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Expansión de la esfera pública en Chile: Redes sociales, campañas1
electorales y participación digital2
Bastián González-Bustamante1, Diego Barría2
3
1Profesor Instructor, Departamento de Gestión y Políticas Públicas, Facultad de Administración y4
Economía, Universidad de Santiago de Chile, Bbastian.gonzalez.b@usach.cl,ORCID iD5
http://orcid.org/0000-0003-1510-68206
2Director y Profesor Asociado, Departamento de Gestión y Políticas Públicas, Facultad de7
Administración y Economía, Universidad de Santiago de Chile, Bdiego.barria@usach.cl,ORCID8
iD http://orcid.org/0000-0001-8906-92209
Nota10
Versión preliminar del capítulo publicado en Transformaciones de la Esfera Pública en Chile.11
Luchas Sociales, Espacio Público y Pluralismo Informativo, N. Del Valle, ed., RIL Editores,12
Santiago, 2018.13
INTRODUCCIÓN14
Antes del siglo XV, el conocimiento se difundía a través de libros manuscritos elaborados en15
monasterios por monjes y frailes copistas que se dedicaban casi exclusivamente a aquella ardua16
labor1. Esta situación imponía barreras altísimas, tanto para la adquisición de capital cultural17
por parte de los individuos, como para la circulación de ideas e información. Si bien existían18
técnicas de impresión xilográficas, con base en planchas de madera, aquel método no resultaba19
adecuado ni conveniente dado su alto costo. Es por esto que los tipos móviles (tipografía) y la20
imprenta moderna de Gutenberg fueron aceptados y alcanzaron rápidamente un éxito tan grande.21
1La popular novela histórica Il nome della rosa de Umberto Eco, publicada en 1980, ofrece una detallada descripción
de la labor de los copistas al interior de una abadía.
1 González-Bustamante y Barría (2018)
Este método aseguraba calidad y velocidad para la producción masiva de libros, lo que significó un22
avance que revolucionó la forma de transmitir el conocimiento y las ideas.23
Desde entonces, y hasta la aparición de Internet, no habíamos vivido un cambio que tuviese24
un impacto tan importante en la forma que se crea y difunde el conocimiento y en la manera que25
las personas consumen información y adquieren capital cultural. Los primeros cambios comien-26
zan a aparecer vertiginosamente a contar de fines de la década de 1950, con el surgimiento de27
los primeros servidores centrales. El proceso de evolución de la computación resulta totalmente28
sorprendente, ya que, en pocas décadas, nuestras sociedades han presenciado avances tecnológicos29
que la humanidad no había experimentado en toda su historia previa. Aquellos servidores centrales30
fueron reemplazados por los microprocesadores en la década de 1970, convirtiéndose estos en los31
primeros “computadores personales”. A fines de la década de 1980 ya contábamos con computado-32
res de escritorio y, a contar de 1990, se comenzó a popularizar el uso de la red. Por último, desde33
2000 en adelante, hemos presenciado una masificación acelerada de Internet inalámbrica, telefonía34
móvil y un incremento sostenido de las tasas de penetración de banda ancha e Internet móvil en35
distintas partes del mundo. Todo esto no solo ha significado un cambio tecnológico acelerado que36
implicó un incremento sustancial en las capacidades productivas en distintas industrias, campos y37
disciplinas, sino que, además, ha alterado –y continúa haciéndolo– significativamente la forma en38
que las personas se comportan, interactúan y se informan a diario.39
Estos cambios tecnológicos han generado un fuerte entusiasmo asociado a las potenciales40
bondades de estos avances para el mejoramiento de la democracia. Además, alteraron las prácticas41
en las campañas electorales. Durante el siglo XIX, por ejemplo, hubo quienes vieron en el telégrafo42
una posibilidad para aumentar la participación ciudadana. A esto se sumó el ferrocarril, que43
modificó, al menos en Chile, las prácticas políticas electorales2. Más adelante, en el siglo XX, las44
campañas electorales en sistemas democráticos pasan a depender en gran medida de los medios de45
comunicación masivos, en particular de la televisión, fenómeno que se conoce como mediatización46
de la política (González-Bustamante y Henríquez 2013;Strömbäck 2008;Tironi y Cavallo 2007). Ya47
2Esto implicó el surgimiento de las campañas electorales desplegadas territorialmente en la década de 1880. Para
más detalles, véase Sagredo (2001).
2 González-Bustamante y Barría (2018)
en las últimas décadas, el uso de nuevas tecnologías se ha intensificado en las campañas electorales,48
consolidándose el uso de redes sociales en línea como Twitter y Facebook (González-Bustamante49
2014b;2015b). Esto alteró la forma tradicional del trabajo político-electoral, emergiendo una50
dimensión vinculada a lo que la literatura especializada denomina “campaña digital”, dentro de la51
cual, el uso de redes sociales, permite propagar3contenidos y posicionar a un candidato o tema52
específico (González-Bustamante y Sazo 2015b;Kaplan y Haenlein 2011). Un ejemplo de esto es53
lo que sucedió con los resultados de la encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP) de 2008 en54
Chile, donde el empresario Leonardo Farkas, ampliamente conocido en la prensa sensacionalista55
por sus excentricidades, obtuvo el 5 % de las preferencias en miras de las elecciones presidenciales.56
Con ese resultado, Farkas superaba a figuras políticas consolidadas. Dos meses antes, existía una57
plataforma que promovía una eventual candidatura del empresario. Aunque finalmente Farkas no58
fue candidato, tanto la Web como su cuenta de Twitter permitieron que el empresario siga siendo59
reconocido por ciertos sectores como una potencial carta presidencial. En 2016, su cuenta de Twitter60
supera el millón de seguidores y sigue apareciendo en algunas encuestas de opinión pública en61
miras de las presidenciales de 2017.62
Las instituciones, los partidos políticos y los movimientos sociales chilenos ya están en Internet63
desde la década pasada (Araya y Barría 2009;2012;Araya et al. 2009). En consecuencia, la64
“política digital” se vincula, en gran medida, con las redes sociales (González-Bustamante 2014b;65
2015b). En este contexto, resulta fundamental responder preguntas como, ¿de qué forma se han66
utilizado las redes sociales en las campañas electorales durante los últimos años?, ¿qué otros tipos67
de conversaciones o interacciones políticas se generan en la esfera digital desde estas plataformas?68
En este capítulo buscamos responder a estas interrogantes, explorando en el uso de redes sociales en69
campañas electorales y en conversaciones políticas en la esfera digital. Para esto, usamos como caso70
de estudio a Chile entre 2009 y 2015. Para facilitar la exposición del tema, dividimos el capítulo en71
tres apartados. En el primero, abordamos de forma resumida diversos asuntos teóricos relacionados72
con el avance de las tecnologías de información y su influencia en fenómenos democráticos y73
3En este capítulo usamos el concepto propagar, sin embargo, la literatura académica utiliza con frecuencia el
neologismo viralizar.
3 González-Bustamante y Barría (2018)
electorales, con especial énfasis en la masificación del uso de redes sociales con fines electorales.74
En el segundo, abordaremos exploratoriamente el uso de redes sociales en las campañas electorales75
recientes, específicamente durante las últimas dos elecciones presidenciales (2009-2010 y 2013) y76
en otros hitos políticos como cuentas públicas o shocks sobre el sistema político, como escándalos77
de corrupción. El último corresponde a las conclusiones, donde retomamos las preguntas iniciales78
para responderlas a la luz del recorrido teórico-descriptivo realizado a lo largo del trabajo.79
LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS Y SUS USOS ELECTORALES80
El vertiginoso avance tecnológico que el mundo ha experimentado desde mediados del siglo81
XX, ha impulsado una serie de transformaciones sociales relevantes que, en diversos países, ha82
coincidido con un aumento sostenido de los niveles educacionales. Esto ha generado cambios en83
los flujos tradicionales de información, ocasionando que la relación entre instituciones/medios y84
ciudadanos/audiencias adquiera un carácter bidireccional y horizontal (Arriagada y Navia 2013;85
Del Valle 2016;González-Bustamante 2014a;2015b;Hermida et al. 2012).86
Estos cambios han implicado una reducción en los costos asociados al consumo de información y87
a la participación política (Rheingold 2000). Sobre este fenómeno, la literatura especializada tiende88
a distinguir dos posturas. La primera, el ciberoptimismo, se caracteriza por su entusiasmo sobre las89
potencialidades de las nuevas tecnologías asociadas a la reducción de costos en la participación y la90
posibilidad de disminuir la brecha entre gobernantes y gobernados. La segunda, el ciberpesimismo,91
es más bien escéptica, se centra en la idea de que puede existir un desplazamiento de procesos92
de socialización relevantes para generar un compromiso cívico real y tangible a través de una93
participación política (González-Bustamante y Henríquez 2013;Nie 2001). Por otra parte, otra94
idea recurrente asociada a esta desconfianza es que las desigualdades de la participación política95
convencional y contenciosa se replicarían en la esfera digital (Mossberger et al. 2008;Nam 2012).96
Pese a la postura ciberpesimista, existe diversa literatura que señala que las nuevas tecnologías97
y, particularmente, las redes sociales online son potentes herramientas para la acción colectiva98
y la política contenciosa, ya que permiten movilizar apoyos y ampliar el alcance del conflicto99
(Castells 2012;Cammaerts 2012;Millaleo y Velasco 2013). En este contexto surge el concepto de100
4 González-Bustamante y Barría (2018)
activismo digital de Earl y Kimport (2011) para reinterpretar los marcos analíticos clásicos y el uso101
de repertorios de contención mediados por las nuevas tecnologías.102
Las nuevas tecnologías y las redes sociales no solo son una potente herramienta para la acción103
colectiva, también han tenido influencia en otras dos dimensiones de la actividad política. Primero,104
en lo referente al gobierno electrónico, como herramienta para minimizar costos de información105
de la ciudadanía en los sistemas democráticos, permitiendo el surgimiento de nuevos mecanismos106
de responsabilidad vertical y horizontal (Altman y Luna 2009). En este contexto, las redes sociales107
posibilitan una colaboración donde los límites entre el gobierno y la ciudadanía se vuelven difusos108
(Linders 2012), además las instituciones están utilizando cada vez con mayor frecuencia nuevos109
canales de comunicación y plataformas como Twitter o Facebook (Sandoval-Almazán y Gil-García110
2012a;2012b;Rojas-Martín y Criado 2015). Por otra parte, en general, la evidencia sobre redes111
sociales tiende a demostrar que existe conversación política en Internet, sin embargo, aquel diálogo112
muchas veces no es “escuchado” por las autoridades e instituciones, lo que implica desaprovechar113
una oportunidad para potenciar una gobernanza en el marco de sistemas de big data, a través de la114
recolección de información dinámica sobre lo que opina la ciudadanía acerca de diversos asuntos115
(Couldry y Powell 2014).116
La segunda dimensión tiene relación directamente con el uso de las nuevas tecnologías en el117
plano político-electoral. Al abordar los usos electorales de las nuevas tecnologías se vuelve central118
el concepto de imagen de marca o branding político. Este concepto está asociado a un proceso de119
construcción de una imagen, en el cual la gestión de recursos y activos es crucial para otorgar valor120
a la “marca”, es decir, al candidato (González-Bustamante y Sazo 2015a). Ese valor agregado es121
lo que la literatura anglosajona describe como brand equity y permite que la marca sea percibida122
positivamente, en este caso, por los electores. En general, los procesos de branding permiten la123
creación de una identidad que el público reconoce y con la cual siente cercanía e incluso llega a124
identificarse (Marsh y Fawcett 2011). Evidentemente, todo candidato desea una imagen de marca125
positiva y debe ser cuidadoso con sus acciones en tiempos electorales, ya que todo lo que ocurre126
durante una campaña puede impactar de forma positiva o negativa en su imagen.127
5 González-Bustamante y Barría (2018)
La importancia del branding político depende del grado de visibilidad mediática de la campaña.128
Estas pueden ser de alta y baja visibilidad (Johnson-Cartee y Copeland 1991). En las campañas129
de baja visibilidad, son más relevantes las redes clientelares y el trabajo en terreno (despliegue130
territorial). Por otra parte, en aquellas de alta visibilidad resultan particularmente importantes131
los procesos de branding. Es aquí donde el uso de redes sociales, en el marco de una campaña132
digital, permite propagar contenidos y posicionar a un candidato y una imagen positiva (González-133
Bustamante y Sazo 2015b;Kaplan y Haenlein 2011).134
Una campaña viral es un proceso de boca a boca electrónico en el cual los mensajes de135
propaganda se transmiten de forma exponencial por medio de dispositivos digitales (González-136
Bustamante y Sazo 2015b). Se llama viral por la modalidad en que se transmiten los mensajes, ya137
que se genera una replicación similar a la expansión de un virus, tanto por la velocidad como por138
la propagación. Estas campañas se generan, principalmente, a través de redes sociales online que139
permiten compartir información de todo tipo mediante Internet (Kaplan y Haenlein 2011). Estas140
redes son plataformas particularmente efectivas para las campañas virales, ya que los mensajes141
que allí se emiten se pueden propagar rápidamente, alcanzando altas tasas de replicación por otros142
usuarios de la Web.143
La masificación de las redes sociales comienza a fines de la primera década de este siglo y144
se consolida durante los últimos cinco años, particularmente en países que tienen altas tasas de145
uso de banda ancha e Internet móvil. Entre las plataformas más comunes, se encuentran Facebook,146
Twitter, YouTube, Flickr e Instagram (Barría et al. 2016a). Sobre Twitter, existe una serie de estudios147
que se enfocan en analizar el contenido político en la red e, incluso, estudios que buscan realizar148
predicciones electorales con base en la actividad de los usuarios (e.g. Congosto y Aragón 2012;149
González-Bustamante 2015b;Grant et al. 2010;Himelboim et al. 2013;Jackson 2013;Small 2011;150
Straus et al. 2013;Tumasjan et al. 2010).151
El uso de redes sociales en campañas virales y en procesos de branding no necesariamente152
implica un acercamiento entre el candidato y el elector. González-Bustamante y Henríquez (2013)153
indican que los encargados de una campaña digital pueden optar por convertir las nuevas tecno-154
6 González-Bustamante y Barría (2018)
logías y las redes sociales en una herramienta de marketing, generando una participación política155
digital efímera y ficticia. En este contexto, el spin doctoring4de la política tradicional puede ser156
actualizado gracias a las nuevas tecnologías, dando lugar a herramientas más invasivas y perversas157
que involucran solo la identificación de mensajes y símbolos digitales, situación que puede darse,158
especialmente, en plataformas donde la extensión de los mensajes es limitada como Twitter. Esto159
no es descabellado, ya que los procesos de branding facilitan la encapsulación de información,160
afectando las decisiones a través de una asociación de una marca con determinados atributos, ge-161
nerando apego emocional, lealtad e impulsando un consumo/identificación sostenido en el tiempo162
(Griff Round y Roper 2012).163
Más allá de las implicancias detrás del uso de redes sociales en el marco de las campañas164
electorales, este fenómeno constituye una realidad palpable y creciente, la que desconoce barreras165
geográficas y tipos de elección5. El auge del uso de redes sociales y de todo el aparataje comu-166
nicacional ligado a las campañas digitales se vincula al éxito de Barack Obama en las elecciones167
presidenciales de Estados Unidos. Obama reclutó para su campaña a un grupo de jóvenes que168
habían participado en exitosas compañías estadounidenses ligadas a la industria tecnológica, pero169
lo más relevante es que los ubicó a la par con las estructuras de la campaña tradicional (González-170
Bustamante y Henríquez 2013). Podemos señalar con propiedad que Obama llevó adelante una171
verdadera campaña digital y no solo “digitalizó” su campaña presencial6.172
LA EXPANSIÓN DE LA ESFERA DIGITAL EN CHILE Y EL USO DE REDES SOCIALES173
El porcentaje de personas que utilizan Internet y las suscripciones de banda ancha por número174
de habitantes en Chile son de los más altos de América Latina, junto con Argentina y Uruguay.175
Lo mismo sucede con el acceso a la telefonía móvil, tanto así que existen más suscripciones que176
4El spin ospinning es un concepto anglosajón vinculado a la necesidad de los gobiernos de dar a conocer decisiones
de forma favorable, generando credibilidad. En este contexto, los spin doctors son los expertos que utilizan dicha
técnica, aunque el término en algunas oportunidades puede ser usado de forma peyorativa para referirse a los asesores
en relaciones públicas especializados en “curvar la realidad” (Serpa 2015;Tironi y Cavallo 2007).
5Esto está condicionado por variables sociodemográficas, tal como sugiere la literatura relacionada con el uso de
tecnologías y sobre participación política. Por otra parte, también depende de la visibilidad de la campaña electoral,
tal como hemos revisado.
6De forma similar, posteriormente, Barack Obama impulsó el gobierno abierto como concepto y práctica política
con el memorándum sobre el tema que dictó en 2009 (Barría et al. 2016b).
7 González-Bustamante y Barría (2018)
habitantes (Barría et al. 2016a;González-Bustamante 2015a). La esfera digital en Chile se ha177
expandido y esto ha impactado en la forma en que los chilenos se informan, pues durante la última178
media década, Internet ha ganado terreno como un canal habitual para consumir información, a179
pesar de no haber desplazado a los medios más tradicionales como la televisión y la radio (Arriagada180
et al. 2010;González-Bustamante 2014a;González-Bustamante y Soto 2016). A esto se agrega181
que, desde temprano, los usuarios de Internet han visto en ella una posibilidad de estar informados182
y en contacto con el sistema político. A modo de ejemplo, desde 2003, el Senado chileno opera183
una aplicación (Senador Virtual) que da la opción a los ciudadanos de opinar sobre proyectos de184
ley bajo discusión (Araya y Barría 2009). Estas condiciones han favorecido, también, un aumento185
sostenido en el uso de redes sociales. Hoy, plataformas como Twitter son bastante utilizadas por186
las autoridades, lo que ha contribuido a que exista un debate más directo entre representantes y187
representados en Chile (Fábrega y Paredes 2013;González-Bustamante 2015b).188
En lo que respecta al uso electoral de redes sociales, se puede advertir que la campaña digital189
de Obama tuvo una repercusión casi inmediata en Chile. Durante la campaña presidencial de 2009-190
2010, los principales candidatos se preocuparon de desarrollar una campaña digital. El comando191
más exitoso fue el de Sebastián Piñera, quien precisamente fue electo Presidente, realizando un192
gran despliegue en cuanto a las diversas plataformas usadas, logrando un excelente posicionamiento193
(González-Bustamante y Henríquez 2013). Lo mismo se repitió en la campaña presidencial de 2013.194
En las primarias de junio de 2013, previas a la elección de fin de ese año, se advierte que la red195
se dinamiza con un gran incremento de actividad frente a la elección. Además, las cuentas de los196
distintos candidatos ganan una gran cantidad de seguidores y suelen verificar una intensa actividad197
en Internet, tanto así que los mensajes de los candidatos fueron propagados más de 20 mil veces en198
las dos semanas previas a la primaria y sus cuentan ganaron en promedio cerca de 90 mil nuevos199
seguidores (González-Bustamante 2014b). Lo mismo sucede cuando Michelle Bachelet asume200
como candidata presidencial para un segundo mandato. Se advierte que en Twitter, la actividad se201
intensifica y la conversación entre usuarios se polariza y se vuelve agresiva (González-Bustamante202
2015b). Un elemento interesante de la evidencia empírica sobre el arribo de Bachelet a la campaña203
8 González-Bustamante y Barría (2018)
presidencial chilena de 2013, es que la actividad en la red se dinamiza y, en general, tiende a ser204
contraria a la candidata, lo cual resulta extraño ya que ella estaba bastante bien posicionada en las205
encuestas de opinión y, posteriormente, ganó las primarias y las elecciones presidenciales con un206
amplio margen de votación. Lo anterior sugiere, tal como indica González-Bustamante (2015b),207
que la actividad en Twitter no resulta ser un buen indicador de opinión pública.208
El uso de redes sociales en campañas electorales se ha incrementado exponencialmente, sin209
embargo, no es el único uso para estas plataformas. Existen casos recientes donde estas han sido210
ocupadas como herramientas para la acción colectiva (Barría et al. 2016a). Por ejemplo, algunas211
organizaciones no gubernamentales han sido exitosas en utilizarlas para diseminar sus posturas,212
incorporar adherentes y, gracias a esto, posicionarse como actores relevantes en discusiones de213
política pública (Araya y Barría 2012). De igual forma, existe un activismo político eminentemente214
digital; ejemplos de esto son anticampañas digitales contra determinados proyectos de ley y cam-215
pañas a favor de realizar cambios constitucionales. En este contexto, encontramos la anticampaña216
contra la fallida Ley Hinzpeter, proyecto que buscaba endurecer penas para actividades de protesta.217
También la campaña Marca tu Voto AC, enfocada en promover una Asamblea Constituyente en Chi-218
le. Destacan otras campañas para desincentivar o promover el voto en las elecciones generales, tales219
como Yo no Presto el Voto, impulsada por la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios220
(ACES) o Haz tu Voto Volar, que buscaba la aprobación del voto de chilenos en el extranjero7.221
Por otra parte, una segunda forma de utilizar las redes sociales más allá del plano electoral222
tiene relación con la disminución de brechas en la mediación entre gobernantes y gobernados223
(Barría et al. 2016a). Al revisar las conversaciones políticas en Twitter, por ejemplo, se ve un224
incremento exponencial desde 2009 en adelante. En este contexto, estas plataformas digitales no225
solo se dinamizan ante la eventualidad de una elección como bien hemos revisado, sino que,226
además, se dinamizan ante hitos políticos relevantes. Un ejemplo de esto es el incremento de227
7Para profundizar en estos ejemplos véase Millaleo y Cárcamo (2014), González-Bustamante (2014a) y Barría
et al. (2016a). También existen otros casos relacionados con la forma en que las nuevas tecnologías permiten a los
ciudadanos organizarse con el fin de incidir en los procesos de formulación de políticas públicas. En este sentido, el
caso de Educación 2020, movimiento enfocado en temas educacionales, es un buen ejemplo. Para más detalles véase
Araya y Barría (2012).
9 González-Bustamante y Barría (2018)
los flujos comunicacionales durante la primera cuenta pública del segundo mandato de Michelle228
Bachelet en mayo de 2014 que observan Barría et al. (2016a): en una sola semana se emitieron229
176.414 mensajes, los cuales fueron propagados 4.511.995 veces por 52.217 usuarios. Además,230
el día de la cuenta pública, el 21 de mayo, fueron emitidos 30.033 mensajes, los cuales fueron231
propagados 573.611 veces (Figura 1).232
Estas cifras dan cuenta de un gran incremento en el uso de redes sociales, ya que en 2009,233
alrededor de tres mil usuarios comentaban un debate televisado (González-Bustamante y Henríquez234
2013), por lo cual, en cinco años, la participación en estas instancias digitales se ha incrementado235
en más de un 1.640 %, lo cual resulta asombroso8.236
Ahora bien, como hemos revisado, la actividad en la red no necesariamente se condice con los237
patrones de opinión pública de la ciudadanía, situación que tiene relación con la “representatividad”238
de lo que sucede en la esfera digital. Un claro ejemplo de esto es que, durante la cuenta pública239
de 2014, un 74,4 % de los mensajes se emitieron desde la capital y, además, se concentraron en240
las comunas de mayor nivel socioeconómico de la ciudad (Figura 2). Este margen de actividad se241
mantuvo durante 2015, muestra de esto es que, al realizar una medición el 21 de mayo de 2014 a las242
11:30 horas (hacia el final del discurso), se verifican 22.347 menciones sobre la cuenta pública. A la243
misma hora, el año siguiente, la actividad en la red supera las 30 mil menciones, es decir, se registra244
un incremento de un 34 %. En definitiva, pareciera que el escepticismo del ciberpesimismo asociado245
a la idea de que la esfera digital replica las desigualdades presenciales, siguiendo a Mossberger246
et al. (2008)yNam (2012), se ve plasmado en esta situación.247
Todo parece indicar que el uso de estas plataformas aún no alcanza un techo, ya que otros hitos248
políticos después de la cuenta pública de 2015 alcanzaron cifras superiores a las 50 mil menciones249
en un solo día. Estos hitos, que también dinamizaron la red, tienen relación con shocks sobre250
el sistema político. En Chile, los períodos de crisis y shocks, como las crisis económicas y los251
escándalos de corrupción, suelen tener efectos relativamente evidentes sobre el sistema político9.252
8Este cálculo se realiza comparando la actividad de una semana de mayo de 2014 con la actividad de un debate
televisado de 2009. El problema de esta comparación es que el debate se realiza en un solo día. Al ajustar la escala
para que la comparación sea más pertinente, la cifra supera el 148 %.
9Un ejemplo de esto es cómo los shocks afectan la rotación en los gabinetes, así lo evalúan González-Bustamante
10 González-Bustamante y Barría (2018)
En este contexto, los últimos dinamizan los flujos comunicacionales y las conversaciones políticas253
en Internet.254
Desde fines de 2014 y durante 2015, Chile ha enfrentado significativos escándalos de corrupción255
vinculados a financiamiento ilegal de campañas políticas y serios conflictos de interés que han256
involucrado, entre otros, al hijo de la presidenta Bachelet. Los casos más connotados son Caval-257
Dávalos, Penta y Soquimich10 . Entre diciembre de 2014 y marzo de 2015, la empresa Brandmetric258
realizó un seguimiento de las reacciones sobre estos casos y se registran dos hitos relevantes: el 12259
de febrero de 2015, cuando la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras entregó su260
balance sobre el caso Caval-Dávalos, con 95.163 menciones; y el 7 de marzo, cuando los Tribunales261
de Justicia decretaron prisión preventiva para los involucrados en el caso Penta, con más de 75 mil262
menciones11 .263
CONCLUSIONES264
En este capítulo hemos realizado un breve recorrido teórico sobre diversos tópicos relacio-265
nados con el avance de las tecnologías de información y su influencia en fenómenos electorales266
y en la emisión de opiniones políticas. Además, hemos ofrecido datos y evidencia sobre la ac-267
tividad en redes sociales en campañas electorales recientes y otros hitos políticos como cuentas268
públicas o shocks sobre el sistema político, particularmente escándalos de corrupción. Este reco-269
rrido teórico-descriptivo nos permite destacar que, si bien en Chile, durante los últimos años el270
uso de redes sociales tiende a vincularse a una dimensión político-electoral –la que suele estar271
relacionada con procesos de branding y encapsulación de mensajes–, estas plataformas también272
son frecuentemente utilizadas por los ciudadanos para realizar una “conversación política” sobre273
ciertas coyunturas, particularmente sobre actos republicanos como una cuenta pública y shocks274
como casos de corrupción.275
y Olivares (2015;2016a;2016b).
10El caso Caval-Dávalos se refiere a un posible tráfico de influencias que involucra a Sebastián Dávalos, hijo de la
presidenta Michelle Bachelet. El caso Penta y su arista Soquimich se relacionan con situaciones de fraude al Fisco y
financiamiento ilegal de campañas electorales.
11Otros hitos relevantes durante 2015 fueron el cambio de gabinete en mayo y el anuncio del proceso constituyente
en octubre, donde ambos alcanzaron más de 20 mil menciones en un día.
11 González-Bustamante y Barría (2018)
Lo anterior es consistente con las conclusiones de Barría et al. (2016a), que indican que las redes276
sociales surgen como espacios “libres”, en los cuales se expresa una gran cantidad de opiniones.277
Si bien en este capítulo hemos ofrecido algunas luces sobre aquel fenómeno, nos enfocamos en un278
análisis de corte exploratorio y casi puramente estadístico-descriptivo, lo que impone el desafío de279
avanzar en estudios que vayan más allá del “análisis algorítmico”, siguiendo las ideas de Couldry y280
Powell (2014) sobre big data al servicio de la gobernanza moderna. Asimismo, conviene centrarse281
en cuestiones más reflexivas, que permitan entender mejor e incluso canalizar esta participación282
atomizada que, de momento, parece ser de baja intensidad. Redes sociales como Twitter han creado283
una “plaza pública virtual” que provoca que las campañas no tengan únicamente un componente284
activo –lo que el candidato y su equipo quieren transmitir– sino también una dimensión pasiva,285
esto es, el flujo de información sobre un candidato generado por otros: sus atributos, historia de286
vida y propuestas. Ello implica un desafío para los profesionales que se dedican a llevar adelante287
campañas, pero también impone nuevos temas de estudio para la academia.288
Por último, el desafío en una dimensión vinculada al gobierno electrónico se encuentra en cómo289
canalizar esas opiniones y contribución libre de baja intensidad hacia instancias de participación290
efectivas. De igual forma, otro elemento para tener en cuenta es cómo gestionar la colaboración de291
ciertos grupos que, en ocasiones, no buscan hacer escuchar su voz para influir en la forma en que292
ciertos programas operan, sino que actúan para bloquearlos o, incluso, eliminarlos.293
AGRADECIMIENTOS294
Agradecemos especialmente a Alejandro Olivares y Carla Cisternas por sus valiosos comenta-295
rios. Evidentemente los errores u omisiones son de nuestra exclusiva responsabilidad.296
Referencias297
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17 González-Bustamante y Barría (2018)
Índice de figuras425
1. Mensajes en la red durante la primera cuenta pública del segundo gobierno de426
Michelle Bachelet (19 al 26 de mayo de 2014). Fuente: Elaboración propia con427
datos extraídos de la Application Programming Interface (API) de Twitter. ..... 19428
2. Ubicación de emisores concentrados en Santiago de Chile (n= 22.347). Nota: Se429
indican solo las menciones localizadas en Santiago de Chile. Este seguimiento se430
realizó con base en las aproximaciones metodológicas de Bruns y Burgess (2012)431
para una extracción de una gran cantidad de datos con la API de Twitter. La mayoría432
de los trabajos suelen extraer datos de esta forma (e.g. Congosto y Aragón 2012;433
Barría et al. 2016a; González-Bustamante 2014b; 2015b). Fuente: Elaboración434
propia con datos extraídos de la API de Twitter. ................... 20435
18 González-Bustamante y Barría (2018)
Figura 1. Mensajes en la red durante la primera cuenta pública del segundo gobierno de Michelle
Bachelet (19 al 26 de mayo de 2014). Fuente: Elaboración propia con datos extraídos de la
Application Programming Interface (API) de Twitter.
19 González-Bustamante y Barría (2018)
Figura 2. Ubicación de emisores concentrados en Santiago de Chile (n= 22.347). Nota: Se indican
solo las menciones localizadas en Santiago de Chile. Este seguimiento se realizó con base en
las aproximaciones metodológicas de Bruns y Burgess (2012) para una extracción de una gran
cantidad de datos con la API de Twitter. La mayoría de los trabajos suelen extraer datos de esta
forma (e.g. Congosto y Aragón 2012;Barría et al. 2016a;González-Bustamante 2014b;2015b).
Fuente: Elaboración propia con datos extraídos de la API de Twitter.
20 González-Bustamante y Barría (2018)