este delicado contexto, Dato dictaminó por Real Decreto la completa suspensión de ga-
rantías el 25 de junio de 1917 para evitar arengas dirigidas al ejército o exaltaciones relacio-
nadas con la Gran Guerra en Europa. Esta suspensión incluía la prohibición de comentar en
prensa cualquier mitin o huelga que se produjera, lo cual nos oculta parte de la información
relativa a los precedentes de la huelga. De este modo, el régimen de la Restauración, que veía
peligrar su continuidad, cortaba de raíz cualquier posible llamamiento público a la revuelta
o a la polarización ideológica, aunque los órganos de prensa interna de cada partido o sin-
dicato siguieron funcionando bajo consignas propagandísticas más que informativas108. Esto
trajo consecuencias en la calidad de la información relativa a los sucesos de los días 13 y 18
de agosto, puesto que, además, medios como El País o El Poble Català secundaron la huelga,
por lo que no publicaron ningún número hasta el día 20 de agosto.
De este modo, y al calor de la desobediencia parlamentaria de la burguesía catalanista
de la Lliga Regionalista el 19 de julio, y la declaración del estado de excepción contra los
huelguistas de la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España (CCHNE) en
Valencia, el PSOE y la UGT llamaron a una huelga revolucionaria y solidaria, de cara a la
apertura de un nuevo régimen político de corte republicano109.
106. J. A. del Valle, “La censura gubernativa de prensa en España (1914-1931)”, Revista de Estudios Políti-
cos (Nueva Época), 21, 1982, 73-126.
107. Según Ángel Bahamonde cabe tener presente que la rebelión militar de 1917 fue, ante todo un mo-
vimiento corporativista que, sin verdadero afán de cambio político, hizo «ruido de sables» para lograr sus
objetivos tal y como nalmente ocurrió con el apoyo de Alfonso XIII a dicho movimiento. Á. Bahamonde
Magro, “La crisis militar. La rebelión corporativa de las Juntas de Defensa”, en E. González Calleja (coord.),
Anatomía de una crisis. 1917 y los españoles, Madrid, 2017, 67-136.
108. C. Forcadell Álvarez, “Prensa obrera en la Restauración (II)”, en J. T. Álvarez, Prensa obrera en Ma-
drid. 1855-1936, Madrid, 1987, 252.
109. De acuerdo con una interpretación ortodoxa del marxismo «la república no signica más que la
forma revolucionaria de destrucción de la sociedad burguesa y no su forma conservadora de evolución».
K. Marx, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Madrid, 2015, 56.
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[… ] la armación hecha por el proletariado al demandar como remedio a los males que padece
España un cambio fundamental de régimen político, ha sido corroborada por la actitud que
sucesivamente han ido adoptando importantes organismos nacionales, desde la enérgica ar-
mación de la existencia de las Juntas de Defensa del Arma de Infantería, […], hasta la Asamblea
de Parlamentarios celebrada en Barcelona el día 19 de julio, y la adhesión a las conclusiones
de esa Asamblea de numerosos ayuntamientos, que dan público testimonio de las ansias de
renovación que existen en todo el país. […] El proletariado español se haya decidido a no asistir
ni un momento más pasivamente a este intolerable estado de cosas. […] Pedimos un gobierno
provisional que asuma los poderes ejecutivo y moderador y prepare, previas las modicaciones
imprescindibles en una legislación viciada, la celebración de elecciones sinceras de unas Cortes
Constituyentes.110
Sin embargo, la constitución de dos Comités de Huelga, uno socialista en Madrid y
otro anarcosindicalista en Barcelona, escenicó la falta de coordinación entre el PSOE, la
UGT y la CNT, siendo los objetivos y estrategias de cada comité claramente distintas. Por
un lado, los socialistas aspiraban a un derrocamiento pacíco de la monarquía y el n del
turnismo mediante la apertura de un proceso constituyente. Por otra parte, los anarquistas
se plantearon el derrocamiento violento del Estado y de todas sus instituciones liberales y
conservadoras, tal y como se demostró con la compra de armas y la fabricación de bombas
caseras111. Más adelante, Indalecio Prieto, una de las cabezas más visibles del PSOE, lamen-
taría no haberse sumado a las acciones de la CNT: «¿Se buscaba un cambio de régimen?
¿Sí? Pues un movimiento que persigue tal nalidad hay que acometerlo violentamente y por
sorpresa. En agosto se dieron al Gobierno todas las ventajas imaginables»112. De este modo,
el comienzo de la huelga dirigido desde los partidos y los sindicatos estimuló una importante
presencia de militantes varones en la acción colectiva revolucionaria, según los testimonios
recopilados113, aunque se constata un seguimiento de mujeres obreras, sobre todo en Madrid.
De hecho, como elemento de insigne importancia hay que destacar la presencia de Virginia
González Polo en el Comité de Huelga de la UGT y el PSOE en Madrid114. Asimismo, durante
el comienzo de la huelga el día 13, grupos de mujeres obreras con niños tratan de detener
los tranvías en las llamadas «borricadas». Un repertorio que, en cierto modo, recuerda a las
movilizaciones en Barcelona en la Revolución de julio de 1909 y cuya represión será similar
a la ejecutada en las localidades catalanas:
110. Extraído de J. Aróstegui Sánchez, 2013, Largo Caballero. El tesón y la quimera, Barcelona, 107.
111. F. Romero Salvadó, “«España no era Rusia» …”, op. cit., 429-430.
112. I. Prieto, Selección de artículos (1917-1924). Recuerdos, estampas, siluetas, sombras, Madrid, 2000, 23.
113. J. A. Lacomba Abellán, “España en 1917...”, op. cit., 422; C. Forcadell Álvarez y J. J. Carreras Ares, Par-
lamentarismo y bolchevización: el movimiento obrero español, 1914-1918, Barcelona, 1978; F. Sánchez Pérez,
“La actividad socialista en Madrid y la huelga general de 1917”, en L. E. Otero Carvajal y Á. Bahamonde
Magro (eds.), La sociedad madrileña durante la Restauración: 1876-1931, 1989, 475-492; M. Martorell Lina-
res, “«No fue aquello solamente…»”, op. cit., 36-38.
114. Ó. Hernández Chinarro, “La huelga de 1917 en Madrid”, Historia 2.0: Conocimiento Histórico en
Clave Digital, 3, 6, 2013, 109-131, 120.
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Las mujeres del paseo de Santa Engracia, ellas solas, sin permitir que hombre alguno se reunie-
ra a sus grupos, arrancaron los postes del teléfono y telégrafo cruzándolos sobre las vías de los
tranvías […], tendían a sus hijos sobre los rieles arremetiendo frenéticas de valor á los tranvías,
destrozándolos y haciendo huir a sus conductores y guardianes.115
En lo alto de la calle de Alcalá, desde las de Hermosilla y Goya al puente de las Ventas del Es-
píritu Santo, hubo colisiones; en la Puerta del Sol, para despejarla, menudearon las cargas; en
los Cuatro Caminos, glorietas de Quevedo y Ruiz Jiménez, y calle de Bravo Murillo; llegaron á
funcionar las ametralladoras.116
La radicalidad de las acciones huelguistas en Madrid y Barcelona, así como otras ac-
tuaciones como el sabotaje, apedreamiento y descarrilamiento de trenes en Bilbao por parte
de «muchachos y muchachas de entre 13 y 16 años»117, además de una «auencia masiva»118,
motivaron la inmediata declaración del estado de guerra en toda España. Esto dio lugar a
frecuentes escenas donde las multitudes desarmadas eran acribilladas a pesar de los intentos
de poner el cuerpo de mujeres y niños para mitigar la acción de los soldados. En Barcelona
y Sabadell la represión fue especialmente cruenta dada la presencia de grupos armados de
anarcosindicalistas:
Tiroteos estúpidos y homicidas hechos contra la fuerza pública porque sí; barricadas sin la
menor importancia estratégica, ni defensiva […]; destrozos causados por cañonazos en varios
puntos […] y multitud de muertos y heridos, muchos más de los denunciados en la estadística
ocial, a juzgar por los datos del vecindario y de las familias de las víctimas.119
La inmediata disolución del movimiento huelguístico puso en evidencia la mala estra-
tegia de los gestores revolucionarios, así como la crudeza de un ejército que, a diferencia de
1909, en nada confraternizó con la población obrera. El rasgo más característico de esta es-
casa preparación y debilidad organizativa fue la detención, en Madrid, del Comité de Huelga
al completo el día 14, dándose la paradoja de que Virginia González Polo fue absuelta por
considerarse que hacía «labores de mujer» en el escondite de la calle Desengaño nº 12. Otras
mujeres socialistas fueron detenidas durante disturbios en las calles:
[…] el día catorce […] un numeroso grupo de mujeres estaba apedreando la fábrica de platería
de Urquijo […] en efecto un grupo que no bajaría de quinientas mujeres con algunos hombres
115. Extraído de F. Sánchez Pérez, “La crisis social. Las tres huelgas de agosto”, en E. González Calleja
(coord.), Anatomía de una crisis. 1917 y los españoles, Madrid, 2017, 195-277, 260.
116. El País, 19-8-1917, año XXXI, 10915, 1.
117. F. Sánchez Pérez, “La crisis social…”, op. cit., 275.
118. M. Núñez de Arenas y M. Tuñón de Lara, Historia del movimiento obrero español, 1970, Barcelona,
193.
119. F. Sánchez Pérez, “La crisis social…”, op. cit., 267.
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estaba apedreando la fábrica. Entonces detuvo á quien le capitaneaba que era Teodora Martín
Sangal y á otros. Haciendo aquella violenta resistencia al ser detenida, mandándola después de
muchos esfuerzos con dos guardias á la comisaría de donde pasó a la cárcel.120
Si bien los disturbios, protagonizados por obreros, se prolongaron en Cataluña y Astu-
rias hasta los días 15 y 16 de agosto, con esporádicos motines como el que ocurrió en varias
cárceles el día 18, la revuelta huelguística sería rápidamente sofocada al darse únicamente
en territorios urbanos, donde estaban más enraizados las organizaciones sindicales121. Con
el aplastamiento de la revolución, el régimen de la Restauración consiguió garantizar su per-
vivencia durante unos años más a costa de dotar de más poder a militares y catalanistas,
entrando éstos últimos en los gobiernos de «concentración nacional». De este modo, a pesar
de su fracaso, la Huelga General Revolucionaria de 1917 supuso el toque de gracia en la crisis
abierta del régimen monárquico dada la evidencia de una progresiva pérdida de su control y
legitimidad entre diferentes grupos sociales122.
Conclusiones
A lo largo de este artículo se ha tratado de exponer el grado de relevancia de la acción co-
lectiva revolucionaria femenina, tanto en la Revolución de julio de 1909 como en la Huelga
General Revolucionaria de 1917. Paralelamente, se ha buscado y explorado el hilo conector
entre ambos eventos, centrándonos en el activismo de las mujeres obreras entre 1909 y 1917.
Aparentemente no parecería existir tal conexión, ya que los testimonios que se han ido ex-
poniendo describirían situaciones de diferente naturaleza política vinculados a los motivos
de cada movilización: la primera radicaría en el rechazo a la guerra, y la segunda estaría fun-
damentada en las demandas de justicia social y contra la carestía. Asimismo, vemos que las
protagonistas de cada acción colectiva revolucionaria son distintas. Por una parte, la rebelión
popular espontánea de la Semana Trágica en Barcelona fue comandada por mujeres, tanto sin
aliación política clara, como por activistas radicales y anarcosindicalistas, sin apenas contar
con el respaldo de organizaciones obreras y antidinásticas como el PSOE. Por otra parte, la
desastrosa huelga de 1917 fue mayoritariamente impulsada por hombres de los cuadros del
PSOE, la UGT y la CNT, a pesar de que las mujeres obreras fueran un actor fundamental en
el inicio e inmediata radicalización de la huelga en ciudades como Madrid. Esta notoria dife-
rencia entre los sucesos de 1909 y 1917, apenas separados por ocho años, revela una serie de
elementos interesantes a la hora de estudiar la evolución de la acción colectiva de las mujeres
en España. En primer lugar, se puede apreciar que las organizaciones socialistas, republicanas
y anarquistas tienden a buscar la incorporación masiva de mujeres obreras en sus respectivas
120. Extraído de M. del Moral Vargas, Acción colectiva femenina…, op. cit., 253.
121. C. Forcadell Álvarez, “De la huelga general al golpe militar: el protagonismo sindical en la crisis de
1917 a 1923”, Historia 16, 201, 1993, 20-28.
122. J. A. Lacomba Abellán, “España, 1917: la Crisis de Agosto. Hundimiento del artilugio canovista”,
Historia 16, 16, 1977, 65-71; F. Romero Salvadó, “«España no era Rusia» …”, op. cit., 439-441.
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organizaciones tras la revolución de 1909. La fundación de la CNT, la campaña electoral de
mayo de 1910 o la posterior campaña contra la guerra o contra la Iglesia son claros ejemplos
de cómo se trata de hacer bandera e instrumentalización de la acción colectiva femenina
en distintos espacios de conicto social. En segundo lugar, la disputa entre activistas y la
ruptura de vínculos entre mujeres pareciera ser otra tendencia destacable dada la creciente
competición de las organizaciones por incorporar nuevas militantes. El ejemplo más claro se
da en los desencuentros entre radicales y socialistas debido a situaciones de doble militancia
o estrategia política. Otro ejemplo sería la notoria ausencia de mujeres anarcosindicalistas en
los grandes debates teóricos que comienzan a tener lugar tras los sucesos de 1909. Asimismo,
antes de la huelga de 1917, se puede apreciar que en ciudades industriales como Barcelona se
mantuvo un desencuentro entre organizaciones obreras y mujeres durante distintas huelgas.
Esto invita a reexionar sobre qué ocurrió con las líderes de la rebelión popular de 1909,
dónde se encontraban en 1917 y por qué no aparecen como referentes visibles entre aquellas
masas de mujeres que, muy posiblemente, contaban con el recuerdo de los eventos de 1909.
En este sentido, sería interesante indagar en las trayectorias biográcas de Teresa Claramunt,
Mercedes Monje Alcázar, Carmen Alauch y Juana Ardiaca con el objetivo de indagar en esta
cuestión e intentar despejar algunas lagunas que aún quedan por despejar. Finalmente, y
como posible pregunta abierta para una futura discusión, sería interesante investigar el gra-
do en el que las organizaciones políticas y sindicales progresistas constriñeron la posibilidad
de una movilización mayor de las mujeres durante 1917 en toda España, dado que la huelga
fue mayormente protagonizada por obreros de la industria. La importancia en el abordaje
de esta cuestión vendría respaldada por un importante incremento de una acción colectiva
revolucionaria y autónoma de las mujeres durante el Trienio Bolchevique, sobre todo en 1918
con motines e insurrecciones populares exclusivamente protagonizados por mujeres obreras,
como la «Rebelión de las faeneras» en Málaga, la Revolta das Pedradas en A Coruña o la Gue-
rra de Consumos en Barcelona123.
123. L. Golden, “e Women in command: the Barcelona Women’s Consumer War of 1918”, UCLA His-
torical Journal, 6, 1985, 5-32; M. D. Ramos, “Crisis de subsistencia y conictividad social en Málaga: los
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Monográco ¿Sin mujeres no hay revolución?
Revista de historiografía 31, 2019, pp. 89-114