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“Recorridos de la arqueología del NOA en tiempo, espacio
y perspectivas: seis investigaciones, seis miradas “
REVISTA DEL MUSEO DE LA PLATA
2019, Volumen 4, Número 1: 69-102
Dossier
Editores invitados: María C. Páez, Marco A. Giovannetti y Luciano Prates
Yutopián, donde los objetos se sublevan
María Cristina Scattolín
Instituto de las Culturas (IDECU, CONICET-UBA), Buenos Aires, Argentina. cscattolin@gmail.com
REVISTA DEL MUSEO DE LA PLATA / 2019, Volumen 4, Número 1: 69-102 / ISSN 2545-6377 / https://doi.org/10.24215/25456377e070
ISSN 2545-6377
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Revista del Museo de La Plata
2019
Volumen 4, Número 1 (enero-junio): 69-102
Cómo citar este artículo:
Scattolin, M.C. (2019) “Yutopián:
donde los objetos se sublevan”. Revista del Museo de La Plata
4(1), pp. 69-102. https://doi.org/10.24215/25456377e070
Recibido: julio 2018
Aceptado: febrero 2019
Publicado:
junio
2019
Yutopián, donde los objetos se sublevan
María Cristina Scattolin
Instituto de las Culturas (IDECU, CONICET-UBA), Buenos Aires, Argentina. cscattolin@gmail.com
RESUMEN. Yutopián es un sitio arqueológico multicomponente emplazado sobre una loma, en el área de los
valles semiáridos del Noroeste argentino. Tiene ocupaciones del período Formativo (500 AC a 1000 DC) que
difieren de sus contemporáneas en su localización y contenidos. Su estudio reveló que algunas características de
los modelos de sucesión cronológica (periodización), transmisión cultural y distribución geográfica (áreas
culturales) de las sociedades prehispánicas merecen una revisión. Ocupa una posición topográfica destacada en
el paisaje; contiene indicadores de producción metalúrgica en un contexto doméstico y cerámicas con estilos
similares a los de Candelaria y Tafí, distintivos de la vertiente oriental andina, junto con alfarerías de los estilos
Condorhuasi, La Manga, Río Diablo. Por último, manifiesta un uso recurrente de la misma localización para
asentamientos humanos sucesivos desde los primeros siglos de nuestra era hasta el final de la época
prehispánica.
Palabras clave: Andes, Culturas, Periodo Formativo, Historia Cultural
ABSTRACT. Yutopián, where objects revolt. Yutopián is a multi-component archaeological site, located on a
hill in the semi-arid valleys area of the Northwestern Argentina. The site comprises domestic structures from the
Formative period (500 BC to 1000 AD) that differ in location and contents from their contemporaries.
Excavations have revealed that some characteristics of the models of chronological succession (periodization),
cultural transmission and geographic distribution (culture areas) of pre-Hispanic societies, merit a revision.
Yutopián occupies a prominent topographical position in the landscape; it contains indicators of metallurgical
production in a domestic context, and ceramic styles similar to those of Candelaria and Tafí, characteristic of the
eastern Andean slopes, together with pottery in the Condorhuasi, La Manga, and Rio Diablo styles. Finally, the
site shows repeated use of the same location for successive human settlements from the first centuries of our era
to the end of pre-Hispanic period.
Key words: Andes, Cultures, Formative Period, Cultural History
Revista del Museo de La Plata, 2019, Vol. 4, Núm. 1: 69-102
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RESUMO: Yutopián, onde os objetos se sublevam. Yutopián é um sítio arqueológico multicomponente
localizado em uma colina, na área dos vales semi-áridos do noroeste argentino. Tem ocupações do período
formativo (500 A.C a 1000 D.C) que diferem de suas contemporâneas em localização e conteúdo. Seu estudo
revelou que algumas características dos modelos de sucessão cronológica (periodização), transmissão cultural e
distribuição geográfica (áreas culturais) das sociedades pré-hispânicas merecem uma revisão. Ocupa uma
posição topográfica proeminente na paisagem; contém indicadores de produção metalúrgica em um contexto
doméstico e cerâmicas com estilos semelhantes aos da Candelaria e Tafí, distintivos da encosta andina oriental,
junto com olarias de estilos Condorhuasi, La Manga, Río Diablo. Finalmente, mostra um uso recorrente do
mesmo local para sucessivos assentamentos humanos desde os primeiros séculos da nossa era até o final da
época pré-hispânica.
Palavras-chave: Andes, Culturas, Período Formativo, História Cultural
Introducción
Durante la década de 1990 se efectuaron tres temporadas de excavación en Yutopián, un sitio en el valle del
Cajón (Catamarca, Argentina). La configuración de los hallazgos arqueológicos no se ajustó a lo esperado. En
primer lugar, no se preveía que un asentamiento del período Formativo (PF) (500 AC a 1000 DC)
i
en el área
Valliserrana del Noroeste argentino (NOA) ocupara localizaciones elevadas como ocurre en los sitios
defensivos del período Tardío o período de Desarrollos Regionales (PDR) (1000 a 1470 DC), pero Yutopián
mostraba ocupaciones formativas en una localización topográfica prominente. Segundo, en los cuadros
cronológicos y mapas corográficos más difundidos del NOA prehispánico se había establecido que los estilos
cerámicos Candelaria y Tafí se desarrollaron al este de la región Valliserrana en áreas bien delimitadas
(González 1963, 1977, Fig. 26; Tartusi & Núñez Regueiro 2001, Fig. 1), pero los encontrábamos en un valle
semiárido al borde de la Puna. Tercero, tampoco era usual encontrar el trabajo de metalurgia junto a la
preparación de alimentos (Núñez Regueiro 1994, Angiorama 1995), sin embargo, Yutopián mostraba
producción metalúrgica en una cocina. Por último, la idea prevaleciente entonces era que los asentamientos
formativos de los valles, con énfasis en la agricultura
ii
, fueron creciendo por fisión y en forma replicativa,
“homeostáticamente”, por toda la extensión del paisaje y tenían bajo nivel de integración social (Berberián &
Nielsen 1988, p. 49, Olivera 2001, p. 92, cf. Tarragó 1996), pero Yutopián sugería un crecimiento interno del
asentamiento en un mismo y único lugar desde el PF hasta fines del PDR.
iii
Advertimos, en ese entonces, junto a Joan Gero (2015, p. 122), que ciertas nociones usuales no podían
aplicarse en Yutopián; la distribución espacial de cultura material no concordaba con la historia cultural vigente
hacia 1990. Un antiguo mito chiriguano
iv
relata un tiempo en que se subvierte el orden de las cosas, se
transgreden las reglas humanas y los objetos se alzan contra las personas. Los utensilios obran en contra de las
normas habituales: los cascos golpean las cabezas de los guerreros, los morteros y manos muelen ahora a los
hombres y las mujeres, las cosas se mueven por sí mismas, la gente queda inerme. Alterando el orden de lo
establecido, son los artefactos los que actúan sobre los seres humanos. Cuando estudiamos Yutopián, los objetos
y estructuras encontradas no se ajustaban a algunos ordenamientos y categorías arqueológicas asumidos en
aquel momento (Tartusi & Núñez Regueiro 2001, Fig. 1) y, como en la leyenda, padecimos una situación
semejante a la de los chiriguanos míticos que nos hizo reflexionar sobre ciertas narrativas habituales en la
arqueología del NOA.
Aunque ya han pasado dos décadas, rastros de algunas de esas nociones sobre distribuciones de cultura
material podrían todavía subyacer en la narrativa de la disciplina (Núñez Regueiro & Tartusi 2003; Tartusi &
Núñez Regueiro 2005; Sempé et al. 2015; ver también su evolución en Gianfrancisco & Núñez Regueiro 2009
p. 42; Gianfrancisco 2012, p. 174) y por eso su puesta en discusión puede aún ser útil para aportar mayor
precisión a los esquemas ordenadores de la historia y la geografía cultural de la región, quizá no tanto en la
teoría sino, sobre todo, en la práctica (Scattolin 2015, Fig. 3). Como ha dicho Randall McGuire al referirse al
María Cristina Scattolin “Yutopián”
71
sudoeste de Estados Unidos “Esto puede sorprender a algunos lectores como un empeño anacrónico después de
medio siglo de armonía” (2002, p. 173), pero algunas clasificaciones todavía “acechan nuestras investigaciones.
Afectan la forma en que planteamos y contestamos las preguntas que hacemos, cómo definimos los límites de
nuestros estudios… con qué colegas hablamos… y muchos otros aspectos de la arqueología” (2002, p. 174)
v
.
Todavía parece necesario seguir declarando la muerte de algunas culturas (Hart 2011, Watkins 2013). En este
artículo se describen las excavaciones y hallazgos realizados en Yutopián
vi
para sostener una discusión sobre
ciertas nociones de uso común que se han empleado en la historia cultural del NOA. Tales nociones afectan los
modelos de sucesión cronológica –periodización– y los de transmisión cultural y distribución geográfica –áreas
culturales– de las sociedades prehispánicas, los cuales –aunque ya no despierten interés teórico en el seno de la
disciplina arqueológica– todavía nutren el conocimiento extraacadémico y tienen gran resistencia a abandonar
los ámbitos de museos y los manuales, cuyos discursos comunicativos todavía se alimentan de esos modelos
vii
;
de allí que pueden tener efectos más o menos directos en la arqueología pública.
La región y los estudios previos
El del Cajón es uno de los grandes valles semiáridos del NOA (Figura 1). En esta latitud, es el primer
escalón y el valle más inmediato al oriente de la Puna; seguidamente al este se extienden importantes cuencas –
como el valle de Santa María y luego el valle de Tafí– hasta alcanzar las yungas orientales. El río Cerro
Colorado nace en el Nevado de Chuscha (5468 msnm) y va bajando hacia el sur hasta alcanzar el Campo del
Arenal (2300 msnm), un amplio bolsón desértico. Su cauce divide el valle de manera asimétrica: la vertiente
este es muy corta y abrupta y cae directamente sobre el río, hay un estrecho terreno plano disponible para
cultivar; la vertiente oeste en cambio, con una gran extensión ofrece una serie de microambientes diversificados,
varios de los cuales pueden ser usados para la agricultura.
Figura 1.
El valle del Cajón (mapa basado en modelos digitales
del Instituto Geográfico Nacional de la República Argentina,
gentileza de Carlos Belotti López de Medina).
Revista del Museo de La Plata, 2019, Vol. 4, Núm. 1: 69-102
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El clima es exigente, semiárido. “El promedio anual de precipitaciones está comprendido entre los 100 y
250 mm” (Turner 1973, p.17). Los cursos de agua son, en su mayoría, temporarios, con crecientes cortas y
violentas durante el verano. Las prácticas de subsistencia están muy condicionadas por la distribución temporal
y espacial de los recursos. Las zonas de uso de la tierra más importantes son:
1. El fondo del valle con bordes aluvionales a la vera del río Cerro Colorado (2300-2600 msnm), donde se
puede cultivar maíz y poroto si el agua es suficiente. Hay algunos árboles como algarrobo, chañar y molle que
proporcionan frutos comestibles apreciados. 2. Los pequeños valles y quebradas interiores y los faldeos bajos de
los cerros (2300-3200 msnm), especialmente en la vertiente oeste. Aquí hay una agricultura limitada y exigida
por el rigor climático y ganadería de especies europeas. 3. Las laderas altas de los cerros también en el flanco
oeste (3200-4400 msnm) con arbustos bajos y pastos duros, así como pequeñas vegas en el interior de la sierra
donde se desarrolla el pastoreo de llamas.
La arqueología del valle del Cajón se conoce desde el fin del siglo XIX cuando se recogieron grandes
cantidades de vasijas funerarias. Varios investigadores visitaron diversas localidades, concentrándose en los
sitios más visibles y en los cementerios que ahora se atribuyen al PDR: Huasamayo (ten Kate 1893, Weiser
1922), Minas Yaco (ten Kate 1893), Pampa Grande (ten Kate 1893), Famabalasto (Bruch 1911, Schreiter 1919,
Weiser 1922), El Mishito, Santa Ana y Kashuan (Schreiter, 1919).
En la década de 1950 Eduardo M. Cigliano (1956-57, 1958) analizó las colecciones antiguas –con un
interés histórico-cronológico– y distinguió varias fases en la arqueología de la zona de Famabalasto. Su trabajo
enfocó la cerámica vinculada a los sitios residenciales complejos del PDR en la ladera oriental del valle. Más
tarde, María Delia Arena reunió gran parte de la información previa y, en base a un análisis morfológico y
estilístico, refinó la cronología conocida hasta ese momento. Introdujo un lapso de transición entre las fases San
José y Santa María que incluía algunos tipos cerámicos o estilos aún no distinguidos: Peñas Azules Tricolor y P.
A. Antropomorfo (Arena 1975). Dio a conocer la ubicación de varios de los sitios ya publicados y mencionó
pocas ocupaciones formativas.
En suma, hasta 1990, la mayor parte del trabajo en el valle se había concentrado en los sitios más visibles
del PDR y del Período Incaico (PI) y no se había intentado comprender y explicar ni las configuraciones ni los
cambios sociales, políticos o económicos del PF. En la década de 1990 María De Hoyos comenzó a estudiar
varios sitios incaicos en el centro del valle y también investigó el arte rupestre local (1996 a y b, 1999, 2013).
En 1985 realizamos, con María Ester Albeck, una prospección en La Hoyada donde recorrimos
principalmente la zona de Sajrapampa. En 1986 visitamos con Verónica Williams y Beatriz Cremonte los sitios
de la ladera oriental del valle. En 1992 efectuamos con Joan M. Gero un reconocimiento de la sección sur del
valle y, en 1993, Gero visitó la sección media y localizó dos sitios del PF anteriormente inexplorados, sobre la
margen occidental del valle: Loma Yutopián (2980 msnm) y Cardonal de La Quebrada (Scattolin et al. 2009),
separados por una distancia de 6 km en línea recta. La instalación formativa en la vertiente occidental incluye
también el sitio Bordo Marcial que fue reconocido en 2005. Nuevas prospecciones realizadas en 2017
detectaron otras ocupaciones formativas en Agua Amarilla, Volcán y El Alto.
El conjunto de la información condujo a una comprensión preliminar del patrón de asentamiento a través
del tiempo. La mayoría de los sitios arqueológicos conocidos del valle (Tabla 1) corresponden a los períodos
más recientes: PDR (1000-1480 DC) y PI (1480-1535 DC). Varios sitios del PI se localizan en la vertiente
oeste; los sitios aglomerados del PDR parecen estar concentrados en las quebradas secas del flanco oriental;
mientras que sólo se han registrado asentamientos formativos en la vertiente occidental de la sección central del
valle, que ofrece las mejores condiciones para el laboreo agrícola. Durante el PDR varios asentamientos
siguieron ocupando esta ladera donde se hallan asociados a construcciones para el laboreo de la tierra (Campo
del Medio, Huasamayo), pero en algún momento del PDR comenzó a utilizarse también la escarpada vertiente
este, con poblados en posiciones encubiertas y de acceso muy escabroso. Se advierte entonces una
concentración de la población con claros propósitos defensivos, puesto que varios poblados aglomerados –como
los de Famabalasto y La Calera (Weiser 1922)– se construyeron en localizaciones altas estratégicas, en el
María Cristina Scattolin “Yutopián”
73
interior de las quebradas cortas y abruptas, de difícil ascenso, muy alejadas de terrenos apropiados para el
cultivo.
Tabla 1. Sitios del valle del Cajón. La ubicación en cada flanco del valle se señala con E y O. Las designaciones
de períodos cronológico-culturales son tentativas.
Sitios del Valle del Cajón Flanco Tipo de sitio, Arquitectura Periodo Ref.
1. San Antonio del Cajón O cuadrángulos replicados PI a
2. La Hoyada-La Maravilla O rectángulo perimetral compuesto PI a i
3. La Hoyada-S II O cuadrángulos replicados PI b i
4. La Hoyada Tambito de Puente O rectángulo perimetral compuesto PI i
5. La Hoyada Tambito de Guanacoyaco O rectángulo perimetral compuesto PI i
6. La Hoyada Tambito de Uturunco O rectángulo perimetral compuesto PI i
7. La Hoyada Tambito de Yutupiana O rectángulo perimetral compuesto PI i
8. La Hoyada Campo de Sajrapampa II O cuadrángulos PI i
9. La Hoyada El Divisadero O estructuras agrícolas PI, PDR i
10. Huasamayo O campos de cultivo y cuadrángulos PI, PDR a
11. Campo del Medio O campos de cultivo PI, PDR b
12. Rincón I O cuadrángulos replicados PI
13. Santa Ana E poblado aglomerado PDR c
14. Famabalasto Poblado A E poblado aglomerado PDR d
15. Famabalasto Poblado B E poblado aglomerado PDR b
16. La Calera E poblado aglomerado PDR b
17. Cerro Colorado E enterramientos PDR? b
18. Cementerio Famabalasto E enterramientos PDR e
19. Loritohuasi E enterramientos PDR e
20. Cementerios de Santa Ana E enterramientos PDR e
21. Kashuan; Cashuan E enterramientos PDR e
22. El Mishito ? enterramientos e
23. Pampa Grande (Loma l’Antigo) O poblado aglomerado PDR a
24. Playa del Chiflón O enterramientos PDR b
25. Playa de la Aguada O enterramientos PDR b
26. Campo del Fraile O enterramientos PDR b
27. Campo del Fraile Sur O un enterramiento PF g
28. La Hoyada-Sector III (Sajrapampa I) O viviendas y estructuras agrícolas PF, PDR f i
29. La Hoyada Cerro de la Flor O viviendas y estructuras agrícolas PF? i
30. La Hoyada Loma del Pantano Chico O viviendas y estructuras agrícolas PF? i
31. La Hoyada Loma del Pant. Grande I O viviendas y estructuras agrícolas PF? i
32. La Hoyada Punta del Filo de la C. O viviendas y estructuras agrícolas PF? i
33. La Hoyada Campo de Sajrapampa I O viviendas y estructuras agrícolas PF i
34. La Hoyada Campo de la Laguna O viviendas y estructuras agrícolas PF i
35. Rincón II O campos cultivo; viviendas PF?, PDR
36. Agua Amarilla O viviendas PF, PDR b
37. El Alto O campos cultivo; viviendas PF
38. Uturunco; Pto. Gerván O viviendas circulares PF g
39. Cardonal O aldea PF
40. Yutopián O aldea PF
41. Bordo Marcial O aldea, enterramientos PF
42. Duna O Cementerio PF j
43. Esperanza O viviendas y estructuras agrícolas PF j
Revista del Museo de La Plata, 2019, Vol. 4, Núm. 1: 69-102
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Sitios del Valle del Cajón Flanco Tipo de sitio, Arquitectura Periodo Ref.
44. El Aumento O enterramientos PA j
45. Tres Cabezas O enterramiento PF j
46. Bajo Yutopián O enterramiento PF
47. Volcán O viviendas PF b
48. Chuñocán; Chiñocán O pocas pircas PF b
49. Balde; Valde O viviendas b
50. Chafiñan O viviendas b
51. Totorillas O viviendas b
52. Toroyacu; Toroyaco E viviendas b
53. Ovejería O viviendas circulares y otros
54. Agua Salada E taller lítico h
55. El Tolarcito O artefactos líticos en superficie g
56. Peña Blanca O enterramientos a
57. Minas Yaco ¿O? arte rupestre a
58. Chapi ¿O? arte rupestre a
59. Senda de los Belichos E arte rupestre i
Referencias. PI: Inka; PDR: Desarrollos Regionales; PF: Formativo y PA: Arcaico. Las primeras referencias (REF) para los sitios son: a:
ten Kate 1893; b: Weiser 1922; c: Williams, Cremonte y Scattolin, survey 1986; d: Bruch 1911; e: Schreiter 1919; f: Albeck y Scattolin,
survey 1985; g: Arena 1975; h: Cigliano 1956-57 y 1958; i: de Hoyos 1996 a y b, 1999; j: Cortés 2013; k: Scattolin et al. 2015).
El estudio de Yutopián partió de considerar la distribución de los bienes, la arquitectura y la cultura
material para averiguar sobre las configuraciones sociales presentes en las aldeas formativas y conocer las
implicancias derivadas de su estudio acerca de las ideas corrientes sobre el PF. A continuación, se describirá la
estructura de los hallazgos arqueológicos de Yutopián que ayudó a ampliar la variabilidad conocida de los
asentamientos del período y más tarde contribuyó a revisar nociones preestablecidas. Ya la primera impresión al
llegar al sitio reclamaba aprehenderlo con visión singular.
Loma Yutopián
Es una colina flanqueada por dos cauces de agua (-26,642329, -66,427164), elevada unos 50 m sobre el
fondo de una planicie suavemente inclinada. Las construcciones visibles de piedra ocupan la parte superior y las
laderas de la loma (Figura 2). El sitio mismo abarca un área de 300 m de largo por 100 m de ancho. Desde su
base y antes de ascender se observan hileras sucesivas de muros de piedra: son construcciones aterrazadas que la
bordean por toda su parte este. Existe una gran variación en la hechura de los recintos, en su forma y su tamaño
y hay una decena de concentraciones de recintos compuestas por estructuras adosadas que consideramos las
áreas de habitación y denominamos “núcleos”. Entre ellos hay estructuras más amplias –probablemente recintos
agrícolas y corrales– y varias áreas abiertas.
La superficie del sitio reveló concentraciones densas de tiestos lisos y decorados correspondientes a varios
tipos conocidos de la región: diferentes clases de grises pulidos, grises incisos, Condorhuasi policromo,
Condorhuasi rojo sobre ante, Río Diablo gris inciso, fragmentos pintados en negro sobre rojo y también del
estilo Santa María tricolor y bicolor. El material lítico fue especialmente abundante y variado; comprendía
lascas, desechos e instrumentos como puntas de proyectil de diversas materias primas, incluida la obsidiana, y
cuchillos de pizarra. También había morteros y molinos muebles y fijos de piedra, una tableta de piedra laja para
inhalar (Figura 3) y dos láminas metálicas. En especial, la instalación en posición destacada y la posibilidad de
varias ocupaciones reclamaban un tratamiento especial.
María Cristina Scattolin “Yutopián”
75
Figura 2. Imagen satelital de la Loma Yutopián (Google Earth) y planimetría del sitio. El eje de la grilla usada para el estudio tiene una
desviación de 30º al oeste con respecto al norte magnético y se indica con la línea recta punteada.
La primera aproximación a la historia ocupacional de Yutopián se basó en una serie de veinte pozos de
prueba en diversos sectores del sitio durante la temporada de 1994. Se logró detectar así una diferenciación en la
estratigrafía y en la arquitectura y uso del espacio a través del sitio. Mediante el análisis cerámico preliminar se
estableció que las ocupaciones más tardías prevalecían en la parte sur del sitio por sobre parches de ocupación
Figura 3.
a
)
Tableta para inhalar en piedra de la recolección de superficie de
Yutopián; b) Vasija recolectada por un poblador local de las inmediaciones del
sitio.
Revista del Museo de La Plata, 2019, Vol. 4, Núm. 1: 69-102
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formativa, que en el centro había una superposición de ocupaciones tardías por encima de otras más tempranas y
que en el extremo norte se hallaban exclusivamente ocupaciones agroalfareras tempranas (Figura 4 y Tabla 2),
por eso el trabajo se concentró en este último. Luego, la asignación al PF fue confirmada con dataciones
radiocarbónicas (Tabla 3). Durante el PF las partes norte y central de la Loma Yutopián ya habrían estado
ocupadas. Quedan pendientes nuevas dataciones de la parte sur del sitio, que al momento cuenta sólo con dos.
Tabla 2. Distribución de la cerámica en los primeros veinte pozos de sondeo de Yutopián (ordenados de N a S).
Pozo de
Prueba
Coordenadas
en Grilla
Prof.
cm
Cerámica
Diagnóstica del PF
Cerámica
Diagnóstica del PDR
Cerámica
No diagnóstica
Total Cerámica
recuperada
15 117N x 9W 18 1 0 9 10
13 85N x 16W 70 9 0 29 38
18 77N x 13W 110 44 0 312 356
14 66N x 10W 68 32 1 163 196
9 12N x 10E 30 0 2 102 104
8 10N x 24E 60 16 10 263 289
7 10S x 27E 45 0 5 30 35
17 25S x 9W 30 1 2 13 16
16 31S x 32E 64 0 7 51 58
10 44S x 3W 30 0 1 42 43
5 50S x 33E 30 1 1 14 16
11 60S x 48W 40 3 0 26 29
12 64S x 20W 60 2 4 151 157
1 80S x 9E 110 25 18 184 227
6 97S x 22E 100 29 10 325 364
3 100S x12W 40 17 14 123 154
2 109S x28E 60 12 12 424 448
4 150S x 25W 40 0 3 26 29
20 179S x 34W 30 53 15 293 361
19 183S x 22W 52 2 10 39 51
Figura 4.
Distribución de pozos de sondeo PP1a PP23 y áreas excavadas.
María Cristina Scattolin “Yutopián”
77
Tabla 3. Fechados radiocarbónicos de Yutopián
viii
.
# Procedencia Código
Lab Fechado Método δ
C13 Contexto Tipo de muestra y asociaciones
1
Estructura 4 Nivel
6 de U333 y U334
y Nivel 7 de U333
Beta
127006 1970±90 conv nd
Ocupación
superior de
la cocina de
N2.
Muestra agregada. Carbón vegetal
disperso en niveles
correspondientes al fogón (cf.
Gero 2015, p. 245 y ss.).
2
Estructura 11
Niveles 13 y14 de
U102, U103,
U104, U105
Beta
95610 1940±90 conv nd
Estructura
subcircular.
Ocupación
inferior.
Muestra agregada. Escaso carbón
vegetal disperso de varios niveles
y unidades, junto a tiestos de
alfarería Gris Pulida y
Condorhuasi Marrón Pulido y
Rojo sobre Ante (Scattolin & Gero
1999, p. 353).
3
Pozo de Sondeo
PP12E, Nivel 5
(80-100)
Beta
95608 1870±60 conv nd
Fogón
delimitado
con piedras
en pozo de
sondeo.
Muestra puntual de carbón.
Escasos fragmentos de cerámica
tosca y gris pulida, “un tiesto con
decorado zoomorfo (¿llama?)” y
marlos de maíz (Scattolin & Gero
1999, p. 353).
4 Estructura 3, U322,
Pozo 1
Beta
95609 1830±60 conv nd
Habitación
semicuadrad
a de N1,
pozo central
cavado en
roca de base,
bajo el piso.
Muy pocos carbones (vegetal) en
el relleno del rasgo junto a
“cerámica tosca, gris pulido, gris
inciso, fragmentos con decoración
antropomorfa al pastillaje e incisa
(Tafí y Candelaria), Baño Blanco
y Condorhuasi Policromo”
(Scattolin & Gero 1999, p. 353).
5
Estructura 5 (PN2)
Nivel 7 de U345 y
U348 y Nivel 8 de
U348
Beta
127010
1820±10
0 conv nd
Patio de
actividades
múltiples del
Núcleo 2.
Muestra agregada de varias
unidades y niveles, entrada a E5.
Carbón vegetal (cf. Gero 2015, p.
230, 247, Fig. 97).
6
Pozo de Sondeo
PP3 U201 Nivel 5
(40-50) Tumba
AA
102678 1811±50 AMS -11,2 Inhumación
Muestra puntual. Hueso humano
largo de un esqueleto junto a
fragmentos de cerámica.
7
Patio Núcleo 1,
Nivel 2 de U352 y
U354
Beta
127007 1800±90 conv nd
Patio de N1.
Nivel
Inferior.
Muestra agregada. Carbón vegetal
disperso del nivel inferior del
patio (cf. Gero 2015, p. 245 y ss.).
8
Estructura 1 Nivel
6 (90-100) de
U302
AA
82255 1777±45 AMS -15.0
Estructura
habitacional
del N1.
Cocina
Muestra puntual de hueso (fauna).
9
Estructura 5
Niveles 4,5,6 de
346 y 349 de un
pozo.
Beta
127011 1730±90 conv nd
Patio de
actividades
múltiples del
N2. Pozo.
Muestra agregada. Carbón vegetal
del relleno de un pozo que
ocupaba varios niveles (cf. Gero
2015, p. 229, 247; Fig. 96)
10 Estructura 1 Beta
203472 1720±40 nd nd
Estructura
habitacional
de N1.
Cocina
“Occupation floor” (Gero 2015, p.
247); carbón vegetal.
11 Estructura 5 (PN2)
Nivel 8/ U342, piso
Beta
127009 1670±90 conv nd
Patio de
actividades
múltiples del
Núcleo 2
Muestra agregada de carbón
disperso en el piso del patio PN2
(cf. Gero 2015, p. 245 y ss.).
12 Estructura 2 Beta
203474 1640±60 nd nd
Estructura
habitacional
del N1.
“Occupation level” (cf. Gero
2015, pp. 247-248); carbón
vegetal.
13 Estructura 4
Niveles 2, 3, 4 y 5
Beta
95611 1630±60 conv nd Ocupación
superior de
Muestra agregada. Carbón vegetal
disperso junto a fragmentos
Revista del Museo de La Plata, 2019, Vol. 4, Núm. 1: 69-102
78
de U331 y U332 la cocina del
N2.
medianos y grandes de cerámica,
de vasijas reconstruibles con
decoración al pastillaje e
incisiones, algunos en asociación
directa con fogón (Scattolin y
Gero 1999, pp. 354-355).
14
Estructura 4, Nivel
9 de U333/9 y 334
y Nivel 10 de U334
Beta
127005 1610±90 conv nd
Ocupación
inferior de la
cocina del
N2.
Muestra agregada. Carbón vegetal
disperso por varias unidades y
capas a una profundidad inferior al
fogón trilobulado (cf. Gero 2015,
p. 245 y ss.).
15
Estructura 5 (PN2)
Niveles 9, 10, 11
de pozo en U343 y
U342
Beta
127008 1600±80 conv nd
Patio de
actividades
múltiples del
Núcleo 2.
Muestra agregada de un pozo en
Estructura 5 (cf. Gero 2015, p. 245
y ss.). Carbón vegetal.
16 Estructura 3 U321
Nivel 5
AA
103171 1316±32 AMS -22.6
Habitación
semicuadrad
a del N1.
Muestra puntual de hueso (fauna).
En el nivel subyacente (Nivel 6,
40-45cm) apareció un fragmento
cerámico geométrico policromo.
17 Estructura 11 U103
Nivel 7 (60-65cm)
AA
102680 572±36 AMS -24,3
Habitación,
ocupación
superior del
P Tardío
Carbón vegetal de un solo nivel.
Varias vasijas de estilo Santa
María remontadas.
18 PP21 Nivel 4 AA
102681 497±32 AMS -24,5 Sondeo en el
SE del sitio
Carbón vegetal de un solo nivel.
Asociado a Hallazgo especial Nº
100/1996, punta de obsidiana
pequeña tardía; cerámica Santa
María.
El sector norte seleccionado para un estudio más intensivo –también denominado Sector III– está
constituido por recintos que tienen la apariencia de dos conjuntos habitacionales; los denominamos Núcleos 1 y
2 (Figura 5). El Núcleo 1 consiste en un grupo de estructuras, E1, E2 y E3, apartadas unos 5 m de otras dos, E4
y E5, las cuales constituyen el Núcleo 2. Ésta ha sido una designación operativa basada en la arquitectura
superficial y no se asume la existencia de igual cantidad o identidad de unidades familiares o domésticas
representadas. Alrededor de estos núcleos hay indicaciones de otras estructuras perturbadas por instalaciones
Figura 5. Sector III. Los Núcleos 1 y 2 en el extremo norte de la loma. Unidades
de excavación.
María Cristina Scattolin “Yutopián”
79
modernas, así como también, muros de contención y paredes (pircas) sueltas. Al oeste de ambos núcleos se
hallaron los restos de una acequia construida en piedra. Las tres estructuras de Núcleo 1 se abren hacia el este a
un gran espacio subcircular o patio que fue denominado Patio 1 (PN1). Las excavaciones probaron que E4,
abierta al este, se conecta con la E5, la cual presenta las características de un patio amplio, también llamado
PN2.
Sector III, Núcleo 1
La estructura E1, de forma subcircular, con un diámetro de 6 m, se vincula con el espacio mayor mediante
una entrada definida por dos bloques de piedra mayores. A través de los 110 cm de profundidad excavados
desde el datum, se notaban ciertas características de la acumulación y formación de la estratigrafía. De manera
preliminar pudimos separar tres diferentes patrones de depositación. Los primeros 60 cm contenían escaso
material, en un estado bastante fragmentado. Los niveles de 60 a 90 cm presentaron mayor cantidad de restos,
aunque no mostraban una estructura de asociación. El nivel de ocupación, que incluye el piso, fue identificado,
entre los 90 y 110 cm, por cuatro líneas de evidencia: (1) un fogón bien preparado y preservado (Gero
&
Scattolin 2002, Fig. 9.3) asociado con residuos pirotecnológicos y restos macrobotánicos, (2) unas
consolidaciones rasas de arcilla quemada extendiéndose desde las paredes oeste y noroeste, (3) cuatro conanas
juntas –molinos de piedra– que yacían en el sector noroeste en posición horizontal al fondo del recinto (Figura
6), (4) un puco entero invertido contra la pared interior de la estructura yaciendo sobre las áreas consolidadas
(Figura 7 d) y, al menos, otras dos vasijas fragmentadas pero completas. Se consideró entonces que constituía un
piso de ocupación, con mínima perturbación y por lo tanto con las relaciones de artefactos de alta confiabilidad,
asociadas en espacio y tiempo. El contexto daba indicaciones de la distribución de actividades en E1.
En el interior de la estructura y en relación con el piso de ocupación, los hallazgos de artefactos se
distribuyen de una manera organizada. Al centro y este se ubica el fogón compuesto por un anillo sobreelevado
de arcilla endurecida y quemada junto con cuatro piedras firmemente adheridas como para servir de apoyo a un
recipiente (Figura 6). En relación con este rasgo había trozos de hueso quemado y varios porotos carbonizados,
lo cual sugirió que el fogón fue usado para cocinar alimentos. Pero, además, en relación con él, también se halló
una cantidad apreciable de material burbujeante (vitrified fuel ash), que es un producto residual de actividad
pirotecnológica, cuyo análisis indicó una composición de suelo vitrificado
ix
a 1000ºC, una temperatura
significativamente superior a la necesaria para fogones culinarios, la cual es más bien propia de una combustión
relacionada con la metalurgia (VanDiver 1994, Gero
&
Scattolin 2002). Junto con esta evidencia había, además,
un trozo de materia prima identificada como mineral de cobre –probablemente malaquita–
x
. Estos hallazgos,
junto con varios otros de la vecina estructura E2, como algunos martillos de laminación quebrados, hacen
suponer que en el Núcleo 1 están representadas algunas etapas del proceso de producción de artefactos
metálicos que involucraron su fogón principal.
Figura 6. Izquierda: Estructura E1 al final de la excavación. Derecha: Cuatro conanas y un puco completo gris liso pulido sobre el piso.
Revista del Museo de La Plata, 2019, Vol. 4, Núm. 1: 69-102
80
Al oeste del fogón se halló una distribución extendida de fragmentos cerámicos que pertenecen a dos
vasijas de tamaño grande. Tienen un cuello restringido y cuerpo globular; presentan diferentes patrones
decorativos. La más sencilla tiene únicamente una tira aplicada al pastillaje con incisiones diagonales en la base
del cuello. La más elaborada es una olla con una representación antropomorfa incisa y punteada en el cuello de
la vasija que representa una estilización de un rostro con líneas extendiéndose debajo de los ojos (Figura 7 a) y
tiene dos asas laterales. Su similitud con la decoración presente en el estilo Candelaria condujo a su asignación a
este estilo. Su presencia también es común en sitios del valle de Tafí. Se verá más adelante que se encontraron
otros ejemplares similares en el resto de las excavaciones en Yutopián. Hay que señalar que algunas de las
vasijas de esta clase poseen una delgada cobertura blanca por toda la superficie de la pieza y que este
tratamiento también ha sido detectado en asentamientos de tipo Tafí en la Quebrada de La Ciénega por Beatriz
Cremonte (2003, p. 63). Junto a esta cerámica se hallaron otros restos: entre los más notables, un conjunto de
varios porotos carbonizados (Gero 2015, Fig. 50) y varias lascas de obsidiana. Cerca de estos tiestos también se
halló una figurina cerámica zoomorfa de cuerpo alargado, cola larga y cuatro patas que carece de cabeza (Gero
2015, Fig. 82), similar a las que se han encontrado en La Bolsa del valle de Tafí (Salazar 2011, Fig. VIII.13).
.
Figura 7. Asociación de estilos cerámicos en Estructura 1.
Figura 8. Vaso de piedra del piso de ocupación en U302 de E1.
De los cinco molinos encontrados en E1, cuatro de ellos se encontraron localizados en el sector noroeste,
algunos en relación con sus manos. Se distinguen del quinto, aparte de su ubicación, por su forma y tamaño: son
grandes, ovalados y su concavidad central presenta una superficie de molienda mayor. En cambio, el quinto es
María Cristina Scattolin “Yutopián”
81
redondo, más pequeño y está alejado del resto y cerca de la entrada. Al este del área de conanas y cerca de la
pared se hallaron fragmentos óseos de tamaño mayor que los del resto de la estructura (Izeta 2004). Es evidente
que estas conanas agrupadas constituyen un área destinada a la preparación de comida. Debajo de la base de los
molinos había fragmentos de cerámica Condorhuasi Blanco sobre Rojo y fragmentos Gris Inciso. Dentro de este
sector se hallaron otros restos óseos de gran tamaño. Contra de la pared se ubicó un puco completo Negro
Pulido con aplicaciones zoomorfas en el borde, en posición invertida. Cerca de este lugar se conservó
perfectamente una porción del piso quemado y endurecido que estaba adosada a la pared y se extendía
inmediatamente a partir de ella. Esta evidencia, junto con el hecho de que ninguno de los molinos estaba
agotado –e incluso uno de ellos mantenía la correspondiente mano en su lugar (Gero 2015, Fig. 26)–, sugiere
que el piso fue abandonado y dejado con sus instrumentos in situ. También se hallaron otros objetos notables en
relación con el piso, como un vaso de piedra pulida y grabado en el borde (Figura 8) y una espátula de hueso –
“winchuña”– confeccionada sobre un metapodio de camélido (Izeta et al. 2013). Por debajo del piso y en varios
sectores se descubrieron pozos excavados en la roca de base de forma redondeada y de distinto tamaño y
profundidad; algunos llegaban a adicionar hasta 60 cm por debajo de la roca de base. Suponemos que se trata de
pozos de almacenaje.
Una muestra ósea seleccionada para su datación (#8, Tabla 3), procedente del nivel N6 de la Unidad 302
(90-100 cm) dio una antigüedad de 1777 ± 45 años C
14
AP (AA 82255, AMS, óseo, δC
13
: -15.0). Mientras que
la muestra #10 (Tabla 3), publicada por Gero (2015, p. 247) como del “piso de ocupación” de E1, dio 1720 ± 40
años C
14
AP (Beta 203472, carbón vegetal).
La estructura E2, al sur de E1, no compartía ningún acceso directo con esta última, pero se podía acceder a
ella a través de una entrada que conducía desde el gran patio PN1, ubicado en el este. Los resultados de las
excavaciones en E2 se distinguen en varios aspectos de aquellos de E1, en particular la formación de sus
contextos arqueológicos. Siendo la más pequeña y con las paredes menos regulares de todo el núcleo, la E2 no
exhibió ningún piso de vivienda bien definido a ninguna profundidad (Figura 9). No obstante, se recuperaron
densas concentraciones de restos en todos los niveles de la excavación, incluyendo muchos de la misma clase de
artefactos y materias primas líticas que en E1. Ninguno, sin embargo, incluyó conanas completas y hubo una
sola vasija cerámica reconstruible a partir de fragmentos (Figura 9); no había evidencia reconocible de fogón,
aunque en algunas áreas se observaron lentes de ceniza. Entre los artefactos se hallaron martillos de piedra
quebrados cuya forma y configuración los hacen muy apropiados para el trabajo de laminación de metal, por lo
que es probable que hayan estado relacionados originalmente con la actividad metalúrgica de E1. La naturaleza
fragmentaria de todos los hallazgos, incluyendo las conanas y martillos quebrados y los fragmentos cerámicos
remontables recuperados a diferentes niveles en unidades de excavación adyacentes, sugieren que, en algunos
puntos de su historia ocupacional, E2 fue alterada y/o usada como un área de depositación de basura. Posee un
fechado radiocarbónico de 1640 ± 60 años C
14
AP (Beta 203474, carbón vegetal) realizado por Gero (2015, p.
247).
Figura 9.
a)
Estructura E2.
b) Fragmentos remontados
de un cuenco con interior
pintado en negro sobre ante
(tomado de Bugliani 2006),
los dos de la izquierda
provienen de la U311 de
E2, el de la derecha
proviene de la cercana
unidad U352 del Patio N1.
Revista del Museo de La Plata, 2019, Vol. 4, Núm. 1: 69-102
82
El recinto que denominamos E3 había sido sondeado con anterioridad a su excavación completa mediante
el sondeo PP14. Esta estructura E3 tiene forma cuadrangular con esquinas redondeadas y unos 4 m de lado. Al
construir la pared perimetral de piedra fue sellado un vano que comunicaba con E2. La entrada que daba al patio
PN1 está pobremente definida, pues la pared en el este está parcialmente colapsada. Su excavación alcanzó una
profundidad de 110cm bajo el datum, donde se halló la roca de base. Se pudieron reconocer distintos patrones
de depositación. Los primeros 90cm presentan una distribución regular y uniforme de restos que no muestran
relaciones de asociación características. El nivel de ocupación se identificó, entre los 90 y 110 cm, por: (1) la
presencia de agrupaciones de fragmentos de cerámica reconstruibles, (2) la disposición horizontal de los
molinos, (3) las posiciones relativas entre estos restos y la pared perimetral y (4) la localización de la boca de
varios pozos cavados en la roca de base (Gero 2015, p. 141, Fig. 55). Fue considerado como nivel intermedio,
aunque descansa casi sobre la roca de base, debido a que los pozos eran muy profundos, en particular uno de
ellos, el más central. Por último, la matriz sedimentaria en el interior de los pozos, a mayor profundidad,
contenía restos fragmentarios de vasijas cerámicas y esquirlas de hueso. La distribución de vestigios y rasgos en
contextos primarios difiere de la E1 principalmente por la ausencia de fogón central (Figura 10). Además, la E3
carece de evidencia clara de abandono abrupto. Por otra parte, revela materiales cerámicos asignables a una fase
posterior a las halladas en E1 y E2; de las capas superiores de E3 se recuperaron algunos fragmentos de
cerámica de estilo Aguada, lo cual no había ocurrido en E1 y E2; y señala la existencia de una ocupación del
sitio durante un momento en que este estilo estaba en uso, es decir, en la segunda mitad del primer milenio EC.
La muestra radiocarbónica #16 (Tabla 3), obtenida de la U321 Nivel N5, es decir, de las capas superiores de E3,
proporcionó la fecha de 1316 ± 32 años C
14
AP (AA 103171, AMS, óseo, δ C
13
: -22.6), que es congruente con el
estilo cerámico mencionado. Asimismo, el contenido de los pozos a mayor profundidad podría indicar el uso de
este espacio aún antes de que se formara el nivel de ocupación intermedio, con mayor integridad de contexto.
Estimamos que la colocación final del muro perimetral, de forma cuadrangular y de factura más regular que en
las E1 y E2, corresponde a la ocupación intermedia mejor preservada.
Figura 10.
a)
Plano de la Estructura 3.
b)
Cuenco
semicompleto Gris Inciso con instrumento de punta
múltiple. c) el fondo de la excavación con el jalón
en el pozo más profundo.
María Cristina Scattolin “Yutopián”
83
En efecto, la ocupación que se ve más claramente está marcada por tres conanas que yacen
aproximadamente a 100 cm debajo del datum, sobre una superficie algo inclinada desde el sudeste al noroeste,
que probablemente corresponda al piso, pero menos evidente que el de E1. Dos molinos están completos y un
tercero, ya perforado por desgaste, se halló como cubierta de la boca de uno de los pozos. Al norte de uno de los
molinos se hallaron fragmentos de una vasija utilitaria parcialmente reconstruible.
Como evidencia remarcable se ha hallado en el interior del pozo de mayores dimensiones fragmentos de
cerámica con representaciones de rostros en el cuello confeccionadas mediante la aplicación de tiras al pastillaje
e incisiones de puntos de estilo Candelaria y fragmentos pintados en negro y blanco sobre un engobe rojo de
estilo Condorhuasi, entre otros. Aparte de la cerámica, la ocupación más antigua reveló otros indicadores de
actividades domésticas tales como restos óseos y artefactos líticos en diversas etapas de producción y uso. La
muestra de carbón #4 (1830 ± 60 AP, Tabla 3) que está asociada a tales tiestos proviene del fondo del pozo
(Figura 11). De manera que podría haber unos cuatro siglos de diferencia en el uso de esos dos contextos
datados.
El patio del Núcleo 1 –que fue sondeado en 1996 mediante el pozo de prueba PP23– había señalado la
existencia de depósitos más delgados y pocas indicaciones de las actividades desarrolladas en esta área abierta
adyacente a las habitaciones. Entonces se abrió allí un área de excavación con el propósito de conocer las
características de su formación, así como las actividades desarrolladas en él y su vinculación con las
habitaciones. Se plantearon cuatro cuadrículas. Las unidades U350, U352 y U354, se ubicaron adyacentes a la
pared perimetral al norte del patio y en relación con la entrada de la E1 (Figura 5). Como resultado de su
excavación se pudo establecer que el patio estuvo conectado a la E1 a través de un umbral de piedra y su piso
debió estar en un nivel superior con respecto al piso de las habitaciones.
Una cuadrícula separada, la U357, se cavó a fin de investigar un conjunto de piedras que sobresalían en
superficie y cuya configuración hizo considerarlo un rasgo especial. Este rasgo reveló que estaba constituido por
piedras, varias de ellas tabulares, colocadas de manera vertical y en círculo, rodeando una piedra central en
posición horizontal (Figura 12). En relación con este rasgo se hallaron fragmentos de pucos de estilo Aguada
Gris Grabado con motivo zoomorfo y otros de un tipo cerámico con motivos geométricos dibujados en blanco y
negro sobre un fondo ante-naranja (Figura 13). Algunos fragmentos similares habían sido hallados antes en la
Figura 1
1.
Contenido parcial del pozo más profundo en
E3. Dos fragmentos de vasijas antropomorfas con baño
blanco y aplicaciones al pastillaje; un apéndice
zoomorfo; fragmento Condorhuasi Polícromo, negro y
blanco sobre rojo.
Revista del Museo de La Plata, 2019, Vol. 4, Núm. 1: 69-102
84
estructura E2 y en el sondeo PP14 de E3, los cuales deben corresponder a cada una de las vasijas halladas
semicompletas en asociación con este rasgo. El estilo de la alfarería pintada lo denominamos Geométrico
Polícromo y no le encontramos afinidades claras con otros tipos conocidos. Mientras que el puco con diseño
zoomorfo corresponde claramente al estilo Aguada. Ello sugiere que este rasgo corresponde a un evento
posterior (intrusivo) al uso del patio N1 durante la ocupación de E1, aunque no queda clara una asociación física
directa con E2 o con E3. Por su configuración, asociaciones, presencia de cuencos finos para servir y analogía
con estructuras similares actuales, puede haber sido un receptáculo de ofrendas (Yacobaccio
&
Malmierca
2006).
La cerámica diagnóstica de este rasgo –junto con los tiestos de estilo Aguada hallados en E3 (v. supra)
correspondientes al fechado #16 (Tabla 3; AA 103171)–, manifiestan la existencia de una ocupación durante la
segunda parte del primer milenio DC. Aunque se habían detectado muy pocos restos de esta época en los
primeros sondeos por toda la extensión de la Loma Yutopián, los mencionados indicadores y, sobre todo el
rasgo especial, señalan que al menos algunas partes del sitio, en este sector norte, estuvieron en uso durante esa
época.
Figura 12. Rasgo de U357 en Patio N1. A la izquierda se indica presencia de cerámica diagnóstica al interior y por fuera del rasgo
(flecha blanca). A la derecha se muestra el fondo del rasgo (Gero 2015, Fig. 65).
Figura 13. Fragmentos de dos cuencos semicompletos del rasgo de U357 en el Patio PN1; sólo llevan rótulo dos tiestos de estilo
Geométrico polícromo que vienen de la U313 de E2 y pertenecen a la misma vasija de U357, y un tiesto gris grabado de estilo Aguada
hallado en PP14 de E3 que corresponde al mismo puco gris también de U357.
Núcleo 2
La estructura E4, se encuentra al norte conformando con la estructura E5 el conjunto que denominamos
Núcleo 2. Sin embargo, los hallazgos de E4 la señalan como perteneciente a una misma fase cerámica que las
María Cristina Scattolin “Yutopián”
85
ocupaciones tempranas de Núcleo 1, debido a la similitud que hallamos entre varias vasijas de estilo Candelaria
tanto en la forma como en la decoración. Al excavar E4 se pudo reconocer el perímetro de la habitación en
forma completa, con indicación de abertura de salida hacia el este, o sea, en comunicación con E5 la cual, luego
de ser excavada, pareció haber funcionado como patio descubierto.
En E4 se plantearon cinco unidades cavadas por niveles de 10cm que se profundizaron hasta la roca de
base: U330, U331, U332, U333, U334 (Figura 5). La estratigrafía consta de una sucesión de capas que abarcan,
al menos, dos ocupaciones. En el nivel de ocupación superior se pudo distinguir claramente un área de piso
endurecida aproximadamente a 100 cm de profundidad y en relación con él, un fogón de características
peculiares, compuesto por tres arcos de arcilla elevada, divididos por tres piedras paradas (Figura 14), el cual
ocupaba una buena parte del recinto. Inmediatamente al lado del fogón se halló un jarro de alfarería Gris Inciso
(Figura 15 a) y en el mismo nivel una vasija antropomorfa con decoración al pastillaje e incisión (Figura 15 b).
También se recuperaron restos vegetales carbonizados tales como carozos de chañar, tres winchuñas (Izeta et al.
2013), un fragmento de alambre de cobre y varios fragmentos de alfarería de tamaño considerable que pudieron
ser remontados para formar vasijas semicompletas. Este nivel de ocupación superior está señalado de manera
nítida por un sedimento de coloración muy oscura, muy carbonizado y grasiento y varias piedras ahumadas, lo
que permite afirmar su uso como cocina (Figura 16). Se consideró que tal estado era una señal de las actividades
de combustión y de la manipulación de sustancias grasas en esta habitación, donde también se hallaron porotos
y endocarpios de chañar carbonizados. Fogones similares se conocen en áreas vecinas como en el valle del
Bolsón (Korstanje 2007, p. 204) y en Ambato (Gastaldi 2010) y aún más lejos, en la puna de Jujuy, hay
estructuras de combustión parecidas (Albeck 1995-1996). De los niveles asociados con este fogón procedieron
también vasijas semicompletas algunas de las cuales tienen representaciones de rostros antropomorfos.
Figura 14.
Fogón de E4. La flecha indica fragmento de jarro
Gris Inciso.
Figura 15.
a)
Botellón antropomorfo de la
ocupación superior de E4. b) Jarro Gris Inciso
restaurado, ubicado cerca del fogón en la ocupación
superior de E4.
Revista del Museo de La Plata, 2019, Vol. 4, Núm. 1: 69-102
86
Figura 16. Estructura E4. Izquierda, se observa el sedimento negro y graso correspondiente al nivel del fogón principal, tanto en el perfil
oeste de las cuadrículas U331 y U332, como en la planta de la excavación. La flecha blanca, por detrás una piedra, indica fragmento de
un jarro Gris Inciso asomando al lado del fogón. El norte, a la derecha de la imagen. Derecha, E4 al final de la excavación.
Se decidió conservar intacto este distintivo fogón como un rasgo de preservación especial que, al término
de la excavación del recinto, fue cubierto cuidadosamente de tierra. De manera tal que la ocupación inferior –
más comprimida– fue detectada únicamente al profundizar la excavación todo en derredor del mencionado
fogón (Figura 17). Esta ocupación inferior por lo tanto no se pudo observar por debajo de tal rasgo, sin embargo,
su existencia se verificó por conjuntos de fragmentos remontados que resultaron de la presencia de vasijas
quebradas de material cerámico ordinario que constituyen partes de ollas de cocina (Figura 18). Se observaron
alrededor del fogón principal y extendiéndose por debajo de él.
Figura 17.
Ocupación inferior de E4. Obsérvese una hilera de
piedras y dos ollas rotas, por debajo y por alrededor del fogón
trilobulado. La flecha blanca indica el norte.
Figura 18.
Cerámica con delgado engobe rojo de la ocupación inferior de E4.
María Cristina Scattolin “Yutopián”
87
Finalmente, al fondo de la excavación, apareció la roca de base donde se encontraron varios pozos cavados.
Un pozo singular, más pequeño, presentó características especiales, ya que contenía puntas líticas de obsidiana y
artefactos de basalto, restos óseos y pigmento ocre. Sobre estos objetos había varias rocas naturales redondeadas
y muy lisas, posiblemente escogidas, por todo lo cual se interpretó como un escondrijo o receptáculo en la base
del hoyo de poste principal de la vivienda (Figura 19).
Figura 19. Izquierda: Contenido del pozo-escondrijo en E4, entre ellos, disco y fragmentos de cerámica, restos óseos, varias puntas de
proyectil de obsidiana, lascas de basalto, andesita y cuarzo y, en el extremo izquierdo, dos fragmentos de raederas muy grandes y
pigmento. Derecha: el pozo.
Se han realizado tres dataciones en E4. La muestra #13 (Tabla 3) fue reunida de carboncillos obtenidos de
los niveles 2, 3, 4 y 5 de las cuadrículas U331 y U332, excavadas en 1996, o sea, la sección superior de E4 y dio
la fecha de 1630±60 AP (Beta 95611) reportada en Gero
&
Scattolin (1999). Más tarde se envió la muestra #1
(Tabla 3) de los niveles N6 y N7, también de la ocupación superior de E4, obtenida de las cuadrículas
adyacentes U333 y U334, excavadas en 1998, que proporcionó la fecha de 1970±90 AP (Beta 127006). Una
tercera datación #14 (Tabla 3) derivó de una muestra extraída de los niveles 9 y 10, correspondientes a la
ocupación inferior de E4, de las cuadrículas U333 y U334, sin embargo, dio como resultado la fecha más
moderna de las tres y prácticamente igual a la de los niveles superiores, 1610±90 (Beta 127005). Estas dos
fechas muestran por tanto una reversión del orden estratigráfico que pudo deberse a factores hasta el momento
indeterminados (ver Nota
VIII
). En cambio, la datación #13 concuerda con su posición estratigráfica y con los
materiales recuperados de los niveles de los cuales se extrajo.
Basándonos en la observación de la arquitectura superficial, la estructura E5 fue inicialmente supuesta
como una habitación similar a E4. Sin embargo, las excavaciones planteadas en ella modificaron esta evaluación
preliminar. Quedó expuesta un área más amplia que la comúnmente esperada para una estructura de habitación.
Además, la profundidad alcanzada de manera general (ya que varía en las distintas cuadrículas) era menor que
en E4. Estas características junto con los restos arqueológicos hallados en ella inducen a pensar que se trata de
una estructura descubierta, si bien es posible que sólo algunos sectores hubieran sido techados y otros estuvieran
al aire libre. Por todas estas razones interpretamos que la estructura E5 corresponde a un patio de actividades
múltiples conectado con E4 a través de la puerta de comunicación mencionada anteriormente. La excavación de
toda la estructura E5 no se completó y por tanto no se conoce el perímetro completo de este patio.
La estratigrafía de E5 consta de un depósito superior de arena fina y desde allí hacia abajo es variable en los
diferentes sectores excavados e incluye áreas con suelo oscuro probablemente asociadas a fogones efímeros y
áreas con pozos de diferentes profundidades.
También de aquí se recuperaron materiales cerámicos, algunos parcialmente reconstruibles (Figura 20),
como el jarro Gris inciso, cuya decoración y forma corresponde al tipo Aconquija Inciso B definido por Núñez
Regueiro para la zona de Alamito (1975, p. 351), pero que también podría ser afín al tipo Ciénaga Inciso Simple
(Figura 20 c) de la fase La Manga (Ciénaga I) del valle de Hualfín (González & Cowgill 1975, p. 288). Había
además artefactos y desechos líticos tallados, restos óseos faunísticos (Izeta 2004) y varios artefactos líticos
Revista del Museo de La Plata, 2019, Vol. 4, Núm. 1: 69-102
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pulidos como manos y conanas. Se obtuvieron también muestras de restos vegetales carbonizados por medio de
flotación del sedimento, particularmente en pozos y en zonas de suelo oscuro.
Figura 20. a y b) Pequeño jarro Gris Inciso de E5 (dibujo de Bugliani 2006). c) jarro Gris
Inciso de Corral Quemado, valle de Hualfín, Catamarca, Colección B. Muniz Barreto Nº
6333, División Arqueología, Museo de La Plata.
Cuatro fueron los fechados obtenidos del patio PN2, que se extienden desde 1600±80 a 1820±100 años AP
(sin calibrar) y están en acuerdo con el material cerámico obtenido de sus capas (ver Tabla 3).
Sector I, Estructura 11
La excavación de la estructura E11 se realizó de forma intermitente en tres etapas. En 1994 se ubicó el Pozo
de Prueba PP6 dentro de un recinto subcuadrangular, de unos 5x5 m, construido contra los muros de una terraza
en la zona central de Loma Yutopián que denominamos Sector I. El PP6 produjo fragmentos de cerámica
claramente estratificados; tiestos del PDR ocupaban mayormente las capas superiores, las cuales cubrían un
componente del PF (Tabla 4). Luego el PP6 fue expandido a un bloque de excavación de 2x2 m que se
denominó U101. Esta segunda etapa de la excavación confirmó la existencia de una ocupación formativa
sustancial en la parte central y oriental del sitio. Los niveles superiores contenían hallazgos rotos (se notó una
conana rota y una mano rota a los 50 cm de profundidad) y cerámica Santa María más varios tiestos del PF
(grises incisos, Condorhuasi rojo sobre ante).
En 1996 se excavó E11 por completo. Se impuso una cuadriculación que creó otras cinco unidades de
excavación de 2x2 m cada una: U102, U103, U104, U105, U106. Sobre la base de lo conocido en las
temporadas anteriores, la excavación procedió por niveles artificiales. Se extrajeron los primeros 40 cm desde el
datum (niveles N1 a N4; 0 a 40 cm) para horizontalizar la superficie de excavación; luego se extrajeron otros 20
cm (niveles N5 y N6; 40 a 60 cm) hasta los 60cm y, a partir de allí, se cavaron niveles de 5 cm controlando la
aparición de depósitos naturales, a fin de identificar la separación entre los componentes tempranos y tardíos.
En la parte norte de la estructura aparecieron varias porciones de un piso de tierra consolidado,
parcialmente preservado, en el nivel N7 de 60-65 cm de profundidad, a los 62 cm de profundidad en el sureste y
a los 65-67 cm en el centro de la estructura. La densidad general de artefactos era menor en este nivel, pero de
un tamaño mayor. Es así como se encontraron conjuntos de tiestos contiguos pertenecientes a una misma pieza o
varias, rotas in situ, y la base de una olla grande descansaba directamente sobre la superficie del piso de la
estructura (Figura 21). También había unos pocos y pequeños fragmentos de cerámica del PF dispersos en la
matriz sedimentaria, lo que indicaba que esta vivienda se había instalado sobre una ocupación anterior. Una
María Cristina Scattolin “Yutopián”
89
muestra de carbón vegetal de este nivel N7, en la unidad U103, proporcionó la fecha de 572 ± 36 años AP
(Tabla 3, #17, AA 102680), que data la ocupación superior de esta Estructura 11 y es congruente con los
materiales cerámicos recuperados.
Tabla 4. Distribución de cerámica diagnóstica de PF y PDR en E11.
E11 Niveles Cerámica tardía: Santa
María, B/R, Peinado
Cerámica formativa:
Condorhuasi R/A Cerámica No Diagnóstica
Total
1-4 170 3 108 281
5-6 130 12 42 184
7 66 5 17 88
8 35 3 20 58
9 61 2 22 85
10 27 4 26 57
11 79 1 9 89
12 8 1 17 26
13 1 1 4 6
14 2 2 3 7
15 3 2 3 8
16 0 1 3 4
17 0 1 1 2
582 38 275 895
Figura 21. Estructura E11. a) Nivel de ocupación superior; en U103 se aprecian ollas rotas apoyando en el piso. b) Nivel de ocupación
inferior. c) Olla de cocina con pedestal de la ocupación superior. d) Distribución de las cuadrículas. La unidad U101 (incluido PP6)
aparece completamente excavada.
Revista del Museo de La Plata, 2019, Vol. 4, Núm. 1: 69-102
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La cerámica tardía comprendía cuencos abiertos de cuello corto pintados en negro sobre blanco de estilo
Santa María (Podestá & Perrota 1973, pp. 10-11, Marchegiani 2012, Tarragó et al. 2017, cf. Bugliani 2018,
Figura 6,), una olla globular con cuello, vasijas grandes de paredes gruesas con superficies peinadas y bases
muy estrechas y altas, como pedestales (Figura 22) (cf. Debenedetti 1921).
Figura 22. Seis vasijas cerámicas de la ocupación superior de E11.
El piso de ocupación superior también brindó artefactos líticos –raspadores y lascas–, así como restos óseos
de camélidos, entre ellos, mandíbulas y dientes, además de numerosas placas de quirquincho. También se
obtuvieron muestras de restos vegetales carbonizados. No se localizó ningún fogón formalmente constituido
sino solo áreas del piso quemadas, algunas con lentes de ceniza y hueso calcinado. Además, el centro de la
estructura estaba ocupado por un gran peñasco fijo, ahuecado en el medio, el cual, luego se reveló que emergía
desde la roca de base, a mayor profundidad. (Figura 21). Puede haber funcionado como base de poste para el
techo.
Más abajo, los tiestos tardíos desaparecieron y se presentaron fragmentos diagnósticos del PF, restos óseos
de tamaño variable y material lítico tallado; pero no se halló ninguna superficie clara que indicara la existencia
de un piso asociado a esta ocupación. Se advirtió que en los niveles inferiores los artefactos –mayormente
residuos domésticos– se extendían por debajo de los muros del recinto, lo que indicaba una reocupación del
lugar por parte de los habitantes posteriores, con un diseño estructural diferente, de extensión menor que el área
de ocupación formativa previa.
Escasos trozos de carbón vegetal dispersos –asociados a tiestos de alfarería Gris Pulida y Condorhuasi
Marrón Pulido y Rojo sobre Ante (Scattolin & Gero 1999, p. 353)– suministraron una muestra agregada
procedente de los niveles N13 y N14 de las unidades U102, U103, U104 y U105, cuya datación dio la fecha
radiocarbónica de 1940 ± 90 años AP (Beta 95610). Teniendo en cuenta esta fecha y los materiales cerámicos
diagnósticos de una y otra ocupación se infiere que pudo haber transcurrido un lapso de más de mil años entre
ambas, del que no se han conservado evidencias.
Pozo de prueba PP12 y su extensión PP12A
A fin de conocer la historia ocupacional en el centro-oeste de la loma, durante el muestreo inicial del sitio
(Figura 4), se estableció el sondeo PP12, de 1 x 1 m que fue cavado por niveles artificiales de 10 cm. Hacia los
35cm de profundidad desde la superficie del suelo, se descubrió el borde de un pozo cavado en la roca de base
que ocupaba la mitad sudoeste de la cuadrícula (Gero 2015, Fig. 75), la que finalmente se abandonó luego de
María Cristina Scattolin “Yutopián”
91
hallar piedras en su fondo que no permitían avanzar más en profundidad. No obstante, los materiales cerámicos
extraídos indicaron que también en esta zona del sitio había una ocupación formativa.
Más tarde (1996) la excavación se extendió hacia el sur con una cuadrícula adyacente, de 1x1m, que fue
denominada PP12A. Esta extensión reveló, de manera más clara, un área de combustión profunda delimitada
por piedras, la cual suministró una gran cantidad de fragmentos de carbón, una muestra de la cual se extrajo a
unos 80cm de profundidad en el nivel N5 (80-100 cm) (Tabla 3, #3; Beta 95608; 1870 ± 60 AP; Scattolin &
Gero 1999, p. 353). De dicho nivel se obtuvieron pocos fragmentos cerámicos toscos y grises pulidos, un tiesto
con decorado zoomorfo, trozos de barro cocido y abundantes restos de vegetales carbonizados, entre ellos una
importante cantidad de marlos de maíz, masas fundidas de marlos de maíz adheridos, semillas y trocitos de
tallos. Sobre la base de los informes arqueobotánicos efectuados por Jack Rossen, Gero (2015) concluye que
“La notoria concentración de maíz del nivel N6, el nivel más oscuro de PP12A, representa la friolera del 83%
del maíz recuperado en la temporada de campo de 1996 (y el 74% del Chenopodium) e incluye grandes masas
fusionadas de marlos de maíz adheridos…Los restos de plantas de 1994 muestran las mismas e intensas
concentraciones de maíz y masas de maíz de PP12… [L]a intensa actividad registrada aquí … se relaciona con
la cocción y el procesamiento, quizás para la preparación de chicha...” (p. 192, traducción de la autora).
Sector II, PP3, ampliación y Enterramiento 1
El pozo de sondeo PP3 (Figura 4) fue ubicado entre dos hileras de piedras que parecían definir un espacio
intramuros que fue referido, de manera provisoria, como “pasillo”; estaba cubierto con material de superficie
que incluía abundante cerámica gris pulida y lascas de obsidiana. El sondeo avanzó hasta los 30 cm de
profundidad –desde la superficie del suelo actual– donde se alcanzó la roca de base, por lo que demostró no
corresponder a un pasillo de entrada al recinto adyacente sino constituir, probablemente, un relleno de pared
doble. Proporcionó cerámica del PF y del PDR, la primera en mayor cantidad que la segunda. También se
encontraron fragmentos de hueso de un cráneo humano en el ángulo sudeste de la unidad. Para ampliar el área
de excavación, se dispusieron primero dos unidades adyacentes de 1x1m que se denominaron, en conjunto,
U201. Luego se expandieron otros 3 m
2
–unidades U202A, U202B y U202C– de modo que, finalmente, las
cinco unidades adicionales de 1x1m fueron denominadas conjuntamente como Sector II (Figura 23).
La unidad U201 incluyó la hilera oriental del espacio intramuros y la parte del interior de la estructura
adyacente. Los bloques correspondientes a la hilera de piedras fueron removidos y se descubrieron los restos de
un entierro, muy aplastado, primero la escápula, luego las costillas y por último los brazos doblados debajo del
cuerpo. Su situación indicaba que el cuerpo había sido colocado antes de que se construyera el muro, no
obstante, no se percibió ninguna cámara de entierro preparada. Un hueso largo del esqueleto procedente del
nivel N5 (40-50 cm) de la U201 proporcionó la fecha de 1811 ± 50, AA102678, Tabla 3, #6 (cf. Gero 2015, pp.
67-71).
Figura 23.
Izquierda: Sector II. Derecha: Perfil Sur de U201.
Revista del Museo de La Plata, 2019, Vol. 4, Núm. 1: 69-102
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Continuando la excavación, se halló una oquedad alargada que entraba oblicuamente en la roca de base por
abajo de un borde saliente. El hueco, que se localizaba por debajo del entierro, proporcionó varias herramientas
de piedra grandes, una punta de proyectil de obsidiana, una mano redonda, varios tiestos de cerámica grandes,
restos óseos animales y un cuchillo de pizarra, asignables –de manera preliminar– al PF.
Al abrir una parte más amplia del área de excavación (U202 A, B y C), los depósitos entregaron materiales
mezclados del PF y del PDR con solo una moderada tendencia a que los materiales tempranos aparecieran más
abajo, hasta llegar a la roca de base –que se alcanzó a los 70 cm de profundidad desde el suelo–, donde se
abandonó la excavación del Sector II.
Emplazamiento de la ocupación formativa. ¿Raso o prominente?
Nuestra primera impresión al ver Yutopián fue la de su peculiaridad. Tanto la ubicación del asentamiento
como su configuración arquitectónica no parecían acordar con lo usual para sitios formativos conocidos al
momento de nuestro estudio. La selección de una loma prominente no era lo habitual ya que los sitios
formativos de los valles semiáridos, por lo común, ocupaban terrazas a la vera de cursos de agua, áreas
pedemontanas onduladas, laderas inclinadas, zonas aluvionales en fondos de cuencas, etc. La ladera este de la
loma Yutopián está cubierta con una serie de muros de contención paralelos, aterrazados, que van descendiendo
hasta una planicie chata y disectada cubierta con campos de cultivo, que fueron seguramente utilizados por los
pobladores de la loma. La localización elevada y rodeada de muros es un rasgo común en poblados del PDR.
La separación de las áreas agrícolas, por un lado, y el espacio residencial en un lugar prominente, por otro,
ofrecía una distribución distinta de la encontrada en asentamientos formativos vecinos –dentro del radio de 120
km a la redonda desde el centro del valle del Cajón– como los de Laguna Blanca (Delfino et al. 2009),
Caspinchango-El Ciénago y El Monte (Arocena et al. 1960), valle de Tafí (Berberián 1988), Quebrada de La
Ciénega (Cremonte 1996), Falda del Aconquija (Scattolin 2007), Molleyaco (Heredia 1974) y otras localidades
de los alrededores. Tiempo después, se empezaron a conocer otros sitios formativos como Cardonal y Bordo
Marcial en La Quebrada (Scattolin et al. 2009), Antigal de Tesoro (Lazzari 2006), Amaicha-El Remate
(Aschero & Ribotta 2007), Bajo Los Cardones (Somonte 2007, Pastor & Rivero 2004), El Bolsón (Korstanje
2010), El Divisadero (Gómez Augier & Caria 2012), Soria (Palamarczuk et al. 2007), Puesto Viejo en la
Quebrada de Los Corrales (Oliszewski 2011, 2017), La Bolsa, valle de Tafí (Franco Salvi 2012, Salazar 2011),
Caspinchango-Mesada de Agua Salada (Lanzelotti & Spano 2015), Andalhuala (Álvarez Larraín 2016, 2018) y
Anfama (Salazar & Molar 2017). Según Oliszsewski y colegas “Las investigaciones de los últimos años están
mostrando variantes a los modelos clásicos, permitiendo proponer la existencia de aldeas formadas por
viviendas agrupadas y apartadas de las áreas productivas, pero a la vez estrechamente relacionadas entre sí”
(Oliszewski et al. 2015, p.70).
Una característica de estos asentamientos de los primeros siglos DC es que no se los vincula a la
construcción de obras de irrigación complejas. Los asentamientos emplazados sobre superficies extendidas han
sido relacionados con la facilidad de captación de agua, sin la necesidad de acudir a la implementación de
arreglos hidráulicos complejos para irrigar campos de cultivo próximos a las viviendas como en Antofalla
(Quesada 2006) y Laguna Blanca (Díaz 2013). Generalmente las tomas de agua están cercanas o el desnivel
desde la toma al sitio mismo no es acusado.
En el caso de Yutopián eso parece haber sido solucionado con una toma del agua desde el faldeo de la
sierra que fue conducida hasta la loma donde se construyó una acequia con muro de piedra a cada lado. Un
tramo de unos 20 m de esta acequia pasa a escasos metros de E3 y desde ese lugar puede ser derivada al resto
del sitio. Este artificio no es complejo y proporciona una parte del agua necesaria para actividades cotidianas y
huertos cercanos a la vivienda, pero a la vez permite aprovechar el caudal de agua restante del arroyo principal
para irrigar campos más extensos en la planicie suavemente inclinada al pie de la loma. De esta manera se
crearon dos espacios, el residencial y el productivo, uno alto, prominente y el otro llano, lo que produce una
disyunción de ámbitos de acción. La diferencia podría ser parcialmente explicada por un énfasis diferente en el
María Cristina Scattolin “Yutopián”
93
sistema de subsistencia-asentamiento: una mayor dependencia del pastoreo cuando ocurren áreas disyuntas o
una mayor actividad hortícola en áreas conjuntas (ver Nota 2).
Crecimiento de la ocupación formativa. ¿Fisión replicativa o divergencia?
El modelo corriente para el PF surgido hacia la década de 1970 visualizaba las poblaciones como grupos de
agricultores y pastores igualitarios, segmentados, con particularidades regionales o microrregionales fuertes, de
crecimiento por fisión y bajos niveles de jerarquización social (para referencias exhaustivas, ver Salazar 2014).
Sus asentamientos consistían en estructuras domésticas compuestas o individuales, dispersas y repetitivas ya sea
aisladas o en relación con campos de cultivo, generalmente en densidades bajas y también montículos
artificiales originados por ocupaciones sucesivas. El patrón de instalación característico era “el de poblado
disperso entre campos de cultivo” (Ottonello & Lorandi 1987, p. 68); los casos de “patrón aldeano agrupado son
escasos” (Tarragó 2002, p. 308) y no se señalaban jerarquías de asentamientos. Más tarde Quesada & Korstanje
advirtieron que
“(a)lgunos autores han interpretado esta estructura espacial como una característica de
los paisajes del Formativo: “las casas dispersas entre campos de cultivo” es una fórmula que
en general parece ser útil para caracterizarlos (por ejemplo: Albeck 2000; Scattolin y Lazzari
1993; Nielsen y Boschi 2007). También suele asumirse que esta forma de estructuración
espacial del trabajo agrícola resultó paulatinamente reemplazada por otra en la cual las áreas
de vivienda fueron siendo concentradas y segregadas de las áreas de producción en un
proceso que parece consolidarse con la expansión de los señoríos tardíos a partir del siglo X
(ej. Tarragó 2000; Sempé 1999; Olivera y Vigliani 2000-2002). Sin embargo, esa forma de
estructuración espacial permaneció vigente luego del Formativo tanto en el Salar de
Antofalla (Haber 2004; Quesada 2007 a y b), como en el Valle del Bolsón (Quiroga 2004,
Quiroga y Korstanje 2005), por lo cual también se podría pensar que en algunos ámbitos, …
la estructuración de la vida campesina en torno a su economía de autosuficiencia pudo haber
perdurado en el tiempo, debido a que estos espacios y paisajes no entraron por igual en la re-
estructuración socio-política que se postula para el período Tardío. Entonces, antes que
considerar que los paisajes descritos están mostrando formas de espacialidad propias de un
momento o estadio de evolución particulares, podríamos pensarlos como formas en que las
familias campesinas estructuraron en sus prácticas cotidianas el espacio y las relaciones de
producción.” (Quesada & Korstanje 2010, p. 148).
En la década de 1990 Tartusi & Núñez Regueiro (1993, 2001) propusieron ciertos cambios al modelo
corriente que devino de considerar los sitios de Alamito y valle de Tafí como localizaciones de centros
ceremoniales y como indicadores de la presencia de jefaturas de naturaleza ideológico-religiosa (Tartusi &
Núñez Regueiro 1993, p. 40). Los autores propusieron que la base para el surgimiento de los sistemas
jerárquico-religiosos fue estimulada por el intercambio y la difusión de bienes relacionados con el culto (1993,
p. 22,32) a partir de dichos nodos. Estos señoríos habrían motorizado la circulación de bienes desde sus enclaves
principales. Sin embargo, esta propuesta no ha obtenido un consenso generalizado, probablemente porque no se
ha verificado la existencia de jerarquías de asentamientos. De hecho, la localidad de La Alumbrera con los sitios
de Alamito, parcialmente contemporáneos de Yutopián, no muestra ningún centro singular, único, que se
destaque como ápice de una jerarquía, sino, todo lo contrario, siempre se ha resaltado, paradójicamente, la
existencia de unas cincuenta unidades replicadas, estructuralmente idénticas, las cuales no conforman un orden
de superioridad o subordinación; por ello el modelo original ha seguido vigente.
Se mantiene entonces la idea de que las comunidades aldeanas deben suponerse como segmentarias y
creciendo por fisión, por toda la extensión del paisaje, llenando los vacíos dentro del espacio geográfico. La
Revista del Museo de La Plata, 2019, Vol. 4, Núm. 1: 69-102
94
ampliación –sea puntuada o paulatina– del paisaje agrícola habría ocurrido hasta su máxima expansión durante
el primer milenio A.D., tanto en los valles (por ejemplo, Lanzelotti & Spano 2015) como en la Puna Sur (Haber
2004). En Antofalla, “las familias, como unidades de producción, pudieron mantener un elevado grado de
autonomía en relación a la gestión de los espacios de cultivo” (Quesada 2010, p. 99), aunque no sin conflictos
(Quesada 2006, 2010, pp. 90-91).
En cualquier caso, Yutopián agrega una modalidad de crecimiento interno del asentamiento hasta alcanzar
el PDR en un mismo y único lugar. El área residencial fue creciendo a lo largo del tiempo. Advertimos que las
ocupaciones formativas se preservaron en el sector norte, sin imposiciones posteriores; que habría una
sobreimposición de ocupaciones en el sector central y que las ocupaciones del PDR habrían prevalecido en el
sector sur, tal vez sobre delgadas ocupaciones anteriores. Según indican los fechados, tanto el norte como el
centro de la loma estuvo ocupado desde comienzos del primer milenio DC mientras que todavía queda por
corroborar a través de nuevas excavaciones y fechados adicionales la historia ocupacional precisa al sur del
sitio.
Las señales de la divergencia, más que la replicación, también se manifiestan en la transformación de las
propias unidades domésticas. En el curso de unos siglos los Núcleos 1 y 2 fueron modificados y usados de
distintas maneras por cambiantes contingentes domésticos que dejaron en el registro arqueológico marcas
perceptibles de transformaciones consecutivas, graduales o puntuales.
Estilos cerámicos y geografía cultural
La alfarería de Yutopián muestra una amplia variedad estilística y morfológica. Entre los materiales
cerámicos aparecen fragmentos Gris Pulido Liso, algunos con aplicaciones al pastillaje en los bordes; Gris
Inciso, en variantes que son conocidas de regiones vecinas como “Río Diablo Gris Inciso”, “Ciénaga Gris
Inciso”, “La Manga Inciso”, “Aconquija Inciso”, “Candelaria Inciso”, material pintado en Blanco sobre Rojo y
en Blanco y Negro sobre Rojo asignables al tipo “Condorhuasi Policromo” y “Condorhuasi Blanco sobre Rojo”,
tiestos del tipo “Tafi Monocromo Rojo” y fragmentos o piezas semicompletas con diseños antropomorfos
modelados similares a ejemplares de estilo Candelaria. Esta conjunción de estilos indica que sus habitantes
compartieron similares hábitos de confección y de decoración de vasijas que los de varias poblaciones vecinas
asentadas en los valles del Cajón, de Santa María, de Tafí, cuenca de Tapia-Trancas y Falda del Aconquija.
Tales saberes técnicos compartidos contribuyeron a delinear su identidad y por ello puede considerarse que
integraron “comunidades de la práctica” junto con otras colectividades vecinas. Es decir, no sólo formaron parte
de una red de conexiones entre individuos, sino que participaron de “una identidad definida por un dominio
compartido de interés...”; desarrollaron –como reales practicantes– “un repertorio común de recursos”:
experiencias, herramientas, materiales, “en pocas palabras una práctica compartida” (Wenger & Wenger-
Trayner 2015, p. 2). No obstante, todavía no podemos discernir si tales hábitos de confección responden a un
modelo de distribución de rasgos continua o discontinua (Figura 24), es decir, “si las distribuciones de artefactos
se solapan al azar o si lo hacen de un modo no aleatorio formando agrupamientos distintivos” (Hodder 1982, p.
7), según los modelos de la Figura 24.
En la arqueología del PF los estilos han sido usados para establecer los límites de culturas arqueológicas y
de áreas culturales. Se ha sugerido que durante el Formativo habría existido una “fuerte barrera interétnica”
entre el valle de Tafí y otros valles del NOA, razón por la cual no se hallaría cerámica Ciénaga o Aguada en el
valle de Tafí (Tartusi & Núñez Regueiro 1993, p. 20, pero ver Salazar 2011); y tampoco habría cerámica local
de estilo Candelaria al oeste del Aconquija y de las Cumbres Calchaquíes (ver Nota 7).
Por eso, resultó provechoso el hecho de que en Yutopián aparecieran varios estilos cerámicos
conjuntamente asociados en el mismo nivel de ocupación de varios recintos, estilos que habían sido asignados y
fueron fundamento de la definición de culturas arqueológicas distintas: Condorhuasi, Candelaria, Tafí, Ciénaga.
En las viviendas de Yutopián se demuestra claramente que la cerámica de estilo Candelaria era usada con
asiduidad en la decoración de vasijas de uso cotidiano y que frecuentemente está asociada con materiales del
María Cristina Scattolin “Yutopián”
95
tipo Condorhuasi polícromo, dos estilos que han sido considerados con distribuciones disyuntas (Figura 21).
El estilo Candelaria ha sido considerado como representativo de la vertiente este de los Andes
Meridionales, sin embargo, su presencia reiterada, en este valle semiárido al borde de la Puna, en relación con
las actividades cotidianas reveladas en varios niveles de ocupación de este sitio, constituye otra demostración de
las limitaciones de tales modelos culturales para explicar las distribuciones de cultura material. La extensión de
la distribución del estilo Candelaria hacia el oeste, entre los paralelos de 26º y 27º de Lat. Sur, por fuera de sus
fronteras originales, fue corroborada a posteriori de las excavaciones presentadas aquí, en base al estudio de la
colección Zavaleta y otras procedentes del valle de Santa María (Scattolin 2006). Por tanto, la cultura material
de Yutopián contribuye también a la desintegración de la noción de áreas culturales de fronteras estrictas.
Figura 24. Arriba, modelos de agrupamientos continuos y discontinuos (tomado de Hodder 1982, p. 7). Abajo, distribuciones
discontinuas de culturas del Período Formativo. a) Según González 1977. b) Según Tartusi & Núñez Regueiro 2001.
Revista del Museo de La Plata, 2019, Vol. 4, Núm. 1: 69-102
96
Comidas y metales. Producción doméstica/producción especializada
Aparte del reportado en Yutopián, el otro caso más conocido de procesamiento metalúrgico para el PF
ocurre en el área de Alamito y se desarrolla, según sus investigadores (Núñez Regueiro 1994, Angiorama 1995),
en talleres metalúrgicos específicos para llevar a cabo dicha producción y, quizá, alguna otra labor artesanal.
Tartusi & Núñez Regueiro han propuesto que desde Alamito se exportaron bienes a poblaciones de otras zonas,
que los “artefactos de metal debieron ser hechos por artesanos especializados, que pudieron ser los propios
shamanes, y elaborados en función de un ritual complejo, que parece centrarse en torno al culto al felino
(jaguar)” (2001, p. 150) y destacan “la amplia distribución de muchos objetos, cuya semejanza estilística y
complejidad tecnológica están indicando que son el resultado de una producción artesanal altamente
especializada” (2001, p. 152).
A diferencia de Alamito, las estructuras domésticas de Yutopián dan evidencia de dos actividades
productivas distintas emprendidas en contextos familiares, inmersos en las actividades cotidianas. Hemos
propuesto que el fogón de E1 –en conjunto con el área de molienda– se destinó al procesamiento y cocción de
alimentos, y que el mismo fogón también representa alguna etapa de procesamiento pirotécnico para producir
artefactos de cobre (cf. Gero 2015, pp. 120-123).
Este solapamiento de áreas de actividad condujo al interrogante sobre el personal involucrado en las tareas
emprendidas por el grupo doméstico. ¿Quiénes se ocupaban de moler granos y semillas, cortar y asar la carne,
hervir en las ollas, preparar bebidas?, ¿quiénes se dedicaban a transportar el agua, a hilar y tejer, a tallar la
piedra, a elevar la temperatura del fogón a fin de obtener temperaturas de hasta 1000º C para luego calentar y
martillar láminas de cobre?, ¿quiénes confeccionaban y usaban las “winchuñas” encontradas en E1 y E4 (Izeta
et al. 2013)? y ¿quiénes usaron las puntas de proyectil?
Para contestar tales preguntas hay que recordar que el trabajo doméstico se divide por género y edad y que
tales vectores de diferencias crean fuerzas de trabajo separadas y manifiestas que son interdependientes para
satisfacer necesidades vitales. El trabajo doméstico se integra a través de la dimensión sexual para vincular su
personal a un cuerpo operativo mayor. Las dos formas de organización productiva, la división del trabajo y la
coordinación del trabajo, comparten un único producto social primario a nivel del hogar: la creación de vínculos
y obligaciones mutuas a lo largo de ejes transversales de integración social. Como fue dicho en otro lugar: “Es
una observación conocida que el trabajo dividido y el trabajo cooperativo operan en diferentes niveles de
integración social, incluso cuando el hogar ha sido considerado una unidad social indivisible: compartir los
alimentos integra el hogar, mientras que la producción y circulación de artefactos de cobre integra la comunidad
mayor de hogares dispersos. En Yutopián observamos que ambos sistemas de producción actúan en el mismo
espacio, a la par, intensificando así la cohesión de los hogares, de manera importante a lo largo de diferentes
ejes de edad, género y parentesco” (Gero & Scattolin 2002, trad. de la autora).
Palabras finales
Las excavaciones efectuadas durante la década de 1990 en Yutopián brindaron materiales de estudio que
ampliaron el panorama de sociedades formativas del área Valliserrana del NOA. Reveló ser un sitio
multicomponente con ocupaciones que abarcan varios tramos de la historia cultural del NOA, poniendo de
manifiesto el uso recurrente de una misma localización por parte de grupos humanos separados tanto por una o
unas pocas generaciones, como por lapsos de siglos y hasta por más de un milenio. Su localización topográfica
prominente, poco común en el PF, se ajustó a las necesidades de grupos aldeanos tempranos como a los de
poblaciones de los últimos siglos de la etapa prehispánica. El crecimiento y la trasformación de los recintos
habitacionales en el Sector III de Yutopián, dieron señales de divergencia y modificación como modelo de
crecimiento de las unidades domésticas formativas, en vez de (o a la par de) una fisión replicativa a través del
territorio.
María Cristina Scattolin “Yutopián”
97
El Núcleo 1 ofreció una visión de la vida cotidiana durante el primer semimilenio EC en la que las
actividades culinarias se combinaron con labores pirotecnológicas con metales. Tales hallazgos permitieron
tomar conciencia y considerar la división de trabajo y los vectores de género y edad, en las prácticas (Gero &
Scattolin 2002) y en las representaciones (Scattolin 2006), soslayados con frecuencia al tratar sociedades
igualitarias y segmentarias. Incluso la organización de las actividades domésticas en tales sociedades de bajo
nivel jerárquico esconde distinciones simbólicas y materiales, que se aprecian simplemente modificando
nuestras perspectivas teóricas.
A pesar de que en narrativas museográficas sobre el NOA se ha planteado que “El límite occidental de esta
cultura [Candelaria] lo marca el cordón de la Sierra del Aconquija-Cumbres Calchaquíes” (Pérez Gollán 1994),
los contextos y materiales del Núcleo 1 expusieron la asociación de tipos cerámicos Gris Pulido, Gris Inciso,
Condorhuasi Polícromo, Candelaria Inciso y Tafí Monocromo Rojo, entre otros, y demostraron que los estilos
Condorhuasi, Tafí y Candelaria no tienen distribuciones disyuntas. La mayoría de los enseres domésticos
hallados en sus recintos –que asumimos fueron de elaboración local– se confeccionaron en estilos elaborados
también por otras comunidades, revelando que los pobladores de Yutopián participaban de colectivos sociales
que compartían y se intercambiaban saberes técnicos y hábitos de diseño para la elaboración de sus utensilios.
En Yutopián las fronteras culturales se diluyen.
En suma, la historia ocupacional de Yutopián y su cultura material nos hicieron revisar los modelos de
transmisión cultural y de distribución geográfica de las sociedades prehispánicas, nos impulsaron a introducir la
dimensión del género en la arqueología aldeana y a considerar los estilos como hábitos y prácticas. Podría
decirse, sus objetos nos obligaron.
Agradecimientos
Vaya mi mayor agradecimiento a Jorge Chaile, quien nos recibió en su casa con los brazos abiertos, nos
protegió durante todos los años que trabajamos en Yutopián y lo sigue haciendo hasta el día de hoy; también a
Ramona, Celia, Álvaro y al siempre recordado Federico Chaile. Dedico un grato recuerdo a Joan, por los buenos
tiempos que pasamos en Yutopián. Agradezco a los revisores anónimos cuyos comentarios me permitieron
mejorar el manuscrito, lo mismo que a Lucas Pereyra Domingorena que realizó una revisión adicional.
Comprometen mi gratitud todos los que han colaborado en este proyecto, estudiantes, graduados, colegas y
vecinos de La Quebrada, así como los editores del presente volumen por haberme convocado para participar en
él. Fue un placer haber trabajado por varios años en la División Arqueología del Museo de La Plata.
Financiamiento
Esta investigación fue costeada con fondos de University of South Carolina (1992-93) y Comisión Fulbright
(1994) otorgados a Joan M. Gero, y de Wenner-Gren Foundation for Anthropological Research (1996 a 1999)
concedidos a Joan M. Gero y María Cristina Scattolin mediante un Collaborative Research Project.
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102
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(1478). Oxford: Archaeopress.
i
Se superpone aproximadamente a los Períodos Agroalfareros Temprano y Medio del esquema de A.R. González de 1963.
ii
En sitios formativos del NOA con énfasis pastoril (Campo Colorado, Las Cuevas, Matancillas, Casa Chávez Montículos) el patrón de
asentamiento puede generar vestigios de viviendas agrupadas o superpuestas (Tarragó 1996, p. 111) en contraposición a sitios con fuerte
componente agrícola (Tafí del Valle, Falda del Aconquija, Caspinchango) donde el asentamiento se muestra más disperso. Esto se
entiende en razón de los requerimientos de las prácticas de agricultura. Una alta dispersión puede ser debida a la naturaleza
progresivamente intensiva de los sistemas agrícolas los cuales inducen a mantener las unidades domésticas cerca de sus campos de
cultivo, en vez de cerca de sus vecinos, lo que no sería tan necesario en un régimen preponderantemente pastoril, en el cual el caserío
puede mantenerse agrupado, donde sea que se encuentren sus corrales (Scattolin 2007). De todas maneras, hay que subrayar que la
densidad social no es enteramente comparable a la densidad edilicia. “En la sociedad de antaño la dispersión en el espacio no era
percibida como tal, debido a la fuerte densidad social vinculada a la intensidad de la vida colectiva” (Bourdieu 2004, p. 96).
iii
Con respecto a los sistemas formativos de las quebradas de acceso a la Puna, Tarragó planteó, en 1996, que para “los sistemas aldeanos
del alto valle [Calchaquí]”… “se trata de asentamientos concentrados que se integraban por viviendas circulares de barro que se iban
adosando unas a otras conformando varios sistemas de celdillas al estilo de Tulor en Atacama” (1996, p. 11). En cambio, Olivera
recientemente ha planteado: “En un principio parece predominar, en la Puna y sus quebradas de acceso, un patrón disperso como en Las
Cuevas (quebrada del Toro, Salta) (Cigliano et al., 1976), Casa Chávez Montículos (Puna Meridional, Catamarca) (Olivera, 1991) o
Campo Colorado (Valle Calchaquí norte, Salta) (Tarragó, 1980). Pero desde comienzos de la era cristiana ya se observan patrones
arquitectónicos más complejos y concentrados o asociados a los campos de cultivo. Algunos sitios, como Tebenquiche … alcanzaron
gran desarrollo arquitectónico y espacial durante el primer milenio de la era cristiana, cubriendo grandes sectores de terreno con unidades
habitacionales, cementerios y estructuras agropecuarias” (Olivera 2018, p. 304).
iv
Recogido por Métraux en el Chaco boliviano (1932, p. 124 y ss).
v
Como modelo de delimitación de un campo de estudios en la práctica, véase, por ejemplo, la discusión de Gordillo (2012) en torno a la
categoría (clasificación) “Aguada”.
vi
La investigación fue efectuada en conjunto por Joan M. Gero y la autora de este trabajo, sin embargo, el género de las producciones
derivadas de tales estudios ha diferido y por eso se dan a conocer por separado (ver también Gero 2015, p. 7).
vii
La reproducción acrítica de los modelos prevalecientes, cronológicos y corográficos, basados en estilos cerámicos, puede permanecer
atrincherada, aun fuera del campo académico de la Argentina donde fueron instaurados, debido probablemente a los “malentendidos
estructurales” que ocurren “entre el campo de producción y el campo de recepción” de los conocimientos y a que –en el marco de “la
circulación internacional de ideas”– “la transferencia de un campo nacional a otro se hace a través de una serie de operaciones sociales”
(Bourdieu 1990). Ver, por ejemplo, la atribución exclusiva del estilo cerámico/cultura/etnia Candelaria a la geografía de las selvas del
piedemonte oriental (aparte de presupuestos valorativos implícitos) en las siguientes líneas: “… no obstante, no se revierten en los
Candelaria los avances de los pueblos valliserranos, quizá por estar insertos en un medio selvático más conservador” (Núñez Atencio
1999, p. 311); … “las ventajas agrícolas y metalúrgicas … destacaron [a los Condorhuasi] de sus vecinos, como los Candelaria, con
quienes interactúan tras los recursos de ceja de selva” (1999, p. 313).
viii
Aunque en Gero (2015) no se explicita, una gran mayoría de las muestras de carbón enviadas para datar corresponden a la agregación
de pequeños trozos de carbón procedentes de varios niveles y de varias cuadrículas a fin de obtener una cantidad suficiente para realizar
una datación convencional (cf. Gero 2015, p. 245 y ss.). No es lo más conveniente si se quieren obtener fechas puntuales y precisas. Las
muestras realizadas por AMS (Tabla 3) fueron enviadas más recientemente, por decisión personal, independiente de la Dra. Joan Gero, a
fin de reducir la incertidumbre.
ix
Subproducto de la acción calorífica intensa y localizada sobre el suelo de tierra.
x
En Gero & Scattolin (2002) incluimos dentro este contexto metalúrgico un fragmento de tubo cerámico con probable función de
soplador. Más tarde consideramos que debía ser excluido de dicho contexto y que corresponde considerarlo la rama horizontal de una
pipa de fumar (ver Gero 2015, pp. 120-123), ejemplos de las cuales aparecen en otros sitios residenciales del PF en el valle del Cajón,
incluso cerca de los fogones (Bugliani et al. 2010).