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David R. Olson, The world on paper. The conceptual and cognitive implications of writing and reading. Cambridge University Press, Cambridge, 1994; 318 pp.

Authors:

Abstract

Se reseñó el libro: The world on paper. The conceptual and cognitive implications of writing and reading.
malidad” (p. 176). En cambio, los reflexivos de objeto indirecto no ne-
cesitan obligatoriamente trasladarse al verbo principal.
En suma, me parece que el trabajo de Esthela Treviño representa
una contribución valiosa a los estudios de lingüística, en lo que se refie-
re al tratamiento de las causativas y de los clíticos en español.
IRMA MUNGUÍA ZATARAIN
El Colegio de México
DAVID R. OLSON, The world on paper. The conceptual and cognitive implications
of writing and reading. Cambridge University Press, Cambridge, 1994;
318 pp.
“The World on paper —comienza diciendo Olson en el décimo capítu-
lo— is an apt metaphor for analyzing the implications of literacy for by
creating texts which serve as representations one came to deal not with
the world but with the world as depicted or described” (p. 195). La re-
presentación como categoría de análisis que atraviesa la escritura es el
tema central de este libro, como una función que se desdobla en múl-
tiples niveles metalingüísticos —y que por tanto tiene estrechas re-
laciones con la epistemología y la hermenéutica— o, vista en su di-
mensión histórico-cultural, como una reconstrucción de los tipos de
representación e interpretación que fueron evolucionando para resol-
ver y entender ciertas necesidades sociales, congnoscitivas, ideológicas
o de consolidación de relaciones de poder, que han marcado cada épo-
ca. Pero el análisis de la representación del lenguaje no se agota ahí; el li-
bro comienza directamente por deslindar el nivel de las creencias del
nivel del conocimiento, en lo relativo al “estado del arte” de la llamada
cultura escrita. Los primeros capítulos de los doce que componen la obra
están dedicados a presentar críticamente los mitos y los hechos, para ubi-
car el lugar teórico que ha ocupado la escritura desde la perspectiva so-
cio-cultural, antropológica, histórica, psicológica o lingüística. Evalúa
aportaciones y excesos, identifica líneas y corrientes de investigación,
para contextualizar sus propias tesis y cuestionarse seriamente qué sig-
nifica estar alfabetizado. Porque alfabetización, señala con acierto, no
puede restringirse al conocimiento del abecé, sino a la participación ac-
tiva dentro de una “comunidad textual” que determina el tipo de lectura
y las posibles interpretaciones que enmarcan los significados de aque-
llo que llamamos mundo, un mundo de papel. Más allá del aprendiza-
je para decodificar un mensaje escrito, Olson delinea una historia social
de cómo la escritura pasó de ser objeto y medio de comunicación in-
formativo para constituirse en un mundo de representaciones, en ese ter-
cer mundo de “conocimiento objetivo” de Popper, al que ingresa cada
individuo a medida que se alfabetiza.
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RESEÑAS
The world on paper no es entonces una síntesis más de los orígenes de
la escritura que ya Harris, Cohen, Sampson o De Francis han recons-
truido, por citar algunos de los más conocidos. A ella dedica tan sólo
dos breves capítulos en los que describe a grandes trazos la divergencia
entre la representación pictórica y la que llevó a la escritura; la conver-
gencia entre la generación del número y la letra; el papel de la escritura
como apoyo instrumental mnemotécnico que requirió de una serie de
cambios tecnológicos, culturales e históricos para que el texto fijara la
letra y se lograra una reproducción verbatim (capítulo 7). Toda esta
argumentación crea el andamiaje conceptual necesario para rebatir la
posición de que la escritura es la simple transcripción del habla, con
una tesis que revierte en 180 grados la relación del habla como modelo
de la escritura.
Olson sostiene que así como el lenguaje hace posible la representa-
ción del mundo, es la escritura la que posibilita la representación del
lenguaje, de ahí su afirmación: “writing is in principle metalinguistics”
(p. 89). Los sistemas de escritura no fueron “inventados” para transcri-
bir palabras, sílabas o letras. La función comunicativa o informativa
original de los primeros sistemas gráficos —cuya estructura sintáctica
garantizó su generatividad— se transformó en modelo posible de lengua-
je al ser leídos: “learning to read is precisely learning that model”
(p. 85), dice Olson. En este sentido, las escrituras representan un
modelo de lenguaje de varios posibles, y como tal, imponen una cierta
representación y determinan también los puntos ciegos que impiden
ver los aspectos del lenguaje que quedan fuera de esa representación.
Tan importante es aquello que se deja fuera que merece un capítulo
aparte (“What writing doesn’t represent”), ya que constituye el motor
que impulsa el cambio: “the history of literacy is the struggle to recover
what was lost in simple transcription” (p. 111).
Estamos ya en el centro del mapa conceptual que ha ido tejiendo
con paciencia el texto de Olson. Al centro, una pregunta básica: ¿cómo
deviene la escritura en un sistema de representación que deslinda pro-
gresivamente lenguaje y cognición? Para responder adecuadamente a
una pregunta de tal envergadura, Olson se preocupa por definir los pa-
radigmas que sujetan su respuesta. Hay reconocimiento explícito a las
aportaciones de la llamada “Escuela de Toronto”, con Havelock y Mc.
Luhan a la cabeza, uno de los puntales teóricos más radicales sobre el im-
pacto cognitivo y cultural de la escritura como recurso tecnológico, que
redefinió el concepto de hombre, de historia y de estructura mental. El
constructivismo, presente en sus conceptos de desarrollo, denota su for-
mación piagetiana “a la americana”, ya que la figura de Jerome Bruner
(con quien trabajó en varias ocasiones) refleja también la influencia so-
viética de Vigotsky y Luria. Olson lleva la diferenciación entre intencio-
nalidad y acción que estos últimos autores trabajan, al plano del lenguaje
para, como primera hipótesis de trabajo, distinguir el significado textual
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RESEÑAS
de la intención del hablante, cuestión que trató también en su ya clási-
co artículo del Harvard Educational Review (“From utterance to text: the
bias of language in speech and writing”, 1977), y que ahora afina ya no
para contrastar las dos modalidades (escrito-oral), sino para estudiar la
autonomía del texto (a la que algunos críticos se refieren como la “fala-
cia de Olson”) sin asumir por eso la muerte del autor a la manera de
Barthes. Apoyado en Grice, Searle y Austin, pone de nuevo sobre la mesa
el problema del significado y la intención, formulado ya en términos
pragmáticos: “Writing readily represents the locutionary act leaving illo-
cutionary force underspecified” (p. 93). La escritura preserva las pro-
piedades léxicas y sintácticas del habla, pero pierde las cualidades ilo-
cutivas del hablante. La historia de la cultura escrita es la historia de las
estrategias desarrolladas para compensar aquello que no está represen-
tado, a fuerza de traer a la conciencia y objetivar como entidad la pro-
pia subjetividad. La intención del autor se va marcando por recursos va-
rios como la especialización de géneros que determinan los rangos de
libertad en la interpretación; las marcas de cohesión textual que deli-
mitan el contenido proposicional; la introducción explícita de verbos
psicológicos, de comunicación, que al nominalizarse crean entidades
que le dan un nuevo status al orden de las ideas —deslindadas ya de las
palabras— y al orden de las cosas (a la manera de Foucault). Lo que me-
rece destacarse es que todas estas novedades aparecen a medida que el
autor toma conciencia del destinatario. Los textos se escriben para ser
leídos y en esta ida y vuelta va construyéndose la ciencia de la interpre-
tación o hermenéutica.
Por el monto de información y la amplitud de los temas que trata de
articular, el libro parece caer en una repetición de las tesis y preocupa-
ciones centrales de Olson. Sin embargo, esta recurrencia es ficticia. Se
trata de analizar desde distintos contextos y escenarios los supuestos, ar-
gumentaciones e implicaciones teóricas. Resulta así que a medida que
avanzamos en la lectura vamos encontrando reformulaciones de las te-
sis iniciales, que exploran, de manera cada vez más aventurada, los ni-
veles de “meta-conocimiento” (capítulos 10 y 11) y la concepción de la
cultura escrita como actividad metalingüística.
Hay que preguntarse si el libro cumple con la doble intención del
autor: formular una teoría de la cultura escrita mediante un restringido
número de principios y utilizar un lenguaje accesible al lector no espe-
cializado. Si por lector no especializado entendemos que está dirigido de
igual manera al antropólogo, al lingüista, al psicólogo o al filósofo inte-
resados en el tema, diremos que efectivamente se trata de una obra que
rompe las fronteras interdisciplinarias en busca de una teoría integral.
La red de articulaciones temáticas va cerrándose de tal modo que no
puede concebirse escritura sin lectura, comprensión sin interpretación,
el plano de las representaciones sin el de las creencias, el logro de la “ob-
jetividad” sin la noción de subjetividad, temas que sugieren vetas de in-
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RESEÑAS
vestigación transdisciplinaria y que recuerdan las limitaciones que im-
pone a nuesta lectura del mundo la representación imperfecta que hace
nuestra escritura del lenguaje. Por eso hace bien en recordarnos que el
impacto de la cultura escrita se mide en tiempo histórico, no en el cur-
so de una historia individual.
NORMA DEL RÍO LUGO
El Colegio de México
Universidad Autónoma Metropolitana
ADRIANA SILVESTRI, y GUILLERMO BLANCK, Bajtín y Vigotski: la organización se-
miótica de la conciencia. Anthropos, Barcelona, 1993; 286 pp.
Tras la caída del bloque socialista y en medio de la posmodernidad, con
todo lo que ésta tiene de caótica o libertadora, peligrosa o provocativa-
mente compleja, la “moda” Bajtín, en manos de ciertos académicos de
izquierda, parece querer reivindicar la tendencia marxista de un pensa-
dor de singular importancia. La obra bajtiniana, si bien no tiene una
orientación clara dentro de los límites del materialismo histórico, se opo-
ne a la metafísica occidental, muchas veces desde puntos de vista cerca-
nos al marxismo. Esto se relaciona con que el problema de la concien-
cia y la cultura, dentro del “sistema filosófico” bajtiniano —si es posible
referirse así al complejo de textos inéditos, prohibidos, editados en vida
bajo otros nombres o póstumamente—, se plantea en términos de un
proceso sociohistórico dinámico, lo que lo acerca a las doctrinas del ma-
terialismo histórico.
Subrayando esta tendencia filosófica en la obra teórica de Vigotski y
Bajtín —este último, por lo demás, no muy grato al régimen soviético sta-
linista, lo que resulta de gran ventaja para la posteridad—, Silvestri y
Blanck estructuran su libro de la siguiente manera: la primera parte es
un comentario exegético de los conceptos básicos de ambos teóricos,
que demuestra la relación entre su pensamiento respecto de la consti-
tución y organización de la conciencia y los principios de una ontología
marxista; la segunda, escrita por Blanck, es una biografía de Bajtín a la
que suceden tres textos suyos —editados por primera vez en español,
aunque no traducidos del original ruso, sino del francés el primero y del
italiano los dos siguientes. La fragmentación temática y metodológica
del libro, debida a las diferencias entre los autores de cada una de las tres
partes, crea desconcierto en relación con la estructura tanto lógica como
editorial. Así, queda bastante vaga la explicación de por qué al análisis
comparativo de dos teorías sobre la constitución de la conciencia siguen,
primero, la biografía de Bajtín y, luego, tres textos suyos; mientras, por
otro lado, se omite la equivalente información biográfica sobre Vigotski
200 NRFH, XLIV
RESEÑAS
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