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Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv 15 (2): 1137-1147, 2017
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Modelos parentales y su relación con la violencia en las parejas del MisMo sexo
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DOI:10.11600/1692715x.1522317062016
Referencia para citar este artículo: Ronzón-Tirado, R. C.; Yedra, L. R. & González-Flores, M. del P. (2017). Modelos
parentales y su relación con la violencia en las parejas del mismo sexo. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales,
Niñez y Juventud, 15 (2), pp. 1137-1147. DOI:10.11600/1692715x.1522317062016
Modelos parentales y su relación con la violencia
en las parejas del mismo sexo*
roSa caroLina ronzón-tirado**
Psicóloga en Ahteca, México.
LuiS rey yedra***
Profesor-Investigador Universidad Veracruzana, México.
María deL PiLar GonzáLez-FLoreS****
Profesora-Investigadora Universidad Veracruzana, México.
Artículo recibido en junio 17 de 2016; artículo aceptado en septiembre 12 de 2016 (Eds.)
• Resumen (descriptivo): este artículo forma parte de una investigación más amplia cuyo
objetivo fue describir los elementos relacionados con la violencia en parejas gays y lésbicas.
Abordamos los resultados sobre la relación de los modelos parentales con la violencia ejercida al
interior de estas y otras relaciones interpersonales. Seguimos un método descriptivo cualitativo
y utilizamos grupos focales para recopilar la información, en donde participaron ocho hombres
gays, seis mujeres lesbianas y una mujer bisexual, reclutados por disponibilidad. Encontramos
que presenciar violencia entre los padres o ser expuestos a experiencias tempranas de maltrato
destacan como principios favorecedores de futuras dinámicas violentas de pareja; y que el rechazo
parental tras “salir del closet”, junto con la dicultad para distinguir la violencia fuera del contexto
heterosexual familiar, son obstáculos para detectar y afrontar la violencia.
Palabras clave: violencia familiar, maltrato infantil, relaciones interpersonales (Tesauro de
Ciencias Sociales de la Unesco).
Palabras clave autores: violencia en la relación de pareja, pareja del mismo sexo, gays, lesbianas,
bisexuales.
Parental models and their relation to violence among same-sex couples
• Abstract (descriptive): this article is part of a wider study that has the objective of describing
the elements related to violence among gay and lesbian couples. The authors analyze the results
of looking at the relation between the parental model and violence inicted within these and other
* Este artículo de investigación cientíca y tecnológica se deriva de un estudio más amplio denominado “Violencia en las relaciones de pareja del
mismo sexo”, elaborado como tesis de maestría en Desarrollo Humano, Universidad Veracruzana. Xalapa, Veracruz, México. Acta de Colegio
de Profesores de la Maestría en Desarrollo Humano 100614 del Instituto de Psicología y Educación de la Universidad Veracruzana. Este artículo
presenta los resultados de la investigación nalizada llevada a cabo entre el 12 de agosto de 2014 y el 20 de enero de 2016. Área de conocimiento:
Psicología; Subárea de conocimiento: Psicología.
** Maestra en Desarrollo Humano, Universidad Veracruzana. Orcid: 0000-0003-0295-242X. Correo electrónico: rc.ronzon@gmail.com
*** Postdoctor en Psicología, Universidad Autónoma de Lisboa. Doctor en Orientación y Desarrollo Humano, Universidad Iberoamericana Ciudad
de México. Orcid: 0000-0002-5557-4146. Correo electrónico: lyedra@uv.mx
**** Postdoctora en Psicología, Universidad Autónoma de Lisboa. Doctora en Educación, Universidad Nacional de Educación a Distancia. Madrid,
España. Orcid: 0000-0002-9991-7243. Correo electrónico: pgonzalez@uv.mx
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interpersonal relationships. We used a qualitative descriptive method and focal groups to collect
information with participation from 8 gay men, 6 lesbian women and 1 bisexual woman, who were
selected based on their availability. The authors concluded that witnessing violence between parents
or being exposed to early violent experiences were signicant factors in encouraging violent dynamics
within. In addition, parental rejection after “coming out of the closet” along with the difculty with
identifying violence outside of the generally accepted heterosexual family context were obstacles for
identifying different types of violence.
Key words: family violence, child abuse, interpersonal relationships (Social Science Unesco
Thesaurus).
Authors key words: couple relationship violence, same-sex couples, gay, lesbian, bisexual.
Modelos parentais e sua relação com a violência em casais do mesmo sexo
•Resumo (descritivo): este artigo é parte de uma pesquisa mais ampla cujo objetivo foi descrever
os elementos relacionados com a violência em casais homoafetivos. Abordamos os resultados
da inuência dos modelos parentais sobre a violência nestes relacionamentos e outras relações
interpessoais. Seguimos um método descritivo qualitativo e utilizamos grupos focais como técnica
de coleta de informaçõe. Participaram 8 homens gays, 6 mulheres lésbicas e 1 mulher bissexual.
Descobrimos que testemunhar a violência entre os pais ou ser expostos a experiências precoces de
abuso posicionaram-se como elementos que provocaram dinâmicas violentas entre eles; e que a
rejeição dos pais depois de “ sair do armário”, juntamente com a diculdade que eles experimentaram
para distinguir a violência fora do contexto heterossexual familiar foram os obstáculos para detectar
a violência.
Palavras-chave: violência familiar, abuso infantil, relações interpessoais (Thesaurus de Ciências
Sociais da Unesco).
Autores palavras-chave: violência na relação, parceiro do mesmo sexo, gays, lesbicas, bissexual.
-1. Introducción. -2. Método. -3. Participantes. -4. Resultados. -5. Discusión. -Lista de
referencias.
1. Introducción
La violencia en las parejas de personas
gays, lesbianas y bisexuales, al igual que en
cualquier otra relación, se presenta como
una situación de abuso de poder o control de
un miembro sobre el otro mediante distintos
ataques de tipo psicológico, físico o sexual. A
pesar de su existencia, esta problemática ha
sido poco estudiada y velada por la prioridad
conferida -en países de Latinoamérica y
especícamente en México- a la investigación,
intervención y prevención del abuso en
relaciones heterosexuales.
Su escasa visualización, aunada a los mitos
y desconocimiento de las sexualidades distintas
a la heterosexual, ha implicado que ni siquiera
las personas que sufren este tipo de violencia
estén dispuestas a reconocerla, pues consideran
que ello daría motivo para ser discriminadas.
Este temor latente al rechazo junto con otros
factores como la opresión de grupos políticos y
la escasez de datos estadísticos, son algunos de
los obstáculos a los esfuerzos realizados hasta
la fecha para la detección y abordaje especíco
de este fenómeno.
Si bien la literatura sobre este tema empieza
a ser más extensa, sobre todo en cuanto a su
incidencia (Aldarte, 2010; Gil, Machado
& Atunes, 2006; Mak, Chong & Kwong,
2010; Reyes, Rodríguez & Malavé, 2005),
y la inuencia de los estresores minoritarios
como la homofobia -consciencia de estigma
y heteronormatividad para desarrollo de
la violencia (Carvalho, Lewis, Derlega,
Windstead & Viggiano, 2011; Marín, 2009)-,
dentro de este rubro de investigaciones aún son
pocos los trabajos en los que además se abre
la discusión sobre la relación con otros factores
“comunes” a otros grupos poblacionales,
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como el consumo de sustancias, los estilos de
resolución de conictos, la escasez de redes de
apoyo y la replicación de modelos familiares
comportamentales, siendo este último elemento
sobre el cual centramos la atención en este
artículo, debido a la notable relación que
manifestaron los participantes entre la violencia
que vivieron en sus familias y las experiencias
tempranas de maltrato con la violencia en
sus relaciones de pareja y en otras relaciones
interpersonales signicativas.
Al ahondar sobre este tema, nuestro objetivo
es contribuir a los hallazgos encontrados
previamente por otros investigadores e
investigadoras sobre el aprendizaje de la
violencia en el hogar de origen, y sobre cómo
ésta se relaciona con la exposición temprana
a experiencias de maltrato y a dinámicas
caracterizadas por el abuso del poder o la
fuerza (López & Ayala, 2011; Padilla, 2015;
Toro-Alfonso & Rodríguez-Madera, 2003;
Vargas, 2003). Además buscamos generar
un antecedente sobre el papel que supone la
familia para este grupo poblacional al momento
de enfrentar una situación de violencia con sus
parejas, pues tal como lo señalan Perucchi,
Coelho y Dos Santos (2014), la familia, más
que representar un soporte para hacer frente
a la violencia, puede signicar un sostén de
legitimación para la misma, por el rechazo
posterior al externar su orientación sexual o
“salir del closet”1, que lleva frecuentemente a
la ruptura del vínculo y a la expulsión familiar.
Cabe mencionar que en ninguno de los
estudios que encontramos en la revisión literaria
sobre la violencia en las parejas de la comunidad
gay, se ahonda sobre la inuencia percibida de los
repetitivos mecanismos conictuales familiares
desde el discurso propio de los individuos,
pues los resultados expuestos se limitan a ser
enunciativos o estadísticos (Aldarte, 2010; Toro-
Alfonso & Rodríguez-Madera, 2003). Así, este
artículo es un esfuerzo para abordar el mundo
fenomenológico de la experiencia de violencia
en las relaciones de pareja del mismo sexo y su
relación con los modelos parentales vividos en
el hogar de origen, desde la experiencia propia
de los actuantes, situación de la que, en muchas
1 Como se denomina coloquialmente al hacer pública una
orientación sexual distinta a la heterosexual.
ocasiones, ha sido privada esta comunidad al
ser estudiada desde una visión heteronormada e
incluso patologizante (Castañeda, 2011).
Para realizar esta labor, partimos del
supuesto de que la familia, más allá de cualquier
característica que posean sus integrantes,
representa el eje central del ciclo de vida a través
del cual trascurre la existencia de las personas,
como la célula social que en el interior acoge a sus
miembros y a su vez los relaciona con el exterior
y con otros organismos similares (Estrada,
2014), ya que en ella se vive un entramado de
actitudes, valores, comportamientos, normas y
creencias que tienen una fuerte inuencia sobre
el comportamiento de sus integrantes, sobre su
desarrollo social, físico, afectivo e intelectual,
lo que le lleva a ser en sí misma un elemento
de salud o de origen de diversos problemas
(Prieto-Montoya, Cardona-Castañeda & Vélez-
Álvarez, 2016).
A modo de pequeña sociedad, la familia se
posiciona como un medio en el que, en el mejor
de los casos, se permite toda clase de ensayos
y fracasos, en un ambiente de protección,
amor incondicional, tolerancia y rmeza; sin
embargo, muchas veces en el interior de las
familias no se logra consumar estas tareas y
se viven modelos parentales disfuncionales,
en los que se carece de la guía, estabilidad y
congruencia necesarias para el desarrollo de los
miembros. Esta dinámica genera poco a poco
temores, creencias erróneas y sentimientos
de minusvalía en las personas, que perpetúan
los comportamientos desadaptativos y la
construcción de relaciones conictivas o
violentas en las cuales experimentan los mismos
sentimientos que vivieron en sus familias de
origen (Canales, 2014).
2. Método
Tal como lo mencionamos anteriormente,
este artículo forma parte de una investigación
más amplia que lleva por título “Violencia en
las relaciones de pareja del mismo sexo”, cuyo
objetivo principal fue describir los elementos
asociados con la violencia en las relaciones
gays y lésbicas. Para la construcción del
conocimiento seguimos un método descriptivo
de corte cualitativo, debido a que se posicionaba
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como el más adecuado para acceder al nivel
de los discursos y signicados de los sujetos
participantes en los que quedaron expresadas
las razones subjetivas de la acción social y su
comportamiento (Rubio & Varas, 2004).
Para recopilar la información llevamos a
cabo dos grupos focales, metodología denida
por Delgado y Gutiérrez (1995) como una
técnica que trabaja con el habla mediante la
articulación de lo subjetivo con lo grupal, y que
hace hincapié en el discurso social diseminado
en el intercambio de palabras, gestos y
acciones. Nuestro propósito principal al usar
esta técnica fue propiciar el surgimiento de
actitudes, sentimientos, creencias, experiencias
y reacciones de los sujetos participantes
(Escobar & Bonilla-Jiménez, 2009) sobre la
violencia en las relaciones de pareja gays y
lésbicas, así como los elementos involucrados
en su incidencia. Para nosotros, esto no hubiese
sido fácil de lograr con otras técnicas de corte
cualitativo, tales como la entrevista individual
o grupal, pues ésta, a diferencia de las demás,
nos permitió recopilar mayor información en
menor tiempo; implicó la ventaja de brindar
no sólo los datos emitidos verbalmente, sino la
información relativa a la forma en que lo decían
junto con la interacción entre los individuos
participantes durante las reuniones; además nos
permitió aprovechar la exibilidad inherente
a dicha interacción para realizar dos grupos
en lugar de uno solo, con el n de alcanzar
el mayor grado de saturación de datos hasta
que la recolección de información pareciera
ya no tener un valor interpretativo adicional
(Onwuegbuzie, Dickinson, Leech, & Zoran,
2011).
Grabamos las sesiones de los grupos en
audio y video, y posteriormente las transcribimos
a texto. Una vez que realizamos esta tarea,
proseguimos al análisis del contenido de los
datos recabados y a la categorización manual de
las unidades de registro identicadas para cada
elemento; en esta labor, tal como lo mencionan
Quilaqueo y San Martí (2008), nos apoyamos
en la codicación abierta del discurso, basados
en la teoría revisada y a criterio del equipo de
investigación. No recurrimos al uso de algún
paquete estadístico, pues el hecho de que fueran
15 participantes nos facilitó realizar esta tarea
de manera manual.
Los temas abordados durante las sesiones
fueron estructurados previamente en una guía
de grupo focal, validada y ajustada a partir de
la revisión hecha por dos expertas en el estudio
e investigación de relaciones interpersonales
que pueden dejar al descubierto distintos tipos
de violencia; los primeros tópicos abordados
estuvieron más relacionados con la vivencia
de la orientación sexual y el establecimiento
de las relaciones de pareja, y los últimos temas
estuvieron más orientados a la experiencia actual
de violencia en las parejas y a los antecedentes
de violencia en la familia de origen. Esto, con
la intención de pasar de la información más
general a la más especíca sobre el tema, y de
lo menos comprometedor a lo más condencial.
Las principales funciones de la moderadora
de las sesiones, siguiendo lo señalado por Rubio
y Varas (2004), fueron la provocación inicial,
la puesta en marcha y el mantenimiento de la
discusión y de la dinámica grupal, buscando
que se trascendiera la dinámica de pregunta-
respuesta entre moderadora y participantes, y
se desarrollara así un proceso de interacción
grupal que caracteriza esta técnica. Esta labor
fue llevada a cabo manteniendo presente que la
provocación del discurso no solo se centraba en
conductas explícitas -como los señalamientos
verbales-, sino cuidando siempre tanto el
contenido como el proceso grupal.
3. Participantes
Formó parte de este estudio una muestra
por conveniencia no probabilística, reclutada
acorde con su disponibilidad de tiempo y con
su deseo de colaborar en la investigación, la
cual estuvo conformada por 15 personas que
cumplieron con dos criterios de inclusión: a)
tener una relación de pareja al momento del
estudio o haberla tenido hasta hace un año
atrás con una persona de su mismo sexo, y
b) asumirse como una persona gay, lesbiana
o bisexual. Del total, ocho personas fueron
hombres gays, seis mujeres lesbianas y una
mujer bisexual, con un rango de edad de entre
19 y 27, y un promedio de 23 años. Cinco de los
participantes vivían con su pareja, cinco vivían
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con sus familias de origen y los cinco restantes
solos; cinco contaban con estudios concluidos
de bachillerato, ocho de licenciatura y dos de
posgrado. Los 15 individuos participantes
residían al momento de la entrevista en la ciudad
de Xalapa, Veracruz, México; trece de ellos
tenían una relación de pareja al momento en
que se llevó a cabo el estudio y los dos restantes
la habían tenido en los seis meses anteriores a
su participación.
El reclutamiento de los sujetos participantes
fue complicado debido a la temática abordada,
que resultó amenazante para algunos por
el hecho de asumir simultáneamente su
orientación sexual y el experimentar violencia
en sus relaciones, por lo que tuvimos que
recurrir a tres medios para contactarlos: la
convocatoria por medio de Internet en redes
sociales de temática homosexual, el contacto
con asociaciones civiles, y la técnica de bola
de nieve en la que una vez que localizábamos
a una primera persona que cumpliese los
requisitos para participar, le pedíamos contactar
a otras personas potencialmente participantes,
y a éstos, a su vez, les solicitábamos nuevos
nombres.
4. Resultados
Al igual que en estudios previos realizados
sobre violencia en las relaciones de pareja
lésbicas y gays (Vargas, 2003; Toro-Alfonso
& Rodríguez-Madera, 2003; López & Ayala,
2011; Molina, Echeverría & Henseleit, 2014),
las personas participantes identicaron que
el estar expuestas desde la niñez a modelos
parentales disfuncionales o violentos había
favorecido que ellas lo viesen como una forma
“normal” -deseable o indeseable- de actuar para
relacionarse, ya que las prácticas de control,
manipulación e inclusive las agresiones físicas,
podían ser concebidas como un medio para
solucionar conictos, como una manera de
comunicarse y como una forma de demostrarse
amor o interés. Esto era válido, tanto en las
situaciones en las que las dinámicas violentas
fuesen vistas en la relación de pareja de sus
padres y madres, y de su familia extensa
-mediante juegos de poder, chantajes, control,
intimidación, descalicación, amenazas,
insultos, gritos, y en cuatro casos golpes-, como
cuando habían vivido experiencias tempranas
de maltrato, tales como abusos u omisiones por
medio de chantajes, amenazas, descalicación,
insultos, gritos, situaciones de indiferencia o de
invisibilidad, y en uno de los casos condiciones
de violencia física constante.
Como principales patrones de
comportamiento disfuncionales modelados
por sus padres y madres, señalaron que en sus
familias se reprendía el externar los sentimientos
de manera abierta, honesta o auténtica, que se
condicionaba el amor a permanecer bajo ciertos
estados de ánimo inexpresivos o aplanados, y
que la resolución de conictos podía, o bien ser
evasiva -pues no se llegaba a la aclaración del
desacuerdo, ni se daba pauta al acercamiento de
las necesidades del otro-, o agresiva, mediante
la distribución inequitativa del poder y la
ejecución de comportamientos controladores o
violentos de tipo psicológico o físico.
Presentamos el análisis de los datos
obtenidos agrupados en tres categorías: violencia
presencial entre sus padres, experiencias
tempranas de maltrato, e impacto percibido
en otras relaciones interpersonales. A modo de
ejemplo y para dar mayor claridad, exponemos
algunas de las unidades de registro extraídas del
discurso de los sujetos participantes para cada
caso. Al nal de cada registro mencionamos
entre paréntesis el nombre, el sexo y la edad del
individuo participante que aportó el comentario.
Los nombres han sido cambiados por cuestión
de privacidad.
Violencia presencial entre los padres
“Sí hubo mucho, mucho maltrato o
agresión, este… mental y verbal, tal
vez no física pero hasta cierto punto
yo debo aceptar que a mí me tocó ver
mucho, porque a mí, toda mi inocencia,
mi infancia… yo me la pasé viendo
a mi mamá, en vez de estar jugando
conmigo, estar sufriendo… Entonces
en mí sí inuyó en cómo soy ahora con
mi pareja, que hemos llegado hasta
los golpes… es doloroso, ¿no? Porque
bueno, en mi caso, es de la persona que
más me he enamorado y digo, si es de la
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que más me he enamorado ¿como por
qué le hice esto?” (Ramón, H, 19 años).
Al analizar el discurso de las personas
participantes, encontramos que para 11 de
ellas el hecho de haber visto violencia entre
sus padres y madres se posiciona como una
pauta de comportamiento que, si bien vivieron
como indeseable, la siguen replicando en sus
relaciones posteriores, al grado de que dos
participantes llegaban a considerarle como
apreciable por su relativa ecacia: “Si así lo
hacían mis papás y ya tengo 19 y sigo vivo,
pues igual y es una buena solución” (Pedro, H,
19 años).
Para tres, el rechazo hacia lo que vivieron
es tal que se han propuesto no actuar como sus
padres y madres, con el n de no continuar
replicando los patrones comportamentales que
les desagradan; sin embargo, en cuanto hay
un mayor involucramiento en la relación, los
modelos violentos surgen en su actuar, siendo
esta una situación que les genera un malestar
aún mayor.
“En mi casa por ejemplo no… no hubo
violencia física, pero mi papá, tiene un
carácter muy fuerte, y yo por ejemplo
llegué a decir, no pues lo que no me gusta
de mi papá, yo no lo voy a hacer, lo que
a mí no me gusta de mi papá, nunca lo
voy a hacer… pero cuando menos te das
cuenta, y estás teniendo una relación…
estás comportándote igual que tu papá,
y te lo dejan ver o te lo dicen y cuando
“te cae el 20”, te sientes peor” (Óscar,
H, 25 años).
Llama la atención que para algunos
participantes el hecho de evitar la violencia que
vieron durante su niñez cobra vital importancia,
sobre todo cuando se percatan de que sus
hermanos y hermanas vivían situaciones
similares a las de sus padres y madres, lo cual
consideran que acrecienta el riesgo de “ser
violentos”, asumiendo una visión estática y
determinista de la realidad, ante la cual llegan
a experimentar temor sobre la inminente
replicación de conductas violentas que
ejecutarían si se descuidan o pierden el control.
“Mi hermana sí lo es (violenta) en su
relación, y mi hermano lo es pero con las
demás personas, él es de, de… se pelea y
lastima mucho, físicamente ¿no? O sea,
tiene problemas de violencia y yo pienso
que es porque vio mucha violencia de
niño ¿no?, pero yo al contrario… pero
pienso que… si yo fuera una persona
violenta, si me atreviera a serlo, lo sería
en exceso, entonces… yo creo que por
eso me controlo, temo ser así… y me
paso de pasiva, por lo mismo supongo”
(Esther, M, 27 años).
Más de un participante mencionan que, en
el intento de evitar ser como sus padres y madres
en una relación y diferenciar sus yo-mismo de
las propias familias de origen, optaron por su
legitimación y por volverse indiferentes ante
la violencia. Si bien ello genera un supuesto
bienestar en un principio -por no ser “iguales”
a sus madres y padres-, la disfunción en las
relaciones que establecen vuelve a aparecer
posteriormente, pues la indiferencia continúa
cumpliendo una función en un escenario
más amplio, en el que la persona no actúa
conforme a la valoración de sí mismo, sino en
contraposición a los modelos parentales que
vivió (Bowen, 1991), resultando en una nueva
relación violenta en donde quizá ya no juegue
tanto un rol de individuo victimario pero sí
contribuye a la perpetuación del problema.
Cabe mencionar que, si bien la reproducción
de la violencia a partir de aprendizajes tempranos
resulta un hecho de fácil identicación para
algunos sujetos participantes, para otros no lo
fue tanto, pues los embates, al llevarse a cabo
fuera del contexto heteronormado familiar, son
considerados conductas inofensivas entre dos
personas “similares por ser del mismo sexo”,
y dejan de ser valorados como violencia al
no encajar en estereotipos donde la mujer es
concebida como víctima y el hombre como
victimario (Padilla, 2015). Así, los signicados
y atributos que han interiorizado de los modelos
de comportamiento parental sobre los roles
de género, homofobia y heteronormatividad,
contribuyen no solo a replicar la violencia sino
a perpetuarla, por la incongruencia entre el
cómo viven los embates y lo que creen sobre
ellos. “Es justicable que… entre dos personas
del mismo sexo se puedan agredir porque son
iguales… son dos mujeres, pero que un hombre
me toque jamás” (Karla, M, 26 años).
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Experiencias tempranas de maltrato
“Me hizo enojar tu papá, me voy a
desquitar contigo ¿no?, entonces eso sí
inuyó demasiado, inuyó demasiado en
mi conducta porque suelo ser callado,
porque yo recuerdo que si respondía a
mi madre era golpe seguro ¿no?... Me
llegó a marcar las piernas con cables,
de los golpes, pero bueno pues todo eso,
a mí como que hasta cierto punto dije
bueno, el hablar no es bueno, me voy a
quedar callado, voy a reprimir todo eso
que siento” (Pedro, H, 19 años).
Respecto de las experiencias tempranas
de maltrato, identicamos que ocho de los
individuos participantes mencionaron que
el haber sido expuestos a maltrato físico y
psicológico por parte de sus padres y madres
-especialmente por parte de la madre-, había
favorecido que aprendieran a comportarse
de manera sumisa, que tuvieran procesos
comunicativos poco efectivos, y que
naturalizaran distintas prácticas de poder o de
control como formas de relación aceptables a
cambio de la aprobación o protección que su
padre o su madre les pudiese propiciar durante la
infancia, pues de no actuar conforme a lo que se
les demandaba eran rechazados o maltratados.
Así, tras la sucesiva exposición a modelos
comportamentales caracterizados por la
escasa empatía, por la incongruencia y por
una valoración condicional, las personas
participantes aprendieron que sus valores,
opiniones o sentimientos tenían poco valor en
comparación con lo que sus padres necesitaban.
Si bien, en un principio esta dinámica era propia
de la relación padre/madre-hijo/hija, cinco de
los ocho individuos que habían experimentado
maltrato al haber crecido tienden a replicar
dichos comportamientos en sus relaciones
subsecuentes.
“Quizá no es tanto como violencia,
pero de que te tienes que quedar
callado, reservado, hasta cierta forma,
realmente lo sigues aplicando en años
después, de que tú por ser niño tienes
que escuchar a los adultos, ellos están
bien y tú… si no estás con ellos, estás
mal; entonces te vas quedando con
tantas cosas y ya cuando estás con
alguien en algo muy íntimo, luego salen
esas cosas; es cuando creo estás más
expuesto, cuando estás más vulnerable,
y… todo eso sale a or de piel… es muy
raro porque hasta cierto punto piensas
que ese eres tú” (Fausto, H, 24 años).
Las rutinas y patrones de comportamiento
aceptados en la estructura familiar de la
que provienen, sin importar si se trata
de comportamientos violentos físicos o
psicológicos, son vistos como algo cotidiano
y normal, lo cual contribuye a su legitimación
al interactuar con su pareja, pues si ya han
vivido algún tipo de maltrato o violencia con
su madre o padre, experimentarlo nuevamente
en sus relaciones no representaba motivo de
sobresalto.
“Más que nada, las cosas de
manipulación de mi mamá, algunas las
he replicado, y… también soportar otras
¿no?... que soportaba en mi mamá, he
soportado en mis parejas” (Karla, M,
26 años).
En dos de los casos, hallamos que la
inecacia de los procesos comunicativos de los
padres y las madres, y las escasas habilidades
para la resolución de conictos de éstos,
favorecen que asuman a su hijo o hija como
intermediario o condente con quien hablar
acerca de sus problemas maritales; en dichas
familias se triangulan las relaciones afectivas y
los sujetos participantes pasan desde pequeños a
formar parte de los bloques enfrentados (Segura,
Gil & Sepúlveda, 2006). Esto ocasiona que
los hijos e hijas tomen partido en el conicto,
asuman los comportamientos disfuncionales
como normales o “cercanos” y posteriormente
tiendan a reproducir las disputas que han visto
en sus mayores.
“Resulta que cuando tengo 18 años, mis
papás empiezan con un conicto por
el cual se van a divorciar y todos los
problemas me los venían a decir a mí.
Entonces como yo era la mayor tenía
que resolver todos sus conictos, y fue
así de ¡qué…!, entonces en algún punto
creo que por eso en mis dos primeras
relaciones, yo como que aceptaba la
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violencia, porque veía como que el
círculo familiar más cercano” (Ana, M,
21).
Finalmente, identicamos como
característica que perpetúa la violencia en
estas parejas el escaso aprecio, protección o
amor percibido por algunos de los individuos
participantes por parte de su padre o madre
durante la infancia -en uno de los casos por
presentar comportamientos “propios del otro
sexo”-, y especialmente en la adolescencia
cuando decidieron externar su orientación
sexual o “salir de closet”. Esta situación
favoreció, en cuatro de los casos en estudio,
la ruptura del vínculo familiar, el aislamiento
progresivo de amistades, y que la principal
o única persona de la que recibían apoyo o
contención emocional fuese la pareja de la cual
dependían emocionalmente; esto, a su vez, dio
pauta a que se pasaran por alto los episodios
violentos o que se les asumiera como muestras
de afecto.
“Llegué así de… oye mamá te quiero
presentar a alguien… llevábamos un
mes saliendo… sí, entonces a mi mamá,
como que se le vino el mundo encima,
y hasta me corrieron de la casa y fue
que me pasé a vivir con él y toda la
onda… y entonces como que se acentúa
más este… tu necesidad, yo creo de que
la persona esté contigo pues…, dices,
no te voy a dejar así nada más ¡no!...
Tu mente se pone a… volar y dices y…
dónde andará, qué estará haciendo”
(Pedro, H, 19).
Impacto percibido sobre otras relaciones
signicativas
Sobre el impacto percibido de los modelos
parentales disfuncionales en las demás relaciones
interpersonales, identicamos que al igual que
con sus parejas, los sujetos participantes tienden
a reproducir comportamientos desadaptados
o poco efectivos que vivieron en sus familias
de origen, pues si el padre o la madre fue una
persona manipuladora o violenta, simplemente
le “fotocopian” su actuar y, a partir de ello, se
relacionan con sus amistades o conocidos.
Esto es igual tanto para los hombres como
para las mujeres que participaron, pues en
nuestros resultados encontramos que ambos
sexos aprenden a ser violentos, sin importar
el sexo del individuo progenitor que modelara
la violencia -cabe mencionar que nuevamente
encontramos que las madres tienden a ser vistas
como más violentas).
“Mi mamá es toda explosiva, y yo así
se lo fotocopié… yo tengo, mmm...
ansiedad, y también, soy hiriente, no de
golpear, nunca… pero sí, si estoy como
que ansioso y me están provocando y
vuelven a hacer lo mismo, lo mismo, lo
mismo y como que no se están dando
cuenta… si están pique, pique, pique…
soy igual, hiriente” (Jorge, H, 24 años).
En algunos casos, los comportamientos se
extienden a todos los espacios donde interactúan,
pues los décits en el funcionamiento
interpersonal se presentan no sólo en aquellas
relaciones signicativas, sino en encuentros
casuales o fortuitos. La violencia, al haber sido
parte integral de la vida en sus familias, subyace
en su actuar y surge ante cualquier provocación,
acompañada de un conjunto de creencias y
valores negativos sobre las relaciones con otros
que legitima su uso como método válido de
interacción.
“En mi caso, yo me considero violenta,
no a golpes, no golpear a la gente,
pero así, indiscriminadamente, soy muy
hiriente como mi mamá para decir las
cosas, soy demasiado hiriente para
decir las cosas, y no nada más con…
o sea, agarro parejo ¿no? si voy en la
calle y le hacen algo a mi pareja, me
volteo y me vale un cacahuate quién
seas, una vez me le puse a un policía…
soy muy, muy hiriente, eso también es
violencia, al n y al cabo” (Jazmín, M,
25 años).
Cabe mencionar que al igual que en la
pareja, no sólo se aprenden y replican conductas
violentas sino aquellas relacionadas con pobres
procesos comunicativos, con escasas habilidades
para la identicación y con el manejo de
emociones y la resolución de conictos, que en
conjunto dicultan el desarrollo de relaciones
satisfactorias o enriquecedoras en cualquier
contexto.
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“Porque yo mucho tiempo estuve
reprimiendo muchas (emociones), no
sólo con mi pareja, en amistades, en
familia y hasta estos momentos, mmm…
que podría decir, que las situaciones
me sobrepasaron pues ya actué de una
manera más agresiva que cualquier
palabra ¿no?… entonces si dije wow,
como que lo tuve que haber externado
en su momento” (Ramón, H, 19 años).
5. Discusión
De manera coincidente con lo encontrado
en estudios previos, los resultados de esta
investigación nos permiten apuntar al impacto
que tiene la exposición a modelos violentos de
comportamiento en el hogar de origen, con el
desarrollo de dinámicas violentas al interior de
las parejas conformadas por personas del mismo
sexo (López & Ayala, 2011; Padilla, 2015).
Si bien se trata de una realidad ampliamente
estudiada en un contexto heterosexual
(Yedra, González-Flores, Oliva-Zárate &
Rivera-Vargas, 2015), los hallazgos de este
estudio permiten ampliar el panorama de los
repetitivos mecanismos conictuales a través
de las generaciones, más allá del sexo o género
asumido por los individuos involucrados.
El haber realizado este estudio tomando
como base fundamental el discurso propio de
los sujetos actuantes, nos permitió acercarnos a
la experiencia actual de este grupo poblacional,
que si bien comentó experimentar la violencia
de manera similar a la población heterosexual,
nos dio pautas para distinguir posibles líneas
de investigación sobre las cuales se requeriría
ahondar más; por ejemplo, si se posiciona
como factor causal o predisponente propio de
las personas gays, lesbianas y bisexuales para
la perpetuación de la violencia, el impacto
del rechazo por parte de la familia hacia su
orientación sexual -documentado en estudios
previos como el de Perucchi et al., en 2014-
que en dos de los casos llevó a la pérdida -en
una de manera temporal y en otra denitiva-
del vínculo familiar, lo cual disminuyó el
apoyo percibido del medio por las personas
participantes al momento de hacer frente a una
situación violenta.
Así mismo, sugerimos para futuros
estudios identicar qué tanto los modelos
heteronormados, no sólo en la familia de origen
sino en las campañas preventivas y medios de
comunicación, respecto de lo que es la violencia,
generan en esta población cierto distanciamiento
de la problemática, por asumirse distinta a lo
que se les presenta visual y auditivamente.
Aunque la información sobre la conciencia de
estigma por ser gays, lesbianas o bisexuales,
junto con otros estresores minoritarios, ya
han sido estudiados como causales de la
violencia en estas parejas (Carvalho et al.,
2011; Marín, 2009), no encontramos en la
literatura revisada el impacto que puede causar
sobre el reconocimiento de la violencia en esta
comunidad, el hecho de que sólo sea presentada
en un contexto heteronormado, ya sea en la
familia o en la sociedad.
Respecto a la experiencia de violencia
en las relaciones de pareja de los individuos
participantes, es notable que en el total de
los casos maniesten haber vivido o vivir
actualmente algún tipo de violencia, aunque
esto haya podido ser inuenciado por la
misma convocatoria al reclutar a las personas
interesadas por la temática explícita de la
investigación; sugerimos no perder de vista que
la ocurrencia de la problemática en el total de
los sujetos participantes es coincidente con los
altos porcentajes de incidencia de ésta, según
estudios previos que señalan que el 59%, el
70%, y hasta el 100% de la muestra estudiada
en países como Chile, Puerto Rico, y México,
sufrían algún tipo de embate (Marín, 2009;
López-Ayala, 2011; Padilla, 2015; Reyes et al.,
2005).
Si bien es cierto que se requería de estudios
con datos más exactos sobre la ocurrencia de
esta problemática en las relaciones de pareja
del mismo sexo en México y Latinoamérica,
estas cifras podrían indicar que actualmente
esta realidad se presenta como un foco rojo a
atender, especialmente si se considera que las
víctimas están expuestas a lesiones que ponen
en riesgo su vida, como en el caso de uno de
los participantes de este estudio quien requirió
de atención hospitalaria tras ser atacado por su
pareja.
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Es necesario mencionar como principal
limitante de este estudio que los resultados
presentados no son generalizables a toda la
población, puesto que las personas participantes
formaron parte de una muestra no probabilística
reclutada por conveniencia, en la que las
variables -sociales, psicológicas y físicas- de
cada participante que no fueron consideradas
como criterios de inclusión o exclusión,
pudieron inuir en la naturaleza de los datos
recabados durante los grupos focales.
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