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| Universitas Psychologica | Colombia | V. 16 | No. 5 | 2017 | ISSN 1657-9267 |
a
Autor de correspondencia. Correo electrónico:
arihm@uc.cl
Para citar este artículo: Rihm, A., & Sharim, D.
(2017) Migrantes colombianos en Chile: Tensiones
y oportunidades en la Articulación de una Historia
Personal. Universitas Psychologica, 16(5), 1-15. https://
doi.org/10.11144/Javeriana.upsy16-5.mcto
DOI: https://doi.org/10.11144/Javeriana.upsy16-5.mcto
Migrantes colombianos en Chile: Tensiones
y oportunidades en la Articulación de una
Historia Personal *
Colombian migrants in Chile: Tensions and opportunities in the
articulation of life stories
Recepción: 11 Junio 2017 | Aprobación: 14 Agosto 2017
Andrea Rihm Bianchia
Pontificia Universidad Católica de Chile, Chile
ORCID: http://orcid.org/0000-0003-1251-9857
a
Dariela Sharim Kovalskys
Pontificia Universidad Católica de Chile, Chile
RESUMEN
Este artículo presenta y discute los resultados de un estudio cualitativo
desarrollado en Chile, que exploró y analizó las significaciones atribuidas
por migrantes colombianos adultos a sus experiencias. Se utilizaron
relatos de vida y creaciones visuales para producir datos. Los resultados
evidenciaron la pluralidad de significaciones en torno a la migración, así
como el proceso continuo de elaboración y evaluación que supone dar
sentido a la experiencia, pues esta revela la naturaleza contingente de
la identidad, el estilo de vida y las prácticas culturales. Los participantes
tendieron a significar positivamente su experiencia migratoria, pero
evidenciaron la presión por salir adelante con base en sus propios recursos,
caracterizando la migración como un proyecto inherentemente personal,
reflejando tendencias actuales a la individualización social.
Palabras clave
experiencias de inmigración; relatos de vida; transformaciones culturales; Chile;
Colombia.
ABSTRACT
This article presents and discusses the results of a qualitative mixed-
method study conducted in Chile aimed to explore the subjective
experiences and meanings attributed by a group of adult Colombian
immigrants to their migratory experience. Life stories and artworks were
used to produce data. The study found that migratory trajectories are
signified in plural ways. Immigration demanded a continuous process
of sense-making by the participants, showing the contingent nature of
identity, life style and cultural practices. Participants tended to signify
positively their migration experiences, although felt a strong pressure to
succeed and get ahead, relying mostly on their own personal resources.
Therefore, the results showed that migration is experienced in an
inherently individual way, reflecting the individualization present in
culture.
Keywords
immigration; experiences; life stories; cultural transformations; Chile; Colombia.
Andrea Rihm Bianchia, Dariela Sharim Kovalskys.
| Universitas Psychologica | V. 16 | No. 5 | 2017 |
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Introducción
Las migraciones son uno de los fenómenos
definitorios de nuestro tiempo, marcado por la
fluidez y los desplazamientos (Arfuch, 2010;
Bauman, 2003; Esses, Deaux, Lalonde, & Brown,
2010). Los aproximadamente 214 millones de
inmigrantes en el mundo constituyen alrededor
de un 3.1% de la población, y representan la
mayor cantidad de personas viviendo fuera de sus
países de origen en la historia (Esses et al., 2010;
Organización Internacional para las Migraciones,
2013).
En Chile, la migración no es un fenómeno
nuevo. Entre la última década del siglo XIX y
la primera del siglo XX, la población migrante
alcanzó sus niveles históricos más altos (4.1%
en 1907), debido, por una parte, a las políticas
estatales implementadas desde la segunda mitad
del siglo XIX, orientadas a atraer migrantes
europeos que aportaran capital social y cultural,
bajo la premisa de que un incremento en el
volumen de la población impulsaría el progreso
económico; y por otra, a la atracción que ejerció
la minería en el norte del país (Cano & Soffia,
2009; OIM, 2011; Ravanal, 2005).
Sin embargo, desde los años veinte,
las migraciones experimentaron un declive
significativo hasta alcanzar su nivel histórico
más bajo en 1982, bajo dictadura, cuando
representaba solo un 0.75% de la población. En
1992, los migrantes no llegaban al 1%, pero
en el año 2002 constituían un 1.2%, en el
2014 superaban el 2% (aproximadamente 411
000 personas), y durante el 2015, de acuerdo
con cifras de la Encuesta de Caracterización
Socioeconómica Nacional (CASEN), serían 465
319 personas, correspondientes al 2.7% de la
población nacional. Las últimas estimaciones
constituyen la mayor cifra registrada en Chile
desde la segunda mitad del siglo XX, y
por primera vez en décadas la cantidad de
inmigrantes podría estar superando la de
chilenos emigrantes (Courtis, 2011; Ministerio
del Interior, 2010, 2016; OIM, 2011; Solimano
& Tokman, 2007). Este ascenso se explicaría
por la rigidez de las políticas migratorias de
los países desarrollados y por la estabilidad
económica alcanzada por Chile en las últimas
décadas, que ha contribuido a posicionarlo como
un destino atractivo en Latinoamérica para
la búsqueda de mejores condiciones de vida
(Cárdenas & Yáñez, 2012; OIM, 2011; Ravanal,
2005). En este contexto, las migraciones actuales,
a diferencia de las migraciones históricas, son
mayoritariamente sur-sur, y autónomamente
dirigidas por los propios migrantes.
Según la Encuesta CASEN 2015, elaborada
por el Ministerio de Desarrollo Social, el grupo
mayoritario de inmigrantes en Chile proviene de
Perú (30%), seguido por personas provenientes
de Colombia (13.3%), y Argentina (11.9%). El
ascenso de la migración colombiana ha sido
particularmente marcado desde el año 2000,
aumentando en un 394% entre el 2005 y el 2014,
y continuó en alza hasta sobrepasar la migración
argentina, que hasta el 2013 representaba
el segundo colectivo con mayor presencia
(Ministerio de Desarrollo Social, 2016).
Si bien este ascenso sigue siendo un tema poco
investigado, se ha planteado que se relacionaría
con cambios en la situación económica y política
en Colombia, en la que bajas en la inversión
y producción se tradujeron en un aumento
significativo del desempleo (OIM, 2011; Soler,
2004) y, en segunda instancia, con condiciones de
violencia en Colombia que habrían incidido en el
aumento del flujo de migrantes pidiendo refugio,
especialmente cuando su calidad de refugiados
no les es reconocida en otros países de la región
(OIM, 2011).
Estos cambios en el perfil migratorio de Chile,
ocurridos velozmente y en ausencia de un marco
legislativo apropiado (Doña Reveco & Mullan,
2014), suponen desafíos sociales importantes
y evidencian la necesidad de investigar para
desarrollar políticas públicas adecuadas (Cano
& Soffia, 2009; Martínez, 2005; Ravanal,
2005). Para lograrlo, es necesario abordar
multidimensionalmente la migración, incluyendo
su dimensión subjetiva, que contribuiría a
desafiar la construcción de sobregeneralizaciones
y estereotipos (De Fina, 2003). Así, es relavente
aproximarse al estudio de las experiencias
subjetivas de migración desde una perspectiva
singular, que rescate la particularidad de
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cada caso, indagando en su profundidad y
articulándolo con lo histórico, social y cultural.
Un tema fundamental al considerar las
experiencias subjetivas de los migrantes, y su
impacto en las historias de vida, es la identidad.
De hecho, se ha planteado que, trascendiendo
las diferencias de cada proceso migratorio,
estos compartirían una serie de características
nucleares; entre ellas, el cuestionamiento de la
identidad y la experiencia de duelo (Akhtar,
1995; Grinberg & Grinberg, 1996).
La inmigración pondría en marcha un proceso
de cambio personal, en el que la pregunta
por la identidad: “¿quién soy?” se transformaría
en “¿quién soy acá?”, donde la experiencia de
“simplemente vivir” se convertiría en “vivir en
un lugar” (Akhtar, 2014). Así, la migración
visibilizaría la diferencia y la cultura de un modo
tal, que esta perdería su carácter de “telón de
fondo” en el que nos sumergimos cotidianamente
hasta que se vuelve transparente (Boulanger,
2004), instalando una fisura en la historia de
vida, evidenciando el carácter contingente de la
identidad y revelando la apertura del destino y la
necesidad de un proceso de continua definición y
redefinición respecto al sentido de sí mismo y de
pertenencia (Arfuch, 2010; De Fina, 2003).
Dados estos antecedentes, la psicología clínica
ha tendido a enfatizar las pérdidas y duelos que
conlleva la inmigración, considerándose hasta
tal punto entrelazados, que se ha planteado que
“cuando una persona emigra, empieza un proceso
de duelo” (Lobban, 2006, p. 75). Se ha destacado
la complejidad del desafío que enfrentan los
inmigrantes, de elaborar la pérdida de la cultura
de origen manteniendo cierto apego a esta,
simultáneamente desarrollando nuevos vínculos
y relaciones en el país de llegada (Akhtar, 1995;
Arfuch, 2010, Camilleri & Malewska-Peyre,
1997; De Fina, 2003; Grinberg & Grinberg, 1996;
Lijtmaer, 2001).
Así también, se ha planteado que la
necesidad de mantener cierta congruencia
identitaria, pertenencia y valorización de sí
llevaría a los migrantes a desplegar, consciente o
inconscientemente, estrategias identitarias para
evitar o reconciliar las contradicciones, tanto
como para defenderse de posibles amenazas y
evitar la estigmatización y la desvalorización
(Camilleri & Malewska-Peyre, 1997). Berry
(2005, 2007) extendió el concepto de estrategias
identitarias más allá del plano individual, y
propuso la noción de estrategias de aculturación.
Esto, conceptualizando la aculturación como
el proceso de transformación –cultural y
psicológico– que ocurre a nivel grupal e
individual a partir del contacto sostenido
entre culturas diferentes. Así, las estrategias de
aculturación serían actitudes y conductas que se
despliegan en el encuentro intercultural, y que
en el caso de los migrantes, dependiendo de la
valoración y búsqueda de relaciones con el otro
grupo y de la importancia atribuida a mantener
la herencia e identidad cultural, podrían seguir
cuatro grandes líneas: integración, asimilación,
separación y marginalización (Berry, 2005, 2007).
La noción de aculturación ha sido criticada
por asumir que los procesos psicológicos que
operan en ella tendrían una estructura similar
en personas con orígenes culturales diversos
(Hermans, 2001). Aunque Berry (2005) no
establece matices respecto a orígenes culturales,
sí destaca que los migrantes no siempre
pueden desplegar sus estrategias de preferencia,
pues el contexto cultural es determinante de
sus posibilidades de acción, y puede reforzar
la elección de algunas estrategias por sobre
otras. En este sentido, plantea que el proceso
de aculturación conlleva conflictos, necesidad
de negociación y estrés, aunque considera
que a menudo termina en alguna forma de
acomodación mutua.
Por otra parte, las perspectivas que asocian
ineludiblemente inmigración con duelo han sido
criticadas por considerar que, al enfatizar las
pérdidas, no problematizan suficientemente las
relaciones de los migrantes con su lugar de
origen ni los sentimientos de pertenencia en
relación con este, al mismo tiempo que tampoco
considerarían suficientemente las oportunidades
que la migración conlleva. Así, se ha planteado
la necesidad de renovar el enfoque para que dé
cuenta del modo en que las transformaciones
culturales han afectado las formas en que
los migrantes actuales construyen y significan
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sus trayectorias migratorias (Beltsiou, 2016;
Bobowik, 2013; González, 2016).
Esto último es particularmente relevante en
el contexto cultural actual, marcado por el
declive de la relevancia de los referentes sociales
y colectivos como espacios donde encontrar
sentido, y el incremento de la responsabilidad
individual respecto a la propia trayectoria de
vida (Bauman, 2003; Lipovetsky & Charles,
2006). Así, cabe hipotetizar que la mayor
fluidez y globalización cultural en la que vivimos
impacta en el modo en que los migrantes
significan sus trayectorias, cuestionando, quizás,
nociones más tradicionales respecto a que “los
inmigrantes son quienes se van porque tienen que
hacerlo” (Behar, 2013, p. 5).
Este artículo espera aportar en tal sentido,
presentando y discutiendo parte de los resultados
de una tesis doctoral cuyo objetivo fue
aproximarse al estudio de la experiencia subjetiva
de migración de un grupo de colombianos en
Chile. Desde una perspectiva singular, que se
articula con lo histórico, social y cultural, se
buscó dar espacio a la expresión tanto de los
desafíos, conflictos y problemas asociados a la
experiencia migratoria, como a las oportunidades
de apertura y desarrollo que esta implica,
siguiendo la voz de los propios migrantes.
Las preguntas que guiaron el estudio fueron
¿Cómo construyen sentido los migrantes en
sus experiencias de migración? ¿Qué estrategias
despliegan para enfrentar la experiencia? ¿Cómo
articulan la experiencia de migración en el marco
de su biografía? ¿Cómo impacta la migración en
el desarrollo de la identidad?
Método
Diseño
Desde un enfoque cualitativo, biográfico,
se utilizaron herramientas mixtas, visuales
y verbales, para conocer los significados y
experiencias subjetivas desde el propio marco
de referencia de los migrantes (Cornejo, 2006;
Flick, 2004). Esta combinación buscó generar
espacios de expresión de la naturaleza compleja
y multifacética del fenómeno (Moran-Ellis et
al., 2006). Esto, pues aunque los relatos de
vida ofrecen una aproximación privilegiada a la
subjetividad e identidad desde una perspectiva
culturalmente situada, suponen la capacidad de
los sujetos de formular y comunicar verbalmente
sus experiencias, lo que no siempre es posible. Las
obras visuales, por su parte, permitirían evocar
emociones y expresar experiencias difícilmente
formulables de otro modo (Reavey & Johnson,
2008; Weber, 2008).
Participantes
Se seleccionaron gradualmente 14 migrantes
colombianos adultos (siete hombres y siete
mujeres), siguiendo la lógica del muestreo teórico
(Flick, 2004). El contacto fue a través de
informantes claves y se complementó con un
procedimiento de “bola de nieve” (Patton, 2002).
Se realizó una búsqueda de participantes de
variados niveles socioeconómicos, puesto que la
inmigración colombiana abarca diversos sectores
laborales, sociales y urbanos.
La mayoría de los migrantes que llegan a
Chile, lo hacen en edad laboral activa. Más del
75% tienen entre 20 y 50 años (Ministerio del
Interior, 2010, 2016). Por esto, se contactaron
participantes en ese rango etario. Todos los
participantes vivían y trabajaban en la ciudad
de Santiago, se encontraban en Chile desde
hace al menos dos años (salvo en el caso
de una participante que durante el proceso
de entrevistas reveló que, en realidad, llevaba
un año y algunos meses), y habían migrado
voluntariamente durante su adultez. Todos
habían llegado a Santiago a partir del año 2000.
Los participantes no eran receptores de servicios
de organizaciones de ayuda a migrantes ni
participaban activamente en alguna organización
comunitaria relacionada.
Puesto que las migraciones forzadas –
especialmente en condiciones de violencia–
adquieren un carácter particularmente complejo,
que se manifiesta en mayores dificultades de
elaboración y en mayores efectos negativos en la
identidad (Grinberg & Grinberg, 1996; Volkan,
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2004), se estableció como criterio de exclusión
que los migrantes hubieran entrado a Chile en
calidad de refugiados.
TABLA 1
Identificación de los Participantes
Dispositivos de Producción de Datos
Se utilizaron relatos de vida temáticos y
creación de obras visuales. Los relatos de vida
temáticos son narraciones que realizan los sujetos
de un aspecto de su vida, que permiten
recuperar los significados y sentidos atribuidos
a las experiencias vividas (Cornejo, 2006; De
Gaulejac, 1996, Sharim, 2001). En particular, se
utilizó la consigna: “cuéntame la historia de tu
vida en Chile”.
Las obras visuales son creaciones personales
realizadas por los participantes con el objetivo
de representar algún aspecto significativo de su
experiencia. La consigna utilizada para obtener
estas obras fue: “te voy a pedir que con los
materiales disponibles, crees una imagen que
evoque o represente una experiencia que para
ti sea significativa en relación a tu experiencia
de migrar”. En cada ocasión se ofrecieron
variados materiales artísticos. No se entregaron
lineamientos respecto a qué tipo de obra realizar
para promover la auto-expresión y el sentido
de autoría de los participantes, puesto que
la elección de materiales y medios constituye
una primera forma de posicionamiento subjetivo
(Moon, 2010). Del total de participantes, ocho
realizaron collage (cinco hombres y tres mujeres)
cinco realizaron dibujos (cuatro mujeres y un
hombre) y un participante realizó una figura de
origami.
Entre Septiembre de 2014 y Noviembre
de 2015 se realizaron 26 encuentros con los 14
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participantes (dos encuentros con 12
participantes), que duraron entre 50 minutos y
dos horas (con un promedio de 1:25’) en lugares
y horarios convenientes para los participantes,
que contaran con las condiciones necesarias
de silencio y que permitieran trabajar con
los materiales artísticos. Cada encuentro fue
transcrito textualmente y transcurrieron entre
uno y dos meses entre encuentros, dependiendo
de la disponibilidad de los participantes quienes,
durante ese período, recibieron la transcripción
correspondiente a la primera reunión. Durante
los encuentros, siguiendo las recomendaciones
de Bertaux (1999), la actitud fue mayormente
no-directiva, atenta y de comprensión empática
(Cornejo, Mendoza, & Rojas, 2008), limitándose
las preguntas a la clarificación del relato, para que
los participantes desplegaran sus narrativas del
modo más libre posible.
Para la producción de datos, se siguieron
lineamientos éticos respecto a la postura
investigativa, como el resguardo de la
confidencialidad, el anonimato de los
participantes y el reconocimiento de la autoría
de sus obras visuales. Se contó con la aprobación
del Comité de Ética de la Escuela de Psicología
de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Dispositivos de Análisis de Datos
Para triangular el análisis de los datos visuales
y verbales, profundizar en la escucha de los
encuentros y realizar los ajustes necesarios a
estos, se desarrollaron una serie de prácticas
reflexivas: reuniones de interanálisis, reuniones
de supervisión, participación en un estudio
dirigido sobre el trabajo de la subjetividad en
investigación y desarrollo de cuaderno reflexivo
y de respuestas visuales a los encuentros. Las
reuniones de interanálisis se realizaron con
psicólogas y arte-terapeutas para los relatos y
obras visuales, respectivamente. El cuaderno
reflexivo se desarrolló como un espacio donde
volcar las complejidades de la escucha y de la
propia participación en el proyecto (Etherington,
2004), y la respuesta visual, herramienta reflexiva
proveniente del arte terapia (Fish, 2012),
se utilizó para visibilizar, contener y analizar
material emergente respecto a la experiencia
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de investigación difícil de expresar en términos
verbales.
Dispositivos de análisis de contenido
Para los relatos de vida, siguiendo la propuesta
de Sharim (2005), se realizó un análisis singular,
orientado a profundizar en las particularidades
de cada caso. Las transcripciones se fueron
analizando por párrafo, rescatando temas,
sentidos y significados emergentes en los relatos,
en el modo que sugiere Smith (2004) respecto
al análisis interpretativo fenomenológico. También
se fueron consignando hitos y aspectos clave de
la ordenación temporal (Sharim, 2005). A partir
de esta etapa de análisis singular, se reconstruyó
un relato de vida por caso, con base en los
ejes temáticos y significados más relevantes para
cada participante. También se realizó un análisis
singular de las obras.
Siguiendo una perspectiva fenomenológica, se
consideró el relato de cada participante sobre
su obra y los contenidos que se elaboraron en
los diálogos al respecto a través de los dos
encuentros (Betensky, 1995; Carpendale, 2011).
Luego, siguiendo la propuesta de Acosta (2001),
el análisis consideró la dimensión estética de
las obras (materialidad, composición y colores),
puestas en el contexto del relato de sus creadores
y también el clima emocional que transmitía
la obra. Finalmente, se consideró el impacto
subjetivo y las resonancias emocionales de la obra
sobre la investigadora como parte del análisis
(Leclerc, 2012).
El tercer momento analítico fue de carácter
transversal. Se analizaron las recurrencias y
diferencias en los relatos y obras de todos
los participantes considerando los contenidos,
características formales, las posiciones subjetivas
desde las cuales los desarrollaron y las resonancias
de la escucha. Con base en este análisis, se
construyeron categorías, que articularon los
principales sentidos y significados que atribuyen
los participantes a sus historias migratorias.
Resultados
La pluralidad de los sentidos atribuidos a la
migración
Los resultados mostraron que las experiencias
migratorias son significadas pluralmente,
revelando la riqueza de las distintas estrategias
de búsqueda de sentido. Esto, aunque la mayoría
compartió experiencias clave, como “partir desde
cero”.
En este escenario, se identificaron ocho
tácticas, entendidas como prácticas de
apropiación singulares y temporales, que buscan
transformar eventos en oportunidades desde
una esfera ajena al poder (De Certau,
1988), o estrategias identitarias, en el sentido
que proponen Camilleri y Malewska-Peyre
(1997), utilizadas por los participantes para
dar sentido a sus experiencias migratorias,
asociadas a posiciones subjetivas diferentes.
Estas incluyeron considerar la inmigración como
experiencia de autoafirmación; como promotora de
la individuación; como conquista de espacios de
libertad y auto-determinación personal; como crisis
identitaria y apertura reflexiva, como experiencia en
continua construcción; como escape de un pasado
doloroso; como desencanto y discriminación y como
experiencia de diferencia y crítica social. En la
mayoría de los casos, se encontraron elementos
de cada una, aunque con distinta preeminencia.
Cada una de estas posiciones se relacionó con
el grado percibido de cambio personal. Aunque
los participantes consideraron que cambiar
es inevitable al encontrarse con una cultura
diferente, se observaron diferencias al respecto.
Quienes percibieron menos cambios fueron
los participantes que significaron la migración
como una experiencia de auto-afirmación,
que confirmó sus relatos pre-existentes sobre
sí mismos y, en segunda instancia, quienes
adoptaron una postura más crítica respecto
a los modos de vida en Chile a través del
desarrollo de prácticas para mantener una vida
lo más similar posible a la que llevaban en
Colombia (e.g., comiendo igual, viviendo en
un barrio con alta presencia de migrantes,
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limitando su círculo de amistades a migrantes).
Por otra parte, dos participantes mujeres que
estaban desencantadas y habían sufrido fuerte
discriminación, consideraron que el cambio había
tenido un carácter negativo.
Al respecto, cabe destacar que, a
pesar de las dificultades –salvo las dos
participantes que significaron la migración como
desencanto, asociado a la discriminación sufrida–
los participantes valoraron positivamente la
migración, esto debido a que, desde su
perspectiva, las ganancias superan a las
dificultades. Sin embargo, reconocieron que la
pregunta por volver o quedarse está en continua
evaluación. Evocaron la imagen de una balanza,
en la que cada grano cuenta:
Uno como que va colocando granitos en, en,
en la balanza y, y eso va a ayudando de que,
de que siga como, no sé si convenciéndome de
que estoy bien acá, pero, pero son puntos por
decirlo así a favor para seguir tranquilo acá y no
decir “me devuelvo y prefiero seguir luchándola
en Colombia” (Fernando, 31 años, Septiembre
de 2015).
La construcción de sentido individual
evoluciona dinámicamente conforme pasa el
tiempo. Más que completarse de una vez,
la necesidad de legitimar y apropiarse de la
experiencia migratoria es proceso continuo, que
sitúa a los participantes permanentemente en
la disyuntiva de quedarse, volver o partir a
otro lugar, incluso aunque lleven un tiempo
considerable en Chile:
Te das cuenta de que si te desprendiste de padre
y madre, lo demás son cosas efímeras ... el temor
de salir lo tienes una sola vez, ya después no te da
miedo nada. Y es lo que me pasa a mí, o sea yo he
visto, yo digo “estoy en Chile” y disfruto Chile;
mañana no sé (Alfonso, 33 años, Noviembre de
2015).
En un contexto en que el futuro aparece
abierto –y por lo mismo, marcado por un monto
importante de incertidumbre– las experiencias
de logro resultan fundamentales para dar solidez
al proyecto migratorio. Esto, pues la migración
es mayoritariamente significada como un “reto
personal” que pone a prueba las propias
capacidades.
La presión por el éxito
Los participantes llegaron a Chile
voluntariamente y enfatizaron que no se
encontraban en una situación “desesperada”
en Colombia, sino que anhelaban más: más
oportunidades, más libertad, más aventura. Esta
voluntariedad de su proyecto migratorio, aunque
podría ser percibida como un factor facilitador,
les impuso una carga importante. Sentían que
había mucho en juego y que debían demostrar a
sus familias, amigos y a ellos mismos que habían
tomado la decisión correcta dejando Colombia.
Esto se volvió un reto personal donde no
podía decir "me voy porque me quedó grande"
entonces por eso ... Desde que yo llegué
totalmente todo es una prueba ... ¿seré capaz o
no seré capaz? (Pablo, 32 años, Septiembre de
2014).
La significación de la migración como “reto
personal” incide también en la dificultad que
los participantes revelaron para comunicar sus
problemas y necesidades a otros, por temor a
que tal comunicación desestabilizara la posición
conquistada, que permite dar sentido a la
decisión de quedarse: “ni loca decir en Colombia
“necesito plata” ¡no! no podía permitirme
eso” (Ana, 29 años Marzo de 2015).
En este contexto, aunque las redes de
amigos e inmigrantes en Chile son consideradas
potenciales fuentes de apoyo, los participantes
tendieron a significar la resistencia, el esfuerzo
y la fortaleza personal como los factores clave
para “salir adelante”. El fracaso y el éxito
de sus proyectos migratorios son vividos como
una responsabilidad inherentemente personal.
Consideran que las oportunidades disponibles
no valen si no existe un genuino esfuerzo por
aprovecharlas.
Cuando uno quiere las cosas y salir adelante hay
que ser perseverante, hay que tener fortaleza,
no hay que rendirse, hay que luchar…eh, hay
que ser valiente…hay momentos en que uno se
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desploma, hay que hacerlo, hay que desahogarse
pero seguir…y no rendirse tan fácil ¡porque no es
fácil! Estás en un lugar totalmente ajeno a uno,
donde uno no es nadie y empezar a abrirte ese
camino ... eso es como el punto, de pronto. Ser
fuerte y no desistir. Si quiere uno las cosas, las
puede lograr…eso (Ana, 29 años, Marzo 2015).
Los participantes significaron la experiencia
migratoria como un proceso que ha desafiado sus
límites y capacidades, permitiéndoles reconocer
en sí mismos una fortaleza que no necesariamente
conocían previamente “se da uno cuenta de que
uno es un teso, o sea, de que hace esfuerzos de que
uno no imaginó” (Lucía, 36 años, Julio de 2015.
Así, los participantes consideran que la
migración los ha puesto en posición de “salir
adelante”, lo que se enmarca dentro de un
mandato general compartido de orientarse al
futuro y seguir avanzando, sin importar el
cansancio, la enfermedad o la soledad. Las
mismas frases se repiten casi textuales en sus
relatos: “yo también me canso, y todo pero, yo
digo “no, no me voy, pa’ delante no más” (Nancy,
46 años, Julio de 2015); “obviamente hay veces
que se derrumba uno, que está uno solo,
pucha…pero igual uno sigue adelante” (Ana,
29 años, Marzo 2015); “siempre yo le inculco
eso a mis hijos, mi mujer, siempre le digo que
salga pa’ delante, no más” (Manolo, 44 años,
Octubre de 2015); “Hay que aceptar, seguir pa’
adelante” (Camilo, 26 años, Agosto de 2015);
“hay un dicho que en la costa se dice: pa'
adelante es pa’ allá, para atrás ni para coger
impulso” (Víctor, 48 años, Septiembre de 2014);
“tienes que optimizar tus recursos, salir adelante
con lo que tienes” (Pablo, 32 años, Noviembre
de 2014). Y así, uno a uno, los participantes van
poniendo el acento en el esfuerzo personal y la
orientación al futuro.
El énfasis en el desarrollo y crecimiento personal
La mayoría de los participantes significaron la
migración como un proceso asociado a cambios
identitarios. En sus relatos y obras, esto aparece
vinculado a una serie de factores. Primero, a la
experiencia de poder “reinventarse” o, incluso,
“renacer”. La posibilidad de partir de cero, más
que atemorizante les resulta atractiva “cuando
uno llega a otro país es como empezar una
nueva vida también y también es maravilloso
porque todo es nuevo...todo no puede ser
malo” (Alejandra, 42 Octubre de 2014). Así,
los participantes valoraron la apertura a nuevas
formas de ser asociada a la migración:
Para mí, Chile significó un rehacerme, un
reescribir mi historia … Yo creo que el hecho de
haber como, haber como vivido este proceso de,
de volver a nacer…que tiene ese lado doloroso
como de desarraigo, pero tiene también un lado
de volver a nacer (Jaime, 34 años, Diciembre de
2014).
Figura 1
Alfonso: “Renacimiento” - 41x30 cm.
Fuente: investigación propia.
La vida me, me mostró que, aquí lo que te
muestro es que… no siempre estando en el lugar
ideal estás tú de ánimo para ese entorno, porque
yo, esto debiera ser así al inverso, familia, playa,
temperatura rica, todo lo que uno quiere, todos
los elementos que tú deseaste tener en la vida
no siempre están en el mismo lugar, en el mismo
tiempo, en las mismas circunstancias. Yo era,
yo estaba, no era que estaba, no era que estaba
contra la pared ni mucho menos ¡no! ... eh la
vida me, me dio este giro de 360º y me quitó
la, la presencia de mi familia física, al lado mío,
pero, pero me dio, me dio otras cosas (Alfonso,
33 años, Noviembre de 2015).
La valoración de la apertura existencial no
implica negar las dificultades encontradas en el
proceso migratorio; más bien, los participantes
Migrantes colombianos en Chile: Tensiones y oportunidades en la Articulación de una Historia...
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evidenciaron el esfuerzo de encontrar sentido
en las dificultades, significándolas como
promotoras del desarrollo, como oportunidades
de aprendizaje:
De las cosas difíciles, de las cosas buenas, de
todo hay que sacarle lo bueno… el, el para qué
está ocurriendo, y no un por qué, sino para qué
estoy en esta circunstancia, para… qué necesito
aprender ... hemos tenido que probar cosas que
antes no, no, no las conocíamos, y decir: “¡uy!
¡Fui capaz! ¡Lo logré! Eh… pude pasar esto,
pude pasar estas adversidades”, ahora, pienso yo,
“subí otro nivel”, y ya mi madurez, mi manera de
ver las cosas son diferentes (Fernando, 31 años,
Septiembre 2015).
Así, en la evaluación de su experiencia
de desarrollo personal, los participantes
identificaron dos factores clave: los mayores
espacios de libertad que han ganado con la
distancia y que les han permitido detenerse a
reflexionar sobre sí mismos, sus trayectorias y
su cultura de origen; y el haber enfrentado y
superado dificultades, lo que les ha permitido
descubrir una fortaleza personal mayor a la que
imaginaban, y en algunos casos, mayor empatía
con el dolor de otros.
Lo primero es particularmente visible en los
relatos de los participantes que atribuyen un
menor grado de dificultad a la experiencia
migratoria y cuyas situaciones de origen
resultaban restrictivas del desarrollo de su
identidad: relaciones de pareja, familiares y
condiciones de violencia social estrechaban sus
mundos y, en contraste, la migración representa
una apertura que es vivenciada como liberadora,
a pesar de las dificultades.
El segundo factor es particularmente
relevante, aunque no excluyente, en los relatos
de quienes migraron desde condiciones de
vida menos restrictivas o sentidas como menos
opresoras. De este modo, el énfasis en el
desarrollo personal sostiene a muchos de los
participantes a través de los momentos difíciles,
logrando darle sentido a la trayectoria migratoria
como un aporte a su identidad. Sin embargo,
es importante destacar también que, en la
medida que ese desarrollo no es posible y que la
experiencia migratoria pasa a ser asociada con
pérdidas de aspectos del sí mismo, el proyecto
pierde sentido y pasa a ser significado de un
modo más negativo, tal como muestran los
casos de quienes han sufrido en mayor medida
experiencias de rechazo y discriminación.
El rechazo a identificarse con categorías
Pese a que los participantes reconocieron el
impacto de la migración en sus vidas, mostraron
rechazo a identificarse a sí mismos como
inmigrantes. De hecho, hicieron un esfuerzo
por destacar cómo sus historias se diferenciaban
del “migrante típico” que deja su país por
necesidad. Así también, mostraron sentirse poco
identificados con los(as) “colombianos(as) en
Chile” como grupo de referencia, aunque sí se
identificaban con cualidades que consideraban
propias de la cultura colombiana como la alegría,
la capacidad de disfrute, la actitud más frontal
y la valoración de los aspectos comunitarios
de la vida (e.g. en relación con los vecinos).
Asimismo, se observó que en 12 de los 14
participantes, la identificación con aspectos de la
cultura colombiana ocurre a nivel más privado
que público, por ejemplo, a través de la comida.
En relación con la vinculación con otros
migrantes, tanto a nivel individual como
colectivo, se observaron diferencias de género
significativas. En su mayoría, las mujeres fueron
tajantes en establecer diferencias y criticar a
quienes no se “adaptan” a la sociedad chilena
“si yo soy extranjera, estoy llegando acá, yo
me tengo que adaptar a las condiciones y a
las costumbres de Chile, ¿sí?” (Ana, 29 años,
Marzo de 2015); “Si yo vine a Chile, yo tengo
que integrarme a Chile. Si esa fue mi decisión.
Si yo vine por trabajo, por lo que sea, yo
necesito integrarme, necesito funcionar en una
sociedad de cualquier manera. No puedo andar
chocando” (Alejandra, 42 años, Diciembre de
2014). Es relevante resaltar que al hablar de las
“costumbres de Chile” las participantes refieren
fundamentalmente a la relevancia que observan
que tiene la noción de orden, y la expectativa
que los migrantes actúen en concordancia. Así
también, la expectativa de mantener un “bajo
Andrea Rihm Bianchia, Dariela Sharim Kovalskys.
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perfil” responde a la evitación de potenciales
experiencias de discriminación, que en el caso de
las mujeres podrían ser más marcadas “a veces
uno dice: no hablemos mucho para que no se
den cuenta que somos colombianos” (Gracia, 42
años, Octubre de 2014).
Los hombres, en cambio, mostraron una
postura menos tajante. Como las mujeres,
se identificaron y valoraron aspectos que
consideran característicos de la cultura
colombiana, como la alegría y el trato más frontal,
y expresaron la pérdida que representaba para
ellos el cambio de ambiente, pero, a diferencia
de ellas, establecieron menos comparaciones
sociales en relación a otros “colombianos en
Chile”. Tampoco evitan espacios colombianos,
aunque fueron explícitos en declarar que no los
buscan.
La excepción a esta tendencia se observó en
los dos participantes afrocolombianos (hombre
y mujer), que mostraron mayor identificación
con otros migrantes colombianos en Chile como
grupo de referencia, y que al mismo tiempo
sostuvieron una postura particularmente crítica
hacia la vida social en Chile, reivindicando
su derecho a mantener la propia cultura,
especialmente en lo que refiere a la forma de
celebrar, aunque esto pudiera generar conflictos
de convivencia con los vecinos. En estos
participantes, la identificación cultural mostró
una dimensión racializada.
Conclusiones
En relación con las preguntas planteadas,
los resultados muestran que los participantes
construyen sentido de sus experiencias
migratorias en modos diversos y altamente
individuales, incluso quienes migraron con
parejas o familia. La migración no se enmarca
en un proyecto colectivo y por lo mismo, las
estrategias aculturativas, las tácticas cotidianas y,
en definitiva, el éxito o fracaso de la migración
es significado principalmente como consecuencia
del esfuerzo personal.
Esta postura es concordante con los procesos
de individualización social descritos respecto a
la modernidad tardía, en que “el peso de la
construcción de las pautas y la responsabilidad
del fracaso caen primordialmente sobre los
hombros del individuo” (Bauman, 2003, p.
6). Los participantes se sienten los únicos
responsables de sus vidas y eso les confiere
una carga importante. La alta valoración que
muestran los participantes del sentido de
autonomía y agencia se manifiesta en una
experiencia de conflicto interno respecto a la
posibilidad de buscar ayuda ante situaciones
desafiantes o abrumadoras. De hecho, en
tales casos, intentaron desplegar estrategias
de afrontamiento individuales, declinando
visibilizar sus dificultades o solicitar ayuda
institucional, prefiriendo –en última instancia–
buscar apoyo entre sus amistades. Esto es
consistente con lo reportado por la Fundación
para la Superación de la Pobreza (FUSUPO,
2012).
Esto se relaciona también con que los
participantes tendieron a articular la experiencia
migratoria en su historia de vida en relación
con los logros, con el desarrollo y con
el descubrimiento de sus fortalezas. Los
participantes emergen en sus relatos y obras
como sujetos con un fuerte sentido de agencia,
determinados a demostrarle a los demás y a
sí mismos, su capacidad para salir adelante en
casi cualquier circunstancia. En este sentido,
nuestros resultados son consistentes con los de
Bobowik (2013), respecto a que los inmigrantes
no necesariamente experimentan un sentido
de sí mismos disminuido ni se focalizan
continuamente en la experiencia de pérdida de
su cultura y sus relaciones. Efectivamente, los
resultados mostraron que la migración instala un
quiebre en la historia de vida y que tal quiebre
es significado parcialmente como pérdida, pero
también, como oportunidad de apertura y
reflexión sobre sí mismos, como un espacio para
poner en perspectiva los modos de vida pasados
y proyectarse hacia el futuro, generándose
oportunidades de cambio identitario.
Los participantes reconocen que la migración
los ha cambiado, pero significan ese cambio
de forma mayoritariamente positiva. Esto, sin
negar las dificultades, pero esforzándose por
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transformarlas en oportunidades de crecimiento
y aprendizaje. Es en este punto, entre la
posibilidad de libertad y la experiencia de pérdida
y restricciones, donde los procesos personales
de construcción de sentido resultan claves para
determinar la significación de la experiencia
migratoria. En este espacio, la migración adquiere
una dimensión existencial (Beltsiou, 2016) que
evidencia que las conceptualizaciones focalizadas
en una u otra dimensión (pérdida/oportunidad)
resultan incompletas para poder dar cuenta de las
experiencias de los migrantes.
Todo lo anterior evidencia que la construcción
social de la categoría “inmigrante” requiere
reformulación, pues caracterizarlos como
aquellos que dejan sus países porque “deben”
hacerlo (Behar, 2013) no logra dar suficiente
cuenta de la complejidad de las motivaciones y
significados de las migraciones actuales. Más aún,
podría argumentarse que la tendencia cultural a
representar a los migrantes de forma negativa,
fallando en reconocer sus fortalezas (Ainslie,
2009; Bobowik, 2013), sumada al mandato
cultural actual de promover la autonomía
y evitar la dependencia, podría dejar a los
migrantes en una posición particularmente
compleja, haciendo difícil la visibilización de
las particularidades de sus experiencias y
necesidades, y dificultando el acceso a los
recursos disponibles, lo que obstaculiza que
puedan recibir ayuda cuando la necesitan (por
ejemplo, en términos de acceso a información
sobre regulaciones legales y laborales).
Dadas las representaciones sociales sobre
los migrantes, expresadas a través de los
medios de comunicación (FUSUPO, 2012),
no es sorprendente que los participantes
se mostraran renuentes a identificarse a sí
mismos como inmigrantes y a participar de
colectividades migrantes. Guarnizo y Díaz (1999)
han argumentado en –en el caso de migrantes
provenientes de Colombia– la renuencia a
participar de colectividades migrantes sería
particularmente marcada y se asociaría al peso de
condiciones históricas particulares de Colombia,
que habrían contribuido a instalar cierto sentido
de desconfianza, mediado por la duda respecto
del pasado de otros migrantes y el temor a
ser asociados con actividades ilícitas; temor que
se contrarrestaría limitando los vínculos entre
migrantes a familiares y amigos.
Sin embargo, la renuencia a identificarse
como migrantes también puede atribuirse a
características de la sociedad chilena. Según
los resultados de FUSUPO (2012), un 41.1%
de los migrantes se ha sentido discriminado;
resultados consistentes con la Encuesta sobre
Desigualdad en Chile (PNUD, 2017), según
la cual un 41% de los encuestados –chilenos
y migrantes–ha sufrido discriminación por una
serie de factores, incluyendo –en orden de
relevancia– clase, género, lugar de residencia,
vestimenta y apariencia física, y origen cultural.
Estos resultados dan cuenta que en Chile existe
una fuerte desigualdad en el trato social, y
permiten pensar que las diferencias en las
tácticas cotidianas, estrategias identitarias y
aculturativas desplegadas por los participantes,
que aparecen diferenciadas por género, tal como
encontraron Arenas y Urzúa (2016) en su
estudio, así como la reticencia a identificarse
como migrantes, pueden ser maniobras para
lidiar con el encuentro cultural y la diferencia
en una sociedad en que las desigualdades se
sienten fuertemente, y en la que inclinarse
hacia la asimilación puede parecer inicialmente
una táctica más segura y menos demandante.
Esto, aunque los chilenos declaren valorar el
multiculturalismo como estrategia preferida de
relación con los migrantes (Sirlopú, Melipillán,
Sánchez, & Valdés, 2015).
Todo lo anterior apunta a la existencia de
brechas entre discursos y prácticas sociales en
relación con la equidad –en sentido amplio–
y con la valoración de la diferencia en el
caso de los migrantes, en particular. Esto
destaca la relevancia de que las políticas
públicas migratorias consideren las experiencias
subjetivas de los migrantes, así como los factores
individuales al desarrollar, como estrategias de
outreach.
Así, este estudio evidencia la necesidad
de seguir estudiando las experiencias
de los migrantes, profundizando en
aspectos potencialmente diferenciadores –como
generación, clase y género– para promover el
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desarrollo de políticas públicas que favorezcan el
encuentro intercultural de un modo que permita
abrazar la diversidad sin homologar la diferencia a
la jerarquía, promoviendo formas de interacción
que permitan el enriquecimiento cultural mutuo.
Agradecimientos
Este artículo forma parte de la tesis “Identidad
y Migración: Tensiones y Oportunidades en
la Articulación de una Historia Personal”
del Doctorado en Psicología de la Pontificia
Universidad Católica de Chile. Se agradece
el apoyo económico de la Comisión Nacional
de Investigación Científica y Tecnológica
CONICYT y del proyecto CONICYT/
FONDAP/15130009.
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*Artículo de investigación