La política educativa es un elemento estratégico que, junto con otros
elementos también estratégicos –discursivos y no discursivos–, es parte de un dispositivo, el cual tiene, en palabras de Foucault, “como función principal la de responder a una urgencia” en un momento histórico dado y se inscribe en un juego de poder que supone
unos tipos de saber.
La política educativa se formula desde un determinado horizonte ideológico a cargo de élites políticas, empresariales e intelectuales que ejercen cierto poder-saber sobre losdemás agentes sociales. Con tal política se trata de justificar los fines de la educación y las
normas de su funcionamiento, se pretende marcar la dirección de la educación de todo un
país.
La política educativa buscará interpelar a los actores educativos para que éstos se
identifiquen con su discurso y asuman el mandato como algo que hay que adoptar, hacer
cumplir y aplicar para la mejora de la educación, porque, suponen quienes conciben y
diseñan esa política, es lo que conviene a la sociedad. Ante un gobierno sordo y autoritario,
cualquier resistencia a esa política será desprestigiada, amenazada, reprimida o ignorada.
La política educativa intenta crear un fondo común de verdad, en otras palabras, establecer un “régimen de verdad”, entendiendo por verdad: “el conjunto de reglas según las cuales se discrimina lo verdadero de lo falso y se ligan a lo verdadero efectos políticos de poder” (Foucault, 1977: 199). Podemos decir entonces que la política educativa define ciertas reglas de juego, a partir de las cuales, parafraseando a Foucault, surgen ciertas formas de subjetividad, dominios de objeto, tipos de saber. Por lo tanto, hay que entender la política educativa en términos de verdad-poder.