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A Coruña – Barcelona:
las coordenadas catalanas de la revista Alfar
B P N
Universitat de Barcelona
bernatpadro@ub.edu
1. A A C
A mediados de 1925 Antón Villar Ponte podía armar que A Coruña, a pesar de no
ser una de las ciudades más pobladas de España, competía por las primeras posiciones en
el ámbito de la “alegría”, solo por detrás de Madrid y Barcelona1. Esa “alegría” se refería a
la modernización de la por entonces capital de Galicia. Villar Ponte, que fue fundador de
la primera Irmandade da Fala en A Coruña –una organización nacionalista gallega activa
entre 1916 y 1931–, y el director de la segunda etapa del boletín A Nosa Terra (1916-1932),
órgano de expresión y propaganda de la institución, podía permitirse escribir una crónica
sobre la modernidad periférica de A Coruña en castellano, en un periódico de Madrid, y
sin necesidad de hacer mención alguna al hecho diferencial o a la reivindicación naciona-
lista gallega. La modernidad de A Coruña, periférica desde un punto de vista estatal, tenía
un carácter central desde una perspectiva transatlántica. Su ubicación occidental y un
puerto privilegiado la convertían en un eje clave de un comercio marítimo con América,
potenciado por las redes sociales generadas por la emigración. Desde el punto de vista
literario, el auge del galleguismo propició una incipiente red de publicaciones periódicas
que, si bien no tuvieron el carácter especíco de prensa literaria, fueron fundamentales
para la constitución de un campo literario en lengua gallega. Para su estudio, comenta
César Antonio Molina, «hay que vaciar los elementos literarios, a veces escasos, que exis-
ten en publicaciones cuyos propósitos iban más encaminados hacia lo político (A Nosa
Terra), lo neosóco (La Centuria), la información general (Vida Gallega), lo arqueológico
y antropológico (Nós)»2.
Cabe mencionar sin embargo cuatro revistas de creación muy efímeras de principios
de los años veinte: Vida (julio de 1920-septiembre de 1921), Luz (julio de 1922), Gráca
(agosto-octubre de 1922) y Ronsel (mayo-noviembre de 1924). Las tres primeras, que
presentaron una destacable calidad literaria y gráca, fueron posibles debido a la implica-
1 Antón Villar Ponte, «Apuntes para un ensayo de la original alegría de La Coruña», El Sol, 5/6/1925, p. 3.
2 César Antonio Molina, La revista «Alfar» y la prensa literaria de su época (1920-1930), A Coruña,
Ediciones Nós, 1984, p. 30.
Tintas. Quaderni di letterature iberiche e iberoamericane, 8 (2019), pp. 17-31. : 2240-5437.
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ción de un grupo de intelectuales coruñeses cuyo testimonio fue recogido por uno de sus
integrantes, el escritor Julio Rodríguez Yordi3. Este grupo, con tertulia estable en el Café
La Peña, estaba integrado por más de treinta individuos, entre los que destacan el escultor
Ángel Ferrant, el ilustrador Álvaro Cebreiro y el poeta uruguayo Julio J. Casal, «uno de
los indispensables. Acaso el más aglutinante de todos. Es un verdadero animador de las
reuniones y en múltiples casos con [sic] sus temas los que suscitan las controversias»4. La
tertulia, además, recibía las visitas esporádicas de los escritores gallegos Alfonso R. Cas-
telao, Eugenio Montes y Evaristo Correa Calderón5. Según María Victoria Carballo-Ca-
lero, la creación de las tres revistas por parte de algunos de los amigos de la tertulia de
La Peña contribuiría a la conversión del Boletín de Casa América Galicia en la moderna
revista Alfar6. Capítulo aparte merece la revista Ronsel (mayo-noviembre de 1924), un
proyecto del lucense Evaristo Correa-Calderón y el coruñés Cebreiro. Fue una revista de
apariencia impecable, que recogió las manifestaciones de vanguardia del ámbito geográ-
co del noroeste español y del idioma gallego, aunque estuvo abierta a otras tendencias.
La vanguardia gallega estuvo representada por el propio Cebreiro y por Manuel Antonio,
autores unos años antes del único maniesto vanguardista redactado en gallego, «Mais
alá». En este rico espacio bilingüe de revistas culturales de la Galicia de los años veinte
destacaron, sin embargo, Nós (1920-1936) y Alfar (1922-1927), tanto por su calidad como
por su longevidad, y ambas se nutrieron del dinamismo creado por ese espacio de revistas.
El de Alfar es un caso particularísimo7. Nació como Boletín de la Casa América-Galicia,
una institución fundada en 1920 por los consulados iberoamericanos de A Coruña y los
principales bancos gallegos. Su objetivo era fomentar las relaciones sociales y sobre todo
económicas entre el país y los principales destinos americanos de la emigración gallega.
Su publicación, que tuvo varios nombres8, incorporó en septiembre de 1922 contenidos
literarios, y entre 1923 y 1926, ya con el nombre Alfar, se convirtió por la gran cantidad
de escritores y artistas de primer orden que aparecieron en sus páginas, en la revista de
creación más importante de toda España. Este proceso se debe a Julio J. Casal, cónsul
uruguayo y poeta, que al hacerse con la presidencia de la institución promovió la trans-
formación de la revista, y supo traducir el capital social y económico de la institución y del
puerto de A Coruña en capital literario y convertir la publicación en una de las principales
plataformas del hispanoamericanismo cultural.
3 Julio R. Yordi (1894-1967), que fue colaborador asiduo de Alfar en todas sus etapas y de periódicos como
El Orzán y El Noroeste, dirigido por su padre Eladio Rodríguez González, publicó en 1954 un libro de memorias
titulado La Peña y la peña. Tertulias y tertuliantes. En él da cuenta del ambiente intelectual de A Coruña, a la
manera del Pombo de Ramón Gómez de la Serna o de El Movimiento V. P. de Rafael Cansinos Assens.
4 Julio Rodríguez Yordi, La Peña y la peña, A Coruña, Editorial Moret, 1954, p. 148.
5 Ibid., p. 250-252.
6 María Victoria Carballo-Calero Ramos, «Dibujantes orensanos en la revista “Alfar”», en Memoria
1982 del Museo de Pontevedra, Pontevedra, Diputación Provincial de Pontevedra / Patronato del Museo de
Pontevedra, 1983, p. 357.
7 Para el estudio de la bibliografía existente sobre Alfar, consúltese Bernat Padró Nieto, «Olvido y
recuperación de un proyecto cultural de alcance transatlántico: claves bibliográcas para el estudio de la
revista Alfar», Bulletin Hispanique, 120, 1 (2018), pp. 147-162.
8 A partir de mayo de 1922 cambió su nombre por el de América-Galicia. Revista Comercial Ilustrada
Hispano-Americana, sin alterar la numeración, y en septiembre de ese mismo año volvió a cambiarlo por
el de Revista de Casa América-Galicia, nombre que mantuvo hasta octubre de 1923. El número siguiente,
de septiembre de 1923, ya apareció con la denominación denitiva Alfar, que conservaría hasta su n. Para
simplicar nos referiremos a la revista siempre con el nombre Alfar.
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La ubicación geográca de Alfar la expuso a la inuencia de varios ejes culturales que
la cruzaron y determinaron su trayectoria. Por un lado, incidió de forma decisiva en el
campo literario español, participó de su dinamismo, y sus páginas son testigo del pro-
gresivo declive del ultraísmo, el triunfo del clasicismo formalista e intelectualista liderado
por Juan Ramón Jiménez, y la siguiente renovación por parte de los poetas de la llamada
Generación del 27. Por otro lado, el carácter americanista de la institución responsable
de Alfar, así como los contactos personales de su director, le imprimieron un marcado
acento hispanoamericano. Ninguna revista española del momento llegó a publicar a tantos
escritores argentinos y uruguayos, a los que se sumó una amplia serie de representantes de
otras repúblicas latinoamericanas9. En tercer lugar, la revista Alfar y sus redes españolas
y transatlánticas se superpusieron al sistema de revistas en gallego o bilingües. A pesar de
estar orientada hacia otras coordenadas, Alfar fue permeable a los intereses y a la literatura
de su ambiente. Julio J. Casal tomó alguna ayuda de los tertulianos del La Peña, como la del
redactor-administrador Alfonso Mosquera, y abrió las páginas de la revista a aportaciones
de sus miembros, que fueron la base de la revista, a las que se sumarían las contribuciones
de escritores y artistas de todos los puntos de la Península Ibérica, y de los países hispano-
americanos. Alfar, sobre todo en un principio, presentó por razón de su propia génesis un
equilibrio entre lo local y lo internacional, no solamente en sus temas, sino también en las
colaboraciones. Un sector de Alfar dialogaba con el campo intelectual gallego: Nós apare-
ció siempre entre las revistas recomendadas por Alfar. A su vez, Alfar apareció reseñada
en Nós en tres ocasiones. Muchos de los colaboradores de Nós, A Nosa Terra y Ronsel pu-
blicaron también en Alfar. La participación de los gallegos no solo supuso la aparición en
sus páginas de literatura en gallego, sino que acentuó la presencia de dos literaturas que se
encontraban en el eje del proyecto nacionalista gallego: la portuguesa y la catalana.
.. R “C W”
Las redes intelectuales entre gallegos y catalanes no pueden entenderse sin la reper-
cusión que tuvo la intervención del presidente Woodrow Wilson en el Congreso de los
Estados Unidos el 8 de enero de 1918. El discurso, conocido como “Los catorce puntos”,
llamaba al alto al fuego y a la reconstrucción de Europa, y contemplaba la autonomía de
las naciones sometidas por los imperios Otomano y Austro-Húngaro, así como el reajuste
de las fronteras estatales en los Balcanes, Polonia y Bélgica de acuerdo con las nacionali-
dades, cosa que esperanzó a los ciudadanos de las naciones sin estado del continente. Los
esfuerzos por visibilizar las minorías nacionales en el contexto ibérico requerían el esta-
blecimiento de una red de cooperación que no podía pensarse sin el concurso de Portugal.
En primer lugar, porque el iberismo catalán veía en el eje atlántico galaico-portugués un
contrapeso necesario a Castilla en una Iberia tripartita. En segundo lugar, porque Galicia
encontraba en Portugal un modelo nacional hermano y alternativo al castellano.
La revista Alfar no solo se vio inmersa en esta dinámica, sino que la reforzó por siner-
gia con el contexto latinoamericano. La celebración de los centenarios de las indepen-
dencias supuso un punto de inexión en las repúblicas americanas. La independencia
política debía ir acompañada de la independencia cultural, de modo que las distintas con-
9 La red transatlántica entre Alfar y las revistas argentinas ha sido estudiada en Bernat Padró Nieto,
«Un espacio transatlántico de revistas. La recepción de la vanguardia argentina en Alfar (1922-1927)», en
Martínez Pérsico, Marisa (dir.), Manualdeespumas. Estudios, balances y relecturas de las vanguardias en
una dimensión transatlántica, Valencia, Calambur Editorial, 2019, pp. 39-61.
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memoraciones se vieron teñidas del esfuerzo por establecer el canon y las características
paradigmáticas de las respectivas literaturas nacionales. No es de extrañar, pues, que en
el primer número literario de Alfar (nº 21, septiembre de 1922), todavía en fase de tran-
sición, aparecieran artículos dedicados a los centenarios de la independencia de Brasil,
México y Chile, junto a poemas de Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral, y un artículo
galleguista de Antón Villar Ponte.
.. E
El texto de Villar Ponte, titulado «Valores culturales de Galicia», estaba dedicado a Vi-
cente Risco, uno de los principales teóricos del nacionalismo gallego, e iba acompañado
de una caricatura hecha por Álvaro Cebreiro. El autor presentaba al intelectual en clave
ibérica: «Risco pertenece a la élite ibérica de los Coimbra, los Unamuno, los D’Ors, los
Ortega y Gasset», y describía su proyecto intelectual ante el espejo del modelo catalán:
«Fue el catalanismo un chispazo romántico, coincidente con un progresivo desarrollo
económico, que tuvo sus primeros apóstoles en un grupo de maestros de escuela. Y el
galleguismo no podrá, si aspira a la imposición, seguir otros caminos»10. Las relaciones de
Villar Ponte y el nacionalismo gallego con el catalanismo se remontaban a 1917 y estaban
marcadas por la gura de Francesc Cambó. El político catalán visitó Galicia a nales de
ese año para conocer las Irmandades da Fala y concretar una efímera relación bilateral: La
Veu de Catalunya, periódico de la Lliga Regionalista, empezó a informar de la actividad
galleguista, y A Nosa Terra, órgano ocial de las Irmandades, lanzó varios llamamientos a
seguir el ejemplo catalán. El 25 de noviembre de ese año la plana mayor de las Irmandades
visitó Barcelona y el 4 de diciembre Cambó junto con algunos colaboradores devolvieron
la visita11. La intervención intelectual de Cambó en Galicia quedó a partir de 1919 en
manos de la Oficina d’Expansió Catalana, un lobby propagandístico, que tuvo entre sus
objetivos la consolidación de redes intelectuales entre Galicia y Cataluña, en palabras de
Jesús Revelles,
ja fos com a preludi de les futures relacions luso-catalanes, ja fos com a lògi-
ca conseqüència de les intenses estratègies que dugueren l’Ocina d’Expansió
Catalana a bastir ponts entre Portugal i Catalunya. Aquests contactes caldria
encabir-los en l’ambiciós projecte de trencar el monopoli castellanocèntric i
virar cap a un multilateralisme peninsular12.
Como se ve, Galicia jugaba un papel clave en las relaciones entre Cataluña y Portugal
como aliada en el esfuerzo de reconguración geopolítica y cultural de la península. Se-
gún se observa de la memoria de la Ocina, redactada por Joan Estelrich en el verano de
1921, se había conseguido articular satisfactoriamente una red intelectual en clave iberis-
ta: «El nostre esforç s’ha dirigit a estudiar les possibilitats portugueses, a establircorres-
pondència constant amb els principals polítics, publicistes i professors,a posar en relació
10 Antón Villar Ponte, «Valores culturales de Galicia», Alfar, 21 (1922), en Molina, César Antonio (ed.),
Alfar: Revista de Casa América Galicia (1920-1927), A Coruña, Ediciones Nós, 1983, vol. 1, pp. 18-19.
11 La expedición fue reseñada en La Veu de Catalunya el 12 de septiembre y un discurso de Cambó
apareció en El Noroeste el 15 de septiembre y dos días más tarde en La Veu de Catalunya.
12 Jesús Revelles Esquirol, «Joan Estelrich a Galícia. Els contactes peninsulars de la mà dreta de Francesc
Cambó», Revista de lenguas y literaturas catalana, gallega y vasca, 19 (2014), p. 88.
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els portuguesos i els gallecs, a practicar totes les formesd’intercanvi amb Portugal»13.
Esta red intelectual ibérica en clave periférica fue fundamental para la consolidación del
nacionalismo gallego a principios de los años veinte. El ambiente literario gallego era
por ello proclive a la recepción de la literatura catalana y a los postulados iberistas del
catalanismo.
. L M
El poeta Teixeira de Pascoaes fue durante los años veinte el gran referente portugués
del iberismo y el gran deseado tanto por catalanes como por gallegos. Su primera apa-
rición en Alfar en junio de 1923 con un texto en portugués presentó ese doble acento
nacional, ya que estuvo acompañado de un retrato realizado por Cebreiro y de una glo-
sa muy elogiosa escrita por el poeta catalán en lengua castellana y traductor Fernando
Maristany. La presencia de la literatura portuguesa en Alfar tuvo en efecto dos canales:
el de los contactos entre intelectuales gallegos y portugueses en el marco de la emergen-
cia del nacionalismo gallego, y el programa cultural ibérico que giraba en la órbita de
Maristany.
El iberismo catalanista de nales de los años diez, fomentado por intelectuales próxi-
mos a la Lliga Regionalista –que tenían un concepto monolingüe de la identidad nacional
catalana– fue progresivamente relevado en los años veinte por el proyecto cultural de
Fernando Maristany, que capitalizó el contacto con Teixeira14 y supo ver en las redes
intelectuales ibéricas una oportunidad. Según Harrington, su proyecto no consistía tanto
en «eixamplar la gamma d’opcions culturals a disposició d’un sol sistema autòcton de
cultura, sinó per a donar suport a la creació d’un projecte plurilingüe d’identitat per la
Península sencera»15. Para ello consiguió aglutinar un conjunto de intelectuales que con-
tribuyeron, a través de ensayos y traducciones intrapeninsulares, a asentar entre 1918 y
1924 las bases textuales de una identidad ibérica. El radio de acción de estas operacio-
nes se extendió al ámbito latinoamericano y buscó analogías en la emergencia de nuevas
naciones literarias en Europa. Para ello Maristany pudo contar con dos plataformas. La
primera y fundamental fue la Editorial Cervantes. La segunda, más efímera, fue Prisma.
Revista de Poesía Internacional, con domicilio en París, pero promovida por la Editorial
Cervantes. A través de ambas impulsó la perspectiva de un incipiente mercado literario
peninsular en el que consiguió difundir, como pocas veces ha ocurrido en la historia, la
literatura catalana en el mercado español y en el ámbito latinoamericano. El eclecticismo
de Alfar fue muy receptivo al proyecto de Maristany. El mismo poeta publicó en ella, pero
a su vez actuó de mediador entre la revista coruñesa y varios de sus colaboradores de la
Editorial y la revista Prisma.
13 Citado en Ibid., p. 89.
14 En 1918, año de la visita de Teixeira a Barcelona, Maristany había traducido y editado la antología
Las cien mejores poesías (líricas) portuguesas, con prólogo de Ignasi Ribera i Rovira, el principal impulsor
de las relaciones culturales entre Portugal y Cataluña, y dedicatoria al crítico Enrique Díez-Canedo. Al año
siguiente, el escritor portugués prologaría En el Azul… de Maristany.
15 omas S. Harrington, «El Cercle Maristany i la interpretació dels sistemes literaris de la Península
Ibèrica, Europa i Amèrica», Revista de Catalunya, 175, (2002), p. 109.
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Maristany creó la Editorial Cervantes con su socio Vicent Clavel en 1916. Inicialmente
tuvo sede en Valencia, pero en 1920 se trasladó al domicilio personal de Maristany en
Barcelona16. El poeta ideó la colección “Las mejores poesías (líricas) de los mejores poe-
tas”, en la que situó, al lado de clásicos modernos de la literatura occidental, autores ca-
talanes, portugueses y gallegos, poetas consagrados de Latinoamérica y representantes de
los sistemas literarios minorizados, en situación de frontera o de precariedad existencial,
subvirtiendo de esta forma los cánones habituales. En el contexto español, la antología
Las cien mejores poesías (líricas) españolas (1921) revisó el concepto de españolidad al
uso de los círculos literarios del país al substituir algunos escritores castellanos habituales
de segundo orden por grandes escritores catalanes y gallegos, como Ausiàs March, Joan
Maragall, Jacint Verdaguer, Rosalía de Castro o Manuel Curros Enríquez17.
La revista Prisma apenas alcanzó ocho números entre enero y agosto de 1922. Dedi-
cada únicamente a la creación poética, Prisma aceptó, como sugería su nombre, diversas
tendencias renovadoras provenientes de distintas literaturas europeas y americanas. Tuvo
una dimensión ibérica, con páginas dedicadas a la poesía catalana y portuguesa; una di-
mensión hispanoamericana, con presencia de las literaturas chilena, uruguaya, peruana,
hondureña, argentina, mexicana y costarricense; así como una importante presencia de
autores en otras lenguas europeas como el checo, el armenio o el húngaro. Tenía, como
se ve, un carácter antológico en la línea de la colección “Las mejores poesías (líricas) de
los mejores poetas”, ya que mezclaba guras conocidas de las consideradas grandes litera-
turas con representantes de sistemas literarios minoritarios. Como era de prever, Maris-
tany tuvo una presencia destacada en la revista, al lado de colaboradores suyos como los
intelectuales Andrés González Blanco, Enrique Díez-Canedo, Alfons Maseras y el poeta
mexicano Rafael Lozano, que actuaba como director. La presencia de Maseras en París,
en misión diplomática encargada por Estelrich, fue clave para el proyecto. Sin duda Pris-
ma debió haber sido un referente para Julio J. Casal, ya que el primer número literario de
Alfar, aparecido tan solo un mes después de la nalización de la primera, la recomendaba
junto a las principales revistas latinoamericanas y españolas. En efecto, Prisma tuvo mar-
cadas concomitancias con la revista coruñesa, tanto por su carácter hispanoamericano
como por los numerosos colaboradores comunes, muchos de los cuales giraban en torno
al proyecto de Maristany.
.. L C M J J. C ()
Se conservan tres cartas de Maristany, con membrete de la Editorial Cervantes, en el
archivo de Julio J. Casal de la Biblioteca Nacional del Uruguay. Poco después de publicar
la glosa a Teixeira de Pascoaes, Maristany escribió a Casal el 26 de junio 1923. Por esa
carta sabemos que el director de Alfar había pedido colaboración al catalán, y este se dis-
ponía a «seleccionar algunos poetas búlgaros, serbios, rusos, y presentarlos acompañados
de un esbozo crítico». También se comprometió a mencionar Alfar a «algún escritor de
mérito» para que mandara algo a la revista. Junto con la carta iban Regreso al paraíso, de
Teixeira, en traducción del propio Maristany, y «unas brevísimas poesías inéditas, por si
16 Josep-Lluis Palacios (ed.), El cercle Maristany, Sant Pere de Ribes, Ajuntament de Sant Pere de Ribes,
1998, p. 6.
17 omas S. Harrington, op. cit., pp. 116-117.
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le interesan». Los poemas aparecieron en Alfar en el número de agosto, que acusó tam-
bién el recibo de Regreso al paraíso.
En noviembre de 1923, Alfar homenajeó la gura de Maristany con un retrato y una
glosa. El retrato era obra de Cebreiro, y la glosa, muy extensa y elogiosa, estaba escrita
por Manuel de Montoliu, uno de los colaboradores de la Editorial Cervantes. Montoliu
había prologado en 1920 la antología Florilegio. Las mejores poesías líricas griegas, latinas,
italianas, portuguesas, francesas, inglesas y alemanas, traducidas por Maristany, así como
La dicha y el dolor del propio Maristany. La glosa, lo sabemos por la segunda carta del
16 de octubre, había sido enviada por el propio Maristany. La tercera carta conservada,
con fecha del 22 de octubre, gira en torno al retrato de Cebreiro, que Casal hizo llegar a
Maristany. Es de suponer que los problemas de salud del catalán, que falleció prematura-
mente en abril del año siguiente, condicionaron su contribución a la revista gallega. Sin
embargo, muchos de sus colaboradores sí participaron en Alfar.
.. E C M A
Las relaciones entre lo que Harrington ha llamado el Círculo Maristany18 y Alfar fue-
ron uidas. El poeta y editor envió a la revista algún libro más, como las Poesías de Al-
fonsina Storni que él mismo había prologado y que fueron reseñadas en octubre de 1923.
Pero no mandó más poemas. Sin embargo, su incidencia en Alfar puede notarse por la
presencia destacada de sus colaboradores en la revista coruñesa.
Harrington divide el llamado círculo Maristany en cuatro núcleos principales que te-
nían algún tipo de vínculo con la Editorial Cervantes: el núcleo catalán, radicado en Bar-
celona y alrededores, compuesto, entre otros, por Ignasi Ribera i Rovira, Agustí Calvet
“Gaziel”, Manuel de Montoliu, Alfons Maseras y Francesc Mirabent; un pequeño grupo
de intelectuales iberistas de Madrid, entre ellos Adolfo Bonilla, Andrés González Blanco,
Enrique Díez-Canedo y Valentín de Pedro; escritores ligados a la Renascença Portugue-
sa –un movimiento cultural portugués del primer cuarto del siglo XX–, como Leonardo
Coimbra, y Angelo de Morais; y una serie de intelectuales europeos provenientes de sis-
temas culturales percibidos como minoritarios o en situación de exilio, como el checo
Rudolf J. Slaby, el italiano Mario Garea, el colombiano Carrasquilla-Mallarino, y el ya
mencionado Rafael Lozano19.
Maristany mandó a Casal, lo sabemos por su correspondencia, una traducción hecha por
él mismo de unos poemas del checo Emilius Frida –conocido por su pseudónimo Jaroslav
Vrchlicky–, junto con una nota biográca y crítica escrita por Slaby, por aquel entonces
profesor de la Universidad de Barcelona y uno de los principales traductores de literaturas
eslavas de la Editorial Cervantes20. Ese material se publicó en Alfar en noviembre de 1923.
Además de Alfons Maseras y su grupo, de quienes nos ocuparemos más adelante, sin
duda fue el grupo de Madrid el más presente en la revista coruñesa. Andrés González
Blanco, que como Maristany murió en 1924, había publicado un artículo dedicado a
«Teixeira de Pascoaes y el Saudosismo» en la revista barcelonesa Estudio en septiembre
de 1917. A Alfar mandó un avance de un libro inédito de poesía que debía llamarse Luna
18 Ibid.
19 Ibid., p. 118.
20 omas S. Harrington, «Rudolph J. Slaby i els sistemes literaris de la Península Ibèrica: el vessant
portuguès», en Gavagnin, Gabriella; Martínez-Gil, Víctor (eds.), Entre literatures. Hegemonies i perifèries en
els processos de mediació literària, Lleida, Punctum, 2011, p. 126.
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de Portugal y sol de España (poemas de la península), que apareció en junio de 1923. El
argentino Valentín de Pedro, ancado en Madrid y amigo íntimo de Maristany, era res-
ponsable de la traducción al español de Tierra Prohibida (1920) de Teixeira y La alegría,
el dolor y la gracia (1921) de Leonardo Coimbra, ambas en la Editorial Calpe. En Alfar
publicó tres poemas21 y su libro El Arlequín Azul fue reseñado en abril de 1923. Adolfo
Bonilla, uno de los pocos intelectuales castellanos que había acudido, junto a Unamuno
y Menéndez Pidal, al Congreso Internacional de la Lengua Catalana en Barcelona en oc-
tubre de 1906, publicó en enero de 1926, un ensayo titulado «Sobre un ideal en materia
de historia literaria», en el que defendía una historia de la literatura que prescindiera de
los autores. Nota aparte merece Enrique Díez-Canedo, que llegó a ser uno de los críticos
más reputados de la España de los años veinte. Muy amigo de Maristany y gran colabo-
rador de la Editorial Cervantes, su interés por las culturas ibéricas se remontaba a princi-
pios de siglo. Su participación en Alfar no puede atribuirse a Maristany, aunque en esos
años su proyección crítica coincidía con el programa cultural del catalán. Díez-Canedo
tradujo al español para la Editorial Cervantes a Joan Maragall, al francés Paul Fort, al
portugués Gomes Leal y al húngaro Petö; prologó la antología Las cien mejores poesías
líricas de la lengua inglesa (1921) y reseñó en la prensa los trabajos de Maristany. La
presencia de Díez-Canedo en Alfar es destacable. Publicó algunos poemas22, Max Aub
reseñó su libro Algunos versos (1925) en octubre de 1925 y al mes siguiente apareció su
retrato, obra de Gregorio Prieto. En noviembre de 1923 Díez-Canedo inauguró en la
revista coruñesa una sección dedicada a poetas portugueses, que presentó en traducción
propia al castellano. Los poetas antologados fueron João de Deus, João de Barros, Afonso
Lopes Vieira, António Nobre y Anrique Paço d’Arcos, este último traducido por José
María de Cossío23.
. E A M
De entre los colaboradores catalanes de Maristany, merece especial atención la gura
de Alfons Maseras. Intelectual de gran cultura y grandes dotes diplomáticas, supo articu-
lar un acendrado catalanismo en el marco de la defensa de una diversidad cultural que
incluía, en rango de igualdad, todas aquellas literaturas que habían sido minorizadas por
situaciones de opresión política o precariedad institucional. Esta visión multilateral de la
cultura lo llevó a mantener una intensa colaboración con Maristany durante la etapa de
la Editorial Cervantes. En 1921 se hizo cargo de la antología de poesía del colombiano
Carrasquilla-Mallarino –a quien había conocido años antes en París–, de la traducción
al español de las antologías de los catalanes Joan Maragall y Joan Alcover, así como la
edición de la poesía del armenio Hrand Nazariantz. La Editorial Cervantes publicó sus
crónicas de viajes bajo el título En América Meridional. Brasil. Uruguay. Argentina (1922)
y la traducción al español de dos obras de creación: Ildaribal (1921) y La Conversión de
21 El primero, «Puerto Colón (de noche)», apareció en enero de 1923; el segundo, «El barco en el puerto»,
en febrero de 1923; y el tercero, titulado «Nervios», salió en agosto de 1923.
22 Los poemas fueron «Llanto de niño», publicado en septiembre de 1923, y el soneto «Busto de monje»,
aparecido al mes siguiente.
23 Las referencias de la sección son las siguientes: «João de Deus: encanto» (noviembre de 1923), «João de
Barros: Perfume de mar» (diciembre de 1923), «Alfonso López Vieira: La vida» (enero de 1924), «António
Nobre» (marzo de 1924), «Poetas portugueses» dedicado a Anrique Paço D’Arcos, (julio de 1926).
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Leukaionia (1923). Maseras correspondió al apoyo de Maristany con la publicación en
1923 en la misma editorial de La obra lírica de Fernando Maristany.
Maseras colaboró entre 1922 y 1924 con varios frentes políticos. Por un lado, con Es-
telrich y el aparato cultural y diplomático de la Lliga, y por otro, con Nicolau d’Olwer de
Acció Catalana. Participó en plataformas de la órbita de Cambó, como la Fundació Bernat
Metge, La Veu de Catalunya y la Editorial Catalana, dirigida por Estelrich a partir de 1922,
a la vez que se integró al proyecto cultural federalista e ibérico de Fernando Maristany.
En su exilio en París a partir de 1924 pudo sostener con coherencia ese doble programa,
el encargado por Estelrich y el proyectado por Maristany. Dirigió, por encargo del pri-
mero, Le Courrier Catalan (1924-1927) y fue secretario de la Societé d’Editions Raymond
Llulle, siempre al servicio de la diplomacia cultural catalanista y a la reivindicación de la
autonomía de las naciones históricas. Su perspectiva pluralista tanto de la península como
de Europa imprimió su carácter en la revista Prisma24 y fue fundamental para surtir el ca-
tálogo de la Editorial Cervantes de grandes representantes de las literaturas minoritarias.
Durante los años veinte desarrolló una actividad frenética, con numerosas intervenciones
en la prensa catalana, española, argentina, francesa e italiana, dedicadas a la literatura ca-
talana, a las minorías nacionales europeas y a la incipiente Sociedad de Naciones. Porque
Maseras supo ver, en el estado de opinión propiciado por los “Catorce puntos de Wilson”,
que la soberanía catalana dependía de su visibilidad cultural, y ésta, a su vez, solo sería
posible a través del concurso corporativista de las literaturas minorizadas de Europa.
La revista Alfar, como las plataformas mencionadas, fue muy receptiva a su progra-
ma de descentralización literaria y acogió varios trabajos de la órbita de Maseras. Según
Montserrat Corretger, Julio J. Casal y Alfons Maseras debían haberse conocido en 1914 en
Uruguay25. Este hecho puede explicar que el tercer número literario de la revista, el nº 23,
de noviembre de 1922, contara con una crónica de Maseras dedicada a la ciudad de Mon-
tevideo. El número de enero de 1924 de Alfar presentó la gura del catalán con un retrato
de Joaquim Biosca y una glosa de Antoni Fuster Valldeperas. Ambos eran íntimos amigos
de Maseras. Fuster Valldeperas, ya había glosado la gura de su colega en la revista Prisma
en agosto de 1922. El ilustrador Joaquim Biosca contribuyó con tres retratos más a Alfar.
Dos de ellos representaban a dos grandes poetas de naciones minoritarias independizadas
tras la Primera Guerra Mundial: el poeta armenio Nazariantz, en octubre de 1923, y el
escritor checo Emilio Frida en diciembre de ese mismo año. Ambos formaban parte del
catálogo de la Editorial Cervantes y habían aparecido en la revista gallega por iniciativa de
Maseras el primero y de Maristany el segundo. El propio Maseras contribuyó al homenaje
a Nazariantz con una glosa y una traducción de un poema largo del armenio. El cuar-
to retrato de Biosca, publicado en noviembre de 1925, representaba al poeta e impresor
Plàcid Vidal, y apareció junto a una glosa de Josep María de Sucre. Vidal y de Sucre eran
antiguos amigos de Maseras. Solían coincidir a principios de siglo en la imprenta de los
hermanos Vidal. Junto a Biosca habían lanzado la revista Panteisme en 1911, y mantuvie-
ron una estrecha amistad y colaboración con Maseras a lo largo de los años. Alfar noticó
la recepción de las traducciones al español de dos obras de Alfons Maseras publicadas por
24 Maseras publicó dos poemas en Prisma: «La imposible humildad» en mayo de 1922; y «Poemas», en
agosto de 1922. También tradujo a los escritores italianos Mario Garea y Cesare Giardini. Pero sobre todo
actuó de mediador para favorecer la participación en la revista de escritores como Estelrich o Nazariantz,
entre otros.
25 Montserrat Corretger, Alfons Maseras: intel·lectual d’acció i literat (Biograa. Obra periodística.
Traduccions), Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1995, p. 128.
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la Editorial Cervantes: Idaribal, en octubre de 1923, y La conversión de Leukaionia y otras
narracions, dos meses después. Poco antes de exiliarse a París, Alfons Maseras volvió a
colaborar en Alfar con un poema en catalán, de carácter noucentista, traducido al español
por Fuster Valldeperas. El poema, titulado «El huerto vedado», apareció en la sección
«Poetas catalanes» en julio de 1924. Desde París envió otro poema inédito, que se publi-
có esta vez directamente en catalán en abril de 1926. La labor de mediador de Maseras
fue constante. Uno de sus mejores amigos parisinos, el catalanólo Albert Schneeberger,
editó una Anthologie des poètes catalans contemporains, que se basaba en un proyecto
inicial de Maseras durante los años de la guerra26. En julio de 1924, Alfar dio noticia de la
recepción del libro. En diciembre del mismo año, Schneeberger veía publicado su poema
«La tete du monde» en la revista coruñesa.
. L
.. J M L-P,
Tras la publicación de autores catalanes de expresión castellana, como Fernando Ma-
ristany, Eugenio d’Ors en su etapa madrileña o Juan Gutiérrez Gili; y de un autor bilingüe
como Alfons Maseras; Alfar abrió sus páginas a un poeta de expresión catalana como Josep
Maria López-Picó. La presencia del poeta noucentista27 obedecía a distintos factores. En pri-
mer lugar, tras la defenestración de D’Ors en 1920 y el inicio al año siguiente de la carrera
diplomática de Josep Carner, López-Picó permaneció como el principal referente noucen-
tista en Barcelona, capaz de articular en torno suyo un proyecto colectivo como La Revista
(1915-1936). Esto le confería un carácter representativo propicio al carácter antológico de la
revista Alfar cuando se trataba de escritores que se expresaban en lenguas distintas a la espa-
ñola. En un contexto histórico y cultural en que las redes de revistas fueron los dispositivos
más importantes de circulación internacional de la literatura, dirigir una publicación repre-
sentativa era un valor, ya que permitía el cruce de colaboraciones. Y, en tercer lugar, la cen-
tralidad de Juan Ramón Jiménez en el campo literario español, reforzada por el llamamiento
al orden de Ortega y Gasset –que a principios de los años veinte había decretado la necesaria
despolitización de los intelectuales y su retorno a sus respectivas especialidades–, permitía
una sintonía entre el campo español y el catalán que, a pesar de haber trazado trayectorias
diferentes, en ese momento parecían coincidir en su dominante estética. De eso se aprove-
chó bien Eugenio d’Ors, que sin cambiar su credo pudo pasar de un campo literario a otro
sin que su centralidad se viera demasiado afectada. La sincronía con Alfar, que vivía desde
1924 su momento de mayor clasicismo, facilitaba el puente entre A Coruña y Barcelona.
López-Picó fue el primer poeta incluido en la sección «Poetas catalanes» de Alfar. En
marzo de 1924 inauguró la sección con «Poemas del puerto y la ciudad» y otras compo-
siciones, traducidos del catalán por Zacarías Ilera, que en 1929 publicaría en Valladolid
una antología de poesía catalana vertida al castellano titulada Del Parnaso Catalán. A lo
largo de 1924 aparecieron en Alfar dos contribuciones más del poeta catalán. La primera,
en mayo, era la traducción al castellano de un fragmento de Entre la crítica i l’ideal, un
26 Ibid., p. 63.
27 El Noucentisme fue un movimiento surgido en Cataluña durante el primer cuarto del siglo XX
que impulsó un programa modernizador de la cultura catalana en clave racionalista, mediterraneísta y
antiromántica.
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libro de su autoría cuya recepción por la revista había sido noticada en febrero, junto
con L’Ardenta Cavalcada de Ramon Vinyes. El libro de López-Picó recogía un conjunto
de máximas como las que publicaba de forma regular en La Revista. La segunda contri-
bución del poeta en 1924 es relevante. De nuevo en la sección «Poetas catalanes», en no-
viembre apareció «Suburbi al desembre» un poema escrito en endecasílabos y publicado
directamente en catalán.
Durante los años siguientes Josep Maria López-Picó siguió siendo el principal refe-
rente de la cultura catalana en Alfar. En el mes de febrero de 1925 apareció una reseña
de Elegia, a cargo de Antón Villar Ponte, que lo situaba –con poca precisión crítica– en
la línea de los principales poetas catalanes que va de Verdaguer a Carner i Sagarra. Y
en enero de 1926, publicó un fragmento también en catalán de Invocació secular, de un
formato clásico, compuesto por cuartetos de endecasílabos, acompañado de un retrato
del propio López-Picó obra de Benet, y de la reproducción de unos grabados de boj de
Josep Obiols. Invocació secular, acabada de publicar, no solo aparecía en otra página en
la lista de los libros recibidos por la revista, sino que merecía además una reseña a cargo
de Agustí Esclasans, poeta y redactor de La Revista desde 1921, cuya poética, de carácter
intelectualista, debía mucho a D’Ors y al propio López-Picó. Según Esclasans, la poesía de
su maestro se inscribía dentro de la poesía pura:
Jamás en la historia de las literaturas se había hablado tanto de “poesía pura”
como ahora. Parece que esta expresión “poesía pura” sea la fórmula-refugio para
aquellos poetas que, al traducir en imagen y en idea tangibles su mundo interior
abstracto, no se resignan ni quieren resignarse a dimitir la elevada posición inte-
lectualista que cada uno de ellos se ha creado, en grado mayor o menor, a fuerza
de cultura y de auto-puricación. “Poesía pura” es una fórmula de protesta con-
tra las concesiones que la poética, sobre todo la poética lírica (y después de todo,
¿no será la poesía lírica la verdadera y la única poesía pura?) ha ido otorgando,
consciente o inconscientemente, al público semi-culto o semi-ignaro (es igual)
que hace de coro en la gran tragedia literaria. Y ello demuestra que hoy ya no
basta llamarse “poeta” simplemente, para dar fe de honradez espiritual. Hay que
decir “poeta puro”. ¡Como si toda verdadera poesía no fuera, en principio y por
denición, poesía pura28!
Si bien hoy en día la presencia de López-Picó en el canon de la poesía catalana sería
discutible, entre otros motivos porque, a diferencia de Carner, no supo renovar su poética
y la fue repitiendo hasta la saciedad; hay que decir que en la época gozaba de mucho pres-
tigio. Para muestra, cabe recordar que uno de sus versos fue utilizado por Ortega y Gasset
para formular su teoría de la metáfora en «Ensayo de estética a manera de prólogo»29. Por
ello armaba Esclasans:
Cataluña tiene sus poetas, y sus grandes poetas, pero entre ellos ¡cuántas
gradaciones y matices! Todos somos poetas; pero hay que valorar. Y es ante
López-Picó que nuestras jóvenes promociones sensibles e inteligentes se
descubren con el máximo respeto para otorgarle el título de “poeta puro” y
príncipe de la poesía catalana moderna30.
28 Agustí Esclasans, «J. M. López Picó: Invocación [sic] secular», Alfar, 55 (1925-1926), p. 305.
29 Ortega y Gasset, José, «Ensayo de estética a manera de prólogo», en Obras Completas, tomo I
(1902/1915), Madrid, Taurus, 2004, p. 673.
30 Agustí Esclasans, op. cit., p. 305.
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López-Picó, en el extremo opuesto de la propuesta lírica e intelectual de Maristany,
ingresaba en Alfar siguiendo sin embargo la lógica de la Editorial Cervantes. Sus textos en
catalán cumplían así la cuota reservada a un gran nombre de una literatura minoritaria, al
lado de Teixeira de Pascoaes, Emilio Frida o Hrand Nazariantz. Sin embargo, la presen-
cia de López-Picó pudo ser la puerta de entrada a las páginas coruñesas de otros poetas
catalanes. El número 58 de Alfar, de junio de 1926, anunciaba para la siguiente entrega
poemas de Carles Riba y Josep Maria de Sagarra, así como una muestra de «Moralitats i
pretextos», la sección permanente de López-Picó en La Revista. Estas contribuciones no
llegaron a realizarse. En julio de 1926 el director de Alfar se trasladó a Montevideo y su
proyecto quedó interrumpido en el número 60, aparecido en septiembre de 1926.
4.2. Cruces entre La Revista y Alfar (1924-1925)
Fundada y dirigida por Josep Maria López-Picó, La Revista (1915-1936) vino a substituir
como portavoz del noucentisme a la revista Cataluña (1913-1914), dirigida en su última
etapa por Josep Carner. La Revista fue permeable a una mayor diversidad poética, especial-
mente tras la muerte en 1919 de Joaquim Folguera, uno de sus principales redactores. La
Revista tuvo una apariencia pulcra, con ilustración clasicista en la cubierta de Josep Obiols
(que aportó el retrato de López-Picó para Alfar). A partir de 1924 apareció una sección de
noticias sobre revistas, que más tarde fue substituida por otra de informaciones literarias
titulada «Almanac», que alcanzó hasta el número 235-240. En ella predominaron las no-
ticias sobre cultura catalana y las informaciones provenientes de Francia e Italia, las dos
coordenadas internacionales del noucentisme catalán. Sin embargo, la prematura muerte
de Johan Viqueira mereció un comentario en el número 220-221, de diciembre de 1924, que
mencionaba de paso a la revista Alfar: «La recordança, sobria, lúcida i cordial –com escau
als que la mort incorpora a la tradició– amb que la revista gallega Ronsel honra la memoria
del poeta Johan Viqueira, col·laborador de A Nosa Terra, Nós i Alfar entre les revistes més
comprensives i nacionalitzants del seu país». El comentario revelaba un desconocimiento
del talante de la revista Alfar, que parece corregido a partir del número 230, de abril de 1925,
cuando La Revista amplió notoriamente el volumen de las publicaciones anunciadas; y jun-
to a las previsibles revistas francesas e italianas aparecieron las principales revistas riopla-
tenses –Pegaso, Proa, Nosotros, todas ellas referentes constantes en Alfar– y la propia Alfar,
que junto con Revista de Occidente fueron las dos únicas referencias del territorio español.
Esta mención fue constante hasta el número 246, de octubre-diciembre de 1925. A partir de
1926 las referencias a las revistas desaparecieron.
Alfar correspondió e incorporó La Revista entre las publicaciones recomendadas en
su número de noviembre de 1924. La publicación catalana y la imprescindible Revista de
Occidente eran las dos únicas del Estado español. Y es que en 1924 las tres revistas mar-
caban el paso del purismo literario en España. Alfar siguió recomendando las dos revistas
en diciembre de 1924, y en enero de 1926 incorporó una segunda publicación catalana: la
Revista de Poesia de Marià Manent, que aparecía con la misma dirección que La Revista
de López-Picó. La recomendación se mantuvo hasta junio de 1926.
.. L A R P (-)
En efecto, los discípulos de los grandes poetas noucentistas pudieron articularse a
partir de enero de 1925 en la Revista de Poesia (1925-1927). Presentó en sus once en-
tregas una apariencia purista, con un motivo clásico en la portada y sin ilustraciones,
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parecida a La Revista de López-Picó y a la Revista de Occidente de Ortega. Proyecto al-
tamente cerrado y formalizado, en su primer número anunciaba algunas colaboraciones
que aparecerían a lo largo de todo el año, especicando que no se admitía colaboración
espontánea.
La presencia en la redacción de Juan Gutiérrez-Gili, antiguo ultraísta, amigo de Rafael
Barradas y Casal, y colaborador de Alfar, fue el principal nexo entre la revista barcelonesa
y la coruñesa. El primer número de Revista de Poesia contenía un artículo suyo titulado
«Madrid-Buenos Aires. Dins el zoòtrop líric de la post-guerra», en el que repasaba la
actualidad lírica española, citaba las revistas ultraístas y las juanramonianas, daba por
muerta la tertulia de Pombo, y saludaba los nuevos proyectos de Buenos Aires. Entre las
revistas tratadas no podía faltar Alfar:
Actualment podem veure les manifestacions literàries del moment en la re-
vista –un xic indenida, per la seva mateixa amplitud– que publica l’uruguai
Casal, a La Corunya, sota el títol d’Alfar, títol que ha vingut a substituir el
de Revista de Casa América-Galicia. En les seves pàgines col·laboren nombre
[sic] d’excel·lents poetes, entre els quals abunden els americans31.
Y continuaba con un comentario que muestra el alcance que tuvo la revista de Casal:
«No cal parlar-ne, car és a l’abast de tothom». A la hora de hacer un panorama de la
nueva poesía, Gutiérrez-Gili citaba algunos trabajos críticos aparecidos en España, Re-
vista de Occidente y Alfar. Teniendo en cuenta que el semanario madrileño España había
dejado de publicarse en 1923, la revista de Ortega y la de Casal quedaban así como los
dos grandes referentes del momento en materia de arte nuevo. En el número de septiem-
bre-noviembre de 1925, Revista de Poesia saludó la aparición de Gravitations del poeta
franco-uruguayo Jules Supervielle con la reproducción de una reseña de Gutiérrez-Gili
publicada previamente en Alfar: «El nostre Company Gutiérrez-Gili, a la revista Alfar,
(núm. 56), comenta amb innegable penetració el darrer llibre de Supervielle»32. Y en junio
de 1926, Gutiérrez-Gili publicó «El secany líric del Plata», en el que destacaba la labor del
pintor uruguayo Figari –cuyos cuadros habían sido reproducidos y comentados en Alfar–
y la poesía de Jorge Luis Borges y Francisco Luis Bernárdez, dos colaboradores argentinos
de la revista coruñesa. Gutiérrez-Gili lamentaba la tendencia paternalista de la crítica es-
pañola en la recepción de la literatura americana, y se apoyaba en Casal y en Alfar:
No censurem, com algú ho ha pogut fer, un cert amor clasicista dels infor-
madors de la nova poesía argentina. Tractant-se de poetes moderns, ens sem-
bla una alta qualitat, car aquesta petita arrel genealògica refrenarà «l’accent a
voltes excessivament dolç de la poesía rioplatenca», com diu Julio Casal en la
revista Alfar33.
Parece que, desde la atalaya barcelonesa, la nueva literatura americana llegara ltrada
por la labor transatlántica de la revista Alfar.
31 Juan Gutiérrez-Gili, «Madrid-Buenos Aires. Dins el zoòtrop líric de la post-guerra», Revista de Poesia,
1 (1925), p. 33.
32 Juan Gutiérrez-Gili, «Jules Supervielle», Revista de Poesia, 5-6 (1925), p. 266.
33 Juan Gutiérrez-Gili, «El secany líric del Plata», Revista de Poesia, 8 (1926), p. 55.
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Las revistas que, como Alfar, tuvieron proyectos laxos o muy eclécticos se prestan muy
poco a su estudio en clave de campo literario bourdieusiano, esto es, como posiciones
enfrentadas dentro de un espacio de los posibles. Sin embargo, la alta permeabilidad de
tales revistas, cuyos contenidos se debían más, como hemos visto, a las oportunidades
que otorgaba la sociabilidad intelectual que a un programa denido, ofrecen síntomas
que permiten reconstruir aspectos clave de la vida intelectual de la época. Por ejemplo, la
dicultad de operar en los campos literarios catalán y gallego de los años veinte sin dejarse
impregnar, aunque fuera ocasionalmente, por el clima iberista que se encontraba en el
ambiente. Esto le sucedió a la revista Alfar, cuyos focos de atención principales eran las
literaturas española y rioplatenses. Las redes intelectuales galaico-catalanas, de clave na-
cionalista, encontraron una perfecta sinergia en Alfar con las reivindicaciones culturales
de las centenarias repúblicas americanas, el proyecto de una identidad ibérica plurilingüe
de Fernando Maristany, o la reivindicación de las literaturas de las naciones europeas
minoritarias defendida por Alfons Maseras al rebufo de las tesis wilsonianas. Todo ello
propició la presencia de literatura en catalán en la revista, que hasta cierto punto siguió
una lógica de cuotas. De ahí la presencia de López-Picó, por aquellos años el representan-
te más visible de la lírica catalana dominante. Estas dinámicas explican también la ausen-
cia en Alfar de expresiones de vanguardia de las literaturas en lengua no española –con
excepción de la francesa–. En todo caso, el trabajo cooperativo sostenido por círculos
intelectuales y guras mediadoras contribuyó a la conguración de un espacio de revis-
tas ibérico descentrado que posibilitó lecturas cruzadas y colaboraciones multilaterales.
Entendemos un “espacio de revistas”, tal y como ha propuesto Daphné de Marnee34 en
relación al caso belga, como conjunto de límite difuso que opera en el campo literario
pero que lo desborda a través de alianzas internacionales. Durante unos años, el espacio
de revistas ibérico hizo pensable el advenimiento en la Península Ibérica del ideal goe-
thiano del conocimiento mutuo de las naciones a través de la lectura comparada de sus
literaturas.
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Bernat Padró Nieto
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