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EDITORIAL | Editorial
Al igual que las sociedades, la institución universitaria ha evolucionado. Ha pasado de escuelas que funda-
mentalmente proporcionaban conocimientos especializados y otorgaban grados académicos acorde a una
organización por facultades, hacia comunidades académicas de profesores y estudiantes que, bajo el prin-
cipio de libertad de cátedra, tejen redes, unas temporales, otras permanentes, con pares de la misma y de
otras disciplinas dentro y fuera de la propia institución o país.
Son tres las funciones sustantivas que competen hoy a la universidad moderna: la formación, la investiga-
ción y la extensión o interacción social (llamada también responsabilidad social por algunos). El desarrollo de
estas tres funciones y la existencia sinérgica de las diferentes áreas del saber son características sine qua non
de la universidad de hoy. Los descubrimientos cientícos de la revolución industrial dieron paso a la noción
de la universidad moderna, la cual dio lugar a la investigación como una de sus funciones misionales. Es así
como en 1794 se crea en la Universidad de Cambridge la primera cátedra de investigación cientíca. Estos
eventos, junto con la incursión de los avances cientícos y de la investigación en las universidades generaron
una transformación en el quehacer de las instituciones universitarias y en su impacto en la sociedad.
De esta manera, el quehacer de las universidades se ha complejizado y el conocimiento disciplinar, sin desa-
parecer, ha venido dando paso a formas transdisciplinares de producción del conocimiento, cuyo resultado
surge del reclamo de las propias sociedades, dentro de contextos sociales también cambiantes. Por lo tanto,
hoy se le exige a las universidades que asuman un principio de responsabilidad social en todo el proceso de
producción del conocimiento.
Sin embargo, la resignicación del papel de la universidad en las sociedades no transformó inicialmente su
carácter elitista y se encargó tardíamente de aportar movilidad social. Fue apenas durante la segunda mitad
del siglo XX que Europa consiguió tener un 30% de su población con estudios universitarios. En Colombia,
según datos del Ministerio de Educación Nacional, la cobertura del sistema de educación superior para el
primer semestre de 2017 fue del 52,8% (incluye desde la formación técnica profesional hasta el doctorado)
(1). Este nuevo factor de movilidad social, que consiste en garantizar formación de alta calidad a las capas
menos favorecidas de la sociedad para mejorar sus oportunidades de desarrollo, se une a los de generación
pertinente de conocimiento y su traslado a la sociedad para congurar lo que hoy se espera que haga una
universidad.
DEL DESARROLLO DEL PAÍS Y EL COSTO DE LA EDUCACIÓN
Acta Odontológica Colombiana Enero - Junio 2019; 9(1): 7 - 8 7
DOI https://doi.org/10.15446/aoc.v9n1.76884
Coexisten en el presente instituciones universitarias que desarrollan una, varias o todas las funciones antes
mencionadas. Sin lugar a dudas todas aportan al desarrollo del país, pero su aporte no es igualmente signi-
cativo a la hora de hacer apuestas estratégicas para la transformación de la sociedad. Evidentemente,
los costos asociados al funcionamiento de esas instituciones se relacionan con las funciones que en efecto
desarrollan y con la calidad y pertinencia con que lo hacen.
Corresponde al Estado y a sus gobiernos generar e implementar políticas que garanticen el desarrollo de un
sistema de educación superior que responda a los requerimientos de calidad y que sustente la transforma-
ción y el desarrollo de la sociedad, mediante la generación de conocimiento que ponga al país en el concierto
de los países desarrollados. Para esto se debe partir por reconocer los costos asociados a la calidad y al desa-
rrollo. La organización de un sistema de producción de conocimiento a partir de grupos de investigación que
cuenten con un número cada vez mayor de integrantes con formación de doctorado, con nanciación para
la formación de jóvenes investigadores, así como el desarrollo de proyectos de investigación y cubrimiento
de los gastos administrativos; asimismo, la garantía de acceso libre a fuentes de información electrónicas
donde los estudiantes puedan revisar el estado del arte en cada una de sus áreas de estudio, la nanciación
de revistas cientícas para la difusión del conocimiento, la implementación de un sistema de bienestar para
la comunidad académica, la nanciación de la movilidad entrante y saliente de estudiantes y profesores
para interactuar con sus pares nacionales e internacionales, la disposición de recursos para el desarrollo de
proyectos de vinculación con la sociedad y, nalmente, la generación y mantenimiento de una infraestruc-
tura para el desarrollo de las funciones misionales. Lo anterior constituye solo algunos de los factores que
determinan los costos asociados al funcionamiento de una universidad de calidad.
Solo el reconocimiento y nanciación de estos costos permitirá al país tener instituciones universitarias que
le ayuden a ser parte de la sociedad del conocimiento y formar profesionales que le den competitividad
frente a países más desarrollados. El no hacerlo conlleva efectos que no solo afectan el presente sino que
tendrán repercusiones de largo plazo al afectar negativamente el desarrollo del país.
Dairo Javier Marín Zuluaga, PhD
Decano, Facultad de Odontología
Universidad Nacional de Colombia
Referencias
1. Ministerio de educación. Sistema Nacional de Información de la Educación Superior. Resumen de
indicadores de Educación Superior. [fecha de consulta: 10 de diciembre de 2018] Disponible en:
https://www.mineducacion.gov.co/sistemasdeinformacion/1735/w3-article-212350.html?_noredi-
rect=1
Acta Odontológica Colombiana Enero - Junio 2019; 9(1): 7 - 8 8