El posibilitar un mejor uso y acceso a los medicamentos para curar, aliviar y prevenir enfermedades es uno de los grandes retos a los que se enfrenta hoy en día la humanidad y especialmente los países de menor desarrollo e ingreso per cápita. De este modo, es aceptado que la falta de accesibilidad a los medicamentos para las personas y las comunidades, sobre en aquellos que viven en los países con menos ingresos, es un gran problema tanto en el ámbito de la salud como en a nivel social, económico, político y ético.
El precio que se ha de pagar por medicamentos vitales y esenciales no es asequible para una cantidad ingente de personas que viven en países con escasos recursos económicos. Esto provoca millones de muertes anuales y problemas de salud adicionales por no poder acceder a dichos medicamentos en palabras de la misma Organización Mundial de la Salud.
Uno de los motivos principales causante de la inaccesibilidad de los medicamentos a más de dos tercios de la población mundial, es la protección y monopolio que las patentes otorgan a los fabricantes de medicamentos. Las patentes les posibilita a las empresas de la industria farmacéutica el monopolio de la venta de un medicamento durante más 12 años, estando libres de cualquier competencia que disminuiría su precio y por tanto facilitaría la accesibilidad a dichos medicamentos.
El uso de las patentes de medicamentos, establecidas para proteger la propiedad intelectual que conlleva desarrollar un nuevo medicamento, se ha extendido a nivel mundial. La organización mundial del comercio, OMC, ha establecido los TRIPS (Agreement on Trade-Related Aspects of Intellectual Property Rights), un acuerdo que han firmado la mayoría de los países pertenecientes a esta organización y que extiende a nivel global el monopolio de las patentes de medicamentos. Estos acuerdos menoscaban el desarrollo o la continuidad de las industrias locales de medicamentos genéricos y su posibilidad de abastecer a sus poblaciones de forma barata con medicamentos esenciales.
Varias correcciones y cláusulas adicionales a dichos acuerdos, como los establecidos por ejemplo en Doha, han intentado paliar el grave problema de salud que generan a nivel mundial los acuerdos TRIPS. Entre dichas medidas de alivio a las restricciones de las patentes figura la posibilidad de otorgar licencias (compulsary license) por parte de los países, en caso de extrema necesidad y urgencia de salud o el poder recurrir a la importación de paralelos, han sido algunas de las medidas lenitivas suscritas para fabricar medicamentos genéricos de especialidades farmacéuticas con patente.
La industria farmacéutica ha sido mirada con lupa, ha sido criticada y examinada para poder justificar la protección de estos monopolios y las ganancias que obtiene. Han sido muchas las propuestas que han intentado compatibilizar los inmensos costes de dinero y tiempo que se emplean en la investigación y desarrollo de un medicamento con su accesibilidad, es decir, con su disponibilidad y precio asequible. Para que a una empresa le compense invertir en investigar y desarrollar nuevos medicamentos ha de tener la seguridad de poder recuperar su dinero y tiempo, y de que sus esfuerzos en avanzar en el arsenal terapéutico no van a ser minados rápidamente por la industria de genéricos.
Otro gran problema es que no se han dispuesto de las medidas eficaces para democratizar e impulsar la inventiva e innovación en la investigación básica y en el desarrollo de medicamentos para cualquier individuo o grupo que tenga el talento, la motivación y le dedique el esfuerzo suficiente para desarrollar esta actividad. La transferencia a los países de medio o bajo ingreso per cápita de capacidades investigadoras y de desarrollo de los medicamentos sobre todo en las fases más incipientes como son la investigación básica y las fases preclínicas y clínicas han sido muy escasas e insuficientes.
En este trabajo, se van a estudiar diferentes medidas que se han tomado o se han propuesto para paliar y mejorar la accesibilidad a los medicamentos en los países con menores ingresos. La industria farmacéutica con una estructura anquilosada y desproporcionada, que perdura desde el siglo XIX, no logra mejorar los resultados en investigación y se muestra incapaz de adaptarse a la nueva realidad social y política globalizada. Tampoco consigue adaptarse ni aprovechar en todo su potencialidad los avances científicos y técnicos actuales. No puede, además, compensar con nuevas innovaciones los desajustes que ocasionan los altos precios de sus medicamentos patentados ni los desequilibrios en acceso a bienes, recursos y conocimientos para que haya igualdad de oportunidades en la innovación e investigación farmacéutica. Por otro lado, el sistema de patentes farmacéuticas ha creado todo una serie de actitudes empresariales injustas que provocan profundos desequilibrios sociales y amenazas sanitarias.
La gran industria farmacéutica, con el actual régimen de patentes, no ha llegado a demostrar que de verdad necesite esta protección para proveer de medicamentos innovadores y vitales para el planeta. Pero tampoco, la industria local farmacéutica de los países emergentes, amparadas y protegidas por legislaciones proteccionistas en sus propios países, muchas veces adaptando las propias leyes de patentes a sus intereses, han demostrado que pueden sustituir como industria inventora e innovadora a sus rivales.
Las patentes, como recurso para recompensar la inversión en dinero y tiempo por innovar, son en general, cuestionadas y puestas hoy en entredicho en la mayoría de los sectores industriales. Los derechos de propiedad intelectual rompen con la competencia beneficiosa del mercado, son instrumentos de abuso para obtener monopolios sobre los productos e impiden el factor progresivo y exponencial que siempre tiene la innovación.
La ventaja temporal que conlleva ser el primero en lanzar un producto, mantener en secreto detalles de la innovación, ser la industria que ha desarrollado dicho artículo de valor y convertirse en marca de referencia para el mismo, suponen mecanismos suficientes para recuperar las inversiones y obtener beneficios aceptables de una innovación, antes de que las copias entren en el mercado de forma masiva.
Solo tendría, tradicionalmente, una justificación las patentes en la industria farmacéutica: el dinero y el tiempo invertidos en desarrollar los estudios exigidos por las autoridades regulatorias para registrar un medicamento, la cantidad de moléculas que son fallidas y que nunca logran comercializarse después de años de estudios, y la rapidez y facilidad para copiar y reproducir un medicamento a coste mínimo hacen pensar que sólo con la protección de las patentes un laboratorio se atreva a invertir en el lanzamiento de nuevos medicamentos.
En este trabajo, apoyados por estudios específicos sobre las patentes y la innovación en la industria farmacéutica, ensayamos someramente, de forma teórica y como hipótesis que la estructura de dicha industria pudiera ajustarse a las de los demás sectores industriales.
Nos basamos en recordar la tradicional separación entre las patentes de productos y las patentes de procesos en los medicamentos; es decir, de una industria que innova sobre productos descubiertos por científicos y de otra que innova sobre los procesos de fabricación. Conscientes, a su vez, de que la invención de moléculas, en más de un 75%, ha sido llevado a cabo por organismos públicos pequeños, universidades e instituciones científicas, financiados mayoritariamente por dinero público, mientras que la innovación, registro y comercialización del producto son siempre costeados y desarrollados por la gran industria.
Se proponen, por tanto, dos sectores industriales farmacéuticos separados. Una industria farmacéutica de la invención-producto y otra de la innovación-proceso. Dos sectores separados por la incompatibilidad de poder desarrollar las dos actividades industriales a la vez, pero unidas por la colaboración e interdependencia que necesitan mantener.
Serian sectores industriales con fines más precisos, desarrollos inventivos o innovadores más cortos en tiempo e inversiones más pequeñas. Así cada sector sería más dinámico, competitivo y cooperador sin depender ni basarse en monopolios sobre productos o procesos. Se crearía una industria de la invención que genera riqueza cuando hasta ahora era una inversión mayoritariamente pública con beneficio para la gran industria farmacéutica. No serían necesarias o no estarían justificadas las patentes. Y mucho de los problemas actuales de accesibilidad a los medicamentos quedarían resueltos.
Todo esto es una hipótesis que necesitaría de la realización de pruebas empíricas para que mediante estudios de casos reales basados en prueba y error se consiga crear un nueva estructura de industria farmacéutica que no dependa de las patentes y no genere las desigualdades en el acceso a los medicamentos y en las oportunidades innovadoras e inventivas. Se apoya esta propuesta concreta expuesta en este trabajo también en las conclusiones de estudios realizados por la propia industria farmacéutica para la mejora en los ratios de descubrimientos de moléculas nuevas con real trascendencia innovadora. Para ello, se han utilizado abundantes estudios para dar apoyo y justificación a la iniciativa de una nueva estructura de industria farmacéutica innovadora e inventiva que no dependa de las patentes.
Este trabajo no se reduce únicamente a plantear una nueva estructura de industria farmacéutica sin patentes, más cooperativa y dinámica, integrada por muchas empresas de tamaño mediano o pequeño que consigan reducir costes, ser sostenibles y conseguir una alta eficacia inventiva e innovadora. Se necesitan, además, plantear modelos de negocios sostenibles de alto valor social que sean capaces de implantarse en los países de menores ingresos y con altas carencias de infraestructuras, sociales y políticas. Estos modelos los encontramos en los las propuestas de C.K. Pranahad sobre las empresas “Bottom of Pyramid” y han dado manifiestos éxitos, sin estar tampoco exentos de críticas, al crear verdaderas capacidades de consumo, producción y de salud en muchos ámbitos realmente depauperados.
A su vez, este estudio académico pretende establecer y definir la opción ética y política que postule una teoría de justicia coherente en la defensa de una mejor accesibilidad y uso de los medicamentos a nivel global. Para ello se apoya, fundamentalmente y en primer lugar, en las teorías postulada por académicos como A. Sen y Martha C. Nussbaum referidas a las capacidades. Las capacidades son entendidas como espacios de oportunidad o logro para que cada uno de las personas pueda desarrollar sus propios planes vitales buenos. Aquí, nos veremos en la necesidad de validar esta teoría de las capacidades frente a la propuesta por J. Rawls y sus seguidores. Esto se debe a la importancia y necesidad de considerar la Teoría de Justicia de Rawls para cualquier propuesta sólida que se quiera realizar en temas de justicia distributiva en pleno siglo XXI.
Dentro de las capacidades que necesita toda persona para preservar su dignidad, sus propios planes vitales, etc., siempre de un modo u otro se incluirá a la capacidad a la salud. Así, de un modo indirecto, lo hará la propia M. Nussbaum cuando ofrece una lista de 10 capacidades básicas que toda persona necesita satisfacer en una mínima cantidad para a preservar su dignidad de ser humano. También, A. Sen entenderá la salud como una capacidad fundamental a considerar aunque nunca llegará a proponer un listado concreto y formal de capacidades básicas o fundamentales para el ser humano.
Los autores que han desarrollado más en concreto la salud como una capacidad a considerar han sido S. Venkatapuram y Nielsen, entre otros, que en este estudio desarrollaremos en profundidad. No nos olvidamos de estimar las propuestas de N. Daniels, que como seguidor de Rawls, verá la salud como un bien primario a cuidar ya que supone preservar la igualdad de oportunidades que demanda toda sociedad justa.
En este estudio, por tanto, trataremos de defender con detalle por qué es necesario proponer las capacidades como métrica fundamental a distribuir igualitariamente entre los individuos y los grupos frente a bienes primarios entendidos como libertades fundamentales, igualdad de oportunidades y recursos prioritarios para los más desfavorecidos. Las capacidades aportan frente a los bienes primarios el otorgar a todos y cada uno las oportunidades que realmente necesita el individuo, sin recurrir a estándares de bienes mínimos y teniendo en cuenta los condicionantes socioeconómico y personales e innatos, para conseguir los funcionamientos que le permitan realizar sus propios planes vitales. Tampoco, tal como el utilitarismo defiende, se acepta como prioridad distributiva la maximización del bienestar para el conjunto de individuos que conforman una sociedad.
Además, veremos como las capacidades de salud y las de salud farmacéutica en particular merecen una atención particular si se quiere ofrecer la mejora en el uso y el acceso de los medicamentos de un modo global para las poblaciones más pobres y para los individuos y grupos en particular que las conforman.
Serán las capacidades de salud farmacéuticas entendidas como las oportunidades o logros ofrecidos mediante bienes, recursos y conocimientos para mejorar el uso y el acceso a los medicamentos lo que se intentará conseguir al proponer la nueva estructura de industrias farmacéuticas inventivas e innovadoras sin patentes dentro de modelos de negocios “Bottom of the Pyramid” que aportan alto capital social.
Pero aun así no se considera que esto será suficiente para que de un modo justo e igualitario todas las personas y grupos en función de su talento y esfuerzo puedan disfrutar de una manera apropiada de las capacidades de salud farmacéutica que demandan. Necesitarán de marcos institucionales donde dichos individuos y grupos puedan gestionar estas capacidades de salud concretas que exigen. Marcos institucionales que les permitan tener un poder y control real sobre la gestión de sus capacidades y el poder político y legislativo para intervenir en estas instituciones que les permiten esta gestión.
Por ello, en la parte final del trabajo expondremos las instituciones de los “Common-Pool Resources” como el ámbito institucional apropiado para la gestión de las capacidades de salud farmacéutica ofreciendo el control y el poder sobre dicha gestión para las personas y los grupos que los conforman. Decir que estos “Common-Pool Resources” son los modos que han pervivido durante siglos para gestionar recursos naturales por parte de las comunidades tradicionales. Dichas instituciones fueron estudiadas por E. Ostrom y analizadas en conciencia para articular y analizar sus modos de estructurarse y funcionar. Esto nos ha servido para constituir y proponer de un modo similar nuestras instituciones de gestiones de capacidades básicas que en nuestro caso serán las capacidades de salud farmacéuticas.
Para nosotros estos “Common-Pool Resources” (CPR) de gestión de capacidades estarán constituidos por un contrato suscrito por todos y cada uno de los participantes de dicha institución. El contrato especificará las reglas y los objetivos de los CPR, que de este modo determina los tipos de participantes que existen junto a sus obligaciones y derechos así como las sanciones para aquellos que no respetan las reglas dictaminadas. Entre los objetivos que hemos estipulados como primordiales para todo “Common-Pool Resources” de capacidades será la mejora de las mismas a corto plazo y a medio y largo plazo la igualación de las capacidades de partida objeto de este CPR.
También, además del ámbito contractual que establecen las reglas en uso del CPR, ya sean las operativas, las de elección colectiva o las constitucionales, existirá un ámbito abierto para compartir capacidades de un modo totalmente libre siendo este espacio totalmente interactivo y dinámico. De este modo, si somos capaces de establecer instituciones donde es posible realmente gestionar con poder y control, por parte de todas las personas y los grupos, de las capacidades básicas que demanda todo ser humano al estar fuertemente unidas a su necesidad de supervivencia y de bienestar se conseguirá, también, cambiar la prioridad establecida por las teorías de justicia más emblemáticas de este y el anterior siglo.
Por esta razón, lo fundamental ya no será que cada persona pueda desarrollar su propio plan vital bueno y razonable para los demás sino de que sea capaz de tener el poder y control sobre la gestión de las capacidades básicas que demanda y la posibilidad de poder decidir legislativa y políticamente en las instituciones que le ofrecen esta posibilidad de gestión.
Así, en resumen, con la estructura de industria farmacéutica propuesta y los modelos de negocio “Bottom of the Pyramid” se consigue liberar al sector farmacéutico del monopolio de las patentes, posibilitar una industria local de medicamentos fuerte e innovadora en los países en vías de desarrollo, dar la oportunidad de generar medicamentos baratos y en cantidad suficiente, crear una industria de la invención e innovación junto a capacidades de consumo, trabajo y producción en las comunidades más pobres hasta entonces desconocidas, y mejorar las instituciones locales, sus infraestructuras y mercados de intercambio, etc.
Por ello, la igualdad de oportunidades, recursos y capacidades se hace más posible mediante un sector dinámico, competitivo, sostenible y de cooperación inventiva e innovadora. Además, una gestión de las capacidades de salud farmacéutica que implica ese mejor uso y acceso a los medicamentos mediante las instituciones de los “Common Pool Resources” hace que se tenga control y se tomen medidas eficaces sobre los condicionantes socioeconómicos, las habilidades de conversión de las oportunidades ofrecidas por parte de los individuos y grupos y las características innatas y adquiridas de cada persona.