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La adhesión de España y Portugal a las Comunidades euro-peas

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La Península Ibérica se encuentra en el suroeste de Europa y ha tenido históricamente una importante relación con Europa desde tiempos prehistóricos. España y Portugal se convirtieron en potencias mundiales durante la época del descubrimiento de América, la circunnavegación de África y el establecimiento de relaciones directas entre Europa y Asia. La creación de los imperios español y portugués, que se extendían por diferentes continentes, significó el inicio de la influencia europea en los asuntos mundiales. Estos imperios también eran importantes en Europa, como el Imperio español, que tenía posesiones por todo el Mediterráneo, Italia, Benelux y Francia, además de una unión dinástica con el sacro Imperio germánico. La relación entre Europa y España también fue importante en el ámbito cultural: la Universidad de Salamanca y su importante escuela tuvieron gran influencia en la cultura europea, al igual que escritores de renombre mundial, como Cervantes y su novela Don Quijote, pintores como Ve-lázquez y otras personalidades culturales. Pero la importancia europea de ambos países disminuyó gradualmente a medida que sus imperios se redujeron, lo que les convirtió, en términos políticos, en potencias menores aisladas del resto del continente europeo. Sin embargo, su relación con Europa era todavía importante en términos culturales, pues participaron en todos los movimientos culturales europeos. Sus élites culturales seguían estrechamente vinculadas con Europa, gracias a figuras como Picasso, Dalí u Ortega y Gasset. Las élites políticas también estaban vinculadas con Europa, siendo tomada como un ejemplo de modernidad, como un ejemplo para realizar reformas internas e incrementar su nivel de desarrollo. El siglo XX significó la creación de dictaduras en España y Portugal en virtud de los poderes dictatoriales de Francisco Franco Bahamonte y Antonio de Oliveira Salazar. Esto conllevó a la exclusión de estos países del grupo de estados democráticos de Europa occidental, lo que les aislaba aún más de los estados eu-ropeos, ya que fueron vistos como los últimos regímenes fascistas del continente. Pero la Guerra Fría y la posibilidad de que regímenes autoritarios comunistas accedieran al poder en ambos países hicieron los EE.UU. apoyaran a estos países incorporándolos a la zona occidental europea, incluso cuando sus vínculos políticos con otros socios europeos eran débiles. Portugal deseaba mantener relaciones comerciales con el resto de Europa pero no podía unirse a las Comunidades europeas debido a su sistema político dictatorial. Por otro lado, su economía estaba vinculada tradicionalmente con el Reino Unido, por lo que las relaciones con este país eran muy importantes. Cuando los británicos propusieron una nueva organización europea basada en el libre comercio y sin ninguna implicación política, el gobierno portugués involucró al país en las negociaciones, y Portugal se convirtió en miembro fundador de la Asociación Europea de Libre
Capítulo 13
La adhesión de España y Portugal a las Comunidades euro-peas
David Ramiro Troitino, Tanel Kerimäe. Archil Chochia
La Península Ibérica se encuentra en el suroeste de Europa y ha tenido históricamente una
importante relación con Europa desde tiempos prehistóricos. España y Portugal se convirtieron en
potencias mundiales durante la época del descubrimiento de América, la circunnavegación de África
y el establecimiento de relaciones directas entre Europa y Asia. La creación de los imperios español y
portugués, que se extendían por diferentes continentes, significó el inicio de la influencia europea en
los asuntos mundiales. Estos imperios también eran importantes en Europa, como el Imperio
español, que tenía posesiones por todo el Mediterráneo, Italia, Benelux y Francia, además de una
unión dinástica con el sacro Imperio germánico. La relación entre Europa y España también fue
importante en el ámbito cultural: la Universidad de Salamanca y su importante escuela tuvieron gran
influencia en la cultura europea, al igual que escritores de renombre mundial, como Cervantes y su
novela Don Quijote, pintores como Ve-lázquez y otras personalidades culturales.
Pero la importancia europea de ambos países disminuyó gradualmente a medida que sus imperios se
redujeron, lo que les convirtió, en términos políticos, en potencias menores aisladas del resto del
continente europeo. Sin embargo, su relación con Europa era todavía importante en términos
culturales, pues participaron en todos los movimientos culturales europeos. Sus élites culturales
seguían estrechamente vinculadas con Europa, gracias a figuras como Picasso, Dalí u Ortega y Gasset.
Las élites políticas también estaban vinculadas con Europa, siendo tomada como un ejemplo de
modernidad, como un ejemplo para realizar reformas internas e incrementar su nivel de desarrollo.
El siglo XX significó la creación de dictaduras en España y Portugal en virtud de los poderes
dictatoriales de Francisco Franco Bahamonte y Antonio de Oliveira Salazar. Esto conllevó a la
exclusión de estos países del grupo de estados democráticos de Europa occidental, lo que les aislaba
aún más de los estados eu-ropeos, ya que fueron vistos como los últimos regímenes fascistas del
continente. Pero la Guerra Fría y la posibilidad de que regímenes autoritarios comunistas accedieran
al poder en ambos países hicieron los EE.UU. apoyaran a estos países incorporándolos a la zona
occidental europea, incluso cuando sus vínculos políticos con otros socios europeos eran débiles.
Portugal deseaba mantener relaciones comerciales con el resto de Europa pero no podía unirse a las
Comunidades europeas debido a su sistema político dictatorial. Por otro lado, su economía estaba
vinculada tradicionalmente con el Reino Unido, por lo que las relaciones con este país eran muy
importantes. Cuando los británicos propusieron una nueva organización europea basada en el libre
comercio y sin ninguna implicación política, el gobierno portugués involucró al país en las
negociaciones, y Portugal se convirtió en miembro fundador de la Asociación Europea de Libre
Comercio. Cuando el Reino Unido, Irlanda y Dina-marca abandonaron la organización para unirse a
las Comunidades europeas, el resto de los Estados miembro de la AELC firmó acuerdos bilaterales de
libre comercio con la CEE durante la década de 1970. Entonces, la relación entre Portugal y la CEE se
basó en estos acuerdos económicos. No podía ir más lejos hasta que se convirtiera en un estado
democrático.
El caso de España fue también complicado. Debido a que sus vínculos económicos con los miembros
de la AELC no eran tan fuertes, no solicitó la participación en esta organización, lo que mantuvo al
país aislado de Europa y con malas relaciones políticas con los miembros de la CEE. Después de la
guerra civil española, muchos intelectuales abandonaron el país, convirtiéndose en una fuerte
oposición en el extranjero al régimen español, especialmente en Europa. Incluso algunos de ellos
llegaron a ser importantes en el desarrollo de la integración europea, como Salvador de Madariaga,
fundador del Colegio de Europa, una institución líder en la enseñanza de la integración europea.
Otras personalidades españolas importantes, más de cien, estuvieron presentes en el encuentro
europeo en Múnich en 1962, representando a España, aunque no hubiera ninguna representación
oficial de este país. Las conclusiones de este congreso europeo incluyeron una referencia al gobierno
español, señalando la necesidad de que el país se convirtiera en una democracia con el fin de
integrarse en Europa. Franco rechazó estas propuestas, y las relaciones entre España y la CEE se
hicieron aún más tensas. Sin embargo, la mitad de las exportaciones españolas se destinaban a la
CEE. Un acuerdo preferencial fue firmado en 1970, por el que se estableció un sistema comercial con
el objetivo de eliminar las barreras a los intercambios entre España y la Comunidad.
España y Portugal se convirtieron en democracias tras la muerte de Franco en 1975 y la caída del
régimen portugués en 1974. Poco después, solicitaron su admisión en la Comunidad Europea. Hubo
una identificación en ambos países entre Europa y la libertad. La adhesión se convirtió en una
obsesión con el fin de asegurar las nuevas democracias y las negociaciones se iniciaron de manera
casi inmediata; pero el camino fue largo y estuvo lleno de obstáculos y dificultades. La ampliación se
hizo finalmente realidad en 1986, después de casi ocho años de negociaciones.
Las Comunidades vincularon a ambos países con el proceso de ampliación, por lo que la adhesión
dependía de un acuerdo con España y Portugal. En el caso de Portugal no hubo mayores problemas,
debido a su pequeño tamaño y los lazos económicos previos con las Comunidades, pero el caso de
España fue mucho más complicado debido a su magnitud. Las negociaciones se llevaron a cabo por
los diferentes capítulos basados en diferentes áreas, como la agricultura, la industria o la pesca.
La agricultura fue un asunto delicado porque era una de las principales actividades económicas
españolas, y podría haber distorsionado la PAC aumentando su coste financiero hasta límites
insostenibles. La PAC ya era problemática dentro de las Comunidades, así que la adhesión de España
complicaba más aún la situación. Al mismo tiempo, España era un competidor directo de la
producción mediterránea francesa, que se vería afectada por la ampliación. La PAC era la política de
la Comunidad Europea con mayor participación en el presupuesto europeo, lo que significaba que la
inclusión de un país importante en términos agrarios podría haber supuesto un enorme aumento en
el gasto europeo para mantener el nivel de los pagos recibidos por todos los agricultores
comunitarios. Así que resultaba importante la reforma del sector en España antes de la adhesión
para adaptarlo a las necesidades europeas.
Por otro lado, los agricultores franceses del sur del país, centrados en pro-ducción mediterránea,
tenían miedo de la competencia española por su producción barata de calidad y su posible dominio
del mercado. El campo español podía producir de forma más económica con una mejor calidad.
Debido a sus condiciones climáticas, la cosecha estaba lista antes que en Francia, copando el
mercado con sus productos antes de que sus competidores franceses estuvieran preparados. Los
agricultores franceses se organizaron para impedir que esto sucediera utilizando métodos violentos y
contrarios al espíritu europeo, incluso bloqueando las fronteras entre Francia y España para evitar
que la producción agrícola española llegara al mercado europeo. La violencia era co-mún: camiones
quemados y destruidos, ataques físicos contra aquellos que no se plegaban a sus exigencias, y la
gendarmería francesa mostrando una pasividad premeditada. Este problema se prolongó durante
muchos años, incluso con España ya dentro de las Comunidades europeas, hasta que el Tribunal
Superior de Justicia de la UE prohibió estas acciones y culpó de la situación al estado fran-cés, debido
a que las fuerzas de seguridad francesas no intervinieron para asegurar la legalidad vigente. Fue
considerado un obstáculo estatal por omisión al libre comercio en el mercado europeo.
La industria española presentaba graves problemas en las negociaciones debido a que el régimen de
Franco había promovido un importante sector industrial en España, industrializando el país de
manera intensiva, pero con una industria obsoleta y apoyada principalmente por subsidios estatales,
algo que estaba en contra de la legislación europea. Parecía evidente que la industria española no
podría competir en igualdad de condiciones con los otros Estados miembro del mercado europeo. La
industria española debía ser desmantelada parcialmente para eliminar aquellas industrias no
competitivas, pero el problema era decidir cuándo realizar la reforma. España quería unirse a las
Comunidades rápidamente con el fin de obtener apoyo financiero para llevar a cabo la reforma de su
sector industrial, pero los Estados miembro creían que el coste sería de-masiado alto y no querían
asumir dicha responsabilidad. Las negociaciones fueron largas y difíciles, pero finalmente se llegó a
un acuerdo y España emprendió la reconversión industrial antes de la adhesión a través de los
presupuestos nacionales complementados con cierto apoyo comunitario. La CEE estaba pagando
antes de la ampliación para ahorrar dinero después de la adhesión. El gobierno español utilizó las
condiciones impuestas por la CEE para la reforma en este campo y evitó un conflicto social grave, ya
que el apoyo a la adhesión era prácticamente unánime.
Esta fue una constante en muchos otros ámbitos de la sociedad española, ansiosa por unirse a las
Comunidades europeas. El estado tenía que reformar muchos campos de la economía y la sociedad
españolas, reformas esenciales que deberían haber sido emprendidas de todos modos, pero que
fueron presentadas a los ciudadanos como una petición de la CEE. Como existía un apoyo inmenso a
la ampliación por parte de los ciudadanos españoles, las protestas sociales fueron mínimas frente a
las reformas, al cierre de muchas empresas estatales y al alto desempleo. Las reformas eran básicas
para la competitividad de la economía española y fueron aceptadas como un pago asequible para
unirse a las Comunidades europeas. Esta situación se amplió a otros campos, como el social y
político; como ejemplo, la legalización del Partido Comunista Español, el gran enemigo de la España
franquista durante cuarenta años, fue parcialmente presentada como una necesidad para ser un país
plenamente democrático con el fin de unirse a las Comunidades europeas.
El sector pesquero fue otro campo importante en las negociaciones debido al tamaño de la flota
española, la más grande de Europa y una de las más importantes del mundo. La situación de este
sector era difícil en todo el mundo después de haberse aumentado el límite de las aguas de
soberanía nacional en todo el mundo durante la década de 1960. La flota española tradicionalmente
pescaba en caladeros internacionales que, de repente, se convirtieron en aguas nacionales, con las
consiguientes restricciones de acceso y los conflictos comerciales. La aceptación de España en las
Comunidades europeas también significaba aceptar la flota española en aguas comunitarias. Hubo
otros problemas, como el relacionado con el medio ambiente, debido a que las técnicas de pesca de
los españoles se consideraron demasiado agresivas para el medio marino. También había razones
económicas, debido a que la preparación y la competitividad de la flota española eran superiores a
las de la flota europea, y comerciales, ya que el mercado del pescado español representaba más de la
mitad del mercado comunitario, es decir, más de la mitad del pescado que se consumía en Europa
occidental se consumía en España. Así que, otros estados europeos estaban interesados en el
mercado español como una fuente para el desarrollo de su propia industria pesquera. Por último,
como era una política comunitaria, la CEE debía representar los intereses de sus Estados miembro en
todo el mundo, y la flota española se extendía por todos los océanos, generando tensiones y costes
anteriormente inexistentes.
Los principales problemas se produjeron entre España y Francia, y España y el Reino Unido. El primer
conflicto estaba vinculado a la soberanía de las aguas del Golfo de Vizcaya, donde los españoles no
respetaban las relativamente nuevas aguas nacionales francesas, sus antiguas aguas tradicionales de
pesca. Las marina francesa tuvo que reforzar la posición de su país, llegando incluso a producirse
choques violentos y víctimas mortales cuando el disparo de un oficial francés a barcos pesqueros
españoles desde un helicóptero mató a un marinero español. Por otro lado, el Reino Unido quería
mantener a la flota española fuera de sus aguas para proteger su industria pesquera nacional, que ya
se encontraba en una situación problemática, después de perder los caladeros del Mar del Norte,
previamente internacionales y posteriormente bajo la soberanía de Islandia.
Para solucionar todos estos problemas se optó por cláusulas temporales de restricción de acceso
para la flota pesquera española durante largos periodos de tiempo. Pero estas fueron ineficaces,
pues una vez dentro de la Comunidad, una vez dentro del Mercado Común, las empresas españolas
se establecieron sobre, por ejemplo, suelo británico, utilizando las libertades del mercado para crear
empresas británicas con barcos españoles, marineros españoles y vendiendo sus capturas en España,
sorteando así las cláusulas de restricción temporales y obteniendo libre acceso a las aguas
comunitarias.
El tratado de la ampliación fue finalmente firmado, y se convirtió en el tratado de ampliación más
complicado en la historia de la integración europea, debido a su gran número de cláusulas,
disposiciones y excepciones. Pero significaba la incorporación de España y Portugal a las
Comunidades. Los beneficios para España y Portugal fueron numerosos, como el apoyo político para
sus nuevas democracias contra cualquier intento interno para revertir la situación, como había
ocurrido en España con el golpe militar de Tejero. La modernización de las estructuras económicas y
sociales de ambos países, y los beneficios económicos de las políticas europeas supusieron un gran
impulso para ambos países. España y Portugal han sido receptores netos de fondos europeos hasta el
presente. En 2013 hubo una diferencia entre los pagos de España a la UE y el dinero obtenido por
España de la Unión Europea de cerca de 2.000 millones de euros. La mayor parte de los fondos
comunitarios llegaron a estos países a través de la PAC y los Fondos Estructurales, los herederos del
Fondo Mediterráneo creado por las presiones de Papandreou. Otro sector importante en ambos
países, el turismo, se vio altamente beneficiado por la ampliación: el número de turistas creció año
tras año debido a la pertenencia a las Comunidades europeas, con todas las garantías legales y
sociales que incluye ser parte del mismo bloque político y económico. Solo España, durante el año
2013, recibió más de 50 millones de turistas internacionales, sobre todo procedentes de la Unión
Europea.
Por otra parte, las Comunidades europeas también obtuvieron beneficios de la ampliación, como el
libre acceso a los mercados español y portugués, cuando sus compañías eran más competitivas que
las ibéricas, con los consiguientes beneficios económicos, además de incrementar su influencia
internacional debido a las conexiones de ambos países con las Américas. La ampliación también
revitalizó el sueño europeo, debido a que ambos estados eran, y siguen siendo, grandes partidarios
de la integración europea y siempre han apoyado los nuevos tratados, nuevas políticas y una mayor
integración en el proceso de construcción europea.
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This paper discusses the problems and dangers of proceeding with European integration without facing a transparent constitutional debate. The crucial issue demanding clarity is whether the current integration in the form of the EU shall be seen within the framework and concepts of public international law or within those of constitutional law. The authors argue that more intensive integration cannot be achieved on the basis of undermining rule of law and democracy by vacillating between different international law or constitutional law models of proceeding without taking any clear standpoint.
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This article examines whether Eastern enlargement has led the EU 15 member states to enter strategic interactions implying a race to the bottom. The question is whether concerns about welfare migration have led to downward pressure on the EU 15 member states in the form of more restrictive access to their labour markets and adjustments of their social policy benefits. We find little empirical evidence to support the asumption that welfare states with generous benefits and accessible labour markets will become magnets for welfare migration. Nevertheless, the study demonstrates that the EU 15 member states do enter strategic interactions as if such migration would occur. The majority of them have temporarily restricted the free movement of workers from the acceding countries. EU 15 member states with the least restrictions are the ones most active in adjusting their social policies. Strategic interactions in social policy may thus intensify in the future as transitional periods come to an end and future enlargements come into place.
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Supranational Law as International Law and vice versa
  • T Kerikmae
Kerikmae, T. (1998). Supranational Law as International Law and vice versa. Juridica Int'l, 3, 43.