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REFLEXIONES EN TORNO A LOS ESTUDIOS AGRARIOS
DESDE UNA PERSPECTIVA CONTRA-HEGEMÓNICA.
Lidia Montesinos Llinares
lidiamontesinos@gmail.com
Universitat de Barcelona
Para este simposio “Sostener la vida, sostener la tierra, sostener el crecimiento: controversias de
las economías agrarias en la era de la globalización”, me gustaría compartir algunas reflexiones a
partir de varios fragmentos de mi tesis doctoral1. La investigación que he llevado a cabo puede
enmarcarse dentro de los estudios agrarios y los estudios sobre bienes comunales que se centran
en el análisis de las relaciones de propiedad y de las regulaciones sobre el uso de los recursos. El
estudio de las relaciones de propiedad como relaciones complejas entre personas “respecto a
cosas” o en relación a derechos diferenciados es una perspectiva teórico-metodológica clásica (cf.
Maine [1861] 1977; Malinowski [1935] 1977) que ha sido renovada y revitalizada en los últimos
años (cf. Hann 1998, 2000; Benda Beckman 1999; Márquez 2010) y que trata de comprender y
relacionar aspectos de orden jurídico, económico, simbólico y político para la mejor comprensión
de las relaciones de propiedad -relaciones de fuerza y de dominación, relaciones políticas en
último término- teniendo en cuenta su importancia en la configuración del orden social en su
conjunto. De esta forma, a partir del trabajo de campo realizado en Goizueta -un pueblo de la
montaña navarra de unos 700 habitantes- el eje central de la investigación han sido las
tranformaciones de las formas de uso y apropiación de los recursos a lo largo de la historia a
partir del estudio de los bienes comunales y de los conflictos en torno a su uso y definición.
1 IRALIKU'K: La Confrontación de los comunales. Etnografía e historia de las relaciones de propiedad en Goizueta
se puede consultar en http://www.tdx.cat/handle/10803/132603 o http://diposit.ub.edu/dspace/handle/2445/53187.
1
1. La perspectiva de las relaciones de propiedad: la complejidad de “lo
común”, el retorno del debate político.
La perspectiva de las relaciones de propiedad como relaciones entre personas y no como
relaciones entre personas y objetos es, de alguna manera, la que llevó a Gluckman (1944) a decir
que cualquier forma de propiedad podía considerarse una propiedad comunal o colectiva, en el
sentido de que su ordenación debía contar con el respeto y la aprobación del conjunto de la
sociedad. Esta perspectiva devuelve al centro del debate una cuestión política, al poner en
evidencia que los conflictos por las propiedades no son un asunto exclusivamente privado o
psicológico, sino que afectan e implican a todos los miembros de la comunidad. Las relaciones de
propiedad ordenan, definen y articulan un determinado orden social y jurídico, pero siempre a
partir de la confrontación de intereses, de las relaciones de fuerza, configurándose así el espacio
de lo político; del conflicto, la discusión, la negociación, el diálogo; pero también de la
imposición de una visión o resolución hegemónica, o de los intentos de homogeneizar las
relaciones de propiedad imponiendo generalmente el criterio de la propiedad individual absoluta.
Esta forma de abordar y describir las relaciones de propiedad y las relaciones sociales en general
desvela un escenario de confrontaciones en el que diferentes criterios e intereses aparecen en
constante pugna -generando, en términos de Laclau y Mouffe (1987), relaciones de antagonismo-.
Es mostrando esta complejidad de fuerzas variables que podemos elaborar una perspectiva
contra-hegemónica en contra de las miradas institucionales o de la administración que van
buscando precisamente una solución o un planteamiento hegemónico que disuelva los
antagonismos. Podría tratarse también de lo que Beasley-Murray (2010) ha denominado
perspectiva post-hegemónica, en el sentido de que no pretendemos desde los estudios agrarios
construir una nueva hegemonía -o bloque hegemónico tal y como lo entendía Gramsci- que pueda
suplantar al paradigma liberal o neo-liberal2 sino que pretendemos dibujar un campo de fuerzas
2 Aunque esta es una cuestión a debatir, pues sigue habiendo dentro y fuera de las ciencias sociales movimientos,
propuestas y prácticas antagonistas o contra-hegemónicas que trabajan por la construcción de nuevos planteamientos
2
en permanente tensión que configura el espacio de lo común, de lo político, del antagonismo, sin
tener como objetivo dar una respuesta certera o unitaria sobre cómo debería ser el orden social o
cómo debería organizarse cada comunidad. Es en este sentido que consideramos la perspectiva de
las relaciones de propiedad con una potencialidad contra-hegemónica, pues ilumina la dimensión
política de la propiedad y, al mismo tiempo, desvela el carácter conflictivo y negociado de las
relaciones que todo orden social, que toda comunidad -más todavía si se presume democrática-,
debe afrontar sin reducir su complejidad y sus antagonismos intrínsecos.
2. La persistencia del evolucionismo progresista
Al investigar sobre las transformaciones de las relaciones de propiedad me vi obligada a describir
también las transformaciones del trabajo y de las formas de producción, y para ello me serví de la
clasificación de estos procesos de cambio a partir de tres modelos económicos tal y como señaló
Fernández de Larrinoa para el caso vasco: “...a lo largo del siglo XX tres modelos de relaciones
económicas destacan en el agro vasco, que son: las de autosuficiencia; las de mercado; y las de
capitalismo tardío. Se observa que cada modelo de relación económica se caracteriza por
promover redes y tejidos sociales singulares” (Fernández de Larrinoa, 2007:87-88).
1. El primero modelo es el de las economías domésticas artesanas, de autoabastecimiento o
subsistencia que en el lugar de estudio tienen que ver con la economía agro-pecuaria del
baserri (caserío vasco). Actualmente y desde los años 60, la economía del baserri se
presenta siempre enfrentando obstáculos y dificultades diversas que obligan al grupo
doméstico a acomodarse, a adaptarse o a resistir ante presiones y amenazas a su
continuidad. A pesar de esta crisis continuada, ciertas prácticas y deseos de permanencia
hegemónicos desde la agroecología, el socialismo, el comunitarismo o la defensa de la soberanía alimentaria. En el
lugar de estudio, desde hace unos años, se ha abierto el debate y la experimentación con formas de organización
comunitarias que se inspiran en instituciones tradicionales de gestión comunal como el batzarre (junta o asamblea
vecinal) o el auzolan (trabajo vecinal o comunitario). (cf. Santos y Madina 2012; Nabarralde 2010; Mitxeltorena
2011; Sastre, p. 2013)
3
han contribuido a que no desaparezca del todo el baserri como unidad económica ni las
formas de vida asociadas con él.
2. El segundo modelo es el industrial y de mercado, que se instala a partir de las grandes
transformaciones económicas que marcaron los procesos de industrialización acaecidos
durante los siglos XIX y XX (con antecedentes comerciales desde el siglo XVI); que
suponen la irrupción del capitalismo industrial internacional y el abandono parcial o
paulatino de las economías campesinas por parte de muchas familias.
3. El tercer modelo define la deriva más reciente de la economía global hacia lo que se ha
llamado el tercer estadio del capitalismo o capitalismo tardío, que instaura un modelo de
sociedad postindustrial y de servicios3.
Así, en un artículo publicado recientemente en un libro colectivo (cf. Montesinos 2013), expuse
de forma general cómo funcionaba la economía de subsistencia agro-ganadera del baserri
(caserío), cómo fue el proceso de industrialización en esa zona, marcado principalmente por el
advenimiento de la industria papelera y la plantación masiva de arbolado; para introducir después
el giro postindustrial con la aparición de las subvenciones y ayudas europeas a entornos rurales
(Política Agraria Común), medidas de fomento del turismo (Agenda 21 y proyectos Leader), la
protección de la biodiversidad o la patrimonialización de bienes culturales y naturales.
Estas transformaciones económicas, del trabajo, del sustento cotidiano y de las formas de
producción han tenido y tienen un alcance global -esa sería una de sus principales características-,
pero debemos tener en cuenta y destacar que han tenido y tienen un desarrollo y materialización
3 Desde principios de la década de los 70 asistimos a un proceso de transformación radical en los modos de
producción capitalista que está imbricado con las transformaciones de la organización del trabajo (pasaje del
fordismo al posfordismo). Este tercer estadio del capitalismo también llamado turbocapitalismo está vinculado con
la irrupción de las nuevas tecnologías, la informatización del conocimiento y los procesos productivos, la
mercantilización del saber, la acumulación flexible, la cualificación del trabajo cognitivo y la subsunción real de
todos los aspectos de la vida en los procesos de valorización y circulación del capital. Este proceso de transformación
estructural del capitalismo condujo a las crisis económicas y políticas de los años 80 que marcaron el inicio de una
nueva etapa económica de carácter transnacional que ha transformado el rol soberano de los Estados-nación en su
relación con los ciclos productivos; una etapa en la que tienden a integrarse todas las regiones y que se puso en
escena globalmente con la caída del comunismo, la extensión de los tratados de libre comercio y la creación de
organismos económico-políticos internacionales y transnacionales. (cf. Fernández de Larrinoa 2007; Martínez
Montoya 1996; Godelier 1987; Hart y Hann 2009, 2011; Comaroff y Comaroff 2011).
4
particular en cada ámbito local y estatal. Aunque esta observación puede parecer de sentido
común, es preciso recalcar las diferencias y las relaciones antagónicas que se dan en cada lugar a
partir de la implementación de proyectos de desarrollo o modelos de gestión institucional
homogeneizadores integrados en procesos macro-económicos, para no ceder así ante el
determinismo evolucionista implícito en estas políticas. Por eso, la segunda reflexión que quiero
plantear es la necesidad de insistir y cuestionar, en nuestras investigaciones, cualquier
planteamiento político, económico o jurídico basado en una concepción lineal y progresista, no
sólo de la historia, sino también y más concretamente de la economía. Las políticas de desarrollo,
-sean de la CEE, las Naciones Unidas, el FMI y el BM, o de ONGs- siguen reproduciendo la
mayoría de las veces planteamientos evolucionistas de progreso lineal para justificar la
implantación de paquetes de medidas económicas e inversiones de capital en infinidad de
poblaciones con contextos y realidades muy diferenciadas.
Voy a poner un ejemplo que trabajo en mi tesis doctoral para ilustrar mejor esta cuestión.
Tomemos las Teorías del cambio social (cf. Arensberg y Niehoff 1971) elaboradas
principalmente por la antropología y la sociología americana y anglosajona de los años 70 y 80
en sus estudios sobre comunidades rurales de la “Europa subdesarrollada” (Italia, España, Grecia
y Portugal). En estos trabajos vemos claramente cómo los procesos de “modernización” que se
estaban dando en estos países ya desde los años 60, se analizaban como procesos necesarios e
irreversibles hacia un modelo de sociedad “democrática”, “avanzada”, capitalista e industrial que
encajaba con las políticas de fomento económico y colonización norteamericanas (Plan Marshall
primero y deslocalización neoliberal después) que no sólo despreciaban la posibilidad de otros
procesos económicos y políticos acordes al contexto local o europeo, sino que intentaban
justificar los procesos de radical transformación económica que se estaban viviendo como un
camino de progreso y mejora social; un fin que hacía comprensible que las poblaciones eligieran
“libremente” abandonar su forma de vida para integrarse en el capitalismo “democrático” global.
Bajo esta perspectiva que hegemonizaba los estudios etnográficos, antropólogos norteamericanos
como Ruth Behar, Stanley Brandes o para el caso vasco Davyd Greenwood, William Douglass o
Joseba Zulaika estudiaron y describieron -no sin cierta tristeza y romanticismo algunos de ellos-,
los procesos de transición económica y de progresiva desaparición de las formas de vida
5
campesina y organización comunitaria en distintos pueblos de la península ibérica. De alguna
forma, influidos por las teorías del cambio social, estos autores aceptaron que la crisis de la
economía campesina era un síntoma de su pronta desaparición, dando por hecho que estaban
estudiando sociedades en un proceso irreversible de extinción.
Sin embargo, este “cambio social” que de algún modo ya aconteció, no ha traído el desenlace
previsto por los profetas del progreso, y podemos verlo hoy más que nunca cuando estos mismos
países se enfrentan al fracaso de aquellas políticas económicas que han desembocado en una
crisis económica y financiera. Pero además, las formas de vida ligadas al campo no han
desaparecido del todo y contradicen estas teorías del cambio social. De alguna forma, es como si
las transformaciones que Douglass (1977), Greenwood (1996), Etxezarreta (1977) o Zulaika
(1990) describieron hace más de 20 años en Euskal Herria y que auguraban la desaparición del
baserri, continuaran presentes y en discusión, sin que el cambio social “definitivo” haya
concluido todavía. En Goizueta, además de las personas que crían ganado por costumbre y
afición, y quienes combinan el trabajo industrial con el mantenimiento de pequeñas explotaciones
ganaderas, también hay familias e individuos que han reinventado el trabajo en el baserri en
función de sus conocimientos, deseos y necesidades; se han adaptado a las ayudas económicas
europeas y de alguna forma también a las exigencias de una economía competitiva de mercado,
pero sin abandonar del todo ciertas prácticas y formas de vida.
Sin negar las evidencias de las grandes transformaciones vividas, debemos pensar en todo caso
que se trata de un proceso lento y paulatino, que deja lugar a pequeñas resistencias, a giros
inesperados, a las alternativas e incluso a la reapropiación de los recursos por parte de las familias
campesinas, las comunidades indígenas y los pueblos en clave neoliberal o capitalista (cf.
Comaroff y Comaroff 2011). Los procesos de cambio no siguen una dirección necesaria y
finalista, sino que aceptan contradicciones, resistencias, modulaciones e incluso “pasos atrás”,
como el que ha supuesto la llegada de las subvenciones europeas a la ganadería, o por ejemplo, el
retorno de jóvenes “urbanitas” al modo de vida campesino.
Lo que quiero plantear es que esta misma situación respecto al evolucionismo progresista
subyacente en los estudios antropológicos de los años 70 y 80 parece repetirse hoy en día
6
respecto a las políticas neoliberales que se desarrollan e impulsan desde Europa (y no sólo) y
respecto a ese afán de crecimiento que ahora pone su horizonte en la innovación, el desarrollo del
turismo y la patrimonializaicón, la diversificación y liberalización de nuevos mercados, el
fomento de un mercado verde, sostenible y glocal que permita abrir nuevos nichos de
crecimiento... El llamado tercer estadio del capitalismo se configura así como una nueva fase
evolutiva por la que necesariamente todos los pueblos deben pasar y que las instituciones -desde
los ámbitos regionales hasta trans-nacionales- se encargan de promover, dirigir y subvencionar.
Al mismo tiempo, los estudios etnográficos y antropológicos dirigen su mirada también sobre
estos procesos participando muchas veces de su implementación como hoja de ruta
preestablecida ante las dificultades de subsistencia que atraviesan estos pueblos.
Sin embargo, la realidad entraña siempre una mayor complejidad que aquella que postulan las
perspectivas evolucionistas o neo-evolucionistas del “cambio social” con una mirada uni-
direccional y totalizante sobre la historia y las sociedades. Por eso combiene recordar y
reivindicar esta perspectiva anti-evolucionista, anti-desarrollista y anti-progresista de tanta
importancia para la propia disciplina antropológica, mediante la cual podemos mantener una
postura crítica -antagónica, contra-hegemónica- respecto a esa mirada unidireccional que
plantean las instituciones y que se transforma en un dogma para las políticas públicas. De esta
forma, contribuimos además -como proponía el simposio- a la descolonización de las relaciones
académicas y políticas entre países y continentes, cuestionando los discursos hegemónicos,
etnocéntricos, tanto de la Antropología imperialista norteamericana (por ejemplo en la Europa de
los años 70 como acabo de exponer) como de las Antropologías europeas en otros continentes
(especialmente en las antiguas y “neo” colonias) y en el suyo propio sobre las poblaciones rurales
“deprimidas”. La crítica al evolucionismo y al “necesario” desarrollo progresista reivindica la
existencia de otras formas de afrontar y adaptarse a los cambios económicos globales, otras
transformaciones posibles, el mantenimiento de prácticas y discursos antagonistas; y reivindica
también la complejidad de la realidad frente al reduccionismo economicista.
3. Las limitaciones y contradicciones del concepto de sostenibilidad.
7
En el artículo ya citado (Montesinos 2013) mostré cómo las “grandes transformaciones”
económicas mencionadas han provocado tensiones y han puesto en crisis las formas de vida
ligadas al trabajo agro-pecuario en Goizueta. También expuse de qué forma el pueblo estudiado
en su conjunto y algunas familias en particular se esfuerzan hoy por reinventarse, salir adelante y
encontrar alternativas a la crisis de las economías de subsistencia, agravada por la crisis
financiera actual.
Voy a detenerme ahora en hacer algunas reflexiones teóricas a partir de mi experiencia
investigadora respecto al estudio de realidades “rurales” o “agrarias” en crisis, que son objeto de
planificación y financiación en la dirección ya mencionada (turismo, conservación del paisaje,
producción ecológica...). Concretamente, me referiré al caso estudiado para ilustrar las tensiones
entre los conceptos de sostenibilidad propuestos en el simposio: entre “la sostenibilidad
(reproducción) de los procesos de crecimiento/acumulación y la sostenibilidad (reproducción) de
los hogares y personas implicadas en las economías agrarias”. De alguna forma, adelantando ya
la idea central del texto, existe una tensión y una contradicción explícita entre la
“sostenibilidad”/reproducción del capitalismo (del crecimiento, la acumulación) y la
“supervivencia sostenible” (Montesinos 2013) o reproducción social de pueblos y familias,
especialmente aquellos que se dedican a trabajos agro-pecuarios artesanales. A partir de
fragmentos de entrevistas respecto a las formas de sustento en el lugar de estudio4 explicaré cómo
se materializan estas contradicciones y cuáles son las problemáticas que quedan ocultas tras el
concepto de sostenibilidad.
4 Aunque la mayoría de vecinos de Goizueta trabajan fuera del pueblo (y se desplazan cada día en coche a sus
puestos de trabajo), o bien trabajan dando cobertura a los servicios básicos del pueblo y en pequeñas empresas
locales, vamos a centrar la mirada en el ámbito ganadero -que sigue teniendo importancia aunque vaya
disminuyendo- porque es donde se observan más claramente las contradicciones mencionadas.
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3.1. “Un ganadero tendría que tener la posibilidad de sacarse la vida con 30
vacas, y ya está, y además sacarse la vida dignamente.”
Juan es un ganadero jubilado que trabajó para la cámara agraria de Navarra y ha sido concejal del
ayuntamiento de su pueblo. Sus conocimientos sobre la forma de vida del baserri se
complementan con su experiencia de trabajo, lo que le permite elaborar un discurso crítico sobre
la difícil situación que atraviesa actualmente la dedicación ganadera en esta zona. Su relato sobre
la profundidad de los cambios sociales mencionados en relación a los modelos económicos
globales va a mostrar las aristas del problema que hace de la ganadería un oficio “insostenible” y
los va a poner en relación además con la dimensión ecológica que supuestamente subyace en los
nuevos modelos productivos. Voy a reproducir su relato en primera persona uniendo distintos
fragmentos de conversaciones con él:
“Los ganaderos cada vez tienen menos recursos. Hace 40 años una familia con cinco vacas
se sacaba la vida perfectamente, a los hijos se les daban estudios y se sacaba la familia
adelante. Hoy en día con cinco vacas no tienes ni para cacahuetes, no tienes para nada. Y
esto tiene que ver con quién compra y quién vende, claro. La comercialización es cada vez
más competitiva, te traen carne de Argentina, de Uruguay, traen de Polonia... y entonces si
son países donde se produce con más facilidad que aquí y de forma más barata, pues la
carne de aquí difícilmente puede competir con esa carne. Cada vez es más difícil la
competencia y entonces la forma de competir es bajar los precios de la venta, pero claro, si
bajas los precios vas restando rentabilidad, y ese es el tema... Ahora ha llegado la época
esta de crisis, ha aumentado el precio de los piensos y tal... Entonces aquí en Navarra hay
una auténtica crisis y en los últimos días se han dado de baja varias explotaciones; 50 o 60
explotaciones se han cerrado en pocos días.
Ahora dicen que hay que hacer explotaciones más grandes, para que sean rentables, pero yo
creo que eso es una especie de suicidio; hacer explotaciones como por ejemplo una que hay
en Albiza que tiene mil vacas. Después el dueño suele estar siempre lamentándose de que
no le dejan vivir: que si están los de medio ambiente, que si los guardas, que si le meten
multas... Pero no se da cuenta de que él, a su vez, no deja vivir al resto de las personas y a
los animales; cada dos por tres está el río Larraun totalmente contaminado, claro, lleno de
purines todo alrededor de la granja. ¡Es una salvajada! y esos purines acaban en el río
Larraun, y cualquier día vas y hay miles de truchas patas arriba, muertas ahí. El hecho de
concentrar tantos animales en un punto es una salvajada, una salvajada que debería estar
prohibida, pero de momento se autoriza y están ahí. Claro, ese era el prototipo de
9
explotación hasta hace pocos años, los ITGs (Instituto Técnico y de Gestión Ganadera)5 y
toda esta gentuza pues no hacían más que apoyar ese tipo de salvajadas ¡las grandes, había
que concentrar! Pero claro, las explotaciones pequeñas de 10 vacas no contaminan nada,
andan las vacas ahí en el monte, comen, hacen su estiércol y ese estiércol es abono para el
campo; son el sistema más sostenible. Pero si metes esas 10 junto con 900 vacas más, pues
aquello es mortal, lo que producen es una bomba ecológicamente hablando. (...) La
producción de carne tiene la ventaja de que las vacas andan sueltas, aunque en invierno
tienes que reunirlas, recogerlas y eso tiene su impacto también, pero no se puede comparar
con lo de la leche. Las vacas de carne producen un estiércol sólido, sin purines, que incluso
lo puedes almacenar; con el tiempo se va reduciendo y puedes emplearlo para abonar los
montes, pastizales o lo que quieras. Sin embargo, el purín no lo puedes almacenar, lo tienes
que sacar. La vaca está encima de una especie de filtro por donde los líquidos se van
filtrando a un depósito, y en ese depósito se van acumulando los purines (todas las orinas y
la mierda, los medicamentos que se usan con la vacas, productos de limpieza...). Entonces
aquello se convierte en un líquido viscoso y cada 8 o 10 días tienes que sacarlo a donde sea,
haga buen tiempo o malo, y aquello produce estragos. Esa es la mayor preocupación de
estos ganaderos. Ahí, para mí, se ha llevado una política totalmente equivocada. Es como
pasa con el turismo, el turismo cuando se masifica es como una plaga; agotan todas las
existencias de agua, más encima llenan de mierda todo, de basura... Pues lo mismo pasa
con el ganado, si masificas el ganado lo conviertes en una plaga, es lo más impactante y lo
más antiecológico que existe. La gente lo hace para poder sobrevivir; antes se podía con
cinco vacas, después fueron diez, después con diez tampoco se llegaba... Bueno, pues
entonces 30, 40, 50 y hasta mil. Y claro, mil vacas aquí es una salvajada.”
Como expone Juan -quien compara la sin razón de la ganadería extensiva con la masificación del
turismo-, frente al modelo industrial de grandes explotaciones, las pequeñas explotaciones
aparecen como una garantía de mantenimiento de un cierto equilibrio con el ecosistema, como
una práctica más ecológica y sostenible; aunque insostenible económicamente para el ganadero.
Además del ciclo ecológico de la ganadería que integra el uso del helecho y la hierba con el
aprovechamiento de los excrementos animales para el abono de los propios campos; para muchos
ganaderos, que el ganado paste en los montes es una garantía para que éstos permanezcan limpios
y protegidos contra los incendios, una cuestión que ha ido adquiriendo cada vez más importancia
ante el abandono de las zonas rurales:
“El ganado sirve para conservar el monte, mantiene el equilibrio. Si los montes los dejas
sin ganado, automáticamente aquello se vuelve gasolina ¿entiendes? Se llena todo de matas
5 A partir del 1 de octubre de 2011 las empresas públicas S.A.U. Instituto Técnico y de Gestión Ganadera, Instituto
Técnico y de Gestión Agrícola, Riegos del Canal de Navarra, Riegos de Navarra y el Instituto de Calidad
Agroalimentaria han procedido a fusionarse quedando integradas en una sola, con la denominación Instituto Navarro
de Tecnologías e Infraestructuras Agroalimentarias, S.A.
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y todo lo que se produce es combustible, y no hace falta más que una cerilla para que arda
media Navarra. Sin embargo, con esos animales en el monte se mantiene el equilibrio, se
mantiene la naturaleza. Porque algunas veces los ecologistas dicen que hay que conservar
las matas y que hay que hacer mayor defensa contra la caza, por los animales silvestres y
tal, pero si viene un incendio se lleva todo, los animales y toda la naturaleza, todo.”
De hecho, muchos vecinos conservan sólo unos pocos animales que utilizan simplemente para
mantener limpios los prados, conservando un paisaje que estiman y que consideran fruto del
trabajo prolongado durante generaciones. José Ramón, otro vecino del pueblo, me hablaba
también sobre la labor de limpieza y conservación del monte que hacían sus betizuak (vacas
autóctonas pirenaicas en peligro de extinción):
“Yo creo que se tiene que reconocer lo que hacemos, proteger un animal que además ayuda
a mantener el monte, porque estas vacas andan por las zonas más empinadas e inaccesibles
y lo limpian todo mejor que cualquier máquina e impiden que el monte se llene de maleza
que luego es propensa a los incendios.”
En algunas zonas del Estado español ha empezado a reconocerse esta labor y se compensa a los
pastores por pastar en cortafuegos o zonas de riesgo de incendios, lo que alivia un poco la
economía de quienes se dedican a estos oficios. Sin embargo, se trata sólo de políticas puntuales.
En resumen, hemos visto como Juan relaciona de manera sencilla los cambios económicos
globales con las dificultades que atraviesan las pequeñas explotaciones ganaderas, y como
además, él considera un grave error que esas dificultades se afronten ampliando la cabaña
ganadera a costa de contaminar el medio ambiente. Las contradicciones que aparecen entre
sostenibilidad ecológica y crecimiento económico son flagrantes. En primer lugar, las políticas de
crecimiento que menciona Juan son impulsadas por organismos públicos o semi-públicos que
dicen basarse en la idea de sostenibilidad (cf. nota 5). En segundo lugar, el problema que plantea
Juan es que una explotación sostenible ecológicamente, con 30, 40 o 50 vacas, no permite
subsistir al ganadero en una economía global competitiva; en cambio, la explotación de 1000
vacas, insostenible ecológicamente y condenada socialmente, sí permite a su propietario sacar los
recursos necesarios para vivir. Así, el análisis de este caso pone en evidencia como el concepto de
sostenibilidad opera enmascarando la realidad; instalando una retórica hegemónica y falaz según
11
la cual se está priorizando el cuidado del medioambiente mientras se está haciendo justamente lo
contrario. De esta forma, la sostenibilidad aparece como un concepto vacío de contenido real que
permite relanzar criterios de explotación indiscriminada de los recursos.
La propuesta de Juan para evitar estas contradicciones nos da la clave del problema de fondo, que
es en definitiva un problema político:
“Aquí antes había unas 80 explotaciones para leche, explotaciones medianas, y ahora
solamente quedan tres, que son pequeñas, de unas 50 vacas o así. Yo creo que incluso 50
vacas son demasiadas vacas; un ganadero tendría que tener la posibilidad de sacarse la vida
con 30 vacas, y ya está, y además sacarse la vida dignamente. Pero para eso hace falta, pues
qué sé yo, llevar una política de precios, de ayudas y de lo que haga falta; pero que con 30
vacas, para carne o para leche, pudiera sacarse la vida dignamente; esa sería la política
adecuada.”
La forma de superar esas contradicciones parte de un posicionamiento político cuya prioridad sea
garantizar unas condiciones de vida digna a las personas dedicadas a la ganadería y evitar así la
creación de estas grandes explotaciones totalmente anti-ecológicas. Para Juan, esto significaría
seguir una política de regulación de precios, o unas medidas protectoras o proteccionistas del
trabajo ganadero y la producción local, es decir, medidas que van en contra del paradigma
capitalista neoliberal de libre mercado. Según Juan, con mejores ayudas y una protección frente a
la competencia extranjera se permitiría una vida digna a los pastores con un número razonable de
vacas.
Las contradicciones que plantea este caso son sencillas pero capitales y han sido constantemente
apuntadas por los movimientos ecologistas, campesinos y anti-capitalistas, poniendo en evidencia
que la idea o el concepto de sostenibilidad, aunque definido y ampliamente debatido a nivel
teórico, aparece difuso, ambigüo, en su materialización o aplicación práctica6 (Alli 2002, 2006;
Naredo 2011).
6 Se ha teorizado por ejemplo la diferencia entre una “sostenibilidad débil” y otra “fuerte”, distinción elaborada por
Norton, B. G. (1992) “Sustainability, Human Welfare and Ecosystem Health”, en Ecological Economics, vol. 14, nº
2, pp. 113-127; y que recojo de Alli (2006) y Naredo (2011). La “sostenibilidad débil” es la que formula la
racionalidad de la economía estándar, la que promueven las instituciones bajo hegemonía neoliberal y permite
rentabilizar capitales. La “sostenibilidad fuerte” es aquella formulada desde la racionalidad de la economía de la
física, la termodinámica, la economía de la naturaleza y la ecología, que se preocupa por la salud de los ecosistemas
en los que se inserta la vida y la economía humana sin ignorar la incidencia de los razonamientos monetarios sobre el
mundo físico.
12
Además, sigue siendo objeto de discusión cuál de sus facetas -sostenibilidad social,
económica y ecológica- es prioritaria, y al desvelarse una vez más la primacía del crecimiento
económico sobre cualquier factor social o ecológico el concepto de sostenibilidad aparece como
un concepto clave en la articulación de nuevas políticas hegemónicas sobre los espacios agrarios,
sirviendo de vector para las políticas públicas -especialmente tecnocráticas y subvencionadas-,
sin que forme parte de un programa económico con miras al sostenimiento de la población y sus
ecosistemas. El lenguaje de la sostenibilidad que impregna los proyectos de desarrollo local suele
ser un velo que oculta otras problemáticas, generalmente políticas, que tienen que ver con la toma
de decisiones, la participación y el choque de intereses, generando un lenguaje supuestamente
común que viene a imponer un cierto consenso. Es por esto que abundan las críticas al concepto y
a las falacias que encubre y genera, pues ha servido precisamente para desarticular las luchas y
reivindicaciones del ecologismo, el movimiento por el decrecimiento o el anti-desarrolismo.
Como he planteado al principio, la descripción de estas contradicciones y de las relaciones de
poder en los ámbitos locales, regionales, estatales, europeos y globales puede ser parte de una
perspectiva contra-hegemónica que más que asumir el consenso en torno a la sostenibilidad
persiga la deconstrucción de este concepto para instalar discursos y prácticas antagónicas a la
imposición fáctica de un concepto de sostenibilidad dentro de la lógica neoliberal.
3.2. “El impacto de entrar en Europa ha supuesto todo un cambio en la
manera de vivir, en la subsistencia económica: de vender tus productos aquí o
allá, a sobrevivir porque tienes una subvención.”
La segunda contradicción o cuestión importante a destacar respecto al concepto de sostenibilidad
y su uso o aplicación en los planes de desarrollo para las zonas rurales tiene que ver con su
vinculación y dependencia hacia las subvenciones. En el caso que estamos viendo, a partir del
ingreso del Estado español en la Comunidad Económica Europea (1986), éste participa en la
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Política Agraria Común (PAC) y en el Espacio Rural Europeo. A partir de este momento, los
vecinos de Goizueta y de infinidad de pueblos, empezaron a tener acceso a subvenciones para la
dedicación ganadera (y también para trabajos forestales y de conservación de especies en peligro
de extinción7).
Las subvenciones de la PAC al mundo rural han suscitado todo tipo de debates y críticas, pues:
acaparan el 40% del presupuesto europeo en beneficio principalmente de grandes explotaciones,
impiden el desarrollo de los países más pobres, generan pocos beneficios y no evitan el aumento
de precio de los productos de consumo (Naredo 2011). Quienes defienden estas políticas
argumentan que contribuyen a mantener las economías rurales y que se conceden principalmente
a zonas deprimidas económicamente, en el caso de Goizueta “zonas desfavorecidas de montaña”,
para que diversifiquen su actividad económica8.
Aunque estas ayudas han contribuido indudablemente al mantenimiento de algunas explotaciones
ganaderas en los baserriak, éstas últimas se han vuelto absolutamente dependientes de estos
ingresos anuales y, de todas formas, esto no ha puesto freno al abandono progresivo de las
explotaciones familiares o la emigración9 y la gran mayoría de la población trabaja en la
7 La conservación y cría de animales en peligro de extinción es una labor poco reconocida más allá de las
subvenciones económicas de la PAC. Aunque las betizu (vaca pirenaica) o las sasi-ardi (oveja de zarzal) reciben
mayores ayudas que otras especies que no están en peligro, la cría de estos animales acarrea dificultades y exige
controles genéticos estrictos que la hacen farragosa. Además, la comercialización de su carne es mucho más difícil,
lo que convierte a los ganaderos en cuidadores de animales cuya vida no tiene un objetivo muy claro más allá del
cobro de las ayudas. La venta de la carne de especies en peligro de extinción puede resultar algo contradictorio con el
fin de su conservación (como ocurre con la cría y conservación del ganado de lidia destinado a las corridas de toros)
pero el planteamiento alternativo sería la creación de reservas de ganado autóctono o en peligro de extinción con
mayores recursos económicos, o quizá, abiertas a un público interesado dentro de los circuitos turísticos. Respecto a
las plantaciones de arbolado donde también mandan las subvenciones europeas, el equilibrio entre la productividad y
la conservación del paisaje adopta también distintas variables y enfrenta concepciones diferentes sobre la
biodiversidad, las necesidades locales y la protección del ecosistema que no podemos exponer aquí (cf. Frigolé
2012).
8 “La Unión Europea, organización trasnacional que ha aprobado unas líneas de intervención social, económica y
cultural en los espacios agrícolas de los países asociados. Entre sus objetivos está paliar la marginación económica y
política de las zonas agrícolas y ganaderas de montaña, hacer frente al declive demográfico y la degradación
medioambiental, además de evitar la homogeneización cultural que impulsan los modelos urbanos. Así, la Unión
Europea promueve medidas y subvenciones encaminadas a que las actividades económicas rurales se diversifiquen.”
(Fernández de Larrinoa 2007:85-86)
9 Evolución de la población de Goizueta en número de habitantes:
1897 1900 1910 1920 1930 1940 1950 1960 1970 1981 1991 2001 2010 2013
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industria, en la construcción o en el tercer sector, dedicándose sólo por afición a la ganadería. Los
precios de los piensos, de la hierba para el ganado, la poca salida comercial de los productos del
baserri y la competencia con otros países, hacen poco rentable la explotación artesanal, incluso
recibiendo subvenciones, pues las ayudas están orientadas a mantener la rentabilidad de grandes
explotaciones y no tanto a ayudar al pequeño agricultor o ganadero. En este sentido, aparece otra
contradicción o limitación en relación a la sostenibilidad de estas explotaciones: su sostenibilidad
depende de la inyección de capital externo, su crecimiento depende también de las subvenciones.
Así, hay quienes han construido o adaptado sus explotaciones ganaderas gracias a estas
subvenciones y sobreviven a través de economías mixtas, contando con apoyo familiar, con el
aprovechamiento de los bienes comunales, del patrimonio heredado, o de la combinación con
pensiones del estado (especialmente jubilados). No obstante, la mayoría de vecinos de Goizueta
afronta su economía cotidiana con el dinero de las subvenciones y no lo han invertido en un
proyecto económico a largo plazo que pueda asegurarles un sustento al margen de las ayudas.
Las subvenciones se acogen como un medio de subsistencia manteniendo la forma de vida
tradicional y en muy pocas ocasiones se toman como un capital para invertir en una explotación
que sea rentable en el futuro sin necesidad de subvenciones10. Veamos nuevamente a través del
relato de Juan las contradicciones que plantean las políticas europeas (de crecimiento
diversificado y sostenible) y el papel de las subvenciones en el capitalismo tardío.
Como trabajador de la Cámara Agraria, Juan se encargó durante algunos años de asesorar y
tramitar la PAC en su zona. Con el tiempo, las entidades bancarias asumieron esta labor
interesadas en manejar el dinero de las subvenciones:
“En esto de la PAC ahora me limito a resolver las dudas que tiene la gente, pero ya no hago
la tramitación, porque hace unos tres o cuatro años nos dijeron los propios jefes de
Pamplona que las entidades financieras andaban detrás de las subvenciones. Ya sabes, aquí
la pasta es la que manda; los bancos donde haya pasta van allí directos. Entonces claro, el
banco que hacía el trámite se quedaba con el depósito de esas subvenciones. Y aunque
había quienes gastaban en seguida, había otros que no gastaban en todo el año, y aquel
dinero lo guardaba el banco para sus inversiones y para sus historias. En la mayoría de los
1037 1104 1281 1400 1407 1362 1312 1416 1423 1186 1034 886 778 763
10 Cuestión que ha dado pie a un discurso según el cual la mala gestión del dinero recibido (pues debía ser invertido
y no consumido) justifica el endeudamiento de los países que han sido beneficiarios de la PAC.
15
casos [no para los pequeños ganaderos de Goizueta] el ganadero tiene su financiación y su
plan económico enfocado de manera independiente a lo que percibe de ayudas oficiales,
entonces esa ayuda oficial una vez que ingresa en la cuenta de cada uno la mayoría de las
veces se queda allí. Entonces ¿qué pasa? que es un dinero barato para la entidad financiera,
un dinero por el que tiene que pagar muy poco o no paga nada; en una cuenta corriente
¿qué te pagan de intereses? prácticamente cero. Entonces las entidades financieras se
ofrecieron para hacer ese trámite y pasaron a ser entidades colaboradoras con el Gobierno
de Navarra.”
Como bien apunta Juan, las entidades bancarias van siguiendo intereses financieros y en el caso
de las ayudas PAC las cantidades que se mueven son desorbitadas, pues debemos tener en cuenta
no sólo a los pequeños ganaderos de Goizueta, sino a las grandes explotaciones agrícolas y
ganaderas de todo el territorio del Estado y a los grandes capitales que se invierten en toda
Europa. Este traspaso de responsabilidades en la tramitación de las ayudas tiene la ventaja para
Juan de que los bancos le ahorran trabajo y responsabilidad, liberándolo de problemas o posibles
reclamaciones , pero ha supuesto también que personas mayores o que viven aisladas en el monte
pierdan las ayudas porque nadie acude a asesorarles como solía hacer Juan, que conoce bien la
realidad de su zona y de su gente.
Un joven ganadero de Goizueta también veía inconvenientes en el trato con los bancos, pero se
veía obligado a tramitar las ayudas con ellos :
“La PAC la pedimos en el banco, que por supuesto se queda una comisión, esos siempre
tienen que sacar algo, igual cuatro euros o así. El sindicato EHNE11 empezó a hacer los
trámites también, cobrando, pero bueno, al menos el dinero iba para el sindicato y no para
los bancos, que te cobran y sacan la pela por todo. Pero había que ir a Pamplona para que te
lo hicieran y al final lo acabo haciendo en la Caja de Navarra de aquí del pueblo.”
Por otra parte, las consecuencias económicas de la Política Agraria Comunitaria han sido
desastrosas para las pequeñas explotaciones, que no han podido soportar el alza de los precio y se
han vuelto totalmente dependientes de las subvenciones. Actualmente la dependencia de la
ganadería de Goizueta de las subvenciones europeas es total, aunque algunos vecinos traten de
liberarse de esta dependencia buscando alternativas de comercialización para sus productos
animales o se integren en redes de distribución alternativa. Juan me explicaba con claridad cómo
había sido este cambio:
11 Euskal Herriko Nekazarien Elkartasuna – Asociación de campesinos/agricultores de Euskal Herria.
16
“La entrada en Europa supuso un cambio muy importante y yo creo que fue un poco
traumático, porque claro, los precios de venta prácticamente no han subido nada desde
entonces y sin embargo han subido los costes de los piensos, los seguros, los vehículos, la
maquinaria, todo ha subido incluso por encima del IPC y en contra de lo que se mantuvo
entonces. Porque entonces se dijo que los precios de lo que se producía se iban a reducir o
se iban a quedar estancados, pero que se iban a reducir también los precios de los piensos y
los costes de las explotaciones, y eso no ha sido así, los piensos han subido de forma
exagerada en los últimos años. En aquel momento, cuando se entró en Europa y se
anunciaron las medidas hubo algunas protestas; los sindicatos y otros colectivos protestaron
algo, pero había unas expectativas muy buenas, muy positivas, y a raíz de aquellas
expectativas la gente se paró bastante y se aceptaron las medidas. Al principio hubo
rechazo [en relación al control del ganado] y luego poco a poco la gente fue adaptándose y
ahora hay una dependencia absoluta, cada vez mayor, a esas ayudas.
El impacto de entrar en Europa ha supuesto todo un cambio en la manera de vivir, en la
subsistencia económica: de vender tus productos aquí o allá, de vender la leche, etc., a
sobrevivir porque tienes una subvención. Ahora quedas un poco sometido a lo que vayan a
dar oficialmente y si te cortan ese grifo pues te quedas cielo arriba y suelo abajo. A mi un
ganadero de Ozcoz me estaba sacando el otro día una factura de hace veinte años de unos
gorrines [cerdos], a 5.000 pesetas ¡5.000 pesetas de hace veinte años, fíjate lo que serían
ahora! Pues bueno, veinte años más tarde cuando el pienso lo están pagando a cuatro veces
más, esos gorrines están sin poder alcanzar ese precio. Y lo que ha pasado con los gorrines
ha pasado con el resto del ganado también; ha cambiado totalmente y ha sido un cambio
traumático, traumático, pero bueno, las cosas están así...”
De esta forma, Juan me contaba los grandes cambios que había supuesto la entrada en Europa y
como la dependencia hacia las subvenciones de la PAC provocaba una sensación permanente de
incertidumbre ante las futuras reformas de la política comunitaria:
“Ha habido diversos tratados posteriores a la aprobación de la PAC; ha habido cambios y
reformas constantes. Hubo una hace tres o cuatro años y va a haber otra en el 2013. En los
últimos años han entrado doce países nuevos a la Unión Europea, hemos pasado de quince
a veintisiete, y esos países la mayoría son más pobres que España; entonces claro, ¿las
ayudas para quién tienen que ser? pues para los más necesitados; teóricamente hay que
ayudar a quien lo necesite, ¿no?. Entonces, es lógico que mayor proporción de ayudas vaya
a esos países antes que a España. Pero claro, los ganaderos de aquí sin subvenciones no
sobrevivirían. Todo ese ganado ovino que hay en los montes de Goizueta y de Leitza se
reduciría a la mitad o a menos de la mitad automáticamente. En 2013, con la nueva
reforma, se dice que quitarán las ayudas, se viene diciendo desde hace mucho tiempo, pero
yo creo que algo darán o que crearán otras ayudas. La gente tiende a ser pesimista ¡y con
razón además! a la vista de lo que se ha ido viendo; pero yo estoy seguro de que no van a
quitar. Sí que va a haber modificaciones y éstas no van a ir precisamente para subir las
ayudas sino al revés. Pero lo que sí van a dar son ayudas para diversificar la actividad; por
17
ejemplo, para que en lugar de dedicarte únicamente a vacas de carne, pues te dediques
también a otras especies. O para que en lugar de dedicarte solamente a la producción, pues
te dediques también a la comercialización.”
Como vemos, a partir de la consolidación de las ayudas PAC y las subvenciones comunitarias la
ganadería Navarra se ha vuelto dependiente de ellas (cf. Porcal Gonzalo 2002), siendo en algunos
casos el único motivo por el que se sustentan las explotaciones. Muchos ganaderos y ganaderas
de la zona afirman que si no recibieran subvenciones no podrían mantener el ganado y tendrían
que venderlo y dejar ese oficio. Otros, yendo algo más lejos, me decían que si tenían ganado era
sólo y exclusivamente por las subvenciones.
4. Para concluir
Hemos constatado las contradicciones y las limitaciones que plantea el concepto de sostenibilidad
para el análisis de las realidades rurales, así como la importancia del ámbito de lo político -y de
las relaciones de antagonismo que de él se desprenden- en la definición del orden social y de su
reconfiguración en un momento de transición económica (cf. Godelier 1987). Las alternativas
económicas que proponen las políticas postindustriales (promoción del turismo, producción
ecológica, conservación del paisaje...) son todavía muy incipientes en el lugar de estudio (a pesar
de llevar varias décadas en los programas y políticas europeas) y no consiguen de momento ser
una opción real para el sustento de poblaciones como Goizueta, alejadas de los centros
económicos e industriales. Además, estas medidas son insuficientes incluso estando
subvencionadas por organismos europeos y políticas de revitalización y diversificación
económica.
Por otra parte, el paradigma de la sostenibilidad depende también de esta “nueva” economía que
no arranca, que parece que siempre recién empieza y que necesita de las subvenciones para
mantenerse. Pero además, el uso del concepto de sostenibilidad no implica que haya una apuesta
clara y decidida por sustituir la producción basada en el crecimiento ilimitado por otras formas de
18
producción más sostenibles; se utiliza el concepto de forma estéril sin atacar las bases del
verdadero problema económico y ecológico: la búsqueda de crecimiento a costa de intolerables
cuotas de desigualdad social y de la destrucción de los ecosistemas.
Es por esto que he querido destacar también la persistencia de una visión evolucionista y
progresista que dirige estos planteamientos y que mantiene su hegemonía a pesar del
contrasentido que representa respecto a la realidad social y ecológica. Los discursos de la
sostenibilidad y el patrimonio, del cuidado del medio ambiente y del fomento de la cultura
autóctona y el turismo, plantean así una contradicción tan flagrante como la que expresa Naredo
(2011): “...los intervencionismos marcadamente autoritarios se tildan de “(neo)liberales”,
acciones militares tremendamente destructivas se dicen “humanitarias” o productos y prácticas
agrarias, industriales o constructivas (…) se califican de “naturales” y “ecológicas”” (2011:369).
De esta forma, a pesar de la preeminencia del concepto de sostenibilidad y de las retóricas de
protección del medio ambiente en las prácticas discursivas de las instituciones públicas y de los
órganos de gobierno, el paradigma ecológico sigue topando con los límites de una economía de
mercado que fija sus objetivos en términos de beneficio económico y rentabilidad.
Bajo el paradigma de “la innovación”, obligados a competir y a ser emprendedores, pocos
vecinos de Goizueta piensan en recuperar las economías tradicionales -no como reclamo turístico,
sino como alternativa de subsistencia- y más bien se abocan a buscar esa rentabilidad prometida
pero difusa que promueven los planes y proyectos de la tecnocracia pública o semi-pública, que
de momento generan beneficios solamente a sus gestores. Como cada vez es más difícil encontrar
un sustento en el pueblo y reinventarse en el mercado global, pueblos y familias se acogen de
forma generalizada a las políticas hegemónicas, que hasta el momento no ofrecen demasiadas
alternativas: salir adelante mediante formas de producción diversificada, servicios al turismo,
gestión de espacios protegidos o producción de energías renovables.
Ante este panorama, sin embargo, la etnografía realizada y la perspectiva de las relaciones de
propiedad desvelan un panorama de complejidades e indefiniciones en el que el conflicto, la
pugna y la negociación entre los distintos actores y sus intereses en relación al uso de los recursos
comunes va configurando un espacio de lo político plagado de antagonismos. Aunque es cierto
19
que las líneas de actuación del ayuntamiento y de algunos vecinos van en general más acordes
con las directrices europeas y la inyección de capitales externos que con iniciativas locales que
recogan elementos de las prácticas agro-pecuarias consuetudinarias, debemos resaltar que
también existen otras prácticas y planteamientos que mantienen una relación de oposición y
tensión respecto a éstas. Adoptar una perspectiva contra-hegemónica nos obliga a describir ese
campo de fuerzas complejo y poner atención en las pequeñas alternativas, en las iniciativas que
se salen de la norma, en las resistencias, las contradicciones e incluso en los ilegalismos y los
actos de boicot hacia estos modelos hegemónicos y quienes los impulsan, pues ponen en
evidencia la necesidad de un espacio de crítica, cuestionamiento y debate sobre esta deriva
económica neoliberal. Así, una perspectiva contra-hegemónica persigue, en primer término, abrir
el debate político y exponer la “guerra de posiciones” en la cual se enfrentan distintos actores; en
segundo lugar, reivindicar la apertura de ese espacio de lo político como el verdadero espacio de
lo común.
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