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Nº 56 / 2017, pp. 225-251
Estudios Atacameños
Arqueología y Antropología Surandinas
Mina las turquesas: lapidaria, secuencia
alfarera prehispánica e interrelaciones
culturales en un espacio internodal del
desierto de atacama, chile
Las turquesas mine: lapidary, potter pre-hispanic
sequence and cultural interrelationships in an
internodal space from the atacama desert, chile
Carlos González Godoy1, Catherine Westfall2 y Carmen Castells Schencke3
Resumen
En este artícu lo se presenta la secuencia oc upacional alfarera de la
Mina Las Turquesas, emplazada en El Salv ador, comuna de Diego
de Almagro, disc utiendo sus aportes al c onocimiento de la minería
lapidaria prehispánica y sobre las probables interrelaciones entre las
manifestaciones culturales alfarera s circumpuneñas y del valle de
Copiapó, caracter izando sus particulares oc upaciones internodales
dentro del desierto de Ata cama. Igualmente, se postulan v inculaciones
de este sitio con rutas caminer as locales y con el Qhapaq Ñan longitu-
dinal. También se entregan fechados absolutos inéditos de la Mina Las
Turquesas y del oasis de Finca de Chañaral, para disc utir determinadas
interacciones sociales. Fina lmente, y en base al sitio Mina Las Turque-
sas, se plantean las singula ridades socioculturales de la zona en estu-
dio (comuna de Diego de Almagro), ubicada en el Desierto Meridional
de Atacama .
Palabras claves: Minería no metalífera – interacciones cultura les –
redes caravaneras – prehistoria alfarera.
Abstract
This article presents t he occupational pottery sequenc e of the Las
Turquesas Mine, located in El Salvador, Diego de Almagro commune,
discussing its contributions to the knowledge of the pre-hispanic
lapidary mining and t he probable interrelations bet ween the cultural
manifestations potter y circumpuneña and of the Copiapo valley, with
the purpose to characterize its particula r intermodal o ccupations
within the At acama Desert. Likew ise, linkages of this site are posited
with local road routes and the longitudinal Qhapaq Ña n. There is also
unpublished absolute dated from the Las Turquesas Mine and Finca of
Chañaral oasis, to discuss certain soc ial interactions. Finally, based on
the site Las Turquesas Mine, as an analytical foc al point, the sociocul-
tural singula rities of the area under study (Diego de Almag ro commu-
ne), located in the Southern Atacama Desert, are proposed.
Keyw ords: Non-meta lliferous mining – cultur al interactions – caravan
networks – prehistor y pottery.
Recibido: abril 2016. Aceptado: abr il 2017.
D Introducción
Los trabajos arqueológicos efectuados en el sitio Mina
Las Turquesas (Sal-25, coordenadas UTM WGS 84:
444049 E / 7096086 N; en adelante MLT), ubicado en
la comuna de Diego de Almagro, en el extremo noreste
de la región de Atacama, han llamado la atención respecto
a las probables interrelaciones, contactos e intercambios
entre las comunidades circumpuneñas occidentales y del
valle de Copiapó. En este sitio se han registrado ocupa-
ciones desde aproximadamente el 500 AC, con grupos
portadores de cerámica Los Morros y Loa Café Alisado,
hasta testimonios históricos indígenas (Uribe et al. 2004)
y subactuales (Castells et al. 2010a), descartando la ex-
clusiva filiación inca del sitio definida originalmente por
Iribarren (1972-1973). Esta mina lapidaria y centro arte-
sanal se emplaza a 2830 msnm en el cerro Indio Muerto
de El Salvador, manifestando una acentuada presencia
de mineros-caravaneros atacameños, como también de
expresiones culturales Ánimas. De igual modo concentra
objetos, materias primas y productos transpor tados desde
otros puntos del desierto, valles y costa (González y West-
fall 2005, 2008; González et al. 2010; Westfall y Gonzá-
lez 2010). Estos antecedentes dejan entrever la existencia
de rutas caravaneras preincaicas en el desierto meridional
de Atacama, que el Inka con posterioridad unifica bajo
En memoria del historiador y amigo
Gonzalo Sotomayor Cabeza
(17.02.1974 / 3.03.2016)
1 Instituto de Investigación en Ciencias Sociales y Educación, Universidad de Atacama, Copiapó, CHILE. Email: carlos.gonzalezg@uda.cl
2 Máster en Historia y Gestión del Patrimonio Cultural. Investigadora Independiente, CHILE. Email: catherine.westfall@gma il.com
3 Conservadora. Investigadora independiente, CHILE. Email: ccastells@me.com
Carlos Gonz ález Godoy, Cather ine Westfall y Carmen Castells Schencke
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a contextualizar la narrativa temporal del artículo y las
ocupaciones prehispánicas. Valga precisar que definimos
este espacio como desértico e internodal, cuyas especifi-
caciones culturales serán analizadas en este trabajo.
D Desierto y prehistoria alfarer a en diego de
almagro
Al comenzar nuestras investigaciones en la comuna de
Diego de Almagro, observamos una frecuente desvincu-
lación de sus desarrollos culturales prehispánicos del área
circumpuneña, pese a opiniones y trabajos significativos
que han manifestado lo contrario (Martínez 1990, com.
pers. 2013; Núñez 1987, 1991; Núñez y Dillehay 1995).
Por su parte, Nielsen (2008: 3) delimita los Andes cir-
cumpuneños de la siguiente manera: “me refiero a las
tierras altas de las provincias de Catamarca, Salta y Jujuy
en el Noroeste argentino, de la Región de Antofagasta
nador de Atacama en la Línea Arqueología en el equipo del Depar-
tamento de Antropología, Universidad de Chile (2009-2010), en el
desarrollo del aludido proyecto. Gran parte de estas fechas fueron
publicadas por Uribe y Sánchez (2016: 566-567).
sus lineamientos culturales, rituales, sociales y políticos,
si bien toma como pauta los caminos locales precedentes.
En consecuencia, nuestro trabajo analiza la información
arqueológica del sitio MLT, presentando su secuencia
ocupacional, particularidades, aportes al conocimiento
minero lapidario y sus contribuciones para reconstruir
los procesos sociales prehispánicos de la comuna de
Diego de Almagro, Despoblado de Atacama. Estos re-
sultados se complementan con información arqueológi-
ca del territorio comunal, entre ellas expresiones viales
prehispánicas, como el Camino del Inka. La comuna en
cuestión se ubica a 149 km al noreste de la ciudad de Co-
piapó, contando con una superficie total de 18.664 km2,
en el desierto de Atacama (Figuras 1 y 2). Junto con ello,
presentamos dataciones absolutas inéditas de la MLT
logradas por nuestro equipo, al igual que del oasis de
Finca de Chañaral (ver Figura 2), obtenidas en 2010 por
el proyecto Qhapaq Ñan Chile,4 las cuales nos ayudarán
4 Fechas publicadas en este artículo gracias a l Ord. N° 3927 del Con-
sejo de Monumentos Nacionales. Se generaron en el marco de la
postulación del tramo Qhapaq Ñan-Sistema Vial Andino, Chile, a
la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO; en adelante Pro-
yecto Qhapaq Ñan-CMN. El primer autor participó como coordi-
Figura 1.
El Salvador (MLT), Diego de Almagro y Finca
de Chañaral, región de Atacama.
Figura 2.
Comuna de Diego de Almagro (en gris),
al noreste de la región.
Carlos Gonz ález Godoy, Cather ine Westfall y Carmen Castells Schencke Mina l as turquesas: la pidar ia, secuencia alfa rer a prehispánica e in terrel aciones cultur ales
en un espacio internodal del desierto de atacam a, chile
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en el Norte de Chile5 y los Departamentos de Potosí y
Tarija en el Suroeste boliviano”. De esta forma, se obvian
los aportes culturales del noreste de la región de Atacama,
restando información para comprender la integralidad de
las ocupaciones prehispánicas, como de los procesos de
movilidad prehispánica y de las diversas espacialidades
presentes a lo largo del tiempo en este territorio desértico.
Esto no implica unificar por completo la comuna de Diego
de Almagro a los desarrollos circumpuneños occidentales,
sino más bien entender la existencia de algunos elementos
de estas características y sus interacciones sociales con las
expresiones culturales del Despoblado de Atacama.
Asimismo, se ha considerado por convención dentro de
los estudios arqueológicos que las actuales regiones chi-
lenas de Atacama y Coquimbo, forman en conjunto lo
que se conoce como “norte semiárido” o “Norte Chico”,
que comprende los valles transversales desde la región
de Atacama al sur, a diferencia del “Norte Grande”, que
concluiría en el límite sur, político, de la región de An-
tofagasta. Un ejemplo de esta situación lo encontramos
en un trabajo de Iribarren y Bergholz (1972-1973) sobre
el Camino del Inka, realizado al norte de Copiapó en
pleno desierto de Atacama, en el que mencionan que su
investigación se efectúa en un “sector del norte chico”. En
forma paralela, se han asimilado tradicionalmente para
ambas regiones los mismos desar rollos cultura les prehis-
pánicos. Incluso se replica la secuencia cultural prehis-
pánica maestra del valle de Copiapó para toda la región
de Atacama (Niemeyer 1994; Niemeyer et al. 1998). Al
contrario, en el trabajo de Troncoso y Pavlovic (2013) se
consideran las comunidades alfareras del norte semiári-
do, pero solo a contar del valle de Copiapó hacia el sur,
detallando sus diferencias. Esto pone de manifiesto que
los procesos sociales prehispánicos no se corresponden
con los límites geopolíticos contemporáneos (Castro et
al. 2016: 241)
Desde el punto de vista geográfico, la Puna Salada en
nuestro país se extiende según Troll (1958; citado en
Núñez y Dillehay 1995: 34) hasta las cercanías de Copia-
pó. Lo anterior también se suma a las determinaciones
de Chong (2012: 28), que ubica arbitrariamente el térmi-
no del norte de Chile a la altura de los 27°00’ de latitud
Sur, al septentrión de Copiapó. Coincidentemente, desde
5 El subrayado es nuestro.
la perspectiva geológica, entre los 27° y los 33° de latitud
Sur se reconocen dos provincias tectónicas con estilos es-
tructurales distintos pero convergentes, correspondien-
tes al Norte Chico chileno (Moscoso y Mpodozis 1988:
163). Por consiguiente, desde el ámbito geohistórico el
noreste de la región de Atacama no puede desligarse en
términos geográficos, históricos y culturales de los de-
sarrollos sociales prehispánicos del desierto de Atacama
(González y Westfall 2005, 2008; González et al. 2010),
aunque tampoco totalmente del norte semiárido. De allí
que nos resulte inapropiado incluir la totalidad de nues-
tra área de trabajo como integrante del norte semiárido,
tanto geográfica como culturalmente hablando, si bien
presenta evidencias culturales de esa región natural.
En este espacio se gestaron probables interrelaciones pre-
incaicas entre las sociedades Molle, Ánimas y Copiapó,
con las poblaciones provenientes de la cuenca del río Loa
y San Pedro de Atacama, considerando en esta discusión
el sello atacameño de la MLT, principalmente durante el
Intermedio Tardío y la precedente ocupación Ánimas, que
se encuentra en un segundo lugar en el sitio (González y
Westfall 2005, 2008; Westfall y González 2010). Con
estas observaciones apuntamos a enfatizar la constante
interacción desarrollada en el tiempo en un vasto desier-
to y oasis (Nielsen 2008). Unidos a las condiciones geo-
gráficas desérticas, se visualizan recursos (por ejemplo,
mineros) y la producción de cultivos en espacios acotados
como oasis y aguadas, en verdaderos “bolsones fértiles”
al decir de Nielsen (2008: 4). El oasis de Finca de Chaña-
ral, a más de 50 km en línea recta del cerro Indio Muerto,
es testimonio de aquello, con terrazas fluviales que no
solo permitieron la instalación de asentamientos, sino
también habilitar, seguramente, espacios con cultivos en
épocas alfareras, tal como lo sustentan hojas líticas de
palas agrícolas e instrumentos de molienda, registrados
por nuestro equipo en el oasis.
Del mismo modo, cuando nos referimos a que nuestra
atención está en el desierto meridional de Atacama y, con-
cretamente, en la actual comuna de Diego de Almagro,
conceptualizamos este territorio, siguiendo a Giménez y
Héau Lambert (2007: 11), como un espacio apropiado,
ocupado y dominado por acción de un grupo social (o
varios), donde reproduce(n) y satisface(n) sus necesida-
des esenciales, de orden material y simbólico. Sin em-
bargo, no hay que olvidar la dimensión multiescalar del
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territorio, considerando distintos niveles y sociedades,
incluso desde una perspectiva local (Giménez y Héau
Lambert 2007: 12), tal como acontece en nuestra área
de trabajo. Igualmente, concebimos el desarrollo cultural
prehispánico de la comuna desde una dimensión geohis-
tórica (Braudel 2002) e internodal.6 Entendiendo por
este último concepto un área entre asentamientos con
altas densidades de población (Nielsen 2006: 34). En
nuestro caso comprende un elongado espacio entre los
nodos de San Pedro de Atacama por el norte y el valle
de Copiapó por el sur, pero concentrándonos analítica-
mente entre el límite norte de la comuna y el sur en Tres
Puntas. Por el oeste, limitamos con el espacio previo a la
localidad de El Salado, mientras que al este con Argenti-
na (Figura 2).
6 Mattozzi (2014: 93-94), siguiendo a Braudel (2002), define la
geohistoria como la convergencia analítica basada ”en la opera-
ción de reconstruir e interpretar los hechos sociales históricos,
contextualizados en un entor no y en un territorio gracias a la apli-
cación intensiva de operaciones cognitivas espaciales”.
D Reconstrucción prehispánica alfarer a
en la mlt
Este sitio minero lapidario se emplaza en la ladera
sureste y en la parte superior de la quebrada Las Tur-
quesas, en el cerro Indio Muerto de El Salvador. Com-
prende actualmente una mina de más de 30 m de largo,
dos socavones, un pique angosto derrumbado, avances
individuales de galerías internas, escalera tallada en
roca y un sector inmediato con testimonios de activi-
dad minera lapidaria, artesanal (elaboración de cuen-
tas de collar líticas y de conchas, como de figurillas de
piedras) y habitacional, casi por completo prehispáni-
cos, concentrados en dos terrazas artificiales (1 y 2),
unidas por un talud, en una superficie de 1750 m2. En
estas terrazas y en el talud se efectuaron recolecciones
superficiales sistemáticas, al igual que en una huella
subactual adyacente y en un talud bajo ella. Las exca-
vaciones, realizadas por medio de cuadrículas de 1 m2,
se concentraron en ambas terrazas. En la superior (1),
con una superficie de 58 m2, se trabajaron 24 cuadrí-
culas y en la terraza inferior (2), con una superficie de
66 m2, se excavaron 19 unidades (Figura 3). La guía
Figura 3.
Plano de las excavaciones en la MLT y detalle del camino inca asociado.
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en un espacio internodal del desierto de atacam a, chile
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inicial de intervención fue un análisis superficial de
fósforo (P) aplicado en todas las cuadrículas proyec-
tadas (Castells et al. 2010b), para optimizar el acotado
tiempo del que disponíamos, debido a la subsidencia
minera del sector, las grietas presentes y los continuos
derrumbes, por la cercanía del cráter artificial de la
gran minería del cobre, generado desde 1959 a la fecha
en el cerro Indio Muerto.
Corresponde a una mina lapidaria porque estuvo dedica-
da al trabajo de extracción de turquesas, otros minerales
y arcillas. Lo anterior se confirmó por análisis minera-
lógicos destructivos y no destructivos de Difracción y
Fluorescencia de Rayos X de 13 muestras del sitio, prove-
nientes de ambas terrazas e interior mina, entre ellas de
trozos de mineral, preforma de cuenta (cuadrícula M2,
nivel 16, limpieza de perfil) y figurilla ornitomorfa (cua-
drícula K3, nivel 6). Estos análisis fueron efectuados en el
laboratorio de geología de División Salvador de Codelco
(Novajas 2004). El análisis contempló otras cinco mues-
tras de sitios del cerro Indio Muerto: Sal 6-7-8, Sal 9 y
Sal-27 (Cementerio Las Turquesas) (González y Westfall
2008).7 En la MLT prevalece la turquesa y la brochantita,
encontrándose moscovita en dos muestras (fragmento
de roca y preforma de cuenta), un mineral filosilicato que
presenta tonalidades verdes. En las arcillas se identifica la
caolinita (figurilla).
En la terraza superior (1) se desarrollaron trabajos de
limpieza (Rees 1999) de trozos de turquesas y minera-
les de distintas dimensiones, producto de la reducción
de nódulos y núcleos, con un predominio de fragmentos
de 2 cm,8 preferentemente en un espacio delimitado por
un muro pircado simple y rústico con bloques naturales,
bajo (0,40 m de altura y 0,44 m de ancho) y transversal
de más de 6 m de largo (Figuras 3 y 4), a modo de cancha
de chancado (estructura 5), relacionada con el Interme-
dio Tardío. Además, se preparaban perforadores y micro-
perforadores líticos sobre rocas silíceas; en esta terraza
se obtuvieron 14 ejemplares (Contreras 2004). Se agrega
una preforma de un pendiente, una piedra aparentemen-
te para pulir y una pequeña punta de proyectil triangular
pedunculada con aletas, entre otras evidencias de trabajo
7 Como referencia se agregó el análisis de una cuenta lítica de un
collar de San Pedro de Atacama (Colección Museo Fonck).
8 Están pendientes análisis líticos que detallen la cadena operativa
lapidaria del sitio (sensu García-Albarido 2007).
lítico (núcleos y derivados de núcleos). De igual forma,
se ubicaron puntuales actividades domésticas: fogón en
cubeta; trozos y espículas de carbón dispersos; semillas;
huesos de camélidos; entre otros. También se registraron
restos textiles como torzales, cabos, vellones, vellón con
piel y sogas (Cases 2004).
Destaca la recuperación de 208 fragmentos cerámicos del
Formativo, Período Medio atacameño y Ánimas, Interme-
dio Tardío atacameño, especialmente inicial, y en menor
número Tardío e Histórico (Uribe et al. 2004). Por su par-
te, las excavaciones en este sector alcanzaron una potencia
estratigráfica de alrededor de 0,87 m, detectándose en la
unidad E11 una letrina histórica de 1955 y 1956 (fechas de
periódicos hallados), que disturbó los depósitos prehispá-
nicos y, a su vez, entregó valiosa información, gracias al
análisis de coprolitos humanos (Castells et al. 2010a). Los
trabajos comprobaron la vinculación de la estructura 4 (Fi-
gura 3) con la ocupación del Intermedio Tardío. Consistía
en un pequeño muro pircado simple de refuerzo, rústico,
que empleó bloques naturales, con 0,47 m de alto y 0,40
m de ancho, y una prolongación de más de 1 m.
En la terraza inferior (2) se observó igualmente la re-
ducción preferente de trozos de turquesa, la confección
de perforadores y microperforadores líticos sobre ma-
yoritarias rocas silíceas (preformas y finiquitados, con
504 ejemplares) y adornos (cuatro preformas de colgan-
tes, tres colgantes terminados y preformas de cuentas;
16 trozos con pulimento), dos cuchillos, tres cepillos,
dos percutores-martillos, siete puntas de proyectil (seis
son triangulares pedunculadas con aletas y una trian-
gular de base plana), una mano de moler, dos cuentas
finiquitadas con perforación bicónica, núcleos y deri-
vados de núcleos (Contreras 2004). Conjuntamente,
se identificaron restos textiles como torzales, vellones,
cabos, cordeles, anudados y sogas (Cases 2004). En
esta terraza se apreció un acentuado uso habitacional
del espacio, con actividades de combustión dispersas y
un 93,1% del total del número de especímenes identifi-
cados por taxón (NISP) de la colección zooarqueológica
(Velásquez 2004). Asimismo, se obtuvieron 1379 frag-
mentos cerámicos adscritos al Formativo, Período Me-
dio atacameño y Ánimas, Intermedio Tardío atacameño
–con la mayor presencia en el sitio–, Tardío e Histórico
en baja proporción (Uribe et al. 2004). Las ocupacio-
nes en esta terraza se presentaban diferenciadas, pero
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contiguas, en un lapso prolongado de tiempo, regis-
trando las excavaciones una potencia estratigráfica que
alcanzó los 2,60 m. Lamentablemente, el sector con
mayor profundidad ocupacional de la terraza 2 (cuadrí-
culas M0, M1 y M2), fue cortado por un camino secun-
dario en tiempos subactuales (Figura 5). En cuanto a
las estructuras 1, 2 y 3 (ver Figura 3), atañen a avances
mineros subactuales, adyacentes a la MLT.
De acuerdo a la única recolección intensiva que efec-
tuamos al interior de la mina,9 en un espacio de 4 m2
(Figuras 6 y 7), se observó un depósito ocupacional co-
lapsado y otros derrumbes, con una serie de evidencias
prehispánicas (Westfall y González 2010), constatán-
dose: limpieza de turquesa y de otros minerales; elabo-
ración de perforadores; núcleos y derivados de núcleos;
probables instrumentos para el pulido de cuentas (tro-
zo cilíndrico de madera y piedra angosta y lisa); restos
textiles como torzales, cordeles, cabos, anillado doble
torsión, entre otros, vinculados, según parece, a la ex-
tracción y reparación de instrumental minero (Cases
2004); tres ceramios completos del tipo Dupont (ver
Figura 7); fragmentos pirograbados de calabazas, un
contenedor y otros fragmentos reparados de cucurbitá-
ceas; cestería; fruto y semillas de Capsicum sp., inflores-
cencias de Typha sp. (totora) (Belmar y Quiroz 2004);
y 139 fragmentos cerámicos del Formativo, Período
Medio atacameño y Ánimas, Intermedio Tardío ataca-
meño, y en menor número Tardío e Histórico (Uribe
et al. 2004). Indudablemente, lo reducido de la muestra
no representa la realidad de las acciones prehispánicas
efectuadas al interior de la mina.
Las evidencias arqueológicas recuperadas de la MLT
respaldan la existencia de materias primas, objetos y
productos trasladados desde distintos y distantes am-
bientes, por medio del accionar caravanero y de contac-
tos e intercambios con diversas comunidades. Consisten
en: restos textiles distintivos de mineros-caravaneros,
que emplearon fibras de camélidos, vegetales –entre
ellos algodón–, pelo humano y chinchilla (Cases 2004);
cestería en espiral simple (Prado 2004); objetos de ma-
dera (mangos para perforadores líticos, trozo cilíndrico,
tortera, agujas, instrumentos activos para hacer fuego,
cierres de bolsas, astiles, espinas de Prosopis sp., ganchos
9 Por las peligrosas condiciones del interior de la mina, tampoco fue
posible actualizar topográficamente el plano de la MLT.
de atalaje, entre otros) (De Ugarte et al. 2010); productos
agrícolas como quínoa, maíz, madi, zapallo, ají, poroto y
calabaza, y otras especies vegetales de oasis y ambientes
lacustres, en especial el chañar (Belmar y Quiroz 2004);
conchas del Pacífico, principalmente de Mytilidae y Pec-
tinidae, utilizadas en su mayoría para la manufacturación
de ornamentos (Lucero et al. 2010); y profusos restos
zooarqueológicos, con 21.496 fragmentos.
De este conjunto óseo, 3306 especímenes o mínimas
unidades reconocibles fueron asignadas a elemento es-
queletario, familia y taxa específica. Ellos son: llama
(Lama glama) en ambas terrazas, interior mina y sector
pasarela, con un 78,8% del NISP, recuperada en toda la
secuencia ocupacional del sitio; cinco huesos de alpaca
(Vicugna pacos); pescados como corvina (Cilus gilberty), pe-
jeperro (Semicossyphus maculates), congrio (Genypterus sp.)
y jurel (Trachurus symmetricus); aves en escasa frecuencia;
chinchilla (probablemente Chinchilla lanigera), Phillotys sp.
(aparentemente de depositación natural); Canidae; y en
forma excepcional taruca (Hippocamelus antisensis) (Velás-
quez 2004). En relación con el recurso hídrico, los habi-
tantes de la MLT contaban con dos discretas aguadas a
menos de 10 km del sitio, una en el sector Pozo del Indio
al norte y otra al sur en el Llano de San Juan.
La mayor ocupación se visualiza en la terraza 2, con
el 49,3% de la muestra total de la cerámica del sitio
(N=2796), mientras la terraza 1 solo evidenció un 7,4%
de la muestra cerámica, distribuyéndose el resto en otros
espacios del sitio. No obstante, la cerámica da cuenta de
una ocupación continua del yacimiento, desde el Período
Formativo hasta épocas históricas (Uribe et al. 2004). En
la terraza 1, asumiendo una importante disturbación de
los depósitos, se distinguen dos concentraciones de mate-
riales cerámicos, una en superficie y la otra entre los 30 y
87 cm de profundidad, con registro del Formativo, corres-
pondientes a las primeras ocupaciones del sitio, las cuales
son prontamente intervenidas por los grupos del Período
Medio (Ánimas) y del Intermedio Tardío atacameño. En-
tre los 50 y 60 cm de profundidad se concentran los tes-
timonios Tardíos e Históricos. Los materiales Ánimas se
encuentran en toda la secuencia, aunque esto puede res-
ponder a la intervención de los grupos atacameños sobre
un asentamiento preexistente (Uribe et al. 2004).
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en un espacio internodal del desierto de atacam a, chile
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Figura 4 .
Despeje de muro (estructura 5) en terraza 1, durante el proceso de excavación.
Figura 5.
Camino secundario y MLT en el cerro Indio Muerto, indicada por la flecha
(Fotografías Carlos González 2004).
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Figura 6.
Entrada a la MLT (Fotografía Carlos González 2004).
Figura 7.
Despeje de los tres ceramios Dupont in situ, en derrumbe interior de la MLT
(Fotografía Catherine Westfall 2004).
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En la terraza 2 no se reconoce un patrón específico de
distribución espacial de los tipos cerámicos identifica-
dos, como consecuencia de reiteradas disturbaciones, al
igual que en la terraza 1. La mayoría de los tipos aparecen
hasta el metro de profundidad, presentándose los restos
del Formativo en niveles superiores e inferiores de las
excavaciones. Los referentes Tardíos e Históricos se en-
cuentran en los niveles medios y no necesariamente en la
superficie. También se aprecia una fuerte concentración
de materiales en las unidades M0, M1, M2, K3, K7 y L4,
con un momento temprano dentro del Intermedio Tar-
dío, particularmente en los niveles inferiores de las uni-
dades M, donde se encontraría el núcleo de la ocupación
atacameña en el sitio, el cual fue cortado por un camino
subactual, como se mencionó antes. Nuevamente se vi-
sualiza la existencia de cerámica Ánimas a lo largo de la
estratigrafía, con posibles remociones y eventuales epi-
sodios de contemporaneidad con las unidades sociales
atacameñas, quienes luego copan todos los espacios del
lugar (Uribe et al. 2004).
Ahora bien, los resultados de las excavaciones y el aná-
lisis cerámico determinan ocupaciones que se expresan
por medio de una secuencia más horizontal que vertical
(Uribe et al. 2004; Westfall y González 2010), asociadas
a ocupaciones puntuales y recurrentes en el sitio y su
entorno. Estas evidencias no apoyan la existencia de un
núcleo poblacional de grandes dimensiones (Uribe et al.
2004), como una aldea o poblado. Por las disturbaciones
de las ocupaciones sucesivas, es factible plantear la exis-
tencia de viviendas de material perecible, que pudieron
apoyarse en bases aisladas de piedras, localizadas en al-
gunos puntos del sitio, sin un orden definido.
Desde el punto de vista minero lapidario, se reconoce que
la obtención de materias primas (turquesa, otros mine-
rales y arcillas), la realización de tareas extractivas y las
labores artesanales especializadas, se efectuaban en el
mismo sitio (García-Albarido 2007). En este sentido, el
análisis lítico indicó una producción fundamentalmente
orientada hacia la elaboración de perforadores y micro-
perforadores en rocas silíceas (Figura 8), principal acti-
vidad lítica en la MLT; la segunda es el trabajo de piezas
pulimentadas, aparte de la confección de cuentas líticas
finiquitadas (Figura 9), escasas en el sitio (Contreras
2004). El pulido de las cuentas tendría un referente por
el hallazgo al interior de la mina de un trozo cilíndrico de
madera confeccionado desde una rama o tronco descorte-
zado. Esta pieza exhibe oquedades de distintos tamaños
en sus extremos, algunas con adherencias de mineral,
donde ubicarían las cuentas y eran pulidas (De Ugarte
et al. 2010: 1216). Asociado a este objeto se obtuvo una
piedra angosta y lisa de basalto, utilizada al parecer para
pulir las cuentas; otra pieza similar fue ubicada en la te-
rraza 1. Iribarren (1972-1973: 268) consigna cinco trozos
cilíndricos de madera con oquedades, de “uso desconoci-
do” del interior de la mina.
El quehacer minero es apoyado por labores domésticas
(preparación y consumo de alimentos), como por activi-
dades de almacenamiento y ceremoniales. Esto último
lo confirma, por ejemplo, el tipo San Pedro Rojo Violá-
ceo (SRV) del Intermedio Tardío atacameño (Uribe et al.
2004), recuperado en ambas terrazas, al interior de la
mina y en el talud bajo un camino subactual. Además,
se obtuvieron de las dos terrazas 25 fragmentos de es-
pátulas de huesos, en su mayoría de porciones diafisita-
rias de un camélido grande (llama) (Velásquez 2004);
instrumentos a lo mejor empleados para prácticas alu-
cinógenas, sin descartar otros usos. Objetos similares
son reportados en la MLT por Iribarren (1972-1973:
273-274). Cabe mencionar que tabletas de madera y
una espátula de hueso –diferente a las recuperadas en
la MLT- han sido registradas en el cercano Cementerio
Las Turquesas (González y Westfall 2008). Posiblemen-
te las espátulas de hueso estén presentes desde tiempos
Ánimas en la MLT.
Por último, es importante consignar que próximo a la
MLT se encuentra el Cementerio Las Turquesas. De este
sitio se ha estudiado un individuo masculino, adulto, mo-
mificado naturalmente, el cual presenta ajuar y ofrendas,
por el momento, asignables al Período Intermedio Tar-
dío atacameño,10 demostrando igualmente actividades
mineras y caravaneras relacionadas con la explotación de
la próxima MLT (González y Westfall 2008), ubicada a
más de 1 km al sureste.
Luego de exponer los aspectos esenciales sobre la carac-
terización arqueológica de la MLT, presentamos la perio-
dificación prehistórica alfarera del sitio, a partir de sus
elementos diagnósticos. Entendemos la MLT no solo
10 Están contemplados análisis de isótopos estables de este indivi-
duo, con la finalidad de discutir su procedencia.
Carlos Gonz ález Godoy, Cather ine Westfall y Carmen Castells Schencke
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Estudios Atacameños
Arqueología y Antropología Surandinas
Figura 8.
Preformas de perforadores, perforadores y microperforadores de la terraza 2, MLT
(Fotografía Lino Contreras 2004).
Figura 9.
Cuenta de collar lítica con huellas de pulimento, sector de pasarelas MLT, recolección superficial
(Fotografía microscópica Carmen Castells 2004).
Carlos Gonz ález Godoy, Cather ine Westfall y Carmen Castells Schencke Mina l as turquesas: la pidar ia, secuencia alfa rer a prehispánica e in terrel aciones cultur ales
en un espacio internodal del desierto de atacam a, chile
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Estudios Atacameños
Arqueología y Antropología Surandinas
como un yacimiento minero extractivo, con una orienta-
ción netamente económica, que no negamos, sino tam-
bién como un ejemplo de las probables interrelaciones
culturales y de las variabilidades del desarrollo prehispá-
nico en el territorio internodal de la comuna de Diego de
Almagro. Valga señalar que hasta ahora están ausentes
en nuestra área de trabajo grandes poblados, pukaras,
asentamientos nucleados de gran envergadura o conglo-
merados estructurados. Esto responde a una de las parti-
cularidades de las áreas internodales, la baja demografía
presente en un desierto absoluto (Nielsen 2006: 35), y en
los espacios inmediatos de la Puna Salada, que definen
la geografía comunal y que generan restos arqueológicos
de una singular naturaleza. De este modo, contamos en
la comuna con ocupaciones alfareras distintivamente in-
ternodales, tanto de tránsito como extractivas (Nielsen
2006: 35), al igual que de otra clase, entre ellas espacios
significados a través de un arte rupestre local, particular-
mente desde las épocas finales del desarrollo prehispáni-
co (Finca de Chañaral, Aguada Los Guanacos, Aguada
El Chinche, Alero de La Mano, Viña del Desierto, Tres
Puntas 1 y 2, entre otros). Estos antecedentes posibili-
tan plantear determinadas dinámicas de ocupación del
espacio, muchas de ellas a nivel de hipótesis interpreta-
tivas, que deben ser testeadas con futuras excavaciones
en campamentos de tareas, enclaves productivos y otros,
presentes en la comuna.
Período Formativo (1200 AC – 600 DC, aprox.)
A partir del Formativo atacameño podemos establecer los
primeros registros de movimientos de las poblaciones del
núcleo del oasis de San Pedro de Atacama y cuenca del río
Loa hacia el sitio minero lapidario de la MLT, distante a
más de 390 km en línea recta hacia el suroeste del centro
de poder atacameño. En efecto, los datos del Formativo
de la MLT están avalados por fragmentos cerámicos de
los tipos Los Morros, Loa Café Alisado, Loa Rojo Alisado
y San Pedro Negro Pulido (Uribe et al. 2004), abarcando
desde aproximadamente el 500 AC hasta el 600 DC, o tal
vez mucho antes. No superan un 4,5% de la muestra total
de cerámica del sitio, dando cuenta de dos acotados mo-
mentos, Temprano y Tardío dentro del Formativo (Uribe et
al. 2004), lo que nos permite sugerir que la activación del
sitio se debió a grupos formativos provenientes del nodo
nortino atacameño. Están presentes particularmente en la
terraza 2 y en el talud bajo el camino subactual.
En consecuencia, postulamos que dentro de los proce-
sos culturales del Formativo comienza la explotación
de la MLT, la que habría sido puntual, con eventos ocu-
pacionales esporádicos, coincidiendo con que: “En esta
época se inician las rutas de tráfico de traslado y coloni-
zación de recursos distantes” (Núñez 1991: 40), como
la turquesa de la MLT. Además, se condice con otros
contextos formativos de la circumpuna occidental,
centrados en la elaboración de cuentas de collar líticas
(Carrasco 2002; Rees 1999; Rees y De Souza, 2004;
Soto 2010); sitios hasta aquí no conocidos en el nor-
te semiárido y Chile central (Méndez com. pers. 2016;
Pascual com. pers. 2016). Asimismo, desde el punto de
vista tecnológico se constata a partir de este tiempo la
utilización de los perforadores y microperforadores líti-
cos en la MLT (Contreras 2004).
Hemos reconocido 24 fragmentos cerámicos de una
pieza restringida Molle con “base en torus”, obtenidos
por Iribarren en 1969 del sitio, que se encuentran en el
Museo Arqueológico de La Serena. Si bien anteriormente
postulamos que este objeto podría testimoniar un evento
u ocupación Molle en la MLT (González y Westfall 2005:
61), consideramos que su ínfima representación, junto
con la ausencia de otros testimonios de la ergología Mo-
lle en las excavaciones de la MLT, como tembetás, pipas
“T” invertida, fragmentación cerámica diagnóstica, entre
otros, proponen su ingreso por otros mecanismos, qui-
zás mediante intercambios y contactos, más que repre-
sentar una ocupación. Esto no objeta la presencia Molle
en la comuna, aunque pareciera manifestarse en baja fre-
cuencia y acrecentar su número a partir del río Salado al
sur. Así lo comprueban los restos Molle del sitio La Las-
ca, próximo a Inca de Oro, donde se recuperaron de dos
tumbas señalizadas con bloques de piedras planas, va-
rios ceramios, entre ellos uno negro pulido inciso, pipas y
tembetás (Castillo y Kuzmanic 1981: 122-124). Se agrega
cerámica gris-pulida-incisa y café alisada (vaso cilíndrico)
en Finca de Chañaral, en una ocupación fechada en 340
DC (datación radiocarbónica convencional, no calibrada)
(Cervellino y Sills 2001: 136). También se cuenta una pie-
za restringida Molle Rojo Grabado de Inca de Oro (Sin-
claire com. pers. 2009).
Junto a estas evidencias, se conocen otros restos del For-
mativo Tardío atacameño en nuestra comuna. En el peque-
ño oasis de Quinta Los Chañares, inmediato a la ciudad de
Carlos Gonz ález Godoy, Cather ine Westfall y Carmen Castells Schencke
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Arqueología y Antropología Surandinas
Diego de Almagro y ubicado a más de 50 km al suroeste
de El Salvador, fue recuperada en forma causal a fines de
los noventa, de un contexto posiblemente habitacional,
cerámica San Pedro Negro Pulido (SNP) en su variedad
Séquitor, en mínima cuantía, asociada a otros productos
trasladados (Figura 10). Igualmente, se cuenta con obje-
tos cerámicos de esta filiación cultural en el sector de Inca
de Oro, depositados actualmente en el Museo Chileno de
Arte Precolombino (Sinclaire com. pers. 2009).
El ingreso de estas piezas obedecería a intercambios, y
de la misma manera testifican la existencia de una ruta
caravanera que conectaba el extremo meridional del de-
sierto de Atacama con espacios circumpuneños occiden-
tales nortinos, confirmando la circulación de objetos y el
transporte de productos. De igual modo, la constatación
de algunas evidencias viales en una ruta prehispánica pa-
ralela al Qhapaq Ñan, que vincularía los oasis de Quin-
ta Los Chañares y Finca de Chañaral hacia el sureste,
recientemente reconocida por nuestro equipo, ubicadas
por un estudio de impacto ambiental en 2011 (Contreras
com. pers. 2015), también cuentan con un posible an-
tecedente Formativo. En un abra adyacente a esta ruta,
hacia el sur del oasis de Quinta Los Chañares, se encon-
tró fortuitamente en 1992 una lámina aurífera repujada
y con orificio de suspensión, de forma subcuadrangular
y con motivo de rostro antropomorfo radiado en relieve11
11 La lámina en vista frontal mide en su lado más largo 2,8 cm de
(Figura 11). De acuerdo al informante estaba acompañada
por un collar de cuentas cupríferas y otra lámina metálica
oscura, ¿plata?, que se deshizo por completo.
Las especificaciones de esta pieza aurífera, el trabajo la-
minar, sus pequeñas dimensiones y el motivo del rostro
humano radiado, la correlacionan con láminas similares
encontradas en contextos formativos circumpuneños
occidentales, algunas de ellas definidas como colgan-
tes (Núñez 2006a: 244, com. pers. 2016; Westfall et
al. 2010: 836-837). Presenta similitudes con una icono-
grafía atacameña (Figueroa com. pers. 2016), y difiere
notablemente de los objetos metálicos conocidos de El
Molle (Niemeyer et al. 1989: 252-253), Ánimas (Castillo
1989: 270-271; Niemeyer 1998: 140), Copiapó (Castillo
1998; Gaete y Cervellino 2000: 618) y Diaguita (Lato-
rre 2009), apoyando su posible adscripción formativa
circumpuneña.
Pese a los referentes formativos de la MLT, consideramos
que no es posible ampliar esta determinación cultural al
resto de la comuna, ya que de momento no están pre-
sentes en este espacio internodal definiciones culturales
generales del Formativo, entendido como “el proceso de
transformación de las sociedades hacia la vida aldeana
bien establecida, a través de las implicancias revolucio-
alto y en su lado más corto 2,5 cm, con un ancho má ximo de 2,4
cm y un espesor de 0,01 cm.
Figura 10.
Sitio Quinta Los Chañares. Arriba, fragmentos
cerámicos San Pedro Negro Pulido (Séquitor); abajo, restos
zooarqueológicos y valva de almeja (Colección Museo Pueblo
Hundido de Diego de Almagro).
Figura 11.
Lámina aurífera repujada con rostro antropomorfo
radiado (colgante) (Fotografías Carlos González 2011).
Carlos Gonz ález Godoy, Cather ine Westfall y Carmen Castells Schencke Mina l as turquesas: la pidar ia, secuencia alfa rer a prehispánica e in terrel aciones cultur ales
en un espacio internodal del desierto de atacam a, chile
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Arqueología y Antropología Surandinas
narias que se generaron en el tránsito a la producción de
alimentos” (Tarragó 2002: 303). Tampoco hemos halla-
do sitios que aporten al reconocimiento de cambios so-
cioculturales, que impliquen la instauración de una vida
aldeana de sociedades agropastoriles, probablemente je-
rarquizadas (Núñez 2006b). Además, la circulación de
objetos del Formativo circumpuneño no constituye un
argumento para definir la existencia de este período cul-
tural en el territorio que nos preocupa.
Período Medio (600 – 1000 DC, aprox.)
En relación con los componentes culturales de este tiem-
po, encontramos un cambio del núcleo ocupacional pree-
minente en la MLT. En efecto, el trabajo minero lapidario
pasa a manos de los grupos Ánimas, quienes imple-
mentan una ocupación preferente en el sitio, con mayor
incidencia en la terraza 2, siendo ínfimo el registro ataca-
meño, el cual se remite a cerámica San Pedro Negro Puli-
do Quitor (NP2) y San Pedro Negro Pulido Inciso Coyo
(COY) (0,14% de la muestra total) (Uribe et al. 2004)
(Figura 12). Los testimonios atacameños toman mayor
fuerza desde fines del Formativo y se expresan luego en
escasos restos alfareros del Período Medio del Salar de
Atacama (400-950 DC), presentes en ambas terrazas
y al interior de la mina (Uribe et al. 2004). Desde esta
perspectiva, es posible plantear que el conocimiento de la
MLT por parte de los grupos Ánimas, haya sido producto
de los contactos con las comunidades atacameñas forma-
tivas, las cuales iniciaron su explotación.
La exigua cuantía de cerámica del Período Medio ataca-
meño, nos lleva a proponer intercambios entre los grupos
Ánimas, asentados en la MLT y que provendrían de Finca
de Chañaral y del valle de Copiapó, con las comunidades
atacameñas de los nodos nortinos. Las características
de la ocupación Ánimas, posiblemente expresada en un
asentamiento, exhibe una mayor permanencia o recu-
rrencia en el sitio, con una acentuada utilización de ollas
para la preparación de alimentos (Uribe et al. 2004), uni-
das a minoritarios ejemplares alfareros no restringidos
Ánimas II y negro pulido (Figura 13); cerámica negra pu-
lida no restringida, pero con decoración incisa, fue recu-
perada del Cementerio La Puerta A (Niemeyer 1998: 144,
146-147). Incluso, los grupos Ánimas de la MLT llegan a
construir un depósito de piedras en el sitio (cuadrícula
L7, terraza 2), del cual se fechó una muestra de carbón
por medio de una precisión radiocarbónica convencional
en 1200±60 AP, o cal. 680-980 DC, cal. 1270-970 AP
(Beta-196861, Carbón) (González y Westfall 2005: 60).
Se unen a este fechado dos dataciones por termolumi-
niscencia de la MLT obtenidas por nuestro equipo. Una
de ellas corresponde a un fragmento Ánimas II de una
pieza no restringida, negro pulido interior y pulido exte-
rior, con decoración lineal negro sobre color natural (cua-
drícula M0, nivel 12), que arrojó 1150±70 DC (UCTL
1714). La otra, de un fragmento cerámico de una pieza
restringida Ánimas, negro pulido exterior y café alisado
interior (cuadrícula C9, recolección superficial), entregó
1190±80 DC (UCTL 1720). Estas fechas son coherentes
con dataciones obtenidas para sitios Ánimas del valle de
Copiapó (Niemeyer 1998: 154; Troncoso y Pavlovic 2013:
126), dando cuenta de un desarrollo contemporáneo con
la MLT. Por lo tanto, y unida a la precisión radiocarbónica
del depósito, definen una ocupación Ánimas en la MLT,
con episodios probablemente relacionados con el Período
Medio del valle de Copiapó.
Los componentes Ánimas corresponden a la segunda
ocupación más significativa de la MLT. En términos de
evidencias cerámicas comprende un 33,6% de la mues-
tra total (Uribe et al. 2004). Uno de los intereses de los
grupos Ánimas, que los habría impulsado a desplazarse
desde el nodo del valle de Copiapó hasta el sitio MLT,
sería la obtención de turquesas, minerales y otras ma-
terias primas pétreas para confeccionar sus abalorios,
fundamentalmente cuentas de collar y litoesculturas
zoomorfas en miniatura. Estas últimas se han registra-
do en el Cementerio Ánimas de La Puerta A, en el valle
de Copiapó (Niemeyer et al. 1995: 188), al igual que en la
MLT (González y Westfall 2005: 54), mostrando en este
último sitio distintas etapas del proceso de elaboración
de diversas figurillas (Contreras 2004). Al menos en La
Puerta A, estos productos son incorporados a los contex-
tos funerarios Ánimas (Niemeyer 1998).
Destacable es que esté presente solo la llama (Lama gla-
ma) en toda la secuencia ocupacional del sitio, con un
78,8% de la muestra total zooarqueológica identificada
de 3306 fragmentos óseos, demostrando el manejo de
camélidos domesticados, aptos para las labores carava-
neras, que implican el transporte de bienes y productos
a largas distancias. El análisis zooarqueológico indicó la
Carlos Gonz ález Godoy, Cather ine Westfall y Carmen Castells Schencke
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Arqueología y Antropología Surandinas
existencia de individuos neonatos, juveniles y adultos,
con una disposición permanente del recurso, sin consi-
derar decisiones de costo de transporte, lo que indicaría
posiblemente el uso de corrales en el sitio (Velásquez
2004), no detectados por nuestros trabajos. Por tanto,
podemos sugerir que la ocupación Ánimas de la MLT
contó con el recurso llama, y es factible proponer que
lo utilizaran para emprender movimientos longitudina-
les, entre el enclave minero lapidario de la MLT, Finca
de Chañaral y el nodo del valle de Copiapó; aunque por
ahora esto no pasa de ser una conjetura, porque también
pudieron adquirir el recurso por intercambios. Este pro-
blema adolece en el presente de mayor investigación en la
región de Atacama.
Por su parte, en el camino inca que se proyecta por el
cerro Indio Muerto, implementado sobre una ruta pre-
incaica, se recolectó fragmentación cerámica Ánimas I
de dos piezas no restringidas, en las cercanías del sitio
Sal 4 (González et al. 2010: 74, 86), correspondientes al
parecer a evidencias de desplazamientos hacia o desde
la MLT. Mientras que Cervellino y Sills (2001: 136), en
un sendero ubicado en el oasis de Finca de Chañaral, re-
gistran cerámica Ánimas I y en otro sector fragmentos
café y gris, con la misma asignación cultural. Igualmente,
mencionan que en 1986 y 1987 efectuaron excavaciones
en cuatro túmulos (con un enturbantado) y basurales de
este oasis. Seguel (1986a, 1986b), quien participó en una
primera etapa, refiere excavaciones en tres túmulos con
mínimos resultados.
Durán (2008) reporta excavaciones en dos túmulos en
1987, recuperando en uno de ellos a un individuo con
un gorro de lana (rojo, azul y café, con algunas manchas
moradas) –¿el enturbantado de Cervellino y Sills?–, tro-
zos de cestería, fragmentos de tejidos, cerámica, carbón,
líticos, ¿coprolitos?, entre otros; también informa una re-
colección superficial en el sector de los túmulos. Estos
antecedentes dan cuenta de un paisaje significativo, por
los túmulos funerarios ubicados en la salida sur del oasis
de Finca de Chañaral, que por tradición se inscriben a los
desarrollos Ánimas, pese a que esta filiación no se en-
cuentra confirmada plenamente. Por último, Cervellino y
Sills (2001: 136) mencionan fragmentos cerámicos Áni-
mas en la superficie del tramo del camino inca entre las
localidades de Inca de Oro y el norte de El Salvador. En
consecuencia, y tomando en cuenta estos datos, sostene-
mos que la ruta incaica tiene un precedente en Ánimas,
tal como lo habían señalado anteriormente los últimos
autores. Sin embargo, los restos arqueológicos de la MLT
sustentan ocupaciones formativas del núcleo atacameño,
que seguramente conectaron los espacios circumpune-
ños, activando, junto a otros grupos culturales, la ruta
que atravesaba el Despoblado de Atacama hasta Copiapó.
De esta manera, se constatan hasta el momento en va-
rios puntos del territorio comunal los tipos Ánimas I
y II –junto a otras formas restringidas y el tipo negro
pulido en la MLT (Uribe et al. 2004)–, coincidente con
la situación del valle de Copiapó, donde predominan es-
tos mismos tipos cerámicos (Troncoso y Pavlovic 2013:
Figura 12.
Fragmento cerámico San Pedro Negro Pulido Inciso
Coyo de la MLT (cuadrícula K5, nivel 8).
Fig ura 13 .
Ceramio Ánimas negro pulido (pasarela terraza 1,
MLT) (Fotografías Mauricio Uribe 2004).
Carlos Gonz ález Godoy, Cather ine Westfall y Carmen Castells Schencke Mina l as turquesas: la pidar ia, secuencia alfa rer a prehispánica e in terrel aciones cultur ales
en un espacio internodal del desierto de atacam a, chile
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Arqueología y Antropología Surandinas
112-113). Por consiguiente, estimamos que una ruta
importante en este tiempo es la que conecta el valle de
Copiapó con Finca de Chañaral y llega al cerro Indio
Muerto en El Salvador. No contamos hasta el momento
con evidencias materiales de vialidad Ánimas, ya que
esta ruta presenta variados restos arqueológicos viales.
De allí que la inferencia de los movimientos Ánimas
surge como hipótesis interpretativa desde la ocupación
de la MLT, su asociación con el recurso camélido (lla-
ma) y su registro en algunos puntos de la comuna de
Diego de Almagro. Esto no significa extender un mane-
jo caravanero Ánimas con llamas para toda la región de
Atacama, sino más bien postular vinculaciones entre el
valle de Copiapó y el espacio de la comuna en cuestión.
Según nosotros, este proceso se habría visto fortaleci-
do por las continuas interrelaciones culturales entre las
poblaciones Ánimas y circumpuneñas, además de los
posibles contactos con comunidades trasandinas.
No queda claro el abandono Ánimas de la MLT, pero
descartamos que sea producto de un reemplazo mecáni-
co. Posiblemente se haya generado por un sistema social
que no mantuvo un flujo constante para el manteni-
miento de las familias en el sitio, el cual necesariamente
requería de abastecimientos continuos. Asimismo, no
consideramos que la ocupación Ánimas de la MLT pue-
da ser definida como una “colonia”, tradicionalmente
conceptualizada dentro de una orgánica política y so-
cioeconómica más regulada. Por lo contrario, creemos
que respondería al accionar de determinadas comunida-
des del nodo copiapino, para quienes la turquesa y otros
minerales habrían tenido una connotación más simbóli-
ca y social, que política y económica. Tampoco aprecia-
mos una continuidad en la MLT de los grupos Ánimas
con las comunidades de la cultura Copiapó, las que no
acceden a este foco minero lapidario.
Período Intermedio Tardío (1000 – 1400 DC, aprox.)
Junto a la ocupación de la MLT y el Cementerio Las Tur-
quesas (en adelante CLT), se cuenta con otros registros
de este tiempo en la comuna de Diego de Almagro, con
disímil adscripción cultural. Estos últimos se encuen-
tran, por el momento, en el oasis de Finca de Chañaral
y en sitios cercanos al pueblo de Inca de Oro. En la MLT
se observa una situación singular, pues las evidencias del
período dicen relación únicamente con manifestaciones
culturales atacameñas.12 Estos testimonios plantean la
probabilidad de la habilitación de un enclave de mineros-
caravaneros y artesanos especialistas en el trabajo mine-
ro lapidario (García-Albarido 2007; González y Westfall
2008). Desde el sitio se habrían proveído de cuentas de
turquesa y de otros minerales, más distintos adornos, tal
vez como bienes de estatus (Nielsen 2007), a los núcleos
poblacionales del oasis de San Pedro de Atacama y cuen-
ca del río Loa, inversamente a los primeros registros ata-
cameños formativos del sitio, con episodios esporádicos.
Este comportamiento, probablemente, habría favorecido
en un comienzo un desplazamiento de los precedentes
grupos Ánimas, mediante una ocupación quizás rápida
de todos los rincones del sitio, por parte de las agrupa-
ciones familiares de raigambre atacameña, al menos des-
de el 900 DC. Al mismo tiempo, aludiría a episodios de
coexistencia entre estas comunidades.
La presencia atacameña se confirma en el sitio con los
tipos cerámicos Dupont (DUP), Aiquina (AIQ), Turi
Gris Alisado (TGA), San Pedro Rojo Violáceo (SRV),
Turi Rojo Revestido Alisado (TRR), Turi Rojo Revestido
Pulido (TRP), Turi Rojo Alisado (TRA) y Turi Rojo Bur-
do (TRB) (Uribe et al. 2004). En su conjunto represen-
tan ocupaciones acordes con la fase cultural Yaye-Solor,
alrededor del 900 DC, y las subsiguientes fases del de-
sarrollo tardío atacameño (Uribe 2002; Uribe y Adán
2005). Los indicadores cerámicos del Intermedio Tardío
comprenden un 46,5% de los fragmentos obtenidos, re-
presentando la ocupación más significativa del sitio. Las
redes caravaneras en este tiempo incluyeron al enclave
atacameño de la MLT, integrando este espacio minero
y artesanal en las dinámicas culturales circumpuneñas
(Ca str o et al. 2016: 277; Salazar et al. 2013: 86-87).
Este período fue fechado por 14C convencional con una
determinación de 530±50 AP, o cal. DC 1310-1370,
cal. 640-580 AP (Beta-196246, Carbón), obtenida de
un fogón en cubeta de la terraza 1 (rasgo 1, cuadrículas
B3-B4, 0,60 m de profundidad) (González y Westfall
2005: 60), asociado a la cancha de chancado implemen-
12 El análisis cerámico de la MLT indicó tres dudosos fragmentos
Copiap ó (Uribe et al. 2004). Uno se ubicó próximo al camino inca
(empalme) y otros dos en el talud bajo un camino secundario,
fuera del centro del sitio (terrazas e interior mina). De ser efectiva
esta asignación, consideramos que estarían vinculados con el ac-
cionar Tardío del sector.
Carlos Gonz ález Godoy, Cather ine Westfall y Carmen Castells Schencke
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tada en este tiempo. Complementa estos datos cerámi-
ca Aiquina (Sal-4) en el tramo de camino inca del cerro
Indio Muerto. No obstante, podría corresponder a un
testimonio posterior, dado que esta cerámica sigue pro-
duciéndose en tiempos incaicos en el núcleo atacameño
(Berenguer et al. 1986: 48). Estos referentes se unen al
ajuar y ofrendas del individuo masculino adulto del CLT,
que fue adscrito al Período Intermedio Tardío (González
y Westfall 2008), a lo mejor del ámbito circumpuneño
occidental, como se indicó antes. De las excavaciones que
efectuamos en 2009 en el CLT, pudimos comprobar la
habilitación de 12 fosas mortuorias (vacías), localizar tres
restos óseos humanos (fragmento distal de tibia derecha,
vértebra toráxica y porción distal de un fémur derecho)
y un fragmento de una aguja de cactus (González et al.
2009). La existencia de otro cuerpo momificado del
CLT (Andino 1957: 2), correspondiente a un individuo
femenino adulto, hoy en el Museo Regional de Atacama,
sugiere la instalación de grupos familiares en el enclave
minero lapidario, tal como lo manifiesta el análisis cerá-
mico de la MLT, que enfatiza la preparación y el consumo
de alimentos en el sitio, debido al predominio de platos
Aiquina y Dupont (Uribe et al. 2004) (Figura 14).
La existencia de alimentos y variados productos alópto-
nos en la MLT, al igual que algunos elementos del indi-
viduo del CLT (González y Westfall 2008), grafican el
traslado de objetos y productos hacia el enclave de la MLT,
cuyo mecanismo implementado es la articulación de las
redes caravaneras circumpuneñas. En vista de lo anterior,
constituye un sitio que fue abastecido de alimentos, pro-
ductos e insumos varios en forma permanente durante el
Intermedio Tardío atacameño. Como ya lo hemos deta-
llado, apoyan un determinado trabajo minero extractivo
en el sitio MLT y un quehacer artesanal especializado. La
orientación caravanera obedece primeramente a un pas-
toralismo eficiente y a un acendrado conocimiento de las
rutas camineras del Despoblado de Atacama, las cuales
eran recorridas en épocas previas, según los registros
formativos de la MLT y de otros reconocidos en la pos-
terior ruta inca (Niemeyer y Rivera 1983: 155). La llegada
de las agrupaciones familiares de mineros-caravaneros y
artesanos atacameños desde el norte durante el Interme-
dio Tardío, se habría gestado desde los núcleos de poder
político de las comunidades asentadas en los poblados,
que ocuparon durante este tiempo las quebradas del Loa
y San Pedro de Atacama (Uribe 2012: 94, 99).
Mientras se genera esta situación en la MLT, en el caso
de los antecedentes del Intermedio Tardío del oasis de
Finca de Chañaral, se refieren a grupos portadores de
cerámica Copiapó (González 2008; Iribarren y Bergholz
1972-1973: 253) (Figura 15) y Punta Brava (Cervellino y
Sills 2001: 136); aunque por ahora se desconocen las ca-
racterísticas específicas del período en esta localidad. Un
fechado por termoluminiscencia de un fragmento Copia-
pó de este oasis, obtenido de una excavación del equipo
de la Universidad de Chile (Proyecto Qhapaq Ñan-CMN,
2010) en el sector central del oasis, sección este (unidad
3, nivel III), determinó 950±100 DC (UCTL 2065).
Esta datación da cuenta de grupos con cerámica Copiapó
desde los inicios del período en el oasis, de otras comuni-
dades de fines del Período Medio que transportaban esta
clase de objeto, o de una pieza que circulaba bajo otras
pautas culturales. Sea cualquier alternativa, esta fecha es
contemporánea con los primeros componentes Interme-
dio Tardío atacameños de la MLT.
Del mismo modo, hemos localizado algunos sitios con
portadores de cerámica Copiapó en los alrededores de
Inca de Oro, a más de 60 km al suroeste de El Salva-
dor, sumándose cerámica Punta Brava en uno de ellos
(Aguada El Chinche). Corresponden a probables asenta-
mientos en aguadas significados con arte rupestre (pin-
turas); acaso realizado desde este tiempo en adelante. La
existencia de estos grupos no se condice con la ausencia
momentánea de elementos de esta cultura en sitios de la
precordillera y puna de la comuna de Diego de Almagro
(González y Castells 2010). Situación diferencial a la pre-
sente en el valle de Copiapó y curso superior, nodo de
esta cultura (Garrido 2007), donde sí se han consignado
sitios con componentes culturales Copiapó preincaicos
y de tiempos tardíos (Castillo 1998; Cervellino y Gaete
2000). Iribarren (1972-1973: 277, 279) menciona cinco
fragmentos cerámicos Copiapó Negro sobre Rojo del in-
terior de la MLT. Por el dibujo y la descripción del autor,
son trozos de piezas incaicas (tres exhiben decoración
fitomorfa) y no Copiapó.
Como hipótesis de trabajo postulamos que estas distin-
ciones obedecerían a la sobresaliente ocupación atacame-
ña preincaica hacia el norte de la comuna, como acontece
en el sector del cerro Indio Muerto, implementándose
una espacialidad atacameña vinculada a las redes carava-
neras del Intermedio Tardío circumpuneño, que utilizan
Carlos Gonz ález Godoy, Cather ine Westfall y Carmen Castells Schencke Mina l as turquesas: la pidar ia, secuencia alfa rer a prehispánica e in terrel aciones cultur ales
en un espacio internodal del desierto de atacam a, chile
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Nº 56 / 2017
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Arqueología y Antropología Surandinas
la ruta longitudinal que se proyecta por el Despoblado de
Atacama, hasta llegar a El Salvador. Situación que difiere
del comportamiento de las comunidades portadoras de
cerámica Copiapó, presentes en algunas aguadas y bol-
sones fértiles, como también en campamentos de tareas
de la comuna, en espacios previos a la Quebrada del Sa-
lado. Posiblemente estos grupos no incursionaron hacia
el norte de este punto, que habría estado bajo el control
sociopolítico de los atacameños, expresando, quizás, di-
ferenciales nociones de territorialidad, sin que esto niegue
los intercambios, los contactos y la circulación de produc-
tos y objetos, en el marco de fronteras culturales flexibles.
Escasos fragmentos Copiapó, junto a cerámica inca, se
han detectado en el sector norte de la ruta incaica del
Despoblado de Atacama, concretamente en la superficie
del “Tambo” de Barrancas Blancas, considerados como
testimonios de movimientos anteriores al Inka (Nieme-
yer y Rivera 1983: 123, 155, 176). Sin embargo, parecen
representar trozos de un objeto que circula por la ruta,
junto a otras piezas, en tiempos tardíos. Este caso pun-
tual visibiliza el problema que también presentan algu-
nos sitios con cerámica Copiapó en el valle homónimo,
ya sea para adscribirlos al Intermedio Tardío o a tiempos
incaicos (Troncoso et al. 2016: 351), puesto que la cerámi-
ca Copiapó Negro sobre Rojo forma parte tanto de con-
textos incas como previos (Castillo 1998).
Los desplazamientos de los grupos portadores de cerá-
mica Copiapó al sur del Salado, apuntarían preferente-
mente a la obtención de recursos mineros, entre ellos
pigmentos, empleados estos últimos en la elaboración de
un arte rupestre local, con el predominio de figuras an-
tropomorfas y de camélidos (sitios en los alrededores de
Inca de Oro: Viña del Desierto, Alero de La Mano, Agua-
da El Chinche, entre otros). No obstante, mientras estos
sitios carezcan de fechados, incluso contando algunos
con cerámica Copiapó Negro sobre Rojo, su asignación
al Intermedio Tardío no es definitiva, ya que pueden co-
rresponder a manifestaciones culturales de época incaica
o a conductas particulares dentro del Tardío.
Período Tardío (alrededor 1400 – 1536 DC)
En la MLT se determinó que en este tiempo la ocupación
de la mina sigue bajo el control de los grupos atacameños,
quienes integran cerámica Turi Rojo Revestido Pulido
Ambas Caras (TPA) y Turi Rojo Revestido Exterior-Ne-
gro Alisado Interior (TRN), que se definen como inca
local (Uribe 1999) del ámbito circumpuneño occidental.
En baja frecuencia en el sitio (0,8%, Uribe et al. 2004) se
recuperaron en las terrazas 1 y 2, al interior de la mina
y en un talud bajo un camino subactual. Una datación
por termoluminiscencia de un fragmento del tipo TRN
de la MLT (Uribe et al. 2004) (cuadrícula E11, nivel 6) ob-
tenida por nuestro equipo entregó 1305±60 DC (UCTL
Fig ura 15.
Fragmento Copiapó Negro sobre Rojo (base), con
pigmento rojo adherido, Finca de Chañaral (Fotografía Carlos
González 2016).
Figura 14.
Cerámica Dupont con grabado de camélido, interior
mina, MLT (Fotografía Mauricio Uribe 2004).
Carlos Gonz ález Godoy, Cather ine Westfall y Carmen Castells Schencke
242
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1716). Pese a que la fecha determina una precisión cro-
nológica dentro del Intermedio Tardío, estimamos que
debe ser entendida con la aplicación del sigma positivo,
ubicándola hacia el final de este período y comienzos del
Tardío. Este fechado, con la adición antedicha, es cohe-
rente con dataciones tempranas incaicas en el territorio
circumpuneño nortino occidental (Cornejo 2014).
A estos tipos inca local circumpuneños se unen otros
del componente Loa-San Pedro, como por ejemplo la
cerámica Dupont (DUP), distintiva del período anterior
y que se proyecta en el Tardío. Lo mismo se infiere del
fechado por termoluminiscencia que obtuvimos de un
fragmento Dupont de una pieza no restringida del sitio
(Uribe et al. 2004) (cuadrícula K7, nivel 8), que arrojó
1455±50 DC (UCTL 1717). Esta fecha dice relación con
otras dataciones de este tipo, también tardías, del Loa
Medio y del poblado de Quinchamale, en el Alto Loa (Be-
renguer et al. 1986: 47). Al respecto, se señala que el tipo
Dupont después del 1200 DC baja su producción, pero
continúa manufacturándose en época incaica (Berenguer
et al. 1986: 48; Uribe 2002: 15). Queda así de manifiesto
la continuidad de las expresiones culturales atacameñas
en la MLT durante el Tardío, junto a cerámica inca local
circumpuneña occidental y los fragmentos incaicos del
interior de la mina, inexactamente determinados como
Copiapó por Iribarren (1972-1973: 277, 279).
Probablemente, en las postrimerías del Intermedio Tardío
y los albores del Tardío no se habría producido en la MLT
una disminución de las actividades extractivas, artesanales
y domésticas en el sitio, debido a que el sello atacameño
del Intermedio Tardío continúa. Sobre el particular, no po-
demos medir la injerencia incaica por el menor porcentaje
de cerámica inca local atacameña en el sitio y relacionarla
directamente con una merma del quehacer minero lapida-
rio y ocupacional en la MLT, puesto que tipos cerámicos
del Intermedio Tardío se prolongan hacia tiempos tardíos
(Uribe 2002). De esta manera, la explotación atacameña
de la mina y su espacio adyacente de trabajo habría prose-
guido con absoluta normalidad e intensidad en el Tardío,
sin impedir la incorporación del sitio a las normativas in-
caicas, si bien esto no conlleva cambios substanciales den-
tro del trabajo minero lapidario precedente.
En esta dirección, y por factores sociopolíticos impulsa-
dos desde el foco de poder atacameño (Loa-San Pedro),
en conjunto con la activación de las nuevas dinámicas
culturales incaicas, que están vinculadas con las pobla-
ciones de Atacama (Uribe 2002: 27), se habría manteni-
do el abastecimiento al enclave de la MLT. Ahora con un
manejo incaico de las rutas caravaneras previas (Núñez y
Dillehay 1995: 128), continuando la generación de ador-
nos en el sitio, fundamentalmente dirigidos hacia los nú-
cleos tardíos nortinos. Aun tomando en cuenta esto, los
incas no intervienen el espacio concreto de la MLT, pero
sí llevan a cabo una anexión efectiva y simbólica, tanto
de la formación orográfica donde se emplaza la mina, el
cerro Indio Muerto, como del sitio mismo. Dentro del
Despoblado de Atacama, entre el extremo sur del salar
homónimo y el valle de Copiapó, corresponde al único
cerro que es sumado al trazado longitudinal de la ruta
inca, implementada sobre caminos preexistentes.
La integración del cerro en cuestión al Qhapaq Ñan está
vinculada a su riqueza mineral (turquesa, cobre y otros),
conocida desde épocas preincaicas por las comunidades
atacameñas, además de sus probables connotaciones
simbólicas, unidas a aspectos sociales y económicos.
Cabe mencionar que: “Para tiempos inkaicos, las monta-
ñas que albergaban depósitos metalíferos eran especial-
mente veneradas y recibían sacrificios y ofrendas […] Las
propias minas se consideraban huacas, es decir, lugares
sagrados de extremo poder” (González, L. 2004: 52). En
2009 realizamos una prospección a la cima existente del
cerro Indio Muerto, a 3222 msnm, sin detectar eviden-
cias de algún adoratorio, situación tal vez derivada de la
existencia del cráter artificial del cerro, originado por la
gran minería del sector.
Por lo tanto, creemos que la vinculación incaica de la
MLT, por medio de un empalme caminero (ver Figura
3) a la vía de comunicación inca del cerro Indio Muerto,
más que activarse por un propósito económico, el cual
no negamos, respondería a la fuerza simbólica del lugar
y del cerro. Aunque la MLT carece de una bodega tardía
al contrario de El Abra, en el curso superior del Loa (Sa-
lazar 2008: 58), como asimismo de construcciones pir-
cadas de patrón incaico (Gasparini y Margolies 1980;
Hyslop 1984, 1990; Kendall 1976; Raffino 1981; entre
otros), que sí se encuentran en bajo número fuera de El
Salvador, relacionadas con el Qhapaq Ñan, la definición
del significativo camino inca denota y connota al cerro
y la mina preexistente como propiedad del Inka. Pese a
Carlos Gonz ález Godoy, Cather ine Westfall y Carmen Castells Schencke Mina l as turquesas: la pidar ia, secuencia alfa rer a prehispánica e in terrel aciones cultur ales
en un espacio internodal del desierto de atacam a, chile
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que la MLT no cuenta con evidencias que hagan presu-
mir un aumento de su producción –aunque no baja con
relación al Intermedio Tardío-, como tradicionalmente
se asume con el vínculo entre ocupación inca y distritos
mineros. Nos parece que la angosta huella (menor a 0,50
m de ancho) del empalme caminero del sitio fue activada
en época inca, debido a que sus rasgos morfológicos son
comunes a la vía tardía del cerro.
A esto se suma un espacio ritualizado en un abra (Nielsen
1997; Núñez 1999), a más de 2 km al suroeste de la MLT,
seguramente de origen preincaico, en el sitio Sal 6-7-8,
inmediato al trazado vial del cerro Indio Muerto. Pre-
senta depositación de ofrendas de mineral molido prove-
niente de la MLT (Novajas 2004), cuentas de turquesa,
preformas de cuentas, conchas molidas, líticos, martillos
líticos, fragmentos de cerámica del Intermedio Tardío
y Tardío circumpuneño, Diaguita Inca, un fragmento
distal de un objeto de cobre desconocido, entre otros,
coincidiendo con un comportamiento del ritualismo ca-
minero y minero previo al Inka (Berenguer et al. 2005;
Nielsen 1997; Núñez 1999), pero que en este caso exhibe
una acentuada utilización durante el Tardío. También se
encuentra en ese lugar un bloque rocoso con grabados de
dos figuras antropomorfas y otras geométricas, realiza-
das al parecer con un instrumento metálico.
Cerámica Diaguita Inca, otro tipo tardío o foráneo no fue
detectado en la MLT. Esto se contrapone con los hallaz-
gos en el tramo de camino inca ubicado en el cerro Indio
Muerto, donde recuperamos alfarería Diaguita Inca, Inca
Cusqueña, Inca-La Paya y Saxamar (González et al. 2010:
74). Si bien estos indicadores se deben en gran parte a
una variada circulación de objetos en el camino, definiti-
vamente no se encuentran en el sitio, reforzando la exclu-
siva identidad atacameña tardía de la MLT. Esta situación
pone de manifiesto una posible restricción sobre la en-
trada y salida de personas, productos e insumos desde
y hacia el sitio, por medio del empalme caminero inca,
resguardando el acceso a la mina y al taller lapidario. Si-
milar característica es constatada en otra clase de talleres
artesanales tardíos, que presentan una ubicación “pro-
tegida” en determinados sitios incas (Bárcena y Román
1986-1987: 64). De allí que para nosotros primaría en la
MLT y en el cerro Indio Muerto una dimensión simbóli-
ca, tomando en cuenta que el camino que los une posee
un carácter eminentemente performativo (sensu Turnbull
2007: 143), que va más allá de una dimensión meramen-
te económica o logística. En este sentido, el camino inca
testimonia y vincula experiencialmente el mundo fue-
ra del Cusco con el centro del poder del Tawantinsuyu
(Kaulicke 2004: 337).
Con respecto a los testimonios Diaguita Inca en la co-
muna de Diego de Almagro, se circunscriben al Qhapaq
Ñan longitudinal y sitios asociados, como también a
yacimientos camineros tardíos de la puna, presentes en
la ruta transversal que conectaría este sector con Finca
de Chañaral y Argentina (González y Castells 2010),
estando ausentes por ahora registros diaguita en con-
textos culturales previos al Inka en el espacio comunal.
De modo que componentes Diaguita Inca ingresan a la
región de Atacama por medio de la ruta incaica que se
proyectaría al sur de Copiapó, uniendo los valles subsi-
guientes (Stehberg 1995). Se cuenta con cerámica Dia-
guita Inca al sur de Quinta Los Chañares (Contreras
com. pers. 2015), en la ruta que uniría este pequeño oasis
con Finca de Chañaral, donde también se ha reportado
(Cervellino y Sills 2001: 136; Uribe et al. 2010). A su vez,
en un tramo vial de 600 m lineales inmediatamente al
norte de Inca de Oro, correspondiente a la continuidad
de la ruta del Qhapaq Ñan longitudinal proveniente de
Finca de Chañaral, se determinaron en un contexto de
tránsito cerámica Diaguita Inca e Inca Local del valle de
Copiapó (Correa 2010).
Complementariamente, en el oasis de Finca de Chaña-
ral, desde contextos tardíos trabajados por el equipo de la
Universidad de Chile (Proyecto Qhapaq Ñan-CMN), se
lograron dataciones por termoluminiscencia: 1430±60
DC (UCTL 2062) (sondeo 4, nivel III, cerámica inca); y
1470±50 DC (UCTL 2060) (sondeo 3, nivel I, cerámica
inca interior).13 Estas fechas grafican situaciones contem-
poráneas con la ocupación atacameña tardía de la MLT
y una presencia incaica reiterada. Sobresale el sondeo 4
y unidades adyacentes, que evidencian un posible con-
texto habitacional tardío, identificándose restos óseos
de llamas, guanacos y vicuñas (Uribe et al. 2010). De
esta cuadrícula se obtuvieron dos fechados radiocarbó-
nicos convencionales de huesos de camélidos (Proyecto
Qhapaq Ñan-CMN), el primero del nivel I con 380±20
13 Existen otros fechados por termoluminiscencia de los sondeos 3
y 4 que nos generan dudas sobre su asignación tipológica, por lo
cual no son considerados.
Carlos Gonz ález Godoy, Cather ine Westfall y Carmen Castells Schencke
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AP, o cal. DC 1477-1627 (UGAMS05971); y el segun-
do del nivel II con 430±20 AP, o cal. DC 1449-1503
(UGA MS05972).14 Sin duda, este oasis constituyó un
punto obligado del paso de las caravanas tardías por la
ruta del Qhapaq Ñan, que hacia el norte comunicaba con
la quebrada de la Sal y el “Tambo” homónimo. De este
sitio obtuvimos un fechado por termoluminiscencia que
arrojó 1420±60 DC (UCTL 2989) (E6, nivel superficie,
cerámica Diaguita Inca), coincidente con otras datacio-
nes tardías de la comuna y que da cuenta de la circulación
de cerámica Diaguita Inca. Prosiguiendo en dirección
norte, el camino se dirige hacia el cerro Indio Muerto y la
MLT, por la reconocida ruta incaica longitudinal (Gonzá-
lez 2007, 2013, 2017; González y Castells 2011; Gonzá-
lez y Westfall 2010; Westfall y González 2009; Westfall
et al. 20 08).
D Comenta rios finales y conclusiones
El trabajo arqueológico efectuado en el sitio nos permi-
te plantear la utilización prolongada en el tiempo de un
patrón tecnológico eficiente sobre la explotación de la
mina lapidaria y la consiguiente elaboración de cuentas
líticas (Contreras 2004). Este patrón fue iniciado por
grupos del Formativo atacameño, desarrollado en tiem-
pos Ánimas, con la adición en términos artesanales de las
figurillas zoomorfas (trozos líticos pulimentados), y am-
pliado a contar del Intermedio Tardío, mediante una ma-
yor sistematización minera, que destaca la habilitación
de una cancha de chancado en la terraza 1 y una profusa
ocupación habitacional preferente en la terraza 2. De este
modo, fue posible reconocer la existencia de una fuente
directa de obtención de turquesas, minerales y arcillas en
el lugar (mina), junto a la probable implementación de
talleres (primario y secundario) dedicados a la elabora-
ción de cuentas líticas (Rees 1999), en ambas terrazas del
sitio, preferentemente abocados al trabajo de la turquesa.
Uno de los instrumentos fundamentales del patrón tec-
nológico artesanal lapidario, e indispensables para el
reconocimiento de un taller secundario, son los perfo-
radores y microperforadores líticos (Rees 1999), recupe-
rándose 518 ejemplares en la MLT. Están presentes desde
tiempos formativos en el sitio, luego en la ocupación
14 Las fechas calibradas fueron calculadas usando la curva SHCal
13 (Hogg et al., 2013) y el programa Calib 7.0.2 (Stuiver y Reimer
1993). Agradecemos la colaboración de José Francisco Blanco.
Ánimas y continúan en uso hasta la acentuada ocupa-
ción atacameña a partir del 900 DC, registrándose una
frecuente confección (Contreras 2004). De esta forma,
la tradición minera tecnológica lapidaria y artesanal de
la MLT que se inicia en el Formativo, obedece a la con-
junción de varios factores socioeconómicos. Entre ellos
encontramos los requerimientos de las sociedades aldea-
nas de recursos económicos y simbólicos, el empleo de
los circuitos de movilidad caravanera (Castro et al. 2016),
y el desarrollo minero lapidario en el ámbito circumpu-
neño. Este trabajo cuenta con antecedentes en el Arcaico,
pero una mayor acentuación en el Formativo (Carrasco
2002; Núñez 2006a, 2006b; Rees 1999; Rees y De
Souza 2004; Soto 2010), y prosigue hasta etapas tardías
del desarrollo atacameño, con distintos énfasis (García-
Albarido 2007; Núñez 1999; Salazar 2002).
El alto número de perforadores y microperforadores lí-
ticos sugiere una confección local de cuentas de collar
en la MLT. Esta relación la presume Carrasco (2002:
40-41) en el sitio Formativo Qui-49 (Quillagua). Para
el Formativo Tardío de la subregión del río Salado en el
Loa Superior, se asocia equivalentemente la producción
especializada de microperforadores con una industria de
cuentas líticas (Rees y De Souza 2004: 463). Por otra
parte, la exigua frecuencia de cuentas de collar líticas fi-
niquitadas de la MLT –solo dos ejemplares de la terraza 2
y otros dos de recolección superficial–, insinúa una salida
de estos objetos desde el sitio. En este tenor, la segunda
categoría instrumental en importancia cuantitativa de la
MLT, los trozos líticos pulimentados, luego de los perfo-
radores y microperforadores líticos, sustentan, de igual
modo, la orientación artesanal especializada en torno a la
fabricación de adornos, la principal actividad del sitio a lo
largo del tiempo (Contreras 2004).
A partir de la información analizada, en la MLT estaría
presente el proceso completo del trabajo minero lapidario
(sensu García-Albarido 2007), desde la etapa de extracción,
selección, reducción y limpieza de nódulos, su transforma-
ción en núcleos y matrices, hasta la definición de adornos
como cuentas, pendientes y figurillas, especialmente en los
talleres lapidarios de las terrazas del sitio. Por su parte, en
el interior de la mina las labores no se limitaban a un tra-
bajo extractivo y de limpieza de nódulos, al igual que en
las terrazas 1 y 2, sino también a actividades artesanales,
domésticas y ceremoniales, por la existencia de variados
Carlos Gonz ález Godoy, Cather ine Westfall y Carmen Castells Schencke Mina l as turquesas: la pidar ia, secuencia alfa rer a prehispánica e in terrel aciones cultur ales
en un espacio internodal del desierto de atacam a, chile
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artefactos y productos, ya explicitados. Iribarren (1972-
1973: 269) identifica un “lugar de vivienda” en el plano del
interior de la MLT. El trabajo de confección de cuentas en el
sitio involucró igualmente a las conchas marinas como ma-
teria prima, con mayor acentuación durante el Intermedio
Tardío, pero representando una tecnología tradicional en el
sitio (Lucero et al. 20 10).
Las disturbaciones sucesivas dificultaron la identifica-
ción de espacios segregados, culturalmente hablando,
en el sitio, salvo por los alcances referidos en el texto.
Asimismo, constatamos la ausencia de construcciones
fortificadas, lo que indicaría la existencia de un espacio
productivo abierto y no restringido, propiciando una
coexistencia pacífica entre los grupos culturales que
llegaron a explotar la MLT, especialmente al final de la
ocupación Ánimas y los inicios del Intermedio Tardío
atacameño. Sin embargo, también podemos interpre-
tar que los atacameños del Intermedio Tardío llevaron a
cabo una ocupación intensiva con numerosos grupos fa-
miliares, desmantelando el posible asentamiento Ánimas
del lugar e implicando así acciones coercitivas, tendientes
a lograr una rápida apropiación del sitio, seguramente, de
gran contenido simbólico.
Desde la óptica circumpuneña, la MLT se menciona para
entender la actividad minera, las redes caravaneras y los
procesos culturales durante el Período Intermedio Tar-
dío atacameño (Castro et al. 2016: 277; Salazar 2012:
214; Salazar et al. 2013: 86-87), representando una de
las evidencias de la consolidación de la actividad minera
atacameña en este tiempo (Salazar et al. 2013: 87). Esta
ocupación, la más conspicua del sitio y sin componen-
tes culturales Copiapó, testimonia distinciones que no se
condicen con un desarrollo cultural unilineal prehispá-
nico estructurado desde la secuencia maestra del valle de
Copiapó, la cual se ha generalizado para toda la región
de Atacama. De la misma manera, no pretendemos ex-
tender la situación de la MLT al espacio regional, solo la
vinculamos a un específico espacio, la comuna de Diego
de Almagro, con diferencias locales abordadas en este
trabajo. Por lo tanto, y de acuerdo a los datos analizados,
el noreste de la región de Atacama expresa una diversidad
cultural, no asignable por completo al ámbito circum-
puneño o al norte semiárido. En suma, estos aspectos
especifican un territorio internodal con sus propias di-
námicas culturales.
En concreto, los trabajos emanados de la MLT propor-
cionan apreciable información para contrastar la data
arqueológica de otros lugares de la comuna, del área
circumpuneña y de la región de Atacama. No obstante,
entendemos que corresponde por ahora a un solo sitio en
una zona con inicial investigación arqueológica, pero que
desde la óptica del registro internodal en el espacio que
nos preocupa, presenta relevantes y singulares ocupacio-
nes culturales diacrónicas. Por ende, no puede asimilarse
al campamento minero con ocupaciones intermitentes
de Chu-2 (Núñez 2006a: 212-213), o definirse como los
campamentos mineros del sector de Cachiyuyo de Llam-
pos, más próximos a Copiapó (Garrido 2016). Menos
circunscribirlo solo como un sitio extractivo internodal
(Nielsen 2006: 35), sino más bien como un asentamien-
to productivo y artesanal lapidario, con una ocupación
prolongada de un recurrente y preeminente sello ataca-
meño –asociada a un cercano cementerio–, que también
posee referentes Ánimas. Desde nuestra perspectiva, la
MLT se define como un enclave productivo lapidario y
colonia a partir del Intermedio Tardío.
Debido a las características del emplazamiento del sitio
en el cerro Indio Muerto, su anexión por un empalme
caminero al Qhapaq Ñan longitudinal, la mantención
del acentuado trabajo atacameño en el Tardío y la sig-
nificación del recurso minero lapidario como potencial
simbólico, consideramos que el cerro y la mina podrían
corresponder a una wak’a minera de tiempos incaicos
(sensu Salazar et al. 2013). Aunque no se encuentra arqui-
tectura de patrón inca, como en otros sitios productivos
mineros incaicos en Chile (Cantarutti 2013), pero si otra
clase de evidencias rituales tardías en el cerro, relaciona-
das con la mina, anteriormente explicitadas.
La preocupación del Inka por el trabajo lapidario de
cuentas, adornos y objetos rituales (illas, platos y figu-
ras de piedra, entre otros), se expresaría en tres moda-
lidades. En primer lugar, se aprecia la activación incaica
de talleres próximos a la fuente de aprovisionamiento,
como en el sitio Cogotí 18 (Looser 1960), al interior de
la región de Coquimbo, Chile, correspondiente a un ta-
ller lapidario de combarbalita (Stehberg 1995: 82).15 En
15 Este sitio carece de estudios sistemáticos, aunque se define como
incaico desde Cornely (1956: 151-152, 154). Se han reportado es-
tructuras, varios platos de piedra (circulares e ictiomorfos), figu-
ras y otros objetos (Looser 1960).
Carlos Gonz ález Godoy, Cather ine Westfall y Carmen Castells Schencke
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segundo lugar, es notoria una concentración de artesanos
trasladados que inician una tradición lapidaria artesanal
en un sitio con ocupación local previa, como por ejemplo
en las casas-talleres (Otero 2015) lapidarios del Pucará
de Tilcara, quebrada de Humahuaca, en el Noroeste ar-
gentino, donde se elaboraban objetos, adornos y piezas
de uso ritual, utilizando alabastro, ónix, caliza, entre
otros (Krapovickas 1981-1982; Otero 2015), contándo-
se en una casa-taller con perforadores líticos (Krapovic-
kas 1964: 142, 144; Otero 2015: 9). Aquí se encuentran
artesanos especialistas tributarios en un yacimiento con
administración inca, como en sitios similares o de dife-
rentes funciones en el Tawantinsuyu, dedicados al tra-
bajo en diversas materias primas (Alconini 2013: 278;
Earle 1994: 446; Hocquenghem y Peña 1994; Williams
y Lorandi 1986; entre otros).
Mientras que, en tercer lugar, el Inka mantiene el que-
hacer tecnológico lapidario preexistente en focos locales
productivos y artesanales eficientes, donde es manifiesta
una fuerza de trabajo especializada (Llagostera 1976: 46).
En estos sitios no se evidencia una intervención del espa-
cio con asentamientos y construcciones distintivamen-
te incas, pero están integrados a un domino incaico de
mayor alcance, junto con estar inmediatos o cercanos al
camino inca; al igual que los casos anteriores. Lo anterior
no se limita al trabajo lapidario, sino también se ha com-
probado en otras áreas productivas estatales, como la
agrícola en el extremo septentrional del Noroeste argen-
tino (Casabindo) (Albeck 2016). A nuestro entender, esto
acontece en la MLT durante el Tardío. El Estado Inca no
necesitó trasladar grupos foráneos al foco productivo la-
pidario, pues ya estaban presentes las agrupaciones fami-
liares de mineros-caravaneros y artesanos especialistas
atacameños. En consecuencia, consideramos que el Inka
respeta y aprovecha esta situación, las probables alianzas
con las jefaturas atacameñas nortinas y el conocimiento
tecnológico minero lapidario precedente, tal como ocurre
en varios puntos de la circumpuna occidental sobre el de-
sarrollo minero atacameño (Núñez 2006a: 225; Salazar
2012: 217; Salazar et al. 2013).
Por consiguiente, la ocupación inca del territorio desér-
tico e internodal de la comuna de Diego de Almagro, no
responde exclusivamente a un evidente criterio de cons-
tatación de materialidad tardía (Qhapaq Ñan, adorato-
rios, arte rupestre, arquitectura, objetos muebles, entre
otros) que conforma paisajes incaicos, sino también a ac-
ciones implícitas de un dominio simbólicamente efectivo
de un amplio espacio geográfico. Esta dinámica cultural
se habría implementado mediante alianzas y pactos, re-
conociéndose bajo la omnipresencia del Inka y la concen-
trada fuerza de trabajo local, con su tradición tecnológica
en cuanto a la lapidaria en la MLT, sin mediar en este pro-
ceso acciones coercitivas. Todo ello en un contexto tardío
culturalmente diverso a nivel local y regional, hoy en cier-
nes respecto a su conocimiento arqueológico.
Agradecimientos A División Salvador de Codelco y al
Consejo de Monumentos Nacionales. Agradecemos las
gentilezas de Claudia Prado, Valentina Figueroa, Roxana
Seguel, Carole Sinclaire, Lautaro Núñez, José Berenguer,
Lino Contreras, Mario Vásquez, Juan García, Andrés
Troncoso, Francisco García-Albarido, Ángel Durán, José
F. Blanco, César Méndez y Daniel Pascual. Un reconoci-
miento especial a los colegas y analistas que colaboraron
en el rescate del sitio MLT. A los evaluadores anónimos
nuestro agradecimiento, ya que sus observaciones ayuda-
ron a reorganizar y enriquecer este trabajo.
Nota “Mina Las Turquesas: lapidaria, secuencia alfarera
prehispánica e interrelaciones culturales en un espacio
internodal del desierto de Atacama, Chile", publicado en
Estud. atacam., ahead of print Epub 09-Jun-2017, http://
dx.doi.org/10.4067/S0718-10432017005000007, con
fecha 07 de noviembre de 2017, se agregó como co-autor
a Catherine Westfall, dada su concreta participación en
nuestro equipo de trabajo el año 2004, en el marco del
rescate del sitio, que se efectuó bajo los lineamientos del
Ord. N° 2376 del Consejo de Monumentos Nacionales.
A raíz de lo anterior, en los agradecimientos se efectua-
ron cambios menores.
Carlos Gonz ález Godoy, Cather ine Westfall y Carmen Castells Schencke Mina l as turquesas: la pidar ia, secuencia alfa rer a prehispánica e in terrel aciones cultur ales
en un espacio internodal del desierto de atacam a, chile
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