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Mesa Temática 6: Configuraciones y reconfiguraciones del espacio geográfico
208
ISBN: 978-987-4450-07-4
Territorialización y reterritorialización de las actividades
agropecuarias en el Chaco
reemplazo por exóticas, la muerte,
degradación o emigración de la fau-
na, la ruptura de cadenas simbióti-
cas, innumerables cambios físicos y
químicos en la cubierta edáca y la
generación de nuevos procesos (mu-
chos de ellos negativos) como la ero-
sión, la salinización, el agotamiento y
la lixiviación de los suelos.
Un espacio agrícola a secano es
siempre un sistema simplicado en
comparación con los ecosistemas
que lo precedieron. La ganadería
también modica las condiciones
naturales, aunque el impacto que
produce puede variar según el tipo
de explotación, el manejo y la car-
ga de animales que se dispone: por
ejemplo, reemplazar el pastizal por
pasturas o llevar a cabo un sistema
silvopastoril tiene efectos más seve-
ros que una práctica ganadera ex-
tensiva en abras y montes.
El bosque chaqueño comenzó a
evidenciar cambios notables en su
sonomía a poco de iniciarse el siglo
XX, con la irrupción de las fábricas
de tanino. La agricultura se hizo
presente con la llegada de los inmi-
grantes italianos en 1878 en la Colo-
nia Resistencia, pero recién cobraría
visibilidad en la segunda década de
esa centuria a medida que la pobla-
ción penetraba en las tierras interio-
Dante Edin Cuadra
UNNE
dantecuadra@yahoo.com
Transformaciones en el paisaje
chaqueño y sus causas
La agricultura es una actividad
económica primaria que modica
las condiciones naturales preexis-
tentes para dar lugar a paisajes ar-
ticiales, humanizados o culturales.
De esa manera, ecosistemas como
bosques, parques, sabanas, praderas
y estepas son suplantados por siste-
mas de cultivos, con efectos directos
sobre la biodiversidad, los suelos y el
ambiente en general, incluidos –por
supuesto- los grupos humanos allí
presentes. Las tierras de cultivo, ge-
neralmente, conllevan la eliminación
de las especies vegetales nativas y su
AUTORESRESUMEN
El objetivo del presente trabajo es analizar las transformaciones observadas en el paisaje agrario del Chaco, resul-
tantes de cambios de modelos productivos que responden a factores y procesos desencadenados a escala global,
nacional, regional y local.
La metodología ha incluido el relevamiento, sistematización y lectura de la bibliografía accesible sobre el tema, el
análisis de datos referidos al territorio (indicadores demográcos, económicos y sociales, de producción agrope-
cuaria y forestal) y, asimismo, de normativas y decisiones políticas y empresariales que han tenido impacto geo-
gráco en la provincia y en la región. Herramientas como las imágenes satelitales, mapas generados por Sistemas
de Información Geográca, fotografías de supercie y recorridos por distintos sitios de la provincia, han aportado
información cualitativa que enriquecieron la investigación.
Los resultados ponen en evidencia que, en el Chaco, se han desarrollado dos modelos de organización del espacio
rural: el primero, “modelo minifundista monocultural”, empezó a gestarse en la segunda década del siglo XX e
inició su decadencia en 1960 y, el segundo, “modelo tecno-productivo”, hizo eclosión en la década de 1990 y con-
tinúa su faz expansiva. Cada modelo ha estado sostenido por su respectivo paradigma, reconociéndose un período
intermedio, de crisis y bonanzas (caracterizado por momentos y espacios de coexistencia y de alternancia de ambos
modelos, con creciente imposición del segundo). Esta transición se desplegó entre 1960 y nes de los ´90: en esas
(casi) cuatro décadas y en las que siguieron, el Chaco vio perder gran parte de su población rural, se desprendió de
una importante cultura de producción familiar, se deshizo de grandes coberturas forestales, cambió su escala de
producción, introdujo la mecanización y la tecnología y reemplazó a los pequeños propietarios-productores por
grandes emprendedores y empresas del agro, muchos de ellos provenientes de otros puntos del país. Este proceso,
con nuevas lógicas de organización y producción, implicó notables cambios ambientales, demográcos y económi-
cos y, a la vez, la territorialización y reterritorialización de su producción agropecuaria.
Eloy Montes Galbán
UNLU-CONICET
Juan Ariel Insaurralde
UNaM-CONICET
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res por impulso del ferrocarril. En
las décadas de 1920 y 1930 se crea-
ron numerosas cooperativas agrí-
colas y agropecuarias en distintos
puntos del Chaco, promovidas por
el Estado nacional, produciéndose el
apogeo de la producción algodonera
entre 1930 y 1960, verdadero frente
agrícola que logró constituir varias
cuencas productivas en el Territorio
Nacional, cuya provincialización se
efectivizó en 1951.
Dichas cuencas tenían por ca-
beceras a Resistencia, Sáenz Pe-
ña-Quitilipi, General San Martín,
Las Breñas-Charata y Villa Angela.
(Bruniard, 1979: 77) El Chaco pasó
de tener 20 000 ha de algodón en
1920 a 117 105 ha en 1930 y 460 000
ha en 1960. (Manoilo, 2005: 87)
Los cosecheros, la mayoría de ellos
procedentes de las provincias de Co-
rrientes y de Santiago del Estero, po-
blaron con ímpetu los campos cha-
queños, inuyendo decididamente
en el crecimiento demográco del
territorio, que pasó de tener 46 274
habitantes en 1914 a 430 555 en 1947
y 566 613 en 1960.
Luego de la crisis algodonera
de la década de 1960, se desató una
fuerte emigración rural en el Chaco,
iniciándose el proceso de “pampe-
anización” (expansión de cultivos
como el girasol, maíz, sorgo y trigo
y, también, de la actividad ganadera
vacuna), actividades que no generan
gran atracción, ni retención de la po-
blación rural.
A partir del último cuarto del
siglo XX se advierte una intensa de-
forestación en el suroeste chaqueño
con el propósito de desarrollar una
agricultura mecanizada, tanto de al-
godón como de cereales y oleagino-
sas. Esta fue la base necesaria que
propició la gran expansión de la soja
al nal de la década de 1990 en ese
sector de la provincia.
El contexto global, caracterizado
por un signicativo incremento de
la población mundial, la intensica-
ción del consumo y el gran desarro-
llo tecnológico e industrial, aumen-
taron las demandas de productos
agrícolas, de modo que los ecosis-
temas cuyos suelos poseen aptitud
para las actividades agropecuarias
vienen sufriendo una fuerte presión,
a la vez que se han generado nuevas
formas de producción capaces de
elevar el rendimiento de las tierras
disponibles y de las que aún se pue-
den anexar.
“Actualmente el paisaje cen-
tro norteño (del país) está
moldeado por una serie de
elementos que son el reejo de
lo que el colectivo de la socie-
dad llama el efecto soja: cen-
tros de distribución, plantas
de acopio, transportistas, co-
mercios destinadosa la oferta
de agroquímicos y modernas
maquinarias son algunos de
los elementos más destaca-
dos de la sonomía agríco-
la...explica este fenómeno...
el crecimiento de la demanda
internacional y los elevados
valores de los precios por el
grano y sus derivados, como
el aceite de soja”. (Rivas y Ro-
dríguez, 2009: 6)
Las transformaciones operadas
en el territorio están vinculadas a
los cambios de modelos productivos,
que responden a factores cuya escala
puede ser global, nacional, regional
o local e, inclusive, multiescalar. Ha-
ciendo un breve esbozo histórico, se
advierte que hacia 1930, tras la crisis
sufrida por el mercado internacional,
Argentina se decidía a encarar el pro-
ceso de sustitución de las importa-
ciones, entre ellas la de los productos
textiles. Años antes se había produci-
do la grave caída de la producción de
bra de algodón en Estados Unidos,
como resultado de la plaga del picu-
do, lo que elevó considerablemente el
precio del producto. Durante la presi-
dencia de Marcelo T. de Alvear (1922-
1928), el ministro de Agricultura de
la Nación, Tomás Le Breton, alentó
la siembra de algodón en el Chaco y
promovió la constitución de coope-
rativas agrícolas, convirtiéndose esta
actividad en el motor dinamizador de
la economía y del poblamiento du-
rante tres décadas.
Con la crisis algodonera de los
años ´60 se produjo un brusco des-
poblamiento del campo, ya que las
nuevas actividades, como el cultivo
de girasol, maíz, trigo y sorgo o la ga-
nadería vacuna, no eran demandan-
tes de mano de obra suciente como
para detener esa sangría.
En los años ´90 se observa un
gran incremento de la supercie
sembrada, de las existencias bovinas
y de la extracción de maderas del
bosque nativo chaqueño; al nal de
la década irrumpe con fuerza la pro-
ducción sojera, para mantener su
dominio en los inicios del siglo XXI
en un contexto internacional muy
favorable para la leguminosa, en-
cabezado por China como principal
demandante. Al respecto, es intere-
sante la visión de algunos especialis-
tas sobre el tema:
“En las dos últimas décadas,
las transformaciones agríco-
las, no solo en la Ar gentina
sino en buena parte del mun-
do, han generado un cambio
tecnoló gico sin precedentes en
el campo agronómico, biotec-
nológico y económico sectorial.
No obstante, el nuevo modelo
agropecuario plantea interro-
gantes acerca de sus efectos
ecológicos, que están contri-
buyendo a cambiar la faz y la
sustentabilidad ambiental del
globo”. (Pengue, 2016: 83)
“El gran salto adelante de
las últimas dos décadas fue
resultado de la combinación
de incrementos de produc-
tividad y expansión sobre
nuevas tierras, hechos posi-
bles por la incorporación de
nuevas tecnologías como la
siembra directa (es decir, sin
arado ni labranza) y las se-
millas transgénicas. Gracias
a la veloz adaptación de estos
desarrollos tecnológicos, las
empresas agrícolas argenti-
nas se colocaron cerca de la
frontera internacional en la
materia, y lograron expan-
dirse sobre nichos ecológicos
más hostiles. Estos avances
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tuvieron su punta de lanza en
la formación de nuevos tipos
de empresas, de mayor esca-
la, más ecientes y rentables,
que ganaron espacio a costa
de las formas familiares de
organización de la produc-
ción”. (Campi, 2008 citada en
Hora, 2010: 98).
“El ´Consenso de los Commo-
dities` subraya el ingreso de
América Latina en un nuevo
orden económico y políti-
co-ideológico, sostenido por
el boom de los precios inter-
nacionales de las materias
primas y los bienes de con-
sumo demandados cada vez
más por los países centrales
y las potencias emergentes”.
(Svampa, 2013: 30)
Modelos de organización del
espacio rural
Las formas, disposiciones y con-
guraciones del espacio rural no
siempre son aleatorias, casuales, cir-
cunstanciales o resultantes de una
sociedad, cultura e historia local, sino
que responden a concepciones y de-
cisiones cargadas ideológicamente
e impregnadas de intencionalidades
políticas cuya gestación suele tras-
cender la escala geográca de ese
espacio rural. De Jong ha demostra-
do cómo ciertas regiones han estado
circunscriptas al carácter global del
sistema capitalista, como la Patagó-
nica por ejemplo, al conformar una
producción lanera totalmente de-
pendiente de la demanda internacio-
nal durante gran parte del siglo XX.
(2001: 141-142) Estos espacios su-
bordinados a los dictados del sistema
geopolítico mundial han proliferado
desde las últimas décadas del siglo
XX y, América Latina, muestra con
total claridad este proceso de cambio,
digitado fronteras afuera.
El modelo minifundista
monocultural en el Chaco
Empezó a gestarse en la segunda
década del siglo XX e inició su deca-
dencia en 1960. Miranda llamó a este
período el “ciclo del algodón” (2005:
229), que se desarrolló bajo el paradig-
ma de un Estado nacional promotor
de la demanda, orientada al consumo
industrial interno radicado en Buenos
Aires y en otras provincias con siste-
mas de promoción. Ello implicaba la
existencia de precios sostén implemen-
tados por el Estado, a los efectos de
sostener los volúmenes de producción
en las sucesivas campañas. El modelo
se estructuró sobre la base del minifun-
dio, con escasa o nula mecanización y
un carácter familiar de la producción
(pequeñas explotaciones, casi siempre
por debajo de las 25 ha). Esta moda-
lidad constituyó un verdadero frente
agrícola que, desde el área ribereña,
avanzó hacia el centro y suroeste del
Chaco abriendo los montes e incorpo-
rando población (productores, carpi-
dores y cosecheros).
Dadas las condiciones naturales
(climáticas, topográcas, hídricas
y edácas), las explotaciones del
oriente chaqueño rondaban, en pro-
medio, las 10 ha por productor, cifra
que lograba duplicarse en la planicie
central y triplicarse en el centro su-
roeste. (Bruniard, 1979) Aparte de
los campos labrados en medio de la
foresta, se insertaron en el paisaje
rural las casonas y galpones de los
productores, los ranchos de los cose-
cheros, alambrados, herramientas,
animales, carros, volantas, jardi-
neras y sulkys y, en algunos casos,
el tractor. En tanto, en los pueblos,
las cooperativas no solo acopiaban
y desmotaban la bra (que apilada
en fardos se transportaba hacia las
áreas industriales), sino que desem-
peñaban un rol relevante en el tejido
social incorporando mano de obra,
otorgando semillas y créditos a sus
socios, organizando grupos juveniles
agrarios, promoviendo exposiciones
o participando en la vida social y de-
portiva de esas poblaciones.
La expansión algodonera en esa
época llegó a presentar caracteres
monoculturales (en algunos lugares
constituía el 90% del área cultiva-
da), es decir, que le otorgó homo-
geneidad al paisaje chaqueño, cuya
sonomía se conformaba de algodo-
nales y montes, aunque este último
se degradaba con el paso de los años
a raíz de la demanda de maderas.
Las décadas de 1940 y 1950 fue-
ron las más fructíferas, aunque no
estuvieron exentas de problemas,
como los meteorológicos (prolon-
gadas sequías, lluvias en exceso y
granizo), las plagas, la inación mo-
netaria y los precios de la bra, que
en algunos años no se presentaban
atractivos. “…los altibajos produc-
tivos y situaciones de crisis por las
que atravesaron los cultivos indus-
triales, ya avizoraban la necesidad
de una reconversión productiva en
gran parte de la región”. (Rivas y
Rodríguez, 2009: 7)
En la década de 1960 se produjo
una sobreoferta de bra de algodón
con fuerte impacto sobre los precios
en el mercado nacional; desafortuna-
damente, la escasa calidad de la bra
no propiciaba su colocación en el ex-
terior y, además, se agregó la compe-
tencia por parte de las bras sintéti-
cas que eclosionaron en el mercado.
La explotación forestal, entre
1930 y 1960, mostró grandes oscila-
ciones, pero en promedio las extrac-
ciones de maderas se hallaban en
torno a las 700 000 tn, con algunos
años apenas por arriba de 400 000 tn
y, otros, acercándose o superando las
900 000 tn. La producción de tanino
fue signicativa en los años ´30, ´40
y primera mitad de los ´50 , a veces
superando las 200 000 tn anuales,
pero a partir de ese momento la acti-
vidad iniciaría su decadencia.
La actividad ganadera bovina,
desarrollada en áreas no cultivables,
sobre campos más amplios, muchos
de ellos en bajos y montes, lograba
incrementar sus existencias entre
1930 y la segunda mitad de la década
de 1940 (desde unas 900 000 a cerca
de 1 400 000 cabezas), pero durante
la época oreciente del algodón (años
´40 y ´50), redujo sus stocks a cifras
inferiores a 1 200 000 vacunos.
La transición entre los dos
modelos
Entre la segunda mitad de la
década de 1960 y nes de los años
´90 se puede advertir la aparición
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de algunos cambios: el modelo mini-
fundista monoproductivo comenzó
a padecer complicaciones, al tiempo
que emergía un nuevo modelo vin-
culado con las prácticas mecaniza-
das, orientado a explotaciones más
grandes y a un mercado con posibi-
lidades de trascender las fronteras
nacionales. Fue un período inter-
medio, de crisis y bonanzas (carac-
terizado por momentos y espacios
de coexistencia y de alternancia de
ambos modelos, con creciente impo-
sición del segundo).
A partir de 1976 la apertura de
las importaciones, que impulsó el
gobierno de facto, impactó negati-
vamente en la industria textil, asi-
mismo se inició un fuerte proceso de
desmontes en el suroeste provincial
y se decidió avanzar sobre el Impe-
netrable con la creación de la loca-
lidad de Fuerte Esperanza en 1978,
como ícono de la llamada Campaña
del Oeste, que se proponía colonizar
y extender la frontera agropecuaria
y forestal hacia el noroeste. El Cha-
co, en esta etapa, comenzó a sufrir
la pérdida de gran parte de su po-
blación rural, el desprendimiento de
una valiosa cultura de producción fa-
miliar, la eliminación de grandes su-
percies forestales y el cambio en su
escala de producción, introduciendo
la mecanización y la tecnología que
obligó al reemplazó de los pequeños
propietarios-productores por em-
prendedores con mayor solvencia
económica y empresas del agro, mu-
chos de ellos provenientes de otros
puntos del país. Este proceso alentó
la reducción del número de explota-
ciones y favoreció la concentración
de la tierra en menos personas.
El endeudamiento y la descapi-
talización de los productores agrí-
colas pequeños e, incluso, medianos
fue el común denominador luego
de 1960. “A partir de la década de
1970, la producción de algodón en
la Provincia del Chaco −principal
referente nacional del cultivo− su-
fre cambios que van modicando
en forma paulatina la estructura de
vida de los agentes históricamente
vinculados a dicha producción, en
especial de los trabajadores y los
minifundistas hoy, prácticamente,
excluidos del proceso productivo”.
(García, 2007: 111)
El Chaco, en la década de 1970,
vio el colapso de su estructura pro-
ductiva: las pequeñas explotacio-
nes ya no eran rentables y, tanto
chacareros como braceros debieron
buscar nuevos rumbos en pueblos y
ciudades, al tiempo que la mayoría
de las cooperativas y acopiadores
quebraban o restringían su activi-
dad. Las industrias, tanto textiles
como aceiteras y sus sectores cone-
xos (transportes y otros servicios),
paraban al quedar marginadas de las
políticas de promoción que el Esta-
do nacional decidió radicar en otras
provincias, fuera de esta región.
Mientras tanto, la ganadería, des-
de 1960 hasta mediados de la década
siguiente experimentó un crecimien-
to (desde 1 100 000 hasta un registro
cercano a 1 600 000 cabezas), cifra
que se estabilizó hasta la segunda mi-
tad de los ´80, cuando inició un no-
table crecimiento. Paralelamente, la
explotación forestal no mostró gran-
des diferencias con respecto a las dé-
cadas anteriores y, recién a comien-
zos de los años ´80, sufrió una caída
de la producción que logró revertirse
a partir de los ´90.
La homogeneidad paisajística
del espacio chaqueño, evidenciada
por los algodonales y los montes, co-
menzaba a perderse en esta etapa de
transición: muchas chacras daban
paso a otros cultivos o se destinaban
a la ganadería, como un anticipo de
la reterritorialización que se gesta-
ba y, con ello, la estructuración de
nuevas dinámicas, organizaciones y
conguraciones geográcas.
“...el tejido socioproductivo
comienza a desintegrarse;
la sociedad empieza a frag-
mentarse, los sectores más
vulnerables quedan imposi-
bilitados de continuar con su
estrategia de subsistencia y
se ven expulsados del área de
cultivo...” (García, 2007:114)
Solo los productores poseedores
de supercies cultivables más am-
plias o de aquéllos con capacidad
económica para adquirir o arrendar
más tierras, tenían posibilidades de
permanecer en el nuevo esquema
productivo.
El modelo tecno-productivo
“Mientras Argentina incor-
poraba y promovía la adop-
ción de nuevas tecnolo gías
(granos, agroquímicos, ma-
quinarias para siembra di-
recta, pulverizado ras), el país
perdía tres establecimientos
agropecuarios por día (1996
a 2003), hecho que cambió
con el viraje de los precios in-
ternacionales a principios del
siglo XXI (2003 a 2012). Esta
situación, a su vez, permitió
un proceso de recuperación
de los agricultores medianos
y grandes que habían sobre-
vivido a la crisis del sector.”
(Pengue, 2016: 84)
Entre los cambios más nota-
bles de la estructura productiva de
la provincia del Chaco, desde me-
diados de la década de 1980 al pre-
sente, se pueden señalar: en primer
lugar, se duplicó el volumen de ex-
tracción de maderas del bosque na-
tivo, que pasó de 600 000 a más de
1 200 000 tn anuales en promedio;
en segundo lugar, la supercie des-
tinada a la agricultura se incrementó
notablemente, pasando de 700 000
a 1 600 000 ha (más del doble), asis-
tiéndose a una tendencia declinante
del cultivo del algodón en favor de la
siembra de soja desde nales de los
años ´90; en tercer lugar, se advierte
el gran impulso cobrado por la acti-
vidad ganadera bovina, sobre todo
extensiva, con un considerable au-
mento de las existencias ganaderas:
de 1 600 000 a 2 700 000 cabezas
(incremento equivalente al 70%).
Estos valores genéricos son in-
dicativos, por sí mismos, del proce-
so que ha venido desarrollándose
en el Chaco en las últimas décadas,
caracterizado por el avance del fren-
te agropecuario sobre tierras fores-
tales, fenómeno que adquirió gran
magnitud en la provincia durante los
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´90 y que se profundizó a principios
del presente siglo.
“El cambio tecnológico en el
agro argentino se produjo a
partir de la década de 1990
con la llegada no solo del
paquete tecnológico, sino de
una nueva lógica empresa-
ria vinculada a la siembra
directa. Pero los impactos
más im portantes comenza-
ron a producirse más allá de
la mitad de esa década, con
el ingreso de los cultivos ge-
néticamente modicados,... el
herbicida glifosato y el ma-
nejo tecnológi co asociado”.
(Pengue, 2016: 84)
Se habla, en consecuencia, de
una nueva ruralidad generada y
potenciada, en un contexto de glo-
balización, por un sistema de esca-
la supranacional que se “redica”
(se edica en red) y que induce al
aumento de la productividad y a la
reorganización de las estructuras
productivas, garantizando una alta
cotización para los productos y, al
mismo tiempo, una gran demanda.
El “...actual modelo de alta
competitividad que apuesta
a la soja... se caracteriza por
tres aspectos fundamentales:
1) se basa en el aprovecha-
miento de las ventajas del
mercado internacional −que
lleva a un proceso extensivo
del cultivo de soja..., descui-
dando otras necesidades de
la economía local, como la
provisión de materia prima
a la industria textil y deriva-
das; 2) la producción de soja
requiere escasa mano de obra
y lleva al consecuente despo-
blamiento del área rural, con
sus secuelas de desempleo,
pobreza, desarraigo cultural
y exclusión social, aspectos
que este modelo no tiene en
cuenta; y 3) este modelo se
sustenta en una concentra-
ción de la tierra productiva
en pocas grandes corporacio-
nes de productores altamente
tecnicados que, por factores
de competitividad, pueden
absorber a los pequeños y
medianos productores empo-
brecidos”. (García, 2007: 112)
La concentración de la tierra
productiva en el Chaco, queda ree-
jada en la disminución de estable-
cimientos agropecuarios (EAPs) a
través de los años: en 1988 eran más
de 21 000 y en 2008 no llegaban a
16 000, al tiempo que la supercie
de EAPs aumentó de 5,3 millones a
poco más de 6 millones de ha en esos
veinte años.
En el suroeste del Chaco se ob-
serva, con frecuencia, que varios
predios pertenecientes a diferentes
propietarios son arrendados por
una sola empresa. En el límite con
Santiago del Estero, los montes han
sido reemplazados por enormes ex-
tensiones de soja y girasol, el paisaje
agrario se ha uniformizado, pare-
ciéndose a un ámbito pampeano.
Se trata de un modelo que se or-
ganiza “...a partir de decisiones eco-
nómicas externas a su territorio...”
(Campos Mesquita y Lemos Alves,
2013: 12)
“Este orden va consolidando
un estilo de desarrollo neoex-
tractivista que genera venta-
jas comparativas, visibles en
el crecimiento económico, al
tiempo que produce nuevas
asimetrías y conictos socia-
les, económicos, ambientales
y político-culturales”. (Svam-
pa, 2013: 30)
Otra característica asociada al
modelo tecno-productivo es que no
solamente se instaló la modalidad
de alquiler o arrendamiento tem-
porario de las tierras, sino también
la contratación de maquinarias y de
servicios, es decir, una tercerización
de las labores agropecuarias.
“... La consolidación de un
modelo de desarrollo capi-
talista del agro congurado
en torno a la agroindustria
exportadora, impulsando
cultivos de alta rentabilidad,
habilitados para invertir en
el uso intensivo de tecnolo-
gía, fue determinando la in-
serción de los agricultores en
los mercados nacionales e in-
ternacionales, acelerando la
exclusión de la pequeña agri-
cultura”. (Zarrilli, 2010: 170)
Este modelo, que hizo eclosión en
la década de 1990 y continúa su faz
expansiva, es meramente suministra-
dor de materias primas, es decir, que
pone al Chaco en una condición peor
a la del ciclo algodonero, cuando -al
menos- las desmotadoras cumplían
con el primer paso de la industriali-
zación (separación mecánica de las
semillas y de la bra) en las áreas
de producción. De igual modo, la
explotación del quebracho colorado
emplazó las fábricas de tanino en las
provincias donde se hallaba el recur-
so, ofreciendo empleo y generando
valor agregado en el lugar. Por esta
razón, se entiende que existe una re-
primarización de la economía, adap-
tada al paradigma de un contexto
global que demanda la exportación
de bienes primarios en gran escala.
“El paquete tecnológico inte-
grado por la soja transgénica,
la siembra directa y su sistema
de herbicidas es el mascarón
de proa de un fuerte proceso
agroindustrial que desplaza
las actividades agropecuarias,
las concentra en cada vez me-
nos producciones, promueve
un permanente aumento de
escala y prioriza, en función de
los precios globales, muy po-
cos commodities, como la soja
y el maíz. Además, la produc-
ción de biomasa con distintos
nes (alimentos, forrajeros,
biocombustibles, biomateria-
les) ha desplazado la produc-
ción con nes alimenticios,
con efectos negativos sobre la
seguridad y la soberanía ali-
mentarias”. (Pengue, 2016: 83)
Un aspecto para reexionar res-
pecto del modelo es que, unas pocas
empresas transnacionales se han
apropiado del mercado de los agro-
químicos y de las semillas transgéni-
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cas (grupos biotecnológicos concen-
trados), las cuales elevan los precios
aprovechando la dependencia que de
tales insumos tienen los productores.
Argentina se halla a las puertas
de aprobar una nueva ley de semi-
llas, tras varios años de insistencias
del sector privado y de reclamos
de organismos estatales como el
INTA, lo que implicará pagar por
biotecnología, es decir, que los en-
tes generadores de innovaciones
cobrarán regalías y los avances es-
tarán rápidamente a disposición de
los productores. Los agricultores de
Argentina acordaron con empresas
productoras de semillas transgéni-
cas el pago de regalías por el uso de
simientes obtenidas de sus cosechas,
ya que Monsanto decidió en 2016 no
lanzar en el país sus nuevas varie-
dades de soja por la incertidumbre
que existía sobre el marco regulato-
rio. Se trata de una perspectiva que
entiende que el costo del desarrollo
aplicado a las prácticas agrícolas
tiene que ser cubierto por los bene-
ciados y, para ello, debe reconocerse
previamente la respectiva propiedad
intelectual. Lo negativo es que, en
este marco, los productores quedan
cautivos del sistema, es decir, no tie-
nen otra alternativa de provisión de
semillas que las ofrecidas por este
mercado cerrado.
A modo de conclusión:
territorialización,
reterritorialización e
implicaciones del modelo
tecno-productivo en el Chaco
El proceso histórico del Chaco,
en denitiva, es una historia de terri-
torialización y reterritorialización,
de la mano de la explotación forestal
y de la producción agropecuaria.
El centro gravitacional del pro-
ceso extractivo forestal fue despla-
zándose durante el corto pasado del
Chaco: se inició en el sureste con pe-
queños obrajes antes del siglo XX y,
durante gran parte de esta centuria,
las fábricas de tanino se localizaron
en diferentes puntos del oriente, sur
y suroeste, aunque la explotación fo-
restal también se expandía sobre el
centro y norte del territorio. En la
década de 1970 y siguientes se inten-
sicaron los desmontes en el sector
suroeste y, en los últimos años, el
mayor volumen de maderas explota-
do tiene su origen en el área noroc-
cidental. En los años que correspon-
den al siglo XXI, se observa cómo
ese sector de la provincia (verdadero
bastión forestal) ha ido incremen-
tando sus aportes y, en la actualidad,
lo hace con dos tercios del total de
maderas producidas en el Chaco.
Por su parte, el frente algodonero
se expandió, en forma fragmentada
sobre gran parte de la llanura, desde
los años ´20 hasta los ´60, con ex-
cepción del noroeste árido y la depre-
sión del sur (bajos submeridionales).
La crisis algodonera y el empla-
zamiento gradual del modelo tec-
no-productivo llevaron a una salida
masiva y constante de trabajadores
rurales a partir de la década de 1970
que, tras el desarraigo, poblaron las
periferias urbanas en condiciones
paupérrimas. Luego de 2001, ante
la maniesta gravedad social y eco-
nómica, el Estado se vio obligado a
asistirlos a través de planes sociales
y diferentes asignaciones. En tanto,
el sector agroempresarial obtenía
grandes ganancias en esos campos
“vaciados” de población, amparado
y estimulado por los gobiernos y por
el sistema global.
Varios autores se han referido a
este fenómeno del cambio de para-
digma productivo y sus lamentables
consecuencias:
“...pequeños y medianos pro-
ductores han desaparecido
en poco más de una década al
no poder ´adaptarse` a esta
situación macroeconómica
con altos impuestos, elevados
precios de los insumos y de-
pendencia de precios interna-
cionales, todas ellas variables
fuera de su control”. (Zarrilli,
2010: 147)
“El desarrollo exportador
del nuevo siglo echó un man-
to de olvido sobre el proceso
de destrucción de la econo-
mía familiar que desgarró a
la campaña en la década de
1990, cuando… (Muchas) ex-
plotaciones agropecuarias
desaparecieron. En esa eta-
pa dominada por la apertura
comercial y el atraso cambia-
rio, muchas empresas fami-
liares que no lograron crecer
en escala o adoptar tecnolo-
gía más moderna (y más cos-
tosa) debieron abandonar la
actividad”. (Hora, 2010: 99)
“…en las últimas décadas la
vida rural ha evolucionado
profundamente, lo que pro-
vocó una mutación de los ac-
tores sociales y el surgimien-
to de nuevos conictos”. (De
Grammont 2016: 51)
“...en los últimos años del
siglo XX, en un contexto de
cambio del modelo de acu-
mulación, se ha intensicado
notoriamente la expansión
de megaproyectos tendientes
al control, la extracción y la
exportación de bienes natu-
rales, sin mayor valor agre-
gado”. (Svampa, 2013: 31)
En la provincia del Chaco, des-
de mediados de la década de 1990,
se advierte un aumento del área de
siembra que, luego de 2007, se esta-
bilizó en líneas generales. En la dé-
cada de 1980, la supercie agrícola
de la provincia raramente superaba
las 700 000 ha, en 1997 y 1998 ya so-
brepasaba el millón de ha y, en 2007,
pudo traspasar la cifra de 1,7 millo-
nes de ha. Lo más notorio ha sido el
fuerte incremento experimentado
por el área centro suroeste del Cha-
co, responsable de gran parte del
aumento al que se hiciera referencia.
En los últimos años se evidencia una
disminución de la supercie cultiva-
da en el centro este de la provincia
e, inversamente, un crecimiento de
la misma en el sector noroccidental.
Los años ´90, con su ola priva-
tista, posibilitó que muchas coopera-
tivas agropecuarias (endeudadas y/o
paralizadas) pasaran a ser gestiona-
das por sectores privados; asimis-
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mo, se asistió a una fuerte mecaniza-
ción de la agricultura en chacras de
mayor extensión (ya no era necesa-
rio levantar la cosecha con braceros
como ocurriera hasta los años ´70),
situación que desplazó la siembra
de algodón hacia el centro suroeste
del Chaco. Fue la época en la que
la supercie dedicada al cultivo del
textil alcanzó su record histórico al
superar las 700 000 ha, tras lo cual
-en pleno cambio de siglo- sufrió un
abrupto derrumbe ante las nuevas
alternativas del mercado, que posi-
bilitó que la siembra de soja lograse
constituirse –por lejos- en el cultivo
dominante a escala provincial.
El sector centro suroccidental
nunca ha perdido el liderazgo en la
producción algodonera del Chaco
luego de 1980, aunque la supercie
de siembra se ha mostrado muy irre-
gular a lo largo del período, al estar
sujeta a la relación entre las condicio-
nes meteorológicas y los precios en el
mercado de la bra, ambos muy va-
riables. No obstante, con posteriori-
dad a los pródigos años ´90 han exis-
tido campañas favorables, sobre todo
después de 2010. Sin embargo, la
última campaña analizada (2016/17)
registró una caída muy importante
del área sembrada con algodón, ape-
nas superior a 54 000 ha (equivalen-
te al 73% del total provincial).
No debe suponerse que la to-
talidad del Chaco ha incorporado
el cultivo de la soja: el área núcleo
se encuentra en el centro suroeste,
donde el crecimiento ha sido ex-
traordinario entre nes de los años
´90 y los primeros años del presente
siglo. Luego, sin dejar de ser el culti-
vo predominante, en la mayoría de
las campañas mostró una tendencia
levemente declinante.
Las existencias ganaderas, desde
la década de 1990 hasta el año 2007,
registraron aumentos en todas las
áreas productivas del Chaco, sin em-
bargo esta tendencia fue más marca-
da en el centro este de la provincia,
a la vez que el territorio norocciden-
tal experimentó un crecimiento sin
precedentes en 2010 y 2011, posi-
cionándose por primera vez como la
segunda región ganadera del Chaco.
El centro suroeste ha reducido
sus existencias bovinas en los úl-
timos años y participa con el 18%
del total provincial, el centro este
lo hace con proporciones del 61 al
63%, en tanto el sector norocciden-
tal vio incrementar notablemente
sus planteles y suma entre 19 y 20%
del ganado vacuno total del Chaco,
como reejo de un claro proceso
de pecuarización. Estas estadísticas
condicen con los datos emanados de
la Dirección de Bosques, en los que
puede apreciarse que las dos ter-
ceras partes de los planes de apro-
vechamiento y manejo del recurso
forestal y, asimismo, las supercies
boscosas autorizadas por la provin-
cia en el año 2016, se localizaban en
el noroeste chaqueño. Es importante
destacar que muchos de los permi-
sos otorgados corresponden a mane-
jo sostenible con sus variantes apro-
vechamiento forestal, cambio de uso
del suelo y silvopastoril.
El noroeste del Chaco se encuen-
tra entre las jurisdicciones que más
animales vacunos registran a nivel
provincial y, a la vez, es el espacio
que ha experimentado el mayor cre-
cimiento de los stocks bovinos en los
últimos años. No obstante, es el área
que exhibe las densidades ganaderas
más bajas. En oposición, el sector
centro oriental del Chaco evidencia
las mayores densidades bovinas.
Ante este escenario, caracterizado
por la existencia de un espacio ne-
tamente ganadero, emplazado en la
mitad oriental de la provincia y, la
presencia de un potente núcleo agrí-
cola emplazado en el centro suroes-
te, se colige que el único espacio con
potencialidad para expandir e inten-
sicar la actividad ganadera bovina
en el Chaco (al menos con el patrón
productivo tradicional) se localiza
en el noroeste, situación que –jus-
tamente- se viene registrando en los
últimos años.
Por tanto, cabe concluir dicien-
do que, el Estado no es un sujeto pa-
sivo en cuanto a la transformación,
ordenamiento y búsqueda de los
equilibrios de un territorio. Por el
contrario, le compete un rol decisivo
para proponer, dirigir, emprender y
apoyar los cambios que resulten ne-
cesarios para mejorar la calidad de
vida de los habitantes. La capacidad
de direccionamiento del Estado so-
bre las actividades económicas es
imprescindible, a través de políticas
y medidas concretas. Un ejemplo de
ello ha sido, a nes de 2015 y 2016,
la quita de retenciones al girasol, tri-
go, maíz y sorgo, que rápidamente
redujo la brecha existente entre la
supercie de soja sembrada y la de
los restantes cultivos. Como resulta-
do de dicha medida, en la campaña
agrícola 2016/17, la soja y el girasol
prácticamente igualaron las exten-
siones sembradas en la provincia,
cuando en años anteriores la im-
plantación sojera era ampliamente
superior.
Son muchos los planteos, dudas
y críticas que genera el nuevo mo-
delo, sobre todo en lo atinente a la
justicia social y espacial en los terri-
torios involucrados, al tratarse de un
entramado multiescalar que genera
exclusión de comunidades campesi-
nas y originarias, concentración de
la tierra, sin aportar valor agregado
en los lugares de producción y oca-
sionando impactos en el ambiente
y, posiblemente, en la salud de las
distintas formas de vida. Por tales
razones, los actores y sectores que
se ven perjudicados en forma direc-
ta e indirecta, acompañados por la
ciudadanía y por las organizaciones
preocupadas por la situación de es-
tos territorios, sociedades y ambien-
tes, plantean, cada vez con mayor
visibilidad, la necesidad de un giro
ecoterritorial, un cambio de mo-
delo productivo que responda a un
paradigma inclusivo, generador de
empleo, promotor de los procesos
industriales in situ, amigable con el
ambiente y más justo en el acceso
y uso de las tierras, que induzca al
desarrollo genuino de las áreas pro-
ductivas.
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