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La vivienda estatal y su contribución al fomento de la familia nuclear. El caso de Mendoza durante la primera mitad del siglo XX

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p>El presente trabajo propone explorar la vivienda en Mendoza durante la primera mitad del siglo XX y su consolidación como una herramienta del Estado para impulsar un modelo familiar deseado. Para evidenciar este proceso retomamos el problema en clave histórica analizando tanto la materialidad de las viviendas estatales como los discursos en torno a ella encontrados en distintas fuentes. Al respecto, es posible afirmar que a partir de la dé­cada de 1930 existieron distintos esfuerzos oficiales tendientes a regular la convivencia fa­miliar por medio de la implementación de tipologías habitacionales unifamiliares. Conside­ramos que este proceso encontró su punto más álgido con el primer peronismo (1946-55) y la concreción masiva de la vivienda mínima promovida por el Estado. Este impulso fue res­paldado por distintas opiniones vertidas en la prensa y por propagandas que circularon en medios masivos en general. </p
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La vivienda estatal y su contribución al fomento de la
familia nuclear. El caso de Mendoza durante la primera
mitad del siglo XX
[State-Funded Housing and its Contribution to the Promotion of the
Nuclear Family: Mendoza's Case in the First Half of the 20th Century]
Verónica Cremaschi
(Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales, CONICET)
vcremaschi@mendoza-conicet.gob.ar
Anuario de la Escuela de Historia Virtual – Año 9 – N° 14 – 2018: pp. 53-80.
ISSN: 1853-7049
http://revistas.unc.edu.ar/index.php/anuariohistoria
Resumen
El presente trabajo propone explorar la vivienda
en Mendoza durante la primera mitad del siglo XX
y su consolidación como una herramienta del
Estado para impulsar un modelo familiar deseado.
Para evidenciar este proceso retomamos el
problema en clave histórica analizando tanto la
materialidad de las viviendas estatales como los
discursos en torno a ella encontrados en distintas
fuentes. Al respecto, es posible afirmar que a partir
de la década de 1930 existieron distintos esfuerzos
oficiales tendientes a regular la convivencia fa-
miliar por medio de la implementación de
tipologías habitacionales unifamiliares. Conside-
ramos que este proceso encontró su punto más
álgido con el primer peronismo (1946-55) y la
concreción masiva de la vivienda mínima
promovida por el Estado. Este impulso fue res-
paldado por distintas opiniones vertidas en la
prensa y por propagandas que circularon en
medios masivos en general.
Palabras clave: Familia Nuclear – Tipología de
Vivienda – Estado
Abstract
This paper discusses state-funded housing as a
tool used by the state to promote a specific
nuclear family model in Mendoza during the
first half of the 20th century. We focus on the
evolution of this effort through time, analyzing
the physical housing projects carried out by the
state, and the discourses created around them,
as they can be found in different sources.
Findings suggest that, starting in the 1930s, the
state used state-funded single-family housing
as a tool to encourage the strengthening of the
nuclear family. This process reached its highest
point during first Perón’s administration (1946-
55), when a massive number of basic single-
family houses were built. This state effort was
supported both by the independent press, and
by mass media state propaganda.
Keywords: Nuclear Family Housing
Typology – State
Recibido:
23/02/2018
Evaluación: 26/06/2018
Aceptado: 03/09/2018
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La vivienda estatal y su contribución al fomento de la
familia nuclear. El caso de Mendoza durante la primera
mitad del siglo XX
as viviendas son bienes materiales en los que confluyen distintas
problemáticas de la esfera privada y pública y de los que pueden inferirse
aspectos de la vida cotidiana y simbólica de las sociedades que las producen.
En el ámbito de lo privado, la casa identifica la capacidad de ahorro y
consumo de una familia
1
y, por lo tanto, es un símbolo de status y de distinción social
(Ballent, 2001, p. 319). Es un bien material que se expone a la percepción de todos (como
la vestimenta) de manera duradera y que expresa el ser social de su propietario, sus
“medios” y sus gustos (Bourdieu, 2001, p. 34). Además, en las viviendas se plasman las
expectativas que se tienen respecto a la familia (Ballent y Liernur, 2014, p. 20). Sin
embargo, es importante tener en cuenta que este proceso de identificación de la familia
con la unidad doméstica no es universal, sino que es una característica típica de las
sociedades capitalistas, que promueven que los miembros de la familia nuclear
2
vivan
juntos (Gil Montero, 2007, p. 90). En lo que hace a la esfera de lo público, más que otros
temas disciplinares, la vivienda está imbricada con problemas sociales, urbanísticos y
simbólicos de las ciudades de inicios del siglo XX (Cirvini, 2004, p. 194). En consecuencia,
constituye un objeto material y simbólico importante en la construcción de los
imaginarios sociales.
A partir de estas nociones, en este trabajo nos interesa indagar en el escenario
doméstico, entendiéndolo como ámbito en el que se produce el cruce entre la historia de
la vivienda y la historia de la familia (Aboy, 2008, p. 356). Más precisamente, debido a la
idea de que las condiciones materiales del hogar han sido la influencia más visible y
homogeneizadora de la vida familiar, nos interesamos en el papel del Estado en su
intento por regular las prácticas de convivencia no deseables a partir del impulso dado
a ciertas tipologías de vivienda que fomentaban el modelo unifamiliar (Pérez, 2012, pp.
23, 41).
Así, desde inicios del siglo XX, de todos los modelos de viviendas existentes, el de
planta compacta, considerado “moderno”, fue el que intentó imponerse por medio de
1
Si bien el concepto de familia debe entenderse en su contexto histórico y situación socio cultural, cuando
empleemos este término nos referiremos de forma amplia a un grupo de personas que interactúan en forma
cotidiana y permanente con la finalidad de asegurar su reproducción biológica, la preservación de su vida
y las prácticas que aseguren la optimización de su condición social (Torrado, 2003, p. 37).
2
Según la clasificación de Torrado, familia nuclear o neolocal es aquella constituida por el núcleo conyugal,
que al momento de formarse fija un lugar de residencia independiente de otros parientes (Torrado, 2003, p.
406).
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los planes habitacionales estatales. Si bien algunas opiniones afirman que su adopción
fue parcial, ya que observan continuidades con algunas otras formas de habitar de
manera contemporánea, se evidencia, sin embargo, una primacía de dicho modelo a
nivel de las representaciones y en la consiguiente difusión de ciertos modos de habitar y
domesticidad ideales (Pérez, 2012, p. 50).
En lo que respecta a su aspecto material, Liernur destaca que la configuración de ese
dispositivo habitacional “moderno” se constituyó con la especialización de los usos y
funciones del habitar doméstico, lo que implicó una separación clara de los espacios de
la intimidad y el mundo exterior, proceso que también sucedió en el interior de las casas
con la diferenciación de los ambientes. Según este autor, la mencionada distinción
comenzó a fines del siglo XIX y se caracterizó por el empleo de formas, dimensiones,
texturas, colores y equipamientos particulares para cada habitación (Liernur, 1999, pp.
101, 105). Ballent resalta que las superficies y aberturas se ampliaron en tamaño y
cantidad con el fin de asegurar la entrada de la luz solar y la renovación del aire, se
produjo la reducción de las alturas de locales, el mayor empleo de superficies y
paramentos lisos, la preferencia por colores claros y por los materiales impermeables y
lavables en locales sanitarios. La provisión de servicios como el agua y la luz permitió
que la cocina y el baño se instalaran en el interior de la vivienda, posibilitando el
desarrollo de todas las funciones domésticas dentro de la unidad (Ballent, 2001, p. 321).
Esto contribuyó a la compactación de la planta, proceso que también fue impulsado por
el incremento del valor de la tierra, lo que condicionó el tamaño de las superficies
cubiertas y de los lotes.
En Mendoza los estudios sobre problemas habitacionales han sido poco explorados
(Cerdá, 2011, p. 180), pero, sin embargo, se destacan las investigaciones de Raffa (2004),
Cerdá (2011, 2007/8, s/f), Schmulevich et al. (2014), Richard-Jorba (2011), Manzini (2011a,
2011b, 2012), Raffa y Manzini (2014) y Cirvini y Manzini (2010 y en prensa). Estos
trabajos han ahondado mayormente en los aspectos materiales de las viviendas y no los
han analizado en profundidad en relación a los procesos del habitar. Por ello, resulta
importante indagar en los discursos que se constituyeron en torno a ellas y que
complementan las indagaciones sobre la materialidad arquitectónica, explicando las
tipologías y el empleo de ciertos materiales. Al respecto, no hemos detectado en otras
provincias cuyanas trabajos producidos desde este enfoque y, por ello, consideramos
que este artículo permite completar el mapa de investigaciones realizadas desde esta
perspectiva que se han centrado mayormente en el área pampeana.
Dentro de las particularidades de Mendoza, cabe destacar la pervivencia de los
conventillos hasta bien entrado el siglo XX, su combate por parte de la opinión pública
y la inacción estatal al respecto. Sin embargo, durante la década de 1930 se concretó un
proyecto experimental de Casas Colectivas, que, para la época, fue expuesto como un
ejemplo a nivel nacional en el I Congreso Argentino de Urbanismo (1935) (Raffa, 2010,
p. 21). Asimismo, durante el peronismo, observamos la creación pionera (ya que ninguna
otra provincia había instaurado un sistema descentralizado) del Instituto Provincial de
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la Vivienda (IPV)
3
en 1947, que poseía presupuesto propio y autonomía. Esta creación
generó un importante marco legal en torno a la vivienda estatal, además de permitir
concretar un gran número de unidades nuevas y de colocar el tema en una posición
central dentro de las propuestas de los gobernadores de esos años. Asimismo, es posible
afirmar que, en la primera mitad del siglo XX, la atención dada a la problemática
habitacional fue acompañada por disquisiciones en el ámbito teórico y opiniones
vertidas en medios de prensa y discursos gubernamentales.
Dado el estado de las investigaciones sobre el tema, en este trabajo intentamos poner
en tensión la visión que presenta el acceso a la vivienda como un indicador de la
inclusión social por parte de los gobiernos de la primera mitad del siglo XX, para
presentarla, en cambio, como una herramienta tendiente a orientar ciertas conductas
sociales consideradas indeseadas y afianzar un modelo familiar determinado. Para ello,
consideramos interesante analizar cómo fue consolidándose este modelo de habitar
moderno en la provincia de Mendoza y cómo el mismo constituyó un prototipo que le
permitió al Estado impulsar la familia nuclear. En este sentido, este trabajo se inserta en
lo que Susana Torrado (2003, p. 17) define como la línea centrada en las relaciones entre
la familia y el Estado, al interesarse en evidenciar uno de los mecanismos que ha
empleado este último para influir sobre aquella.
Nuestro corpus de análisis estuvo constituido por artículos de diarios, censos,
discursos y labores de gobierno del período tratado. La metodología para acceder a estos
textos históricos fue de índole cualitativa y para ello resultaron fundamentales en la
interpretación el marco teórico brindado por la hermenéutica y la discursividad social.
En este sentido, seguimos a Bajtin (1999, p. 381) al señalar que la comprensión tiene
distintos actos, la percepción psicofisiológica del signo físico, su reconocimiento, la
comprensión de su significado en un contexto dado, la inclusión en el contexto dialógico
y el momento valorativo de comprensión. A su vez, como Verón, consideramos que,
mediante el conocimiento de los discursos, es factible interpretar diferentes
problemáticas sociales, como las que se relacionan con el habitar, ya que “el análisis de
los discursos consiste en la identificación, dentro de la superficie discursiva, de las
huellas que remiten a las condiciones de producción de los discursos” (Verón, 2004, p.
201).
Para una mejor comprensión del proceso de consolidación de este modelo impulsado
por el Estado, hemos dividido este trabajo en tres partes delimitadas por criterios
históricos, cuyo comienzo sucede a inicios del siglo XX, abarca un segundo momento en
la década de 1930 y finaliza con el impulso masivo de esta tipología de vivienda durante
el primer peronismo (1946-1955).
3
De esta particularidad se desprende que el IPV generara una interesante relación presupuestaria y técnica
con el Banco Hipotecario Nacional. Así pues, ambas entidades trabajaron mancomunadamente dentro de
las fronteras provinciales.
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La situación habitacional en los primeros años del siglo XX en Mendoza
Como ha indicado Torrado (2003, p. 25), para comprender los procesos ocurridos en el
siglo XX resulta necesario retrotraerse a fines del siglo XIX, momento en que comenzó la
organización de la Argentina moderna. Debido a ello es importante destacar que la
escasez de viviendas fue un problema crítico desde fines del siglo XIX y principios XX
en todo el país, el cual aumentó de forma trascendente en Mendoza con la llegada del
ferrocarril en 1885 y con el incremento de la inmigración. Durante los últimos años del
siglo XIX y las primeras décadas del XX, la construcción de viviendas y el crecimiento
poblacional no tuvieron el mismo dinamismo. El número de casas se incrementó en un
60% entre los años 1869-1895 y para 1895-1909 solo creció un 12%; por su parte, el
impacto inmigratorio hizo crecer la población en un 77% entre 1869-95 y en un 139%
entre 1895-1914 (Cerdá, 2011, p. 181). Esto condujo al hacinamiento de la población, sobre
todo en los departamentos de producción vitivinícola.
En esta provincia la relación era de 6,53 personas por vivienda en 1869, mientras que
en 1909 la cifra ascendió a 13 personas por unidad habitacional (Cerdá, 2011, p. 199). Este
número resulta considerable si tenemos en cuenta que, a nivel nacional, el censo de 1895
destacaba que en la Argentina el número de ocupantes por cada edificio era de 7,38
personas, es decir, un guarismo que, si bien era alto, no era tan alarmante como en
Mendoza. Esto era percibido como un elemento negativo, dado que no era “favorable a
la comodidad y el bienestar de la población, que podría cifrar su anhelo en tener una
casa para cada familia.”
4
Por otro lado, el Censo de 1909 registró que en Mendoza solo
un 50% de las casas eran ocupadas por sus dueños, un índice que llegó a ser del 32% en
1947 (Cerdá, 2007/2008, p. 57). Alquilar significaba una dificultad para los trabajadores,
puesto que las rentas eran muy costosas e insumían la mitad de un sueldo medio (Cerdá,
s/f, p. 21).
Además de la escasez ya planteada, un problema de la época también eran las
precarias condiciones de habitabilidad en las que se asilaba la mayoría de la población.
Sumadas a la poca cantidad de inmuebles y a los altos alquileres, las viviendas
disponibles dejaban mucho que desear en lo que respecta a condiciones constructivas y
comodidades. Mendoza se ubicaba por debajo del promedio nacional y detrás de las
provincias que componían la región pampeana en lo que se refiere a uso de tecnologías
y materiales considerados “modernos” en la construcción (Cerdá, 2011, p. 192). Las
viviendas de adobe, que representaban el 75% en 1869, se elevaron al 80% en 1895,
llegando a ser el 90% en 1909, porcentaje que se mantuvo constante hasta mediados del
siglo XX. Esta situación resulta más dramática si se considera la actividad sísmica en la
región. En contraste con estas condiciones de habitación, durante las primeras décadas
4
Segundo Censo de la República Argentina.Censos complementarios Tomo III y último. (1895). Buenos Aires: Taller
tipográfico de la penitenciaría, p. XXI. Disponible:
http://deie.mendoza.gov.ar/#!/censos-nacionales-de-poblacion/1895-segundo-censo-nacional-18
(consultado el 9 de agosto de 2018).
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del siglo XX, comenzaron a realizarse prototipos de construcciones antisísmicas en la
provincia, para lo que se propició el uso del hierro y el hormigón armado. Sin embargo,
el uso de estas tecnologías constructivas quedó restringido por cuestiones de costos a los
estratos sociales altos, mientras que los populares se albergaban en conventillos,
5
que
mayormente eran viviendas de adobe subdivididas, y en las casas de vecindad. Es
interesante destacar además que, para entonces, se observaba un creciente interés por
temas constructivos y estructurales en los diarios locales (Cremaschi, 2011).
Como se aprecia, en el problema de la habitación popular convergían dos factores: la
escasa cantidad y la mala calidad de la misma (Richard-Jorba, 2011, p. 50). Estas
condiciones propiciaron la persistencia de pautas de convivencia distintas del modelo
nuclear durante la primera mitad del siglo XX, en el cual más de una familia compartía
una misma propiedad cuando alquilaban habitaciones en conventillos o rentaban
mancomunadamente un inmueble. Esto estaba condicionado no solo por lo económico,
sino también por la procedencia rural de los inmigrantes internos que se establecían en
las ciudades. Para entonces, era una práctica habitual en muchas de las regiones de
origen de los migrantes que toda la familia empleara una sola habitación, costumbre que
perduró tanto en el conventillo como en la casa particular (Aboy, 2008, p. 357). En la
provincia de Mendoza, la persistencia de la práctica de compartir las unidades
habitacionales estaba vinculada con la escasez de vivienda, el encarecimiento de los
alquileres, la concentración de la población y otras características propias de la vida
urbana de la primera mitad del siglo XX (Cerdá, 2011, p. 200).
Como lo demuestran algunas imágenes de la época y las crónicas de la prensa, en los
suburbios de la ciudad, las condiciones de vida resultaban muy adversas (Figura 1), con
la existencia de un verdadero cinturón de pobreza urbana.
5
La palabra conventillo aparece, según Mario Sabugo, en España en 1620 y en Buenos Aires en la segunda
mitad del siglo XIX. Etimológicamente alude a reunión, ya que “conventum” en latín, se origina en el verbo
“convenio”, compuesto de “con” y “venire”, que significa acudir, reunirse, acordar (Sabugo en Ramos, 1999,
p. 23). En Argentina, esta tipología habitacional estaba integrada por habitaciones de alquiler en las que en
general proliferaba el hacinamiento y la falta de higiene. Los locatarios compartían baños, cocina y patios.
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Figura I. Conventillo mendocino
Fuente: Revista La Nueva Era, 1907.
Desde fines del siglo XIX, los higienistas se ocuparon del problema del hacinamiento,
estos actores oponían el orden social de las buenas condiciones habitacionales versus la
anarquía que reinaba en los conventillos (Cerdá, 2011, p. 184). La condena a la
cohabitación, también se percibía en la prensa local que reclamaba por una intervención
estatal en la materia: “Existen piezas en las que viven aglomerados hasta siete u ocho
personas. Esto aparte del peligro que encarna para la salud pública, está por completo
fuera de nuestras costumbres, y del todo disconforme por el progreso alcanzado”.
6
Es interesante detectar cómo también a nivel de los medios, las condiciones de
existencia y habitabilidad determinaban y eran las culpables de los problemas sociales,
por lo tanto, se resaltaba la relación entre las circunstancias de habitación y las buenas
costumbres. De ello dan cuenta distintos artículos en que se hacen afirmaciones como la
siguiente: “La promiscuidad corre pareja con la falta de metraje de aire en las
habitaciones y todo esto á menudo sin que ni siquiera la inspección municipal lo
aperciba”.
7
Como se observa, además de las condiciones de salubridad, estas deficiencias
habitacionales traían aparejadas consecuencias en el plano de la moral y las conductas.
En este sentido, Liernur considera que “el ideal de aislar a cada familia en su casa
propia”, que empezó a ser enfatizado y reclamado en esta etapa por distintos sectores
sociales, resultó también una alternativa para intentar controlar las formas de
6
Los Andes, 6 de enero de 1910, Las casas de inquilinato, s/p.
7
Los Andes, 13 de febrero de 1914, Conventillos sin inspección, s/p.
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sociabilidad que se sucedían en estos lugares que los convertían en “nidos de rebelión”
(Aboy, 2008, p. 357).
Debido a la inquietud despertada a nivel gubernamental por las huelgas y la
formación de nuevos movimientos políticos (anarquismo y socialismo), el Estado
comenzó a pensar en la vivienda como un dispositivo de integración social para arraigar
y homogeneizar a esa masa que constituía la población inmigrante establecida en las
ciudades (Ballent, 2001, p. 320). Además de ser centros difusores de ideas consideradas
peligrosas, la cohabitación propiciaba la solidaridad, que no se encontraba en la casa
individual, en la que la familia construía un lugar que la interiorizaba y, en cierto modo,
la aislaba. En el conventillo, el patio obligaba a la interacción entre varios núcleos
familiares entre quienes habría cotidianamente conflictos o cooperaciones, pero no
indiferencia (Richard-Jorba, 2012, p. 458). El patio era un importante espacio habitacional
en el que se desarrollaba gran parte de las actividades y en él los inquilinos compartían
la mayor parte del día. Eran espacios de sociabilidad altamente significativos debido a
que en ellos convivían personas de distintas nacionalidades o provenientes de distintos
lugares del interior, compartiendo comidas, fiestas y luchas reivindicatorias (Ramos,
1999, p. 4). La fotografía número dos (Figura II) nos muestra el patio de un conventillo
de los suburbios mendocinos en que existe un grupo de niños en primer plano y una
mujer. La edad cercana de los bebés, nos indica la convivencia de más de una familia en
la vivienda.
Figura II. Patio de conventillo mendocino
Fuente: Revista
La Nueva Era
, 1907.
Además de los conventillos, la situación económica adversa y la falta de unidades
llevaron a que muchas familias alquilaran dependencias de sus viviendas a amigos,
familias extensas o desconocidos para solventar sus gastos, como parte de la
supervivencia cotidiana. Esto permitía incrementar ingresos o afrontar alquileres de
casas amplias (Cerdá, 2011, pp. 210-212). Es posible apreciar clasificados en diarios de
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las primeras décadas del siglo XX que nos proporcionan la pauta de que el ofrecimiento
de habitaciones en casas particulares era bastante usual. Algunas de ellas también
brindaban un régimen de comidas. Muchas tenían salida a la calle, lo que les otorgaba
cierta independencia, aunque se compartían ambientes como los baños y las cocinas. Los
avisos frecuentemente delineaban el perfil del inquilino: mujeres, varones, parejas con o
sin hijos, nacionalidad, etcétera.
8
Esto también propició que pervivieran estructuras en las que varias familias o
integrantes de distintos grupos familiares habitaban bajo el mismo techo. Eran
alternativas a la familia nuclear constituida legalmente, que no era el único modelo, ni
el más extendido, como lo demuestra la gran cantidad de hijos ilegítimos y uniones de
hecho que predominaban en esos años. En 1869, el censo consignaba que en Argentina
había 211 hijos ilegítimos cada mil niños y Mendoza se encontraba entre las provincias
con una posición media.
9
Estos índices ubicaban a la Argentina entre los países con
mayor proporción de nacimientos ilegítimos en el mundo. A pesar de los números
elevados, este censo contempló los hijos ilegítimos y los amancebamientos como
comportamientos marginales a la normatividad instituida desde el punto de vista
jurídico y religioso (Cosse, 2004, pp. 20 y 4), lo que nos da la pauta de la visión que sobre
esta realidad tenía el Estado. La alta tasa de filiación ilegítima que perduraba a
comienzos del siglo XX demuestra la existencia de una diversidad de formas familiares.
Estas eran el concubinato, las mujeres mantenidas en la “casa chica” en una relación
estable con un hombre que tenía una familia legítima, las uniones libres luego de un
fracaso matrimonial y las relaciones inestables instaladas como producto de las
dinámicas sociales. Todas realidades que eran bastante distintas a la familia constituida
por un matrimonio y los hijos, un ideal homogéneo, que pareció ser favorecido por las
élites políticas e intelectuales (Cosse, 2004, pp. 4, 20, 33; 2007, s/p).
Sin embargo, a pesar del diagnóstico de los higienistas y los reclamos en la prensa,
recién en la etapa siguiente comenzaron a materializarse en la provincia ejemplos
habitacionales que respondían a lo que era todavía una simple solicitud de distintos
sectores para solucionar el problema del hacinamiento y la habitación popular. Todavía
el problema de la falta de vivienda era justificado por el crecimiento de la población y
no se proponían políticas directas de intervención. Se consideraba que se resolvería
mediante la activación económica y, por eso, el Estado solo impuso algunas regulaciones
que condenaban los modos de habitación que preponderaban, pero no hubo una política
social estatal y una de las pocas formas de distribución de la riqueza fue la solidaridad
social, influenciada por las ideas asistencialistas decimonónicas (Cerdá, 2011, pp. 60,
213).
8
Los Andes, 25 de septiembre de 1912, Avisos Clasificados, s/p.
9
Primer Censo de la República Argentina. (1869). Buenos Aires. p. XI. Disponible en
http://deie.mendoza.gov.ar/#!/censos-nacionales-de-poblacion/1869-primer-censo-de-la-nacion-argentina-
17 (consultado el 9 de agosto de 2018).
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Durante las primeras décadas del siglo XX, el interés estatal por la habitación popular
se potenció con la llegada del lencinismo
10
al poder, sin embargo, a pesar de que
existieron algunos proyectos de viviendas obreras, estos no llegaron a materializarse y
hubo que esperar hasta los años ´30 para que se concretaran las primeras experiencias
(Cremaschi, 2015).
Los años ‘30: consolidación del modelo habitacional unifamiliar y su difusión en la
prensa
Los modelos familiares diversos antes descritos que, como vimos, eran muy usuales en
las primeras décadas del siglo XX, comenzaron a contraponerse más fuertemente a uno
uniforme: el matrimonio legítimo e indisoluble, generado por el avance de la integración
cultural, propiciado por el Estado y los medios de comunicación (Cosse, 2007). La
difusión de este paradigma, que equiparaba la decencia al modelo nuclear, interpelaba
a distintos sectores. Se confiaba en el potencial de la familia para crear la integración
social mediante valores éticos y morales que aseguraran desarrollo, estabilidad y
cohesión a la nación (Cosse, 2004, p. 17). Como a nivel nacional, en la provincia en los
años ´30 se apostó al fortalecimiento de familia biparental y heterosexual, donde el
hombre era el proveedor de bienes (Cerdá, 2011, p. 214). Este modelo familiar fue
estimulado mediante la implementación de viviendas sociales estatales que, por su
materialidad, condicionaron la ocupación por parte de “cortas familias”.
Aunque, como se ha destacado a nivel nacional, durante esta etapa no existió una
política extendida de concreción de hábitat popular, ni una acción directa sistemática y
planificada (Pérez, 2012, p. 45), en Mendoza comenzaron a concretarse los primeros
programas de viviendas populares u obreras, cuyos destinatarios eran las familias
nucleares de los sectores de menores ingresos. Basándose en los diagnósticos
desalentadores sobre la habitación y como expresión material de la intención del Estado
de mejorar las condiciones de existencia y promover el modelo unifamiliar, se llevaron
a cabo las conocidas casas colectivas en la provincia de Mendoza. Eran monobloques de
departamentos de 2, 3 y 4 dormitorios, lo que condicionaba que fueran ocupados por
una sola familia (Figura III). Estos edificios albergarían a alrededor de tres mil personas
y estaban destinados a obreros y empleados modestos del Estado.
10
Fue una facción antipersonalista del radicalismo provincial que gobernó intercaladamente con
intervenciones federales desde 1918 hasta la década de 1930.
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Figura III Fotografía de la inauguración de las Casas Colectivas. 1936
Fuente: Archivo General de la Provincia de Mendoza.
Según los dichos de su principal impulsor, el gobernador Guillermo Cano, estas
viviendas resultaban “una verdadera escuela (…) en la cual las familias modestas
aprenderán a mejorar su standard de vida, en un ambiente cómodo y armónico, que el
Estado hará respetar y que les dará la preparación necesaria para adquirir y conservar
más tarde, la casa propia” (Cano en Raffa, 2004, s/p). Las unidades serían dadas en
alquiler por el Estado a particulares, por tanto, para el mandatario, eran una transición
de una situación habitacional indigna (conventillo, casa de pensión, casa compartida con
otras personas, etc.) a otra deseable, cuyo punto cúlmine era la adquisición de la
propiedad privada. Así es que la vivienda era una escuela que, por sus propias
características, materiales aseguraba el perfeccionamiento de las costumbres cotidianas.
El Estado brindaría tutela y asesoramiento hasta que las familias estuvieran capacitadas
para afrontar la responsabilidad que implicaba poseer un hogar propio.
Las casas colectivas eran vistas como un escalón en este camino en que los
beneficiarios debían “aprender” las normas de vivir “decentemente”. En Los Andes se
observa claramente esta idea de transición que posibilitaban las viviendas de propiedad
horizontal dadas en alquiler:
11
“La casa propia es el ideal de dicha. Mientras no se pueda
11
En 1948, se creó la ley de propiedad horizontal que estableció la posibilidad de que los departamentos
fueran considerados propiedades individuales y por ende fuera posible ponerlos a la venta, aunque
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realizar tal anhelo habrá de acudirse al albergue confortable y económico que
proporciona el Estado”.
12
Sin embargo, la construcción de estos bloques de departamento, que parecían un
inicio de solución del problema habitacional, fue considerado un agravante de la
situación por su pequeña escala, ya que “muchos ciudadanos que alquilaban casas más
o menos grandes en el centro de la ciudad, por «snobismo» han alquilado en las Casas
Colectivas, dejando vacías las que ocupaban en el centro de la ciudad, viéndose sus
dueños obligados a alquilarlas por habitación”.
13
Este comentario nos indica, además,
que la división de una propiedad para ser subalquilada seguía siendo una práctica
común en los años ´30 en Mendoza y que, por consiguiente, la implementación de estos
departamentos había ido en detrimento del fomento de este modelo familiar deseado.
14
Durante esta etapa, el gobierno de Mendoza planificó, además, un barrio de unidades
unifamiliares individuales,
15
que no fue concretado, pero cuya implementación generó
una fecunda discusión sobre si el ideal de vivienda estatal debía construirse mediante
casas individuales o en bloque.
16
Es interesante advertir que, cuando se trataba el problema de la habitación popular,
si en la etapa anterior el foco de atención estaba puesto en cuestiones de higiene y
salubridad, durante este período se reforzó la trascendencia simbólica que implicaban
las condiciones de habitación que impactaban en los comportamientos familiares. Los
diarios se hicieron eco de la idea de que “la inmoralidad, el alcoholismo, la degradación
y la prostitución eran males aportados por las malas viviendas, serían contenidos por el
bien estar que produce un hogar estable y feliz.”
17
Se consideraba que la habitación
saludable “afirma los vínculos de la familia y la relación social”.
18
Como se aprecia, el dispositivo habitacional era observado como una herramienta que
afectaba directamente la constitución y el comportamiento familiar. Así es que se
estuviesen en la misma superficie de terreno; además, estableció normas para las áreas comunes. Por ello,
antes de esta fecha las viviendas en bloque solo podían ser alquiladas.
12
Los Andes, 29 de mayo de 1940, En la sesión de anoche en el Concejo Deliberante fue fundada una iniciativa
sobre construcción de casa para obreros, p. 6.
13
Ibíd.
14
Entre las críticas que han quedado registradas en la prensa figuró el retraimiento de las familias obreras a
ocuparlas por los cambios que suponía adaptarse a este diferente modo de habitar (Los Andes, 29 de mayo
de 1940, p. 6). El mismo diario denunciaba que su implementación “Restó valores a la individualidad
familiar y obligó a vivir en una comunidad que sería posible en los grandes centros de población, pero que
no puede aceptarse en Mendoza [...] en nuestra Provincia, el clima, lo mismo que el ambiente y la disposición
de grandes extensiones de tierras, obligan a edificar casas individuales con suficiente espacio para mantener
una completa división de los grupos familiares que las habitan”. Los Andes, 27 de abril de 1946, El verdadero
concepto sobre la vivienda obrera, p. 4.
15
La planta de los proyectos que se difundieron en la prensa tiene una tipología cercana a la vivienda rural.
Se observa una galería descubierta que da paso a las habitaciones, la retracción hacia el jardín interior y la
huerta, y la consiguiente escasa relación con el entorno urbano, finalmente, estaban equipadas con una
“cocina económica” equipada a leña que brindaba calefacción y agua caliente al hogar (Cremaschi, 2016).
16
Para profundizar en esta discusión puede consultarse Cremaschi, 2015.
17
Los Andes, 27 de febrero de 1936, Construcción de casas colectivas, p. 16.
18
Los Andes, 18 de enero de 1942, Proyéctase la creación de ciudades –parque y barrios– jardines en varios
departamentos y zona de influencia de esta ciudad, p. 7.
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consideraba que con la creación de una habitación digna: “se reforzarán los lazos
familiares, se fortalecerá el amor por el hogar, enlazando más fuertemente al ciudadano
con el suelo patrio”.
19
Así es que la casa no era importante solo por su salubridad, sino
que, para el ciudadano, había cobrado trascendencia como el “centro amable de su
afecto.”
20
Esta nueva función del hogar colaboraba a crear una raza “moral y físicamente
fuerte.”
21
La casa estimulaba estas prácticas positivas asociadas a la “familia legítima”,
ya que se consideraba que tendía a “una afirmación del núcleo y traduce el sentimiento
de responsabilidad a que es conducido el hombre través de sus obligaciones y deberes.”
22
Como vemos, no solo colaboraban en mejorar las condiciones objetivas de vida, sino que
contribuían a la armonía, la unidad familiar y el patriotismo. Tenían injerencia en
aspectos simbólicos y, no exclusivamente en la salubridad, por tanto, colaboraban y eran
expresión del anhelo de formar familias moralmente bien constituidas.
Figura IV. La propaganda política de la época y las comparaciones entre dos formas
distintas de habitar
19
Los Andes, 5 de julio de 1942, Ayúdenos a transformar el rancho, p. 12.
20
Ibíd.
21
Ibíd.
22
Los Andes, 18 de enero de 1942, Proyéctase la creación de ciudades –parque y barrios– jardines en varios
departamentos y zona de influencia de esta ciudad, p. 7.
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Fuente:
Los Andes
, 5 de julio de 1942, p. 12.
Como observamos, el modelo de vivienda unifamiliar estaba legitimado ampliamente
por la prensa y la opinión pública, por lo tanto, difundido como el ideal al que debían
aspirar las familias (Figura IV).
A pesar del empleo de la vivienda como herramienta que condicionaba las prácticas
familiares, del esfuerzo oficial por orientar los modelos no deseables y de la gran
difusión de representaciones positivas en la prensa, los cambios no tuvieron gran
impacto. Así, observamos que, en Mendoza, hacia el final del período (1943), el Censo
Escolar de la Nación revelaba que en Argentina esta provincia era la que tenía mayor
porcentaje de familias compartiendo un hogar (51%). De este índice, el 69,5% estaba
constituido por grupos de entre 4 y 6 familias asiladas en una misma casa y el 23,9%
representaba el hacinamiento de entre 7 y 10 familias por unidad (Cerdá, 2011, p. 200).
En la capital de la provincia existían 6.002 familias que vivían en una sola habitación,
mientras que en 3.232 casos 2 o 3 familias compartían una casa.
23
El 66% de estas familias
vivía en zonas urbanas, el 6% en zonas semiurbanas y el 27,6% en zonas rurales.
24
Además del hacinamiento colectivo, este Censo evidenció que, sumada a la costumbre
de compartir una unidad por distintos grupos familiares, persistía la cohabitación
individual. Así es que, en Mendoza, en el 80% de las familias, 4 o 5 individuos
compartían una misma habitación.
25
En definitiva, estos paradigmas que el Estado
intentaba aplicar no tuvieron un efecto visible en la realidad social. Frente a este diag-
nóstico desalentador, el peronismo redobló los esfuerzos en la concreción material y en
la difusión por medio de la propaganda del modelo de habitar considerado adecuado.
El primer peronismo y el empleo masivo de la vivienda como herramienta de
trasformación social
La situación de hacinamiento individual y colectivo antes descrito persistió hasta bien
entrado el período peronista. En 1949 se daba a conocer un estudio realizado por el
Instituto de Investigaciones Económicas y Tecnológicas de la provincia de Mendoza que
estudiaba familias pertenecientes a distintos sindicatos y cuyos números demostraban
que, de las 206 familias relevadas, 45 vivían en una sola pieza, 107 en 2 habitaciones, 45
en 3 y solamente 9 familias ocupaban casas que contaban con 4 cuartos.
26
Como en los
períodos anteriormente analizados, para la opinión pública, esta situación propiciaba
enfermedades y hasta “prácticas no compatibles con la moral”.
27
Esto seguía
considerándose como un peligro, no solamente desde la visión de la salubridad pública
23
Los Andes, 5 de octubre de 1945, 6.000 familias ocupan viviendas de una sola habitación en la ciudad de
Mendoza, p. 5.
24
Ibíd.
25
La Libertad, 10 de mayo de 1944, La vivienda popular en Maipú y Godoy Cruz, s/p.
26
Los Andes, 15 de septiembre de 1949, Un grave aspecto del problema de la vivienda, p. 4.
27
Ibíd.
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Anuario de la Escuela de Historia Virtual – Año 9 – N° 14 – 2018: pp. 53-80. ISSN 1853-7049
y de las condiciones de higiene, sino también porque: “Los movimientos sindicales de
tinte exasperado y las propias doctrinas extremistas, cuentan allí con amplio campo para
su aclimatación.”
28
Como se observa, y en continuidad con las ideas de etapas anteriores,
se consideraba que estas formas de habitar propiciaban la dispersión de ideologías que
debían ser combatidas.
En cuanto a los conventillos, las críticas perduraron y en 1943 el diario La Libertad
consignaba que existían cerca de 107 activos en la ciudad de Mendoza. Estos subsistían
a pesar de que ya no era tan conveniente económicamente para los propietarios debido
a que la ley de alquileres dispuso que este tipo de habitación bajara un 50% de su valor.
29
Sin embargo, y a causa del poco control y la escasez de unidades, esta ley no era
cumplida por los propietarios, que seguían exigiendo condiciones insólitas como el
adelanto de hasta dos años de alquiler.
30
Siguiendo las tendencias anteriores, para la
opinión pública, la vida en estos tipos habitacionales generaba malos hábitos y se los
relacionaba con las conductas sociales reprobables: “El núcleo familiar, que es básico en
nuestras sociedades, no puede elevar su moral en el ambiente de los conventillos, en la
promiscuidad peligrosa o en la sordidez de las habitaciones malsanas. Todos estos
factores convergen en una incidencia negativa, creando pesimismo y desaliento,
fomentando hábitos antisociales.”
31
Estos artículos y guarismos nos indican tanto la
pervivencia de conventillos y la tendencia a compartir las viviendas, como la falta de
interés por parte de los propietarios en reconvertir esas propiedades en unidades más
adecuadas.
Con la llegada del peronismo al poder, el problema de la vivienda, que como vimos
anteriormente había sido incipientemente abordado por los gobiernos de otros períodos,
comenzó a ser tratado más sistemáticamente. Decantaron en estos años las discusiones
que se habían dado en etapas anteriores sobre la problemática de la vivienda,
generándose un incremento significativo en el número de unidades concretadas. Esto
fue posible debido a que se constituyeron los mecanismos burocráticos e institucionales
para que su abordaje fuera masivo y se extendiera a todo el país. Así, en 1944, se disolvió
la Comisión Nacional de Casas Baratas, sustituyéndose por la Dirección de Vivienda y,
luego, por la Administración Nacional de la Vivienda (1945), organismos que recibieron
mayor financiamiento sobre todo por parte del Banco Hipotecario Nacional (Gargantini,
2013, p. 7). Estas transformaciones se intensificaron en 1946, año en que se
reestructuraron las funciones del Banco Central, del Banco de la Nación Argentina, del
Banco Hipotecario Nacional y del Banco Industrial. Fue con la flexibilización de los
créditos de estas entidades que se percibió una intensa actividad constructiva en el
interior del país (Lecuona, 2001, p. 50).
28
La Libertad, 10 de mayo de 1944, La vivienda popular en Maipú y Godoy Cruz, s/p.
29
La Libertad, 24 de noviembre de 1943, La vivienda del pobre, s/p.
30
La Palabra, 4 de septiembre de 1953, Se especula descaradamente con la locación de viviendas, s/p.
31
Los Andes, 18 de septiembre de 1947, La vivienda popular, p. 5.
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La preocupación por la situación habitacional de los sectores más desprotegidos y
económicamente insolventes tenía su paralelismo en una política estatal en que la familia
tenía un lugar destacado. La importancia que le otorgó el peronismo al tema familiar se
percibe en que la familia fue tomada como unidad de análisis en el censo de 1947. En los
censos anteriores (1869, 1895 y 1914) no se había investigado el número de familias que
integraban la población, sino que se había seguido un concepto de carácter
individualista, que solamente entendía a la Nación como la suma de personas. La
información familiar se consideró trascendente, puesto que permitía “la interpretación
de muchos fenómenos sociales relacionados con la natalidad, la salubridad e higiene, las
condiciones de vida, económicas y culturales, etc.”
32
A los efectos censales se contabilizó
como integrantes de la misma familia a todas las personas unidas por el vínculo del
parentesco y la dependencia económica o familiar con el jefe de la familia, que habitaran
en la misma casa e, incluso, al personal de servicio, pensionistas o huéspedes, si los
hubiere. Los hijos casados, su cónyuge y sus hijos, eran una familia censal distinta,
aunque vivieran en una misma casa.
33
Sin embargo, como ha destacado Cosse, este
interés por las familias se redujo a aquellas instituidas jurídicamente (2004, p. 7) y las
naturales no fueron investigadas. Este criterio excluyente, en un censo considerado de
gran calidad técnica, indica la decisión de leer los comportamientos reproductivos de la
población según la idea de familia legítimamente instituida y socialmente aceptada por
parte de los sectores medios y altos (Cosse, 2004, p. 8). Es necesario no olvidar que, si
bien en la época las situaciones de convivencia fuera de la ley eran sinónimo de falta de
progreso, las mismas no eran la excepción, sino la regla. Oficialmente, el concubinato era
juzgado de forma negativa, así se aprecia en los comentarios al Censo de 1947 en que se
enunciaba: “Son estas uniones, por lo general, una consecuencia de la miseria y la
ignorancia y, sólo por excepción, de la mala fe o la inadaptación social. De aquí que ellas
son proporcionalmente más numerosas en las zonas más atrasadas y pobres”.
34
Esto es
interesante, puesto que, como veremos más adelante, la propuesta de vivienda popular
apuntaba a afianzar este modelo, invisibilizando otros posibles, que, como se ha
consignado, eran muy corrientes por estos años. A pesar de que durante el lapso de 1940-
1960, en la región pampeana se percibió una leve tendencia descendente de la
ilegitimidad, no hubo un cambio sustancial respecto del pasado. Por otro lado, en los
sectores más pobres de Argentina estas tasas continuaron siendo muy altas. Lo mismo
32
IV. Censo General de la Nación. Población. (1947). Buenos Aires: Dirección Nacional de Estadísticas y Censos,
p. LXXVII.
Disponible en: http://deie.mendoza.gov.ar/#!/censos-nacionales-de-poblacion/1947-cuarto-censo-general-
de-la-nacion-42 (Consultado el 9 de agosto de 2018).
33
Ibíd.
34
IV. Censo General de la Nación. Población. (1947). Buenos Aires: Dirección Nacional de Estadísticas y Censos,
p. LXXIV.
Disponible en: http://deie.mendoza.gov.ar/#!/censos-nacionales-de-poblacion/1947-cuarto-censo-general-
de-la-nacion-42 (Consultado el 9 de agosto de 2018).
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se observa en Cuyo, zona en la que los procesos de control de la natalidad y descenso de
la ilegitimidad se produjeron más tardía y lentamente (Torrado, 2003, pp. 267, 336, 355).
Una de las formas de estimular las buenas prácticas familiares se dio a partir de la
entrega de beneficios a ciertos modelos familiares. Las políticas redistributivas del
peronismo afectaron directamente a la familia, así percibimos el incremento del salario
familiar, la disminución de impuestos a las familias numerosas, el fomento de subsidios
de préstamos por matrimonio y nacimiento, la prioridad de empleo y acceso a la
vivienda a padres de familia (Bianchi, 1999, p. 120).
35
En esa dirección, el peronismo
ofreció a los “desheredados” el horizonte de felicidad de la vida doméstica, hogareña,
decente y respetable, sabiendo que muchas veces se ubicaban por fuera del orden
familiar instituido (Cosse, 2006, p. 60). Se alcanzaba, de este modo, el estatus de “familia
normal” y se modificaba la posición social y simbólica.
La relación entre familia y vivienda no pasó desapercibida entre la dirigencia
peronista que interpretó esta simbiosis como natural e indiscutible. Esto se observa en el
discurso de creación de la ya mencionada Administración Nacional de Vivienda en el
que Perón afirmaba:
... sostenemos que no es posible concebir la idea de familia sin que indisolublemente,
como la sombra al cuerpo, esté adherida a ella el espacio vital, el techo, elemento
material que cobija y aglutina y a cuyo amparo se expande y florece la vida. De ahí
nuestro ideal: “Una vivienda para cada familia, cada familia en su vivienda”, y cuya
cristalización, tras la cruzada que hemos de emprender al instante, traerá
irremisiblemente aparejada una firme y segura armonización social.
36
El presidente dejaba clara la intención de dotar a cada familia de una vivienda, pero
además enfatizaba que los grupos familiares debían ocupar y permanecer en ellas, es
decir, debían dedicarse a la vida doméstica y a los asuntos privados. Esta intervención
activa en el área habitacional se produjo porque el peronismo propuso un modelo de
Estado interventor que regulaba las actividades de la esfera pública y privada.
Sintomático de ello es que en 1947 el presidente Perón incluyera la vivienda como un
ítem del derecho al bienestar en el artículo VI de los Derechos del trabajador, dado que
el mismo era la “expresión mínima de la que todos los trabajadores debían disponer.”
37
.
Luego, estos fueron formalmente incluidos en la reforma de la constitución en 1949, lo
que fue expuesto como una reivindicación social (Barrios y Fernández, s/f., p. 7). El
Estado se transformaba así en el garante por ley de que los trabajadores accedieran a ese
35
Tanto para la iglesia como para el gobierno la regulación de la familia era un mecanismo de control social.
De allí que la peronización de la familia fuera una amenaza para la iglesia, ya que la esfera privada era su
jurisdicción. Los conflictos surgieron cuando el Estado comenzó a intentar tener el control de ciertas áreas
como la asistencia social, la educación y la familia, antes jurisdicción de la iglesia (Bianchi, 1999, pp. 117,
127).
36
Perón, J. D. (1945). Discurso con motivo de la Administración Nacional de Vivienda.
Recuperado de: http://constitucionweb.blogspot.com.ar/2010/04/discurso-de-peron-con-motivo-de-la.html.
(Consultado el 9 de agosto de 2018).
37
Los Andes, 13 de septiembre de 1948, Derecho al bienestar, p. 7.
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derecho. Esto le otorgaba a su vez la potestad para decidir sobre las políticas
habitacionales y también sobre las tipologías a implementar, es decir, que en él recaía la
responsabilidad de diseñar esta herramienta que incidía sobre las relaciones familiares
(“sombra y cuerpo”, en palabras de Perón) y materializaba las expectativas y deseos de
la clase política en torno a ellas. Por eso, la resolución de las malas condiciones
habitacionales implicaba solucionar aspectos tangibles, pero también intangibles que se
ligaban al imaginario de la familia, la justicia social y el patriotismo. En este contexto la
vivienda también era una herramienta de inclusión social que permitía la redistribución
de los ingresos propugnada por el peronismo y la concreción de una sociedad más
igualitaria. La vivienda era ponderada como “el trono magnífico de la dignificación so-
cial”.
38
Mendoza no permaneció ajena a este proceso, lo que llevó a la creación del Instituto
Provincial de la Vivienda en 1947. Subyacía a su creación el convencimiento respecto a
que una de las acciones imperativas para la transformación social era la implementación
de programas de viviendas. En palabras del Ministro de Economía, Obras públicas y
Riego del primer gobierno peronista de la provincia y uno de los impulsores de la
creación del IPV, se observa la acción transformadora de las viviendas: “Si queremos por
ende salvar a la humanidad, dignificar al hombre y resguardar la familia, tenemos
forzosamente que extirpar el rancho, el tugurio, el conventillo”. (Segura, 1948, p. 145).
Los criterios de adjudicación de la vivienda popular construida por el IPV no han
quedado explicitados en los acervos consultados. Sin embargo, existen algunas pistas
que indican que uno de los factores de mayor peso fue el económico. Este es el caso del
barrio 4 de junio cuya licitación en 1946 fue un fracaso, pues, solo se habían adjudicado
10 viviendas. Debido a ello, la convocatoria se amplió de los obreros a los empleados del
Estado. No obstante, se impuso un condicionante económico: los ingresos de los
adjudicatarios no debían exceder los 350 pesos, calificando también pensionados o
jubilados con familia a cargo.
39
A su vez, se dispuso otorgar prioridad a las familias con
mejores antecedentes, a las que poseyeran peores alojamientos y a las que estuvieran
constituidas por integrantes argentinos. Otro indicio que se percibe en los documentos
del IPV, es que durante el mandato de Brisoli el papel de los gremios se hizo más visible
en la gestión de la vivienda, y, en muchos casos, estos propusieron a las familias
adjudicatarias. También en este período el IPV, seleccionaba y patrocinaba las familias
para que tramitaran los créditos hipotecarios para subvencionar las viviendas. Sin
embargo, los criterios con que las familias eran seleccionadas no han quedado
registrados en los documentos del archivo del IPV.
La casa adecuada, más allá de solucionar temas de higiene, representaba una forma
de “existencia socialmente digna”. Así es que, en palabras del gobernador Picallo (1946-
1949), se pretendía para el obrero una “vivienda segura que les proteja contra los factores
38
La Libertad, 9 de diciembre de 1943. Infríngese el decreto de rebaja de alquileres, s/p.
39
La Libertad, 7 de octubre de 1946, Las casas individuales, p. 5.
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naturales, higiénica para que preserve su salud y confortable para que estimule y
fortalezca su formación espiritual (…) la buena vivienda es el elemento fundamental no
solo para preservar la higiene de su cuerpo sino también para reconfortar su espíritu.”
(Provincia de Mendoza, 1947, tomo 8, p. 66).
Si bien los conceptos de protección e higiene eran empleados en discursos anteriores
como inherentes a la casa, encontramos, durante el peronismo, el novedoso empleo de
la noción de confort ligado a la vivienda popular. El confort se sumaba como un “plus”,
no estrictamente relacionado con las necesidades biológicas, sino con lo espiritual. En
definitiva, en este aditivo, en la superación de las expectativas inmediatas de lo que se
entendía como vivienda popular, también residía la compensación que exigía la justicia
social. La vivienda era considerada no simplemente un cobijo, sino un “estímulo moral”
debido a que era un “elemento capaz de satisfacer las necesidades del confort
moderno”.
40
La tipología de vivienda construida masivamente que analizaremos más adelante,
estaba sustentada, a su vez, por una serie de representaciones en las que se vislumbran
las intenciones subyacentes en su implementación. Así, observamos que se destacaba su
papel decisivo en el condicionamiento de las relaciones familiares, ya que su
construcción contribuía “a la cohesión familiar, por la mayor atracción que brinda la
convivencia hogareña”.
41
La influencia en la conformación de la familia no pasó desapercibida por el
gobernador Picallo, impulsor del ya citado IPV. Este mandatario señalaba su “decidido
propósito de dotar a la población de viviendas confortables y sanas, dada la gravitación
decisiva que la misma tiene, no sólo en las costumbres y en la salud, sino en el
robustecimiento de la vinculación familiar, base de toda sociedad bien organizada”
(Picallo, 1947, p. 80). Dejaba claro, de esta manera, que la vivienda resultaba ser una
herramienta útil para fortalecer los lazos familiares, pero no cualquiera de ellos, sino que
se aludía específicamente al deseado modelo nuclear, que era para el cual estaban
diseñados los modelos de vivienda. Implícitamente, siempre que se hablaba de familia,
se aludía a la “decentemente constituida” y no a aquellos otros modos parentales que,
como vimos, continuaban siendo muy corrientes.
Otros sectores, además de los gubernamentales apoyaban este modelo y observaban
a la vivienda social como una herramienta normalizadora que fomentaba la estructura
de familia deseada. En este sentido, resultan interesantes los comentarios de un
bodeguero, que, por dotar de vivienda saludable a los contratistas de viña, era tomado
como ejemplo por la prensa mendocina. El señor Calise notaba los beneficios económicos
que propiciaba el facilitar a los obreros unidades acordes a la vida familiar nuclear, y
destacaba así que “los trabajadores que tienen casas cómodas y limpias, en sus trabajos
producen más: salen menos de ellas y cultivan más el afecto familiar y reuniones
40
Los Andes, 22 de diciembre de 1946, La vivienda popular a través del discurso presidencial, p. 10.
41
Los Andes, 23 de septiembre de 1946, Estímulo a la construcción de viviendas, p. 6.
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moralmente sanas dentro de ellas con parientes y amigos”.
42
Si bien este caso
corresponde a la iniciativa privada, resulta interesante porque era tomado como una
acción digna de ser difundida y repetida por otros particulares. Se aprecia claramente la
consideración de la vivienda adecuada como una herramienta que colaboraba para que
las actividades de los trabajadores se resolvieran en la compañía de su entorno más
cercano, lo que posibilitaba la disciplina y la productividad.
La prensa emitía opiniones en igual sentido. El periódico La Libertad consignaba la
misión superadora del cobijo material de la morada en ocasión de inaugurarse un barrio:
“estas casas tienen un significado más profundo que el de la simple construcción de
ladrillos que aquí vemos ellas están destinadas a albergar familias y a modificar en los
pequeños niños que las habiten, la idea que desde su infancia deben formarse de lo que
es vivir en un hogar bello”.
43
Se observa aquí que la vivienda era una herramienta que
“modificaba” a aquellos que la habitaban, sobre todo a los niños. Un elemento material
que impactaba en la educación y que, por su conformación, colaboraba a enseñar a vivir
decentemente.
En cuanto a lo tipológico, la vivienda impulsada por los gobiernos peronistas estaba
basada en modelos de la etapa anterior. Es decir que no rompió con el feliz estereotipo
burgués de la casa confortable y tecnificada que ostentaba la clase media, sino que puso
al alcance de los sectores populares en lo material y simbólico una imitación
resignificada de estos modelos que ahora estaban al alcance de los estratos trabajadores
(Barrios y Fernández, s/f, p. 9). Aquel prototipo que se venía construyendo en las etapas
anteriores y que era en pequeña escala una escuela para “el buen vivir” de las clases
populares, con los gobiernos de esta etapa fue multiplicado hasta la escala masiva.
El tipo más frecuente correspondía al de plantas compactas (tipo cajón), con equipa-
miento mínimo para garantizar el bienestar y confort de los ocupantes, placares
embutidos, calefón y cocina, baño completo, entre otros (Figura V). Muchas viviendas se
caracterizaban por su amplitud o por la posibilidad de ser ampliadas por los futuros
propietarios. La totalidad de las viviendas diseñadas estaban pensadas para familias
nucleares y con un número reducido de integrantes, es decir, que en su diseño las
entidades estatales reparaban más en lo “deseable” que en las realidades familiares
concretas que se evidencian en los censos y en las noticias de los diarios anteriormente
analizados. En muchos casos, el dormitorio principal del matrimonio estaba
diferenciado del resto por su tamaño y por estar equipado con placares embutidos. Esto
les otorgaba jerarquía y los diferenciaba de los otros ambientes.
42
La Palabra, 14 de agosto de 1946, Una encuesta sobre la vivienda rural realizó el centro vitivinícola
Argentino, s/p.
43
La Libertad, 5 de junio de 1945, Quedó inaugurado el barrio “4 de Junio”, s/p.
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Figura V. Vivienda del Barrio Villa Evita
Fuente: Oficina de Prensa e Informaciones del Poder Ejecutivo, 1951, p. 19.
Las viviendas proyectadas por el gobierno provincial de Evans, el último gobernador
mendocino de la etapa peronista, estaban pensadas para lo que el poder ejecutivo
consideraba una “familia tipo” constituida por un matrimonio y dos hijos.
44
Lo que
resulta realmente sorprendente si se recuerdan los números ya tratados anteriormente
sobre el hacinamiento individual y las cifras que dan cuenta de que la familia más usual
estaba constituida de una forma bastante diferente. Es decir que este concepto de familia
tipo, estaba más anclado en la visión deseada sobre el modelo familiar que sobre los
números y la realidad tangible provincial que arrojaban las estadísticas y censos.
Los tipos implementados en esta etapa estaban en concordancia con las ideas
nacionalistas y católicas que observaban en esta tipología de casa el hogar de la familia
cristianamente constituida y nucleada en torno al matrimonio (Barrios y Fernández, s/f,
p. 10). Si bien esta tipología no restringía el número de hijos (Aboy, 2005, pp. 61 y 168)
siempre se trataba del modelo nuclear y no se tenían en cuenta familiares de otro grado
o allegados. El mismo sentido podemos percibir en Mendoza. En el proyecto de creación
del IPV, el artículo séptimo proponía que al nacimiento de un hijo “La ley premiará a la
familia eximiéndola del pago de la mensualidad correspondiente por amortización o
arrendamiento” (Provincia de Mendoza, 1947, tomo 1, p. 162). Ello, indirectamente,
fomentaba el aumento numérico de la familia y propiciaba el carácter tradicional de la
misma, en la que la mujer permanecía en la casa a cargo de una abundante prole.
Además, si la familia se agrandaba, el tamaño de los lotes permitía ampliaciones
44
La Palabra, 16 de octubre de 1954, El gobierno del Dr. Evans en la solución del impostergable problema de
la casa-habitación, s/p.
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posteriores, que, en muchos casos, como se aprecia en distintos planos del IPV, se
encontraban ya planificadas en los proyectos antes de que comenzaran las obras.
En línea con estas ideas, Segura, que como hemos visto fue impulsor del IPV y,
además, coautor junto al gobernador Picallo de la ley 1.658 que creaba la legislación en
torno a esta entidad, señalaba que la vivienda a implementarse por parte del Instituto
debía tener cuatro ambientes y dependencias, de esta manera no solo servirían para
albergar a familias numerosas, sino que permitirían fomentar la procreación.
45
Este
interés por promover las familias numerosas, también se percibe en otros actores, que
consideraban que la vivienda podría tener incidencia en las tasas de natalidad y que
dotar de una casa adecuada contribuiría al aumento de la población: “El problema de la
vivienda es [a] la demografía, lo que la demografía es a la industria. De ahí la urgente
necesidad de que el cuestionario de la habitabilidad sea resuelto, si queremos que el de
la demografía encuentre carriles de solución”.
46
La concreción de viviendas adecuadas
daría por resultado un incremento de la mano de obra industrial, en un momento de
fuerte crecimiento de este sector.
En el mismo sentido, el ya citado bodeguero Calise, afirmaba que la construcción de
unidades adecuadas incidía en la generación de nuevos núcleos: “una familia que sale a
vivir de una tapera para ocupar una casa buena, de inmediato el elemento joven que
vive en ella acelera los noviazgos y casamientos”.
47
En la difusión del modelo habitacional ideal, el ícono de la familia nuclear fue
empleado en numerosas propagandas de la etapa, tanto las provenientes de la esfera
oficial como de las de empresas constructoras privadas que ofrecían sus servicios. Se
trataba de un estereotipo nuclear, con sus integrantes siempre bien vestidos, frente a la
naif casita de tejas que representaba el ascenso social y la posibilidad de ser felices
(Cremaschi, 2013). Marcaba el anhelo al que ahora podían aspirar los trabajadores, que
consistía no solo en poseer una vivienda adecuada, sino también una familia socialmente
aceptada, normalmente constituida (Figura VI).
45
La Palabra, 15 de enero de 1948, Interesantes declaraciones del ministro de Economía y O. Públicas Sr.
Segura, s/p.
46
La Palabra, 6 de mayo de 1948, El problema de la Vivienda, s/p.
47
La Palabra, 14 de agosto de 1946, Una encuesta sobre la vivienda rural realizó el centro vitivinícola
Argentino, s/p. Estas preocupaciones pueden haber estado enmarcadas en la baja de la natalidad que se
observó a inicios de la década de 1930, ya que descendió un 30%, valor que indica un control voluntario con
métodos anticonceptivos por parte de la población (Torrado, 2003, p. 87). Sin embargo, entre 1945 y 55, hubo
una inversión en la tendencia de la natalidad que luego recobró su moderada propensión descendente.
(Ibíd., 2003, p. 88).
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Figura VI. Propaganda del programa de viviendas difundido en la prensa local
Fuente:
La Libertad
, 16 de abril de 1953, p. 8.
Por otro lado, y en consonancia con la propaganda, es interesante que en el año 1950
se dio impulso a la vivienda como Bien de Familia, que refería a que la función social
estaba dirigida preferentemente a la vivienda de familia constituida. Así es que “La
vivienda en su condición de propiedad individual tiene una función social que cumplir
y por lo tanto ha de ser considerada un bien de familia”.
48
El mandato era categórico y
en el mismo anuncio exhortaba: “Por su propia felicidad, colabore en su realización”.
49
Conclusiones
A lo largo de este trabajo hemos podido constatar la consolidación de un tipo de vivienda
estatal destinada a albergar familias nucleares. Observamos así la preocupación de la
prensa y las cifras alarmantes arrojadas por los censos nacionales, que sirvieron de
diagnóstico de la situación de convivencia y cohabitación. Esta visión negativa de la
realidad habitacional condujo a las experiencias incipientes en los años ´30 apoyadas en
las representaciones positivas del modelo nuclear legitimado. Posteriormente,
apreciamos la construcción masiva por parte del peronismo y la consiguiente difusión
de un modelo de vivienda que propiciaba la convivencia de los familiares directos y
reorientaba organizaciones familiares alternativas.
48
La Libertad, (16 de abril de 1953) Como el hornero: cada argentino en su casa, p. 8.
49
Ibíd.
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Durante los años peronistas, hemos observado que la vivienda cómoda y confortable
era promocionada como un avance en materia de justicia social y como parte de la
redistribución de los ingresos que había propiciado el momento político. Sin embargo,
en este trabajo consideramos que las acciones en materia habitacional también pueden
interpretarse a partir de su intención tendiente a controlar las prácticas familiares no
deseadas que como analizamos abundaban en esta época y eran observadas
negativamente por los actores gubernamentales y la opinión pública. La
democratización del acceso a la vivienda también implicó la difusión de una
“democratización de un modelo de habitar y por tanto uno familiar de clase media”
(Pérez, 2012, p. 69), que era señalado por el Estado como la forma “correcta” y “decente”
de vivir, lo que implicaba la condena de los otros modos de organización familiar.
Es decir, entendemos que la vivienda puede haber sido empleada como un medio o
herramienta que ayudara a normalizar aquellas situaciones de convivencia no deseadas
o no legitimadas y así reorientar estos comportamientos considerados negativos, que
eran comunes en los estratos de menores ingresos. Estos indicios demuestran la
intención del Estado de regular estas prácticas no deseadas como un intento de
disciplinamiento y homogeneización (Ballent y Liernur, 2014, p. 189).
El beneficio de la comodidad y el confort que eran difundidos en discursos
anteriormente analizados, también implicaba implícitamente herramientas que tendían
a instaurar la paz. Una vivienda cómoda que invitara a permanecer en ella ayudaría a
cumplir aquel precepto indicado por Perón que tendía a perpetuar la tranquilidad social
mediante la recomendación al asalariado que debía conducirse “del trabajo a casa y de
casa al trabajo”.
50
En esta frase, Mariano Plotkin (2007, p. 52) observa “una clara
ilustración del papel pasivo que él atribuía a las masas trabajadoras”. Esta interpretación
está en línea con la que proponen otros autores respecto a que la preocupación del
peronismo por la paz social, el crear un orden que fuera capaz de armonizar las
exigencias legítimas de los sectores sociales, también conllevaba la idea de neutralizar
los efectos desestabilizadores de las luchas de clases (Torre, 2002, p. 58).
Por lo expuesto, consideramos que es posible comprender a la vivienda como un
dispositivo de seguridad en sentido foucaultiano,
51
que el Estado empleó como
herramienta para reorientar y controlar costumbres familiares no deseadas. La
materialidad de las viviendas impulsadas por el Estado condicionaba las formas de
habitar y, por consiguiente, la estructura de las familias que compartían el techo. Esta
50
Perón, J. D. (1945). Discurso de Juan Domingo Perón en septiembre de 1945. Buenos Aires. Recuperado de
http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/27174. (Consultado el 9 de agosto de 2018).
51
Entendemos que un dispositivo de seguridad no se caracteriza por tener un código como el jurídico y
tampoco por ser un mecanismo disciplinario, sino que es el conjunto de los fenómenos que indican las
medidas óptimas y delimitan lo aceptable (Foucault, 2006, pp. 20-21). Este mecanismo deja hacer, sin
prohibir ni prescribir, y aunque eventualmente emplee algunos instrumentos vinculados con la interdicción
y la prescripción, tiene la función esencial de responder a una realidad de tal manera que la respuesta la
anule, la limite, la frene o la regule (Ibíd., p. 69).
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materialidad, a su vez, se encontraba ampliamente respaldada por una serie de ideas
vertidas en discursos, propagandas y artículos periodísticos.
Sin embargo, a pesar de la enorme difusión de este modelo habitacional por medio
de su construcción y de la propaganda, observamos que persistió una coexistencia de
distintas pautas de comportamiento familiar hasta finales de los años sesenta (Pérez,
2012, p. 25). La heterogeneidad de las prácticas y formas de organización se mantuvo
paralela al proceso de consolidación del modelo nuclear como pauta homogeneizadora
de la organización doméstica (Aboy, 2008, p. 358). Así, por ejemplo, en Mendoza
observamos que en 1960 pervivían en la ciudad 2.183 casas de inquilinato.
52
Además, de
un total de 104.907 viviendas 4.301 tenían más de 4 ocupantes por cuarto.
53
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52
Censo Nacional de Vivienda. Tomo II (1960). Buenos Aires: Dirección Nacional de Estadísticas y Censos. p.
546.
53
Ibíd., p. 904.
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Para citar este artículo:
Cremaschi, Valeria (2018).
La vivienda estatal y su contribución al fomento de
la familia nuclear. El caso de Mendoza durante la primera mitad del siglo XX.
Anuario de la Escuela de Historia Virtual, 14, 53-80.
... Así destacamos, entre otros, el análisis de Rizzo y Granero (2009, 2009b que estudian la dimensión estética del chalecito peronista con un anclaje simbólico que lo liga al ascenso social en Mar del Plata; las propuestas de Jerez (2013de Jerez ( , 2014 que analiza la vivienda peronista jujeño y su relación con los beneficiarios; los estudios de Rigotti (2011) quien aborda el problema en clave histórica en la ciudad de Rosario; y el análisis en Córdoba por parte de Ortíz Bergia (2014) quien profundiza en las intervenciones en torno a la habitación social atendiendo a las lógicas políticas. Por otro lado en Mendoza existen variados estudios que abordan la problemática desde la materialidad, la visión patrimonial o los programas estatales (Raffa, 2004;Manzini, 2011Manzini, , 2012Cremaschi, 2015Cremaschi, , 2016aCremaschi, , 2016bCremaschi, , 2018aCremaschi, , 2018bCremaschi, , 2018c. A esto podemos sumar un panorama general elaborado por Lecuona (2001) y Armus (1984). ...
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El presente trabajo indaga en las características del habitar en los barrios de emergencia de la ciudad de San Juan y alrededores, surgidos luego del terremoto que azotó esa provincia el 15 de enero de 1944 y que tuvo un importante impacto en la estructura urbana.
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El artículo aborda el proceso de ascenso en la lucha de clases que forjaron los obreros de la construcción de la provincia de Mendoza entre 1932 y 1935. Teóricamente partimos de comprender que las clases se constituyen en la lucha (Marx, 2007), y que las experiencias de clase (Thompson, 1989), y las experiencias de lucha, son los elementos centrales para conocer el devenir de la clase trabajadora. En este sentido, nuestra investigación analiza las acciones de lucha obrera en Mendoza, realizando un recuento cuantitativo de las mismas, para luego focalizarnos cualitativamente en las llevadas adelante específicamente por los obreros de la construcción, sector que tuvo un rol destacado en la conflictividad sobre todo a partir de 1935. Utilizamos una gran variedad de fuentes periodísticas comerciales, obreras y de las izquierdas, censos productivos y de población.
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Dónde y cómo se habitaba fueron simultáneamente temas del ámbito privado y problemáticas de injerencia estatal, como efecto de los cambios sociales, políticos y culturales producidos en las primeras décadas del siglo XX en varios países, incluida Argentina. En esos años, la habitación, la educación y la salud empezaron paulatinamente a ser incorporados a las agendas gubernamentales primero para regularlos, luego para abrirlos a los sectores de menores recursos tras el objetivo de la democratización del bienestar. Paralelamente, la renta de habitaciones y la autoconstrucción se mantuvieron como estrategias de larga duración para acceder a la vivienda, a través de variadas tipologías. El trabajo propone, sobre la base del método histórico, trazar una historia de los espacios domésticos en el Área Metropolitana de Mendoza, analizando las condicionantes de su producción y poniendo en relación la acción privada y la estatal.
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Este artículo aborda el análisis y la evaluación de una fracción específica de la producción arquitectónica, las viviendas de valor patrimonial, dentro del territorio del área metropolitana de Mendoza, Argentina. En su desarrollo hemos considerado como fuentes, por una parte, investigaciones anteriores que han permitido comprender el desarrollo histórico y la evolución de este tipo de edificios en la arquitectura de la ciudad, y por otra, apelamos a los datos primarios de un proyecto concluido recientemente sobre el patrimonio arquitectónico del área metropolitana de Mendoza. El análisis y evaluación de las características arquitectónicas, posibilidades y límites de este conjunto de viviendas, contribuye en la proposición de directrices y en el diseño de estrategias sobre las cuales orientar la conservación y la puesta en valor de los bienes. Lamentablemente, en la última década se ha incrementado la pérdida de estas obras, ya sea por desvalorización de su importancia cultural como por las fuertes presiones del mercado inmobiliario, por lo cual se conservan cada vez menos ejemplares de cada agrupamiento tipológico. La investigación histórica ha brindado en nuestro trabajo el marco interpretativo de los bienes patrimoniales relevados, y nos ha permitido dibujar un mapa explicativo de la evolución particular de este tipo de edificios: las viviendas. Si la historia nos permite reconstruir lo que fue, lo patrimonial nos permite en el presente evaluar lo que queda, como testimonio fragmentario que puede actuar de soporte de la memoria histórica vinculada a las formas del habitar en el desarrollo socio cultural de la ciudad y su enclave en el oasis norte de la provincia.
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Entre la ultima decada del siglo XIX y las dos primeras del XX, la provincia argentina de Mendoza experimento cambios sustanciales en el territorio, la economia y la sociedad provocados por el avance del capitalismo, que conformo una de las primeras economias regionales del pais: la vitivinicultura industrial. El desarrollo capitalista genero una expansion economica desconocida hasta entonces, con la que se multiplicaron todos los indicadores: extension del cultivo viticola, instalacion de bodegas, aumento de la capacidad de elaboracion de vinos, tecnificacion. En lo social, subdivision de la tierra, surgimiento de una clase empresarial y ampliacion de los grupos medios de la sociedad. Sin embargo, los mayoritarios sectores populares, incesantemente aumentados por la inmigracion de ultramar, padecieron condiciones de vida caracterizadas por bajos ingresos, que se mantuvieron en valores nominales durante el periodo de estudio; y problemas de vivienda y de salud, que derivaron en la difusion de enfermedades infecto-contagiosas graves y en altas tasas de mortalidad infantil. El articulo muestra el contraste entre un pujante desarrollo de las fuerzas productivas y las miserables condiciones en que vivia la mayoria de la poblacion.
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El propósito del presente trabajo es analizar los cambios y las continuidades en el proceso de formación del mercado de trabajo en la provincia de Mendoza a comienzos del siglo XX. La incorporación de un número significativo de inmigrantes a finales del siglo XIX junto a un proceso de reorganización productiva asociado al desarrollo de la industria vitivinícola, implicó cambios en las relaciones sociales y en las condiciones de vida de amplios sectores de la población mendocina. Iniciado el siglo XX, la vitivinicultura se convirtió en la principal actividad productiva de la provincia y la más importante en su rubro a nivel nacional. Los viñateros, productores agroindustriales, industriales bodegueros, contratistas de viñas , etc., fueron constituyéndose en parte de una sociedad cada vez más heterogénea y diversa, producto del desarrollo capitalista que experimentó la región desde el último tercio del siglo XIX y que se insertó en el proceso de incorporación de la economía Argentina al mercado mundial. Este período resulta de suma importancia porque se determinó un sistema productivo en torno a la actividad vitivinícola de la provincia que dio forma al mercado de trabajo regional. En este contexto, la inserción de los trabajadores se dio de una manera muy dispar en el proceso productivo, caracterizado por una alta estacionalidad y una escasa especialización de la mano de obra requerida.The aim of this work is to analyze the changes and continuities during the process of formation of the labor market in the province of Mendoza in the early 1900s. Wide sectors of the Mendoza population saw their life conditions and social interactions change as a result of the absorption of a significant amount of immigrants by the end of 19 th century, together with a restructuring of production connected to the development of the wine industry. Shortly after the turn of the century, wine had become the main productive activity of that province, which was the most important of the field in nation-wide terms. People involved in different stages of the wine production, from vine growers to industrialists, took part in a society increasingly heterogeneous and diverse. A society, product of the development of capitalism that went on in the province in the last third of 19 th century, that played a part in the process of inclusion of the Argentinean economy in the world market. This period is of great significance because the productive system consolidated around wine production, thus shaping the regional labor market. In this context, the insertion of laborers was uneven in a productive process that requires highly seasonal and unspecialized labor.
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En febrero de 1918 se abrió en Mendoza un nuevo ciclo político: comenzaron los gobiernos de la Unión Cívica Radical (UCR) acaudillados por uno de sus fundadores, José Néstor Lencinas, y por su hijo Carlos Washington, con intervenciones federales intermedias y otras que clausuraron el período del segundo antes de que concluyera su mandato. El discurso antioligárquico, el trato directo con los trabajadores y sectores populares en general, junto con la sanción de diversas leyes de las que éstos resultaban beneficiarios determinaron un mayoritario apoyo que se mantuvo durante toda la década de 1920, reflejado en grandes triunfos electorales. Nos preguntamos si los Lencinas provocaron una ruptura clara y profunda con el pasado de los gobiernos conservadores o gobiernos oligárquicos que durante más de medio siglo ejercieron el poder y modernizaron Mendoza o, si, por el contrario, tuvieron continuidades. Esta es una premisa para guiar nuestra investigación, que avanza lentamente porque la muy escasa bibliografía existente sobre el lencinismo, obliga a trabajar en una reconstrucción histórica a base de fuentes diversas. El artículo está centrado en establecer si las condiciones de vida de las bases sociales de los Lencinas mejoraron en materia de salud y vivienda como producto de políticas innovadoras o si éstas significaron una continuidad de las fijadas por el régimen conservador.
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The subject of this work is the training of teachers of physics in Argentina. It analyzes the emergence of certain spaces and voices historically constituted legitimacy to state problems related to the teaching of physics in secondary school and the figures of teaching subject that they behave. Through the theoretical and methodological criteria proposed by the genealogy of the practices of Michel Foucault, the analysis of a documentary corpus is carried out around the axes of power, knowledge, truth and discourse. Argentine national official resolutions, academic meeting reports on science teaching and training materials for physics teachers from 1958-1978 were considered. The hypothesis on which the analysis is based indicates that by 1960 the formation of a specialized domain of practices and knowledges relative to the teaching of physics in secondary school, which produces profound transformations in the ways in which the problem was being questioned, about the formation of the teacher of Physics. In the first half of the twentieth century disputes over the teaching of science were arranged around different figures (the scientist, the professional and the teacher). By the 1960s and 1970s, however, the emergence of the expert in science education and the notion of "Improvement of science education" opened up a new regime of truth to state the problem of teacher education and science teaching
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El presente trabajo aborda las representaciones e ideas que existieron en torno a la vivienda durante el período 1930-43. Por medio del rastreo sistemático de las referencias sobre este problema aparecidos en la prensa de esta etapa, se planea una reconstrucción de la discusión que implicó la elección de una tipología habitacional. Este tema, además de ser trascendente por sí mismo, ayuda a explicar las políticas implementadas para solucionar el problema de la vivienda durante el peronismo, en que se transformó en un tema central en la agenda de gobierno.