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REVISTA EUROPEA DE INVESTIGACIÓN EN ARQUITECTURA
11
Javier Mosquera González
Universidad Politécnica de Madrid. Escuela Técnica Superior de Arquitectura
jmg@mosqueragonzalez.com
Influencias antroposóficas en la casa Fishwick
y la casa Duncan. Castlecrag 1920-1937 /
Anthroposophical influences in the Fishwick house
and the Duncan house. Castlecrag 1920-1937
La comunidad residencial de Castlecrag,
construida a las afueras de Sydney por Marion
Mahony Griffin y Walter Burley Griffin,
supone una reivindicación del papel central del
ser humano en la arquitectura por encima de
cuestiones meramente funcionalistas. El uso
de la técnica y la razón durante los primeros
años del siglo xx, supuso un alejamiento del
mundo experiencial, propio del hombre en su
desarrollo como individuo que forma parte de
un todo común como es la naturaleza.
Su concepción holística del proyecto,
implica una relación directa entre las
vivencias de sus usuarios y el entorno en el
que se materializan. Cercanos al pensamiento
antroposófico de Rudolf Steiner, el desarrollo
de su obra en Sydney supone una aplicación de
algunos de los principios enunciados por éste
en su colonia en Dornach. Así, los materiales,
las texturas y los colores utilizados en los
acabados de la casa Fishwick y la casa Duncan,
tratan de establecer unas relaciones entre sus
usuarios y la naturaleza que los rodea, de forma
que la intuición unida a la razón, produzcan
una arquitectura que permita el crecimiento
personal del ser humano.
The residential community of Castlecrag, built
on the outskirts of Sydney by Marion Mahony
Griffin and Walter Burley Griffin, supposes a
vindication of the central role of the human
being in architecture over purely functionalist
issues. The use of technique and reason during
the early years of the 20th century, meant
a departure from the experiential world,
as a man’s own development as an individual
that is part of a common whole as is nature.
Its holistic conception of the project, implies
a direct relationship between the experiences
of its users and the environment in which
they are built. Close to the anthroposophical
ideas of Rudolf Steiner, the development of
his work in Sydney is an application of some
of the principles enunciated by him in his
colony in Dornach. Thus, the materials,
textures and colors used in the finishes
of Fishwick house and Duncan house, try
to establish relationships between their users
and the nature that surrounds them, so that
the intuition together with reason, produce
an architecture that allows the personal
growth of the human being.
REIA #11-12/ 2018
286 páginas
ISSN: 2340–9851
www.reia.es
Castlecrag, Marion Mahony Griffin, Walter Burley Griffin, Rudolf Steiner, Antroposofía,
Fenomenología /// Castlecrag, Marion Mahony Griffin, Walter Burley Griffin, Rudolf Steiner,
Anthroposophy, Phenomenology
Fecha de envío: 05/11/2017 | Fecha de aceptación: 12/04/2018
REIA #11-12 Javier Mosquera González — Influencias antroposóficas en la casa Fishwick … pág. 151
Javier Mosquera González
Influencias antroposóficas en la casa Fishwick y la casa Duncan.
Castlecrag 1920-1937
“La vivienda debe ser capaz de expresar una idea de la misma manera que cada
una de sus partes, en la consistente singularidad del objeto, sean éstas estructura
o acabados, han de transmitir de igual forma el concepto global del proyecto,
cuyo interés reside en mostrar en todo momento las cualidades propias de la
naturaleza.”
Walter Burley Griffin, (Griffin 1923)
El reencuentro del individuo con el mundo sensorial
A comienzos del siglo XX surgen corrientes de pensamiento que instan a
recuperar el interés del ser humano por el mundo espiritual y por aque-
llos valores cercanos a las sensaciones y las experiencias vitales, desde
la manera en la que son percibidas. Así, las condiciones ambientales que
envuelven al individuo, serán el resultado de la relación que establecen los
objetos entre sí, con el hombre y con el entorno natural al que pertenecen
todos ellos. La arquitectura se convertirá en una herramienta que tratará
de intensificar las sensaciones que se produzcan en el encuentro del hom-
bre y la naturaleza, entendida ésta última como un espacio relacional.
La escuela de pensamiento iniciada en Alemania por el filósofo Edmund
Husserl, representa una de las corrientes surgidas en Europa que insta al
ser humano a recurrir a las experiencias vividas para entender el significa-
do real de las cosas, previo a la utilización de la razón, descubriendo así el
origen de éstas, y por tanto su valor primitivo inherente a ellas por el mero
hecho de existir. Esto es, el “ser de las cosas mismas”. La necesidad del
hombre de volver a encontrar su esencia, mediante la vuelta a la naturale-
za, nace desde la idea de que la ciencia no puede ser la única explicación a
la existencia del mundo, ya que ésta surge desde las experiencias persona-
les previas vividas en la naturaleza por quien enuncia los diferentes prin-
cipios científicos que la justifican. Existen por tanto unas etapas previas,
primarias, que sirven junto con la intuición, como base para poder enun-
ciar cualquier principio teórico basado en la razón (Husserl 1913).
En un período de ebullición social y cultural, en el que se cuestionan
muchos de los principios establecidos históricamente, nace la antroposo-
fía. Fundada en 1914 por el filósofo Rudolf Steiner, es una vertiente de la
teosofía, movimiento originado en 1875 en Nueva York. Se fundamenta
en la búsqueda de la fraternidad universal, basándose en las enseñanzas
de las religiones cristiana, hinduista y budista, mediante el desarrollo
personal del espíritu y la intuición. Promulga un conocimiento profun-
do del mundo no sólo a través de la ciencia, sino también mediante el
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descubrimiento de lo sensorial y de percepción espiritual, capaz de com-
plementar a la ciencia, de forma que el ser humano sea un ente completo
en su relación con el entorno que le rodea. Apoyándose en las teorías
enunciadas por Husserl en su fenomenología trascendental, aboga por
el conocimiento del medio natural en el que el hombre se desarrolla a
sí mismo como tal, desde la aceptación de unas relaciones con su entor-
no próximas al pensamiento holístico. El ser humano sólo entenderá
el mundo en el que habita considerándolo como un todo, conjunto de
elementos que únicamente pueden comprenderse como partes interrela-
cionadas entre sí.
Los Griffin y la arquitectura antroposofista
El primer contacto de Marion Mahony Griffin y Walter Burley Griffin
(fig. 01) con el movimiento teosofista se produce una vez se establecie-
ron en Sydney a principios de los años 20. Nacidos a finales del siglo XIX
en Chicago, ambos se formaron como arquitectos siendo colaboradores
de Frank Lloyd Wright. Tras resultar vencedores del concurso interna-
cional para el diseño de la Capital Federal de Australia en Camberra en
1911, desarrollan gran parte de su trayectoria profesional en el continente
australiano.
La comunidad residencial de Castlecrag (Fig. 02) supone una reivindica-
ción de los principios sobre su concepción de una ciudad ideal, enuncia-
dos pero no ejecutados por desavenencias con la administración local, en
el proyecto para Camberra. Durante el desarrollo de Castlecrag, la sec-
ción australiana de la sociedad teosófica mostró interés por él, al reco-
nocerlo como un desarrollo urbano más cercano a sus principios que el
modelo de ciudad jardín que hasta entonces admiraban. Tras varias con-
ferencias concedidas a petición de los miembros más influyentes de esta
agrupación, y habiendo publicado varios textos en la revista “Advance!
Australia”, se convierten en colaboradores frecuentes de esta asociación.
Fundada en 1926 en Australia, de manera mensual recogía artículos en
los que se reflexionaba sobre cuestiones religiosas, educativas, literarias,
científicas, artísticas, sociales y políticas, y cuyo comité editorial era
cercano al pensamiento teosofista. En sus artículos exponían su pensa-
miento sirviéndose de la arquitectura como medio de trasmisión de estos
conceptos globales.
Será entonces cuando descubran los textos e ideas de Rudolf Steiner,
quien definía la antroposofía como “un camino para el conocimiento, para
guiar lo espiritual en el ser humano a lo espiritual del universo” (Steiner
1924, p. 13). En ellos encontraron una fuente de inspiración que con-
firmaba sus ideales, estableciendo la imaginación y la intuición como
fundamentales para alcanzar una comprensión completa del mundo del
que formaban parte, y poder así desarrollar una arquitectura verdade-
ramente creativa. Además de afianzar su pensamiento, lo que ocurre es
que descubren una arquitectura construida que muestra que estas ideas
pueden realizarse plenamente (Griffin 1949, p. 174-185). La expresión
verdadera de la función de cada espacio o elemento, esto es, el “ser de las
cosas mismas” según Husserl, lo que defina, desde el lenguaje plástico
personal de Steiner, la apariencia final de sus obras.
Fig. 01_Marion Mahony Griffin y Walter
Burley Griffin en Castlecrag. Fotógrafo:
Jorma Pohjanpalo. Fuente: Biblioteca
Nacional de Australia. P490/7. 1918.
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La arquitectura proyectada por Steiner en el complejo de Dornach fue
concebida como un todo en el que las superficies se configuran median-
te materiales continuos, en los que la aplicación de simetrías y asime-
trías, así como la utilización de formas de carácter organicista, sirven
para potenciar la fluidez de los espacios permitiendo que la luz natural
moldee tanto su interior como su exterior como reflejo de la condición
cambiante del entorno. Sin un estilo propio, cada uno de los componen-
tes del conjunto responde a un lenguaje diferente capaz de significar su
individualidad, configurando un entramado en el que la arquitectura se
puede leer como única. “La materia en ellas quedaba dinamizada, inclu-
yendo la conciencia de la fragmentareidad en la percepción del mundo sen-
sible.” (Climent 2011, p. 112)
Es importante remarcar el hecho de considerar el lenguaje formal de
Steiner como personal ya que, deudor de muchas de las ideas expresio-
nistas de entonces, la forma resultante no debía de basarse en modelos
reconocibles sino que necesitaba de la experiencia individual para ser
concebida, ya que “es del todo distinto crear por vivencias internas que
por ideas abstractas.” (Zimmer 1971, p. 13).
Los Griffin ejercían una crítica sobre el modelo racionalista que se
extendía entonces por el mundo, entendiendo que el valor de lo local y
de las condiciones intrínsecas del entorno en el que la arquitectura había
de implantarse, quedaban relegados a un segundo plano en favor de una
estandarización neutra, carente de matices y por tanto de conexiones
vitales con sus creadores y los usuarios. No obstante, aceptaban la condi-
ción funcionalista de la arquitectura pero surgida desde la intuición y la
imaginación. Sólo así podrían encontrarse nuevas formas de expresión.
La percepción de los acabados
Los Griffin establecían una diferenciación entre mobiliario y acabados,
incidiendo en la importancia de las partes para la configuración final del
proyecto. “Su función estética no debía estar dirigida únicamente a la con-
templación y admiración del objeto en sí mismo, sino que debía entenderse
Fig. 02. Plano general de Castlecrag.
A _ Casa Fishwick. B _ Casa Duncan.
Dibujodel autor.
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como una parte de un todo que sirve para definir un concepto global supe-
rior.” (Griffin 1923). En cierta medida esta idea hace alusión a una concep-
ción de la arquitectura como obra de arte total, sin mencionar este térmi-
no, similar a la planteada por Steiner. Formada por partes individuales con
identidad propia pero con capacidad de formar un todo reconocible.
El mobiliario abarcaba todos aquellos objetos que podían colocarse en
una estancia, como pueden ser las sillas o las esculturas, entendidos
como elementos cuyo desplazamiento en el interior de su arquitectura
no afecta a la concepción del espacio interior en el que se colocan ya que
su naturaleza propia les confiere la capacidad de movilidad. Sin embar-
go, los acabados contemplan otros elementos que definen el interior de
un espacio, y que su posición no puede verse alterada ya que son parte
estructurante del lugar en el que se colocan. Dentro de esta categoría se
incluyen las terminaciones finales mediante la aplicación del color en los
paramentos y superficies horizontales y las carpinterías.
La utilización del color en los interiores de la arquitectura propuesta por
Steiner en el segundo Goetheanum construido en la colonia de Dornach
(1924-1928), responde a su deseo de transmitir sensaciones determina-
das que potenciasen el carácter de las estancias en las que se utilizaban.
Éste se basaba en la Teoría de los Colores escrita a comienzos del siglo
XIX por el científico alemán Johann Wolfgang von Goethe (fig. 03).
Este texto supone un acercamiento a la ciencia teniendo en cuenta la
percepción del espectador y cómo ciertos estímulos afectan al cerebro
de manera que éste interprete los colores de una forma u otra. Suponía
una alternativa al modelo científico planteado por Newton, y abría otros
caminos de investigación cercanos a la comprensión holística del entor-
no en el que el ser humano habita.
Fig. 03. Esquema cromático. Johann
Wolfgang von Goethe.1809. Fuente: Prof. Dr.
Hans Irtel. Universität Mannheim.
Fig. 04. Interior del Goetheanum. Fotógrafo:
Wladyslaw Sojka. Fuente: Wikimedia
commons.
Fig. 05. Interior del Goetheanum. Fotógrafo:
Wladyslaw Sojka. Fuente: Wikimedia
commons.
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Partiendo del amarillo y el azul como opuestos es posible alcanzar la
totalidad del espectro de colores modificando su intensidad. Steiner
establece una serie de relaciones entre los colores enunciados como
principales, y unos conceptos a ellos asociados, derivados de los de
Goethe. Estos son, rojo (poder), naranja (nobleza), amarillo (alegría),
verde (vida), azul (alma) y violeta (severidad) (figs. 04 y 05).
“La aplicación del color no debía ser considerada como una cuestión
arbitraria dependiendo de los gustos personales del arquitecto, sino que
debía cumplir una serie de requisitos propios de la visión, de la mente y
del espíritu, que sólo podrían alcanzarse siguiendo las leyes del color.”
(Griffin 1915). La reflexión de Griffin, en clara alusión a las enunciadas
por Goethe y posteriormente desarrolladas por Steiner, incide en la
necesidad de aplicar el color según unas leyes concretas y no meramente
arbitrarias.
Sin embargo, el uso de estos se debía realizar de forma que no ocultase
las cualidades materiales de la superficie sobre la que eran aplicados.
Servirían por tanto, además de para transmitir las sensaciones deseadas
de acuerdo a lo enunciado anteriormente, para ensalzar las característi-
cas materiales del soporte coloreado. Sólo así el principio de honestidad
material en la construcción podría, no sólo mantenerse sino potenciarse.
Fig. 06. Ventana del Goetheanum. Fotógrafo:
Wladyslaw Sojka. Fuente: Wikimedia
commons.
Fig. 07. Ventana del Goetheanum. Fotógrafo:
Wladyslaw Sojka. Fuente: Wikimedia
commons.
Fig. 08. Puerta de acceso a la sala principal
del Goetheanum. Fotógrafo: Wladyslaw
Sojka. Fuente: Wikimedia commons.
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En la arquitectura antroposofista, los carpinterías colocadas en los
umbrales de paso entre una estancia y otra, o bien entre el interior y
el exterior, se conciben como objetos cuya configuración responde de
manera singularizada a las condiciones específicas en las que se colocan.
De esta forma, la geometría utilizada para su definición tratará de reco-
ger no sólo las tensiones propias de las solicitaciones a las que se verán
sometidos durante su funcionamiento, sino también a aquellas derivadas
del modo en el que se perciban para ser usados (Climent 2011, p. 120)
(figs. 06, 07 y 08).
Desde 1920 hasta 1937 los Griffin desarrollan en Castlecrag 45 proyectos
de viviendas residenciales unifamiliares de los que construyen 14. Un
análisis del trazado general de la urbanización realizada demuestra el
especial cuidado con el que concibieron el proyecto como un lugar en el
que arquitectura y naturaleza formaban un todo, y donde las viviendas
se acomodaban a la topografía potenciando las características específicas
del entorno. Entre las viviendas construidas destacan la casa Fishwick y
la casa Duncan. Pese a las diferencias existentes entre ambas tanto en su
concepción como en su desarrollo final, el análisis de sus acabados desde
la definición aportada por los Griffin, muestra una relación directa con
algunas de las ideas enunciadas por el pensamiento antroposofista.
La casa Fishwick
Realizada en 1929, supone uno de los principales hitos arquitectónicos
construidos en la obra de los Griffin (fig. 09). Esto se debe tanto al carácter
innovador de los procesos constructivos empleados como a la singulari-
dad propia de un encargo privado en el que el cliente, Thomas Fishwick,
un empresario inglés afincado en Australia, concedió total libertad a los
Griffin para convertir en realidad se lenguaje arquitectónico propio. Situa-
da en el extremo superior de una parcela trapezoidal con vistas a la bahía
de Middle Harbour, su distribución interior organiza los espacios secun-
darios o de servicio en los puntos más cercanos al acceso, permitiendo que
el resto de las estancias disfruten de una relación directa con el paisaje, en
un terreno escalonado que se acerca hacia el mar (fig. 10).
Pintados en tonos amarillo pálido, estos lugares principales trasmiten así
una sensación de tranquilidad y reposo, de forma que la luz que penetra
Fig. 09. Plantas de la casa Fishwick.
Dibujos del autor.
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por las ventanas incide en las superficies y éstas refuerzan su lumino-
sidad. La estancia dedicada al despacho principal de la vivienda, está
pintada en tonalidades rojizas y anaranjadas, representando el poder, la
dignidad y la nobleza propios de un espacio de estas características. Sin
embargo, los aseos están acabados en una gama de azules intensos que
recuerda la relación primitiva del hombre con el agua, y que por tanto
parece transportarle hasta su mundo más primitivo y personal.
Es necesario destacar la presencia en la casa de unos soportes cilíndri-
cos pintados en una paleta de verdes oscuro sobre las que se incrustan
unas manchas doradas, a modo de gotas, dotando al acabado de un brillo
adicional. Su aplicación sobre el verde, símbolo de la vida, parece querer
transmitir a quien en esta casa habita, sus ideales sobre la concepción de
la vida únicamente en comunión con el entorno natural, como verdadero
soporte para el desarrollo del ser humano como individuo completo (Fig.
11). El dorado era la máxima expresión del amarillo, color principal que
representa la alegría. Además, “los antiguos valoraban el oro no por su
valor, sino en razón a su capacidad para relacionar lo material con lo espi-
ritual.” (Steiner 1921, p. 34). Su aplicación en los soportes parece recrear
de una manera abstracta la bóveda celeste, incidiendo así en la necesidad
de alcanzar una dimensión del hombre más allá de la terrenal, de acuer-
do a los términos utilizados por Steiner.
Los patrones utilizados en las carpinterías de madera de puertas y venta-
nas, están generados a partir de una ligera rotación de las divisiones, con
respecto a la horizontal, evitando la ortogonalidad. El carácter orgánico
de la arquitectura de Steiner trata de manifestar los espacios y las rela-
ciones entre sus distintos elementos de forma dinámica. Por este motivo,
las geometrías regulares como el cuadrado o el rectángulo se consideran
estáticas y carentes de la capacidad expresiva suficiente como para refle-
jar por sí mismas las energías propias del lugar en el que se construyen.
El trapecio se convierte en la figura geométrica básica en la arquitectura
antroposofista, tanto por su dinamismo como por su plasticidad, capaz
de definir espacios y elementos constructivos singulares. Surgen enton-
ces motivos triangulares que convierten a cada una de las carpinterías
en lienzos independientes de la geometría constructiva y estructural de
las viviendas (figs. 12 y 13).
Fig. 10. Exterior de la casa Fishwick.
Fotógrafo: Eric Sierins. Fuente: www.
fishwickhouse.org/
Fig. 11. Interior de la casa Fishwick. Fotógrafo:
Eric Sierins. Fuente: www.fishwickhouse.org/
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A
partir del planteamiento teórico de Husserl y el ejemplo aplicado de
Steiner, la inclinación de estos elementos podría servir para significar las
fuerzas a las que se ve sometido el dintel que soporta el peso de las piedras
sobre el hueco abierto, convertido en un patrón geométrico abstracto.
Las divisiones triangulares en las que se fragmentan los paños verticales
potencian esta percepción, acercando la naturaleza de estos elementos
hasta casi ser entendidos como sistemas estructurales de segundo orden.
El dinamismo formal generado por la direccionalidad marcada por estos
elementos inclinados 30° con respecto a la horizontal, transmite al usua-
rio la sensación de movimiento de apertura de estas carpinterías. A su
vez, parece incidir en la dirección que sigue la luz natural al penetrar
en el interior de las viviendas (fig. 14). Existe en la aplicación de estos
mecanismos formales y compositivos, una voluntad por parte de los
Griffin de hacer patentes no sólo la función de los elementos que definen
las carpinterías de la vivienda, sino también de mostrar las energías que
intervienen en su existencia y que por tanto, inciden en la naturaleza
propia de cada uno de ellos.
El color rojo empleado en las carpinterías exteriores refuerza la percep-
ción por parte del espectador de las tensiones soportadas por los ele-
mentos de madera, demostrando así su capacidad portante. El vidrio que
separa el ambiente interior del exterior desaparece por completo no sólo
por su transparencia, entendida como característica intrínseca a dicho
material, sino por oposición a la presencia pregnante de las carpinterías
rojas (fig. 15).
Fig. 12. Alzado norte de la casa Fishwick.
Dibujo del autor
Fig. 13. Carpinterías de la casa Fishwick.
Dibujo del autor.
Fig. 14. Exterior de la casa Fishwick.
Fotógrafo: Alasdair McGregor. Fuente: http://
www.fishwickhouse.org/
Fig. 15. Interior de la casa Fishwick.
Fotógrafo: Eric Sierins. Fuente: http://www.
fishwickhouse.org/
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La casa Duncan
Se trata del último proyecto construido de los Griffin en la comunidad de
Castlecrag. Con una superficie de apenas 50m2, fue concebida como una
vivienda en la que sus propietarios habitarían disfrutando de las comodi-
dades y servicios indispensables, gracias a un aprovechamiento máximo
de las posibilidades que el lugar ofrecía (Fig. 16). Realizada en 1934, ha de
entenderse como un ejercicio de contención opuesto al desarrollado unos
años antes en la casa Fishwick. El sistema constructivo de piezas prefabri-
cadas de hormigón Knitlock, patentado en 1917 por Walter Burley Griffin
y David Charles Jenkins, muestra un cambio conceptual por parte de sus
autores con respecto a la relación entre la vivienda y sus usuarios, redu-
ciendo tanto los costes de producción como el tamaño final de la construc-
ción. No obstante, el principio fundamental de integración con el entorno,
así como el proporcionar unas condiciones en las que sus habitantes se
sientan en relación directa con la naturaleza, permanecen intactas. Incluso
podrían entenderse como potenciadas debido al deliberado esfuerzo por
alcanzar lo esencial en el modo de vida planteado en este proyecto.
Las carpinterías de esta vivienda utilizan de nuevo los motivos geomé-
tricos derivados de las influencias antroposofistas, convirtiendo el volu-
men construido y cada uno de sus elementos en un conjunto capaz de
recoger las energías propias del lugar en el que se asienta. Se generan
unas superficies vítreas con dos lados largos verticales y dos lados cortos
paralelos entre sí pero con una inclinación de 10° con respecto a la hori-
zontal, de forma que dos a dos configuran las puertas y ventanas de las
viviendas. La distinción entre unas y otras depende tan sólo de su altura
ya que la vivienda fue diseñada como un espacio continuo capaz de ser
abierto por completo al exterior (figs. 17 y 18).
Con este gesto se evita el encuentro ortogonal entre dos elementos de
carácter pétreo como son las piezas de hormigón prefabricado y los
paños de vidrio de las carpinterías. La madera sirve entonces como ele-
mento de transición dinámico entre estos materiales, significando un
encuentro flexible capaz de absorber parte de las tensiones provenientes
de la piedra, evitando así un punto de unión frágil y por tanto una sobre-
carga de los vidrios.
Fig. 16. Planta de la casa Duncan. Dibujo del
autor.
El lenguaje simbólico propio de la arquitectura de Steiner concede a las
carpinterías un significado que trasciende su función mecánica como
elemento que soporta los vidrios, potenciando así su carácter como tras-
misor de energías hacia el terreno, tal y como ocurre en el Goetheanum
de Dornach, “... conforme a la esencia misma de lo orgánico, no se conside-
raba solamente en el caso de la planta el crecimiento de abajo hacia arriba
que normalmente observan nuestros sentidos, sino también y sobretodo la
acción de las fuerzas cósmicas vinientes desde la periferia, y manifestán-
dose por tanto desde lo alto hacia lo bajo, necesarias para este crecimiento.
Rendirlas visibles es la principal tarea de la arquitectura orgánica.” (Bie-
santz y Klingborg 1981, p. 80).
Aplicando las teorías cromáticas antes mencionadas, se sirven de una
tonalidad verde mezclada con blanco, que acerca su color al de la vege-
tación que la rodea. El movimiento de apertura de las carpinterías,
además de permitir atravesar su umbral como elemento de paso de sus
habitantes, servirá para introducir de manera figurada la naturaleza en
su interior. El color, significante de la vida, se adentra en el interior del
hogar al tiempo que permite que el aire, y con él los olores y los sonidos
del entorno natural, penetren en la vivienda (fig. 19).
Se consigue dotar al conjunto de una sensación de pesantez, levedad y
transparencia al mismo tiempo, presentando no sólo las cualidades pro-
pias de la carpintería de madera, sino del esfuerzo requerido para situar
unos huecos que iluminan el interior, realizados en una construcción
masiva en piedra. Es decir, la solución propuesta trata de transmitir el
concepto global que supone la apertura de un hueco en la arquitectura,
Fig. 17. Alzado este de la casa Duncan. Dibujo
del autor.
Fig. 18. Carpinterías de la casa Fishwick.
Dibujo del autor
Fig. 19. Exterior de la casa Duncan. Fotógrafo:
Richard Miller. Fuente: - Watson, Anne
y Adrienne Kabos. 2015. Visionaries in
Suburbia: Griffin Houses in the Sydney
Landscape. Sydney: Walter Burley Griffin
Society.
Fig. 20. Exterior de la casa Duncan.
Fotógrafo: desconocido. Fuente: NSW Office
of Environment and Heritage.
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y cómo éste será parte del todo gracias a las relaciones que establecerá
con el entorno que lo rodea, incluida la propia arquitectura de la que
nace (fig. 20).
La concepción holística de la arquitectura de Castlecrag
Coincidentes en gran medida con los postulados de Steiner, encuentran
en éste una vía de confirmación de sus ideas. Singulares desde el punto
de vista formal, comparten los principios básicos a través de los cuales
buscan una comprensión profunda de la arquitectura desde la experi-
mentación de los espacios de una manera diferente. La intuición y las
sensaciones que puedan producir, tratan de potenciar el “verdadero ser”
de cada uno de ellos. La forma en la que los Griffin definen los acabados,
resulta una parte esencial para completar la idea que tenían de la arqui-
tectura como obra de arte total.
Si cada una de las partes que conforman sus obras puede leerse de forma
independiente, como objeto individual y singular, tan sólo mediante una
visión global de todos sus elementos se alcanza la comprensión total
de la arquitectura propuesta. Cada elemento sirve al conjunto, desde
su individualidad y en relación con el entorno, con el único objetivo de
favorecer la convivencia entre el usuario y la naturaleza. Desde la geo-
metría utilizada, hasta los materiales y los colores de cada parte, sirven
para ensalzar el todo en comunión con el entorno. La plasticidad orgá-
nica de la solución propuesta en las carpinterías de las casas Fishwick
y Duncan abandona la ortogonalidad que define la lógica funcional de
estos elementos. Los mecanismos formales antroposóficos sirven para
transmitir a través de la arquitectura parte de las energías propias del
lugar en el que ambos proyectos se asientan, así como la materialidad
y esfuerzos propios de su construcción.
El carácter holístico de la comunidad residencial de Castlecrag perse-
guido por los Griffin desde su concepción inicial del proyecto, potencia
las sinergias existentes entre las partes, de forma que el individuo que en
ella habita pueda alcanzar un desarrollo personal superior en comunión
con el entorno natural que le rodea. La arquitectura se convierte enton-
ces en una herramienta capaz de intensificar tales relaciones, desde el
respeto por la naturaleza, entendiendo que el ser humano no sólo vive en
ella sino que junto a ésta, forma parte de un conjunto superior resultado
de dichas interacciones.
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