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Impacto de la tecnología como nuevo riesgo psicosocial en el trabajo

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Abstract

Hace más de treinta años, la Organización Internacional del Trabajo caracterizó algunos factores del trabajo que afectaban a nuestra salud: la mala utilización de las habilidades, la falta de control, el conflicto con la autoridad, la desigualdad de salarios, la falta de seguridad en el trabajo o los problemas de las relaciones laborales y que fueron denominados factores psicosociales de riesgo (Organización Internacional del Trabajo, 1986). Pero estos factores de riesgo han ido modificándose en los últimos años con los nuevos contextos laborales y los cambios que se han producido en al ámbito social, económico, y sobre todo tecnológico. Así, han aparecido nuevos factores con claras repercusiones negativas para la salud física, social y mental de los trabajadores. En esta línea, muchas de las recientes innovaciones técnicas tienen implicaciones y consecuencias para la salud y el bienestar de los trabajadores. De una parte porque mejoran determinadas condiciones de trabajo pero, por otra, porque introducen nuevos riesgos de carácter psicosocial tanto por su impacto directo sobre las formas de trabajo, como por su influencia en las formas de organización, ampliación de los recursos y modos de control, y expansión de la capacidad de almacenar, combinar y analizar datos.
Citar:
Bretones, F. D., González-González, J. M., Francés-Gómez, P. y González, R. (2017). El impacto de las
tecnologías como nuevo riesgo psicosocial en el trabajo. En C. Palma y M. González y (Eds.), El riesgo
tecnológico: impactos sociales (pp. 107-123). Madrid: Catarata.
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El impacto de las tecnologías como nuevo riesgo psicosocial en el trabajo1
Francisco D. Bretones
José María González-González
Pedro Francés
Rocío González-Martínez
(Universidad de Granada)
"El cerebro humano es todavía
infinitamente superior a cualquier
cosa hecha de silicio. Si dejas caer
una tonelada de manzanas en un
ordenador, nunca le sugerirá la
teoría de la gravedad" (David
Lewis)
“God help us, we're in the
hands of engineers” (Dr. Ian
Malcom. Park Jurassic 1993).
Hace más de treinta años, la Organización Internacional del Trabajo caracterizó algunos
factores del trabajo que afectaban a nuestra salud: la mala utilización de las habilidades,
la falta de control, el conflicto con la autoridad, la desigualdad de salarios, la falta de
seguridad en el trabajo o los problemas de las relaciones laborales y que fueron
denominados factores psicosociales de riesgo (Organización Internacional del Trabajo,
1986).
Pero estos factores de riesgo han ido modificándose en los últimos años con los nuevos
contextos laborales y los cambios que se han producido en al ámbito social, económico,
y sobre todo tecnológico. Así, han aparecido nuevos factores con claras repercusiones
negativas para la salud física, social y mental de los trabajadores.
En esta línea, muchas de las recientes innovaciones técnicas tienen implicaciones y
consecuencias para la salud y el bienestar de los trabajadores. De una parte porque
mejoran determinadas condiciones de trabajo pero, por otra, porque introducen nuevos
riesgos de carácter psicosocial tanto por su impacto directo sobre las formas de trabajo,
como por su influencia en las formas de organización, ampliación de los recursos y
modos de control, y expansión de la capacidad de almacenar, combinar y analizar datos.
1 La realización de este trabajo ha sido parcialmente financiado por el Ministerio de
Economía, Industria y Competitividad (DGICYT) y los Fondos FEDER, a través del
proyecto de investigación BENEB2 (FFI20014-56391-P).
Citar:
Bretones, F. D., González-González, J. M., Francés-Gómez, P. y González, R. (2017). El impacto de las
tecnologías como nuevo riesgo psicosocial en el trabajo. En C. Palma y M. González y (Eds.), El riesgo
tecnológico: impactos sociales (pp. 107-123). Madrid: Catarata.
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Solo hay que detenerse a pensar en lo que significan las Tecnologías de la Información
y Comunicación (TIC), cómo han generado profundos cambios en el proceso
productivo al interactuar con el colectivo de trabajadores, afectando diferentes
dimensiones: lo familiar, lo laboral, lo sindical, inclusive el entorno general de vida.
Es obvio que el uso de la tecnología puede ser (y es) de gran utilidad, no solo en el
ámbito social y personal produciendo una gratificación inmediata, sino también en el
laboral. Pero junto con este uso positivo también puede tener efectos perniciosos sobre
las personas, no solo de tipo físico, sino también social y psicológico (Chesley, 2005;
Thomée et al., 2011).
La tecnología puede hacer cosas asombrosas, pero todavía necesitamos que los seres
humanos establezcamos los principios morales que la guíe incluyendo la necesidad de
independencia, libertad y bienestar. De lo contrario, existe el riesgo de que la tecnología
nos gestione, en lugar de al revés, y hay una línea fina entre usar las aplicaciones para
ayudar a las personas a interactuar y ser más eficientes, o para usarlas para supervisar lo
que la gente está haciendo en una especie de “gran Hermano”.
Las críticas a las interferencias y perjuicios de este pensamiento y optimismo
tecnológico sobre el hombre han estado históricamente muy mediado por los enfoques
marxista y heideggeriano. A su vez, en buena medida estos enfoques no son del todo
independientes de la visión clásica sobre la acción técnica. No es ocioso recordar la
situación de la techne en la visión aristotélica de las virtudes intelectuales, y la
consecuente conceptualización de la “acción técnica” como aquella orientada por el
conocimiento, pero encaminada a lograr un resultado práctico o una realización exitosa
(Aristóteles, EN 1139b 15). Desde la caracterización aristotélica, la noción de técnica se
ha asociado a un saber contingente e instrumental y, por tanto, de naturaleza discutible:
un conocimiento que puede emplearse o no emplearse, y que puede emplearse con
mayor o menor éxito (Franssen et al. 2015).
La crítica de origen marxista, y que encontramos en el siglo XX sobre todo en los
pensadores críticos de la escuela de Frankfurt, como Adorno y Horkheimer, se basa
precisamente en ese carácter debatible de la técnica (Franssen et al. 2015). Frente a una
actitud optimista o neutral, que analiza el conocimiento técnico como una herramienta
que, se use o no, es preferible poseer, cabe preguntarse si la creciente y, en apariencia,
inevitable tecnificación de la vida no cambia de hecho la naturaleza de nuestro mundo y
nos deshumaniza, o facilita la dominación, enmascarando asimetrías sociales injustas.
De acuerdo con el influyente análisis de Heidegger (Heil 2011) esta crítica de la
tecnología es comprensible, pero fútil, dado que simplemente vivimos en un mundo
técnicoes habitual hablar de la “era de la informática”, o de la “era de la información”
(Davies 1997). No podemos elegir vivir en otra era: la realidad se nos presenta
necesariamente como técnica: los objetos se nos presentan como productos, o recursos,
u obstáculos para la producción. Nosotros mismos nos vemos como productores o
usuarios (trabajadores, ingenieros, gestores, consumidores, estudiantes formándose para
adquirir recursos, viajeros, televidentes, etc.) integrados en una realidad en que cada
elemento es una pieza, en el mismo sentido en que las piezas de la máquina son partes
suya, pero también “repuestos”, componentes intercambiables, sustituibles. Heidegger
Citar:
Bretones, F. D., González-González, J. M., Francés-Gómez, P. y González, R. (2017). El impacto de las
tecnologías como nuevo riesgo psicosocial en el trabajo. En C. Palma y M. González y (Eds.), El riesgo
tecnológico: impactos sociales (pp. 107-123). Madrid: Catarata.
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nos hace ver que es engañoso ver la tecnología sólo como una herramienta; es el modo
de ser de nuestro tiempo.
La técnica se había convertido desde la era industrial en el modo de ser del mundo, pero
esto había sucedido de forma más progresiva aunque para la vida de muchas personas,
ese progreso técnico implicase sacudidas vitales o grandes rupturas. Y así el análisis de
Heidegger o la teoría crítica podían resultar sorprendentes para una mayoría de
científicos y políticos adeptos a la ideología del progreso técnico como bien social. En
el caso de las TIC no sorprende en absoluto que sean objeto de reflexión y crítica social:
se habla frecuentemente de su “irrupción”, o de una “revolución”. Es obvio que se trata
de cambios rápidos, asociados a una tecnología concreta, y con un impacto inmediato en
la forma de vida, los hábitos y la mentalidad de la mayoría. El poder transformador de
estas tecnologías es tan evidente que más bien sorprende que su introducción no haya
sido precedida de algún debate social sobre su impacto.
La intuición de Heidegger nos ayuda a entender la visión de Davies (1997) quien
considera que la palabra "tecnología" debe usarse en dos sentidos. Por un lado en un
sentido amplio, donde nos referimos a aspectos tanto culturales (objetivos, valores,
códigos éticos, creencia en el progreso, creatividad) como organizacionales (actividad
económica e industrial, usuarios, estructuras y procesos). El segundo sentido, más
estricto o "técnico", el cual implicará conocimientos, habilidades, técnicas, máquinas,
productos y así sucesivamente. También para Webster (2016) existen dos posturas o
abordajes al estudio de la tecnología y su influencia en el hombre: desde una
concepción instrumental al considerarla una herramienta y la otra, desde el inevitable
cambio tecnológico, situadas en la perspectiva de optimismo tecnológico.
Si bien cabe un análisis de las organizaciones como productos técnicos (Heil 2011), esto
nos llevaría demasiado lejos en términos de analizar las consecuencias para las
personas. Cuando se habla de “técnicas de management” ciertamente nos estamos
refiriendo a la aplicación de conocimientos a la organización del trabajo, la producción,
el gobierno y el control de personas; y estas técnicas tienen desde luego un impacto.
Pero en este capítulo nos centraremos en la tecnología en el sentido más estricto
anteriormente citado, dejando el sentido amplio como telón de fondo. Porque lo cierto
es que el desarrollo de, por ejemplo, las TIC o la robótica (tecnologías en sentido
estricto) ha sido tan rápido en las últimas décadas, que ha generado un impacto
netamente diferenciado de los desarrollos técnicos anteriores o de tipo más general.
Este capítulo pretende comenzar a llenar ese hueco. Nuestra pregunta se centra por
tanto en el impacto concreto de estas tecnologías recientes en el ámbito laboral.
La influencia de las TICs sobre el trabajo y la organización del mismo se ha producido
en varios sentidos. Los nuevos sistemas informáticos incorporados al entorno de trabajo
han cambiado el diseño y los procesos de trabajo (Korunka et al., 1993) haciéndolo más
rígidos y disminuyendo las interacciones interpersonales y el apoyo social (Rifkin,
2014; Carayon, 1993).
Podríamos señalar que en la actualidad, la influencia de la tecnología sobre el trabajo se
manifiesta en tres características fundamentales (Ragu-Nathan, Tarafdar, Ragu-Nathan,
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Bretones, F. D., González-González, J. M., Francés-Gómez, P. y González, R. (2017). El impacto de las
tecnologías como nuevo riesgo psicosocial en el trabajo. En C. Palma y M. González y (Eds.), El riesgo
tecnológico: impactos sociales (pp. 107-123). Madrid: Catarata.
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y Tu, 2008). En primer lugar, por la enorme y creciente dependencia de las TIC sobre
los trabajadores y la actividad laboral que estos desempeñan. En segundo lugar, por las
continuas actualizaciones y renovaciones de software y hardware que generan una
mayor sofisticación en los procesos generando diferencias significativa entre los
conocimientos necesarios que deben tener los usuarios y el nivel de conocimiento y
competencias de éstos En tercer lugar, y consecuencia de los anteriores, las TIC han
modulado y cambiado la cultura de trabajo eliminando la jornada de trabajo
convencional, expandiendo ésta más allá del espacio físico del puesto de trabajo.
Trabajar se convierte, por tanto, en una actividad cada más mental que conlleva
procesamiento complejo de información, solución de problemas y gestión de
incertidumbres. Se redefine así el contexto físico y social del trabajo en relación con el
grupo de trabajo, la supervisión y la propia vida y entorno familiar.
Ahora los nuevos entornos organizacionales se caracterizarán por la creciente
importancia del trabajo intensivo de conocimiento y de trabajo en red. Requerirán de
personas que aumenten continuamente su interacción cotidiana con las TIC, lo que
puede provocar un agravamiento de los posibles efectos negativos asociados con su uso.
La tecnología ha hecho que el tiempo y la distancia sean ahora inmateriales para la
ejecución de muchas tareas de organización de manera que, para muchos, el espacio de
trabajo se ha convertido en la actualidad más en una actividad que en un lugar físico.
Esto representa un cambio fundamental en la naturaleza de la interacción del individuo
con su trabajo. Los sistemas de mensajería, las redes sociales, las videoconferencias así
como otras formas de comunicación en red han facilitado la flexibilización de los
horarios de trabajo así como la creación de equipos virtuales, pero han supuesto también
un desarrollo de nuevas formas de supervisión remota, un aumento de su polivalencia y
multifuncionalidad, un mayor aislamiento social y abstracción hacia el trabajo (Han,
2012; Zuboff, 1988).
Quizás uno de lo efectos negativos más notable sea la “contaminación” del espacio
laboral en el espacio cotidiano de la vida como se presenta en el tele-trabajo al hacer
uso de este tipo de tecnología en su forma más radicalizada realizado de forma
independiente desde el hogar. Las nuevas tecnologías de la información y la
comunicación representan una superación de diversas barreras relacionadas con el
tiempo y el espacio de trabajo facilitando diversas formas de teletrabajo. De esta
manera, las TIC como tecnología se incorporaron frecuentemente a las ya existentes
malas condiciones de trabajo, como por ejemplo la baja remuneración y modalidades
contractuales precarias tales como el zero-hours contract (Tomasina, 2012).
Junto a estas nuevas formas de trabajo, han aparecido nuevos dispositivos tecnológicos
tales como los denominados teléfonos inteligentes o smartphones en los que se combina
alta versatilidad, bajo precio y sobre todo pequeño tamaño, convirtiéndolo en un
acompañante imprescindible en muchos casos para hombres y mujeres. La conectividad
constante que ofrecen actualmente los diversos sistemas de comunicación (teléfonos
inteligentes, tabletas, etc.) han ampliado la jornada regular de trabajo. Los empleados
trabajan horas extras (no remuneradas), utilizando diversas aplicaciones de mensajería y
dispositivos inalámbricos, pudiendo estar conectados y contactados en cualquier lugar y
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Bretones, F. D., González-González, J. M., Francés-Gómez, P. y González, R. (2017). El impacto de las
tecnologías como nuevo riesgo psicosocial en el trabajo. En C. Palma y M. González y (Eds.), El riesgo
tecnológico: impactos sociales (pp. 107-123). Madrid: Catarata.
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momento. Este tipo de exposición continua lleva a los individuos a sentir que nunca
están libres de estas tecnologías y que su tiempo y espacio han sido invadidos.
El problema no está solo en que ahora disponemos de los medios técnicos que
incrementan la conectividad sino, y sobre todo, en que los remitentes esperan respuestas
inmediatas, y quieren establecer en todo momento comunicaciones síncronicas lo que
genera en ellos expectativas de respuesta más fuertes (Gupta et al., 2013), borrando los
límites del espacio laboral y generando una presión sobre la disponibilidad permanente
(Barber y Santuzzi, 2015).
Obviamente, esta constante disponibilidad va a conllevar diversos costes personales y
requerir sacrificios en la vida privada. Así, diversos estudios han vinculado la
disponibilidad constante a un mayor conflicto y desequilibrio entre vida laboral y vida
peronal (Derks et al., 2015; Matusik y Mickel, 2011).
Esta dependencia excesiva hacia los teléfonos inteligentes puede conducir a un uso
compulsivo de los mismos y hacia una dependencia descontrolada fuente de estrés
crónico. La mensajería instántanea y el correo electrónico poseen además un elemento
de naturaleza adictiva y potencialmente perturbadora generando expectativas parecidas
a la apertura de una carta que desencadena elementos emocionales y en donde la mera
audición del sonido de notificación de mensaje nuevo nos genera una activación
neuronal y emocional automática (arousal sobreactivado) y consiguiente deseo de leer
el mensaje entrante.
Todo esto nos lleva en muchos casos a un uso repetitivo del uso de estos medios
caracterizado por comportamientos compulsivos tales como una preocupación excesiva
por el estado del teléfono, un aumento del tiempo de manipulación del teléfono;
sentimientos de inquietud o la utilización del teléfono como forma de alivio de estados
de ánimo disfónicos tales desesperanza, culpa, ansiedad o depresión (Oulasvirta et al.,
2012; Bianchi & Phillips, 2005).
Por otra parte, la rápida obsolescencia tecnológica y la consiguiente experiencia de
descubrir que las habilidades adquiridas son propensas a una devaluación frecuente,
conduce a mayores tasas de ansiedad y estrés (Kahn et al., 1981) Existe un presión cada
vez más creciente para utilizar las aplicaciones más recientes y complejas ampliándose
el tiempo y las competencias necesarias para aprender e incorporar esos nuevos
conocimientos y habilidades tecnológicas generando, por último, una mayor inseguridad
laboral por miedo a una subcualificación tecnológica.
Todo ello exige una gran capacidad de adaptación de los trabajadores, sobre todo
psicosocial (cognitiva, emocional y conductual), con fuertes implicaciones sobre las
competencias y requerimientos necesarias para el desempeño de sus actividades
laborales. Pero a su vez, estas transformaciones pueden ser una fuente importante de
exposición diaria al estrés pudiendo tener efectos muy negativos a largo plazo sobre el
bienestar psicológico y salud de las personas (Charles, Piazza, Mogle, Sliwinski y
Alemida, 2013; Mano y Mesch, 2010).
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Bretones, F. D., González-González, J. M., Francés-Gómez, P. y González, R. (2017). El impacto de las
tecnologías como nuevo riesgo psicosocial en el trabajo. En C. Palma y M. González y (Eds.), El riesgo
tecnológico: impactos sociales (pp. 107-123). Madrid: Catarata.
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Pero a pesar de todo, diversos estudios han descubierto que los empleados rara vez se
resisten a la introducción de nuevos medios tecnológicos en su trabajo e incluso los
aceptan (Diaz et al., 2012) sitiéndose, además, más satisfechos con su trabajo como
consecuencia de ello. La mayoría están deseosos de aceptar la introducción de estas
tecnologías por su propia voluntad y sin presión organizativa (Mazmanian, 2013),
mientras que otros piensan que es una necesidad inherente de sus empleos. De hecho,
los empleados a menudo consideran estos dispositivos y medios como
"empoderadores", y sienten un mayor sentido de profesionalismo, productividad,
reconocimiento, autonomía y control al usarlos. En algunos casos, tales deseos surgen
más de los amigos, la familia o la sociedad en general que perpetúan o glorifican este
"always-ON" que de las propias demandas organizacionales del trabajo (Matusik y
Mickel, 2011).
Como vemos, el manejo de las tecnologías de la información y de la comunicación ha
llevado consigo la aparición de un nuevo factor de riesgo psicosocial: el tecno estrés o
estado psicológico negativo relacionado con el uso de las TIC, o amenaza de su uso en
un futuro. Ese estado vendrá condicionado por la percepción de un desajuste entre las
demandas y los recursos relacionados con el uso de las TIC que lleva a un alto nivel
de activación psicofisiológica no placentera y al desarrollo de actitudes negativas hacia
las TIC (Salanova, 2003).
El concepto de tecnoestrés ha ido teniendo mayor popularidad como consecuencia del
crecimiento explosivo de las tecnologías y del incremento del uso de estas tecnologías
por los usuarios finales en las organizaciones.
Su primera referencia aparece con Craig Brod (1984) el cual caracterizó como una
enfermedad de adaptación causada por una incapacidad para hacer frente a las nuevas
tecnologías informáticas de una manera sana. Para este autor, el tecnoestrés puede
manifestarse de dos maneras: bien con un aumento de la ansiedad por el uso de la
tecnología (tecnofobia) o bien por la sobre-identificación hacia la tecnología
(tecnofilia).
Salanova, basándose en el modelo de Demandas-Control (Karasek (1979), señalará que
el tecnoestrés viene condicionado por la percepción de un desajuste entre las demandas
y los recursos relacionados con su uso llevando a un alto nivel de activación
psicofisiológica no placentera según el siguiente modelo (Salanova, Cifre, Llorens, &
Nogareda, 2007):
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Bretones, F. D., González-González, J. M., Francés-Gómez, P. y González, R. (2017). El impacto de las
tecnologías como nuevo riesgo psicosocial en el trabajo. En C. Palma y M. González y (Eds.), El riesgo
tecnológico: impactos sociales (pp. 107-123). Madrid: Catarata.
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Así, según este modelo, el tecnoestrés sería consecuencia del desbalance entre los
recursos tecnológicos disponibles (tecno-recursos) y las demandas tecnológicas que nos
exige el puesto de trabajo. Entre los tecno-recursos, debemos señalar no solo la
formación y la infraestructura adecuada sino también otros de índole más social, tales
como la falta de apoyo o soporte no sólo técnico, sino también el apoyo social de los
compañeros (Joo, Lim y Kim, 2015).
Obviamente este desbalance no será igual en todos los trabajadores y estará mediado
por los recursos personales disponible que cada uno tenga, tales como conocimientos y
competencias tecnológicas, capacidad de resistencia así como otros factores de
personalidad.
Con respecto a la ansiedad informática o tecnofobia (Brosnan 1998) esta describe el
miedo, la aprehensión y la agitación que pueden experimentar algunas personas al usar
o interactuar con sistemas de tecnología (Gaudron y Vignoli 2002). Dicha aprehensión
pueden ir desde el miedo a oprimir un botón o tecla equivocada, hasta la vacilación en
su uso por temor a cometer un error o el terror a la pérdida de información (Compeau et
al., 1999). Todos estos temores o miedos llevarán en muchos casos a desarrollar
actitudes negativas sobre las TICs generando comportamientos negativos tales como
una precaución excesiva sobre su uso, un sentimiento de sentirse molesto al ser usado
por otras personas, comentarios negativos sobre el uso de las TICs o intentos de
minimizar o incluso ridiculizar su uso (Abdul-Gader y Kozar 1995).
Otra consecuencia asociada al uso intensivo de la tecnología es el conocido como
Síndrome de Sobrecarga o Fatiga Informativa. Este síndrome de fatiga ocurre como un
trabajador debe gestionar un gran volumen de información contra-reloj. Las “nuevas”
herramientas de comunicación (portátiles, teléfonos inteligentes…) así como las
plataformas colaborativas o el uso de navegadores sofisticados ha dado lugar a una
sobrecarga de información, de manera que en muchos casos los trabajadores están
expuestos a más información de la que pueden manejar y utilizar eficazmente. Se
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Bretones, F. D., González-González, J. M., Francés-Gómez, P. y González, R. (2017). El impacto de las
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sienten inundados, son incapaces de establecer límites prácticos y prioridades con
respecto a la nueva información, y se ven obligados a trabajar más rápido para hacer
frente a los mayores requisitos de procesamiento. Estos factores dan lugar a lo que se
conoce como niebla de datos o data smog (Brilhart 2004) la cual llevará aparejada
consecuentemente una "fatiga de la información" (Weil y Rosen 1997). Además las
continuas interrupciones de los sistemas de mensajería instantánea produce mayores
sentimientos de sobrecarga (Barley et al., 2011). Toda esta sobrecarga de comunicación
puede traer aparejado, en muchos casos, un incremento del estrés y de sentimientos de
desbordamiento o angustia psicológica (Ragu-Nathan, Tarafdar, Ragu-Nathan, y Tu,
2008).
No existe una definición unitaria aceptada de este síndrome. El término generalmente se
toma para representar un estado de cosas en el que la eficiencia de un individuo en el
uso de la información en su trabajo se ve obstaculizada por la cantidad de información
pertinente y potencialmente útil a su disposición. Dabbish y Kraut (2006) la
caracterizaron por su parte como un proceso perceptivo negativo y el hecho de recibir y
enviar más información de lo que pueden manejar, encontrar o procesar eficazmente. La
sensación de sobrecarga se asocia generalmente con una pérdida de control y
tecnoestrés (West, 2007) así como a una reducción en la coordinación de tareas. Esta
sobrecarga por tanto se basa no sólo en el volumen de información que se utiliza sino
también en la capacidad de los usuarios para manejarla y procesarla.
En cualquier caso, la idea de la fatiga por sobrecarga de información no es nueva. Sin
embargo, más recientemente y especialmente a partir de las encuestas a gran escala
llevadas a cabo por la empresa Reuters y los trabajos de Shenk (1997) se comprobó que
este problema estaba afectando a la efectividad de las organizaciones, e incluso la salud
de los trabajadores y como las estrategias de afrontamiento utilizadas en el pasado ya no
eran eficaces.
En este sentido, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación son
responsables de una alta proporción del efecto de sobrecarga. Así, si el volumen de
información disponible en internet puede ser tan grande como para ser desalentador, no
hay la misma sensación sobre los sistemas de información "push". Un ejemplo, sería el
caso del correo electrónico (especialmente con el uso excesivo e innecesario de la
opción “con copia a”), los grupos de los sistemas de mensajería, los foros de opinión o
la suscripción a canales que entregan información continua al usuario sin control del
mismo.
Otros impactos negativos del uso de la tecnología, pueden ser las nuevas formas de
agresión y relaciones interpersonales negativa, tales como la incivilidad cibernética
(Lim y Teo, 2009), la ciber-agresión (Weatherbee y Kelloway, 2006) o el cyberbullying
(Privitera y Campbell, 2009) caracterizándose todas ellas por procesos comunicativo e
interacciones electrónicas que violan las normas laborales de respeto mutuo.
En conclusión, tal como hemos visto, la tecnología no es una simple transformación
objetiva y neutral. Su uso conlleva aparejado una forma de vida compleja y ambivalente
que implica máquinas y técnicas pero que siempre conduce a determinados patrones
organizativos y estilos de vida.
Citar:
Bretones, F. D., González-González, J. M., Francés-Gómez, P. y González, R. (2017). El impacto de las
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La tecnología, por tanto, no debe ser vista como una colección de herramientas
neutrales que conducen a nociones simplistas de responsabilidad (Davies, 1997) sino
que tiene su propio ímpetu e impulsa un modelo de negocio y sociedad que requerirá de
un análisis de sus consecuencias y responsabilidades sobre los trabajadores, las
empresas y la sociedad. La presencia y el pensamiento tecnológico en nuestras
sociedades actuales es inevitable pero tendremos que desarrollar estrategias para
"defendernos" de los riesgos que la propia tecnología (y sobre todo su uso) conlleva.
Estas acciones deben desarrollarse tanto en los planos organizativos, legales y
comportamentales.
Algunas propuestas podrían pasar por la lucha contra la disponibilidad constante,
aplicando políticas organizativas que limiten el acceso a las TIC durante la noche y
durante los fines de semana (Barber y Santuzzi, 2015). Más informalmente, las
organizaciones deberían distribuir pautas que explícitamente desalientan la
comunicación laboral más allá de las horas de trabajo y la cultura always ON (el caso,
por ejemplo, del fabricante alemán de vehículos Daimler que en el año 2014 implantó
un sistema en el que los trabajadores que estaban de vacaciones podrían optar por un
servicio que elimina automáticamente todos los nuevos mensajes de correo electrónico
entrantes durante ese periodo). También algunos países están considerando la
introducción de legislación específica al respecto donde los empleados no están
obligados a participar con correos electrónicos en determinados momentos o lugares (el
caso de Francia y la puesta en marcha de su ley conocida como “derecho a desconectar”
es un ejemplo reciente).
Pero estas estrategias deben ir acompañadas de nuevas formas sociales de
comportamiento tecnológico incrementando, por ejemplo el intervalo de tiempo de
consulta de los mensajes entrantes (Addas y Pinsonneault, 2015) y nuevas formas de
resiliencia hacia las demandas sociales y organizativas del uso de la tecnología. Otras
estrategias podrían pasar por la limitación del uso de smartphones corporativos o
dispositivos similares (Matusik y Mickel, 2011) dado que la existencia de éstos fomenta
un mayor grado de capacidad de respuesta y accesibilidad de los trabajadores.
Finalmente, no proponemos un rechazo a la tecnología y su uso, sino por el contrario,
abandonar posturas naïve o excesivamente idealistas, analizando el lado oscuro que el
pensamiento y uso de tecnología conlleva y abriendo una reflexión o debate sobre las
implicaciones que esta tiene con el fin de defendernos de sus peores consecuencias. Es
obvio que la tecnología puede desarrollar pero también disminuir el bienestar de las
personas, dependiendo, al menos parcialmente, de nuestra sensación de control sobre las
mismas. En este sentido deberemos desarrollar la capacidad para ser suficientemente
conscientes para auto-gestionar el uso de la tecnología, aunque las organizaciones y
gobiernos deben asumir también cierta cuota de responsabilidad para ayudar a los
empleados a administrar la tecnología de una manera responsable y sostenible.
Tal como señala Heidegger (1994), el problema de la tecnología no está en su uso sino
que las cosas se nos presenta siempre como algo relacionado con el valor, el
intercambio o la instrumentalidad. Así, si históricamente la raíz de todo lo real era el Ser
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(por ejemplo, se construía un puente para cruzar el río, donde el puente, pese a ser una
obra humana con un sentido instrumental, respeta el “ser” del río), en la actualidad
todas las cosas deben “servir” para algo, y ello incluye a la naturaleza misma. No
traspasar ese límite nos puede llevar a una concepción idílica y parcial de la tecnología,
como algo instrumental, ocultando que la tecnología en si misma es Ser. Esta limitación
y sus repercusiones negativa en las personas y en la sociedad solo podremos traspasarlo
entendiendo que también la técnica misma tiene un Ser y no son solo una mera
instrumentalización. Así, frente a la actitud ingenua que ve la tecnología como un mero
instrumento que mejora nuestra vida, deberemos transformar dicha ingenuidad en
sospecha, de manera que podamos defendernos mejor de ella. En otras palabras: el mero
hecho de rechazar la tecnología o aislarnos de ella no nos permitirá escaparnos al
pensamiento tecnológico en el que, nos guste o no, vivimos. La estrategia debe pasar,
por tanto, por comprender su naturaleza no solo instrumental; y a partir del
conocimiento de la misma, desarrollar acciones individuales, sociales y normativas que
limiten su influencia, control y poder sobre nuestras vidas.
En conclusión, creemos que el estudio sobre el impacto de la tecnología no ha hecho
más que empezar y será necesario realizar un debate más multidisciplinar que permita
combinar distintos enfoques sociales, psicológicas, organizativas y normativas con el
fin de gestionar la tecnología una de manera adecuada. De lo contrario, seguiremos en
peligro de padecer el síndrome de Parque Jurásico y que el pensamiento tecnologico
gestione nuestras vidas de una manera peligrosa.
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Chapter
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The latest version of the entry "Philosophy of Technology" may be cited via the earliest archive in which this version appears: Franssen, Maarten, Lokhorst, Gert-Jan and van de Poel, Ibo, "Philosophy of Technology", The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Fall 2018 Edition), Edward N. Zalta (ed.), URL = <https://plato.stanford.edu/archives/fall2018/entries/technology/>. The citation above refers to the version in the following archive edition: Fall 2018 (substantive content change)
Article
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A qualitative study was conducted to examine the philosophy of technology of K-12 technology leaders, and explore the influence of their thinking on technology decision making. The research design aligned with CORBIN and STRAUSS grounded theory methods, and I proceeded from a research paradigm of critical realism. The subjects were school technology directors and instructional technology specialists, and data collection consisted of interviews and a written questionnaire. Data analysis involved the use of grounded theory methods including memo writing, open and axial coding, constant comparison, the use of purposive and theoretical sampling, and theoretical saturation of categories. Three broad philosophy of technology views were widely held by participants: an instrumental view of technology, technological optimism, and a technological determinist perspective that saw technological change as inevitable. Technology leaders were guided by two main approaches to technology decision making, represented by the categories Educational goals and curriculum should drive technology, and Keep up with technology (or be left behind). The core category and central phenomenon that emerged was that technology leaders approached technology leadership by placing greater emphasis on keeping up with technology, being influenced by an ideological orientation to technological change, and being concerned about preparing students for a technological future. URN: http://nbn-resolving.de/urn:nbn:de:0114-fqs160252
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A case of cyberdeviancy: Cyberaggression in the workplace The Orwell law of the future: any new technology that can be tried will be. Like Adam Smith's invisible hand (leading capitalist economies toward ever-increasing wealth), Orwell's Law is an empirical fact of life. Over the last decade, the increasing incidents of aggressive acts perpetrated against coworkers in the workplace have become a growing concern for practitioners and researchers alike. Major research perspectives being brought to bear on these activities include the conceptualization of workplace aggression and violence as deviant behaviors (Robinson & Bennett, 1995), antisocial behaviors (Giacalone & Greenberg, 1997), uncivil behaviors (Anderson & Pearson, 1999), bullying and mobbing (Keashley & Jagatic, 2002; Vandekerckhove & Commers, 2003), counterproductive work behaviors (Gruys & Sackett, 2003; Sackett & DeVore, 2001), actions resulting from experienced frustration (Fox & Spector, 1999; Spector, 1997), and revenge or retaliatory behaviors (Skarlicki & Folger, 1997; Sommers, Schell, & ...
Article
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Organizations rely heavily on asynchronous message-based technologies (e.g., e-mail) for the purposes of work-related communications. These technologies are primary means of knowledge transfer and building social networks. As a by-product, workers might feel varying levels of preoccupations with and urges for responding quickly to messages from clients, coworkers, or supervisors-an experience we label as workplace telepressure. This experience can lead to fast response times and thus faster decisions and other outcomes initially. However, research from the stress and recovery literature suggests that the defining features of workplace telepressure interfere with needed work recovery time and stress-related outcomes. The present set of studies defined and validated a new scale to measure telepressure. Study 1 tested an initial pool of items and found some support for a single-factor structure after problematic items were removed. As expected, public self-consciousness, techno-overload, and response expectations were moderately associated with telepressure in Study 1. Study 2 demonstrated that workplace telepressure was distinct from other personal (job involvement, affective commitment) and work environment (general and ICT work demands) factors and also predicted burnout (physical and cognitive), absenteeism, sleep quality, and e-mail responding beyond those factors. Implications for future research and workplace practices are discussed. (PsycINFO Database Record (c) 2014 APA, all rights reserved).
Article
The book develops a philosophical foundation to the field of management as an academic discipline using the work of Martin Heidegger as a guiding philosophy. It asks the questions ‘what is a corporation?’ and ‘what is corporate management?’ These two questions are foundational for management thought in general and management ethics in particular. Most other academic fields are in some way defined and guided by a philosophical discourse. This philosophical discourse is largely missing in the field of management thought and education. Without this foundation it can never be clear what actually belongs into a certain academic discipline and what does not. It also therefore lacks a sound and well articulated ontological foundation critical for developing approaches to ethical management. This book seeks to fill this gap and consequently represents an interdisciplinary effort between the academic field of management/business administration and philosophy, which is vital for business ethics.
Article
Health and work are complex processes. Besides, they are multiple considering the forms they take. These two processes are linked to each other and they are influenced by each other. According to this, it is possible to establish that work world is extremely complex and heterogenous. In this world, "old" or traditional risks coexist with "modern risks", derived from the new models of work organization and the incorporation of new technologies. Unemployment, work relationships precariousness and work risks outsourcing are results of neoliberal strategies. Some negative results of health-sickness process derived from transformation in work world and current global economic crisis have been noticed in current work conditions. Finally, the need for reconstructing policies focusing on this situation derived from work world is suggested.
Article
This study aims to investigate the structural relationships between secondary school teachers' TPACK, perception of school support for technology use, technostress, and intention to use technology in Korea, where a SMART education initiative has been announced recently for K-12 education. The study employed structural equation modeling in order to examine the causal relationships among the variables, and data from 312 secondary school teachers were analyzed. The results indicated that TPACK and school support had significant effects on technostress. In addition, technostress significantly influenced teachers’ intentions to use technology. Lastly, technostress significantly mediated TPACK, school support and the intention to use technology. Discussion and implications for further studies are presented in the paper.
Article
Our research examines how knowledge professionals use mobile email devices to get their work done and the implications of such use for their autonomy to control the location, timing, and performance of work. We found that knowledge professionals using mobile email devices to manage their communication were enacting a norm of continual connectivity and accessibility that produced a number of contradictory outcomes. Although individual use of mobile email devices offered these professionals flexibility, peace of mind, and control over interactions in the short term, it also intensified collective expectations of their availability, escalating their engagement and thus reducing their ability to disconnect from work. Choosing to use their mobile email devices to work anywhere/anytime-actions they framed as evidence of their personal autonomy-the professionals were ending up using it everywhere/all the time, thus diminishing their autonomy in practice. This autonomy paradox reflected professionals' ongoing navigation of the tension between their interests in personal autonomy on the one hand and their professional commitment to colleagues and clients on the other. We further found that this dynamic has important unintended consequences-reaffirming and challenging workers' sense of themselves as autonomous and responsible professionals while also collectively shifting the norms of how work is and should be performed in the contemporary workplace.