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PRODUCCIÓN DE CONOCIMIENTOS EN TRABAJO SOCIAL: DESAFÍOS AL
PENSAMIENTO USUAL
Sandra Iturrieta Olivares
Escuela de Trabajo Social Universidad Católica Silva Henríquez (2014)
ANTECEDENTES
Partiremos esta presentación trayendo a la memoria algunos conceptos heredados desde la
antigua Grecia, que nos insten a discutir, respecto del pensamiento usual con el que
enfrentamos la producción de conocimientos en Trabajo Social.
De modo que apoyándonos en los escritos de Heller (2004), recordaremos que en la antigua
Grecia, la vida contemplativa o teorética se encuentra en la cima de la estructura social y
gozan de ella, aquellos que se consideran los más meritorios de la sociedad, es decir, los
hombres que pueden tener ocio. Esta última posibilidad (el ocio) es justamente lo que les
permite ocuparse de la actividad más excelsa, es decir, de “aquella que actualiza lo propio
del ser humano, el logos, la razón, y que liga a los hombres con lo divino. Pueden así dedicar
sus vidas a contemplar el espectáculo del orden del universo (…) Se trata de gozar de ese
orden, sin otra finalidad que la de captar su armonía y deleitarse en su visión, para así
lograr la sabiduría.” (Heller 2004:3) Es así como se distinguen del resto de los hombres, por
acceder a un conocimiento riguroso del cosmos, de su orden y concordancia. Es decir, llegan
a poseer episteme (conocimiento) sobre todo lo existente, incluidos los seres humanos.
Mientras que los otros hombres sólo poseen “un saber dudoso e impreciso sobre el cosmos:
la doxa, la opinión.” (Heller 2004: 3) De manera que en la concepción clásica griega, “la
vida teorética es una actividad del alma racional que no produce nada material, guiada
exclusivamente por su afán de saber, interesada solamente en la verdad, y alejada de las
preocupaciones y quehaceres del cuerpo. En tanto que la teoría es el producto de esta forma
Iturrieta Olivares, Sandra. (2014) Producción de conocimientos en Trabajo Social: Desafíos al
pensamiento usual. En: Trabajo Social e investigación. Lizana, R. (Comp.) Espacio, Buenos Aires.
de vida, y consiste en re-presentar, en volver a hacer presente en el alma, el orden del
cosmos.” (Heller 2004:3)
Es así como en la concepción griega, las diferencias, prerrogativas y privilegios sociales se
reflejan en una jerarquía de actividades, donde en el nivel más bajo está la reproducción
material para la vida social, que si bien es imprescindible, queda excluida de la ciudadanía
por su actividad con el cuerpo. Luego se encuentra la poiésis (la actividad productiva) de los
artesanos y artistas. Seguidamente, se ubica la praxis de los ciudadanos (bajo la modalidad
de la política), hasta llegar a la cúspide del nivel, que corresponde a la búsqueda del saber, la
teoría.
El correlato de aquello, es la distancia que se produce entre la actividad reproductiva material,
relacionada con el cuerpo, y la actividad inmaterial del alma, gobernada por la razón, lo que
conduce a la oposición entre las necesidades e intereses asociados con el cuerpo, por un lado,
y la pureza y plenitud de la actividad del alma propiamente humana, el logos, por otra parte.
Sin embargo, “la triple dimensión griega de la actividad humana llega a nuestros días
reducida a sólo dos instancias: la teoría y la práctica. La actividad productiva, la poiésis, se
subsumiría bajo la práctica.” (Heller 2004:5)
Los trabajadores sociales sabemos de esta concepción binaria de la teoría y la práctica
heredada por la modernidad, y que continúa estando entre nosotros como un pensamiento
usual, que sustenta en la actualidad, muchas de nuestras acciones profesionales donde no
siempre se cumple con el ideal ilustrado, que exige hacer eficaz la práctica iluminándola con
la teoría. “Se conserva así la tradicional jerarquía y consecuente subordinación de una a la
otra. Y aun cuando la teoría adquiere utilidad social en su capacidad de iluminar la práctica,
se insiste en pensarla como una actividad desinteresada.” (Heller 2004:3) De modo que aún
perdura entre nosotros el presupuesto de “una gradación de valor descendente, que se mueve
desde un pensar sin hacer, en el extremo superior, hasta un hacer sin pensar, en el inferior.
(…) el valor supremo ha de adjudicarse, por lo tanto, a la llamada ciencia pura, por su
supuesta cercanía con el pensar sin hacer, y que se impone entonces como la auténtica tarea
teórica. Por debajo de ella, se halla la ciencia aplicada, que se postula dependiente de los
conocimientos producidos por la ciencia pura, siendo una teoría que ya empieza a mezclarse
con la práctica. Mientras que la tecnología ocupa un papel secundario. (…) Al mismo
tiempo, quedan definidas tres actividades teóricas correspondientes a la división interna del
trabajo científico: el teorizar de la ciencia pura, el aplicar de la ciencia aplicada y el operar
o intervenir de la tecnología.” (Heller 2004: 4) Esta división del trabajo entre ciencia pura,
aplicada y tecnología ejerce una influencia determinante en nuestra idea de ciencia,
usualmente entendida como una secuencia lineal ideal, lo que preserva las prerrogativas de
la teoría para las disciplinas que teorizan supeditando a las que se ocupan de aplicar o
intervenir.
La producción de conocimientos del Trabajo Social como un trabajo profesional
inmaterial
Usualmente, como sujetos insertos en sociedades capitalistas, pensamos en el trabajo humano
como un proceso productivo de generación de productos-mercancías, sin embargo, en el caso
que hoy ocupa, de las Ciencias Sociales y del Trabajo Social en particular, la producción
excede la generación de productos intercambiables, para ser una producción que según Heller
(2005), incluye la construcción de saber, poder y subjetividad, por tanto, corresponde a una
productividad móvil, inestable e imprevisible, se trata de una producción que opera sobre sí
misma abriendo nuevas posibilidades de producción. Se trata de un trabajo inmaterial que se
da en un contexto en que “hace falta que el empleado varíe e intensifique la producción, que
utilice sus capacidades comunicativas, lingüísticas, afectivas, de relacionarse, para
incrementar la cooperación social. Se habla entonces de la subsunción real del capital,
haciendo referencia a la situación en la que “el proceso de trabajo se extiende igualmente
tanto como se extiende lo social”. Todo habría quedado sometido al capital, incluso la
cooperación subjetiva, que debe ahora ocuparse explícitamente de calibrar y desarrollar la
producción material.” (Heler 2004:7)
Es así como el trabajo posfordista “se caracteriza por ser un trabajo inmaterial para la
producción material. Por adquirir la forma de servicio (tercerización de la economía). Por
requerir comunicación y acceso a la información. Por ser un trabajo afectivo, corporal, de
contacto e interacción humana (real o virtual), de cuidado del otro. Por ser creador y
operante de afectos; productor de subjetividad y sociabilidad. Por ser un trabajo (…) que
compromete las aptitudes físicas y también las intelectuales del trabajador.” (Heller
2004:7). En consecuencia, es posible definir el Trabajo Social como un trabajo profesional
inmaterial, lo que estaría acorde al actual contexto social que demanda una fuerza de trabajo,
que ponga en juego en el desarrollo de la actividad productiva, todas las capacidades
humanas: corporales e intelectuales, lingüísticas-comunicativas y las afectivas, al servicio de
la valorización del capital. Seguramente, en esta última exigencia es donde la mayoría de los
trabajadores sociales mostramos nuestro mayor desacuerdo, en tal sentido, cabe preguntarse
por las connotaciones e implicancias cotidianas de nuestro trabajo profesional ¿en qué
medida buscan transformación o son funcionales a la consolidación de la sociedad capitalista,
como naturalizaciones derivadas del quehacer profesional?
Las posibilidades de producir conocimientos desde el Trabajo Social, generan un espacio
para discutir y contextualizar tales naturalizaciones. En tal sentido, reponemos las preguntas
que nos formulara Heller desde la filosofía social por allá por el año 2004 respecto a: ¿quién
produce el Trabajo Social?, ¿qué produce?, ¿cómo lo hace?, ¿para quién produce? (Heller
2004:7) y agregamos otra: ¿si el Trabajo Social es un trabajo profesional inmaterial, y ello
es coherente con las demandas del actual contexto sociocultural, por qué el Trabajo Social
chileno no alcanza una mayor incidencia social?
Lejos de intentar dar una respuesta acabada a esta pregunta, nos situaremos en lo dicho
anteriormente respecto de la valoración de la producción de conocimientos científicos, y su
correlato en la ubicación de las actividades humanas, en función de ello. En tal sentido, dada
la ubicación del Trabajo Social en la división social del trabajo, en correspondencia con la
separación entre trabajo manual e intelectual (derivada las herencias culturales que
sucintamente hemos comentado con anterioridad), el Trabajo Social parece necesitar
afianzarse como un trabajo intelectual, dada que su labor usualmente es representada como
un hacer, y no como trabajo de producción social.
Todo lo anterior nos lleva a identificar algunos desafíos para el Trabajo Social en torno a la
producción de conocimientos referidos a la necesidad de:
Situarse en el escenario laboral actual que evidencia los límites profesionales difusos.
Reconocer y enfrentar el colonialismo del saber y su posible incidencia en la producción
de conocimientos desde el Trabajo Social.
Considerar y enfrentar las dificultades que los profesionales en ejercicio, identifican como
las de mayor incidencia en las posibilidades de producir conocimientos en Trabajo Social.
Lograr vigilancia epistemológica en cuando a la metodología empleada en la producción
de conocimientos.
Resguardar la coherencia entre las teorías empleadas para el análisis de los fenómenos
sociales y el concepto de ciencia que las sustenta.
En esta ocasión nos referiremos a los tres primeros desafíos: la necesidad de situarse en el
escenario laboral actual que evidencia los límites profesionales difusos; la necesidad de
reconocer y enfrentar el colonialismo del saber, y su posible incidencia en la producción de
conocimientos desde el Trabajo Social, para finalizar discutiendo sobre la necesidad de
considerar y enfrentar las dificultades que los profesionales en ejercicio, identifican como las
de mayor incidencia en las posibilidades de producir conocimientos en Trabajo Social.
.
LA NECESIDAD DE SITUARSE EN EL ESCENARIO LABORAL ACTUAL QUE
EVIDENCIA LOS LÍMITES PROFESIONALES DIFUSOS
La discusión respecto de la división del trabajo humano ha estado vigente a lo largo del
desarrollo de las profesiones, siendo los límites entre ellas y sus especificidades, uno de los
temas centrales del debate en las Ciencias Sociales y en particular en el Trabajo Social.
En el actual contexto sociocultural, y dadas las transformaciones que experimenta el mercado
laboral, se comienza a clasificar a los trabajadores conforme al tipo de trabajo realizado y a
los conocimientos y habilidades que para su realización se requieren, sin considerar la
profesión de origen. Al respecto Reich (1993) propone tres categorías: Los analistas
simbólicos; los trabajadores de servicios rutinarios de producción y los trabajadores de
servicios a personas. Los primeros corresponden a: “los profesionales que desarrollan
trabajos de alto valor añadido, es decir, aquellos que utilizan el conocimiento como
herramienta para su trabajo. Nos referimos a lo que antes conocíamos como profesionales.”
(INTRESS 2007:2) Los trabajadores de servicios rutinarios de producción “son los
trabajadores industriales de bajo valor añadido, pero también aquellos del sector servicios
cuyo trabajo, gracias a las nuevas tecnologías, puede desarrollarse en cualquier lugar del
mundo...” (INTRESS 2007: 2). Finalmente, estarían los trabajadores de servicios a personas,
también denominados servicios de proximidad, que corresponden a los “trabajos del sector
servicios de bajo valor añadido, que se diferencian de los anteriores en que el trabajador
está en contacto directo con el destinatario final de su trabajo.” (INTRESS 2007: 2)
En la misma línea, Castells (1999) clasifica a los trabajadores como: auto-programables y
genéricos. Los primeros corresponden a los anteriormente definidos como analistas
simbólicos y los genéricos a los trabajadores de servicios rutinarios de producción y de
servicios a personas. Según Castells (1999) la diferencia entre ambos, es que los primeros
son considerados individualmente, por eso serían básicamente imprescindibles cada uno de
ellos. Mientras que los segundos, serían imprescindibles como grupo, pero cada uno de ellos
individualmente sería prescindible para la sociedad. La razón de esta diferencia sería la
educación, ya que permitiría la reprogramación hacia las tareas cambiantes del proceso de
producción. Los trabajadores genéricos no presuponen la incorporación de información y
conocimiento más allá de la capacidad de recibir y ejecutar las tareas encomendadas, por
tanto, no tienen capacidad de reprogramación.
Lo anterior permite preguntarse si ¿los trabajadores sociales podemos actuar como
profesionales auto-programables? Ello considerando que corresponden a aquellos que “en
cualquier ámbito de actividad, manipulan información sofisticada y producen, adaptan,
seleccionan, transfieren, aplican o utilizan innovativamente conocimientos. Son antes que
personas de una disciplina o una institución “nodos” en una red (…) Nunca están lejos del
científico -fuente de un cierto tipo de conocimiento fundamental para la comprensión y
transformación del mundo- pero en vez de rehuir los contextos de aplicación y solución de
problemas prácticos, los buscan como otra fuente de descubrimientos e innovaciones.”
(Brunner 1990:12)
Lo anterior lleva a preguntarse por las transformaciones que estarían experimentando las
carreras profesionales.
¿Transformación o fin de las carreras profesionales?
Considerando la expansión producida en el campo de la información, su rápida
obsolescencia, es posible sostener la necesidad generar conocimientos que se desmarquen
cada vez más de los límites disciplinares impuestos por la modernidad, para dar respuesta a
la mayor complejidad social. Es así como en todos los campos del conocimiento, existe una
nueva forma de producción y aplicación de conocimientos que trasciende a las disciplinas.
Según Aroson (2003) el desarrollo de este enfoque, que abarca la última década, afectaría
“tanto al tipo de conocimientos que se genera, como a las formas en que se desarrolla el
proceso de su producción, los ámbitos en que se ejercita, el estilo organizativo que adquiere,
las recompensas que se otorgan y los dispositivos de control de calidad que se aplican.”
(Aroson 2003:3)
Por otra parte, Flores y Gray (2000) plantean el fin de las carreras, sosteniendo que “el
deterioro de la carrera profesional como institución es una consecuencia inevitable del
surgimiento de las economías basadas en el conocimiento” (Flores y Gray 2000:1) Ellos
convergen con Sennett, quien plantea que “los trabajos están sustituyendo a las carreras en
el mundo laboral moderno” (Sennett 2001:258). Tal como sostiene Brunner (2003), a esta
perspectiva que augura el fin de las carreras como las conocemos en la actualidad, subyace
la idea de que los analistas simbólicos o trabajadores auto-programables, más que una carrera,
tienen trabajos de tiempos y estabilidad relativas, ya que constituyen equipos de tareas, que
se arman y desarman conforme a las posibilidades laborales que se presenten. De modo que
“la explosión que experimenta el campo del conocimiento y la información, sumado a la
mayor movilidad que empiezan a tener las funciones profesionales y técnicas superiores en
la sociedad, genera un debilitamiento de la estructura social de las carreras…” (Brunner
2003:37)
Como contrapartida, Amtmann (2003) sostiene que la sociedad del conocimiento no implica
el fin de las carreras profesionales, sino su transformación, ya que uno de los cambios que ha
acarreado este nuevo tipo de sociedad es la reconceptualización del trabajo humano. Según
este autor, las instituciones de educación superior “dejan de ser formadoras de las elites
nacionales para ser formadoras masivas, y pasan de formar especialistas en conocimientos
específicos a formar en áreas de conocimientos y en cómo mantenerse en esa área”
(Amtmann 2003:90) Sobre esta base el autor sostiene que las carreras no tienden a
desaparecer sino que se transformarán, puesto que los analistas simbólicos “corresponden a
operadores de conocimientos, pues agrupan o engloban conocimientos de varias disciplinas
para aplicarlos desde una visión multidisciplinaria” (Amtmann 2003:91). Este autor
explícitamente rebate a Sennett (2001) al plantear que los trabajos no sustituyen a las carreras,
de manera que en lugar de “tener especialistas en un tema, tendremos especialistas en un
área con las conexiones interdisciplinarias que ello implica.” (Amtmann 2003:91)
El escenario descrito ilustra el debate de la última década respecto al rumbo de las carreras
profesionales. De modo que si estas tendencias se mantienen, ciertamente las profesiones en
el futuro próximo no continuarán teniendo las características que las han definido hasta ahora,
por tanto se hace relevante preguntarse por los cierres sociales de las profesiones.
Cierres sociales y factores de desprofesionalización desde la perspectiva neo weberiana
El enfoque neo weberiano ha permitido el desarrollo de investigaciones centradas en
“analizar los grupos profesionales a partir del concepto de cierre social” (Saks 2003:53)
que “se refiere al grado en virtud del cual colectividades sociales tratan de regular, a su
favor, condiciones de mercado mediante la limitación del acceso al mismo de un grupo
restringido de potenciales competidores.” (Saks 2003:53)
El concepto de cierre social, es central en el actual contexto de límites profesional-
disciplinares difusos, debido a que corresponde a: “la formación de grupos que excluyen a
todos aquellos que no tienen alguna característica importante de sus miembros. Un cierre
social tiene un alcance mayor que el monopolio que generalmente se refiere a una posición
económica privilegiada.” (Freidson 2003:69)
Según Sánchez y Sáez (2003), la noción de cierre social implicaría un proceso consistente en
el “…logro de un mercado cerrado de trabajo, es decir, de un monopolio legal de ciertas
personas sobre ciertas actividades” (Sánchez y Sáez 2003:219) y además el
“reconocimiento de un saber legítimo adquirido, sin el cual el ejercicio profesional sería
imposible y que implica, por tanto, un cierre cultural de ciertos grupos profesionales a
aquellos que no pueden certificar la posesión de dicho saber.” (Sánchez y Sáez 2003:219)
Así, el “cierre social es la unión del cierre “económico” en un mercado de trabajo
competitivo y del cierre “cultural” de un grupo por la apropiación de un saber legítimo: uno
y otro son el resultado de la estrategia profesional que los mismos actores utilizan para
lograrlo” (Sánchez y Sáez 2003:219) Es así como “sin límites, no podría existir nada que
pudiera ser llamado con propiedad una ocupación, mucho menos una disciplina formal.”
(Saks 2003:53)
Si concordamos en que “sin cierres sociales el trabajo de las profesiones incluso podría no
sobrevivir como disciplinas distintas” (Freidson 2003:72) Más aún, “si las disciplinas
pudieran sobrevivir sin la necesidad de un nicho de mercado protegido se popularizarían y
perderían una parte, sino la mayoría de su carácter y valor disciplinarios” (Freidson
2003:72) cobra sentido entonces, que como trabajadores sociales, a lo menos, nos
inquietemos.
Más aún cuando los cambios observados, llevan a algunos autores a plantear que “podemos
suponer que los límites jurisdiccionales serán alterados debido a la reasignación de muchas
tareas realizadas hoy por profesionales, a trabajadores menos cualificados. Sin embargo,
esto no significa que las profesiones serán despojadas de todas sus tareas, ya que algunas
de sus labores tradicionales permanecerán dentro de su jurisdicción y serán añadidas
algunas (…) basadas en nuevos conocimientos.” (Freidson 2003:78)
Desde otra perspectiva, se auguran factores de desprofesionalización referidos a que: “los
profesionales una vez considerados depositarios de un conocimiento socialmente
importante, destinado a contribuir al bien público y servidos de valores que superan lo
inmediato y lo práctico, están en vías de pasar a convertirse en expertos técnicos neutrales.”
(Freidson 2003:78) Además, la desprofesionalización se produciría por la división de grupos
profesionales con diferentes privilegios. Ello se debería a que “probablemente el capital y el
estado consigan un mayor control sobre la actuación y costes de los profesionales, en parte
mediante la intensificación de la tendencia hacia un sistema profesional de doble nivel
compuesto por una élite de profesionales, relativamente pequeña encargados de la
investigación y del establecimiento de estándares de actuación en organizaciones dedicadas
a la práctica, y por una población flotante de profesionales cualificados que pueden ser
contratados temporalmente o media jornada.” (Freidson 2003:78). De manera que las
transformaciones experimentadas en la actualidad en el campo de las profesiones provocaría
que “algunas de las disciplinas humanísticas que no tienen un claro valor profesional puede
que no sobrevivan.” (Freidson 2003:79)
La relativización de los cierres sociales entre las profesiones de las Ciencias Sociales, en
términos cuantitativos, se evidencia en la tendencia del mercado laboral hacia la captación
de un profesional del área, por sobre un tipo de profesional específico, hecho que se muestra
en el siguiente gráfico:
Fuente: Elaboración propia a partir de los datos recolectados desde el Diario “El Mercurio de Santiago” y la Bolsa Virtual
de empleos Cheung.
Este primer desafío nos enfrenta a los otros que hemos enunciado con anterioridad, debido a
que la producción de conocimientos rigurosos, pertinentes y socialmente útiles, nos podría
hacer no sólo más competitivos, como Trabajadores Sociales frente a otros profesionales del
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Prof. Cs. Sociales
Trab. Sociales
Lineal (Prof. Cs.
Sociales)
área, sino que además nos potenciaría para alcanzar un mayor grado de incidencia social. En
función de ello, a continuación revisaremos lo que hemos llamado la necesidad de reconocer
y enfrentar el colonialismo del saber y su posible incidencia en la producción de
conocimientos desde el Trabajo Social.
NECESIDAD DE RECONOCER Y ENFRENTAR EL COLONIALISMO DEL
SABER Y SU POSIBLE INCIDENCIA EN LA PRODUCCIÓN DE
CONOCIMIENTOS DESDE EL TRABAJO SOCIAL.
Según lo planteado Immanuel Wallerstein (2006), y el equipo que trabajó con él en el Informe
Gulbenkian para la re-estructuración de las Ciencias Sociales, éstas se constituyeron como tales
en cinco países liberales industriales: Inglaterra, Francia, Alemania, las Italias y los Estados
Unidos. Ello hace que se instituyan con determinadas características que aún son posibles de
observar, en que se asumen ciertos supuestos básicos como fundamentos pre-teóricos, respecto a
la naturaleza de los procesos histórico-sociales y de las interacciones humanas.
Tales supuestos se basan en una cosmovisión liberal respecto de la concepción de la naturaleza
humana, de la riqueza y de la relación hombre-naturaleza, lo que está incorporado como premisa
básica en la constitución disciplinaria de las Ciencias Sociales. Un segundo supuesto con el que se
instituyen las Ciencias Sociales, corresponde a “la existencia de un metarrelato universal que
lleva a todas las culturas y a los pueblos desde lo primitivo, lo tradicional, a lo moderno. La
sociedad industrial liberal es la expresión más avanzada de ese proceso histórico, es por ello el
modelo que define a la sociedad moderna.” (Lander 2000:8) Tales supuestos, por cierto en la
actualidad naturalizados, se encuentran dentro de los pensamientos usuales con los que abordamos
la producción de conocimientos.
De modo que dado el carácter universal de la experiencia histórica europea, los modos que a partir
de allí se generaron para la comprensión de esa sociedad, “se convierten en las formas válidas,
objetivas, universales del conocimiento. Las categorías, conceptos y perspectivas (economía,
Estado, sociedad civil, mercado, clases, etcétera) se convierten así no sólo en categorías
universales para el análisis de cualquier realidad, sino igualmente en proposiciones normativas
que definen el deber ser para todos los pueblos del planeta.” (Lander 2000:8)
Sin embargo, en nuestros días no sólo el pensamiento eurocéntrico es el que provoca el
colonialismo del saber del que muchos autores hablan, y que se encuentra naturalizado, sino que
además, se hace necesario extender la noción de colonialismo, a las relaciones de poder que se han
establecido entre las diferentes naciones, y que caracterizadas como relaciones
coloniales/imperiales, son las que sustentan la construcción discursiva naturalizadora de las
ciencias sociales, en que la “fuerza hegemónica del pensamiento neoliberal, su capacidad de
presentar su propia narrativa histórica como el conocimiento objetivo, científico y universal y a
su visión de la sociedad moderna, como la forma más avanzada -pero igualmente normal- de la
experiencia humana, está sustentada en condiciones histórico-culturales específicas.”(Lander
2000:1)
Lo anterior, desafía nuestro pensamiento usual para llegar a plantearnos que no basta con expandir
la cobertura de las realidades estudiadas, para complementar las teorías y métodos que empleamos,
que habitualmente son adecuados para determinados lugares y tiempos, y menos adecuadas para
otros, sino que se trata de reflexionar críticamente, respecto a si estamos generando conocimientos
bajo supuestos que implican procesos sistemáticos de exclusión y subordinación.
Como vemos, el problema que plantea el colonialismo del saber no es sólo que “sus categorías
fundamentales fueron desarrolladas para unos lugares y luego fueron utilizadas más o menos
creativa o rígidamente para el estudio de otras realidades. De ser así, bastaría con un
conocimiento local, nativo -latinoamericano- para superar sus límites. El problema reside en el
imaginario colonial a partir del cual construye su interpretación del mundo, imaginario que ha
permeado a las ciencias sociales de todo el planeta” (Castro-Gómez 2000:6) y que nos lleva a la
“invención del otro.”
Esta invención del otro, corresponde al “intento de crear perfiles de subjetividad estatalmente
coordinados (…). Al hablar de "invención" no nos referimos solamente al modo en que un cierto
grupo de personas se representa mentalmente a otras, sino que apuntamos, más bien, hacia los
dispositivos de saber/poder a partir de los cuales esas representaciones son construidas.” (Castro-
Gómez 2000:3) De modo que si concordamos en que “las ciencias sociales enseñan cuáles son
las "leyes" que gobiernan la economía, la sociedad, la política y la historia. El Estado, por su
parte, define sus políticas gubernamentales a partir de esta normatividad científicamente
legitimada.” (Castro-Gómez 2000:3) En tal sentido, cabe preguntarnos: ¿cuál es el rol que nos
compete a nosotros como trabajadores sociales en esa realidad?
Si consideramos que aparte de rigideces epistemológicas y del peso de la inercia institucional, los
principales obstáculos para la generación de conocimientos no coloniales, son de naturaleza
política, donde las posibilidades de una comunicación democrática están limitadas por las
profundas desigualdades de poder existentes entre las partes, (Lander 2000) entonces la invitación
es a que como trabajadores sociales, nos desmarquemos de esta “invención del otro”
interrogándonos sobre los procesos simbólicos y sociales que hacen que ello aparezca como auto-
evidente y natural. “Esto requiere el cuestionamiento de las pretensiones de objetividad y
neutralidad de los principales instrumentos de naturalización y legitimación de este orden social:
el conjunto de saberes que conocemos globalmente como ciencias sociales.” (Lander 2000:1)
En términos concretos diremos que bien vale la pena interrogarnos sobre si, por ejemplo, los
conceptos de vulnerabilidad social, de exclusión, de pobreza, que hemos aprendido teóricamente,
¿son los que más representan la realidad latinoamericana y en particular la chilena? Es más, tales
constructos ¿reflejan la subjetividad de quienes experimentan tales fenómenos?. En la misma línea,
interrogaremos el pensamiento usual con el que hemos definido lo que es ser joven, mujer u
hombre en el actual contexto, los conceptos hegemónicos con las que se generan conocimientos al
respecto ¿representan la subjetividad de cada uno de estos actores?
Por otra parte, las Ciencias Sociales, ¿consideran las consecuencias prácticas de la generación de
conocimientos con sesgos coloniales, en la medida en que podrían legitimar las políticas
regulativas de los Estados?. En el mismo sentido, ¿estamos seguros como profesionales, que las
categorías impuestas por el Banco Mundial respecto, por ejemplo, de las posibilidad de los sujetos
de ser resilientes en un contexto neoliberal como el chileno; de lo que es el trabajo decente; de lo
que significa ser niño o niña en Chile en la actualidad; o de lo que son las buenas prácticas, cuando
hablamos de intervención social, es lo que nos constituye como sujetos y lo que queremos relevar
como una profesión con ethos definido y con una subjetividad que nos caracteriza como
trabajadores sociales?.
El desafío pareciera ser entones, la necesidad de interrogar al pensamiento usual en tal sentido,
con una doble finalidad: mantenernos alertas respecto de en qué medida estamos contribuyendo
como profesión a la “invención del otro”; y además, para potenciar una mayor incidencia social
de nuestra profesión, a partir de la generación de conocimientos que revitalicen la tradición de la
teoría crítica en nuestro país, en que es urgente el re-establecimiento de las dimensiones ético –
políticas, como categorías interpretativas de la realidad, siendo estas algunas de las cuestiones
primordiales que deberían ser motivo de reflexión crítica por parte nuestra.
Lo anterior, nos lleva a preguntarnos por lo que hemos llamado tercer desafío, referido a los
obstáculos para la producción de conocimientos en Trabajo Social.
OBSTÁCULOS QUE DIFICULTARÍAN LA PRODUCCIÓN DE CONOCIMIENTOS
EN TRABAJO SOCIAL.
A partir de entrevistas abiertas realizadas a trabajadores sociales en ejercicio
1
, es posible
establecer que un tópico recurrente en sus discursos, son las dificultades para producir
conocimientos. Entre el pensamiento usual de tales profesionales al respecto, se encuentra el
bajo dominio de los métodos y técnicas de investigación. Es decir, existiría una especie de
inseguridad profesional al momento de enfrentar procesos investigativos, puesto que en
términos generales, la producción de conocimientos está constreñida como posibilidad de
desarrollo profesional, siendo esta actividad atribuida a otros profesionales de las Ciencias
Sociales. No obstante, es posible comprobar empíricamente que las dificultades
metodológicas ligadas a la producción de conocimientos, trasciende a una profesión en
específico, por tanto la deconstrucción de este pensamiento usual se constituye en un primer
paso necesario de dar.
Este pensamiento usual, sobre las posibilidades de producir conocimientos, sería transmitido
durante la formación profesional, puesto que a lo largo del tal proceso, sería recurrente el
discurso de los académicos señalando que el Trabajo Social no produciría conocimientos, no
se sistematiza y se escribe poco. Tal imagen inhibiría desde la formación profesional, las
1
Estas entrevistas fueron realizadas a 54 trabajadores sociales en ejercicio, en el marco de la tesis doctoral de
la autora de esta presentación.
posibilidades de que los trabajadores sociales incorporen en la cotidianeidad de su ejercicio
profesional, la generación de nuevos conocimientos. Por tanto, quienes estamos vinculados
a los procesos de formación de nuevas generaciones de trabajadores sociales, nos
enfrentamos a la necesidad de deconstruir este pensamiento usual.
Directamente ligado a tal imaginario, estaría la premura con que se desarrollarían las
actividades laborales, lo que iría reforzando la idea de que los trabajadores sociales no
producimos conocimientos, ya que la labor profesional fundamente estaría centrada en la
intervención social. Ello se constituye en una evidencia más de la necesidad de generar
espacios para discutir y contextualizar las naturalizaciones de las concepciones binarias de la
teoría y la práctica heredadas desde la modernidad y que hemos recordado al inicio de esta
presentación.
Es así como en el pensamiento usual de los entrevistados, sucintamente esbozado con
anterioridad, se plasmarían las concepciones hegemónicas de lo que es ciencia, las lógicas
binarias de la relación teoría-práctica y el colonialismo del saber del que hemos hablado
recientemente. Lo anterior, se traduciría en que, las más de veces los trabajadores sociales en
términos generales, no lograrían visualizar problemas de investigación, o no se auto-
considerarían como potenciales productores de conocimientos.
Así, el Trabajo Social no escapa a la aplicación de conceptos hegemónicos cuando desarrolla
su labor en torno a los fenómenos sociales, en que construimos la realidad e inventamos al
otro, con categorías coloniales que no siempre les representan. Ello obstaculiza la producción
de conocimientos puesto que se ve una falsa homogenización de la realidad mundial, donde
como hemos dicho con anterioridad, los sucesos en los países latinoamericanos parecen tener
un origen y rumbo definidos y ya recorridos por el primer mundo.
Desde otro ángulo, es posible sostener que en el actual contexto sociocultural y económico,
las características neoliberales del actual ordenamiento social despojan a las Ciencias
Sociales en general, y en particular Trabajo Social, de las categorías ético-políticas que den
sustento teórico crítico, a niveles de reflexividad que permitan producir conocimientos
socialmente relevantes y desprovistos del colonialismo originario y hegemónico.
Por otro lado, si concordamos en que el Trabajo Social es una actividad profesional
inmaterial, caracterizada por ser un trabajo afectivo, corporal, de contacto e interacción
humana, de cuidado del otro, creador y operante de afectos, productor de subjetividad y
sociabilidad, y a ello agregamos el despojamiento de las dimensiones ético-políticas como
categorías analíticas, se dificultan aún más nuestras posibilidades de producir conocimientos,
puesto que las características del trabajo inmaterial están lejos de los saberes sociales
hegemónicos del mundo contemporáneo, y por tanto no se constituyen como categorías
válidas para interpretación la realidad, en un contexto en que es usual el pensamiento
científico ligado a expresiones tecnocráticas y neoliberales. Por tanto, ello no es susceptible
de ser generador de conocimientos, mucho menos si consideramos que aun las Ciencias
Sociales se encuentran “atrapadas” en las lógicas positivistas, en ocasiones encubiertas, pero
igualmente hegemónicas de lo que es considerado como conocimiento objetivo, científico,
universal y por tanto válido.
Ello, sumado a las definiciones clásicas de lo que debe ser una profesión en la división socio-
técnica del trabajo, nos insta a que en nuestro pensamiento usual aún se mantenga aquello
que consideramos, nos genera mayores posibilidades de potenciar nuestros cierres culturales
y económicos como profesión, ligado siempre a la intervención social permeada por las
concepciones hegemónicas de lo que es ciencia pura, aplicada y tecnología, como hemos
dicho, usualmente entendida como una secuencia lineal ideal, lo que nos aleja aún más las
posibilidades de que como profesión produzcamos conocimientos que nutran el desarrollo de
las Ciencias Sociales, potenciando la interpretación de los fenómenos sociales y por ende su
actuación en ellos. De manera que requerimos el cuestionamiento de las pretensiones de
objetividad y neutralidad de los principales instrumentos de naturalización y legitimación de
las formas hegemónicas de producir conocimientos.
Es así como aún queda pendiente el desafío de aventurase a una ruptura epistemológica,
potenciando nuevas concepciones de lo que debería ser la producción de conocimientos en
Trabajo Social, en pos de lograr un cierre social, que nos permita ser competitivos como
profesión, en el actual contexto en que el mercado laboral está demandando más bien un
profesional de las Ciencias Sociales, por sobre un tipo de profesional específico. Este desafío
debería ser considerado tanto, en función de avanzar en la pertinencia y rigurosidad del
desarrollo profesional-disciplinar, como también en torno a la inserción laboral satisfactoria
de las futuras cohortes de trabajadores sociales, en un contexto de aumento sostenido de la
matrícula en esta profesión en los últimos años en Chile.
Igualmente, queda pendiente la revisión de los demás desafíos del Trabajo Social para generar
conocimientos, relativos a: lograr vigilancia epistemológica en cuando a la metodología empleada
en la producción de conocimientos, y resguardar la coherencia entre las teorías empleadas para el
análisis de los fenómenos sociales y el concepto de ciencia que las sustenta.
Mientras, nos quedamos con las palabras de Lander (2000) referidas a que “lo impensable es
aquello que no puede ser concebido dentro del rango de alternativas posibles, aquello que pervierte
todas las respuestas porque desafía los términos a partir de los cuales se formulan las preguntas.
(Lander 2000:12)
Para finalizar esta presentación, repondremos las palabras que nos dejara planteadas el filósofo
que nos ha acompañado al inicio de esta ponencia: “Elucidar el trabajo del Trabajo Social conlleva
hacer preguntas tal vez inquietantes, preguntas que podrían ser fructíferas precisamente por no
dejarnos cómodamente instalados en respuestas naturalizadas” (Heller 2004: 10), pero que sin
embargo, nos ayudan a fortalecer la formación de los futuros profesionales, y a potenciar el Trabajo
Social chileno como una profesión socialmente más incidente.
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