Creer es una forma de saber. De hecho es la más socorrida en la ciencia hasta el punto que un conocimiento que rechace la creencia se rechaza a sí mismo. El progreso científico es necesariamente cooperativo y los investigadores caminamos por sendas que no hemos trazado pero que creemos válidas para acercarnos a la meta propuesta. Ello vale tanto para las ciencias que operan y trabajan con materias inertes, como las que lo hacen con seres vivos, como para las ciencias sociales.
Uno de los objetivos que nos hemos propuesto con este curso dentro del enfoque, la metodología y el objeto propio de las ciencias sociales, es el de subrayar la importancia de no discriminar creencias según su objeto. En concreto nos parece importante señalar la validez de la creencia religiosa para ensanchar el saber.
En ciertos ambientes académicos se ha procurado de un tiempo a esta parte contraponer compromiso y neutralidad con el ánimo ilusorio de vacunar la actividad científica de cualquier contaminación valorativa. Ello no solo es imposible para la ciencia en general sino que entendemos que tampoco es deseable para la ciencia social en particular. Este es precisamente el contenido de la primera unidad del curso, en la que el profesor Javier Ros expone el enfoque metodológico adecuado para adentrarse en la investigación social. No hacemos distingos aquí -y pensamos que es importante subrayarlo- entre objetos de investigación social, pues como veremos más adelante, la sociología de la experiencia religiosa no difiere de otras sociologías en ambición temática. Del mismo modo que el estudio que la sociología de la empresa hace de las organizaciones productivas no solo las describe sino que en cierto modo las descubre, la investigación con la metodología propia de la ciencia social de la experiencia religiosa nos descubrirá también facetas de la divinidad que probablemente desconocíamos antes de iniciarla.
Toda ciencia se basa en evidencias y es preciso mirar sin exclusiones conceptuales a la evidencia religiosa como una puerta de entrada a realidades pertinentes. No podemos alegar ningún tipo de purismo metodológico para marginar unas evidencias frente a otras, mayormente en las ciencias sociales, donde la comprensión de la realidad social demanda la máxima inclusión posible. En todo caso, en el inicio de cualquier exploración científica hay que referirse a la cuestión metodológica. Una tarea necesaria e imprescindible aunque pueda adivinarse cierta aridez en su temática.
Es bien sabido que la teología, desde tiempos remotos, se ha apoyado en el discurso filosófico para revestir de solidez racional su sistema de contenidos. El nivel de abstracción propio de la disciplina filosófica permitía dar nitidez y precisión a conceptos y realidades permanentes ajenas al cambio. La teología encumbró a la filosofía pero a un alto precio para ésta que se vio obligada a utilizar los términos referidos a lo excelso y sublime también para lo mudable y contingente. Así es cuando nos referimos a la verdad. En la segunda unidad tratamos este asunto distinguiendo entre Verdad y verdades, y proponiendo la ayuda de la sociología a la teología para sentar las bases de un nuevo enfoque que permita estudiar y llegar a lo divino desde
su impronta experiencial en lo social. Se trata de avanzar el conocimiento sorteando la ausencia o parquedad de verdades con certezas plausibles, como hace cualquier ciencia, sin que la mutabilidad y desregulación de la vasta y variable experiencia humana suponga un muro de contención infranqueable para el avance del conocimiento.
De nuevo el profesor Ros, en la tercera unidad, nos ayuda a asegurar que vamos bien preparados para el camino. Una crítica fácil que a veces se hace sobre el modo de hacer en sociología es que la mengua de verdades absolutas que rinde la experiencia social en comparación con la solidez de otros enfoques disciplinares lleva a caer necesariamente en el subjetivismo. Reconocemos que solo la visión de Dios es estrictamente objetiva, pero ello no quiere decir que todo lo demás deba ser despachado como subjetivismo y de ahí llegar a poner todo conocimiento entre paréntesis. De la objetividad a la subjetividad hay un largo trecho en el que es necesario deslindar campos, muchos de ellos muy aprovechables. La propuesta que hacemos aquí es la de la transubjetividad que permite apoyarse en la consistencia de las razones compartidas para dar razón, nunca mejor dicho, de los hechos y consolidar saber que nos permita avanzar.
Con la cuarta unidad, a cargo del profesor Javier Aznar, y una vez equipados con los instrumentos necesarios para adentrarnos en el camino, empezamos a recorrer nuestra senda puesta la mirada en la meta de dar razón de la interacción entre lo divino y lo humano. Los primeros pasos están dedicados a reconocer quiénes somos y a resaltar la visibilidad del sujeto social, tan poco usado en la reflexión sobre el carácter trascendente del actuar humano. Los seres humanos transcurrimos en el tiempo sucesivamente y no empezamos de cero cada vez: somos diacrónicos y nos relacionamos con otros seres humanos en el devenir además de en el presente. En este sentido podemos decir que somos sociales antes de ser individuales y que la filiación es el hecho radical de nuestra existencia. Se trata de mostrar el protagonismo del sujeto colectivo en la explicación de la experiencia religiosa apuntando también que muchos de los presupuestos doctrinales en los que se basa esa experiencia son difícilmente inteligibles sin una cabal comprensión del sujeto social.
La presentación del argumento sociológico de la existencia de Dios centra los contenidos de la unidad cinco. Reconocemos como evidencia científica la evidencia social religiosa y tratamos de mostrar que las tres partes del argumento hunden sus raíces en los presupuestos de la ciencia social. Ante el hecho religioso no podemos mirar para otro lado como si despreciáramos con altanería unas evidencias palpables que dan pistas seguras sobre un conocimiento que perseguimos. Un lujo intelectual que difícilmente nos podemos permitir mientras queramos seguir apelando a la autonomía de la ciencia que deja hablar a los hechos.
En la unidad seis el profesor Tomás Baviera nos presenta una tipología de testimonios de conversión actuales que subrayan el carácter racional de la creencia. De hecho a lo largo de todo el curso tratamos de superar esa falsa dicotomía entre ciencia y fe apoyada en la separación artificial entre experiencia concreta e ilusión abstracta que ha sido tan divulgada y propuesta. Para nosotros ambas, ciencia y fe son experienciales, esta última en la medida en que nos acerquemos a la fe con la
metodología y el enfoque propio de las ciencias sociales. Los testimonios de coherencia presentados apelan a un desideologizado acercamiento al hecho religioso desde rigurosos presupuestos racionales.
El profesor Baviera continúa en la séptima unidad profundizando en la irracionalidad subyacente a la negación de la evidencia social religiosa. Este negacionismo constituye de por sí también un hecho social susceptible de análisis y ponderación. Se usan los tipos ideales weberianos para explicar un fenómeno recurrente del que podemos extraer valiosas conclusiones, algunas de ellas de indudable actualidad dadas las controversias políticas y mediáticas presentes en varios países. Quizá falta en estos debates apelar a la razón más que a la pasión para encontrar soluciones que permitan tanto la garantía eficaz de una cobertura jurídica y política para la libertad religiosa como la práctica del respetuoso disenso en entornos de pluralidad.
Por último en la unidad ocho, el profesor Aznar presenta lo que sería un programa de colaboración entre la sociología y la teología para la mejor comprensión no ya de determinados asuntos y temas de índole estrictamente religiosa sino también para elaborar un acertado análisis de determinados cambios sociales que caracterizan nuestro presente. Así, tanto la secularización como el religamiento, los procesos de desinstitucionalización, desvinculación e, incluso, de desafección social, o el entendimiento y separación de ámbitos en el espacio público. En este sentido llamamos la atención sobre la falta de preparación en ciencias sociales que se da en los centros de estudios religiosos y facultades de teología.
Presentamos la Sociología de la Experiencia Religiosa como una temática novedosa y, a nuestro juicio, necesaria para comprender nuestras sociedades. Más allá de la consolidada Sociología de la Religión que estudia las iglesias, la sociedad religiosa, y la repercusión social del hecho religioso desde fuera de la creencia o sin preguntarse por ella, este nuevo enfoque considera la creencia y su vivencia como objeto de estudio, discernimiento y análisis con la metodología propia de las ciencias sociales.
Esperamos haber avanzado con esta aportación en el objetivo que nos propusimos al abordarla en su inicio: ensanchar el conocimiento y saber sobre la realidad que habitamos y conformamos.