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Memoria, verdad, nación y ciudadanía: algunas reflexiones sobre la Comisión de la Verdad y la Reconciliación en Sudáfrica

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Abstract

En el presente artículo se yuxtapone “verdad” y memoria en el análisis del funcionamiento de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación en Sudáfrica (1995-2001). Especialmente se exploran las “verdades” resultantes como producto de un proceso de redeinición de ciudadanía y nación (un proyecto político de construcción-reconstrucción nacional) con cierta particularidad que conviene tener presente para poder pensarlas a la luz de similares experiencias en América Latina.
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=74550103
Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal
Sistema de Información Científica
Mónica Cejas
Memoria, verdad, nación y ciudadanía: algunas reflexiones sobre la comisión de la verdad y la reconciliación
en Sudáfrica
Liminar. Estudios Sociales y Humanísticos, vol. V, núm. 1, enero-junio, 2007, pp. 24-34,
Centro de Estudios Superiores de México y Centro América
México
¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista
Liminar. Estudios Sociales y Humanísticos,
ISSN (Versión impresa): 1665-8027
liminar_cesmeca@yahoo.com.mx
Centro de Estudios Superiores de México y
Centro América
México
www.redalyc.org
Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
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Revista LiminaR. Estudios sociales y humanísticos, año 5, vol. V, núm. 1, junio de 2007, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. ISSN: 1665-8027
T e m á T i c a
Resumen: En el presente artículo se yuxtapone “verdad” y memoria
en el análisis del funcionamiento de la Comisión de la Verdad y la
Reconciliación en Sudáfrica (1995-2001). Especialmente se exploran
las “verdades” resultantes como producto de un proceso de redenición de
ciudadanía y nación (un proyecto político de construcción-reconstrucción
nacional) con cierta particularidad que conviene tener presente para poder
pensarlas a la luz de similares experiencias en América Latina.
Palabras clave: Sudáfrica, memoria, verdad, ciudadanía,
reconciliación.
Abstract: In the present article “truth” and memory are juxtaposed
in the analysis of the South African Truth and Reconciliation
Commission (TRC) (1995-2001). In the South African case, “truth”
was the product of the process of new citizenship and nation-building.
The South African experience is a way to rethink similar experiences
in Latin America.
Palabras clave: South Africa, memor y, truth, citizenship,
reconciliation.
El jurista peruano Carlos Chipoco
señala que el derecho a la verdad tiene
fundamentos doctrinarios jurídicos y
prácticos; y que la verdad debe ser completa,
oficial, pública e imparcial. La búsqueda
de la verdad —en el caso de las Comisiones
de la Verdad— es importante, dice, por un
deber moral hacia las víctimas, los familiares
y los deudos, para descubrir y sancionar a
los culpables, para armar la democracia y el
control ciudadano de las instituciones públicas
y para evitar que las violaciones se repitan.
Pero además, el respeto del derecho a la verdad
es importante para abrir la posibilidad del
perdón y la reconciliación, y para cumplir
con el Derecho Internacional (Chipoco, 1994:
MeMoria, verdad, nación y ciudadanía: algunas
reflexiones sobre la coMisión de la verdad y la
reconciliación en sudáfrica1
Mónica Cejas
Doctora en Estudios Internacionales y Culturales por la Universidad Tsuda
de Tokio (Japón), maestría en Estudios de Asia y África por El Colegio de
México y en Estudios Internacionales y Culturales por la Universidad Tsuda,
Tokio, Japón. Actualmente, es investigadora de la UAM-Xochimilco. Líneas
de investigación: políticas de la memoria en Sudáfrica y Rwanda; género y
feminismos en África; género y ciudadanía en África, correo electrónico:
monicacejas@gmail.com.
Enviado a dictamen: 22 de febrero de 2007.
Aprobación: 09 de abril de 2007.
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83-106). Sin restar validez a estas armaciones
de Chipoco, consideramos que se sitúan en
el plano de lo ideal para una situación post-
traumática como las dictaduras en América
Latina y el apartheid en Sudáfrica. Porque si
bien es cierto que las comisiones de la verdad
son organismos de investigación creados para
ayudar a las sociedades que han encarado
graves situaciones de violencia política o
guerra interna a enfrentarse críticamente con
su pasado para superar las crisis y traumas
generados por la violencia y evitar que se
repitan en el futuro, sus condiciones operativas
(quiénes las convocan, quiénes las conducen, su
extensión, los poderes otorgados a los que están
a cargo de las investigaciones y de la redacción
del reporte nal, los mecanismos para “llegar
a la verdad”, cómo y dónde o si se publican
sus resultados, etcétera) determinan cómo se
produce ese enfrentamiento crítico, cuáles son
las verdades resultantes y su injerencia en el
nuevo proyecto sociopolítico.
En este sentido hay que tener en cuenta que
las comisiones de la verdad son el producto de
negociaciones y como tales generan “verdades
negociadas o de compromiso” que inscriben en
el espacio público no sólo una lectura alternativa
a la “verdad ocial” del régimen precedente
sino una nueva “narrativa nacional”. El trabajo
de la comisión consiste no sólo en revelar esas
verdades sino en convertirlas en una narrativa
que partiendo de la memoria fragmentada,
múltiple y muchas veces contradictoria de los
eventos, institucionalice y je, en cierto modo,
una memoria del período en cuestión. En este
sentido no puede negarse su carácter político en
tanto dan voz a verdades no sólo silenciadas sino
ideológicamente negadas y borradas del espacio
público por el discurso ocial. Esto adquiere
mayor signicación si lo que se intentaron borrar
son hechos de violenta negación de derechos
(desapariciones, asesinatos, represión, etcétera).
Se trata entonces de “verdades negociadas” que
por lo tanto no pueden llegar a ser una verdad
totalmente “completa e imparcial” como plantea
Chipoco en tanto y en cuando no pueden
reducirse a “una verdad unívoca” y se establecen
en un tiempo frontera donde se yuxtaponen la
narrativa aún presente del sistema que se trata
de superar y las diversas propuestas (muchas
veces en pugna) por el futuro alternativo, todo
en el proceso de constitución de una comunidad
política con una nueva identidad nacional basada
en una nueva moral.
Sin la presencia de una conciencia política
ampliamente difundida de que una amnesia
colectiva sólo signica perpetuar la impunidad y
el silencio y que por lo tanto el establecimiento
de “la verdad” es un proceso necesario, las
comisiones no pueden funcionar —esto
explicaría el relativo fracaso de muchas de
ellas—. En efecto, al momento de constituirse
las comisiones, muchos de los personajes que
animaron el antiguo régimen siguen ocupando
puestos clave en estructuras militares, judiciales
y políticas y más aún, los aparatos institucionales
y todo el andamiaje legal de legitimación que las
componían siguen contextualizando el espacio
en que deben inscribir su accionar. Por otra
parte, los sectores sometidos y violentados
reclaman “justicia”, una moral sobre la cual
pueda construirse un nuevo proyecto social cuya
precondición es el reconocimiento de que esas
verdades borradas en realidad fueron sumergidas
y necesitan ponerse a ote, ser parte de la historia
ocial en un acto público de reconocimiento.
Las presiones que de ello surge condicionan
muchas veces no sólo qué verdades se harán
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MeMoria, verdad, nación y ciudadanía: algunas
reflexiones sobre la coMisión de la verdad
y la reconciliación en sudáfrica
públicas, sino la manera en que serán presentadas
y el tipo de justicia que de ello se deriva.
Cuando castigos concretos no pueden hacerse
efectivos, puede optarse por los simbólicos
debidamente ritualizados ya que resultaría
quimérica una reconciliación sin justicia. Y es
entonces que la amnistía, por ejemplo, como
precondición para la “reconciliación”, puede
adquirir características especiales como veremos
en el caso sudafricano.
Las verdades negociadas a que conducen las
comisiones se gestan en tres instancias: durante las
negociaciones que preceden la puesta en marcha
de las mismas, durante su funcionamiento y al
momento de decidir las formas y los contenidos
de la narrativa que constituirá su reporte.
En este trabajo se propone analizar los
significados, muchas veces tensos, de esas
“verdades” y su proceso de constitución
especialmente durante el proceso de audiencias
y sin incluir el análisis del reporte por cuestiones
de extensión.
Contexto
La redenición de la ciudadanía en Sudáfrica
comenzó con el discurso de F.W. de Klerk el 2
de febrero de 1990 donde se declaraba el n del
sistema de apartheid y dio su primer fruto el 27
de abril de 1994 con la realización de las primeras
elecciones multirraciales en la historia del país.
Esto puso en movimiento un nuevo proceso de
construcción nacional.
La historia del apartheid puede interpretarse
como la historia de los intentos por controlar el
movimiento de la población mediante la creación
de fronteras internas, la construcción de homelands
y “estados independientes” y la correspondiente
desnacionalización y renacionalización de la
población doméstica con base en criterios étnico-
raciales bajo un sistema que no sólo aseguraba
el privilegio de unos pocos sino que también
criminalizaba a los excluidos.
Durante el apartheid la premisa básica
que regía los derechos correspondientes a la
ciudadanía sudafricana era que “los derechos
están investidos en la comunidad y que son
conferidos al individuo por virtud de su
pertenencia a esa comunidad” (Reitzes, 1995: 3).
Esta ideología estaba legitimada por la Iglesia
Reformada Holandesa (Dutch Reformed
Church) que afirmaba que la separación
entre razas era designio divino. En 1948, el
Partido Nacional (National Party) combinó la
segregación con la idea de supremacía de la raza
blanca (baasskap) para garantizarse el monopolio
del poder. En 1950 los nacionalistas afrikaners
adoptaron el principio liberal de igualdad de
libertades e intentaron combinarlo con el
principio exclusivista del nacionalismo afrikaner.
Entonces, argumentaban, la exclusividad social,
política y cultural que demandaban para
mismos podría ser garantizada a todos los
pueblos (volkere) en Sudáfrica.
A mediados de los años sesenta los
nacionalistas abandonaron la ideología basada
en el concepto absoluto de baasskap y en la
segregación como dominación y reformularon
la ideología del apartheid en términos de
“separados pero iguales”. El país fue presentado
no como nación-estado sino como un territorio
acomodando muchas comunidades nacionales
y abarcando varias naciones-estados. En 1971 se
promulgó la Ley Bantu de Ciudadanía de los
Homelands (Bantu Homelands Citizenship Act)
completando el proceso de des-nacionalización
de los africanos. En esta ley se denía sólo a los
blancos como sudafricanos y a todos los africanos
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como ciudadanos de diferentes homelands. Los
homelands no fueron creados por actos voluntarios
de secesión de diferentes naciones para lograr
la autodeterminación, sino que fueron creados
por un grupo minoritario dominante que
renacionali y dividió en multiplicidad de
minorías a la mayoría de la población y la
connó a entidades territoriales separadas en
las cuales resultaba imposible ejercer derechos
económicos y en los cuales los derechos políticos
no tenían significado. Entonces se crearon
“Estados” sin soberanía real o autonomía dentro
de un Estado. Los “otros” fueron construidos
dentro del mismo Estado. El sistema de pases
que regulaba los movimientos de población
entre zonas urbanas y rurales fue abolido en
1986, pero hasta 1991, la denición ocial de
inmigrantes establecía como condición esencial
que se trate de una persona “asimilable” por su
especíca población blanca. La prolongada lucha
contra el sistema generó también violencia y en
algunos casos creó nuevas divisiones, odios y
enfrentamientos (incluso entre africanos).
La Comisión para la Verdad
y la reconciliación en Sudáfrica (TRC)
Como señala Teresa Godwin Phelps (2004: 105),
a diferencia de las comisiones de la verdad en
América Latina cuyo principal objetivo fue
reconstruir comunidades morales y políticas de lo
que en teoría preexistía a los períodos de opresión,
la de Sudáfrica fue pilar en la construcción de
un Estado y una nación, agregaría, totalmente
nuevos. La Constitución interina de 1993 fue
el pacto de paz o compromiso político entre
la minoría de las fuerzas del apartheid y la
mayoría marginalizada y desprovista del derecho
a voto liderada por el Congreso Nacional
Africano (ANC) que puso en marcha la llamada
“transición”. Se trataba de construir un puente
entre el “pasado de una sociedad profundamente
dividida, caracterizado por rivalidad, conicto,
innombrables sufrimientos e injusticia, y un
futuro fundado en el reconocimiento de los
derechos humanos, la democracia y la coexistencia
pacíca y el desarrollo de oportunidades para
todos los sudafricanos, sin consideraciones de
color, raza, clase, creencia o sexo” (Constitution
of the Republic of South Africa Act, 1993, sec.
232-4). Es decir, una nación que partiera de
reconocer la diversidad, con un nuevo sentido de
patriotismo, con igualdad de oportunidades que
superasen las desigualdades políticas, económicas
y de género del apartheid, con una cultura de
democracia y derechos humanos. Este proyecto
de transformación social aconcebido tenía como
textos subyacentes las ideas de reconciliación,
reconstrucción y desarrollo como requisitos
esenciales para la reconstrucción económica y
moral del país. Y es como instrumento básico de
este proyecto que debemos analizar a la Comisión
de la Verdad. La voluntad política que impulsaba
a la Comisión en el caso sudafricano, buscaba no
sólo poner a ote las verdades sumergidas del
apartheid, sino también el legado de violencia
en la lucha antiapartheid liderada por el ANC.2
Crímenes del régimen y los perpetrados por
aquellos implicados en una “guerra justa” contra
el mismo. Se trataba de un proceso necesario para
romper con el tabú de legitimidad moral de la
lucha de liberación sometiéndola a investigación
y de esta manera, al decantar sus delitos, rearmar
la justicia de la lucha. Todo en función de crear
una memoria común reconocida por todos.
Una vez que la idea alcanzó cierto consenso se
comenzó a reunir información sobre comisiones
de la verdad en el mundo, se organizaron dos
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conferencias preparatorias con representantes
de diferentes países y activa participación de
organizaciones civiles.
La Comisión fue creada mediante una ley del
Parlamento (the Promotion of Nacional Unity and
Reconciliation Act, n.34 de 1995) a diferencia de los
casos latinoamericanos donde fue establecida ya
sea por iniciativa propia del ejecutivo (Decreto:
Argentina y Chile)3, como resultado de Acuerdos
de Paz con grupos opositores (El Salvador y
Guatemala)4 patrocinados por Naciones Unidas
o como una opción ética, un esfuerzo directo, a
veces clandestino, de los activistas y organismos
de derechos humanos como en Brasil, Uruguay
y Paraguay. En África, de las ocho comisiones
establecidas hasta la fecha, la de Sudáfrica fue
la única creada por el Parlamento. Uganda,
Chad y Nigeria fueron establecidas por decreto
presidencial (1986, 1990 y 1999 respectivamente),
Malawi por ley constitucional (1994), Sierra
Leona por acuerdo de paz entre el gobierno
y el Frente Unido Revolucionario (1999-2000),
Burundi por iniciativa de Naciones Unidas (1995)
y Zimbabwe por un grupo de activistas (1985).5
Piedra angular del nuevo proyecto de
nación post-apartheid, la TRC ha mediado y
enmarcado traumas individuales de manera de
incorporarlos a una narrativa colectiva común
instrumentalizada en nombre de la “nueva
nación” (Grunebaum-Ralph, 2001:198). Este
proyecto fue anticipado ya en la Constitución
de transición —bajo un gobierno de unidad
nacional- que desde 1993 a 1996 actuó como
puente entre el marco legal que regía durante
el apartheid y el que denitivamente regiría la
Sudáfrica post—apartheid cuando se armaba la
necesidad de “hacer memoria” para hacer frente
a las divisiones y conictos del pasado. En efecto,
la idea de una Comisión de la Verdad en Sudáfrica
surgió de los debates entre el gobernante Partido
Nacional bajo el liderazgo del hasta entonces
presidente, FW de Klerk, las fuerzas de seguridad
lideradas por los generales y el ANC sobre las
condiciones de la transición. El primero apoyado
por sectores de la empresa y los medios, era
partidario de una amnistía para los perpetradores
del apartheid, mientras miembros del ANC eran
partidarios de la realización de juicios criminales.
La solución intermedia fue establecer una
Comisión de la Verdad. La ley de Promoción
de la Unidad Nacional y Reconciliación de 1995
conrió poderes a la Comisión de la Verdad
para formular los medios de reparación y
rehabilitación de dignidad civil y humana de
las “víctimas” permitiéndoles testicar en sus
propias palabras. También le daba autoridad para
recomendar la amnistía a los “perpetradores”
que confesasen de manera completa violaciones
a los derechos humanos.6 Los primeros cinco
volúmenes (2,739 páginas) con el reporte de los
testimonios fueron entregados en octubre de
1998 al entonces presidente Nelson Mandela,
en marzo de 2003 se entregaron dos volúmenes
más al presidente Thabo Mbeki, cerrando
ocialmente los trabajos de la Comisión.
Su mandato fue entonces ambicioso7 ya que
tenía por objetivo promover la unidad nacional y
la reconciliación en un espíritu de entendimiento
que trascendiera los “conictos y divisiones del
pasado” mediante:
El establecimiento de un panorama lo
más completo posible de las causas, naturaleza
y extensión de las graves violaciones a los
derechos humanos cometidas entre marzo de
1960 (masacre de Sharpeville) y 1994 (por graves
violaciones a los derechos humanos se entendía
asesinato, secuestro, tortura y maltrato severo,
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es decir que se reducía a violaciones físicas);
facilitar el otorgamiento de amnistía;
establecer y hacer conocer el destino de las
víctimas y restablecer la dignidad de las mismas
y sus familiares mediante testimonio personal y
recomendaciones para medidas de reparación;
compilar un reporte incluyendo los
resultados de las actividades mencionadas y
con recomendaciones para prevenir futuras
violaciones a los derechos humanos (Truth and
Reconciliation Commission of South Africa
Report 1 (4):54).
Para ello se le otorgaron poderes como el
de allanamiento de propiedad y citación de
testigos, también podía ofrecer un programa de
protección de testigos.8
Respecto a los miembros de la comisión, en
el caso sudafricano, se estableció una lista con
trescientos nombres, muchos de ellos sugeridos
por el público, que fueron sometidos a escrutinio
por el gobierno y organizaciones civiles hasta
quedar reducido a veinticinco personas. El
presidente Nelson Mandela en consulta con su
gabinete agregó quince más a la lista, nalmente
se agregaron dos miembros más.9 Desmond Tutu,
Arzobispo anglicano de Sudáfrica, fue nombrado
presidente de la comisión y Alex Boraine,
ministro metodista, ex diputado y fundador del
Instituto por una Alternativa Democrática para
Sudáfrica (IDASA), fue nombrado vicepresidente.
La comisión contó con un presupuesto amplio
(196 millones de rands = 310 millones de pesos)
y un staff de cuatrocientos investigadores y
personal administrativo.
Para operacionalizar sus actividades la comisión
se dividió en tres sub-comisiones: el Comité para
las Violaciones de los Derechos Humanos, el
Comité de Amnistía y el Comité de Reparación y
Rehabilitación. El proceso se dividió en tres fases:
1) algunas de las víctimas testicaron en audiencias
públicas en diversos lugares del país, algunas de las
cuales fueron transmitidas por radio y televisión
(cuatro horas diarias de transmisión en vivo por
radio, todos los días en el noticiero vespertino
y los sábados en un especial de una hora por la
emisora nacional de televisión SABC TV3, también
en los periódicos) en los once idiomas ociales;
2) luego se realizaron las llamadas “audiencias de
amnistía” en las cuales los “perpetradores” (se
usó el término en inglés perpetrators) testicaron y
fueron sometidos a indagaciones para determinar
si podían recibir amnistía; 3) finalmente, se
realizaron audiencias con sectores especícos y a
título corporativo: medios, empresas, religiosas,
sindicatos, sector salud, prisiones, fuerzas armadas,
etcétera. El proceso empezó, como ya se señaló,
en 1995 y se concluyó con la entrega de los dos
últimos volúmenes del reporte en marzo de 2003
(las actividades concernientes a audiencias públicas
nalizaron en junio de 2001).10
Testificaron un total de 21 mil personas,
de entre las cuales y después de un proceso
de vericación se seleccionaron dos mil casos
que fueron presentados en audiencias públicas.
Las audiencias públicas comenzaron en abril
de 1996 y se realizaron a lo largo de dos años;
este comité terminó sus actividades en junio
de 1998. El Comité de Amnistía recibió siete
mil aplicaciones hasta 2001, de las cuales 5,287
fueron negadas y sólo aprobadas 568. El comité
de Reparación se encontró con la dicultad de
que debido a la escasez de recursos resultaba casi
imposible otorgar compensaciones individuales,
por eso recomendó compensaciones simbólicas y
reparaciones colectivas, incluyendo memoriales,
monumentos y mejoras colectivas en educación
o infraestructura.
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Las verdades según la TRC
La Comisión tuvo una relación ambivalente
con el orden legal. No era una institución legal
porque no se constituyó como una Corte y no
determinaba la responsabilidad criminal ni podía
dictar sanciones. Pero a su vez podía sobrepasar
al sistema legal al claricar una situación legal
denida nombrando a los perpetradores antes
de que fueran condenados y podía otorgarles
amnistía antes de que fueran sometidos a juicio
y condenados.
Aunque las Comisiones de la Verdad no
pueden reemplazar al Poder Judicial ni al
Ministerio Público y su nalidad no es presentar
luego denuncias ante estas instancias, la TRC según
Klopper (2001:456 y 461) tomó los procedimientos
de la esfera legal y los transportó a la esfera
pública haciendo uso de los conceptos jurídicos
de evidencia e inferencia para arribar a la justicia.
Como en las cortes judiciales, la evidencia legítima
es aquella vericable, no contradictoria y coherente
en los hechos. Sólo de este tipo de evidencia puede
inferirse para establecer la verdad de los eventos.
Pero las dicultades en mantener este discurso
legalista quedaron de manifiesto cuando las
nociones de justicia fueron reemplazadas por las
de cura, cuidado de las víctimas y perpetradores,
dando lugar a un discurso más psicológico que
legalista que subrayaba las funciones terapéuticas
de la comisión para llegar a “la verdad” mediante
la revelación catártica de la misma exorcizando
el dolor. Fundada en una aproximación centrada
en las víctimas, la misma comisión que en uno de
sus cuerpos podía conceder amnistías individuales,
debía mantener un delicado balance que asegurase
el reconocimiento de las víctimas como tales. El
oprobio y la sanción pública de los perpetradores
debían garantizar un mínimo de dignidad para
las víctimas aunque el precio fuese una amnistía.
Para poder orquestar esta catarsis, las audiencias
crearon un espectáculo monumental en el ámbito
nacional, enmarcadas en un ritual solemne,
quasi-religioso y como acontecimiento político
de nuevo tipo. Como veremos, el tipo de verdad
resultante es más emocional que legal, una
experiencia subjetiva más que un hecho objetivo.
Todo cubierto por un discurso semi-religioso lo
que no resulta sorprendente ante la presencia
activa de representantes del clero cristiano en la
comisión.
En el caso sudafricano la cuestión de “tratar
con el pasado” fue interpretada con base en
una narrativa moral y teológica (cristiana en
particular), frecuentemente se hizo alusión a la
metáfora biologicista de las heridas del cuerpo
del individuo para simbolizar a su vez al cuerpo
de la colectividad de la nación, de esta manera se
incorporaba la experiencia individual al colectivo
nacional.11 El 16 de diciembre de 1995, día en que
la TRC dio inicio a sus actividades, Tutu abrió el
acto señalando: “Se supone que somos parte del
proceso de cura de nuestra nación, de nuestro
pueblo, todos nosotros, ya que todo sudafricano
ha sido, de una manera u otra, traumatizado.
Somos un pueblo herido… todos necesitamos
curar” (1999: 87).
De allí que sus funciones adquiriesen un
carácter también terapéutico (Sanders, 2002: 66),
curar haciendo que la verdad sea contada para
entonces perdonar y lograr la reconciliación.
La primera audiencia pública del Comité para
la Violación de los Derechos Humanos sentó
precedente para el ritual que caracterizaría al
resto. Celebrada en el auditorio de East London
contó con la presencia de dos mil personas. La
audiencia comenzó con el canto de un himno
religioso en alguna Xhosa (haciendo referencia
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al perdón de los pecados) mientras las víctimas
iban ocupando sus lugares en el recinto,
quedando de manera ritualizada separados del
resto de los asistentes. Luego Tutu hizo una
oración a manera de introducción solicitando el
auxilio divino para las actividades de ese día. A
continuación se leyeron en voz alta los nombres
de los muertos y desaparecidos cuyos casos se
tratarían ese día. Luego se encendió una gran vela
con una cruz roja y los miembros de la comisión
pasaron a saludar personalmente a las víctimas
mientras la audiencia contemplaba de pie (Antjie
Krog, 1998: 22-23). Así, en otras audiencias, la
ceremonia podía iniciarse con una oración
cristiana, musulmana o judía, se encendía la gran
vela blanca simbolizando la verdad, y entonces
los siete comisionados ubicados tras una mesa
cubierta de un lienzo blanco se dirigían a saludar
a las víctimas. Cada víctima prestaba testimonio
acompañada por miembros de su familia y
un psicoterapeuta. Para comenzar, uno de los
comisionados preguntaba el grado de parentesco
del declarante con la víctima, su edad, domicilio,
empleo, etcétera. Esto era importante según en
el sentido africano de ubicar a la víctima en una
familia, una comunidad, un lugar (VanZanten
Gallagher, 1998). Al finalizar su testimonio,
también se les preguntaba qué reparaciones
deseaban; en todo momento, los comisionados
subrayaban su papel de representantes del
estado como garante de justicia. La audiencia
era entonces un espectáculo que permitía hacer
público el dolor, lograr el reconocimiento de la
comunidad y trazar un mapa de los hechos.
Para el caso de la Comisión encargada de las
amnistías, cabe señalar que no se trató de una
amnistía concedida sin condiciones, sino de una
amnistía especíca decidida por un panel en una
audiencia pública. El perpetrador debía inscribirse
personalmente y en audiencia pública revelar por
completo sus crímenes y demostrar la manera
en que los había llevado a cabo. Todo ello en
presencia de las víctimas y sus representantes,
quienes podían participar en su interrogatorio.
Debía tratarse de crímenes motivados por la
defensa institucional o ideológica del régimen, lo
que se llamó “crimen político”, y no debería haber
mostrado sadismo o interés personal en el mismo.
La expresión pública de arrepentimiento no fue
condición para otorgar la amnistía. En este caso
el acto performativo completa en cierta forma el
correspondiente a las audiencias para las víctimas
porque permite que éstas se ubiquen del lado
acusador, haciendo público no sólo lo acaecido
a la víctima en las palabras del perpetrador, sino
también, y con esto exponiéndolos, logrando la
condena de la comunidad. Ya no son nombres
en una lista sino rostros y voces perfectamente
identicables. La transmisión por los medios
contribuyó a multiplicar ese efecto, a tornarlo
un evento nacional. Para los casos en que la
amnistía era concedida, ésta signicaba para los
perpetradores una condena más “suaveque la que
debería corresponderles de acuerdo con criterios
de justicia retributiva.
Funciones jurídicas y terapéuticas no siempre
congenian, porque sus lógicas son diferentes y
las verdades resultantes quedan condicionadas
muchas veces al objetivo de reconciliación
entendido más como liberación del sufrimiento
que como justicia objetiva, una justicia que por
otra parte la Comisión no puede administrar
porque no está incluida en su mandato. Por eso los
objetivos de perdón y reconciliación resultaban
controvertidos, Tutu los defendía como parte
de un concepto de justicia restauradora más que
retributiva por lo que iba más allá de una idea
de justicia en el sentido jurídico de la palabra.
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En lugar de violencia por violencia se ofrecía
una cura mediante la posibilidad del perdón
liberador. El concepto africano de Ubuntu fue
promovido por el mismo Tutu como la noción
legal y política clave para el orden post-apartheid
inmediato. Ubuntu como expresión de una visión
romántica de las comunidades rurales africanas,
aludía a reciprocidad, respeto por la dignidad
humana, cohesión de la comunidad y solidaridad
(Wilson, 2001: 9) y embonaba perfectamente con
una idea de justicia basada en el entendimiento
y no en la venganza, en la restauración y no
en la represalia. En otras palabras, “justicia
apropiada” versus venganza, justicia en pos del
perdón y la reconciliación. El concepto aparece
tanto en la Constitución interina como en la
ley que dio origen a la comisión sentando las
bases de la idea de justicia para la nueva cultura
de derechos humanos que se quería establecer.
Según Tutu se imponía así una idea africana
de justicia (restauradora, que no busca tanto
castigar como resarcir o restablecer el balance
que ha sido torcido, quebrantado) en lugar de la
idea retributiva de la justicia occidental (Minow,
1998: 81). Sin duda este razonamiento justicaba
también las amnistías y ciertas faltas en el uso
de sus poderes por parte de la comisión, como
no realizar allanamientos en los cuarteles de
las fuerzas armadas o en la sede del ANC o del
Inkatha Freedom Party.
Entonces, a los requerimientos legales
convencionales (a la manera de Chipoco) de
“verdad factual objetiva” la TRC agregó: “verdad
social o de diálogo” (a la que se llega mediante
interacción, discusión y debate), “verdad
narrativa” (percepciones, historias y mitos
recitados por las víctimas) y “verdades de cura”
(que colocaban el signicado de los hechos dentro
del contexto de las relaciones humanas).
¿Pero cuál es el pasado en cuestión? La ley
de 1995 estableció que correspondía al período
comprendido entre el 1 de marzo de 1960 y el 10
de Mayo de 1994. El término aplicable al período
no puede ser otro que el de “apartheid” aunque,
como señala Mark Sanders (2002: 63), fue una
palabra reprimida en el discurso, reemplazada
muchas veces por “conflictos del pasado” o
“graves violaciones de los derechos humanos”
y denida estrictamente como producto de un
Estado que lo instrumentó mediante una serie
de leyes de segregación y discriminación racial.
De esta manera se restaba importancia a una
interpretación del apartheid como una forma de
explotación capitalista basada en la dominación
etno-racial” o incluso se negaba la posibilidad de
un análisis más profundo del mismo. Las víctimas
del apartheid fueron individualizadas a pesar de
que se reconoció al apartheid como “crimen contra
la humanidad” que afectó a comunidades enteras
con políticas de limpieza etnico-racial mediante
clasicación y reubicación de la misma, todo
acompañado de privación de derechos políticos
y económicos. En este sentido, la comisión nunca
incluyó la violación de derechos que implicaron las
leyes de pases, los traslados forzosos de población,
la discriminación en educación y oportunidades
de empleo, etcétera.
Conclusión
Los testimonios y experiencias individuales a los
que se dio voz son inscriptos en una narrativa
correspondiente al marco institucional y discursivo
de la TRC y en un contexto de compromiso político
que la hizo posible pero a su vez estableció los
limites de su accionar. Es decir que mediante toda
una serie de deniciones como “víctimas” y “graves
violaciones de los derechos humanos” ya en la ley
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reflexiones sobre la coMisión de la verdad
y la reconciliación en sudáfrica
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que otorgó mandato a la TRC hasta el mismo proceso
de tomar testimonio a las víctimas, la selección de
los testimonios que debían ser presentados en
las audiencias públicas, la selección de dichos
testimonios por los medios para ser transmitidos
a todo el país, etcétera, los testimonios han sido
ajustados a una particular narrativa de la nueva
historia de Sudáfrica. Las verdades resultantes, por
supuesto parciales e incompletas, han sido sujetas a
las exigencias de un espacio testimonial inscripto en
un proyecto de cura, perdón y reconciliación que
en el caso sudafricano ha tenido un componente
psico-teológico-moral, y está enmarcado en un
proyecto político de construcción-reconstrucción
nacional. Narrativa intrínseca al discurso que
construye una nueva identidad nacional, que
inscribe un nuevo significado a la definición
de “auténtico sudafricano”: debe compartir los
traumas del apartheid y unirse en el proceso
de cura de la nación. El concepto de “Rainbow
nation o rainbow people” (nación arcoiris)
acuñado por el mismo Tutu fue el complemento
para denir a la nueva nación como amalgama
multicultural de distintos colores (unidos pero
distintos). Y así, mientras otros países tienen sus
días de rememoración de los héroes y mártires
nacionales, libertadores de la nación, en Sudáfrica
se instituyó el “día de la reconciliación”, el 16 de
diciembre día en que se reunió por primera vez el
TRC, con el que se conmemora a un nuevo grupo
de mártires nacionales que cayeron en manos de
sus compatriotas sudafricanos.
Notas
1 Resultados parciales del proyecto Democracia, comunicación
y sujetos de la política, financiado por CONACYT,
proyecto 42,715.
2 En 1993 el ANC estableció una comisn (la
Comisión Motsuenyane) para investigar la violación
de derechos humanos en algunos de sus campos en
el exilio y el grado de trasgresión en sus normas de
conducta. La Comisión corroboró la violación de
derechos y nombró a los perpetradores. Se trata del
primer caso en que un movimiento de liberación
promueve una comisión independiente para investigar
su propio pasado de abusos a los derechos humanos.
Ver Motsuenyane Comission Report (23 de agosto de 1993);
“Reponse of the NEC of the ANC to the Motsuenyane
Commission Report” (28 de agosto de 1993) citado en
Villa-Vicencio y Verwoerd (2000: 20).
3 Decreto 187 del 15 de diciembre de 1983 y decreto 355
del 24 de abril de 1990, respectivamente.
4 Acuerdo de México (27 de abril 1991) rmado entre el
gobierno de El Salvador y el Frente Farabundo Martí
para la Liberación Nacional, FMLN, con el auspicio de
la ONU y Acuerdo de Oslo (23 de julio 1994) entre el
Gobierno y la guerrilla, con el auspicio de la ONU.
5 Además y con características diferentes en origen
y contenido, en febrero de 2000, la Comisión de
Relaciones Exteriores del parlamento belga estableció
una comisión para investigar las circunstancias del
asesinato de Patrice Lumumba en 1961 y las posibles
implicaciones políticas de Bélgica.
6 South Africa, Promotion 3[1][a].
7 En Argentina, el mandato de la Comisión fue
exclusivamente en relación con los detenidos
desaparecidos y, por tanto, sólo para hechos perpetrados
por el Estado (entre 1976 y 1983). En Chile, el mandato
de la Comisión fue sólo para casos en que la víctima
murió o permanecía a la fecha en situación de detenido
desaparecido (casos acaecidos entre el 11 de septiembre
de 1973 y el 11 de marzo de 1990). En El Salvador y
Guatemala se tomó en consideración todo tipo de
violación a los derechos fundamentales y el objetivo
fundamental fue descubrir información sobre los
desaparecidos.
8 Ver el capítulo cuatro del Volumen uno del
Reporte.
9 La Comisión argentina tuvo 13 comisionados, la chilena
siete, Guatemala y El Salvador tres, respectivamente.
10 La de Argentina y la de Chile duraron nueve meses,
respectivamente. En el caso de Chile, la Comisión
recomendó el establecimiento de un nuevo organismo,
el cual fue creado por ley. La nueva entidad se
denominó “Corporación Nacional de Reparación
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y Reconciliación” y, de acuerdo con su mandato,
procedió a otorgar la reparación económica a las
víctimas declaradas por la Comisión de la Verdad,
recibiendo nuevamente información durante doce
meses (1992-1993) e incrementando así el número de
víctimas reconocidas por el Estado. La de El Salvador
ocho meses y la de Guatemala dieciocho meses.
11 Metáfora también presente en algunas de las comisiones
para América Latina; por ejemplo, para el caso de
Uruguay señala Luis Pérez Aguirre: “Se ha dicho
que hurgar en estos acontecimientos del pasado es
abrir nuevamente las heridas del pasado. Nosotros
nos preguntamos, por quién y cuándo se cerraron
esas heridas. Ellas están abiertas y la única manera de
cerrarlas será logrando una verdadera reconciliación
nacional que se asiente sobre la verdad y la justicia
respecto de lo sucedido. La reconciliación tiene esas
mínimas y básicas condiciones. Luis Pérez Aguirre, “El
Uruguay Impune y la memoria social”. Tribunal Permanente de
los Pueblos. Sesión Uruguay. Abril 1990. Montevideo,
Uruguay: 31.
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MeMoria, verdad, nación y ciudadanía: algunas
reflexiones sobre la coMisión de la verdad
y la reconciliación en sudáfrica
... Sobre este relato de la historia sudafricana se han formulado algunas críticas: se ha dicho, entre otras cosas, que genera una visión del apartheid en la cual se omiten algunos casos de victimización, que por no ser considerados como violaciones " extremas " de derechos humanos quedan excluidos de la historia. Entre estos se resalta el caso de las personas que fueron desplazadas a la fuerza de sus territorios hacia townships o Bantustans (Cejas, 2007) y la victimización de las mujeres (Treviño Rangel, 2006).ISSN 16578953 Civilizar 10 (19): 93-102, julio-diciembre de 2010Lo que resalta Cejas es que, durante el desarrollo de la CVR no se consideraron este tipo de violaciones, las cuales hacían parte fundamental de lo que implicaba el apartheid como forma de gobierno racista y como forma de explotación económica. En esta medida, se dejaron de lado una serie de violaciones que fueron ampliamente extendidas, pero que no encajaban dentro del tipo de atropellos que quería considerar la comisión. ...
... Más allá de esto, a los antiguos integrantes de Umkhonto we Sizwe se les ofreció serISSN 16578953 Civilizar 10 (19): 93-102, julio-diciembre de 2010recibidos por las fuerzas militares de la naciente Sudáfrica democrática, sin embargo, las condiciones desventajosas de este ofrecimiento (una difícil homologación de rangos, racismo en el interior de la institución, falta de claridad de la aceptación) hicieron que la mayoría de excombatientes aceptaran un subsidio de retiro voluntario (Castillejo, 2005).En relación con este tema, Judith Mason crea The Blue Dress (1995), obra que estuvo expuesta en la entrada de la Corte Constitucional Sudafricana y que presenta un vestido largo hecho de plástico, con el cual se pretende recordar el sufrimiento de una activista sudafricana que fue torturada, degradada y asesinada.Civilizar 10 (19): 93-102, julio-diciembre de 2010de los padres de la nación posapartheid (Cejas, 2007) al haber sido prisionero en Roben Island, exiliado, militante y negociador, todo esto, fundamental en la visión de la nueva nación. En esta medida, llevar a Zuma ante los tribunales implicó también llevar a juicio una visión prominente sobre la historia de Sudáfrica. ...
Article
La Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR) de Sudáfrica ha sidopresentada como una herramienta ejemplar en temas de formación de memoria y esfuerzos por lograr la reconciliación; sin embargo, varias críticas se han formulado frente a sus resultados. En este ensayo se hace énfasis en la crítica relacionada con la exclusión de ciertos discursos en el resultado final de la CVR, especialmente el discurso de las mujeres, el de los excombatientes y el de los desplazados forzosamente. Estos discursos, más allá de estar ausentes en los resultados de la CVR, han encontrado diferentes herramientas para darse a conocer y, a través de esto, han logrado generar una historia de Sudáfrica y una visión del apartheid más completa que la que se dedujo solamente de la comisión. DOI: http://dx.doi.org/10.22518/16578953.41
... Otras investigaciones giran en torno a la construcción de subjetividades tras el miedo que originan los eventos de violencia sistemática por parte del Estado y cómo se producen políticas públicas de reparación, educación, verdad y memoria tras la conformación de comisiones de la verdad (Cuya 2001; Garretón Krefr, González Le Saux y Lauzán 2011; Herrera y Bedoya 2016; Legarralde 2020). Se plantea que las comisiones de la verdad sirven como mecanismo para conformar una "nueva verdad nacional" con base en las voces de las/os distintas/os actoras/es sociales; es decir, una verdad "consensuada" (Cejas 2007). En síntesis, analizan los diferentes aspectos que se desprenden de las "luchas políticas por la memoria" y la manera en que los diversos actores partícipes del pasado lo interpretan y disputan la constitución de otra memoria hegemónica; y, las resignificaciones que se producen del pasado en relación con los informes finales (Crenzel 2010;Allier Montaño y Crenzel 2015). ...
Thesis
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El Informe Final de la Comisión de la Verdad: ni silencio ni impunidad recoge los testimonios de las víctimas de crímenes de Estado ocurridos en el período de 1984 a 2008, entre quienes se cuenta a las/os integrantes de la organización político-militante Alfaro Vive ¡Carajo! Este documento permite aproximarse a las experiencias de represión y lucha política y por los derechos humanos de quienes, en la década del ochenta del Siglo XX, experimentaron la represión contra sus cuerpos y vidas como política de Estado. Toma como punto de partida el trabajo de la Comisión de la Verdad porque constituye el espacio para romper los silencios de represión y la construcción de silencios sobre el accionar político-militante de Alfaro Vive ¡Carajo! El objetivo central fue analizar las disputas alfaristas sobre las memorias y silencios políticos y de represión, en el contexto de la Comisión de la Verdad, desde una perspectiva de género. La investigación se centra en las memorias y silencios de las/os militantes alfaristas a partir de sus narrativas respecto a la violencia de Estado y la lucha política y por los derechos humanos, de forma retrospectiva. A manera de estrategia metodológica, se realizaron entrevistas a profundidad a 6 mujeres y 4 hombres político-militantes de Alfaro Vive ¡Carajo!, se revisó textos militantes testimoniales y los testimonios alfaristas de represión documentados en el Informe Final “Sin verdad no hay justicia”, para aproximarnos a su perspectiva sobre la represión y lucha política de su pasado reciente. Parto desde mi punto de vista, mis memorias de infancia y mi conocimiento situado, lo que me lleva a interesarme por la forma en que ellas/os elaboran, individual y colectivamente, sus memorias y silencios políticos y de represión.
... Mónica Cejas, 2007. "Nación y Ciudadanía: Algunas Reflexiones Sobre La Comisión de La Verdad y La Reconciliación En Sudáfrica. ...
Article
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Este artículo aborda la relevancia de la memoria en los periodos de transición, centrándose en los conceptos de "derecho a la memoria" y "deber de memoria", argumentándose en favor de este último, pues no presenta contradicciones con otros derechos fundamentales. Se proponen cuatro categorías de medidas para analiza “el deber de memoria” en la jurisprudencia de la Corte Interamericana de DDHH en seis países latinoamericanos que experimentaron transiciones postdictadura o postconflicto. Así se analizaron 118 sentencias, dividiéndolas en dos grupos: casos de desaparición forzada (DF)y casos de otros crímenes. Los resultados revelan que la tipología del delito no configura un patrón uniforme en las medidas ordenadas, y que las categorías más frecuentes ordenadas relativas al “deber de memoria” son las medidas de esclarecimiento y divulgación de la verdad. Finalmente, se discuten como aspectos como el contexto y las legislaciones locales pueden explicar la ausencia de patrones de reparación para la DF.
... Esas memorias subalternas han salido al escenario público, especialmente en lugares en el mundo donde se han vulnerado los derechos de ciertas poblaciones por su condición étnica, posición política o situación socioeconómica. Ha sido el caso de la lucha contra el apartheid sudafricano (Cejas, 2007) o las dictaduras en América Latina (Oberti & Pittaluga, 2016), por lo que las disputas por la memoria han implicado una amplia movilización de los sectores vulnerados por el reconocimiento de su verdad como víctimas. ...
Book
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Es una obra que compila los resultados de la investigacióncreación que, con el acompañamiento de Asomujer y Trabajo y Unión de Costurero, narra las percepciones, sentimientos y puntos de vista de la comunidad grancolombiana sobre los procesos de paz en Colombia. El libro se teje en medio de cuatro capítulos: los dos primeros le ofrecen un contexto al lector: “1. Lineamientos conceptuales: Memoria, paz y reconciliación” y “2. Trazando hilos y rutas”, que desde el componente metodológico explica la recolección del corpus. Los dos capítulos restantes son la aplicación y la puesta en escena de lo argumentado en los primeros textos: en “3. Creación: Narrativas y telares”, se exploran, a través de registros fotográficos, el hacer, el proceso y el producto del telar; y en “4. Hallazgos y conclusiones”, desde el contexto de la investigación-creación, se compilan las tendencias de percepciones y sentires que dieron origen a la pieza artística Poli-Retazo. Para todos aquellos ciudadanos que le apuestan a la construcción de paz, este libro quiere enamorar a los lectores, invitándolos a explorar de cerca las implicaciones socioculturales y artísticas que entretejen tres conceptos cruciales: la memoria, la paz y la reconciliación. Desde la investigación acción participativa, nace la pieza artística Poli-Retazo: Entre hilos y bocetos, tejamos para la paz, la cual es el tejido de setenta telares realizados por estudiantes y docentes del Politécnico Grancolombiano. Todo esto a partir de los talleres de pedagogía para la paz ofrecidos por Asomujer y Trabajo. El lector explorará los registros fotográficos de los telares que, desde el mismo proceso de la confección, hilos y agujas, convierten sus tejidos en una reflexión sobre violación de derechos humanos, la recuperación de la dignidad del individuo y la esperanza por un país con tranquilidad y equidad.
... For my part, I hope that this article demonstrates why I so strongly wish that one day the words 'drug war' cease to make sense and, therefore, cease to produce the kinds of real struggles facing so many on Mexico's northern border today. 4. To understand these struggles between forgetting and remembering, I have benefited from the work of Mónica Cejas (2007) on the politics of memory in South Africa. 5. I would like to thank Vanessa Massaro for her invaluable research assistance that enabled me make these critical connections between the Mexican drug war and this period of the US War on Drugs. ...
Article
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In this article, I employ feminist and Marxist tools to expose the struggles over the constant plunder and expansion of global capitalism along Mexico's northern border, specifically in Ciudad Juárez, Chihuahua. In particular, I examine how an official politics – promoted by the Mexican and US governments – for forgetting the economic and social devastation of a transcontinental drug war contributes to the mechanisms for further exploiting the working poor. By combining a feminist focus on the daily struggle of social reproduction with a Marxist emphasis on accumulation by dispossession, I show how this official ‘forgetting’ segues with an international gentrification plan in downtown Ciudad Juárez that seeks to expand the rent gap by denying place, legitimacy and legal status to the working women and their families who have made this border city famous as a hub of global manufacturing. As such, I argue that the social struggles against the official forgetting are struggles against a violent political economy that generates value via a devaluation of the spaces of the working poor, even of the spaces of their literal existence.
... Essa imagem de mulheres congeladas no tempo e no espaço, ao passo que os homens adultos lutavam pela independência, sustentou um inegável processo de transição à democracia, sem qualquer necessidade de afrontar os valores colados a esse tradicional poder de liderança masculino (Oomen, 2005). Nos notórios tribunais de verdade e reconciliação, o sofrimento das mulheres serviu inúmeras vezes para trazer à tona crimes perpetrados pelo regime racista contra seus parentes homens, em depoimentos pronunciados no domínio preponderantemente masculino da justiça transicional, considerado suficientemente legítimo para deliberar sobre o que fazer para reparar os danos e traumas vividos por mulheres vitimizadas (Cejas, 2007;Hassim, 2006;Ross, 2003;Krog et alii., 2009). Esses e outros estudos (como os de Das, 2006 ou de Debert & Gregori, 2008) buscam ressaltar e desafiar modelos analíticos acadêmicos que se tornaram paradigmáticos. ...
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A partir de duas experiências etnográficas, uma no Brasil e outra na África do Sul, abordo neste artigo a relação imaginativa que as mulheres engendram com suas moradias, concebidas a partir de um ideário modernista de urbanismo. Com os investimentos teóricos e metodológicos dessas mulheres, o que era habitação se torna a casa, na medida em que elas mesmas engendram a habilidade de receber, de se tornarem anfitriãs. As cruciais lições aprendidas com essas mulheres, suas casas, seus métodos e teorias nos ajudam a desafiar cisões ainda perenes na antropologia como aquelas entre público e privado e entre sujeito e objeto.
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Este artículo se enmarca en la macroinvestigación “Barreras psicosociales para la construcción de paz y reconciliación en Medellín y tres municipios de Antioquia”, desarrollado por el Grupo de Investigación en Psicología (GIP) Sujetos, Sociedad y Trabajo, de la Universidad Pontificia Bolivariana, y pretende comprender los significados que los participantes han construido sobre perdón y reconciliación en el contexto de transición y negociación política del conflicto armado entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). A la luz de la psicología social crítica latinoamericana, emergieron discursos alrededor de las dimensiones individuales, colectivas y sociales del perdón y la reconciliación, las relaciones que se encuentran con la verdad, la justicia, la reparación, el olvido y la memoria; las similitudes y distinciones que encuentran las víctimas entre perdón y reconciliación y la importancia de contextualizar y particularizar estos procesos en función de la desaparición forzada. Los procesos de perdón y reconciliación que se emprendan deben tener como protagonistas a las víctimas, puesto que la intervención del Estado en estos escenarios, cuando hay impunidad, omisiones y encubrimientos por su parte, puede ser contraproducente. Cuando estas se apropian del proceso se producen transformaciones subjetivas y la reconstrucción del tejido social.
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This paper has three parts. It argues that is necessary to make an immanent critic of postcolonial experience from it's political devices. The first part is a genealogical approach to the transnational culture of memory and mourning practices. The second part is a study about the colonial artifacts that performs an idea of the nation in itself. Finally, the third part is the discursive analysis of the contemporary museum in the political situation of postcolonialism in Africa. South Africa is the example elected. The paper proposes a performative theory of the nation as narrative.
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The South African Truth and Reconciliation Commission (TRC) has been presented as an exemplar tool related to subjects as memory reconstruction or reconciliation; none the less, several criticisms have been made in relation to its results. This essay focuses on the criticisms related to the exclusion of some discourses from the end results of the TRC, such as those from women, ex combatants and forced removals. Those discourses, whether they were absent form the conclusions of TRC, have found different ways to expose themselves, completing with this, the version of South African history and apartheid deduced from the Commissio
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The article begins by examining the relationship between truth and reconciliation as propounded by the Truth and Reconciliation Commission (TRC). It contrasts a linear conception of this relationship with an iterative conception and equates these conceptions with the narrative and the image, respectively. The article then proceeds to explore the implications of the image, or the imaginary, as the “other” of the TRC narrative. It argues that the distinction between narrative and image in respect to Winnie Madikizela-Mandela's testimony makes possible an understanding of her evasions as lies that reveal a different kind of truth from the one the TRC had expected to uncover.
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Research in African Literatures 32.3 (2001) 198-212 --Italo Calvino Where does the past find its place? How are certain narratives of place and emplaced narratives constituted as objects of historical enquiry while others are naturalized as part of the daily lived environment and life-worlds that constitute our present and as such are made invisible to the history-making project? How does the relationship between stories of places and the places of stories shape public history and commemorative practice in South Africa in the time of the Truth and Reconciliation Commission? A number of complex and interconnected discursive processes govern the making of pasts, the making of subjects into objects of historical representation, as well as of memorial and commemorative practices. In South Africa, the Truth and Reconciliation Commission (TRC) is but one institutional cornerstone shaping the contours of what is deemed to be the past and of a public and normative version of this recent past. A momentous and powerful process, mandated by an act of parliament (the Promotion of National Unity and Reconciliation Act, no. 34 of 1995), the TRC has been instrumental in listening to, validating, archiving, and offering institutional acknowledgment to stories of violence, inconsolable loss, suffering, and oppression through, specifically, the Human Rights Violations (HRV) hearings. As a cornerstone of the new South African democracy's project of nation-building, the TRC has, of course, mediated and framed individual trauma rooted in individual bodies in ways that subsume the individual into a homogenous and disembodied narrative of collectivity. This collectivity has been framed in terms of a common collective memory and instrumentalized in the name of the "new nation." Not surprisingly, the individual recounting of suffering and media representations of these accounts in service of "nation-building" have put into sharp relief the conflicting interests of individuals who have testified and the overarching operations of the TRC as a state institution mostly to the detriment of individual witnesses. And yet the TRC has succeeded (sometimes despite itself), in initiating a public dialogue with the ongoing effects of a traumatic past. For better and, in many instances, for worse, the TRC has altered lives in profound and unexpected ways. Contemporaneous to the unfolding processes of the TRC, the official consecration of cultural and political heritage sites such as Robben Island resonates with a new commemorative ethos on the basis of which the remembrance and celebration of a past projecting the values of an inclusive and polyphonic "multiculturalism" is promoted as an underpinning to new public histories. Robben Island, now an UNESCO World Heritage site, achieved international notoriety as a political prison for anti-apartheid activists and, most notably, as the prison in which former South African president Nelson Mandela was incarcerated. It is this island -- a powerful memorial site whose geology is inscribed with the traces of colonial and apartheid oppression and resistance to these oppressions -- that symbolizes the victory of those who fought against oppression. It is also this island that has become the site of widely disseminated and highly visible commemorative performances as well as the recipient of a large chunk of the state-funded budget allocation for national heritage sites and monuments. To the visitor to Robben Island not only is the past packaged for the consumption of a growing global tourist industry, but it is there that the narrative of the "new"nation concretizes itself in a place and congeals around the prison cell of Nelson Mandela. It is important to state, however, that as much as this paper seeks to explore how, in representations of the histories of places and life-stories, disruptive or inassimilable memories become excluded, it is...
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Diacritics 32.3-4 (2002) 60-80 What was apartheid? How is it being remembered? Two questions. The first of them, almost at once, encourages a third: what is apartheid? An answer to the first question will be an answer to the third. Knowing what apartheid was, it is implied, we will know what apartheid is. We will know what it is in essence. But if the answer supplied to the first question is the same as that to the second, the question has been begged. This answer and begged question affect not only what we understand apartheid to have been. The essence of what apartheid is has been derived from an activity of remembering that is historically contingent. Is there a way out of this circle? A path to a place where essence will in no way be trammeled by any historical excrescence—where apartheid, stamped with -heid, the Afrikaans suffix for -ness, stands forth intact, unique—where, in a final victory, apartheid's phantasy of separateness will have perfected itself in truth? Supposing that responsibility involves the unstable articulation of essence and contingency, and consequent decision in the "night of non-knowledge," would it be responsible to seek such a way out? Is it possible, on the other hand, not to embark upon, or want to embark upon, such a search? The title "Remembering Apartheid" is to be understood as shorthand for this aporia of certain knowing. It refers in the first place to ways of remembering bound up, in South Africa, with the Truth and Reconciliation Commission. These have involved not only the collection of facts anchored in recollection, a classically forensic project, but also the admission of acts of grieving and the invitation for others to participate in these acts—a participation to which I will refer, employing the word in the general sense of a mourning-with, as condolence. The word remembrance (echoing the German Gedächtnis, with its folding in of Denken) might more closely approach the inextricable interlinking, before the Commission, of epistemic and mournful practice. Yet, in traversing the aporia provisionally without eliminating it, the title of my essay lays claim to knowledge. It announces: this is apartheid, for this is what apartheid was. It thereby also seeks to acknowledge that, just as forensic evidence assembled by the Commission may be bound up with the grieving of witnesses, no claim about the nature of apartheid can be untouched by the affective demands of those who bear the burden of remembering. The legacy of apartheid of which they speak is of undiscovered bodies, of bodies denied a proper burial. They seek the help of the Commission in rectifying this state of affairs. What we hear when we listen to those witnesses is this: apartheid was a proscription on mourning, specifically of the other. Can we then not say: apartheid is, at least for those who remember the worst deeds committed under it, and who attach to them a particular affect, a proscription on mourning the other? Viewed from a purely forensic point of view, it is far from clear that we possess evidence to impeach this testimony. Apartheid was/is, in the most general terms, an interdict against the development of a social formation. Although Afrikaner-nationalist politicians and intellectuals sometimes frightened the volk with images of being swamped by the vast black African mass or of being ploughed under as a people [see Louw 1: 505], the nature of that social formation was never outlined in precise terms. Versions of racial degeneration and bastardy were proffered by apartheid theorists, but what the ideology of race purity and the power that hid behind it really entailed was a foreclosure of the other, and thus of any historical possibility of another social formation—of what Breyten Breytenbach, alluding in Dog Heart [69] to the novelist Jan Rabie, calls "other-making" (andersmaak). In Group Psychology and the Analysis of the Ego (1921), Sigmund Freud offers an account of the social formation that, although standing on the shoulders of conservative nineteenth-century writers such as Gustave le Bon, does not depend upon racial, cultural, linguistic, or other characteristics that, singularly or together, formed the...
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Obra que reivindica la importancia de las comisiones de verdad en los procesos de recuperación de naciones que han vivido situaciones de violencia y/o de una fuerte represión política. Se señala que es a través de ellas que la población habla, expresa su dolor y su sed de venganza, por lo que la palabra se convierte en un elemento indispensable para la reconciliación, puesto que rompe los ciclos de la violencia.
El derecho a la verdad
  • Carlos Chipoco
Chipoco, Carlos, 1994, "El derecho a la verdad", en Paz, N 28. pp. 83 al 106, Lima, marzo.
Insiders and Outsiders: The Reconstruction of Citizenship in South Africa
  • Maxine Reitzes
Reitzes, Maxine, 1995, "Insiders and Outsiders: The Reconstruction of Citizenship in South Africa", Policy:Issues and Actors, Vol. 8, n.1, Johannesburg, Centre for Policy Studies, Feb.
Cry with a Beleved Country: Restoring Dignity to the Victims of Apartheid
  • Susan Van Zanten Gallagher
Country Unmasked: Inside South Africa's Truth and Reconciliation Commission
  • Alex Boraine
Boraine, Alex, A, 2001, Country Unmasked: Inside South Africa's Truth and Reconciliation Commission, Oxford University Press.