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18 N.º 12 · Invierno 2008
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José
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Yo no he nacido para esto”,
fueron las palabras de
Saramago al recibir el máximo
galardón de la literatura mundial, el
Nobel. Y añadió: “Para recibir este
premio nació, por ejemplo, Thomas
Mann, que tenía la mitad del camino
andado por su cuna y pertenecer a una
familia culta, pero no es mi caso”.
Saramago proviene de una familia muy
humilde de campesinos sin tierra. En
las habitaciones realquiladas de Lisboa
donde pasó parte de su infancia solo
había un libro. Un volumen grueso,
encuadernado en azul celeste, titulado
A Toutinegra do Moinho, propiedad de la
familia con la que compartían vivienda.
Guardaban el libro en un cajón de la
cómoda, envuelto en papel de seda,
como un gran tesoro bibliográco, con
olor a naftalina. El descubrimiento de
aquel único ejemplar protagonizó su
primera gran experiencia de lector. Lo
conesa en Las pequeñas memorias,
publicadas en español hace apenas
unos meses, en 2007. Sin embargo,
el pequeño Zezito, como lo llamaban
en familia, aprendió a leer con el
periódico. El Diário de Notícias llegaba
todos los días a su casa. Lo traía su
padre, policía urbano, porque alguien
se lo regalaba, tal vez un repartidor de
periódicos o el dueño de un estanco,
en el hogar de los Saramago no había
dinero para tal “dispendio”.
Desde aquel primer libro al que tuvo
acceso, mucho antes de comenzar a
frecuentar la biblioteca pública del Pa-
lacio de las Galveias, han pasado casi
80 años. Ocho décadas en las que José
ha ido forjando su propia biografía y
Saramago
en su biblioteca personal
Raúl Cremades García y Conchi Jiménez Fernández
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Antes de entrar lo vemos recostado en uno de los grandes sillones
negros que ocupan el centro de su biblioteca personal. El sol de
diciembre de Lanzarote acaricia la parte derecha de su cara. Parece
que está dormido. Da la impresión de que José Saramago pertenece
a ese lugar, que siempre ha estado allí, en esa misma postura de
reposo y serenidad, rodeado de sus libros. Cuando los miembros del
equipo de la revista Mi Biblioteca entramos en la luminosa estancia,
Saramago se incorpora y nos saluda con gran amabilidad. Está cansado
y enfermo. Se está recuperando de una grave neumonía que no se le
detectó a tiempo. Hace unos días cumplió 85 años. El mejor regalo
que podía recibir es la extraordinaria exposición sobre su vida y su
obra que acaba de inaugurar la Fundación César Manrique. A pesar de
su convalecencia, el premio Nobel nos atiende con generosidad y nos
habla sobre su biblioteca y sobre su vida.
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su biblioteca personal, que no serían la
una sin la otra. Igual que con el Nobel,
Saramago ha reconocido que él no na-
ció para tener una biblioteca personal.
Pero la tiene. Y nada menos que con
unos 20.000 ejemplares. Rodeados de
esos libros, que tanto signican para el
escritor, nos encontramos ahora. Ante
su persona y ante sus libros.
Para Saramago los libros son mucho
más que objetos —hasta su juventud,
desde luego, fueron artículos de lujo:
no se pudo comprar el primero hasta
los 19 años—, y no porque los ideali-
ce, sino porque detrás de cada uno hay
una persona, un autor que ha dejado
en esas páginas un retazo de su vida y
una parte de su historia, un testigo de
sus ideas. Frente a quienes deenden
el destacado papel del narrador en la
obra literaria, Saramago está convenci-
do de que, como ocurre en el cine o en
la pintura, no existe tal gura como un
supuesto mediador entre el autor y el
lector. Lo único que hay es un autor que
crea la narración a través de los perso-
najes. El autor no es otra cosa que un
alfarero de las palabras. No entiende
José esa miticación que muchos lec-
tores hacen del papel del escritor. Para
él es un trabajo más —como puede ser
el de carpintero u obrero metalúrgi-
co— que, aunque lo dirija el cerebro,
lo ejecutan las manos cuando teclean
el ordenador, vierten en él las ideas y
las van modelando hasta que cobran
forma denitiva. En su novela La ca-
verna, Saramago explica esta teoría
sobre el trabajo manual, que conesa
haber leído a un psicoanalista llamado
Grodeck: la cabeza se encarga de dar
las órdenes genéricas, pero cada uno
de los dedos tiene un pequeño cere-
bro que indica cómo hay que ejecutar
dichas órdenes. Para José escribir es,
desde luego, un trabajo manual, aun-
que también se utilice la cabeza.
Por eso, cuando Saramago está en su
biblioteca se siente muy acompañado
por tantos autores allí presentes, com-
pañeros de trabajo, amigos personales
o desconocidos, escritores clásicos de
fama mundial o principiantes que se
editan sus propios libros y se los rega-
lan a José en sus múltiples viajes por
el mundo, y que es incapaz de dejar
Lateral derecho de la biblioteca personal de José Saramago,
en la sede lanzaroteña de la Fundación José Saramago.
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olvidados en ninguna habitación de ho-
tel, por mucho peso que lleve en las
maletas. A algunos de esos sencillos
ejemplares les tiene José especial ca-
riño, porque pertenecen a autores que
viven en lugares donde escribir resulta
a la vez un lujo y una necesidad, como
Timor, Angola o Mozambique.
La suya es una biblioteca joven, cuen-
ta el propio Saramago, que ha seguido
el itinerario de su propia vida, aunque
tiene algunos ejemplares singulares
y valiosos desde el punto de vista del
bibliólo. Del XVII conserva un algo
deteriorado ejemplar de la Historia
del futuro, del jesuita Antonio Vieira
(1608-1697) —según Saramago el mejor
escritor portugués de la historia—, en
el que el sacerdote arma que Portu-
gal se convertiría en el quinto imperio.
La admiración de Saramago por esta
gura también estriba en su defensa
de los derechos de los indios america-
nos durante la época colonial, algo así
como el Fray Bartolomé de las Casas
portugués.
Es una biblioteca en continuo cre-
cimiento. Casi cada día recibe José
nuevos inquilinos para ella. Libros re-
galados que llegan de todas las partes
del mundo para compartir esta gran
estancia cuadrada, de techos muy al-
tos, bien iluminada por varias vidrieras
incoloras verticales que se intercalan
entre las estanterías a modo de colum-
nas de luz. Todos los ejemplares convi-
ven en perfecta armonía. También las
numerosas ediciones de las obras de
Saramago en tantos idiomas, que con
el tiempo se han ido multiplicando, y
desde 1998, cuando recibió el Nobel,
se han disparado. Todos parecen ser
conscientes de que forman parte de
un ecosistema singular: el de un gran
escritor con nombre y apellidos. ¿Qué
mejor manera de sintetizar el trabajo
creativo de un literato que sus escritos
y sus lecturas? Todos visten sus tejuelos
uniformados y se someten al mismo sis-
tema de clasicación que la Biblioteca
del Congreso estadounidense, según
el acuerdo alcanzado entre la Funda-
ción José Saramago y la Universidad de
Sede de la Fundación José Saramago, donde se encuentra la biblioteca
personal del autor, en el municipio de Tías (Lanzarote).
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José Saramago y Pilar del Río en la biblioteca
personal del escritor portugués ojeando el libro
Cervantes, el soldado que nos enseñó a hablar,
regalo de la Fundación Alonso Quijano.
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Granada para ordenar y digitalizar sus
documentos.
En la biblioteca también residen, por
supuesto, los personajes más memo-
rables de la literatura universal. Nos
jamos especialmente en el lugar que
ocupa el bueno de Alonso Quijano en
sus diversas ediciones del Quijote: la
de Cátedra, la de Crítica, la del IV
Centenario, la portuguesa de Relógio
D’Água, anqueadas por libros que
ejemplican los ríos de tinta que han
vertido legiones de estudiosos y co-
mentaristas de esta obra cumbre, así
como por los entremeses y otros textos
del genial Manco de Lepanto.
Algunas de las baldas contienen las
tesis doctorales realizadas sobre Sara-
mago y su obra. Cuando las contempla,
José no puede dejar de pensar en to-
das esas personas que en su día deci-
dieron libremente dedicar cientos de
horas de trabajo a analizar sus creacio-
nes. Algo que alimentaría la vanidad de
cualquiera. Su sencillez, en cambio, le
impide jactarse de ello.
La biblioteca, sin embargo, no está
completa. Para ello quizá debería ser
innita según el concepto borgiano.
Faltan algunos ejemplares importantes
en la vida de Saramago, como aquella
antología escolar de literatura portu-
guesa titulada Libro de lectura, que le
abrió las puertas, en su Instituto de Se-
cundaria, a la literatura de calidad.
Falta también una edición de su novela
Claraboya, que nunca verá la luz mien-
tras viva José. Perdió su oportunidad el
editor portugués que la recibió, a tra-
vés de un amigo de Saramago, en los
Igual que con el Nobel, Saramago ha reconocido que él no
nació para tener una biblioteca personal. Pero la tiene. Y
nada menos que con unos 20.000 ejemplares.
En la biblioteca de Saramago también residen los personajes más
memorables de la literatura universal. Nos jamos especialmente en el lugar
que ocupa el bueno de Alonso Quijano en sus diversas ediciones del Quijote.
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años 50. No la consideró lo suciente-
mente buena para publicarla. Treinta
años después, cuando Saramago ya era
famoso, aquel manuscrito apareció en
los archivos de la editorial. Pero ya era
demasiado tarde. El autor recogió su
novela y decidió no publicarla en vida.
Tampoco está El viaje del elefante. Se
encuentra en proceso de escritura. Es
la novela que le ocupa desde hace unos
meses. Una parte ya está en los archivos
informáticos, la otra está en la cabeza
de Saramago. Y en sus sueños. Sueños
con consistencia, según nos cuenta su
mujer, Pilar del Río: “muchas noches lo
oigo hablar mientras duerme, son au-
ténticos discursos completos, con ple-
na coherencia”.
¿Y los papeles personales del escritor?
Más de 500 documentos y objetos ori-
ginales: apuntes, agendas personales,
manuscritos con correcciones, recortes
de prensa, fotografías, corresponden-
cia privada, sus cartillas de notas esco-
lares, etc. Tampoco están en su biblio-
teca personal por ahora. Pero volverán
a estarlo. En este momento forman
parte de la exposición titulada José Sa-
ramago: la consistencia de los sueños,
que ha organizado la Fundación César
Manrique y que está abierta en Lanza-
rote desde el 23 de noviembre de 2007
hasta el 16 de enero de 2008.
Mientras charlamos con José en su bi-
blioteca, su mujer está despidiendo al
periodista Juan Cruz, que ha venido a
hacer un reportaje para El País sobre
la exposición. Tras ofrecernos algo de
beber, sale a recibir a Nicole, la agente
literaria de Saramago en Alemania, que
acaba de llegar por primera vez a Lanza-
rote. Gracias al buen hacer de Pilar, que
se encarga de los asuntos prácticos, to-
dos nos sentimos cómodos y tenemos la
sensación de que la recién creada Fun-
dación José Saramago ya ha comenzado
a dar sus frutos como centro de acogida
para amigos, estudiosos y admiradores
del escritor. Como arma Saramago,
esta Fundación no nace con la vocación
de contemplarse el ombligo, sino para
Sede de la Fundación César Manrique en Taro de Taíche (Lanzarote), que
alberga las dos primeras salas de la exposición dedicada a José Saramago.
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Cuando Saramago está en su biblioteca se siente muy acompañado
por tantos autores allí presentes, compañeros de trabajo, amigos
personales o desconocidos, escritores clásicos de fama mundial o
principiantes que se editan sus propios libros.
Recreación conceptual del despacho donde escribe Saramago, con la mesa en la
que ha escrito la mayoría de sus novelas, su silla de trabajo, su primera biblioteca,
la máquina de escribir Hermes que utilizó desde los años sesenta hasta 1989,
cuando concluyó Historia del cerco de Lisboa.
El comisario de la exposición, Fernando Gómez Aguilera, durante su explicación
a los miembros del equipo de Mi Biblioteca y al periodista Juan Cruz.
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el servicio de la sociedad. El escritor no
soportaría una fundación sobre sus glo-
rias y sus triunfos. Tiene tres sedes: Lis-
boa, Castril (en Granada, pueblo natal
de su mujer) y Lanzarote, donde José y
Pilar han construido una bonita casa con
amplias vistas al Atlántico junto a su re-
sidencia particular, “A casa”, en el mu-
nicipio de Tías. Por supuesto, el objetivo
principal de la Fundación es el estudio
de la obra de Saramago y de las mani-
festaciones artísticas surgidas en torno a
ella. Pero también quieren trabajar por
la justicia social y por el bienestar de
nuestro planeta. Para ello, la Fundación
se rige, en el espíritu y en la letra, por
la Declaración Universal de los Derechos
Humanos suscrita en 1948.
La generosidad de José está, des-
de luego, fuera de dudas. Cientos de
personas, colectivos e instituciones lo
han comprobado en sus propias car-
nes. Nuestra Fundación Alonso Quija-
no, editora de la revista Mi Biblioteca,
cuenta con su colaboración como Pre-
sidente de Honor desde el año 2003.
Por ello le hemos traído un presente
especial para su biblioteca personal:
un ejemplar de la edición limitada de
Cervantes, el soldado que nos enseñó a
hablar, de María Teresa León e ilustra-
da por José Luis Fariñas. Por este tra-
bajo, Liber Ediciones recibió el Premio
del Ministerio de Cultura de España al
libro mejor editado durante 2007 en su
modalidad de bibliolia. Después de
entregarle el libro, felicitamos a José
por la exposición. La hemos visitado
durante toda la mañana, con la privi-
legiada compañía del comisario de la
exposición, Fernando Gómez Aguilera,
que nos explicó cada detalle con el ri-
gor y el entusiasmo de quien ha estado
durante dos años dedicado a este im-
portante proyecto.
Saramago se muestra muy satisfecho
con la exposición: “No me han falta-
do motivos para dar gracias a la vida,
pero esta razón no estaba dentro de
mis previsiones”. Pilar nos cuenta que
ya están recibiendo peticiones de ca-
pitales de todo el mundo para alber-
gar la exposición. No es para menos.
Esta muestra también se podía haber
llamado Todo Saramago. Siglo XXI. Este
nombre recogería las dos característi-
cas esenciales que la hacen única: su
dimensión global y el magníco sopor-
te de las nuevas tecnologías.
Además de las distintas etapas biográ-
cas de Saramago, la exposición repasa
todas las facetas de su vida profesional.
La gura de José Saramago en un fotograma del cortometraje de
animación titulado La or más grande del mundo, basado en un cuento del
propio Saramago, y dirigido por Juan Pablo Etcheverry.
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Aunque se le conoce sobre todo por su
producción novelística, la poesía y tea-
tro han tenido gran protagonismo en su
quehacer literario. Por supuesto, tam-
bién se concede gran importancia a su
compromiso político. El trabajo del co-
misario de la muestra y de su equipo no
ha consistido simplemente en preparar
para las visitas los documentos guarda-
dos en la intimidad del hogar de Sarama-
go, sino en bucear dentro y fuera de sus
pertenencias personales para rescatar y
ordenar todo tipo de materiales relevan-
tes, algunos de los cuales el propio Sara-
mago desconocía o creía perdidos.
Está todo. Desde el manuscrito de
Claraboya hasta la medalla original
del premio Nobel. Los números son
sobresalientes. 700 metros cuadrados
de exposición en tres salas: dos en la
sede de la Fundación César Manrique
en Taro de Tahíche, y una en su nue-
vo equipamiento cultural en Arrecife,
que se ha inaugurado con motivo de la
exposición con el nombre permanente
de Sala José Saramago, en homenaje
a este habitante de Lanzarote desde
1993. 50 monitores digitales en los que
se muestran desde las páginas inte-
riores de los manuscritos más valiosos
hasta entrevistas, reportajes o pelícu-
las de animación. Altavoces en cada
una de las estancias con grabaciones
rescatadas o realizadas ex profeso para
esta muestra.
Sin duda, como ha armado alguno
de los visitantes, es la primera expo-
sición del siglo XXI sobre un escritor.
Una de las joyas de la muestra son las
tres singulares creaciones del artis-
ta escocés George Sandison a partir
de programas de ordenador creados
por él mismo. Son textos o palabras
de Saramago que, proyectados sobre
lugares concretos y estancias comple-
tas, consiguen sensaciones únicas en
los visitantes. Es una exposición para
recorrerla sin prisas, una especie de
museo vivo del escritor portugués. Al
terminar nuestra visita, tenemos la
sensación de que el tiempo se nos ha
quedado corto, y pensamos que hay
que volver a verla. En cuanto tenga-
mos oportunidad lo haremos.
Tras charlar un buen rato con nosotros,
José decide marcharse a reposar para
luchar contra lo que él llama “esos pe-
ligrosos fantasmas”, los neumococos.
Ha sido una mañana intensa de visitas
y está muy cansado. Le deseamos una
pronta recuperación. Se despide cor-
dialmente de cada uno de nosotros y se
marcha a su habitación. De algún modo
se lleva —en su cuerpo, en su cabeza,
en los cerebros de sus dedos— toda su
biblioteca personal a reposar con él.
Allí queda la amplia y luminosa estan-
cia llena de sus libros. Sus escritos y
sus lecturas. Los que están y los que
faltan.
Ficha Técnica
Agradecimientos:
- A José Saramago y Pilar del Río.
- A la Fundación José Saramago y sus colaboradores.
- A la Fundación César Manrique.
- A Fernando Gómez Aguilera, director de la Fundación César Manrique y
comisario de la exposición “Saramago. La consistencia de los sueños”.
- Al gabinete de comunicación de Riu Hotels & Resorts, por su contribución
a la elaboración de este reportaje.
AUTOR: Cremades García, Raúl y Jiménez Fernández, Conchi.
FOTOGRAFÍAS: Revista Mi Biblioteca.
TÍTULO: José Saramago en su biblioteca personal.
RESUMEN: Tras una visita a José Saramago y su biblioteca personal, los autores de este reportaje
describen impresiones y detalles diversos sobre el espacio y los fondos de dicha biblioteca, así como
sobre la relación del escritor portugués con sus libros. También se comentan los principales contenidos
de la exposición titulada José Saramago. La consistencia de los sueños, organizada por la Fundación
César Manrique en Lanzarote, y abierta desde el 23 de noviembre de 2007 al 16 de enero de 2008.
MATERIAS: Saramago, José / Bibliotecas Particulares / Autores Literarios.