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Secuencia, ISSN -, núm. | septiembre-diciembre de | pp. -
Juras y celebraciones políticas
en el Nuevo Reino de Granada, -
Oaths and Political Celebrations
in the New Kingdom of Granada, -
Orián Jiménez Meneses
Universidad Nacional de Colombia
Sede Medellín, Colombia
orcid.org/---
ojimenezm@unal.edu.co
Resumen: Este artículo analiza los cambios que hubo en la celebración de las
juras en el Nuevo Reino de Granada durante el periodo a y centra
su atención en las juras de Carlos IV y Fernando VII. Después en la segunda
mitad del siglo , las juras sufrieron algunas transformaciones en la apro-
piación que hicieron de ellas las poblaciones del Nuevo Reino de Granda y
tales cambios se reflejaron en una separación de las ceremonias religiosas y
civiles. A partir de , con la llegada al trono de Carlos IV, el ceremonial de
las juras se estandarizó y se separaron los actos de la Iglesia y los regocijos de
la plaza. Ya en , con los sucesos de Bayona, las elites locales buscaron con
las juras defender a Fernando VII y obtener privilegios: las aldeas buscaron
convertirse en parroquias, los lugares ser erigidos en villas, las villas en ciuda-
des, los cabildos en nuevas provincias y las provincias en Estados soberanos.
Palabras clave: fiestas; juras; crisis política; soberanía; Nuevo Reino de Gra-
nada.
Abstract: This article analyzes the changes in the celebration of the oaths in
the New Kingdom of Granada between to , and focuses on those
of Carlos IV and Fernando VII. After the second half of the th century,
the manner in which the oaths were appropriated by the populations of the
Secuencia (2017), 9, septiembre-diciembre, 37-64
ISSN: 0186-0348, ISSN electrónico: 2395-8464
'2,http://dx.doi.org/10.18234/secuencia.v0i99.13 96
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New Kingdom of Granada changed in several ways, and this was reflected
in the separation of religious and civil ceremonies. From onwards, the
accession of Carlos IV to the throne saw a standardization of the ceremonial
of oaths, and a separation of Church acts and public celebrations. By ,
following the events in Bayonne, the local elites sought to use the oaths to
defend Fernando VII and obtain privileges: villages tried to become pari shes,
localities into towns, towns into cities, town halls into new provinces and
provinces into sovereign states.
Key words: celebrations; oaths; political crisis; sovereignty; New Kingdom of
Granada.
Fecha de recepción: de julio de Fecha de aceptación: de diciembre de
INTRODUCCIÓN
La comunicación entre el rey de España y los vasallos de todo el impe-
rio se mantenía a través de las instituciones de los cabildos, las gober-
naciones y la Real Audiencia. Una de esas autoridades delegadas –el alférez
real– reforzaba la lealtad del cuerpo político y de sus miembros mediante
mecanismos jurídicos y políticos heredados desde tiempos antiguos:¹ se tra-
taba de representaciones por medio de juras.² La puesta en escena para hacer
presente al rey consistía en fiestas y rituales de reconocimiento, admiración
y obediencia, en los que participaban los variados cuerpos y privilegios de
¹ Con respecto a la tradición según la cual en la figura del rey se encarnaban dos cuer-
pos, el cuerpo natural y el cuerpo político, Ernst Kantorowicz () analiza que en el siglo
Edmund Plowden alude en su obra Commentaries or reports a una superioridad del cuerpo
político sobre el natural, pues aquel “no solamente es más amplio y extenso” que el cuerpo
natural, sino que en él residen realmente fuerzas misteriosas que actúan sobre el cuerpo na-
tural mitigando, e incluso eliminando, todas las imperfecciones de la frágil flaqueza de la
naturaleza humana” (p. ). En efecto, desde los siglos y , los letrados consideraban que
existía una relación orgánica –análoga a la del alma y el cuerpo, la cabeza y los miembros–
entre el soberano y la comunidad a la que este debía proteger: el rey necesitaba a su pueblo
para ejercer su magistratura, velar por la realización de las funciones sociales y cumplir sus
actividades de soberano (Duby, , pp. -).
² Las investigaciones de Inmaculada Rodríguez Moya y Víctor Mínguez Cornelles
(); Magali Carrillo e Isidro Venegas () y Daniel Gutiérrez Ardila () han hecho
referencia a este asunto.
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la sociedad, y se unía el resto del vecindario.³ En el acto de la jura, el alférez
real, como cabeza del Ayuntamiento, se ponía de pie en el balcón del edificio
del Cabildo o en un tablado dispuesto para tal fin en la Plaza Mayor y arroja-
ba monedas al aire para que la muchedumbre se lanzara a recogerlas e hiciera
memoria de que, a pesar de la ambigüedad de la figura del rey y la lejanía de
su persona, aquel era magnánimo y generoso con sus súbditos. Por tratarse
de una ceremonia de recibimiento del nuevo soberano, el alférez fungía como
el agasajado y depositario de la obediencia y la admiración de las que era
merecedor el rey ausente.
En los periodos de transición de los que se ocupa este artículo, los cere-
moniales y las formas de celebrar el ascenso al trono de los nuevos monarcas
sufrieron algunos cambios: se redujo lo que en tiempos de los Austrias (-
) y los primeros tiempos de los Borbones (-) había sido una “re-
ligión real” y se aumentó el espectáculo de la fiesta taurina, los torneos y los
regocijos de plaza para entretener al pueblo (Calvo, , pp. -). Ya en
, el ceremonial de la jura alcanzó mayor estandarización en cuanto a la
reducción del tiempo dedicado por las autoridades locales con respecto a las
juras de en las ciudades de Panamá y Popayán; se estableció una separa-
ción clara entre los regocijos de plaza y los actos religiosos y, a partir de ,
se aumentó la frecuencia en la celebración de las juras en todas las poblacio-
nes del virreinato. En esta perspectiva, este artículo analiza el ceremonial
de las juras de fidelidad al rey en las principales villas y ciudades del Nuevo
Reino de Granada entre y . En efecto, aunque la tradición de recibir
al nuevo monarca con juras y fiestas data de la Edad Media, fue después de la
transición de la dinastía Austria a la casa Borbón que el ritual de las juras se
usó para fortalecer el vínculo entre el rey y los súbditos, toda vez que se inicia
un proceso de propaganda y secularización de estos ceremoniales. El grado
de obediencia que se le tenía al rey y la lealtad dependían en cierta medida de
las situaciones específicas de cada territorio, pues la presencia de las institu-
ciones de gobierno operaba más eficazmente en los centros urbanos que en
los territorios de frontera, salvo en el caso de las sabanas de Tolú (región de
la gobernación de Cartagena) en (Martínez y Gutiérrez, , pp. -).
³ Para una revisión de los estudios sobre juras en el Nuevo Reino de Granada véanse
Georges Lomné (); Marcos González Pérez (); Daniel Gutiérrez Ardila (); Ma-
gali Carrillo (), y Julián Velasco Pedraza ().
Para este momento, en el territorio de las llanuras del Caribe hubo un incremento de
las juras que se explica por el apoyo recibido por el comandante de armas José Guerrero Ca-
vero y los curas de las parroquias y pueblos de las sabanas de Tolú, el Sinú y las Montañas de
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Ahora bien, con la difusión de las ideas ilustradas, los cabildos del
Nuevo Reino de Granada buscaron emular el ceremonial de la etiqueta de
las Cortes europeas, modificando la eficacia simbólica del ceremonial y los
rituales al finalizar el siglo .
LAS JURAS DEL NUEVO REINO DE GRANADA
Desde el siglo , las fiestas religiosas y las civiles se usaron como un ins-
trumento para comunicar ambos lados del Atlántico. La monarquía enviaba
disposiciones sobre cómo debían celebrarse las fiestas. Así, en los territorios
de Indias se celebraban los triunfos de la monarquía española y se hacían
rogativas y abstenciones cuando los acontecimientos no eran favorables. Pero
las celebraciones políticas que más realce alcanzaron en el Nuevo Reino de
Granada fueron las juras para proclamar, recibir y celebrar el ascenso al tro-
no de un nuevo monarca. Entre y los monarcas españoles fueron ju-
rados y proclamados por los vecindarios locales en festejos que organizaban
los cabildos y en los que sobresalía la participación del alférez real y el patri-
ciado local. Sin embargo, las celebraciones y fiestas en honor a la monarquía
se hacían no sólo por el fallecimiento del rey y el ascenso al trono de un nuevo
monarca, sino también con ocasión de la fiesta del santo patrono del rey, los
matrimonios de la casa real, el nacimiento de las infantas y los príncipes y
las celebraciones de sus cumpleaños. En efecto, el cambio de dinastía en la
casa real a comienzos del siglo no sólo posibilitó las transformaciones
políticas, económicas y sociales, sino que hizo de las juras un ritual cohe-
sionador de las relaciones entre el rey ausente y los vecindarios locales. Las
juras, como mecanismo de cohesión de los lazos entre la monarquía y los
súbditos, fueron adquiriendo mayor importancia a medida que avanzaba el
siglo y alcanzaron su máximo clímax en , con la crisis que se desató
con los acontecimientos de Bayona. La suntuosidad y el realce que sufrieron
los ceremoniales de las juras al rey en el siglo obedecían a una mayor
inversión económica en la fiesta como tal, al aumento de días dedicados a
los regocijos y la festividad, y a las trasformaciones políticas que llevaron al
régimen borbón a introducir un conjunto de reformas y coacciones externas
María –los tres núcleos de poblamiento de don Antonio de la Torre y Miranda–, quienes por
su fidelid ad al rey Fernando V II se negaron a jurar obedienc ia a la Constitución d e Cartagena
y a sus autoridades (Martínez y Gutiérrez, , pp. -).
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que, lentamente, se transformaron en autocoacciones (Elias, , p. ).
Tanto las disposiciones jurídicas emanadas del rey por medio de reales cédu-
las y órdenes reales como los acuerdos emanados de los cabildos cumplieron
dos tareas fundamentales: mantener la seguridad del reino como protector
y símbolo de orden y hacer del ceremonial de las juras un elemento de dis-
tinción, transformando las celebraciones y fiestas en un espectáculo del que
todos ansiaban participar (Pita Pico, , p. ). Y aunque el ceremonial de
las juras era una carga pesada para todos los participantes operaba también
como un motor infatigable que los impulsaba hacia adelante en una comple-
ja red de interdependencias en las que las necesidades de reconocimiento y
prestigio social ponían en franca rivalidad a los agraciados y los excluidos
(Elias, , pp. -). En tal sentido, las juras eran, para los habitantes del
Nuevo Reino de Granada, una forma de reafirmar la lealtad, la obediencia y
la fidelidad como súbditos de su majestad. La obediencia era demostrada, en
primer lugar, en la celebración de las exequias de los reyes, guardando luto y
siguiendo las pautas del ritual. Pero fue sólo a partir de la jura de recibimien-
to de Carlos IV que este tipo de rituales alcanzó un patrón más homogéneo
y continuo. Hubo casos como el de Josep de Acosta, peninsular y capitán de
milicias del valle de San Miguel de la Guaduas, quien el de enero de
aprovechó la jura de recibimiento de Carlos IV para solicitarle al rey que se le
concediera a esa población el título de villa y a él el de alférez real. Para acce-
der al título, no sólo ofreció costear todos los gastos de la jura, sino que tam-
bién acudió a un ritual previo, en medio de la junta que había constituido el
vecindario para esa ocasión. Una vez estuvo entre los asistentes, se puso de
pie y sobre una mesa dispuesta con dos velas encendidas y con el libro de los
santos evangelios encima, colocó su mano izquierda sobre ellos y la derecha
sobre la cruz de su espada, hincó una rodilla y juró ante los asistentes cum-
plir con las funciones de alférez y representar a los vecinos en la ceremonia
de recibimiento del rey. El ritual fue repetido por los miembros del Cabildo,
el clero y los vecinos distinguidos. Acto seguido, se procedió al paseo público
hasta llegar al tablado que se había dispuesto en la Plaza Mayor. Encabezaba
el desfile José de Acosta montado en su caballo y acompañado por cuatro
bastidores que le abrían camino y otros tantos que lo custodiaban. Subió al
tablado, pidió silencio y dijo: “escuchad, atended, oíd. Esta villa de san Mi-
Josep de Acosta solicita el título de Alférez Real. Fondo Virreyes. T. , fs. r.-v. Ar-
chivo General de la Nación (en adelante ), Bogotá, Colombia.
Fondo Virreyes. T. , fs. v.-r. , Bogotá, Colombia.
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guel de Guaduas por el rey don Carlos IV, que Dios guarde, rey de España
y de las Indias”. En medio de la nubosidad y la amenaza de un aguacero, el
desfile continuó hasta llegar al templo de los franciscanos en donde se repi-
tió la jura. Siguieron nuevamente a la casa del alférez, quien allí ofreció un
refresco para todos los asistentes. En las primeras horas del día siguiente se
celebró la misa de acción de gracias y tedeum laudamus. Los regocijos de pla-
za, corridas de toros, luminarias, pólvora y demás diversiones se extendieron
por otros cuatro días consecutivos en los que esta pequeña población hizo
de la jura el espectáculo para sobresalir ante la villa de Honda y la ciudad
de Santa Fe. En este caso, merecen atención dos aspectos: primero, el ofre-
cimiento y la celebración de la jura como actos encaminados a conseguir los
títulos de villa y alférez real; y segundo, la puesta en escena de un ritual en
una zona poblada en su mayoría por labradores, que servía como “garganta
del comercio” entre la capital del Nuevo Reino y la villa de Honda. Sin duda,
el acto por medio del cual el vecindario de Guaduas revistió a Josep Acosta
de la legitimidad de alférez real, sin que hubiese recibido el título, da cuenta
de una temprana apropiación del vecindario de esa población de la “reasun-
ción soberanía primitiva”, generalizada por muchos de los cabildos del Nue-
vo Reino en la coyuntura de la independencia (Gutiérrez Ardila, , pp.
-; Martínez Garnica, , pp. -; McFarlane, , pp. -).
Sin duda, el vecindario de esta población cercana a la ciudad de Santa Fe
buscó atribuirle una doble función a la jura: mantener la tradición de agasa-
jar al rey y aprovechar el momento para ganar independencia ante la villa de
Honda, reclamando el título de villa para la población de Guaduas, logrado
sólo años después, dentro de la coyuntura política de las independencias
(Gutiérrez Ardila, , p. ).
LOS ALFÉRECES Y LAS JURAS
Aproximaciones como la de Alfonso Rubio Hernández () muestran que
la proclamación pública de los pregoneros en el mundo colonial acontecía en
la Plaza Mayor, espacio connotado simbólicamente donde se realizaba la ma-
yoría de los rituales religiosos y cívicos, así como las fiestas de advocaciones
locales y juras en honor al rey. Es importante precisar que la función de los
Fondo Virreyes. T. , f. v. , Bogotá, Colombia.
Fondo Virreyes. T. , fs. r.-r. , Bogotá, Colombia.
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pregoneros sufrió modificaciones entre los siglos y . Primero estu-
vo asociada con la difusión de las decisiones de la administración de justicia
y luego, a medida que avanzó el siglo y se cristalizó la representación
de las juras de recibimiento de los reyes, se restringió a los anuncios de los
acontecimientos locales: remates en pública almoneda, edictos y subastas
públicas. En cambio, los alféreces alcanzaron mayor protagonismo en el siglo
, al fungir como figura central en las celebraciones de carácter político,
como fue el caso de los alféreces de Santa Fe, Santa Marta, Cartagena, Po-
payán, Simití, Honda, Cali y Buga durante las juras al rey, luego de las abdi-
caciones de Bayona, según lo han mostrado Jiménez Meneses (), Prado
Valencia () y Gutiérrez Ardila ().
A diferencia del siglo , cuando la noticia por la muerte del rey
demoraba más tiempo en ser conocida por los cabildos del Nuevo Reino de
Granada, en los acontecimientos tardaban pocos meses para ser recibi-
dos, debido a una mayor eficiencia en las comunicaciones entre las poblacio-
nes del Nuevo Reino y la península. En Popayán, por ejemplo, el de julio
de el teniente de gobernador don Manuel Santiago Vallecilla se dirigió
al Cabildo para informar sobre la abdicación del rey Carlos IV en su hijo
Fernando VII. La noticia se difundió entre el vecindario y a las tres de la
tarde los miembros del Cabildo se presentaron a caballo en la Plaza Mayor,
como muestra de su apego a la hispanidad y su disposición para defender
con su vida al monarca.¹ El luto por el destino del rey no se hizo esperar:
al otro día, los cuerpos civil y eclesiástico se sumaron al acontecimiento, al
presentarse en la Plaza Mayor con trajes negros; en los días siguientes se ce-
lebraron las misas respectivas para solicitar la ayuda divina y se hicieron los
preparativos para la celebración de la jura. Pero las intenciones y las lealtades
profesadas no se correspondían con las necesidades terrenales del Ayunta-
miento, que debía resolver los problemas del abasto de alimentos, sortear las
inclemencias del invierno y afrontar las diferencias entre su elite local. Esta
elite consideraba que la decisión sobre la fecha para celebrar la jura era del
gobernador Miguel Tacón, quien se hallaba ausente.¹¹ El alférez don Manuel
Cabildo del de j ulio de . Fondo Cabi ldo. T. , Libro de , fs. r.-v. Archivo
Central del Cauca (en adelante ), Popayán, Colombia.
¹ Cabildo del de julio de . Fondo Cabildo. T. , Libro de , f. v. , Popa-
yán, Colombia.
¹¹ Cabildo del de julio de . Fondo Cabildo. T. , Libro de , f. v. , Popa-
yán, Colombia.
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Antonio Tenorio y Carvajal¹² consideraba que debía hacerse pronto, en tanto
que el resto de los cabildantes, al tiempo que hacían oraciones y rogativas
como fieles súbditos y buenos cristianos, preferían esperar el regreso del go-
bernador y las instrucciones del virrey.¹³ Pero pronto el gobernador anunció
su regreso y el debate se centró en cómo se debía hacer la demostración de
amor y lealtad al rey, pues decían estar dispuestos a sacrificar sus vidas y
haciendas, y a realizar “oraciones y rogativas públicas tanto en la Catedral
como en las demás iglesias”.¹ Así, el de octubre de , los miembros del
Cabildo, presididos por el gobernador –quien insistía en defender “la cabeza
de la Monarquía”, a pesar de que se encontrara privada de su cuerpo–¹ y
el comisionado don Rafael Vicente Bourman, pasaron a la casa del alférez
para acompañar la conducción del pendón real hasta la sala capitular, donde
se congregaban el señor provisor y vicario general, los señores del venerable
deán y Cabildo, el cura rector del seminario, los prelados de las órdenes re-
gulares y los administradores de las reales rentas.¹ En otros puntos de la
ciudad, el vecindario esperaba el clímax de la jura y los actos de plaza. El
ceremonial seguía rigurosamente las pautas trazadas en , con ocasión de
la jura de recibimiento y aclamación del rey Carlos IV.
La mayor preocupación del ceremonial consistía en definir a quién
se debía preferir en el acto mismo, si al alférez real o al alcalde ordinario.
También se discutía si debía sacarse el pendón real con ocasión de la misa de
acción de gracias. Hasta ese momento, por los menos en Popayán, no existía
la costumbre de la misa de acción de gracias. Se decía que tal decisión apun-
taba “a la justa consideración de no multiplicar actos que pudieran ocasionar
desavenencias” y se reservaba la misa sólo para celebrar el cumpleaños del
rey y los príncipes. Otro aspecto en los cambios introducidos al ritual con
la llegada de Carlos IV estaba relacionado con que, el mismo día de la misa
¹² Don Manuel Antonio Tenorio y Carvajal era hijo legítimo del alférez y regidor don
Joseph Tenorio y de doña Teresa Carvajal Bernaldo de Quiroz. Su padre, al momento de
otorgar su testamento, el de d iciembre de , declaró que a su hijo “le tenía hecha cesión,
y donación del empleo de Alférez Real”. Cf. Testamento de don Joseph Tenorio, . Fondo
Notaría primera. T. , -, f. r. , Popayán, Colombia.
¹³ Jura de Fernando Séptimo. de septiembre de . Fondo Cabildo. T. , Libro de
, fs. r.-v. , Popayán, Colombia.
¹ Jura de Fernando Séptimo. de septiembre de . Fondo Cabildo. T. , Libro de
, fs. r.-v. , Popayán, Colombia.
¹ Jura de Fernando Séptimo. de septiembre de . Fondo Cabildo. T. , Libro de
, fs. r.-r. , Popayán, Colombia.
¹ Jura de Fernando Séptimo. de septiembre de . Fondo Cabildo, t. , Libro de
, fs. r.-v. , Popayán, Colombia.
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de acción de gracias se pusiera un retrato del rey en el balcón del Cabildo, el
cual debía mantenerse hasta que concluyeran las fiestas y regocijos públicos.
Además, en el acto de proclamación y jura los dos alcaldes ordinarios debían
acompañar al alférez real “subiendo a los tablados”. En el acto del juramento
que se debería hacer en la sala capitular “habían de concurrir a ella todos
los miembros del cabildo eclesiástico y demás prelados de las religiones” y
que a la hora de la concurrencia “no ha de estar presente el Ayuntamiento,
reservando a dos regidores y el aguacil mayor para que los recibiesen e in-
trodujesen en ella, omitiendo pasar a la casa del alférez real en compañía de
los demás señores”. Sin embargo, ante la incapacidad de los cabildantes para
decidir sobre el ritual que acompañaba a la jura, el gobernador decidió que
los dos regidores reservados para acompañar al Cabildo eclesiástico y demás
prelados debían presenciar el juramento, por la
atención que se merecen estos cuerpos, como porque son todos actos de una
misma función, es preciso conminarlos sin separarse de las reglas de la políti-
ca y, finalmente, porque en nada se le perjudica al señor alférez real habiendo
de ir a sacarlo de su casa todos los individuos // de este Ilustre cabildo y acom-
pañarle también posteriormente los dichos dos señores regidores, evacuado
el acto del juramento.¹
Finalmente, el protocolo indicó que una vez el gobernador llegara a la
casa del alférez real, este debía recibirlo con el pendón real en sus manos, y
juntos irían hasta el recinto del Cabildo, donde estarían reunidos los demás
cuerpos de la ciudad. En efecto, los protagonistas partieron de la casa del
alférez y se pasearon por las calles, mientras el vecindario observaba y ru-
moreaba sobre la suerte del rey, las lealtades que compartían con los agracia-
dos del ceremonial y los nexos que los unían con la metrópoli, a pesar de las
distancias. Ingresaron a la casa del gobernador, dispuesta como recinto del
Cabildo por la carencia de un edificio para este ceremonial y las reuniones
de sus miembros, y allí los agraciados juraron su lealtad hacia el monarca. El
alférez tomó la palabra y dijo:
hago pleito y homenaje una, dos, y tres veces, una, dos y tres veces, una, dos
y tres veces según fuero y costumbre de España, y juro por Dios Nuestro Se-
¹ Cfr. Cabildo del de enero de . Fondo Cabildo. T. , Libro de , fs. r.-v.
, Popayán, Colombia.
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ñor; por esta Señal de Cruz y de estos Santos Evangelios de rendir vasallaje,
prestar fidelidad, y guardar obediencia al Señor Don Fernando Séptimo, y
reconociéndole por nuestro Rey, y señor natural, y a su nombre en las actuales
circunstancias a la Real Junta de Sevilla, que nos gobierna a su nombre, pro-
testando sac rificar vidas, y hac iendas por su Soberanía. Ygual mente juro salir
a hacer en público la proclamación con toda fidelidad, y circunspección […].
Dijo el Señor Alférez Real que con el bastón que tenía en la mano había ju-
rado su padre don José Tenorio al Señor Don Carlos // Tercero, que con él juró
al Señor Don Carlos IV y ahora al Señor Don Fernando VII, por lo que quería
que el Señor Comisionado Don Rafael Bourman lo llevare al Excelentísimo
Señor Virrey para que su excelencia lo dirigiere a la Suprema Junta de Sevilla
como un testimonio del amor y fidelidad a la Real persona de su Majestad.¹
Al asociar el bastón distintivo del alférez real con el ceremonial de las
juras pasadas en honor de Carlos III y Carlos IV, se buscaba transmitir el
mensaje de lealtad y los vínculos que habían existido entre la familia Tenorio
y la ciudad de Popayán. Según se dijo, el representante del virrey debía llevar
el bastón al señor Amar y Borbón para que fuera enviado a la Junta Suprema
como símbolo más claro del amor y de la fidelidad con que las autoridades
y el vecindario de Popayán loaban al rey en estos difíciles momentos. En el
desplazamiento entre la casa del alférez real y el recinto del Cabildo y entre
este edificio y el templo y la Plaza Mayor, el alférez real, los cabildantes, el
gobernador, el procurador y el delegado del virrey siguieron el orden estable-
cido por el Cabildo desde , según el cual se debían respetar las jerarquías,
estar en silencio, seguir detrás del pendón real hasta llegar al recinto de la
catedral y, una vez allí, ocupar el escaño que cada uno tenía reservado dentro
del templo. Con las naves de la catedral como fondo, el ritual semejaba “un
teatro de jerarquías terrenales y una disposición divina de las cosas” (Prado,
, p. ), con lo que se le trazaba al pueblo la pedagogía tripartita del
poder: rey, Dios y pueblo. Una vez en la catedral, se realizó la misa de acción
de gracias y al final se hizo el canto del tedeum, con muestras de devoción
y humildad, esperanzados en que esto serviría para devolverle el trono al
monarca y aliviar el dolor del vecindario de esta ciudad que, por siglos, había
sido noble y leal a su rey. Al salir del templo hacia la Plaza Mayor, la muche-
dumbre se agolpaba sobre los cabildantes, ansiosa por ver el juramento y el
¹ Cabildo de de octubre de . Fondo Cabildo. T. , Libro de , f. v. ,
Popayán, Colombia.
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esperado lanzamiento de las monedas. El alférez real, acompañado de los
dos alcaldes ordinarios, subió al tablado,¹ repitió el discurso e increpó a la
muchedumbre para que respondiera tres veces consecutivas “¡Viva el rey!”.
Luego, se derramaron sobre la multitud las monedas mandadas a acuñar con
el rostro del soberano.² El momento tan esperado para el vecindario había
llegado. Entonces, se podía oír entre la muchedumbre las voces de respaldo a
la persona y la dignidad del monarca, cuyo retrato, que había sido elaborado
por uno de los pintores de la ciudad, presidía el escenario. Al caer la tarde, el
alférez real fue acompañado nuevamente hasta su casa y allí ofreció refrescos
y comidas como muestra de la magnanimidad del rey al que representaba.
El ceremonial de la jura le cedió su turno a los regocijos de plaza: tres días y
sus noches se dispusieron para iluminar las calles, realizar corridas de toros
y repique permanente de campanas. Para que tal acto no se olvidara, se man-
daron a troquelar monedas de oro y plata con la efigie del rey, cuyas replicas
fueron enviadas al virrey Amar y Borbón.
Desde mediados del siglo , la figura del rey se prestaba para am-
bigüedades. Al estar constituido por dos cuerpos, como se ha dicho, el acto
de las juras centraba su atención en el cuerpo del rey como soberano de la
monarquía y representante de una autoridad legítima. La permanencia del
cuerpo legítimo del rey había que celebrarla con solemnidad y alegría para
mantener la dinastía. Si el orden de los que gobiernan y los que rezan no le
permitían al tercer orden (el de los que celebran) desfogar su tristeza y hacer
un trance hacia el regocijo, la alegría, la celebración y la diversión, los víncu-
los entre el soberano y los súbditos podían debilitarse. Baste un ejemplo. En
diciembre de , en el barrio El Callejón de Popayán, fue herida la chichera
Trinidad Lucano (mulata de años), hija legítima del zapatero Joaquín To-
rres, alias “Pintingo”. Por esto, el alcalde envió a la cárcel a José María, Pedro
¹ Cabildo del de octubre de . Fondo Cabildo. T. , Libro de , f. v. ,
Popayán, Colombia. El costo del tablado para la jura de Fernando VII fue de pesos y siete
reales, el cual costeó el Cabildo.
² El de noviembre de los miembros del Cabildo le escribieron al virrey que Po-
payán había fijado como me morable este día ac uñando una meda lla que perpet uara y acredi-
tara los senti mientos que animaba n a sus habitantes. Se le in formaba que: “al tiempo de colo-
carse V. M. sobre el trono, acababa un pobre oficial, Joaquín Cordero, de ductilirar la platina
pura, sin conocimiento alguno de los metales usados en Europa, y a costa sólo de sus propios
esfuerzos cuya circunstancia ha dado lugar a que se grave también el nombre de V. M. sobre
este precioso metal de que es depositaria sola esta vuestra provincia. Esta fiel ciudad desea
adquirir la gloria de haber perpetuado la memoria de su deseado monarca no sólo por medio
de la plata y oro, sino de la // platina de sus propias Minas”. Cf. Cabildo del de noviembre
de . Fondo Cabildo. T. , Libro de , fs. r.-v. , Popayán, Colombia.
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Parcos, Agustín López (mestizo, talabartero de años) y Manuel José Vidal
(vecino, sastre y mestizo de años). El pleito había iniciado por el reclamo
que Agustín le hizo a Antonio Muñoz por haberle matado una vaca, y luego
este “se amotinó con Joaquín Torres y Antonio Quintero, y López fue desa-
fiado por Joaquín Torres diciéndole que lo esperaba en El Callejón, en donde
resultó herida Trinidad Lucano”.²¹ Al ser atrapados, los implicados se resis-
tieron, especialmente Agustín, quien provocó al alcalde diciéndole que “ya
no había rey, que no existía el Señor Fernando VII, que por qué los llevaban
presos, por ser pobres, cuando ya todos éramos unos, que así lo hubiera dicho
un doctor y que lo reconociesen, que estaba en su entero juicio, y que por lo
tanto se mantenía en lo dicho”.²² En declaración días después, el alcalde co-
misario don José Antonio Balcázar le preguntó a López por qué había dicho
esas palabras, y este respondió que había escuchado a su cuñado Pedro Pacos
decir “que ya no había rey y que por lo tanto no se necesitaban soldados”.²³ Al
mismo tiempo, el doctor don Francisco Antonio Rodríguez, por súplica de
Joaquín, solicitó al gobernador Tacón que lo liberara “por haber servido un
año en la compañía de pardos con fidelidad”.² Esta riña evidencia, entonces,
las ambigüedades con que se concebía la persona del rey en estos momentos
de crisis, pues mientras que uno de los implicados argumentaba que no ha-
bía rey y que no se necesitaban soldados, el otro solicitaba que se le dejara en
libertad por haber sido fiel vasallo y para continuar al servicio del rey. El
de diciembre el gobernador Miguel Tacón liberó a Joaquín Torres, mientras
que Agustín López permaneció en prisión.
EL RITMO DE LAS JURAS
Ahora bien, valga recordar que entre y en el Nuevo Reino de Grana-
da se hicieron varias juras. En esta investigación he podido identificar de
ellas, las cuales tuvieron una duración de días, repartidas de la siguiente
²¹ Causa criminal contra Agustín y Manuel López por heridas que dieron a Trinidad
Lucano. Sig. (Ind. J I- cr), fs. r.-v. , Popayán, Colombia.
²² Causa criminal contra Agustín y Manuel López por heridas que dieron a Trinidad
Lucano. Sig. (Ind. J I- cr), f. r. , Popayán, Colombia.
²³ Causa criminal contra Agustín y Manuel López por heridas que dieron a Trinidad
Lucano. Sig. (Ind. J I- cr), f. r. , Popayán, Colombia.
² Causa criminal contra Agustín y Manuel López por heridas que dieron a Trinidad
Lucano. Sig. (Ind. J I- cr), f. r. , Popayán, Colombia.
Secuencia, ISSN -, núm. | septiembre-diciembre de | pp. -
manera: Fernando VI fue jurado dos veces en (); Carlos IV, siete veces
() entre y ; y Fernando VII, veces () entre y (en
, quince veces; en , dos; en , ).² Esta muestra documental da
cuenta de un aumento en la frecuencia en la celebración de las juras a par-
tir de , intensificada aún más a partir de . En efecto, ya en el
mensaje para el “pérfido Napoleón” no podía tener cabida para confusiones:
Fernando VII contaba con el apoyo irrestricto de sus vasallos. El tiempo en-
señaría qué tan firmes eran esas muestras de lealtad. La morfología de las
juras estaba compuesta de bailes, juegos de azar, tablados, ofrecimientos de
refrescos, salvas de artillería, fuegos, espectáculos taurinos, representación
de obras de teatro, celebración de misas, cantos del tedeum e iluminación
de las calles y la casa del Cabildo. En la celebración a Fernando VI, el cere-
monial duró nueve días (): dos en Panamá y siete en Popayán, y estuvo
acompañada de fuegos, toros y teatro. A pesar de que fue la menos celebrada,
el Cabildo de la ciudad de Popayán no escatimó en gastos con pataco-
nes: para fuegos, luminarias, máscaras, comedias y toros, y para
adornos del solio, tablado de la jura, jaeces, convites y refrescos.²
La jura a Carlos IV duró días (): quince en Panamá, cuatro en
Guaduas, cinco en Timaná, seis en la villa de Socorro, ocho en San Gil y
once en la ciudad de Cali. El ceremonial estuvo acompañado de días de
toros, días de teatro y catorce días de luminarias. Se repartió limosna a los
pobres, en los hospitales y los conventos ( toros y ocho terneros, en pe-
² Esta información reposa en documentos que se encuentran en diferentes archivos.
Del Archivo Histórico Nacional (), Madrid: Fondo Estado. Leg. , docs. , , , ,
; Leg. , doc. , fs. -; Fondo Estado. Leg. D, docs. , , fs. -, v.-v., r.-
r., v.-v., r.-v., v.-r., r.-r.; Fondo Estado. Leg. , A, doc. , fs. -, .
Fondo Estado. Leg. , A, doc. , fs. -. Del , Bogotá: Fondo Milicias y Marina. Leg.
, fs. r.-v. y -, ; Fondo Milicias y Marina. Leg. , fs. -, l; Leg. , fs.
-, ; Fondo Milicias y Marina. Leg. , fs. - y -, ; Fondo Policía.
leg. , fs. -, ; Fond o Milicias y M arina. Leg. , fs. r.-v., ; Fondo Vir reyes.
T. , fs. -, ; Sección Anexo. Fondo Historia. T. , fs. -, ; Sección Archivo
Anexo. Fondo Queja s. T. , fs. r.-; Sección Colon ia. Fondo Historia Civi l. Rollo , t. ,
fs. -. Del , Popayán: Fondo Colonia, Sig. (Civil III--dt), fs. v.-v., . Del
Archivo Histórico de Buga (), Buga, Colombia: Libros capitulares. T. , . Del Archi-
vo Histórico de Cali (), Cali: Fondo Concejo. T. , fs. r.-v. En el Archivo Histórico
José Manuel Restrepo (), Bogotá: Fondo Archivos personales de José Manuel Restrepo.
Rollo , vol. , de septiembre de ; Revolución de Colombia. Documentos varios (-
), fs. r.-v.; Fondo , vol. , fs. -; -; -; -; -; . E Isidro
Vanegas (). Durante los tres a ños de juras que se hicieron a Fer nando VII las ce lebraciones
se realizaron sobre todo entre los meses de septiembre y octubre (con juras en total).
² Sig. (Col-C III- dt), ff. v.-v. , Popayán, Colombia.
O J M
sos), y a monjas y pobres vergonzantes ( pesos). En la ciudad de Panamá,
el de enero de la proclamación de Carlos IV fue aplazada debido al
fuerte invierno y la mayor parte de los capitulares suplieron el acto con un
donativo de pesos enviados al monarca. Ese mismo año, el de enero,
en la ciudad de Cali, se gastaron pesos en la proclamación. En la villa
de Timaná, el de diciembre de , el retrato del rey se mandó a pintar a
Santa Fe.²
La jura a Fernando VII duró días (): dos en Honda; dos en Pu-
rificación; dos en Santa Fe; tres en Santa Marta, Buga, Girón, San Benito y
Popayán; cuatro en Pamplona; ocho en Simití, y diez en Mompós. El ceremo-
nial estuvo acompañado de once días de música, doce de exposición de las
reales insignias, once de bailes, doce de salvas de artillería, de misas y te-
deum, y de luminarias. Para tales majestuosas celebraciones, los alféreces
solicitaron donativos. En Tunja, el de octubre de se hizo un donativo
de pesos y el alférez real don José María Andrade solicitó al Ayuntamien-
to que coadyuvara con los gastos de la proclamación, el cual tuvo un valor de
pesos y dos reales. En la Villa de Santa Cruz de Mompós se donaron
pesos en la celebración de un cabildo abierto; y en San Bartolomé de Honda,
el de diciembre de , se dio banquete a doce pobres de solemnidad y la
asistencia a la jura fue de personas.² El de octubre de el Cabildo
de Popayán se reunió para tomar decisiones sobre los donativos que debían
hacer todos los súbditos, especialmente los funcionarios del gobierno y los
vecinos más acaudalados.² Pero la cicatería de los miembros del Cabildo,
el gobernador y los agraciados era tan firme, como sus voces de fidelidad
hacia el rey pronunciadas días anteriores, pues cada quien encontró las jus-
tificaciones que necesitaba y se ampararon en los gastos excesivos que había
ocasionado la jura y los males dejados por una peste de langosta.³ Tomó la
² Fondo Historia. Sección Anexo. T. , fs. -, . , Bogotá; Fondo Milicias
y Marina. Leg. , fs. -, . , Bogotá, Colombia; Fondo Policía. Leg. , fs.
-, . , Bogotá, Colombia; Fondo Cabildo. T. , fs. r.-v. . , Cali,
Colombia.
² Fondo Estado. -I, fs. -, . , Madrid; Fondo Estado. -D, docs. -,
fs. -, v.-v., r.-r., v.-v., r.-v., v.-r., r.-r. , Madrid; Fondo Cabil-
do. Leg. , fs. r.-v., r. r. , Buga, Colombia.
² Fondo Cabildo. T. , Libro de , f. v. , Popayán, Colombia.
³ Cabildo del de octubre de . Fondo Cabildo. T. , Libro de , fs. r.-v.
, Popayán, Colombia. Desde el de abril de , el procurador del Cabildo de Popayán
había expresado preocupación por la “necesidad de una rogativa pública con motivo de la
plaga de langosta que nos amenaza y el rigor de las aguas”. Dos años después, el regidor don
José de Caldas se presentó ante el obispo para que “tuviera por conveniente se digne mandar
Secuencia, ISSN -, núm. | septiembre-diciembre de | pp. -
palabra el gobernador don Miguel Tacón y se despachó en todos los gastos
que había hecho desde que salió de Europa, el establecimiento de su casa
en Popayán y la visita a la Vega de Supía, en la que había tenido que “reali-
zar gastos de consideración”. Las excusas taponaron los bolsillos de algunos
agraciados que, cinco días antes, manifestaron estar dispuestos a “sacrificar
sus vidas y haciendas por la persona del rey”.³¹ Al tiempo que lamentaban
su pobreza, preparaban lo necesario para comenzar en el vecindario (al que
llamaron en ese momento “Estado llano”) la recaudación del dinero que en-
viarían a la metrópoli. Los tres cuarteles y El Ejido tendrían cada uno un
religioso para acompañar la labor de los regidores encargados de recolectar el
dinero.³² Con el discurso de fidelidad al rey y en presencia de los curas y de
una proclama redactada por el doctor Ignacio Castro, los representantes del
Cabildo comenzaron a recolectar el donativo.
Ahora bien, el ceremonial de lealtad a Fernando VII en Popayán se
desarrolló en los contextos discursivo, simbólico y práctico. En el primero, se
realizó con un escrito de lenguaje melancólico y poético –firmado como acta
capitular, a pesar de ser de un autor particular–, con el cual el Cabildo asu-
mió la pedagogía del ritual. Al pueblo llano se le invitó para que manifestara
en el “semblante de su rostro los sentimientos del corazón”.³³
celebrar la misa, hacer la procesión y conjuro de la langosta en la capilla de Belén que que-
dó pendiente, desde los tiempos que se celebró la rogativa con este motivo”. Cf. Carta del
procurador al Cabildo, . Fondo Cabildo. T. , Libro de , fs. v.-v. y r.-r. ,
Popayán, Colombia.
³¹ El teniente de gobernador don Manuel Santiago Vallecilla ofreció la tercera parte de
su sueldo, que era de pesos, más pesos por los años que durara la crisis. El alcalde or-
dinar io de primer voto don Antonio de A rboleda dijo que, a pesar de los d años sufridos por l a
peste de langosta en su Real de Minas de Caloto, donaba pesos y otros por cada año
de crisis. El alcalde ordinario de segundo voto don M anuel José Barona ofreció pesos por
una sola vez. El alférez real don Manuel Antonio Tenorio dio pesos, debido a los crecidos
gastos que había tenido en la celebración de la jura, y dijo que estaba dispuesto a “sacrificar
sus bienes y su propia vida en obsequio de la soberanía”. Cf. Cabildo del de octubre de
. Fondo Cabildo. T. , Libro de , fs. v.-v. , Popayán, Colombia. Se le hizo
llegar también al virrey dos medallas de oro y cuatro de plata, de las que se habían mandado
a acuñar para mantener la “memoria del rey”, más una cajita con medallas para que fuesen
enviadas a la Real Junta de Sevilla. Cf. Cabildo del de octubre de . Fondo Cabildo. T.
, Libro de , f. r. , Popayán, Colombia.
³² Cabildo del de octubre de . Fondo Cabildo. T. , Libro de , fs. r.-v.
, Popayán, Colombia.
³³ Cabildo del de octubre de . Fondo Cabildo. T. , Libro de , f. r. ,
Popayán. Colombia.
O J M
En la proclama que increpó al vecindario a contribuir económicamen-
te para mantener la lealtad al rey se buscaba una eficacia simbólica similar a
la que se conseguía con la jura:
Popayán: vuestros semblantes manifiestan los sentimientos del corazón. En
ellos se ve la sorpresa y la af licción, que ha días os devora. Os pensabais sobre
flores, gozabais de tranquilidad en medio de la soberbia cordillera que os cir-
cunda. La América Española toda se inundaba en sangre humana. La coro-
nación del amado Fernando presagiaba vuestra felicidad futura y de repente
resuena entre nosotros el trueno asolador. Se os anuncia que el traidor, el vil
Napoleón nos ha arrebatado a Fernando. Víctima de la hipocresía, falacia
y perfidia, yace entre aquellas manos tendidas de sangre real. Su vida peli-
gra, y ya los gritos de nuestros hermanos, elevados hasta el cielo, han herido
vuestros oídos. Sabio gobierno. ¡Padres de la patria! (exclaman) ¿Qué es esto?
¿Dónde está nuestro centro, nuestro Rey, el amado Fernando? Y llenos de
furor, con aquel valor característico del Español, sale el magistrado, y el sol-
dado, el noble, y el plebeyo, el artesano, y el labrador; hasta el religioso deja su
retiro, y las mujeres cambian sus ruecas por cuchillos: todos con la arma en
la mano juran, marchan, devoran al tirano y rescatan al Rey. Toda la nación
alarmada busca jefe que dirija sus acciones, y marcha a destrozar primero al
soldado que bajo el título de amigo, está en su // casa: no reparan peligros, no
temen amenazas, no los amedrenta la carnicería de Murat. Sin pólvora, sin
municiones, sin caudales, pero llenos de Religión, fidelidad y entusiasmo,
arrostran los ejércitos, y por medio de las balas y bayonetas clavan el cuchillo
en esos corazones pérfidos. Desbaratan y derrotan, el Andaluz a Dupont, el
Castellano a Murat, y todas las provincias a un mismo tiempo, se arman,
marchan, degüellan y llenan de terror a esas tropas alevosas repartidas en
la nación. Errantes por las montañas se ocultan el furor Español, han visto
por la primera vez, que los corazones animados de los deberes sagrados de la
Religión, Patria y Rey son los que ponen barrera a la ambición, a aquella am-
bición que no respeta ni el templo del Altísimo, ni la cabaña del labrador.³
La proclama insistía en que los males derivados de la captura del rey
serían nefastos para la península y sus reinos. La tranquilidad se vulneraría
y correría la sangre de los americanos, se saquearían las casas, se violarían las
³ Cabildo del de octubre de . Fondo Cabildo. T. , Libro de , f. r. ,
Popayán, Colombia.
Secuencia, ISSN -, núm. | septiembre-diciembre de | pp. -
hijas y se profanarían los templos. Se atemorizaba a la población diciéndo-
les de los templos: “¿sufrirías ver dentro de ellos la algazara de soldados sin
religión, avanzarse a los altares, derribar las imágenes, desnudarlas de sus
joyas y poner sus manos sacrílegas en los vasos que sólo ha tocado la mano
pura del Levita con la sangre del cordero? ¡Ah! Veo que te estremeces sólo de
oírlo”.³ Se invitaba a enfrentar al enemigo para salvar la patria y defender al
rey. El llamado era por la unidad, la solidaridad y la defensa de la soberanía
encarnada en el monarca.
En el contexto práctico, la jura daba cuenta de las diferencias entre
patricios y plebeyos, los primeros como protagonistas y los segundos como
espectadores. También evidenciaba la eficacia simbólica que habían alcanza-
do los actos de regocijo con los que se acompañó la jura. Hubo quienes expre-
saron, con apesadumbrado rostro, el amor que sentían por el rey, más fuerte
ahora que se encontraba preso. Era claro que esto debía corresponder con un
donativo, pero el dinero recaudado entre personas fue apenas de
patacones.³ De esta magnitud era la fidelidad del vecindario de Popayán por
la vida y persona de Fernando VII.
Una situación similar se vivió en la ciudad de Buga, pues, al conocerse
la noticia sobre la suerte del rey, el Cabildo programó la proclamación en
honor de Fernando VII y el vecindario corrió hacia los templos para implo-
rar la eterna misericordia de Dios.³ En esta ciudad patricia de hacendados,
ganaderos y comerciantes la jura al rey se realizó el de diciembre, acto al
que fueron convocados hombres “de los mestizos más apreciables” para
que, en calidad de soldados, asistiesen a la función. A las tres de la tarde del
de diciembre de los miembros del Cabildo se presentaron en la casa
del alcalde ordinario don Pedro Sánchez de Hoyos y, “montados en caballos
aderezados con la mayor decencia”, pasaron a la casa del alférez real don Ni-
colás de Ospina donde estaba colocado el retrato del rey, adornado con un
marco de plata. En medio del acalde ordinario y el alférez real, el pendón
real y el retrato del rey fueron conducidos a la casa de Cabildo. Por su parte,
el vecindario se encontraba reunido en la Plaza Mayor “y ocupadas las ven-
³ Cabildo del de oc tubre de . T. , Libro de , f. v. , Popayán, Colo mbia.
³ Cabildo del de octubre de . Fondo Cabildo. T. , Libro de , fs. v.-r.
, Popayán, Colombia.
³ Relación de lo que se eje cutó en la ciudad de Buga por disposición del muy ilustre Ca-
bildo, con motivo de la augusta proclamación del señor don Fernando VII por rey de España
e Indias, que se hizo el d ía de diciembre de , por órdenes superiores. . Fondo Libros
capitulares. T. , Libro de , fs. r.-r. , Buga, Colombia.
O J M
tanas y balcones de las casas del rededor dejándose admirar el silencio con el
que todos esperaban el resultado de aquel acto”.³ Una vez en el recinto del
Cabildo, el alférez hizo el respectivo juramento poniendo las manos sobre los
evangelios y en presencia del cuerpo eclesiástico de la ciudad, los miembros
del Cabildo y los vecinos mestizos, representantes del patriciado local.
Seguidamente, el alférez pasó al balcón de la casa de Cabildo que daba a la
Plaza Mayor e hizo la primera jura ante el pueblo, que la recibió con entusias-
mo y alegría. Entonces, el regidor decano don José Vicente Serrano tomó en
sus manos la imagen del soberano y con “una arenga corta y expresiva” hizo
la jura, que por una sola voz fue correspondida por el pueblo con vivas, acla-
maciones y movimientos, acompañado el acto por el repique general de cam-
panas, descargas de pólvora, fuegos artificiales prevenidos por el alférez real
y concierto de música, colocado del mismo balcón, en cuyas circunstancias
manifestó su placer el citado regidor decano, arrojando al pueblo cantidad de
pesos fuertes. Continuaron los actos en la “iglesia matriz” en donde se cantó
el tedeum y se continuó el paseo por las calles principales, las plazuelas de
la Ermita y Santo Domingo, hasta terminar en la Plaza Mayor en la que se
hizo la última jura sobre el tablado dispuesto para tal fin. Pasaron luego a la
casa del alférez real, quien ofreció refrescos y colaciones a los asistentes. En
cada una de las proclamas, el alférez derramó sobre los asistentes puñados
de monedas con la efigie del rey. A las cinco de la tarde concluyeron los actos
y se dispusieron tres días con sus noches para celebraciones en las que reinó
el alborozo popular y los más finos sentimientos de amor y lealtad al rey
Fernando VII.
FIEL SÚBDITO Y BUEN CRISTIANO
La celebración del ascenso al trono de los monarcas con actos simbólicos de
carácter religioso y político se inscribía en la tradición según la cual había
que ser fiel súbdito y buen cristiano (Muir, , pp. -, -), una
razón que explica que el ceremonial de fidelidad al rey tuviera contenidos
religiosos, como el himno del tedeum y la Eucaristía. Esta ambigüedad tam-
³ Relación de lo que se ejecutó en la ciud ad de Buga por disposición del muy ilu stre Ca-
bildo, con motivo de la augusta proclamación del señor don Fernando VII por rey de España
e Indias, que se hizo el d ía de diciembre de , por órdenes superiores. . Fondo Libros
capitulares. T. , Libro de , f. r. , Buga, Colombia.
Secuencia, ISSN -, núm. | septiembre-diciembre de | pp. -
bién se observaba en la celebración de algunas fiestas religiosas en zonas dis-
tantes de los centros de poder del Nuevo Reino de Granada. El de marzo
de , el doctor don José Fernando Calvo, cura y vicario de la ciudad de
Nuestra Señora de la Asunción de la Palma, denunció los excesos que se co-
metían en la celebración de las fiestas de la patrona y nombró como apodera-
do para llevar el pleito al doctor don Juan Antonio Ramírez. Al parecer, los
costos y el sobresalto del ritual habían sido asimilados por el cura, para que
se diera a conocer la situación ante la Real Audiencia. En el interrogatorio va-
rias personas fueron llamadas a declarar. Antonio Zamudio manifestó que
en los dos años en los que él había realizado fiestas había gastado pesos en
las de Iglesia, y cerca de en toros, comedias, colaciones y licores.³ Tam-
bién acudieron a denunciar los excesos los vecinos del pueblo de Caparrapí,
a quienes se les obligaba a costear los festejos de la ciudad de la Palma, sin
que ellos entendieran por qué debían hacerlo. Así, José Rusique dijo que en
, cuando él celebró la fiesta, había gastado pesos en asuntos de Iglesia,
representados en cera, cebo, pólvora, víspera, día, sermón y alcalde, y que en
las fiestas de plaza gastó de forma obligada pesos. Los gastos de plaza
se representaban en toros, botijas de aguardiente, meriendas y “convites a
que es obligado el alférez desde el día diez de agosto hasta el último de di-
cho mes”.¹ Hasta aquí las fiestas de la Palma se mantenían dentro de lo que
pasaba con otros regocijos en el Nuevo Reino de Granada. Pero cuando las
autoridades llamaron a declarar a dos de los vecinos principales, don Ignacio
de Liévano y Juan de Dios Linares, el proceso tomó otros matices, pues se dijo
que no sólo se trataba de gastos excesivos y de que se comprometiera a toda la
jurisdicción en la fiesta, en detrimento del culto divino, sino que se seguían
algunas de las pautas del decoro que se usaban en las juras de recibimiento
de los reyes. Lo más preocupante era el hecho de que, tres años antes, se eli-
gieran cuatro vecinos como alféreces o priostes.
Para la celebración y culto en ellas, convida el Alférez a los señores eclesiás-
ticos que se hallan en el lugar, a los Señores Justicia y Regimiento y vecinos
distinguidos que todos compondrán el número de veinte o treinta, quienes
pasadas las vísperas llevan al Alférez a su casa y este les corteja con un trago
de vino o de aguardiente, dulce, chocolate y tabaco y al siguiente día estos
³ Fondo Historia Eclesiástica. T. , doc. , fs. r.-r. , Bogotá, Colombia.
Fondo Historia Eclesiástica. T. , doc. , f. r. , Bogotá, Colombia.
¹ Fondo Historia Eclesiástica. T. , doc. , f. r. , Bogotá, Colombia.
O J M
mismos convidados le vuelven a llevar (después de pasar la procesión, ser-
món y misa) a su casa en donde les da un almuerzo que no excede de tres o
cuatro platos compuestos de las legumbres y carnes que el lugar produce.²
A finales del siglo , los honores que se desprendían de la parti-
cipación en las fiestas sólo estaban permitidos en las juras por el ascenso al
trono de un nuevo monarca. Los beneficios y los excesivos gastos cada vez
fueron más criticados por el clero y los funcionarios del gobierno, y esas pau-
tas del decoro –expresados en el orden y el desfile– se dejaron sólo para las
celebraciones civiles. Este cambio se explica, en buena medida, por la inci-
dencia del Concilio de Trento en las fiestas y el ceremonial, y por un aban-
dono paulatino de las pautas del honor y el decoro en los rituales religiosos
para fortalecer el ceremonial civil de las juras, asociado con el sostenimiento
de la soberanía en el cuerpo político del rey. En efecto, en la década de , a
partir del ascenso al poder del rey Carlos IV, fue que el ceremonial político de
la jura siguió un orden y una etiqueta en la ejecución, y que se cristalizaron
los tres órdenes de la celebración civil: el de los que gobiernan, el de los que
rezan y el de los que celebran. Antes no se hacían mayores diferenciaciones y,
por ello, las fiestas religiosa y civil se inscribían en el umbral de lo profano.
Otro caso donde se expresa la costumbre de mezclar los ceremoniales
religioso y político era la villa de Mompós. El de abril de , el Cabildo
registraba cómo para “la invención de la Santa Cruz” y la fiesta de San Sebas-
tián se debía sacar el Pendón Real y
en la casa de el dicho Alférez Real adornado el balcón se coloca el Real Pen-
dón a la vista pública y a la hora acostumbrada viene formado el cabildo a la
casa de dicho Alférez Real a cuya puerta al lugar el cabildo se presenta el Al-
férez Real y se incorpora con el Real Pendón llevando a todos hasta el Señor
Gobernador la preferencia pues se le pone a la derecha si va sin su teniente
y de ir con este entra en el medio de los dos el Alférez Real y de esta suerte
prosigue el cabildo hasta la Santa Yglecia Cathedra l en la que se varía el orden
tomando el primer asiento el Señor Gobernador como vice patrono Real y el
segundo el Alférez Real en silla particular que se le pone con alfombras y el
Pendón cerca de su persona, fixandose en una vara que allí a este fin se tiene
preparada; recibe a un tiempo con el Señor Gobernador la paz saliendo para
² Declaración de Juan Tomás Ramírez, de años. de agosto de . Fondo Histo-
ria Eclesiástica. T. , doc. , f. r. , Bogotá, Colombia.
Secuencia, ISSN -, núm. | septiembre-diciembre de | pp. -
esto juntos el Sacristán Mayor que la lleva al vice patrono y el capellán del
cabildo para el Alférez Real; y acabadas las funciones de la Yglecia, en el día
y víspera vuelve el cabildo como vino con el Alférez Real hasta dexarle a la
puerta de su casa, en donde entregando este el Pendón se torna a incorporar
en el cabildo sin dicho Pendón en su lu //gar ordinario y va hasta la casa capi-
tular donde se deshace el cuerpo de cabildo y allí convida a los compañeros
para refrescar en su casa.³
Fue en contra de estas preeminencias del cabildo y de los alféreces que
se opusieron parte de los reformadores en la segunda mitad del siglo ,
pues consideraban que se debía separar el lucimiento del pendón real y el
reconocimiento del alférez de los actos de Iglesia. Por su parte, los clérigos,
que antes de no atacaban estos reconocimientos en el ritual religioso,
empezaron a quejarse de que la feligresía reclamaba un tratamiento similar
al de los alféreces y que no había necesidad de tales distinciones, cuando
el fin era la devoción y no el lucimiento de las diferencias estamentales y
políticas. Estas ambigüedades dejan ver los matices que alcanzaron el ce-
remonial y la difusión de las maneras cortesanas de las Cortes europeas en
los territorios de Indias.
SOBERANÍA, INDEPENDENCIA Y LEALTAD
La crisis imperial de se sintió en ambos lados del Atlántico. En poco
tiempo, algunas palabras adquirieron nuevos sentidos y nociones como “pa-
tria”, “ fide l idad ”, “público”, “sob e ran í a”, “pueblo”, “es t ado”, “revoluc ión”,
“independencia” y “constitución” comenzaron a ocupar un espacio sobresa-
³ Fondo Competencias Bolívar y Panamá. T. , fs. r.-v. de junio de . ,
Bogotá, Colombia.
Fondo Competencias Bolívar y Panamá. T. , f. v. de junio de . , Bogotá,
Colombia.
Según Antonio Annino y Rafael Rojas (), “la nueva historia política partía del
año decisivo de , cuando el arresto de Carlos IV y Fernando VII en Bayona y la invasión
napoleónica de España provocaron un vacío de poder en la Monarquía, que se tradujo en
una intensa recuperación de la soberanía por parte de los cuerpos del antiguo régimen. El
marcado inte rés en ese proceso de desplazamie nto de la soberanía, entre el a ntiguo y el nuevo
régimen, explica que buena parte de esa historiografía esté dedicada al análisis de la Consti-
tución de Cád iz, de los procesos electorales que la misma introdujo en Hispanoamérica y a la
recomposición territorial de los antiguos virreinatos” (p. ).
O J M
liente en los discursos con los que se proyectaba la utopía de la nación. Las
críticas frente a la tiranía y al mal gobierno de los funcionarios borbónicos
se fueron extendiendo como un letal virus por todo el territorio americano.
Sin embargo, se trataba de una nueva concepción de los acontecimientos y
las ideas, mas no de un cambio radical en las estructuras sociales, políticas y
económicas del mundo colonial.
La sociedad se enfrentó a la sustitución de una administración impe-
rial y una monarquía absoluta por un sistema constitucional y un ensayo de
Estado nacional transatlántico, fundado en poderes electivos y representati-
vos de una categoría nueva, el ciudadano, que buscaba la “reasunción de la
soberanía primitiva” puesta en riesgo por la invasión del “enemigo francés”.
La materialización de este proceso se expresó en la reunión de los diputados
en Cádiz. En los últimos meses de estaba formada la opinión sobre los
asuntos de los que se ocuparían los miembros de la eclosión juntera: la ela-
boración de una constitución política ajustada a los tiempos, la supresión de
las diferencias institucionales en la nación, la exigencia americana de fundar
una representación en las Cortes sobre la base demográfica de los antiguos
dominios y la pretensión de un gobierno doméstico en el que los americanos
tuvieran una participación directa.
Aunque los logros de la Junta Central Suprema no fueron significati-
vos y la conducción de la guerra contra los franceses resultó desastrosa, con-
siguió que se pensara que se “vivía en revolución”, difundió la necesidad de
reformas que acabaran con los privilegios coloniales y el despotismo, declaró
el fin de la opresión de las colonias, incentivó la libertad de imprenta y encau-
só la reacción patriótica hacia lazos de solidaridad secular, pese a no lograr
convertirla en solidaridad cívica. Pero lo más notorio fue que, al abrir una
brecha con el mundo americano e impedir la formación de juntas similares a
las peninsulares, prorrogó el sistema de gobierno colonial hasta , cuando
Sobre el lenguaje usado en los días previos a la crisis de y entre esta fecha y ,
Piqueras () ha insistido en que: “Detrás de las palabras había conceptos, y tras estos,
concepciones variables de los hechos, las situaciones y las ideas: un posicionarse ante una
realidad q ue estaba cambiando a g randes pasos y en su movim iento se veía asistida por el pro-
tagonismo de actores sociales nuevos y, por ello, de perfiles todavía no bien definidos” (p. ).
Otros autores que han aludido a este problema son Jairo Gutiérrez Ramos (), Armando
Martínez Garnica () y Marco Antonio Landavazo ().
El mejor estudio sobre este periodo en el Nuevo Reino de Granada es el de Da niel Gu-
tiérrez Ardila (). Para otros trabajos que ayuden a comprenderlo, véanse Marco Palacios
(), Gabriel Paquette () y José A. Piqueras ().
Secuencia, ISSN -, núm. | septiembre-diciembre de | pp. -
ya era demasiado tarde, pues empezaban a nacer declaraciones de indepen-
dencia absoluta.
Entre las reflexiones que desató la crisis imperial de , cinco as-
pectos merecen atención: la discusión sobre el modo y la proporción de la
participación americana en las instituciones que reasumirían la soberanía;
la legitimidad de los nuevos y los antiguos poderes, y el estímulo de una con-
ciencia criolla; la crítica al régimen colonial; el deseo de una autonomía terri-
torial; y la articulación de ciudades y pueblos en torno a un proyecto político.
No obstante, aunque esto generó esperanzas de cambios, no logró vulnerar
del todo las estructuras del régimen colonial: por ejemplo, se evitó caer en
una interpretación “exagerada” del concepto de libertad que eliminara la es-
clavitud y las diversas formas de sujeción. Del principio de igualdad de los
ciudadanos se excluyó a esclavos, descendientes de africanos, sirvientes do-
mésticos y personas sin modo de vida conocido.
Por ende, desde la vida política entró en constante agitación, exa-
cerbada particularmente con las noticias que llegaban de la metrópoli y agu-
dizada aún más con el arribo a Cartagena de Indias del enviado de la Junta
de Sevilla José de Pando y San Llorente. Las tensiones entre la elite criolla y
el gobierno virreinal se hicieron cada vez más agudas. En agosto de se
instaló la primera junta autonomista de Quito, ejemplo que fue seguido por
las demás ciudades y villas del Nuevo Reino (Gutiérrez, ).
Esta crisis, y su radicalización en con los gritos de independencia
y la eclosión juntera, transformó las fiestas religiosas y abrió el camino a las
celebraciones civiles y patrióticas (Pagán, ). La celebración religiosa se
fue llenando de elementos patrióticos, y algunas festividades, como el Cor-
pus Christi, la Santa Librada y la fiesta de la Virgen de Chiquinquirá, fueron
resignificadas según los intereses de la república, las nuevas elites y los nue-
vos ciudadanos. Las celebraciones a Dios y a los santos incorporaron rituales
y ceremonias en beneficio de la patria, el Estado y la libertad (Florido, ,
p. ). No obstante, algunos siguieron fieles al monarca Fernando VII y le
ofrecieron juras y reconocimientos que, a pesar de su exotismo, no lograron
cambiar el orden de las cosas.
Para los acontecimientos estaban dados para el nacimiento de la
primera república, y el de julio marcó una nueva orientación. Con dis-
tintos objetos y rituales, las celebraciones religiosas se apropiaron de nuevos
contenidos políticos y artísticos, hasta el punto de que fiestas como las de
Fondo . Vol. , fs. r.-r. , Bogotá, Colombia.
O J M
Navidad, Semana Santa y el Corpus Christi se usaron para fortalecer el ce-
remonial político. Años más tarde, la Virgen de la Peña, Nuestra Señora de
Chiquinquirá, Santa Librada –“a quienes los chapetones tenían por señora y
abogada de este reino” (Posada, , p. )–, y las figuras de Jesús, María y
José fueron usadas en Santa Fe por el bando patriota y el Cabildo para aglu-
tinar al pueblo en torno a la causa que defendían.
Durante la primera república los cambios fueron más drásticos por las
convulsiones de la independencia, por lo que se necesitaron las fiestas reli-
giosas y civiles para defender los intereses de la época (Martínez y Rincón,
). Otro tanto hicieron los ejércitos realistas, que vieron en los suntuosos
templos una fuente de financiación. Por ejemplo, en , el ejército realista
dejó consternada a la población de la ciudad de Cartagena al incursionar en
los templos; arrasar con altares, candeleros, ciriales, atriles, lámparas y el
Santo Sepulcro, todos objetos elaborados en plata maciza; y apropiarse de
diamantes, esmeraldas, láminas y capones de oro, perlas, custodias, cálices y
patenas que habían sido conservados por siglos y usados en celebraciones re-
ligiosas, y que terminaron en el mercado de Jamaica sirviendo para comprar
víveres y sostener a los ejércitos realistas (Posada, , t. , p. ).
CONCLUSIONES
Los rituales de las juras en el Nuevo Reino de Granada fueron una conti-
nuidad de las tradiciones europeas, expresados en los ceremoniales civiles
y eclesiásticos. A partir de se estandarizó el contenido de la fiesta y se
cristalizó la separación, tan esperada por el clero, entre las prácticas sagradas
y las profanas. Las fiestas y actos que acompañaban las juras diferenciaron
el momento en que participaban los cabildantes, los miembros de la Iglesia
y el vecindario. Así, la figura del alférez real cobró mayor importancia al ser
el protagonista de las ceremonias, el agasajado en los festejos y presidir el
orden y el desfile en las calles, el recinto del Cabildo, la asistencia al templo
para el tedeum y la ejecución de la jura en el tablado dispuesto en la Plaza
Mayor. Luego vendría el tiempo para que el pueblo llano hiciera lo propio,
participando en corridas de toros, juegos artificiales, bailes, representaciones
teatrales y ejecución de instrumentos musicales.
Fondo Libros raros y manuscritos. Mss., , f. r. de diciembre de . Biblioteca
Luis Ángel A rango, Bogotá Colombia.
Secuencia, ISSN -, núm. | septiembre-diciembre de | pp. -
Hasta las juras para celebrar a los reyes, aunque no tuvieron ma-
yor cobertura en las poblaciones del Nuevo Reino, se extendían por más de
ocho días, como sucedió en las ciudades de Cali, Popayán y Panamá. La lle-
gada al trono de Carlos III, aunque fue el gran reformador de los Borbones,
no recibió una atención destacada por parte de los cabildos del Nuevo Reino
de Granada y sería en cambio su hijo Carlos IV el mayor beneficiado de sus
políticas y de la celebración de juras. En el plano local, las juras ponen de pre-
sente las dificultades económicas de los cabildos, a pesar de que la mayoría
de sus miembros se esforzó por lucirse de la mejor manera para recibir a los
nuevos monarcas. Hasta en los lugares más apartados del Reino se hacían
ingentes esfuerzos para congraciarse con el rey, como se desprende de las ju-
ras de la población de Guaduas, en , y las que se hicieron en Sabanas de
Tolú, en .
Como se desprende de la consulta de las fuentes manuscritas y bi-
bliográficas, Fernando VII fue el rey más jurado en el Nuevo Reino de Gra-
nada, debido a la crisis que se desató en todo el imperio y sus colonias y a
la coyuntura política de la independencia. Después de su figura fue,
simultáneamente, amada y odiada. Las juras para proclamarlo se extendie-
ron por todo el Nuevo Reino, pero se presentaron algunos regicidios, como
lo han señalado las investigaciones de Jiménez Meneses (, p. ), Prado
Valencia (, pp. -) y Gutiérrez Ardila (). Entonces, los actos de la
jura operaron como ceremonias mitigadoras del dolor que despertó entre los
súbditos el resquebrajamiento del pacto que habían mantenido con el rey. La
medida siguiente consistió en reasumir la soberanía a través de los cabildos y
la reclamación de sus derechos.
Finalmente, el contenido y la morfología de la juras fue variado y am-
biguo, en tanto que el carácter instrumental que ellas adquirieron hizo que
los cabildos aprovecharan esas coyunturas políticas para fortalecer y preser-
var el principio antiguo de la soberanía primitiva, ganar prestigio personal y
jurisdiccional y defender los intereses de las elites locales. En las juras, patri-
cios y plebeyos competían sin tregua por los privilegios en el orden y el desfi-
le, por lucir los mejores trajes y hacer las mejoras obras en los palcos y doseles
que adornaban las calles, el templo y la Plaza Mayor. Los desafortunados,
es decir, los artesanos, los negros, los mulatos, los indios y la gente pobre,
apenas alcanzaban a participar con decoro en la elaboración de piezas de arte
efímero, arriesgar sus vidas en las corridas de toros y en hacer representacio-
nes teatrales decentes para demostrar el fervor en sus corazones por el nuevo
rey aclamado y jurado.
O J M
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