Available via license: CC BY-NC-SA 4.0
Content may be subject to copyright.
203
A propósito de La última cena, performance de Verónica
Ruth Frías
Isabel Hurley
Galería Isabel Hurley (Málaga)
isabel@isabelhurley.com
Il Cenacolo o L’Ultima Cena que Leonardo da Vinci pintó
en el refectorio del convento dominico de Santa Maria delle
Grazie, en Milán, a finales del siglo XV, por encargo de Lu-
dovico Sforza, supuso la superación de las representaciones
que de este pasaje del Nuevo Testamento se habían hecho
hasta entonces. La iconografía, que se remonta al arte pa-
leocristiano, conserva dos ejemplos del siglo XIII –frontal del
Maestro de Soriguerola y mosaicos de San Marcos de Vene-
cia–, donde ya se apunta la disposición lineal, pero sus re-
ferentes inmediatos son los del refectorio de Sant’Apollonia
de Andrea del Castagno (1447) y los de Ghirlandaio para la
Abadía benedictina de Passignano (1476), para la iglesia de
Ognissanti (1480) y para el también convento dominico de
San Marco (1486). Leonardo rompe con los esquemas com-
positivos precedentes al situar la escena en un momento
posterior, una vez los apóstoles son informados de la trai-
ción, con el consiguiente revuelo que la noticia produce. Por
ello, dota a la composición, que se abre al fondo por medio
de tres ventanas a un paisaje típicamente toscano, de un
dinamismo y variedad de movimientos y fisonomías antes
desconocidos, resultando de una naturalidad y modernidad
asombrosas. Los personajes han sido despojados de las
aureolas de santidad y aparecen en cuatro grupos de tres,
que algunos identifican con las triadas platónicas vistas por
las corrientes neoplatónicas florentinas, sobre todo Marsilio
Ficino y Pico della Mirandola. Esta circunstancia y la silueta
que dibuja su disposición han dado lugar a especulaciones
de tipo esotérico no demasiado fundamentadas. Judas ya
no está en solitario al otro lado de la mesa y Juan no aparece
dormido sobre el hombro o el regazo del Maestro, que se
aísla en el centro, concentrado en sus últimas horas, y con-
centrando en su cabeza todas las líneas de fuga. La com-
posición se encuadra en una arquitectura que materializa el
antropocentrismo inspirador del renacimiento italiano y en la
que parece aplicar lo aprendido mientras ilustraba De Divina
Proportione. En este tratado coetáneo, Lucca Pacioli habla
de la naturaleza divina de la geometría y las matemáticas e,
incomprensiblemente y salvando las distancias, anticipa los
módulos fractales y el concepto de rizoma que desarrollan
Gilles Deleuze y Felix Guattari, asimismo anticipado por Bor-
ges en El jardín de los senderos que se bifurcan, de 1941.
Por si fuera poco, algunos parecen advertir en la atmósfera
enrarecida que ambienta inmaterialmente la escena la pri-
mera tentativa de perspectiva aérea. Podría explicarse por
las numerosas intervenciones posteriores para frenar o repa-
rar el deterioro que experimentó la obra desde pocos años
después de su finalización. El uso experimental de nuevos
aglutinantes y de una combinación de óleo y temple sobre
yeso seco, en lugar de la tradicional del fresco sobre yeso
húmedo empleada hasta entonces para las pinturas mura-
les, favorecieron el crecimiento de hongos y la descamación,
por lo que no se sabe a ciencia cierta qué nos ha llegado de
la factura original.
Verónica Ruth Frías toma prestada la escenografía del
famoso fresco, si bien sustituyendo las figuras masculinas
por otras femeninas. Ahora solo hay apóstolas, mujeres que
desempeñan diferentes cometidos en el ámbito cultural de
la ciudad, algunas de ellas también madres. Esto supone
otro punto de inflexión en un arquetipo que recientemente ha
experimentado no pocas variaciones, muchas de ellas nada
ortodoxas, sobre la ya canónica de Leonardo. Recordamos
algunas memorables, como la de Buñuel en la cena de los
desharrapados de Viridiana; las diversas que hizo Andy War-
hol en clave pop o la también fotográfica de David Lachapelle,
rejuvenecida y recodificada según la jerga de tribu urbana; la
cinematográfica y del todo irreverente que ofreció Robert Alt-
man en Mash; la publicitaria para Marithe Françoise Girbaud;
la teatral para la puesta en escena de la obra de Pynchon
204
Isabel Hurley A propósito de La última cena...
outside the mainstream of American art, is finally recognized
as one of this country’s most important artists. [...] While her
work had been seen with regularity in group shows, her solo
shows were infrequent». La muestra fue comisariada por
Deborah Wye y Alice Legg y, en paralelo, tuvieron lugar dos
conferencias, una de las cuales fue pronunciada por Lucy
Lippard, quien en 1975 había publicado en Art Forum el artí-
culo «Louise Bourgeois: from the inside out».
En «Gender and Possession» –Art in America, 1 de
abril de 1983– Robert Storr, a propósito de su reciente
retrospectiva en el MOMA –la primera dedicada a una
mujer en esta institución, que, por cierto, ya contaba con
dos de sus piezas–, reconoce su consideración reciente
como una outsider, asegurando que, según los estándares
del momento, no había tenido en modo alguno lo que se
entendía una carrera dentro del mundo del arte.
Louise Bourgeois participó en 1972 en la mesa redon-
da, «Does Art have a Gender?» para el foro de debate sobre
el papel de las mujeres en el arte, Forum: Women in Art,
también organizado por Cindy Nemser, donde se abordaba
otro de los temas mas cuestionables del apartheid sufrido
por las mujeres dentro del sistema del arte. Lucy R. Lippard
formulaba al respecto una cuestión similar, «What is Female
Imagery?». Es Linda Nochlin quien se apresta a responder
indignada que la mera pregunta es restrictiva porque ella es
un ser humano no sujeto a las restricciones construccionis-
tas del sistema androcentrista/patriarcal, aunque tras medi-
tarlo reconoce que el creador está condicionado por su ex-
periencia. Todo ello sin aceptar que el género biológico o el
constructo cultural de identidad de género puedan determi-
nar una producción que desea inscribirse en una categoría
abierta y más amplia. Parece que el ambiente distaba mu-
cho de frecuentar los tópicos que establecían como propios
de lo femenino aquellos temas más amables y decorativos,
o aquellas producciones vehiculadas a través de técnicas
artesanales, consideradas una forma de arte limitada y/o
simplemente ornamental, pero que fueron adoptadas por
las mujeres artistas como estrategia de crítica identitaria. En
conclusión, géneros y disciplinas menores e impropios del
Arte con mayúsculas producido por los hombres.
En la década de los setenta del siglo pasado se cla-
maba por la eliminación del «techo de cristal» y la necesaria
reescritura de la historia del arte, muy especialmente de los
últimos doscientos años. A título anecdótico, cabe citar una
The Inherent Vice; y en el campo de la animación las de Los
Simpson o South Park, por citar unas pocas. Aunque más
lejana en el tiempo, la muy atrevida de Cranach el Joven, que
dispuso en el lugar de los Apóstoles a las cabezas visibles
de la Reforma y al Príncipe Elector de Sajonia, ataviados y
ambientados según correspondía a su momento y rango. Te-
niendo en cuenta que es en esta ocasión cuando se instituye
el Sacramento de la Eucaristía y, por tanto, el Dogma de la
Transubstanciación, no aceptado por la Iglesia luterana, tuvo
una ocurrencia de lo más transgresora.
A Leonardo le corresponde el honor de ser el primero
en abordar el concepto del arte como obra mental, intelec-
tual, lejos de la dimensión mecánica que se le otorgaba en
el Tratado de Cennino Cennini, más acorde al estatus de ar-
tesano que tenían tanto pintores como escultores. Verónica
reflexiona y hace reflexionar con esta performance sobre la
situación de la mujer en el mundo actual, empoderándola,
al tiempo que ofrece la versión mas poliédrica, a la vez que
cotidiana y cercana de su predecesor. Y no sólo de su obra
como artista y creador de todo tipo de artefactos y máqui-
nas, sino también como activista en la reivindicación de los
derechos de sus colegas artistas, el primero de los cuales
era ser considerados como tales, apelando a la naturaleza
intelectual de su profesión, muy por encima de la interven-
ción manual requerida en el proceso. La obra de Verónica
Ruth Frías es un hermoso e implacable alegato sobre el ina-
plazable reconocimiento del trabajo de las artistas mujeres y
del lugar que les corresponde junto a sus colegas varones.
Preguntada por Cindy Nemser sobre el papel de la
mujer en el arte, para un artículo en Arts Magazine, en 1972,
Louise Bourgeois dijo: «una mujer no tiene lugar como ar-
tista hasta que no prueba una y otra vez que no será eli-
minada». El que Louise Bourgeois, la mujer que más alto
ha llegado en el mundo del arte en toda la historia, diera
esta respuesta es más que significativo. De hecho, hasta
1982 no expuso en el MoMA, con la ayuda de una beca del
National Endowment for the Arts; tenía 70 años. Fue gracias
a comisarios y críticos afines al movimiento feminista que
se fue produciendo la puesta en valor de esta artista, que
hasta entonces era prácticamente una desconocida para el
gran público y menospreciada por la mayoría de la crítica y
los intereses de las grandes instituciones. En la hoja de sala
se reconoce cómo hasta poco antes no se había valorado
su trabajo en la justa medida: «[…] for many years working
205
A propósito de La última cena... Isabel Hurley
de 1946-47, en los que la cabeza de la mujer es sustituida
por la imagen de una vivienda, denuncia su condición de
prisionera oculta en su propia casa: «la identidad femenina
es absorbida y oscurecida por el reino doméstico que nutre
y soporta al mismo tiempo»; mensaje también contenido,
aunque no en exclusiva, en la serie Celdas (1986-2008). En
sus memorias, Victoria Ocampo confiesa la indignación que
le produjo y marcó para siempre la frase grabada en el anillo
de bodas de su abuela por deseo expreso de su prometido:
«encadenada y feliz». De sobra es conocida la existencia del
estrado en las viviendas españolas, documentada desde el
siglo XIII (ilustraciones en el Libro de Ajedrez, Dados y Tablas
y Cantigas de Alfonso X El Sabio, pinturas de Berruguete,
Roelas o Zurbarán, o en escritos de Cervantes, Lope de
Vega, María de Zayas o Mme. D’Aulnoy). Este era el espa-
cio reservado a las mujeres, que, si bien, y según algunos
autores, suponía un ámbito de su dominio (puede que las
reuniones de aquellas damas para tomar té tuvieran lugar en
uno de ellos), no menos cierto es que implicaba reclusión y
exclusión. Con posterioridad, la sala de estar de la vivienda
burguesa será aquel rincón en el que hace su vida la mujer
y donde se encuentran los útiles de trabajo propios de su
sexo, como las labores. En el recibirían los hijos las lecciones
de parte de sus profesores y compartiría su tiempo entre lo
uno y lo otro hasta la llegada del esposo. O el gabinete toca-
dor, en el que, como escribió M.ª Pilar Sinués en El ángel del
hogar, cuya primera edición se hizo en Madrid, en 1881: «a
esposa seguiría con secreta y profunda amargura, los estra-
rareza editorial anónima, de la Imprenta de Aguado, con fe-
cha de 1827, El té de las damas. El narrador, varón, explica
cómo en una casa principal de la Corte se reúnen a tomar el
té un grupo de señoras, más o menos instruidas y aficiona-
das a la lectura pero sin capacidad intelectual suficiente para
redactar por ellas mismas el relato:
Harto hablan los hombres de sí, dicen: todo lo mandan, dis-
ponen y gobiernan: todo es por ellos y para ellos: por lo co-
mún somos sus esclavas: algunas veces se nos permite ser
sus iguales, pocas sus superiores [...] de aquí resulta que la
mayor parte de los libros son escritos por ellos, con lo que
ocupan muchas veces el único lugar […] ahora que aquí re-
unidas disfrutamos de nuestra libertad, venguémonos de su
indiferencia o injusticia, y sea nuestro sexo el preferido; ha-
blemos sólo de el.
Aunque algo se avanzó en ese tiempo, no es suficiente
la mayor visibilidad permitida, y el empleo de esta palabra es
bien expresivo de la actual situación. Griselda Pollock ad-
vierte que el canon de la historia del arte es uno de los más
virulentos y «virilentos», por lo que propone un cambio del
modelo patriarcal que establece el sexismo estructural, asi-
mismo vinculado a la discriminación de clase y raza. A este
patrón responde la construcción de los paradigmas de sexo
que dividían los espacios de actuación, otorgando al varón
lo público y relegando a la mujer el de lo privado-doméstico.
En Femme-maison, serie de trabajos de Louise Bourgeois
Performance de Verónica Ruth Frías en la Galería de Isabel Hurley, 2017
206
Isabel Hurley A propósito de La última cena...
mujer demasiado racional le olía a hombre». El mismo Or-
tega escribió que la mujer es un ser confuso y que es «una
forma de humanidad inferior a la varonil», que, por supuesto,
«está hecho de claridades». Esta visión era compartida por
la mayoría de las mujeres educadas en esos parámetros ma-
chistas. Griselda Pollock cita la frase de Bettina Van Houten:
«La mujer de genio no existe. Cuando existe es un hombre»,
a modo de paradigma del machismo femenino de finales del
siglo XIX.
Estas afirmaciones y muchas más respaldan los com-
portamientos que en perjuicio de las mujeres profesionales
se han producido en todos los ámbitos, y no solo potencia-
dos por los hombres, sino por aquellas madres que los han
inculcado a sus hijos, mujeres y varones, educándolos en
roles sexistas bien diferenciados.
Linda Nochlin se preguntaba «¿Por qué no han exis-
tido grandes mujeres artistas?». En este texto de 1971 –en
España no salió traducido hasta 2008, e incompleto–, pio-
nero en la aproximación al problema, afirmaba que la situa-
ción de las mujeres en el sistema del arte contemporáneo o
del mundo laboral en general, no es el problema. A modo
de comparación argumentaba que el mal llamado proble-
ma judío por la Alemania nazi no era tal problema, muy al
contrario, la Alemania nazi es lo que constituyó un problema
para los judíos y no nazis de ese país y de buena parte del
mundo. El problema está en todo aquello que genera esa
discriminación indeseable e irracional y eso es lo que hay
que transformar. La categoría de un discurso elaborado para
sostener aquella ideología que perpertúa el dominio del va-
rón. Y en lo que a las mujeres artistas se refiere extiende un
velo de sospecha sobre su profesionalidad, determinación,
continuidad, calidad, revalorización, etc; todo lo que puede
verse afectado por la muy difícil o hasta imposible concilia-
ción entre hogar y trabajo.
Volviendo a la obra de Verónica Ruth Frías, no pasan
desapercibidas sus varias lecturas. Las participantes proce-
den de diferentes ámbitos del mundo laboral/cultural, don-
de las circunstancias no son muy distintas, muchas de ellas
ejerciendo también las respectivas profesiones en una situa-
ción de difíciles conciliaciones con sus responsabilidades
en el entorno doméstico, como madres, esposas e hijas. La
performance comienza con una escena estática que mimeti-
za las poses de la obra de Leonardo y donde todas las per-
formers, vestidas de rojo, permanecen inmóviles, impasibles
gos que el paso de los años va causando en sus lozanías y
esplendores y se embellecerá para aquellos que la quieren,
aquellos que sentirán una piadosa amargura ante el derrum-
bamiento de sus encantos».
En ese reparto también se decidían los roles a desem-
peñar y el de la mujer no iba mucho mas allá de ser una
obediente esposa, buena ama de casa y madre entregada.
Siguiendo con M.ª Pilar Sinués, pese a su condición de in-
telectual, periodista y novelista, muy afamada en su tiempo:
«el esposo, tras la interminable lucha diaria en el mundo ex-
terior, agradecerá sobremanera encontrarse al volver a casa
a una compañera en condiciones; vuestro urgente negocio
es agradar a vuestro esposo, conservar su ternura y repartir
a vuestro alrededor un perfume de poesía que le embriague
dulcemente y le impida pensar en ninguna otra mujer».
Cualquier inquietud o vacación que la distrajera de es-
tos cometidos sería duramente censurada o, como mucho,
tolerada, siempre y cuando, en el caso de las familias bur-
guesas de alta capacidad económica, se limitara a un mero
pasatiempo como demostración de una distinguida crianza
a la hora de entretener a las visitas. En realidad, un atributo
más de la buena disposición para agradar al marido y sus
invitados, una veleidad, casi uno mas de los afeites permiti-
dos para realzar sus encantos. Hasta no muchos años atrás,
el aprendizaje se haría entre las paredes del hogar, nunca
mediante estudios oficiales y no se ejercitará de manera pro-
fesional, ya que toda actividad remunerada quedaba reser-
vada a los varones.
Es más, cualquier atisbo de inteligencia molestaba y
hasta repugnaba. En opinión de Marchán Fiz La deshuma-
nización del arte sigue siendo un texto de referencia básico
para abordar nuestra tradición de lo nuevo. De hecho, afirma
que la filosofía de Ortega es fundamental para la teorización
de las vanguardias españolas, europeas y hasta americanas.
Sin embargo, y pese a que tuvo que rendirse al talento de
Victoria Ocampo y Maruja Mallo, para Ortega y Gasset el pa-
pel de la mujer en la sociedad consistía en estar no en hacer,
como era el del hombre, al que había de servir de inspiración
y estímulo para hacer mas y mejor. En Paisaje con una corza
al fondo (1927) recoge la opinión que sobre las mujeres de
un tal Olmedo, amigo suyo, a quien describe como hombre
admirable e inteligente, y que confiesa sin pudor sentir re-
pugnancia por la mujer de talento a no ser «que un exceso
de razón sea compensado por otro de sinrazón, porque la
207
A propósito de La última cena... Isabel Hurley
ha expresado en los siguientes términos: «En el Día Interna-
cional de la Mujer, debemos comprometernos a hacer todo
lo posible para superar los prejuicios arraigados, apoyar la
participación y el activismo y promover la igualdad de género
y el empoderamiento de la mujer».
Según los datos proporcionados por el Ministerio de
Interior, desde 2007, en menos de diez años, solo en Es-
paña han muerto 689 mujeres víctimas de la violencia ma-
chista. En 43 años, la banda terrorista ETA asesinó a 829
personas. La proporción eleva casi al cuádruple las cifras del
y expectantes. Esta quietud reflexiva da paso, en un mo-
mento dado, al movimiento y desorden provocado por la en-
trada de las hijas de aquellas participantes que son madres,
rompiendo el estatismo, el orden –¿statu quo?–, el silencio
y la paz que reinaba hasta ese momento, e irrumpiendo la
frescura y lo cotidiano de una escena doméstica en uno de
los momentos mas distendidos de la vida familiar, como es
compartir los alimentos en la mesa. Tocamos aquí un tema
crucial y desolador: el de la violencia de género –física y psi-
cológica– ejercida contra las mujeres en todos los ámbitos
donde está presente, y también contra sus hijos. Frente a
este drama, urge clamar día tras día sin desmayo. La Última
Cena es narrada en el Nuevo Testamento como el episodio
en el que Jesucristo se reunió con sus amigos antes de en-
tregarse al sacrificio. El color de las prendas que visten las
performers nos evoca la violencia y la sangre derramada por
miles de mujeres, muy a menudo en presencia de sus hijos.
María Ruído, en su libro Ana Mendieta (2002), sobre la
artista cubana, comprometida en vida y obra con la causa
de las mujeres, casada con Carl André –a quien el MNCARS
ha organizado dos exposiciones, mientras que a ella ningu-
na– y muerta en circunstancias parece que no muy claras,
escribe: «Esto no ha cambiado demasiado. El relato de lo
que significa ser artista sigue siendo patriarcal y sigue res-
pondiendo a unos códigos donde las mujeres no salen en la
foto. Y no se trata de hacer una historiografía paralela sólo
de mujeres artistas, sino de destruir el marco en el que se
construye la historia del arte». Mendieta cayó por una ven-
tana del piso 33, tras una fuerte discusión con su marido,
sobre el que recayeron sospechas bien fundadas de ser el
autor del lanzamiento. El conserje del edificio declaró que
gritaba «NO» mientras caía. Lamentablemente, no ha sido
el único caso de discriminación y maltrato de mujeres artis-
tas por sus colegas. No hace mucho que Georg Baselitz,
casado con una pintora, cuestionaba la fuerza de la pintura
hecha por mujeres.
El mes de marzo ha sido proclamado Mes Internacio-
nal de la Mujer por organismos internacionales dependientes
de la ONU, como la FAO, y por numerosas instituciones de
diferentes países, caso de Estados Unidos, pese a su actual
presidente, y así lo avalan las publicaciones aparecidas en
las páginas de sus embajadas. Antonio Guterres, Secretario
General de Naciones Unidas, con motivo de la última ce-
lebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora se
Performance de Verónica Ruth Frías en la Galería de Isabel Hurley, 2017
Performance de Verónica Ruth Frías en la Galería de Isabel Hurley, 2017
208
Isabel Hurley A propósito de La última cena...
supremacía en el trabajo, donde los trabajos industriales
dejaban paso a los servicios (administración, comunicación,
finanzas, enseñanza, etc.) y donde las mujeres comenzaban
a despuntar; supremacía en la familia, donde la figura del
padre y el abandono masculino estaban debilitando la es-
tructura; y supremacía psicológica, pues la desmoralización,
la renuncia a la búsqueda del éxito, la adición, el nihilismo,
la delincuencia o la muerte temprana comenzaban a ser sín-
dromes masculinos». En resumen, se hacía pública la deca-
dencia del mito de la masculinidad.
Aceptado que lo masculino y lo femenino son cons-
tructos socioculturales, ya que hombres y mujeres participan
de ambos, M. Wittig califica ambas categorías de artificia-
les y niega, incluso, su condición de mujer como la niega
en toda aquella que no se encuentra en una situación de
dependencia con respecto a un hombre. Juan Luis Mora-
za, por su parte, asegura que, como Maiakovsky, más que
hombre se siente una nube en pantalones. Más adelante cita
a Sadie Plant, quien advierte que la identidad disociativa es
propia de nuestra época. Salvando las distancias, Aristófa-
nes se adelantó a estos planteamientos en su discurso para
El Banquete de Platón. Allí describió cómo los seres huma-
nos habían gozado originalmente de la fortaleza de dos in-
dividuos unidos, en unos casos de diferente sexo y en otros
de dos criaturas del mismo, hombres o mujeres, separados
mas tarde por los dioses ante el temor que les producía su
naturaleza poderosa. Desde entonces cada individuo busca
su otra mitad. Pensemos sobre ello.
Continúa J. L. Moraza:
La cultura popular actual, a través de la imagen publicitaria,
cinematográfica o literaria, ha generado progresivamente una
iconografía, perfectamente legitimada en un discurso vic-
timario, que, invirtiendo los papeles, reproduce los mismos
patrones dualistas que el feminismo inteligente ha pretendido
deconstruir y abolir El tardocapitalismo ha advertido la renta-
bilidad política de este tipo de discurso sexista, perfectamen-
te legitimado, políticamente correcto, y sólo en apariencia
feminista. El juego de identificaciones posibles e imposibles
intensifica las diferencias y luchas de género contribuyendo
a reenunciar los tópicos esencialistas sobre «hombre» y «mu-
jer», y provoca un malestar que, a falta de otros cauces, se
resuelve de forma violenta en absurdos intentos de identifi-
cación masculina con fantasmas de virilidad trasnochados.
horror cometido por los terroristas domésticos, que ante la
supuesta amenaza que, al parecer, les supone la conquista
de lo público por sus parejas, hecho intolerable para ellos,
deciden expulsarlas de todo ámbito por la vía del feminicidio.
La Carta de Derechos de Naciones Unidas reconoce
la igualdad entre sexos, sin embargo los «techos de cristal»
aún no han terminado de caer, como no lo ha hecho el velo
de ignorancia y brutalidad de los maltratadores.
Las Guerrilla Girls planteaban en una archiconocida
pieza de 1989 Do women have to be Naked to get into de
Met. Museum? A continuación denunciaban que solo ha-
bía un 5% de mujeres artistas frente a un 85% de obra con
desnudos femeninos. En la actualización que hicieron de la
misma pieza en 2004, sorprendentemente, la proporción era
aún peor: un 3% frente al 83%. Patricia Mayayo escribe al
respecto que las mujeres: «son hipervisibilizadas como ob-
jeto de la representación y al mismo tiempo invisibilizadas
como sujeto creador». Otra cuestión de no menor interés es
los modos en que se las representa.
La permanencia de unas estructuras y medios de co-
municación androcéntricos y la comunión con su ideología
de la casi totalidad de sus dirigentes y de los artistas por
ellos seleccionados ralentiza o impide que se cambien los
modelos de producción cultural, aunque haya habido ex-
cepciones. El New Museum of Contemporary Art, fundado y
dirigido por Marcia Tucker, apoya una más amplia compren-
sión del fenómeno artístico en base a modelos provenientes
del feminismo, con estructuras alternativas ajenas al sistema
del arte, que potencian la colaboración de individuos cuyos
puntos de vista son completamente diferentes.
Juan Luis Moraza, en la ponencia que pronunció en el
MACBA, en el marco de las actividades programadas con
motivo de la exposición de Martha Rosler, ofrece una serie
de datos y reflexiones que inciden en la cuestión esencial del
problema y apunta a la solución desde su punto de vista,
que no puede ser otro que el de un hombre y, sin embargo,
coincidente con lo esbozado por muchas de las mujeres que
mas ahondaron en la cuestión. Comienza recordando cómo
The Economist publicó en 1996 varios artículos bajo el título
«The Trouble with Men. Tomorrow’s Second Sex», ponien-
do de manifiesto el «pánico creciente ante una imprevista
e inminente supremacía femenina: supremacía en las aulas,
donde el índice de fracaso escolar comenzaba a ser supe-
rior entre los chicos y el rendimiento mayor entre las chicas;
209
A propósito de La última cena... Isabel Hurley
valora Catherine Clément los trances de histeria de las mu-
jeres en determinadas ceremonias religiosas africanas. Sara
Rivera Martorell usa el término estrategia con un sentido muy
diferente en referencia a la exposición del MNCARS, De la
revuelta a la posmodernidad (1962-1982), en concreto a la
sección La revolución feminista, en una sala aparte, mientras
que las mujeres estaban prácticamente ausentes en el res-
to: «una estrategia para salir del paso que hace que hoy el
museo tenga una respuesta que dar a la pregunta que plan-
teaba el Instituto de Investigaciones Feministas de la Uni-
versidad Complutense de Madrid en sus jornadas tituladas
Museos y visibilización femenina, ¿Dónde están las mujeres?
el pasado julio de 2012: en su habitación propia, a propósito
de Virginia Woolf».
Helena Cabello y Ana Carceller en un decisivo trabajo
sobre el asunto hablan de la ZONA F como aquel lugar de
negociación en el que solo se cuestionan los estereotipos,
sin limitaciones geográficas, formales o de género, donde
las experiencias múltiples puedan cruzarse y enriquecerse
mutuamente. En concreto, analizan los espacios, prácticas
y recorridos de esta zona propuestos como nuevos mode-
los en la obra de artistas como Alicia Framis, Marina Núñez,
Eija-Lisa Athila o Yasumasa Morimura.
Este es el marco de actuación que hemos de construir
entre todos. En Lo femenino y lo sagrado, Caherine Clément
y Julia Kristeva, debaten sobre lo sagrado en las mujeres,
que en unos casos expresaría una revuelta instantánea, que
atraviesa cuerpo y alma, propia de los oprimidos. Pero en
otros tiempos/lugares las mujeres exhiben una dimensión
de lo sagrado que está en el cruce transicional de la dua-
lidad femenino-masculino presente en todos, en esa región
residual de la gemelidad primigenia del ser humano. Solo
activando esa zona de transicionalidad se accederá a lo sa-
grado. No es otra la propuesta que hace Verónica Ruth Frías
en el contexto dual y sacro de la performance, que una vez
más nos parece idóneo para formular toda una declaración
de intenciones, múltiple y versátil plasmada de manera sutil
e inteligente y con gran belleza y valentía, donde todo está
sopesado y nada es gratuito.
Gracias en buena medida al feminismo (y a otros movimien-
tos de emancipación social, política, racial, etc.), la cultura
contemporánea se enfrenta a situaciones de negociación
impensables hasta hace bien poco tiempo. Y en virtud de
esas situaciones, existen temas que incumben mutuamente a
hombres y mujeres. Si las mujeres son seres evolucionados,
sofisticados, tras cien años de trabajo y discusión sobre su
identidad mientras los hombres se embrutecen, se atrinche-
ran en roles desgastados y deslegitimados de masculinidad,
el resultado será como está siendo en muchas ocasiones una
descompensación que genera conductas y actitudes mani-
queas y violentas.
Este párrafo no deja resquicio para la duda en cuanto
a la coincidencia de intereses por parte de hombres y mu-
jeres en afrontar un diálogo valiente y comprometido. Son
otros elementos los que impiden compartir la mesa de ne-
gociación social y alcanzar el deseado pacto.
No se trata de hacer tabla rasa sobre la genética y la
herencia cultural; el hecho de reconocer lo masculino y lo
femenino resultado de ambas circunstancias no implica que
no existan diferencias ni que se desee ignorarlas. La cues-
tión es que no se justifique con la diferencia la desigualdad.
Se trata de encontrar un espacio de encuentro que exige
la necesaria y honesta colaboración de quienes detentan el
poder, muchos de los cuales continúan interesados en que
no cambie el estatus actual. Desde luego, esa es la postura
de las élites del sistema del arte, muy especialmente, de sus
instituciones y del mercado, que se aferran a conservadoras
posiciones patriarcales. Para los indiferentes el reto está en
salir de la zona de confort.
La pioneras del movimiento feminista dentro del arte
contemporáneo conquistaron un lugar dentro de la corriente
principal para numerosas mujeres, así como la inclusión de
disciplinas secularmente consideradas femeninas y, por tan-
to, con la categoría de meras artesanías decorativas, ahora
empleadas por las creadoras como estandartes de su con-
dición. Isabel Jiménez Arenas sugiere que son estrategias
feministas de praxis terapéutica, de manera similar a cómo
210
Isabel Hurley A propósito de La última cena...
Bibliografía
BORJA-VILLEL, Manuel et al. (coord.) (2011), De la revuelta a la posmodernidad (1962-1982), Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía,
Madrid.
BOURGEOIS, L. (2002), Destrucción del padre-Reconstrucción del padre, Síntesis, Madrid.
CABELLO, H. y CARCELLER, A., «ZONA F. Sujetos imprevistos (divagaciones sobre lo que fueron, son y serán)». En estudiosonline.net/
texts/femanism.html
CHADWICK, W. (2000), Mujer, arte y sociedad, Destino, Barcelona.
CHASTEL, A. (2005), El Renacimiento italiano (1460-1500), Akal, Madrid.
CLARK, K. (1998), El arte del Humanismo, Alianza, Madrid.
— (1998), Leonardo da Vinci, Alianza, Madrid.
CLEMENT, C. y KRISTEVA, J. (2000), Lo femenino y lo sagrado, Ediciones Cátedra, Universidad de Valencia/Instituto de la Mujer, Valencia.
CREIXEL, R.M., SALA, T.M., CASTAÑER, E. (2007), Espais Interiors. Casa i Art (des del segle XVIII al XXI), Universidad de Barcelona, Bar-
celona.
JIMÉNEZ ARENAS, I.M. (2006), La expresión plástica de Louise Bourgeois. Estrategias feministas para una praxis terapeútica, Universidad
de Valencia, Valencia.
LIPPARD, L. (1976), From the Center. Feminist Essays on Women’s Art, E. P. Dutton, Nueva York.
LOPEZ REJAS, J. (2000), «Sobre la deshumanización del arte», entrevista a Simón Marchán para El Cultural de El Mundo, Madrid, 8 de
noviembre.
MAYAYO, P. (2007), Historias de mujeres, historias del arte, Cátedra, Madrid.
MORAZA, J.L. (1999), «Una relación imposible, real. Constructivismo y complicidad», comunicación presentada en el ámbito de las sesiones
sobre artistas y feminismo convocadas con ocasión de la exposición de Martha Rossler en el MACBA de Barcelona. En estudioson-
line.net/texts/femanismo.htm
NOCHLIN, Linda (1971), «Why Have There Been No Great Women Artists?», Art News, enero, pp. 22-39.
OCAMPO, V. (2016), Darse. Autobiografía y testimonios, Fundación Banco de Santander, Madrid.
ORTEGA Y GASSET, J. (1982), Paisaje con una corza al fondo (1927), Obras completas, vol. VI, Revista de Occidente, Madrid.
PANOFSKY, E. (1980), Idea. Contribución a la historia de la teoría del arte, Cátedra, Madrid.
POLLOCK, G. (2010), Encuentros en el museo feminista virtual, Cátedra, Madrid.
RIVERA MARTORELL, S. (2013), «El arte feminista y su exhibición: la musealización de un conflicto. El caso del Museo Nacional Centro de
Arte Reina Sofía», Encrucijadas, vol. 190, n.º 767. Dedicado a «Mujer y periodismo en el siglo XIX. Las pioneras».
ROMERO TOBAR, L. (2014), «María Pilar Sinués, de la provincia a la capital del reino», «Mujer y periodismo en el siglo XIX. Las pioneras»
ARBOR, Ciencia, Pensamiento y Cultura, vol. 190-767, DOI: http://dx.doi.org/10.3989/arbor.2014.767n3012.
VV.AA. (1999), Louise Bourgeois. Memoria y arquitectura, Museo Reina Sofía, Madrid.
VV.AA. (2004), Hannah Höch (1879-1978), Museo Reina Sofía, Madrid.
VV.AA. (2016), Louise Bourgeois. Estructuras de la existencia: las celdas, Museo Guggenheim, Bilbao.