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Truchuelo García, Susana, López Vela, Roberto y Torres Arce,
Marina (eds.), Civitas: expresiones de la ciudad en la Edad
Moderna, Santander, Editorial Universidad Cantabria, 2015, 385
páginas.
DOI: https://doi.org/10.24197/ihemc.37.2017.551-556
El V Curso de Historia urbana organizado en septiembre de 2011 por el
grupo de Investigación de Historia Moderna de la Universidad de Cantabria
congregó a un amplio grupo de prestigiosos especialistas. El resultado de esa
reunión científica es el que aparece recogido en el presente volumen.
Baste para recordar la importancia y calidad del proyecto del que la
obra reseñada es digna continuadora, que los trabajos presentados en cursos
anteriores se han convertido al ser publicados en libros de referencia en el
campo de la historia urbana. Nos referimos a Imágenes de la diversidad,
Furor et rabies o Ciudades en conflicto (siglos XVI-XVIII).
Como en la mayoría de obras colectivas, las distintas aportaciones
constituyen estudios de caso, aunque algunos tan amplios como Castilla, la
Italia ‘española’ o el Estado da India. Pero más allá de particularidades, la
homogeneidad temporal y la común pertenencia a la Monarquía Católica
extendida por todo el globo, hacen aflorar semejanzas y conexiones entre las
diferentes situaciones y los diversos estudios.
Así, más allá de la propia organización formal del volumen, éste recoge
ejemplos de reconstrucción física de una ciudad acompañando su
reconfiguración religiosa, política o económica. Concretamente la de una
capital soñada y finalmente frustrada como Granada, de una discutida y
definitivamente asentada como Madrid y de una pequeña villa periférica
como Vila do Conde.
Begoña Alonso nos muestra las primeras fases de la intervención en la
recién conquistada Granada con la adaptación, en primer lugar, de la
alcazaba al uso de artillería y la zona palatina de la Alhambra a los gustos
residenciales castellanos. Tras el fin del régimen mudéjar, se inicia la
progresiva transformación de la medina en una nueva ciudad cristiana con la
conversión de algunas de las mezquitas en parroquias y el inicio de la
construcción de la catedral y de la capilla real. Pero también en una ciudad
castellana con la regularización y ampliación de las calles y la creación de
plazas en la ciudad baja en torno a las cuales se establecerán las residencias
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de los nuevos linajes aristocráticos y las sedes oficiales del poder, la
Chancillería y el ayuntamiento.
Por su parte José I. Andrés y Ramón Lanza analizan como el
asentamiento de la corte y las instituciones de gobierno en Madrid, atrajo
progresivamente a miembros de la nobleza y el clero, lo que generó una
concentración de rentas y la consiguiente aparición de una importante
demanda que atrajo a una amplia población dispuesta a satisfacerla. Un
aspecto de esta demanda es la necesidad de infraestructuras, edificios y
zonas de representación, de culto y asistenciales y viviendas particulares,
todo lo cual generó una impresionante actividad constructiva. Como
resultado, en Madrid se pagaban los salarios más altos del reino lo que a su
vez suponía un fuerte atractivo para la inmigración. La evolución de los
salarios reales, medida por su capacidad adquisitiva, sufrió el impacto de las
remesas americanas, pero también el de las manipulaciones monetarias y el
propio estancamiento de la actividad económica general.
Vila do Conde era una pequeña población costera de menos de 5 mil
habitantes y con escasos recursos financieros que Amelia Polonia muestra
como supo aprovechar la expansión del comercio marítimo a través de la
construcción naval o el transporte para terceros, actuando sus habitantes
como marineros o navegantes asociados con mercaderes de Porto. Esto
influyó en la organización social otorgando, ante la prolongada ausencia
masculina, un destacado papel económico a las mujeres, visible tanto en los
registros fiscales como en los documentos notariales. Esta prosperidad
económica se tradujo en una importante actividad constructiva tanto de
edificios civiles, ayuntamiento, aduana, hospitales, como religiosos, incluida
la catedral.
La plurisecular permanencia de un sistema político extendido por todo
el planeta en una época de limitadas comunicaciones es un molesto desafío
para los estudiosos que asumen como normativo el modelo del imperialismo
de la época contemporánea. Pero la investigación reciente ha destacado la
importancia para la estabilidad del modelo hispánico de la integración y la
circulación de las diversas élites, aristocráticas, mercantiles o intelectuales y
de los fenómenos de autoafirmación y de pertenencia de las entidades
locales dentro del mismo. Las diversas actuaciones que conducen a reforzar
tanto la propia imagen de cada una como su integración en el seno de la
Monarquía Católica se examinan en este volumen para los casos de la Italia
‘española’ y más específicamente en el reino de Nápoles y de la propia
Castilla, incluso en las zonas menos urbanizadas del noroeste.
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Aunque ligado al nombramiento de Felipe II como rey de Sicilia y
duque de Milán en 1554, la institucionalización del Consejo de Italia
responde a la consolidación de la hegemonía española sobre buena parte de
la península tras la paz de Cateau-Cambresis y la subsiguiente creación de
un espacio interconectado, no sólo política y militarmente, sino también
económicamente, todo lo cual proporciona una amplia serie de
oportunidades a las élites urbanas. El trabajo de Gaetano Sabatini muestra
como los nombramientos del Consejo para cargos civiles y eclesiásticos
repartidos entre naturales y castellanos, dieron pie a su vez a alianzas
matrimoniales entre miembros de ambos grupos. Pese a las pretensiones de
Olivares, más que la Unión de Armas, fue la participación de parte de las
élites locales en la deuda pública el mecanismo más efectivo para conseguir
su fidelización a la Monarquía.
Aunque con matices, tanto en el reino de Nápoles como, sobre todo, en
Sicilia y en Cerdeña una feudalidad potente limitaba el desarrollo de la
autonomía urbana. Giovanni Muto muestra como, en contrapartida, la
ciudad de Nápoles, una de las mayores de Europa con sus 200 a 380 mil
habitantes, vió un paralelo y espectacular florecimiento de actividades
culturales. Por supuesto, de múltiples muestras de sociabilidad urbana y
ceremonial público virreinal, pero también cívico y religioso. De formas de
identificación y autopromoción de las élites, como historias de la ciudad o
de determinadas familias, pero también de guías de comportamiento
nobiliario, incluyendo tratados de equitación y sobre el duelo. Pero hubo
además una amplia actividad literaria, teatral y musical impulsada y
difundida a través de decenas de academias.
Esta misma preocupación por las identidades comunitarias en Castilla y
la consiguiente legitimidad de los distintos agentes es el tema que aborda
Baltasar Cuart. No sólo linajes y centros urbanos, sino también
corporaciones como órdenes religiosas, colegios mayores y cabildos
catedralicios pujan por destacar de sus émulos elaborando historias,
‘antigüedades’, ‘theatros eclesiasticos’. En esta competencia se recurre por
algunos autores a documentos originales, pero se entiende el éxito de las
fabulaciones que permitían arropar los orígenes de una u otra entidad con
nombres de míticos héroes y patriarcas, clásicos o bíblicos. En cualquier
caso, es el respeto a los modelos retóricos romanos, más que el uso de
fuentes el que legitima el oficio de historiador.
En el noroeste castellano, la escasa urbanización trajo como corolario,
como señala Ofelia Rey, una cronística también ‘pobre’. La escasez o falta
de conocimiento de las fuentes primarias fue suplida con el recurso a las
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historias generales y las falsificaciones. Pese a estas limitaciones, entre fines
del XVI y mediados del XVII, se elaboraron crónicas de las ciudades de
León y Zamora, pero también de los reinos de Galicia y Asturias,
combinando la genealogía colectiva de los principales linajes y las
antigüedades de cada territorio. La mayoría de estas obras quedaron inéditas
por falta de comitentes capaces de costear las ediciones.
La expansión mundial de la Monarquía Católica es prácticamente
contemporánea de la división de la cristiandad occidental lo que produjo
intensos conflictos dentro de las propias comunidades territoriales. En este
volumen se afronta el secular pulso que mantienen el rey católico y el obispo
de Roma por el control de la iglesia en los dominios hispánicos y en el que
Inquisición y jerarquía secular se enfrentan a su vez por el control de la
ortodoxia y de los propios clérigos y fieles.
Roberto López Vela estudia el breve, apenas once meses, pero intenso
ejercicio por Bartolomé Carranza de su ministerio arzobispal en Toledo. En
este lapso obró como prelado reformista visitando la diócesis, exigiendo al
clero el cumplimiento de la residencia, pero también recibiendo el pleito
homenaje de la villa de Talavera, señorío del arzobispo. Con estas
actuaciones consiguió atraer la lealtad de parte del cabildo, tradicionalmente
enfrentado con su obispo, e incluso de miembros de la oligarquía talaverana.
De hecho, tras su detención por la Inquisición, el cabildo fue un apoyo de su
arzobispo a lo largo del proceso y buena parte de los canónigos declararon a
su favor en el mismo. También en Talavera aparecieron voces críticas con la
actuación de la Inquisición.
El trabajo del profesor Tomás Mantecón muestra como, aprovechando
la crisis de la Monarquía Católica durante la Guerra de Sucesión, el Papado
intenta desmontar el patronato real anulando mediante un breve pontificio de
1711 las normas contra "la libertad eclesiástica y autoridad apostólica" lo
que, desde luego, no fue aceptado por Felipe V. Los argumentos manejados
para la defensa del patronato durante las negociaciones de los concordatos
de 1737 y 1753, como la falibilidad pontificia, el conciliarismo o el carácter
‘protectivo’ del poder temporal, son los mismos usados para su construcción
bajo Trastámaras y Austrias y, desde luego, las pretensiones de plenitudo
potestatis del Papado frente a ellos son también las mismas desde Gregorio
VII.
La lucha religiosa dotó a su vez de justificación ideológica a conflictos
políticos o comerciales, como la auténtica guerra mundial que enfrenta tanto
en el Atlántico como en el Pacífico a nórdicos reformados con ibéricos
católicos y que afecta más directamente a las poblaciones costeras que viven
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del comercio y de la pesca, sean las del Estado da India o de la cornisa
cantábrica.
Iniciado en Europa, el enfrentamiento entre súbditos del Rey Católico y
reformados ingleses y holandeses se extiende al Pacífico lo que incrementa
los gastos para la defensa del Estado da India. Susana Münch examina como
esto supone, igual que en otras partes de la Monarquía, la búsqueda de
ingresos extraordinarios, como la venta de oficios o el establecimiento de
nuevos impuestos que, en este caso, se concreta en la creación del
consulado. Es significativo que la Corona logra la aceptación de esta nueva
carga pactando su implantación con los poderes locales y, tras conseguir el
acuerdo por parte de las autoridades de Goa, capital de facto del Estado, la
negocia con el resto de cámaras municipales. Igual que en el caso italiano,
los nuevos impuestos también son nuevas oportunidades de negocio para los
respectivos arrendatarios.
Por su parte, Juan Gelabert estudia los problemas que para el comercio
supone la combinación de corsarismo y guerra abierta entre católicos y
reformados que se desarrolla en el Atlántico europeo a partir de 1569. La
base doctrinal para intentar sortear estos conflictos empezó a elaborarse para
justificar el necesario comercio mediterráneo entre cristianos y musulmanes.
Por su parte los fundadores de la escuela de Salamanca, Vitoria y Soto,
defendieron la libertad de movimientos como parte del derecho natural
concluyendo que la limitación de los intercambios era una violación del ius
gentium. El propio inquisidor general acepta en 1576 la presencia de
mercaderes ingleses con tal que no hagan ni digan nada contra la religión
católica, planteamiento incorporado al tratado hispano-inglés de 1604.
En la defensa costera de la cornisa cantábrica las autoridades implicadas
eran varias y sus objetivos no siempre concordantes. La Monarquía intentó
la creación de una armada que complementase el establecimiento de
presidios con soldados pagados por el rey. Susana Truchuelo muestra como,
pese a que las casi continuas levas de marinos a finales del siglo XVI
dificultaban la actividad comercial o pesquera, las Juntas generales de
Guipúzcoa colaboraron con los representantes reales en las mismas, aunque
siempre se negaron a la elaboración de matrículas. En cuanto a las fuerzas
terrestres, la organización y dirección de las milicias concejiles, obligado
complemento de los soldados profesionales, correspondía a las autoridades
de las villas.
Precisamente la organización de las villas cantábricas es el objetivo de
la aportación de Ramón Díaz de Durana. En ella examina como, bajo los
Trastámara, se implanta progresivamente el corregimiento al tiempo que
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algunas villas son entregadas a señores y en otras el poder se reparte entre
los linajes agrupados en bandos. En 1476 se aprueba un capitulado para
Vitoria, fruto de la negociación entre la Corona y las élites locales, que
implica la creación de un órgano de gobierno restringido, el ayuntamiento,
del que forman parte oficiales elegidos por insaculación y diputados
representantes de los pecheros. Este modelo iría siendo adoptado por otras
villas cantábricas a medida que lo fueron solicitando.
El presente volumen recoge, en suma, una amplia, varia y calificada
visión de los problemas y las oportunidades que un sistema político y
económico mundial ofrecía a las diversas poblaciones urbanas y en especial
a sus élites, mostrando además la necesaria adaptación a las diversas y
cambiantes circunstancias de las mismas y del entorno económico, político y
religioso. Se inscribe así en el marco de la ‘global history’ y si algún pero
podría ponerse al mismo sería la ausencia de estudios referentes al
continente americano que completarían esta excelente publicación.
Sólo cabe por tanto felicitar a los editores y a los impulsores del Grupo
de Investigación y animarles a la continuidad de este magnífico esfuerzo.
FRANCISCO JAVIER VELA SANTAMARÍA
Instituto Universitario de Historia Simancas
Universidad de Valladolid
quiron7@live.com
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