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MUSEOS Y APRENDIZAJE DE ADULTOS

Authors:
  • EVE Museos e Innovación

Abstract

Los adultos y los niños somos diferentes, y parte de esas diferencias tienen un impacto fundamental en la forma de aprender. Aunque los elementos básicos del proceso de aprendizaje sean los mismos, con demasiada frecuencia se pasa por alto la naturaleza de los adultos como aprendices. Normalmente, asumimos que la generación de experiencias educativas para niños son más importantes que las que podemos llegar a tener nosotros. Asumimos también que podemos cuidar y guiar nuestro propio aprendizaje individualmente. E igualmente asumimos que las oportunidades de aprendizaje ideadas para los niños se nos pueden ofrecer a los adultos sin adaptaciones.
MUSEOS Y APRENDIZAJE DE ADULTOS
Los adultos y los niños somos diferentes, y parte de esas diferencias tienen
un impacto fundamental en la forma de aprender. Aunque los elementos
básicos del proceso de aprendizaje sean los mismos, con demasiada
frecuencia se pasa por alto la naturaleza de los adultos como aprendices.
Normalmente, asumimos que la generación de experiencias educativas para
niños son más importantes que las que podemos llegar a tener nosotros.
Asumimos también que podemos cuidar y guiar nuestro propio aprendizaje
individualmente. E igualmente asumimos que las oportunidades de
aprendizaje ideadas para los niños se nos pueden ofrecer a los adultos sin
adaptaciones.
Pensemos por un momento en esas diferencias entre niños y adultos. Para
estos, el aprendizaje y el juego ya no constituyen actividades primarias-
algunos las relacionan con el deporte, familia, amistades, actividades
comunitarias, etcétera-, y muchos desarrollan cierta desidia con respecto al
carácter lúdico. Si bien los niños pueden ser obstinados, los adultos
gestionan mejor sus miedos, negatividad o puntos de vista restrictivos, en la
medida en que pueden elegir no participar en experiencias que pudieran
suponer desafíos o retos demasiado complicados. Por otro lado, ¿podemos
los adultos negarnos a aprender? Si rechazamos la idea de que "aprender
es la memoria simple y el trabajo de recuperación", podría argumentarse que
algunos adultos pueden pero no quieren aprender.
Los adultos tenemos un concepto de nosotros mismos o "ego" bien
desarrollado que, cuando se suma a la capacidad de tomar decisiones,
puede provocar situaciones en las que no nos sintamos valorados. A muchos,
les disgusta que se les lleve la contraria y, por lo tanto, evitan las situaciones
en las que perciben que sus conocimientos previos, experiencia, nivel de
habilidad y capacidad de pensamiento independiente no son considerados
adecuadamente. Otros, no desean ser vistos como "inferiores" y la lectura
que hacen del aprendizaje es la de una situación donde se pondrán de
manifiesto lagunas en su formación, experiencia o comprensión. Muchos
adultos valoran esto como algo negativo.
Los adultos tenemos una gama mucho más amplia de experiencias vitales
(sexo, empleo, vida propia, obligaciones, responsabilidades económicas,
etcétera) que los niños. Además, hay algunos estudios que sugieren que
somos mucho más capaces de experimentar empatía, autoconciencia, humor
complejo y otros pensamientos profundos, incluso espirituales, que los más
jóvenes. Esta capacidad se produce solo cuando los lóbulos frontales del
cerebro se conectan con el resto en la adolescencia tardía. Y si esto es así,
independientemente de las experiencias de la vida, los adultos podemos
experimentar una conexión emocional más profunda sobre una gran variedad
de temas.
Las experiencias de vida, la práctica considerable en métodos cognitivos y la
capacidad de empatía y espiritualidad, hacen que los adultos seamos
capaces de participar en modos de aprendizaje que van mucho más allá de la
provisión didáctica de información "cerrada", de "hechos" y de "datos". Con el
fin de aprovechar realmente su potencial, las experiencias de aprendizaje
para adultos deben ofrecer oportunidades para un pensamiento profundo,
para resolver problemas, para utilizar conocimientos previos y experiencias
pasadas y para compartir estos procesos con otros.
Pero, entre los adultos y los niños también encontramos puntos en común
cuando hablamos del proceso de aprendizaje. Una palabra clave aquí sería
"proceso". A veces hablamos de aprender como si fuera algo que se puede
completar en un corto período de tiempo. Algunos educadores de museos
opinan que no hay suficiente tiempo para adaptarse a todo en el recorrido, lo
que sugiere que el aprendizaje no debería tener lugar en un espacio único y
finito. Se trata de un proceso largo, ya que requiere oportunidades para la
adaptación y la reflexión. Una sola visita al museo nunca será una
experiencia de aprendizaje completa.
El proceso de aprendizaje comienza con algún tipo de estimulación: una
nueva idea, una nueva información o una nueva habilidad. Algo que capte
nuestra imaginación. Seguidamente, viene una etapa en la que estas cosas
nuevas se adaptan y adoptan, se prueban y se aprueban. El alumno se
familiariza con la nueva información o desarrolla las nuevas habilidades. Se
examinan las implicaciones y se testan los límites de utilidad. Las cosas se
modifican para encajar con el conocimiento previo o con los planes futuros, o,
a veces, se modifican (o rechazan) para acomodar lo nuevo. En esta fase, las
nuevas ideas, información y habilidades se convierten en "parte" de la
persona.
Los museos pueden participar en cada una de estas partes del proceso de
aprendizaje ofreciendo estimulación intelectual. También pueden convertirse
en un lugar donde las ideas recogidas de otros sitios (los medios de
comunicación, por ejemplo, o de amigos) se prueben, confirmen o
modifiquen. Finalmente, los museos pueden ofrecer un lugar para que las
personas compartan (utilicen) lo que ya saben y se entiendan unas con otras,
a menudo utilizando las exposiciones y los programas como catalizadores del
proceso. Asimismo, pueden ayudar a revivir viejos conocimientos que alguna
vez fueron sólidos y relevantes, pero que han sido relegados a la parte "más
lejana" de la mente a medida que otras prioridades han pasado a un primer
plano.
No debemos dejar de hablar del proceso de aprendizaje sin mencionar las
consideraciones culturales. La cultura es más que etnicidad, es el "club" al
que todos pertenecemos y, a través de la pertenencia, en el que definimos y
enmarcamos nuestro mundo. La cultura se relaciona con el género, la
sexualidad, el estatus socioeconómico, las afiliaciones políticas, la edad, el
estatus laboral, etcétera. La cultura se expresa y confirma a través del
lenguaje hablado, el comportamiento, las creencias, las relaciones, las
actitudes, las aspiraciones y las acciones.
Si bien la identidad y el sentido de pertenencia son esenciales para nuestro
bienestar, la invisibilidad de las culturas y las diferencias culturales pueden
crear barreras entre las personas y las cosas, y entre las personas y otras
personas. A menudo olvidamos que lo que percibimos como obvio o
verdadero, los demás pueden no sentirlo de la misma manera. Esto no
significa que unos estén equivocados y otros no, sino que en toda
comunicación, y la comunicación es el núcleo del aprendizaje, debe
establecerse una revisión constante de los supuestos.
La cultura puede crear barreras. Consideremos, por ejemplo, el uso del
lenguaje en los museos: es un lenguaje erudito y formal, ¿no es así? No es la
forma de hablar que percibimos en la parte trasera de un autobús público. No
es el lenguaje de los bares. Pero, ¿por qué no debería utilizarse el lenguaje
coloquial en el museo? ¿Qué relación tiene la "cortesía" con el "aprendizaje"?
Más importante aún, ¿quién se siente excluido por el lenguaje y los códigos
de comportamiento que predominan en los museos? Una comprensión de la
cultura, así como las preferencias de aprendizaje y las características de los
adultos, son esenciales para brindar experiencias de mejor calidad a aquellos
que ya acuden a los museos. Este entendimiento es aún mayor cuando se
trata de eliminar las barreras que mantienen a otras audiencias adultas,
segmentos significativos de la comunidad, alejados de los museos que pagan
con sus impuestos.
Un adulto que visite un museo llevará equipaje cultural. También irán con sus
gustos y disgustos en cuanto a cómo aprender. Los adultos, como los niños,
podemos ser tercos, egoístas y necesitamos sentirnos valorados. Contamos
con una gran riqueza de experiencia de vida de primera mano y una profunda
comprensión de, al menos, un par de áreas temáticas, si bien es cierto que
no siempre podemos articular nuestras preferencias de aprendizaje o nuestro
bagaje cultural y emocional. Los adultos, a diferencia de los niños, tenemos
mayor capacidad para evitar o alejarnos de aquello que percibimos como
experiencias desagradables o irrelevantes.
Proporcionar valiosas oportunidades de aprendizaje para adultos es
enormemente desafiante, y es algo que los museos deben afrontar si quieren
seguir afirmando que pertenecen a una ciudad, estado o nación y acceder a
fondos públicos. Una mejor experiencia, una en la que los adultos sean
bienvenidos, respetados y estimulados, también tiene buen sentido de
mercado porque cuanto más a gusto se sientan, más probable será que
vuelvan.
Una publicación reciente, "Knowledge Building: Fresh thinking" (ANTA, 2002),
muestra un resumen claro de las condiciones en las que los adultos aprenden
mejor:
Cuando se aprecia el aprendizaje previo del alumno.
El tema es relevante para sus necesidades inmediatas.
El ambiente de aprendizaje fomenta el diálogo y la interacción social.
Los errores son valorados como oportunidades valiosas para
aprender.
El tema se presenta utilizando una variedad de enfoques.
¿Cómo puede acomodar el típico museo estos principios básicos, algunos
bastante obvios?
Para el visitante típico de un museo típico, las oportunidades para participar
en el proceso de aprendizaje vienen dadas por las exposiciones, las cartelas
de texto, las visitas, charlas, conferencias, los catálogos, las películas, los
ordenadores, las conversaciones informales y la contemplación.
Los dos últimos términos de la lista anterior son enormemente importantes en
el proceso de aprendizaje, pero, a diferencia del resto, estas dos actividades
suelen ser generadas espontáneamente por los propios alumnos, no por los
museos. Sin embargo, por el hecho de que el museo no "controle" dichas
actividades de aprendizaje, no debemos descartar su importancia. Tampoco
deberíamos olvidar la valiosa contribución que hacen los museos
simplemente por tratarse de lugares donde las personas pueden tomarse un
"tiempo libre" en su vida cotidiana. Un tiempo para contemplar y hablar sobre
cosas que la velocidad y las ocupaciones diarias no les permiten .
Si recordamos la forma en que los adultos aprenden y, en particular, la
noción de inteligencia múltiple y preferencias de aprendizaje, podemos
observar que el museo típico no ofrece toda la gama de actividades de
aprendizaje a sus audiencias adultas. La mayoría de las que se realizan en
los museos son pasivas: mirar, escuchar, leer, caminar por un recorrido
predeterminado. Los recorridos, las charlas de los guías y las conferencias
ofrecen oportunidades para cierta interacción, pero esto normalmente ocurre
cuando el alumno hace preguntas (educadas) al final de una actividad, si hay
tiempo. Incluso entonces se espera que dirija las preguntas al "experto", no a
los miembros de la audiencia.
Rara vez se anima a los adultos a crear, disputar, actuar, jugar, experimentar
o construir en el museo Sin embargo, curiosamente, este tipo de actividades
constituyen el pilar de la programación infantil en los museos. Los adultos y
los niños son diferentes, pero los principios básicos del proceso de
aprendizaje deberían ser los mismos.
Las diferentes experiencias de aprendizaje que el museo ofrece para adultos
y niños, no coinciden con las diferencias reales entre unos y otros. Suponen
que los adultos aprenden mejor como receptores pasivos. Algunos lo hacen,
pero otros muchos no. Los museos parecen querer "vender" a los adultos
paquetes completos de "hechos", proporcionar respuestas definitivas y, al
hacerlo, están limitando la experimentación y el debate. A. Richards declaró
que un libro es una máquina para pensar. Seguramente así es como
debemos considerar a los museos, como catalizadores y herramientas que
faciliten el aprendizaje.
¿Qué nos depara el futuro sobre el aprendizaje adulto en los museos?
Los museos son lugares que la gente "usa", no simplemente "visita",
con "audiencias" que se están convirtiendo en "participantes".
El público acude a los museos para hablar, pasear, emocionarse,
debatir, crear, experimentar, pensar, soñar, confirmar, revivir viejas
ideas y compartir su comprensión con otras personas.
Los museos deben utilizar todo el potencial de la actividad de
aprendizaje, pero centrándose en eliminar obstáculos, no en gastar
energía creando interpretaciones erudíticas.
El enfoque del "desarrollo de la audiencia" ha sido reemplazado por
una nueva palabra de moda: "participación". La discusión sobre la
participación tiene que ver con las formas de fomentar una interacción
más profunda entre las personas y los contenidos, las personas y la
institución, en lugar de simplemente aumentar el número de visitantes
(lo que ocurrirá de todos modos como una consecuencia natural de
prestar atención y eliminar barreras, generando experiencias de
calidad).
Los museos ya no se preocupan por presentar una cara "oficial", sino
que están obsesionados con introducir una multiplicidad de imágenes
y mensajes.
Los museos son vistos por la sociedad en general como uno de los
muchos recursos de aprendizaje dentro de una comunidad.
Los museos han de ofrecer recorridos para adultos desde el
"descubrimiento", la "discusión" y la "creación".
Los guías de los museos deben ser facilitadores capacitados
provenientes de todos los ámbitos de la vida. Su trabajo es estimular la
discusión y el descubrimiento entre los visitantes adultos. No conocen
todas las respuestas y dedican mucho tiempo a hacer preguntas
abiertas, como "¿qué objeto salvaría si hubiera un incendio y por
qué?". Los participantes deberían abandonar el museo queriendo
saber más.
Los paneles insufribles de textos deben desaparecer. Si no hay más
remedio que mantenerlos, no solo han de hacer preguntas, sino
presentar además muchas formas diferentes de abordar el mismo
contenido (científicamente, estéticamente, culturalmente,
políticamente, económicamente). A veces los paneles de texto
argumentan "hechos" o "interpretaciones" contradictorios, algo que hay
que evitar.
Los paneles gráficos deben utilizar diagramas, imágenes de
referencia, sonidos, imágenes en movimiento, objetos que las
personas pueden manejar para ayudar en la interpretación.
Los museos deben funcionar como sedes de una serie de actividades,
algunas de las cuales no deberían estar conectadas de manera obvia
con las actividades del museo (aunque siempre exista alguna
conexión).
Las frases "inteligencia múltiple", "preferencias de aprendizaje",
"aprendices para adultos", "mayor orden del pensamiento","
comunicación intercultural" e "intentemos algo nuevo", deben aparecer
juntas en todos los documentos de planificación del museo.
Para terminar, os mostraremos una breve lista de preguntas diseñadas para
estimular la discusión. Podría resultar positivo reflexionar sobre estos temas o
presentarlos a nuestros familiares, amigos o colegas en la sobremesa. Las
cuestiones que siguen son de orden superior, es decir, no hay una respuesta
correcta o incorrecta. Están diseñadas para estimular un proceso que puede
iniciar todo tipo de investigaciones y aventuras de aprendizaje.
¿Por qué los museos públicos funcionan de manera diferente a otras
instituciones de aprendizaje informal?
¿Por qué los niños se divierten en los museos?
Dado que existe una gran parte del público adulto que tiene bajos
niveles de alfabetización, ¿por qué se utiliza tanto texto en los
museos?
¿Qué pasaría si un museo presentara diferentes puntos de vista,
incluso en conflicto, o interpretaciones diversas para el mismo objeto?
¿Las exposiciones temáticas mejoran o limitan el proceso de
aprendizaje?
¿Por qué existen los museos públicos? ¿Para qué sirven? ¿A quién
pertenecen?
Si es cierto que "aprendemos de nuestros errores", ¿cómo funciona
esto en el contexto del museo? ¿Nos permite cometer errores de
forma constructiva?
¿Debe un museo transmitir un mensaje? ¿Ha fallado el museo si los
visitantes no asimilan un mensaje, o si lo entienden de un modo
completamente ajeno al propósito o mensaje central del museo?
¿Qué tipo de persona está mejor atendida por la cultura actual del
museo y qué perfil está "anulado" por ella?
Como miembro del público en general, ¿cómo puedo influir en un
posible cambio de las prácticas del museo?
Si quieres recibir los recursos bibliográficos de este artículo escribe un mail a
la siguiente dirección: admin@evmuseografia.com
Octubre 24, 2018
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