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El Suicidio: una aproximación bibliográfica a sus mitos, abordaje y prevención.

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Abstract

El interés científico por comprender el suicidio y las conductas suicidas es muy antiguo. El sociólogo francés Emil Durkheim llega a la conclusión de que en aquellas sociedades y comunidades que requieren más cohesión y solidaridad orgánica para sobrevivir, la tasa de suicidios será menor justamente porque la responsabilidad hacia el grupo al que se pertenece ejerce como freno. En este artículo se recoge una aproximación bibliográfica a sus mitos, abordaje y prevención, tal y como se indica en su título.
CARPETA
El Suicidio
una aproximación
bibliográfica
a sus mitos, abordaje
y prevención
Julio Piedra Cristóbal
Trabajador Social
Sanitario
Rafael Arredondo Quijada
Trabajador Social. Doctor por la
Universidad de Málaga
Juan Rosa Martín
Trabajador
Social
CARPETA
BREVE RADIOGRAFÍA DEL SUICIDIO. CONTEX-
TUALIZANDO UN PROBLEMA GLOBAL
Concepto
El suicidio (del latín suicidium) es el acto por el que una
persona se provoca la muerte de forma deliberada. Se trata
de un fenómeno muy poliédrico, del que la investigación no
ha conseguido desentrañar todas sus aristas. Se ha señalado
acertadamente que “la conducta suicida tiene un gradiente que
puede ir desde el simple pensamiento hasta el suicidio consu-
mado (…). El suicidio es un fenómeno muy complejo que se
da en todas las culturas y en el que están implicados múlti-
ples factores, desde biológicos y psicológicos hasta culturales,
sociales y económicos” (Ruiz y Olry de Labry, 2006: 26).
En la persona suicida pueden detectarse actos fatales (suicidio
consumado) tentativas altamente letales aunque fallidas, con
intención y planeación del suicidio (intentos de suicidio o para-
suicidio) o tentativas de baja letalidad, generalmente asociadas
a una situación psicosocial crítica (Beck et al., 1976; Mann,
2003; Gutiérrez, Conteras y Orozco, 2006).
El interés científico por comprender el suicidio y las conductas
suicidas es muy antiguo. El sociólogo francés Emil Durkheim
llega a la conclusión de que en aquellas sociedades y comuni-
dades que requieren más cohesión y solidaridad orgánica para
sobrevivir, la tasa de suicidios será menor justamente porque la
responsabilidad hacia el grupo al que se pertenece ejerce como
freno. En su obra más conocida, titulada El suicidio (publicada
originalmente en 1897) distingue varios tipos:
a. Suicidio altruista. Causado por una baja importancia del
yo. Durkheim pone el ejemplo de los pueblos celtas, entre
quienes llegó a ser honroso el suicidio de los ancianos
cuando eran incapaces de valerse por ellos mismos. El
ejemplo moderno es el ejército. Durkheim destaca que en
los países donde en las sociedades se suicidan más (por el
suicidio egoísta), en el ejército se suicidan menos, y vice-
versa.
b. Suicidio egoísta. Tiene lugar cuando los vínculos sociales
son demasiado débiles para comprometer al suicida con
su propia vida. En ausencia de la presión y la coerción
de la sociedad, el suicida queda libre para llevar a cabo
su voluntad de suicidarse. Esta forma de suicidio tiende
a darse más en las sociedades modernas, en las que la
dependencia de la familia o del clan es menor que en las
tradicionales.
c. Suicidio anómico. Es el que se da en sociedades cuyas
instituciones y cuyos lazos de convivencia se hallan en
situación de desintegración o de anomia. En las sociedades
donde los límites sociales y naturales son más flexibles es
más probable. Por ejemplo, en los países donde el matri-
monio tiene un peso menor, por la existencia del divorcio,
el suicidio es mayor. Es el suicidio de las sociedades en
transición. Otro ejemplo es el comercio y la industria, donde
el cambio (y por lo tanto, también el suicidio anómico) es
crónico.
d. Suicidio fatalista. Se produce allí donde las reglas a las que
están sometidos los individuos son demasiado férreas para
que éstos conciban la posibilidad de abandonar la situación
en la que se hallan (por ejemplo, sociedades esclavistas).
Epidemiología
Se trata de un fenómeno global y con una prevalencia impor-
tante. En el mundo se quitan la vida alrededor de 2.000 personas
al día (una cada 40 segundos) lo cual arroja una cifra global de
unas 800.000 personas al año. Sólo en Estados Unidos o Rusia
se producen 100 suicidios diarios y, en China casi mil. Por cada
persona que lo consuma, otras 20 lo intentan, lo que supone
un intento cada dos segundos a nivel planetario. Cada suicidio
afecta a una media de otras 6 personas de su entorno (OMS,
2006; Organización Panamericana de la Salud, 2014).
Atendiendo al sexo y a la edad, las mujeres intentan quitarse
la vida tres veces más que los hombres, aunque la letalidad es
mayor en los varones: ellos los consiguen tres veces más que
ellas. Las tasas de suicidio aumentan con la edad, siendo los
intentos más planificados y letales: se consuman uno de cada
dos en edades muy avanzadas (OMS, 2006).
Entorno al 90% presentan algún tipo de trastorno psiquiátrico
(especialmente trastornos afectivos, como depresión o trastorno
bipolar), siendo su riesgo de suicidio 20 veces mayor que en la
población general. El 30-40% de los suicidios presenta tenta-
tiva previa. El método más utilizado en todo el mundo es el
ahorcamiento, seguido del uso de armas de fuego en hombres
y de intoxicación por pesticidas o medicamentos en mujeres. A
nivel mundial, un 30% de los suicidios son realizados por medio
de pesticidas. La sobredosis de fármacos es motivo de aproxi-
madamente dos tercios de los suicidios en mujeres y un tercio
en hombres (Geddes, Price & Mc. Knight, 2012). Muchos de
ellos no son planeados y tienen lugar durante periodos de ambi-
valencia. Igualmente, la tasa de letalidad varía según el método:
puede ir desde un 80-90% en el caso de arma de fuego hasta
el 2-4% de una sobredosis de medicamentos. (Yip et al. 2012).
Los métodos más empleados para el intento de suicidio y
····························
El suicidio origina más muertes a nivel mundial
que la suma de las producidas por homicidios
y guerras. Vemos, por tanto, que los datos son
lo suficientemente contundentes como para
investigar el suicidio y su prevención. A pesar
de ello no existe ningún plan o programa de
prevención del suicidio a nivel estatal en nuestro
país.”
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13
CARPETA
para el suicidio exitoso también son diferentes: cerca del 85%
de los intentos de suicidio en el mundo desarrollado se realizan
por sobredosis. En torno a la mitad de personas que se suicidan
habían realizado una consulta al médico de familia en el mes
anterior al acto y uno de cada 6, el mismo día. En la mayoría
de los casos, el médico de familia desconoce los antecedentes
suicidas de los pacientes (Tintinalli, 2010).
En España se producen más 10 suicidios al día, siendo la
primera causa de muerte no natural y generando casi el doble
de muertes que los accidentes de tráfico, tres veces más que los
accidentes laborales, doce veces más muertes que los homici-
dios y casi 70 veces más que la violencia de género. Después
de los tumores, es la principal causa de muerte en España en
jóvenes de 15 a 29 años y la primera causa en varones de
esa edad (Prevensuic; OMS, 2006). Aun así, resulta muy difícil
encontrar una cifra fiable del número de muertes auto-infligidas
en nuestro país, porque el número de muertes por suicidio que
figura en el INE no coincide con el de los Institutos de Medi-
cina Legal. Muchas de las que aparecen imputadas a “causas
externas” podrían esconder un suicidio (Ansede, 2017).
El suicidio origina más muertes a nivel mundial que la suma
de las producidas por homicidios y guerras. Vemos, por tanto,
que los datos son lo suficientemente contundentes como para
investigar el suicidio y su prevención. A pesar de ello no existe
ningún plan o programa de prevención del suicidio a nivel
estatal en nuestro país.
Factores precipitantes y de riesgo
Las enfermedades mentales, el abuso de sustancias, el estado
psicológico, factores genéticos coadyuvantes y las situaciones cultu-
rales, familiares y sociales son algunos de los factores de riesgo del
suicidio (Hawton, Sauders & O’Connor, 2012). Es frecuente que
coexistan los trastornos mentales y el abuso de sustancias (Vija-
yakumar, Kumar & Vijayakumar, 2011). Por su parte, la disponi-
bilidad de medios para llevarlo a cabo, los antecedentes familiares
de suicidios o los traumatismos craneoencefálicos incrementan
también el riesgo (Simpson & Tate, 2007). Sin embargo, el factor
de riesgo individual más importante es el antecedente de un intento
de suicidio (Bostwick et al, 2016; Chang, Guittin & Pattel, 2011).
Respecto a la disponibilidad de los medios, la literatura indica
que las tasas de suicidio son mayores en hogares con armas de
fuego (Miller, Azrael & Barber, 2012). Los problemas socioeconó-
micos, como el desempleo, la pobreza, la indigencia y la discri-
minación, también pueden desencadenar pensamientos suicidas
(Quin, Agerbo & Mortensen, 2003). Entre el 15 y el 40% de los
suicidas dejan una nota (James & Gilliland, 2012). Por otra parte,
Brent y Melhem (2008) señalan que la genética podría condicionar
entre el 38 y 55% de los comportamientos suicidas. Los veteranos
de guerra tienen, en parte, mayor riesgo de suicidarse debido a la
elevada incidencia de enfermedades mentales, como el trastorno
por estrés postraumático, y problemas físicos relacionados con
secuelas de los conflictos bélicos (Rozanov & Carli, 2012).
No podemos hablar de una única causa que desemboque en
suicidio. La investigación muestra que existen distintos factores
precipitantes, tal y como recogemos en la tabla 1.
Perfil Factor
Comunes a
cualquier
edad
»Catástrofes naturales.
»Accidentes o diagnóstico, empeoramiento o crisis de
enfermedades graves, incapacitantes o dolorosas (ya
sean propias o ajenas).
»Pérdida de seres queridos (incluidos animales de
compañía).
»Existencia de entorno suicida (fácil acceso a medios
letales, epidemias suicidas, suicidio de familiares o
personas cercanas, relaciones inadecuadas, acceso
a información, medios de comunicación y redes
sociales, etc.)
»Experiencias y vivencias traumáticas (agresiones y malos
tratos, acoso, humillaciones, abusos sexuales, etc.)
»Aumento o consumo de tóxicos.
»Estado de embriaguez o intoxicación.
»Imputaciones o condenas judiciales.
»Disputas y conflictos con familiares o personas cercanas.
»Embarazo no deseado o aborto.
»Cambios vitales bruscos no deseados.
»Efectos secundarios suicidógenos de medicaciones.
»Primera semana de alta por hospitalización psiquiátrica.
En jóvenes y
adolescentes »Descubrimiento o no aceptación de la homosexualidad.
»Fracaso escolar.
»Bullying, acoso, humillaciones, malos tratos.
»Abuso sexual. Violación.
»Separación o pérdida de amigos/as y compañeros/as.
Cambios habituales de residencia y de entorno social.
»Desengaño amoroso.
»Muerte de un ser querido.
»Problemas de disciplina. Presión escolar. Períodos de
exámenes.
»Pertenencia a entorno suicida (p.ej.: emos –tribu urbana-).
Existencia de presión para cometer suicidio.
»Embarazo prematuro.
»Separación de los padres o graves conflictos conyugales,
con instrumentalización del hijo/a.
En personas
adultas »Fracaso profesional.
»Primer año tras pérdida de empleo. Dificultades económicas.
»Pérdida de estatus o prestigio social.
»Ruptura conyugal o desengaño amoroso.
»Jubilación.
En personas
mayores »Empeoramiento de enfermedades, aumento del dolor,
fracaso, desahucio o hastío terapéutico, aumento de
la dependencia.
»Pérdida de funciones físicas o psicológicas básicas.
»Institucionalización.
»Malos tratos.
»Efecto ping-pong (cambio periódico de domicilios filiales).
»Primer año tras la pérdida del cónyuge (viudez reciente).
»Pérdida de interés por la vida, debut depresivo.
»Pérdida de la fe.
Tabla 1. Factores precipitantes del suicidio. Fuente: Elaboración
propia a partir de datos facilitados por REDAIPIS y PREVEN-
SUIC.
14
CARPETA
En el caso de suicidios consumados, resulta de vital impor-
tancia forense lo que se ha venido denominando autopsia psico-
lógica. “Cuando hablamos de autopsia psicológica estamos
haciendo referencia a un proceso desarrollado para evaluar
conductas, rasgos psicológicos y psicopatológicos, relaciones
sociales mantenidas por un individuo que ha fallecido, y tratar
de llegar a un diagnóstico psiquiátrico, si lo hubiera. Es un
procedimiento que cada vez adquiere mayor importancia en
la investigación sobre los factores de riesgo. Para algunos
autores es un tipo de evaluación psicológica que, sin efectuar
una observación directa, nos permite acceder a una cantidad y
un tipo de datos mayor que cualquier otro proceso evaluativo”
(Guija et al. 2012: 166).
METODOLOGÍA
Las fuentes utilizadas son fundamentalmente bibliográficas.
En primer lugar se ha procedido a esquematizar brevemente
los puntos a considerar dentro de este trabajo. Posteriormente,
se ha realizado una revisión de la literatura sobre cada tema
de interés, a través de búsquedas en bases de datos espe-
cializadas. Finalmente, se ha seleccionado la bibliografía más
relevante de acuerdo a criterios de pertinencia, adecuación y
calidad del contenido. Los instrumentos empleados para su
ordenación y vaciado sistemático han sido las fichas bibliográ-
ficas y las fichas de lectura.
Nombre Tipos Palabras clave
Dialnet Multidisciplinar Suicidio + mitos
Conducta suicida + mitos
Prevención + suicidio
CSIC Multidisciplinar Suicidio. Intento suicidio.
Conducta suicida
Autolisis
Mitos
Cochrane Library Especializada Suicide
Suicide behaviour
Self-harm
Scientific Library
Online (ScieLo) Especializada Suicide
Suicide + misjudgement
Self-harm
Directory of Open
Access Journal
(DOAJ)
Especializada Suicide
Suicide + misjudgement
Self-harm
Tabla 2. Bases de datos consultadas y estrategia de búsqueda.
Fuente: Elaboración propia.
RESULTADOS. PRINCIPALES MITOS SOBRE EL
SUICIDIO
Los principales hallazgos encontrados en la literatura cientí-
fica consultada quedan recogidos en la siguiente tabla.
Mito o creencia
errónea
Criterio científico
La persona que
se quiere
suicidar no lo
dice
Los estudios muestran que la mayoría de suicidas
enuncian claramente sus propósitos. Cuando no es
así, dejan entrever sus intenciones de acabar con su
vida.
La persona que
dice que se va a
suicidar no lo hace
Los suicidas expresan con palabras, amenazas, ges-
tos o cambios de conducta sus intenciones. Nunca se
deben ignorar o banalizar.
Retar a un
suicida es la
mejor manera
de evitar que lo
intente
Retar al suicida siempre es un acto irrespon-
sable, pues se trata de una persona vulnerable
con impulsos de autodestrucción. Hay que verla
como alguien cuyos mecanismos de adaptación
han fracasado y buscar la forma de ayudarle a
reajustar su vida.
Las personas
suicidas no
buscan atención
médica
La mayoría de los suicidas visita a un profesional
dentro de los tres meses posteriores a un intento
de suicidio.
Cuando alguien
contempla
seriamente la
posibilidad de
suicidarse, no hay
nada que hacer
La mayoría de las crisis suicidas son de duración
limitada y se originan en la confusión al pensar. Las
personas que tratan de suicidarse en general bus-
can una solución o escape y se encuentran ofusca-
dos. Por lo tanto, sí hay un componente prevenible
en el suicidio.
Las personas
que intentan
suicidarse no
desean morir,
solo alardean
de ello
Los suicidas son personas a quienes les han fallado
sus mecanismos adaptativos y no encuentran al-
ternativas, excepto atentar contra su propia vida.
Hay que tomar en serio las amenazas de suicidio,
pues son gritos de ayuda que pueden ser usados
para salvar vidas.
Las personas
que contemplan
el suicidio han
tomado la deci-
sión irrevocable
de morir
La mayoría de los suicidas tienen pensamientos
ambivalentes, a menudo incluso hasta el último
minuto, acerca de vivir o morir. Pueden estar “ju-
gando” con la muerte, dejando que otros los salven.
Pocas personas tratan de suicidarse sin primero
hacer saber a otros cómo se están sintiendo. Este
grito de ayuda a menudo se hace llegar de manera
codificada. Reconocer estas señales de sufrimiento
puede servir para salvar vidas.
Hablar abier-
tamente con la
persona de sus
planes o ideacio-
nes suicidas es
alentarle a que
los materialice
El efecto es justamente el contrario. Preguntarle de
manera directa acerca de sus sentimientos suicidas
a menudo disminuirá su nivel de ansiedad y le di-
suadirá. La intención de diálogo que demuestra quien
pregunta acerca del suicidio, permitirá a la persona
que está sufriendo conversar sobre sus problemas.
Está abriendo la puerta a obtener ayuda.
15
CARPETA
Una persona
que trata de sui-
cidarse estará
en riesgo para
siempre
La mayoría de las personas en riesgo tienen pensa-
mientos suicidas solo por un breve período de sus
vidas (horas o días, muy raramente semanas). Con
ayuda y apoyo adecuados, probablemente nunca
más volverán a pensar en suicidarse.
Toda persona
que da señales
de mejoría o
sobrevive a un
intento de sui-
cidio, está fuera
de peligro
Puesto que el comportamiento pasado puede ser
pronóstico de comportamiento futuro, la persona
suicida sigue estando en riesgo. Uno de los mo-
mentos más peligrosos es inmediatamente después
de la crisis o cuando la persona está hospitalizada.
La primera semana tras el alta es crucial, por la
elevada fragilidad y vulnerabilidad de la persona
superviviente.
Toda persona
suicida es un
enfermo/a
mental
Las personas con enfermedad mental se suicidan
con mayor frecuencia que la población general,
pero no necesariamente hay que padecer un tras-
torno mental para hacerlo. Lo que sí debemos tener
claro es que un/a suicida es una persona que sufre
y necesita ayuda.
Toda persona
suicida tiene
depresión
Aunque una persona deprimida tiene más posibi-
lidades de realizar un intento de suicidio, no todas
las que lo cometen padecen esta enfermedad. La
casuística es múltiple (esquizofrenia, abuso de al-
cohol o tóxicos, trastorno de personalidad, etc.).
Toda persona
suicida es
solitaria
Las personas con pensamientos suicidas a menudo
se aíslan de los demás. Pero esto no significa que
todas las personas introvertidas, poco sociables o
que disfrutan de la soledad sean suicidas.
Toda persona
suicida es pe-
ligrosa, porque
también puede
atentar contra
la vida de los
demás
El suicidio es un acto autoagresivo en el que un
individuo vierte impulsos destructivos contra sí
mismo/a. El homicidio es un acto que habitual-
mente no se acompaña de suicidio en quienes lo
realizan, por tratarse en la inmensa mayoría de los
casos de un acto heteroagresivo. En los casos de
suicidio ampliado (suicidas que matan a otras per-
sonas que no desean morir) suele existir un trastor-
no mental de base.
La tendencia
al suicidio es
hereditaria
La predisposición genética no determina por sí sola
el éxito de una tentativa de suicidio. Incluso en el
caso de varios miembros de la misma familia que
cometen suicidio, lo que puede heredarse es la pre-
disposición a un trastorno o enfermedad mental que
se manifiesta con conductas suicidas. Existen una
serie de factores protectores que es preciso poten-
ciar (habilidades en la resolución de los problemas,
autoestima, autoconfianza, integración social, etc.).
Quien se suicida
es un/a cobarde
Quien se suicida
es un/a valiente
Cobardía o valentía son atributos personales que
nunca pueden medirse en función de si se respeta
o no la vida. Los suicidas son personas que sufren
y necesitan ayuda. Cualquier valoración positiva o
negativa sobre el suicidio dificulta su prevención.
Solo las per-
sonas mayores
piensan en sui-
cidarse porque
están en el final
de sus vidas
Los estudios indican que las personas mayores
realizan menos intentos de suicidio pero son más
eficaces, por lo que su letalidad es mayor. Pero esto
no significa que no haya suicidios en niños/as, ado-
lescentes y jóvenes. Se trata de un problema que no
entiende de clase social y afecta a cualquier tramo
de edad.
Solo un/a
psiquiatra
puede evitar un
suicidio
Los/as psiquiatras son profesionales experimen-
tados en la detección del riesgo de suicidio y su
manejo, aunque no los únicos responsables de
impedirlo. Todo interesado en auxiliar a personas
en esta situación de riesgo puede ser un valioso
colaborador en su prevención (también los medios
de comunicación).
Tabla 3. Principales mitos sobre el suicidio. Fuente: Reelabora-
ción a partir de OMS (2006), Rueda (2010) y Grupo de trabajo
de la GPC Prevención y Tratamiento de la Conducta Suicida
(2012).
ORIENTACIONES PARA EL ABORDAJE Y LA
PREVENCIÓN
Evaluación y manejo del riesgo de conducta suicida
La formación específica es muy importante. A continuación
ofrecemos una serie de recomendaciones para profesionales a
la hora de manejar un caso:
Realizar la entrevista en un lugar separado que permita
cierta privacidad, sin interrupciones o molestias.
• Asegurarse de que el paciente está en una situación clínica
que permita el normal desarrollo de la entrevista y una
adecuada valoración.
Asegurarse de que está garantizada la seguridad tanto del
paciente como de la propia persona entrevistadora.
Hablar directa y claramente sobre la situación y perder el
miedo a agravar posibles ideaciones. Como ya hemos visto,
derribar este mito resulta fundamental para proporcionar
un buen soporte terapéutico. Hablar abiertamente ayuda al
paciente a manejarlas mejor en caso de poseerlas.
Transmitir tranquilidad, tanto con la comunicación verbal
como corporal.
Intentar crear un clima relajado, aunque sin frivolidad. Hay
que rebajar la posible tensión existente y crear un ambiente
de confianza en el/la paciente pueda sentirse mejor y
proporcionar también mayor información.
La actitud de la persona entrevistadora debe adecuarse a
la situación. Si es tranquila y normalizada, la actitud puede
ser más distendida; si es más violenta o agitada, la actitud
debe ser más directiva.
Dirigirse más hacia lo emocional que hacia lo racional. El paciente
lo aceptará mejor y será útil para la relación terapéutica.
Escuchar más que hablar. Utilizar preferentemente la
escucha activa.
16
CARPETA
No prometer secreto ni confidencialidad más allá de lo que
permite o exige la ley.
No aliarse con el paciente ni contra él.
Ser conscientes de las posibles emociones contratransfe-
renciales que puedan aparecer. Llegado el caso, derivar a
otro/a profesional.
No banalizar ni exagerar la situación o la información que
se obtenga de la entrevista.
No juzgar, recriminar o reprobar. Por supuesto, no coac-
cionar o amenazar en ningún caso.
No fiarse completamente, sobre todo si hay sospecha
de intencionalidad suicida. Valorar incluso si está siendo
engañado/a o utilizado por el/la paciente.
Tener también muy presentes a las familias o acompa-
ñantes. Son ellos/as los que más tiempo pasarán con el/
la paciente y quienes tendrán que abordar las situaciones
difíciles.
En la tabla 4 se proporciona una síntesis de los aspectos a
valorar ante un caso de conducta suicida.
Estado
clínico y
factores de
riesgo
»Exploración psicopatológica, física y emocional. Capa-
cidad para tomar decisiones.
»Riesgos personales y situacionales (antecedentes
suicidas familiares o personales, biografía, rasgos de
personalidad, estado anímico, red de apoyo, situación
económica y laboral, consumo de alcohol o drogas, etc.).
»Señales y comportamientos de alerta. Posibles.
factores precipitantes (ver tabla 1).
Conducta »Ideación suicida: Frecuencia, tipo, intensidad, ego/
distonía, otros.
»Planificación suicida: existencia de un plan y de un
método suicida (dónde, cómo, cuándo).
»Comunicación suicida: verbal, no verbal, tipo de conte-
nido, intencionalidad, intensidad, frecuencia y otros.
»Actos suicidas: frecuencia de repetición, lesiones, leta-
lidad y accesibilidad del método elegido, tiempo y modo
de rescate, determinación suicida, intencionalidad,
impulsividad o planificación, autocrítica, consecuencias
en el entorno, deseo de repetición del acto, otros.
Información
del núcleo
familiar
»Contraste de la información obtenida de la entrevista
con el paciente.
»Información complementaria.
Valoración
de riesgo e
impresión
clínico-
diagnóstica
»Presencia de conductas suicida (tipo, frecuencia e
intensidad).
»Intensidad del riesgo (bajo, moderado, alto).
Tratamiento
y otras
actuaciones
»Recomendaciones terapéuticas.
Tabla 4. Evaluación del riesgo suicida. Fuente: Elaboración
propia a partir de REDAIPIS y PREVENSUIC
Acciones y estrategias de prevención
Todas las evidencias científicas demuestran que el suicidio es
prevenible. Por tanto, trabajar la prevención es un primer paso
de vital importancia.
Nivel Recomendaciones
Socio-
familiar 1. Mantener al sujeto acompañado/a y alejado/a de
elementos potencialmente peligrosos y posibles medios
para suicidarse (armas de fuego, fármacos, etc.)
2. Detectar problemas psiquiátricos e identificar antece-
dentes familiares de suicidio.
3. Vigilar la aparición de tensiones graves o eventos abru-
madores en el/la sujeto.
4. Vigilar signos de alarma: desesperanza, agitación,
consumo de alcohol o drogas, cambios bruscos de
humor, gusto súbito por el riesgo extremo, sentimientos
de ira o venganza, aislamiento social, verbalización de
deseos de morir, renuncia a posesiones personales, etc.
Médico-
clínico 1. Formación específica de los/as profesionales.
2. Tratamiento (farmacológico y psicoterápico).
3. Seguimiento del paciente.
Medios de
comunica-
ción social
1. Comunicación responsable, sin morbo ni sensaciona-
lismo.
2. Huir de las explicaciones simplistas y de la informa-
ción repetitiva.
3. Evitar fotografías de la persona fallecida.
4. Evitar descripciones prolijas sobre el método de
suicidio.
5. Evitar interpretar el suicidio como la consecución
de una meta personal, mediante eufemismos como
éxito, opción o solución.
6. En prensa escrita, no incluir noticias sobre suicidios
en primera ni última página.
Tabla 5. Niveles de intervención en la prevención del suicidio.
Fuente: Reelaborado a partir deNizama (2011) y Brea (2013).
Completado con información de REDAIPIS.
Como hemos dicho, la prevención del suicidio no es una prio-
ridad de salud pública en España. Ello no quiere decir que no
debamos trabajar en ello, pues es una realidad con un peso aplas-
tante que no puede ser ignorada. A continuación sintetizamos los
principales hallazgos en prevención de conductas suicidas.
····························
Todas las evidencias científicas demuestran
que el suicidio es prevenible. Por tanto, trabajar
la prevención es un primer paso de vital
importancia.”
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17
CARPETA
Ámbito Estrategias
Vigilancia 1. Mejorar la calidad y la temporalidad de los datos nacio-
nales sobre el suicidio y los intentos de suicidio.
2. Apoyar el establecimiento de un sistema integrado de
recopilación de datos que sirva para identificar a grupos
y personas vulnerables, así como para detectar situa-
ciones de vulnerabilidad.
Restricción
de acceso a
medios para
suicidarse
1. Reducir la disponibilidad, la accesibilidad y la fuerza
atractiva de los medios utilizables para suicidarse (pla-
guicidas, armas de fuego, lugares altos).
2. Reducir la toxicidad y el poder letal de los medios disponibles.
Difusión Promover la aplicación de directrices para los medios de difu-
sión en pro de una información responsable sobre los suicidios
en la prensa, la radio, la televisión y las redes sociales.
Acceso a
servicios 1. Promover un mayor acceso a servicios integrales para las
personas vulnerables a los comportamientos suicidas.
2. Identificar y eliminar las barreras a la atención.
Formación y
capacitación 1. Diseñar y mantener planes nacionales de prevención del
suicidio.
2. Mantener programas de capacitación integrales para
guardianes identificados (personal sanitario, educa-
dores/as, fuerzas de seguridad).
3. Mejorar la competencia de los/as proveedores/as de
atención primaria y de salud mental para el reconoci-
miento y el tratamiento de las personas vulnerables.
Tratamiento 1. Mejorar la calidad de la atención clínica y las intervenciones
clínicas basadas en datos científicos, especialmente para
los individuos hospitalizados tras un intento de suicidio.
2. Mejorar la investigación y la evaluación de las interven-
ciones eficaces.
Intervención
en crisis 1. Asegurar que las comunidades tengan la capacidad de
responder a las crisis con intervenciones apropiadas.
2. Asegurar que las personas en situación de crisis tengan
acceso a una atención de salud mental de emergencia
(incluso a través de Internet o de líneas telefónicas de ayuda).
Intervención
posterior 1. Mejorar la respuesta y el cuidado a los afectados por
suicidio o intentos de suicidio.
2. Prestar atención integral y rehabilitadora a las personas
afectadas por intentos de suicidio.
Conciencia-
ción social 1. Diseñar campañas de información masiva para ayudar
a comprender que el suicidio es prevenible.
2. Mejorar el acceso del público y de los profesionales a la
información acerca de todos los aspectos de la preven-
ción del comportamiento suicida.
Reducción
de estigma 1. Promover la utilización de servicios de salud mental, prevención
del consumo de tóxicos y atención relacionada con el suicidio.
2. Reducir la discriminación contra quienes utilizan estos
servicios.
Tabla 6. Estrategias de prevención del suicidio. Fuente: Organi-
zación Panamericana de la Salud (2014).
CONCLUSIONES
Los datos demuestran que el suicidio es una de las principales
causas de muerte en el mundo. Como realidad bio-pisco-social,
podemos decir que no existe el suicidio en abstracto, sino una
persona que desea suicidarse. No podemos perder nunca de
vista el intenso sufrimiento que esto produce en ella, como
resultado de un fracaso en los mecanismos adaptativos. Aunque
existen factores de riesgo, el perfil epidemiológico indica clara-
mente que se trata de un problema global, que no entiende de
sexo, raza, edad ni estatus social.
A pesar de su dimensión, sigue rodeado de mitos y false-
dades que dificultan su correcto abordaje. En tanto que creen-
cias falsas o erróneas sin base científica, los mitos alrededor
del suicidio no resultan inocuos, sino que empeoran la situa-
ción: impiden aliviar el sufrimiento del paciente, no permiten
valorar adecuadamente el riesgo en cada caso y pueden estar
detrás de una intervención inadecuada o tardía. Por ello, resulta
fundamental que los/as profesionales del ámbito de la salud,
principalmente, así como otros/as profesionales, conozcan y
comprendan la realidad del suicidio a través de información
contrastada como resultado de la investigación. Ellos y ellas son
el pilar básico del tratamiento, pero también de la prevención,
tanto en los pacientes como en su entorno familiar y social. Si
asumimos que el suicidio es prevenible, desmontar sus mitos
es prevenir.
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CARPETA
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Article
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Background: Stigma toward child and adolescent mental health problems among parents has been understudied, despite its importance. Method: Sociodemographic variables, stigma associated with mental health problems in childhood and adolescence, myths about suicide, familiarity with mental health, and seeking professional help were assessed in a crosssectional study in a Spanish sample (N = 268). Descriptive analyses, mean difference and regression models were carried out. Results: The results reveal medium levels of stigma, the presence of myths about suicide and average familiarity with mental health. Mothers and a higher level of education, showed lower levels of stigma and fewer myths about suicide. A regression model explains the 44% of the variance with myths about suicide, stigma and familiarity with mental health as predictors of seeking professional help attitudes. Conclusions: Stigma, myths surrounding suicide, and parental unfamiliarity with mental health may act as barriers to appropriate diagnosis and treatment. Practical implications and recommendations are discussed.
Article
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Spain presents one of the lowest suicide rates (8.7 per 100,000) but, as well as Ireland, it has also experienced one of the highest rate increases both within Europe and within the world. In our country, it can be observed an increase in the suicide rates from 1975 to 1994, being this increase greater in men than in women. It can also be noted that there was a stabilisation in the following years. Social factors, specially those which have to deal with gender roles and changes in these roles, are the most common explanations. Another possible explanation for the observed increase in mortality due to suicide among young men could be the AIDS epidemic and intravenous drug addiction, that was observed in Spain during the eighties and nineties.Furthermore, we are witnessing an epidemic related to violence against children and women. Literature strongly suggests that child abuse (psychological and sexual) is associated with increased suicide risk in adolescent or adult life. Women experience violence from their intimate partners and have a greater risk of suffering from chronic pain, diverse somatisations, greater substance use like drugs and alcohol, depression and suicide attempt.The association between work precariousness and suicide seems to be due to economic and social and family support factors, which can lead to greater vulnerability to mental health problems. These factors are of great relevance, since Spain presents one of the highest unemployment and temporary employment rates in the European Union. It seems reasonable that, due to the individualism that characterises the contemporary society, its demands and the new role of women in the work market that cause, among others, a greater difficulty in combining work and family life, are factors that could explain the lack of decrease in suicide rates.
Article
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Self-harm and suicide are major public health problems in adolescents, with rates of self-harm being high in the teenage years and suicide being the second most common cause of death in young people worldwide. Important contributors to self-harm and suicide include genetic vulnerability and psychiatric, psychological, familial, social, and cultural factors. The effects of media and contagion are also important, with the internet having an important contemporary role. Prevention of self-harm and suicide needs both universal measures aimed at young people in general and targeted initiatives focused on high-risk groups. There is little evidence of effectiveness of either psychosocial or pharmacological treatment, with particular controversy surrounding the usefulness of antidepressants. Restriction of access to means for suicide is important. Major challenges include the development of greater understanding of the factors that contribute to self-harm and suicide in young people, especially mechanisms underlying contagion and the effect of new media. The identification of successful prevention initiatives aimed at young people and those at especially high risk, and the establishment of effective treatments for those who self-harm, are paramount needs.
Article
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To address gaps identified in earlier reviews, namely, the comparative influence of substance use on attempted suicide and completed suicide; the proximal role of substance use as a trigger of suicidal behaviour; the association between substances and suicidal behaviour; suicide and substance use disorders in youth; and the influence of combinations of risk factors, including psychiatric morbidity, on suicide. The presence of an alcohol use disorder is confirmed as a distal risk factor for completed suicide, as well as attempted suicide. Alcohol use at the time of the suicide attempt is associated with low-risk methods. The use of other substances as a trigger of suicidal behaviour is highlighted in recent studies, but the circumstances leading to the suicidal act and the direct influence of substances in suicidal behaviour need to be explored further. Inhalant use and cocaine use are particularly associated with suicidal behaviour. Young people with multiple risk behaviours, such as substance use and risky sexual behaviours, are at high risk for suicidal behaviour. Psychiatric comorbidity with substance use escalates the risk for suicidal behaviour. Environmental interventions, such as reduction in the number of bars, may be helpful in reducing alcohol-related morbidity, including suicides. Prevention strategies for reducing suicidal behaviour among substance users need to be prioritized at the individual and the national level through effective design, policy and implementation.
Article
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One current problem in Public Health relates to suicide and the identification of the risk factors needs to be clarified accurately. The bases of suicide involve complex multiple factors. In a high proportion of nations, mainly in industry-developing countries, suicide is placed among the first three causes of death in groups aged from 15 to 34 years. In Mexico, suicide represents the ninth cause of mortality, within a wide scale of age ranging from 15 to 64 years. Some risk factors have been identified. Epidemiological studies show that males commit suicide more frequently than females, in a proportion of 5:1. Consummate suicide occurs in men about 50 years old, mainly by hanging or fire arms. Females between 20 and 29 years old, on the contrary, carry out more frequent unsuccessful attempts in the same proportion, by using pesticides and medical drugs. However, in recent years an increase in the number of suicides among young people from 15 to 24 years old has been observed, commonly in lowincome sectors, in subjects with a previous history of psychiatric disorders, mainly personality disorders, abuse of substances and prior suicidal attempts. The risk of suicide generally increases after 45, and becomes especially serious in older people. The phenomenon of suicide in the elderly deserves special attention, due to the fact that the population over 65 years old is continuously increasing. This group displays fewer attempts than youths, but they achieve their aim more often through a silent suicide, by refusing to eat or to accept and follow medical prescriptions. Some psychiatric disturbances are intimately related to suicide. It is considered that 50% or more of the consummate suicides are performed by people suffering from an affective disorder, mainly depression. In this sense, it is noteworthy that most of these patients had been misdiagnosed and in many cases had not received any proper treatment. In addition, the abuse of or dependence on alcohol is present in about 20% of consummate suicides, and high rates of suicide are also observed in schizophrenia. Another common disturbance associated with suicide is anxiety. The simultaneous presence of anxiety and depression must be considered as a great risk factor, since the depressed patient has a high risk of committing suicide under phases of increased anxiety. All of these observations imply an alert signal for medical care units concerning the importance of detecting signs of the presence of risk factors and suicidal ideation, and of implementing adequate therapeutic management, namely, a supervised pharmacological treatment of depression and anxiety, including hospitalization, if it were the case. The risk factors in potential suicide include isolation, poor health, depression, alcoholism, lowered selfesteem, despair and feelings of social and family refusal. Frequently, the potential suicide directly or indirectly gives behavioral and verbal cues of his or her suicidal intention. Roughly, 60% of the victims of suicide had attended some medical care unit in the month previous to the suicide and had commented something about their desires and feelings about death at some moment, and 30% had clearly revealed their suicidal ideation. For such reason, the evaluation of risk of the potentially suicidal patient should be a common practice in medical care units. Therefore, the early detection of the presence of risk factors of suicide, including the report of self-harm and of a detectable incapacity for solving problems, mainly of social type may provide an invaluable time to permit its prevention. Another current aspect awaiting conclusive evidence is associated with some controversial data regarding the impact that the use of antidepressants could have upon suicide. The Food and Drug Administration office (USA) pointed out that deficiencies in information do not allow to confirm any existing relation between the use of serotonin selective reuptake inhibitors (SS-RIs) and suicide in youths. The suicidal risk after initiating the treatment is similar in the patient receiving tricyclics, or seroton-in selective reuptake inhibitors. The risk of suicide can increase significantly in the first month of antidepressant treatment, especially during the first nine days. Consequently, the observation that patients receiving antidepressants attempt suicide, is due, at least partly, to the fact that for still unknown reasons, antidepres-sants require from three to four weeks of impregnation to attain clear therapeutic effects. Therefore, it is indispensable to carry out further clinical and experimental studies to determine the variables that could be implied in this time lag in the action of antidepressants. However, fluoxetine represents a useful alternative in the management of depressive disorders; albeit as in the case of other antidepressants, it requires a strict follow-up of the patient receiving such treatments to avoid the risk of a fatal complication. In conclusion, the suicide risk, being a serious problem of public health, requires special attention. Recent research indicates that the prevention of suicide includes a series of activities, such as educational programs for children and youths, teachers and educators, and also primary health care units for the early detection of suicide risk factors. And, of course, medical training for the management of the potential suicide. For all of them, some relevant facts must be taken into account: Depression can be present in children and adolescents. Access to means of committing suicide, such as weapons, must be avoided. People from medical care units should be on the alert when any one shows signs and symptoms of despair and impulsiveness. Suicide, anxiety and depression have a biological basis; there-fore it is not a matter of cowardice or an act of defiance. An inadequate and inopportune diagnosis may increase the suicidal risk. Parents and teachers should be instructed to detect any sign of suicidal ideation and despair. Therefore, this revision intends to bring some recent data to bear upon the factors of the risk of suicide that provide the reader with information for a more effective prevention.
Article
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Suicide risk was addressed in relation to the joint effect of factors regarding family structure, socioeconomics, demographics, mental illness, and family history of suicide and mental illness, as well as gender differences in risk factors. Data were drawn from four national Danish longitudinal registers. Subjects were all 21,169 persons who committed suicide in 1981-1997 and 423,128 live comparison subjects matched for age, gender, and calendar time of suicide by using a nested case-control design. The effect of risk factors was estimated through conditional logistic regression. The interaction of gender with the risk factors was examined by using the log likelihood ratio test. The population attributable risk was calculated. Of the risk factors examined in the study, a history of hospitalization for psychiatric disorder was associated with the highest odds ratio and the highest attributable risk for suicide. Cohabiting or single marital status, unemployment, low income, retirement, disability, sickness-related absence from work, and a family history of suicide and/or psychiatric disorders were also significant risk factors for suicide. Moreover, these factors had different effects in male and female subjects. A psychiatric disorder was more likely to increase suicide risk in female than in male subjects. Being single was associated with higher suicide risk in male subjects, and having a young child with lower suicide risk in female subjects. Unemployment and low income had stronger effects on suicide in male subjects. Living in an urban area was associated with higher suicide risk in female subjects and a lower risk in male subjects. A family history of suicide raised suicide risk slightly more in female than in male subjects. Suicide risk is strongly associated with mental illness, unemployment, low income, marital status, and family history of suicide. The effect of most risk factors differs significantly by gender.
Article
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A systematic search was conducted of the literature addressing suicidality after traumatic brain injury (TBI). Results from population-based studies found that people with TBI have an increased risk of death by suicide (3-4 times greater than for the general population), as well as significantly higher levels of suicide attempts and suicide ideation. Clinical studies have also reported high levels of suicide attempts (18%) and clinically significant suicide ideation (21-22%) in TBI samples. In reviewing risk factors, two prognostic studies using multivariate analysis were identified. Adjusted risk statistics from these studies found an elevated risk of suicide for people with severe TBI in comparison to concussion (hazard ratio 1.4, 95% CI 1.15-1.75) and an elevated risk of suicide attempts among people displaying post-injury suicide ideation (adjusted odds ratio 4.9, 95% CI 1.79-13.17) and psychiatric/emotional distress (adjusted odds ratio 7.8, 95% CI 2.11-29.04). To date, little evidence exists for the role of pre-morbid psychopathology, neuropathology, neuropsychological impairments or post-injury psychosocial factors as major risk factors for post-injury suicidality. Finally, there has been little empirical examination of approaches to suicide prevention. Therefore, current best practice is based on clinical judgement and the untested extrapolation of prevention approaches from other clinical populations.
Article
Objective: While suicide attempt history is considered to robustly predict completed suicide, previous studies have limited generalizability because of using convenience samples of specific methods/treatment settings, disregarding previous attempts, or overlooking first-attempt deaths. Eliminating these biases should more accurately estimate suicide prevalence in attempters. Method: This observational retrospective-prospective cohort study using the Rochester Epidemiology Project identified 1,490 (males, N=555; females, N=935) Olmsted County residents making index suicide attempts (first lifetime attempts reaching medical attention) between January 1, 1986, and December 31, 2007. The National Death Index identified suicides between enrollment and December 31, 2010 (follow-up 3-25 years). Medical records were queried for sex, age, method, and follow-up care for index attempt survivors. Coroner records yielded data on index attempt deaths. Results: During the study period, 81/1,490 enrollees (5.4%) died by suicide. Of the 81, 48 (59.3%) perished on index attempt; 27 of the surviving 33 index attempt survivors (81.8%) killed themselves within a year. Males were disproportionately represented: 62/81 (11.2% of men, 76.5% of suicides) compared with 19/81 (2.0% of women, 23.5% of suicides). Of dead index attempters, 72.9% used guns, yielding an odds ratio for gunshot death, compared with all other methods, of 140 (95% CI=60-325). When adjusted for covariates, survivors given follow-up psychiatric appointments had significantly lower likelihood of subsequent suicide (odds ratio=0.212, 95% CI=0.089-0.507). Conclusions: At 5.4%, completed suicide prevalence in this community cohort of suicide attempters was almost 59% higher than previously reported. An innovative aspect of this study explains the discrepancy: by including index attempt deaths-approximately 60% of total suicides-suicide prevalence more than doubled. We contend that counting both index and subsequent attempt deaths more accurately reflects prevalence. Our findings support suicide attempt as an even more lethal risk factor for completed suicide than previously thought. Research should focus on identifying risk factors for populations vulnerable to making first attempts and target risk reduction in those groups.
En torno al suicidio
  • J M Brea Feijóo
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