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BOLETÍN GEC, Nº 23, jun. 2019: 11-31. boletingec.uncu.edu.ar
eISSN 2618-334X
CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO FEMINISTA EN
CENTROAMÉRICA: DIÁLOGOS, RUPTURAS Y
CONTINUIDADES ENTRE LA MILITANCIA Y LA ACADEMIA*
Montserrat Sagot R.
Centro de Investigación en Estudios de la
Mujer, Universidad de Costa Rica
montserrat.sagot@ucr.ac.cr
Recibido: 17/04/2019. Aceptado: 07/05/2019.
Resu men
En este trabajo se analiza el proceso de construcción del pensamiento
feminista en Centroamérica, en particular a partir de la década de los
años 80. El análisis se realiza desde la perspectiva de la Sociología del
Conocimiento; es decir, situando los procesos de producción de los
saberes en el contexto en el que surgieron. Asimismo, la producción del
conocimiento feminista es entendida como un territorio siempre en
disputa, resultado de la relación compleja y contradictoria entre las
feministas situadas en los diferentes espacios y lugares de enunciación,
tanto académicos como de militancia. Se concluye que a pesar de las
dificultades y contradicciones, los Estudios Feministas en la región
centroamericana han sido y siguen siendo una estrategia fundamental
para fomentar la producción del saber desde la perspectiva de las
diversas mujeres, para transformar las formas tradicionales de construir el
conocimiento y para cuestionar las narraciones y representaciones
falsificadas, parciales y perversas sobre la vida social producidas desde
la ciencia tradicional, androcéntrica y colonial.
Pal abr as cl ave : Feminismo - Producción de conocimientos - Activismo -
Academia - Centroamérica
THE PRODUCTION OF FEMINIST KNOWLEDGE IN CENTRAL
AMERICA: DIALOGUES, DISRUPT IONS AND CONTINUITIES
BETWEEN MILITANTS AND ACADEMICS
* Una versión preliminar de este texto se presentó en el I Congreso
Internacional Universitario: Géneros, Feminismos y Diversidades,
Universidad Nacional de Costa Rica, 2011.
MONTSERRAT SAGOT R.
12
Abstract
This paper analyses the process of feminist knowledge production in
Central America, starting in the 1980’s. The analysis is conducted from
the perspective of the Sociology of Knowledge; situating the production of
saberes in the context from which they emerged. Moreover, the
production of feminist knowledge is understood as a terrain always in
dispute, resulting from the complex and contradictory relationship among
feminists situated in the different spaces and places of enunciation, both
as academics and as militants. The paper concludes that despite the
difficulties and contradictions, Feminist Studies in the Central American
region have been and continue to be a fundamental strategy to encourage
the production of knowledge from the perspective of the different women
in order to transform the traditional ways in which knowledge is produced
and to question the falsified, partial and perverse narratives and
representations about social life, generated by a traditional, androcentric
and colonial science.
Keywords: Feminism - Knowledge Production - Activism - Academia -
Central America
La construcción del conocimiento sobre las mujeres y
las relaciones de género tiene una estrecha relación con el
movimiento feminista contemporáneo, así como con la
ampliación de los espacios de acción de las mujeres y con
los cambios acaecidos en la división sexual del trabajo y la
cultura en los últimos cuarenta años. De hecho, con la
entrada de muchas mujeres –las antes llamadas
“irracionales”– a las diferentes disciplinas científicas y
durante un período de intensa protesta feminista en
Europa y Estados Unidos (1968-1980), la llamada
“segunda ola”, se inició el proceso para poner de
manifiesto la invisibilidad en la que permanecían las
mujeres y sus experiencias
1
.
Desde sus inicios, la creación de programas de
1
Existen diversas periodizaciones del movimiento feminista. Sigo aquí la
clasificación que considera como primera ola al movimiento de las
sufragistas y como segunda al movimiento que se inicia en Europa y los
Estados Unidos en la década del 60 del siglo pasado, que dio origen a los
“Estudios de la Mujer”. Según esta clasificación, la tercera ola fue la que
se dio en América Latina y otros países del Sur a partir de la década de
los 80. La cuarta ola sería la que vivimos actualmente.
CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO FEMINISTA EN CENTROAMÉRICA
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estudios e investigación sobre las mujeres y las relaciones
de género se planteó como un proyecto interdisciplinario
con un doble propósito: el de construir conocimiento, es
decir, analizar las condiciones específicas de las mujeres y
de las relaciones entre los géneros; y el propósito político
de contribuir a eliminar la injusticia social y la opresión
(Patai y Koertge, 1994).
La pregunta central que va a orientar el proyecto
epistemológico y político de los Estudios Feministas es de
una sencillez extraordinaria. Esta pregunta es: ¿dónde
están las mujeres en las teorías y la investigación
científica? Las consecuencias de buscar respuesta a esta
pregunta han sido extraordinarias y se inaugura así un
proceso de cuestionamiento y rompimiento con los
grandes “relatos” teóricos y empíricos de la ciencia
occidental. Poco a poco se empieza a plantear que lo que
se había asumido como universal o como conceptos
totalizadores eran simplemente recuentos particulares de
ciertos actores masculinos y de sus experiencias.
Este cuestionamiento tuvo como primer horizonte
propiciar una relectura de la producción científica y
constatar que las mujeres estaban ausentes tanto como
actoras y hasta como objetos relevantes del conocimiento.
El reconocimiento de un grupo de actores completamente
nuevo requiere una reconstrucción de ese conocimiento y
de las formas de conocer. Las mujeres, sobre todo las
privilegiadas en términos de clase social, localización
geográfica y raza, podían ahora reclamar “la mitad del
firmamento”. En un momento posterior, otras mujeres de
grupos históricamente excluidos también han empezado a
reclamar su lugar como productoras autorizadas y
legítimas de conocimiento. El resultado, sin embargo,
conforme se fueron profundizando los análisis e
incorporando más voces y sujetos epistémicos, ha ido
mucho más lejos ya que se han encontrado
configuraciones totalmente diferentes, lo que ha llevado a
repensar radicalmente las concepciones tradicionales
sobre el universo material y simbólico, así como a
cuestionar abiertamente la relación entre saber y poder.
En América Latina y el Caribe es durante la década de
los años 80 del siglo pasado que se reinicia el proceso de
MONTSERRAT SAGOT R.
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expansión de la producción de conocimientos sobre las
mujeres y las relaciones de género. Se acaba así el “gran
silencio feminista”, como le llamó Julieta Kirkwood (1984),
que se prolongó desde la década de los años 40 hasta la
de los 80. Es decir, desde que finalizan las luchas
sufragistas en la región hasta que vuelve a aparecer el
movimiento feminista en la escena política.
Considerando las referencias contextuales
mencionadas, el objetivo de este texto es analizar los
procesos de construcción del conocimiento feminista en
Centroamérica como resultado de un entramado de
complejas relaciones entre el movimiento feminista y la
academia. Para responder a ese objetivo y utilizando la
perspectiva conocida como Sociología del Conocimiento,
primero se realiza una revisión histórica de las principales
coyunturas y eventos que definieron el desarrollo de los
Estudios Feministas en la región, para luego analizar los
lugares de enunciación desde los que se construye el
conocimiento, así como los elementos que llevan a
plantear estos procesos como un territorio siempre en
disputa.
La estrategia metodológica se centró en la revisión
documental de la producción feminista de la región, así
como en las experiencias de la autora que ha sido
partícipe directa en estos procesos durante los últimos 30
años. Asimismo, se condujeron entrevistas con algunas
militantes-académicas y académicas-militantes de los
distintos países de la región
2
.
Centroamérica y los Estudios Feministas: los primeros
intentos
En el caso de Centroamérica la emergencia del
2
Las informantes para la elaboración de este trabajo fueron Walda
Barrios-Klee (Guatemala), Lorena Camacho (Costa Rica), Ana Carcedo
(Costa Rica), Almachiara D’Angelo (Nicaragua), Gilda Parducci (El
Salvador), Margarita Puerto (Honduras), Urania Ungo (Panamá).
CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO FEMINISTA EN CENTROAMÉRICA
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feminismo como movimiento social, así como espacio para
la construcción del conocimiento, siguió un camino
complejo debido a la situación de guerra, a la presencia de
regímenes autoritarios y a las violaciones sistemáticas a
los Derechos Humanos que destruyeron el tejido social y
acabaron con muchas vidas durante las décadas de los
años 70 y 80. Estas difíciles condiciones socio-políticas
implicaron el cierre de universidades y organizaciones de
la sociedad civil, el exilio de muchas académicas y
activistas, e incluso su involucramiento directo en la lucha
armada.
No es casual, entonces, que fuera en Costa Rica, país
que no experimentó graves conflictos, donde las
condiciones sociales y económicas permitieron un mayor
desarrollo de los Estudios Feministas en sus inicios. En
este país, las primeras investigaciones y espacios de
discusión intelectual feminista emergieron de forma
paralela en las universidades y en las organizaciones de
mujeres a inicios de la década de los años 80.
Las primeras publicaciones dedicadas en su totalidad
al análisis feminista surgen de dos organizaciones
costarricenses: la revista Ventana, del grupo del mismo
nombre, y la revista Mujer del Centro Feminista de
Información y Acción (CEFEMINA). Simultáneamente, en
1981, la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de
Costa Rica organizó el Primer Seminario Latinoamericano
de Investigación sobre la Mujer. Este evento reunió a
sectores académicos, programas estatales y
organizaciones no gubernamentales dirigidos a las
mujeres.
Sin embargo, incluso en Costa Rica, hubo que
enfrentar serios cuestionamientos desde diversos frentes
cuando iniciaron las primeras reflexiones feministas. Por
ejemplo, cuando se hablaba de violencia intrafamiliar
contra las mujeres, algunos sectores, particularmente de
izquierda, respondían que ese era un problema menor
frente a la gran violencia que se vivía en la región. Los
sectores conservadores, por su parte, negaban la
existencia del problema o argumentaban que, si bien
existía, los casos eran excepcionales.
Cuando se hablaba de sexualidades, se les llamaba
MONTSERRAT SAGOT R.
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pequeño-burguesas a las feministas y se les acusaba de
estar trivializando las experiencias de las mujeres
guatemaltecas o salvadoreñas, sometidas a violaciones
masivas por el ejército y los grupos paramilitares; y cuando
se hablaba de aborto y de derechos reproductivos se
acusaba a las feministas de querer eliminar de prepo a los
potenciales guerrilleros que combatirían en el futuro las
dictaduras centroamericanas. Lo anterior sumado a las
acusaciones de que el feminismo era un instrumento del
imperialismo y de la dominación ideológica, y de que
quiénes asumían esa perspectiva política eran
“divisionistas” y “diversionistas”.
Ahora bien, después de la Revolución Sandinista de
1979, en Nicaragua también se produjo una apertura
importante para la investigación sobre las mujeres y las
relaciones de género, como resultado de las nuevas
condiciones que fomentaron una ampliación de la
participación femenina en todos los ámbitos de la vida
social del país (Palacios, 1999). Asimismo, el proceso de
transformación social que se inició imponía un marco de
referencia obligado y fue un factor que estimuló la
producción de conocimientos sobre nuevas temáticas,
incluyendo las relacionadas con la participación de las
mujeres en diferentes espacios.
Las organizaciones de mujeres que se habían
involucrado en el proceso revolucionario jugaron un papel
fundamental en esta apertura que se vivió después del
triunfo sandinista. Esta situación, lamentablemente, ha
cambiado radicalmente en la actualidad –a pesar de estar
de nuevo el sandinismo en el poder– ya que ahora lo que
existe es una persecución abierta de las feministas y de
sus organizaciones por parte del gobierno presidido por
Daniel Ortega
3
.
3
En los últimos años, organizaciones como la Red de Mujeres contra la
Violencia, el Movimiento Autónomo de Mujeres y algunas activistas de
reconocido prestigio, como la periodista Sofía Montenegro, han sido
amenazadas, sus oficinas allanadas, han sido acusadas de actos
delictivos, como la asociación ilícita y el lavado de dinero, y sus
reputaciones mancilladas en una campaña dirigida desde la oficina de
Comunicación Política del gobierno, a cargo de la Primera Dama y ahora
CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO FEMINISTA EN CENTROAMÉRICA
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En términos de las temáticas abordadas en este
período, como resultado de la influencia del marxismo en
la región, durante la primera mitad de la década de los
años 80 la tendencia a privilegiar el tema del trabajo fue
muy importante en los primeros estudios que se
produjeron. Como lo señala Norma Vázquez, “la línea
central de los primeros trabajos giró alrededor de la
cuantificación de la opresión femenina; o sea, hacer
visibles los niveles de pobreza femenina y la discriminación
de las mujeres en el empleo” (Vazquez, 2001: 177).
También, hubo una importante producción en la temática
de las actividades de las mujeres rurales, en la
feminización de la fuerza de trabajo, así como en los
procesos de sindicalización (CIERA, 1984).
Por otra parte, un sector importante del feminismo
centroamericano, también influenciado por el marxismo,
empezó a utilizar la categoría “género” para definir un
sistema de opresión de las mujeres profundamente
imbricado con las condiciones de opresión económica y
política. Es decir, la categoría género fue un importante
instrumento utilizado por muchas feministas de la región
para desarrollar un análisis crítico de las interrelaciones
entre el patriarcado, el capitalismo y el carácter represivo
del Estado.
La categoría género pronto dio pie también para otro
tipo de reflexiones y acciones políticas, como las
protagonizadas por los primeros grupos organizados de
lesbianas. Como lo señala Claudia Hinojosa, el aliento
para estos grupos provino del feminismo y de sus
categorías, que brindaron “una crítica radical a la opresión
sexual, que iluminó entonces nuevas formas de entender
no solo la sexualidad, sino también la política” (Hinojosa,
2001: 184).
En este primer período en Centroamérica, sin
embargo, se produjeron pocos estudios sobre la
participación las mujeres en los diferentes procesos
organizativos o movimientos sociales, y muchísimo menos
vicepresidenta de la República, Rosario Murillo.
MONTSERRAT SAGOT R.
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sobre los problemas de la vida cotidiana. La falta de
investigaciones sobre estos temas contribuyó a mantener
la invisibilidad de las mujeres como actoras sociales y a
negar la vida cotidiana y el juego de las relaciones que ahí
se gestan como objetos de estudio relevantes. A pesar de
lo anterior, las mujeres centroamericanas estaban
participando activamente en la guerra, en los movimientos
sindicales, campesinos y en todas las luchas por la
supervivencia cotidiana que emergieron con gran fuerza en
esa época en la región.
Las historias de estas mujeres solo fueron recogidas
en la denominada “literatura testimonial” que jugó un papel
importante en este período. Margaret Randall fue la
pionera en esta línea al recopilar historias de mujeres
sandinistas en su texto Todas estamos Despiertas,
publicado en 1980. A esto le siguió la historia ampliamente
difundida de Rigoberta Menchú, escrita por Elizabeth
Burgos, publicada en 1985, así como otras narraciones de
mujeres combatientes o participantes en diferentes
movimientos sociales.
Como lo plantea Norma Vázquez (2001), este tipo de
documentos constituye un referente obligado, aunque casi
siempre olvidado, de los Estudios Feministas en la región,
dado que visibilizaron las condiciones de opresión y
convirtieron las historias personales en hechos públicos.
Sin embargo, a medida que avanzaron otras formas de
conocimiento más estructuradas, esta forma de producción
se perdió o disminuyó sustancialmente.
Pacificación de la región y la ampliación de la
producción feminista
En la década de los años 90 se inició el proceso de
pacificación de Centroamérica, que incluyó la derrota
electoral de los sandinistas en 1990 y, consecuentemente,
el fin de la guerra de la “Contra”, la firma de los Acuerdos
de Paz en El Salvador en 1992, el fin de la “guerra sin
guerra” en Honduras y el inicio de conversaciones para el
cese de los enfrentamientos en Guatemala. Esto implicó la
expansión de la producción feminista ya que los procesos
CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO FEMINISTA EN CENTROAMÉRICA
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de paz condujeron a una ampliación de la sociedad civil y a
la aparición de una gran cantidad de organizaciones de
mujeres y feministas que comenzaron a recibir
financiamiento de organismos de cooperación internacional
para el desarrollo de sus actividades. Estos procesos
coincidieron también con el fin de la Década de la Mujer de
las Naciones Unidas y la emergencia de mandatos
internacionales para la promoción de la igualdad y la
equidad de género.
En ese sentido, estas organizaciones feministas y
centros de investigación tuvieron una impronta significativa
en la transformación de la institucionalidad de los Estados
y de los sistemas legales de la región, al lograr incorporar
la igualdad de género como parte del discurso público en
la era posconflicto (Sagot, 2014). Asimismo, también
contribuyeron a la transformación de la mente colectiva y a
generar un discurso contra-hegemónico, si bien minoritario,
al plantear nuevas preguntas sobre las relaciones entre los
géneros, y a ofrecer datos novedosos y análisis sobre las
diferentes formas de discriminación y subordinación de las
mujeres.
En los diferentes países centroamericanos el proceso
siguió sus propios ritmos y tuvo características
particulares. Sin embargo, es importante destacar el papel
de las organizaciones feministas como las principales
impulsoras de los estudios sobre las mujeres y las
relaciones de género en todos los países. Al igual que
había ocurrido en Costa Rica en los años 80, las primeras
investigaciones y espacios de discusión feminista en la
década del 90 emergen de forma paralela en las
universidades y en las organizaciones de mujeres y, en
muchos casos, como resultado directo de la cooperación
entre los movimientos y la academia. Como lo expresa
Gloria Careaga (2002), el análisis académico de las
condiciones de las mujeres impulsó las luchas feministas
en la región, tanto como el activismo feminista ha
enriquecido a la academia.
Si se compara el desarrollo de los Estudios Feministas
en Centroamérica con el de las naciones industrializadas,
se debe concluir que en la región se siguió un patrón
distinto, partiendo más directamente de las necesidades
MONTSERRAT SAGOT R.
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sociales y de las luchas e intereses de las organizaciones
de mujeres. Otros actores importantes en este proceso
fueron la cooperación europea, en particular la española, y,
aunque parezca paradójico, las universidades controladas
por la Iglesia Católica, debido a que en estos espacios
académicos se concentró mucho de la resistencia contra el
autoritarismo y la opresión que se vivió en la región
durante el período de la guerra y el conflicto.
En Guatemala, por ejemplo, el primer programa de
formación académica en estudios de género fue impulsado
por la Fundación Guatemala, una ONG de mujeres, en
conjunto con varias universidades españolas y la católica
Universidad Landívar. Cuando se les pregunta a las
feministas guatemaltecas sobre esta alianza sui generis
con una universidad católica, su respuesta es que la
universidad pública se perdió en la guerra y se convirtió en
un espacio autoritario y mediocre, controlado por los
poderes estatales, que no ofrecía posibilidades para
estudios renovadores y menos para auspiciar un programa
feminista
4
. Situaciones similares ocurrieron con la UCA
(Universidad Centroamericana), universidad regentada por
la Orden de los Jesuitas, en Nicaragua y El Salvador, que
fueron pioneras en introducir los estudios de género dentro
de sus programas académicos.
Relaciones en Disputa
La existencia de Estudios Feministas le representa un
profundo desafío a las formas tradicionales de construir
conocimiento ya que desde este posicionamiento se
trastoca la forma convencional de hacer investigación, los
temas que se abordan y las visiones del mundo que se
privilegian. Como parte de este proceso, las mujeres
centroamericanas empezaron a contar sus propias
historias, lo que es una empresa con fuertes
connotaciones políticas que implica una crítica
4
Entrevista a Walda Barrios-Klee, FLACSO, Guatemala.
CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO FEMINISTA EN CENTROAMÉRICA
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epistemológica implícita y explícita a las formas y temas
tradicionales de la investigación científica.
Asimismo, con los Estudios Feministas se
transformaron las experiencias cotidianas, antes excluidas
de la investigación científica, en un terreno que
proporciona elementos para la construcción de teorías e
interpretaciones alternativas sobre la realidad social.
Elizabeth Kamarck ya había comparado estos procesos
que se promueven desde los Estudios Feministas con
“Copérnico haciendo trizas nuestra geo-centricidad y
Darwin haciendo añicos nuestra especie-centricidad”
(Kamarck citada por Boxer, 1998: 105).
Sin embargo, los Estudios Feministas son siempre un
territorio en disputa. Por una parte, se tienen que enfrentar
las críticas de quienes en las universidades y centros de
investigación acusan a las académicas feministas de no
ser científicas, objetivas o de producir ideología en lugar de
conocimiento científico. Por otra, desde el movimiento
feminista, en muchas ocasiones, se recrimina a las
investigadoras por disfrutar de las recompensas que da el
privilegio académico.
Además, se habla de la posible cooptación de los
Estudios Feministas por parte de la institucionalidad y de la
pérdida del impulso feminista; y se acusa a las académicas
de haber tomado mucho más de las organizaciones y
movimientos de mujeres de lo que devuelven. También,
surgen preguntas sobre cómo y dónde se sitúan las
investigadoras cuando escriben los resultados de sus
estudios y sobre la posibilidad o no de presentar las voces
de quienes son investigadas sin distorsionarlas, explotarlas
o usarlas para beneficio propio. Porque es evidente que,
aunque se mantenga un fuerte compromiso ético y político
con el feminismo como movimiento de transformación
social, las vidas de las mujeres a las que tienen acceso las
investigadoras contribuyen significativamente al prestigio
del que disfrutan en los espacios académicos o
institucionales, que se crean y mantienen como resultado
de sus investigaciones.
Es también importante referirse a la definición del
objeto de estudio de las investigaciones y análisis sobre
las mujeres y las relaciones de género en este período.
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Como resultado de las condiciones políticas adversas y de
la casi total invisibilidad de la población femenina en la
producción científica anterior, en Centroamérica, al igual
que en otras partes del mundo, se pensó que era suficiente
con definir como objeto de estudio a “las mujeres” y sus
condiciones. “Mujeres” en plural, en el mejor de los casos,
pero muchas veces limitándose a la esencializante
categoría de “la mujer”.
Lo anterior dio pie a que se hablara de “la mujer” o “las
mujeres” como si fueran una población homogénea y
estable en el tiempo y el espacio. Esta situación ayudó en
un primer momento a construir slogans poderosos, como el
usado para el caso de la violencia contra las mujeres: “la
violencia nos afecta a todas”. Sin embargo, el slogan es útil
políticamente en un determinado momento, pero cuando
se trata de aplicarlo de igual manera a la construcción del
conocimiento da pie para un análisis totalizador y
generalizador de las experiencias de las mujeres. Por eso
surge, la siguiente pregunta: ¿cómo es que el feminismo
se propuso sacar a la luz a muchos sujetos femeninos y
terminó ocupándose de unos pocos?
Como resultado, solo recientemente se han empezado
a incorporar en Centroamérica criterios que den cuenta de
las diferencias raciales, de clase, generacionales,
religiosas o de orientación sexual e identidad de género.
Lo anterior se ha hecho como parte de un discurso y una
discusión abstracta, pero ha habido problemas para una
verdadera integración y para la utilización de todos estos
elementos como categorías analíticas y explicativas. Ha
existido, en ese sentido, una tendencia a la exclusión
discursiva y real de las experiencias de las mujeres
negras, indígenas, de las mujeres viejas, de las lesbianas
y, muchas veces, hasta de las niñas. De hecho, desde los
espacios de construcción del conocimiento, los temas
relacionados con las experiencias de las mujeres negras,
jóvenes, indígenas o migrantes solo empezaron a ser
abordados recientemente. Asimismo, hay todavía muchas
prácticas políticas del movimiento feminista poco
documentadas y teorizadas.
Además, muchas veces, se partió de la premisa de
que, dado que las investigadoras feministas comparten
CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO FEMINISTA EN CENTROAMÉRICA
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algunas características sociales o culturales con otras
mujeres, tenían acceso a un conocimiento completo de sus
realidades y podían hablar por esas mujeres casi con su
misma voz, sin sustituirla o distorsionarla. Es decir, se
partió de la premisa, no explícita, de que las investigadoras
feministas podían ser insiders en cualquier grupo de
mujeres, independientemente de sus condiciones de clase,
raza, etnia, nacionalidad, etc., y comprender sus
realidades como si fueran unificadas o indiferenciadas.
Además del esencialismo que esas posiciones
conllevan, surge también la pregunta de quién habla por
quién, y de cómo se sitúan las investigadoras a sí mismas
en relación con las mujeres con las que trabajan y con sus
vidas. Este es un problema común para cualquier persona
que quiera ayudar a construir conocimiento desde un
grupo social al que no pertenece; sin embargo, en el
ámbito de los Estudios Feministas en la región esa
problemática frecuentemente se pasa por alto, por lo que
no ha sido suficientemente debatida o presentada
abiertamente como una situación que merece constante
atención y vigilancia.
Por otra parte, todavía existe una gran dependencia
de las teorizaciones europeas y norteamericanas, por lo
que aún no se ha realizado completamente esa ruptura
con la colonialidad del saber y con la colonialidad de
género (Mendoza, 2010) en su relación con la clase, la
etnia, la raza, la nacionalidad y la sexualidad. El
rompimiento con estas tendencias solo recientemente lo
empiezan a hacer algunas pensadoras de la región, en
particular, las académicas y teóricas indígenas
descoloniales y comunitarias de Guatemala y Honduras,
así como otras pensadoras afrodescendientes. Los
conocimientos alternativos producidos por las mujeres
pobres, campesinas, indígenas y afrodescendientes, si
bien se generan en “los sótanos” de las sociedades
centroamericanas, como lo expresa Breny Mendoza
(2014), constituyen una verdadera revolución epistémica
que cuestiona las formas tradicionales de conocer e
incluso lo que se entiende por conocimiento.
Con estos nuevos aportes la producción ya no se
limita a reproducir lo ya dicho en el Norte global, sino que
MONTSERRAT SAGOT R.
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son saberes que se han reconfigurado desde las
realidades locales y que han tomado itinerarios político-
culturales diferentes, lo que los convierte en lugares
novedosos de enunciación y construcción de conocimiento.
Estas elaboraciones constituyen una contribución
fundamental dado que parten de un poderoso pensamiento
renovador que descentra al sujeto universalizante del
feminismo blanco y del eurocentrismo
5
.
¿Desde dónde se construye el conocimiento
feminista?
Es importante precisar que en la región
centroamericana se pueden identificar, al menos, cuatro
grupos diferentes de personas que se dedican a los
Estudios de las Mujeres y de Género
6
, y que no todas
parten de un posicionamiento feminista. Como se verá, lo
anterior acarrea una serie de problemas para las rupturas
epistemológicas y para la construcción de comunidades
epistémicas emancipadoras.
En el primer grupo están las “pioneras”, quienes
habían investigado sobre las mujeres desde antes de que
se diera el desarrollo y la institucionalización de este tipo
de estudios. En el segundo lugar se encuentran las
“ideólogas”, en el sentido gramsciano, que se dedican a los
Estudios Feministas por su militancia y compromiso con el
feminismo como movimiento social. Muchas de estas
5
Este es el caso de autoras como Aura Cumes (2007), Emma Chirix
(2009), Gladys Tzul (2015) y Lorena Cabnal (2010) que elaboran nuevas
aproximaciones para reinterpretar la historia y las realidades de la vida
cotidiana de las mujeres indígenas, dentro del mundo indígena. Estas
autoras pretenden ser parte de un continuum de resistencia, transgresión
y construcción de nuevas epistemologías desde las mujeres de las
comunidades originarias, en diferentes espacios y temporalidades, con el
fin de contribuir a la abolición del patriarcado originario ancestral y del
occidental.
6
Esta clasificación está basada en la desarrollada por Catharine R.
Stimpson (1988) para los Estados Unidos, pero que con modificaciones
se puede aplicar a la realidad centroamericana.
CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO FEMINISTA EN CENTROAMÉRICA
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mujeres pertenecen a las mismas comunidades
históricamente discriminadas y se convierten en una
bisagra entre el activismo y la academia.
También están las “tardías”, quienes, por distintas
razones, se involucran con la temática de manera reciente,
pero no están familiarizadas con la historia y el proceso
político o académico del feminismo. Algunas de estas
tienen verdadero interés y asumirán compromisos como
militantes, pero otras pasarán a formar parte de la última
categoría; es decir, de las que “se suben al carro”, porque
los Estudios de las Mujeres y de Género les parecen de
moda, son de utilidad para sus carreras o les traen
beneficios económicos. A estas últimas, algunas feministas
centroamericanas también las llaman “trabajadoras del
género” ya que se dedican a la temática como parte de un
empleo remunerado y no porque se consideran parte de un
movimiento social transformador.
Las diferencias anteriores se ven reforzadas en razón
de que el concepto de género, herramienta importante de
muchos de los procesos de construcción de conocimiento
feminista, no es garantía en sí mismo para producir
pensamiento emancipador. De hecho, el concepto de
género ha sido ampliamente disputado en la región (Sagot,
2016). Prácticamente desde que se popularizó su uso a
mediados de los años 80, un grupo de feministas y
académicas, que adherían a las posturas de la “diferencia
sexual”, inician sus críticas al concepto, particularmente a
su versión de “sistema sexo-género” (Laudano, 2006).
Según estas autoras, este concepto reproduce el
pensamiento binario de la modernidad y se encuentra
ligado a los paradigmas liberal y funcionalista.
Otro grupo de académicas y activistas también han
criticado la sobresimplificación y despolitización del
concepto y su apropiación por parte de organismos
internacionales y gobiernos con el fin de despojar las
propuestas del feminismo de su radicalidad (Gargallo,
2006). Se acusa también a las que asumieron el uso del
concepto, sobre todo si se desempeñan en espacios
institucionales, de ser “tecnócratas de género”, encargadas
de incorporar el concepto al discurso dominante, y se las
culpa de ser un vehículo de cooptación del lenguaje y el
MONTSERRAT SAGOT R.
26
discurso feministas (Ungo, 2002). Como lo plantea Claudia
Laudano:
Con el correr del tiempo y de la multiplicación de las
prácticas, la categoría “género” empezó a mostrar sus
debilidades como herramienta de análisis. Su polisemia
derivó en una constelación de usos, sin especificar con
qué nociones de sujeto, sociedad y poder entraba en
juego, en singular y plural, en enfoques subjetivistas y
objetivistas, en la pérdida del componente de la
desigualdad ante el reconocimiento de la mera diferencia
[…] (Laudano, 2006: 150).
Como puede apreciarse, no todas las personas que se
dedican a los Estudios de las Mujeres y de Género pueden
ser consideradas como partícipes de lo que se ha
concebido como el dominio feminista. Como ya se dijo
antes, dados estos diferentes posicionamientos y puntos
de referencia, es difícil construir una verdadera comunidad
de producción de conocimientos, que produzca rupturas y
que sea capaz de enfrentar los embates de misoginia y la
descalificación que surgen desde diferentes frentes.
Más bien, desde que los Estudios sobre las Mujeres y
de Género se institucionalizaron y afianzaron en
universidades, gobiernos y organismos internacionales, los
hombres misóginos también han encontrado aliadas en
algunas mujeres académicas y funcionarias que claman
estar haciendo estudios con “perspectiva de género”, pero
que se dedican a desprestigiar y a cuestionar los Estudios
Feministas y a quienes los hacen. Asimismo, muchos de
los llamados programas de “equidad de género” han
tendido a despolitizarse. En estos espacios el concepto de
género ha ido perdiendo su potencia cuestionadora y su
capacidad explicativa, y se ha reificado, hasta llegar, en
algunos casos, a plantearse como un enfoque opuesto al
feminismo.
Desde la anterior perspectiva, los Estudios Feministas
se convierten en un territorio en conflicto. Por un lado, se
tienen que enfrentar las críticas desde dentro de la
academia y de los sectores conservadores que impugnan
de manera sistemática los procesos y resultados de
construcción del conocimiento feminista. Por otra parte,
muchas militantes y activistas también se convierten en
CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO FEMINISTA EN CENTROAMÉRICA
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críticas acérrimas de algunos espacios universitarios de
construcción del conocimiento y acusan a quienes están
involucradas de ser simplemente “académicas” o elitistas.
Según lo manifestaron varias de las activistas
entrevistadas para este trabajo, muchas veces no hay
visualización de una alianza estratégica o de una relación
más explícita entre la academia y el movimiento ya que los
momentos de convergencia están determinados por
coyunturas políticas particulares y no por alianzas o
compromisos de mediano o largo plazo.
Asimismo, las activistas alegan que muchas veces
existe una falta de vinculación entre el conocimiento que
se produce en la academia y la acción política. Lo anterior
conduce a que no haya una multiplicación sistemática del
conocimiento que se genera o intencionalidad de una
acción política conjunta. Tampoco existen suficientes
espacios de encuentro entre las feministas-académicas y
las feministas-activistas para compartir el conocimiento
acumulado, ya que muchos de los espacios académicos
son elitistas y se mantienen alejados de las realidades
cotidianas, no solo del movimiento feminista, sino de la
mayoría de las mujeres en general.
A pesar de los retos y dificultades, hay también
muchas continuidades entre la militancia y la academia
feministas. De hecho, este es un campo que ha
posibilitado una poderosa fusión entre el activismo, la
política y la academia, tanto dentro de las universidades
como fuera de ellas. Muchos de los programas
universitarios de Estudios de las Mujeres y de Género, así
como quienes laboran allí, se consideran el brazo militante
del feminismo en la academia. Es decir, una de las
características principales de este tipo de estudios ha sido
la negativa a establecer separaciones artificiales y
arbitrarias entre el activismo y la academia, así como entre
la teoría y la práctica. Por otra parte, desde los Estudios
Feministas se ha hecho un reconocimiento explícito de los
diferentes lugares desde donde se construye el
conocimiento transformador, así como de las diversas
voces con autoridad epistémica para la producción de
saberes e interpretaciones alternativas de la realidad
social.
MONTSERRAT SAGOT R.
28
Desde la anterior perspectiva, los Estudios Feministas
han sido y siguen siendo una estrategia fundamental para
fomentar la producción del saber desde la perspectiva de
las mujeres y para transformar las formas tradicionales de
construir el conocimiento científico. De hecho, la existencia
de los Estudios Feministas ha contribuido a cuestionar las
narraciones y representaciones falsificadas, parciales y
perversas sobre la realidad social y sobre los aportes de
las diversas mujeres a la construcción de esa realidad,
producidas por la ciencia androcéntrica y colonial.
Asimismo, los Estudios Feministas se convierten en un
espacio de convergencia que abre posibilidades para
eliminar las separaciones drásticas entre trabajo político y
trabajo intelectual. Si bien hay críticas desde la militancia
hacia la academia, la verdad es que este tipo de
producción con vocación emancipatoria es la que más
fácilmente permite desvanecer las líneas divisorias entre
estas dos esferas.
Sin embargo, las tensiones continúan. El viejo tema de
la posible cooptación de los Estudios Feministas por la
doxa académica sigue presente, así como el tema de que
los Estudios Feministas son triviales, poco objetivos o
demasiado radicales como para estar en los espacios
académicos o institucionales. A pesar de las limitaciones,
es fundamental rescatar el potencial revolucionario
contenido en las visiones del mundo de quienes producen
conocimiento feminista desde los diferentes
posicionamientos sociales y lugares de enunciación.
Ahora bien, si se quiere fortalecer la construcción del
conocimiento feminista en la región centroamericana, es
necesario continuar haciéndolo manteniendo una estrecha
relación de los movimientos sociales con las academias.
Es necesario también pegarle un remezón epistemológico
y político a la categoría de género, para que vuelva a tener
su potencial transformador, en particular en su intersección
con los otros órdenes sociales y sistemas de dominación,
tales como la clase social, la raza, la etnia y la sexualidad.
Es fundamental, además, dar voz a las multitudes
diversas de las mujeres y a sus prácticas políticas, en
particular a las que han ocupado un lugar histórico de
subalternidad, para así fortalecer la producción de teoría
CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO FEMINISTA EN CENTROAMÉRICA
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descolonizada y con arraigo latinoamericano. Solo de esta
forma se podrá perturbar la hegemonía de los sistemas
opresivos y abrir espacios conceptuales, discursivos,
afectivos y políticos para agrandar nuestros imaginarios de
posibilidades y de acción con el fin de seguir aportando a
la construcción de las utopías feministas.
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