Content uploaded by David García-Marín
Author content
All content in this area was uploaded by David García-Marín on Mar 02, 2018
Content may be subject to copyright.
Recibido: 2017-10-15
Revisado: 2017-11-09
Aceptado: 2017-12-13
Código RECYT: 60468
Preprint: 2018-02-15
Publicación Final: 2018-04-01
DOI: https://doi.org/10.3916/C55-2018-07
Prosumidores y emirecs: Análisis de dos teorías enfrentadas
Prosumers and emirecs: Analysis of two confronted theories
Dr. Roberto Aparici
Profesor Titular de Comunicación y Educación del Departamento de Didáctica,
Organización Escolar y Didácticas Especiales de la UNED (España) (raparici@edu.uned.es)
(http://orcid.org/0000-0002-1908-1029)
David García-Marín
Profesor Colaborador del Máster de Comunicación y Educación en la Red de la UNED (España)
(dgarciamarin@invi.uned.es) (http://orcid.org/0000-0002-4575-1911)
Resumen
En los años 70, las publicaciones de Alvin Toffler y Jean Cloutier resultan esenciales para el surgimiento de
dos conceptos, prosumidor y emirec, cuyos significados han sido equiparados de forma errónea por numero-
sos académicos e investigadores. De forma paralela, las teorías mercantilistas vinculadas a la prosumición
han invisibilizado a los modelos de comunicación entre iguales de Cloutier. En este artículo, configurado como
una revisión del estado de la cuestión realizada a partir de un exhaustivo análisis documental, observamos
que, mientras que la noción de prosumidor representa unas relaciones verticales y jerárquicas entre las fuer-
zas del mercado y los ciudadanos, el emirec de Cloutier evoca a una relación horizontal y una isonomía entre
comunicadores profesionales y amateurs. La prosumición presenta un sujeto alienado e integrado en la lógica
del mercado bajo dinámicas de trabajo gratis y a partir de la extensión del tiempo y los espacios productivos,
mientras que el emirec se define como un sujeto potencialmente empoderado que establece relaciones entre
iguales. La teoría del prosumidor pretende la reproducción del modelo económico hegemónico buscando so-
luciones desde el ámbito del marketing a los constantes desafíos que la industria de los medios y el entrete-
nimiento deben afrontar en el mundo digital. Por contra, la teoría del emirec conecta con modelos comunica-
tivos disruptivos que introducen nuevas relaciones entre medios y audiencias y el establecimiento de la lógica
de la afinidad entre los participantes de la comunicación.
Abstract
In the 1970s, the publications of Alvin Toffler and Jean Cloutier were essential for the emergence of two con-
cepts, prosumer, and emirec, whose meanings have been mistakenly equated by numerous scholars and
researchers. At the same time, the mercantilist theories linked to prosumption have made invisible the models
of communication designed by Cloutier. In this article, configured as a review of the state of the art made from
an exhaustive documentary analysis, we observe that, while the notion of prosumer represents vertical and
hierarchical relations between companies and citizens, Cloutier's emirec evokes a horizontal relationship and
an isonomy between professional and amateur media creators. The prosumption presents an alienated sub-
ject, which is integrated into the logic of the market under free work dynamics and from the extension of time
and productive spaces, while the emirec is defined as a potentially empowered subject that establishes rela-
tions between equals. The theory of the prosumer reproduces the hegemonic economic model by seeking
solutions from the field of marketing so that the media and entertainment industries must face the challenges
© COMUNICAR, 55 (2018-2); e-ISSN: 1988-3293; Preprint DOI: 10.3916/C55-2018-07
they have to face in the digital world. On the contrary, the emirec theory connects with disruptive communica-
tive models that introduce new relationships between media and audiences and the establishment of logic of
affinity between communication participants.
Palabras clave / Keywords
Prosumidor, emirec, medios digitales, empoderamiento, mercado, prosumición, marketing, alienación.
Prosumer, emirec, digital media, empowerment, market, prosumption, marketing, alienation.
1. Introducción
En los años 70 del siglo XX se enuncian dos teorías contrapuestas sobre la comunicación, a partir
de las ideas esbozadas por Marshall McLuhan y Barrington Nevitt en su obra «Take today: The
executive as a dropout» (1972), en la que afirmaban que con la tecnología el consumidor podría
llegar a ser, al mismo tiempo, un productor. Por un lado, Jean Cloutier define su teoría del emirec
que se centra en la comunicación, la interacción y la creación en todos los campos. Por otro, Alvin
Toffler enuncia por primera vez su teoría del prosumidor, de raíz eminentemente económica y cen-
trada en el mercado, como demostraremos más adelante. Resulta necesaria una relectura en pro-
fundidad de las aportaciones de estos dos autores para identificar la verdadera naturaleza de ambos
términos, considerados erróneamente como equivalentes o sinónimos.
Emirec y prosumidor no evocan la misma realidad. La prosumición es un proceso de raigambre
económica, mientras que la teoría del emirec se centra exclusivamente en el ámbito de la comuni-
cación. Diferentes académicos han analizado la labor de los prosumidores como un elemento clave
para el engranaje del modelo económico actual. Los siguientes autores, entre otros, lo consideran
como una palabra clave para caracterizar nuevas relaciones de mercado entre consumidores y pro-
ductores. Ritzer y Jurgenson (2010) defienden la emergencia de un «capitalismo del prosumidor» y
la necesidad de una «sociología de la prosumición». Fuchs (2010), basándose en la noción del
trabajo de las audiencias de Smythe (1977), introdujo el concepto de «trabajo del prosumidor me-
diático y de Internet». Huws (2003) afirma la existencia de un «trabajo de consumo» que es capa-
citado por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Bruns (2008) acuñó el tér-
mino «produsuario» que evoca la figura del usuario que produce sus propios bienes y/o servicios.
Kücklich (2005) fue el primero en mencionar la necesidad de estudiar el llamado «trabajo lúdico»
que prolifera en las redes sociales y en el seno de las franquicias mediáticas y culturales transmedia.
Hardt y Negri (2000), y Ritzer, Dean y Jurgenson (2012) vinculan a este productor como actor im-
prescindible para la «fábrica social», que genera una ingente producción inmaterial (Lazzarato,
1996) en el contexto de la Web 2.0 donde los usuarios consumen información y producen conteni-
dos a través de plataformas de diferente naturaleza (Chia, 2012; Shaw & Benkler, 2012). En este
modelo de capitalismo informacional, se genera un excedente ético en los contenidos y los mensa-
jes (Arvidsson, 2005) constituyéndose un modelo de consumo informativo a la carta (Sunstein,
2001) o pro-am (Leadbeater & Miller, 2004).
A diferencia de todas estas nociones, que dialogan de cerca con la dimensión claramente economi-
cista y mercantil del prosumidor de Toffler, la noción de emirec evoca implícitamente cuestiones
vinculadas al campo de la comunicación y, desde su origen, se centra en procesos comunicativos
dialógicos, democráticos, no jerárquicos y horizontales.
2. La mirada economicista. El prosumidor como sustento del mercado
Las perspectivas desde las que se ha abordado el estudio de la prosumición varían desde el campo
de la convergencia de medios (Sánchez & Contreras, 2012), el mundo del marketing (Tapscott,
Ticoll, & Lowy, 2001; Friedman, 2005; Tener & Weiss, 2004) y el análisis de la participación del
ciudadano en el entramado social (Fernández-Beaumont, 2010). De todas estas aproximaciones,
© COMUNICAR, 55 (2018-2); e-ISSN: 1988-3293; Preprint DOI: 10.3916/C55-2018-07
las vinculadas al campo de la economía han ocupado el espacio que le correspondería a las teorías
y modelos que se derivan del emirec, por lo que se hace imprescindible una revisión de ambos
conceptos −prosumidor y emirec− aparentemente semejantes pero sustancialmente diferentes.
El estudio profundo de la prosumición resulta inseparable de la utilización de categorías de análisis
insertas en el campo de la economía. Cualquier aproximación a la noción de prosumidor nos lleva
al libro «La tercera ola» (Toffler, 1980), donde se diferencian tres momentos clave en la historia de
las relaciones económicas. La primera ola surge con la revolución agrícola y se establece entre los
siglos IX y XVIII. En este periodo, la mayoría de los individuos consumían lo que ellos mismos
producían, eran prosumidores. A partir del siglo XVIII, se inicia la llamada segunda ola, cuando la
revolución industrial modifica la forma de producción y establece una separación entre las funciones
de producción y consumo, que tiene como principal consecuencia el nacimiento del mercado enten-
dido como un conjunto de redes de intercambio comercial. Esta segunda ola diferencia a los que
producen bienes de aquellos que los adquieren; el individuo tipo de este tiempo es consumidor de
los bienes que otros producen. La tercera ola −a partir de los años 40 del siglo XX− conlleva la
reaparición de un prosumidor sobre una base de alta tecnología que permite la producción de los
propios bienes para el sustento del mercado. Este proceso se muestra de forma evidente en el
mundo digital.
Tras las aportaciones iniciales de Toffler, el concepto de prosumidor fue refinado por Don Tapscott
en su obra «The digital economy» (1995). Tapscott actualiza la visión de la prosumición en una
época en la que los avances tecnológicos capacitaban más que en ningún momento anterior la
convergencia entre productores y consumidores. La dimensión económica del término fue renovada
y potenciada por este autor, quien definió las características fundamentales del prosumidor 2.0:
libertad, customización, escrutinio y comparación antes de la compra, búsqueda de integridad y
coherencia en el mensaje de las marcas, colaboración en la realización o el diseño de los productos
y servicios, búsqueda del entretenimiento, demanda de suministro instantáneo e innovación cons-
tante de los productos (Tapscott, 2009). La prosumición resultaría un elemento clave para entender
las nuevas normas del marketing del siglo XXI, basadas en la transición de los productos a las
experiencias, del espacio físico de venta a la ubicuidad proporcionada por los dispositivos digitales
y de los procesos tradicionales de promoción y publicidad a las dinámicas de comunicación y diálogo
entre marcas y usuarios, originando una evolución que parte del autor como productor único al
usuario como prosumidor (Hernández, 2017). Dos obras de Tapscott contribuyen notablemente a
acrecentar la expansión del término prosumidor: «Wikinomics. Nuevas formas para impulsar la eco-
nomía mundial» (2001) y «Grown up digital. How the net generation is changing your world» (2009).
En conexión con las ideas de Tapscott, resulta evidente que en una economía informacional como
la actual, la producción de datos de los usuarios constituye un elemento fundamental para el mer-
cado. En las plataformas digitales y las redes sociales, los usuarios constantemente crean y repro-
ducen contenido y perfiles que contienen datos personales, relaciones sociales, afectos, comunica-
ciones y comunidades. En este modelo, todas las actividades online son almacenadas, evaluadas
y mercantilizadas. Los usuarios no solo producen contenidos, sino también un conjunto de datos
que son vendidos a las empresas de publicidad que, de este modo, son capaces de presentar anun-
cios personalizados en función de los intereses de los sujetos. Los usuarios son, por tanto, consu-
midores productivos que producen bienes y beneficios que son explotados de forma intensiva por
el capital (Fuchs, 2015: 108).
El prosumidor digital, por tanto, no se configura como un individuo empoderado, sino alienado me-
diante la conversión de las labores pagadas necesarias para el mercado en trabajo no remunerado.
Para ello, una de las técnicas utilizadas es el crowdsourcing, estrategia esencial para lograr la im-
plicación y vinculación emocional de los usuarios (Aitamurto, 2013; Marchionni, 2013). Lejos de
configurarse como un motor democratizador del comercio (Howe, 2008: 14), el crowdsourcing puede
ser definido como un mecanismo que el capitalismo informacional utiliza para la creación de valor y
la intensificación de la explotación (Fuchs, 2015: 156).
© COMUNICAR, 55 (2018-2); e-ISSN: 1988-3293; Preprint DOI: 10.3916/C55-2018-07
A la vez, la prosumición digital está gobernada por procesos de coerción. Las grandes compañías
digitales monopolizan la provisión de determinados servicios -como la creación de vastas redes de
conectividad social- y, por ello, son capaces de ejercer una invisible fuerza coercitiva sobre los
usuarios, que se resisten a abandonar tales plataformas a fin de mantener sus relaciones sociales
y no verse abocados a un evidente empobrecimiento en términos comunicativos y sociales.
3. Aplicación del término prosumidor al campo de la comunicación
La llegada de la Web 2.0 (O´Reilly, 2005) abre nuevas oportunidades de comunicación y participa-
ción de las audiencias en el discurso público, incluso para el desarrollo de actividades de ciberacti-
vismo (Tascón & Quintana, 2012); de forma que el otrora receptor pasivo tiene la posibilidad de
convertirse en emisor de mensajes. Rublescki (2011), y Aguado y Martínez (2012), defienden que
nos encontramos en un ecosistema mediático líquido en el que se difuminan los papeles de los
emisores y los receptores. En este contexto, comienzan a proliferar los estudios sobre los usos que
los jóvenes hacen de los medios sociales (Turkle, 2012; McCrindle & Wolfinger, 2011), la nueva
configuración del concepto de ciudadanía responsable en el consumo de los medios (Dahlgren,
1995; 2002; 2009; 2010; 2011), las nuevas posibilidades de participación mediática (Couldry, Li-
vingstone, & Markham, 2006; Lunt & Livingstone, 2012) y sobre el uso de los entornos virtuales y
las redes sociales como plataformas para el empoderamiento ciudadano (Scolari, 2013; Jenkins,
2009; Kahne, Lee, & Timpany, 2011; Jenkins, Ito, & Boyd, 2016; Jenkins, Ford, & Green, 2015). Sin
embargo, fue Tapscott en 2011 quien de forma explícita incorpora la prosumición al análisis de la
comunicación cuando describe el modelo de funcionamiento del diario digital Huffington Post, ba-
sado en una labor compartida entre el productor y el consumidor (Tapscott, 2011), una conversación
global de «prodiseñadores» activos de noticias (Hernández-Serrano, Renés-Arellano, Graham, &
Greenhill, 2017).
Por otro lado, la noción de prosumidor saltó al ámbito cultural gracias a las aportaciones, entre otros,
de Henry Jenkins (2003), quien aplica este concepto al campo de las narrativas transmedia. Jenkins
define la transmedialización de los relatos como aquellos procesos que disparan narraciones utili-
zando múltiples medios y plataformas y en los que una parte de los prosumidores, usuarios o fans
no se limita a consumir tales productos culturales sin más, sino que se embarcan en la tarea de
extender su mundo narrativo con nuevas piezas textuales (Scolari, 2013). La proliferación de nuevos
dispositivos y productos mediáticos digitales produce una dispersión de los públicos, que están de-
jando de comportarse bajo principios de consumo homogéneos. La llegada de Internet y la invención
de nuevas pantallas para el entretenimiento (teléfonos inteligentes y tabletas, especialmente) facili-
tan la desintegración de los públicos monolíticos del pasado que pasan a comportarse de una ma-
nera más heterogénea y a distribuir su dieta mediática en diferentes plataformas. En este contexto
las narrativas transmedia se presentan como una posible solució para afrontar la atomizació de
las audiencias. La dispersión de las historias en distintos soportes que funcionan como puntos de
acceso diferenciados a los universos transmedia facilita que las franquicias culturales ubiquen sus
productos allá donde se encuentra el consumidor.
A pesar de las numerosas referencias que podemos encontrar en la academia sobre el poder del
prosumidor como participante significativo en la narrativa de los relatos y la construcción de los
mensajes en los medios digitales, lo cierto es que la prosumición protagoniza procesos de comuni-
cación claramente verticales y que modifican muy poco la unidireccionalidad y estructura jerárquica
manifiesta en los mass media. Así lo demostraron Berrocal, Campos-Domínguez y Redondo (2014)
en una investigación sobre la prosumición en la comunicación política en YouTube recogida en el
número 43 de la revista «Comunicar», en la que afirman que el prosumidor de este tipo de conteni-
dos se caracteriza por ejercer un prosumo muy reducido en la creación de mensajes y un consumo
mayoritario. Del mismo modo, gran parte del escaso contenido generado por estos prosumidores
solo sirve para reforzar el mensaje de los grandes actores de la comunicación o para seguir las
tendencias de la mayoría, ejerciendo un escaso nivel de empoderamiento y capacidad crítica. La
© COMUNICAR, 55 (2018-2); e-ISSN: 1988-3293; Preprint DOI: 10.3916/C55-2018-07
mayoría de las opiniones que los consumidores introducen en estos vídeos se vincula a lo que
Sunstein (2010) denomina «cascada de conformismo», en cuanto a que estos comentarios son
mensajes muy breves que reafirman el mensaje de la mayoría (Berrocal, Campos-Domínguez, &
Redondo, 2014:70). Resultados similares obtuvieron Torrego y Gutiérrez (2016) en estudios sobre
la participación de los jóvenes en la red social Twitter.
Como hemos observado, la prosumición definida por Toffler como característica de nuestro tiempo
se configura como una idea de clara visión economicista que de ningún modo sirve para definir
modelos comunicativos participativos ya que encierra una evidente carga autoritaria a partir de la
que, bajo una apariencia de libertad y empoderamiento, el mercado cultural y mediático encuentra
una solución para su renovación y adaptación al nuevo marco tecnológico. En este sentido, a dife-
rencia de opiniones como las de Jackson (2013) que defienden la ruptura del monopolio informativo
de los medios convencionales tras la llegada de la Web 2.0 y la nueva prosumición, autores como
Buckingham & Rodríguez (2013) afirman que los espacios que definen las nuevas tecnologías están
lejos de configurarse bajo principios de libertad y democracia.
4. La mirada desde el ámbito de la comunicación. El emirec como sujeto empoderado
En los apartados anteriores, hemos analizado cómo la nueva economía digital que subyace bajo el
funcionamiento de las grandes plataformas sociales somete al prosumidor a nuevas leyes mercan-
tilistas que lo confinan a la realización de un trabajo gratis del que se benefician las grandes com-
pañías. De forma paralela a esta lógica economicista, no resultan menos evidentes las nuevas po-
sibilidades comunicativas que los medios digitales ofrecen como espacios de empoderamiento co-
municacional que dialogan de cerca con la noción del emirec definida en los años setenta por Jean
Cloutier.
Cloutier (1973) propone un modelo comunicativo en el que todos los participantes tienen la posibi-
lidad de ser emisores (Aparici & García Marín, 2017). Denomina a su teoría emirec (émetteur/ré-
cepteur), en la que los interlocutores mantienen relaciones entre iguales y donde todos los sujetos
de la comunicación son, a la vez, emisores y receptores. Mientras Cloutier (1973; 2001) en Canadá
pensaba en este tipo de relaciones comunicativas horizontales, en Francia Porcher (1976), Vallet
(1977) y posteriormente su discípulo Francisco Gutiérrez (1976) concebían los medios como una
escuela paralela al sistema educativo, su abordaje de manera autónoma y la necesidad de un len-
guaje total, claro antecedente del actual concepto de narrativas transmedia. Existe toda una co-
rriente de autores que han criticado el papel que se le ha asignado a los usuarios y audiencia de los
medios, otorgándoles a los sujetos un papel más significativo en el proceso de la comunicación que
supere al de público o fans. En esta línea de pensamiento podemos situar a Martínez-Pandiani
(2009), Vacas (2010), Piscitelli, Adaine y Binder (2010), Repoll (2010) y Jacks (2011). Kaplún (1998)
y Martín-Barbero (2004), quienes critican los modelos y prácticas de comunicación y educación,
adoptando la propuesta del emirec de Cloutier. Estos autores defienden la necesidad de que la
comunicación sea un pilar básico de la educación, centrándose, de forma más precisa, en la comu-
nicación dialógica (Flecha, 2008) y distinguiendo entre lectores, espectadores e internautas (García-
Canclini 2007). Desde el campo específico de la educación, autores como Silva (2005), Ferrés
(2010), García-Matilla (2010), Aparici (2010), y Orozco, Navarro y García-Matilla (2012) abogan por
una relación horizontal de la comunicación en las aulas como una práctica de ciudadanía y de de-
mocracia que impulse verdaderas prácticas de coautoría y construcción colectiva del conocimiento.
En los contextos digitales, los trabajos de Rheingold (2002), Scolari (2004; 2009), Santaella (2007)
y Shirky (2011) defienden las ideas de empoderamiento, la participación, la interactividad, la cola-
boración y la coautoría; en síntesis, el establecimiento y desarrollo de nuevas conectividades en el
campo de la comunicación. En la misma línea, Dezuanni (2009), Burn (2009) y Jenkins (2009; 2011)
nos acercan a una sociedad interconectada reafirmando la necesidad de diseñar otros modelos
comunicativos para superar las prácticas jerárquicas propias del siglo XX. En el modelo mediático
© COMUNICAR, 55 (2018-2); e-ISSN: 1988-3293; Preprint DOI: 10.3916/C55-2018-07
originado en nuestros días, podemos apreciar los fundamentos de la comunicación entre iguales
que sustentan estas teorías. Analizamos a continuación estos principios esenciales.
- Convergencia profesional/amateur. Los medios sociales digitales plantean un modelo que hace
converger en el mismo espacio tanto a comunicadores profesionales como a usuarios no remune-
rados. Estas plataformas rompen la divisoria profesional-amateur que imperó en el modelo de los
viejos medios. En este sentido, para Burgess y Green (2009: 90), las plataformas sociales proponen
espacios completamente disruptivos en términos comunicativos.
- El principio de isonomía. Los medios sociales digitales superan el modelo broadcast jerárquico y
proponen una isonomía donde las producciones de los medios tradicionales y la creación de los
ciudadanos se presentan de la misma forma en un espacio en el que todos -los grandes medios y
los otrora solamente receptores- son comunicadores (Gabelas & Aparici, 2017). Stiegler (2009)
afirma que las plataformas digitales rompen el modelo basado en la hegemonía de las grandes
corporaciones mediáticas que dominaron el siglo XX, para privilegiar la elección personal de cada
miembro del público, capaz de acceder a un mayor volumen de elecciones mediáticas posibles y
de empoderarse como productor de contenidos. No solo los medios sociales son espacios para la
convergencia (como veíamos en el punto anterior), son también entornos de divergencias que ope-
ran bajo la lógica del nicho, la individualización del consumo y la fragmentación de las audiencias
(Grusin, 2009).
- Libertad y negociación. Las «redes colaborativas» (Cusot & Klein, 2015) y medios sociales se
configuran como plataformas abiertas a la participación de cualquier usuario capacitado para la
incorporación de contenidos de todo tipo de temáticas, formatos, ideologías y estilos. En estos ser-
vicios, no existen estándares definidos de calidad, sino que los emirecs valoran con mayor relevan-
cia lo significativo del contenido para sus vidas, aficiones y emociones. La libertad creadora que
ofrecen estos medios abre nuevas posibilidades para la experimentación expresiva y la creación de
nuevos formatos. Este modelo comunicativo alimenta el establecimiento de procesos constantes de
negociación donde las formas de entender los medios, su identidad, calidad y estética son amplia-
mente debatidos de forma horizontal en el seno de las comunidades de creadores y usuarios.
- Medio de afinidad y horizontalidad. Lange (2009:70) concibe los medios de afinidad como aquellos
que no distribuyen sus contenidos para audiencias masificadas, sino para pequeños nichos de usua-
rios que desean tomar parte del mensaje y permanecer conectados con los productores en claras
relaciones de horizontalidad. La cercanía y la permanente conexión entre los youtubers, instagra-
mers, podcasters y demás productores mediáticos digitales y sus seguidores (y potenciales comu-
nicadores participantes en los programas que siguen) es clave para el éxito de sus mensajes. Estas
producciones presentan un carácter más personal y reflexivo, suelen tratar sobre aspectos del día
a día de los creadores y son susceptibles de generar un mayor grado de respuesta. La lógica de la
afinidad alimenta una interacción que ofrece al usuario el sentimiento de estar conectado no a un
producto mediático, sino a una persona con la que comparte creencias e intereses comunes (Lange,
2009:83).
- Impugnación del modelo «broadcast». La cultura participativa, horizontal y dialógica propia de
estos medios choca frontalmente con las estrategias utilizadas por las estrellas de los mass media
cuando quieren penetrar en estas plataformas. Veamos un ejemplo. La figura de la televisión norte-
americana Oprah Winfrey lanzó su canal en YouTube en noviembre de 2007 a través de un movi-
miento que fue muy criticado por los usuarios del servicio, ya que ignoraba las normas culturales
que se habían desarrollado en el seno de la comunidad al eliminar la posibilidad de embeber y
comentar los vídeos alojados en su canal. YouTube fue tratado [por Oprah] no como un espacio
participativo, sino como una plataforma de extensión de su marca (Burgess & Green, 2009:103). El
modelo comunicativo asociado a la aparición de Oprah en YouTube reproducía la autoritaria lógica
broadcast unidireccional de la que la estrella televisiva procedía, ignorando los principios básicos
sobre los que se rige la comunidad en este medio. Oprah trató a los usuarios de YouTube como
prosumidores que debían producir para su marca, no como emirecs con los que dialogar de igual a
igual.
© COMUNICAR, 55 (2018-2); e-ISSN: 1988-3293; Preprint DOI: 10.3916/C55-2018-07
- Hibridación humano-máquina. La web no tiene posibilidad de identificar el contenido semántico de
los productos mediáticos construidos en formatos de imagen y sonido, por eso los metadatos intro-
ducidos por los usuarios son clave para el funcionamiento de los algoritmos que operan en la crea-
ción de las listas, los rankings y las recomendaciones de las plataformas sociales. Por este motivo,
estos servicios facilitan los actos de interacción deliberada (carga de archivos, visionado, marcado
con «likes» o favoritos, etiquetado, comentado, etc.) que proveen la información necesaria para la
organización del sistema. Tales contribuciones son fundamentales para el funcionamiento de la pla-
taforma, ya que resultan esenciales para lograr la visibilidad de los archivos y afectan a las respues-
tas de las búsquedas que el usuario realiza. Este modelo de funcionamiento de interacción híbrida
(Kessler & Schäfer, 2009) pone en conexión a humanos y máquinas para la gestión de la informa-
ción en el seno de la gran base de datos que se construye alrededor de los servicios online. Estos
medios y plataformas son un ejemplo de lo que Kessler y Schäfer denominan Teoría Actor-Red, que
defiende que los agentes humanos y mecánicos deben ser considerados igualmente importantes
en la constitución de la interacción social. En tales plataformas, la metainformación que proporcio-
nan creadores y usuarios es crucial. Los sujetos proveen input semántico que la máquina procesa
algorítmicamente produciendo diferentes tipos de organización de archivos y metadatos. Esta mez-
cla de ingenios tecnológicos y acción del usuario construye nuevas prácticas mediáticas que desa-
fían nuestra concepción tradicional del uso de los medios y que colocan al emirec en una interacción
no solo con otros sujetos, sino también con ingenios algorítmicos que influyen en su experiencia
mediática.
-Inteligencia colectiva y metáfora de la biblioteca. Estos medios sociales pueden ser observados
como grandes bibliotecas o repositorios repletos de recursos culturales donde un número elevado
de emirecs crean contenidos sobre los temas que dominan, constituyendo fuentes de conocimiento
que pueden ser utilizadas de muy diversas formas; desde la reapropiación de contenidos y su utili-
zación para fines educativos hasta el propio enriquecimiento cultural.
Como hemos observado, las redes y medios sociales digitales son espacios potenciales de acción
de los comunicadores emirecs. Su modelo de funcionamiento quiebra de forma radical la dinámica
de los mass media imponiendo una nueva configuración de las conexiones entre medios tradicio-
nales y productores independientes y una mayor relación dialógica entre creadores mediáticos y
usuarios.
Sin embargo, el concepto de emirec debe ser revisado a partir de la llegada de la Web 2.0. Cloutier
enunció su teoría en una época de tecnologías analógicas que definían un ecosistema de medios
que cambió radicalmente desde inicios del siglo XXI. Las tecnologías digitales han abierto la puerta
a la llegada de nuevos medios y lenguajes y renovadas relaciones entre los actores de la comuni-
cación. Por un lado, el nuevo contexto mediático digital activa la presencia de nuevas plataformas
que incorporan renovadas lógicas comunicativas. Estas plataformas, lejos de mantenerse estáticas,
modifican con el paso del tiempo sus propios lenguajes y protocolos, adaptándose a la utilización
que los usuarios hacen de ellas. Las plataformas de los medios sociales, lejos de ser productos
acabados, son objetos dinámicos que son transformados en respuesta a las necesidades de los
usuarios (Van-Dijck, 2016). Este proceso también opera a la inversa: los nuevos espacios y servicios
de comunicación digitales afectan al modo en que los sujetos producen y distribuyen sus mensajes
y son afectados por ellos (Finn, 2017). Se establece, por lo tanto, un claro proceso de coevolución
en el que tecnologías y usuarios se influyen mutuamente, añadiendo nuevos matices a la noción de
emirec, cuya actualización resulta imprescindible.
5. Conclusión
Las teorías económicas de la prosumición han logrado invisibilizar a las nociones comunicativas
basadas en el modelo emirec que proveen una visión liberalizadora del individuo. La noción de
prosumidor tiene un origen económico y no debe ser utilizada como un concepto sinónimo y homo-
logable al término emirec. Ambos conceptos plantean marcos de significado radicalmente opuestos.
© COMUNICAR, 55 (2018-2); e-ISSN: 1988-3293; Preprint DOI: 10.3916/C55-2018-07
El marco vinculado a la noción de prosumidor nos remite a un sujeto creador de bienes y servicios
que son mercantilizados por las grandes empresas en un proceso de falsa participación que recon-
figura las formas de alienación y explotación. La prosumición resulta fundamental para la extensión
de los espacios y los tiempos de trabajo productivo que antes eran dedicados al ocio. En la econo-
mía digital, es imprescindible que este tiempo de ocio se convierta en tiempo de producción de
bienes que, a diferencia de los procesos que se dan en la prosumición offline, los prosumidores no
crean para sí mismos, sino para las grandes compañías digitales.
Frente a estas relaciones de poder −verticales y jerárquicas− que ofrece la prosumición como cate-
goría económica, nos encontramos con la teoría comunicativa del emirec, que asienta sus bases
en la consideración de los individuos como emisores y receptores al mismo tiempo, actuando bajo
principios de horizontalidad, intercambio de mensajes de igual a igual y ausencia de jerarquización.
El prosumidor es un individuo que trabaja (gratis) para el mercado y reproduce el modelo existente,
mientras que el emirec es un sujeto empoderado que tiene la capacidad potencial de introducir
discursos críticos que cuestionen el funcionamiento del sistema. El prosumidor produce y consume
para reproducir el orden económico, mientras que el emirec comunica desde una posición de liber-
tad. Por ello, resulta fundamental la separación de ambos términos.
A la vez, es necesario comenzar a pensar en teorías que superen la división entre emisores y re-
ceptores. En el contexto digital de la comunicación, la relación se da entre comunicadores (ama-
teurs, populares, profesionales, todos y todas tienen voces de emisores) que se mueven o son
movidos por diferentes plataformas o redes sociales; por ello, el concepto emirec debe ser estudiado
desde perspectivas innovadoras acorde a las nuevas lógicas comunicativas. Las teorías post-fun-
cionalistas de Cloutier fueron enunciadas en una época que presentaba un ecosistema mediático
exclusivamente analógico que nada tiene que ver con el contexto actual. El salto tecnológico desa-
rrollado en las últimas décadas y, sobre todo, la generación de nuevas prácticas y dinámicas comu-
nicativas obligan a revisar la teoría del emirec, que merece ser analizada desde un punto de vista
dinámico que atienda a los profundos cambios que se han producido durante las primeras décadas
del siglo XXI en los ámbitos comunicativo y tecnológico.
Referencias
Aguado, J.M., & Martínez, I.J. (2012). El medio líquido: la comunicación móvil en la sociedad de la informa-
ción. In F. Sierra, F.J. Moreno, & C. Valle (Coords.), Políticas de comunicación y ciudadanía cultural iberoa-
mericana. (pp. 119-175). Barcelona: Gedisa.
AIMC (2013). Estudio General de Medios (octubre 2012 a mayo 2013). (https://goo.gl/KYJmJl).
Aitamurto, T. (2013). Balancing between open and closed. Digital Journalism, 1(2), 229-251.
https://doi.org/10.1080/21670811.2012.750150
Aparici, R. (Coord.) (2010). Conectados en el ciberespacio. Madrid: UNED.
Aparici, R., & García Marín, D. (2017). Comunicar y educar en el mundo que viene. Barcelona: Gedisa.
Arvidsson, A. (2005). Brands: A critical perspective. Journal of Consumer Culture, 5(2), 235-258.
https://doi.org/10.1177/1469540505053093
Aubert, A., Flecha, C., García, C., Flecha, R., & Racionero, S. (2008). Aprendizaje dialógico en la sociedad
de la información. Barcelona: Hipatia.
Berrocal, S., Campos-Domínguez, E., & Redondo, M. (2014). Prosumidores mediáticos en la comunicación
política: el “politainment” en YouTube. Comunicar, 43, 65-72. https://doi.org/10.3916/C43-2014-06
Bruns, A. (2008). Blogs, Wikipedia, Second Life and beyond: From production to produsage. New York: Pe-
ter Lang.
Burguess, J., & Green, J. (2009). The entrepreneurial blogger: participatory culture beyond the professional
amateur divide. In P. Snickars, & P. Vonderau (Coords.), The YouTube Reader (pp. 89-107). Stockholm: Na-
tional Library of Sweeden.
Buckingham, D., & Rodríguez, C. (2013). Aprendiendo sobre el poder y la ciudadanía en un mundo virtual.
Comunicar, 40, 49-58. https://doi.org/10.3916/C40-2013-02-05
Burn, A. (2009). Making new media: Creative production and digital literacies. New York: Peter Lang.
Chia, A. (2012). Welcome to me-mart. American Behavioral Scientist, 56(4), 421-438.
https://doi.org/10.1177%2F0002764211429359
© COMUNICAR, 55 (2018-2); e-ISSN: 1988-3293; Preprint DOI: 10.3916/C55-2018-07
Cloutier, J. (1973). La communication audio-scripto-visuelle l ́heure des self mdia. Montreal: Les Presses
de l’Universit de Montral.
Cloutier, J. (2001). Petit traité de communication. Emerec à l´heure des technologies numériques. Montreal:
Carte Blanche.
Collins, R. (2012). Accountability, citizenship and public media. In M. Price, S. Verhulst, & L. Morgan (Eds.),
Handbook of Media Law (pp. 219-233). Abingdon: Routledge.
Couldry, N., LIivingstone, S., & Markham, T. (2006). Media Consumption and the Future of Public Connec-
tion. London: LSE Research Online Working Paper. (http://goo.gl/Te2Fu2).
Cusot, G., & Klein, C. (2015). Redes colaborativas: Wikipedia, ¿es confiable? Estrategas, 2, 9-20.
(https://goo.gl/Lff5kz).
Dahlgren, P. (1995). Television and the public sphere. Citizenship, democracy and the media. London: Sage
Publications.
Dahlgren, P. (2002). In search of the talkative media, deliberative democracy and civic culture. Barcelona:
IAMCR.
Dahlgren, P. (2009). Media and political engagement. Citizens, communication, and democracy. New York:
Cambridge University Press.
Dahlgren, P. (2010). Public spheres, societal shifts and media modulation. In J. Gripsrud, & L. Weibull (Eds.),
European media at the crossroads. Bristol: IntellectBooks.
Dahlgren, P. (2011). Jóvenes y participación cívica. Los medios en la Red y la cultura cívica. Telos, 89, 12-
22. (https://goo.gl/qfZ7Fw).
Dezuanni, M. (2009). Remixing media literacy education: Students writing’ with new media technologies. The
Journal of Media Literacy, 56, 11-13. (https://goo.gl/u5sMcR).
Fernández-Beaumont, J. (2010). Medios de comunicació , difusin de valores y alfabetizacin. In J.M.
Pér z-Tornero (Coord.), Alfabetizacin mediática y culturas digitales. Sevilla: Universidad de Sevilla.
(https://goo.gl/de4gpL).
Ferrés, J. (2010). Educomunicación y cultura participativa. In R. Aparici (Coord.), Educomunicación: más allá
del 2.0 (pp. 251-266). Barcelona: Gedisa.
Finn, E. (2017). What algorithms want. Cambridge: MIT Press.
Friedman, T. (2005). La Tierra es plana. Breve historia del mundo globalizado del siglo XXI. Barcelona: MR
Ediciones.
Fuchs, C. (2010). Labor in informational capitalism and on the Internet. The Information Society 26(3), 179-
196. https://doi.org/10.1080/01972241003712215
Gabelas, J.A., & Aparici, R. (2017). Youtubers en conexión. Otras claves narrativas, otras audiencias. In R.
Aparici, & D. García Marín (Coords.), ¡Sonríe, te están puntuando! Narrativa digital interactiva en la era de
black mirror (pp. 113-127). Barcelona: Gedisa.
García-Canclini, N. (2007). Lectores, espectadores e internautas. Barcelona: Gedisa.
García-Matilla, A. (2010). Publicitar la educomunicación en la universidad del siglo XXI. In R. Aparici
(Coord.), Educomunicación: más allá del 2.0 (pp. 151-168). Barcelona: Gedisa.
Grusin, R. (2009). YouTube at the end of the new media. In P. Snickars, & P. Vonderau (Coords.), The
YouTube Reader (pp. 60-67). Estocolmo: National Library of Sweeden.
Gutiérrez, F. (1976). Pedagogía del lenguaje total. Buenos Aires: Humanitas.
Hardt, M., & Negri, A. (2000). Empire. Cambridge: Harvard University Press.
Hernández, E. (2017). Facebook: del autor como productor al usuario como prosumidor. Virtuales, 8(15), 23-
43. (https://goo.gl/JMp4fM).
Hernández-Serrano, M., Renés-Arellano, P., Graham, G., & Greenhill, A. (2017). Del prosumidor al prodise-
ñador: el consumo participativo de noticias. Comunicar, 50, 77-88. https://doi.org/10.3916/C50-2017-07
Howe, J. (2008). Crowdsourcing: Why the power of the crowd is driving the future of business. New York:
Three Rivers Press.
Huws, U. (2003). The making of cybertariat: Virtual work in a real world. New York: Monthly Review Press.
Jacks, N. (2011). Análisis de Recepción en América Latina. Un recuento histórico con perspectivas al futuro.
Quito: CIESPAL.
Jackson, G. (2013). El país que soñamos. Santiago: Debate.
Jenkins, H. (2009). Confronting the challenges of participatory culture. Media Education for the 21st century.
Cambridge: The MIT Press.
Jenkins, H. (2009). Fans, blogueros y videojuegos. La cultura de la colaboracin. Barcelona: Paidó .
Jenkins, H. (2011). From new media literacies to new media expertise: Confronting the challenges of a par-
ticipatory culture (https://goo.gl/TUctYq).
© COMUNICAR, 55 (2018-2); e-ISSN: 1988-3293; Preprint DOI: 10.3916/C55-2018-07
Jenkins, H., Ford, S., & Green, J. (2015). Cultura transmedia. La creació de contenido y valor en una cul-
tura en red. Barcelona: Gedisa.
Jenkins, H., Ito, M., & Boyd, D. (2016). Participatory culture in a networked era. Cambridge: Polity Press.
Kahne, J., Lee, N., & Timpany, J. (2011). The civic and political significance of online participatory cultures
and youth transitioning to adulthood. San Francisco: DML Central Working Papers.
Kaplún, M. (1998). Una pedagogía de la comunicación. Madrid: De la Torre.
Kessler, F., & Schäfer, M.T. (2009). Navigating YouTube: Constituting a hybrid information management sys-
tem. In P. Snickars, & P. Vonderau (Coords.), The YouTube Reader (pp. 275-291). Stockholm: National Li-
brary of Sweeden.
Kücklich, J. (2005). Precarious playlabour. Modders and the digital games industry. (https://goo.gl/FoPHVR)
(2017-07-12).
Lange, P. (2009). Videos of affinity on YouTube. In P. Snickars, & P. Vonderau (Coords.), The YouTube
Reader (pp. 70-88). Stockholm: National Library of Sweeden.
Lazzarato, M. (1996). Immaterial Labour. In M. Hardt & P. Virno (Eds.), Radical thought in Italy: A potential
politics (pp. 133-147). Minneapolis (USA): University of Minnesota Press.
Leadbeater, C., & Miller, P. (2004). The pro-am revolution: How enthusiasts are changing our economy and
Society. London: Demos.
Lunt, P., & Livingstone, S. (2012). Media regulation. Governance and the interest of citizens and consumers.
London: Sage Publications.
McCrindle, M., & Wolfinger, E. (2011). Word up. A lexicon and guide to communication in the 21st century.
Sydney: Halstead Press.
Marchionni, D. (2013). Conversational journalism in practice. Digital Journalism, 1(2), 252-269.
https://doi.org/10.1080/21670811.2012.748513
Martín-Barbero, J. (2004). La educacin desde la comunicació . Buenos Aires: Norma.
Martínez-Pandiani, G. (2008). La revancha del receptor. Política, medios y audiencias. Buenos Aires: Univer-
sidad del Salvador.
McLuhan, M., & Nevitt, B. (1972). Take today. The executive as a dropout. New York: Harcourt Brace
Jovanovich.
O´Reilly, T. (2005). What Is Web 2.0. O’Reilly Media Inc. (http://goo.gl/HzTN3N).
Orozco, G., Navarro-Martínez, E, & García-Matilla, A (2012). Desafíos educativos en tiempos de autocomu-
nicacin masiva: la interlocució de las audiencias. Comunicar, 38(XIX), 67-74. https://doi.org/10.3916/C38-
2012-02-07
Piscitelli, A., Adaine, I., & Binder, I. (2010). El proyecto Facebook y la posuniversidad. Sistemas operativos
sociales y entornos abiertos de aprendizaje. Barcelona: Ariel.
Porcher, L. (1976). La escuela paralela. Buenos Aires: Kapelusz.
Repoll, J. (2010). Arqueología de los estudios culturales de audiencias. Mé ico: UAM.
Rheingold, H. (2002). Multitudes inteligentes. La pró ima revolucin social. Barcelona: Gedisa.
Ritzer, G., & Jurgenson, N. (2010). Production, consumption, presumption: The nature of capitalism in the
age of the digital prosumer. Journal of Consumer Culture 10(1), 13-36.
https://doi.org/10.1177%2F1469540509354673
Ritzer, G., Dean, P., & Jurgenson, N. (2012). The coming of age of the prosumer. American Behavioral Sci-
entist, 56(4), 379-398.https://doi.org/10.1177%2F0002764211429368
Rublescki, A. (2011). Metamorfoses jornalísticas: leitores e fontes como instâncias co-produtoras de
conteúdos no jornalismo líquido. Estudos em Comunicação, 10, 319-335 (http://goo.gl/IGdulV).
Sánchez, J., & Contreras, P. (2012). De cara al prosumidor. Producción y consumo empoderando a la ciu-
dadanía 3.0. Icono 14, 10(3), 62-84. https://doi.org/10.7195/ri14.v10i3.210
Santaella, L. (2007). Navegar no ciberespaço. O perfil do leitor imersivo. São Paulo: Paulus.
Scolari, C. (2004). Hacer clic. Hacia una sociosemiót ca de las interacciones digitales. Barcelona: Gedisa.
Scolari, C. (2009). Hipermediaciones. Elementos para una teoría de la comunicació digital interactiva. Bar-
celona: Gedisa.
Scolari, C. (2013). Narrativas transmedia. Cuando todos los medios cuentan. Barcelona: Deusto.
Shirky, C. (2011). A cultura da participação. Río de Janeiro: Zahar.
Shaw, A., & Benkler, Y. (2012). A tale of two blogospheres: Discursive practices of the left and right. Ameri-
can Behavioral Scientist, 56(4), 459-487. https://doi.org/10.1177/0002764211433793
Silva, M. (2005). Educación Interactiva: Enseñanza y aprendizaje presencial y online. Barcelona: Gedisa.
Smythe, D. (1977). Communications: Blindspot of western marxism. Canadian Journal of Political and Social
Theory 1(3), 1-27. (https://goo.gl/TJcwPp).
© COMUNICAR, 55 (2018-2); e-ISSN: 1988-3293; Preprint DOI: 10.3916/C55-2018-07
Tapscott, D. (2009). Grown up digital. How the net generation is changing your world. New York: McGraw-
Hill.
Tapscott, D. (1995). The digital economy: Promise and peril in the age of networked intelligence. New York:
McGraw-Hill.
Tapscott, D., Ticoll, D., & Lowy, A. (2001). Capital digital. El poder de las redes de negocios. Madrid: Taurus
Digital.
Tapscott, D., & Williams, A.D. (2011). Wikinomics. Nuevas formas para impulsar la economía mundial. Bar-
celona: Paidós.
Tascón, M., & Quintana, Y. (2012). Ciberactivismo. Las nuevas revoluciones de las multitudes conectadas.
Madrid: Catarata.
Toffler, A. (1980). The third wave. New York: Bantam Books.
Torrego, A., & Gutiér ez, A. (2016). Ver y tuitear: Reacciones de los jó enes ante la representacin de la re-
sistencia. Comunicar, 47, 9-17. https://doi.org/10.3916/C47-2016-01
Turkle, S. (2012). Alone together. Why we expect more from technology and less from each other. New York:
Basic Books.
Vacas, F. (2010). La comunicació vertical. Medios personales y mercados de nicho. Buenos Aires: La Crujía.
Vallet, A. (1977). El lenguaje total. Zaragoza: Luis Vives
Van-Dijck, J. (2016). La cultura de la conectividad. Una historia crítica de las redes sociales. Buenos Aires:
Siglo Veintiuno Editores.
Werner, K., & Weiss, H. (2006). El libro negro de las marcas. El lado oscuro de las empresas globales. Bar-
celona: Debolsillo.