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ANNALES ORATORII
Annuum Commentarium
De Rebus Orationis A Procura Generali
Confoederationis Oratorii S. Philippi Nerii Editum
Anno 2017 Fasciculus 15
Director
Mario Alberto Avilés, Procurator Generalis
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Annales Oratorii
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Accanto:
Pietro P. Rubens, Madonna della Vallicella, Chiesa Nuova, 1606-1608, particolare.
Foto: F. Cantone
SUMMARIUM
Al lettore . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
STUDIA
M.P. E
El Conde Alfonso Fontanelli Y Los Padri Oratoriani: Socialización, Devoción, Retiro
Y Muerte De Un Cortesano En La Chiesa Nuova (1619-1622). . . . . . . . . . . . . . . . . .13
H. L
Il colle di S. Onofrio della Congregazione dell’Oratorio di Bologna
tra Sei- e Settecento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
D. O’C
Caravaggio between Sacred Scriptures and images: the Entombment for the Chiesa
Nuova and the Capture in the Mount of Olives of the Mattei collection . . . . . . . . . . . .67
G. C
Padre Filippo «era il capitano e noi soldati particolari sotto lo stendardo suo».
Tommaso Bozio e l’istanza di assoluzione papale di Enrico IV.
Un altro inedito. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .79
L. F
Il Beato Sebastiano Valfré tra architettura e arte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101
J.A. D G
Luis Antonio Belluga: Trayectoria De Un Cardenal Oratoriano Y Su Vinculación
A La Chiesa Nuova. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .121
PAR S I I
E PROCURA GENERALI
E.A. C, C.O.
«Per tutta la vita, un pulcino sotto l’ali de la biocca». . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .157
M.A. L, S.J.
Cesare Baronio e Roberto Bellarmino:
due ‘prelati riformati’ della seconda generazione. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .162
mons. S. S
La vocazione dello storico della Chiesa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 168
Ad chronicam. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 172
E SECRETARIA PROCURAE GENERALIS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .183
Indice dei fascicoli. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203
121
LUIS ANTONIO BELLUGA: TRAYECTORIA DE UN
CARDENAL ORATORIANO Y SU VINCULACIÓN
A LA CHIESA NUOVA
J A D G)
Son numerosos los estudios que se han llevado a cabo sobre la
compleja e intrigante personalidad del que acabase siendo carde-
nal Luis Antonio de Belluga y Moncada. La mayor parte de estos
trabajos proceden del ámbito en que este alto dignatario dejó un
mayor poso y legado, esto es desde la Región de Murcia y sus institucio-
nes. Con ello, su particular modo de entender la dignidad eclesiástica y
el papel fundamental que jugó en los inicios del reinado de Felipe V, ha
suscitado igualmente el interés de numerosos y brillantes historiadores.
Dentro de este elenco se cuentan investigadores de la talla de Antonio
Linage Conde,2) María José Vilar,3) Víctor Sánchez Gil,4) Gregorio Canales
1) Investigador I+D+i contratado. Grupo de investigación HUM-362. Departamento de Historia
del Arte. Universidad de Granada.
2) Antonio Linage Conde, “Una biografía inédita del cardenal Belluga, por el obispo de Ceuta
Martín Barcia (1746)”, Murgetana 52 (1978): 113-34.
3) Mª José Vilar, “La misión ocial del cardenal Belluga en Roma en 1722-1723, a través de un
epistolario inédito”, Hispania Sacra 125 (2010): 243-65. Et, Mª José Vilar, “El Cardenal Belluga
en Italia”, en Luis Belluga y Moncada: la dignidad de la púrpura, coord. Ana Mª Buchón Cuevas
(Murcia: Fundación CajaMurcia, 2006), 317-29. Et, Mª José Vilar, “El Albergue y Hospicio de
Pobres de Murcia, fundación del cardenal Belluga: una institución benéca entre la ilustración
y el Liberalismo, siglos XVIII-XIX”, en La Iglesia española y las instituciones de caridad, coord.
Francisco J. Campos y Fernández de Sevilla (San Lorenzo de El Escorial: Ediciones Escurialenses,
2006), 453-72. Et, Et, Mª José Vilar, “Tomás José de Montes, obispo de Cartagena, contra las Pías
Fundaciones del cardenal Belluga (1724-1741)”, Anales de Historia Contemporánea 21 (2005): 221-
42. Et, Mª José Vilar, “El cardenal Belluga y la catedral de Murcia: su aportación nanciera desde
Italia”, Carthaginensia 36 (2003): 405-24.
4) Víctor Sánchez Gil, “Belluga, la corona y la iglesia romana”, en Luis Belluga y Moncada: la
dignidad de la púrpura, coord. Ana Mª Buchón Cuevas (Murcia: Fundación CajaMurcia, 2006),
122 Annales Oratorii
Martínez y Remedios Muñoz Hernández,5) Taurino Burón Castro,6) Elías
Hernández Albaladejo7) o Juan Bautista Vilar.8) Este último, a día de hoy,
se presenta como su principal biógrafo contemporáneo, tras haber estu-
diado en profundidad y publicado los epistolarios del cardenal.
Así también, en el paso de Belluga por Sevilla ha profundizado Valle
Távora Palazón,9) del mismo modo que el profesor Juan Aranda Doncel
lo ha hecho con respecto a la etapa cordobesa.10) Algo más huérfanas se
encuentran las semblanzas que lo pongan en relación con su tierra de
origen, concretamente con las ciudades de Granada y Motril, en las que
desarrolló un nada desdeñable mecenazgo que ha sido estudiado en parte
por los profesores Lázaro Gila Medina11) y Juan Jesús López-Guadalupe
251-67. Et, Víctor Sánchez Gil, “El cardenal Luis Belluga y el Colegio de los Españoles de San
Clemente en Bolonia (1725-1743): correspondencia epistolar”, Anales de Historia Contemporánea
21 (2005): 267-323. Et, Víctor Sánchez Gil, “Sobre título y autoría de un “Libellus de Immaculata
Conceptione B. M. Virginis” atribuido al cardenal Belluga”, Cathaginensia 36 (2003): 425-45.
5) Gregorio Canales Martínez y Remedios Muñoz Hernández, Herencias en benecio del alma. El
poder del clero y la ordenación del territorio en el secano litoral del Bajo Segura (Alicante: Universi-
dad – Cátedra Arzobispo Luaces, 2014), 226-44.
6) Taurino Burón Castro, “Epistolario del Cardenal Belluga con el Cabildo Catedral de León”, Car-
thaginensia 43 (2007): 161-93.
7) Elías Hernández Albaladejo, “Belluga y el mecenazgo artístico”, en Luis Belluga y Moncada: la
dignidad de la púrpura, coord. Ana Mª Buchón Cuevas (Murcia: Fundación CajaMurcia, 2006),
69-85.
8) Cf. Juan B. Vilar, El Cardenal Belluga: su obra inédita e impresa (Madrid: Fundación Ignacio
Larramendi, 2010). Et, Juan B. Vilar, Víctor Sánchez Gil y Mª José Vilar, Catálogo de la biblioteca
romana del cardenal Luis Belluga: transcripción, estudio y edición (Murcia: Universidad, 2008).
Et, Juan B. Vilar, “Luis Belluga: el hombre, el Obispo, el Cardenal”, en Luis Belluga y Moncada: la
dignidad de la púrpura, coord. Ana Mª Buchón Cuevas (Murcia: Fundación CajaMurcia, 2006),
15-25. Et, Juan B. Vilar, “Memorial jurídico de Tomás José de Montes, obispo de Cartagena, sobre
obligaciones económicas del cardenal L. Belluga para con su antigua diócesis, y respuesta de Bel-
luga desde Italia (1736)”, Anales de Historia Contemporánea 21 (2005): 243-66. Et, Juan B. Vilar,
“Belluga, imprentas e impresores en Murcia y Roma (1705-1743)”, Carthaginensia 36 (2003): 393-
404. Et, Juan B. Vilar, El cardenal Luis Belluga (Granada: Comares, 2001).
9) Valle Távora Palazón, “El Cardenal Belluga”, en Fondos y procedencias: Bibliotecas en la Biblioteca
de la Universidad de Sevilla, coord. Eduardo Peñalver Gómez (Sevilla: Universidad, 2013), 31-40.
10) Juan Aranda Doncel, La Congregación del Oratorio de San Felipe Neri de Córdoba. Estudio
histórico y artístico de un edicio singular (Madrid: Ministerio de Defensa, 2014), 21-51. Et, Juan
Aranda Doncel, “Los prebendados del cabildo catedralicio de Córdoba durante los siglos XVI y
XVII: la provisión de la canonjía magistral”, en Estudios sobre Iglesia y sociedad en Andalucía en
la Edad Moderna, ed. Antonio L. Cortés Peña y Miguel L. López-Guadalupe Muñoz (Granada:
Universidad, 1999), 137-52.
11) Lázaro Gila Medina, “El Cardenal Belluga, el arquitecto José de Bada y la Capilla de la Virgen
de los Dolores de la Iglesia Parroquial de Motril”, Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada
31 (2000): 109-18.
123
J.A. Díaz Gómez, Luis Antonio Belluga: trayectoria de un cardenal oratoriano...
Muñoz.12) No obstante, siguen faltando estudios que pongan el énfasis de
la investigación en el carisma oratoriano de que siempre hizo gala Belluga
desde sus años de formación.
Por tanto, las siguientes páginas sólo tendrán el empeño de dar un paso
más en el desarrollo de esta nueva línea investigadora en torno al purpu-
rado granadino. Es por ello que tan sólo se profundizará en los aspectos
que muestran al Belluga oratoriano y sobre aquellos en que se pueda arro-
jar algo de mayor claridad, por no haber sido aún lo sucientemente pro-
fundizados. Asimismo, este estudio se revestirá de un carácter netamente
histórico, puesto que de la faceta correspondiente al mecenazgo artístico
ejercido por este prelado ya existen estudios más o menos completos, eje-
cutados previamente por algunos de los historiadores citados, así como
por la misma autoría de estas páginas.13)
Apuntes biográcos previos al cardenalato: Belluga oratoriano
El cardenal español Luis Antonio de Belluga Moncada y Torre, nació en la
villa granadina de Motril en la jornada del 30 de noviembre de 1662.14) Era
el primogénito de una acaudalada familia de comerciantes de ascenden-
cia castellana y notable presencia en la Iglesia de Granada. Su principal
actividad comercial se basaba en las grandes explotaciones azucareras, en
las que es prolíca la costa granadina. De hecho, los Belluga eran propie-
tarios de una de las grandes factorías o ingenios de elaboración del azú-
car, bautizada como El Ingenio del Toledano, denominación que ponía de
maniesto la procedencia familiar paterna.15) Este progenitor respondía al
mismo nombre de Luis de Belluga Moncada y Torre, el cual se encontraba
casado con María Francisca del Castillo López de Haro.16)
12) Juan J. López-Guadalupe Muñoz, “El mecenazgo artístico del Cardenal Belluga: la Capilla de la
Virgen de los Dolores en la Iglesia Mayor de Motril”, Imafronte 17 (2003-4): 69-112.
13) José A. Díaz Gómez, “Arte y mecenazgo en las fundaciones pías del cardenal Belluga bajo los
reales auspicios de Felipe V: la irrenunciable herencia lipense”, en Las artes de un espacio y un
tiempo: el setecientos borbónico, coord. Mª del Mar Albero Muñoz y Manuel Pérez Sánchez (Ma-
drid: Fundación Universitaria Española – Universidad de Murcia, 2016), 57-75.
14) Congregación del Oratorio, Idea de los exercicios del Oratorio, fundado por San Felipe Neri
(Murcia: Ocina de la Viuda de Teruel, 1795), 363.
15) Archivo Histórico Provincial de Granada [en adelante AHPGR]. Fondo Inquisición. Legajo
3057-21: Pleito entre Luis de Belluga y Mortara, presbítero vecino de Motril, y Juan de Franquis
Marroquín por derechos sobre la nca “El Ingenio del Toledano”, 1672-775, s.fol.
16) Congregación del Oratorio, Idea de los exercicios, 363.
124 Annales Oratorii
Con apenas tres años de edad y dos hermanos menores, Benedicta y José,
el niño Luis Belluga asistió a la repentina muerte de sus padres, tras lo
cual quedó bajo la tutela de una tía suya monja de clausura, que poco
después lo cedió a otro familiar, que a la sazón era beneciado de la Igle-
sia Mayor motrileña. Se trataba de un pariente paterno, de nombre Luis
Antonio de Belluga Mortara.17) En la misma ciudad de Motril, aprendió
las primeras letras y nociones de Humanidades en el colegio de los frai-
les mínimos del Convento de la Victoria, donde comenzó a manifestar
sus amplias cualidades para el estudio y la vocación eclesiástica. De este
modo, consta cómo con apenas diez años ya era ordenado de tonsura.18)
Su presencia en la ciudad de Granada se constata ya para el año 1676,
cuando con 14 de edad recibe las últimas órdenes menores y lo hace como
hermano de la Congregación del Oratorio de la ciudad. Numerosos son
los escritos contemporáneos a Belluga que relatan su abnegada devoción
a san Felipe Neri y a la Virgen de los Dolores.19) Éstas debió aprenderlas,
sin duda, entre los muros del Oratorio granadino, consagrado y dedicado
a esta advocación mariana desde su reciente fundación en 1671. Este dato
resulta de relevancia, pues ambas devociones estarán muy presentes en
toda empresa llevada a cabo por Belluga, así como en sus distintos bla-
sones desde el momento en que alcance la dignidad episcopal. De hecho,
el escudo de este notable eclesiástico siempre estuvo presidido por el co-
razón transjo por los siete puñales, que perpetuán así la veneración a la
Virgen dolorosa.
El 22 de diciembre de 1678 y contando ya con 16 años, con el n de con-
tinuar con los estudios mayores de Filosofía y Teología, ingresó como
alumno becado en el Colegio de San Bartolomé y Santiago, regentado
por la Compañía de Jesús.20) El joven Belluga, caracterizado por lo a-
lado de sus rasgos sionómicos y por la sobriedad de vida que aprendió
de la etapa en orfandad con su tío, a lo que sumaba una inocente piedad,
era frecuente materia de burla de sus compañeros, según cuentan las
17) AHPGR. Fondo Inquisición. Legajo 3057-21, s.fol. De acuerdo con los indicios que maniesta
la documentación, parece tratarse de un primo mayor, hijo de Juan de Belluga y Moncada, tío
paterno del futuro cardenal, y de su esposa, María de Mortara Sanguinetto.
18) Archivo Histórico Diocesano de Granada. Fondo Sacerdotes. Libro 3: Registros de órdenes,
1668-93, s.fol.
19) José P. Cruz Cabrera, “La imagen religiosa como estrategia fundacional: la Virgen de los Dolo-
res de José de Mora (vulgo Soledad de Santa Ana) y el oratorio de San Felipe Neri de Granada”, en
Cuadernos de Historia del Arte de la Universidad de Granada 41 (2010): 131-47.
20) Congregación del Oratorio, Idea de los exercicios, 363.
125
J.A. Díaz Gómez, Luis Antonio Belluga: trayectoria de un cardenal oratoriano...
crónicas. Éstos le habrían impuesto con saña el sobrenombre de ‘el San-
tico’.21) Con todo, no tardaron los jesuitas en depositar su atención sobre
el joven Belluga y su buen posicionamiento social, por lo que decidieron
enviarlo al también jesuítico Colegio Mayor de Santa María de Jesús en
Sevilla para culminar sus estudios.22)
Luis Antonio Belluga llegó a la capital hispalense el 30 de enero de 1686
y, en ese mismo año, en los días 15 y 28 de abril obtuvo el grado de
Bachiller y Doctor en Teología, respectivamente.23) Pocos días después
regresa a la casa oratoriana de Granada, donde no tarda en ordenarse
de presbítero y pasar a contarse entre los padres del Oratorio. No obs-
tante, no permanecería demasiado tiempo entre su comunidad puesto
que, tras haberse ganado las simpatías y protección del obispo de Coria,
Juan de Porras y Atienza, ganó la oposición con la que obtuvo una pre-
benda de esta Sede catedralicia.24) Desde allí y con el mismo respaldo,
volvería a opositar con éxito algunos meses más tarde, en esta ocasión
por la canongía Lectoral de la Catedral de Zamora, la cual ganó el 31 de
enero de 1687,25) con tan sólo 24 años y tras haber salido indemne de un
costoso proceso en demostración de su limpieza de sangre, que se abrió
a su llegada a Sevilla.26)
En este nuevo destino e inspirado por las particulares dinámicas de la
Santa Escuela de Cristo, no se demoró en fundar la Hermandad de Je-
sús, María y José, integrada por 12 presbíteros,27) a los que por este me-
dio introdujo en la espiritualidad reformista oratoriana y con los que
trató de fundar en Zamora una nueva sede de la Congregación del Ora-
torio. Sin embargo, esta iniciativa no acabó dando fruto, pues los pleitos
que se anunciaban por la fuerte oposición de otras órdenes religiosas y
los elevados costos de construir una nueva sede desde cero, no iban a
ser fáciles de sufragar. Y ello, a pesar de que había logrado para la causa
21) Congregación del Oratorio, Idea de los exercicios, 364.
22) Távora Palazón, “El Cardenal Belluga”, 31-3.
23) Congregación del Oratorio, Idea de los exercicios, 364.
24) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 3-4.
25) Congregación del Oratorio, Idea de los exercicios, 364.
26) Biblioteca de la Universidad de Sevilla. Fondo Antiguo. Legajo 022, expediente 6: Expediente
de Pruebas de Legitimidad y Limpieza de Sangre de Luis Antonio Belluga Moncada, 1685-6, fols.
428-75. La nalidad de este expediente no fue otra que la preservación de la beca que permitía a
Belluga culminar sus estudios en el colegio jesuítico de Sevilla. Estos problemas que encontró el
joven Belluga explican la celeridad en la obtención de los grados.
27) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 24-5.
126 Annales Oratorii
la donación de las rentas de las corridas de toros de la ciudad, junto con
las correspondientes a cuatro títulos nobiliarios de Castilla e incluso el
óbolo particular de una acaudalada viuda.28)
Avanzado ya el año 1689, el obispo zamorano, Antonio de Vergara, res-
paldó a Belluga en su decisión de retornar al sur mediante la obtención
de la canongía Magistral de la Catedral de Córdoba. En la jornada del 5
de noviembre, tomaba posesión de su nuevo cargo29) y, a los pocos meses,
con el apoyo del prepósito del Oratorio de Granada, el padre Francisco
Navascués, daba inicio al proyecto fundacional de una nueva sede orato-
riana en Córdoba. En esta ocasión logra vencer toda oposición y, de sus
propias rentas, costea la totalidad de la nueva fundación, en nombre de
la cual toma solemne posesión el 15 de septiembre de 1696,30) esta de los
Dolores gozosos de María.
El rotundo éxito obtenido en esta empresa le animó para extender la Con-
gregación del Oratorio a aquella otra ciudad en la que había residido. Así
pues, para noviembre de 1698 y gracias a la mediación de Belluga, un
nuevo Oratorio se establecía en la ciudad de Sevilla, bajo el respaldo del
arzobispo de ésta, Jaime de Palafox y Cardona, junto con la estrecha cola-
boración del ya exprepósito granadino, Francisco Navascués.31) Algunos
años más tarde, seguiría inmerso en esta dinámica y encabezaría en 1702,
con el respaldo de algunos otros oratorianos de Granada, la iniciativa de
fundar otro Oratorio en su tierra natal, Motril. Pero el proyecto se vio
prontamente frustrado por la gran resistencia del clero local.32) Con se-
mejantes iniciativas se consumirían los 15 años que Belluga residió en
Córdoba, tiempo durante el cual asistió igualmente al inicio del conicto
sucesorio en el Trono español, tras la muerte sin descendencia de Carlos
II el 1 de noviembre de 1700.33)
En este contexto, Belluga supo posicionarse en el bando adecuado, esto
es, al lado del cardenal y arzobispo cordobés, Pedro de Salazar, adherido
a la causa de los Borbones en medio de la conspiración austracista. Con
28) Congregación del Oratorio, Idea de los exercicios, 365.
29) Aranda Doncel, La Congregación del Oratorio, 24-30. Et, Aranda Doncel, “Los prebendados
del cabildo”, 146-8.
30) Aranda Doncel, La Congregación del Oratorio, 48-51.
31) Manuel Martín Riego y José Roda Peña, El Oratorio de San Felipe Neri de Sevilla (Córdoba:
CajaSur: 2004), 47-50.
32) Díaz Gómez, “Arte y mecenazgo en las fundaciones”, 64-5.
33) Joaquim Albareda Salvadó, La Guerra de Sucesión de España (1700-1714) (Barcelona: Crítica,
2010), 50-1.
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J.A. Díaz Gómez, Luis Antonio Belluga: trayectoria de un cardenal oratoriano...
la astucia y diplomacia que le caracterizaban, a nales de 1705 y a sus 40
años de edad, publicaba su tratado jurídico en Defensa de los derechos del
Señor Don Phelipe V. Inmediatamente, la Corte borbónica depositó en
él sus simpatías y, al estar vacante la Sede episcopal de Cartagena desde
septiembre de 1704, fue presentada su candidatura ante la Corte real por
el mismo cardenal Salazar.34) Siguiendo el consejo de su confesor, el inu-
yente dominico Francisco Posadas,35) Belluga aceptó el nombramiento si
manifestar ningún tipo de reservas.
Así, el 19 de abril de 1705 era consagrado obispo en Córdoba de manos
de don Pedro de Salazar y, el 8 de mayo siguiente, tomaba solemne pose-
sión como obispo de Cartagena,36) cuya Sede principal se encuentra en la
ciudad de Murcia. De inmediato emprendió una severa reforma del clero
diocesano cartagenero, que no fue bien entendida por todos sus integran-
tes, pero que contribuyó a consolidar la fama de vida sobria y religiosa que
precedería a Belluga desde este momento. En relación con ello, inició las
negociaciones pertinentes para establecer una congregación oratoriana en
la ciudad.37) Además, por si alguien se atrevía a cuestionar su prestigio,
éste quedó sólidamente legitimado cuando en octubre de ese mismo año
las tropas austracistas entran en España por el Levante para arrebatar el
trono a Felipe V.38)
En ese momento, Belluga no sólo refuerza su postura de adhesión al Bor-
bón, sino que pone su inesperado talento como estratega al servicio de la
causa y se coloca al frente de las tropas españolas en las campañas libradas
desde Murcia. A primeros de julio de 1706, entraron en este territorio las
tropas aliadas de los Habsburgo. Sin embargo, prontamente el regimiento
comandado por Belluga lograría el retroceso del ejército enemigo y, nal-
mente, su rendición.39) Tal fue la admiración que el eclesiástico despertó
en Felipe V, que éste ordenó una abultada reimpresión del tratado de 1705
destinado a la instrucción del pueblo y, junto a ello, el 11 de julio de 1706
nombró a Belluga virrey y capitán general de Valencia y Murcia.40) Igual-
34) Congregación del Oratorio, Idea de los exercicios, 366.
35) Aranda Doncel, La Congregación del Oratorio, 24-30.
36) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 101-5.
37) Congregación del Oratorio, Idea de los exercicios, 379-80. Et, Juan B. Vilar, El Cardenal Luis
Belluga, 30-1.
38) Albareda Salvadó, La Guerra de Sucesión, 177-8.
39) Albareda Salvadó, La Guerra de Sucesión, 278-9. Et, Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga,
61-6.
40) Congregación del Oratorio, Idea de los exercicios, 369-70.
128 Annales Oratorii
mente, el obispo cartagenero aprovechó el ofrecimiento del favor real, para
dar inicio poco después a la fundación efectiva del Oratorio de Murcia.41)
Esta nueva casa oratoriana progresaría con lentitud durante casi una dé-
cada hasta su plena consolidación. No obstante, una vez que ello se hubo
conseguido, el obispo Belluga ampliaría el horizonte de sus proyectos píos
más allá de la Congregación del Oratorio. Así, en 1713 dejaba fundado en
la ciudad de Murcia el Albergue de pobres y Hospicio de expósitos de Nues-
tra Señora de los Dolores, cuya administración entrega a los oratorianos.42)
También inicia una intensa campaña de colonización de los deprimidos
territorios de la Vega del Bajo Segura. Estas extensiones se encontraban
bajo la jurisdicción de su episcopado, en el límite entre las regiones de
Murcia y de Valencia, aunque en la actualidad quedan ocialmente in-
corporados a esta última. Con esta empresa, Belluga dio el paso desde la
campaña de fundación de nuevos Oratorios a la del establecimiento de
grandes iniciativas de caridad, patrocinadas desde sus propias rentas y
con las que contribuir a la prosperidad de las gentes de su obispado.
El proyecto de colonización del Bajo Segura culminó en 1715 con la re-
conversión de aquellos terrenos incultos en espacios de gran productivi-
dad hortofrutícola. Estas nuevas explotaciones se concentraban a lo largo
de 2.795 hectáreas, a lo largo de las cuales fundó estratégicamente tres
colonias aún activas como municipios dentro de la geografía española.43)
Resulta muy interesante, en conrmación de la línea devocional de Bellu-
ga, que este prelado bautizase las tres aldeas con los toponímicos de San
Felipe Neri, Nuestra Señora de los Dolores y San Fulgencio —este último
era el patrón de Murcia y, por ende, predecesor altomedieval de Belluga
en la Mitra cartagenera—.
Además de contribuir a la prosperidad de la región, estas explotaciones
estaban orientadas en una buena parte a sufragar con sus benecios el
resto de iniciativas del prelado. La brillante gestión de esta empresa no se
demoró en volver a llamar la atención del rey Felipe V, a cuya protección
había ofrecido Belluga las nuevas fundaciones. De esta forma, el monarca
acabó concediendo a la principal de las tres colonias el título de Real Villa
de San Felipe Neri, que raticó el 12 de febrero de 1732.44) Pero, antes de
41) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 30-1.
42) Mª José Vilar, “El Albergue y Hospicio”, 459-60.
43) Cf. José Sáez Calvo, San Felipe Neri: real villa de las pías fundaciones del cardenal Belluga (Ali-
cante: Instituto Alicantino de Cultura “Juan Gil-Albert”, 2002). Et, Canales Martínez y Muñoz
Hernández, Herencias en benecio, 226-44.
44) Juan B. Vilar, El Cardenal Belluga: su obra inédita, 37.
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J.A. Díaz Gómez, Luis Antonio Belluga: trayectoria de un cardenal oratoriano...
que se produjese este reconocimiento y con idéntica forma de proceder, en
el mismo año de 1715 se vería culminada la mayor y predilecta fundación
pía de Belluga, en la que venía trabajando desde su llegada al obispado: el
Real Hospicio de Santa Florentina en Cartagena, dedicado a la asistencia
de niños expósitos.45)
Los convulsos inicios en el cardenalato
El 29 de noviembre de 1719 se celebraba en Roma el consistorio en que el
papa Clemente XI Albani (1649-721) nombraba como nuevo purpurado
al obispo de Cartagena, Luis Antonio de Belluga y Moncada.46) Con él,
accedían al principado de la Iglesia Católica otros 11 prelados, entre los
que se contaban dos españoles, que a la sazón profesaban en la Compañía
de Jesús: el valenciano Carlos de Borja y el asturiano Álvaro Cienfuegos.
Junto a ellos, también se contaban los franceses Léon Poitier y François de
Mailly, el austríaco Miguel Federico von Althann, el portugués José Pe-
reira de la Cerda, el genovés Giorgio Spinola, el veneciano Gianfrancesco
Barbadico, el ferrarés Cornelio Bentivoglio, el napolitano Giambattista
Salerno y el amenco Tomás Felipe de Alfazia.47)
Con tal nombramiento, que venía gestándose desde hacía dos años, el ya
cardenal Belluga pasaba a ostentar la titularidad de la Basílica de San-
ta María in Traspontina.48) Desde ésta iría promocionando en los años
subsiguientes, para pasar igualmente por las sedes basilicales de Santa
Prisca (1726-37), de Santa María in Trastevere (1737-8) y, nalmente, de
Santa Práxedes (1738-43).49) Con todo, en un primer momento y hasta la
consecución del consenso con el Papado, Belluga manifestaría una cierta
resistencia ante su elección. Y es que no entraba en sus planes el hecho de
abandonar la diócesis de Cartagena, donde estaba plenamente entregado
en la fundación y desarrollo de misiones y obras pías bajo la bandera de la
espiritualidad oratoriana, desde su llegada a la misma hacía 14 años.
45) Mª José Vilar, “El Albergue y Hospicio”, 459.
46) Congregación del Oratorio, Idea de los exercicios, 391.
47) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 276. Et, Lorenzo Cardella, Memorie Storiche de’ Cardi-
nali della Santa Romana Chiesa (Roma: Stamperia Pagliari, 1794), VIII, 177-91; véase esta última
publicación para profundizar en una biografía general de cada uno de los cardenales creados en el
consistorio de 29 de noviembre de 1719.
48) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 276.
49) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 310.
130 Annales Oratorii
Incluso en una carta que dirige al Sumo Pontíce con fecha de 18 de di-
ciembre de 1719, trataba de salvar el distanciamiento de su diócesis que
se le proponía, al excusarse en estar pensando en retirarse «a la soledad
de un monasterio, para disponerme a morir, y llorar mis omisiones y de-
fectos, en tan dilatado tiempo de Obispo»50). De hecho, llega a insinuar
en la misma misiva su proyecto de presentar la renuncia a la Mitra en ese
mismo año, para dedicarse por completo al mecenazgo y promoción de
las empresas que había iniciado. Sin embargo, el papa no vaciló a la hora
de responder con contundencia a tales reservas, de modo que, haciendo
uso del voto de obediencia a él debido, el 12 de marzo de 1720 contestaba
a Belluga para imponerle su incorporación inmediata e irrenunciable al
Sacro Colegio.51)
Por entonces, Belluga se encontraba en la Corte de Madrid, donde había
sido llamado para colaborar con el cardenal arzobispo de Toledo y pri-
mado de España, Diego de Astorga y Céspedes. La encomienda no era
otra que sentar las bases para la convocatoria de un concilio provincial
hispánico en que promover la reforma religiosa apetecida por la nueva
monarquía borbónica.52) Pero, no contento con la resolución ponticia, en
esa misma jornada Belluga se personó ante el rey Felipe V, para apelar a
su Real Patronato y obtener la permanencia en Cartagena. Sin embargo,
ante la tensa relación que mantenía con Roma, el monarca prerió no
contradecir al papa, de modo que él mismo impuso de su mano el birrete
cardenalicio a Belluga en presencia de la Corte.53)
Tres días más tarde, el 15 de marzo, el nuevo cardenal se personaba ante
el Cabildo catedralicio de Cartagena para anunciar ocialmente a su clero
su nueva encomienda.54) Con todo, su marcha denitiva hacia Roma se
demoraría algún tiempo más, pues tanto el rey como el papa, precisa-
ban de su diplomático talante para la resolución de determinados asuntos
eclesiásticos de interés para el Estado. Por su puesto, entre éstos se encon-
traba la aludida convocatoria del concilio provincial, nalmente frustra-
50) Juan Ortiz del Barco, Vindicación de Belluga (Cádiz: s.n., 1913), 15-27.
51) Ortiz del Barco, Vindicación de Belluga, 39-31. Et, Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 279.
De hecho, el mismo Belluga se ocupó de que su elección como cardenal no fuese divulgada de
inmediato, y así ocurrió, pues en Murcia no tuvieron noticia de ello hasta tres meses después de la
celebración del consistorio, por medio de una cara ociosa de 25 de febrero de 1720, redactada por
Juan de Zelada, empoderado de Belluga para administrar sus asuntos en Roma.
52) Mª José Vilar, “La misión ocial”: 248-52.
53) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 279.
54) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 280.
131
J.A. Díaz Gómez, Luis Antonio Belluga: trayectoria de un cardenal oratoriano...
do por el sector de los obispos contrarios a las regalías de la Monarquía
Hispánica y entre los que no tardó en integrarse el mismo Belluga.55) A
nales de mayo y sin más remedio, el cardenal Belluga se trasladaba a
Roma temporalmente, tras la muerte de Clemente XI, acaecida el 19 de
marzo anterior.56)
La celebración del cónclave se presentaba timorata e incierta, por la tensa
situación política existente entre España, Francia y Austria, cuyos intere-
ses particulares pasaban a proyectarse ahora también en la elección del
futuro pontíce.57) El Colegio Cardenalicio, ante la obstrucción ejercida
por el veto del emperador Carlos VI de Habsburgo, optó por el nombra-
miento de un papa de transición, de modo que resultó electo Inocencio
XIII Conti (1655-724). Dada la línea contraria a las regalías que profesaba
Belluga, el nuevo papa lo retuvo en Roma hasta comienzos de 1723, al
encomendarle la supervisión de los controvertidos concilios provinciales
que se estaban llevando a cabo en la América Hispánica.5 8)
A principios de febrero de 1723, Belluga se encontraba de regreso en Mur-
cia entre una notable aclamación, pues el 23 de enero había logado para su
diócesis la inclusión de su santo patrón, san Fulgencio, como doctor en el
Martirologio Romano. Una década más tarde, en 1733, repetiría esta mis-
ma hazaña con respecto a la altomedieval patrona, santa Florentina, her-
mana de aquel mártir y ambos, a su vez, de los insignes san Isidoro y san
Leandro de Sevilla.59) Sus agudas defensas de las causas de aquellos dos
santos le llevaron a ser, por aquellos años, uno de los principales valedores
en los procesos de canonización de los modelos de santidad españoles. De
este modo, sus intervenciones como scal ejercieron un notable peso en
las causas de san Vicente Ferrer, san Juan de la Cruz, san Francisco Sola-
no o san Juan de Dios.
Igualmente, durante su primera estancia en Roma, Belluga supo manejar
los hilos diplomáticos para que la reforma de la Iglesia hispánica se desa-
rrollase de acuerdo con las directrices marcadas por Roma y no sólo por
la Monarquía católica de Felipe V. Por ello, en aquellos años promovió
y trabajó activamente en los términos de la bula Apostolici Misterii que
regía tal proceso reformista, la cual fue raticada por Inocencio XIII el 13
55) Isidoro Martín Martínez, “Fundamentos doctrinales e históricos de la posición antirregalista
del Cardenal Belluga”, Murgetana 14 (1960): 23-38.
56) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 282.
57) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 282-3.
58) Mª José Vilar, “La misión ocial”: 248-52.
59) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 284-5.
132 Annales Oratorii
de mayo de 1723.60) Al año siguiente, Belluga había de retornar a la Ciudad
Eterna por otra larga temporada, en que se eligió a Benedicto XIII Orsini
(1649-730) como sucesor en la Sede apostólica. Finalmente, fue este pon-
tíce el que impuso a Belluga su traslado permanente a Roma, a lo que
también accedió de buen grado Felipe V. Así, al estimarlo como un buen
mediador de sus intereses ante la Santa Sede, le otorgó el nombramiento
de Ministro de España en Roma.61)
Así pues, Luis Antonio de Belluga presentó su renuncia a la Mitra de Car-
tagena el 9 de diciembre de 1723.62) No obstante, la inestable situación
política que afectaba a la Corona española, hizo que ésta no fuese ocial-
mente aceptada hasta que, durante su breve reinado, así lo hizo Luis I,
quien además otorgó a Belluga el doble título de Protector de España y del
Colegio Español de San Clemente en Bolonia.63) A pesar de ello, el retorno
de Felipe V al trono en septiembre de 1724, reforzó la permanencia en el
poder de unos dirigentes radicalmente hostiles a la potestas indirecta del
Papado en asuntos de Estado a través de las instituciones religiosas.64) Pese
a todo, Belluga no perdería su relación con el monarca, aunque el purpu-
rado decidió no regresar más a España, dadas las voces cortesanas que le
acusaban de problemático y de favorecedor de poderes foráneos.
A su marcha, Belluga dejaba al obispo de Oviedo, Tomás José Ruiz de
Montes, quien había sido el más estrecho de sus colaboradores, al frente
de la administración de las obras pías que dejó fundadas. Y ello no lo
hizo de cualquier manera, sino que en 1724, Belluga lograba promover
a su protegido como nuevo obispo de Cartagena.65) Con esta actuación,
además, quedaba camuado el grueso décit que el cardenal dejaba en las
arcas diocesanas, buena parte de las cuales la había sumado a sus rentas
para nanciar sus costosas obras pías. Con el tiempo, esta circunstancia
acabaría generando no pocas tensiones entrambos prelados, pues confor-
me avanzaba el siglo XVIII, Murcia se tornaba una región cada vez más
deprimida y empobrecida.66)
60) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 287.
61) Mª José Vilar, “La misión ocial”: 248-52.
62) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 288.
63) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 288-9.
64) Beatriz Cárceles de Gea, “El recurso de fuerza en los conictos entre Felipe II y el Papado: la
plenitudo quædam iuris”, Espacio, Tiempo y Forma (Serie IV, Hª Moderna) 13 (2000): 19-36.
65) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 291-2.
66) Mª José Vilar, “Tomás José de Montes”: 221-42.
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J.A. Díaz Gómez, Luis Antonio Belluga: trayectoria de un cardenal oratoriano...
Vinculación del cardenal Belluga al Oratorio de Roma
Su traslado a Roma para no regresar jamás, ofreció a Belluga una nueva
oportunidad para retomar una vinculación directa con la Congregación
del Oratorio de San Felipe Neri, de la que era afecto miembro desde su
juventud. Dentro de la sobriedad que siempre caracterizó a su forma de
vivir como eclesiástico, a su llegada a Roma en 1724 se instaló en el Hos-
picio de San Romualdo, desde donde poco después pasó a la residencia
de los padres del Oratorio en la Vallicella.67) Esta etapa de convivencia
fue breve, pues su dignidad cardenalicia y la opinión de sus homólogos le
condujeron a buscar una casa palaciega en que administrar sus compe-
tencias. Así, el purpurado se asentó en las proximidades de la Porta Pía,
en el desahogado recinto de la Villa Albani.68) Éstas estaban centradas en
ese momento en los delicados asuntos de la Iglesia hispánica en toda su
extensión española y de ultramar.
Consigo llevó a su confesor y asesor de mayor conanza, el jesuita español
Manuel Ignacio de Reguera, de quien se valió para seguir muy de cerca
la evolución de sus fundaciones pías en Cartagena. Y es que, durante esta
etapa culminante de su vida, Belluga aanzó su posición como eclesiás-
tico independiente y debido a la causa del clero diocesano. Pese a que fue
una personalidad recurrente para numerosas cuestiones de relevancia en
la Santa Sede, su talante insobornable y poco grato ante la adulación, no
tardó en despertar recelos entre sus compañeros del Sacro Colegio. Éstos
lo tachaban de áspero y de ser enemigo del clero.69) En cualquier caso, el
cardenal Belluga debió suponer una gura muy particular y atípica en
medio de la opulenta Corte del papa. Su peculiar austeridad y determina-
ción hicieron que no pasase desapercibido ni aún entre el pueblo, que no
vaciló a la hora caricaturizarlo.70)
Tampoco fueron menudas las rivalidades que despertó en sus homólo-
gos, al contar con un particular favor de los papas, Benedicto XIII Or-
sini, Clemente XII Cosini-Strozzi y Benedicto XIV Lambertini.71) Éstos
67) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 296.
68) Giuseppe La Mastra, Il tessuto delle ville a Roma nel Settecento: caratteristiche e dinamiche di
trasformazione. Una prima rigonizione: il Rione Monti (Tesis doctoral. Universita’ degli Studi di
Roma Tre. 2008). Este recinto es actualmente la sede del Instituto Cervantes en Roma.
69) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 297-8.
70) Mª Cristina Dorati da Empoli, Pier Leone Ghezzi. Un protagonista del Settecento romano
(Roma: Gagnemi Editore, 2008), 241 y ss.
71) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 300.
134 Annales Oratorii
siempre conaron relevantes asuntos a su persona, la cual no dejaba de
despertarles un cierto sentimiento que andaba a medio camino entre la
intriga y la admiración. Así llegó a participar activamente en las sacras
congregaciones de Ritos y de Propaganda Fide, desde donde, inuen-
ciado por el jesuitismo, se volcó con la promoción de las misiones en el
Oriente. Si tales eran las opiniones que el purpurado generaba en medio
del clima más favorable de Roma, en España no se produciría sino una
profundización cada vez mayor en la brecha que distanciaba a la política
intervencionista de Felipe V de las ideas antirregalistas de Belluga. No
obstante, no por ello medraron sus actuaciones en suelo hispano, pues
fueron frecuentes los óbolos destinados a las Iglesias de Murcia, Córdo-
ba y Motril.
Con esta última ciudad, en la que el cardenal nació y pasó los años de
su infancia, jamás llegó a perder los estrechos lazos de unión que aún
guardaba con su tierra y con la rama familiar que permanecía en ella.
Tanto fue así que, para aanzar la perpetuidad del apellido Belluga en
su tierra de origen, en 1729 nanció la ampliación del brazo de la Epís-
tola del crucero de la Iglesia Mayor de Motril. En este espacio ganado,
abrió una suntuosa capilla funeraria familiar para la que igualmente
dejó fundadas tres jugosas capellanías.72) Por supuesto, la dedicación de
la nueva capilla correspondía a la Virgen de los Dolores, aunque igual-
mente también tenía cabida en ella el culto a san Felipe Neri. Del pro-
yecto arquitectónico y ornamental se conoce su proyección desde Roma
por artistas italianos. Lamentablemente, no perduran documentos que
conrmen sus identidades, así como la capilla y todo archivo relaciona-
do fueron destruidos durante la Guerra Civil Española.73)
Empero, el monarca español sabía que Belluga era un hombre necesario y
fundamental en las complejas relaciones que en aquel momento mantenía
la Corona con la Santa Sede. Por ello, aunque para mantener la estabilidad
del purpurado, hubiese sido preciso que éste se alejase de los dominios
hispánicos, el cruce de correspondencia entre estas dos personalidades fue
una constante decisiva en las inmediatas actuaciones del Real Patronato.
Por supuesto, tampoco dejó de favorecer el cardenal a la Corona en aque-
llos aspectos que consideraba necesarios dentro de su posicionamiento en
72) Congregación del Oratorio, Idea de los exercicios, 278-9.
73) López-Guadalupe Muñoz, “El mecenazgo artístico”: 69-112. Et, Gila Medina, “El Cardenal
Belluga”: 109-18.
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J.A. Díaz Gómez, Luis Antonio Belluga: trayectoria de un cardenal oratoriano...
Italia. Tanto fue así, que su mediación resultó capital en asuntos eclesiales
como el gran impulso que adquiriría en 1732 el proyecto español de de-
nición dogmática de la Inmaculada Concepción de María.74)
Así también se implicó en asuntos civiles, sobre todo a la hora de que
Felipe V colocase a su hijo Carlos —futuro Carlos III de España—, como
rey de las Dos Sicilias en 1734, al aprovechar la coyuntura que ofrecía la
apertura de un nuevo conicto sucesorio en el Sacro Imperio.75) Esta ac-
tuación permitió a la Corona española recuperar los dominios sobre el sur
de Italia perdidos con la rma del Tratado de Utrecht en 1713, con lo que
tornaba a ser la potencia dominante en la cuenca del Mediterráneo. Por
este motivo, el cardenal Belluga fue condecorado con la mayor distinción
que puede conceder el Trono de Nápoles, la Gran Cruz de San Jenaro, al
tiempo que su sobrino Antonio Belluga fue nombrado marqués de Torre
el Barco, de modo que el apellido Belluga entró en la alta nobleza hispá-
nica.76)
Pese a todo, la relación se recrudecería a partir de 1736, cuando Felipe V,
en pro de forzar la rma de un nuevo Concordato, la cual llegaría al año
siguiente, cerró la Nunciatura de Madrid. Con tal gesto, se interrumpían
las relaciones diplomáticas con Roma y, para incrementar la presión, las
tropas españolas llegaron a las puertas de Ciudad Eterna en 1737, propi-
ciando el pronto cierre del nuevo acuerdo. Ante esta actuación, Belluga no
dudó en manifestarse abiertamente contrario y mediar en favor de la San-
ta Sede. Ello le costó un notable rechazo desde España, pero su posiciona-
miento como cardenal avanzó hasta el punto de ser uno de los favoritos
para el cónclave de sucesión de Clemente XII en 1740, en que nalmente
fue derrotado por el cardenal Próspero Lambertini.77)
Ya en la recta nal de su existencia, el nuevo pontíce Benedicto XIV
encomendaría a Belluga la tarea de revisar los acuerdos con España, la
cual dejaría inconclusa y no culminaría sino de mano de otros actores y
hasta la rma de un nuevo Concordato en 1753, siendo ya rey Fernando
VI. Durante esta última etapa, que supuso la década de los 30, Belluga
sacaría a la luz sus dos escritos más brillantes. El primero de ellos, titu-
lado Ortodoxa Fidei Confessio de Verbi Divini Incarnatione, fue publi-
cado en Roma en 1735 y, a lo largo de sus 38 folios arenga a las comuni-
74) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 306-8.
75) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 304.
76) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 304-5.
77) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 308-9.
136 Annales Oratorii
dades de cristianos de Siria, Egipto, Etiopía, Mesopotamia y Armenia.
Su nalidad no era otra que, valiéndose del magisterio de los Padres de
la Iglesia Oriental, propugnar por el rechazo de las doctrinas heréticas
que en estas regiones cuestionaban dogmas y misterios elementales.78)
En ese mismo sentido, en 1742 publicaría su extensa Dichiarazione di
tutto ciò, che contiene la Religione Cristiana, e Lege Evangelica che inseg-
na la Santa Chiesa Cattolica Romana de 359 páginas. En esta ocasión el
escrito se presentaba como una suerte de compendioso catecismo para
ser usado por los misioneros como ecaz manual en sus labores de en-
señanza de la doctrina.79) Tanto este trabajo como el anterior, fueron pu-
blicados en varias lenguas, entre ellas, el árabe. Así en uno como en otro,
se deja entrever la formación jesuítica de Belluga en su afán misionero.
Pero también se insinúan en sus páginas las sólidas ideas oratorianas
de independencia de un clero que debe estar formado en la búsqueda
permanente de la vivencia de un sacerdocio sencillo, espiritual y santo.
Cuando cumplió los 80 años en el otoño de 1742, el deterioro de su
salud se había acentuado de tal modo que el cardenal opta por dedicar
sus últimos meses de vida a poner en orden sus asuntos privados. Se
mostraba especialmente afanado en dejar bien aanzado el futuro de
las obras pías que había fundado en Murcia, las que jamás dejó de lado
pese a la distancia. Ya a comienzos de enero de 1743, la afección renal
que padecía le dejó postrado en cama durante las siguientes semanas.80)
En esos postreros momentos, su anhelo no era otro que imitar en el
momento de la muerte a quien había estimado como principal modelo
de sacerdocio, a san Felipe Neri. Por ello, sin merma alguna de sus fa-
cultades mentales, pasó sus últimos días entregado a la oración mental
y la continua contemplación del crucijo, y en ello en compañía de los
padres del Oratorio de Roma, que se habían hecho cargo de sus últimas
atenciones espirituales.
78) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 306-8.
79) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 309-19.
80) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 324.
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J.A. Díaz Gómez, Luis Antonio Belluga: trayectoria de un cardenal oratoriano...
Muerte y sepultura en el corazón del Oratorio
El martes 19 de febrero, el papa hacía llegar al palacio del cardenal Belluga
la certicación de una bendición particular, que le extendía en el mo-
mento de recibir la extremaunción.81) Tres días más tarde, el 22 de febrero
de 1743, se apagaba la eminente personalidad del cardenal y oratoriano
granadino Luis Antonio de Belluga y Moncada. De ese preciso instante,
el Archivo de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri conserva,
dentro de una laudatio fúnebre compuesta por los oratorianos, el testimo-
nio que se transcribe traducido:
Eminentísimo y Reverendísimo Señor y Señor Titular de Santa Práxed-
es, Cardenal Electo Belluga, de Granada y de 81 años. Fundador y
protector de las Congregaciones del Oratorio de Murcia y Granada,
desde donde asumió el cargo de Obispo de la Nueva Cartagena en
España, y fue aceptado en el Colegio Cardenalicio por Clemente XI:
Máximo custodio de la Verdad de la Ortodoxia; intrépido de-
fensor de la autoridad Ponticia; incansable defensor de la li-
bertad de la Iglesia; luz y ornamento de la religiosísima y gran
nación de España, desde donde fue convocado personalmente
por el Sumo Pontíce al Consistorio celebrado el 29 de noviem-
bre de 1719. En el cual se depositó en él la dignidad cardenalicia.
Finalmente, tras la dolorosa enfermedad padecida y soportada con
gran paciencia, miró la muerte con alegría y viéndose en gran pe-
ligro, respondió con cara sonriente: “¡qué alegría cuando me dije-
ron: vamos a la Casa del Señor!”.82) Fortalecido con gran devoción
por todos los Sacramentos de la Iglesia, murió en paz a las 2 de la
madrugada del día 22 de febrero, y a las 2 de la tarde fue velado en
nuestra iglesia.83)
81) Linage Conde, “Una biografía inédita”: 129-30.
82) Sal. 121:1.
83) “Em.mus et Rev.mus D. D. Tit. S. Praxedis Præstiter Cardinalis Belluga Granatensis, annorum
81. Congregationum Oratorii Murciæ et Granatæ fundator et convictor, unde ad Episcopatum
Novæ Carthaginis in Hispania assumptus, et temum a Clemente XI in Purpuratorum Collegium
cooptatus fuit; Orthodoxæ Veritatis Zelator maximus; Ponticiæ auctoritatis intrepidus defensor;
Ecclesiasticæ Libertatis Assertor fortissimus; Magnum religiosissimæ nationis Hispaniæ lumen
et ornamentum, ut de illo tenatus est ipsemet Summus Pontifex in Consistorio habito dic. 29 no-
vembris 1719 in quo Eum ad Cardinalitiam dignitatem evexit: Tandem loethali morbo correptus
et patientissimi tolerato, mortem lætus aspexit, et sibi prænuncianti ipsius grave periculum hilari
vultu respondit: “Lætatus suum in his quæ dicta sunt mihi”. In Domum Domini ibimus: Omnibus
Ecclesiæ Sacramentis munitus piissime et placidissime obiit hora 2a noctis diei 22a Februarii, et
hora 2a cum dimidio diei 24a ad nostram Ecclesiam velatus”. Archivo Central de la Congregación
138 Annales Oratorii
En este punto, se hace necesario llamar la atención sobre el modo en que,
para analizar este episodio de la vida del cardenal Belluga, los investiga-
dores precedentes que se han ocupado de su gura, se han contentado
con el relato que ofrece el jesuita Nicolai Galeotti.84) Este clérigo de origen
vienés, nacido en 1672 y muerto en 1758,85) fue uno de los grandes con-
dentes de Belluga. Hasta tal punto era así, que fue quien tuvo el honor de
componer y pronunciar el elogio fúnebre del cardenal en el día en que se
celebraron las exequias de cuerpo presente.86) Posteriormente, en ese mis-
mo año, este jesuita enriquecería la laudatio compuesta para mandarla a
imprenta, por encargo de Pedro Osorio y Belluga, sobrino del cardenal.
La idea no era otra que iniciar y difundir una leyenda de santidad en
torno a la gura de Belluga, como era común tras la muerte de los más
conspicuos eclesiásticos y religiosos. Para ello, la historiografía barroca se
servía de varios recursos, de entre los que solía concitarse en primer lugar
el relativo a una multitudinaria aclamación tras producirse el deceso. Es
por ello que, en el elogio publicado por Galeotti, se describen una muerte
y sepelio bastante más dramáticos y fastuosos de lo que realmente fueron.
De esta forma, se ha difundido la idea de la concurrencia de una muche-
dumbre inabarcable, la cual se habría preocupado de expoliar todo objeto
y prenda personal de Belluga, para tenerlos como preciadas reliquias.
Este mismo tumulto habría sido tal, que se habría hecho preciso exponer
el cadáver durante tres jornadas completas en la Chiesa Nuova. Eso sí, sin
haberle practicado ningún tipo de embalsamamiento, pese a lo cual se
habría mantenido “oloroso, exible y como en sueño”.87) Tampoco habría
sido menudo el desconsuelo de tantas gentes como se beneciaban de las
caritativas limosnas que repartía el cardenal… Todo esto no constituyen
sino ingenuos ardides, absolutamente frecuentes, por otra parte, durante
la Edad Moderna, destinados a engrosar la leyenda de una persona esti-
mada como admirable y que parece haber dado muestras de santidad.
Por supuesto, esta poderosa maquinaria del recurso a la milagrería, cum-
del Oratorio de Roma. Casetta C-I30: Liber mortuorum qui in Ven. Chiesa di S. Mariæ et Gregorii
in Vallicella sepulchro decorantur. Ab anno 1645 usque ad annum [1888, ma con lacune], 1743, pág.
161. La traducción del texto latino corresponde al mismo autor de este trabajo.
84) Cf. Nicolae Galeotti S.J., Laudatio Funebris Eminentissimi, ac Reverendissimi Principis Ludovici
S.R.E. Cardinalis Belluga et Mocada (Roma: Typographia Antonii de Rubeis, 1743).
85) Gottardo Garollo, Dizionario Biograco Universale (Florencia: David Passigli Tripografo-Edi-
tore, 1907), II, 933.
86) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 328.
87) Galeotti S.J., Laudatio Funebris, 7-17.
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plía con su cometido de manera ecientísima. En este caso, para corro-
borarlo no hay más que recurrir a la crónica de su muerte que recoge La
Gazeta de Madrid con fecha de 16 de abril de 1743 y claramente inspirada
por la obra de Galeotti:
El Pueblo se conmovió con su muerte, de manera que no le dejaron
ropa alguna, ni alhaja de su pobre uso que no la recogieran como
reliquia. Murió pobre como vivió, pues todo lo gastó en los pobres.88)
No cabe duda de que la austeridad fue una de las directrices que rigie-
ron la vida de Belluga, suponiendo una seña de identidad tan fuerte,
que existió este radical empeño por querer verla en él hasta en el último
momento de su vida. Sí que es cierto, por el contrario, que el cardenal
oratoriano dejó a su médico, Claudio Massani, bien claras las directri-
ces a seguir tras su muerte, en las que se negaba a que su cuerpo fuese
embalsamado, lavado o que se practicase en él cualquier tipo de incisión
destinada a preservarlo articialmente.89)
Verdadero es también el hecho de que el mismo papa Benedicto XIV,
asistió —que no presidió— a la misa de réquiem en compañía del pleno
del Colegio Cardenalicio. A éstos sus homólogos, como a sus familia-
res, amigos y correligionarios oratorianos, manifestó Belluga en todo
momento su deseo de ser sepultado como un lipense más en la bóveda
comunitaria que posee la congregación bajo el presbiterio de la Chie-
sa Nuova.90) Pese a que su carrera eclesiástica le hubiese apartado de la
vida en común en una casa congregacional, Luis Antonio de Belluga fue
desde su juventud un oratoriano vocacionalmente convencido. Con ese
aliento se mantuvo toda su existencia y el ejemplo de san Felipe Neri
fue para él su modelo de vida sacerdotal. Por ello, pese a las diversas
dignidades ostentadas, siempre procuró favorecer y promover la Con-
gregación del Oratorio y la devoción a su fundador.
Llegada, pues, la hora de su eterno descanso, quiso hacerlo bajo la obra
erigida por el mismo san Felipe Neri. Eso sí, no hubo ni muchedum-
bres desatadas, ni indicios de incorruptibilidad corporal, ni siquiera
una prolongada veneración de su cadáver. En este aspecto, los registros
88) Reino de España, “El día 22 de Febrero…”, Gazeta de Madrid, Abril 16, 1743.
89) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 325.
90) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 326.
140 Annales Oratorii
conservados en los libros de entierros de la comunidad oratoriana en
Santa María in Vallicella, aclaran todo tipo de dudas. El funeral se ce-
lebró con toda solemnidad y en presencia de la Corte ponticia. Pero
ello tuvo lugar al día siguiente de su muerte, es decir, el 23 de febrero y a
puerta cerrada, sin asistencia del pueblo, tras haber permanecido desde
la tarde anterior expuesto su cuerpo en el centro del crucero. Los padres
lipenses asumieron la organización de los funerales y el prepósito del
Oratorio de Roma presidió todo el ceremonial:
A las puertas de la iglesia, fue recibido por todos los Padres de la Con-
gregación, precedidos por diez acólitos, y una vez cerradas las puertas,
fue sumado al cortejo procesional y fue depositado en medio de la torre
(que es la cúpula), donde por nuestro R.P. Prepósito, revestido con capa
pluvial negra, fue realizado todo cuanto prescribe el Ritual Romano.
Al día siguiente, se celebró el funeral con toda solemnidad, con la
presencia del Sumo Pontíce Benedicto XIV junto al Sacro Colegio
Cardenalicio, y después, al mediodía del mismo día, permaneciendo
las puertas cerradas, fue depositado en el sepulcro de la Congrega-
ción, como había escogido en vida, y como es de rigor en las más altas
funciones, con el calor de la ceremonia fue enterrado.91)
Desde aquel día, los restos mortales de Luis Antonio de Belluga y Mon-
cada descansan con aquellos de los oratorianos que entregaron el nal de
sus vidas en el Oratorio de Roma. Sin que haya quedado constancia de su
autoría, ni siquiera de su encargo en los archivos congregacionales, poco
tiempo después se ubicó una lápida conmemorativa en recuerdo del car-
denal granadino en la Chiesa Nuova. Su ubicación no fue casual, pues se
colocó en el brazo de la Epístola del crucero, justo antes del ingreso en la
monumental Capilla de San Carlos Borromeo, cuyo titular fue uno de los
primeros cardenales reformistas afectos a la causa de san Felipe Neri.92)
91) “ad fores Ecclesia præcedent enue cum diecibus Acolitis ab omnibus PP. Congregationis recep-
tus fuit, et ianuis clausis processionaliter associatus et depositus in medio torriuis (idess cuppola)
ubi a R.P. nostro Præposito nigro Pluviali induto persoluta ipsi fuerint quæ a Rituali Romanus
præscribuntur: Die autem insequenti de mane Exequiæ illi solemniter celebratæ fuerunt quibus
interfuir Summus Pontifex Benedictus XIV cum Sacro Cardinalium Collegio, et post meridiem
eiusdem diei, ianuis iten clausis, in Sepulchro Congregationis prout ipse vivens optaverat, et in
Supremis Iabulis ex ide petierat cum consurtis cæremoniis inhumatus fuit”. Archivo Central de
la Congregación del Oratorio de Roma. Casetta C-I30, pág. 161. La traducción del texto latino
corresponde al mismo autor de este trabajo.
92) Cf. Constanza Barbieri, Soa Barchiesi y Daniele Ferrara, Santa Maria in Vallicella: Chiesa
Nuova (Roma: Palombi, 1995).
141
J.A. Díaz Gómez, Luis Antonio Belluga: trayectoria de un cardenal oratoriano...
Se trata de una lápida conmemorativa de grandes dimensiones y enri-
quecida a base de mármoles nobles y polícromos. La composición que-
da, como es natural, presidida por el blasón del cardenal, que corona un
extenso epitao en que se recogen los títulos y cronologías de Belluga,
además de recordarle como
defensor de los derechos de la Iglesia, y que sólo cuidó de agradar a
Dios y no a los hombres; fervoroso propagador de la fe, defensor de la
disciplina eclesiástica, solícito de la formación sacerdotal y de la edu-
cación de la juventud, y fundador a sus expensas de colegios, escuelas
y casas piadosas.93)
La elaboración del epitao viene estando atribuida al mismo papa Bene-
dicto XIV, el cual es cierto que manifestó en repetidas ocasiones un hon-
do pesar por la pérdida de Belluga. En una pronta carta en contestación al
obispo de Cartagena, llegó a escribir de aquel que
ha muerto como vivió, es a saber pobre y santo. Tenía sus defectos
como los tienen todos los hombres, pero eran pequeños lunares en un
bellísimo cuerpo. La intención ha sido siempre santa, la fatiga conti-
nuada hasta los últimos momentos, la mano siempre abierta para los
pobres. En una palabra, era el honor del Sacro Colegio.94)
Tampoco quedó atrás el mencionado padre Galeotti en el elogio fúnebre
que, como se dijo, pronunció durante sus exequias y en que lo aclamó
como
luz de la Nación Española, honra del Apostólico Senado, apoyo de la
República Cristiana, vindicador de la Libertad de la Iglesia y defensor
de la Ortodoxia Católica.95)
Por su parte, Felipe V no fue ajeno a la consternación por la muerte de
Belluga, de modo que, en manifestación póstuma de la admiración que le
profesaba, optó por mantener vacante el título de Protector de España du-
rante el resto de su reinado.96) Igualmente, se interesó personalmente por
el estado de las fundaciones pías que dejaba el cardenal en su Obispado de
93) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 325.
94) Galeotti S.J., Laudatio Funebris, 7-17.
95) Galeotti S.J., Laudatio Funebris, 7-17.
96) Juan B. Vilar, El Cardenal Luis Belluga, 329.
142 Annales Oratorii
Cartagena, hasta el punto de que las puso todas bajo la protección del Real
Patronato. Por si fuera poco, a título personal solicitó al papa el reconoci-
miento ponticio de todas estas fundaciones. Ello nalmente ocurrió por
breve de Benedicto XIV fechado el 15 de octubre de 1741. Dentro de un
afán compendiador, en las páginas anteriores sólo se ha hecho mención
de aquellas fundaciones pías más relevantes. A continuación, se ofrece la
completa relación de aquellas que fueron conrmadas por el papa Lam-
bertini:97)
1. Una casa de niños huérfanos, y expósitos; la cual era antes teatro de co-
medias, y la compró Su Ilustrísima a la ciudad para convertir en ejercicio
de caridad, lo que era incentivo de lujuria.
2. Una casa de niñas huérfanas y expósitas.
3. Una casa de niños huérfanos de siete a doce años, para adoctrinarlos y
enseñarles ocio.
4. Otra de niñas huérfanas de la misma edad, para enseñarlas también la
doctrina y labores propias de su sexo.
5. Un colegio de educandas, donde pudiera haber hasta 160, con un con-
vento de monjas contiguo para su educación, con la advocación de nuestra
Señora de los Dolores, bajo la regla de nuestra Señora de la Enseñanza,
sujetas al Ordinario, etcétera.
6. Una casa para recoger las mujeres escandalosas.
7. Un hospicio u albergo para recoger los pobres mendigos.
8. Más de treinta montes píos frumentarios para todas las ciudades, villas,
y lugares del Obispado de Murcia, y Orihuela.
9. Una sala para convalecientes en el Hospital de San Juan de Dios con
camas y regalo conveniente.
10. El Seminario episcopal de San Fulgencio, fundado ya por el Ilustrís-
imo Señor Don Sancho Dávila en 19 de agosto de 1592, lo decoró y am-
plicó mucho, aumentando sus rentas, y dotando dos cátedras de derecho
civil, y canónico, que no tenía.
11. Fundó también de nuevo el Colegio Seminario de San Isidoro, de vein-
te Teólogos, los más selectos del Obispado, con una pieza separada de
cuarenta aposentos, con menaje correspondiente para que los directores
del Seminario, diese los ejercicios a los ordenandos, y demás eclesiásticos
que mandase el Señor Obispo.
97) Congregación del Oratorio, Idea de los exercicios, 375-9.
143
J.A. Díaz Gómez, Luis Antonio Belluga: trayectoria de un cardenal oratoriano...
12. Otro Colegio Seminario de San Leandro de veinte y cuatro infantes
para servicio de la Catedral, e instruirse en el canto llano y gurado. Con
dotación también allí mismo para un Aniversario por Su Ilustrísima, y
para celebrar solemnemente todos los años la octava de la Purísima Con-
cepción, y esta de los Dolores de nuestra Señora.
Asimismo, más de veinte y cuatro dotaciones y memorias piadosas.
1. Para rezar las horas canónicas en las seis Parroquias de Yecla, Cartage-
na, Almansa, Albacete, Hellín, y San Bartolomé de Murcia.
2. Para diferentes escuelas gratuitas de niños, y niñas, en las ciudades de
Murcia, Cartagena y Lorca, su huerta y campo.
3. Para Botica de balde a los pobres de Murcia y su huerta.
4. Para aumento de camas en los tres Hospitales de Cartagena, Lorca y
Chinchilla, y socorro de encarcelados en estas ciudades, y la de Murcia.
5. Para rescate de cautivos, especialmente, niños, niñas, y mujeres.
6. Ocho pensiones en dinero de 200 ducados cada una a ocho Comunida-
des Religiosas del Obispado, para que de cada una salgan todos los años
dos Religiosos graves, doctos, y celosos, los ocho a hacer misiones por
toda la Diócesis, y en las galeras de Cartagena, por seis meses; y los otros
ocho por el mismo tiempo a recorrer la Huerta y Campo, Ermitas, Luga-
res, y Aldeas de todo el Obispado, catequizando a los niños, e instruyendo
y confesando a las pobres gentes, y a los Moriscos de la costa.
7. Para mantener dos Padres en la Congregación de Villena.
8. Para tres Capellanías no colativas en la Congregación de Córdoba.
9. Para recoger e instruir las mujeres castigadas ya por la Inquisición por
hechiceras o embusteras.
10. Para aumento de seis cátedras en la Universidad y Colegio mayor de
Santa María de Jesús de Sevilla, donde fue Colegial Su Ilustrísima.
11. También hizo algunas fundaciones en su Patria Motril, cuales son el
Colegio de San Luis Gonzaga, el Seminario de San José para estudios ma-
yores, la Colegiata erigida en la Parroquial, con una magníca capilla de-
dicada a nuestra Señora de los Dolores, bien alhajada, y con el servicio
de tres Capellanes, un monte pío frumentario para los pobres labradores,
etcétera.98)
98) Lope de Pascual Martínez, “Los Montepío frumentarios en la Diócesis de Cartagena durante
el episcopado del Cardenal Belluga: Provincia de Albacete”, en Congreso de Historia de Albacete
(Albacete: Instituto de Estudios Albacetenses “Don Juan Manuel”, 1984), III, 213-24. Este trabajo
144 Annales Oratorii
Conclusión
Queda, por tanto, evidenciada la fulgurante trayectoria de un eclesiástico
imbuido por el ideal reformista de san Felipe Neri desde su más temprana
formación de juventud. Y es que, a pesar de los embates con que la vida
endureció su niñez, toda desavenencia no parece haber trascendido del
plano personal, puesto que el buen posicionamiento familiar y el desahogo
económico heredado le permitieron asegurarse una inmejorable forma-
ción, junto con una imparable carrera eclesiástica. De la etapa vivida en
los colegios de los jesuitas se forjaría la brillante erudición de un eminente
teólogo preocupado por la extensión y la ortodoxia de la fe católica. Así
también, Desde su formación oratoriana nació la particular implicación
que siempre demostró en lo relativo a la instrucción y la forma de vida del
clero secular. Pero no sólo ello, sino también una especial veneración por
la granadina advocación de la Virgen de los Dolores, que impondría como
emblema garante de la nueva dirección que habría de adoptar la Congre-
gación del Oratorio en España bajo su particular patrocinio.
Con semejantes precedentes, a comienzos del siglo XVIII, Belluga se con-
solidaba como una autoridad indiscutible en muy diversos planos, con lo
que se granjeaba una consideración que parecía evocar al príncipe ecle-
siástico del Renacimiento: el al monarca impuesto por la voluntad divi-
na; defensor a ultranza de la plena autodeterminación del ámbito eclesial;
agudo estratega dispuesto a ponerse al mando de un ejército; brillante
escritor de eruditos tratados teológicos y doctrinales; fundador de nue-
vas congregaciones e incluso de nuevas poblaciones; promotor de gran-
des fundaciones pías destinadas a favorecer a las gentes humildes de su
jurisdicción. Todas estas dimensiones no contribuyen sino a confeccionar
el currículum del perfecto príncipe de la Iglesia, un puesto que, en con-
secuencia, hubo de llegarle de forma prácticamente inevitable y natural.
Sus iniciativas y carácter marcaron un antes y un después en aquellos
lugares en que permaneció asentado. Su memoria perdura aún en la ac-
tualidad en las ciudades de Motril, Granada, Córdoba y Murcia. En to-
das ellas, su largueza como mecenas y fundador legó un poso imborrable
que en determinados aspectos condicionó favorablemente la prosperidad
de aquellos territorios. Incluso durante toda su vida su insobornable y
convencida personalidad no pasó desapercibida ni dejó indiferentes a go-
permite ahondar en el aspecto de los montepíos frumentarios fundados por Belluga en el entorno
de la Vega del Segura.
145
J.A. Díaz Gómez, Luis Antonio Belluga: trayectoria de un cardenal oratoriano...
bernantes civiles, a dignidades eclesiásticas y ni tan siquiera al común
del pueblo, el cual, hasta en la variopinta ciudad de Roma, popularizó
las particularidades y rarezas de este personaje. Por este motivo, no debe
extrañar tampoco el apego que el cardenal Belluga mantuvo con respecto
a sus fundaciones populares hasta el mismo instante de su muerte, espe-
cialmente en suelo murciano donde, bajo su patrocinio, se prodigaron las
memorias, capellanías, albergues, hospicios, seminarios y colegios.
En denitiva, dentro de la historia de la Iglesia española, así como de la
propia de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri, Luis Antonio
de Belluga y Moncada puede y debe ser estimado como uno de sus más
conspicuos hijos. En estas consideraciones, que el paso del tiempo ha ido
disipando, vivió y murió Belluga, pues también se manifestó como un el
defensor del dogma inmaculista y del santoral hispano, ese mismo que
se le escapó, pese a las iniciativas póstumas lanzadas por sus abnegados
seguidores y familiares. Probablemente, de haber sido más favorable la
relación con los grandes círculos de poder españoles, Belluga habría que-
rido retornar a su patria chica, a Motril, para encontrar en ella su eterno
descanso. Pero, al no ser ello posible, quiso el purpurado quedar para
siempre en Roma, encontrando su sepultura en el corazón de la Congre-
gación del Oratorio cuyo ideal siempre defendió y difundió, y de la que,
pese al olvido impenitente arrojado por el paso del tiempo, fue uno de sus
más brillantes exponentes.
146 Annales Oratorii
Fig. 1: Firma autógrafa del cardenal Luis An-
tonio Belluga en 1722. Fuente: Juan B. Vilar, El
Cardenal Luis Belluga, 273.
Fig. 2: Calcografía con la egie del cardenal
Belluga. Ludovicus Belluga e Moncada Hispa-
nus, Episcopus Carthaginiensis, S.R.E. Presbyte-
ri Cardinalis creatus in Consistorio Secreto a
Ssmo. D. N. Clemente Papa XI, die 29 Novem-
bris 1719. Obiit die 22 Februarii 1743. Domini-
cus de Rubeis Hæres, Io. Iacobi formis, Romæ ad
Tmpl. S.M. de Pace cum P.S.P. Fuente: Aranda
Doncel, La Congregación del Oratorio, 97.
Fig. 3: Cristóbal de León (atrib.), Retrato del
cardenal Belluga, Primer tercio del siglo XVIII,
Oratorio de San Felipe Neri de Sevilla. Foto-
grafía: José Antonio Díaz Gómez.
Fig. 4: Pablo Pedemonte, Retrato del cardenal
Belluga, 1762, Palacio Episcopal de Murcia. Fo-
tografía: José Antonio Díaz Gómez.
Fig. 5: Pier Leone Ghezzi, Caricatura del car-
denal Belluga, h. 1741, Biblioteca Cívica de
Fossombrone. Fuente: Mª Cristina Dorati da
Empoli, Pier Leone Ghezzi. Un protagonista del
Settecento romano (Roma: Gagnemi Editore,
2008), 241 y ss.
Fig. 6: Martín Solera (atrib.), Blasón del carde-
nal Belluga, h. 1740, Hospicio de Santa Floren-
tina (Murcia). Fotografía: José Antonio Díaz
Gómez.
Fig. 7: Melchor de Aguirre, Oratorio de Ntra.
Sra. de los Dolores de Granada, 1686-1699, fo-
tografía posterior a 1921. Fuente: Archivo de
los Padres Redentoristas de Granada. En este
Oratorio, fundado en 1670 profesó Belluga ha-
cia 1676.
Fig. 8: José de Mora, Virgen de los Dolores del
Oratorio de Granada, 1671, Parroquia de San
Gil y Santa Ana (Granada). Fotografía: José
Antonio Díaz Gómez. Fue esta imagen la de-
positaria de la principal devoción mariana del
cardenal Belluga.
Fig. 9: Francisco Hurtado Izquierdo, Oratorio
de Ntra. Sra. de los Dolores de Córdoba, 1696-
1720, fotografía de la primera mitad del siglo
XX. Fuente: Aranda Doncel, La Congregación
del Oratorio, 113. El Oratorio cordobés fue fun-
dado y promocionado por Belluga a partir de
1696.
Fig. 10: Autor desconocido, Capilla y Oratorio
de San José de Murcia, h. 1704. Fotografía: José
Antonio Díaz Gómez. En este espacio fundó
Belluga el Oratorio de Murcia en 1706.
Fig. 11: Autor desconocido, Ermita de la Virgen
de la Cabeza de Motril, 1633-1641, fotografía
anterior a 1936. Fuente: Hermandad de la Vir-
gen de la Cabeza de Motril. En este lugar, Bellu-
ga trató de fundar un nuevo Oratorio en 1702.
Fig. 12: Garrido del Castillo, Capilla de Ntra.
Sra. de los Dolores de la Iglesia Mayor de Motril,
1929. Fuente: Francisco García Pérez, La Costa
del Sol (Motril: s.n., 1930).
Fig. 13: Autor desconocido, Lápida funeraria
del cardenal Belluga en Santa María in Vallicel-
la, 1743. Fotografía: Congregación del Oratorio
de San Felipe Neri de Roma.
DIDASCALIE
Fig. 2 Fig. 3
Fig. 4 Fig. 5
Fig. 1
Fig. 6
Fig. 7
Figg. 9 - 10
Fig. 8
Figg. 11 -12
Fig. 13
153
J.A. Díaz Gómez, Luis Antonio Belluga: trayectoria de un cardenal oratoriano...
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qui in Ven. Chiesa di S. Mariæ et Gregorii in
Vallicella sepulchro decorantur. Ab anno 1645
usque ad annum [1888, ma con lacune], 1743,
pág. 161. La traducción del texto latino corre-
sponde al mismo autor de este trabajo.
Archivo Histórico Diocesano de Granada.
Fondo Sacerdotes. Libro 3: Registros de órdenes,
1668-93, s.fol.
Archivo Histórico Provincial de Granada. Fon-
do Inquisición. Legajo 3057-21: Pleito entre
Luis de Belluga y Mortara, presbítero vecino de
Motril, y Juan de Franquis Marroquín por de-
rechos sobre la nca “El Ingenio del Toledano”,
1672-775, s.fol.
Biblioteca de la Universidad de Sevilla. Fondo
Antiguo. Legajo 022, expediente 6: Expediente
de Pruebas de Legitimidad y Limpieza de Sangre
de Luis Antonio Belluga Moncada, 1685-6, fols.
428-75.
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Febbraio 2018