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Líneas : Revue interdisciplinaire d’études hispaniques
N° 11/ Juillet 2018 – L’Âge des minorités, ISSN : 2258-4862
El devenir menor de la poesía latina de los Estados Unidos: minoría,
marginalidad y literatura menor en la obra de Tato Laviera y Gustavo Pérez
Firmat
Alejo LÓPEZ
Résumé
La poésie latine des États-Unis a été lue, en principe, comme l'expression des nombreuses cultures minoritaires qui
composent l'hétérogène cadre culturel des États-Unis. À leur tour, la position marginale et la subordination de cette
culture minoritaire par rapport à la culture dominante américaine ont dessiné la dimension contestataire de cette
expression littéraire comme « littérature de résistance » (Harlow). Cette politicité contrediscursive sollicite toutefois un
autre sens si l'on conçoit cette minorité en fonction de son action sur les imaginaires instituants (Castoriadis) qui
articulent la culture hégémonique et la remise en question même de ces bases depuis cette altérité inassimilable que
présupposent les cultures interstitielles (Bhabha). Notre but est d'analyser dans cet article la politicité immanente à ces
expressions littéraires minoritaires conçues comme des « littératures mineures » (Deleuze et Guattari), qui opèrent une
action subversive depuis l'intérieur même de la langue « majeure », subversion dont la pratique politique consiste
précisément en sa capacité d'opérer des agencements minoritaires (devenirs mineurs) qui sapent la structure
hiérarchique qui soutient la distinction entre la culture officielle/hégémonique et une culture mineure/subalterne.
Abstract
The Latin poetry of the United States was read as an expression of the numerous minority cultures that make up the
heterogeneous cultural fabric of the United States. In turn, the marginal position and the subaltern condition of this
minority culture with respect to the North American hegemonic culture delineated the contestatory dimension of this
literary expression as "resistance literature" (Harlow). This contradiscursive politicity assumes, however, another sense if
its minority is conceived from its work with the imaginary instituting signifiers (Castoriadis) that articulate the hegemonic
culture and the undermining of these same foundations from the unassimilable alterity that these interstitial cultures
presuppose (Bhabha). It is our purpose to analyze in this work the immanent politicity of these minority literary
expressions as "minor literatures" (Deleuze and Guattari) that operate subversively from within the "major" and
hegemonic language, subversion whose political praxis consists, precisely, in the capacity to operate minority agencies
(minor becomings) that undermine the hierarchical structure that sustains the distinction between the official / hegemonic
culture and a lesser / subaltern culture.
Resumen
La poesía latina de los Estados Unidos fue leída, en principio, como una expresión de las numerosas culturas
minoritarias que componen el heterogéneo entramado cultural de los Estados Unidos. A su vez, la posición marginal y
la condición subalterna de esta cultura minoritaria respecto a la cultura hegemónica norteamericana delinearon la
dimensión contestataria de esta expresión literaria en tanto «literatura de resistencia»(Harlow). Esta politicidad
contradiscursiva asume, sin embargo, otro sentido si se concibe su minoridad a partir de su trabajo con los significantes
imaginarios instituyentes (Castoriadis) que articulan la cultura hegemónica y el socavamiento de estos mismos
cimientos desde la alteridad inasimilable que presuponen estas culturas intersticiales (Bhabha). Es nuestro propósito
analizar en este trabajo la politicidad inmanente a estas expresiones literarias minoritarias en tanto «literaturas
menores»(Deleuze y Guattari) que operan subversivamente desde el interior mismo de la lengua «mayor» y
hegemónica, subversión cuya praxis política consiste, precisamente, en la capacidad de operar agenciamientos
minoritarios (devenires menores) que minan la propia estructura jerárquica que sostiene la distinción entre la cultura
oficial/hegemónica y una cultura otra menor/subalterna.
Alejo LÓPEZ
Líneas : Revue interdisciplinaire d’études hispaniques [En ligne], n° 11/ Juillet 2018 – L’Âge des minorités, ISSN
électronique 2258-4862
Table des matières
La literatura latina de los EE. UU. en el pasaje del siglo: del margen social almainstream de la
industria cultural
La minorización de la lengua literaria como táctica de resistencia: las poéticas menores de Tato
Laviera y Gustavo Pérez Firmat
Texte intégral
1El uso difundido de los términos «minoría» y «minoritario/a» para describir las expresiones culturales de
un sector particular de una determinada sociedad a partir de su asimétrica relación con los sectores
dominantes, se enfrenta con el problema de la multiplicidad de valores y prejuicios que esta, en apariencia
objetiva descripción cuantitativa, arrastra en su postulación de la supuesta condición «menor» y su
implícita contraposición frente a su reverso «mayor».
2El propósito de este trabajo es indagar en los usos, dentro de la tradición literaria latina de los EE.UU., del
término «minoritario», a través de un desarrollo que evidencie cómo esta tradición, en su propia evolución
histórica, trastoca y subvierte la jerarquía inmanente al binomio «mayor-menor» fundante del propio
concepto de «minoría social» y de «literatura minoritaria». Al mismo tiempo, nos proponemos poner en
evidencia el desplazamiento ocurrido en esta misma evolución respecto al sujeto de enunciación de estos
atributos menores (desplazamiento inherente a la subversión de su jerarquía implícita), el cual pasa desde
el sujeto mayor/hegemónico que nombra la condición «menor» de un otro social, hacia ese propio otro que
ahora se identifica a partir de su minoridad, pero no ya en tanto «reverso», es decir, negativa condición de
inferioridad frente a ese otro compuesto por la mayoría, sino ahora como potencia subversiva de
resistencia cultural fundada en esta misma condición minoritaria, es decir, en tanto táctica política.
3En primer lugar, se vuelve necesario destacar que el uso de los términos «minoría» y «literatura
minoritaria», presupone una jerarquía que recluye esta condición menor a una deficitaria posición de
inferioridad (no siempre cuantitativa) frente a la mayoría que conforma su contraparte. Como señala Dardo
Scavino1, el uso occidental del principio del derecho romano de la minoritas recupera el concepto evolutivo
de la inmadurez y el carácter deficitario de la niñez (en tanto carencia de adultez) para reponer el sistema
de dominación tutelar propio del imperialismo europeo sobre sus colonias ultramarinas en tanto concepción
política. El uso histórico, por tanto, del término «minoría» explica el lastre discursivo de este sistema de
dominación y su jerarquía implícita a partir de los binomios antagónicos «Mayor-Menor», «Adulto-Niño»,
«Tutor-Pupilo». De allí que usos ulteriores del término «minoría» en el marco de los Estudios sociológicos y
los Estudios Culturales hayan arrastrado esta jerarquía histórica en su descripción de la constitución de
comunidades y colectivos minoritarios dentro del entramado mayor de una sociedad específica. De allí
también que la condición minoritaria de estos colectivos no estuviese dada simplemente por una condición
objetiva de inferioridad numérica frente al sector mayoritario de la sociedad en la que se inscriben (cuestión
que muchas veces no ocurría de hecho), sino en la condición política de sumisión frente a los poderes
hegemónicos de esta misma sociedad, es decir, en su condición subalterna. Aquí es donde el concepto de
minoría, tan difundido en las ciencias sociales durante el auge del paradigma multiculturalista occidental en
las últimas décadas del siglo XX2, paradigma que remozó el viejo concepto antropológico de «pluralismo
cultural» por una nueva concepción multicultural de «coexistencia de grupos culturales diferentes dentro de
un mismo estado nacional»3, se superpuso al concepto de «subalternidad» desarrollado por los Estudios
Culturales en el mismo período. Concepciones más genéricas del atributo de la subalternidad como la
brindada por Ranajit Guha en tanto término que da «un nombre para el atributo general de la subordinación
ya sea que ésta esté expresada en términos de clase, casta, edad, género y oficio o de cualquier otra
forma»4permiten comprender este solapamiento entre la subordinación implícita en el uso del concepto de
«minoría» por parte de los sectores dominantes de la sociedad (y sus aparatos epistemológicos) y la
El devenir menor de la poesía latina de los Estados Unidos: minoría, marginalidad y literatura menor en la
obra de Tato Laviera y Gustavo Pérez Firmat
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subalternidad inmanente a los sectores minoritarios. Como señala Dipesh Chakabrarty, la política de
identidad surgida a partir de la década del 60 en el siglo pasado propugnaba incluir en las Historias
nacionales una lista que incluyese «los nombres de grupos y clases sociales subalternos –es decir de ex
esclavos, de clases trabajadoras, de convictos, de mujeres, etcétera. Esto se conoció en los años setenta
como la ‘historia desde abajo’»5. Esta Historiografía subalterna nutrió el desarrollo de los Estudios de
Minorías que luego fueron delimitando, por ejemplo, a estos sectores minoritarios a partir de su identidad
étnica y/o sexual; y de aquí se desprende la superposición del vínculo inmanente entre la subalternidad y la
condición minoritaria de estos colectivos. Este origen histórico explica también el vínculo institucional de los
Estudios de Minorías con las políticas, el activismo y los movimientos de defensa de sus derechos; vínculo
político que se hará evidente, particularmente, en la evolución de los Estudios literarios sobre la tradición
latina de los EE.UU. dentro de la academia norteamericana.
4Por último, intentaremos analizar cómo estas mismas minorías subalternas que constituyeron la literatura
latino-estadounidense, también fueron permeables a su identificación con el concepto de «marginalidad», y
cómo toda esta constelación de atributos descriptivos y constitutivos de su identidad cultural, fueron
reapropiados y resignificados en tanto táctica político-cultural de resistencia por dos de los autores latinos
más significativos de la tradición poética niuyorriqueña y cubano-americana respectivamente: Tato Laviera
y Gustavo Pérez Firmat.
LA LITERATURA LATINA DE LOS EE. UU. EN EL PASAJE DEL SIGLO: DEL MARGEN SOCIAL
AL MAINSTREAM DE LA INDUSTRIA CULTURAL
5La tradición literaria latina de los Estados Unidos, tradición plenamente instituida en el campo literario
norteamericano6 ya desde fines del siglo pasado, ha emergido desde sus orígenes en los lindes siempre
problemáticos de su múltiple condición minoritaria7. Esta minoridad se explica históricamente por su
génesis exógena inmigrante8. La literatura latina surge como expresión cultural de los colectivos migrantes
latinoamericanos en los Estados Unidos y su inserción dentro del sistema cultural estadounidense se da
desde este margen exógeno y bajo el signo insoslayable de su otredad radical. De extracción étnica
mestiza, aborigen o afrodescendiente, en su gran mayoría, con fuerte arraigo religioso en el catolicismo e
hispanoparlantes, los tres grandes contingentes que nutrieron la cultura latina de los EE.UU. (aún con sus
significativas diferencias entre sí), es decir, los chicanos asentados en el sudoeste, los niuyorriqueños9 en
Nueva York y sus alrededores, y los cubanos en la Florida, constituyeron desde sus inicios una
heterogeneidad difícilmente asimilable al patrón identitario hegemónico de la sociedad norteamericana,
subsumido bajo el acrónimo WASP10.
6La cuestión de la marginalidad que identificó a esta cultura minoritaria y subalterna reviste más de una
arista y es objeto de múltiples debates respecto a su uso como atributo descriptivo. Partamos de una
aproximación teórica a los alcances del término «marginal» como marcador social: señalaba el sociólogo
ítalo-argentino Gino Germani en su ensayo El concepto de marginalidad que:
[…] el término marginalidad empezó a usarse principalmente con referencia a características ecológicas
urbanas, es decir a los sectores de población segregados en áreas no incorporadas al sistema de servicios
urbanos en viviendas improvisadas y sobre terrenos ocupados ilegalmente. De aquí el término se extendió
a las condiciones de trabajo y al nivel de vida de este sector de la población […]. Simultáneamente se
advirtió que tal estado de marginalidad alcanzaba otros aspectos esenciales, tales como la participación
política, la sindical, la participación formal e informal y en general la ausencia o exclusión de la toma de
decisiones […]. La carencia misma de identificación nacional (en el sentido de predominio de localismo o
parroquialismo tradicional) apareció, según la opinión de los observadores, como un rasgo distintivo de la
condición marginal.11
Alejo LÓPEZ
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7De esta definición de Germani se destacan los rasgos distintivos de la marginalidad latina en los EE.UU.:
la ilegalidad signada por el estatus de inmigrante ilegal en el caso de la gran mayoría de los chicanos, y
también en las actividades y ocupaciones ilegales de los niuyorriqueños radicados gran parte de ellos en
los Project neoyorquinos y edificios abandonados del Lower East Side en Manhattan y de los cubano-
americanos en la Florida12; la condición de explotación laboral de los jornaleros chicanos en la economía
agraria del sudoeste y de los asalariados niuyorriqueños en la economía industrial de Nueva York; la
segregación racial, lingüística y cultural de ambos respecto a los poderes hegemónicos y, finalmente, la
ausencia total de identificación con la identidad nacional estadounidense, frente y a partir de la cual
emerge esta nueva identidad cultural que, incluso por sobre las identidades chicana, niuyorriqueña y
cubano-americana, les permite a estos colectivos participar de una misma identificación cultural bajo el
nombre «hispano» o «latino»13.
8La expresión literaria de esta cultura marginal y subalterna, profusa y con una historia que se remonta a la
conquista, fue abordada por la crítica literaria norteamericana, en un primer momento, a través de la laxitud
terminológica de los Estudios Minoritarios. Pero qué significa que una literatura sea minoritaria, más allá
del atributo evidente de que constituye la expresión literaria de una minoría. Una literatura minoritaria no
es, ciertamente, la mera expresión literaria de una minoría, sino que incorpora, además, en sus
características esenciales rasgos propios de esta posición sociocultural menor respecto al patrón
hegemónico/mayoritario. Por caso, el crítico chicano Nicolás Kanellos señala respecto al uso por parte de
la crítica cultural y literaria estadounidense de los términos «literatura minoritaria» o «étnica»14 para hablar
de la literatura latina, los alcances negativos de esta terminología al indicar las limitaciones inherentes a
esta condición minoritaria en tanto la misma presupone:
1) un público minoritario y, por eso, limitado; 2) una base cultural limitada, léase, cultura popular o cultura
de la pobreza; 3) lenguas y dialectos extranjeros o regionales: 4) un bilingüismo que no es ni el idioma
normal de los Estados Unidos ni de la norma lingüística del país o grupo de origen.15
9Este uso terminológico montado por instituciones de la cultura hegemónica como es la Crítica Literaria y
los Departamentos de Estudios Literarios de la Academia norteamericana, evidencia el lugar de
enunciación de este objeto de conocimiento, junto con su inmanente jerarquía implícita.
10Ahora bien, la magnitud del fenómeno socio-cultural que constituyó y potencia incesantemente el
crecimiento exponencial de la cultura latina en los EE.UU. no sólo se observa en su mismo crecimiento
demográfico, sino también en la cantidad y calidad de las producciones culturales de los latinos y,
especialmente, en la atención con que las instituciones se ocuparon de estas mismas expresiones dentro
del campo cultural norteamericano, y ya desde el siglo XX como productos culturales transnacionales
inscriptos en el mercado global de la industria cultural. La trascendencia de este fenómeno radica,
principalmente, en la rapidez con que el mismo se ha incorporado y ha comenzado a redefinir lo que se
conoce como la «literatura norteamericana» y la «literatura latinoamericana». Quizá, un ejemplo cabal de
estas transformaciones lo constituya la incorporación de autores latinos dentro del canon literario
norteamericano en antologías como The Heath Anthologyof American Literature, o todavía más
ostensiblemente, la publicación por parte de la Modern Language Association (MLA) de una obra tan
significativa como Redefining American Literary History (1990), en la cual se aborda, precisamente, las
transformaciones culturales suscitadas por la injerencia de las culturas minoritarias (siendo la latina la de
mayor número e injerencia) dentro de la literatura norteamericana. También es sintomático del lugar central
que desde fines del siglo XX ocupa la cultura latina dentro de la industria cultural norteamericana, los
premios Pulitzer obtenidos por parte de escritores latinos como Oscar Hijuelos en 1990 o Junot Díaz en
2008 y la exponencial promoción y difusión, incluso internacionalmente, por parte del mercado editorial
estadounidense de figuras latinas como Sandra Cisneros o Julia Álvarez.
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obra de Tato Laviera y Gustavo Pérez Firmat
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11Esta literatura latina minoritaria fue abordada, en un primer momento, dentro del campo de los Estudios
étnicos de la academia norteamericana, campo disciplinar abocado al estudio de las producciones
culturales de las minorías a partir de sus identidades étnicas. De este modo, junto a los Estudios afro-
americanos durante la década del sesenta proliferaron también los Estudios chicanos, puertorriqueños,
cubanos, etc. Hacia la década del setenta emerge ya el campo específico de los Estudios latinos, el cual
construyó, en cambio, un objeto de estudio capaz de abarcar la multiplicidad y heterogeneidad de las
minorías culturales de origen latinoamericano en los Estados Unidos. Este campo disciplinar surgió en el
marco de las luchas y movimientos que desde la década del sesenta pugnaban por los derechos civiles y
los derechos de los grupos minoritarios en Norteamérica. A su vez, este origen no sólo se explica en
función de la coyuntura socio-histórica y política, sino también a partir del laberíntico círculo vicioso por el
cual este objeto de estudio constituía un verdadero problema para la academia estadounidense y su
estructura de departamentalización profesional. Este problema suscitó que las obras literarias latinas
fueran rechazadas tanto en los departamentos de Inglés que intentaban escaparse de textos que
contenían palabras en español, y en los departamentos de Español que se mostraban reacios a enseñar
textos que, al menos parcialmente, estaban escritos en inglés. De esta encrucijada surgió, precisamente, el
campo disciplinar de los Estudios Latinos. Los Estudios Latinos se institucionalizaron orientándose,
fundamentalmente, hacia la articulación de un discurso teórico-crítico alrededor del concepto de la
«latinidad», pensada en directa relación con la presencia de comunidades inmigrantes latinoamericanas,
cada vez más influyentes en la cultura estadounidense. La heterogeneidad de estas culturas migrantes fue
sintetizada bajo la imagen de una latinidad susceptible de ser aprehendida como objeto de estudio
unificado. Este objeto se volvía necesario en tanto instrumento de formación de especialistas orientados a
un futuro multicultural de la sociedad norteamericana. Esta unificación de lo «latino» respondía, en parte,
como señala Frances Aparicio16, a razones instrumentales y burocráticas de la dinámica económica de las
universidades norteamericanas, las cuales en función de ciertas conveniencias fiscales decidieron, durante
la década del setenta, fundir varios de los programas académicos de Estudios Culturales nacionales en
macrounidades integradoras y convergentes. A partir de esta política académica, los pujantes programas
de Estudios chicanos y puertorriqueños formados en las universidades del sudoeste y en Nueva York,
respectivamente, fueron fundidos en un nuevo campo disciplinar denominado Estudios Latinos. No
obstante, la unidad lingüística y la co-participación de estas culturas migrantes latinas en una historia
compartida de migración, pauperización, marginalidad y subalternidad, junto con los vínculos político-
culturales profusos que estas mismas culturas empezaban a gestar, posibilitaron que la creación de este
objeto de estudio no cayera en meras especulaciones teóricas. Este campo disciplinar construyó, de este
modo, un objeto de estudio inscripto dentro de las relaciones de dominación y subalternización propias de
los sistemas coloniales y pos-coloniales, vigentes con toda plenitud en muchas de las ex-colonias (y neo-
colonias como el caso de Puerto Rico) latinoamericanas. De allí que muchas veces los Estudios Latinos se
intersectaran con el campo de los Estudios Poscoloniales, los Estudios Subalternos y los Estudios
Culturales. Señala al respecto Aparicio17 que el verdadero objeto de estudio histórico de los Estudios
Latinos ha sido siempre el sujeto colonizado. Yendo incluso más lejos, señala Juan Flores18, que dentro de
una perspectiva histórica, la propia razón de ser de los Estudios Latinos se halla en los movimientos y
luchas sociales contra el racismo, el colonialismo y la opresión de los grupos inmigrantes en los Estados
Unidos, a punto tal, que debería entenderse a los Estudios Latinos como una extensión dentro de la
academia de los movimientos contra el racismo y a favor de los derechos de los inmigrantes.
12Pero si bien los atributos de marginalidad, subalternidad y minoría explican y describen el origen histórico
de esta tradición literaria, ya desde fines del siglo XX esta posición marginal comienza a desplazarse por
medio de su integración dentro del mercado de la industria cultural a través del boom de la cultura latina en
los medios de comunicación norteamericanos19. Esto se vuelve evidente con la gran difusión de obras
latinas en el siglo XXI, ahora premiadas por las instituciones hegemónicas de la cultura norteamericana, las
cuales hicieron un lugar en su tradicional canon blanco, anglosajón y monolingüe a estas nuevas
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expresiones, anteriormente silenciadas bajo el estigma de su subalternidad marginal, y ahora celebradas
por medio del nuevo aura comercial de la moda de lo latino. Desde fines de la década del ochenta del siglo
pasado, la cultura latino-estadounidense se posicionó definitivamente en el campo cultural norteamericano
de la mano del éxito comercial de fenómenos musicales como el rap y el hip-hop, de grupos como Cypress
Hill y Kid Frost; de las baladas y rancheras tex-mex20 de Selena Quintanilla; de la música tropical de figuras
legendarias como Celia Cruz o el grupo El Gran Combo (originado en el combo de Rafael Cortijo), y
nuevas estrellas como Gloria Estefan o Marc Anthony; y de la música latina en general como nuevo
producto del mercado y la industria cultural norteamericana, e internacionalizado a través de la promoción
mass-mediática de esta nueva moda, como se observa para el caso de Jennifer López, celebridad
internacional construida como paradigma de esta nueva moda de lo latino. Precisamente, por medio de
esta política comercial se produjo la proyección internacional de la cultura latina, la cual si bien construyó
un producto exotizado para su inserción dentro de la demanda comercial del mercado cultural, también fue
fruto del crecimiento exponencial y la presencia, ahora insoslayable, de una comunidad desbordante en
creatividad y productividad cultural, junto con un público nada despreciable para estos productos culturales
de extracto eminentemente popular. Este «boom» latino dentro del mercado norteamericano se conecta,
por un lado, con la reorganización del campo cultural acaecida durante la segunda mitad del siglo XX y
orquestada en función del desarrollo acelerado de las nuevas tecnologías de promoción mercantil y
consumo; y, por otro lado, con una fuerte política mercadotécnica orientada a construir un nuevo objeto de
consumo por medio de la creación de una moda. La literatura latina, reposicionada ahora en el centro de la
escena mainstream ya desde la década del ochenta y, definitivamente, durante los noventa, se componía
de autores de procedencia muy diferente a la de esos escritores de extracción proletaria y popular que en
los sesenta y setenta inscribían su obra dentro de las luchas sociales contrahegemónicas de sus
comunidades. Señala Nicolás Kanellos que los autores representativos de esta «nueva ola» latina de fines
de los ochenta «provenían no de los barrios, calles, prisiones y movimientos estudiantiles sino de los
programas creativos de las universidades, siendo todos monolingües en inglés tanto escrito como
hablado»21. Así es como en 1990 no resultó del todo sorprendente que, por primera vez, el prestigioso
premio Pulitzer fuera otorgado a un escritor latino como Oscar Hijuelos por su novela The Mambo Kings
Play Songs of Love. El éxito de esta novela, escrita por un neoyorquino hijo de inmigrantes cubanos, y
centrada, a su vez, en la historia de dos músicos arribados desde Cuba a Nueva York en busca de fama y
reconocimiento, fue total e ilimitado. En parte debido a «la promoción más fuerte de la historia de un libro
hispánico, por parte de una editorial grande»22, pero también debido a un cambio extremadamente
significativo: la literatura latina de fines del siglo XX y del siglo XXI ha modificado, en gran parte, su
interlocutor privilegiado. Éste, si antes se constituía por su propia comunidad y en segunda instancia por el
«público general», es decir por los sectores WASP dominantes de la sociedad norteamericana, ahora, en
cambio, lo hace mayoritariamente dirigiéndose hacia el mainstream; lo que se vuelve evidente en la
primacía casi absoluta del inglés por sobre el español (incluso en su versión interlingüe del spanglish), en
el tono no confrontativo de su estilo, y de modo más notorio aún, como señala Gustavo Pérez-Firmat, en la
novedosa necesidad de incluir glosas a su discurso:
La razón principal de esto [la pérdida del acento latino] es que, generalmente, los escritores latinos no
escriben para un público latino. Todas esas descripciones de comidas extranjeras y rituales étnicos que
llenan las páginas de las novelas étnicas dejan claro que el lector presupuesto es alguien que nunca ha
comido mofongo o ha apaleado un burro de papel maché.23
13Todo esto redundó en esa conversión descripta por Juan Flores y operada desde la década del noventa
por la cual el multiculturalismo, lejos de constituir una trasgresión de la hegemonía cultural monolingüe y
anglosajona, fue inscripto por la «esfera pública corporativa que se vale de la realidad multicultural como
un modo de apuntar al mercado de consumo y a la cultura del gusto»24. Claramente, novelas como la de
Hijuelos, o más actualmente obras como las de los dominicanos Julia Álvarez o Junot Díaz (este último
ganador también de un Pulitzer en 2008 por The Brief Wondrous Life of Oscar Wao), o la obra de la
El devenir menor de la poesía latina de los Estados Unidos: minoría, marginalidad y literatura menor en la
obra de Tato Laviera y Gustavo Pérez Firmat
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mexicano-estadounidense Sandra Cisneros, poco tienen en común con la tradición latina contestataria de
la década del setenta. Pero más allá de estas diferencias, lo que permite vislumbrar estas multipremiadas y
comercialmente exitosas figuras literarias latinas son los cambios ostensibles acaecidos en la historia de
esta tradición. Una tradición que pasó de los bordes solapados de un campo cultural blanqueado por los
patrones WASP, a ocupar, hacia fines del siglo XX, el centro de la escena y la agenda cultural
norteamericana, reflejando así su insoslayable presencia dentro del mapa cultural estadounidense. Esta
reificación comercial de la literatura latina introdujo un proceso de des-politización, tal como señala Flores:
«Lo que es ‘nuevo’ en la escritura latina reciente, y la revela como una categoría de marketing comercial,
es que busca ser apolítica»25. Esta des-politización no sólo fue resultado de la estrategia comercial y
mercadotécnica de la industria cultural, sino también de cierto sentido de derrota y desesperanza que
cundió en las generaciones siguientes, ahora menos estimuladas por el fragor de la lucha que sus
congéneres precedentes.
14La coexistencia de expresiones literarias latinas asimiladas al sector hegemónico de la sociedad
norteamericana y aquellas otras que procuran continuar la política insurgente de sus orígenes, explica la
condición dual de esta tradición literaria durante el siglo XXI. Se produce así una situación no analógica ni
de identidad, como en cualquier producción cultural, entre los postulados ideológico-discursivos presentes
en estas obras y lo que efectivamente ocurre en la realidad socio-histórica de las comunidades a las que
estos discursos representan. La literatura latina de las décadas del sesenta y el setenta, cuando se afianza
e institucionaliza esta tradición, constituía un movimiento fuertemente entrelazado a los intereses sociales
de su comunidad por medio de la articulación política de sus producciones culturales en tanto instrumentos
de intervención social y lucha emancipatoria, es decir, adscribiendo para la poesía su valor de «literatura
de resistencia», en los términos en que ésta es entendida y definida por Barbara Harlow: «La literatura de
resistencia se ve a sí misma como inmediata y directamente inserta en una lucha contra las formas
ascendentes o dominantes de la producción cultural o ideológica»26. Esta articulación permitió establecer
una relación de identidad entre los medios de representación de esta comunidad y la auto-imagen que la
misma producía de sí en tanto identidad subalterna e insurgente, es decir, que de la condición oprimida de
la comunidad latina se deducía, a su vez, la subalternidad de sus expresiones artísticas, y de esta
subalternidad social surgía la politicidad insurgente de su literatura contestataria. Pero las construcciones
identitarias que las obras latinas producían por medio de sus discursos, claramente, mediaban la realidad a
través de las proyecciones políticas e ideológicas inmanentes a su propia discursividad. Como señala
Sergio Mansilla Torres, «aquello que llamamos ‘identidad cultural’, en su dimensión discursivo-ideológica,
contiene una constelación de significados que no se agotan en la instrumentalidad fáctica cotidiana»27, por
lo cual, en gran medida, estas identidades insurgentes latinas se sostuvieron, precisamente, en ese
sistema de discursos que las confirmaban y verbalizaban28.
LA MINORIZACIÓN DE LA LENGUA LITERARIA COMO TÁCTICA DE RESISTENCIA: LAS POÉTICAS
MENORES DE TATO LAVIERA Y GUSTAVO PÉREZ FIRMAT
15Más allá de esta parcial despolitización del componente contestatario original de la tradición latina con la
cooptación de muchas de sus producciones por la industria cultural, muchos de los autores latinos de las
últimas décadas del siglo XX permanecieron fieles a su vindicación política contradiscursiva, no obstante lo
cual, se adaptaron al contexto y a los cambios históricos encontrando nuevas tácticas de resistencia por
fuera del agonismo característico de la literatura de denuncia propia de las décadas del sesenta y el
setenta. Entre estas nuevas tácticas políticas se destaca la «minorización» del discurso poético, es decir,
su configuración menor tal como la misma es entendida por Gilles Deleuze y Felix Guattari29 a propósito de
la literatura de Kafka.
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16Las literaturas menores son aquellas en las que una lengua menor opera dentro de otra mayor,
configurando así un «devenir-otro» de la lengua, una extranjerización de la propia lengua. Se trata más que
de un tipo de literatura, de un uso de la literatura, de un uso de la lengua por parte de la literatura. Deleuze
enfatiza este uso como la potencia de las literaturas menores cuando señala que «una literatura menor no
se define por una lengua local que le sería propia, sino por un trato que inflige a la lengua mayor»30. Este
trato consiste en la extranjerización de esta lengua mayor, una extranjerización que en el caso de la poesía
latina, por ejemplo, constituye la marca visceral de una poética interlingüe que inflexiona las lenguas
mayores constituidas por el inglés y el español, a través de la inscripción de una multiplicidad irreducible de
acentos y ritmos dispares. Esta lengua poética expone la articulación de una lengua menor marcada por la
indeterminación y la plurisemia. Este concepto de literatura menor permite comprender, en toda su
complejidad, la dinámica político-identitaria que opera en la lengua poética de los autores latinos. A
diferencia de otros conceptos emparentados, como el de «literatura minúscula» (lowercase literature)
esbozado por Juan Flores31, el cual remite al sustrato marginal y subalterno que nutre a la literatura
niuyorriqueña, es decir, a su condición minoritaria, el concepto de literatura menor logra desarrollar, con
mayor amplitud en su teorización, los coeficientes de desterritorialización, politicidad y colectivismo de las
lenguas menores, por lo que resulta más adecuado para dar cuenta de la complejidad de la subversión
operada por estas obras, la cual no sólo opera dentro del espacio literario, sino también, en el marco de las
negociaciones y disputas identitarias.
17Por medio de esta política menor el escritor latino se vale de la intersticialidad de su identidad cultural
para ejercer una resistencia y una subversión por fuera del tradicional carácter agonístico de la tradición
contestataria latina de los setenta. Esta divergencia opera sobre el borramiento de las fronteras entre las
esferas de lo público y lo privado, y se apoya en la capacidad de articular elementos históricamente
confinados al espacio de lo privado, como son el cuerpo y la sexualidad, por ejemplo, con la esfera pública
en tanto instrumentos políticos. Articula así ese tipo de contradiscursividad que Juan Flores denomina la
«trans-creación» de la literatura latina en los Estados Unidos, la cual se vale de la capacidad de
usufructuar los bordes como espacios de creación. El carácter contradiscursivo de esta «literatura
transcreativa» no consiste tan sólo en oponerse a, o en denunciar esto o aquello, sino que, como señala
Flores, la trans-creación consiste en la potencia de la multiplicidad, las mixturas y el gozo por lo
indeterminado de un ethos en permanente praxis:
La auto-figuración latina como trans-creación –«trans-crear» el término más allá de su estricta acuñación
comercial– significa más que una cultura de la resistencia, o se trata de una «resistencia» más allá del
sentido de levantarse contra la dominación hegemónica concertada. Confronta el ethos prevaleciente
congregando un ethos propio, no necesariamente uno abiertamente confrontativo, pero sin duda un ethos
alternativo. La frontera latina trans-crea las culturas dominantes transgrediendo estas culturas dominantes
mediante la constitución un espacio para su libre entremezclamiento –libre porque no depende de ninguno
ni de la reacción de uno frente a otro para su propia legitimidad.32
18Esta praxis política despliega la posibilidad de promover una nueva identidad transitiva como instancia de
resistencia a la asimilación cultural, como así también de articular una identificación colectiva sostenida,
precisamente, en la transgresión de sus aparentes debilidades, esto es, en la posibilidad de configurar un
arte menor cuya disposición colectiva de enunciación posea la potencia de transformar la propia
experiencia en la de todo un pueblo: «un pueblo menor, eternamente menor, presa de un devenir–
revolucionario»33. Este pueblo por-venir devendrá en la configuración de una identidad transnacional que
radicaliza la extraterritorialidad latina. Esta identidad trasnacional da cuenta de la concepción terapéutica
de la literatura para Deleuze, quien señala que el objetivo último de las literaturas menores consiste en
«poner de manifiesto en el delirio esta creación de una salud, o esta invención de un pueblo, es decir una
posibilidad de vida. Escribir por ese pueblo que falta («por» significa menos «en lugar de» que «con la
intención de»)»34.
El devenir menor de la poesía latina de los Estados Unidos: minoría, marginalidad y literatura menor en la
obra de Tato Laviera y Gustavo Pérez Firmat
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19A su vez, esta praxis política menor de la literatura latina es desarrollada como una táctica política antes
que como una estrategia, atendiendo a la diferencia establecida por Michel De Certeau, quien define la
«estrategia» como una praxis agonística sostenida sobre la configuración de un lugar propio enfrentado a
un otro exteriorizado como totalidad, y a la «táctica» como ese mecanismo que se vale de su imposibilidad
de situarse por fuera del otro para ejercer resistencias desde el propio seno de la otredad, sacando
provecho, artera y sutilmente, de su carácter provisorio y heterogéneo:
Llamo «estrategia» al cálculo de relaciones de fuerzas que se vuelve posible a partir del momento en que
un sujeto de voluntad y de poder es susceptible de aislarse de un «ambiente». La estrategia postula un
lugar susceptible de circunscribirse como un lugar propio y luego servir de base a un manejo de sus
relaciones con una exterioridad distinta. La racionalidad política, económica o científica se construye de
acuerdo con este modelo estratégico.
Por el contrario, llamo «táctica» a un cálculo que no puede contar con un lugar propio, ni por tanto con una
frontera que distinga al otro como una totalidad visible. La táctica no tiene más lugar que el del otro. Se
insinúa, fragmentariamente, sin tomarlo en su totalidad, sin poder mantenerlo a distancia. No dispone de
una base donde capitalizar sus ventajas, preparar sus expansiones y asegurar una independencia en
relación con las circunstancias. Lo «propio» es una victoria del lugar sobre el tiempo. Al contrario, debido a
su no lugar, la táctica depende del tiempo, atenta a «coger al vuelo» las posibilidades de provecho.35
20Veamos dos ejemplos representativos de esta táctica política menor en las poéticas de los escritores
latinos Tato Laviera y Gustavo Pérez Firmat. El primero de ellos, el poeta niuyorriqueño Tato Laviera,
despliega esta praxis política menor no sólo a través de su capacidad de ejercer una distorsión dentro del
inglés como lengua oficial, sino también en la capacidad de inflexionar desvíos y subversiones desde
dentro del español puertorriqueño y de la(s) identidad(es) nacional(es) que estas lenguas sostienen.
Tensada entre diversas culturas, lenguas y tradiciones, la identidad niuyorriqueña desplegada por obras
como la de Laviera constituye un ejemplo de lo que Homi Bhabha36 denominó identidades del entremedio
(in between), identidades situadas en un espacio intersticial subversivo por cuanto niegan y escapan por
medio de la ambigüedad y la ambivalencia a la asimilación entre las categorías identitarias y los conceptos
de pureza, origen o tradición. Es lo que el propio Laviera llama «el definirse sin definirse»:
En uno de mis poemas más antologados, quizá político pero no crítico, AmeRícan, rompo la palabra para
buscar lo mío, rompo la línea que divide si soy de aquí o de allá, definirse sin definirse. Hablo de la isla y
de Estados Unidos, pero sin repudio. Hay una oposición, pero me uno también a otras minorías, porque
están también en el medio. Sin atacar, buscando distintos ángulos.37
21No se trata, por tanto, de una política fundada en el agonismo, esta lengua poética no se corresponde
con la lengua política que denuncia la diferencia en tanto desigualdad, ni con la politicidad entendida como
propulsión a la lucha, como movimiento orientado al combate de un otro-sojuzgante38. La politicidad de la
lengua poética de Laviera se vale del intersticio instaurado por ese espectro de fronteras y
desplazamientos que atraviesan los cuerpos e identidades de los migrantes en sus diásporas. Se trata de
lo que David Johnson39 llama «la política de la frontera», una política que antes que dar por sentada la
frontera y los extremos trazados por ella, opera sobre el propio límite y la relación con lo(s) otro(s). Esta
política fronteriza menor opera no sólo sobre esa lengua filosa que subvierte la gramática de las lenguas
nacionales y sus sistemas de normatividad, sino que además establece un espacio de emergencia para
una identidad cultural híbrida, una lengua e identidad pluriversal que Laviera subsume a través de su
neologismo identitario «AmeRícan»:
we gave birth to new generation,
AmeRícan, broader than lost gold
never touched, hidden inside the
puerto rican mountains.
we gave birth to a new generation,
Alejo LÓPEZ
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AmeRícan, it includes everything
imaginable you-name-it-we-got-it
society
we gave birth to new generation,
AmeRícan salutes all folklores,
european, indian, black, spanish,
and anything else compatible:
AmeRícan, singing to composer pedro flores' palm
trees high up in the universal sky!
AmeRícan, sweet soft spanish danzas gypsies
moving lyrics la española cascabelling
presence always singing at our side!
AmeRícan, beating jíbaro modern troubadours
crying guitars romantic continental
bolero love songs!
AmeRícan, across forth and across back
back forth and forth back
forth across and back and forth
our trips are walking bridges!
it all dissolved into itself, the attempt
was truly made, the attempt was truly
absorbed, digested, we spit out the malice,
we stand, affirmative in action,
to reproduce a broader answer to the
marginality that gobbled us up abruptly!40
22De eso se trata, en definitiva, de la capacidad de capitalizar esta incesante condición
«transcultural»41 merced a su naturaleza intersticial y su permanente hibridación cultural para «pararse,
afirmándose en la acción», para dar «una respuesta mayor a la marginalidad que nos atrapa
abruptamente». Esta respuesta mayor consiste en la elusividad de una identidad en permanente tránsito
(«de acá para allá, de allá para acá, más allá y acá y allá»), una identidad capaz de resistir ahora por
medio de una praxis política que en lugar de enfrentar las fuerzas opresivas directamente y en desigualdad
de condiciones, opta, en cambio, por los rodeos, la elusividad, el escamoteo ambiguo por medio del cual
esta hibridez incierta e inaprehensible «disuelve todo en sí», «absorbiendo», «digiriendo» y finalmente
«escupiendo» aquello que la niega y relega.
23La condición marginal de esta identidad cultural es reivindicada y empoderada a través de los mismos
elementos por medio de los cuales los poderes hegemónicos la estigmatizan bajo el imaginario de su
aparente condición deficitaria, operando una inversión, como hemos señalado, de la aparente carga
negativa de su «minoridad», como se observa, por ejemplo, en otro poema de Laviera titulado «My
graduation speech»:
i think in Spanish
i write in English
i want to go back to puerto rico,
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obra de Tato Laviera y Gustavo Pérez Firmat
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but i wonder if my kink could live
in ponce, mayagüez and carolina
tengo las venas aculturadas
escribo in Spanglish
abraham in español
abraham in English
tato in Spanish
«taro» in English
tonto in both languages
how are you?
¿cómo estás?
i don’t know if i’m coming
or si me fui ya
si me dicen barranquitas, yo reply,
«¿con qué se come eso?»
si me dicen caviar, i digo,
«a new pair of converse sneakers».
ahí supe que estoy jodío
ahí supe que estamos jodíos
english or Spanish
spanish or English
spanenglish
now, dig this:
hablo lo inglés matao
hablo lo español matao
no sé leer ninguno bien
so it is, spanglish to matao
what i digo
¡ay, virgen, yo no sé hablar!42
24Este poema ejemplifica la táctica política menor de la literatura latina a través de la cual, de la aparente
condición deficitaria a la que se relega su hibridez identitaria, se pasa a la subversión de esta minoridad
por medio del humor irreverente con que se aborda esta supuesta condición menor. Los versos iniciales
parecieran reafirmar la biculturalidad del sujeto emigrado, quien se enfrenta a la tensión entre el espacio de
la cultura natal que deja detrás y el nuevo espacio huésped que demanda una adaptación asimilativa. La
decisión de Laviera de comenzar su poema en inglés corrobora esta aculturación necesaria: «I write in
english» sostiene el sujeto poético, un sujeto tensionado por su cultura natal, familiar, íntima, esa que se
expresa inconscientemente en sus pensamientos en español, por fuera de cualquier demanda social de
adaptación, y, por otro lado, por la palabra pública, la voz social que el poeta declara necesita ser escrita
en inglés, en la lengua oficial del espacio público y el comercio lingüístico. Pero frente a la aculturación
impuesta por este sistema de instituciones, el sujeto poético trasgrede la estigmatización y subalternización
de las mismas por medio de una política de resistencia centrada en la potencia subversiva de su lengua
irreverente. Se trata de una expresión poética que enfatiza la riqueza de esta nueva lengua literaria y
procede así a desarmar los juicios estigmatizantes que censuran y subalternizan a las lenguas minoritarias.
Un ejemplo de esta validación y operación de desarticulación de los discursos hegemónicos lo constituye,
precisamente, el tono irónico que domina «my graduation speech» y que eclosiona en su estrofa final. En
Alejo LÓPEZ
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el poema no hay, simplemente, un sujeto bilingüe que demuestra su capacidad de alternar y fusionar el
inglés y el español de diversas formas; aquí nos enfrentamos, en verdad, con una nueva táctica poética
contra la asimilación cultural desplegada por medio de la configuración de una voz tensada y partícipe de
una multiplicidad de registros y tonos heterogéneos. Esta lengua poética consigna la posición intersticial de
su sujeto de enunciación a través, por ejemplo, del desplazamiento y la vibración de un español afro-
antillano dentro de un inglés urbano y afro-americano, para dar cuenta del flujo poético de un inglés y un
español «mataos»43, y la emergencia final de esa lengua que identifica a la identidad extraterritorial del
sujeto niuyorriqueño: el spanglish. Esto no implica, sin embargo, que nos enfrentemos a una sustitución y
re-configuración de una nueva gramática spanglish, sino que esta nueva lengua poética se constituye en el
espacio intersticial de múltiples desplazamientos y registros, en esa preposición que une liminarmente los
polos territoriales y culturales que tensan la identidad niuyorriqueña y su lengua: ni inglés ni español, ni
español ni inglés, sino «spanenglish», una lengua en la otra, una heteroglósica conjunción de
multiplicidades liminares.
25De este modo, el imaginario del déficit cultural latino es subvertido en este poema por medio de su
parodización y del humor irónico con el cual Laviera deconstruye y desarticula sus presupuestos,
precisamente, a través de la creatividad expresiva que emerge en esos «malentendidos» y «mal-
pronunciamientos» sobre los que se construye el propio poema. De la aparente condición cultural
deficitaria latina emerge ese humor corrosivo que produce una auto-parodización bajo la figura de este
sujeto poético «analfabeto», el cual confunde las palabras y procede a mezclarlas a-gramaticalmente. Esto
redunda, finalmente, en esa exclamación recargada de comicidad e ironía y reforzada por los versos
finales: «ahí supe que estoy jodío/ ahí supe que estamos jodíos». La subversión de este juicio despectivo
que estigmatiza al sujeto «jodido» bajo el peso de su aparente déficit lingüístico-cultural, se potencia por
medio de la «joda» con que este mismo sujeto poético se burla de sus supuestas falencias e
incapacidades lingüísticas, mientras construye, al mismo tiempo, un discurso poético a través del cual
ironiza y parodia este imaginario estigmatizante y por consecuencia lo «jode», lo resiste, lo anula, lo
trasgrede, lo subvierte44.
26Esta poética menor configura así, un devenir-otro de la lengua, una extranjerización de la propia lengua.
Esta extranjerización, lejos de ser el reflejo del aparente carácter diglósico de la cultura latina, o ser
meramente un efecto de los recursos bilingües de estos poetas constituye la marca visceral de una poética
interlingüe, tal como la entiende Juan Bruce-Novoa:
The mixing of two languages I call interlingualism, because the two languages are put into a state of tension
which produces a third, an ‘inter’ possibility of language. ‘Bilingual’ implies moving from one language code
to another, ‘interlingual’ implies the constant tension of the two at once.45
27En esta lengua poética más que a una alternancia entre códigos asistimos a la gestación de un nuevo
código desnormatizado, una lengua marcada por la indeterminación, la ambigüedad, la plurisemia, la
promiscuidad y el placer de lo intraducible. No hay, en verdad, un desplazamiento «entre» lenguas, sino la
interferencia productiva que ejercen múltiples lenguas «a través» de sí, configurando de este modo la
gestación emergente de un interlingüismo sostenido no ya en la clausura atemporal de la norma y su
sistema gramatical, sino fundado en la promiscuidad y lascivia de la potencia generativa de la(s)
Lengua(s). La poesía de Laviera procede de este modo a ocupar liminar y disruptivamente la cadencia
precisa de esta multiplicidad de acentos y tonalidades, regodeándose secuencial y simultáneamente en la
comunión y sucesión de lenguas dispares que su spanglish pone en escena; se trata, en verdad, no sólo
de la reivindicación y afirmación de una identidad marginal fundada en lo intersticial y lo extraterritorial, sino
fundada, sobre todo, en el goce por los cruces, por las posiciones intermedias, por la lasciva promiscuidad
con que este sujeto poético se inserta en cada lengua haciéndola suya y volviéndola parte de una cópula
híbrida y fruitiva. Es precisamente esta dimensión sensual y fruitiva de esa lengua porosa y juguetona la
que realza Doris Sommer como el carácter central de las poéticas latinas y su invitación abierta al lector a
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obra de Tato Laviera y Gustavo Pérez Firmat
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participar de ellas y de su gusto por la ambivalencia: «Bilingualism, you can already tell, is a serious fun,
because democracy depends on a tragicomic taste for ambivalence»46.
28Este juego que se regodea en la seriedad del asunto y la impertinencia del tono, es también la táctica
política escogida por el cubano-americano Gustavo Pérez Firmat, cuyo poema «Bilingual Blues», expone
claramente las posibilidades de resistencia cultural que estas poéticas menores entrañan en tanto prácticas
políticas contrahegemónicas. El poema de Pérez Firmat no sólo trabaja con la inflexión del español dentro
del inglés, sino que, como en Laviera, opera también una subversión dentro del español normatizado a
partir del interlingüismo del spanglish y de los acentos antillanos que el cubano le impone a su poética.
Pérez Firmat comienza su poema apropiándose de una de las figuras estatuidas de la cubanidad:
el ajiacocomo significante social imaginario47 de la condición transcultural cubana. Pero en Pérez Firmat el
ajiaco en tanto marcador identitario de la cultura e historia cubanas se expande y problematiza por medio
de la lengua poética desplegada en el poema, la cual adosa a la historia transcultural cubana que registró
el antropólogo Fernando Ortiz48 en la década del 40 del siglo pasado, las sucesivas y trascendentales
experiencias de la Diáspora cubana a los EE.UU. Así, los dos primeros versos postulan la cubanidad
inmanente a la experiencia diaspórica cubano-americana, inscribiendo la misma, por tanto, en el seno de
su historia transcultural: «Soy un ajiaco de contradicciones/ I have mixed feelings about everything»49.
29La politicidad menor de esta poética no solo surge de las operaciones lingüísticas subversivas que el
poema ejerce por medio de los cambios de código y del interlingüismo spanglish, sino también a partir del
modo en que esta misma lengua poética híbrida subvierte los patrones culturales que sostienen las
lenguas e identidades nacionales que el poema pone en cuestión. Así, del ajiaco orticiano como marcador
cubano se pasa a los sentimientos encontrados de la vida en la diáspora, a las tensiones irresolutas entre
territorios y lenguas contrapuestas, y a cómo esta tensión irresoluble se enfrenta por medio de un ethos de
la irreverencia propio de la cultura antillana que en Cuba se conoce con el nombre de choteo. El choteo
cubano es, precisamente, ese «juego serio» que reconocía Doris Sommer en la lengua de los latinos de los
EE.UU., es una ética del desparpajo que los cubanos heredaron de los esclavos africanos y sus tácticas de
resistencia en la cultura de la plantación durante el periodo colonial50. Y esta ética antillana de la
irreverencia se configura como una praxis política que opera del mismo modo que las lenguas menores en
el pensamiento deleuzeano, es decir, operando subversiones desde el interior de un sistema mayor,
operando subversiones lingüísticas («sub-verso», bajo cada verso, subterráneamente) dentro de las
lenguas normatizadas por las gramáticas nacionales, y operando subversiones en las representaciones
culturales e identitarias, subvirtiendo los patrones estatuidos de las identidades nacionales. De allí que el
ajiaco cubano del verso inaugural devenga luego en una serie de adjetivaciones que reponen esta táctica
de resistencia irreverente por medio de un juego lingüístico de homofonías que encadena los atributos
transculturales y elusivos de su identidad cultural híbrida:
Soy un ajiaco de contradicciones
vexed, hexed, complexed,
hyphenated, oxygenated, illegally alienated,
psycho soy, cantando voy:
You say Tomato
I say tu madre51
30Esta identidad híbrida afronta las presiones de la cultura hegemónica y sus prerrogativas ordenadas a
través de los dispositivos de asimilación cultural y subordinación social, por medio de una táctica política
que se vale de su aparente condición inferior y deficitaria para ejercer resistencias culturales desde el
interior del sistema hegemónico y por medio de mecanismos de inversión como la ironía y la parodia. De
este modo, de la aparente condición deficitaria de un sujeto menor, asociado en su minoridad con el
infantilismo de su «incapacidad lingüística» (la imposibilidad de utilizar la lengua correctamente en su
institucionalidad gramatical) consignada en los malosentendidos que proliferan en estos poemas; de este
Alejo LÓPEZ
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aparente déficit lingüístico el poema se desplaza hacia su inversión por medio de la ironía y el humor que
late en los juegos de palabras sucesivos. Así, la incapacidad de comprender y pronunciar correctamente
«Tomato»52 se vuelve, en cambio, una chanza y un insulto: «tu madre».
31Esta misma operación poética de subversión de la aparente condición minoritaria/deficitaria de la
identidad cubano-americana es la que despliega también Pérez Firmat en su poema «Mumble King»,
donde el imaginario cubano asociado al mambo como marcador identitario cultural, al cual apelaba la
premiada novela de Oscar Hijuelos, The Mambo Kings Play Songs of Love, a la que nos hemos referido
anteriormente, es repuesto, y subvertido al mismo tiempo, por medio del juego homofónico y el choteo
irreverente a través del cual estos reyes cubanos del mambo devienen aquí en reyes del «balbuceo»
(mumble), invirtiendo así la carga histórica de estigmatización que vibra etimológicamente en el
«barbarismo» lingüístico de este balbucear, el cual se instituye en el poema de Pérez Firmat no sólo como
un signo de la potencia de esta lengua menor capaz de estatuirse como lengua poética, sino incluso como
un índice identitario que a través de la ironía, la parodia y el choteo afirma este imaginario deficitario como
nuevo signo distintivo de una cubanidad híbrida, extraterritorial y trasnacional, fundada no sólo ya en la
transculturación inasimilable del ajiaco, sino ahora también en la «imprecisión» e «indecisión» de su misma
lengua balbuceante:
I am most me when I mumble.
A native mumbler of two languages,
I have mastered the art of imprecision
and of indecision, haltingly.
No me podrán quitar mi dolorido sentir,
this little pain in my corazoncito
that makes me stutter
barbarismos y barbaridades.
Por example:
el cubano-americano es un estar que no sabe dónde es.
Por example:
el cubano-americano se nutre de lo que le falta […]53
32El contrapunto que introducen los versos de Pérez Firmat ejemplifica el mecanismo calibanesco54 por
medio del cual estos sujetos poéticos pasan de objeto de censura en su minoridad/discapacidad, a sujetos
de enunciación y agentes de resistencia cultural. Y este agenciamiento político se opera, precisamente, a
partir de la subversión del imaginario deficitario que asienta su condición minoritaria. Invirtiendo esta misma
minoridad en tanto carencia se deviene así en el empoderamiento de una minorización inasimilable; se
subvierte el déficit, la carencia, transformándola en pura potencia: «el cubano-americano se nutre de lo que
le falta»55 dice Pérez Firmat resignificando la aparente vacuidad del oxímoron por medio de la ironía.
33Es, entonces, a través de estas tácticas poéticas menores y de la fruición con que estas obras se
apropian de los elementos a la mano para introducir en el seno del sistema dominante un conjunto
irreducible de ritmos y acentos dispares, que se aprecia la potencia política (esa función terapéutica
deleuzeana de una literatura por-venir) que la literatura latina posee en tanto instrumento de resistencia
cultural, una resistencia, como afirma el propio Pérez Firmat, que resulta imposible de «acoplar»:
[…] soy un ajiaco de contradicciones
un puré de impurezas
a little square Rubik’s Cuba
que nadie nunca acoplará.
(Cha-cha-chá)56
El devenir menor de la poesía latina de los Estados Unidos: minoría, marginalidad y literatura menor en la
obra de Tato Laviera y Gustavo Pérez Firmat
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Notes
1 Scavino, Palabra: Minoría [en línea], disponible en: <http://www.escritoresdelmundo.com/2013/12/
2 Ver Mikel Azurmendi, Todos somos nosotros: etnicidad y multiculturalismo, Madrid: Pensamiento, 1994 y Bhikhu
Parekh, Rethinking Multiculturalism. Cultural Diversity and Political Theory, Londres: Palgrave MacMillan, 2006.
3 Alicia Barabas, «Multiculturalismo, pluralismo cultural e interculturalidad en el contexto de América Latina: la
presencia de los pueblos originarios», Configurações, 2014, no 14, [en línea], disponible en:
<http://journals.openedition.org/configuracoes/2219> (consultado el 9 de marzo de 2018).
4 Ranajit Guha, «Preface», in: Ranajit Guha y Gayatri Spivak (eds.), Selected Subaltern Studies, Nueva York: Oxford
University Press, 1988, p. 35. Mi traducción.
5 Dipesh Chakrabarty, «Historias de las minorías, pasados subalternos», Historia Y Grafía, no 12, 1999, p. 87.
6 Utilizo el concepto de «campo» en el sentido con que el mismo fue desarrollado por Pierre Bourdieu en su obra. El
campo designa una esfera de la vida social que se ha ido autonomizando, de manera gradual a través de la historia, en
torno a cierto tipo de relaciones, intereses y recursos propios, diferentes a los de otros campos. Así, los campos
sociales son espacios de juego relativamente autónomos: son «campos de fuerzas pero también campos de luchas
El devenir menor de la poesía latina de los Estados Unidos: minoría, marginalidad y literatura menor en la
obra de Tato Laviera y Gustavo Pérez Firmat
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para transformar o conservar estos campos de fuerzas» (Campo de poder, campo intelectual, Buenos Aires:
Montressor, 2002, p. 50-52). El campo literario, por su parte, posee un tipo de capital en juego cuya relativa escasez
genera fuerzas que actúan sobre los integrantes del campo de acuerdo a las posiciones que los mismos ocupan en él, y
por las cuales actúan buscando acceder a ellas, conservarlas, o bien, transformarlas.
7 Por una cuestión de extensión no me detendré en detalle en la emergencia y evolución de la identidad cultural latino-
estadounidense, primera minoría de la sociedad estadounidense y origen de lo que se conoce hoy como la literatura
latina de los EE.UU. Me remito, entre la inmensa bibliografía existente, al ensayo de Marc Zimmerman, U.S. Latino
Literature: An Essay and Annotated Bibliography, Chicago: March/Abrazo Press, 1992.
8 La cultura latina de los EE.UU. comprende, originalmente, a los contingentes migrantes desde Latinoamérica hacia
los EE.UU., pero actualmente comprende segundas, terceras, cuartas y hasta quintas generaciones ya nacidas en
territorio norteamericano (y cuyo estatus jurídico es, o bien el de ciudadano estadounidense, o bien el de residente
ilegal).
9 El neologismo spanglish nuyorican puede y es traducido al español de diversos modos, entre los cuales se
encuentran: nuyorriqueño, neorriqueño, niuyorrican o niuyorriqueño. Optamos por esta última traducción en virtud de su
proximidad homofónica con el original spanglish que procura nombrar los dos extremos que tensan esta identidad
intersticial entre su legado puertorriqueño y su historia migrante en la ciudad de Nueva York.
10 Las siglas WASP son el acrónimo que designa a la cultura hegemónica norteamericana: White Anglo-Saxon
Protestan (Blanco Anglosajón Protestante).
11 El concepto de marginalidad: significado, raíces históricas y cuestiones teóricas, con particular referencia a
la marginalidad urbana, Buenos Aires: Nueva Visión, 1973, p. 12-13. El subrayado es mío.
12 La marginalidad de la cultura latina de los EE.UU. se aplica con menor radicalidad para el tercer gran colectivo de
esta identidad cultural como es el caso de los cubano-americanos, cuyo proceso migratorio está signado por el
componente político exiliar, lo que explica la extracción de clase burguesa y la formación profesional de sus individuos
en su gran mayoría, aunque no exclusivamente; por supuesto, basta con pensar en el éxodo de Mariel durante la
década del 80 del siglo pasado, migración atravesada por el prontuario criminal de muchos de sus miembros. Sobre las
particularidades del caso cubano hay una enorme bibliografía disponible al respecto, entre la que sobresale el ensayo
de Gustavo Pérez Firmat, Life on the Hyphen: The Cuban-American Way, Austin: UP Texas, 1994.
13 Sobre las diferencias entre ambos términos ver: Linda Martín Alcoff, «Latino vs. Hispanic: The politics of ethnic
names», Philosophy Social Criticism, no 31, 2010, p. 395-407.
14 La condición minoritaria de una identidad cultural surge, en principio, de su componente étnico-lingüístico. Por
supuesto, no es excluyente el componente racial o étnico para delimitar la condición minoritaria de una identidad
cultural dentro del sistema social en el que se inscribe, e incluso la dinámica inherente a las negociaciones y
transformaciones de los patrones identitarios a lo largo de los siglos XX y XXI han dado lugar a nuevas identificaciones
étnicas permeables a la transitoriedad y permutabilidad de los viejos patrones fijos que definían la pertenencia étnica de
un individuo. Ver al respecto: Stuart Hall (ed.), Critical Dialogues in Cultural Studies, Londres: Taylor & Francis,
cap. 21, «New Ethnicities», 2005, p. 411-441.
15 Nicolas Kanellos, «Canto y declamación en la poesía nuyoriqueña», Confluencia, no 1, 1985, p. 102.
16 Frances Aparicio, «Latino Cultural Studies», in: Juan Poblete (ed.), Critical Latin American and Latino Studies,
Minneapolis: University of Minnesota Press, 2003, p. 3-31.
17 Ibid.
18 Juan Flores, From Bomba to Hip Hop: Puerto Rican Culture and Latino Identity, Nueva York: Columbia University
Press, 2000.
19 Es significativo (y una cuestión a abordar) pensar en la relación entre la trayectoria del reconocido «boom» de la
literatura latinoamericana en las décadas del 60 y el 70, y este boom latino de los 80 y 90.
20 Este neologismo designa esa zona fronteriza híbrida de la cultura chicana asentada entre los estados del sudoeste
estadounidense (principalmente Texas, de ahí el nombre) y el territorio septentrional mexicano.
21 Nicolás Kanellos, Hispanic Literature of the United States: A Comprehensive Reference, Londres: Greenwood Press,
2003, p. 23. Mi traducción.
22 Juan Flores, op. cit., p. 167. Mi traducción.
23 Tongue Ties: Logo-eroticism in Anglo-Hispanic Literature, Nueva York: Palgrave Macmillan, 2003, p. 139. Mi
traducción.
24 Juan Flores, Divided Borders: Essays on Puerto Rican Identity, Houston: Arte Público, 1993, p. 212. Mi traducción.
25 From Bomba to Hip Hop: Puerto Rican Culture and Latino Identity, Nueva York: Columbia University Press, 2000,
p. 174. Mi traducción.
Alejo LÓPEZ
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26 Barbara Harlow, Resistance Literature, Nueva York: Methuen, 1987, p. 28-29. Mi traducción.
27 Sergio Mansilla Torres, «Literatura e identidad cultural», Estudios Filológicos, no 41, 2006, p. 132.
28 Ver Benedict Anderson, Comunidades imaginadas, México: F.C.E., 1993 y Cornelius Castoriadis, La institución
imaginaria de la sociedad, Buenos Aires: Tusquets, 2007.
29 Gilles Deleuze y Felix Guattari, Kafka. Por una literatura menor, México: Era, 1990.
30 Gilles Deleuze, Crítica y clínica, Barcelona: Anagrama, 1996, p. 80.
31 Juan Flores, From Bomba to Hip Hop, Nueva York: Columbia University Press, 2000, cap. «Life Off the Hyphen:
Latino Literature and Nuyorican Traditions», p. 167-190.
32 Divided Borders: Essays on Puerto Rican Identity, Houston: Arte Público Press, 1993, p. 218. Mi traducción.
33 Gilles Deleuze, Crítica y clínica, Barcelona: Anagrama, 1996, p. 15.
34 Ibid., p. 16.
35 Michel De Certeau, La invención de lo cotidiano. Las artes de hacer. México: Universidad Iberoamericana-ITESO,
2000, p. XLIX-L.
36 Homi Bhabha, El lugar de la cultura, Buenos Aires: Manantial, 2002.
37 Diana Ramos Gutiérrez, «La palabra adecuada: entrevista al poeta nuyorican Tato Laviera», Periódico Conboca,
2011, [en línea], disponible en: <http://www.conboca.org /2011/12/08/la-palabra-adecuada-entrevista-al-poeta-
nuyorican-tato-laviera/> (consultado el 9 de marzo de 2018).
38 Ver Carl Schmitt, El concepto de lo político, Madrid: Alianza Editorial, 2006 [1932].
39 David Johnson y Scott Michaelsen (comps.), Teoría de la frontera. Los límites de la política cultural, Barcelona:
Gedisa, 2003.
40 Tato Laviera, AmeRícan. Houston: Arte Público Press, 1985, p. 94.
41 Ver: Fernando Ortiz, Contrapunteo cubano del tabaco y del azúcar, La Habana: Consejo Nacional de Cultura, [1940]
1963.
42 Tato Laviera, La Carreta made a U-turn, Houston: Arte Público Press, 1979, p. 17.
43 El adjetivo «matao» inscribe el acento afro-antillano por medio de la sufijación –ao y al mismo tiempo designa esta
fractura de la pureza y estandarización lingüística próxima al término inglés «broken english». Sobre el uso de la lengua
afro-antillana en la poesía de Tato Laviera ver el artículo de Juan Flores, «Tato(ao): la poética del Eye Dialect», Revista
Katatay, no 8, 2010, p. 157-60.
44 Sobre este uso subversivo del humor en la poesía niuyorriqueña ver mi artículo: Alejo López, «Esos negros paraos:
humor, gufeo y subversión en la poesía niuyorriqueña», Philologica Canariensia, vol. 21, 2015, p. 81-107.
45 Juan Bruce-Novoa, «Dialogical Strategies, Monological Goals: Chicano Literature», in: Alfred Arteaga (ed.), An Other
Tongue. Nation and Ethnicity in the Linguistic Borderlands,Durham: Duke University Press, 1994, p. 245.
46 Doris Sommer, «Bilingual Aesthetics: An Invitation», Profession, no 1, 2002, p. 7.
47 Ver Cornelius Castoriadis, La institución imaginaria de la sociedad, Buenos Aires: Tusquets, 2007.
48 Op. cit.
49 Gustavo Pérez Firmat, Bilingual Blues, Tempe-Arizona: Bilingual Press/Editorial Bilingüe, 1995, p. 28.
50 La economía de la Plantación, implantada por los colonizadores en las Antillas significó la configuración de todo un
sistema cultural desarrollado alrededor de este complejo esclavista. De allí que señale Ana Pizarro que la cultura del
Caribe no debe pensarse topográficamente a partir de la delimitación geográfica del archipiélago, sino en tanto cuenca
aglutinadora de culturas que comparten, precisamente, una historia común de colonización y esclavitud centrada en el
sistema de la Plantación. Ver Ana Pizarro (comp.), El archipiélago de fronteras externas, Santiago: Universidad de
Santiago de Chile, 2002.
51 Op. cit., p. 28.
52 Este verso apela intertextualmente, además, a la reconocida composición musical de George Gershwin «Let's Call
the Whole Thing Off» cantada por Fred Astaire en el film de 1937, Shall We Dance, donde se hace alusión a las formas
dialectales estadounidenses (y su jerarquización social implícita) para pronunciar la palabra «tomato».
53 Op. cit. p. 29.
54 Estas operaciones culturales subversivas se inscriben dentro de la tradición latinoamericana de la «calibanización»,
tal como la misma fue pensada y desarrolladas en el pensamiento antillano a partir de los trabajos del cubano Roberto
Fernández Retamar, Todo Caliban, Bogotá: Átropos, [1971] 2005.
55 Op. cit. p. 29.
56 Ibid., p. 28.
El devenir menor de la poesía latina de los Estados Unidos: minoría, marginalidad y literatura menor en la
obra de Tato Laviera y Gustavo Pérez Firmat
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Alejo LÓPEZ, «El devenir menor de la poesía latina de los Estados Unidos: minoría, marginalidad y literatura menor en la
obra de Tato Laviera y Gustavo Pérez Firmat», Líneas [En ligne], Numéros en texte intégral , L'âge des minorités, mis à
jour le : 28/06/2018, URL : https://revues.univ-pau.fr/lineas/2826.
Quelques mots à propos de : Alejo López
Alejo López
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