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la ortiga
REVISTA DE ANÁLIS E INVESTIGACIÓN SOCIAL
Año 4. N° 4
2
la ortiga
2
la ortiga
director
José de la Cruz Oriundo
SUBDIRECTOR
Luis Purizaga Vértiz
DIAGRAMACIÓN
Jairo Rosales
COLABORADORES Y ASOCIADOS
Karla Solari Pérez
David Arguedas Olave
Anderson García Cristóbal
Stefano Corzo Vargas
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nosotros
3
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9
¿eS REALMENTE EL GÉNERO
UNA CONSTRUCCIÓN CULTURAL?
Sergio Morales Inga 24
el cuerpo envejecido
de la mujer
Erika Tirado Ratto
32
la guerra, la memoria
y las mujeres
Lucía Alvites Sosa
42
BODAS. INK
Sandra Tineo Sanguinetti 58
inmorales, pervertidos y
desviados sexuales
Antony Díaz Santisteban
75
reseña de libros
35
pROYECTO:ELLAS
Alexander Caballero Díaz
contenido
Incluido fotos de Portada y Contraportada
4
la ortiga
Cuando realizamos la convocatoria de artículos para
este número (nuestra cuarta edición), al inicio de
este año, recogimos la premisa de ser testigos de rápidos
cambios en nuestra sociedad. Si acaso hay una constante
en esta época, esta podría reposar sobre una capacidad
generalizada de cuestionamiento. El género no ha sido
ajeno a ello. Algo no andaba bien y empezó el juicio, ahora
mutado en guerra, sobre este tópico. Marchas, denuncias,
debates y reclamos sazonaron el panorama.
El conjunto de disposiciones que norman y sancionan la
convivencia humana, esos roles supuestamente inamovibles
han caducado: acciones otrora sólo permitidas a varones
o a mujeres ya no lo son más. Desde luego, no hay un
consenso al respecto. Argumentos y contra argumentos
son enarbolados hasta golpear con la ironía para saberse
legítimos. Esta confrontación ha cobrado fuerza en distintos
ámbitos -desde el político hasta el religioso-coincidiendo
ambos en ser respaldados por la ciencia. Es en este horizonte
que Sergio Morales nos presenta su artículo “¿Es realmente
el género una construcción cultural?”. Recogiendo críticas
epistemológicas, ya planteadas en un artículo publicado
en nuestra edición cero, Morales nos invita a alejarnos de
las posiciones extremistas en las Ciencias Sociales para
acercarnos a la transdisciplinariedad y deshilvanar esa
madeja conceptual que recubre al género.
Más insertos en la vida cotidiana, Erika Tirado reexiona
sobre el agotamiento de aquellos “imperativos de género”
conforme llega el envejecimiento. ¿Qué hay después de
satisfacer la supuesta máxima aspiración femenina de
procrear, ser madre y esposa? Lucía Alvites, por su parte,
resalta la violencia sexual que padecieron las mujeres en
el Conicto Armado Interno. Habida cuenta del informe
de la Comisión de la verdad y reconciliación (CVR); ¿hay
condenas por este tipo de abusos en esa época?
Sandra Tineo nos transporta a la celebración de los
matrimonios y su perennización en las fotografías para
El género en
cuestión
editorial
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debatir sobre el conjunto de máximas con que debe cumplir
la novia. Finalmente, Antony Díaz nos saca de este siglo para
hurgar en el pasado y explorar lo que podría considerarse
las primeras manifestaciones de travestismo y su cobertura
en la prensa limeña.
Hemos procurado una edición cargada de variedad tanto
en enfoque como en temas de análisis. Apostamos también
por nuevas maneras de ensayar opiniones; trascendiendo
a la palabra escrita, nos alegra compartir un extracto del
ensayo visual de Alexander Caballero.
Reconocemos la necesidad de seguir cuestionando al
género mientras este licencie abusos. Esta compilación de
artículos apunta a ello, a la reexión, para ser capaces de
ser siempre mejores que ayer.
José de la Cruz
Director
El género en
cuestión
editorial
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palabras claves:
c
i
e
n
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a
Resumen
La idea de que el género es una construcción cultural domina gran parte
de las ciencias sociales contemporáneas, por ello, este texto buscará
problematizarla mediante cuatro objetivos: analizar el constructivismo como
epistemología, cuestionar el género como constructo cultural, presentar
investigaciones cientícas que refuten tal noción y resaltar sus consecuencias
epistemológicas.
Abstract
The idea that gender is a cultural construct dominates great part of the
contemporary social sciences. In that regard, this paper will look to question
this conception by means of four objectives: by analyzing constructivism as
epistemology, by questioning gender as a cultural construct, by presenting
scientic investigations that refute this notion, and by underlining their
epistemological consequences.
¿Es realmente
el género una
construcción
cultural?
Sergio Morales Inga
Bachiller en Antropología
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
sergior2510@gmail.com
epistemología
b
i
o
l
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gén ro cultura
keywords:
s
c
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epistemology
b
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o
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gnder culture
¿Es realmente el género una construcción cultural?
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Introducción.
La idea de que el género es una construcción cultural domina gran parte
de las ciencias sociales contemporáneas, lo cual no sería extraño si no
fuese porque se trata de un argumento fallido. Tal creencia, surgida más
por error que por certeza, ha logrado instalarse con absoluta comodidad
en disciplinas como sociología y antropología. Por ello, este texto buscará
problematizarla mediante cuatro objetivos: analizar el constructivismo como
epistemología, cuestionar el género como constructo cultural, presentar
investigaciones cientícas que refuten tal noción y resaltar sus consecuencias
epistemológicas. Como deberá sospecharse, la justicación del texto no
solo responde al análisis de un tópico especíco sino también a necesidades
epistemológicas y disciplinares fundamentales que ponen en juego (o en
riesgo) la cienticidad de la ciencia social.
Desde hace un tiempo, varios cientícos sociales han optado por descalicar
básicamente todo lo que las ciencias naturales (etología humana, genética
poblacional, neuropsicología o psiquiatría) postulen sobre el comportamiento
humano. Sin embargo, visto de cerca, tal criticismo no es más que un síntoma
que revela la nula capacidad que muestran determinados académicos para
entender lo que postulan disciplinas basadas en diferentes epistemologías y
métodos.
El constructivismo como epistemología.
El constructivismo, antes que una teoría, es una epistemología que
desde su emergencia cambió las reglas de la investigación cientíca.
Desde el constructivismo radical cibernético (Watzlawick y Krieg, 1995),
el construccionismo psicológico (Ibáñez, 2003), el constructivismo
antropológico (Latour, 2003; Latour y Woolgar, 1995), el constructivismo
biológico (Maturana, 1995, 1997) hasta el constructivismo sociopoiético
(Arnold-Cathalifaud, 2004) -que se jacta de ser la nueva teoría social
hispanoamericana (Osorio et al., 2008)- todos comparten una idea nuclear:
la realidad no es un ente independiente de la consciencia (ente objetivo) sino
una construcción construida por ella.
Esta idea, que posee un claro correlato epistemológico (pues si no hay una
realidad objetiva, el conocimiento destinado a aprehenderla tampoco puede
ser objetivo), fue trastocada mediante desatornilladas lecturas en física
cuántica (que generaron ideas como “la realidad no existe” o “es inventada”)
y hasta mezclada con la noción posmoderna de la muerte de la ciencia
(Camejo, 2006). Por esta razón, los constructivismos tienen como estrategia
la elaboración de un parteaguas entre “positivistas” y constructivistas que sirve
para dejar en claro que, mientras aquellos emulan a las ciencias naturales
¿Es realmente el género una construcción cultural?
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para construir teorías y defender la existencia de una realidad objetiva, estos
postulaban que la realidad es construida, por ello, solo podemos interpretarla.
Un constructivismo todavía recordado es el sociológico de Peter Berger y
Thomas Luckmann, expuesto en La construcción social de la realidad [1966]. Este
libro, deudor de la fenomenología social de Alfred Schütz(i) y del concepto de
lenguaje(ii) , postuló que “[l]a vida cotidiana se presenta como una realidad
interpretada por los hombres y que para ellos tiene el signicado subjetivo de
un mundo coherente” (2003: 34). No obstante, lo que parecía un planteamiento
fresco, escondía una gran polémica; al ser la realidad el concepto central de
su argumento había que denirla y para ello los autores enunciaron las ideas
más insólitas de la teoría social contemporánea: “la realidad se construye
socialmente” (ibíd. 11) y “la sociedad existe solo en cuanto los individuos
tienen conciencia de ella” (ibíd. 101) –apreciaciones que son ignoradas por
quienes aún hacen referencia al texto, por algo fue “uno de los libros de teoría
sociológica más leídos de su tiempo” (Ritzer, 1997: 85). La razón del análisis
epistemológico del constructivismo se aprecia en el siguiente extracto, el cual
realiza el mismo parteaguas que sus pares:
La construcción de Berger y Luckmann no fue más que un one hit wonder, un
texto que obtuvo seguidores más por su maleabilidad que por su exactitud.
Por ello, tras 25 años de publicado, los autores sostuvieron que fueron
malinterpretados pues al oír el término constructivismo “salen corriendo”
(Berger, 1992; Luckmann, 1992). Lo cierto es que ambos académicos se
desentendieron, dedicándose luego a cosas diferentes –algo similar a lo
acontecido con Thomas Kuhn y La estructura de las revoluciones cientícas que, junto
con La construcción, son obras de las que todo mundo quiso hablar excepto sus
autores. Ya para ese tiempo el constructivismo recibía fuertes críticas, como
la del lósofo de la ciencia Ian Hacking:
“hemos tratado de mostrar […] por qué debemos considerar las versiones corrientes de las
explicaciones funcionalistas en las ciencias sociales como malabarismo teórico. Además,
conamos en haber expuesto el fundamento de nuestra convicción de que una sociología
puramente estructural está expuesta […] al peligro de reicar los fenómenos sociales. […]
En contraste con algunas modas de teorizar que prevalecen en la sociología contemporánea, las
ideas que hemos tratado de desarrollar no plantean ni un “sistema social” ahistórico, ni una
“naturaleza humana” a-histórica. El enfoque utilizado aquí es, tanto no-sociologista, como no-
psicologista.” (Berger y Luckmann, 2003: 227-228)
“La construcción ha sido la última moda. Por eso muchos tipos de análisis invocan el nombre de
construcción social, lo que hace que se mezclen objetivos completamente diferentes. Un enfoque
construccionista que lo envuelve todo ha llegado a ser bastante monótono -en ambos sentidos de
la palabra, aburrido y plano-.” (2001: 69)
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Según el físico Alan Sokal:
Según el lósofo Paul Boghossian:
Según el biólogo Ricardo Cabrera:
A pesar de todo, el constructivismo logró lo que toda propuesta ampliamente
criticada obtiene: arraigo en Latinoamérica, región de recicladores de teorías.
Dado que por estos lares la ideología se antepone a la razón, el constructivismo
pasó a formar parte de las llamadas corrientes postpositivistas (Toledo-
Nickels, 2003) que conciben a la ciencia social como una “ciencia blanda”
(Kahhat, 2003). No importa si tales perspectivas son acientícas o si carecen
de coherencia proposicional; si hablan del sujeto, el sentido, el lenguaje, la
acción, son enemigos de eso que llaman “positivismo” (Gaeta, 2012) y tienen
cierto tullo anarco -recursos visibles en corrientes como fenomenología,
etnometodología, hermenéutica o interpretativismo, donde las metáforas se
anteponen a los conceptos (Geertz, 2003; Ritzer, 1997)- entonces pasaban
a formar parte de las modas académicas. Según el sociólogo Jaime Osorio:
Sin embargo, lejos de haber desaparecido, el constructivismo se ha expandido
escandalosamente. Según el antropólogo Carlos Reynoso:
“Los primeros adversarios de la visión cientíca del mundo son los posmodernistas académicos
y los constructivistas sociales extremos. Insisten en que el llamado conocimiento cientíco no
constituye conocimiento objetivo de la realidad externa sino que es una mera construcción social
en igualdad de rango y validez con los mitos y las religiones.” (2011: 26)
“La idea de que hay «muchas maneras igualmente válidas de ver el mundo», de las cuales la
ciencia sería tan sólo una más, ha echado hondas raíces, especialmente en el mundo académico
[…]. En vastos sectores de las humanidades y de las ciencias sociales esta clase de «relativismo
posmoderno» sobre el conocimiento ha adquirido el estatus de una ortodoxia.” (2009: 17)
“A estos intelectuales se los identica habitualmente con las corrientes posmodernistas,
relativistas culturales, relativistas epistemológicos, constructivistas sociales, etcétera. Todas
estas corrientes son anticientícas. Fomentan la irracionalidad, la tolerancia al pensamiento
mágico, la proliferación y el avance de las pseudociencias. […]
En la Argentina, los profesorados de ciencia someten a los estudiantes a un bombardeo de
creencias relativistas del estilo “no hay verdades objetivas”, “el pensamiento cientíco no
persigue la verdad”, “hay una ciencia de cada cultura y cada cultura tiene su verdad”, “el
conocimiento cientíco es una construcción social” y cosas por el estilo. Es […] el discurso
ocial de nuestros profesorados, de donde salen los docentes de ciencias que a su vez lo trasmiten
a los más jóvenes.” (2011: 31)
“Como sucede con muchos cuerpos teóricos, dada en general la ausencia de formación losóca
y epistemológica en los espacios en donde se enseñan las ciencias sociales y las humanidades, se
han asumido planteamientos posmodernos no siempre por un conocimiento y discusión de sus
fundamentos, sino, […] por el peso de las modas intelectuales y el afán de ‘estar al día’” (2009: 143)
¿Es realmente el género una construcción cultural?
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La construcción cultural del género.
Al hablar de constructivismo y antropología puede que recordemos la obra
de Bruno Latour, ampliamente criticada (Reynoso, 2015) y hasta catalogada
de “estupidez” (Bunge, 2012), sin embargo, aquí reero al constructivismo de
género, surgido no de las exploraciones etnográcas sobre sexualidad primitiva
sino, para mayor exactitud, de su interpretación posterior. Desde el mítico lema
“la mujer no nace, se hace” de Simone de Beauvoir hasta la performatividad de
Judith Butler y lo queer, fueron los feminismos contemporáneos (Paglia, 2005;
Sommers, 2016a), mediante la “teoría” de género, los que emplearon etnografías
de Margaret Mead y otros para postular que la cultura es la causa de la variabilidad
de género en diversas sociedades humanas (Cabré, 2005; Martin y Voorhies,
1978; Méndez, 2008; Moore, 2009). En otros términos, si muestras propensión
hacia determinados ítems (sociabilidad, matemática, ciencia, muñecas, rugby,
comedias románticas, gore o trabajo social) se debe a la inuencia sociocultural
y no a un componente biológico. Según la antropóloga Marta Lamas:
Sin embargo, tal como los otros constructivismos, la epistemología del
constructivismo de género esconde una tesis relativista: si no existe una
ciencia objetiva, las ciencias naturales tampoco pueden serlo. Según Maria
Teresa Citeli:
“Invito al lector a que busque en Google o en cualquier motor de búsqueda la expresión “social
construction of” o “construcción social de”. Hoy (octubre de 2007) el retorno de ambos queries
retorna 1.550.000 y 225.000 punteros, respectivamente. […] Resulta divertido observar qué
es lo que se reputa construido socialmente; sólo para empezar encontramos: la realidad, el
crimen y la criminalidad, la tecnología, la madre y el padre, el género, la exclusión, un profesor
universitario, la temporalidad, el valor de uso, las identidades educacionales, la homosexualidad,
el conocimiento, la naturaleza, el lenguaje, el libre comercio, el territorio periférico, el retrato
en daguerrotipo, la mente, los hechos y los artefactos, la validez, el lesbianismo, la episiotomía,
la conanza, la enfermedad, la enseñanza, la información, el patrimonio, el blogspace, la
organización, el hip hop, los hechos cientícos, la política social [sic], el inerno, la mediocridad,
Sarbanes-Oxley, los quarks, los orangutanes y la persona educada” (2008)
“al existir hembras (o sea, mujeres) con características asumidas como masculinas y machos (varones)
con características consideradas femeninas, es evidente que la biología per se no garantiza las
características de género. […] si en diferentes culturas cambia lo que se considera femenino o masculino,
obviamente dicha asignación es una construcción social, una interpretación social de lo biológico; lo que
hace femenina a una hembra y masculino a un macho no es pues, la biología” (2013: 110)
“A pesar de todo, el constructivismo logró lo que toda propuesta ampliamente criticada
obtiene: arraigo en Latinoamérica, región de recicladores de teorías. Dado que por estos lares
la ideología se antepone a la razón, el constructivismo pasó a formar parte de las llamadas
corrientes postpositivistas que conciben a la ciencia social como una “ciencia blanda”.
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Según la historiadora Joan Scott:
Dado el innegable contexto posmoderno en el que se estableció, el
constructivismo de género no fue cuestionado. Así, el tiempo transcurrió: Geertz
se hizo leyenda, los estudios culturales y los estudios de género explotaron en
EEUU, el posmodernismo se volvió canon, Lacan y Foucault se adueñaron de las
facultades de Letras, aconteció el grandioso Sokal hoax, la antibiología fue norma
y el anticienticismo se volvió trending topic. Así, las ciencias sociales se alejaban
cada vez más de las naturales y dado que son los posmodernos quienes dictan
los cursos de epistemología, todo se contó desde su inclinada perspectiva.
¿Resultado? El constructivismo de género fue aceptado por medio mundo
(Alberdi, 1999; De Barbieri, 1993; Dorlin, 2009; Martín, 2008; Martínez-Herrera,
2007; Méndez, 2008; Moore, 2009; Serret, 2006; Stolcke, 1999; Tubert, 2003),
incluyendo a instituciones como la OMS(iii) y a la revista National Geographic(iv)
. En la literatura peruana, la cosa no es tan diferente (Bruce, 2016; Cáceres,
2015; Cáceres et al., 2015; Cépeda y Flores, 2011; Degregori, 2013; Fuller, 1988,
1993, 1997, 2004; Kogan, 1993, 1999, 2003; León, 2013; Lerner, 2016; Limo,
2016; Mannarelli, 2004; Moromisato, 2008; Motta, 2016; Nureña, 2009; Nureña
et al., 2008; Pereira, 2016; Ríos Burga, 2009; Rosales, 2016; Salazar, 2015; Silva
Santisteban, 2016; Zavala y Bariola, 2007). Nadie sostiene ya que la biología se
relacione al género y si alguien se atreve será tildado de esencialista, positivista,
cienticista, biologicista, homófobo y siervo de Monsanto.
Hablan las ciencias antropológicas.
Mientras sexo reere a diferencias anatómicas entre macho y hembra, género atiende
a sus atributos comportamentales: macho rígido, hembra sensible. ¿Dónde habitó,
“muchos estudios feministas fueron señalando que las armaciones de las ciencias biológicas sobre
los cuerpos femeninos y masculinos […] no pueden ser tomadas como espejo de la naturaleza
porque las ciencias, como cualquier otro emprendimiento humano, están impregnadas por los
valores de su tiempo.” (2001: 133) [Traducción del autor]
“Me parece signicativo que el empleo de la palabra género haya surgido en un momento de gran
confusión epistemológica que, en algunos casos, implica que los cientícos de las ciencias sociales cambien
sus paradigmas cientícos por otros literarios (que dejen de poner énfasis en la causalidad y lo pongan en
el sentido, haciendo confusos los géneros de investigación, según la frase del antropólogo Clifford Geertz);
y, en otros casos, la forma de los debates teóricos entre quienes arman la transparencia de los hechos y
quienes insisten en que la realidad es fruto de una interpretación o una construcción” (2008: 64)
“Sin embargo, tal como los otros constructivismos, la epistemología del constructivismo
de género esconde una tesis relativista: si no existe una ciencia objetiva, las ciencias
naturales tampoco pueden serlo”.
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entonces, el error? El problema del constructivismo de género se implanta a
nivel de la explicación, no al de los hechos: sostener que la cultura explica la
variabilidad de género implica aceptar que la biología es universal, es decir,
que no existen diferencias siológicas entre un masái africano que combate
con leones y una norteamericana adolescente fanática de Hello Kitty. Por ello,
para poner en cuestión al constructivismo de género, bastaría con demostrar
que la biología puede explicar por qué, en promedio, los hombres son rígidos
y las mujeres, sensibles.
Realizando apenas un breve mapeo uno encuentra que existen diversos estudios
(Archer, 1996; Baron-Cohen, 2005; Buss, 1995; Campbell, 2010; Caplan et al., 1997;
Eagly y Wood, 1999; Geary, 2010; Ingalhalikar et al., 2014; Jones et al., 2000; Kimura
1992, 2004; Kimura y Galea, 1993; Le Vay, 1994; Lippa, 2010; Meitzen, 1986; Schneider
et al., 2000; Shackelford et al., 2002), tanto transculturales (Costa et al., 2001; Del
Giudice et al., 2012; Lippa, 2009; Schmitt et al., 2008) como experimentales -con
bebés recién nacidos para descartar la variable cultural (Baron-Cohen et al., 2000;
Diseth, 2008)-, que evidencian una misma tesis: la biología participa activamente
en la constitución del género, incluso mediante diferencias visibles en tópicos
como los de juego(v) , agresividad, elección profesional, orientación espacial,
razonamiento matemático, reacción a eventos, entre otros.
El famoso caso John/Joan es un ejemplo importante que evidencia, además, la
peligrosidad del constructivismo de género. Bruce Reimer nació en 1965 pero,
tras una negligencia médica durante su circuncisión, su sexo fue reasignado al de
una mujer, llamándose Brenda. El psicólogo John Money, afín al constructivismo y
reconocido por Marta Lamas (2013: 112) y la feminista Regina Limo (2016) como un
referente teórico importante, les aconsejó a los padres que criaran a Bruce como
niña. Sin embargo, “ella” no quería usar vestidos ni jugar con cocinitas; quería
afeitarse y orinar de pie(vi). Ya de adolescente le revelaron toda la verdad, Brenda
pasó a llamarse David, contrayendo matrimonio a los 23 años. No obstante, era
demasiado tarde: su padre se volvió alcohólico, su madre cayó en depresión y su
hermano se suicidó en el 2002. Dos años después, David Reimer cometió suicidio.
El año 2000, el periodista John Colapinto publicó un libro sobre el caso cuyo título
fue Tal como la naturaleza lo hizo.
El caso de los niños güevedoces de República Dominicana es ciertamente
resaltante. Se trata de niños que son criados como niñas (incluso adoptando
nombres femeninos) ya que nacen sin órganos masculinos visibles. Según un
reportaje de la BBC, uno de los niños contó que se negaba a usar vestidos o a jugar
con niñas pues prefería el fútbol(vii) . Sobre este tipo de casos, la endocrinóloga
Julianne Imperato-McGinley (1991) sostuvo que los niños, a pesar de su crianza
feminizada, mostraban una anidad natural a las actividades masculinas –la
ausencia de la enzima 5-α reductasa, encargada de convertir la testosterona
en dihydrotestosterona (responsable del descenso de los órganos sexuales
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masculinos en la pubertad) era la causante de todo.
La transexualidad infantil es otro tema relevante. Según un reportaje realizado por
la BBC, en el cual se recogieron testimonios de especialistas, Juan Carlos Tapia
declaró: “No se trata de algo pasajero. A las niñas trans les gusta jugar con muñecas.
Los niños trans preeren entretenerse con los autos”(viii). Una aproximación similar
sobre la orientación sexual fue suciente para que el médico Elmer Huerta armara
que esta “es genética” (2014).
El mundo animal también ostenta casos semejantes. En la reserva de Moremi,
Botsuana, algunas leonas empezaron a actuar como machos: les creció la melena,
marcaban el territorio, rugían mostrando dominancia y hasta “montaban” a
otras hembras. La investigación dirigida por el zoólogo Geoffrey Gilllan (2016)
reveló que tal comportamiento se debía a niveles altos de testosterona.
El año 2010, la televisión noruega emitió una serie de documentales titulado
Hjernevask (Lavado de cerebro)(ix) que exploraba tópicos como raza, inteligencia,
homosexualidad, género, etc. El primer episodio, titulado “La paradoja de la
igualdad”, tenía por n discutir por qué en Noruega había notoriamente más
mujeres en medicina y enfermería, y más hombres en ingeniería, a pesar de
ser el país con la mayor tasa de equidad de género en el mundo. Tras una
serie de entrevistas, académicos noruegos del Nordic Gender Institute (NIKK)
postularon que tal brecha profesional era consecuencia de una persistente
crianza basada en estereotipos de género, mientras que cientícos noruegos,
ingleses y norteamericanos sostuvieron que el problema trascendía lo social.
Tras recoger ambas perspectivas, las confrontaron, lo que permitió observar las
nerviosas reacciones de los académicos noruegos al no poder rebatir lo que las
investigaciones cientícas mostraban: diferencias innatas de género. Cuenta la
historia que tras la emisión del documental, el Consejo Nórdico cerró el NIKK,
congelando su presupuesto ascendente a 56 millones de euros(x). Distintos
medios describieron el suceso como “el n de la ideología de género”(xi).
Aparentemente, todo lo que ha sido tipicado como género por las ciencias
sociales, ha sido tratado con éxito por las ciencias naturales. El problema, por
tanto, no es que unos estudien el género mientras que otros, el sexo; el asunto
es que es imposible comprender qué es el género si no sabemos qué es el sexo.
Así, el constructivismo de género contribuye con la ideología de la tábula rasa
que, según el cognitólogo Steven Pinker (2003), ignora el aspecto heredado del
“Aparentemente, todo lo que ha sido tipificado como género por las ciencias sociales, ha sido
tratado con éxito por las ciencias naturales. El problema, por tanto, no es que unos estudien el
género mientras que otros, el sexo; el asunto es que es imposible comprender qué es el género si
no sabemos qué es el sexo”.
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comportamiento humano promoviendo una imagen falsa del mismo(xii). Y es que
aquellas corrientes que en su momento juraron combatir la ortodoxia, ahora toman
su lugar: el espíritu anticientíco de los estudios de género (repletos de violentos
feministas que se creen con derecho de capturar las universidades para impedir
la presencia de académicos contrarios a su infantil idiosincrasia, como ocurrió en
Ottawa(xiii), Toronto(xiv) y Berkeley(xv), o de censurar, en Australia, la proyección
del documental sobre los derechos del hombre, The red pill(xvi)) hace que gestar un
verdadero diálogo parezca imposible. Según el sociólogo Héctor Ricardo Leis:
Según el psicólogo Emilio García:
La relación antibiologismo-posmodernismo-pseudociencia es evidente pues el
constructivismo de género no encuentra evidencia alguna. Según lo discutido,
el rótulo “ideología de género”, causante de una feroz polémica (Bedoya,
2017(xvii) ; Bruce, 2016; Bruce, 2016; Davelouis, 2016; Kanashiro, 2016; Lauer, 2017;
Limo, 2016; Motta, 2016; Ortega, 2016; Pereira, 2016(xviii) ; Sifuentes, 2016; Silva
Santisteban, 2016; Zegarra, 2016), tendría su razón de ser. Perseguir la justicia
social mediante la obtención de derechos, no implica contravenir la evidencia
cientíca –actitudes como estas no deberían ser desatendidas. Desde un punto
de vista cientíco, toda proposición que no muestre evidencia pero insista en
constituirse como verdadera, puede ser catalogada de ideológica(xix). Por ello,
tanto la armación de Carlos Iván Degregori, Jaime Ávila y Pablo Sandoval
-“los estudios de Género han sido uno de los aportes más importantes de
y para la disciplina en lo que a teoría y metodología se reere” (2001: 49)-
así como la de Salomón Lerner Febres -los estudios de género “poseen un
discurso losócamente riguroso” (2016)- me resultan desconcertantes pues,
luego de lo examinado, no encuentro aquello que señalan. Las inuencias
teóricas, metodológicas y losócas de los gender studies (postestructuralismo
y posmodernismo: Foucault, Derrida, Lacan, Kristeva –AKA French theory)
no constituyen conocimiento cientíco able pues han sido tildadas por
Jon Elster de “obscurantismo” al promover una “falta de respeto por los
estándares de argumentación y la evidencia” (2013). Así, el constructivismo
“Aquellos sociólogos que neutralizan o disminuyen la importancia de la naturaleza humana para
comprender la vida social y que […] presuponen la bondad de la acción social están armando
algo más […] que una hipótesis cientíca: están transformando tales supuestos en fundamentos
míticos o religiosos de sus trabajos, de modo tal que los mismos no pueden ser discutidos […]
y mucho menos refutados […]. Lo más gracioso de esto es que estos sociólogos no perciben que
están operando de un modo no cientíco. Precisamente su reduccionismo les impide ver que sus
supuestos son más religiosos que cientícos.” (2002: 20)
“El modelo estándar de las ciencias sociales ha impuesto como académicamente correcto, y
también políticamente, la consideración de que las diferencias entre los seres humanos, y más
concretamente entre hombres y mujeres, son debidas predominantemente al medio sociocultural,
los aprendizajes y socialización. Pero estos supuestos ambientalistas en extremo son muy difíciles
de mantener ante las investigaciones disponibles” (2003: 12)
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de género está bastante lejos de siquiera servir como material empírico para
futuras investigaciones. Preguntarle a la gente qué cree sobre el género no es,
denitivamente, la mejor forma de saber qué es el género.
Finalizando.
Negar que el género sea una construcción cultural no signica armar
que la biología lo determine ni implica negar que posea un aspecto social.
El objetivo del texto ha sido discutir la importancia de lo biológico en la
constitución del género (incluso tal como ha sido denido por las ciencias
sociales más “blandas”) mediante referencias cientícas, lo cual no solo
evitará el reduccionismo cultural o el aislamiento disciplinar sino que
enriquecerá el debate al posibilitar que lectores y estudiantes puedan discutir
con autonomía sin que ningún conocimiento sea tergiversado y/o vetado
por profesores incapaces o por “cientícos” que más parecen ideólogos.
Y aunque se trata de un debate abierto (Fausto-Sterling, 1985, 2006; Fine,
2010; Spelke, 2005), queda claro que ninguna alternativa seria se plasmará
mediante constructivismos, reduccionismos, posmodernismos, relativismos
y antibiologismos. ¿Qué les espera a nuestras ciencias sociales si sus
promotores le dan cabida a la pseudociencia más por corrección política que
por ética cientíca? ¿Qué clase de conocimientos podríamos delegar a las
futuras generaciones? Al igual que Baron-Cohen, como en dicho documental,
sostengo: “no estoy diciendo que todo sea biología, simplemente estoy
diciendo «no olviden la biología»”.
Cuando comprendamos que la antropología no es una disciplina que tenga
por objeto una parte del fenómeno humano (como la psicología para la mente,
la neurología para el cerebro, la etología humana para el comportamiento,
la arqueología para la cultura material o la sociología para los fenómenos
sociales) sino su totalidad, entenderemos que una antropología cientíca jamás
podrá edicarse sesgando voluntariamente su objeto de estudio; ella debe
ser naturalmente transdisciplinar. Si vamos a discutir fenómenos humanos,
comencemos por situarlos entre naturaleza y cultura –he aquí nuestra mayor
riqueza disciplinar vilmente abandonada. La antropología, a pesar de los
golpes recibidos (por antropólogos), sigue siendo la Ciencia Total del Hombre,
sin embargo, será responsabilidad de todos nosotros (o de los que quieran
adjudicarse tal n) sacarla de la crisis en la que todavía se encuentra. El espectro
posmoderno (Morales, 2013) está presente aun en nuestra academia pero será
cuestión de tiempo y, sobre todo, de iniciativa para que desaparezca de una
buena vez, por la salud académica de todos los que así lo deseamos.
“Negar que el género sea una construcción cultural no significa afirmar que la biología lo
determine ni implica negar que posea un aspecto social”.
¿Es realmente el género una construcción cultural?
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i A la que tildaron de “método puramente descriptivo y […] “empírico”, pero no “cientíco”” (Berger
y Luckmann, 2003: 35), contradiciendo lo que el mismo Schütz pensaba.
ii Se lee: “la comprensión del lenguaje es esencial para cualquier comprensión de la realidad de la vida
cotidiana” (ibíd. 53).
iii Según la OMS: “El género se reere a los conceptos sociales de las funciones, comportamientos,
actividades y atributos que cada sociedad considera apropiados para los hombres y las mujeres”. Ver:
http://www.who.int/topics/gender/es/
iv Su último número (enero 2017, Vol. 40, n. 1), dedicado enteramente al género, insinúa la idea de su
construcción cultural.
v Para contrarrestar el “sexismo”, distintas feministas han impulsado la creación de juguetes neutrales
(gender-neutral toys), sin embargo, tal como lo discute Christina Hoff Sommers (2016b), que las niñas
jueguen con muñecas y los niños con naves sería impermeable al condicionamiento social.
viVer:http://www.abc.es/sociedad/20150824/abci-david-reimer-experimento-sexo-201508211445.html
1927. P. 1.
viiVer:http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/09/150921_republica_dominicana_guevedoces_
genetica_ac_lav
viiiVer: http://www.bbc.com/mundo/noticias-37875836
ix Ver: https://temcasite.wordpress.com/2016/06/12/hjernevasklavado-de-cerebro-2010/
x Ver: http://www.elsalvador.com/articulo/editoriales/teoria-genero-vino-abajo-noruega-63979
xi Ver: http://gaceta.es/noticias/documental-desmonto-ideologia-genero-07072014-1436
xii Para exponer el aspecto epistemológico, en mención al subtítulo del texto de Pinker, en vez de “negación
moderna de la naturaleza humana”, preero hablar de la “negación posmoderna de la naturaleza humana”.
xiiiVer:http://www.titleixforall.com/extremists-disrupt-dr-janice-fiamengos-lecture-at-university-of-
ottawa-video/
xivVer:http://www.macleans.ca/education/uniandcollege/a-mens-rights-advocate-spoke-at-the-
university-of-toronto/
xv Ver: https://www.theguardian.com/world/2017/feb/01/milo-yiannopoulos-uc-berkeley-event-cancelled
xviVer:https://www.theguardian.com/film/2016/oct/26/the-red-pill-melbourne-cinema-drops-mens-
rights-lm-after-feminist-backlash
xvii Citando a Foucault, Butler y Rubin, Bedoya arma que las creencias religiosas “apuntan a negar la
construcción social del género” (2017). Me pregunto si pensará lo mismo de las investigaciones cientícas
aquí citadas.
xviii “No es correcto oponer, a manera de antónimos, ‘ideología’ y ‘hechos’ […]. De hecho, existen ‘ideologías’
con base cientíca y factual”, arma Pereira (2016). Sin embargo, de haber algún sistema proposicional
plausible de vericación, se le llamaría hipótesis, tesis o teoría. Ningún juicio sano catalogaría como ideología
a la gravedad, la herencia genética o la evolución cultural.
xix En mención a los estudios de género, luego del constructivismo, habría que agregar la brecha salarial
de género, la igualdad neurocognitiva entre hombres y mujeres o la noción de “patriarcado”, que han
demostrado ser desde ampliamente debatibles hasta empíricamente inexistentes.
¿Es realmente el género una construcción cultural?