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Diccionario ilustrado del corcho

Authors:
Diccionario
ilustraDo Delc
ignacio garcia PereDa
orcho
DOCE
CALLES
Créditos
TíTulo: Diccionario Ilustrado del Corcho
Capa: GENCORK by Sofalca creative direction by Digitalab. Photography: André Rocha.
una CoediCión de:
Doce Calles, Aranjuez
Euronatura, Lisboa
auTor del libro: Ignacio García Pereda
revisión del TexTo: Noelia Esteban Amate, Karla Meneses, Carmen Pereda, Melisa Pesoa
apoyo logísTiCo: Nadia (Barcelona), Juan Pérez-Lanzac (Barcelona), Natividad Valle (Sevilla),
Caterina Basile (Sevilla), Stefania Garsia (Madrid), Marc Graño (Madrid)
imagénes: Procedencia de imágenes: Arxiu Arenys Mar (AAM); Asociación de Belenistas de Pozuelo
(AB); Adrià Goula (AG); Archivo General de la Guerra Civil Española (AGG); Archivo Histórico de
Patentes (AHP); Archives nationales d’outre-mer, Aix (ANO); Archivo de Simancas (AS); Asecor (ASC);
Arxiu Sant Feliu Guíxols (ASF); Ana Varandas (AV); Carulla 1998 (CAR); Cervantes 1936 (CER);
César-Javier Palacios (CJP); Chloé Monta (CM); Corchos Vigas (CV); Diam (DM); Estación Biológica
Doñana (EBD); colección Euronatura (EN); Fundació Josep Pla (FP); Felisa Sánchez, Consejería de
Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de Andalucía (FS); Fondo Gráfico, Greta Gandini (GG);
Gironella 1990 (GIR); González 1945 (GNZ); Ignacio García Pereda (GP); Houda Bensalah (HB);
Hooke 1667 (HOO); Jardín Botánico de Barcelona (JBB); Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico,
Juan Carlos Cazalla Montijano (JCC); Junta Nacional da Cortiça, Instituto Conservaçao Natureza e
Florestas (JNC); José Ramón González Adrados (JRA); Juanola 2003 (JUA); Luz Gómez (LG); Ministerio
de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Secretaría General Técnica, Mediateca (MAG); Mathis
Collins (MC); Magdalena Ceballos (MCB); Musée du Louvre (ML); Museo Lázaro Galdiano (MLG);
Museo Del Prado (MP); Marta Ricardo (MR); Museu Del Suro de Palafrrugell (MS); Pietro Viscomi (PV);
Sáñez Reguart 1791 (SR); Sofalca (SF); Stefania Matarello (SM); Tate Gallery, Charles Napier Hemy
(TG); Thomas Rowlandson, Macintyre 1971 (TR).
design y ediCión de imagenés: Ana Varandas
impresión: Finepaper, Print Solutions
Rua do Crucifixo, 32
1100-183 Lisboa
isbn es: 978-84-9744-179-7
depósiTo legal pT:
depósiTo legal es: M-25699-2015
Julio de 2015, Lisboa
Edición de 800 ejemplares
π
Libro dedicado a Jaime
Gonzalez-Gordon.
GP
Índice
Prefacio 6
Introducción 9
A Aglomerado blanco 14
Aglomerado negro 18
Árboles monumentales 22
Árboles sagrados 24
Arrieros 26
B Belenes 28
Bodegones 30
Boliches 32
Botella de Vidrio 34
C Casas de Jardines 36
Chapines 38
Cocción 40
Colmenas 42
Champán 44
Corcholata 48
Cuchillos 52
D Don Quijote 54
E Enólogos 56
Escogedoras 58
F Fraternal 60
Frío 64
Fuego 66
G Garlopas 68
Gremios 70
Guerra 72
H Hacha 74
Hojas Persistentes 78
Huella de Carbono 82
I Ingenieros de Montes 84
J Jardines Botánicos 86
Jardines Verticales 88
Josep y Pere Pla 90
L Líneas 92
Linóleo 94
M Manijero 96
Mapas 98
Marruecos 100
P Pajareras de Doñana 102
Papel 104
Plan de Calas 106
Plástico 108
Primitivo Artigas 110
Publicidad y Propaganda 112
S Saca 114
Sacacorchos 116
San Abundio y Nuestra Señora del Alcornoque 118
Subericultura 120
Suberina 122
T TCA 124
Bibliografia 128
6 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 7
PrefaCio
Con frecuencia, la ciencia se aleja de la sociedad, y es ahí donde pierde su
razón de ser. Lamentablemente, esto ha ocurrido esporádicamente a lo largo
de la historia en algunas ciencias biomédicas, pero ha sido una constante, o
cuanto menos un fenómeno no poco frecuente, en algunas disciplinas de las
llamadas ciencias sociales, lo que ha llevado a sus detractores, oportunistas
ellos, a retirarles con razón el nominativo que el método cientíco les atribuye.
De lo anterior sabemos algo muchos de los que nos hemos dedicado al
análisis económico, o histórico-económico, del negocio corchero mundial.
En mi opinión, y perdónenme los economistas corcheros que no se den por
aludidos, hemos puesto gran parte de nuestro empeño en el análisis econó-
mico descriptivo de las grandes cifras del negocio, descuidando, muchas
veces, las realidades microeconómicas, sociológicas y/o antropológicas que se
esconden tras dichas grandes cifras. De esta forma, hemos recurrido a mostrar
los grandes trazos, sin percatarnos de que lo relevante (o gran parte de ello)
está o ha estado en las peculiaridades y especicidades de este negocio en cada
uno de los lugares donde ha existido y subsiste. Al igual, hemos despreciado
recurrentemente otros enfoques, sin darnos cuenta de que es la vinculación (o
interrelación) entre las distintas disciplinas lo que permite ofrecer una visión
holística, o completa, del fenómeno estudiado.
El libro que el lector tiene en sus manos es una excepción a esta regla no
escrita. Constituye una conciliación entre el rigor de lo cientíco y la cotidia-
neidad de la historia (ambos aspectos, presentes, por ejemplo, en la documen-
tación de archivo abundante que ha trabajado el autor para la realización de
esta obra), y entre la precisión de la técnica suberícola y la someridad de la
terminología y de la iconografía forestal y corchera. Todo ello, conformando
un compendio de términos corcheros (un diccionario ilustrado del corcho, en
toda regla), perfectamente denidos, con un detalle minucioso, e ilustrados
con magnícas imágenes que harán las delicias del lector interesado en esta
materia prima y en su industria.
En verdad, se trata de un libro con una redacción muy cuidada, que presenta
un perfecto equilibrio entre el contenido de las entradas y la estética de las
imágenes. En ocasiones, éstas dicen tanto como las líneas escritas del concepto
que ilustran, por lo que hay que agradecer al autor el trabajo de investiga-
ción en su búsqueda y su acertada selección. Se cumple, por tanto, una de las
pretensiones que Ignacio García expone en la introducción, cuando trata de
justicar la secuencia de imágenes que se reproduce en el libro. En efecto, son
imágenes estéticas, sí, pero su aportación indudable es que remarcan de forma
nítida la memoria histórica y antropológica de un material muy especial, que
ha sido y es identitario de algunas regiones del sur de Europa y de sus gentes.
Es en este punto donde, tal vez, radica buena parte de la relevancia de este
libro; en enfatizar el carácter identitario del corcho. Éste se pone de mani-
esto en la selección y el tratamiento de conceptos vinculados tanto a la faceta
forestal del negocio corchero, esto es a las actividades realizadas en la dehesa,
como relativos a las actividades industriales y comerciales del mismo. Entre los
primeros quiero destacar la fuerza identitaria de conceptos como “arriero”,
“manijero” o “chapines”, que están ya hoy en claro riesgo de desaparición
o desuso. Al igual que otros, del grupo de los últimos, como “escogedoras”,
“garlopas” o “corcholatas”, que denen, con precisión, etapas pasadas de la
fabricación corchera, y que el avance de la técnica había condenado también
a su olvido.
En otro orden de cosas, es de agradecer también que el autor haya renun-
ciado a la exhaustividad (se relacionan menos de medio centenar de términos
en este diccionario) en favor de la minuciosidad en el tratamiento técnico e
histórico de los conceptos. En particular, creo relevante resaltar que dicha
minuciosidad, y el lenguaje claro utilizado en la redacción, permite que el
libro pueda ser aprovechado tanto por los neótos en el mundo suberícola
como por los investigadores experimentados, en tanto que los primeros encon-
trarán en el manual apuntes históricos y cotidianos de gran interés sobre el
negocio corchero, y los segundos notables aportaciones cientícas y datos rela-
tivos a los distintos conceptos tratados, fruto del conocimiento técnico e histó-
rico que el autor tiene del negocio corchero, pero también de la bibliografía y
documentación primaria consultada.
En denitiva, y no me vence la amistad que me une al autor al armar lo
siguiente, Ignacio García Pereda nos presenta un diccionario que contribuye,
por un lado, a asentar en el lenguaje actual conceptos vinculados al corcho
en riesgo de desaparición, y con ello recuperarlos del olvido al que estaban
8 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 9
condenados. Por otro lado, el libro es también una contribución relevante para
mejorar el conocimiento existente sobre el negocio corchero en general, y por
ende, para ilustrar las posibilidades económicas, culturales y de identidad del
corcho en el reducido mundo suberícola, término con el que el ingeniero de
montes portugués Joaquim Vieira Natividade bautizó al reducido número de
regiones de la cuenca mediterránea donde crece el alcornoque; la fuente de la
que emana este inconmensurable material.
Hablaba, en el párrafo anterior, de posibilidades presentes y futuras. Las
pasadas, obviamente, ya están constatadas, y libros como este contribuyen a
que lo recordemos.
Francisco M. Parejo Moruno
Universidad de Extremadura
introduCCión
Aunque el origen del uso del corcho se pierde en la noche de los tiempos,
los primeros talleres de fabricación de tapones en Cataluña no tienen más
de trescientos años. Desde entonces, la sociedad reconoce y es consciente
de las propiedades del corcho, y de la gran utilidad de este material. Sin
embargo, existe una dicotomía en lo referido a su aprovechamiento. Aunque
los argumentos a favor del llamado desarrollo sostenible, tan frecuentes en
los medios de comunicación desde hace unos años, promueven un mayor uso
de materiales naturales como el corcho, cada vez son menos las empresas
españolas que consiguen vivir de este negocio. Pese a que las revistas
de arquitectura escriben cada vez más a menudo sobre las virtudes de los
materiales constructivos ecológicos, recientemente ha cerrado la última fábrica
española que producía una especialidad como el aglomerado negro. Por lo
tanto, se hace cada vez más urgente desarrollar proyectos de comunicación
que de una manera llamativa y sencilla sean capaces de explicar a la sociedad
los innumerables motivos para elegir y preferir este producto, que no es otra
cosa sino un regalo de los bosques del mediterráneo.
Así, en los últimos tres siglos, el mundo del corcho ha desarrollado una
cultura lingüística y visual propia. Se puede apreciar, por ejemplo, un voca-
bulario rico, conformado por las palabras referidas a las actividades propias
del sector que van desde los trabajos del monte hasta las transformaciones de
la industria. Conservan un conjunto de términos que sirven para tratar, con
denición y propiedad, las tareas de una economía que ha dejado una signi-
cativa riqueza en muchas provincias, tanto españolas como del mundo entero.
A la vez, profesionales de la imagen, como dibujantes y fotógrafos, han
tenido a lo largo de estos años la curiosidad y las ganas de plasmar las diferentes
fases de esta actividad. A través de representaciones más o menos detalladas
de los trabajos de cada época, de los diferentes ocios y de la variedad de
productos fabricados, estos profesionales han sabido captar los momentos
más importantes de una cierta revolución tecnológica, con impacto en una
parte de los montes mediterráneos, en fábricas del mundo entero. A pesar de
esta dinámica, no termina de ser tarea fácil el encontrar huellas iconográcas
del ajetreado movimiento corchero en archivos y hemerotecas. Se trata de
JCC
10 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 11
una actividad económica que ha parecido querer un poco esconderse de una
exposición mediática exagerada, como si esa fama pudiera llegar a poner en
peligro, un día, como si de un incendio se tratase, las montes y las fábricas que
han dado de comer a tanta gente en países como España.
Se ha querido trabajar en este libro a partir de imágenes que no se remitan
a simples ilustraciones, reducidas a su valor estético, sino que trasciendan y
remarquen la memoria de un material muy especial. La confrontación con
documentos de archivo o con literatura técnica, crea puntos de encuentro que
pueden ayudar a entender mejor los documentos iconográcos. Asimismo,
es posible comprender los elementos que se ponen en juego en las mismas
imágenes. Hay una ambición de adentrar al lector, poco a poco, en la imagen
del corcho, de describir y descifrar enigmas sucesivos. Se trata de ver algo a
través de la descripción y análisis de imágenes que representan los actores y el
universo del corcho.
Descifrar una imagen corchera es también reconstituir los universos
visuales de aquellos que crean la imagen y de aquellos que la miran, tanto
en el momento de la creación como en el de su observación. Toda imagen,
se conserve en un marco íntimo o se dirija a un público concreto, se puede
denir como un modo de pensamiento, característico del tiempo en que salió
a la luz. Es posible reconstruir así una historia de la imagen del corcho como
una historia del corcho a través de la imagen.
Las imágenes corcheras tienen de hecho un primer valor y signicado: el
de ser documentos históricos. Constituyen huellas del pasado que permiten
reconstituir, en la medida de lo posible, la historia del uso de este material.
Como en el caso del autorretrato de Alexis Grimou (1678-1733), las pinturas
ayudan a colocar los primeros pasos de un uso más generalizado de los tapones
de corcho u objetos que los acompañan desde tantos años, como son los saca-
corchos. Si esas obras de arte son testigos del carácter pionero de los usos
de cada época, hay que de decir que dan tantas respuestas como preguntas
nuevas.
El corcho se ha inscrito así, en los grandes cambios que sacuden las socie-
dades modernas. No sorprenderá un día que surjan imágenes nítidas del
corcho como elemento imprescindible en momentos como las dos guerras
mundiales. Se trataría de una prueba más de las virtudes del material en los
usos constructivos, aunque sea dentro de facetas vergonzosas de la sociedad
humana. Las imágenes recogidas en este libro informan sobre técnicas indus-
triales tradicionales y modernas, o sobre lo que los promotores de la industria
y del negocio han querido esconder o valorizar. A veces se puede observar el
gesto exacto de un obrero cualicado, como otras veces se esconde el lado
sucio y peligroso de la actividad industrial.
Finalmente, las investigaciones de los historiadores no llegarían a ningún
lado sin el trabajo de conservación y clasicación de multitud de bibliotecas,
museos, archivos o incluso familias: instituciones que esconden verdaderos
tesoros en lo referido a documentación corchera, como en este caso el Museu
del Suro de Palafrugell o el archivo de Sant Feliu de Guíxols. Que sea este
trabajo un pequeño homenaje visual a esos esfuerzos y a aquel trabajo, casi
siempre invisible.
JCC
12 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 13
π
Una cuadrilla de
sacadores de Azaruja,
cerca de Évora,
comienza su jornada
de trabajo bajo la
niebla a las seis de
la mañana. Unos
minutos antes todos
han sentido un gesto
del manijero Paulo
Carriço, después de
afilar las hachas.
PV
14 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 15
aglomerado blanCo
En el proceso de transformación del corcho se crea alrededor de un 70%
de residuos una vez aprovechados los mejores pedazos para hacer los tapones
de calidad superior. Hasta el siglo XIX, buena parte de esos restos no se reuti-
lizaban. En muchas ocasiones, apenas se empleaba como combustible de las
calderas de cocción. A su vez, el corcho bornizo, el primero que da cada árbol,
inútil para conseguir buenos tapones, sólo se aprovechaba para la fabricación
de unas pocas colmenas.
La consciencia de este despilfarro siempre se puso en evidencia. Pero no fue
hasta la segunda mitad del XIX se multiplicaron las ideas para sacar valor a los
pequeños pedazos sobrantes, pegándolos con algún tipo de cola y creando así
una primera forma de aglomerado. Uno de los primeros tapones elaborados
con colas y pedazos de corcho surge en 1860, gracias a una patente del francés
Jules Salleron (1829-1887), registrada en España en 1870. En 1887 el catalán
Martín Cama, presentó un nuevo tapón llamado “géminus”, compuesto de
dos paralelepípedos de corcho pegados juntos, redondeados con pulidores
propulsados mecánicamente. El secreto de la cola era guardado preciosa-
mente por las empresas. Años después llegarían los tapones compuestos de
tres o cuatros arandelas.
Convertida así la transformacióan del corcho, conmocionado el sector, se
empezó a aprovechar los corchos antes desvalorizados Se instalaron nuevos
molinos cerca de las fábricas de tapones. Al nuevo aglomerado, denominado
blanco, se le podía dar todas las formas inimaginables. Por su lado, gracias
a la venta de los desechos, las ventas de tapones pasaron a tener precios más
competitivos.
5 • 75 • 90
A
ASC
GG
A
16 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 17
π La reciente inaugu-
ración de las nuevas
instalaciones del
Museu del Suro, en
Palafrugell, incluye la
instalación de varias
piezas de muebles
hechos con aglome-
rado de corcho.
ππ Publicidad portu-
guesa de la década de
1940, producida por
la “Junta Nacional da
Cortiça.”
JNC
AG
A A
18 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 19
aglomerado negro
El aglomerado negro es un invento de John Smith de 1891. Constructor
de pequeñas embarcaciones cerca de Nueva York, Smith fabricaba salvavidas
rellenando recortes de tela con granulados de corcho, para lo cual usaba moldes
mecánicos. Una noche uno de los moldes se cayó en las cenizas calientes de un
horno; al día siguiente el inventor dio con él y al vaciarlo, encontró un bloque
sólido y muy resistente. Fue el punto de partida de los bloques de aglomerado
negro. En las siguientes semanas, tras repetidas experiencias, entendió que el
granulado de corcho, llevado a 300 grados se dilataba, se expandía y se aglo-
meraba con sus resinas naturales, sin tener que añadir ninguna cola. Quedaba
un color negruzco debido a lo quemado por las altas temperaturas.
El descubrimiento de Smith permitió aprovechar en grandes cantidades
el granulado de corcho bornizo, que ya se había valorizado un poco con los
aglomerados blancos. Según el historiador Ramiro Medir, con la llegada del
aglomerada negro comenzaba en España “la moderna industria del corcho.”
Fue realmente con estas innovaciones que el sector corchero español dejó
de estar dominado por pequeños talleres, surgiendo los primeros estableci-
mientos que concentraban centenares de trabajadores. El negocio se transfor-
maría pasando a ser mucho más industrial que en la fase anterior, a la vez que
dominado por el consumo del mercado norteamericano. El aumento de las
exportaciones a Estados Unidos era destacable, un país donde el aglomerado
de corcho estaba pasando a formar parte de innidad de productos de la vida
cotidiana americana, como por ejemplo los frigorícos caseros, muy escasos
todavía en las casas españolas.
La patente fue presentada por el mismo Smith en España en noviembre
de 1892, con el título de “mejoras en el procedimiento para tratar el corcho.”
Caducadas las patentes americanas, se multiplicaron en todo el mundo las
empresas productoras de este aglomerado. En Francia la primera surgió en
Gascoña antes de la Primera Guerra Mundial. La catalana Miquel & Vinque
comenzó su actividad con este producto en 1914. Hoy, si bien ya no quedan
fábricas en España que produzcan aglomerado negro, hay dos empresas
portuguesas que sí lo hacen, como es el caso de Sofalca, cerca de Abrantes.
Aprovechan de esta manera el denominado “corcho de invierno”, que es el
π
El hotel Penhas
Douradas, en Portugal,
está situado a 1500
metros de altura en el
macizo montañoso de
Estrelas. Está protegido
en sus fachadas por
capas de aglomerado
negro de la empresa
Sofalca, una prueba
de que su buena
capacidad aislante
funciona tanto contra
el contra el calor como
contra el frío. Es un
proyecto del arquitecto
Pedro Brígida, que
jugó con el parecido
de los colores de
algunas rocas de la
montaña con el color
del corcho.
que procede de podas y desbastes, realizadas en los meses
más fríos. Desde hace unos años esta empresa, gracias a
diseñadores como Toni Grilo, ha desarrollado nuevos
objetos de corcho que están rejuveneciendo con fuerza
la imagen del sector. Han surgido nuevas colecciones de
muebles de aglomerado negro, como la serie “Capa” viene
con consola, mesa de centro y estante. Una colección con
curvas orgánicas que se aprovecha de las muchas propie-
dades del corcho, con un color de chocolate caliente.
2 • 68 • 23
SF
A
20 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 21
π
π
Silla y banco
“Cut”, diseñados
por Toni Grilo para
la empresa Sofalca.
Pertenece a una nueva
línea de objetos deno-
minada Blackcork, con
Grilo como director
π π
Imagen de las
instalaciones actuales
de la fábrica de
aglomerado negro de
Sofalca, en Abrantes
(Portugal).
π π
Imagen de una
fábrica de aglomerado
negro, conservada en
el archivo municipal de
Sant Feliú de Guíxols.
ASF
SF
A A
SF
22 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 23
Árboles monumentales
Cuando se habla de monumentos naturales, es inevitable pensar en los
árboles, ya que son los seres vivos más grandes y longevos. Los árboles, vincu-
lados a la historia de la humanidad desde el inicio de ésta, constituyen una
unión fructífera, productora de mitos y creencias, simbologías, motivo de
inspiración para artistas y creadores. Algunas de estas plantas destacan por
peculiaridades físicas como el tamaño, su localización en lugares especiales,
su longevidad o sus formas extravagantes. Su edad les permite dar informa-
ción histórica del paisaje que les rodeaba. Son patrimonio vivo de nuestros
pueblos y ciudades. Se les otorga nombre propio, dan cobijo a tradiciones que
se conservan durante generaciones
y ofrecen sombra a los caminantes
de muchos viajes, romerías y
peregrinajes.
Algunos alcornoques han sido
declarados monumentales por
las administraciones públicas. Se
pueden citar como ejemplos el
alcornoque El Abuelo, en Toril,
Cáceres; el de Arenas de San Pedro,
provincia de Ávila, en el cruce de
Hontanares; El Palero, en Cortes de
la Frontera, Málaga; el Alcornoque
de los Establos, en Oropesa,
Toledo; las Pajareras, en Doñana.
En Navahermosa el Alcornoque de
la Milagra es uno de los más majes-
tuosos de los Montes de Toledo, la
circunferencia del tronco ronda los
cinco metros. En Cataluña, siete
alcornoques ya han entrado en
las listas de árboles protegidos por
una ley regional. Uno de los más
emblemáticos es el Alcornoque del Exilio, en las afueras
de Agullana. En el invierno de 1939 fue testigo del paso de
miles de personas camino de “la retirada,” saliendo de una
España que estaba a punto de dejar de ser republicana. El
político Luis Companys vivió muy cerca varios días, cuando
la masía Perxés fue sede de gobierno. Se conservan todavía
una rueda de molino y las piedras de granito que sirvieron
de mesa de reunión a estos futuros exiliados.
60 • 66
CJP
GP
π
Parte inferior del
tronco del alcornoque
de la Milagra, cerca
de Navahermosa,
provincia de Toledo.
En la sierra que rodea
el pueblo entre los
valles de Valtravieso y
Valtravesillo se levanta
la ermita de nuestra
señora del Milagro, “la
Milagra”, en la que se
celebra una romería
en el tercer domingo
del mes de mayo.
π π
Alcornoque
descorchado cerca de
la ciudad romana de
Cáparra, en Oliva de
Plasencia (Cáceres).
A A
24 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 25
Árboles sagrados
Así como ciertos alcornoques son protegidos por su carácter monumental, otros
lo son por su carácter sagrado. No por casualidad, cuando se quiere tener suerte se
manda “tocar madera”, buscando en los árboles algún antiguo favor de los dioses
paganos. En las zonas de inuencia cristiana, estos árboles han desaparecido en
la mayor parte de España. Pero existen también comarcas corcheras de inuencia
musulmana que conservan arboledas consideradas sagradas, hoy en peligro por
amenazas tanto ideológicas como culturales. Así sucede en el norte de Marruecos,
en la antigua zona del Protectorado español, en provincias como Larache.
Las arboledas sagradas, por el hecho de ser espacios respetados de una
manera especial desde hace muchas generaciones, gozan de un buen estado
de conservación. En el caso marroquí, estos santuarios religiosos ancestrales se
llaman “Marabouts” o “Khalouas”, formando islas de diversidad ecológica con
un carácter concreto dentro de la matriz del paisaje. Se trata de bosques míticos
que gozan de una cierta protección gracias a la creencia de las bendiciones de los
santos, las “Baraka”. Son sitios sagrados desde antes de la llegada del Islam, que
siguen disfrutando de una cierta tolerancia por parte de esta religión. El creci-
miento en los últimos años de una ortodoxia religiosa, o la erosión de las prácticas
tradicionales, han colocado a estos árboles en un alto grado de riesgo.
87 •
HB
ππ En Marruecos hay
alcornoques en lugares
sagrados en al menos
dos comunidades de la
provincia de Larache:
Tazroute y Bni Arouss.
A A
26 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 27
arrieros
Trasladar el corcho desde los montes hasta las fábricas
nunca fue una tarea fácil. Si hoy casi todo el transporte se hace
con ayuda de camiones, durante muchos años otros elementos
como trenes o carros fueron los principales medios para mover
esta materia prima, tan leve como voluminosa.
En las comarcas más agrestes y montañosas, como en la
provincia de Cádiz, las pistas forestales no llegan hasta las
profundidades del alcornocal y se hacen necesarias otras
maneras tradicionales para sacar las panas de corcho hasta la
carretera. Así sucede en la zona del Parque Natural de Los
Alcornocales, lugar donde sigue habiendo arrieros que ayudan
a las cuadrillas en sus labores. Arrear quiere decir estimular a
las bestias para que echen a andar, para que sigan caminando
o aviven el paso; una palabra derivada del imperativo arre, que
procede del árabe harri, “andar rápido.”
La profesión de arriero es tan antigua como la domesti-
cación de animales; porteaban cosas importantes a lomos de
mulos, burros y caballos. A veces legalmente, y otras veces
no, como cuando se cruzaban fronteras en contrabando. Los
pocos arrieros que quedan han sabido mirar por sus bestias.
Se levantan hasta dos horas antes que los sacadores, sobre las
cinco de la mañana. En ocasiones son los únicos que se quedan
a dormir en el monte para cuidar mejor de los animales.
Quizás se trate del único resto de los campamentos (los jatos)
que se formaban durante la campaña corchera hasta hace
unos veinte años. La arriería es también un ocio muy unido a
los talabarteros, los sastres de las bestias.
71 • 91
MAG
GP
ππ Los alcornocales
de las montañas de
Cádiz, muy abruptos,
siguen necesitando
hoy en día la ayuda
de caballerías para
el transporte de las
panas recién sacadas
hasta las pistas
forestales. Fotografía
tomada en 2014 en
la finca Marrufo, de
la fundación Jaime
González-Gordon,
de donde se sacaron
8000 quintales en esa
campaña.
ππ Fue sobre todo
después de la guerra
civil que se incorpora
-
ron los camiones en
los trabajos de trans
-
porte de las panas
de corcho, entre los
montes y las fábricas
preparadoras.
A A
28 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 29
belenes
Es antigua la tradición de montar belenes cuando llega la época navi-
deña. Una costumbre muy arraigada en Italia donde se recuerdan las misas
solemnes de San Francisco de Asís en el siglo XIII. Famosos fueron los belenes
napolitanos que conoció Carlos III en su juventud, antes de ser rey de España
en el siglo XVIII. Es un gesto con el que se quiere reejar un misterio, el del
Nacimiento, que tantos cambios supuso para la humanidad.
Hoy, en muchas zonas del Mediterráneo, esta tradición sigue siendo una
costumbre que se pasa de padre a hijos y que deja marcados en las personas los
olores de serrín, del musgo o del corcho que se respiraba de niños, al colocar
las guritas con la ayuda de los padres. Los sistemas de montaje varían según
los productos de la tierra: cañas, piñas, tierra roja o negra. El corcho se usa a
menudo, como base de elementos (un río, las casas...), cuando no ha sido susti-
tuido por materiales menos naturales como el porexpán, mal llamado corcho
blanco. La rugosidad del corcho bornizo o segundero es ideal para representar
paisajes; su rugosidad le conere aspecto de accidente rocoso.
Actualmente, doble expresión social y asociativa, en el belenismo son
siempre numerosas las agrupaciones que elaboran belenes en equipo para la
mejor conmemoración de la Navidad. En el mercado de Navidad de la Plaza
Mayor de Madrid sigue estando muy presente el corcho, la mayoría de las
veces procedente de los Montes de Toledo.
3 •
B
AB
AV
B
30 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 31
bodegones
¿Cómo era el negocio del corcho antes del siglo XIX? Se sabe que los
primeros taponeros españoles empezaron a trabajar en pueblos de Girona
como Palafrugell o Sant Feliu de Guíxols; y que buena parte del corcho, trans-
formado o no, era exportado a Francia a través de barcos que lo vendían
en ferias de origen medieval como la de Beaucaire, cerca de Avignon. ¿Pero
España era un país que también compraba y consumía corcho?
No se conocen muchos datos escritos sobre este período, pero hay una
fuente iconográca muy valiosa: la pintura, concretamente los bodegones.
Murillo (1617-1682), en escenas navideñas, ya había tenido oportunidad de
pintar algún tapón de corcho. Los bodegones, concretando sobre algunos
motivos, dan elementos sobre las modicaciones históricas, sobre la lenta
penetración de los descubrimientos técnicos y cientícos en la vida de la gente.
Si en Francia destacaron artistas como Chardin o Anne Vallayer-Coster, uno
de los pintores más importantes del siglo XVIII en España fue Luis Egidio
Meléndez (1716-1780). Al artista, nacido en Nápoles, Carlos IV le encargó
una cantidad importante de bodegones para su gabinete de historia natural.
Estos bodegones del siglo XVIII, muestran una relación sin igual entr arte
y ciencia, gracias al prolijo estilo descriptivo del pintor, que representa los
objetos con extrema delidad. Son pinturas que se pueden también leer como
reejo de las comidas de la familia real y su séquito, o como muestra de la
riqueza de los mercados de Sitios Reales como Aranjuez.
Pero en un bodegón no sólo se encuentra información sobre los alimentos
del siglo en que fue pintado. Se pueden contemplar los últimos modelos de
botellas de vidrio para transportar los mejores vinos, en la mayoría de los
casos ya tapados por el correspondiente tapón de corcho. A su vez, se dejan
ver vinos embotellados, posiblemente blancos, que permanecen a la espera
de ser decantados en enfriadores, formados a veces por recipientes de cobre
recubiertos de corcho.
22 •
MP
EN
π
Bodegón de
Meléndez, conservado
en el Museo del Prado.
π
Detalle de un
Nacimiento de Cristo,
pintado por Murillo.
B B
32 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 33
boliChes
La baja densidad del corcho en relación al agua y su impermeabilidad a los
líquidos hacen de este material un otador excelente, capaz de soportar objetos
pesados. El uso del corcho en la práctica marinera se menciona en textos desde
la Grecia clásica; Plinio el Viejo lo cita en las prácticas de pesca del Imperio
Romano. En el libro titulado “L’art de nager” editado en Amsterdam en 1741,
Jean Frédèric Bachstrom describe una coraza de corcho para otar “en medio
de tempestades como un pato, o como un niño que reposa en su cuna.”
En 1791, Antonio Sáñez Reguart edita en Madrid un “Diccionario histó-
rico de los artes de la pesca nacional.” Las ilustraciones fueron rmadas por
Juan Bautista Bru (1742-1799). Es una obra en que se pone en evidencia cómo
en la pesca las necesidades de corcho son tan variadas como las modalidades
de la propia pesca. Alguna apenas necesita un sencillo tapón o un pequeño
pedazo de corcho, útil para mantener el anzuelo cerca de la supercie del
agua; indica al pescador el momento en que el pez muerde el cebo. Las esteras
son piezas en corcho indispensables para hacer otar o mantener vertical-
mente en el agua las redes de pesca. La cantidad, forma y grosor de las redes
varía según el uso de las redes de tiro o de rastreo. La almadraba del atún
necesita pedazos de corcho grandes, rectangulares, cerca de un kilo de corcho
cada 10 metros, lo que representa unos 140 kilos de corcho por conjunto de
redes necesarios en esta pesca.
El corcho también se usaba en balizas, constituidas por dos placas de este
material unidas por clavijas de madera, que indicaban la situación de “postes”
de pesca o los fondeaderos de las anclas o los restos de embarcaciones. Desde
los años 60 los corchos de las artes de pesca empezaron a ser sustituidas por
materiales sintéticos.
32 26
TG
SG
ASF
π
Pintura de Charles
Napier Hemy (1841-
-1917), conocido por
sus obras de temas
marítimos.
π
La empresa San
Jaume, de Sant Feliú
de Guíxols, estaba
especializada en la
produccuón de objetos
de pesca.
π
Dibujos de Bru
presentes en el libro
publicado en 1791
sobre las artes de la
pesca española.
B
34 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 35
botella de Vidrio
La botella de vidrio sirve, desde al menos el siglo XV, para guardar y transportar
vino, pero hasta 200 años después no dejó de ser un objeto frágil y caro. El cambio
se produjo en Inglaterra, gracias a las experiencias de industriales como Kenelm
Digby (1603-1665), amigo de Descartes y propietario de una fábrica de vidrio. Eran
años en que la escasez de madera era insostenible, hasta el punto en que en 1615 se
prohibió en Inglaterra el uso de madera como combustible industrial. En la década
de 1630 Digby fue de los primeros en equiparse con hornos de carbón mineral,
capaces de cocer botellas de “vidrio negro”, más oscuras, espesas y resistentes. En
Burdeos se abrió la primera fábrica de botellas de este tipo en 1723, a la vez que en
Champagne se multiplicaban las botellas en forma de pera y de color verde oscuro.
Con el impulso de las nuevas botellas, la necesidad de cerralas de una forma más
ecaz se hizo más urgente. Las primeras soluciones no eran satisfactorias: clavijas
de madera rodeadas de estopa, cáñamo untado en aceite, vidrio esmerilado. Casas
de vinos prestigiosas como Château Late usaron este tapón de vidrio hasta 1825.
Debido a sus buenas cualidades el
corcho se fue imponiendo con natu-
ralidad a sus competidores, tanto en
botellas de vino como en recipientes
de aguas minerales o de la indus-
tria farmacéutica. El vino mejoraba
con el tiempo pasado en una botella
tapada con este material, gracias al
leve paso del oxígeno. Los tapones de
corcho permitían el almacenaje de las
botellas de vidrio acostadas, lo que
permitía que el corcho no se secara.
La evolución de la forma de la misma
botella en el siglo XVIII, desde la
cebolla (“oignon”) hasta las cilíndricas
se debe sin duda a la nueva forma de
cerramiento.
55 •
MLG
JBB
π π
Frascos conser-
vados en el Museo
Lázaro Galdiano de
Madrid, del siglo XIX.
π
Uno de los objetos
de la colección
Salvador, del
Jardín Botánico de
Barcelona. Según la
conservadora Neus
Ibáñez debe ser de
mediados del siglo
XVIII.
B B
36 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 37
Casas de jardines
La jardinería de los siglos XVIII y XIX pone de moda una serie de
construcciones, que van desde las casas hasta los templetes griegos, que sirven
para adornar algunas partes de los espacios de ocio y de placer. Algunas
casitas, denominadas rústicas, están dentro de la más estricta tradición del
“movimiento paisajística,” cuyo equivalente más conocido es el “hameau” de
María Antonieta, en Versalles. Se trata de la recuperación y alabanza de un
cticio mundo sencillo y pastoril, directamente ligado al campo y a la tierra en
una búsqueda losóca y culta de valores auténticos.
De entre las casitas que surgen en los jardines del siglo XIX, hay algunos
ejemplos en España y Portugal donde se revisten los muros exteriores con
capas de corcho, más o menos trabajado. En Madrid existe un caso en los
jardines del Campo del Moro, a poniente del Palacio Real. En Toledo, el
arquitecto Ramiro Amador
del Ríos (1845-1900) diseñó
una en el Paseo de la Vega,
donde vivió el guarda del
parque durante años. En
la provincia de Zaragoza
se puede contemplar otra
casita en los Baños de
Alhama de Aragón, junto
al lago exterior de agua
caliente.
Quizás el caso más emble-
mático de la península es
C
uno que se encuentra cerca de Lisboa. En la década de 1840 el Rey consorte,
Fernando, manda construir el Palacio de Pena, en la parte superior de la Sierra
de Sintra. Viudo, y enamorado de una cantante de ópera de origen suizo,
manda levantar en 1864 el “chalet da Condessa”, en homenaje a la que sería
su nueva esposa. En una zona recóndita de los parques reales, surge un chalet
cuyos planos fueron dibujados personalmente por ella, inspirada por algunas
casas rurales que había visto en su país y en los Estados Unidos. El corcho fue
utilizado en la decoración de las paredes exteriores y en los bordes de puertas
y ventanas, integrando el pequeño edicio en el marco natural que lo rodeaba.
Tras un incendio y varios años de trabajos de restauración, el chalet fue de
nuevo inaugurado en 2011, ganando varios premios europeos.
80 •
GP MP
π
Casa de corcho de
los jardines del Campo
del Moro, en Madrid.
π π
Casita en los jar-
dines de los baños de
Alhama de Aragón.
C
38 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 39
ChaPines
Zapatos, vestidos o accesorios, el corcho aporta a los crea-
dores de moda, desde hace siglos, sus originales cualidades. Su
levedad y capacidad de aislamiento le convierten en un materia
agradable, tanto en los pies como en el resto del cuerpo.
Este uso se conoce desde los textos tan citados de Plinio el
Viejo. Comenta éste en su Historia Natural, que los griegos
llamaban a las mujeres “cortezas de árboles”, por el uso que
tenían del corcho en chapines, un tipo de calzado con los que
ganaban algunos centímetros de altura. Ya en el siglo XVI,
Andrés Laguna (1499-1559) mencionaba cómo de la corteza
de alcornoque se hacían “aquellos andamios, que en Castilla
suelen llamarse alcorques, para encubrir la bajuela disposi-
ción que por suerte cupo a las hembras, y engañar a ciertos
desventurados que, pensando llevar mujeres a casa, llevan
desaforados corchos, con los cuales se sostengan, y no se vayan
al hondo, en los muy peligrosos naufragios del matrimonio.”
El Rey Felipe II, que también fue padre, no dejó de preocu-
parse de los chapines de sus hijas. En una carta escrita desde
Portugal, les hace saber que les envía tres meninas, es decir,
adolescentes destinadas a servirlas, y apunta al conocimiento
sobre el tema al dudar de la edad que pudieran tener, pues “no
me parecen muy meninas, aunque no traen chapines”.
Los tacones de chapines, en España, se erigieron sobre
gruesas planchas de corcho. Tirso de Molina (1583-1648) lo
comenta en unos versos: “chapines he visto yo; de corcho y
de altura tanta; que a una enana hacen giganta.” Las mujeres
conseguían el efecto de ganar centímetros de altura. También
aparece en textos de Quevedo: “altas mujeres verás, pero son
como colmenas, la mitad huecas y corcho; y la mitad miel y
cera.”
16 • 38 • 71
ππ Dibujos represen-
tando zapatos hechos
con corcho, en un
informe redactado
en Sant Feliú en la
década de 1790, con-
servado actualmente
en el Archivo General
de Simancas.
ππ Publicidad portu-
guesa de la década de
1940, producida por
la “Junta Nacional da
Cortiça.” EN
AS
C C
40 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 41
CoCCión
Uno de los primeros trabajos que se le hacen al corcho después de la saca en
el monte es la operación de la cocción. Tiene la función, en palabras de Velaz
y Ugarte, de “aumentar la elasticidad del producto y el reblandecimiento de
la raspa para facilitar su eliminación.” Produce en las panas un aumento de
volumen. Las panas son cocidas en agua limpia durante cerca de una hora. El
corcho se vuelve más exible, permitiendo la expansión de todas sus lenticelas.
El gas existente en las células se expande, creando una estructura celular muy
densa y más uniforme. Este proceso torna el producto más liso y suave, por
tanto más fácil de trabajar. La operación garantiza una reducción signicativa
de la microora.
Las calderas han sido a menudo de cobre, empotradas en fábricas de
ladrillo. Hasta muy recientemente el agua se calentaba con leña, desde la parte
inferior del horno. El conjunto no era muy diferente a un horno de panadería.
Como había que mantener el fuego en su punto, uno o varios obreros estaban
pendientes del horno a diferentes horas de la noche o los nes de semana. Una
vez el corcho ha llegado a la fábrica donde se harán los tapones, lo que suele
suceder tras un viaje entre el sur de España y Cataluña, es frecuente que se
someta a una segunda sesión de cocción.
En los últimos tiempos varios
preparadores de Extremadura
han comenzado a usar biomasa
para alimentar estas calderas.
Otros están implementamdo
métodos de cocción asistida
por ordenador y procesada
en ambiente cerrado. Se usan
modernas cámaras de esteriliza-
ción, que inicialmente duchan
los fardos de corcho y poste-
riormente los mantiene durante
tres horas a una temperatura
de 100ºC mediante presión y
vapor, siempre con agua limpia, descalcicada y periódica-
mente analizada. Este proceso permite reducir a mínimos
los niveles de TCA (del que se hablará más tarde), las impu-
rezas, los hongos, los taninos, los volátiles.
90
π π
Dibujo publicado
en 1873 en la revista
Scientific American,
en un artículo titulado
“Cork manufacture in
Spain.”
EN
EN
EN
C C
42 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 43
Colmenas
En el diccionario de 1611 “Tesoro de la Lengua Castellana,” descorchar
era “romper el corcho de la colmena para hurtar la miel.” Antes del desarrollo
de la industria del aglomerado, el corcho bornizo apenas tenía valor comer-
cial. Una excepción era su uso desde tiempo inmemorial, en las comarcas
con alcornoques, como sustento para crear colmenas de abejas. Alrededor del
año 42 d. C. lo escribe el gaditano Columela en su tratado “De Res Rustica”,
recomendando que cuando hubiera alcornoques cerca las colmenas fueran
“de corcho, porque no estarán muy frías en el invierno ni muy calientes en el
verano [...] Las peores de todas son las de barro cocido, ya que se encienden
con los calores del estío y se hielan con los fríos del invierno.” Esta técnica
constructiva se mantenía en la Edad Media, en provincias como Toledo. Los
tratadistas del siglo XVIII lo estimaban como material, pues no dejaba pasar
ni el frío ni el calor, su poco peso facilitaba el transporte. Juan Álvarez Guerra,
en su traducción de 1843 de los textos de Rozier, menciona las “colmenas de
corcho o a la española”.
Los corchos se marcaban como el ganado, con hierro candente, para facilitar
su reconocimiento y evitar los robos. Dentro se colocaban a veces varas o trave-
saños de maderas (trencas) de un dedo de grosor, sobre las que las abejas hacían
los panales. Las piqueras (puertas) triangulares se hacían pequeñas, para que no
entrasen ni bichos ni depredadores. Las colmenas de corcho, sin cocer ni quemar,
eran de una pieza o constaban de varias panas, unidas por dentro con palos
cruzados que estructuraban y daban consistencia a la colmena, y por fuera se
unía sus cabos con madera, astillas de jara, alambre metálico o chapas de hierro.
El corcho, al ser poroso, dejaba entrar polillas o arañuelas. Las abejas obreras
empleaban mucho trabajo en revestir su cara interna con própolis.
Durante el siglo XX se fueron imponiendo colmenas más modernas y
movilistas, lo que supuso el principio del n de las colmenas de corcho. En
los años 50 la rma La Extremeña Apícola comercializaba desde Badajoz
colmenas tipo Langstroth-Root, con cubiertas fabricadas de zinc y de corcho.
19 • 25
CAR
π
Publicidad de una
revista española de
temas apícolas, en la
década de 1950.
C C
44 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 45
ChamPÁn
Existe la costumbre, no conrmada por las fuentes históricas, que el monje Pierre
Perignon fue el responsable del comienzo del uso del corcho para tapar las botellas
de champán francés. Hay quien dice que se encontró con peregrinos que volvían
de Galicia con cantimploras tapadas con pedazos de este material. La leyenda poco
importa, pero sí es cierto que buena parte del desarrollo del negocio del vino espu-
moso de la zona de Reims y Epernay se vio favorecido por las mejoras de la industria
del vidrio inglés. La nueva botella acabó siendo acompañada por el uso del corcho en
los cierres, material capaz de resistir la fuerte presión de los gases de los espumosos.
En la primera mitad del siglo XIX se fueron tejiendo redes comerciales impor-
tantes entre la región de Champagne y los pueblos corcheros de Girona. Los tapo-
neros catalanes debían ser capaces de exportar piezas, que durante varios años
pudieran resistir a la presión de los gases del vino espumoso, de hasta seis atmósferas
a ocho grados de temperatura. Muchas familias de pueblos de Girona se instalaron
en la región francesa, sobre todo desde la década de 1840. A partir del negocio conse-
guido por los taponeros catalanes y el aumento del consumo de este vino francés
por la alta sociedad española, fueron surgiendo los primeros intentos hispanos para
copiar la fabricación de espumoso. Cerca de Madrid, Joaquín Campuzano produjo
vino espumoso con sus viñas de Villaviciosa de Odón, con los que ganó premios en
la Exposición Agrícola de 1857. En la provincia de Barcelona, la familia Raventós
no lo intentaría hasta 1872, quedando por estudiar las relaciones entre los bode-
gueros de la zona de Sant Sadurní d’Anoia y los taponeros catalanes.
Así, durante décadas, España también produjo y
exportó vino de champán. En Asturias se fabricaban sidras
champanizadas desde 1857. La cuestión de las marcas
tuvo que cambiar en 1960, cuando una sentencia de los
tribunales de Inglaterra prohibió el uso de la denomina-
ción “champagne” en los espumosos elaborados fuera de la
región francesa. Desde entonces los espumosos de España
se llaman cava, un mercado que en 2014 produjo más
de 117 millones de botellas nacionales, de las que más de
treinta fueron exportadas.
45 • 50 EN
EN
C C
46 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 47
EN EN
C C
48 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 49
CorCholata
Con veinte años William Painter (1838-1906), irlandés emigrado a los
Estados Unidos, se instaló en la ciudad de Baltimore. Se trataba de un inventor
que a lo largo de cuya carrera llegó a registrar 85 patentes sobre los temas
más diferentes: desde un asiento eyectable para los viajeros del tren hasta una
máquina para detectar billetes falsos. Pero su gran aportación al mundo de
la tecnología y de la vida cotidiana mundial fueron los “tapones corona”. En
la década de 1880, un momento en el que las bebidas gaseosas refrescantes
estaban cada vez más de moda en los Estados Unidos, se hacía evidente que
los sistemas de cierre de las botellas eran poco ecaces. Era necesario cerrar un
líquido con mucho gas a un bajo precio. Algunas bebidas se habían estropeado
con cierres metálicos provocando problemas sociales de salud importantes.
En 1891 Painter ideó una especie de na hoja metálica embutida en corona
y doblada de una lámina de corcho para asegurar la impermeabilidad, de
donde procedió el nombre de la invención: “crown cork”. Como novedad,
aparecía un tapón de uso único, desechable, de uso sencillo, con una buena
impermeabilidad y muy barato. El gran problema fue convencer a los embo-
telladores y fabricantes de vidrio de trabajar con botellas diferentes, con un
nuevo cuello que pudiera recibir la cápsula. Pero una vez lanzado, en la gama
de refrescos el éxito fue total. Hasta se presentaron nuevas patentes para la
creación de nuevos abridores, adaptados al nuevo sistema. Había nacido la
empresa The Crown Cork & Seal Company Inc.
En 1906, la rma había implantado nuevas fábricas en países con Francia,
Alemania, Japón o Brasil. En 1904 ya se había iniciado la actividad de la
primera de España de este tipo, en Palamós, de la rma Berthon. En 1930
Crown Cork suministraba la mitad de tapones corona (corcholatas en Méjico)
consumidos en todo el mundo. Los taponeros no miraron el nuevo invento con
buenos ojos. Consideraron la llegada del nuevo producto algo extremamente
nocivo para el sector, lo llegaron a comparar con la loxera. El nuevo tapón
consumió arandelas de corcho natural hasta 1910, y de corcho aglomerado
hasta la década de 1960. A partir de entonces comenzó a ser sutituido por
PVC.
55 • 75 AHP
π
Detalle del
informe de la
patente presentada
por Painter en
España en 1892.
C C
50 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 51
MAG
52 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 53
CuChillos
Hasta bien avanzado el siglo XIX, los tapones se cortaban
a mano con cuchillos bien alados. El proceso de trabajo
consistía en la transformación de la materia prima por el
trabajo manual, con herramientas simples. Era un sistema
“hombre-producto” donde los conocimientos de la materia
prima, poco homogénea, estaban en el corazón del saber
hacer. Como el ritmo de trabajo era marcado por el obrero,
dominaba una lógica artesanal, donde la luz natural de los
espacios de trabajo era importante.
Los obreros hábiles y con experiencia eran muy buscados,
y sus sueldos eran elevados. En Gerona, en esta primera fase
manual, el trabajador procedía de esta manera: “al coger el
obrero cuadrador una pana, la examina detenidamente, y con
un cuchillo, corta algo los bordes que por su rugosidad o poco
pulimento, no permiten apreciar bien la calidad del corcho, y
además emplea este cuchillo para dividir la pana en trozos o
pedazos, según la calidad, que deberá más tarde dividirlos a
su vez, en rebanadas de igual anchura cada una de ellas.” Este
formato de fabricación tenía inconvenientes como el que los
poros se cargaban del aceite aplicado al cuchillo para deslizar
mejor, o que los tapones que se obtenían no eran siempre del
mismo calibre. Por eso mismo, durante mucho tiempo los
tapones tuvieron una forma cónica, que también permitía al
tapón adaptarse a una variedad de botellas mayor.
Hoy en día hay partes del proceso de transformación que
se siguen haciendo con cuchillas, como el elaborado por los
“rajadores” o los “rebanadores.” Muchos corcheros del sur de
España compran sus cuchillas en un pequeño pueblo portu-
gués, Azaruja, en el taller de Joaquim Franzina, una empresa
que en sus buenos tiempos llegaba a elaborar hasta 500
cuchillos diarios.
6 • 55
GIR
ASF
ππ Grabado de
Joaquim Vicens
Gironella, en un
libro publicado en
1990 por la editorial
Trabucaire.
C C
54 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 55
don Quijote
El amor imposible de Don Quijote se llamaba Dulcinea Corchuelo. Y
una parte del territorio que recorre el viejo loco en compañía de Sancho,
tenía en el siglo XVII como tiene ahora muchos alcornoques. Cervantes, para
recorrer la distancia entre Madrid y Sevilla, tuvo que atravesar varias veces
Sierra Morena, caminando senderos difíciles, durmiendo a veces debajo de la
sombra de los árboles, escondiéndose a veces del peligro subido en ellos.
Hay quien ha hecho cuentas y ha identicado a la encina como el árbol
que más veces se cita en los libros de Cervantes, por lo menos en treinta
ocasiones. Por su lado, se han contado alcornoques dieciocho veces, aunque
en varios momentos la referencia se deba tomar en un sentido gurado. En
la cción de Cervantes, hay un alcornoque que es “grueso y valiente”, como
eran valientes cuando “despedían de sí, sin otro articio que el de su cortesía,
sus anchas y livianas cortezas.” Los corazones de sus protagonistas pueden
ser de alcornoque, lo que se entendía por difíciles, como lo demuestran estas
palabras de Sancho: “póngame yo una por una en el Toboso, y delante de mi
señora Dulcinea, que yo le diré tales cosas de las necedades y locuras, que todo
es uno, que vuestra merced ha hecho y queda haciendo, que la venga a poner
más blanda que un guante, aunque la halle más dura que un alcornoque.”
Cervantes usa la palabra corcho mucho menos; en el Quijote parece que
en ninguna ocasión, pero sí lo hace en Rinconete y Cortadillo, aventura en
que a un personaje le tocó “escanciar con el corcho de colmena”. Detalle que
habla de los tiempos en que el vino apenas se bebía en botella de vidrio, pero
en que donde el buen árbol quedaba cerca, se hacían las colmenas con este
material, excelente aislante.
25 • 57
D
CER
π
Ilustración presente
en el libro, editado
por la empresa Viader
en 1936, “L’enginyós
cavaller Don Quixot
de la Manxa.”
D
56 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 57
enólogos
En el sector del vino, posiblemente el profesional más atento a la cuestión del
cierre sea el enólogo. Es un técnico con formación cientíca, especialista de la fabri-
cación del vino. Cada vez se espera más de él que sea capaz de evaluar y analizar la
calidad de elementos como el tapón. En ocasiones cuenta con el apoyo de material
de laboratorio; busca que el producto del que es responsable sea lo más homogéneo
posible, con una conservación elegida y controlada.
Los enólogos deberían tener en cuenta siempre una serie de elementos. A un
tapón de corcho es necesario respetarlo como al vino que se quiere embotellar.
Hay que prestar tanta atención al taponado como al dibujo del etiquetado. El
stock de tapones se debe guardar
en espacios secos, con tempera-
turas de unos 20 grados. Entre
el vino y el corcho hay que
reservar un espacio suciente.
Así mismo se debe dejar por lo
menos cinco minutos la botella
en pie después del taponado. La
presión máxima del corcho sobre
el vidrio surgirá 24 horas después
de la operación, sin dejar nunca
de cuidar las normas de higiene
que se tienen con cualquier
producto alimentario.
Como ha defendido Bernard
Sabaté, muchos problemas de los
E
“olores o moho” se hubieran resuelto siguiendo estas indicaciones. Nunca habrá
un buen vino sin el amor del hombre por ese vino. ¿Tiene sentido entonces prestar
más atención a un logotipo que a un buen taponado? Desgraciadamente, como
saben los enólogos, es muy fácil estropear un buen vino. Hasta hoy, en la mente de
los productores y de los consumidores el corcho ha sido sinónimo de calidad; pocos
vendedores quieren que su producto se le asocie al concepto de mediocridad.
82 •
EN CV
E
58 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 59
esCogedoras
Hoy en día, entre los ocios corcheros, la proporción más alta de mujeres
se encuentra en los laboratorios o en el escogido de tapones y de arandelas,
donde ocupan el 90% de la mano de obra. A diferencia de otras tareas donde
no se las considera positivamente, como la saca, estas obreras son preferidas y
estimadas en esta tarea por su destreza y paciencia.
Las imperfecciones presentes en las panas de corcho hacen necesaria una
selección generación con veteranas escogedoras con décadas. Se consideran
elementos como la porosidad, el tamaño o la cantidad de lenticelas. Surgen
trabajadoras que pasan sus jornadas con un “alfombrilla móvil”, que arrastran
las piezas de corcho en raíles en forma de ese, a veces con espejos para poder
observar los dos lados del objeto. Los corchos son lanzados en diferentes cestas
según sus calidades. Por tradición, normalmente son consideradas seis gamas
de calidades; siendo la mejor el tapón treno, palabra derivada del francés,
“très n”. Todo depende de la apariencia macroscópica de la supercie del
tapón.
Las primeras escogedoras electrónicas aparecieron en los años 70. La
máquina determina el número, la talla, la posición o la supercie global de
lenticelas, o de defectos del tapón. En los tapones más caros una vericación
manual sigue vigente en muchas empresas, antes de que los tapones sean
contados y embalados al
vacío, en sacos de tamaños
diferentes. Se trata de un
ocio, como tantos otros,
que desde hace años tiende
a ser mecanizado; pero hoy
todavía conviven aparatos
ópticos de última genera-
ción que no son sino vete-
ranas escogedoras con
décadas de experiencia en
sus ojos y en sus espaldas.
10 • 36
Fig.5 - Lorem ipsum
dolor sit amet, duo
ceteros scaevola in,
decore vivendum
comprehensam cu
vix, nec ne meis reque
theophrastus. Esse
dictas expetenda est
et,.eum et.
GP
ASC
EN
E E
60 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 61
fraternal
Fraternal es el nombre de uno de los casinos de Palafrugell, lugar de encuentro
de buena parte de los que han sido obreros y empresarios del sector. Desde prin-
cipios del siglo XIX, Palafrugell ya era un pueblo próspero que había creado su
riqueza sobre la base de una artesanía multiplicada a gran escala, no sobre el
maquinismo. La situación creó con los años un ambiente social muy concreto.
Transformando un producto que se vendía en el extranjero a precios altos, surge
una clase local de fabricantes y exportadores, con un carácter completamente
diferente de los agricultores de los pueblos de la zona. Son corcheros que se ven
obligados a ser dinámicos para hacerse un hueco en los mercados extranjeros; el
contacto con el exterior era directo. Se adaptaban mecanismos de actuación y
de pensamiento. Hasta 1900, se mantiene la constelación de pequeños talleres
F
de trabajo manual. Entre 1800 y 1900 el pueblo pasó de 2000 a 8.000 habi-
tantes. En 1884 trabajaban el corcho en el pueblo 813 hombres y 240 mujeres.
Los mejores artesanos, la aristocracia obrera, como los “repassadors” de la rma
Barris, ganaban 5 pesetas al día acabando 1000 tapones, una renta comparable
a la de los “americanos”, los emigrantes que habían regresado de lugares como
Cuba.
La evolución del sector dependía de los avatares con los mercados interna-
cionales, que a su vez estaba relacionado con la adopción de políticas nacionales
proteccionistas, de los conictos bélicos. Los interlocutores de la industria local se
situaban en ciudades como Londres o Reims. Era vivo el interés por la actualidad
política nacional e internacional. Había que luchar en los ministerios de Madrid,
para hacerse escuchar más que los terratenientes andaluces o que el cuerpo
diplomático inglés. Sorprende que un pueblo tan pequeño pudiera llegar a tener
un espíritu tan cosmopolita pero así era. Se creaba lo que Josep Pla consideraría
una “civilización”: “l´art de fer taps a la mà fou una auténtica civilització.”
JUA
AAM
F
62 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 63
Esta pequeña sociedad creó un elevado número de asociaciones de todo
tipo, lo que permitía estructurar la vida colectiva. La cooperativa de consumo
“L´econòmica Palafrugellenca” fue la tercera de España cuya sede es un
edicio noucentista diseñado por Rafael Mansó. El equipo de fútbol de Palamós
surgió antes que el de Barcelona y según Medir, el casino fue la cátedra de los
taponeros. El testimonio visible de la importancia de los casinos se traduce
en la plaza que marca el centro de la villa, con dos edicios emblemáticos:
el Centre Fraternal y el Centre Mercantil. El Fraternal, de 1887, era según
Pla “el sant Pere del Vaticà de les tavernes de Palafrugell”. El Mercantil, de
1904, aglutinaba a “els senyors”. Los dos contaban con tres plantas y su teatro,
presidiendo la animada plaza.
33 • 74
ππ Tarjeta postal donde
se ve la principal
fábrica de corcho de
Palafrugell, edificio
que desde hace
unos meses acoge
las instalaciones del
Museu del Suro. ASF
F F
64 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 65
frío
El corcho es un excelente aislante térmico. Esto se debe a tres motivos:
primero, la pared que rodea a las células es muy resistente al paso del calor
por radiación; segundo, el enorme número de células existente, rellenas de gas
encerrado y sin posibilidad de movimiento que impide una dinámica convec-
tiva; y por último, el alto porcentaje de volumen que suponen estos gases
permite una alta resistencia al paso del calor por conducción.
Antes de que la ciencia diese prueba de estas características, la técnica
popular ya había aprovechado las cualidades del material desde hacía siglos.
Se ha visto cómo en el imperio romano se recomendaban las colmenas de
corcho por su capacidad para proteger de las temperaturas extremas. Los
objetos para mantener alimentos en frío en los hogares, estaban presentes en
España desde al menos el siglo XVII. Algunos de ellos diseñados para las
bebidas como los enfriadores, aprovechaban el corcho como material aislante,
lo que demuestra el temprano conocimiento de sus propiedades. En 1610 hay
referencia de damajuanas de vidrio que se colocaban en una cubeta de corcho
con hielo. Tirso de Molina (1583-1648) escribe en “Bellaco Sois, Gómez”
que: “Traemos con cuatro frascos de vidrio, agua, vino y nieve en ellos, un
corcho de Zaragoza que, empe-
gado por de dentro y de baqueta el
ropaje, juzgo que no echaréis menos
cantimploras cortesanas”. En 1667,
el médico Tomás Murillo también
recomendaba “el abrigo del corcho”
ya que podía defender el agua “del
aire medio cálido” cuando se la
mezclaba con nieve para enfriarla.
En el inventario de los bienes del rey
de Portugal Pedro II, fallecido en
1706, se cita un instrumento para
refrescar bebidas que usaba una
caja de corcho como estructura de
base.
En el siglo XIX, el uso de pozos de nieve y de hielo
natural fue dando paso a las fábricas de hielo. A nivel
industrial, la cuestión del frío se levantó en sectores como el
cervecero, en donde se aplicaron rápidamente enseñanzas
de trabajos de estudiosos como Louis Pasteur (1876). El
calor y el frío eran elementos clave en la fermentación de
la bebida. Lo que se buscaba en la fabricación se evitaba
en otros procesos como el transporte. Las cerveceras eran
industrias pioneras a la hora de hacerse con máquinas de
fabricación de hielo articial. En el último tercio de siglo se
fueron instalando en Madrid las primeras grandes cerve-
ceras industriales con producción de hielo, como lo son las
“cervezas Mahou” o “cerveza El Águila”. Mahou, fundada
en 1891, comenzó su produc-
ción con tecnología alemana,
conformada por un compresor
de refrigeración, máquinas
embotelladoras o botellas
fabricadas en Estocolmo. En
muchos de estos transforma-
dores industriales se encontró
que el corcho era la solución
ideal para resolver problemas
de aislamiento. En 1880,
cuando se empezaba a medir
el coeciente de conductibi-
lidad del calor de los materiales
aislantes, la Gaceta Industrial
ya recomendaba “el corcho
carnizo o primerizo”, como
buen calorífugo. En conse-
cuencia las patentes enseguida
se multiplicaron.
8 • 61
π
Detalle de un
bodegón de Meléndez,
del Museo del Prado,
donde se ve un objeto
de corcho usado para
mantener las botellas
más frescas.
π π
En las cuadrillas de
sacadores de Portugal
todavía es frecuente
encontrar objetos de
corcho para mantener
el agua fresca.
MPSM
F F
66 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 67
fuego
El ingeniero Vieira Natividade consideraba que los alcornocales sufrían
la milenaria acción destructiva de un siniestro triunvirato: el fuego, el ganado
y el hacha. Otros cientícos como Jean Louis Vernet han considerado a los
alcornoques como “hijos del fuego”, debido a su corcho protector y a la
capacidad de rebrote después de los incendios.
El último gran incendio destructor de alcornoques españoles sucedió
en julio de 2012, en las cercanías de Figueres. Se calcula que un 9% de la
supercie de alcornoques de Cataluña se vio afectada por el incendio, que
quemó unas 14.000 hectáreas de monte. Ardieron 7.000 de las 80.000
hectáreas de alcornocal de la región.
62 • 67
π
Instalación del artista
francés Mathis Collins.
ππ Cartel conservado
en el Archivo de
la Guerra Civil, en
Salamanca.
MC AGG
F F
68 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 69
garloPas
La fábrica, a la llegada de la industrialización, era una aglomeración de
máquinas. Las primeras máquinas útiles para fabricar tapones de corcho, se
remontan aproximadamente a 1816. En la Exposición Universal de París, de
1855, el empresario francés Anarchasis Duprat presentó una máquina tornera,
con la especial capacidad de poder cambiar la distancia entre las cuchillas,
modicando así el tamaño del tapón fabricado, o la mejora de sus defectos.
La misma máquina ya se había registrado como patente en Madrid en agosto
de 1845. En la Exposición de París de 1867, el constructor parisino Gleuzer
presentó una nueva máquina que ganó una medalla de plata.
Las primeras garlopas llegaron a España alrededor de 1850 provocando
enseguida huelgas de los trabajadores manuales. Durante cincuenta años
fueron minoritarios los industriales que apostaron por esta mecanización. Se
pensaba que los buenos tapones, los que se venderían en Francia, tenían mejor
calidad con las cuchillas trabajadas a mano; las máquinas no eran compe-
tencia enfrente de un trabajador “práctico e inteligente.” En 1878, el inge-
niero de montes Carlos Castel tuvo la ocasión de contemplar en París varios
ejemplos de garlopas francesas, que conseguían en sus palabras tapones de
“sección perfectamente circular.” Sin embargo, la adopción de estas máquinas
todavía tardaría años.
Si un taponero de 1850 hacía una media de 1500 tapones por día, en
1914 un trabajador o trabajadora, con las nuevas garlopas, conseguía obtener
hasta 4000. Es en este año cuando por n se extiende su uso en los pueblos
de Gerona o en las fábricas de Sevilla. La nueva máquina marcó un cambio
revolucionario: la entrada de las mujeres en la manufactura del tapón. En
1919, de 1548 trabajadores de corcho censados en Palafrugell, 770 eran
G
ya mujeres. Con el nal de la Primera Guerra Mundial
y la generalización de la electricidad, surgieron nuevas
máquinas, que ya eran movidas por modernas fuentes de
energía. Comenzaba así el declive de las garlopas.
2 • 18 • 31
π
Dos trabajadoras
manejando garlopas
para la producción de
tapones.
ASF
G
70 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 71
gremios
Los taponeros del corcho son un colectivo que surge en España en el siglo
XVIII, en una provincia de Girona inmersa todavía en el Antiguo Régimen.
En pueblos como Palamós, las profesiones se organizan en forma de gremios,
grupos profesionales con tres niveles de autonomía: técnico, jurídico y nan-
ciero. Unidos por juramentos, la disciplina era estricta, limitando la entrada de
nuevos elementos en el grupo.
Si en París surge un gremio con taponeros en 1726, en Sant Feliu de Guíxols
se sabe del funcionamiento de uno en 1803 que tuvo por patrona la degolla-
ción de San Juan Bautista. Los administradores solían ser nombrados por los
concejales del ayuntamiento y los principiantes requerían un aprendizaje de
cuatro años. En el mismo 1803, en Palafrugell, funcionaba una hermandad
de socorros mutuos de artesanos taponeros bajo la advocación de la Virgen
del Carmen. El carácter religioso de la actividad obligaba a mantener actos
votivos o a pagar al cura de parroquia anualmente de alguna manera, como
con cuartas de aceite como lo hacía el gremio de mareantes de Palamós. Eran
colectivos que entre otras funciones cumplían la de pagar un enfermero que
atendiese los problemas de los taponeros que pagaban las cuotas regularmente,
o la de costear los entierros de los fallecidos. En aquella época, el estado o la
previsión social eran casi inexistentes y los miembros de los gremios gozaban
así de una pequeña seguridad.
Fueron organizaciones que vieron su actividad interrumpida con la Guerra
del Francés. La de última hermandad dejó de funcionar entre 1809 y 1817,
para desaparecer gradualmente con el nal del Antiguo Régimen, a partir de
la década de 1830.
1 • 55
AS
G G
72 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 73
guerra
La economía de guerra debe resolver las enormes necesidades de la acti-
vidad bélica. En varios conictos armados del siglo XX, el corcho ha sido
considerado como una materia prima indispensable, perteneciendo a la lista
de materiales estratégicos importantes. Su uso en la fabricación de rellenos
de los proyectiles, de accesorios para bombas o como material aislante en la
industria aeronáutica hace del corcho un material relevante es esta área.
Poco se sabe de la actividad de las corcheras españolas durante la Guerra
Civil española. Firmas como Armstrong vieron cómo algunas de sus fábricas
se quedaban en la zona nacional (Sevilla) y otras en la zona republicana (las
catalanas). En un lado se quedaron la mayor parte de los montes y en el otro las
fábricas. Muchos empresarios catalanes huyeron a Francia donde tenían otras
fábricas o clientes. Sus fábricas quedaron en manos de comités locales y en
ocasiones los antiguos dueños recibían un sueldo como directores de produc-
ción. Por ejemplo, ninguna fábrica de Cassà de la Selva fue colectivizada, pero
la de Oller paralizó su actividad desde abril de 1938. Las exportaciones de
Cataluña a Alemania quedaron completamente bloqueadas.
Los Pirineos eran a su vez lugar de paso de contrabandistas y exiliados.
A nales de 1938, la Comisaría de Orden Público de Cataluña denunciaba el
enriquecimiento de “media docena de comerciantes oportunos y poco escru-
pulosos establecidos generalmente en Francia en las regiones fronterizas.” Se
contaba con la complicidad de Agentes de Aduanas despachando las mercan-
cías en lugares como Perthus. Empresarios catalanes que habían huído en
1936, llevando al principio una vida precaria, al empezar las operaciones de
contrabando, pasaron a encontrase “con un gran desahogo económico.”
83 •
AGG
G G
74 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 75
haCha
Para la saca del corcho se usa principalmente una herramienta conocida
como “hacha corchera.” Está compuesta de dos partes: la hoja o cabeza de
acero y el mango. El peso de la cabeza es más reducido que la hoja del hacha
común, consiguiendo así una herramienta más ligera para las etapas del
descorche (abrir, trazar, ahuecar, dislocar, descalzar, repasar cuellos y rajar.)
En la hoja se pueden distinguir cuatro partes: cuello, ojo, pecho y gavilanes.
Su mango o “asti”, tiene una característica especial: su punta. Esta punta
bifaz roma que bien pudiera pertenecer a un asti o “pica”, evita dañar el
curtido cuando “se hace palanqueta”. Es más o menos curvado según proceda
de Cataluña, Extremadura, Andalucía o Portugal. El extremo inferior se acaba
en bisel y el superior, denominado moño, se encuentra engrosado para ajus-
tarse al ojo y cuello de la hoja. El bisel es útil para separar las panas mientras
que la parte posterior de la
hoja se usa para golpear y
ahuecar las panas, lo que
facilita el desprendimiento.
Es necesario alar el hacha
con frecuencia con una
piedra de alar. Antes, esta
actividad se realizaba con
“esperones” y “relo.” Con
el esperón se “amolaba”,
se resbalaba el hacha con
un limpiado del sarro que
deja el curtido y se adhería
H
al lo. Apoyándose en el suelo se mojaba el esperón con un cacharro con
agua y se frotaba contra el cuerpo del hacha. Tras restregar varias veces y
por ambos lados se secaba el hacha. A continuación, se asentaba el lo con el
relo, que era de piedra de canteras próximas al monte. La piedra de alar
ahora procede de fábrica. Con un hacha en perfectas condiciones se puede
hacer un corte rápido, seguro y limpio.
La saca no deja ser una auténtica operación quirúrgica. La hoja se ala
como un escalpelo. Los cortes son gestos arriesgados. Hay que encontrar la
profundidad exacta, operar sin herir o mutilar las partes vitales de la planta. Se
aproxima sin lugar a dudas la tarea del sacador con la del cirujano, que también
ha sido una profesión reservada a los hombres hasta muy recientemente.
4 • 15 • 91
JCC
PV JCC
H
76 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 77
PV
78 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 79
hojas Persistentes
Según el ingeniero Máximo Laguna, las hojas del alcornoque son aova-
do-oblongas o aovado-lanceoladas, enteras o entadas con los dientes mucro-
nados. Verdes en la cara superior y de color algo más claro que el de las de la
encina, blanco tomentosas en la cara inferior. Coriáceas y persistentes de dos
a tres años.
Laguna fue uno de los primeros botánicos de España en estudiar esta especie
sistemáticamente. Visitó localizaciones en varias provincias españolas, algunas
inesperadas. Es el caso de Burgos (sierra de Bozó) o Guipuzcoa (Zarauz). Pudo
ver cómo el tamaño de la hoja varía mucho entre las comarcas.
Natividade, por su lado, señalaba que la forma y dimensiones de las hojas
varían de un árbol a otro, no sólo entre regiones de procedencia. Observó
también una acentuada heterolia dentro de la misma planta: las hojas de la
parte inferior son más espiniscentes. En general, son hojas que duran dos años,
a veces tres en terrenos más frescos. Después de pelas exageradas o en tiempos
de sequía, el árbol puede perder todo el follaje a la vez, lo que si bien no tiene
porqué simbolizar la muerte, sí es evidencia de pérdida de vitalidad.
47 • 63
EN
JRA
H H
π
Dibujados usados
hoy en día en la
cátedra de botánica de
la Escuela de Montes
de Madrid, para
aprender a distinguir
hojas de encina y
alcornoque.
80 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 81
MCB
π
Dibujo de
Magdalena Ceballos
Jiménez, publicado en
1971 por Juan Ruiz de
la Torre.
82 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 83
huella de Carbono
Los estudios de huella de carbono de un producto o de una entidad (como
una empresa) son herramientas de contaje de las emisiones de CO2, teniendo
en cuenta la energía primaria y la nal de producto y sus servicios. Sirven
para estudiar la vulnerabilidad de una actividad económica y sobre todo de su
dependencia en relación a las energías fósiles.
Un estudio reciente ha calculado la huella de carbono del sector corchero
en Cataluña. La investigación concluye que esta industria retiene más CO2
del que emite a la atmósfera. Los investigadores han demostrado así el poten-
cial del corcho como materia prima que contribuye a luchar contra el cambio
climático. Para ello, han cuanticado el impacto de las emisiones de gases
de efecto invernadero mediante la cantidad de CO2 que tendría los mismos
efectos, el llamado CO2 equivalente. Tanto la materia prima como sus princi-
pales productos (el tapón de corcho natural para vinos tranquilos y el tapón de
cava) presentan una jación de CO2 eq. superior a la que se emite durante su
ciclo de vida completo: la extracción, el transporte, el procesado industrial, la
distribución a bodega y la gestión de residuos. Concretamente, por cada tone-
lada de corcho extraída del bosque se jan 18 toneladas de CO2 eq.; por cada
tapón de corcho natural se jan 234 g de CO2 eq.; y por cada tapón de cava se
jan en global 12 g de CO2 eq. Otros estudios de PricewaterhouseCoopers /
Ecobilan han concluido que la producción y uso de tapones de plástico emiten
10 veces más de CO2 que los de corcho, subiendo la cifra 26 veces en lo refe-
rido a las cápsulas de aluminio.
La empresa Diam también ha sido pionera en esta dirección. En 2004,
emprendieron la medida de la huella de carbono con la ayuda de la asocia-
ción ADEME. Desde entonces, gracias a las mejoras de proceso, las emisiones
provocadas por los tapones Diam han disminuido un 15% entre 2006 y 2010.
π
Detalle de las instala-
ciones de la fábrica de
Diam, en San Vicente
de Alcántara.
DM
H H
84 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 85
ingenieros de montes
El corcho, materia prima de una potente industria taponera en el siglo
XIX, pasó a ser una pieza indispensable en el desarrollo económico de varias
provincias españolas. Muy buscado desde ese siglo, su valor comercial gozó
durante décadas de un aumento constante. El interés por este material abría
las puertas a una cierta especulación. Cada vez más lucrativo, el movimiento
de panas de corcho salió de las aduanas de Girona o Sevilla para alcanzar
intercambios internacionales con zonas como Portugal, Inglaterra o Estados
Unidos. Con este crecimiento de sus posibilidades el corcho, convertido en
capital económico, reclamaba una gestión más profesional, una ordenación
forestal y toda una serie de nuevos conocimientos especícos. Con el progreso
de campos como las matemáticas o la cartografía, la gestión de los recursos
de los montes pasó a ser más racional y rigurosa. La saca se podía hacer por
zonas espaciales denominadas tranzones y no por pie de árbol. La ordenación
de montes conseguía perennizar los arbolados de alcornoques. Se podía llenar
las masas forestales de caminos y cortafuegos, para favorecer la saca de los
productos forestales hacia las fábricas, mejorando la protección y vigilancia de
los aprovechamientos.
Así surge en España, desde la década de 1840, la profesión de ingeniero de
montes, tras un viaje de estudios de Agustín Pascual (1818-1884) por Alemania.
Al mismo Pascual se le encargó en su día el control de las primeras sacas de
alcornocales de la Casa Real, cerca de Navalmoral de la Mata. Los montes
comenzaron a ser gestionados con conocimientos más completos que los que
habían tenido hasta entonces botánicos o jardineros. Alcornocales nunca estu-
diados, como los de Marruecos, pasaron a ser recorridos por guras de las
ciencias naturales como Máximo Laguna o Primitivo Artigas. Otros ingenieros
I
destacados, como Vieira Natividade o Salvador Robles Trueba, concluyeron
estudios importantes que permitieron más tarde a otros ingenieros o a propie-
tarios forestales, cuidar y aprovechar mejor sus ncas.
Esta nueva profesión daba respuesta a preguntas básicas para una buena
gestión, que hoy recibiría el adjetivo de sostenible: ¿Cuáles son los creci-
mientos anuales de volumen de madera y corcho? ¿Cuál es el ciclo de morta-
lidad normal de los árboles? ¿Cómo se puede luchar contra las plagas fores-
tales? Los ingenieros de montes no se remiten a ser únicamente un simple
agente encargado de la policía rural; es un verdadero administrador, formado
en matemáticas, botánica y selvicultura.
35 •
I
π
Imagen de
la Conferencia
Internacional del
Corcho, celebrada en
Madrid en 1934. Se
pueve ver en la foto
a Salvador Robles
Trueba y a Joquim
Vieira Natividade.
EN
86 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 87
jardines botÁniCos
Los jardines botánicos surgen en Europa en el Renacimiento, siguiendo el
paso de los “jardines de simples” de las escuelas médicas de la Edad Media.
Estos jardines estaban orientados sobre todo hacia el uso farmacéutico,
presentando ya una cierta clasicación cientíca de las plantas. Como jardines
botánicos surgen los primeros en Italia en el siglo XVI, como fueron Padova o
Florencia. El primer jardín de este tipo en España fue el de Madrid, que desde
la década de 1780 se sitúa en la misma localización, entre el casco viejo de la
ciudad y los jardines del Buen Retiro. La misión de estos jardines ha sido la
de recogida, estudio y conservación de plantas, tanto locales como exóticas.
En numerosas ocasiones han funcionado como estaciones agronómicas
experimentales, desde donde se hacía llegar a los propietarios de ncas plantas
consideradas interesantes, a veces de manera gratuita. El transporte de las
plantas siempre fue un asunto de difícil ejecución, que dio lugar a las técnicas
más variadas.
Un árbol como el alcornoque, fuente de capital económico importante
desde el siglo XVIII, no dejó de captar la atención de los principales botá-
nicos y acionados a la agronomía. Un buen ejemplo de la curiosidad desper-
tada se ve en la gura de Thomas Jeerson, embajador en París desde 1785 a
1789. Admirador de los vinos franceses, nunca dejó de importar a los Estados
Unidos las mejoras botellas de marcas europeas. A la vez, se sabe que en 1787
envió semillas de alcornoque a la “Agricultural Society of South Carolina.”
También plantó alcornoques en la nca que tenía en Monticello. Junto con
el cedro, el alcornoque era el árbol que más ansiaba plantar en su propiedad,
que no dejaba de ser un jardín botánico privado.
J
El jardín botánico de Florencia es otro ejemplo de la
fascinación creada en torno a los alcornoques. En 1805 el
profesor Ottaviano Targioni Tozzetti (1755-1826) plantó
un ejemplar que sigue presente en el jardín actual, con
un porte magníco. En su libro «Instituzione botaniche»
(1813), Tozzeti tiene comentarios sobre el mercado interna-
cional del corcho, comentando que en Inglaterra se fabri-
caban los mejores tapones, con materia prima procedente
de Italia o Provenza. A nales del siglo XX, el diseño de
un jardín botánico que ha dejado un lugar destacado a los
alcornoques ha sido el de Barcelona, en Montjuic.
J
π
Alcornoque
plantado en el
jardín botánico de
Barcelona, junto al
edificio diseñado por
el arquitecto Carlos
Ferrater.
GP
88 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 89
jardines VertiCales
En países como Francia, desde hace años los colectivos de orquideólos
recurren al corcho como soporte para el cultivo de sus plantas. El corcho
bornizo es muy apreciado, gracias a su aspecto natural o por elementos como
sus huecos y grietas, que ayudan a las raíces de las plantas en sus sujeciones y
anclajes. Su porosidad, que permite la acumulación de humedad, o su levedad
son otras ventajas que buscan estos acionados de una segmento muy especia-
lizado de la jardinería. Las panas se suelen cortar en formas geométricas y de
pequeñas dimensiones, formando placas de entre 10 y 30 centímetros.
Muchos oristas también se han dado cuenta del potencial del corcho como
elemento decorativo. Es útil en multitud de composiciones orales, cada vez
más elaboradas, inuenciadas por técnicas exóticas como el ikebana japonés.
De nuevo es en Francia que se ha visto cómo se ha pensado más a menudo en
este recurso.
Es España ha surgido recientemente una iniciativa interesante. Una
empresa de la comarca del Maresme, cercana a las zonas más corcheras de
Barcelona o Gerona, ha pensado en el corcho como un buen complemento
para los soportes de sus jardines verticales. El corcho cumple una función esté-
tica y funcional gracias a un sistema de tierras colgadas y aportando lombrices
al conjunto que ayudan a auto regenerar el sistema con el cual se trabaja en
permacultura.
J
J
CM
90 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 91
joseP y Pere Pla
Palafrugell ha sido y sigue siendo uno de los pueblos corcheros más
importantes del mundo. En él nacieron, en 1897 y 1899, los hermanos Josep
y Pere Plá. Josep, periodista y escritor, no dejó nunca de hacer comentarios
sobre su pueblo y sobre su gente, a los que llegó a denir como herederos de
una “civilización del corcho.” Entre sus amigos más cercanos estaba Ramiro
Medir, autor de uno de los libros de historia corchera más destacados. Pocos
escritores han descrito los paisajes del alcornoque con la fuerza y sencillez de
Pla.
Josep Pla acabó la carrera de Derecho y Pere, acabó la de Químicas en
Barcelona. Trabajó toda su vida en tres de las rmas corcheras más impor-
tantes del negocio internacional. Casado con una hija del industrial Miquel
Vincke, trabajó hasta 1930 en Manufacturas del Corcho, y hasta 1947 con
el grupo Armstrong que había comprado la fábrica de Vincke poco después
de estallar la crisis de 1929. En 1947 Pere decide pasar a trabajar para la
competencia de Armstrong y se traslada a Lisboa, chado por la “Sociedade
Corticeira Portuguesa”, propiedad de otro grupo americano. Con ellos trabajó
hasta su jubilación en 1967, teniendo el cuidado además de dejar un legado de
su conocimiento técnico en un libro publicado en catalán en 1976.
Dos hermanos muy unidos durante toda la vida, la presencia de Pere en
Portugal provocó una serie de viajes de Josep al país vecino, de los que quedó
rastro en uno de los volúmenes de sus Obras Completas, dedicados a su expe-
riencia lusa. Un técnico y un literato, que escribían, que amaban el corcho, y
que escribieron sobre el corcho y sobre el alcornoque, como pocas veces se ha
llegado a ver en los textos literarios y técnicos.
74 • 79
J
J
FP
π
Fotografía de 1955
conservada en la
Fundació Josep Pla,
de Palafrugell. Tomada
en un viaje a Perpiñán,
se ven en la imagen a
Pere Pla, Alfons Quintà
y Josep Pla.
92 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 93
líneas
Las dimensiones exactas del tapón fabricados son un elemento importante
de la industria taponera. El diámetro, que debe encajar con el cuello de la
botella de vidrio, oscila entre 18.5 y 19.5 milímetros. Lo que suele cambiar más
es la altura del tapón, pues un tapón más caro, que debe conservar más años el
vino de la botella, mide forzosamente más. Por ejemplo, a los vinos jóvenes se
considera que se les puede colocar un corcho de entre 38 y 44 milímetros. Sin
embargo, los vinos de guarda deberían ser embotellados siempre con corchos
de 49 a 54 milímetros. Los buenos tapones pueden llegar a tener una vida de
20 años, duración que se puede alargar si las condiciones de humedad o de
temperatura de la botella fueron las convenientes. No es por mero capricho
que las botellas se colocan en horizontal para almacenarlas; así los tapones están
en permanente contacto con el vino, evitando que se resequen, lo que dejaría
entrar una mayor cantidad de oxígeno dentro del recipiente. Sólo si el inter-
cambio de oxígeno es leve, se favorece la aparición de buenos aromas reducidos
en vinos de prolongadas crianzas.
Pero no todo el mundo ha pasado a hablar hoy en milímetros para describir a
sus tapones. Éstos tradicionalmente se han medido en líneas, una antigua medida
que acompañaba al pie y a la pulgada, más frecuente en Francia e Inglaterra que
en España. La pulgada francesa se dividía en doce partes, dividiendo 27.07mm:
una línea debe tener así 2.256mm. Cuando se corta el corcho “en rebanadas”
ya se piensa en el tamaño de los tapones que se quieren conseguir. El corcho
grueso (surépais) es el que supera las 19 líneas, que curiosamente es el título de
la revista corchera más importante que existe hoy en el sector, editada en Sevilla.
6
L
L
MS
π
Imagen del fondo de
la empresa Esteva, del
archivo del Museu del
Suro de Palafrugell.
94 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 95
linóleo
Una de las primeras grandes innovaciones de la industria corchera, después
de trabajo taponero, fue el linóleo. Fue inventado en Escocia en 1863, como
un “polvo de corcho mezclado con aceite de lino resecado”. Durante muchas
décadas fue uno de los grandes recursos para cubrir el suelo de habitaciones
o revestir paredes y techos. Era “susceptible de recibir dibujos muy ricos y
variados.” Con este material se conseguían alfombras que amortiguaban bien
del rumor de los pasos, eran impermeables y se lavaban fácilmente. Frederick
Walton, el inventor de la primera patente, abrió una primera fábrica cerca
de Londres al año siguiente. Nuevas fábricas fueron construidas en Francia
(1872) y en los Estados Unidos (1873), hasta que la patente caducó en 1877
y entraron en el negocio otros industriales. En España, tenemos noticias de
patentes de linóleo desde por lo menos 1902, como “linoleum, o sea, hules
para pisos”, pero habría que esperar décadas para tener noticias de produc-
ción real o ventas de este material por industrias españolas.
La principal fábrica que ha funcionado en España de este producto ha
sido la de Linoleum Nacional, con producción en Madrid desde 1923, en el
Paseo del Molino. Después de la Guerra Civil trasladó sus instalaciones a la
calle Alicante y más tarde a Arganda del Rey, donde fabricaba pavimentos y
revestimientos de paredes con la marca “Lincrusta”, una de las ideas origi-
nales del propio Walton. Como relataba una publicidad publicada en ABC,
en 1966, Lincrusta era una solución ideal para embellecer el hogar, a prueba
de manchas, humedad, ruido “e incluso niños.” Parece que la producción
se detuvo denitivamente en 1979, cuando la fábrica contaba con setenta y
nueve empleados.
65 • 89
L L
EN
GP
π
Publicidad de
Linoleum Nacional SA,
publicada en ABC en
1966.
96 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 97
manijero
Los grupos de trabajadores que se dedican a la saca del corcho se deno-
minan cuadrillas. Y cada cuadrilla está liderada por un manijero, término
extendido en varias provincias españolas. En palabras de Pablo Vidal éste es
“el general al mando de la expedición,” que debe conservar una autoridad
indiscutible. En castellano antiguo, la manija era la cuchilla con la que se
cortaban las panas de corcho.
Llegada la primavera, el manijero o capataz calcula el número de hombres
que va a necesitar para la campaña, según la extensión de los montes que
contrate en la temporada y la localización de las ncas. Arregla la modalidad
de contratación, a veces la dirige mediante “la burra y la mano.” El mani-
jero es así el encargado de organizar las colleras, las parejas de hombres que
van a trabajar cada árbol para quitar la valiosa corteza. Da las indicaciones
por la mañana, diciendo “por
dónde se va a ir de mano”,
por dónde se va a trabaja y
marca el ritmo de trabajo y
de descansos. La persona con
esta función está pendiente de
todos los detalles de la saca,
siendo a la vez el interlocutor
único de la cuadrilla o bien
con el dueño del monte, o bien
con el comprador del corcho,
si se ha acordado que sea éste
el que trate de la saca.
M
Nadie empieza a comer antes que él. Es el responsable, si es necesario, de
ejecutar algún despido, situación que puede ocurrir si algún trabajador
provoca heridas en los árboles o daña las camisas de los alcornoques. Agustín
Coca ha señalado que los manijeros de Cádiz llevan consigo dinero para pagar
y despedir a los sacadores que hicieran tres heridas en un mismo árbol.
La presencia de la mujer en estas cuadrillas siempre ha sido rara. En
ocasiones, la única que estaba presente era la propia mujer del manijero,
encargada de tareas como la cocina. Si bien la costumbre ha desaparecido en
los últimos veinte años, quedan muchos testigos de esas cuadrillas que solían
dormir en el monte, montaban campamento y llegaban a pasar hasta seis días
seguidos sin bajar a ninguno de los pueblos cercanos. 15 • 24
M
π π
El manijero Paulo
Carriço, de Azaruja,
da instrucciones a
dos de los sacadores
más jóvenes de su
cuadrilla. JCC
GP
98 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 99
Desde la creación de la Escuela de Montes de Villaviciosa de Odón en
1848, los ingenieros de montes se han encargado de realizar mapas forestales
de los montes españoles que debían gestionar. El cálculo de las supercies se
podía realizar gracias a estos mapas. Los alcornocales son masas forestales con
una riqueza forestal considerable, por lo que sus gestores sintieron la nece-
sidad de obtener inventarios cartográcos detallados. Uno de los primeros
mapas donde aparecen alcornocales españoles lo dibujó Francisco García
Martino. Fue encargado en la década de 1870 por la duquesa de Medinaceli
para gestionar sus montes de la Almoraima, en la provincia de Cádiz. Los
ingenieros de montes formados en Francia ya habían dibujado varios ejemplos
antes de 1863, cuando se estaban tramitando las concesiones de alcornocales
argelinos. Hay un ejemplo, el del monte de Boudine, que acabó en manos del
duque de Montebello, para pasar unos
años después a posesión de Josep Barris,
industrial corchero catalán.
El portugués Vieira Natividade
publicó en 1950 un mapa de la
presencia del alcornoque alrededor
del Mar Mediterráneo. Éste, ha sido
uno de los mapas más utilizados para
ilustrar la presencia de este árbol en
Europa y en el norte de África. El luso
comparaba la distribución geográco
del alcornoque con “una fuga de la
especie hacia occidente… en Iberia y en
Marruecos, bajo el inujo del Atlántico,
ensancha y extiende su penetración
continental, sólo hasta donde, no
obstante, la inuencia mediterránea de
hace sentir, como temeroso de quebrar
los lazos que lo prenden a su viejo y
M
maPas glorioso mundo.” Extendiéndose sobre un territorio de
2.7 millones de hectáreas, en los países de la zona oeste del
Mediterráneo (Portugal, España, Argelia, Marruecos, Italia,
Túnez, Francia), los alcornoques, árboles “aventureros y
presumidos” según el mismo ingeniero, han demostrado
que necesitaban una cartografía propia.
63 •
M
EM
ANO
π π
Mapa del monte
de Boudine, en
la provincia de
Constatina en Argelia,
dibujado en 1863.
π
Mapa publicado
en 1958 en la revista
“Boletín de la madera
y corcho.”
100 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 101
marrueCos
Marruecos es uno de los capítulos más injustamente olvidados de la
historia española. La zona norte de Marruecos fue, durante varias décadas
del siglo XX, parte de un Protectorado Español. En 1914 se incorporaron
ingenieros de montes españoles, para ocupar las primeras plazas de funcio-
narios coloniales de un nuevo servicio forestal del Protectorado. Este servicio
administrativo se mantuvo en actividad hasta 1956, momento que en estos
técnicos se vieron forzados a dejar sus trabajos y sus hogares, en el Norte de
África. Tal vivencia fue sufrida por ejemplo por el botánico Juan Ruiz de la
Torre. Entre las funciones que estos ingenieros ocupaban estaba la de velar
por el nacimiento y mantenimiento de un nuevo negocio corchero, así como
de la gestión de la gestión de los alcornocales públicos. Desde su llegada a las
ocinas técnicas de ciudades como Tetuán o Larache, los ingenieros pudieron
aplicar en un nuevo territorio colonial las enseñanzas de la ciencia de montes
en varios de los alcornocales que habían sobrevivido hasta su llegada.
Uno de los grandes desafíos de los técnicos hispanos sería limitar un
aprovechamiento, que si bien era tradicional, estaba esquilmando los últimos
alcornocales marroquíes. El alcornoque, como la coscoja en algunas comarcas,
había sido aprovechado desde antiguo para el uso de taninos en la “curtación”
de pieles. Los cueros de piel de cabra de Marruecos producidos por los
“marroquineros” eran conocidos en el mundo entero, donde se les reconocía
una calidad comparable a los de Córdoba. Una parte del secreto de fabricación
estaba relacionado con la corteza de alcornoque en su uso como agente
“tánico” en el momento del “adobo de las pieles”, lo que daba lugar a una piel
que no se pudría ni se encogía. La curtición con esta corteza era relativamente
rápida, aunque comunicaba al cuero un color rojizo poco apreciado. Además,
hay que pensar en la simbología de este ocio para la sociedad del Magreb.
Las tenerías eran consideradas un lugar catalizador de las fuerzas vivas, ya que
los curtidores liberaban la vida potencial contenida en una materia sin vida
aparente. Así, los curtidores eran “maestros de fecundidad,” participaban en
ritos como las bodas o las circuncisiones. El ocio tuvo una gran importancia
en Marruecos hasta bien entrado el siglo XX, cuando el cromo, o especies
vegetales como la acacia o el quebracho argentino sustituyeron al alcornoque,
M
en un intento de acelerar el proceso industrial. Sólo entonces los curtidores
dejaron de reclamar cantidades inmensas de corteza, como las 2.000 toneladas
que se calcula que necesitaba al año un pequeño taller de 1914.
Los ingenieros de montes sabían que sería inevitable el conicto con una
parte de la población local. Algunos de los funcionarios coloniales, sobre
todo los relacionados con la Delegación de Asuntos Indígenas, creían que los
pueblos debían ser recompensados de alguna manera si se les reglamentaba
el acceso a las cortezas de los alcornoques. Los reglamentos debían ser modi-
cados, para no negar la existencia de la economía del cuero. En 1934 el
delegado de asuntos indígenas propuso que los cascarilleros explotasen ellos
mismos una parte de los montes públicos, aprovechando una nueva gura de
sindicato. Una nueva colectividad necesaria “desde el punto de vista político,
ya que con ello se podría borrar la mala impresión que conservan todos, por
las concesiones hechas dentro de sus propiedades y llevadas al terreno de la
explotación, no obstante sus no interrumpidas protestas.” Pero los ingenieros
de montes estaban tranquilos con su manera de gestionar el monte: “bien
explotar nuestros bosques es resolver el problema económico de la montaña,
que es como decir el problema político y de la seguridad, ya que no existe
mejor garantía de la paz que el trabajo, ni peor consejera que el hambre.”
41 •
M
GNZ
π
Mapa forestal
del Protectorado de
Marruecos, publicado
por Ezequiel González
Vázquez en 1945.
102 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 103
José Antonio Valverde (1926-2003) fue uno de los grandes responsables de la puesta
en protección del territorio de Doñana. Pisó por primera vez “el bosque de la Rocina”
en 1952. Su sorpresa fue mayúscula: “Natural aislamiento geográco, agricultura casi
impracticable y varios siglos de consagración a recreo cinegético para aristócratas, son
las causas de este milagro, pues no otro nombre merece la supervivencia de un formi-
dable pedazo de naturaleza virgen en el piso litoral del área mediterránea.” Doñana
escondía “sorprendentes colectividades animales” y a Valverde, como a otros biólogos
como Francisco Bernis, lo más interesante le parecía las colonias de garzas, conocidas
en la comarca con el nombre de pajareras. Encontraron en las ellas “joyas supremas de
la fauna ibérica…. El interés cientíco que encierran estas colonias es enorme por ser
lugares ideales para estudiar biología y psicología animal y para practicar el anillamiento
a gran escala. Pero mayor es aún la belleza y emoción que despierta su contemplación
extasiada. Se trata de verdaderos monumentos nacionales — vivos en vez de muertos
— que debieran merecer también toda la consideración por parte del Estado español.”
En aquellos años todavía abundaban los grandes alcornoques que se descorcharon
en la zona de reserva por última vez en 1965, dos años después de las primeras compras
de ncas con ayuda de organizaciones internacionales como WWF. El mismo biólogo
realizó los primeros conteos de los alcornoques más viejos (un total de 454), y se pudo
comprobar cómo los árboles eran elegidos por varias especies de aves para colocar sus
nidos; se encontraron en ese momento 2000 pajareras. Las pajareras fueron objeto
de estudio y admiración por cientícos del mundo entero. Quizás la expedición más
famosa fue la de 1957, con ornitólogos de campo como Guy Mounfort – que en
1958 publicaría Portrait of a Wilderness. También uno de los mejores fotógrafos de
naturaleza del momento, Eric Hosking, así como personalidades como Julian Huxley.
P
Pajareras de doñana
Mauricio González Gordon, empresario del vino de Jerez y uno de los dueños de ncas
en Doñana fue el antrión.
Medio siglo después, tras los exitosos esfuerzos de Valverde y otros pioneros para
proteger una buena parte del Coto como espacio natural, el número de pajareras ha
superado las 11.000. Pero los animales están matando los mismos árboles que les han
servido de refugio. Algunos alcornoques soportan hasta 90 nidos y los excrementos de
los inquilinos caen en tal cantidad que modican las condiciones del suelo; el efecto
es parecido al de una quema por fuego. De los grandes alcornoques quedan ya sólo
menos de 170, un símbolo del Parque Nacional que desaparece rápidamente, sin que
los responsables políticos quieran poner un freno, a la hora de elegir entre el pájaro
protegido o el árbol emblemático.
58 • 91
EBD
π
Los miembros de la
expedición a Doñana
de 1957.
P P
104 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 105
PaPel
Con la mejora de las máquinas de la industria corchera surgió uno de los
productos más delicados y prestigiosos del sector: el papel de corcho. Hojas lami-
nadas de espesura inferior a un milímetro, que fueron aprovechadas por editores
como Octavio Viader, en Sant Feliu de Guíxols, responsable en 1905 de una edición
de lujo de El Quijote. Una joya realizada con hojas de corcho transformadas por
la rma Bender, que tenía fábricas en la misma ciudad y en Baviera. Uno de los
últimos ejemplos de este tipo de iniciativas fue preparado por la editorial Trabucaire
en 1990; se trata de otro libro de lujo con grabados y poemas de Joaquim Vicens
Gironella (1911-1997). Se imprimieron 125 ejemplares con papel de corcho de la
rma Articor de Palafrugell.
Pero más que el papel editorial, el gran mercado de estas hojas de corcho
durante casi medio siglo fue el de envoltorio de los ltros de cigarrillos. En 1906 la
empresa de Palafrugell Mickel, Vincke y Meyer obtuvo una patente para España
de un sistema de fabricación de papel por procedimiento mecánico. En Londres
se localizó desde 1921 uno de los grandes clientes del papel de corcho español:
la rma Carreras, con fábrica en el barrio de Candem, que tenía una marca de
cigarrillos (Craven) con puntas envueltas con papel de corcho. En 1936, una sola
empresa catalana compraba por año, para sus bobinas de papel, un millón de kilos
de corcho en plancha, con los que suministraba papel para 23 mil millones de
cigarrillos. Pero según Pere Pla, fue en 1939 que se inició la decadencia de este tipo
de producto. El mismo Pla aseguraba que antes de esta crisis, había sido la entrada
de la mujer en el gremio de los fumadores el que había abierto las puertas al corcho
en el sector del tabaco.
Aunque las boquillas de muchos cigarrillos sigan hoy imitando el aspecto
del corcho, las tabacaleras ya no compran este tipo de papel. Sin embargo en
los últimos años, sobre todo en Portugal, ha resurgido con fuerza en el mundo de
la moda y de la marroquinería. Un buen ejemplo son las colecciones de Marta
Ricardo, con taller en Azaruja, cerca de Évora.
17 •
P P
MR
ASF
π
Cuatro modelos
portuguesas posan con
prendas diseñadas por
Marta Ricardo, donde
los tejidos de corcho
son un elemento
importante.
π
Máquina para
fabricar papel de
corcho.
106 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 107
Plan de Calas
La calidad del corcho en el monte se puede estudiar gracias a una herra-
mienta llamada Plan de Calas, implementada por primera vez por la Junta
de Extremadura en 1985, con la ayuda del instituto Iprocor. Este sistema se
basa en la realización de muestreos sistemáticos en diferentes ncas, en pie
y en las pilas. A las calas extraídas (los pedazos de corcho) se les somete a un
análisis de la calidad, permitiendo trasladar estos datos al resto de la explota-
ción y proporcionando así a los propietarios y gestores, una información que
reeja el estado de la masa o el precio que se podría alcanzar por la venta
de su corcho. Muchas veces, el propietario forestal, ignorante del grado de
riqueza de su nca, ha malvendido su corcho a industriales mucho mejor
informados. Se trata a menudo de una negociación desequilibraba a favor
de la industria.
La dimensión de calas
suele oscilar entre los
10 x 10 cm y los 25 x 25
cm. Una vez recogidas y
marcadas, son introdu-
cidas en bolsas herméticas
hasta su posterior pesada
en la balanza. Tras el
ejemplo extremeño, otros
organismos públicos como
la Consejería de Media
Ambiente de Andalucía,
han incorporado Planes
de Calas en sus intentos
para ayudar a los respon-
sables de explotaciones de
dehesa de alcornoque en
sus labores de gestión y
comercialización. Se trata
de un buen complemento
a otras herramientas como el establecimiento de Rodales
Selectos, el control de la calidad de las semillas, la coope-
ración en el control de las plagas y enfermedades del
alcornocal o el apoyo a la gestión de ayudas y subven-
ciones a la gestión de los alcornocales.
30 •
π
Aspecto de la
suberoteca de Alcalá
de los Gazules,
en Cádiz, donde
el trabajo con las
muestras de los
Planes de Calas es
permanente.
P P
FS
FS
108 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 109
PlÁstiCo
Cada vez que un grupo de clientes deja de conar en el corcho como
proveedor, un segmento del sector corchero desaparece, cayendo en consecuencia
los precios de compra de todo el corcho en los montes. Son pasos sucesivos hacia la
no sostenibilidad económica de este frágil sistema.
Desde hace ya varias décadas, los derivados del petróleo han querido arrebatar
al corcho su posición de privilegio en los cierres de botellas vendidas en todo el
mundo. Es muy tentador un mercado que mueve, aproximadamente, unos 13.000
millones de tapones de corcho al año. En muchos casos, como en los productos de
farmacia, sucedió principalmente después de la década de 1930. Lo mismo pasó
en la década de los 50 en los corcholatas, provocando el cierre de muchas fábricas
corcheras que dependían del mercado de la arandela y que mantenían alto el precio
de los corchos denominados delgados.
En lo referido al vino, apro-
vechando la lentitud del sector
corchero a la hora de poner solución
a problemas graves como el TCA,
y sin dudar en recurrir a agresivas
campañas de difamación, muchos
vinos del mundo entero pasaron a
tapar sus botellas con cierres sinté-
ticos. Ha sido un fenómeno global en
las últimas dos décadas, pero especial-
mente duro en países sin una antigua
tradición vinícola, como Australia o
en fuertes mercados compradores,
como el inglés. Cuando el respeto por
el medio ambiente es sólo un super-
cial elemento de marketing, llamar
la atención con tapones de colores
es a veces una posibilidad demasiado
económica, fácil y tentadora.
26 • 28
P P
π
En demasiadas
ocasiones los plásticos
imitan el aspecto del
corcho, lo que dificulta
al consumidor final la
elección correcta de
la botella de vino a
comprar.
LG
GP
110 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 111
PrimitiVo artigas
Fue un ingeniero de montes formado en la primera escuela especial del
ramo, la que estuvo localizada en Villaviciosa de Odón hasta 1869. Nació en
1846 en Torroella de Montgrí, un pueblo cercano a la zona más corchera de
Gerona. Fue uno de los primeros especialistas cientícos españoles del campo
corchero, en contacto con los mejores forestales franceses, que publicó varios
tratados de consulta imprescindible durante muchos años.
Profesor en varias etapas de la Escuela de Ingenieros de Montes de El
Escorial, estimuló desde 1882 las excursiones didácticas a las zonas de alcor-
nocales de su provincia natal, fomentando el estudio de la mejora de los alcor-
nocales. Estas visitas darían lugar a su libro más conocido, Alcornocales e
Industria Taponera, editado por primera vez en 1887.
Consciente del “gran descuido” con que se trataban los alcornoques, posi-
blemente ha sido el técnico forestal español más atento a las posibles innova-
ciones en el campo del descorche. Estudioso de la aplicación en España del
sistema de Capgrand-Mothes, también mencionó en sus textos una sierra de
mano que la familia catalana Barris había aplicado en sus alcornocales del
norte de Argelia.
6 •
P P
6
112 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 113
PubliCidad y ProPaganda
La imagen del corcho es heterogénea; va de la simple publicidad empre-
sarial a la propaganda sobre el corcho nacional. La comunicación sobre la
cadena de custodia al fomento de los procesos de transformación más inno-
vadores se hace relevante. Nunca ha dejado de ser necesaria una promoción
para hacer conocer a industriales y usuarios un producto natural, misterioso y
no demasiado transparente.
La publicidad ha procedido tanto del campo empresarial como institu-
cional. Organismos públicos como la Comisión Mixta del Corcho, calcada
en 1932 sobre el formato de la Comisión Mixta del Aceite, sintió la necesidad
de lanzar concursos para planes de propaganda. Los carteles ganadores del
concurso de 1933 fueron
expuestos en el Círculo de
Bellas Artes de Madrid.
Por otro lado, los empre-
sarios individualmente o
en conjunto, han dedicado
dinero al hecho de comu-
nicar sobre el corcho, de
publicitar sus productos. Se
han elaborado campañas
que han dado la oportu-
nidad a las empresas de valo-
rizar las calidades de cada
marca, los puntos fuertes.
La capacidad de enfrentarse
a la cuestión del TCA ha
sido uno de los argumentos
más utilizados en los últimos
años. En España un ejemplo
reciente ha sido la campaña
Cork del grupo Diam. Ha
sido un intento de insertar el
P
corcho en la industria del siglo XXI, comunicando tanto sobre las modernas
tecnologías de transformación (“corcho reinventado”) como usando formatos
y soportes de comunicación originales, como sagas de video online o las redes
sociales.
P
π π
Uno de los carteles
que se presentaron al
concurso de 1933.
CAR CAR
CAR
114 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 115
saCa
La saca, pela o descorche es una operación delicada que consiste en separar el tejido
suberoso de la casca, mediante el desgarramiento de las membranas de las células de
corcho recién formadas. Para que el corcho “se dé” es necesario, por tanto, que la capa
generadora subero-felodérmica se encuentre en actividad. El periodo óptimo para el
descorche es corto ya que debe coincidir con la fase más activa del crecimiento anual y
se reduce en la práctica a menos de tres meses, en general desde nales de mayo.
Los colores que cubren el tronco del alcornoque después de la saca siempre han
fascinado a los curiosos. En palabras de Artigas, “descorchado el tronco, presenta un
color entre amarillo de cera y amarillo de paja, aproximándose más al primero, que,
pasando por varias gradaciones del rojo, desde el rojo de ladrillo y rojo de sangre, hasta
el rojo parduzco, termina al nalizar el turno del corcho, por adquirir el color ceni-
ciento ó parduzco.” Precisamente, cuando el corcho presenta en las hendiduras del
agrietado un color amarillo-rosado, se considera maduro, listo para una nueva pela.
Normalmente deben pasar un mínimo de nueve años entre una pela y otra, o doce si se
trata de los alcornoques catalanes.
El manejo del hacha exige una gran habilidad para que el lo no toque la casca.
El trabajo debe ser controlado por un buen manijero, ya que las heridas en la casca
afectan irreversiblemente a la producción del
árbol. Cuando la casca se separa del leño y
queda pegada en fragmentos al vientre de
la pana, es recomendable colocar sobre la
herida el fragmento despegado, jándolo con
pequeños clavos.
6 • 91
S
AS GP
PV
116 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 117
saCaCorChos
Los primeros sacacorchos conocidos se remontan a la Inglaterra de la primera
mitad del siglo XVIII, coincidiendo con los inicios de la industria moderna de
botellas de vidrio y de tapones de corcho. El ancestro del sacacorchos ya se describe
en 1681 como un tirabuzón o espiral metálica con un extremo curvado con forma
de pico. Surge luego un elemento transversal y solidario al mismo, metálico o de
madera, formando parte del conjunto en forma de cruceta (t) para mejor manejo.
La primera patente es la que registra en 1795 Samuel Henshall, dueño de una
tienda en Edimburgo.
El “objeto ordinario más extraordinario”, en palabras de Bernard Pivot,
siempre demostró con el tiempo mucha creatividad. Los primeros evolucionaron
para reducir los esfuerzos de extracción, como los de camarero, que usan un
punto de apoyo sobre embocadura de botella, actuando en forma de palanca.
Tienen pequeña navaja para rebanar la cápsula que envuelve el corcho. Los de
mariposa se ajustan al gollete y cuentan con dos brazos
accionados por sendas ruedas, que se abren hacia
arriba como alas de mariposa; cuando las alas
están en posición vertical, queda accionarlas
al unísino con ambas manos hacia abajo
para la limpia extracción.
En el siglo XIX se registraron cientos
de patentes en Europa, lo que demuestra
hasta qué punto este objeto imprescin-
dible ha podido entusiasmar tanto a
inventores (a menudo cuchilleros o
armeros) como a usuarios. Fabricados
en serie o de manera artesanal en
ocasiones piezas únicas, baratas o lujosas,
la diversidad de formas, mecanismos y
materiales en los sacacorchos es sorpren-
dente. La atracción ejercida por este objeto
sobre los coleccionadores es comprensible.
73 • 85
S S
CAR
TRML
π
Detalle de un
dibujo de Thomas
Rowlandson
(1756-1827).
π π
Autorretrato de
Alexis Grimou (1678-
-1733), conservado en
el Museo del Louvre.
En la parte inferior se
observa uno de los
primeros sacacorchos
de la historia de la
pintura.
118 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 119
san abundio y nuestra señora del
alCornoQue
La costumbre popular de un pueblo como Hornachuelos, en Córdoba,
ha convertido a San Abundio en patrón de los corcheros. Un santo que se
dice lleva en la mano un cuchillo de rajador y una rama de alcornoque, cuya
esta se celebra cuando suele acabar la campaña de saca, el 11 de julio, un
momento en que el calor andaluz aprieta ya demasiado y se celebra la conme-
moración de su martirio. En su representación iconográca, el santo lleva un
alfanje en la mano izquierda y en la derecha una hoja de palma, símbolo de
martirio. Abundio fue un clérigo de Hornachuelos al que un cadí musulmán
le mandó cortar la cabeza en el año 854. Ya que la esta se celebra cuando
ya se han cobrado los dineros de las sacas, se suelen celebrar por todo lo alto.
Si en España abundan las vírgenes de la encina, no se conoce una sola
dedicada al alcornoque. Sí se ha localizado una en Portugal, Nossa Senhora
do Sobreiro, en la aldea de Varatojo, cerca de Torres Vedras. No es una
comarca famosa por sus alcornocales, pero como en casi todo el país, quedan
pies sueltos en los restos de robledales que todavía sobreviven en la zona. La
imagen se dice que fue encontrada en la cavidad de un alcornoque a nales
del siglo XV. Los vecinos de Torres Vedras la veneraban en los años de sequía,
cuando la trasladaban al templo de Nossa Senhora da Graça. Una nueva
capilla se construyó en su honor en 1779. Fue una imagen muy rezada hasta
1910, en que con la llegada de la República cayó en el olvido.
64 •
S S
EN
120 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 121
suberiCultura
En 1950, el ingeniero de montes portugués Joaquim Vieira Natividade (1899-
-1968) publicó un tratado que suponía el resumen de su trabajo, durante 20 años,
como director de la Estación de Investigación del Alcornoque en Alcobaça. Todavía
hoy es un libro respetado y consultado que ha sido traducido al francés, al italiano y al
castellano. Ésta última traducción, publicada en 1991, la preparó Gregorio Montero.
Natividade investigó los alcornoques desde todos los puntos de vista: botánico,
forestal, tecnológico o económico. Se estudiaba un árbol que para el ingeniero había
que plantar por todos los medios, pero no de cualquier manera: “no pidamos aquí
más alcornoques con la cruel voluptuosidad con que en las corridas de toros españolas
se piden más caballos, para acabar destripados por los cuernos de la era. Queremos
más riqueza, y no más carnicerías; queremos árboles productivos, longevos, sanos
y no víctimas que se decapitan, desuellan y queman en holocausto a la ganancia
imprevisora o al derroche sin escrúpulos.” La mejora de los alcornocales debía inspi-
rarse en una subericultura cientíca, alimentada con las aportaciones conseguidas
por el estudio de la biología del árbol, de la siología vegetal, de la ecología, de la
pedología, de la tosociología, de la genética, de la topatología y de todas las ciencias
básicas en que éstas se apoyan. Semejante base de trabajo demuestra que el ingeniero
luso estaba al tanto de las últimas innovaciones de la ciencia de su tiempo, siendo
en muchos momentos el primero de su gremio en incorporar nuevas perspectivas,
modernos puntos de vista.
Natividade tuvo oportunidad de visitar los alcornocales de España en varias
ocasiones, dejando huella entre los técnicos hispanos. Su primera visita fue posible-
mente la de 1934, con motivo del Congreso Internacional del Corcho celebrado en
Madrid. Fue una buena ocasión para cambiar impresiones con Salvador Robles
Trueba, entonces responsable de los alcornocales municipales de Jerez y de Ronda.
Fue el mismo Robles, Director General de Montes en 1951, el que invitó al colega del
país vecino a hacer un viaje de estudio por Cádiz y Málaga. Natividade tomó buena
nota de los problemas de las masas forestales andaluzas, proponiendo soluciones en
varios artículos publicados ese mismo año. Tiempo más tarde, en 1957, el portugués
volvió a aceptar una invitación de los españoles para dar una conferencia en Madrid,
en la Escuela de Ingenieros de Montes.
35 • 62
6 •
S S
JNC
122 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 123
suberina
El corcho fue el primer tejido vegetal cuya estructura se observó con un
microscopio. Fue descrito y dibujado por Robert Hooke en 1667; esta obser-
vación, de hecho, fue la que dio lugar a la primera descripción de las partes
de la célula en la historia de las ciencias naturales. El inglés observó cómo la
célula de corcho es un poliedro de 14 caras, una forma geométrica que al ajustar
unas células con otras, da un coeciente de conductibilidad térmica extrema-
damente bajo. La transferencia de líquidos o la difusión de gases a través de
las paredes celulares es así muy lenta; un espesor de un milímetro de corcho,
con unas treinta capas celulares, ofrece una impermeabilidad a los líquidos casi
perfecta. El corcho está constituido prácticamente por membranas celulares, no
existiendo espacios intercelulares entre ellas. El contenido de la cavidad celular
es gaseoso en un 89%.
Los primeros estudios relativos a la composición química del corcho los
realizó el italiano Luigi Brugnatelli (1787) quien obtuvo, tras tratar el material
con “acide azotique”, un producto que bautizó como ácido subérico. Michel-
-Eugène Chevreul (1807) continuó estos estudios, identicando la suberina, la
sustancia más destacada que entra en la composición de los tejidos suberosos.
Chrevreul llamó suberina al esqueleto de corcho privado de los principios que
le acompañan, tras la acción de disolventes. La suberina es el principal consti-
tuyente del corcho, representando un 50% del material, lo cual le conere al
corcho una elevada elasticidad. Es muy estable químicamente y su principal
función es servir de barrera a los líquidos y a los microbios. Conere al corcho
una elevada elasticidad. Buena parte de la investigación reciente para la mejora
de los tapones ha buscado trabajar un corcho que mantenga la suberina pero
que elimine otros compuestos como la lignina, responsable en la estructura
material del sostenimiento.
La modicación de los componentes del corcho ha sido una parte importante
de los últimos avances de la industria corchera. Los tapones Diam, por ejemplo,
son fabricados a partir de un corcho que mantiene la suberina, y sus capacidades
elásticas, pero que elimina la lignina. Desaparecen las venas típicas del material,
factor importante en la alteración de la neutralidad organoléptica.
43 •
S S
HOO
π
Detalle de uno de
los dibujos publicados
por Hooke en 1667.
124 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 125
En la década de 1980, cuando
nada parecía que podía poner en
cuestión el monopolio del corcho
como producto base para fabrica-
ción de los mejores tapones de vino,
resurgió con fuerza un problema
viejo al que se le bautizó con un
nombre técnico por primera vez. No
era una novedad la cuestión del “olor
a moho”. En 1900 ya se comentaba
una cuestión de ese tipo, atribuyendo
un origen microbiológico, relacio-
nando todo con problemas forestales
como la “mancha amarilla.” Era un
gusto que alteraba sin remedio el
vino, para desespero de productores
y consumidores. Durante todo el
siglo XX, se sucedieron los intentos
en la investigación enológica para
localizar la causa de esos malos olores que estropeaban una pequeña proporción
de botellas de vino. Sólo con la aplicación de técnicas químicas procedentes de
otras disciplinas, desde la década de 1970 se empezaron a entender los diversos
procesos que provocaban estas alteraciones y, sobre esta base, se pudieron desar-
rollar las herramientas necesarias para mejorar el control de la calidad taponera.
T
tCa
La década de 1980 fue un tiempo de inquietud para los corcheros; se multipli-
caban las devoluciones de envíos y aparecieron varios casos muy sonados de “olor
a moho” que habían hecho perder mucho dinero a algunas bodegas extranjeras,
como sucedió con la bodega David Bruce (California) donde, en 1987, las pérdidas
superaron los dos millones de dólares. De hecho, el compuesto culpable de los
problemas del corcho en el vino hacía ya varios años que había sido detectado por
el investigador suizo Hans Tanner, sin que en conjunto, el sector corchero se tomara
en serio la cuestión rápidamente. Tanner se dedicó desde nales de los años 60 a
investigar los problemas del “olor a moho” consiguiendo a nales de los 70 nancia-
ción de la corchera alemana Gültig Corks. Tras quince años de intentos, incorporó
a los análisis una nueva tecnología, la “gas chromatography – mass spectrometry
(GC-MS)”, útil para la separación e identicación de compuestos químicos. Con
el nuevo aparato, consiguió encontrar la molécula orgánica culpable, los cloroani-
soles, especialmente el 2, 4, 6-tricloroanisol, más conocido por las siglas TCA. En
1981 publicó sus primeros resultados, pero avanzaban los años 80 y la ola de quejas
y devoluciones se hacía más y más insostenible. Según Georges Taber, era fácil
ignorar el problema cuando los corcheros todavía no sufrían la competencia de los
tapones alternativos, siendo palpable que además había crecido el precio del corcho
un 340% entre 1982 y 1989.
El sector corchero español, tradicionalmente poco innovador, se vio obli-
gado a reaccionar a los ataques. Nuevas instituciones surgieron como respuesta,
como por ejemplo el caso el caso del Institut Catalá del Suro (Palafrugell, 1991).
La Confédération Européenne du Liège coordinó desde 1993 a 1996 el proyecto
Quercus, con nanciamiento europeo. Se buscaron a lo largo de la cadena de
custodia de la transformación del tapón las causas potenciales del mal olor. Sobre
la base de los resultados de Quercus, fueron redactadas en 1999 las componentes
del Code International des Pratiques Bouchonnières. Desde 2000 la aplicación del
código se ha formalizado en el sello Systecode.
Algunas empresas como Diam Bouchage han dado grandes pasos en la
resolución de este problema. El proceso Diamant, con patente desde 2003,
utiliza las propiedades del CO2 en estado súper crítico para la extracción de los
componentes volátiles del corcho. La fábrica española del grupo, en San Vicente
de Alcántara (Badajoz), consigue transformar más de 18 toneladas de corcho por
día con este sistema.
82 •
T
ASC
126 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 127
π
Aspecto general de
las instalaciones de
Diam en San Vicente
de Alcántara.
DM
128 π Ignacio García Pereda Diccionario Ilustrado del Corcho π 129
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EN
136 π Ignacio García Pereda
JRA
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A partir de la información emanada en los padrones de habitantes de Sant Feliu de Guíxols, Palafrugell y Palamós de 1930 se analizan los procesos de emigración hacia dichas localidades de trabajadores procedentes de otras poblaciones. Las transformaciones en los sistemas productivos corcheros de principios del siglo XX facilitaron el desarrollo de nuevas fábricas de grandes dimensiones, mecanizadas y con una división del trabajo más acentuada que la existente en los obradores típicos del siglo anterior. Se analiza la periodización de esos fenómenos migratorios, origen, características y elementos de atracción de esas tres poblaciones; con la finalidad de plantear que las diferentes características de las fábricas de Sant Feliu de Guíxols propiciaron la llegada de un perfil de trabajadores notablemente diferentes de los llegados a las otras dos localidades.
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En este trabajo se analiza la evolución y composición del comercio exterior español de productos corcheros durante el período 1849-2000, a partir de la Estadística del Comercio Exterior de España. Dicho análisis pone de manifiesto cambios importantes en el negocio corchero, entre los que destacan la concentración de la actividad industrial en la Península Ibérica, la relevancia del comercio de importación en el último cuarto del siglo XX, y la vuelta del negocio al tapón, tras frustrarse el proceso de diversificación de la industria y del comercio iniciado en los primeros años del siglo pasado.
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This article discusses the origins and early development of the cork forest and commercial activities in Extremadura, and the emergence and evolution of the cork industry in this Spanish region. These activities are characterized by the massive presence of Catalan and English people, firstly acquiring the cork in the Extremadura forest or leasing the production of them, and secondly, by participating in the formation of the first Extremadura societies in the processing of this raw material and / or in the preparation and export of it through the Andalusian ports, mainly.
Article
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Is Conservation of Sacred natural sitesin Morocco incompatible with socioeconomicdevelopment? Sacred natural sites in Morocco are protected traditional reserves of relict Mediterranean ecosystems with high cultural and ecological values. They materialize traditional ecological knowledge endangered by various ideological and political threats. The aim of this work is establishing a geographic inventory of sacred sites in the Province of Larache (N Morocco) and analyzing their distribution in relation with some socioeconomic indexes. The topographic cartography used (1/50000) has allowed the location of 575 sacred sites with178 of them possessing sacred forests. A Geographic Information System incorporating various types of spatial data allowed stating that location of sacred sites depends on human presence: more frequent at low altitudes and with high density at the piedmonts in comparison with mountainous areas, they are also more abundant near rural hamlets and at the proximity of the roads. On the contrary sacred sites are rarely close to urban areas and large rural settlements. Rural communities away from cities possess more sacred groves. In relation to socioeconomic data, the number of sacred sites by rural community is negatively correlated with social development index and rate of electrification. The abundance of sacred sites has however a positive correlation with rural communities that have high rate of aged population and high rate of mobile telephonic connection. These results suggest that in the absence of a national strategy of conservation and valuation of traditional ecological knowledge, access to basic social services is detrimental to the conservation of sacred sites. Key words: Sacred sites, GIS, Development index, Larache, Ecological knowledge.
Conference Paper
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En1975 Josep Pla publiait le 28e volume de l’Obra completa: Direcció Lisboa, où le narrateur planien évoque les trois itinéraires différents qui l'ont mené au Portugal. Le voyage en terre lusitane devient une réflexion sur la politique d’Oliveira Salazar, l'industrie du liège et les liens politico-culturels de la Catalogne et du Portugal. L'interprétation portugaise de Josep Pla fait appel à des approches et des matériaux historiques et littéraires, et lie la poétique planienne à la contemporanéité.
Book
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En este libro se presentan los contenidos necesarios para el conocimiento del alcornoque en relación con el aprovechamiento del corcho, describiéndose de forma práctica y aplicada, con más de 270 ilustraciones, las principales fases y técnicas. De manera secuencial, primeramente se hace un completo repaso de sus principales características biológicas, botánicas y ecológicas, así como de los elementos de la corteza del árbol que participan en la formación y desarrollo del corcho. En segundo lugar, se describen los principales criterios seguidos en la técnica del descorche. Todo ello encaminado a tener la mejor calidad del corcho posible según los parámetros caracterizadores que se describen. En particular, se presta especial atención a las principales fases del proceso de descorche, con recomendaciones para cada tarea, presentándose múltiples ejemplos gráficos con los procedimientos correctos de cómo proceder en cada fase y las precauciones a tener desde el punto de vista selvícola y fitosanitario. Como en todos los módulos formativos, se presenta de forma concisa las principales medidas a tomar en relación con la prevención de accidentes, finalizándose con un repaso de la normativa básica a nivel europeo, nacional y de cada Comunidad autónoma en relación con el descorche, así como de la legislación relativa a la prevención de riesgos laborales en estas operaciones. Ejecución de trabajos de descorche del alcornoque corresponde al Módulo Formativo (MF1120_2): Ejecución de trabajos de descorche, relativo al Certificado de profesionalidad (AGAR0108): Aprovechamientos forestales, cuyo contenido está adaptado al Real Decreto 1.375/2008, que regula los Certificados de Profesionalidad en la Familia Agraria. Con este libro se pretende preparar a los profesionales del descorche para que adquieran las competencias profesionales necesarias para el desarrollo de su trabajo. Al mismo tiempo, se pretende hacer llegar a cualquier lector el interesante mundo del corcho, de hecho, el alcornoque es una de las especies forestales de mayor interés por su beneficio ambiental, económico y social. Tampoco hay que olvidar su importancia en la tarea de conservar las tradiciones de áreas rurales, no en vano, dichas técnicas y herramientas de descorche han permanecido siendo las mismas en los últimos 300 años.
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This article analysis, through the carrying out of field work, the social structures and organisation of the extraction of cork in Extremadura and Andalucia, comparing it with the same activity carried out in Girona and Castellón. Special attention is paid to the división of labour, to the basic characteristics of this work and its transformation over the last fifty years,
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Una asignatura pendiente de las estrategias de conservación de la biodiversidad radica en las especies arbóreas de amplia distribución. Frente al mantenimiento de la diversidad interespecífica que se aplica a los taxones herbáceos/arbustivos, las especies arbóreas fundamentan su capacidad de cambio en la diversidad intraespecífica. El alcornoque es un ejemplo de especie longeva, de amplia distribución cuya conservación como tal no está en principio amenazada. No obstante, las diferentes estaciones en las que habita, la historia de sus poblaciones y el desconocimiento de su ecología, hacen que estas amenazas sean más crípticas y hayan permitido su extinción local o regional. Las estrategias de conservación de la especie deben priorizar el mantenimiento de su diversidad intraespecífica y de los procesos que la generan, como la introgresión con otras especies de Quercus. The strategies for conservation of biodiversity have a major lack in widespread tree species. While the rule in herbaceous/shrublike taxa is ensure the maintenance of interspecific diversity, the changing ability of tree species relies on intraspecific diversity. Cork oak is an example of long-lived, widespread species not considered as threatened. However, cork oak inhabits several sites, with different population histories and ecological constraints frequently unknown. Thus, menaces are more cryptic, allowing cork oak’s regional or local extinction. Conservation strategies should focus in maintaining cork oak’s intraspecific diversity and the processes that generate it, as it is the introgression with other Quercus species.
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Many Mediterranean species have evolved strategies that allow them to survive periodic wildfires. Quercus suber trees resprout after fire, some from stem buds and others from basal buds only. In the former case the canopy recovers quickly. In the latter case the stem dies but the tree survives and regrows from basal sprouts. The probability of stem death and the degree of height recovery were studied after a fire in a Q. suber forest in NE Spain using logistic regression analysis. The results suggest that most trees survive after fire; the probability of stem death is negatively related to tree diameter; and recovery is positively related to tree diameter and to bark thickness. Implication for management and conservation of cork-oak forests are discussed.