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Abstract

El objetivo del presente trabajo es introducir, exponer y analizar la experiencia original de empoderamiento pacifista de la tribu yaqui de Sonora, México; basada fundamentalmente, pero no solo, en la expresión en lengua yaqui Námakasia o firmeza colectiva, que sintetiza y refleja su valor social como práctica alternativa de paz ante la adversidad. Aquí se propone entonces el uso del marco teórico y la metodología de los Estudios para la Paz, concretamente la de las Paces Imperfectas, con los ejes de la llamada «la matriz unitaria» propuesta por Muñoz y Molina (2007). El resultado refleja, según la matriz usada, que la Tribu Yaqui se empodera pacíficamente y construye paces, aun imperfectas, en la región noroeste de México basada en su singularidad cultural y en su resiliencia, que se sintetiza en el vocablo Námakasia, o firmeza.
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Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 3.0 Unported.
Námakasia o rmeza1. Hacer las paces desde la experiencia
de la tribu Yaqui
Námakasia or rmness. Peacemaking from the Yaqui tribe experience2
E F P P
Universidad de Granada
efpasillas@hotmail.com
Resumen
El objetivo del presente trabajo es introducir, exponer y analizar la experiencia original de em-
poderamiento pacista de la tribu yaqui de Sonora, México; basada fundamentalmente, pero
no solo, en la expresión en lengua yaqui Námakasia o rmeza colectiva, que sintetiza y reeja
su valor social como práctica alternativa de paz ante la adversidad. Aquí se propone entonces
el uso del marco teórico y la metodología de los Estudios para la Paz, concretamente la de las
Paces Imperfectas, con los ejes de la llamada «la matriz unitaria» propuesta por Muñoz y Molina
(2007). El resultado reeja, según la matriz usada, que la Tribu Yaqui se empodera pacícamente
y construye paces, aun imperfectas, en la región noroeste de México basada en su singularidad
cultural y en su resiliencia, que se sintetiza en el vocablo Námakasia, o rmeza.
Palabras clave: Námakasia o rmeza; hacer las paces; tribu Yaqui.
Summary
e objective of this paper is to introduce, expose and analyze the original experience of pacist
empowerment of the Yaqui tribe of Sonora, Mexico; based mainly, but not only, on the expres-
sion in the Yaqui language «Námakasia» taken as a collective rmness which synthesizes and
reects its social value as an alternative peace practice in the face of adversity. Here we propose
the use of the theoretical framework and the methodology of the Studies for Peace, specically
«the Imperfect Paces», with the axes of the so-called «unitary matrix» proposed by Muñoz and
Molina (2007). e result reects, according to the matrix used, that the Yaqui tribe empowers
and builds peace, even imperfect, in the northwestern region of Mexico based on its cultural
uniqueness and resilience, which is synthesized in the word «Námakasia», or rmness.
Key Words: Námakasia or rmness; peacemaking; Yaqui tribe.
1. Námakasia : «...es una palabra en lengua hiaki (yaqui) que signica «rmeza» y también «adelante»; es un grito
de aliento tribal, un llamado colectivo a no claudicar.» Autoridad Tradicional Yaqui. 2016.
2. Por: Enrique Francisco Pasillas Pineda. Doctorando en Ciencias Jurídicas/Doctorado Iberoamericano en Paz y
Conictos. AUIP-Universidad de Granada. Correo electrónico: efpasillas@correo.ugr.es. Dirección postal: Plaza de
la Universidad, 18001. Granada, España.
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1. Introducción
Hoy más que nunca, la tolerancia es sin duda una condición indispensable para hacer
las paces en nuestro mundo. También es un motor del desarrollo sostenible, puesto que
favorece la construcción de sociedades inclusivas y por tanto, resilientes, capaces de apro-
vechar las ideas, las energías creadoras y los talentos de cada uno de sus miembros. Pero
la tolerancia es también una idea en ocasiones amenazada y a menudo minoritaria. De
manera que hoy observamos cómo en muchos países proliferan las lógicas del repliegue y
el rechazo y vemos cómo se instrumentalizan las crisis migratorias, la situación trágica de
los refugiados o los conictos inter- étnicos o armados que son explotados para atizar el
odio hacia el otro, para estigmatizar a las minorías y legitimar las diferentes discrimina-
ciones. Así, constatamos el aumento de los discursos racistas y de los estereotipos sobre las
religiones o las culturas con los que se pretende explicar que los pueblos diferentes no pue-
den convivir y que el mundo iría mejor si volviéramos a los tiempos antiguos en los que
las «culturas puras» vivían dentro de sí mismas, protegidas de las inuencias exteriores,
en un pasado miticado que por lo demás nunca ha existido.3 Por todo esto necesitamos
tolerancia, respeto a la diferencia y conciencia plena de que vivimos en sociedades cada
vez más complejas, multiculturales y multiétnicas en las que es más necesario que nunca
construir relaciones pacícas, basadas en la interculturalidad.
Hablando de sociedades multiculturales y multiétnicas, tal es el caso del Estado-na-
ción mexicano, que cuenta entre sus habitantes todavía en 2018 a unos 16 millones
de personas que se auto adscriben como indígenas ( «Pueblos Indígenas» en términos
de colectivos humanos que se auto identican como una comunidad originaria en el
contexto de un estado nacional, según denición de la Declaración de las Naciones Uni-
das sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de 2007, así como de la Corte Intera-
mericana de Derechos Humanos y del Convenio 169 de la OIT.), distribuidos entre
65 etnias, que hablan hasta 68 lenguas originarias con 364 variantes lingüísticas, (casi
el 8% de la población mexicana habla alguna lengua indígena) lo que pone a México
entre los diez países con mayor diversidad lingüística del mundo (Secretaría de Cul-
tura, Gobierno Federal: www.gob.mx/cultura, http://www.gob.mx/cultura/articulos/
la-constitucion-mexicana-en-tu-lengua?idiom=es).
Así, los pueblos originarios de México conforman una presencia milenaria en el terri-
torio del actual Estado-nación mexicano, donde predomina una sociedad mestiza, con
3. Escribía Tzvetan Todorov que «la historia del descubrimiento europeo de América, como primer episodio de la
conquista, está marcada por la ambigüedad de la alteridad humana, que es al mismo tiempo revelada y negada. Así,
el año de 1492 simboliza ya en la historia de España, su Otro interior, al vencer a los moros en el sitio y toma de Gra-
nada para luego forzar a los judíos a abandonar su territorio. Al tiempo, España descubrió el Otro exterior en toda
esa América que se volvería ibérica. Se sabe que el propio Colón ligaba constantemente ambos acontecimientos.
(…) La unidad de ambos, en los que Colón está listo para ver la intervención divina, reside en la propagación de la
fe cristiana (…) Pero también podemos ver dos acciones como dirigidas en sentido inverso, y a la vez complemen-
tarias: una expulsa la heterogeneidad del cuerpo de España, la otra la introduce irremediablemente. A su manera,
el mismo Colón participó de este movimiento doble: no percibe al otro y le impone sus propios valores; pero el
término mediante el cual se reere más a menudo a sí mismo y que utilizan también sus contemporáneos es: «el ex-
tranjero»; y si tantos países han buscado el honor de ser su patria es porque no tenía ninguna» (Todorov 1982, 55).
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componentes tanto autóctonos como migratorios de distintas épocas, pero donde las et-
nias originarias ocupan casi invariablemente los escalones más bajos en el desarrollo social.
Las Naciones Unidas estiman que la población indígena suma más de 370 millones de
personas, que viven en unos 90 países. Constituyen aproximadamente el 5 por ciento de
la población mundial y conforman el 15 por ciento de los pobres del mundo y un tercio
de los extremadamente pobres.4
Por otra parte, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (nombre
ocial de México) reconoce en su artículo 2º del apartado denominado: «De Los Dere-
chos Humanos y sus Garantías», la «Plurinacionalidad» de la Nación Mexicana, basada
esencialmente en sus pueblos indígenas originarios. Y así, dene al Estado mexicano como
uno sustentado originariamente en sus pueblos originarios y como «Nación Pluricultu-
ral». Sin embargo, pese al discurso constitucional, los pueblos indígenas de México son
víctimas históricas de todo tipo de discriminación y despojo por una serie de razones que
van desde el racismo abierto o encubierto, hasta la codicia extractiva del capital local y
foráneo. 5
En dicho contexto, las luchas indígenas de las pasadas décadas en México –y en gene-
ral en América Latina- se encuentran marcadas por los nuevos rumbos que el «sistema-
mundo» (el término lo debemos a Immanuel Wallerstein) dominado por ideas de corte
liberal-capitalista, para entrar en una nueva fase económica que diversos estudiosos han
denominado como «acumulación por desposesión» (Harvey, 2005). De acuerdo con estas
ideas, una vertiente importante del capital se enfocó durante los años recientes a despojar
a los pueblos del mundo, en especial a los pueblos originarios, de las riquezas naturales
de sus territorios ancestrales. De manera que aguas, bosques, minas y otros recursos na-
turales, así como saberes ancestrales y conocimientos asociados a su uso común, están
perdiendo el carácter de bienes comunes que por siglos han mantenido para benecio de
la humanidad, convirtiéndose en propiedad privada y en mercancías, lo que representa
un nuevo colonialismo. Los pueblos lo saben, y por eso lo resisten y luchan por liberarse
de él. (López, s/f. Recuperado en: en: http://www.lopezbarcenas.org/escrito/pueblos-inw-
digenas-y-megaproyectos-en-mexico-las-nuevas-rutas-del-despojo). Así, los movimientos
indígenas en México se expresan sobre todo en espacios regionales, esto a pesar de que
cada vez más, sus demandas adquieren carácter nacional e internacional. (López, s/f,
en: «Los Movimientos Indígenas en México, Rostros y Caminos» Recuperado en: www.
lopezbarcenas.org/escrito/los-movimientos-indigenas-en-mexico-rostros-y-caminos-1).
De manera que actualmente la situación descrita se puede ver en todos los frentes
de resistencia indígena en las Américas: desde las luchas de los pueblos originarios que
deenden sus territorios ancestrales y los recursos naturales tanto al norte, en la América
anglosajona, desde Standing Rock, en Nebraska, Estados Unidos, hasta el sur austral, en
4. Véase al respecto a Burger, Julian. (2014). «La protección de los pueblos Indígenas en el sistema Internacional».
En: Beltrao, J. Felipe [et al.] (coord.). Derechos Humanos de los Grupos Vulnerables. Manual. Barcelona, Red de
Derechos Humanos y Educación Superior, 2014. Recuperado en: https://e-archivo.uc3m.es/handle/10016/19792.
5. Para el caso particular de los Yaquis, véase a John Kenneth Turner, en México Bárbaro (1965 Ed.), a Héctor Agui-
lar Camín, en La Frontera Nómada, (1982) o a Taibo II, Yaquis, Historia de una Guerra Popular y de un Genocidio
en México, (2014).
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la Patagonia mapuche. Y por lo mismo, se oponen a las grandes obras de infraestructura
(llamadas eufemísticamente mega-proyectos o «proyectos de desarrollo») que destruyen la
naturaleza y también sus modos de vida ancestrales. Y son estos mismos pueblos indígenas
los que deenden en México el maíz nativo contra las semillas transgénicas o a las abejas
autóctonas, pero también los que deenden el agua de un río que para ellos es sagrado,
como la tribu Yaqui; porque saben que en ello les va la vida misma, dado el deterioro
ambiental y social que el nuevo mega-extractivismo genera.
Los Yaquis, pueblo indígena del estado de Sonora, al noroeste de México, forman parte
de los 9 grupos étnicos originarios de la región, que en conjunto suman unas 138 mil
personas, lo que representa alrededor del 5% de la población total de dicha entidad. De
ellos, unos 51 mil son Yaquis. (Zárate, 2016: 9).
En consonancia con la situación nacional de México, los pueblos indígenas represen-
tan el grupo social con mayor rezago también en Sonora, como sucede en el resto del
país (PNUD, 2010). También, como ocurre a nivel nacional, Sonora en su Constitución
política reconoce que es una entidad federativa «pluricultural» que está fundada en sus
pueblos originarios, a los que deberá poner especial atención en sus demandas6 (Luque,
Martínez, Búrquez, Gómez, Nava, Rivera: 2012: 55).
Los Hiaki-Yoémem, autónimo que signica simplemente «la gente» (intentando llevar
la fonética de la lengua yaqui –hiaki nooki (Zárate, 2016: 8)- al español), o «la tribu
Yaqui», también autónimo en su modalidad de uso más extendido, cuyo territorio ances-
tral se encuentra en la cuenca del río Yaqui, el sur de Sonora, en el noroeste de México,7
conforman un caso emblemático de empoderamiento pacista aun en unas condiciones
históricamente muy desfavorables de racismo, exclusión y guerra abierta o encubierta en
su contra, de las que diversos autores han dado debida cuenta en diferentes momentos
de la historia, puesto que las guerras étnicas en la región yaqui iniciaron en el temprano
1600 (Martínez 2004). Desde entonces, los Yaquis se han visto involucrados en guerras
de diferente intensidad hasta llegar a la de exterminio en su contra a nes del siglo XIX y
principios del XX, a las que bien se ha calicado en términos de genocidio en su contra
con distinto acento, en:Turner (1956), Padilla (2011) o Taibo II (2014).
A resultas de esta larga historia de conictos violentos en la región yaqui, producidos
en gran medida por el dominio de los recursos naturales, los Yaquis consiguieron la res-
titución de parte de sus territorios ancestrales terminada la etapa de lucha armada de la
Revolución Mexicana en 1937, mediante un Decreto Presidencial bajo el gobierno del
general Lázaro Cárdenas y una cierta autonomía administrativa en 1939 (Lerma, 2014:
6. «El Estado de Sonora tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en los pueblos indígenas,
que son aquellos que descienden de poblaciones que habitaban en el territorio actual del Estado al momento de
iniciarse la colonización y que conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o par-
te de ellas. Esta Constitución reconoce y garantiza el derecho de los pueblos y las comunidades indígenas a la libre
determinación y, en consecuencia, a la autonomía, asegurando la unidad estatal…» (Título Preliminar, Artículo 1º,
Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Sonora, Boletín Ocial del Estado, 30-01-2017).
7. Los Yaquis-Yoemes son un pueblo originario del noroeste de México, del tronco uto-mexica, cuya motherland o
territorio ancestral abarcó antes de la colonización española toda la región de la cuenca comprendida entre los ríos
Yaqui y Mayo, el norte del actual estado de Sinaloa y el sur del estado de Sonora.
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255), pero esos Derechos ancestrales ya reconocidos entonces, han sido muy afectados
en los recientes años por la deriva violenta y autoritaria de la actual crisis mexicana, así
como por ese nuevo extractivismo solapado desde los diferentes estratos del Estado mexi-
cano (Luque, Martínez, Búrquez, Gómez, Nava, Rivera, 2012),( Moreno, 2014), Lerma,
2014) y la criminalización abierta o encubierta de los liderazgos indígenas (Gilly, 2015),
(López, 2014).
Sin embargo, los Yaquis, construyen ciudadanía y también paces; aún imperfectas
(Muñoz, 2001: 67) desde hace décadas, cuando renunciaron a la reivindicación violenta
de sus derechos y sostienen una lucha legal y pacíca contra el racismo, la discriminación
y el despojo de los recursos naturales de sus territorios ancestrales, o bien de lo que diver-
sos estudios han dado en llamar su «diversidad biocultural» (Se ha identicado una alta
correlación entre las zonas de concentración de biodiversidad y la presencia de grupos
etnolingüísticas a la que se ha llamado «diversidad biocultural» (Ma 2001, citado por:
Luque, Martínez, Búrquez, Gómez, Nava, Rivera, (2012: 55). De manera que estas paces
imperfectas construidas por siglos y décadas de aculturación y también de rearmación
étnica por la tribu Yaqui de Sonora, bien se pueden sintetizar en una palabra clave de su
movimiento social de resistencia contra el despojo territorial e hídrico en su propia lengua
Hiak-nooki: Námakasia, que sin tener equivalente preciso en español, se podría traducir
como una especie de «rmeza, determinación y sentido del deber de cada individuo para
con el colectivo tribal». Así, dicha expresión lingüística y cultural de carácter singular,
auto armativa, alternativa y pacíca, motiva el presente trabajo a través del análisis de
algunos de los elementos que integran la identidad Yaqui-Yoeme, parte fundamental que
lo dene como un pueblo indígena originario, donde la palabra Námakasia, sintetiza esta
resiliencia de la tribu actuando en colectivo ante la adversidad, como una fuerza colectiva
y pacíca que la agrupa en la defensa legítima, legal y no violenta de sus intereses comu-
nes y de sus Derechos Fundamentales, pues no se entiende Námakasia más que como
expresión cultural especíca y colectiva de la Tribu Yaqui. De manera que el modo Yaqui
de entender la gestión y solución de conictos mediante la paz y el dialogo se hace desde
una cosmogonía y una práctica tribal y jurídica plural y diversa, así como la proyección
del ser yoeme al exterior de su comunidad en tiempos de crisis como una práctica emi-
nentemente intercultural, que son claras maneras de hacer las paces.
2. Metodología
El marco teórico del movimiento indígena ha sido caracterizado desde diferentes enfoques
y matices por antropólogos, historiadores o sociólogos tan reputados como León Portilla,
Rodolfo Stavenhagen (1997) o Luis Villoro (1998), pero recientemente también por
autores como Bengoa (2000) o López (2015). En el presente trabajo se acude además al
enfoque metodológico de los Estudios para la Paz, centrado en las ideas de las paces im-
perfectas denidas por Martínez y la matriz unitaria propuesta por Muñoz, así como en
algunas otras ideas de Fisas (1987), Martínez (2001), (Herrera (2002) y (2004), Galtung
(2003) o Muñoz (2010).
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Entonces, tenemos por una parte, que la llamada «emergencia indígena» en Iberoamé-
rica se puede situar a inicios de los noventa del siglo pasado en los movimientos sociales
amplios y plurales de matriz indígena caracterizados por Stavenhagen (1997) o Bengoa
(2000); y signica entre otras cosas una amplia discusión pública en muchos países de la
región sobre el tema indígena, a raíz del fallido festejo por los 500 años del descubrimien-
to de América, que coincidió en México con la famosa «irrupción» Zapatista de 1994 en
los Altos de Chiapas.
Por otra parte, las paces imperfectas son denidas por Muñoz (http://www.ugr.
es/~fmunoz/documentos/Paz%20imperfecta.html) como «todas aquellas situaciones don-
de conseguimos la mayor paz posible de acuerdo con las condiciones sociales y personales
de partida». Así podemos hablar de paces imperfectas en la medida en que toda la expe-
riencia y espacio en el que el conicto social es regulado pacícamente, es decir, cuando
los grupos humanos optan, pudiendo, por facilitar las necesidades de los demás. Las paces
son imperfectas porque aun en la gestión pacica de las diferencias, a la par se dan tam-
bién los conictos, a veces, muchas veces en el caso Yaqui, expresados como violencia. En
el contexto del Estado-nación mexicano, auto denido por la propia Constitución como
plurinacional; o bien como ha denido Molina (2004) el término «mestizaje cultural». Se
plantea de esta manera el marco teórico y la matriz usada por Muñoz en una lógica circu-
lar de la tribu Yaqui, donde los ejes de ésta lógica son las claves para intentar una mejor
comprensión de la experiencia de empoderamiento pacíco de la tribu Yaqui. Entonces,
aquí se propone hablar de una cultura de paz alternativa y subyacente en la cultura de la
Tribu Yaqui desde el enfoque de las paces imperfectas, cuyo marco teórico, propuesto por
Francisco Muñoz, se hace a partir de una matriz comprensiva (que pretende comprender,
explicar y facilitar alternativas) e integradora (que considera las relaciones entre fenóme-
nos de manera transcultural, plurimetodológica y transdisciplinar. (Muñoz, 2010: 25).
La matriz se compone por cinco ejes que Muñoz denió como «transculturales y trans-
disciplinares, mismos que se entiende que tienen la capacidad de proyectarse a un futuro
deseable, perdurable, justo, pacíco e imperfecto y de relacionarse con otros saberes,
conocimientos, disciplinas y ciencias.» (Muñoz, 2014). Los ejes propuestos por Muñoz
se desarrollan así en un contexto de complejidad creciente de las sociedades multicultu-
rales y de la búsqueda de armonía en un contexto social dado, denominada por Muñoz
«equilibrios dinámicos». Luego, es la Teoría General de los Conictos la que explica
epistemológica y ontológicamente la paz y la violencia, así como las diferentes entidades
humanas, desde las personas hasta las sociedades. De manera que pensar desde una paz
imperfecta implica la certeza de que hallaremos un camino no terminado, no nal, in-
acabado, que alternará con el conicto y la violencia, como sucede claramente en el caso
de la tribu Yaqui.
Por su parte, deconstruir la violencia signica procurar mirarla como un fenómeno
humano, explicando sus múltiples aspectos de manera amplia, diríamos comprehensi-
va, desde sus aspectos estructurales hasta los culturales y ambientales, ambas variables
presentes en la historia de los conictos entre yaquis y yoris (como llaman los yaquis a
los blancos y mestizos). Luego, discernir las mediaciones requiere mirar los mecanismos
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de interacción humana que generan los conictos y las instancias o espacios reales o
simbólicos donde estas mediaciones ocurren. El empoderamiento pacista se reere al
reconocimiento de las experiencias de paz, la no violencia y la mediación pacica de los
conictos como una metodología del cambio social a través de la historia humana y tam-
bién como una losofía de vida. Las paces imperfectas están dentro de la caracterización
de Vicent Martínez (2000) como una parte de los Estudios para la Paz, que consiste en
la reconstrucción de las competencias humanas para hacer las paces, o lo que se llamaría
una especie de «estatuto epistemológico» de los Estudios para la Paz, consistente en el
reconocimiento de las diversas y múltiples competencias humanas para transformar los
conictos (Martínez, 2000). Desde esta perspectiva, una de las formas pacícas de solu-
cionar los conictos de la tribu Yaqui consiste en Námakasia, como parte fundamental de
las muchas competencias humanas aludidas por Martínez, lo que sin duda constituye una
aportación de los yaquis a la cultura humana universal de la resiliencia y en contra de la
discriminación racial, social y aun ambiental que sufren como colectivo oprimido. Desde
una mirada subjetiva e intersubjetiva, (Martínez, 2001) se habla así de la aportación del
pueblo Yaqui a la construcción de las paces, aun imperfectas. 8 Así, la realidad humana
y cambiante que reconoce la teoría de las paces imperfectas, nos pone en camino de la
paz positiva caracterizada por Johan Galtung: «Positive Peace, the counterpart to Negative
Peace, is the presence of the attitudes, institutions and structures that create and sustain peace-
ful societies.» (Galtung, 2003); donde justamente dar «un giro epistemológico» consistirá
en partir desde la experiencia de paz de los Yaquis, y no desde la violencia estructural o
coyuntural que sufren como grupo étnico minoritario y discriminado históricamente
(Fisas, 1987: 70).
En el caso de estudio propuesto, tenemos que durante en el primer cuarto del siglo
XXI, pero también durante los dos siglos anteriores, La tribu Yaqui ha sido caracterizada
como «intransigente» o «irreductible» y «egoísta»; pero también como conictiva o vio-
lenta, dada la ereza con la que desde los primeros encuentros con los invasores blancos y
luego mestizos, defendieron su identidad, su cultura y su territorio. Sin embargo, también
han sido reconocidos como un pueblo sobrio, solidario y trabajador, capaz de emprender
procesos de empoderamiento pacista, como han demostrado con su digna lucha legal y
pacíca por la defensa de los recursos naturales de su entorno, lo que desde luego puede
ser considerado como un proceso de empoderamiento que también es ambientalista y
pacista (Muñoz, y Molina, 2010).
Igualmente, la digna lucha de la tribu Yaqui, se plantea siempre y en todo caso por y
para el reconocimiento de sus Derechos Fundamentales, al parecer opuestos al interés de
todo tipo de actores estatales pero también no estatales. En especial sus Derechos Funda-
mentales a la vida, a la salud y a un medio ambiente sano, pero también a la cultura, a la
autonomía, al territorio y a la consulta previa, libre, informada, culturalmente adecuada,
y de buena fe, según el desarrollo jurisprudencial progresivo desplegado por la Corte In-
teramericana de Derechos Humanos en sus sentencias de los últimos años. (http://www.
oas.org/es/cidh/indigenas/decisiones/corteidh.asp).
8. Frente a la objetividad, el giro epistemológico consistiría en la intersubjetividad de la interpelación mutua.
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Así, la voz yaqui es una voz alternativa y en resistencia, como lo caracterizara Herre-
ra Flores (2002: 117): «…lo que convencionalmente llamamos derechos humanos, no
son meramente normas jurídicas nacionales o internacionales, ni meras declaraciones
idealistas o abstractas, sino procesos de lucha que se dirigen abiertamente contra ordenes
genocidas y antidemocráticos del neoliberalismo globalizado…» De modo que, los espa-
cios de paz generados por los Yaquis dentro de una sociedad mestiza y mayoritaria que
los discrimina histórica y sistemáticamente, son una práctica intercultural en términos de
Herrera: «la reexión sobre la interculturalidad conduce a una resistencia activa» (Herrera,
2004). Por su parte, la perspectiva metodológica de la aproximación de los aportes a las
maneras de hacer las paces de la Tribu Yaqui es el desarrollo de cada uno de los ejes de
la matriz comprensiva de Muñoz: 1.Una Teoría General de los Conictos, 2. Un pensar
desde la perspectiva de las paces imperfectas, 3. La deconstrucción de la violencia, 4.
Discernir las mediaciones e interacciones estructurales entre conictos, paz y violencia, y
5. El empoderamiento pacista.
De esta manera, se intenta articular coherentemente partiendo de las teorías de los
Estudios de Paz, sobre el empoderamiento pacíco que construye desde su lucha de la
tribu Yaqui, como un claro ejemplo de los recursos de la humanidad para asumir pací-
camente los conictos a partir de diferentes estrategias de visibilización social, que se
constituye con mucha fuerza como una voz alternativa al discurso nacional indigenista,
que es paternalista, integracionista y hegemónico, mismo que en el mejor de los casos ha
pretendido históricamente asimilar a los pueblos indígenas de México (Jiménez, 2011).
Respecto al abordaje de la cuestión temática propuesta, desde los estudios de la paz se
plantean enfoques alternativos del estudio de la paz y los conictos para complementar
el análisis propuesto.
Podemos decir sin duda que la tribu Yaqui fue pionera en los temas de la autoconscien-
cia y la autonomía indígena en México y en las Américas, pues de ello dan cuenta desde
diversos enfoques, estudiosos como Aguilar (1985), Spicer (1994), o Hu-de Hart (2016).
Curiosamente, en esa lucha histórica contra la opresión y a favor de la cohesión cultural,
los Yaquis no encuentran contradicción entre ser autónomos y pertenecer a la vez a un Es-
tado nacional, aunque sí cuestionan como parte de sus reivindicaciones históricas, como
muchos otros pueblos indígenas de México, la falta de voluntad estatal para reconocerles
como sujetos de derechos colectivos (Lerma, 2014). Pero tienen una valiosa experiencia
que construye las paces a través de la interculturalidad y que se sintetiza en gran medida
en ésta ya citada voz hiaki-yoeme: Námakasia (rmeza colectiva, cumplimiento de la pa-
labra empeñada). Con estas precisiones y antecedentes introductorios, se expone uno por
uno cada eje de la matriz unitaria y comprensiva de Muñoz (http://wdb.ugr.es/~fmunoz/
index.php/complejidad--matriz-unitaria.html), a partir de:
a) Los elementos identitarios yaquis, sobre todo Námakasia, articulados con las ideas
de paces imperfectas y a las dinámicas humanas que ella reconoce.
b) Los espacios pacícos imperfectos de la Tribu Yaqui, donde se presenta y analiza
la experiencia de construcción de paces imperfectas de una minoría étnico-tribal en el
contexto del Estado Nación mexicano que ha sufrido discriminaciones históricas y cuya
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experiencia se constituye en un poderoso ejemplo de empoderamiento pacista y en una
muestra clara de civilidad y de digna lucha legal por el reconocimiento de sus Derechos
ancestrales e históricos.
3. Discusión: Námakasia como experiencia de construcción de paces de
la tribu Yaqui a partir de los ejes de la matriz unitaria, comprensiva e
integradora.
3.1. Primer eje: desde la teoría general de los conictos
Námakasia achaim kaabe amau tawabaane (Firmes compañeros, que nadie quiera que-
darse atrás). Si todos los pueblos del mundo recordáramos el pacto divino que tenemos
con la vida, sería más fácil concebir y hacer entender a los civilizados que no deben seguir
robando el agua del río yaqui a través del acueducto independencia y que el agua y su
curso natural la vamos a defender no por cuestiones económicas, políticas o meramente
culturales, sino como lo que es: la vida misma. Así entonces después de la tregua estamos
aquí y ahora de vuelta luchando contra la sin razón, contra la perversión y la avaricia de
nuestros dizque gobernantes, mismos que cegados de ambición y poder quieren convertir
en mera mercancía lo más valioso para la vida, que es el agua de nuestro sagrado río Yaqui.
¡La ceguera de ellos, los malos gobiernos que violan la ley y rompen el pacto divino de
vivir en paz y armonía con los yoemem-yaquis; es por eso que decimos a los pueblos del
mundo y a los mal llamados civilizados, que seguimos rmes en la defensa del agua y de
la vida, Námakasia, porque la vida no se compra ni se vende, y así nuestra Agua del río
Yaqui es para los Yaquis y así se queda!9
La teoría general de los conictos en tanto base epistemológica y ontológica para
estudiar la paz y la violencia, explica las diferentes entidades humanas, personas, grupos
y especie, en donde los actores del conicto tienen objetivos, intereses, potencialidades,
necesidades y percepciones.
Conforme al marco teórico de la idea de las paces imperfectas, se reconoce que los con-
ictos son parte de la naturaleza y la vida humana, en un marco de relaciones complejas10.
Para Lewis A. Coser, el conicto social es una lucha por valores, estatus y poder, así como
por los recursos escasos; en el curso de la cual los oponentes desean neutralizar, dañar o
eliminar a sus rivales. Un conicto será social cuando transciende lo individual y proceda
de la propia estructura de la sociedad (Coser, 1956). «signica una crítica posmoderna
a la simplicidad cartesiana, que admite nuestra incapacidad para comprender racional-
mente todo lo que ocurre, se dene por la información almacenada en el sistema lo que le
9.Autoridades Tradicionales de la Tribu Yaqui y Tropa Yoemia, 2014, abril, en: http://bochabetia.jimdo.com/comu-
nicados/namakasia/
10. Del latín conictus, pelea, lucha o confrontación.
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Pasillas Pineda, Enrique F. Námakasia o rmeza. Hacer las paces desde la experiencia de la tribu Yaqui
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permite ser menos entrópico. Cuanto más orden, enlaces e interrelaciones siguiendo una
jerarquía y estructuras denidas) más informaciones necesaria» (Muñoz, y Molina, 2010).
Como la experiencia de hacer las paces es una experiencia cultural e intercultural, nos
sitúa en el terreno de lo que llamaríamos «paz intercultural»,11 donde la paz sería para
Galtung, por ejemplo, igual a empatía, o según Jiménez: no violencia más creatividad
(Jiménez, 2016), y donde la interculturalidad signica un modelo de sociedad que de-
ende tres principios: la igualdad de oportunidades de todas las personas para compartir
un espacio y vivir en él; el respeto a la diversidad, y la creación de entornos sociales que
faciliten el intercambio y el enriquecimiento mutuo de sujetos con diferentes orígenes
étnicos o culturales; son «todas aquellas situaciones en las que se opta por la no violen-
cia» (Jiménez, 2016). Lo que se integraría por la paz del individuo, la distinción entre el
dentro y fuera del grupo, y el respeto por la naturaleza. El conicto para la tribu Yaqui se
presenta a nivel individual, pero sobre todo colectivo. A nivel individual el conicto se
regula a través de las familias y las Autoridades Tradicionales (Capitanes y «Cobanaos» de
«Los Ocho Pueblos Yaquis»).
En el nivel colectivo, el conicto signica una ruptura, que es regulada por un Coba-
nao Mayor en cada pueblo, auxiliado por otros cuatro Gobernadores y los «Pueblos», que
es un Consejo de ancianos o Senado, formado por el «Pueblo Mayor» y otros tantos, en
función del número de habitantes de cada pueblo. El gobierno supremo yaqui lo confor-
man los 40 gobernadores y los ancianos de los pueblos reunidos. Esta composición reúne
la autoridad civil y judicial de la tribu. La autoridad militar es representada por El Alférez,
los tambuleros y los Capitanes Primeros, Segundos y Terceros (Yoowes). La composición
colegiada del gobierno yaqui es vital para comprender la mediación del conicto en la
tribu y la expresión sintética de Námakasia, o rmeza en el benecio del colectivo tribal.
Fuera de la tribu, el conicto es histórico, pero se puede resumir diciendo que se debe a
la discriminación racial y al despojo territorial y de los recursos naturales que la tribu ha
sufrido desde la llegada de los primeros blancos y mestizos a sus territorios ancestrales en
el siglo XVI.
Tomando los elementos descritos por Muñoz, podemos decir que los actores en este
conicto son, por una parte, la tribu Yaqui, discriminados por siglos en su propia tierra,
convirtiéndose en una minoría estigmatizada por los otros actores del conicto, en el caso,
las sociedades mestizas mayoritarias, que los han discriminado y los han despojado del
territorio y sus recursos naturales desde el citado siglo XVI, de manera intermitente pero
constante. Así, algunas fuentes calculan que los Yaquis actualmente retienen menos de
la tercera parte de sus territorios ancestrales ante el embate de la «civilización» (Velasco,
1992), (Lerma, 2014).
Además, a la Tribu Yaqui en este escenario de dentro/fuera, se le plantean retos actua-
les como la lucha pacíca y legal por sus Derechos Fundamentales, el uso alternativo y
11. Jiménez Bautista reexiona sobre la paz intercultural, caracterizándola como un puente entre culturas que pue-
den convivir y enriquecerse mutuamente, es decir que consiste en pensarnos desde el otro y revisar las dicultades
de entrelazarnos desde la multiculturalidad a la interculturalidad. Diferentes paces (negativa, neutra o positiva a las
que se ha referido Galtung) nos pueden llevar a la interculturalidad.
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contra-hegemónico del Derecho del que hablan autores como Santos (2005), y el choque
de imaginarios sociales (la manera en que las representaciones sociales se encarnan en sus
instituciones) que se dan en una sociedad mayoritariamente mestiza. Estos, entre otros,
son los retos de la diversidad cultural en un Estado-Nación de corte liberal diseñado para
una sola cultura, una sola ciudadanía y un solo Derecho con ciudadanos hipotéticamente
iguales pero realmente diferentes, que como bien sostiene Villoro (2012), resulta en un
marco complejo de conicto intercultural.
Pero los Yaquis han sobrevivido a diferentes formas de discriminación, persecución
y aun guerra y exterminio étnico (tal vez el primero en darlo a conocer fuera de México
haya sido el periodista norteamericano John Kenneth Turner, en su libro de 1908, previo
al estallido de la Revolución Mexicana: Barbarous Mexico o México Bárbaro), puesto que
importantes sucesos históricos para el México independiente, tales como las guerras de
reforma, las invasiones extranjeras o la Revolución Mexicana, pasaron prácticamente de
noche por los territorios ancestrales de los yaquis, donde la discriminación y la persecu-
ción no han cesado (Aguilar, 1985).
Ya casi al nal del siglo XX, la irrupción zapatista en México y la llamada «emergencia
indígena» (Bengoa 2002), han cambiado la agenda en los pasados años. De allí que la
lucha de la tribu Yaqui, que es legal y pacíca, por la preservación de su cultura y sus De-
rechos Fundamentales, sea un hito en la reivindicación del reconocimiento y el respeto de
los Derechos de los pueblos indígenas de México, transformando su invisibilidad histórica
en visibilidad ante la sociedad mexicana y también ante la sociedad internacional. Así
es como la justa causa yaqui ha quedado bien sintetizada durante los años de vida de su
movimiento social bajo la inconfundible expresión Námakasia, que nosotros vinculamos
en este trabajo con una rmeza originaria para hacer las paces.
Así, la violencia antigua y la persecución racial, el despojo y el exterminio o la depor-
tación (Turner, 1956 Ed.) sufridas históricamente por los Yaquis, es la expresión de la
codicia de todo tipo de actores regionales y extra regionales por los recursos naturales de
sus territorios ancestrales y la percepción de la sociedad mestiza mayoritaria, de que sus
necesidades están por encima de las de los Yaquis. Así que dicha interpelación los niega
con diferentes formas de violencia que pretenden su reducción y/o asimilación cultural
(INAH, 2016).
De manera que la convivencia pacíca al interior de la tribu, contrasta con su inte-
racción con otros actores sociales de la región y del país, especícamente con el gobierno
del Estado de Sonora y con el gobierno federal, y el contraste con diversos prejuicios en
su contra, ya sea velados o expresos, al igual que las violencias institucionales a los que los
somete la sociedad mestiza mayoritaria de su entorno. Este es pues, el marco general de
las paces imperfectas que construye la tribu Yaqui.
El ser Yaqui se determina por los elementos identitarios ancestrales que integran La
Yoemia,12 pero en el caso mexicano y Yaqui, también y sobre todo, por su auto adscripción
12. Yoemia: se utiliza para referirse a la totalidad de personas que integran la Tribu Yaqui y proviene del etnónimo
yoeme, que en su propia lengua signica gente, en oposición al yori o blanco. (Padilla Ramos, Raquel, Situación
actual que enfrentan los yaquis en la defensa de su territorio, entrevista a Raquel padilla ramos. En: www.inahchi-
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Pasillas Pineda, Enrique F. Námakasia o rmeza. Hacer las paces desde la experiencia de la tribu Yaqui
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étnica indígena, que son pautas o criterios que determinan la regulación o la transforma-
ción pacíca de los conictos:
«La transformación de conictos reconoce la naturaleza dialéctica de los procesos de
conicto que es una creación social que hace parte de las relaciones humanas, e identica
en ellas una generación de energía que puede canalizarse en dos direcciones: la construc-
ción o la destrucción. Por supuesto, esta línea trata de pensar en las posibilidades de una
canalización positiva de los conictos de manera que se convierta en un motor de cambio
y creación a partir de la fundación de nuevas solidaridades entre las partes involucradas en
los problemas que pueden convertirse en disputas, el espíritu de lo que se llama cultura de
paz.» (Fisas, 1998: 184), cosa que ocurre al interior de la Tribu Yaqui, y que constituyen
las pautas dinámicas de las paces imperfectas.
3.2. Segundo eje: pensar desde las paces imperfectas
Hablar de paces imperfectas implica que la paz y las paces son caminos inacabados,
pues siempre habrá conictos. Y en algunos casos, violencia. Los Yaquis, en tanto pueblo
con una cultura ancestral y en principio diferente a la de matriz judeo-cristiana, ibérica
y occidental, tienen en su haber maneras diferentes y pacícas de dirimir conictos, que
llegan a nuestro presente de manera alternativa en esta lucha pacíca por el reconoci-
miento y concreción de sus Derechos colectivos a la autonomía y a la consulta previa,
y derivados de ellas, derecho al medio ambiente sano y a su cultura tradicional. Dichas
voces alternativas exponen desde luego los aspectos más negativos de unas prácticas de
estado-nación que son asimilacionistas en el mejor de los casos, con poco o nulo respeto
por la cultura tradicional de los yaquis.
Los yaquis enfrentan un discurso ocial racista, uniformador y «reduccionista», por
usar las palabras acuñadas desde la etapa de la colonización de sus territorios ancestrales,
y al eludirlo pacícamente, construyen con expresiones como Námakasia, una experiencia
nítida de paz imperfecta, planteando un modelo antropológico que reconoce conictos
y diversidad y que dinamiza procesos pacícos pero a veces invisibles para el antropocen-
trismo de corte colonial o neo-colonial que ya González Casanova (2003) caracterizara
en su día como una suerte de «colonialismo interno».
La lucha yaqui reivindica la realidad de una región noroeste de México con amplias
posibilidades de alcanzar una convivencia pacíca, pero que vive actualmente convulsio-
nada, como tantas otras regiones del país, dada la ausencia de justiciabilidad para la Tribu
Yaqui, donde queda pendiente de realización la famosa consigna zapatista de «construir
una patria donde quepan todos y nadie quede excluido».
La idea de construir paces imperfectas se aleja un tanto de la de las paces positivas de
Galtung, dado que la tribu Yaqui existe con el máximo posible de paz, consiguiendo el
reconocimiento y el respeto institucional a sus Derechos Fundamentales, conviviendo con
el conicto constante y con el mínimo de violencia posible, dadas las circunstancias de
racismo y discriminación étnica y económica que enfrenta históricamente.
huahua.gob.mx/articulos.pl?id=160).
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Así, la idea de paces yaquis imperfectas supera a la idea de paces negativas entendidas
como la ausencia de guerras, y su sustitución por maneras pacícas de lucha social, puesto
que la violencia acusada por la Tribu Yaqui es en 2016 más estructural y cultural o econó-
mica, que física, pero siempre determinada por la discriminación étnica.
Sin embargo, los Yaquis han apostado por una movilización social no violenta y pa-
cíca, a pesar de haber sido víctimas de la violencia institucional y armada en el pasado.
De allí su capacidad de adaptarse (resiliencia) y su pervivencia ante el despojo territorial
del que han sido objeto históricamente.
Námakasia se reeja entonces a-históricamente, al no haber historia escrita en lengua
yaqui, lo que puede traducirse como un amor incondicional por su territorio ancestral y
los recursos naturales que contiene, señaladamente el agua de su rio sagrado.13
En este caso, el amor por la vida de los yaquis se maniesta en una defensa férrea de sus
territorios, que es el reejo de su cosmovisión y sus tradiciones culturales, fuertemente
mestizas y por tanto multiculturales en tanto híbridas.
Así, el ser Yaqui es una manera de ver el mundo y de estar en él, en donde reconocer
a los otros es una práctica de paz. Las emociones se reconocen desde una perspectiva del
«optimismo inteligente» del que habla Martínez (2000). Dicho reconocimiento de las
emociones supera la dicotomía denunciada entre razón y emoción, y la superación de
ésta dualidad hace parte integral de la construcción de paces imperfectas. La paz yaqui es
intercultural porque hace paces individuales, se distingue entre el dentro y fuera del grupo
social, y clama de modo evidente por el respeto a la naturaleza. En este caso, de modo
claro, al río que los nombra.
3.3. Tercer eje: Deconstrucción de las violencias
Acá se trata del llamado «giro» epistemológico y ontológico planteado por Muñoz:
«denir como un giro, o en este caso, una inversión epistemológica, en el sentido de
adoptar otro punto de partida, otros presupuestos en los que el concepto de paz esté, no
solo más presente, con una ubicación de partida diferenciada, sino también con un en-
foque cualitativo distinto, que le permita ganar un espacio más relevante y dinamizador,
tanto en los aspectos teóricos como en los prácticos en los debates sobre la paz. La paz
imperfecta podría contribuir a este enfoque diferente porque éste concepto nos dotaría
de una nueva capacidad movilizadora, al facilitarnos las conexiones con las realidades
y experiencias conictivas y pacícas, con particulares vínculos y posibilidades no solo
teóricos sino también reales. También podrían ser proyectadas sin duda hacia el horizonte
de la paz positiva que de esa forma adquiere unas nuevas dimensiones. (Muñoz, Herrera,
Molina y Sánchez s/f: 106).
13. «Consideramos al río como un ser vivo, no como un conducto o un canal. Si deja de tener escurrimientos, lo
dejas en agonía y condenado a la muerte. No solo el yaqui requiere esa agua para consumo propio, no existimos solo
los humanos, también existen los animales y el bosque, además de un inframundo. El agua conecta al yaqui con el
río y el espacio. Es un portal, si se le pudiera llamar así. Pero hablando desde el punto de vista biológico, se daña
el ciclo hídrico, la humedad ambiente, las recargas al subsuelo y al microclima que alimenta mezquitas, cactus, a
nosotros y al subsuelo». Mario Luna Romero, Vocero de la Autoridad Tradicional yaqui, 2016.
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92
Así, deconstruir la violencia en el caso de la tribu Yaqui, pide transformar los muchos
estereotipos negativos en una imagen real y positiva de los Yaquis: «vis pacem, para pacem»
opuesto al conocido aforismo latino «vis pacem, para bellum». Es decir, preparar los espa-
cios públicos para un diálogo que sea sobre todo intercultural, con espacios de paz que
permitan que surjan los equilibrios dinámicos que se traducirán paulatinamente en es la
búsqueda y la consecución de armonía.
Tocante a este eje, es la sociedad civil organizada en la región noroeste de México, pero
también en el país e incluso internacionalmente, la que está comprometida y concienciada
en la construcción de paz a través de la cooperación y la mediación de los conictos, y
que se constituye en un ejemplo de la construcción de las paces imperfectas que señala
Muñoz. (2008: 23).
Y son las que determinan dichos equilibrios como capacidades para la construcción de
una cultural de paz, ya que su papel es el de potenciar las capacidades de las personas a las
que puedan llegar, sensibilizándoles. Este papel de mediación tiene que ver con la capa-
cidad de interlocución con los espacios de poder y de toma de decisiones, pero también
con el servicio que se presta a las partes menos favorecidas de la sociedad.
De modo que la tribu Yaqui tiene vínculos estrechos, primero con los otros pueblos
indígenas de México agrupados en el Congreso Nacional Indígena de matriz zapatista,
pero después también con la sociedad civil mexicana tanto en su región, como en el resto
del país, y recientemente también a nivel internacional, como se puede deducir de lo que
los estudiosos como Bengoa han caracterizado como una «segunda emergencia indígena»
(Bengoa, 2009).
Luego está la destacada labor jurisprudencial del Sistema Interamericano de Dere-
chos Humanos, señaladamente la Corte Interamericana, que ha vuelto justiciables los
Derechos Fundamentales de los pueblos indígenas en las Américas, como también la
Organización de Naciones Unidas con su Relatoría Especial para Pueblos Indígenas,
el Mecanismo de Diálogo Permanente con los Pueblos Indígenas, la Declaración sobre
Pueblos Indígenas de 2007, y la Declaración Americana de 2017. Es así como el proceso
de empoderamiento pacista del que participa la tribu Yaqui es fundamental en la ar-
mación de sus derechos territoriales e identidad cultural.14
Entonces, el giro epistemológico y ontológico al que se alude nos pone en un plano
que supera las resistencias, entendidas como espacios en los que la tribu Yaqui se limitó
en el pasado a soportar situaciones adversas e indeseables y luego a resistirlas con toda la
violencia de la que fue capaz. Es así como desear la paz y luchar por ella desde la movili-
zación social pacíca y la autoarmación étnica, prepara la paz y empodera pacícamente
a los Yaquis, como ya lo caracterizara Muñoz (Sandoval, 2015: 75).
14. Una revisión de los casos y sentencias relevantes de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en materia
de Derechos Indígenas en las Américas, pone de maniesto su relevancia para la llamada: «Segunda Emergencia
Indígena» caracterizada por Bengoa. Enunciativa, pero no limitativamente, véase casos paradigmáticos como: Ma-
sacres del Río negro vs. Guatemala, Saramaka vs. Surinam, Belo Monte vs. Brasil, Kuna y Emberá vs. Panamá, o
Mayanga Awas Tingi vs. Nicaragua.
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3.4. Cuarto eje. Discernir las mediaciones
La solución alternativa de conictos es algo muy reciente en el sistema jurídico tradi-
cional del Estado-Nación mexicano, que históricamente se ha distinguido por la máxima
liberal decimonónica de «un país, un derecho»; donde se tutela y se protege sobre todo a
los Derechos Individuales en un plano formal de igualdad que no se corresponde con las
realidades de países tan diversos en lo étnico y tan polarizados en lo social y lo económico
como sin duda es la realidad mexicana transcurrido ya casi el primer cuarto del siglo XXI.
Así, los modelos alternos y cooperativos de dirimir conictos fueron prácticamente
desconocidos históricamente en México, si bien la Constitución mexicana, reformada en
2001, reconoció a la nación como pluricultural a remolque de la insurrección zapatista
de los Altos de Chiapas en 1994. En este contexto del muy tardío reconocimiento por el
Estado de una nación mexicana que es plural, donde se reconozca, así sea solo declara-
tivamente los métodos alternativos de solución de controversias o la pluralidad jurídica
del Derecho de los pueblos indígenas por los denominados «usos y costumbres»; es una
realidad insoslayable que la tribu Yaqui, junto con los sesenta y tantos pueblos originarios
que conforman una parte sustancial de lo que hoy es el Estado-Nación mexicano, han te-
nido que enfrentar, lo que sin duda nos aporta diferentes formas pacícas de transformar
los conictos. Y la idea contenida en la palabra Námakasia, que signica rmeza grupal,
solidaridad colectiva y étnica ante la adversidad externa, lo sintetiza bien.
Hoy sabemos que uno de los Derechos políticos más importantes de los pueblos indí-
genas es el de gobernarse según sus usos y costumbres, tal como se admite en la reforma
al artículo 4 constitucional de 2001: «…La ley promoverá el desarrollo de sus lenguas
culturas usos y costumbres y formas especícas de organización social y garantizará a sus
integrantes el efectivo acceso a la jurisdicción del estado…» …en los juicios y procedi-
mientos agrarios se tomara en cuenta sus prácticas y costumbres jurídicas en los términos
que establezca la ley».
Sin embargo, el solo reconocimiento declarativo de la diversidad cultural es en sí mis-
mo poco y nada ante la notoria ausencia del desarrollo legislativo secundario del supuesto
normativo constitucional, porque en los hechos no se admite que esa diversidad implica
también la presencia actual de formas de organización político-administrativa distintas a
las que rigen al conjunto de la población mexicana. Así las cosas, el reconocimiento de los
Derechos políticos de los pueblos indígenas, implica también el reconocimiento de otros
Derechos Fundamentales, como el existir como miembros de sociedades étnicamente
diferenciadas.
Si es cierto que en general la idea del «indio», es decir, del indígena americano remite
desde los tiempos coloniales a una condición de suma explotación y en una práctica dis-
criminatoria secular, también lo es que en el caso Yaqui organizan su territorio comunal-
mente, donde todos pueden aspirar por el solo hecho de ser yaquis al usufructo territorial
(Figueroa, 1993). Dentro de dichos territorios, los Yaquis son relativamente autónomos
en la práctica, pero no de manera legalmente reconocida por el desarrollo normativo del
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Pasillas Pineda, Enrique F. Námakasia o rmeza. Hacer las paces desde la experiencia de la tribu Yaqui
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Estado mexicano, aun a pesar, se insiste, de la reforma constitucional de 2001 y de la
posterior en el mismo sentido de 2011.
Sin embargo, tanto en el nivel interno como en sus relaciones externas, los Yaquis to-
man decisiones colectivas. La yaqui es una colectividad en el seno de la cual las decisiones
personales o las de pequeñas fracciones de un grupo, deben contar siempre y en todo caso
con el consenso de la comunidad. Así, las diferencias y alegatos de carácter individual,
son dirimidos en colectivo hasta alcanzar acuerdos comunes. Entonces, la forma yaqui
de gobernar y gobernarse es colectiva y tradicional, es decir que los representantes yaquis
son ejecutores de una superior voluntad colectiva, donde internamente, se regulan por
una forma que involucra a los Ocho Pueblos yaquis tradicionales y a todos sus residentes.
La estructura política fundamental, descansa entonces en estos Ocho Pueblos que
conforman la tribu y en la autonomía relativa de que goza cada uno de ellos para tomar
decisiones internas. Los Ocho Pueblos son así unidades político- administrativas con
dominios territoriales bien delimitados, que poseen estructuras de gobierno autónomas
e independientes, aunque cuando se trata de tomar decisiones, se incluye al resto de la
población yaqui. Los representantes de cada pueblo se reúnen para discutir y llegar a
acuerdos. Así establecen las mediaciones necesarias para conseguir las paces, donde la
expresión «pueblo» para los yaquis, es más o menos equivalente al municipio en el resto
del territorio mexicano (Figueroa, 1993).
Podemos decir entonces que el gobierno tradicional de los yaquis es un complejo
conjunto de instancias civiles, militares y religiosas, donde destaca la obligación de la Au-
toridad Tradicional de hacer cumplir la ley, que no es cosa fácil, pues no existen normas
escritas, sino que están vinculadas a la tradición oral sobre los derechos y las obligaciones
de los Yaquis para con su grupo y para con el interior-exterior. El gobierno se realiza de
algún modo con lo que ellos conciben como su tradición, pero en el mismo plano, están
los mecanismos que usan para adaptar esa tradición a cada caso concreto y a veces no
previsto que se presenta, para lo cual ejercen también una especie de función legislativa y
judicial de interpretación colectiva de las tradiciones.
La instancia de gobierno civil, o Civil Yaaura, está conformada básicamente por dos
instituciones: una es temporal, que debe ser elegida cada año; y la otra, que es permanente.
La primera se integra por cinco gobernadores ordenados jerárquicamente de la siguiente
manera: primer gobernador, o Kobanhau, Yoowe, Segundo gobernador o Kobanau, tercer
gobernador o Kapitá, cuarto gobernador o Komandate, y quinto gobernador o Alawasi.
La segunda es una especie de Senado o Consejo de ancianos, los Yo Oewem Mayores,
cuya cabeza y sede se encuentra en el Pueblo Mayor. Además, al servicio de los goberna-
dores se encuentra el Secretario, que es de carácter permanente. Decíamos también que
dentro de los cargos permanentes de la estructura de gobierno civil, se encuentran los
Pueblos Mayores o Pueblos Yoo owemem. Y que es una institución conformada por las
personas de mayor edad en los pueblos, que en su juventud generalmente fueron goberna-
dores. A la cabeza de ellos se encuentra el Pueblo Mayor o Pueblo Yooewe, designado por
el conjunto de los Pueblos Mayores. Esta es la institución que goza de mayor prestigio,
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pues sus miembros son los depositarios de las tradiciones y los que se encargan de hacerlas
vigentes en las asambleas o Komunila.
También existen diversas autoridades tradicionales en materia militar, asociada moder-
namente al mantenimiento del orden público dentro de los Pueblos y la religión, asociada
al culto católico-guadalupano, que es mayoritario entre los Yaquis.
La Komunila es la instancia civil que tiene poderes más amplios en cuanto a la determi-
nación de las acciones de todo tipo, pues todas las demás instancias de gobierno se sujetan
a las decisiones allí tomadas. En dicha asamblea comunal se dirimen todas las controver-
sias relacionadas con los asuntos de los yaquis, sobre todo las que representan decisiones
que no son rutinarias. Así mismo, en la Komunila se toman las decisiones relacionadas
con las relaciones externas de la tribu. La Asamblea o Komunila tiene lugar los domingos,
después de los ocios religiosos.
En la Komunila se reúnen todas las personas que tienen algún cargo religioso, civil
o político y también hombres y mujeres de la comunidad interesados en discutir algún
asunto de los que se tratarán. Todos tienen derecho a ser escuchados y a votar, pero tienen
más peso las opiniones de los Pueblos Mayores, de los Gobernadores, y de las personas
que han desempeñado cargos anteriormente. En la Komunila se discuten asuntos domésti-
cos, pero también asuntos que tienen que ver con el conjunto de los Ocho Pueblos yaquis,
donde la opinión del pueblo será llevada a la Asamblea comunal de los Ocho Pueblos
yaquis. La Komunila de los Ocho Pueblos se lleva a cabo en Vicam, cabecera política,
pero también en Potam, como segunda «capital» de los Ochos Pueblos. En la esencia de
la organización social y política yaqui, todos los miembros de la tribu participan en alguna
actividad colectiva aunque solo sea de manera temporal, cabiendo el énfasis de que las
decisiones no se toman nunca de modo individual, sino colectivo, aunque los individuos
o facciones puedan tener gran inuencia. Entre los yaquis, las acciones individuales, por
lo menos en el sentido político más amplio del término, son inconcebibles si no hacen
alusión a la estructura organizativa general. En ella todas las personas desempeñan un rol
social preestablecido y sancionado por la estructura de su sociedad.
3.5. Quinto eje: Námakasia o rmeza para un empoderamiento pacista
A través del reconocimiento de las experiencias de paces, la regulación pacíca de con-
ictos y la no violencia como losofía y método del cambio social, se dene al empodera-
miento pacista como la praxis que continuamente analiza la realidad y hace propuestas
prácticas para implementar las paces y el cumplimiento de los Derechos Fundamentales
de las personas; como un proceso en el que son reconocidos todos los actores públicos y
privados, donde sus capacidades para las acciones de paz se dimensionen en sus posibili-
dades de participar al máximo posible en la toma de decisiones implicadas en el bienestar
social. (Muñoz, Herrera Flores, Molina, Fernández: 133).
Siguiendo el pensamiento crítico de Kenneth Boulding, economista y pacista bri-
tánico (Carpintero, 2012), quien caracterizaba el poder como medio de transformar los
conictos por medios y con objetivos pacícos, y distinguía varias esferas de conforma-
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ción del poder. Integrativo, destructivo, y productivo. Estas tres esferas estarían interre-
lacionadas entre sí, de lo cual se inferiría al nal un cierto punto de equilibrio resultante
de las desavenencias y concordancias entre unos y otros.
La primera de estas formas de poder, la integrativa, es decir, las acciones privadas y
públicas con incidencia en el conjunto de la integración social, permite reconocer recursos
ecaces y disponibles a lo largo de la historia para una transformación no violenta de la
realidad. Podemos observar al respecto que la organización interna entre los Yaquis, así
como muchos otros pueblos indígenas desde Canadá a la Patagonia, realiza una reivin-
dicación de sus Derechos Fundamentales desde un enfoque de empoderamiento paci-
sta que en su idiosincrasia se identica, concretamente en el caso Yaqui, con la palabra
Námakasia.
El empoderamiento pacista descrito, genera necesariamente una visibilidad en di-
ferentes espacios de la sociedad en su región y en el país entero, la cual produce la inte-
racción necesaria para que los espacios se transformen y los estereotipos creados por sus
adversarios cedan.
Otro aspecto clave ya señalado por Muñoz (2010), pero también por Martínez, Fisas
o Sandoval, entre otros, se reere a la red social en sentido amplio como expresión de la
sociedad civil empoderada y a la interacción humana, lo que constituye una de las claves
para la construcción de paces, donde resulta clave el interiorizar que en buena medida,
el destino propio depende del bienestar de los demás. Así, las redes sociales funcionan
como esa interiorización y el conocimiento de los otros, ayudando a ver la diferencia en
un contexto de interculturalidad y no de subordinación.
4. Conclusión: Námakasia o rmeza para hacer las paces
El antiguo y dilatado enfrentamiento entre Yaquis y Yoris (por exclusión, los que no son
Yaquis y por ende, tampoco personas, pues en la antigua idiosincrasia yaqui los yoris, son,
paradójicamente, «los feroces» blancos y mestizos) ha ocurrido en diferentes dimensiones
en la historia, desde el siglo XVI, con las primeras exploraciones europeas en la región.
Primero militares, y luego, ante el poco avance conseguido, religiosos y misionales, siem-
pre asociados a la intermitente pero casi permanente disputa por el territorio y los recursos
naturales.
Si bien las nuevas luchas yaquis se vinculan ahora a la extracción de agua sin su
consentimiento de su territorio ancestral (Aboites y Moreno, 2014), (Moreno, 2014),
o más recientemente, la construcción y el paso de un ducto de gas por su territorio sin
avisarles, sin consultarles y más bien procurando dividirlos como Tribu (Escobar, 2016),
aplicando con malicia aquella vieja máxima romana del «divide et impera»; es la notoria
autoarmación de la tribu, de «los que hablan fuerte» la característica más sobresaliente
del movimiento social de resistencia llevado a cabo por los Yaquis.
Con base a los diferentes Tratados e instrumentos internacionales suscritos por el
Estado mexicano, que parece en este casos seguir al pie de la letra esa otra vieja máxima
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conocida como «rma todo con tal de no cumplir nada»; en especial el convenio 169 de
la OIT, pero también los Convenios y Tratados vinculantes del Sistema Interamericano
de Derechos Humanos o la Declaración de la ONU sobre los Pueblos Indígenas de 2007,
los Yaquis son ahora sujetos de una protección especial por el marco jurídico internacio-
nal del Derecho de los pueblos originarios, que contiene Derechos Colectivos como los
derechos a la Autodeterminación y a la Consulta que no solo deben ser reconocidos for-
malmente, sino observados y respetados por todas las instituciones del Estado mexicano,
pero también y sobre todo por los privados y las compañías multinacionales de naturaleza
extractiva.
Es así como la acción colectiva, legal y pacíca desplegada por los Yaquis desde 2011,
año en que el proyecto del llamado «Acueducto Independencia» se inició por el gobierno
de Sonora sin contar con el consentimiento previo e informado de la tribu Yaqui (More-
no, 2014), (Aboites y Moreno, 2015), encaja bien dentro de la idea del empoderamiento
pacista y con la necesaria práctica intercultural que pueda ayudar a pacicar la región,
puesto que conuyen en la creación de espacios de inter-relación con la sociedad mayo-
ritaria, tanto a nivel institucional y gubernamental como no gubernamental. Y es en ese
punto donde la capacidad adaptativa y la resiliencia15 de la Tribu Yaqui se muestra ple-
namente, al enseñarnos su especial aptitud para generar espacios de sensibilización para
la sociedad mestiza mayoritaria (mexicana), con una praxis intercultural que persigue el
pleno reconocimiento y respeto de sus Derechos colectivos en el plano regional, estatal,
nacional e Internacional.
Así, el empoderamiento pacista de la Tribu Yaqui desde su propia interpretación e
idiosincrasia ¡Námakasia!, combina la lógica occidental de cumplir objetivos concretos
mediante acciones especícas de resistencia civil, o mediante el ahora denominado «liti-
gio estratégico» (dado que el litigio legal de los Yaquis en contra del llamado Acueducto
Independencia, llegó hasta el máximo tribunal mexicano, La Suprema Corte de Justicia
de la Nación, con un resultado favorable e histórico para las luchas de los pueblos indí-
genas en México, pero que hasta ahora ha sido inefectivo para el caso de la tribu), con la
idiosincrasia y cosmogonía que representa Námakasia para la vida colectiva de la Tribu
Yaqui (https://www.sitios.scjn.gob.mx/codhap/sites/default/les/engrosepdf_sentenciare-
levante/12006310.002-1712_0.pdf).
Ya en 2018, la tribu Yaqui no solo lucha por el reconocimiento de sus Derechos ances-
trales sobre el territorio y sus recursos naturales o su autonomía, sino por su sobrevivencia
en un medio hostil. Y lo cierto es que han tenido durante los pasados años un sonado éxito
en la difusión de su lucha a través de diversos medios de información, convencionales y al-
ternativos. Precisamente desde 2010, lo que a la fecha visibiliza su reclamo nacional e inter-
nacionalmente. Siempre bajo la voz Námakasia como bandera reivindicativa y étnica que
resulta singular e inconfundible. Así, se han hecho entrevistas y reportajes sobre su lucha
15. Del inglés resilience, y este del lat. resiliens, -entis, part. pres. act. de resilīre ‘saltar hacia atrás, rebotar’, ‘replegar-
se’.1. f. Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos.
Diccionario RAE. En sicología, La resiliencia es la capacidad que tiene una persona o un grupo de recuperarse frente
a la adversidad para seguir proyectando el futuro. En ocasiones, las circunstancias difíciles o los traumas permiten
desarrollar recursos que se encontraban latentes y que el individuo desconocía hasta el momento.
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tes de la primera guerra del Agua en México», 31 de agosto. Recuperado en: http://www.
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bién en la cadena Russia Today: RT Noticias, 2016. «Una Tribu mexicana deende su terri-
torio ancestral de un megaproyecto», 15 de noviembre de 2016. Recuperado en: https://acs-
tualidad.rt.com/actualidad/223691-tribu-yaqui-mexico-defender-territorio-gasoducto).
Del mismo modo la lucha yaqui ha cautivado la atención de cineastas y documen-
talistas, puesto que se han rodado películas y documentales sobre su cultura y su actual
lucha pacíca, (Agencia Subversiones, 2014. Los Yaquis contra la serpiente de agua, o en
Ros, Sergi. 2016. Mover un río, Laberinto Yoeme), por no hablar del sonado asunto me-
diático dentro y fuera de Sonora y de la región noroeste de México y el reconocimiento
social amplio que les ha generado el éxito de sus demandas ante los tribunales federales
para defender sus Derechos Fundamentales. Destaca, como se ha dicho, la sentencia de
Amparo en Revisión 631/2012, donde la Suprema Corte de Justicia de la Nación se pro-
nunció en favor de la consulta libre e informada a la tribu Yaqui y en contra de las obras
de infraestructura hidráulica que no les fueron consultadas. (Pasillas, Enrique F. 2018).
Sin embargo, ahora la tribu Yaqui tiene tareas importantes: deberá consolidar su pre-
sencia y ganar también espacios políticos dentro de las evidentes limitaciones del sistema
de elecciones mexicano. Otras comunidades indígenas en México, como los Caracoles Za-
patistas en los Altos de Chiapas o los Comuneros Purépechas de Cherán-Keri, en la meseta
de Michoacán, lo saben bien. Así, es claro que en términos de la normativa nacional e
internacional vigente, tanto de las sentencias de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
como de los precedentes en Corte Interamericana de Justicia; así como en el sistema de
Naciones Unidas para la atención de los pueblos indígenas, la tribu Yaqui es acreedora
de una protección jurídica especial como entidad colectiva de derecho público, donde
Námakasia merece ser reconocida como una expresión singular y propia de la cultura de
paz y de solución pacica de los conictos en México.
De manera que estimamos que la práctica intercultural Yaqui enriquece y empodera
pacícamente a los pueblos indígenas mexicanos ante el reclamo cada vez más generaliza-
do por el respeto de los otros actores sociales a los Derechos Fundamentales de los pueblos
indígenas en México, como una manera clara de hacer las paces, aun las imperfectas; así
como el compromiso a través del diálogo intercultural con la sociedad mestiza mayorita-
ria, que articula los cinco ejes de la matriz comprensiva e integradora del marco teórico
de las paces imperfectas de Muñoz y que también ser acerca al concepto de paz positiva
propuesto por Galtung. Los Derechos Humanos, entonces, pueden re-denirse siguiendo
a Joaquín Herrera Flores, «como el conjunto de procesos sociales, económicos, normati-
vos, políticos y culturales que abren y consolidan desde el reconocimiento, la transferencia
de poder y la mediación jurídica, espacios de lucha por la particular concepción de la
dignidad humana». (Herrera, s/f pág. 30).
http://dx.doi.org/10.30827/revpaz.v11i1.5999
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Zárate Valdez, José Luis (2016) Grupos Étnicos de Sonora: Territorios y condiciones
actuales de vida y rezago, Región y Sociedad, No 65, Hermosillo, Sonora.
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Recibido: 30/05/2017 Aceptado: 08/10/2018
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Pasillas Pineda, Enrique F. (2018) Námakasia o rmeza. Hacer las paces desde la experiencia de la tribu Yaqui,
Revista de Paz y Conictos, Vol. 11(1), pp. xxx-xxx.
DOI: http://dx.doi.org/10.30827/revpaz.v11i1.5999
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Enrique Francisco Pasillas Pineda. Licenciado en Derecho (UAA). Máster en Estudios Jurídicos Avanzados y Dere-
cho Ambiental (UNIA). Doctorando en Ciencias Jurídicas/Doctorado Iberoamericano en Gestión de Paz y Con-
ictos. Universidad de Granada (con el auspicio de la Asociación Universitaria Iberoamericana de Posgrado y el
Instituto de la Paz y los Conictos de la Universidad de Granada).
... Así mismo, en México diversos organismos buscan incluir a las comunidades indígenas en la actividad turística para que exista un desarrollo social y económico (Alcocer, 2012). Uno de los ejemplos más conocidos internacionalmente por sus grandes conocimientos y En otro orden de ideas, se observa que muchos de estos grupos étnicos se encuentran sumidos en la marginación producto de las malas políticas de una minoría discriminada, presentando la relación, entre más riqueza de recursos naturales mayor es la pobreza, así, como la puesta en marcha de proyectos gubernamentales sin la previa consulta de la nación indígena, trasgrediendo su autonomía, pero sometiéndose finalmente por la falta de oportunidades educativas, laborales y/o económicas (Pasillas, 2018a). Cabe resaltar que, la cultura de la Nación Yaqui es una de las más importantes del estado de Sonora, ya que debido a la adversidad han persistido desde épocas prehispánicas y las distintas luchas sociales de México, los han caracterizado como una tribu guerrera, poco dócil y constante en su lucha para la conservación de su territorio. ...
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RESUMEN El objetivo fue analizar los elementos de la cultura Yaqui como atractivo etnoturistico en la región del Sur de Sonora, México. Se sustentó con los aportes de Macionis y Plummer (2011), Buenaño y Marca (2015). El tipo de investigación fue analítica, con diseño de campo. Se aplicó una entrevista estructurada a diez informantes, líderes relacionados con la etnia. Los resultados obtenidos evidencian, que el sector cultural no está totalmente a favor de la inclusión de la tribu como atractivo turístico; sin embargo, se destacan los diversos factores que intervienen para poder potenciar dicha atracción, tales como valores, tradiciones y creencias. Palabras Claves: Elementos de la cultura Yaqui; Etnoturismo; Sonora, México. ABSTRACT The objective was to analyze the elements of the Yaqui culture as an ethno-tourist attraction in the southern region of Sonora, Mexico. It was supported by the contributions of Macionis and Plummer (2011), and Buenaño and Marca (2015). The type of research was analytical, with a field design. A structured interview was applied to ten informants, leaders related to ethnicity. The results obtained show that the cultural sector is not totally in favor of the inclusion of the tribe as a tourist attraction; however, the various factors that intervene to enhance this attraction, such as values, traditions and beliefs, stand out.
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The objective of this article is to propose a discussion on the role of multiculturalism and its implications within the Mexican nation-state from the methodology of legal studies, given the lack of legal and institutional tools to address the growing challenge of a multi ethnic society that aspires to a peaceful coexistence; where the indigenous peoples of Mexico uphold old demands on compliance with and respect for their Fundamental Rights, now based on international law and jurisprudence. The proposed analysis shows that despite the constitutional reforms of 2001 and 2011, it is necessary to introduce major legal reforms, including pluralism and interculturality in the public agenda and institutional space. The case of the Yaqui tribe is paradigmatic because they are waging a legal and peaceful struggle for their fundamental rights against the dispossession of their ancestral territories and its natural resources.
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En el presente artículo se ofrece una caracterización breve de los territorios y condiciones en que viven los grupos indígenas que habitan en el estado de Sonora, a partir de su historia. Además, se plasma su situación actual en indicadores territoriales, demográficos, actividades económicas, educación, vivienda, salud y rezago social. En Sonora hay nueve grupos étnicos, integrados por alrededor de 138 mil personas, lo que representa 5.2 por ciento de la población total de la entidad. En conjunto, poseen 5.8 por ciento de la superficie estatal, aunque en áreas desérticas, montañosas, de difícil acceso y, en algunos casos, la comparten con gente no indígena. Ochenta por ciento de estos grupos vive en comunidades rurales, por lo general alejadas de los centros urbanos, con acceso insuficiente a la educación y a los servicios médicos, con fuentes de trabajo de bajo perfil y paga, viviendas pequeñas con pocos bienes y carentes de electricidad, drenaje y agua potable de calidad. Los indicadores analizados confirman el estado de marginación, vulnerabilidad y fragilidad de este sector de la población, y marcan la necesidad urgente de apoyo real de parte del Estado.
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En esta trabajo se sostiene que el fenómeno más importante que ha ocurrido en América Latina en las dos últimas décadas ha sido la Emergencia Indígena. Se señala que el primer ciclo de este proceso de reconstrucción de las identidades étnicas ha comenzado a agotarse y a dar paso a un segundo ciclo. Esta nueva fase está marcada fuertemente por la experiencia del Gobierno de Evo Morales en Bolivia y los municipios indígenas que surgen en muchos países, en que los líderes de las organizaciones indígenas han tomado las instituciones del Estado a nivel local. Esta nueva situación cuestiona el anterior concepto de autonomía, como no pertenencia plena a la comunidad nacional, y plantea el desafío de una nueva ciudadanía de los indígenas, en que ser ciudadano de la nación y miembro del pueblo indígena no plantea contradicción. En esta nueva fase de descolonización, los indígenas buscarán apropiarse como ciudadanos étnicos de los instrumentos e instituciones del Estado y no retraerse a sus comunidades originarias en una suerte de repliegue o de “auto apartheid”.
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Evelyn Hu-DeHart brings into focus the Yaqui in the nineteenth century, as the newly independent Mexico lurched through immense economic and governmental transformations, wars, insurgencies, and changing political alliances. This history includes Yaqui efforts to establish a native republic independent of Mexico, their resistance against government efforts to reduce their communal land to individual holdings, the value of their labor to mining and agricultural companies in northwest Mexico, their several revolts and guerrilla actions, the massive deportation of Yaquis from Sonora to Yucatán, the flight of some Yaquis across the U.S. border to Arizona, and their role in the 1910 Mexican Revolution. In this revised edition of her groundbreaking work, Hu-DeHart reviews and reflects on the growth in scholarship about the Yaqui, including advances in theoretical frameworks and methodologies on borderlands, transnationalism, diaspora, and collective memory that are especially relevant to their history. © 2016 The Board of Regents of the University of Wisconsin System. All rights reserved.
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Introducción El fin del siglo XX y el principio del siglo XXI estuvieron marcados por el signo de los nuevos movimientos sociales, dentro de los cuales sobresalen los movimientos indígenas. Cuando el avance del capital financiero sustituía a la política y restaba espacios a las luchas gremiales, cuando parecía que llegábamos al fin de la historia y la mundialización del capital se nos presentaba como un destino manifiesto 1 , vemos surgir nuevos sujetos políticos con identidades particulares reclamando sus derechos específicos. Así, desde hace varios años los pueblos indígenas, sus comunidades y organizaciones, se han convertido en sujetos políticos con una utopía común bien definida: ser reconocidos dentro de las sociedades en las que viven con plenos derechos, igual que los demás miembros de ellas. Desde hace años y todavía persisten en ello. Es más, no se ven signos de que piensen dejar de hacerlo en los próximos años. Estamos ante el hecho de que los pueblos indígenas no sólo existen sino también se mueven y en muchos casos lo hacen fuera de los espacios institucionalizados por los estados de los que forman parte, creando sus propios rostros y rumbos. Esto desconcierta a la clase política tradicional, porque los movimientos indígenas no son cualquier movimiento, sino unos que dentro de su utopía incluyen modificar el actual estado de cosas por otro que ensanche los espacios de participación en la vida política del país, al tiempo que amplíe las vías para hacerlo, dando origen de esa manera a nuevos movimientos sociales que, como bien observa Melucci 2 , impactan diferentes niveles o sistemas de la estructura social, se 1 Para un exposición mas amplia sobre el impacto del capital financiero en la política puede verse: Almeyra, Guillermo, "Lo político y la política en la mundialización", en: Avalos Tenorio, Gerardo (coordinador) Repensar lo político, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, División de Ciencias Sociales y Humanidades, México, 2002, pp. 209-313. 2 Melucci, Alberto, Acción colectiva, vida cotidiana y democracia, El Colegio de México, México, 1999, p. 59.